La comunicación y sus laberintos Emarc 2013

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La comunicación y sus laberintos. Consideraciones acerca del rumor
María Eugenia Biain (mediadora – abogada, Córdoba, Argentina)
mariu.biain@gmail.com
De todo laberinto se sale por arriba.
Leopoldo Marechal
Resumen
Los rumores existen. Y el hecho de que los creamos habla de nuestras formas de ver y
entender el mundo. Los primeros estudios sobre el rumor surgieron durante la Segunda guerra
mundial, en EEUU, e intentaron explicar por qué circulan, qué son. Se trató de una
investigación aplicada que estuvo puesta al servicio de neutralizar los rumores que podían
llegar a afectar la moral durante la contienda. Más adelante, a partir de los 70, en Europa se
retoma esta investigación pero con diferente enfoque. Así como en los 40 el rumor contenía
información falsa que había que denunciar, en los 60 se habla del rumor como parte integrante,
como la forma privilegiada, de la comunicación oral.
Estos desarrollos (que toman una u otra vertiente) continúan hasta hoy, y se han expandido a
otros ámbitos como el de las empresas, el de los inmigrantes, e incluso el de las cárceles (la
bemba).
Como mediadores estudiamos, entre otras, la teoría de la comunicación; sabemos del poder de
la palabra creando realidades, pero nos encontramos con que del rumor no se habla. Sin
embargo, en varias oportunidades los mediados toman como un dato (prácticamente como un
hecho) que puede influir en su decisión, a un rumor. ¿No deberíamos asomarnos a entender
entonces qué es el rumor y cómo funciona?
Esta ponencia pretende hacer un pequeño aporte resumiendo los diferentes estudios que se
han hecho sobre el rumor desde mediados del siglo XX en adelante, en un intento de entender
cómo funciona, cómo se articula e intentando realizar algún aporte que sea útil para que
pensemos qué hacer en concreto para facilitar la comunicación en los diferentes conflictos en
los que los rumores se presenten.
Introducción
Creo que la mejor introducción que puedo ofrecer para este tema es la historia
que me llevó (o trajo) a él. Ocurrió después de una mediación. Vayamos
primero a la mediación. Se trataba de una derivada del juzgado de primera
instancia (en Córdoba, por la ley 8858 la mediación es voluntaria salvo en tres
casos –monto de la demanda por debajo de $ 35.000, existencia del beneficio
de litigar sin gastos y por la naturaleza del caso a criterio del juez–) al Centro
Judicial de Mediación.
El caso. Una empresa que se dedica a construir viviendas (su titular es un
ingeniero) está levantando un barrio y los dueños de los terrenos están
pagando las mensualidades para acceder a su casa. Cuando las casas están
prácticamente listas corre la voz de que no se podrán escriturar porque el
ingeniero titular de la empresa ha muerto, hay acefalía, y por lo tanto no habría
que seguir pagando. Es lo que afirman que harán la mayoría de los vecinos: no
pagarán hasta que no tengan certezas. Pasa el tiempo y un matrimonio que ya
estaba en posesión de su casa (de los que habían dejado de pagar) decide que
quiere que esta casa quede a nombre de su único hijo. Recurren a un abogado
e inician un juicio de escrituración. En la demanda plantean todos sus
argumentos e incluso afirman que el ingeniero titular ha muerto y de allí su
reclamo judicial. El abogado del ingeniero contesta reconviniendo (es decir
demandando a su vez) exigiendo todas las cuotas no pagadas. En este punto
el juez envía el caso a mediación.
La mediación. Estábamos sentados alrededor de la mesa: el matrimonio
demandante y su abogado, el ingeniero titular de la empresa (al que se lo veía
gozar de muy buena salud) y su abogado y las dos mediadoras (en Córdoba la
co-mediación es obligatoria). Cada parte manifestó su reclamo, expuso sus
argumentos, dio a conocer sus expectativas. Y en ese intercambio surgió que
todos los vecinos ya habían terminado de pagar sus cuotas y habían obtenido
sus escrituras (salvo cuatro y este caso era uno de ellos); y que, tanto el
ingeniero como el matrimonio tenían muchísimo interés en acabar con el tema.
Gran parte de la información que había circulado era inexacta, falsa, y en
algunos casos antigua (por ejemplo los que dijeron no pagar, habían pagado).
Se llegó a un acuerdo. El matrimonio pagó (no tanto como lo que exigía al
principio el ingeniero ni en la forma en que él aspiraba) y obtuvo que el
ingeniero otorgara la escritura.
La reflexión posterior. Sabemos que muchos de los conflictos se originan por
ruidos en la comunicación. Pero dentro de los ruidos hasta ese momento no
recordaba haber leído acerca de los rumores. En esta mediación se actualizó
un tema que me inquietaba ya en las mediaciones familiares. Me había
ocurrido trabajar con aquello de: “Se dice que él estuvo preso…”, “dicen que
ella trabajaba en la calle…”, “no me consta pero todos en el barrio saben que la
familia de ella tiene varios presos por choros…”. Y me inquietaba porque, me
estaba dando cuenta en ese mismo momento, que estaba en juego uno de mis
supuestos (Carolina Gianella lo expone en un excelente artículo, “Supuestos en
los procesos de negociación y diálogo”, disponible en el sitio de Mediadores en
Red). En este artículo Gianella afirma que existen tres niveles de experiencia.
El primero es el nivel de la técnica (el saber hacer): un mediador que sabe
acerca del cómo se media, tiene técnica. Luego existe un segundo nivel, el de
la teoría: este mediador se basa en teorías de la comunicación, del conflicto,
que le explican por qué hacer ciertas cosas da resultado. Y por último está el
tercer nivel, el de los supuestos, a los que esta psicóloga mendocina define así:
“Los supuestos son el conjunto de creencias, valores y modos preferidos de
construir la realidad, que es personalísimo de cada individuo. Y ellos siempre
están presentes, generando un entramado de significaciones”. En las
mediaciones familiares me había sucedido de utilizar técnicas apoyada en
determinadas teorías y sentir un sinsabor, un malestar, a veces una molestia
cuando alguien traía un rumor a la mediación y no se paraba siquiera a
cuestionarlo a pesar de todas mis intervenciones. Venía fracasando en ese
aspecto y además me sentía frustrada, enojada. Habíamos llegado al nivel de
los supuestos. Y el mío se relacionaba con no entender cómo las personas se
podían basar en un “se dice…” y a partir de eso actuar de determinada manera,
confundiendo dichos con hechos, dichos con realidades.
Es aquí cuando inicio la búsqueda de información.
El rumor. Primeras investigaciones: EEUU en los 40
En la década de los 40 y motivados por combatir los rumores que corrían
referidos a la guerra (que los soldados estaban mal alimentados, que los jefes
se quedaban con lo mejor y les hacían pasar hambre a su tropa, etc.) y que
podían desmoralizar y desmotivar tanto a la tropa como a la población del país,
es que desde el gobierno de EEUU se promueven las investigaciones acerca
del rumor. Serán investigaciones que apunten a entender por qué circulan,
cuáles son sus mecanismos y sobre todo, cómo combatir los rumores.
Las investigaciones serán realizadas, entre otros, por los psicólogos
estadounidenses Gordon W. Allport (1897-1967) y Leo Postman (1918-2004)
quienes publicarán los resultados en el libro Psicología del rumor. Haré un
brevísimo resumen de aspectos de esta investigación.
En primer lugar, la definición que dan del rumor: “Es una proposición
específica para creer, que se pasa de persona a persona, por lo general
oralmente,
sin
medios
probatorios
seguros
para
demostrarla”.
Las
características del rumor serían entonces: supone transmitir un hecho cierto; de
boca en boca; se refiere a un hecho de carácter específico y limitado; de
interés temporario; cuyo nexo de comprobación ha desaparecido.
Se preguntan (y se responden), por qué circulan los rumores. Las
condiciones para su circulación deben ser dos: a) Que se trate de un asunto de
cierta importancia (para la persona que lo hace circular o lo escucha). b) Que
se refiera a hechos reales que posean cierta ambigüedad (por ausencia o
parquedad de noticias; por su naturaleza contradictoria; por la desconfianza
hacia estas noticias; por ciertas tensiones en la persona reacia a aceptar
noticias oficiales).
En relación a cuáles serían los motivos para que circulen los rumores,
afirman que deben existir factores motivadores o emocionales y también una
presión intelectual. En relación a los primeros, ejemplifican con la existencia de
un interés sexual (saber quién tiene relaciones con quién); o de ansiedad y
miedo (no olvidemos que estamos en guerra); esperanza y deseo (son los
factores que sostienen los rumores rosas, es decir aquellos con final feliz); o el
odio (este sentimiento es el que sostiene los rumores calumniosos). En cuanto
a la presión intelectual, ésta se resume en que todos queremos saber los
porqué, los cómo y los cuándo del mundo que nos rodea.
Además existe el mecanismo que ellos llaman proyección que acontece
cuando el estado de ánimo de una persona hace que ésta realice una
interpretación del mundo que la rodea que refleja (sin que lo sospeche) la suya
propia. Mencionan algunos motivadores secundarios como el poder que otorga
saber algo que otros ignoran y el hecho de que estar al tanto de algo halaga el
amor propio.
Al principio afirmé que para entender el rumor llevaron a cabo ciertos
experimentos. Consistían en mostrar una figura a una persona durante un
tiempo para que pudiera observarla con atención. Luego esta persona debía
relatar lo que había visto a otra, quien debía hacerlo a otra, y así hasta la
octava persona. Recién en ese momento les mostraban a todos el dibujo en
cuestión. Lo primero que destacan es que lo observado en el dibujo o foto se
deformó y simplificó. Ejemplifico con un dibujo de los utilizaron:
Aquí y aquí se pueden ver otros.
Vayamos entonces a las conclusiones. En primer lugar, a medida que el
rumor corre tiende a acortarse, a tornarse más conciso, más fácil de abarcar y
contar (va perdiendo palabras y detalles). Las expresiones cortas tienen
mayores posibilidades de ser reproducidas fielmente. Se percibe, retiene y
narra un número limitado de detalles de un contexto mayor. Los datos que más
tienden a perderse son los nombres propios y los títulos, o por ejemplo el de los
carteles de propaganda del tren del dibujo. En cuanto al sesgo numérico, en
general se multiplica (un ladrón = cuatro ladrones). Observaron una tendencia
a la persistencia de los rótulos y a los prejuicios (comunistas, judíos y negros,
en ese momento). La percepción es de carácter selectivo y tiende a simplificar
el mundo que nos rodea. Las cosas son percibidas y recordadas según uno
está acostumbrado a verlas. Existe una tendencia a atribuir causas a los
acontecimientos, motivos a las personas, razón de ser al episodio. Cada uno
observa según sus intereses (por ejemplo las mujeres tendían a fijarse más en
cómo estaban vestidas las personas y los hombres en los autos, los medios de
transporte).
Allport y Postman terminan resumiendo que los rumores siempre se atribuyen a
una fuente autorizada y se adornan con una garantía moral u oficial (“me lo dijo
un amigo que trabaja en…”); armonizan con las tradiciones culturales de la
población dentro de la cual circulan; y aparecen en épocas de crisis (guerra,
catástrofe) en las que el grupo ha perdido su seguridad.
Vayamos ahora a los remedios que proponen. Por un lado, la clínica del
rumor. Consistía en que se tomaba una determinada noticia o carta de los
lectores que contenía rumores y se la analizaba desestimando punto por punto
las falsas afirmaciones que contenía. Esto se publicaba como columna en
revistas buscando crear conciencia del rumor e instando a las personas a que
contribuyeran escribiendo cartas. Los resultados que se obtuvieron fueron
alentadores: un alto porcentaje de los lectores de esas columnas se volvían
muy críticos a la hora de evaluar las informaciones circulantes (no creían, por
ejemplo,
sin
que
existieran
fuentes
comprobables).
Además se realizaron campañas a través de afiches. Va aquí una pequeña
muestra:
Allport y Postman consideran al rumor una aberración patológica (“El público no
está suficientemente inoculado contra el virus del rumor”). La gente para
inmunizarse contra el rumor debe familiarizarse con los aspectos psicológicos y
sociales (de allí las clínicas). El rumor, entonces, es una “enfermedad”, contra
la que debe “inocularse” a la población y para la que hay “remedios”, que son
las “clínicas”. Después de este análisis, ¿habría alguno más?
Francia en los 70: Michel Louis Rouquette
En 1975 el psicólogo social francés Michel Louis Rouquette (1948-2011)
publica Los rumores. Ya en la introducción al libro nos llama la atención el
hecho de que los estudios e investigaciones sobre el rumor se detuvieran de
los años 40 a los 60. Es en este otro contexto político (el de los 70), que
Rouquette retoma el tema.
Sintéticamente criticará la visión de Allport y Postman (y de Robert Knapp,
quien también había publicado un artículo, A Psychology of Rumor, un poco
antes que aquellos publicaran el libro). El rumor, dirá, no es ni una aberración
patológica ni una excepción temporaria. Es un modo de expresión privilegiado
del pensamiento social. El rumor es una manera de leer la realidad, de
recordarla, organizarla y cuestionarla.
Afirmará que en la mayoría de los casos los rumores enuncian traiciones,
escándalos, corrupción, derrota, es decir que son negativos. Dirá que hay
cuatro situaciones posibles de contenido de un rumor: dos de equilibrio (una
buena persona realiza una buena acción y una mala persona realiza una mala
acción) y dos de desequilibrio (buena persona realiza mala acción y mala
persona realiza buena acción).
El enunciado completamente positivo sólo aporta informaciones triviales que no
cuestionan la realidad ni la representación del mundo (recordemos que
Rouquette fue discípulo de Serge Moscovici, quien trabaja con las
representaciones sociales) ni la seguridad de los individuos, por lo tanto no
cumplen ninguna función social útil. En cambio los mensajes negativos (- +) o
(+ -) antes del equilibrio y (- -) después del equilibrio son los que transportan a
través del rumor el contenido negativo. Como el rumor debe cumplir su función
de cohesión social, sólo logrará ese cometido partiendo de esta negatividad en
su contenido. Además en cuanto se refiere a “otro” (grupo minoritario, grupo
enemigo, individuo descarriado, personaje de actualidad, etc.) supone un
refuerzo para una autoestimación positiva y el medio para lograrlo, es colocar a
los demás por debajo de uno.
Concluirá diciendo que la función primordial de los rumores más que comunicar
es la de reflejar un estado social. “Los rumores efectúan o reavivan la división
del mundo y acuerdan su rol a todos. En este nivel, poco importa su verdad o
su justeza o, mejor aún, su justicia: los sociólogos y los psicólogos no han
hecho sino confundir durante demasiado tiempo moralidad y objetividad,
condena y explicación” (pág. 100). Hará hincapié en la necesidad de que los
programas de investigación de rumores tengan rigor metodológico (y criticará
muy meticulosamente los estudios de Allport, Postman y Knapp). Porque, dirá,
si se parte de que los rumores son malos y condenables, no debe
sorprendernos que así se encuentren en los estudios de casos y las encuestas.
Los rumores, afirmará, son un fenómeno colectivo y la mayor parte de las
investigaciones los explican sólo a nivel individual.
Francia en los 80: aparece Rumores. El medio de difusión más antiguo del
mundo
Su autor, Jean Noël Kapferer, es un profesor universitario reconocido en el
campo del estudio de las marcas, la publicidad y la comunicación. Es por esto
por lo que muchos de los ejemplos que utilizará serán relativos a determinadas
empresas (abre con el caso de Procter&Gamble y su relación con el satanismo
derivado del logo que finalmente la empresa debió cambiar).
Pero sintéticamente afirma lo siguiente acerca del rumor: que es el medio de
comunicación más antiguo; que es difícil de investigar por dos razones: porque
cuando el investigador se entera, el rumor ya ha muerto o está en su fase final
por lo que sólo puede trabajar con entrevistas y sobre recuerdos, y porque se
ha tendido más a moralizar sobre los rumores que a analizar sus mecanismos.
También dirá que lo apasionante de los rumores no es su fuente sino lo que la
gente hace con ellos. Y el por qué los retransmitimos: hablamos con otros para
saber, para convencer, para agradar y hablamos por hablar.
Afirmará que cuando una persona recibe una noticia que le cuenta un amigo o
conocido, la considerará información. Si duda de ésta, tratará a la misma
noticia como rumor. Ésa es la paradoja: “El título de ‘información’ o de ‘rumor’
no es algo que se atribuye antes de creer o no creer; es la consecuencia” (pág.
25).
Concluirá diciendo que la concepción negativa del rumor no se puede sostener
porque parece sostenerse en una moralización y en un dogmatismo y
continuando esta línea, el único medio para derrotarlos sería prohibir que la
gente hable. Estas inquietudes para que sólo circulen informaciones verídicas
llevarían a un peligroso control de éstas y, más tarde, al de la palabra. “El rumor
no es por fuerza ‘falso’. Pero es por fuerza no oficial. (…) el rumor impugna la
realidad oficial mediante la propuesta de otras realidades” (pag. 327).
Finalizará concluyendo que “no creemos en nuestros conocimientos porque
son verdaderos, fundados o comprobados (…). Son verdaderos porque
creemos en ellos” (pág. 328).
La comunicación, el poder y el rumor
Para los mediadores nos es familiar trabajar con la idea de que la palabra crea
realidades (Humberto Maturana expresó que la palabra trae un mundo a las
manos).
Y Josep Redorta en su libro El poder y sus conflictos refiere que las formas de
poder se basan en la comunicación, en la interacción. Que las relaciones
humanas necesitan asentarse o basarse en una confianza mínima. Proseguirá:
“Una sola palabra (puta, culpable, vago, etc.) puede contener más energía que
un átomo de uranio según el escritor Tomás Eloy Martínez. El insulto puede
verse como una agresión directa a la autoestima y por eso está penado en
todos los ordenamientos jurídicos (…) La palabra es un signo verbal que cobra
significado según el contexto y mueve profundas emociones. En la primera
cosa que debemos creer es en el poder de las palabras” (cita al pie 27, pág.
68).
Es con esto, con esta credibilidad en ciertas palabras, que ayudan a explicar
nuestras creencias y el mundo en el que vivimos, con las que nos encontramos
como generadoras de conflictos (y como obstáculos para su transformación).
“Vygotsky nunca olvida que el lenguaje es siempre, y al mismo tiempo, social e
intelectual en su función; ni olvida en ningún momento la relación de la
inteligencia con el afecto, que toda comunicación, todo pensamiento es
también emotivo y refleja ‘los intereses y necesidades personales, las
inclinaciones e impulsos del sujeto’”, aportará Oliver Sacks (pág. 108).
¿Qué hacer, entonces, con los rumores?
En realidad más que apuntar a respuestas, ésta debería ser una pregunta
abierta. Una vez que hemos visto estas diferentes concepciones del rumor, y
sabiendo del poder de las palabras para construir mundos, al poner al rumor
sobre la mesa, cada uno definirá cómo lo entiende y qué cree que se debe
hacer.
Por ejemplo en relación a los rumores sobre políticos, tenemos el libro
publicado en español Rumores. Cómo se difunden las falsedades, por qué nos
las creemos y qué se puede hacer contra ellas, de Cass R. Sunstein, asesor de
Barack Obama, que ya desde el título evidencia dentro de qué corriente se
inscribe (y qué pretende hacer).
En cuanto a los rumores sobre inmigrantes, nuevamente se habla de
combatirlos, para lo que se desarrollan numerosas campañas como ésta, Frena
el rumor, del gobierno vasco, o spots como éste.
Los rumores en conflictos públicos o sociales. Tal vez se trate de que las
multisectoriales que los suelen abordar aporten información de todos los
grupos involucrados.
Y, por último los rumores en las mediaciones, sobre todo en los conflictos
familiares por la alta carga de emocionalidad que tienen, tomados como una
forma privilegiada de comunicación, que crea realidades a la vez que explica
nuestro mundo y como expresión de nuestros miedos (a que algo suceda o no,
al otro, a “soltar las riendas”), ansiedades, me inclino por legitimarlos, dejarlos
que tomen asiento cómodamente en torno a la mesa.
En esa mesa mis supuestos también están legitimados, así que puedo trabajar
con comodidad con las técnicas que vengo aprendiendo al calor de las teorías
que tengo y a las que de a poco voy descubriendo.
Bibliografía
 Allport, Gordon y Postman, Leo (1953). Psicología del rumor. Buenos
Aires: Editorial Psique.
 De Ípola, Emilio (2005). La bemba. Acerca del rumor carcelario. Buenos
Aires: Siglo XXI Editores.
 Kapferer, Jean Noël (1989). Rumores. El medio de difusión más antiguo
del mundo. Buenos Aires: Emecé.
 Redorta, Josep (). El poder y sus conflictos o ¿Quién puede más?
España: Paidós.
 Rouquette, Michel Louis (1977). Los rumores. Buenos Aires: Editorial El
Ateneo.
 Sacks, Oliver (2012). Veo una voz. Buenos Aires: Editorial La Página SA.
 Sunstein, Cass R. (2010). Rumores. Cómo se difunden las falsedades,
por qué nos las creemos y qué se puede hacer con ellas. Buenos Aires:
Debate.
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