El Modernismo y el Indigenismo Lenguaje Elementos novelescos en las literaturas indígenas Los mitos, leyendas y narraciones indígenas de origen prehispánico y los relatos aborígenes con influencia española, recogidos desde el siglo XVI, constituyen valiosos antecedentes de la literatura de ficción en Hispanoamérica. Sucede con ellos, sin embargo, que poco influyen en la prosa narrativa de la Colonia por haber sido rescatados tardíamente, y que muchas veces, o son desconocidos, o no se les concede suficiente importancia en comparación con los modelos peninsulares. Es verdad que esta situación ambigua que han tenido que afrontar las literaturas amerindias en la evolución de los géneros literarios tiende a clarificarse, y que con el recobro de nuevos textos, se ha logrado ya dar cabida a la contribución literaria indígena dentro del extenso marco de las letras continentales. 9 Según Ángel María Garibay, entre los aztecas existió abundante literatura de ficción en varios subgéneros narrativos, o en forma de mitos, cuentos, fábulas, leyendas y novelas cortas que a veces tienen carácter poemático1. El manuscrito de Cuauhtitlán conserva un buen número de estas piezas, de las cuales aparecen con variantes, como el mito de la Leyenda de los soles, cuyo episodio principal es la fabulosa historia de la formación del quinto sol que representaba la etapa en que vivían los aztecas a la llegada de los españoles. También contiene el manuscrito un relato de las aventuras de Nezahualcóyotl, rey poeta de Tezcoco, que tiene bastante unidad novelesca, y algunas piezas más cortas de tema legendario. El mito de Quetzalcóalt (serpiente emplumada), que pertenece tanto a la épica como a la prosa narrativa, ofrece también en algunas versiones un marcado carácter novelesco. En las obras del historiador mestizo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, se encuentran relatos acerca de Nezahualcóyot y un interesante fragmento sobre las andanzas de sus hijos que constituye, según Garibay, una verdadera novela de aventuras.2 En lo que atañe a la literatura de ficción, son numerosos los relatos que podrían considerarse. Los más conocidos pertenecen a las tres grandes culturas urbanas existentes a la llegada de los españoles: la azteca, la maya y la incaica. Empero otros textos provienen de culturas aborígenes diversas y su abundancia descubre las amplias posibilidades que encuentra el investigador del acervo indígena. Casi sin excepción, estos relatos no se conservan en el original, sino en la traducción, o en versiones que recoge la tradición oral. Esta rica literatura indirecta de ordinario está influida por la cultura occidental y por el elemento religioso cristiano, lo cual no alcanza, sin embargo, a desvirtuar enteramente la autenticidad de los textos que desde luego revelan el hibridismo de la mezcla de culturas. 1 GARIBAY, Ángel María. Historia de la literatura náhuatl. 2 vols., México: Porrúa, 1953 (véase especialmente vol. I, cap. X: Prosa imaginativa, págs. 479-498). 2 Ibid., pág. 494. 1 Lenguaje 9 El Modernismo y el Indigenismo El Modernismo literario individuales, que cada uno se define por la unidad de su personalidad, y todos juntos por el hecho de haber iniciado una literatura independiente, de valor universal, que es principio y origen del gran desarrollo de la literatura hispanoamericana posterior”. Y hace notar especialmente: “Hay que rechazar el error común de identificar el Modernismo con una de las escuelas que en él se formaron que deriva, principalmente, del Rubén Darío de Prosas profanas […] No es por lo tanto la escuela, sino la diversidad de escuelas, lo que caracteriza el Modernismo”. Esas palabras de Onís explican por qué, dentro del movimiento, se dieron poetas tan singulares y diferentes entre sí como Julián del Casal, José Asunción Silva, Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Guillermo Valencia, Julio Herrera y Reisigg o Enrique González Martínez. Sí: el Modernismo de Silva fue simbolista y no preciosista y parnasiano como el de Rubén Darío en Prosas profanas. Por el contrario, hizo burla de los discípulos del nicaragüense, “la descendencia Rubendariaca”, en la sátira que tituló Sinfonía color de fresa con leche, publicada en abril de 1984 con el seudónimo de Benjamín Bibelot García. El simbolismo de Silva (y el Simbolismo fue líricamente la más noble y alta manifestación de la poesía modernista), lejos de adornos exteriores y lujos verbales, se internó en lo misterioso, en lo oculto, en lo sobrenatural, en el sueño. En la sugerencia, lo fugaz y vago. En los estados de ánimo, sensaciones y sentimientos personales únicos. Como movimiento literario, el Modernismo constituye una reacción, no contra el Romanticismo, sino contra los excesos y desmayos en que, con excepciones solitarias como las de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, habían caído los escritores románticos de España y nuestros países. Después del esplendor que alcanzó la poesía en los siglos de oro, vino el eclipse que trajeron la retórica neoclásica del siglo XVIII y el verbalismo y la trivialidad sensiblera del XIX. Por eso, pensó Onís que “el Modernismo nació en medio de la literatura romántica cuando esta había llegado a sobrevivirse y agotarse en la repetición y la vulgaridad. Este mismo crítico encuentra que sus tres caracteres esenciales son: un definido afán de innovación, la individualidad y el cosmopolitismo o universalismo. Advirtió que su unidad “consistió en producir grandes poetas Porque (excusándonos de reiterar cosa sabida) las dos principales corrientes literarias de la época que inspiraron el Modernismo, de manera más notoria, fueron el Parnasianismo y el Simbolismo. José As unción Silva Bibliografía de apoyo ·· Orjuela, Héctor H. Estudios sobre literatura indígena y colonial. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1986. 287 p. río n Da Rubé ·· Charry Lara, Fernando. José Asunción Silva. Bogotá: Procultura, 1989. 191 p. ·· GARIBAY, Ángel María, Historia de la literatura náhuatl. 2 vols., México: Porrúa, 1953. 2