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La Dirección de este periódico advierte que no se devuelven los originales ni se sostiene
correspondencia
acerca de ellos, sin excepción alguna. Al mismo tiempo, hace saber á los colaboradores espontáneos
que
no se publicarán otros trabajos, tanto literarios como
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MADRID: Bolsa, lO.— En América: O. Pineíro, Sarmiento, 1.071, BUENOS AliíES; Juan Batallan,
Sol, 107, HABANA, y en todas las droguerías y Hoteles —'•
29 Abril I9I6
Año III.—Núm. 122
ILUSTRACIÓN
MUNDIAL
CABEZA DE ESTUDIO, por F. Estcve Botcy
:
LA E S F E R A
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He'rcules. ¿Para qué servirían los
gestos heroicos? Encasquetada
esa horrible careta, la nube mortífera pasa sin hacer daño al más
cobarde como al más valeroso.
El héroe, modesto y quizás anónimamente perdido en los trabajos colectivos del laboratorio, es
el que ha inventado la careta.
so CB un hombre! Lo que hay
detrás de esa cara de simio
que áqui veis es el roslro de
un hombre. Los más nobles pen- .
samienios se albergan bajo ese
capacete y de esos ojos que aparecen hundidos tras de los cristales
puede brotar, sin que nadie lo vea,
un rayo heroico ó una lágrima.Entre dos soldados que aguardan
el ataque enemigo uno junto a
otro, si el uno llora de emoción y
el otro arde de coraje, hay ya una
cosa que los nivela: la máscara.
Antes había el deber, la ley, las
ordenanzas, el uniforme. Ahora
hay además esa careta. Un ¡ornajero, un honrado burgués que dejó
"su tienda en manos de las mujeres, un poeta, un artista, un filós o f o creador..., os desafío á que
le adivinéis tal como viene hacia
vosotros vesiido ya y prevenido
para el carnaval de la muerte. Todos son iguales para ia acción de
los gases mortíferos. Todos son
iguales para las bombas, para la
metralla y para la fosa.
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Los demás son obreros de la
guerra.
Estos obreros de la guerra se ^
defienden como todos los que se
dedican á industrias nocivas á la
salud, bien por el peligro de accidentes sangrientos, por la deformación ó por la acción de vapores deletéreos. Una fuerza superior á su voluntad los ha movilizado, los ha dolado de útiles ó
instrumentos para el trabajo y los
ha llevado á construir trincheras
•y á defenderlas. En verdad, pocas
veces es voluntaria la elección de
trabajo, y en las minas, por ejemplo, las víctimas de las grandes
catástrofes y las que mueren de
muerte prematura no son suicidas,
ni héroes que se sacrifiquen por
el ideal de dar al mercado carbón,
plomo ó mercurio. Quieren ganar
su pan y el de sus hijos y bajan á
los pozos obligados poruña terrible ley social tan violenta como la
. Orden de movilización. La única
diferencia es que esta obliga á lodos—ó á casi todos—y que se inspira en altos motivos de patriotismo, tan fuertes y tan imperiosos
que ningún ciudadano consciente
se siente capaz de rechazarlos.
Comienza desde ese día de la movilización su ingreso en la gran
industria de la guerra. El Esiado
es la gran empresa colectiva en la
que el obrero, el soldado, pone
trabajo y además capital. Ya está
organizada la parte directiva y técnica.
Un ex ministro francés, M. Jorge Trouillot, ha estrenado en cierta fiesta patriótica del Trocadcro •
un poemila, un diálogo entre «Qavroche y Hambeau>. Gavroche. el
soldado de hoy, el bleuet, el peludo—clase 1916—; Hambeau, el
granadero de Rosiand en CAÍgion, el héroe rudo y gruñón de
Wagram y de Ausierlitz: es decir,
elpasado y el presente, la historia, ó si queréis, la leyenda magnífica de la guerra y la dura realidad. El público parisién oyó los
versos—que quizá no respondan
por completo á la categoría administrativa de su autor—conmovido, más que por su belleza, por la
evocación de las trincheras. El 95
y las guerras napoleónicas están.
ya muy lejos, y el espíritu de la
guerra defensiva de 1914 es hostil
al gesto rapaz y fanfarrón del
•granadero Hambeau. Por eso tenía que darle la razón á Gavroche
cuando contesta á Jas burlas del
veterano que en su tiempo la guerra era envidiable, en campo raso,
cuerpo á cuerpo; no conocían el
avión ni el Zeppelin; acuaniaban
el fuego de miserables cañones de
corto alcance, y la naturaleza y la
ciencia no se coaligaban contra el
pobre soldado:
Ya funciona la enorme y complicada maquinaria. Ya recoge el
esfuerzo de todas las almas una
entidad superior: la nación. ¿Que
es, entonces, del individuo? Su
personalidad está borrada, ó, por
lo menos, suspendida. El número, la compañía. la consigna,..
Su pasado no existe. Su porvenir
depende de esa línea que aparece
en el horizonte y desde la cual
vienen ráfagas de fuego. Y llegado
el caso, cuando la humareda surge en la línea enemiga y el aire:
nos la trae, es preciso organizar
la defensa, calar esa careta y disponernos á rechazar el ataque de
mayor violencia. Los gorilas civilizados aguardan en las trincheras
á otros que vienen, como ellos,
sin apariencia humana y que, en
efecto, no son hombres, sino instrumentos de una mecánica des-'
iructora.
¿Dónde está la personalidad?
—iPour nous changer dii fer ct du feu,
[lepoiaont
C'est funiforme, quand monlent de l'ho[rizon
Ces trucs á vous coucHer sur le sot une
[armée.
Vos branches ne pouvaienl crainare que
[la fumée.
¡Veinards!...
•»•
•»•
•»•
*
y si Margarita Moreno, que recitaba estos versos, muy graciosa
y muy espiritual, vestida con el
traje azul de campana, como un
verdadero Gavroche, hubiera cubierto su cabeza con el casco y la
máscara, yo estoy seguro de que
todo el lirismo hubiera huido. La
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realidad es demasiado fuerte, y
.
•
.
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- •
está sangrando todavía, para servírsela al público en endecasílabos. Además, la' voz se apaga. El soldado
enmudece como bajo la escafandra de un buzo. No es teatral, por consiguiente.
"^
, .
- , Es todo lo contrario. En esta guerra hay que^tcmer.én efecto, no sólo
el hierro y el fuego, sino lambían el veneno. Los pulmones-tienen que
defenderse de algo más que del humo de la pólvora; y lós gases asfixiantes, los líquidos inflamados, pueden acabar con un ejército. Aquílcs no
sería invulnerable, ni la más fecia coraza le libraría de la muerte alpropio
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¿Dónde está la divina llama, razón^primera" de cada una de,sus
, .
vidas?
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•
Terminará la guerra—algún-día
ha-de acabar—y entonces todos
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los obreros, restituidos á sus familias y á su labor pacílica. verán cómo van poco á poco recobrando la
individualidad perdida pasajeramente. Quizá mírandoestafotografíá y adivinando los rasgos de su propio rostro detrás de la máscara, sientan
el estupor que producen las cosas que son imposibles y que, sin embargo, han ocurrido. Entonces comenzará la críiica. se repasará la conducta
propia y ajena, y veremos si esc día podrá decirse con fundamento que
el pacifismo y el inlernacionaiismo han fracasado.
LUIS BELLO
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LA USFERA
C A M F* O
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CREPÚSCULO DE ABRIL
Comienza Febo é escondcr.^e
Iras los picos de la Sierra,
por el centro del terruño
un claro rio serpea
que las aguas del Abril
su pobre caudal aumentan.
Allá de lejos, se oyen
las voces pardas y secas
de pastores que conducen
los rebaños á la alberca.
De un Santuario lejano
por donde Febo se acuesta
vienen hasta mi aposento
unas campanadas lentas
W.
que al difundirse en los aires
ecos de plegaria dejan.
un panolito de randa
y una saboyana nueva.»
Por la calzada de un puente
con marcha pausada y lenta
lüs yuntas con sus gañanes
vienen de labrar la tierra.
De los comienzos del pueblo
donde se ponen las eras
vienen en sabrosa charla
médico, cura y albeiiar.
En las copas de los árboles
y en la torre de la iglesia
buscan sus nidos los pájaros.
Una voz lozana y fresca
cania en jota castellana
esla cüplilla terrera:
«El viernes iré á la Robla
á mercarle á mi morena
^ : ^ ¿
? ^
Oyese allá en los olivos
la canturía breve y lenta
del cuclillo á tiempo que
• Pebo del todo se ausenta,
y de allí á muy poco espacio
queda dormida la aldea...
DiüGO SAN JOSÉ
!
!
LA ESFERA
LAS JOYAS DEL MUSEO DEL PRADO
CRISTO MUERTO EN BRAZOS DEL PADRE ETERNO, cuadro de "El Greco"
LA ESFERA
C A N C I O N E R O
DE
AYER
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§1
^^iSÍ'^'^'
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1+1
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Yo fui un niño enfermizo, pálido y enlutado
que demasiado pronto conoció la tristeza
del trágico y grotesco dolor de !a pobreza.
Yoliedormidoenlosbancosdeun parque abandonado.
Y con la flor de toda la andante picardía,
aprendí que la vida es demasiado dura
cuando fiayqueconquistarla, en constante aventura,
venciendo á la miseria un día y otro día...
Yo fui un niño enfermizo, pálido y mendicante
sin olro camarfda que algún can trashumante
del arroyo, en la eterna negra desolación.
í\ dolor fué el maestro que me enseñó áser bueno,
pebre niño poeta, y floreció en el cieno
mi verso, cnmD un lirio divino de emoción.
I iiiijii
fflfflafflfflSffi2iaSEE£5ffia*SffliS£55ía±fflSSEB5íffi3:*.*SaS3*H±±á3dt£iiÍ!EÍ;tíiásÍÁ*¿^^
III-: MÁXIMO
r:,\M<)S
Emilio CARRÉRE
LA E S F E R A
c( LAS DANZAS
O
ESPAÑOLAS DE LA KOUSNEZOFF >
•--..r-^.
)
M
AiíÍA Kousiiczofr, Ici bella y ai'Iaiidida arlisla que cti IcniporadLi anrcrior aclüó con fíran éxiio en.el Icatro Real,
vuelve de los Eslados Unid:)3 de América vulgarizando
los calilos y bailes españoles, que han sido recibidos con efusivas aclamaciones de entusiasmo r o r todas las calegon'as
sociales del gran público, que se extasía ante la artística y
culta novedad. ñ¡heraldo,
de Chica'^'o, ha publicad:» una serie de artículos luTCicndo minuciosas críticas de los bailes y la
música csp^iñnlcs. y con lal motivo dedica justos elogios á la
labor artística de María Kousnczofí v á los figurines esülizados
de Néstor, coopartíci'-c de los tri-iníos de la Poniera
negra.
Las conferencias iiublicadas |ioi' el Chicago Herald, von i l m : Iradas con bellas rolografías ele la arlisla, ataviada con riqufsi; mos y vistosos Iraies españoles.
lí Las señoritas de la ciudad de Chicago han puesto de moda
•nuestros bailes, y no hay centro de recreo ni sociedad distir,'guida, donde no se rinda culto á las Sevillanas y á \ci^ Jolas
: aragonesas. Lo español triunfa en todas partes, y una gran coirriente de simpatía hacia nuestra patria se hace exlensible en
tYanUilandia.
En Nueva York, después del estreno de Goyescas, de Perij quct y Granados, se vii'^ron peinetas españolas por todas parríes, las damas adineradas parecía que deseaban mostrar su
•amor á España ostentando en sus lindas cabezas el clásico
:-adorno de nuestras damas linajudas y de nuestras manólas de
; la clase baja. Este femenino adorno ha modificado en Nueva
•iYork el tocado de las eleganles. compl.icie'ndose eii lucir las
i peinetas hasta en las reuniones familiares. La íournce de MajTía Kousnezoff empezó en el Audiiorium
Tlieaire, de Chicago,
cantand,) \as ópzvQ^ Romeo y Julieta. Tosca. Fausloy
Tbais.
estrenando Cleopaira, obra postuma de Massenet. En el refe-
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Alaria Koiisncznlf, maja de (joya
l'igiirín
Néstor
rido Audiiorium
Theatre, iia cantado y bailado la Pantera neUra números de Albé:iiz, Granados, l'epe Serrano y otros
maestros españoles, con entusiasmo delirante del público que
en todas las representaciones llenaba la sala. La orquesia,
compuesta de más de cien prpfesores, era dirigida por el maesiro Lassalle.
Tuvimos el gusto de asistir á la representacic5ii íntima que
dio en Romea María Kousnezoíf, antes de marchar á América,
de los bailes y canciones espafiolas que ¡jensaba exhibir en
las grandes ciudades de los Estados Unidos, y desde luego
auguramos que la notabilísima artista obtendría éxitos ruidosos del público americano, h l talento indiscutible de María
Kousnezoíf, sus excepcionales condiciones de artista insuperable en la danza, la maestría de su voz. son prendas seguras y
posiiivas de que el aplauso triunfal han de acompañar á la
Pantera negra donde quiera que exhiba las creaciones de su
íirle inimitable. Los figurines estilizados de Néstor han conlrlbuídü tamüén á los ruidosos éxitos obtenidos por María
Kousnezoff. en las ciudades americanas, donde el nombre de
España ha sido pronunciado con ostensible aféelo por el público en general, y sobre todo por las más bellas y encopetadas damas.
o~
María Kousiiczoff, [¡llana graiiaciinn
rigiirin
Néstor
La bella' artista rusa se halla en Madrid de regreso de su
brillante expedición por la América del Norte. Ignoramos sus
proyeclos para próximas jornadas teatrales, pero debemos
suponer que las representaciones que tan juslamenle han entusiasmado al público de las ciudades más importantes de la
gran República, sean co:iocÍdas abura c;i España.
MIGUEL 5ERVET
)
)
LA S S r E R A
¡
María Kousnczoíí, con uno de los trajes de carácter español que luce en su "tnurnée" por los principales t e a t r o s de Norte América,
y cuyos f.gurincs lian sido uibnjados por el notable artista Sr. Néstor
KOTS. MAT/.K\i.-<;.nir.A(;
LA ESFERA
C U E N T O S
E S R A N O L E I S
EL DIABLO EN CASA
,©
©•
©
©
del Campo de San Francisco... Vosotras creíais,
que no me daba cuerna... y yo me doy cuenta de
todo... Mientras y o ando en las mananinas de
sol camino de la Silla del Rey ó del Cristo de
las Cadenas, yo sé todo lo que piensan vuestras cabccinas ruliias; yo sabía todo ¡o que pasa
por dentro de casa, lo que cavilas tú en tu tálamo do casada con el animal d¿ tu marido al lado,
hecho un tonel de sidra, lo que imagina esa cabcciía loca de Pilarina en su lecho virginal de
soltera... Y ese paxarín, ese mirlo que cantaba
en la copa de un álamo verde... me contó una
mañana á mí...
DON Fi-L.—¿Cómo no, queridina? Por mí no
me resignaría, porque yo he nacido para vivir
DON FELICIANO, CAIIMINA, JUANÍN y PILAR
aquí; pero por vosotras... por lodos... S i , s i ,
hemos de luarcliar á Madrid anles de que sean
CARMINA. (Sola, sentada en ¡a mecedora y
las Navidades. Anuncíaselo á Pilarina. Yo ya
dislanciada).—¿jErés
lú. papá?...
(Mirándole).
sé que ella también se llevará un buen disgusto.
DON FELICIANO.—YO soy. hijci mía... (Pausa).
C A R . — S í , papá, Pilar liene más fondo de l o
Tú csiás malucha estos dííis, lü estás maluclid.
que parece. No es todo lo que se ve por fuera.
Carmina... A li le pasa algo que no quieies deEs muy sensible, toma mucho cariño á las percir á nadie... Reservadiiia eres como buena hija
sonas... (Recalcando).
mía...
DON FI:L.—I^ues por eso precisamente, hija,
CAR.—Nada, papá, nada. Son aprensiones
pues por eso... Tanto lo hago por ella como
tuyas... que me quieres demasiado...
por ti...
DON FRL.—Pues por eso. qucridina, pues por
C A R . — ¿ y mi marido, papá?...
eso que le quiero demasiado es por lo que me
CAR.—Papá, papá, que me atormentas... [Llocreo con derecho á saber todo... Iodo lo que te rando
desgarradamente).
DON FBL. — ¡ T U marido! ¡Tu marido! Ese es el
pasa...
que no me preocupa... Cuando se traía con perDON FI;L. (Bajándola
voz
involuntariamente,
sonas racionales y como Dios manda, se las
C A R . — T ü sabes que yo no soy feliz en el maen susurro apagado de coníideiJcia).—Mc
conIrinionio, papá. Eso es todo.,.
tó una mañanita... que tú Tuisie á misa á los convence por las buenas, se las engatusa; cuando se trata con animales de recua como tu maCarmelitas... y que... ese canalla.... ya sabes
DON FHL.—¿Cümo no saberlo, íiija? Ríen que
quie'n digo, a quien el demonio me lleve s i y o , rido, á esos se les da una orden... y si no la
lo se' y bien que me duele... Pero eso, desgraquieren cumplir se les lleva arrastrados.,. Deja
viejo y todo, no doy un día un golpe desgraciaciadamenie. Carmina, ocurre desde el primer
eso de mi cuenia...
do, te siguió hasta la iglesia, y allí, en la pila,
dfa, y este cariz tuyo es recienle... Sí, sf. tú estás pasando una tempestad á todo Irapo y no te ofreció agua bendita, como el diablo á MarC A R . — Y o creo que mi marido se resistirá.
garita, como vo vi en una ópera en La Habaquieres que nadie te lo sepa...; pero yo soy tu
DON F C L . - N O importa; mira hijina, los homna... Y...
padre. Carmina, considéralo bien, hijina; yo te
bres qu¿ hemos trabajado y hemos penado mutuve en mis brazos cuando eras así de pcqucñiCAR. (Irguiéndose).—PCTO
¿á ti quién le ha cho, como yo, para constituir una familia, s o na... Conmigo no puedes senlir empacho ni vermos blandos casi siempre; pero sabemos ser
dicho ésto, papá?... Pero eso es un emliusle que
g-üenza...
duros cuando liega la ocasión... Pese á tu mate han contado para que dudases de mí...
rido, en Madrid estaremos para la Nochebuena.
DON FI:L.—[imbusic no, tjobina... Pero ¿dudar
C A R . (Mellándose á llorar
desconsoladamen(Entra Pilar corriendo
en traje de calle y
de i'\7 (con di'snidad) No serias mi hija... ¡Du/jj.—Papá, papá, no me martirices; papá, yo te
abraza á su padre).
dar de ti! Nunca dudé de tu madre... y yo creo
lo ruegro...
que eso de la honratlez se hereda.,, se lleva en
Pii.AR.—Papá, ¿qué ocurre, rico de la casa?
DON Fi;L. (Acercándose á.ella y abrazandola masa de la sangre... Tú no puedes ser mala,
¿Qué es eso? ¿Por qué estáis tristes?... ¿Qué te
lai.—Carmina,
mi amor, no llores; no llores,
tienes que ser buena, como lo fué tu madre, la
pasa á ti, corazón? (Besando á Carmina).
reina, y dime lodo lo que tienes guardado hace
mía, tu abuela, todas las mujeres de nuestra falanto tiempo... (Pausa). Mira, riquina, mira; lo
C A R . - N a d a , nada, Pilar.,. Papá le dirá...
milia... ¡Tú ser mala!... Nunca... Eres asturiana
que á ti te ocurre...
DON Fni..—Nada sino que esta tonta, claro,
y basta: tienes que ser buena, dócil, obedicnle,
que está tan apegadiza á este poblacho, que
CAR,—Papá, papá, que yo soy muy mala, que
liel á tu marido hasia la muerte, ocurra lo que
siente dejarlo... Claro, aquí nació, aquí se casó..',
yo no me merezco ser tu hiia, que yo...
ocurra... Eres de la ijerra de las mujeres honraPero los negocios son los negocios, y los míos
DON FEL,—Calla, bobina, qué vas á ser mala.
das por excelencia... Pero... eres joven, estás
exigen un desenvolvimiento financiero para el
No; lo que hay es que eres desgraciada; eso sí;
cual no hay horizonte aquí,.. Tenemos, pues,
desgraciada como habrá pocas mujeres en el muy atolondrada, el bárbaro de tu marido no le
hace caso, y de una mala tentación nadie está
que marchar á la Corle, y para Nochebuena allá
mundo... T ú te casasle demasiado ¡oven... ¡y si
libre... en íiri, m¡ niñina, que he decidido que leeslarcmos...
te hubieras casado bien, todavía!... i'cro le cavantemos la casa y nos vayamos á Madrid á
saste con un ani'nal. con una besiia, así. hablanPiL. (Abrazando
á su padre).—¡A
Madrid!...
vivir.
Bien
que
me
duele,
amor.
Yo
sé
que
allí
do en plata; con un hombre que no siente ni pa¡Qué alegría, papá, qué alegría!...
no
hay
un
Campo
de
San
Francisco
ni
una
Codece... talmente una momia... ¿No es eso, b o D o \ Fi-L.—¿Te alegras de veras?
rretera de liuenavisia. que son para mi todo mi
bina?,..
Pn.. (Inquieta y como queriendo
salir).—Mumundo... Habrá otras cosas mejores, pero no
cho, papa, mucho.
C A R . — ¡ A y , sf, papá, sí!
las mías, donde yo he vivido siempre, donde yo
DON FI'L.—¿Cómo no, nena mía, cómo no?...
D O N F E L . — V e n acá, Pilarina, ven acá, diame casé, en lo que yo pensaba desde Cuba, donSi á mí me cuenta un paxarfn todas las cosas
blillo.
do yo sufrí por vosotras...
vuestras... Un paxarín de esos que lanto alboP I L ~ T Ú ¿qué quieres papá?, siempre me estás
rotan y pían en las madrugadas por los árboles
mareando.
CAR.—¿Y te resignarás á vivir lejos de aquí?
í^^^?^^^^í^^^^^^?^^^^^^^'5'^^^^^5^gi?^^?^"'íS^"^íí^^^í^^í'^^^^^?^'^^5^^?í^^í^^?^^5^í
LA ESFERA
DON FI:L.—Ven acó, lonlina, ven oca. que no
e s para reprenderle... ¿No lienes alg-iia r c s q u e morcín de irle de aquí, d o n d e h a s nacido, d o n d e
lias vivido siempre, de este pueblino lan g u a p o ?
PiL.—No, p a p á . . . y a u n q u e l a tuviera... ¿Tú
que le p i e n s a s ? Yo s o y una mujer ya, yo s o y
una mujcrcila heclia y d : r c c h a , y ya le hie diclio
que el amor á papá no está reñido con que le interese á una un niuchacliín muy poeía, muy listo
y que es a d e m á s muy
curiosín. ¿Te e n i e r a s ,
papá?...
(Abrazándole y
riéndose).
DON
F E L . — S i no
DON F E L . — ¡ P o b r e inocenlina! Te d e s e n g a ñ a r á s muy pronto. (Se vá por la dereclia)
He citado ü ese m a m a r r a c h o aquí paro d a r m e el g u s to de escupirle en la c a r a . . .
PiL. — P a p á , ¿qué h a s liccho?
(Acongojada).
DON F E L . — L o que o y e s . . .
Pn..—Papá, p a p á . . . (Sale
llorando).
DON Fr;L. (Abriendo
¡a puerta de ¡a sala al
es
e s o , p a l o m a , si n o e s
eso. Si es que ese rap a z a c o n o viene con
los b u e n o s u n e s que
lú le p i e n s a s ; e s e rapaz anda lorcid^'...
PiL.—¡Qué va a n d a r ,
papá, si e s m á s derechín que un h u s o ! . . .
DONFI;!..—Que anda
t o r c i d o , monina, q u e
anda torcido. Q u e tú
e r e s muy niña, que no
c o n o c e s el m u n d o y
que y o cazo l a r g o .
Pii,.—Pero ¿que'pued e s ver en él que sea
desagradable, papá?...
DON F E L . — P u e s ya
le d i g o , paloma, q u e
ese m u c h a c h o . . . no
¡uega limpio... Q u e . . .
no viene por tí s o l a . . .
Pn.. — Va s a l i ó l a
c a n t i l e n a . . . Lo de
•siempre. Q u e v i e n e
p o r la dote ¿ v e r d a d ?
No digas disparales,
r a . j á . no hay que pens a r lan mal de la gente...
y eslo es lo principal, p o r q u e es usted un c a n a lla... ¿ S e ha e n t e r a d o u s t e d ? . . .
luAN. (Levantándose
rfe/a
s/Y/aj.—Caballero,
claro, q u e r r á usied...
DON F R L . — C a b a l l e r o claro que lo s o y h a r t o
m á s que usted, a u n q u e me haya p a s a d o la vida
c o r l a n d o tasajo en un almacén muy ramplón, y
usted onde vestido á lo sefiorilo h o l g a z á n . . . hoy
niuclio V m a ñ a n a n a d a . . . Y por e s o mismo le
advierto q u e n o consentiré que usted insista en s u s prelensiones cerca de mi hija,
lo principal porque es
usted un m a l v a d o . . . y
luego porque ¿ q u é e s
usted?
JUAN.—Yo, s o y poeta...
DON F E L . — ¡ P o e t a usied!... Yo c o m p r e n d o
muy poco porque he
e s t u d i a d o muy p o c o . . . ,
pero á lo que á mí se
me alcanza, á usted le
p a s a lo que á e s o s pap a g a y o s que aprenden
en América cuatro bob a d i n a s y no dejan de
decirlas á t o d a s hor a s . . . Y así u s t e d e s ,
s e han a p r e n d i d o lodo
e s o de luna, s u s u r r o s ,
boscajes, amor, etc.. y
á cada p a s o repiten
tales simplezas, pero
sin sentirlas, que e s
peor...
JUAN.—Caballero, es
usted un a n c i a n o y se
está p r e v a l i e n d o de .
l a s c a n a s p a r a insult a r m e . . . Yo no le doy
á usted licencia para
juzgar de mis m a y o res ó m e n o r e s d o l e s
poéticas...
D O N F E L . — N o es e s o
§
s t í l ) , loniina... Yo no
acieiio á decitlo, n o
acierto, n o . Yo no te
s a b r é decir las palab r a s b o n i t a s que le dice lu poeta... Yo no he
e s t u d i a d o n a d a en los
l i b r o s . . . S a l í de aquí
d e s c a l z o y analfabclo
¿ n o es así c o m o se dic e ? . . . y volví bien calz a d o , pero sin saber
m á s letras que a m e s ,
á no s e r las que eran
m á s n e c e s a r i a s para
el c o m e r c i o . No, y o
no sé decirle I r a s e s
lindas, paxarina; pero
con este lenguaje rudo
que aprendí en el t r a t o ,
diario con h o m b r e s
t r a b a j a d o r e s como
yo... con este lenguaje
te digo que esc muchac h o no viene por tí s o la... T r a e inlenciones
m a l a s , no hacia tí, s i n o hacia tu hermana...
hacia el h o n o r de la
familia, y e s o . . . flcvanfándose
con
súbita energía)
e s o no lo
consentiré, n o . . .
P i L . (£:ciidndo/o
á
m a i . — P a p á , e s o son
c h o c h e c e s . . . e s o le lo
han c o n t a d o . . . no lo
h a s d i s c u r r i d o tú...
Hay que r e í r s e . . .
DON F E L . — ¿ C o m o rcirse, P i l a r ? E s o es c i e n o
niñina, e s o es cierto, lan cien.:) c o m o que tu
madre esto en el ciclo. Y por ella le j u r o . . . que
tendría y o que no te querer nada si no me iireDcupara de tí y r o e s p a n t a r a á e s e . . .
PiL. (Atüjcindolei.—PapS,
que le quiero, que
e s b u e n o . No le insultes... E s o no es verdad, no
puede ser verdad, porque n o puede haber homb r e s que tengan el valor de e n g a ñ a r así, á s a n gre fría, á una muchachina c o m o y o . . . que h a s t a
a h o r a no ha s a b i d o lo que era querer...
DON F R L . — P u e s l o s h a y , moni la. los h a y . . .
PiL.—Pero aun c a s o que los hubiera, juanín
n o es de e s o s . . .
DON F K L . — ¡ P e r o me
la t o m o y o . c a r a m b o !
¡NO faltaba m á s ! . . . Usted no e s poeta porque u s t e d no es un
h o m b r e b u e n o . . . , no
e s un h o m b r e h o n r a do...
JUAN. (Con
frialdad
estudiada).
— A pesar
de lo cual, su hija de
usted e s t á e n a m o r a d a
de mí...
DONFEL.—iCómo!...
Mi hija n o puede quererle á u s t e d . . .
JUAN,—Pero me quiere...
DON F E L . — N o he di-
ver que entra Jüanw).—Muy
buenas tardes,
s e ñ o r mío.
ju,\\. — Muy b u e n a s . He a c u d i d o a la cita
que usted [nc ha d a d o sin explicarme bien para
que...
DON FF.L.—Pues yo s e lo explicaré en d o s pal a b r a s . Le he l l a m a d o á usted para lencr el g u s t o
de decirle que no se a c u e r d e m á s en s u vida d e
que mi hija existe,..
Iu,\n.—Caballero...
DON Fin..—Primero porque me la llevo h o y
m i s m o fuera, m u y lejos de a q u í . . . y p o r q u e a u n que estuviera aquí, no habría de s:rr nunca para
usted, porque es u s t ; d un Don Nadie y a d e m á s ,
JUAN. (Alejándose)
llero...
c h o q u e no debe, caballerito, he dicho que
n o puede... Y lo repilo
¿ c ó m o n o ? Mi hija no
puede quererle á u s ted. ¿ U s t e d me entiende? Mi hija no puede
querer tnás que á un
hombre h o n r a d o c o m o
yo..., y usted n o lo e s . . .
Sepa, p u e s , s e ñ o r mío,
que mi hija no le quiere... ¿Me ha oído usted
bien? No le...
quiere...
(Marcando
las
silabas).
A l é j e s e ahora
m i s m o de mi vista...
si no quiere q u e le dé
el c a s t i g o m e r e c i d o . . .
—Stahrá usted de mí, c a b a -
DON F E L . — P r o c u r a r é no s a b e r en la vida... (A
gritos).
¡Carmina, Pilarina! ¡Hijas mías!... Ya
veis; b a s t ó un h i s o p a z o para echar al diablo que
se había metido en esta c a s a h o n r a d a . . . (Abrazándose á Pilar y conmovido,
casi
llorando).
Ahora no queda aquí m á s q u e el diablillo q u e
debe q u e d a r . , . Pilarina... la gloria de esta c a s a . . .
TELÓN
ANDRIÍS G O N Z Á L E Z B L A N C O
DIUIIJUS DK VAIIELA DE SE1JA3
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LA ESFERA
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3 CAMBIO DE PRODUCTOS LITERARIOS
N uiiti de mis correspondencias quincenales
á Ld Nación de liu-íiios Aires, publicada
en cl número 16 de enero de esle ano en
dicho gran diario suranicricano. conlatia yo el
resultado de una pesquisa que hiice en el catálogo de la biblioieca del Ateneo de Madrid al di'a
siguienie de habernos en el hablado su presidente, el 5 r . Labra, de la necesidad de estrechar
lazos con \a Amcrlcci hispánica y cómo de esa
pesquisa resultó que Tallan en la lal biblioteca
las principales obras literarias y eienlíficas con
que esa Amei'ica ha contribuido al pensamiento
universal. Recuerdo más, y es que á raíz de una
conferencia que di yo en ese Ateneo pidieron
algunos socios que se adquiriesen las obras de
Domingo Faustino Sarmiento, el poderoso escritor—no pongro por encima de él á ninguno de
los escritores españoles del pasado siglo—el
espíritu genial y bravio, el autor del inmortal
Facundo, el que escribió en sus Recuerdos de
provincia las páginas más intensas y conmovedoras de autobiograh'a que yo he leído en nuestra lengua, una gloria y un orgullo, en fin. de
la casta ibérica. Y, en efecto, ni tales obras estaban en el pasado mes de diciembre en el Ateneo ni he logrado que apenas se interese aqu,nadie por Sarmiento, que en realidad está aún
para el gran público, por descubrir en España-
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¿O es que en España hay gran público y no
más bien varios públicos chicos y muy chicos,
El hecho es que todo ese tópico de la
n i'nlimos?
n hermandad espiritual hispano-ameiicana es cl
n más huero lugar común que conozco y qué mala dita la curiosidad que hay aquí por conocer bien
n • aquellas naciones de lengua española en las que
n
n se nos conoce muchísimo mejor que nosotros á
n
n ellos, lo que, por lo demás, no es nada difícil.
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Pues bien, un español benemérito radicado en
ja
Aires, D. Juan Roldan, fundador de una
n Buenos
w librería *La Facultad» y editor generoso y van liente de obras maestras argentinas, ha hecho
n circular por la Argentina entre los autores una
n petición de que envíen sus obras al Ateneo. El,
n
por su parle, el Sr. Roldan se propone regalar
al Ateneo de Madrid una colección de obras de
n autores argentinos.
Empieza la circular de Sr. Roldan á los escrin tores
argentinos ciíando un párrafo de mi corresu pondencia
á La Nación, habla despees de mí de
lal modo que yo no he de citar aquí sus palabras, manifiesta su propósilo de regalar al Alen neo esa colección y luego añade:
n
«Más como las obras por mí editadas, que
u
n son las que me propongo enviar, aun siendo
n numerosas, no son lodas las producidas por la
n ¡niele tualidad argentina, y mi deseo sería que
V.
n en los eslanies de la Biblioteca de aquel imporn tantísimo centro cultural no fallase ni una sola
u de tales producciones, con el objeto de' que tou das
ellas fuesen conocidas como merecen,^.me
tí
n permito solicitar su adhesión que concrcio rou gándole el envío de algún ejemplar de las obias
u de que es usted autor, con su dedicatoria para
u
á la colección de las que me propongo
n unirlas
n reniiiir muv en breve, entre lasque figuran'las
n de los autores siguientes; Sarmiento, V. F. "López, I. V. González, Saldías, Ruiz Moreno, Lcguizamón, Sicardi y otros>.
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Nombres que á la inmensa mayoría de los españoles cultos, y aun á los niás de los que andan con.el estribillo ese de la hermandad hiapano-americana les sonarán á cosa más que rara.
¿Qué español, v. gr. se habrá tomado el trabajo
—que es un placer, lo digo yo que lo he tomado—de leer los diez volúnienes de la «Historia
de la República Argentina, su origen, su revolución y su desarrollo [lolílico hasta 1852» de don
Vicente F. López, obra llena de vida, de pasión,
de colorido y de profundas enseñanzas para nosotros los españoles? ¡Antes leerán una historia de Suceia ó del japón! y , sin embargo, es
difícil que pueda haber historia de pueblo alguno
más instructiva para los españoles que la de
una cualquiera de aquellas naciones que de la
nuesira brotaron. La de la Argentina, d^sde su
independencia hasta la caida del tirano Rosas
en Caseros y aun después, es d¿ lo más sugestivo que se le puede ofrecer á una inteligencia
española. Nos enseña sobre njesiro espíritu
tanto ó más que nuestra propia historia.
El benemérito D, luán Roldan se propone dolar á la biblioieca del Ateneo de Madrid con una
colección, lo más compleía posible, de autores
D. RAFAEL MARÍA DE LABRA
P r e s i d e n t e del Ateneo de Aladrlil
FOT. HlF.nMA
argentinos y celeljro haber sido la ocasión de
ello. Desde luego enviará las obras que él tnismo
edita. Ahora mismo acaba de emprender la empresa de una «Biblioteca argentina» dirigida por
don líieardo Rojas, uno de los más solidos á
la vez que brillantes ingenios argentinos, á quien
ya tuvieron ocasión de oir en el Ateneo de Madrid. De esa Biblioteca argentina he visio los
seis primeros volúmenes, con obras de Mariano
Moreno, el leorizador de la independencia palria,
de Esteban Echeverría, el romántico patriota, de
I. B. Alberdí, depura sangre vasca, áspero censor y fundador del verdadero derecho constitucional argentino, de Sarmiento, de N. Avellaneda, de Juan Cruz Várela. Y anuncian ya otros
seis volúmenes más. entre ellos el Martín ñ'e/•/•o, de José Hernández, esc portentoso poema
popular que debía ser popularísimo. entre jjqsotros y en donde parece que el espíritu -ibérico
vuelve á sus más heroicos tiempos. Nunca he
sabido explicarme desde que leí el Martin
Fierro
y escribí sobre él, hace más de veinte años,
cómo no se ha popularizado en España esc producto espiritual argentino que es tan genuina y
lan netamente español. Verdad es que tampoco
me he explicado cómo la historia de Juan Moreira
el famoso bandido, tal como la contó Ricardo
Gutiérrez, no corre entre nosotros y no nos es
Moreira tan conocido como José María ó Diego
Corrientes, pues que es tan nuestro como ellos
y merece ser lan conocido como ellos lo son.
cambiar homl res ó autores, es cambiar sus
obras. T e n i e r d j en cuenta, sobre todo, que la
mayoría de los maestros de culiui'a de algún valor han dejado en libros lo mejor de su pensamiento y que son raros, rarísimos, aquellos é
quici'.es conviene más oirlos que leerlos. Y ese
cambio de obras es mucho más fácil que el cambio, siquiera pasajero, de autores. Y no que se
pida d : aquí libros hispano-amcricanos para que
de allí \ñúan los nuestros, sino al revés, que les
enviemos los nuestros para que ellos nos envíen
los suyos.
Me parece tener entendido que en el Ministerio
de Instrucción pública y Bellas Artes se solía
adquirir ó se adquiere todavía tantos ó cuantos
ejemplares de tal ó cual obra recomendada,
ejemplares que luego se reparte por bibliotecas
de sociedades, instituciones ó gremios, y que
nadie lee. Y nadie los lee, porque esas obras que
se adquieren por influencias políticas-es decir,
las menos razonables, las menos racionales, las
menos culturales y las más beóiicas y absurdas
—ó para sacar de apuros á algún desdichado—
es decir, á modo de limosna—suelen ser el desecho de la producción literaria ó cicnlílica. ¿No
sería más puesto en razón y en alia conveniencia, que se escogiera bien .entre lo que se publica en i-Jspaña y lo enviase el Estadoá uti número de bibliotecas de las demás naciones de lengua española, y consegtjir que de estas naciones
e.iviasen á las principales de nuestras bibliotecas su producción respectiva?
Mientras estuve encargado del rectorado de la_^
Universidad de Salamanca, recibí muchas v^ces'
comunicaciones de Universidades americanas,
proponiendo el cambio entre sus publicaciones
y las nuestras, y siempre luve que contestar con
pena, que nuestras Universidades, como tales,
no publican más que un menguado discurso de
apertura cada año—y en la mayoría de los casos
valdría más que no lo publicasen—y lo que
cada profesor publica por su cuenta, es él quien
determina si le conviene camhiai'lo ó no. Y si es
libro de texto, única pr;)ducciün á que se atienen
los más de nuestros profesores, vale más que
no los cambien.
Nosotros, los autores, no podemos cambiar.
Si yo. tjor ejemplo, correspondiese con todos
los escritores americanos que ine han enviado
sus libros, necesitaría destinar una buena parte
de las ediciones de snis obras á tal cambio. Y
por razones económicas no puedo hacerlo. Tengo una excelente y muy copiosa colección de
obras americanas contemporáneas, dudo que
haya en España quien la tenga más comptela,
pero si el adquirirla me hubiese costado el repartir otros laníos ejemplares de cada utia de
mis obras, me haiiría resultado más cara de lo
que mis medios consienten. La lengo por regalo
y debido al interés que me ha merecido siempre
la producción literaria americana en lengua española, y á lo que he hecho por difundir su conocimiento.
Pero es que aquí n¡ se sabe de aquellas cosas
Es cosa clara que un h'Tibre que llega á cierni se quiere saber. Esta es la verdad: no se quieta notoriedad—y tal es mi caso—no puede estare saber. Nuestra curiosidad por lo de fuera no
blecer riguroso cambio de sus obras con las de
es muy grande, _pcro si ese fuera es la América
aquellos que le envían las suyas. Y además,
de lengua española ó Portugal, esa curiosidad
este cambio de libros entre los autores es unoes aún menor. ¡Cualquiera diría que no tienen
de los más tristes síntomas del estado de las lenada que enseñarnos ó nada con que deleitarnos!
tras entre nosotros. Diríase que no leemos más
Yo no sé si en otros órdenes—el político, el
económico, etc.—se hace algo por relacionarnos ' que los que escribimos y que nadie lee sino
aquello que le regalan.
más y mejor con las demás naciones de lengua
española y con las de lengua p-irluguesa, pero
Más eso que no pueden hacer los autores misen el intelectual ó cultural se hace poco, muy
mos, pueden y acaso deben hacerlo los Esiados
poco. Nuestros escrilorcs que hablan de aquello
en que esos autores irabajan. Es como cuando
no ven allí más que un tnereado; un mercado
de tal ó cual sociedad ó instituto ó casino ó /upara ellos, por supuesio. Y no se les ocurre, ni
veníud—\as juventudes esas son atroces en esta
remotamente, que España pueda ser un mercado
pedigüeñcría —se dirigen a un escritor pidiéndode libros americanos. ¡Como que es mucho niás
le que les regale sus obras, sin comprender que
fácil en Madrid obtener un libro sueco ó ruso
es preferible pedirle dinero y comprar con él esas
que no argentino, chileno, colombiano, mejicaobras, a no pedirle las obras mismas. I^orque
no, etc., etc.! A un anñgo nn'o, que por mi recoes menester estimular á los libreros y que vean
mendación y consejo, pidió una obra Ideas y
que tai ó cual obra se busca y se compra, aunobservaciones, del tan sugestivo y sagaz pedaque sea con el dinero del autor mismo. Pero es
gogo uruguayo Carlos Vaz Ferreira—y es una
que hay gentes que se han acostumbrado á conobra que debían leer nuestros pedagogos—le fué
sider.:r que un libro ni vale ni cuesta.
imposible obtenerla. lYeí se ve! ¡publicada en
Y volviendo á mi principal propósilo al escriMontevideo!
bir estas líneas, las concluiré diciendo _quc dudo
mucho de lograr que interese en España la iiroHe oído hablar alguna vez de un cierto produceión literaria americana. Y ea que aquí no
yecto de cambio temporal de profesores entre
hay público, sino publiquillos.
España y las demás naciones de lengua española, y no sé que lal resultado daría ello, pero á
cualquiera se le ocurre que mucho más fácil que
MiGui-i. DE U N A M U N O
SnianríníanjannJannnnnjanjannniajannjaiaia nnianiannnrEj! janunjannjaíanjajaiaiaJarinjatijajaKtijananianxi
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A es el día. Susoiio: mi Susanq...
Es el día. allá en lo alio del' cieio, d o n d :
brilla el sol, y acá cu lo profundo de lus
ojos, donde ríe tu alma...
Hízose la Iu7. en el espacio infinito, por ley
del Universo y voluiilad d ; Dios... Aquí, en este
m'.iiidü c|ue es «iiueslro mundo»,—tan pequeño
que su órbita es el cc'co de lus brazos y tan leve
que para sustentarle basta un rizo del oro de tus
cabelIos--aquí se hizo la luz cuando los velos
de tus párpados, se'samos ccirados un ¡risianie
airas por el brujo sueño, se alzaron y se abrieron ahora, dóciles á la evocación de un conjuro
murmurado en silencio, mientras lú dormías,
por la voz callada, por la voz doliente de mi corazón...
Ya es el día, Susana... Ya es el día... ¡Cuan
dulce, amorosa y placentera fué la noche!...
• DO
París, «la grande fournaise», es v e ' n i g o y e s .
liebre... París, es hervidero de una qucbránlo y
es tromba de un huracán... París nos arrastra
en la cotidinna ¡ornada, y somns, al correr de
sus horas, como vilanos en el viento, como tablas de naufragio sobre el mar...
Pero, al cabo, la noche nos es remanso de
quietud, puerto de calma... I.a noche es la inefable vecturo de tu abrazo, Susana: y en noche
de Mayo tórnase la más dura noche del más
duro invierno, si la florecen y aroman estas rosas purpúreas de tus senos: y sobre el ascua
viva de la noche de eslío, pasa en clemencia
una brisa moza, si se bebe, en la fuente de lus
labios, este cristal sonoro de tus besos...
Ya es el día. Su3a.:a: ini Susana... Ya es el
día... ¡Cuan bella y cuan breve fué la noche:
«nueslra noche»...!
•••
Es el día, y es hora de partir. Susana... La
blanda caricia de tus manos, tendidas en amo-
SUZANNE
roso afán sobre mi frc:le, puede ocultar el esplendor de csla mañana que á despecho de cortinas, y á nuestro despecho, se entra á raudales
por el veiilanal... Más un espírulu liurlón—diabólico pigmeo—ríe de tu ingenuo ardid, mostrando la hora tardía con sus menudos índices,
agLiias de esa nimia esfera e:gas!ada, cual gema
preciosa, en el plalino de tu brazal... Y á fe mía
que es donosa ocurrencia, mi' amada, esta de
conservar sobre tu cuerpo desnudo—desnudo
en inmarccsiblepureza de armonía—este sólo y
raro velo de una ¡oya que mide nuestros instantes, y que aun siendo rico f d }rno, más que lal
paréceiiie argolla de forzados con la que nos
sujeta y aparta ahora, inexorable, el Tiempo...
Tu voz. divina sinfonía de mis amores: la que
es máxima esperanza, si en promesa ilusiona:
la que es máximo dolor, si en desvío desengaña: la que es tiránica blandura, si en deseo suplica: la que, en ffn, es supremo bien, sí muere
en un desmayo, bajo un beso: tu voz, divina sinfonía de mis amores, susurra y me ordena:
—Aguarda un minuto... Sólo un minulo...
Aguarda, más tarde irás...
—¿Un minuto, Susana...?
—Un minuto, mi amado..; ¡Sólo un minulo,
que no es nada,..!
•••
Susana, mi Susana, pueslo que así lo quieres,
demos á nucsiro amor esl2 minuto •ique no ha
de ser nada», y que pese á nuestra voluntad pudiera serlo todo...
Fin un minuto se nace y en un minulo se muere... Se aprende á odiar en un minulo, y un minuto basta para encender amor... Y ¡ay de aquel
ó quien la vida no concede un minuto que por
sí solo es cifi-ti y suma, y razón, al fin encontrada, de toda una exisicncia tejida en perpetua
sinrazón...!
c>c><>c>o-0'<*><>o>o>c>o><c>o*o>«:>o-<><>o><c>c>oc><^^
I
6 6
Ese «minuto-clave», yo le halle un dí;i en que
tú me brindaste, vibrando e.i un mismo y prodigioso acorde, una lágrima y una sonrisa: con
la lágrima, había muerto en lí una niña: con la
sonrisa, había nacido en tí una mujer... Y mis
labios, -iacrílegos y triunfales, ungiéronse <_üii
la amar^;j dulzura de tu placer y con la dulce
amargura de fu dolor: y en aquel minulo, hecho
de eiernidades, yo escucha, de la EsÜnge, el
verbo sobrehumano del Enigma...
/i
Va se ha roto el encanto, mi amada... Ya estoy lejos, muy tejos de ti, puesto que toda la anchura de«nuestra alcoba nos separa...
•Te coniempl~\ y me sonríes, en la clara transparencia de este espejo: de este espejo que irónico me muestra, en dos planos que la reflexión
distancia, tu lozana juveniud que empieza y mi
agostada juventud que acaba... ¡Un minuto, Susana...! ¡Cuantas veces, en un minuto, se trocaron la suerte de un hombre y el alma de una
mujer,..!
fííes de mis pavores, y en un salto llegas ¡unto a mí... Unidos ya nuestros rostros, ante el
maligno espejo, me dices, enamorada:
—Yo parezco más vieja que mis años: tú pareces más joven que los tuyos: y nuestras almas
tienen la misma edad, puesto que al mismo tiempo nacieron al amor...
Cual brisa primaveral, que aventara el último
rescoldo de un fuego de invierno, tu voz—divina
voz —arrastra hacia el olvido las cenizas de mis
amores muertos: y melancóüeamente las veo
perderse, esas cenizas al amparo de las cuales
prendió, y se hizo durable llama, la centella d-;
nuestra p a s i j n . . .
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AMOMO G. D E LINARES
Pürís, Abril de 19!6.
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nUUMO UK TUÜAS
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LA ESFERA
STO de «senorilo bien»- «genle
bien», ha venido, á lo que porece. de la República Argentina, y
en poco liempo se ha hecliu popular
enire nosolros.
Lo de «bien», por supuesto, es una
ironía allí y aquí, ya que suele aplicarse á ¡óvenes tan eleganlcs como
ociosos que, econúmicameíile, son
parásiios, pueslo que consumen y no
producen; moralmcnlc, un ejemplo
pernicioso del triunfo de los holgazanes sobre los Irabaiadores y socialmenie un sallo atrás hacia el feudalismo y las casias, porque todos
los días, con s u s imperlitiencias,
sus escándalos y sus abusos públicos, eslán fallando á la ley, sin que
la ley se alreva á meterlos en cintura.
El verdadero promotor de la nacionalidad argentina, Sarmicnlo, escribe en su famoso estudio «Facundo» (civilización y barbarie en la
Argentina): —«Alzad un poco el frac
de un argentino y hallaréis el gau, cho.» Algo por el estilo ha dicho
' nuestro Cosía con la frase de que
«todo cacique español lleva un inquisidor dentro». Relacionad ambas
observaciones y surgirá, como el
homúnculo de Fausto, el «señorilo
bien», impertinente, retador, donjuanesco, presuntuoso, elegante y desconsiderado.
Claro está que si vamos á la elegancia, la de los «señoritos bien»
suele ser indiscreta, alborotadora,
exhibicionista. Es una lucha diaria
entre el sastre y la buena educación.
El sastre es correctísimo, impecable, estéiico. El «señorilo bien» tiene modales achulados ó amanerados. ¡Que triste difcrencJa entre su
elegancia escandalosa, afectada y
descompuesta y la elegancia natural, tranquila y correcta de los verdaderos elegantes!
Cuenta el a g u d o Pablo Emilio
Forgues en sus «Originales c ingeniosos espíritus de la liiglal:rra contemporánea», al comentar las «Memorias» de jorge Brummel, que el
«rey de los apuestos» era de un
egoísmo desalentado y de una vanidad pueril.
—Creemos—añade—que hoy sería imposible la resurrección de uno
de estos «reyes». El liempo de los
«Bucks» y de los «Bonitos» no volverá jamás; el título de «dandy» o de
«coquetón» es ridículo en nuestros
días.
La joven Inglaterra, atrincherada,
por decirlo así en una austera elegancia, desprecia todo lo que signilique rebuscamiento e;i el vesiir; se
reiría viend.) un nuevo Brummel como s e reiría con la aparición de
E
aquellas corbatas que tanla fama dieron al «último bonito».
El «señorilo bien> por fuera aspira á renovar las glorias de Brummel
y por dentro las del gaucho Francisco Quiroga ó las del inquisidor
Fray Gabriel Lapuente. Su concepto
del mundo externo es un pueril concepto de sastrería y joyería. Su concepto del mundo interno es un egoísmo prehistórico más que salvaje. Todas tas dignidades humanas—generosidad, amor á los debües, respeto, cortesía, sensibilidad social y
estética—las repudia como debilidades y humillaciones. Y asi como rehuye que su «chaquet» impecable se
roce con la blusa del albañil y con
la americana del empleado, procura
que su e g o í s m o anccslral no se
manche de generosidad ni menos de
misericordia.
Para ellos la mujer es un dilen-,a
sencillísimo; ó heredera rica, en cuyo
caso se contraían ellos, ó mujer galanlé, en cuyo caso la contratan para
ellos. No tienen, pues, problemas de
amor, sino de financias; ó se venden,
por recibirlas, ó las trasmiten, al
comprarlas.
En cuanto á los problemas del pensamiento, sienten, más que desdén,
repugnancia por la cultura, que estiman ocupación vil. Van al teatro ó
á la conferencia, como van siempre
á todas partes; preocupados de despreocupación. Y, fuera del cuplé ó
del chiste fácil, que son su elemento,
todo lo demás les aburre y hasta les
indigna. Arte, ciencia, literatura, problemas sociales, decadencia de su
nación, hambre del pueblo donde viven, les son tan indiferentes como
un ave que se rcmo::ta ó una hoja
que se cae.
Viven para sí. únicamente para sí.
en una presunción de soberanía tan
grotesca que recuerda la de Robinson dictando leyes para solo el negro
Domingo, como ellos para el camarero del caía ó para el «botones» del
Círculo,
Y no son de hoy. sino de todos
los tiempos; hermanos de los quírites á quienes Aulo Gelio llama
«sanguijuelas» y corifeos de los elegantes contemporáneos de La Gruyere, que los juzga así: «Un hombre
aparatoso y ridículo lleva sombrero
alto, casaca de alones, zapatos de
agujetas y botines; sueña la víspera
por dónde y cómo podrá llamar la
atención al día siguiente. Lln filósofo
se deja vestir por el sastre; tiene tanto horror de huir la moda como de
entregarse completamente á ella»...
CiiisTÓüAL DE CASTRO
DIBUJOS DE lUMÍlUií:
LA ESFERA
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CASTELLANAS
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Bien sentadas al amparo
del zaguán de una alquería,
hay una muier muy vieja
y una moza muy garrida.
La moza cose un corpino.
La vieja pausada hila.
Ambas á dos son criadas
del amo de la alquería.
Caen las sombras sobre el llano...
Las dos mujeres suspiran...
La moza de mal de amores
y la vieja porque mira
el gran dnior de la moza...
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Suenan las elaras esquilas
en la paz de los senderos ,
llenos de melanci:lía...
Más cerca, los arcaduces
de una noria que hay vecina,
y en las pardas lontananzas
si:ciian coplas campesinai...
1
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La moza adora en el hijo
del amo de la alquería.
y el tal mozo sólo quiere
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por barragana á la niña.
Piensa, como á tantas otras,
muy luego de seducirla
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abandonarla...
y la moza
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porque lo sabe suspira...
Al cabo di un buen espacio,
dice así la vi^jecica:
—Siempre estás triste, moza, siempre sin alegría.
Di cuál causa te trujo a tal melancolía.
Si no te me enojaras, yo bien te la diría,
que la experiencia es madre de la saliiduría.
Por esc hombre m.aldito, tu mocedad lozana
como flor invcrni/.a se amustia y se desgrana;
el sentido te roba, la voluntad te gana,
y en él piensas de noclie, de larde y de mañana,
¡Mal sendero lomaste, bien malo por mi vida!
Sobre tus pasos vuelve y apréstale á la huida.
que eres dócil y hermosa, y eres moza garrida
y gran dolor me diera si le viese perdida.
No emplees en quererle tus abrileños años.
Barrunta que lai hombre sólo burlas y amaños
para las mozas guarda, que son recios los daños
con que ha ultrajado a muchas, no busques desengaños
Torna por el sendero, loma el camino á easa,
arráncate del pecho esa encendida lirasa,
mírale en la desdicha que el sentido traspasa
de la Celia y la Carmen, y la Odulia y la Blasa...
A lodas afrentadas dejó ese Juan Manuel,
fue lobo y no palomo, para ninguna fiel,
ahora ronda ladino de tu panal la miel.
ove los mis consejos, ¡no esperes nunca en él!
Cuenta que ha de olvidarte luego de conseguida,
que aún eres lú muy moza y es muy luenga la vida;
mal sendero escogisies, apréstale á la huida.
¡piensa que de otras arles has de verle perdida!.,.—
La moza, sumisa y triste,
nada responde á la anciana,
pero piensa que es baldío
empeño c! desapartarla
de aquel dulce pensamiento,
de aquella dulce esperanza...
Coiifiésase que del amo
se siente como embrujada,
¡le quiere más que a la lumbre
de los ojos de su cara!
Por eso de día en día
su color está más pálida
y es más grande su tristeza
y es más terca su desgana...
Por eso de día en día
más se siente arder en ansias
y más y más se le ahondan
las ojeras azuladas...
Por eso apenas sonríe,
ni eomo solía canta.
ni en la cocina espaciosa
de ancho hogar y ancha campana
retoza con los Fornidos
gañanes de la la!)raiiza...
£n suspirar á escondidas
todo el día se le pasa
y en el lecho se revuelve
de la noche á la mañana;
despierta, porque no puede
eehar e! su amor del alma,
y dormida porque apenas
si sosiega y si descansa
soñando con sus amores,
que es sueño que no la falta
apenas cierra los ojos,
según está enamorada...
No es la riqueza del amo
lo que así la sobresalta.
¡y ojalá fuera el más pobre
de toda aquella comarca!
Es el arte con que sabe
cortejar á las zagalas.
es su mucha gallardía,
es su presencia bizarra,
es el fuego de sus ojos
y es la miel de sus palabras.,.'
¡Ay, quién fuera la dichosa
que con él fuese casada!
¡Quie'n pudiera, por ventura,
de tal amo ser el ama,
y perfumase sus ropas
del domingo con manzanas!
¡y mirase por su hacienda
y ordenase la su casa!...
Ella no. que es poca cosa
para persona tan alta...
y porque así lo comprende
y es su desdicha tan clara,
suspira tan Irislccicti
de la noche á la mañana...
¡Porque te quiere con lodas
las verdades de su alma!
¡Le quiere más que á la lumbre
de los ojos de su cara!
La vieja advierte que torna
á suspirar la zagala,
y olra vez. pausadamente, .
deja escuchar su palabra:
— Escapa de esa idea que habrá de ser tu mal.
mocedad de zagalas, es un claro cristal,
luego que es enturbiado no vale en el ferial,
¡no le entregues la rosa mejor de Iii rosal!...
Juan Manuel ha dineros y ha gustos de señor,
y el refrán ya lo dice que en achaques de a n u r
el dinero es del mundo muy gran revolvedor,
presta con alegrías y cobra con djlor...
La vieja suspira y calla.
La moza sigue cosiendo.
ya no se escuchan esquilas
ni jigcoa zagalescos
ni arcaduces.., ¡Sólo suenan
los suspiros en el viento!
Las lintas crepusculares
tiemblan en el gran silencio
roto, á las veces, por una
grave tonada á lo lejos...
La noche, pausadamente,
se acuesta en el llano inmenso
y ya la luna se espeja
en el cristal claro y quieto
del río... tiemblan Ips álamos
frondosos y ribereños...
La moza mira al celeste
y la extasía un lucero
como su sueño lejano
y hermoso como su sueño...
Da suelta al llanto escondido
hasta entonces bien adentro
de su corazón... y tiembla
tal que si tuviese miedo...
Calla la vieja... Ella sabe
que si amor entra en el pecho
se lleva más de esperanzas
que de experiencia y consejo.
Suena en la calma nocturna
el blando y triste lamento
de la moza... Cristalinas
van sus lágrimas saliendo
como dos hilos de perlas
desgranándose en silencio...
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Se oyen los cascos de un potro
que viene pnr el sendero.
Es Juan Manuel...
La zagala
se lleva la mano al pecho
porque el corazón le brinca
como un pájaro en el cepo.-,
¡Quién sabe si entrelazados
les mirará desde el cielo
acaso esta misma noche
aquel lejano lucero!...
,y qué pena que á esta moza
le haya de pasar el pecho,
—rosal rústico y fragante,
florecido y tempranero-,
el dolor del desengaño
como un ventarrón de invierno
que destroce las primeras
rosas de sus pensamienios,
las que apunlaron lozanas,
alma y corazón adentro.
en noches de áureas quimeras
y de enamorados sueños!...
ALiít:RTO VALERO MARTÍN
óa.'aiiiinjca.
mllUJO Dlí CliHKZO
VALLEJO
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LA
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JOSK LOYGORRI
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"Salamanca", agua fuerte original de José Loygorri
s un mozo ¿illo. clel^iido. pálido, con laé negras
pupilas escüiididos y fulgurantes cnirc el oscuro
livor de ias ojeras. Aún rcbalici más la palidez del
rostro por el pelo negro y iirillanic. Tiene unas pulidas
y cuidadas manos de dedos ¡argos, punliagudos. Todo
en él da la sensación de un descendiente de r^zcis depuradas. I5s un reprcsenlanle de sutiles y elegantes
d:eadencias de oiro riempo. Aun antes de ver su obra.
hasta hablar con este mozo de los ademanes [aligados,
del espíritu divinamciiie envenenado de la civilización,
de Id voz aguda, un DOCO desagradable al principio;
pero que, conforma se amolda á nuestro oído, se comprende que sonaría bien en un escenario declamando
versos.,,
Hijo de su siglo y hermano de su arle, lan refinado,
tan impregnado de cerebral sensualisiro, José Loygorri añora otros siglos. La Italia pomposa y perversa
con sus íieslas resucitadoras del paganismo, con sus
cortesanas sabias en libros y en voluptuosidad, con
sus expediciones á lejanas tierras... Siente la nosialgia de joyeles, y encajes y terciopelos á los que han
sustituidos \os. jüqueltes y los relojes de pulsera.
y, sin embargo, no lodo es decadencia y languidez
en este mozo que las gentiles damitas cercan sonrientes y parlanchínas cuando él las enseña sus acuarelas
de mujeres artificiales. En Loygorri, hay hondo, recio,
inquebrantable, el amor á Castilla. Por sus lieiTas de
Valladolid irá en las tardes soleadas del invierno á lo
largo de los caminos, como un hidalgo que distrae sus
ocios, y tambiin cuando los otoños espléndidos,
armado de su escopeta yauki y de sus galgos flacos,
saldrá de caza.
Todo esto se refieja, naluralmenle. en su obra que
se compone de muy distintos, y bien claramente definidos, aspectos.
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JOSÍ-: LOVGCRR!
José Loygorri nació en Valladolid. Sus padres eran
ricos y ésto permitió al futuro pinlor y al hermano realizar cumplidamente sus ensueños. El hermano estaba
enamorado de las rulas del cielo, como José había de
amar las líneas y los colores de los seres y de las cosas terrenas. Pudo aquél lanzarse á los aires, sobre
su aeroplano {el clavjleño de los [iiodernos soñadores); pudo también el pinlor correr mundo y saciar la
sed contemplativa de las bellezas conlemporáneas y
de las otras |;¡-etcrilas que permanecen perdurables y
sonrienics en los salones de las Pinacotecas.
Preguntado por sus maestros, Loygorri sonríe. No
ha tenido ninguno. No le hizo falla para mei'Clar los
colores, para trasladar al lienzo ó al papel loque veía.
Así su pinlura luvo y conserva aún esa simpática gracia ingenua y espontánea en la que hasia los defecios
se disculpan.
Primero pinto los lipes cenceños de Castilla con
sus carnes pardas, sus trajes pardos y sus pardos
paisajes. De cuando en cuando detonaba un refajo
amarillo, verde ó rojo; alguna vez el ciclo se sonreía
con finas opalescencias, ó sobre el rostro terroso de
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"Gitona"
una mocita los ojos inesperaclameiile azulea tenían una morleciiia stiíi\'ulíid cic záfiros. Dcsijues
el joven pintor inarchú á París y el alma de Pa
rís le envolvió como el amor vicioso de una co•cota. ¡Quedaba muy lejos el arle austero, las
visiones serenas de los campos españoles y la
reciedumbre áspera de los españoles,tipos!
Primero las acuarelas galantes de parisinas
siluetas de mujer con los rostros a:tÍficialiTisnle-
y-
CuadroS'at ó.'eo ds Lctygorrí
embellecidos, con la5 modas de hoy que recuerdan orientales voluptuosidades ú romániicas estampas de otro liempo, con los hombros y los
deseos desnudos...
Lue^'O los lienzos de tipos castellanos. Otra
vez. En un retorno que. aderriás de los aspectos eternos, vuelve á encontrar los íntimos y
psicológicos de la raza. Y ahora másafirmali'
vos esios lienzos que aquellos oíros del mis-
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"Tipos castellanos", cuadros de JoRé L o y ^ o r r i
. "La madre"
mo ambiente, anteriores á su viaje de París,
y y por último las a^uas fuertes, que lal vez
sea lo más fundamental de su arle, alU donde
encontramos fundidas el viril sentido de la belleza que le inculcó la tierra donde ha na'^ido y
esa otra delicadeza decadente de sus años en
París y de su amor á las mujercitas fráíTiles...
SILVIO LAGO
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EL DOLOROSO PLACER
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AN perezoso era nuesiro camarada Pepe Soiart, que una vez llamó profesor de energm á uno de nosotros porque no pudicndo soportar la cachaza del camarero de! restauraiU, se levantó de la mesa y fué á la de servicio á coger por su mano un
salero. Todas las tardes formábamos tertulia eii un saloncito del
Casino. Pepe llegaba medio dormido aun y tornaba á amodori-arse en un diván. Nada le inquietaba, y era de aquellos que si alguien
les proporciona ocasión de mejorar de foriuna, buscan enseguida
el medio de que fracase la amistosa solicitud, asustados de las
nuevas oblig-aciones. Solo quería que le dejaran tranquilo en su far
nien/e. Completábase la innata disposición para la vagancia, con
un sutilísimo tak-nlo crítico, y con su Ironía sarcáslica en fuerza
de escéptica, por donde llegaba á la conclusi.jn d¿ que no valía la
pena intentar el triunfo en obra alguna.
—¿Por que' no escribes un libro?—le insinuábamos sus familiares.
—Ya está escrito el ^w/yo/'c—respondió Pepe Sojart, y se recosió
en la blandura del peluclie, como un dios en las nubes de una apoteosis.
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Por eso nos extrañó hasta maravillarnos, verle la tarde aquella iodo alterado y que pidiese un stilógrafo y llenara un pliego de
cortas con las mismas cólera y saña del famoso moro Tarfe. Luego entregó el que suponíamos cartel de dcsarío, al más autorizado de los contertulios. Mientras éste leía, Pepe Sojart se frotaba
las manos y asomó á sus ojos una llamarada cruel. Semejaba un
verdugo satisfecho de su misión. Y
-P;t',COacaeció que el lector, sin previa consulta, rompiese el papel en mil pedazos. Quedó paralizado Sojart, pero sus pupilas cambiaron la crueldad por
una ilusionada luceclca... Nos susurramos de unos á otros;
—Cuestión de faldas.
En efecto; forzosamente sonó la hora de las conlidcncias y logramos enterarnos de que Pepe amaba con ía ternura escondida bajo sus sarcarmos, á
una muchticbuela que el apasionado describió con palabras que eran ecos de
la dantesca Vita Niioi'a. Elena, así se llamaba la otra Beaírice, unía á una
equívoca belleza de favorito de un emperador romano, los sentimentalismos
Uno de los jueces intervino,
de la inquietud y las alegrías de la ingenuidad, ¡Ob, el delicioso animalilo de
sin compasión:
color de rosa que tenía por alma una estrella! Correspondió Elena á Pepe
—Tú le resistes á ac:plar la
y el idilio llevaba ya dos años de existencia, bien que en el mayor de los severdad, pensemos que no por
cretos. Aíiora se encontraba Elena en una provincia, con los suyos, y pacobardía, sino por pereza, tu
rece ser que el epistolario comenzado con alaridos de viudez prematura, iba
pereza... ¿Es el de ahora el
languideciendo poco á poco, y,después no lodos los correos traían el deseaprimen disgusto? No, segurado sobre y los enloquecedores apelativos
mente... ¿Por que hasta hoy
se substituyeron con las acostumbradas
no te sublevó una palabra fría
formulas casi inexpresivas. Pepe Sojart,
de Elena? En lo íntimo, una
por primera vez desesperado en su vida,
vocecitlá te susurró que tu idisintió dolor en sus entrañas, y no habilio se muere...
tuado á las quejas, extremo las clamorosas voces en la acusación. La carta que
A l oír en boca de un amigo
rompió uno de nosotros, no contenía s i sus pensamientos más oculno insultos mezclados á bajas demandas
tos, Pepe Sojart se ruborizó,
de una limosna de amor. La peor de las
y ya nos consideramos todos
lácticas. Nuestro corro se transformó en
con derecho a pi'oponerle una
Cónclave de sesudos varones y se dissolución.
puso á deliberar. Oigamos al acusado:
—Mala cosa que principie á
bostezar Elena... No tengo fe nmguna en las curas de amor y la
—Conlieso que amo con toda mi alma
más avisada terapéutica solo consigue prolongar una agonía
á Elena... No creo que Elena ya no me
terrible, con engaños, desdenes, el odio... Yo voto por que se
quiera como antes... En el fondo, esio
extienda el puente de plata al enemigo...
no es más que una cuestión de puntillo,
—Su intenciones clara... Te busca las vueltas, para que tü le
de vanidad... A ver quien cede...
exaltes, llegues á la grosería y la violencia y se imponga la
ruptura...
—Y ella elige el papel de víctima.
—Por eso yo, desde luego renunciando á las medias suelas,
buscaría el medio de vengarme... del siguiente modo... Contestaría á sus cartas, en broma, cariñosamente, y sin darm^
por enterado de sus propósitos... Claro que al Tuial, ella se
saldrá con la suya... ¿Y no vale nada escamotearle su comedia tan bien preparada, y los berrenchines que van á producirle
lu cachaza, tu sangre gorda?
—Sois injustos... Elena no tiene culpa de haber perdido su
amor por Sojart. No hay más que rendirse ante la fatalidad y
agradecer á los dioses las pasadas voluptuosidades...
—Y aún te resta, pobre Pepe, un último remedio... Que estés
convencido de cuanto han dicho éstos, y que sin embargo, no
quieras separarte de Elena, y entonces hallarás un enorme y
doloroso placer en tu cobardía, en sentirle esclavo y hasta degradado por no poder vivir sin los besos de Elena.
Así oconsejábamos nosotros al infeliz, que á cada parrafada
nuestra empalidecía de más en más. Por último, á despecho suyo, se le escapó la protesta:
—¿Cómo voy á dominar si soy el dominadj?... Dichosos vosotros que podéis alardear de
independencia...
Callamos de repente, impuesto el mutismo por la instantánea aparición en el recuerdo del caso
nuestro, del problema propio. Ya nadie se atrevía á continuar predicando en sprit fort. Se notaba
ía presencia en el a i r e d : cinco adorables testas femeninas, sonriendo con un gracioso mohín de
nuestra perplejidad. Eran como un racimo de esos globos de gas para los chicos, y diríase que
temíamos romper el hilo y que las lindas cabecitas, los globos se marchasen hacia las nubes... En
medio de la silenciosa quietud se oyó la stilográlíca de Sojart, el cual se decidió valientemente, heroicamente, por declararse cobarde...
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FnDESico GARCÍA SANCHIZ
EIIIUJOS Dii MONTKSKULV
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LA ESFERA
ARTE
CONTEMPORÁNEO
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TIPOS MURCIANOS: "LA MADRE", dibujo de L Medina Vera
> II
I
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LA ESFERA
Una revista en una aldea del frente francés, destruida por la Artillería alemana
E O O S I>B
LA ALDEA
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s ¡unto á Verdun, dentro de su poletiie campo atrincherado. ¿MaIancourt?¿Hadicourt?
¿Vaux? ¿Quién sabe? Es un pueblo en ruinas, un pueblo sin vida, una víctima más de la
implacable fiereza de los combatientes.
Nada hacía esperar ei brusco ataque. La actividad de la pelea estaba allí lejos, muy lejos, sobre las cumbres nevadas de las montañas balcánicas, donde dos pueblos habían perdido eij sangrienta porfía su independencia secular.
En Occidente la lucha era melódica, parsimoniosa, lenta, siempre igual: duelos de aríillerfa,
guerra de minas socavando el suelo, haciendo
explotar los hornillos de carga y peleando después en lucha porfiada por posesionarse del
embudo que en el terreno abriera la explosión;
guerra de topos bajo la tierra, en galerías que
buscaban en zig-zás las del enemigo; guerra de
ametralladoras, de bombas de mano, de granadas arrojadizas, de torpedos aéreos... Y de repente el 21 de febrero los germanos se salieron de
sus trincheras en la región de Verdun y en formidable ataque inexperado, hicieron retroceder
á los franceses ganándoles buena porción de terreno. Avisados los franceses de la tentativa
germana acumularon en aquel sector lo más florido de sus reservas y palmo á palmo defienden,
desde entonces, pueblos, posiciones y fuertes,
contra la-agresividad teutona.
Verdun es importante, estratégica y geográficamente. Estratégicamente, porque el frente francés constituye un saliente que podía utilizarse
como punto de partida de una ofensiva contra la
vecina región de Metz, ofensiva que hubiera bastado por sí para hacer retroceder la línea germa-
I^JS.
C^TJER^ÜA.
EN
na en Francia, y geográficamente porque entre
Dun y Conmercy. es la población más importante de la línea del Mosa.
Entre el Woevre, comarca rica pero de suelo
arcilloso que dificulta las comunicaciones en la
época de lluvias, y el Mosa, hay una serie de
alturas escarpadas que tienen fácil declive en la
ruta de Alemania, razón por la que á ésta interesa poseerlas y sólo puede lograrlas poseyendo
Verdun.
A ello tiende por ahora sus esfuerzos como
luego, si realizase su tenaz objetivo, tendería á
tomar de revés el curso del Mosa, aguas arriba
de la plaza, aislando la de Toul y alcanzando el
valle del Ornain y por tanto de nuevo el del
Mame, del que aquél es tributario.
La lucha prosigue tenaz y sangrienta con lentitud perenne, sin que sea dable anunciar éxitos
ni fracasos, porque pora unos y para otros,
queda todavía aquí y fuera de aquí, mucho camino por andar.
En la orilla izquierda es mayor el interés estratégico, ya que allí están las comunicaciones
que alimentan Verdun. y que, caso de caer en
poder del enemigo, encerrarían, como en una
ratonera, á los cientos de miles de defensores.
Un nuevo Sedán que no es de presumir de la
pericia del alto mando francés, que hallaría á
toda costa medio de evitar este tremendo desastre.
En la orilla derecha el objetivo inmediato es
la posesión de Verdun, en sí más de carácter
moral que de importancia material, ya que ésta
para los asaltantes estriba en la posesión de
todos los puentes del Mosa.
issa^ffisms^s^smsms^s^mam^ffi^^
FOT. UUGELMAKN
QUINAS
En esta orilla derecha es donde el continuado
bombardeo ha hecho sufrir más á los pueblos,
como ha hecho sufrir á Verdun, tomado desde
el principio bajo el certero fuego de las baterías
germanas de grueso calibre.
Los habitantes de las aldeas han tenido que
abandonarlas, en éxodo lastimoso, dejando en
aquellos montones de ruinas humeantes. Iodo
un caudal de recuerdos y esperanzas.
Bélgica primero, Reims, Soisons, Dunquerque
y multitud de puebios_ del Norte francés, antes,
como hoy los ribereños del Mosa, sienten tronar el cañón, y ven derruidos sus muros, abatidas sus casas, incendiadas sus iglesias, y donde
antes hubo una pina de edilicios modestos, hay
ahora un informe montóti de escombros, ruinas,
desolación, soledad, muerte, que esa es la
guerra.
Ellos, los invasores, tuvieron la calculada
previsión de librar de esta afrenta y esta angustia á sus pueblos y supieron llevar la mortífera
pelea más allá de sus fronteras, lejos del Rhin,
lejos de los territorios de los Estados de la Confederación.
Y hasta que la paz no brille con sus luminarias de júbilo, ia aldea perdida no elevará de
nuevo sus derruidos edificios para vivir tranquila una dulce vida de sosiego, recordando que un
día el continuo disparar de unos cañones emplazados á dos leguas del pueblo no dejaron, en
unas horas, piedra sobre piedra.
llmperccederos recuerdos de dolorl
CAPITÁN FONTIBDE
LA E S F E R A
ALUD, lecloras! La primavera rie y los árboles vislen la galanía d e s ú s verdores. Los almendros
florecen; las lilas abren sus capullos al calor de los rayos solares; las acacias rinden á la caricia luminosa la delicadeza de sus perfumes; las alondras cantan lindas trovas de amor y
los ruiseñores senlidas canciones de melancolía. Todo renace, todo triunfa. En las venas tiene la
sangre ímpetus jóvenes, grato calor de una vida nueva, y la luz brillante, y la brisa juguetona y
alesfre, y el rumor del agua que parece murmurio de íntimas confidencias, palpitaciones de los pechos identificados en el común anhelo del cariño, y
el pájaro que salla y la boca que dibuja una sonrisa
triunfal, componen la mágica sinfonía que canta al
placer de vivir.
Esta renovación de valores ha alcanzado á la
moda tambie'n de una manera que nosotras debemos
lamentar. Porque no son renovaciones, sino innovaciones, lo que en maleria de modas debe exigir el
gusto más elemental.
Fué, es y será la sencillez madre de 1J distinción
y garantía de la elegancia. A conquistarla llegamos
después de sufrir no pocas transformaciones en nuestra indumentaria, que á veces eran aciertos discutibles y á veces errores imperdonables. Recordad si no
los trajes de cogidos, los horrorosos polisones y los
volantes, que quitaban toda idea de forma ó la exageraban en proporciones caricaturescas.
S
Pues á los grandes volantones, á los bullonados
y á los absurdos arabescos de sutáches, abultados
y deformes, volveremos, si Dios no lo remedia.
Con estas intenciones se inicia el adorno en los
trajes primaverales, que más que ninguno debieran
ser sutiles, vaporosos y libres de toda clase de sobrepuestos, que quitan gracia y espiritualidad á la figura.
y malo es que empiece á manifestarse una tendencia, porque es seguro que llega á su total desarrollo,
á menos que una franca hostilidad advierta á los ideadores del nuevo modelo que no estamos dispuestas
á sancionarlo. Pero esto ocurre pocas veces, raras
veces, me atrevería á deciros que nunca, por nuestra
iniciativa.
La curiosidad es como un pajarillo alocado que viviera dentro de nuestra alma y su inquietud nerviosa
se refleja en nuestro deseo, siempre creciente por lo
nuevo y amigo de lo extraordinario.
No otra es la razón que justillca la existencia de algunas modas. Aforiunadamenie, el buen gusto
se impone siempre que satisfecho el interés producido por la novedad pérfidamente servida en evoluciones lentas, en esbozos y anticipos que dejan libertad á la fantasía para fraguar á su modo la
tendencia reformadora, vuelve á restablecerse ef perturbado equilibrio negándole á la extravagancia y al desatino toda hospitalidad.
EsiJeraremos, pues, resignadas, el regreso que van á imponer á la forma de nuestros trajes,
dándoles estilos que ya se desecharon por inconvenientes.
Menos mal que las faldas corlas, vencidas, tienden á desaparecer. Su fracaso se proclama en el
decretado alargamiento hasta el tobillo. ¡Oh, peder de la armonía, de la proporción, de las pántorrillas deformes y los piececitos irregulares! ¿Recuerdan ustedes cuántas y cuántas veces he señalado las dilicultades de la falda corta en estas mismas columnas?—ROSALINDA
LA E S F E R A
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I V O F Í T E : JS.
ILJFi :•: :•:
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y
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R[carao Hunt, el organista más |oven del mundOt tocando en una Iglesia
de Gulllord
B a y a r d o jtíega a l billar
Ha sido en una fiesla para divertir heridos y
convalecientes ingleses. Se ha ccIel)r¿]do una
partida de billar entre el famoso campeón Slevenson y... «el caballero sin miedo y sin tacfia.»
Sievenson jugó con guantes de boxeador.
Dentro de la armadura estaba el contemijoránco
Jimmy que juyú. como en las caricaturas de su
compatriota Robinson, al foot-ball con las granadas alemanas, hasta que una de ellas explotó
demasiado cerca de sus pies.
Extraña y paradógica la idea de recordar las
plataformas de boxeo y los libros caballerescos
ante una mesa de billar,
Fil billar sugiere siempre ¡deas plácidas y pacíficas: los viejos casinos de provincias; las tardes en una casa patricia despue's de la comida.
También sitios de bullanga y ruidoso regocijo:
los cafés próximos á Universidades y Academias
donde acuden estudiantes á dejarse el importe
de los libros de texto; las casas de juego en que
las señoritas del «coiii» atraen los incautos con
sus palmitos gentiles para que el taliur, dueño
del garito, aumente sus sortijones y suba la tarifa de sus habanos habituales.
Pero precisamente el «humour» ingls's surge
de los contrasentidos y se complace en trastrocar los términos. ¿Acaso no es una grotesca
ironía, ahora que toda Europa se consume en el
propio fuego de sus ambiciones, avivado por el
aire huracanado de sus odios, poner frente á
frente de un boxeador de hoy á un guerrero dz]
siglo xv?Pero no se trata dz un «cah-as-cali-can»
como hacían esperar los guaníes del primero,
ni de un torneo cual prometía la férrea a-madura
del segundo. Stevenson. se limitaba a coger, enguantado, el laco; Jimmy «picaba» las bolas con
su espada.
He aquí una hazafia que no presintió lacques
de Maille, el biógrafo de Pjerre du Terrajl, en La
fres /oyeuse plüisante et recrcative histoi're
compasee, par le Loyal Scrviieurdes faiz, gestes, triunphes ef prouesses du bon clievalicr
sans peur et sans reproche, U gentil seigneur
de Bayart, dortt Immaines louenges sont espandue par toute la chrestiente de plusieurs
autres bons vaillanls et vertueux
ccpitaines
qui ont esté de son temps. Ensemble les gue~
g¡<::x:?<
Bayardo, "el caballero sin miedo y sin Uclia", }iiu:anLlo ni billar en una fiesta
benéfica de Londres
rres, balaüles, recontres aí assaufs qui dz son • cara de formalito tiene!» Los hombres sonreirán
vivant sont survenues tan en France, Espaigne indiferentes, y los niños sentirán esa inquietud
emuladora que los enseria cuando presencian
que ¡talle...
un ajeno triunfo infantil.
y, sin embargo, fue más allá la imaginación
A nosotros nos ha entristecido. Acuden á
del buen «tabcillon» ó notario, que había de firnuestra memoria viejos cuentos, neblinosos ya
mar con la misma mano la obra apologética del
padre y el contrato de boda de la hija, al casarse áz olvido, en que intervenían organistas pueblejuana del Terrail con el noble italiano Barba de rinos.
Tresca,
Estos organislas de aldea que nos presenPorque en la historia de Bayardo, «/c bon che- tan las ficciones literarias, como un espejo de
la realidad, son siempre viejeciios, de cabellos
valier sans peur et sans reproche*, va suelta la
blancos y con la nieve de muchos años en el
fantasía, como en otros librjs de caballerescas
hazañas. Respondía esta vida de un hombre que corazón...
existió á las otras imaginarías de fantásti::os
También los cuadros románticos de los pintopersonajes que Cervantes había de atacar de tan
res alemanes de mediados del siglo xix, ponían
donosa y humana manera en su Don Quijote.
ante los ojos las encantadoras siluetas del viejo
El público inglés del festival quizás no sintie- encorvado, de manos sarmentosas y con los
ra—viendo al gentil «seigneur de Bayart» pro- mechones blancos escapándose del negro gorro
curando con su espada el choque de dos bolas de punto.
blancas y una roja sobre el paño verde—la íntiEn los cuentos ya la ajena fábula literaria poma melancolía que sentirá, por ejemplo, un co- nía nombres y episodios á la emoción; en los
razón francés al ver la fotografía de este episo- cuadros nos complacíamos en dotarle una Iiisdio, que no pudo adivinar Jacobo de Maille.
toria sentimental á los modelos.
Estos viejeciios estaban ya al otro lado de las
Ni tampoco pensaría Jimmy que dentro de
esta armadura, que por inocente burla vestía, se quimeras y de las ambiciones. Se refugiaban en
la música como por las noches en el lecho, para
esc-jnde el fatal ananké de los Bayardos.
que el alma no tuviera el frío de su soledad y
Todos ellos murieron en los campos de batalla: Humberto en la de Varey el año 1326; Felipe abandono. Amaban los maestros clásicos por
en la de Poiiiers (1356); Pedro en la de Azincourl cómo son graves, profundos y serenos. Incluso
(1415); Juan en la d; Verneuil (i'124); otro Pedro componían piezas religiosas que les hacfan llorar y que se"extendfan por la única nave del alen Montlbcry (U65)...
Nombres hay con los cuales es peligroso ju- deaniego templo, como el perfume de los incengar, aunque sea en un juego tan burgucsmentc sarios...
pacífico comoe'ste, favorito de estudiantes y buSe refugiaban en Dios y en la música después
rócratas provincianos. Porque si un liro de ar- de haber creído en todas las vanas mentiras bucabuz arrebató la vida á Pedro del Terrail en el
manas, del amor, de la amistad, de la gloria...
combate de Biagrasa, el 15 de Abril de 1524, bien
y, lentamente, esperaban la muerte, sin prisas y
puede quedar asfixiado por deletéreos gases este sin temores.
simpático soldado inglés que durante una tarde
Pero este «Leslie Mozart», lejos de causar una
evocó el recuerdo del guerrero valeroso é inta- emoción sentimental, nos eniristece como todo
chable...
«niño prodÍgio> condenado de antemano á ser
admirado y conocido... y explotado.
Porque prematuramente se le negarán todos
K! niño o r g a n i s t a
aquellos deliciosos engaños del amor y de las
aventuras voluntarias para dar á su vida el úniFiicardo Hunt es el organista más ¡oven del
co norte de la gloria...
mundo. Tiene nueve años y loca en una iglesia
de Guilford.
Precisamente lo único que no merece sacrificio alguno.
Enternecerá la noticia á las mujeres y s e dirán
unas á otras: «¡Mira, mujer, qué rico!» «¡Y qué
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