Estrategias de desarrollo rural con enfoque de género en Chile: el

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Civilizar 16 (30): 63-76, enero-junio de 2016
Estrategias de desarrollo rural con enfoque de
género en Chile: el caso del programa “Formación y
capacitación para mujeres campesinas”1
Rural development strategies with gender perspective in
Chile: the case of the program "Education and training for
rural women"
Recibido: 15 de abril de 2015 - Revisado: 04 de octubre 2015 - Aceptado: 04 de diciembre de 2015
Sofía Boza Martínez2
Maruja Cortés Belmar3
Tomás Muñoz Eulogio4
Resumen
La agricultura familiar campesina presenta limitaciones en sus capacidades
productivas, las cuales se acentúan en el caso de las mujeres jefas de
explotación, situación cada vez más frecuente en países de América Latina
como Chile. En este contexto, el presente artículo tiene como objetivo analizar
el caso específico del programa “Formación y capacitación para mujeres
campesinas” del Instituto de Desarrollo Agropecuario de Chile, ejecutado en
convenio con la Fundación para la Promoción y el Desarrollo de la Mujer. Lo
anterior mediante la descripción de los principales elementos del programa, así
como la caracterización de sus beneficiarias en un área específica.
Palabras clave
Desarrollo rural, programas públicos, género, agricultura familiar campesina,
Chile.
Abstract
Family farming presents limitations in its production capacities, which are
accentuated in the case of women heads of exploitation, an increasingly
frequent situation in Latin America and Chile. In this context, this article
aims to analyze the specific case of the program "Education and training for
rural women” of the Instituto de Desarrollo Agropecuario de Chile, run in
partnership with the Fundación para la Promoción y el Desarrollo de la Mujer.
This is performed by describing the main elements of the program as well as
the characterization of its beneficiaries in a specific area.
Keywords
Rural development, public policies, gender, family farming, Chile.
Artículo de investigación elaborado
en la Universidad de Chile.
Licenciada en Economía, máster en
Desarrollo Económico y Políticas Públicas y doctora en Economía. Académica del Departamento de Economía
Agraria de la Facultad de Ciencias
Agronómicas y del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad
de Chile, Santiago de Chile, Chile.
Correo electrónico:
sofiaboza@u.uchile.cl
3
Ingeniera agrónoma, máster en Desarrollo Rural y doctora en Economía.
Académica del Departamento de Economía Agraria de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad
de Chile, Santiago de Chile, Chile.
Correo electrónico:
marcortes@uchile.cl
4
Ingeniero agrónomo. Asistente de
proyectos del Departamento de Economía Agraria de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad
de Chile, Santiago de Chile, Chile.
Correo electrónico:
tomasfme@gmail.com
1
2
Para citar este artículo use: Boza,
S., Cortés, M., & Muñoz, T. (2016).
Estrategias de desarrollo rural con enfoque de género en Chile: el caso del
programa “Formación y capacitación
para mujeres campesinas”. Revista
Civilizar Ciencias Sociales y Humanas, 16(30), 63-76.
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Sofía Boza Martínez - Maruja Cortés Belmar - Tomás Muñoz Eulogio
Introducción
En Chile, la agricultura familiar campesina (AFC) es responsable en gran medida de
abastecer de alimentos al mercado nacional y,
por tanto, tiene un rol protagónico en la seguridad alimentaria del país. Sin embargo, este
sector soporta importantes limitaciones que
merman sus capacidades, sobre todo en el acceso a recursos productivos. Dicha situación se
acentúa aún más cuando la jefatura predial está
en manos de una mujer.
El sector público chileno ha destinado recursos al apoyo de la AFC, sobre todo a
través del accionar del Instituto de Desarrollo
Agropecuario (Indap), una de las principales
instituciones dedicadas al fomento productivo
en Chile. Dentro de las iniciativas que desarrolla Indap, se encuentra el programa “Formación y capacitación para mujeres campesinas”, ejecutado en convenio con la Fundación
para la Promoción y el Desarrollo de la Mujer
(Prodemu). La principal particularidad de este
programa es que es el único en Chile dedicado
de manera exclusiva a la atención de mujeres
campesinas.
En este contexto, la presente investigación
contempla dos preguntas centrales: a) cuáles
son los principales elementos en los que se
basa el programa “Formación y capacitación
para mujeres campesinas”, y b) cuáles son
las características socioeconómicas de las
beneficiarias del mismo en un área concreta del
país. La respuesta a ambas cuestiones se espera
contribuya a la orientación de posibles acciones
de actualización del programa, o diseño en
el futuro de otras iniciativas que contemplen
beneficiarios similares. Para ello, el documento
se estructura del siguiente modo: primero
se presenta un marco teórico con base en los
conceptos de AFC, género y desarrollo, luego
se detalla la metodología que se empleó, para
finalmente exponer los resultados obtenidos y
las conclusiones.
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Marco conceptual: agricultura familiar
campesina, género y desarrollo
A pesar de tratarse de un término de uso
común en la caracterización del sector agrícola,
no existe una definición estandarizada de qué
se entiende por AFC, dada la heterogeneidad
de las condiciones en las que esta se despliega,
lo que a su vez dificulta la concreción de las
políticas dirigidas al sector (Salcedo, De la O,
& Guzmán, 2014). No obstante, Garner y De la
O (2014) identificaron, tras realizar una revisión
bibliográfica al respecto, algunos elementos
especialmente recurrentes en la definición de
la AFC, entre ellos: a) presencia de trabajo
familiar, b) vinculación entre la administración
predial y la jefatura del hogar, c) reducido
tamaño predial y d) enfoque a la subsistencia.
Dada la estrecha relación de la AFC con
las dinámicas familiares, resulta evidente que la
evolución de los roles de género en los hogares
rurales va a afectar la distribución de tareas y
responsabilidades. En América Latina y el Caribe,
las cifras censales muestran que el porcentaje
de explotaciones agrícolas encabezadas por
mujeres es del 16 %, lo que en algunos países,
como Chile, estaría especialmente acentuado en
la AFC (Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura -FAO,
Comisión Económica para América Latina y el
Caribe -CEPAL & el Instituto Interamericano de
Cooperación para la Agricultura - IICA, 2013;
Qualitas, 2010). Lo anterior se condice con
lo señalado por Foti (2009) para el caso de los
Estados miembros del Mercado Común del Sur
(Mercosur), donde la feminización de las tareas
prediales incrementa cuanto menor es el tamaño
de las explotaciones. Dichas tareas se darían
para el caso de las mujeres en un espacio de
estrecha coexistencia entre los roles productivo y
reproductivo/doméstico, cuya conciliación deriva
en jornadas prolongadas o en bajos rendimientos
obtenidos mediante el primero de ellos.
Además, las mujeres campesinas en América Latina se enfrentan a restricciones en acceso
Estrategias de desarrollo rural con enfoque de género en Chile: el caso del programa
“Formación y capacitación para mujeres campesinas”
a: tierras (Brumer, 2004; Deere & León, 2001;
2003; Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural- Rimisp, 2009; Zuluaga, 2011), recursos hídricos (Ruiz, 2012; 2013), financiamiento (Fletschner, 2009) y tecnología (Kleysen
& Campillo, 1996; Damián et al., 2008; FAO,
2011). Estas limitaciones derivan en que las explotaciones con jefatura femenina se aboquen
a actividades poco rentables y, por ende, poco
atractivas de expandir (World Bank, 2011).
A pesar de este diagnóstico, las políticas de
desarrollo rural no se hicieron cargo por mucho
tiempo de atender las inequidades de género en
el ámbito productivo (Baca & Herrera, 2008).
De hecho, hasta los años setenta los programas
de desarrollo circunscribían a la mujer al rol
reproductivo/doméstico (Rico & Gómez, 2009).
A partir del declarado por Naciones Unidas
como “Decenio de la mujer” (1975-1985), se
producen importantes avances en la discusión
respecto a la interacción de los asuntos de género
en la planificación del desarrollo, la cual se
plasmó en dos enfoques predominantes: mujer
en el desarrollo (MED) y género y desarrollo
(GED). El primero de ellos plantea la relevancia
de mejorar la situación de las mujeres mediante
su integración en las iniciativas de desarrollo,
mientras que el segundo defiende la tarea de
transformar las estructuras sociales que derivan
en las inequidades hombre/mujer (Taylor, 1999).
Una de las principales críticas al enfoque
GED es la dificultad de su puesta en práctica,
lo que ha hecho que el enfoque MED haya
tenido mayor trascendencia en las iniciativas
de desarrollo (Rico & Gómez, 2009); no solo
en los países de menor renta, sino también en
casos como el de la Unión Europea (Sabaté,
2009). Dichas iniciativas han priorizado la
satisfacción de las categorizadas por Moser
(1989) como necesidades de género “prácticas”,
frente a aquellas de carácter “estratégico”.
Lo precedente a pesar de que las condiciones
estructurales que restringen el empoderamiento
de la mujer constituyen un factor esencial
que minora su capacidad empresarial y, en
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consecuencia, el impacto positivo de esta en el
desarrollo rural (Buendía & Carrasco, 2013).
En el caso de Chile, la política de desarrollo
rural se ha caracterizado por apoyar el acceso
a factores productivos en las explotaciones de
menor tamaño, siendo la institución que canaliza
mayor nivel de recursos en dicho sentido el
Indap (Organización Internacional del Trabajo
–OIT, & Servicio de Cooperación Técnica
-SERCOTEC, 2010; Sotomayor, Rodríguez,
& Rodrigues, 2011). Dentro de los programas
del Indap, el único que atiende en exclusiva a
mujeres es el de “Formación y capacitación para
mujeres campesinas”, ejecutado en convenio
con la Fundación Prodemu, el cual es objeto de
estudio en el presente artículo.
Materiales y métodos
Esta investigación es de carácter exploratorio-descriptivo, pues se pretende realizar una
aproximación a una temática que ha tenido un
cierto grado de tratamiento anterior, mediante la
descripción de un caso específico. En concreto,
se abordan las estrategias públicas de fomento
del desarrollo rural orientadas a mujeres, a partir de la revisión de los principales elementos
del programa “Formación y capacitación para
mujeres campesinas” y la caracterización de un
grupo de usuarias del mismo.
Para ello, se hace una contextualización
general de los programas de fomento agrícola
en Chile y se detallan los principales elementos
que determinan al programa en estudio: propósito, público objetivo, institucionalidad, líneas
de acción y evaluación. Todo ello con base en
información secundaria.
Por último, se presentan los resultados
de una encuesta que se efectuó entre los meses
de junio y septiembre de 2013 a un total de 79
usuarias del programa, ubicadas en diez de las
comunas de la Región Metropolitana de Santiago de Chile con una relativa mayor presencia de
la actividad agrícola (Buín, Colina, Curacaví,
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Isla de Maipo, Lampa, El Monte, Paine, Pirque,
San Pedro y Til Til). El cuestionario utilizado se
conformó por preguntas relativas a: antecedentes generales de las encuestadas, características
del territorio donde habitan, caracterización del
grupo familiar y antecedentes laborales y productivos. Para el análisis de los datos se aplicó
estadística descriptiva.
Resultados
El fomento del desarrollo agrícola
en Chile.
Uno de los rasgos de la agricultura chilena
es la “dualidad”: una minoría de medianas
y grandes empresas agrícolas enfocadas a la
exportación y preponderante presencia de micro
y pequeñas explotaciones familiares (Ríos &
Torres, 2014). En este sentido, según volumen
de ventas, un 94,6 % de las explotaciones
agrícolas del país podrían considerarse como
microempresas, mientras que un 4,9 % serían
pequeñas empresas (Aedo & Alvear, 2010).
La alta presencia de micro y pequeñas
empresas en el sector agrícola chileno podría
ser vista a priori un obstáculo a la innovación.
Aunque se han dado continuas mejoras en los
últimos años, según la VIII Encuesta de Innovación del Ministerio de Economía, Fomento y
Turismo para el periodo 2011-2012, solamente
el 27,1 % de las empresas identificadas como
agrícolas celebró algún tipo de innovación,
frente a un 49,6 % en el sector energético, un 45
% en minería y un 33,8 % en la industria manufacturera. Si dentro del sector se comparan las
distintas empresas según su tamaño, efectivamente las pequeñas son aquellas con una menor
tasa de innovación.
La disminución de esta brecha innovadora
y, en consecuencia, la mejora de la competitividad sectorial resulta clave para proteger el sector,
y en especial a la pequeña agricultura, de shocks
externos cada vez más recurrentes, como los
eventos climáticos extremos (e.g. sequías y hela-
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das). En este sentido, la política agrícola en Chile
se ha caracterizado por un acentuado fomento a
la capacitación, asistencia técnica e inversión,
muy por sobre a la entrega de ayudas directas no
condicionadas (Sotomayor et al., 2011). Dentro
de las entidades públicas chilenas dependientes
del Ministerio de Agricultura ligadas al fomento
productivo, aquella que concentra un mayor nivel de financiamiento desde inicios de los años
noventa es Indap (OIT & SERCOTEC, 2010).
Según datos para 2013, el Indap atendía un total
de 160.000 productores, de un universo potencial de 270.000 (Vial, 2014).
Según información actualizada al año
2013, el Indap ejerce su acción de apoyo
a la AFC a través de una plataforma de 22
instrumentos, abordando tres áreas principales:
desarrollo de capacidades; asistencia técnica y
financiamiento de inversiones. Por otra parte, la
población atendida puede ser clasificada como
“multiactiva” y “comercial”. En el primer caso,
los usuarios complementan los ingresos que
generan de la actividad predial con otras fuentes,
mientras que en el segundo los rendimientos de
la actividad agrícola les permiten dedicarse en
exclusiva a ella (Martínez, Namdar-Irani, &
Sotomayor, 2014). Los usuarios multiactivos
son beneficiarios de instrumentos como el
Programa de Desarrollo Local, el Programa de
Desarrollo Territorial Indígena, el Programa
Agropecuario para el Desarrollo Integral y el
Programa Indap-Prodemu; y los comerciales, de
los servicios de asesoría técnica, el Programa de
Gestión Empresarial y las alianzas productivas,
entre otros.
Si bien es cierto, a todos los programas
señalados las mujeres tienen por supuesto acceso, y en algunos de ellos su presencia ha sido
predominante en años recientes (Boza, Cortés
& Guzmán, 2015), el Programa Indap-Prodemu
es el único orientado exclusivamente a mujeres.
Desde 2013 se atendió efectivamente a 3.668
usuarias, equivalente a un 2 % del total de usuarios atendidos por Indap en dicho año (INDAP,
2014), por lo que se trata aún de un esfuerzo
Estrategias de desarrollo rural con enfoque de género en Chile: el caso del programa
“Formación y capacitación para mujeres campesinas”
limitado. A continuación se amplía la descripción hasta ahora del programa, señalando sus
principales aspectos.
Programa “Formación y capacitación para mujeres campesinas”.
Desde su creación en el año 1993, el
programa “Formación y capacitación para
mujeres campesinas” ha atendido a más de
30 000 beneficiarias provenientes de distintas
regiones de Chile. Estas se caracterizan por
pertenecer a familias rurales o estar ligadas
a pequeñas productoras agrícolas, que se
encuentran en situación de vulnerabilidad.
Lo anterior, dentro del objetivo declarado
de capacitarlas en la ejecución de iniciativas
productivas agrícolas, estimulando el desarrollo
de habilidades personales para emprendimiento
y gestión, con el fin de que adquieran los
conocimientos técnicos y las capacidades
necesarias para generar negocios de manera
competitiva y sustentable. Junto con esto,
también se especifica como un factor relevante
el lograr que las usuarias se desarrollen como
personas integrales conscientes de sus derechos.
67
se elabora un presupuesto de operación anual
en coherencia con el plan de negocios trienal,
que debe ser aprobado por el jefe de área de
Indap y la directora provincial de Prodemu.
Por otra parte, con el objeto de fortalecer
las competencias técnicas y personales de las
usuarias, el programa procura que las mujeres
completen su educación formal mínima derivándolas a entidades ad hoc, y ejecutando actividades de capacitación enfocadas en cuatro
aspectos: gestión de negocios, fomento productivo de actividades silvoagropecuarias, artesanía y turismo, desarrollo organizacional y fomento de la asociatividad y desarrollo personal.
En paralelo, el programa incluye jornadas intergrupales, un fondo de apoyo a la participación
de dirigentes, giras técnicas dentro y fuera del
país, eventos y jornadas públicas.
El programa es financiado a través de
fondos de Indap y es ejecutado por Prodemu,
cumpliendo por tanto estas dos entidades
distintas funciones en relación con el mismo.
Prodemu se encarga de la coordinación de todo
el equipo de trabajo, la evaluación del programa
y la retroalimentación con las usuarias, mientras
Indap es responsable principalmente de brindar
apoyo en los aspectos técnicos. El periodo de
intervención tiene una duración total de tres años.
El desarrollo del programa es en el ámbito
regional, implementándose por provincia, siendo el módulo su unidad operativa. Cada uno de
estos módulos está compuesto por diez grupos,
los cuales a su vez comprenden diez usuarias
por grupo durante el primer año, un mínimo de
siete en el segundo y cinco en el tercer año. El
módulo está integrado por un grupo de mujeres
con un nivel socioeconómico y formación técnica similares, que además comparten un mismo lugar geográfico que les permite desarrollar
un proyecto común. Con el fin de propiciar la
asociatividad en estos grupos, cada módulo
cuenta con un coordinador campesino de área,
profesional que además de guiar, fomenta la
interacción de los grupos dentro de su módulo
durante toda la intervención.
Acorde con ello se realiza una planificación
mediante un plan de negocios trienal. Este es
evaluado por un consultor externo y ajustado
cada año por las usuarias acompañadas por
un consejo directivo provincial y un equipo
profesional de consultores. Además, dado que
el programa contempla la inyección de fondos
de inversión directa para la implementación de
cada emprendimiento productivo, en un inicio
En el año 2012 se realizó una evaluación
del impacto del programa en las beneficiarias egresadas en 2011. Para ello se encuestó
a 336 mujeres en las regiones de Coquimbo,
O´Higgins, Biobío y Metropolitana. Los resultados obtenidos muestran que el programa tuvo
un impacto significativo en la tasa de ocupación
y actividad de las beneficiarias, así como en
consecuencia en su nivel de ingresos. Sin em-
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bargo, presenta dificultades en la capacidad de
hacer perdurar los grupos de trabajo, más allá
del mantenimiento de las actividades productivas individuales (Guernica Consultores, 2012).
Caracterización de las mujeres
beneficiarias del programa en Región
Metropolitana
Antecedentes generales de las beneficiarias.
Las mujeres encuestadas tienen edades
que van de los 19 a los 81 años, con un promedio
de 48 años. El 68 % de las encuestadas se
encontraba entre los 34 y los 62 años de edad.
Así mismo, destaca el nivel educativo del
grupo de mujeres, ya que un 35,4 % declara
haber terminado la educación media y esta cifra
alcanza el 60,8 % si se toman en cuenta a las
usuarias que expresan haber al menos asistido a
la educación superior. Estos datos son positivos
si se considera que dentro de la población rural
nacional, tan solo un 18,2 % de las mujeres ha
terminado la educación media (Qualitas, 2010).
Tabla 1
Nivel educacional de las mujeres encuestadas
Frecuencia
Proporción (%)
Básica completa
10
12,7
Básica incompleta
12
15,2
Media completa
28
35,4
Media incompleta
9
11,4
Técnica completa
12
15,2
Técnica incompleta
4
5,1
Profesional completa
3
3,8
Profesional incompleta
1
1,3
Fuente: Elaboración propia.
En términos generales se podría afirmar
que las mujeres encuestadas son un grupo relativamente bien educado, por lo que cuentan
con mayores posibilidades de incorporarse al
mundo laboral, ya sea de forma independiente
o asalariada; como también debieran esperarse
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buenos resultados de las capacitaciones realizadas por el programa. No obstante, la relativamente elevada edad promedio es un factor que
puede resultar limitante de las intenciones de
modificar de manera significativa sus actividades productivas.
Características del territorio.
Desde el punto de vista del acceso a servicios, las mujeres encuestadas cuentan con
una buena cobertura directa e indirecta en
aquellos concernientes al área de la educación,
ya que un 80 % asevera disponer de jardines
infantiles, un 87 % de establecimientos de enseñanza básica y un 38 % de establecimientos
de enseñanza media en su sector. En cuanto al
acceso a servicios del área de la salud, un 53
% de las encuestadas dice contar con posta de
salud rural, un 42 % con consultorio y un 20 %
con servicio de atención primaria de urgencia
(Sapu).
Destaca en este ámbito el acceso de las
usuarias a servicios relacionados con el cuidado
de los niños pequeños y preadolescentes, como
son los jardines infantiles y establecimientos de
enseñanza básica respectivamente, ya que estas
tareas revisten especial importancia debido
a que en muchas ocasiones están vinculadas
a actividades domésticas en que las mujeres
utilizan una gran parte de su tiempo.
Tabla 2
Acceso a servicios en el sector donde viven
Frecuencia Proporción (%)
Enseñanza parvularia
63
79,7
Enseñanza básica
69
87,3
Servicios de enseñanza media
30
38,0
Consultorio público
33
41,8
Sapu
16
20,3
Posta de salud rural
42
53,2
Fuente: Elaboración propia.
Estrategias de desarrollo rural con enfoque de género en Chile: el caso del programa
“Formación y capacitación para mujeres campesinas”
Por tanto, el tener un acceso adecuado a
los servicios mencionados incide en la carga
de trabajo de las encuestadas, ya que está
directamente relacionado con el rol reproductivo
en lo que se ha venido a llamar como “doble
jornada laboral” (Mauro, 2002).
Por otra parte, una situación característica
de la Región Metropolitana es la cercanía que
existe entre el medio urbano y el rural. En esta
región se da un intenso flujo de circulación
entre el campo y la ciudad, lo que queda de
manifiesto al ser la región del país que presenta
el mayor uso de sus caminos, además de contar
con una extensa red pavimentada, concentrando
junto con la V región un 19 % de la red de
caminos pavimentados nacionales (Figueroa &
Rozas, 2005). Lo dicho corresponde con que un
60,8 % de las encuestadas declare movilizarse
aprovechando algún servicio de transporte
público y un 31,6 % a través de automóvil
particular. Tan solo un 7,6 % de las mujeres
declara movilizarse con medios de transporte
no motorizados, como la bicicleta o a pie. Esta
facilidad de acceso a núcleos urbanos puede
resultar una ventaja a la hora de comercializar
los productos generados y también en el
aprovisionamiento de insumos.
Situación de los hogares.
El grupo familiar de las encuestadas está
compuesto en promedio por cuatro personas,
yendo desde grupos formados por once
integrantes, hasta mujeres que viven solas.
Dentro de los integrantes de los grupos, un 51 %
son mujeres y un 49 % son hombres. Destaca en
la composición de los hogares el gran número
de adultos mayores, ya que representan un 17
% del total de los integrantes del grupo familiar.
Esto condice con el progresivo envejecimiento
que la población rural viene experimentando en
las últimas décadas (Oxman, 2008).
Por otro lado, los menores de 18 años representan un 25 %, del cual un 9 % corresponde
a menores de 6 años de edad. Así mismo, llama
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la atención que la proporción de niños entre 7 y
18 años es mayor que la de niñas en el mismo
rango, pero al pasar al siguiente, 19 a 64 años,
la de hombres disminuye al compararla con la
de mujeres. Lo anterior sugiere que los procesos migratorios, eminentemente masculinos,
pueden haber afectado la composición de las
familias de las mujeres encuestadas.
Tabla 3
Composición etaria de los hogares
de las mujeres encuestadas
Mujeres (%)
Hombres (%)
Total (%)
0-6 años
2
7
9
7-18 años
7
9
16
19-64 años
31
27
58
>65 años
11
6
17
Total
51
49
100
Fuente: Elaboración propia.
Aunque mayoritariamente la estructura
familiar tradicional (biparental) es la que
prevalece –un 67,1 % de las encuestadas declara
vivir con su pareja– también son frecuentes los
hogares monoparentales formados por la mujer,
hijos y algún otro familiar, que se ven reflejados
en el 32,9 % de encuestadas que declara no vivir
con su pareja.
Tabla 4
Situación de pareja de las mujeres encuestadas
Frecuencia
Proporción (%)
Soltera
9
11,7
Con pareja
18
23,4
Casada
38
49,4
Separada
2
2,6
Anulada
1
1,3
Viuda
9
11,7
Fuente: Elaboración propia.
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Es importante mencionar que si bien un
alto porcentaje de los grupos familiares cuenta
con ambos progenitores, en general es la mujer
la que realiza la mayor parte de los quehaceres
domésticos, con la consiguiente repercusión en
la actividad laboral. Esto perpetúa los patrones
tradicionales de organización de los grupos
familiares en el campo, que limitan a la mujer
a las labores domésticas y la sitúan en un plano
de subordinación respecto al hombre (Valdés,
2007). Por otro lado, dentro de la situación
de pareja de las encuestadas destaca el alto
porcentaje de mujeres que se encuentran casadas
o con pareja, ya que entre ambos alcanzan un
72,7 % del total de los casos, con un 49,4 % de
mujeres que declararon estar casadas y un 23,4
% que declararon tener pareja.
Así mismo, a las encuestadas se les
consultó sobre quién es la persona que toma las
decisiones más importantes dentro del hogar.
Dos datos sobresalen: a) la elevada cifra de
mujeres encuestadas que declara que el proceso
de toma de decisiones al interior del hogar se
da de manera conjunta con su pareja, el cual
llega a un 54,4 %, y b) el también significativo
porcentaje de mujeres que afirma tomar las
decisiones del hogar solas, lo que corresponde
a un 27,8 % de las encuestadas.
Tabla 5
Toma de decisiones en las familias
de las mujeres encuestadas
Frecuencia
Proporción (%)
Usted
22
27,8
Su pareja
1
1,3
Entre usted y su pareja
43
54,4
Su madre
3
3,8
Su hija
1
1,3
Su cuñada
1
1,3
Su padre
3
3,8
Usted y su hija
1
1,3
Entre todos los
miembros del hogar
4
5,1
Fuente: Elaboración propia.
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Situación productiva y laboral.
Cuando a las encuestadas se les consultó
sobre la situación laboral que mejor las
representa, en su mayoría respondieron que
“dueña de casa”, con un 46,8 %, seguido de
“trabajadora” con un 13,9 %. Esto llama la
atención debido a que un gran número de las
mujeres que se autodefinen como “dueñas
de casa”, pese a que desempeñan actividades
laborales remuneradas fuera del hogar, no se
reconocen a sí mismas como trabajadoras. Esto
se puede interpretar desde la apreciación que las
mujeres tienen de sí mismas y la valoración que
dan al trabajo que realizan, ya que se desprende
que la actividad remunerada es vista como
accesoria. Esto es un reflejo de las dificultades
sociales a las que se enfrentan las mujeres a la
hora de incorporarse al mercado del trabajo,
debido a que en gran medida la imagen de
la “mujer trabajadora” aún está rodeada de
prejuicios (Fawaz & Soto, 2012).
Tabla 6
Situación laboral que mejor representa
a las mujeres encuestadas
Frecuencia
Proporción (%)
Trabaja
11
13,9
Trabaja y estudia
5
6,3
Dueña de casa
37
46,8
Jubilada o pensionista
10
12,7
Cesante o busca trabajo
4
5,1
Trabaja
esporádicamente
12
15,2
Fuente: Elaboración propia.
En este contexto, para conocer cómo las
mujeres encuestadas organizan su tiempo, se
consultó en qué actividad utilizan la mayor parte
de su jornada, en primera y segunda opción. Un
58,2 % de las mujeres encuestadas declara como
primera actividad los quehaceres del hogar,
seguida del trabajo en la unidad productiva con
un 17,7 %, siempre como primera opción. Como
segunda alternativa, las mujeres declararon el
Estrategias de desarrollo rural con enfoque de género en Chile: el caso del programa
“Formación y capacitación para mujeres campesinas”
trabajo en la unidad productiva con un 53,2
% seguido de los quehaceres del hogar con
un 22,1 %. De este modo, los quehaceres del
hogar y el trabajo en la unidad productiva son
las dos principales actividades de las mujeres
encuestadas, tanto en primera como segunda
opción. Así se da cuenta de la gran carga que
significa para las mujeres el hecho de asumir un
trabajo remunerado fuera del hogar, ya que en
la mayoría de los casos, eso no significa dejar
de realizar las labores domésticas. A su vez, se
confirma que en la mayor parte de los casos la
actividad predial es vista como secundaria, lo
que repercute en los rendimientos que de ella
derivan y en su posible expansión en el futuro.
Lo precedente se refleja (entre otros
factores) en los bajos ingresos de las mujeres
encuestadas, los que en promedio alcanzan
los CLP 74.934 mensuales (120 USD). Dicha
cifra corresponde a tan solo un 36 % del sueldo
mínimo del país, el cual se fijó en CLP 210.000
en agosto del 2013; y se encuentra muy por
debajo del ingreso promedio nacional de las
mujeres, que alcanza los CLP 381.522 (García
& Larenas, 2011). Cabe mencionar que estos
ingresos provienen principalmente del trabajo
realizado en la actividad productiva ligada
al programa y corresponden a un 23 % de los
ingresos totales del hogar, los que llegan a CLP
329.873 (529 USD) mensuales promedio.
Tabla 7
Principales rubros de los grupos
de las mujeres encuestadas
Frecuencia
Proporción (%)
Apicultura
5
6,3
Avicultura
25
31,6
Floricultura
9
11,4
Horticultura
36
45,6
Helicicultura
4
5,1
Fuente: Elaboración propia.
Por último, desde el punto de vista productivo, los principales rubros a los que se de-
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71
dican las usuarias encuestadas son la horticultura y la avicultura, con un 45,6 % y un 31,6 %
respectivamente, seguido de la floricultura con
un 11,4 %. Es importante también destacar que
muy pocos grupos funcionan formalmente, lo
que se refleja en que tan solo un 17,9 % de las
encuestadas afirma que su unidad productiva
inició actividades en el Servicio de Impuestos
Internos. Esto impacta en la escasa utilización
de canales formales de comercialización, lo que
se observa en que un 75,4 % de las encuestadas
declara que los productos elaborados por el grupo se venden de manera directa en el lugar de
producción y en un 16,4 % de los casos la forma
de distribución es “puerta a puerta”. Lo anterior
repercute finalmente en los bajos ingresos que
logran aportar las mujeres a sus hogares.
Conclusiones
Considerando los resultados presentados,
podemos decir que en Chile si bien el apoyo a la
pequeña agricultura está presente en numerosos
programas públicos (más de veinte solo en el
caso de Indap) en el contexto de la política
sectorial, son exiguas las iniciativas que se
enfocan exclusivamente en la mujer campesina.
De hecho, dentro de los programas desarrollados
por Indap, principal institución en fomento de
la AFC en el país, tan solo uno cumple dicha
premisa. Esto a pesar de que casi una quinta
parte de las explotaciones nacionales están en
manos de mujeres, situación que se acentúa en
particular en el caso de la AFC, y de que estas
se encuentran sometidas a mayores limitaciones
en su acceso a recursos productivos (incluido el
tiempo) que los hombres.
Por otra parte, los resultados obtenidos de
la encuesta realizada en la Región Metropolitana, muestran que estas usuarias del programa
“Formación y capacitación para mujeres campesinas” evidencian condiciones propicias para
el aprovechamiento del mismo, como son: su
alto nivel educativo y buen acceso a servicios y
a medios de transporte. Sin embargo, otros factores se sugieren como limitantes a las posibi-
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lidades de generar negocios más rentables, por
ejemplo, el alto nivel de edad promedio, pero
sobre todo la visión del trabajo predial como
una actividad secundaria.
Además, o posiblemente relacionado de
manera más o menos directa con lo anterior, el
negocio se enmarca en un clima de “informalidad”, con un muy bajo nivel de iniciación de
actividades, así como de uso de canales formales de comercialización. Por tanto se hace
necesario que el programa Indap-Prodemu,
también aborde temas relativos a la comercialización y a la iniciación legal de actividades,
de forma de posibilitar que las iniciativas perduren en el tiempo.
Considerando las limitantes señaladas
para las usuarias del programa en la Región
Metropolitana, es esperable que incidan en
la capacidad de generar ingresos mediante la
actividad productiva. Esto se demuestra en
que mensualmente en promedio esta reditúa a
las productoras la tercera parte de un salario
mínimo. Aunque con ello no se pretende
sugerir que el programa no sea viable, pero sí
que tomando como referencia los objetivos que
Indap declara respecto al mismo, es posible
que el impacto obtenido esté más vinculado
con el desarrollo de capacidades personales y
el empoderamiento que con la generación de
negocios que sean competitivos y sustentables
en el tiempo en un sentido más amplio del
término. Por ende, se sugiere que al evaluar el
programa se consideren variables relativas al
mejoramiento de las condiciones de las mujeres,
más acorde con lo recogido por el enfoque
GED, en lo que tiene que ver con la actuación
sobre la estructura de las relaciones de género,
y no tanto se tenga una visión finalista.
Por último, señalar que este estudio presenta ciertas limitaciones respecto a las encuestas efectuadas, ya que fueron tomadas solamente a productoras de la Región Metropolitana, a
pesar de que el programa en análisis tiene cobertura nacional.
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