Recurso Febrero VJ - Vicaria de Jovenes

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MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE
CONSOLAR AL QUE ESTÁ TRISTE
Son muchas las personas que sufren la tristeza, a veces por cosas bien pequeñas y
otras veces, por situaciones de gravedad.
Cada uno de nosotros puede ser un lugar de consuelo para el otro.
Bastará una palabra, una sonrisa, una explicación, un desahogo o un gesto de cariño
y de compañía. A veces, la mera presencia es consuelo.
El que consuela se parece a Dios, que se dedica a enjugar las lágrimas de todos los
rostros.
ESCUCHEMOS: JUAN 11, 17-36
“(…) Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado
desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres
kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la
muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su
encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé
que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». Jesús le dijo: «Tu
hermano resucitará». Marta le respondió: «Sé que resucitará en la
resurrección del último día».
Jesús le dijo:
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«Yo soy la Resurrección y la Vida.
El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás.
¿Crees esto?».
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que debía venir al mundo».
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El
Maestro está aquí y te llama». Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue
a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba
en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban
en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y
salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María
llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». Jesús, al verla
llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y
turbado, preguntó: « ¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor,
y lo verás». Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: « ¡Cómo lo amaba!». (…)”
.
COMUNIÓN Y DEBILIDAD
DE JEAN VANIER
La necesidad de comunión se vuelve imperiosa en una situación de debilidad, cuando no podemos actuar
o colaborar más con los demás. Cuando tenemos éxitos, buscamos sobre todo la admiración. Cuando nos
sentimos débiles, buscamos la comunión. Esta debilidad puede ser la del niño, la del viejo, la de la
persona enferma, la del accidentado, la de la persona que acaba de sufrir un fracaso profesional, la de la
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persona con una deficiencia, la de la persona deprimida. Cuando nos sentimos débiles, no tenemos
ninguna necesidad de grandes discursos o acciones, sino de la presencia de alguien que venga hasta
nosotros para tendernos una mano y nos diga “Me siento feliz de estar aquí contigo”. Así sabemos
que somos amados, no por lo que somos capaces de hacer sino por lo que somos. En estos momentos
es cuando renace la confianza en uno mismo.
Cada vez que me encuentro un mendigo en la calle o en el metro, tengo la costumbre de meter la mano en
el bolsillo y darle la primera moneda que encuentro. Esta moneda puede ser de un franco, de dos francos,
de cincuenta céntimos o de diez francos. Se la doy mirándolo y diciéndole algunas palabras. En cada
ocasión se produce una mirada particular que surge del mendigo, y este intercambio de miradas se
convierte en un momento de comunión que nos alimenta y nos hace felices a los dos. Las demás personas
del metro no me miran, tienen miedo de mi mirada. Si trato de encontrar las suyas, van a creer que busco
tener una relación sexual, o que quiero robarles algo. Todo el mundo tiene miedo. Pero el mendigo no.
Puedo mirarlo. Y esta simple mirada puede devolverle la confianza. Porque todo ser humano que pierde la
confianza en sí mismo, que ha caído en el mundo del alcohol, de la droga, del fracaso familiar, relacional
o profesional, necesita de alguien que lo mire como un ser humano, con ternura, con confianza. Y es este
momento de comunión el que va a permitir que la confianza en sí mismo renazca poco a poco. Cuando
mostramos nuestras proezas y nuestros éxitos, somos admirados. Por el contrario, cuando compartimos
las limitaciones, las fragilidades, los errores y las dificultades, suscitamos la compasión. La humildad
atrae y crea comunión.
COMPROMISO PARA EL MES
‘Convertite y creé en el evangelio’. Con esta frase comenzamos la Cuaresma en el
miércoles de ceniza.
Decía Mons. Angelelli que aquellas palabras resuenan como una
comprometedora invitación que Jesús hace a cada uno de nosotros. “Si la ‘locura
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de la cruz’ y la resurrección de Jesús están en el corazón del evangelio, dejemos
entonces que la esperanza en esa promesa se haga realidad en el mundo.”
Para el mes de febrero te proponemos el gesto de “Consolar al que está triste”.
Animate a acercar a otros esa esperanza de Vida y la certeza del amor inagotable
que Dios nos tiene.
UNA IMAGEN
Para empezar, te compartimos este videoclip que ilustra el consuelo y la compañía de Jesús que ocurre
tantas veces en nuestra vida cotidiana.
https://www.youtube.com/watch?v=Vd9fqnzEbsg
Si en el medio de las imágenes te acordaste de alguna persona amiga o conocida, podés pasárselo.
UNA EXPERIENCIA
La Madre Teresa de Calcuta decía que “la alegría es el Misterio del amor”. Si aceptamos que somos muy
amados por Dios, la ternura y el amor con los que nos creó, ahí encontramos la razón de toda alegría. Y
esa es la razón por la que Jesús vino al mundo: “Para que mi gozo sea el de ustedes”.
“Calcuta” está en todas partes… El sufrimiento allí es mucho más físico, mucho más material pero hay
otros lugares en los que el sufrimiento es mucho más profundo y también más oculto. Podés encontrar
una “Calcuta” en cualquier parte del mundo si tenés ojos, no sólo para ver, sino también para mirar.
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Acá te dejamos la experiencia que tuvo Mariano - un joven de Buenos Aires - hace algunos años. Se trata
de aquellas cosas que suceden cuando vamos intentando mirar al otro como Jesús lo hace.
HOY CENÉ CON CRISTO
Hoy tuve una reunión en la parroquia para ponernos de acuerdo en unos temitas sobre la catequesis de
este año. La verdad es que había muchas cosas para hacer, más de las que me imaginaba, sólo esperaba
que hubiera gente bien dispuesta y generosa. En medio de la reunión se largó una tormenta de aquellas.
Fue impresionante como llovió. Como mis viejos estaban de viaje, y yo había dejado todas las ventanas
abiertas, decidí hacerme una escapadita a casa para cerrar y evitar que se me inundara –gracias a Dios
no pasó nada -. Tanto llovió que se inundó todo – hablo de la calle -, a tal punto que preferí guardar el
auto en el garaje y volverme en remis. Iluso de mí, no sólo no había remises sino que tampoco taxis y ni
siquiera colectivos, por lo que tuve que volver a la parroquia un poco corriendo y un poco caminando.
Me mojé mucho, además para entonces, estaba realmente inundado – en el cruce de una calle el agua me
llegaba a la rodilla, era impresionante como corría el agua, parecía un arroyo -. Llegué tarde y
empapado.
La reunión terminó y yo me volví para casita. Como no tenía ganas de esperar el colectivo y además no
sabía si pasaba o no, decidí volverme caminando.
Ya no llovía. Venía tranquilo paseando un poco, pensando en las cosas que iba a hacer mañana, bastante
distraído. En una de esas vi a un señor sin casa durmiendo en el hall de una casa. No me llamó la
atención que estuviera durmiendo ahí, sino una herida muy pero muy muy fea en su pierna. Realmente
me impactó. Seguí caminando pero me quedé con esa cosa adentro. Hice unos metros y me crucé con una
pizzería. Entonces se me ocurrió comprar una pizzita y compartirla con aquel señor.
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La verdad que fue una hermosa idea, compré una grande de muzarella y una latita de sprite. El señor
estaba acostado pero no dormía. Entonces me acerqué y le dije que había comprado pizza, si quería
comer conmigo. Me dijo que sí y con bastante dificultad si incorporó para comer. Empezamos a comer la
rica pizzita y a charlar un poco. Primero del clima, luego le pregunté por su herida -no voy a entrar en
detalles porque realmente es muy impresionante, pero imaginate lo que sería: hacía ocho años que la
tenía y ya tenía una úlcera.
Me ofrecí varias veces a acompañarlo al hospital, pero me dijo que tenía alcohol yodado que le daban en
el hospital. Además me dijo que no quería ir al hospital porque ahí le ponían vendas y las vendas se le
llenaban de gusanos… me dijo que esa herida dolía más que la misma muerte y la verdad es que olía
como ella-.
Estuvimos charlando un rato. En realidad me costaba bastante entenderle porque no tenía dientes y
además se trababa mucho, tenía muchas dificultades y se babeaba. Igual pudimos mantener una linda
charla y me contó alguna que otra anécdota.
Este señor tenía barba, unos rasgos muy marcados en su cara, unos ojos marrones con una mirada muy
profunda, pelo corto y con rulitos, y estaba muy sucio y con mucho olor. Me dijo que se llamaba Jesús –
me sentí raro cuando dijo esto- que no tenía hijos y que vivía por ahí.
Jesús miraba la gente que pasaba y me mostró cómo se divertían los que estaban en el restaurante de
enfrente, pero en su mirada no había resentimiento. En sus palabras tampoco.
Estuvimos como una hora y pico comiendo y charlando y la verdad es que la pasé lindo, muy lindo.
Honestamente me afectaba su situación y pensé en aprovechar que mis padres no estaban para invitarlo
a darse una duchita en casa. La verdad es que no me animé, no porque fuera a hacerme algo o robarme estaba demasiado débil para ello- pero igual no me animé.
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A eso de las 12.05 le dije que era muy tarde para mí y que debía irme. Lo miré a los ojos y con todo mi
corazón le deseé que Dios lo bendijera. Después seguí para casa.
La verdad es que hoy tuve una cena hermosa. Cuando estaba caminando para la parroquia y estaba todo
mojado y las calles inundadas, me arrepentí de no haber llevado el auto. Un rato después me di cuenta
de lo buena que fue aquella decisión, porque después de todo, mi plan para anoche era cenar sólo… y
terminé cenando con el mismo Cristo…
PARA REZAR
Queremos hacernos eco de las palabras del Cardenal E. Pironio, para pedirle a Dios que nuestra presencia sea
lugar de descanso y consuelo para aquellos que nos rodean.
Ser Presencia
Ser presencia, Señor,
es hablar de Tí sin nombrarte;
callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.
Ser luz que ilumina el lenguaje del silencio
y voz, que surgiendo de la vida, no habla.
Es decirle a los demás que estamos cerca,
aunque sea grande la distancia que separa.
Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.
Es sufrir con el que sufre y desde dentro,
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mostrarle que Dios cura nuestras llagas.
Es reír con el que ríe y alegrarse del gozo del hermano,
porque ama.
Es gritar con la fuerza del Espíritu la verdad:
que desde Dios siempre nos salva.
Es vivir expuestos y sin armas, confiando ciegamente en tu Palabra.
Es llevar el "desierto" a los hermanos,
compartir tus Misterios y decirles que los amas.
Es saber escuchar tu lenguaje en silencio.
Y "ver" por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.
"Ser presencia", Señor, es saber esperar tu tiempo
sin apresuramientos y con calma.
Es dar serenidad con una paz muy honda.
Es vivir la tensión del desconcierto
en una Iglesia que, porque crece, cambia.
Es abrirse a los "signos de los tiempos"
manteniéndose fiel a tu Palabra.
Es en fin, Señor, ser caminante
en el camino poblado de hermanos,
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gritando en silencio que estás vivo
y que nos tienes tomados de la mano.
Amén
EN NUESTRA VIDA
Cada uno de nosotros es único. No hay dos personas iguales en el mundo. Nuestra historia y nuestras
experiencias, nuestra relación con Dios, nos van enseñando a mirar y a vivir de un modo particular. Es bueno,
detenernos un momento y pensar ¿cuáles son las cosas nos entristecen? Seguramente, si recolectáramos las
respuestas de todos a esta pregunta, podríamos encontrar situaciones similares pero nunca, dos idénticas.
Atravesar momentos de tristeza es parte de nuestro ser “humanos”. Todos, por algo, alguna vez, estuvimos y
estaremos tristes. Sin embargo, los motivos y lo que la tristeza produce en el interior de cada uno es algo muy
personal. Cuando Lázaro murió, Marta, María y Jesús vivieron la tristeza por su hermano y amigo. En el
momento de la Cruz, la madre acompañó a su hijo desde el dolor.... Las pérdidas nos duelen y nos entristecen,
pero a cada uno en su forma particular.
Es importante que cuando lleguen momentos así nos animemos a aceptarlos, por más que sean tragos amargos.
Aceptar la tristeza para poder atravesarla. ¿Cómo? Buscando este consuelo de Dios. Cuando se nos vaya
desdibujando aquella alegría profunda de la que nos habla el evangelio, ahí tendremos la alerta.
¿A quién pedirías ayuda? ¿De qué manera? ¿Cuáles son las personas con las que sabés que podés desahogarte?
¿Cuáles son las personas que pueden “ser presencia” de Dios en tu vida?
Si querés escribí estos nombres en algún lugar donde te queden a mano y cuando sea necesario, animate a
confiarle a estas personas tu debilidad.
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CON LOS DEMÁS
El 11 de febrero se celebra el día de la Virgen de Lourdes. Por eso, el gesto de este mes, viene de la mano de
una historia que tiene que ver con Ella…
EL MILAGRO DEL GITANO
De Luis Martín Descalzo
Después de siete años de estudio un equipo de médicos de Lourdes ha concluido que la curación del
osteosarcoma que padecía Delizia Cirolli es «científicamente inexplicable». La Iglesia, que aún es más lenta
que los médicos, tal vez tarde catorce o setenta años en usar la palabra «milagro».
No la usaré yo tampoco referida al osteosarcoma. Pero sí referida al corazón humano, en el que, con
frecuencia, se producen milagros mucho mayores que en los brazos, piernas, ojos o parálisis que pudieran
curarse.
Y es que, en la historia de Delizia en Lourdes, lo más importante ocurrió en su corazón. Era en 1975 una niña
de once años que acudió, desde su Sicilia natal, a Lourdes más por la voluntad de sus padres que por la
propia, ya que la pequeña desconocía completamente qué enfermedad era aquella que encadenaba su pierna y
le impedía jugar.
Nunca había oído la palabra «osteosarcoma», y sólo mucho más tarde sabría que es un cáncer. Por eso fue a
Lourdes como a una excursión más. Y allí ni siquiera se acordó de pedirle a la Virgen su curación.
— Yo veía —ha dicho a un periodista francés— a tanta gente enferma allí, que me hubiera parecido
ridículo rezar por mí misma.
— ¿Y no rezaste pidiendo tu curación? —ha insistido el entrevistador
— No —responde con candidez la ahora adolescente—; yo pedí por otros.
Y la «curación científicamente inexplicable» llegó a quien no la pedía, a esta muchacha que ahora viene
durante todas sus vacaciones a trabajar de enfermera en Lourdes para ayudar a todos esos enfermos que lo
necesitan más que ella. Porque el milagro, mucho antes que en su pierna, había ocurrido ya en su corazón.
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Esta historia, que leo hoy en un diario francés, me evoca otra que tengo yo almacenada en mi memoria desde
hace veintiún años. Exactamente desde el 19 de julio de 1961. Ese día coincidí en Lourdes con una
peregrinación internacional de gitanos. Y he olvidado ya sus vestidos y sus danzas. Pero no los ojos de aquel
anciano con el que hablé cuando caía la tarde. Desde la camilla en la que se moría a cachos, víctima de un
cáncer de intestino, me confesó que tampoco él había pedido su curación. «Al ver —me dijo— en la explanada
a un grupo de chiquillos con parálisis pensé que su milagro era más urgente que el mío. Ellos no habían
vivido aún; yo sí, demasiado. Y los milagros han de guardar turno, han de ser justos. Por eso he pedido que
pusieran mi milagro en la cola y resolvieran primero de los niños.»
Yo siempre he creído que el verdadero milagro es el amor. Y me asombra muchísimo cuando oigo a la gente
decir que ya no hay milagros en este mundo. ¡Yo encuentro tantos cada día! Montañas y montañas de gentes
que se quieren, hombres que luchan y se sacrifican por sus mujeres, personas que ayudan a desconocidos y
desaparecen después de haber ayudado, mujeres que lloran porque creen que han perdido la fe, muchachos
que luchan y vencen sus pasiones. ¡No habría en el mundo entero comités suficientes de médicos para
investigar tantos prodigios invisibles!
¿Cuántos millones de milagros como éstos se estarán produciendo en el país? Yo sé muy bien que los hombres
podemos hacernos daño los unos a los otros sólo con mover un dedo. Pero sé también que podemos ayudarnos
sólo con sonreír. Fíjense: han pasado veintiún años y aún sigue floreciendo en mi alma la lección de amor que
en 1961 me dio un viejo gitano.
***
Para consolar al que está triste podemos empezar por tener la actitud del gitano. A veces nuestras propias
tristezas o dificultades nos van centrando tanto en lo nuestro que perdemos la sensibilidad por lo que le pasa a
aquellos que tenemos al lado.
Busquemos salir de nosotros mismos estando un poco más atentos a las necesidades del otro que a las propias.
También estando dispuestos a acercarnos, a transformar nuestra predisposición en acción. Ese “otro” puede
ser un conocido o un desconocido: lo importante es que esté cerca (como el gitano y los niños lo estaban el
uno de los otros sin conocerse). De esa forma, podremos ser una presencia disponible, un abrazo listo y lugar
de consuelo para alguien más…
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UNA CANCIÓN
“Tu modo” – Cristóbal Fones
WWW.YOUTUBE.COM/WATCH?V=MY1O0C6W3W
Jesús al contemplar en tu vida,
el modo que tú tienes de tratar a los demás,
me dejo interpelar por tu ternura
tu forma de amar nos mueve a amar
tu trato es como el agua cristalina
que limpia y acompaña el caminar
Jesús enséñame tu modo
de hacer sentir al otro más humano
que tus pasos sean mis pasos
mi modo de proceder
Jesús hazme sentir con tus sentimientos
mirar con tu mirada, comprometer mi acción
donarme hasta la muerte por el reino
defender la vida hasta la cruz
amar a cada uno como amigo
y en la oscuridad llevar tu luz
Estribillo
Jesús yo quiero ser compasivo con quien sufre
buscando la justicia, compartiendo nuestra fe
que encuentre una auténtica armonía
entre lo que creo y quiero ser
mis ojos sean fuente de alegría
que abrace tu manera de ser
Estribillo
Quisiera conocerte, Jesús tal como eres
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tu imagen sobre mi es lo que transformará
mi corazón en uno como el tuyo
que sale de sí mismo para dar
capaz de amar al padre y los hermanos
que va sirviendo al reino en libertad
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