Ma& EEi » Múm. I El papel en que se imprime esta ilustración está fabricado especialmente para " L A E S F E R A " por LA PAPELERA ESPAÑOLA EN PLENO PINAR HIPOFOSFITOS=SALUD en el sitio m á s pintoresco y h e r m o s o de la S i e r r a , mtiy próximo á M a d r i d , se v e n d e h e r m o s a finca de t r e s pisos, a g u a en cada «no de ellos, instalación completa de luz, p a r a r r a y o s , termosifón, teléfono, molino de viento p a r a elevación de a g u a y o t r a s m u c h a s comodidades. PRECIO BARATÍSIMO mioiiDaiáa: en liailfiíl. uh de SaD Mateo, DÍID. 2], i.°. Sr. [ovisa =000= NO TENER HIJOS deshace matrimonios, causa disgustos y muchas veces pcrdi.la de inlereses. El iratamiento ROHEGEL cnra fiícilmente la E s t e r i l i d a d de la mujer. Pedid prospectos, gratis. Clínica Mateos, Arenal, 1. DAN VIDA Y VIGÓRALOS DÉBILES ORO Y PERLAS i i i \ | Piala, plalino. galones y picdrcis finas, papamos su valor. 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Ocaña. San S-bastián, Tornero. Murcia, Seiquer Vigo, Sádaba. Mallorca, Centro fannacéu ico. Coriifia,sánchez.Jeríz,Qonzález.S ntaiider, Sotorrio. ^ Sevilla, Espinar. Bilbao, [larantliarán. Man lando 6,50 péselas cellos á , ¿ í ^ Potisarcher, Marqués Duero, 84, apartado 4S1, Barcelona, remítese r c - y ^ ^ j ^ ^ servadameiile certificado. Muestra gratis para convencimiento del éxito. J La Dirección de este periódico advierte que no se devuelven los originales ni se sostiene correspondencia acerca de ellos, sin excepción alguna. Al mismo tiempo, hace saber á los colaboradores espontáneos que no se publicarán otros trabajos, tanto literarios como -:- -:- -:- artísticos, que los solicitados -:- -:- -:- :-: :-: I L U S T R A D A :-: :-: 20 CÉNTIMOS EN TODA ESPAÑA c=Q¡=i \(=Qp=2 c=Qp=2 crzgCJ ¥ X ^ N^ ALCALÁ HAY ASCENSOR Casa de primer orden d^ llEUREKflü cz®=J i=3S=i cr^rz) cziSn^i I ES EL WlEiOR CALZADO j NICOLÁS M.^ RIVERO, 11 LA M E J O R A G U A P A R A M E S A Y P A R A E S T O M A G O MADRID: Bolsa, lO.— En América: O. Pineíro, Sarmiento, 1.071, BUENOS AliíES; Juan Batallan, Sol, 107, HABANA, y en todas las droguerías y Hoteles —'• 29 Abril I9I6 Año III.—Núm. 122 ILUSTRACIÓN MUNDIAL CABEZA DE ESTUDIO, por F. Estcve Botcy : LA E S F E R A •fr 0<^0 D E LA LA. VIDA Q U E F*ASA I MASCARA f •íí•8- :i o<r>o I: * I •lí- t * •Sí- * •» •»• « • » •»• •»• * * • He'rcules. ¿Para qué servirían los gestos heroicos? Encasquetada esa horrible careta, la nube mortífera pasa sin hacer daño al más cobarde como al más valeroso. El héroe, modesto y quizás anónimamente perdido en los trabajos colectivos del laboratorio, es el que ha inventado la careta. so CB un hombre! Lo que hay detrás de esa cara de simio que áqui veis es el roslro de un hombre. Los más nobles pen- . samienios se albergan bajo ese capacete y de esos ojos que aparecen hundidos tras de los cristales puede brotar, sin que nadie lo vea, un rayo heroico ó una lágrima.Entre dos soldados que aguardan el ataque enemigo uno junto a otro, si el uno llora de emoción y el otro arde de coraje, hay ya una cosa que los nivela: la máscara. Antes había el deber, la ley, las ordenanzas, el uniforme. Ahora hay además esa careta. Un ¡ornajero, un honrado burgués que dejó "su tienda en manos de las mujeres, un poeta, un artista, un filós o f o creador..., os desafío á que le adivinéis tal como viene hacia vosotros vesiido ya y prevenido para el carnaval de la muerte. Todos son iguales para ia acción de los gases mortíferos. Todos son iguales para las bombas, para la metralla y para la fosa. E .-* * * •fr •» * * I Los demás son obreros de la guerra. Estos obreros de la guerra se ^ defienden como todos los que se dedican á industrias nocivas á la salud, bien por el peligro de accidentes sangrientos, por la deformación ó por la acción de vapores deletéreos. Una fuerza superior á su voluntad los ha movilizado, los ha dolado de útiles ó instrumentos para el trabajo y los ha llevado á construir trincheras •y á defenderlas. En verdad, pocas veces es voluntaria la elección de trabajo, y en las minas, por ejemplo, las víctimas de las grandes catástrofes y las que mueren de muerte prematura no son suicidas, ni héroes que se sacrifiquen por el ideal de dar al mercado carbón, plomo ó mercurio. Quieren ganar su pan y el de sus hijos y bajan á los pozos obligados poruña terrible ley social tan violenta como la . Orden de movilización. La única diferencia es que esta obliga á lodos—ó á casi todos—y que se inspira en altos motivos de patriotismo, tan fuertes y tan imperiosos que ningún ciudadano consciente se siente capaz de rechazarlos. Comienza desde ese día de la movilización su ingreso en la gran industria de la guerra. El Esiado es la gran empresa colectiva en la que el obrero, el soldado, pone trabajo y además capital. Ya está organizada la parte directiva y técnica. Un ex ministro francés, M. Jorge Trouillot, ha estrenado en cierta fiesta patriótica del Trocadcro • un poemila, un diálogo entre «Qavroche y Hambeau>. Gavroche. el soldado de hoy, el bleuet, el peludo—clase 1916—; Hambeau, el granadero de Rosiand en CAÍgion, el héroe rudo y gruñón de Wagram y de Ausierlitz: es decir, elpasado y el presente, la historia, ó si queréis, la leyenda magnífica de la guerra y la dura realidad. El público parisién oyó los versos—que quizá no respondan por completo á la categoría administrativa de su autor—conmovido, más que por su belleza, por la evocación de las trincheras. El 95 y las guerras napoleónicas están. ya muy lejos, y el espíritu de la guerra defensiva de 1914 es hostil al gesto rapaz y fanfarrón del •granadero Hambeau. Por eso tenía que darle la razón á Gavroche cuando contesta á Jas burlas del veterano que en su tiempo la guerra era envidiable, en campo raso, cuerpo á cuerpo; no conocían el avión ni el Zeppelin; acuaniaban el fuego de miserables cañones de corto alcance, y la naturaleza y la ciencia no se coaligaban contra el pobre soldado: Ya funciona la enorme y complicada maquinaria. Ya recoge el esfuerzo de todas las almas una entidad superior: la nación. ¿Que es, entonces, del individuo? Su personalidad está borrada, ó, por lo menos, suspendida. El número, la compañía. la consigna,.. Su pasado no existe. Su porvenir depende de esa línea que aparece en el horizonte y desde la cual vienen ráfagas de fuego. Y llegado el caso, cuando la humareda surge en la línea enemiga y el aire: nos la trae, es preciso organizar la defensa, calar esa careta y disponernos á rechazar el ataque de mayor violencia. Los gorilas civilizados aguardan en las trincheras á otros que vienen, como ellos, sin apariencia humana y que, en efecto, no son hombres, sino instrumentos de una mecánica des-' iructora. ¿Dónde está la personalidad? —iPour nous changer dii fer ct du feu, [lepoiaont C'est funiforme, quand monlent de l'ho[rizon Ces trucs á vous coucHer sur le sot une [armée. Vos branches ne pouvaienl crainare que [la fumée. ¡Veinards!... •»• •»• •»• * y si Margarita Moreno, que recitaba estos versos, muy graciosa y muy espiritual, vestida con el traje azul de campana, como un verdadero Gavroche, hubiera cubierto su cabeza con el casco y la máscara, yo estoy seguro de que todo el lirismo hubiera huido. La ' ' realidad es demasiado fuerte, y . • . ^ - • está sangrando todavía, para servírsela al público en endecasílabos. Además, la' voz se apaga. El soldado enmudece como bajo la escafandra de un buzo. No es teatral, por consiguiente. "^ , . - , Es todo lo contrario. En esta guerra hay que^tcmer.én efecto, no sólo el hierro y el fuego, sino lambían el veneno. Los pulmones-tienen que defenderse de algo más que del humo de la pólvora; y lós gases asfixiantes, los líquidos inflamados, pueden acabar con un ejército. Aquílcs no sería invulnerable, ni la más fecia coraza le libraría de la muerte alpropio g*^--4--4-:^^^»--^-'K-»*'»»'Í?»4'4^«t=-'»q;»»»»»:t^-j=.:M'-^^ •' * - ^ ¿Dónde está la divina llama, razón^primera" de cada una de,sus , . vidas? : • Terminará la guerra—algún-día ha-de acabar—y entonces todos ' " • - , . . los obreros, restituidos á sus familias y á su labor pacílica. verán cómo van poco á poco recobrando la individualidad perdida pasajeramente. Quizá mírandoestafotografíá y adivinando los rasgos de su propio rostro detrás de la máscara, sientan el estupor que producen las cosas que son imposibles y que, sin embargo, han ocurrido. Entonces comenzará la críiica. se repasará la conducta propia y ajena, y veremos si esc día podrá decirse con fundamento que el pacifismo y el inlernacionaiismo han fracasado. LUIS BELLO •íf- •ff•íí" a. * -«• •«• •«• •«• •«• •fí•«• •fí- * •íf •«• * •íf• - * •«• * •íí•íí- •«• •íí•í^ •«• I •fí- f f •«• •íí- íí- «- •«- •fí<f •íf •íí•jí- -íí- I * LA USFERA C A M F* O i s CREPÚSCULO DE ABRIL Comienza Febo é escondcr.^e Iras los picos de la Sierra, por el centro del terruño un claro rio serpea que las aguas del Abril su pobre caudal aumentan. Allá de lejos, se oyen las voces pardas y secas de pastores que conducen los rebaños á la alberca. De un Santuario lejano por donde Febo se acuesta vienen hasta mi aposento unas campanadas lentas W. que al difundirse en los aires ecos de plegaria dejan. un panolito de randa y una saboyana nueva.» Por la calzada de un puente con marcha pausada y lenta lüs yuntas con sus gañanes vienen de labrar la tierra. De los comienzos del pueblo donde se ponen las eras vienen en sabrosa charla médico, cura y albeiiar. En las copas de los árboles y en la torre de la iglesia buscan sus nidos los pájaros. Una voz lozana y fresca cania en jota castellana esla cüplilla terrera: «El viernes iré á la Robla á mercarle á mi morena ^ : ^ ¿ ? ^ Oyese allá en los olivos la canturía breve y lenta del cuclillo á tiempo que • Pebo del todo se ausenta, y de allí á muy poco espacio queda dormida la aldea... DiüGO SAN JOSÉ ! ! LA ESFERA LAS JOYAS DEL MUSEO DEL PRADO CRISTO MUERTO EN BRAZOS DEL PADRE ETERNO, cuadro de "El Greco" LA ESFERA C A N C I O N E R O DE AYER m m m bL-l §1 ^^iSÍ'^'^' '^'^ E ai ttí 1+1 m Yo fui un niño enfermizo, pálido y enlutado que demasiado pronto conoció la tristeza del trágico y grotesco dolor de !a pobreza. Yoliedormidoenlosbancosdeun parque abandonado. Y con la flor de toda la andante picardía, aprendí que la vida es demasiado dura cuando fiayqueconquistarla, en constante aventura, venciendo á la miseria un día y otro día... Yo fui un niño enfermizo, pálido y mendicante sin olro camarfda que algún can trashumante del arroyo, en la eterna negra desolación. í\ dolor fué el maestro que me enseñó áser bueno, pebre niño poeta, y floreció en el cieno mi verso, cnmD un lirio divino de emoción. I iiiijii fflfflafflfflSffi2iaSEE£5ffia*SffliS£55ía±fflSSEB5íffi3:*.*SaS3*H±±á3dt£iiÍ!EÍ;tíiásÍÁ*¿^^ III-: MÁXIMO r:,\M<)S Emilio CARRÉRE LA E S F E R A c( LAS DANZAS O ESPAÑOLAS DE LA KOUSNEZOFF > •--..r-^. ) M AiíÍA Kousiiczofr, Ici bella y ai'Iaiidida arlisla que cti IcniporadLi anrcrior aclüó con fíran éxiio en.el Icatro Real, vuelve de los Eslados Unid:)3 de América vulgarizando los calilos y bailes españoles, que han sido recibidos con efusivas aclamaciones de entusiasmo r o r todas las calegon'as sociales del gran público, que se extasía ante la artística y culta novedad. ñ¡heraldo, de Chica'^'o, ha publicad:» una serie de artículos luTCicndo minuciosas críticas de los bailes y la música csp^iñnlcs. y con lal motivo dedica justos elogios á la labor artística de María Kousnczofí v á los figurines esülizados de Néstor, coopartíci'-c de los tri-iníos de la Poniera negra. Las conferencias iiublicadas |ioi' el Chicago Herald, von i l m : Iradas con bellas rolografías ele la arlisla, ataviada con riqufsi; mos y vistosos Iraies españoles. lí Las señoritas de la ciudad de Chicago han puesto de moda •nuestros bailes, y no hay centro de recreo ni sociedad distir,'guida, donde no se rinda culto á las Sevillanas y á \ci^ Jolas : aragonesas. Lo español triunfa en todas partes, y una gran coirriente de simpatía hacia nuestra patria se hace exlensible en tYanUilandia. En Nueva York, después del estreno de Goyescas, de Perij quct y Granados, se vii'^ron peinetas españolas por todas parríes, las damas adineradas parecía que deseaban mostrar su •amor á España ostentando en sus lindas cabezas el clásico :-adorno de nuestras damas linajudas y de nuestras manólas de ; la clase baja. Este femenino adorno ha modificado en Nueva •iYork el tocado de las eleganles. compl.icie'ndose eii lucir las i peinetas hasta en las reuniones familiares. La íournce de MajTía Kousnezoff empezó en el Audiiorium Tlieaire, de Chicago, cantand,) \as ópzvQ^ Romeo y Julieta. Tosca. Fausloy Tbais. estrenando Cleopaira, obra postuma de Massenet. En el refe- > > ) ) ) > ) ) > ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) > Alaria Koiisncznlf, maja de (joya l'igiirín Néstor rido Audiiorium Theatre, iia cantado y bailado la Pantera neUra números de Albé:iiz, Granados, l'epe Serrano y otros maestros españoles, con entusiasmo delirante del público que en todas las representaciones llenaba la sala. La orquesia, compuesta de más de cien prpfesores, era dirigida por el maesiro Lassalle. Tuvimos el gusto de asistir á la representacic5ii íntima que dio en Romea María Kousnezoíf, antes de marchar á América, de los bailes y canciones espafiolas que ¡jensaba exhibir en las grandes ciudades de los Estados Unidos, y desde luego auguramos que la notabilísima artista obtendría éxitos ruidosos del público americano, h l talento indiscutible de María Kousnezoíf, sus excepcionales condiciones de artista insuperable en la danza, la maestría de su voz. son prendas seguras y posiiivas de que el aplauso triunfal han de acompañar á la Pantera negra donde quiera que exhiba las creaciones de su íirle inimitable. Los figurines estilizados de Néstor han conlrlbuídü tamüén á los ruidosos éxitos obtenidos por María Kousnezoff. en las ciudades americanas, donde el nombre de España ha sido pronunciado con ostensible aféelo por el público en general, y sobre todo por las más bellas y encopetadas damas. o~ María Kousiiczoff, [¡llana graiiaciinn rigiirin Néstor La bella' artista rusa se halla en Madrid de regreso de su brillante expedición por la América del Norte. Ignoramos sus proyeclos para próximas jornadas teatrales, pero debemos suponer que las representaciones que tan juslamenle han entusiasmado al público de las ciudades más importantes de la gran República, sean co:iocÍdas abura c;i España. MIGUEL 5ERVET ) ) LA S S r E R A ¡ María Kousnczoíí, con uno de los trajes de carácter español que luce en su "tnurnée" por los principales t e a t r o s de Norte América, y cuyos f.gurincs lian sido uibnjados por el notable artista Sr. Néstor KOTS. MAT/.K\i.-<;.nir.A(; LA ESFERA C U E N T O S E S R A N O L E I S EL DIABLO EN CASA ,© ©• © © del Campo de San Francisco... Vosotras creíais, que no me daba cuerna... y yo me doy cuenta de todo... Mientras y o ando en las mananinas de sol camino de la Silla del Rey ó del Cristo de las Cadenas, yo sé todo lo que piensan vuestras cabccinas ruliias; yo sabía todo ¡o que pasa por dentro de casa, lo que cavilas tú en tu tálamo do casada con el animal d¿ tu marido al lado, hecho un tonel de sidra, lo que imagina esa cabcciía loca de Pilarina en su lecho virginal de soltera... Y ese paxarín, ese mirlo que cantaba en la copa de un álamo verde... me contó una mañana á mí... DON Fi-L.—¿Cómo no, queridina? Por mí no me resignaría, porque yo he nacido para vivir DON FELICIANO, CAIIMINA, JUANÍN y PILAR aquí; pero por vosotras... por lodos... S i , s i , hemos de luarcliar á Madrid anles de que sean CARMINA. (Sola, sentada en ¡a mecedora y las Navidades. Anuncíaselo á Pilarina. Yo ya dislanciada).—¿jErés lú. papá?... (Mirándole). sé que ella también se llevará un buen disgusto. DON FELICIANO.—YO soy. hijci mía... (Pausa). C A R . — S í , papá, Pilar liene más fondo de l o Tú csiás malucha estos dííis, lü estás maluclid. que parece. No es todo lo que se ve por fuera. Carmina... A li le pasa algo que no quieies deEs muy sensible, toma mucho cariño á las percir á nadie... Reservadiiia eres como buena hija sonas... (Recalcando). mía... DON FI:L.—I^ues por eso precisamente, hija, CAR.—Nada, papá, nada. Son aprensiones pues por eso... Tanto lo hago por ella como tuyas... que me quieres demasiado... por ti... DON FRL.—Pues por eso. qucridina, pues por C A R . — ¿ y mi marido, papá?... eso que le quiero demasiado es por lo que me CAR.—Papá, papá, que me atormentas... [Llocreo con derecho á saber todo... Iodo lo que te rando desgarradamente). DON FBL. — ¡ T U marido! ¡Tu marido! Ese es el pasa... que no me preocupa... Cuando se traía con perDON FI;L. (Bajándola voz involuntariamente, sonas racionales y como Dios manda, se las C A R . — T ü sabes que yo no soy feliz en el maen susurro apagado de coníideiJcia).—Mc conIrinionio, papá. Eso es todo.,. tó una mañanita... que tú Tuisie á misa á los convence por las buenas, se las engatusa; cuando se trata con animales de recua como tu maCarmelitas... y que... ese canalla.... ya sabes DON FHL.—¿Cümo no saberlo, íiija? Ríen que quie'n digo, a quien el demonio me lleve s i y o , rido, á esos se les da una orden... y si no la lo se' y bien que me duele... Pero eso, desgraquieren cumplir se les lleva arrastrados.,. Deja viejo y todo, no doy un día un golpe desgraciaciadamenie. Carmina, ocurre desde el primer eso de mi cuenia... do, te siguió hasta la iglesia, y allí, en la pila, dfa, y este cariz tuyo es recienle... Sí, sf. tú estás pasando una tempestad á todo Irapo y no te ofreció agua bendita, como el diablo á MarC A R . — Y o creo que mi marido se resistirá. garita, como vo vi en una ópera en La Habaquieres que nadie te lo sepa...; pero yo soy tu DON F C L . - N O importa; mira hijina, los homna... Y... padre. Carmina, considéralo bien, hijina; yo te bres qu¿ hemos trabajado y hemos penado mutuve en mis brazos cuando eras así de pcqucñiCAR. (Irguiéndose).—PCTO ¿á ti quién le ha cho, como yo, para constituir una familia, s o na... Conmigo no puedes senlir empacho ni vermos blandos casi siempre; pero sabemos ser dicho ésto, papá?... Pero eso es un emliusle que g-üenza... duros cuando liega la ocasión... Pese á tu mate han contado para que dudases de mí... rido, en Madrid estaremos para la Nochebuena. DON FI:L.—[imbusic no, tjobina... Pero ¿dudar C A R . (Mellándose á llorar desconsoladamen(Entra Pilar corriendo en traje de calle y de i'\7 (con di'snidad) No serias mi hija... ¡Du/jj.—Papá, papá, no me martirices; papá, yo te abraza á su padre). dar de ti! Nunca dudé de tu madre... y yo creo lo ruegro... que eso de la honratlez se hereda.,, se lleva en Pii.AR.—Papá, ¿qué ocurre, rico de la casa? DON Fi;L. (Acercándose á.ella y abrazandola masa de la sangre... Tú no puedes ser mala, ¿Qué es eso? ¿Por qué estáis tristes?... ¿Qué te lai.—Carmina, mi amor, no llores; no llores, tienes que ser buena, como lo fué tu madre, la pasa á ti, corazón? (Besando á Carmina). reina, y dime lodo lo que tienes guardado hace mía, tu abuela, todas las mujeres de nuestra falanto tiempo... (Pausa). Mira, riquina, mira; lo C A R . - N a d a , nada, Pilar.,. Papá le dirá... milia... ¡Tú ser mala!... Nunca... Eres asturiana que á ti te ocurre... DON Fni..—Nada sino que esta tonta, claro, y basta: tienes que ser buena, dócil, obedicnle, que está tan apegadiza á este poblacho, que CAR,—Papá, papá, que yo soy muy mala, que liel á tu marido hasia la muerte, ocurra lo que siente dejarlo... Claro, aquí nació, aquí se casó..', yo no me merezco ser tu hiia, que yo... ocurra... Eres de la ijerra de las mujeres honraPero los negocios son los negocios, y los míos DON FEL,—Calla, bobina, qué vas á ser mala. das por excelencia... Pero... eres joven, estás exigen un desenvolvimiento financiero para el No; lo que hay es que eres desgraciada; eso sí; cual no hay horizonte aquí,.. Tenemos, pues, desgraciada como habrá pocas mujeres en el muy atolondrada, el bárbaro de tu marido no le hace caso, y de una mala tentación nadie está que marchar á la Corle, y para Nochebuena allá mundo... T ú te casasle demasiado ¡oven... ¡y si libre... en íiri, m¡ niñina, que he decidido que leeslarcmos... te hubieras casado bien, todavía!... i'cro le cavantemos la casa y nos vayamos á Madrid á saste con un ani'nal. con una besiia, así. hablanPiL. (Abrazando á su padre).—¡A Madrid!... vivir. Bien que me duele, amor. Yo sé que allí do en plata; con un hombre que no siente ni pa¡Qué alegría, papá, qué alegría!... no hay un Campo de San Francisco ni una Codece... talmente una momia... ¿No es eso, b o D o \ Fi-L.—¿Te alegras de veras? rretera de liuenavisia. que son para mi todo mi bina?,.. Pn.. (Inquieta y como queriendo salir).—Mumundo... Habrá otras cosas mejores, pero no cho, papa, mucho. C A R . — ¡ A y , sf, papá, sí! las mías, donde yo he vivido siempre, donde yo DON FI'L.—¿Cómo no, nena mía, cómo no?... D O N F E L . — V e n acá, Pilarina, ven acá, diame casé, en lo que yo pensaba desde Cuba, donSi á mí me cuenta un paxarfn todas las cosas blillo. do yo sufrí por vosotras... vuestras... Un paxarín de esos que lanto alboP I L ~ T Ú ¿qué quieres papá?, siempre me estás rotan y pían en las madrugadas por los árboles mareando. CAR.—¿Y te resignarás á vivir lejos de aquí? í^^^?^^^^í^^^^^^?^^^^^^^'5'^^^^^5^gi?^^?^"'íS^"^íí^^^í^^í'^^^^^?^'^^5^^?í^^í^^?^^5^í LA ESFERA DON FI:L.—Ven acó, lonlina, ven oca. que no e s para reprenderle... ¿No lienes alg-iia r c s q u e morcín de irle de aquí, d o n d e h a s nacido, d o n d e lias vivido siempre, de este pueblino lan g u a p o ? PiL.—No, p a p á . . . y a u n q u e l a tuviera... ¿Tú que le p i e n s a s ? Yo s o y una mujer ya, yo s o y una mujcrcila heclia y d : r c c h a , y ya le hie diclio que el amor á papá no está reñido con que le interese á una un niuchacliín muy poeía, muy listo y que es a d e m á s muy curiosín. ¿Te e n i e r a s , papá?... (Abrazándole y riéndose). DON F E L . — S i no DON F E L . — ¡ P o b r e inocenlina! Te d e s e n g a ñ a r á s muy pronto. (Se vá por la dereclia) He citado ü ese m a m a r r a c h o aquí paro d a r m e el g u s to de escupirle en la c a r a . . . PiL. — P a p á , ¿qué h a s liccho? (Acongojada). DON F E L . — L o que o y e s . . . Pn..—Papá, p a p á . . . (Sale llorando). DON Fr;L. (Abriendo ¡a puerta de ¡a sala al es e s o , p a l o m a , si n o e s eso. Si es que ese rap a z a c o n o viene con los b u e n o s u n e s que lú le p i e n s a s ; e s e rapaz anda lorcid^'... PiL.—¡Qué va a n d a r , papá, si e s m á s derechín que un h u s o ! . . . DONFI;!..—Que anda t o r c i d o , monina, q u e anda torcido. Q u e tú e r e s muy niña, que no c o n o c e s el m u n d o y que y o cazo l a r g o . Pii,.—Pero ¿que'pued e s ver en él que sea desagradable, papá?... DON F E L . — P u e s ya le d i g o , paloma, q u e ese m u c h a c h o . . . no ¡uega limpio... Q u e . . . no viene por tí s o l a . . . Pn.. — Va s a l i ó l a c a n t i l e n a . . . Lo de •siempre. Q u e v i e n e p o r la dote ¿ v e r d a d ? No digas disparales, r a . j á . no hay que pens a r lan mal de la gente... y eslo es lo principal, p o r q u e es usted un c a n a lla... ¿ S e ha e n t e r a d o u s t e d ? . . . luAN. (Levantándose rfe/a s/Y/aj.—Caballero, claro, q u e r r á usied... DON F R L . — C a b a l l e r o claro que lo s o y h a r t o m á s que usted, a u n q u e me haya p a s a d o la vida c o r l a n d o tasajo en un almacén muy ramplón, y usted onde vestido á lo sefiorilo h o l g a z á n . . . hoy niuclio V m a ñ a n a n a d a . . . Y por e s o mismo le advierto q u e n o consentiré que usted insista en s u s prelensiones cerca de mi hija, lo principal porque es usted un m a l v a d o . . . y luego porque ¿ q u é e s usted? JUAN.—Yo, s o y poeta... DON F E L . — ¡ P o e t a usied!... Yo c o m p r e n d o muy poco porque he e s t u d i a d o muy p o c o . . . , pero á lo que á mí se me alcanza, á usted le p a s a lo que á e s o s pap a g a y o s que aprenden en América cuatro bob a d i n a s y no dejan de decirlas á t o d a s hor a s . . . Y así u s t e d e s , s e han a p r e n d i d o lodo e s o de luna, s u s u r r o s , boscajes, amor, etc.. y á cada p a s o repiten tales simplezas, pero sin sentirlas, que e s peor... JUAN.—Caballero, es usted un a n c i a n o y se está p r e v a l i e n d o de . l a s c a n a s p a r a insult a r m e . . . Yo no le doy á usted licencia para juzgar de mis m a y o res ó m e n o r e s d o l e s poéticas... D O N F E L . — N o es e s o § s t í l ) , loniina... Yo no acieiio á decitlo, n o acierto, n o . Yo no te s a b r é decir las palab r a s b o n i t a s que le dice lu poeta... Yo no he e s t u d i a d o n a d a en los l i b r o s . . . S a l í de aquí d e s c a l z o y analfabclo ¿ n o es así c o m o se dic e ? . . . y volví bien calz a d o , pero sin saber m á s letras que a m e s , á no s e r las que eran m á s n e c e s a r i a s para el c o m e r c i o . No, y o no sé decirle I r a s e s lindas, paxarina; pero con este lenguaje rudo que aprendí en el t r a t o , diario con h o m b r e s t r a b a j a d o r e s como yo... con este lenguaje te digo que esc muchac h o no viene por tí s o la... T r a e inlenciones m a l a s , no hacia tí, s i n o hacia tu hermana... hacia el h o n o r de la familia, y e s o . . . flcvanfándose con súbita energía) e s o no lo consentiré, n o . . . P i L . (£:ciidndo/o á m a i . — P a p á , e s o son c h o c h e c e s . . . e s o le lo han c o n t a d o . . . no lo h a s d i s c u r r i d o tú... Hay que r e í r s e . . . DON F E L . — ¿ C o m o rcirse, P i l a r ? E s o es c i e n o niñina, e s o es cierto, lan cien.:) c o m o que tu madre esto en el ciclo. Y por ella le j u r o . . . que tendría y o que no te querer nada si no me iireDcupara de tí y r o e s p a n t a r a á e s e . . . PiL. (Atüjcindolei.—PapS, que le quiero, que e s b u e n o . No le insultes... E s o no es verdad, no puede ser verdad, porque n o puede haber homb r e s que tengan el valor de e n g a ñ a r así, á s a n gre fría, á una muchachina c o m o y o . . . que h a s t a a h o r a no ha s a b i d o lo que era querer... DON F R L . — P u e s l o s h a y , moni la. los h a y . . . PiL.—Pero aun c a s o que los hubiera, juanín n o es de e s o s . . . DON F K L . — ¡ P e r o me la t o m o y o . c a r a m b o ! ¡NO faltaba m á s ! . . . Usted no e s poeta porque u s t e d no es un h o m b r e b u e n o . . . , no e s un h o m b r e h o n r a do... JUAN. (Con frialdad estudiada). — A pesar de lo cual, su hija de usted e s t á e n a m o r a d a de mí... DONFEL.—iCómo!... Mi hija n o puede quererle á u s t e d . . . JUAN,—Pero me quiere... DON F E L . — N o he di- ver que entra Jüanw).—Muy buenas tardes, s e ñ o r mío. ju,\\. — Muy b u e n a s . He a c u d i d o a la cita que usted [nc ha d a d o sin explicarme bien para que... DON FF.L.—Pues yo s e lo explicaré en d o s pal a b r a s . Le he l l a m a d o á usted para lencr el g u s t o de decirle que no se a c u e r d e m á s en s u vida d e que mi hija existe,.. Iu,\n.—Caballero... DON Fin..—Primero porque me la llevo h o y m i s m o fuera, m u y lejos de a q u í . . . y p o r q u e a u n que estuviera aquí, no habría de s:rr nunca para usted, porque es u s t ; d un Don Nadie y a d e m á s , JUAN. (Alejándose) llero... c h o q u e no debe, caballerito, he dicho que n o puede... Y lo repilo ¿ c ó m o n o ? Mi hija no puede quererle á u s ted. ¿ U s t e d me entiende? Mi hija no puede querer tnás que á un hombre h o n r a d o c o m o yo..., y usted n o lo e s . . . Sepa, p u e s , s e ñ o r mío, que mi hija no le quiere... ¿Me ha oído usted bien? No le... quiere... (Marcando las silabas). A l é j e s e ahora m i s m o de mi vista... si no quiere q u e le dé el c a s t i g o m e r e c i d o . . . —Stahrá usted de mí, c a b a - DON F E L . — P r o c u r a r é no s a b e r en la vida... (A gritos). ¡Carmina, Pilarina! ¡Hijas mías!... Ya veis; b a s t ó un h i s o p a z o para echar al diablo que se había metido en esta c a s a h o n r a d a . . . (Abrazándose á Pilar y conmovido, casi llorando). Ahora no queda aquí m á s q u e el diablillo q u e debe q u e d a r . , . Pilarina... la gloria de esta c a s a . . . TELÓN ANDRIÍS G O N Z Á L E Z B L A N C O DIUIIJUS DK VAIIELA DE SE1JA3 ' ^ ^ ^ ^ 5 g ? ^ ^ ^ Í S 5 ^ ' Í S ? ^ ^ ? ^ & ^ ^ ' ^ ^ ? ^ ^ í ^ ^ ^ ^ ^ ^ i ^ ^ ^ ^ í ^ 5 ^ ^ ? ^ ^ í ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ? ^ í ^ ^ ? ^ ^ ^ ^ ^ & ^ ^ ^ ^ ^ ^ ? ' IT^ I LA ESFERA íiajaian ja ja ja 3 CAMBIO DE PRODUCTOS LITERARIOS N uiiti de mis correspondencias quincenales á Ld Nación de liu-íiios Aires, publicada en cl número 16 de enero de esle ano en dicho gran diario suranicricano. conlatia yo el resultado de una pesquisa que hiice en el catálogo de la biblioieca del Ateneo de Madrid al di'a siguienie de habernos en el hablado su presidente, el 5 r . Labra, de la necesidad de estrechar lazos con \a Amcrlcci hispánica y cómo de esa pesquisa resultó que Tallan en la lal biblioteca las principales obras literarias y eienlíficas con que esa Amei'ica ha contribuido al pensamiento universal. Recuerdo más, y es que á raíz de una conferencia que di yo en ese Ateneo pidieron algunos socios que se adquiriesen las obras de Domingo Faustino Sarmiento, el poderoso escritor—no pongro por encima de él á ninguno de los escritores españoles del pasado siglo—el espíritu genial y bravio, el autor del inmortal Facundo, el que escribió en sus Recuerdos de provincia las páginas más intensas y conmovedoras de autobiograh'a que yo he leído en nuestra lengua, una gloria y un orgullo, en fin. de la casta ibérica. Y, en efecto, ni tales obras estaban en el pasado mes de diciembre en el Ateneo ni he logrado que apenas se interese aqu,nadie por Sarmiento, que en realidad está aún para el gran público, por descubrir en España- E ti n u tt n n n n n u H n n a n n a n ¿O es que en España hay gran público y no más bien varios públicos chicos y muy chicos, El hecho es que todo ese tópico de la n i'nlimos? n hermandad espiritual hispano-ameiicana es cl n más huero lugar común que conozco y qué mala dita la curiosidad que hay aquí por conocer bien n • aquellas naciones de lengua española en las que n n se nos conoce muchísimo mejor que nosotros á n n ellos, lo que, por lo demás, no es nada difícil. H Pues bien, un español benemérito radicado en ja Aires, D. Juan Roldan, fundador de una n Buenos w librería *La Facultad» y editor generoso y van liente de obras maestras argentinas, ha hecho n circular por la Argentina entre los autores una n petición de que envíen sus obras al Ateneo. El, n por su parle, el Sr. Roldan se propone regalar al Ateneo de Madrid una colección de obras de n autores argentinos. Empieza la circular de Sr. Roldan á los escrin tores argentinos ciíando un párrafo de mi corresu pondencia á La Nación, habla despees de mí de lal modo que yo no he de citar aquí sus palabras, manifiesta su propósilo de regalar al Alen neo esa colección y luego añade: n «Más como las obras por mí editadas, que u n son las que me propongo enviar, aun siendo n numerosas, no son lodas las producidas por la n ¡niele tualidad argentina, y mi deseo sería que V. n en los eslanies de la Biblioteca de aquel imporn tantísimo centro cultural no fallase ni una sola u de tales producciones, con el objeto de' que tou das ellas fuesen conocidas como merecen,^.me tí n permito solicitar su adhesión que concrcio rou gándole el envío de algún ejemplar de las obias u de que es usted autor, con su dedicatoria para u á la colección de las que me propongo n unirlas n reniiiir muv en breve, entre lasque figuran'las n de los autores siguientes; Sarmiento, V. F. "López, I. V. González, Saldías, Ruiz Moreno, Lcguizamón, Sicardi y otros>. s n Et •n Ja n Ja tí ja n n n g n H ja la la Nombres que á la inmensa mayoría de los españoles cultos, y aun á los niás de los que andan con.el estribillo ese de la hermandad hiapano-americana les sonarán á cosa más que rara. ¿Qué español, v. gr. se habrá tomado el trabajo —que es un placer, lo digo yo que lo he tomado—de leer los diez volúnienes de la «Historia de la República Argentina, su origen, su revolución y su desarrollo [lolílico hasta 1852» de don Vicente F. López, obra llena de vida, de pasión, de colorido y de profundas enseñanzas para nosotros los españoles? ¡Antes leerán una historia de Suceia ó del japón! y , sin embargo, es difícil que pueda haber historia de pueblo alguno más instructiva para los españoles que la de una cualquiera de aquellas naciones que de la nuesira brotaron. La de la Argentina, d^sde su independencia hasta la caida del tirano Rosas en Caseros y aun después, es d¿ lo más sugestivo que se le puede ofrecer á una inteligencia española. Nos enseña sobre njesiro espíritu tanto ó más que nuestra propia historia. El benemérito D, luán Roldan se propone dolar á la biblioieca del Ateneo de Madrid con una colección, lo más compleía posible, de autores D. RAFAEL MARÍA DE LABRA P r e s i d e n t e del Ateneo de Aladrlil FOT. HlF.nMA argentinos y celeljro haber sido la ocasión de ello. Desde luego enviará las obras que él tnismo edita. Ahora mismo acaba de emprender la empresa de una «Biblioteca argentina» dirigida por don líieardo Rojas, uno de los más solidos á la vez que brillantes ingenios argentinos, á quien ya tuvieron ocasión de oir en el Ateneo de Madrid. De esa Biblioteca argentina he visio los seis primeros volúmenes, con obras de Mariano Moreno, el leorizador de la independencia palria, de Esteban Echeverría, el romántico patriota, de I. B. Alberdí, depura sangre vasca, áspero censor y fundador del verdadero derecho constitucional argentino, de Sarmiento, de N. Avellaneda, de Juan Cruz Várela. Y anuncian ya otros seis volúmenes más. entre ellos el Martín ñ'e/•/•o, de José Hernández, esc portentoso poema popular que debía ser popularísimo. entre jjqsotros y en donde parece que el espíritu -ibérico vuelve á sus más heroicos tiempos. Nunca he sabido explicarme desde que leí el Martin Fierro y escribí sobre él, hace más de veinte años, cómo no se ha popularizado en España esc producto espiritual argentino que es tan genuina y lan netamente español. Verdad es que tampoco me he explicado cómo la historia de Juan Moreira el famoso bandido, tal como la contó Ricardo Gutiérrez, no corre entre nosotros y no nos es Moreira tan conocido como José María ó Diego Corrientes, pues que es tan nuestro como ellos y merece ser lan conocido como ellos lo son. cambiar homl res ó autores, es cambiar sus obras. T e n i e r d j en cuenta, sobre todo, que la mayoría de los maestros de culiui'a de algún valor han dejado en libros lo mejor de su pensamiento y que son raros, rarísimos, aquellos é quici'.es conviene más oirlos que leerlos. Y ese cambio de obras es mucho más fácil que el cambio, siquiera pasajero, de autores. Y no que se pida d : aquí libros hispano-amcricanos para que de allí \ñúan los nuestros, sino al revés, que les enviemos los nuestros para que ellos nos envíen los suyos. Me parece tener entendido que en el Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes se solía adquirir ó se adquiere todavía tantos ó cuantos ejemplares de tal ó cual obra recomendada, ejemplares que luego se reparte por bibliotecas de sociedades, instituciones ó gremios, y que nadie lee. Y nadie los lee, porque esas obras que se adquieren por influencias políticas-es decir, las menos razonables, las menos racionales, las menos culturales y las más beóiicas y absurdas —ó para sacar de apuros á algún desdichado— es decir, á modo de limosna—suelen ser el desecho de la producción literaria ó cicnlílica. ¿No sería más puesto en razón y en alia conveniencia, que se escogiera bien .entre lo que se publica en i-Jspaña y lo enviase el Estadoá uti número de bibliotecas de las demás naciones de lengua española, y consegtjir que de estas naciones e.iviasen á las principales de nuestras bibliotecas su producción respectiva? Mientras estuve encargado del rectorado de la_^ Universidad de Salamanca, recibí muchas v^ces' comunicaciones de Universidades americanas, proponiendo el cambio entre sus publicaciones y las nuestras, y siempre luve que contestar con pena, que nuestras Universidades, como tales, no publican más que un menguado discurso de apertura cada año—y en la mayoría de los casos valdría más que no lo publicasen—y lo que cada profesor publica por su cuenta, es él quien determina si le conviene camhiai'lo ó no. Y si es libro de texto, única pr;)ducciün á que se atienen los más de nuestros profesores, vale más que no los cambien. Nosotros, los autores, no podemos cambiar. Si yo. tjor ejemplo, correspondiese con todos los escritores americanos que ine han enviado sus libros, necesitaría destinar una buena parte de las ediciones de snis obras á tal cambio. Y por razones económicas no puedo hacerlo. Tengo una excelente y muy copiosa colección de obras americanas contemporáneas, dudo que haya en España quien la tenga más comptela, pero si el adquirirla me hubiese costado el repartir otros laníos ejemplares de cada utia de mis obras, me haiiría resultado más cara de lo que mis medios consienten. La lengo por regalo y debido al interés que me ha merecido siempre la producción literaria americana en lengua española, y á lo que he hecho por difundir su conocimiento. Pero es que aquí n¡ se sabe de aquellas cosas Es cosa clara que un h'Tibre que llega á cierni se quiere saber. Esta es la verdad: no se quieta notoriedad—y tal es mi caso—no puede estare saber. Nuestra curiosidad por lo de fuera no blecer riguroso cambio de sus obras con las de es muy grande, _pcro si ese fuera es la América aquellos que le envían las suyas. Y además, de lengua española ó Portugal, esa curiosidad este cambio de libros entre los autores es unoes aún menor. ¡Cualquiera diría que no tienen de los más tristes síntomas del estado de las lenada que enseñarnos ó nada con que deleitarnos! tras entre nosotros. Diríase que no leemos más Yo no sé si en otros órdenes—el político, el económico, etc.—se hace algo por relacionarnos ' que los que escribimos y que nadie lee sino aquello que le regalan. más y mejor con las demás naciones de lengua española y con las de lengua p-irluguesa, pero Más eso que no pueden hacer los autores misen el intelectual ó cultural se hace poco, muy mos, pueden y acaso deben hacerlo los Esiados poco. Nuestros escrilorcs que hablan de aquello en que esos autores irabajan. Es como cuando no ven allí más que un tnereado; un mercado de tal ó cual sociedad ó instituto ó casino ó /upara ellos, por supuesio. Y no se les ocurre, ni veníud—\as juventudes esas son atroces en esta remotamente, que España pueda ser un mercado pedigüeñcría —se dirigen a un escritor pidiéndode libros americanos. ¡Como que es mucho niás le que les regale sus obras, sin comprender que fácil en Madrid obtener un libro sueco ó ruso es preferible pedirle dinero y comprar con él esas que no argentino, chileno, colombiano, mejicaobras, a no pedirle las obras mismas. I^orque no, etc., etc.! A un anñgo nn'o, que por mi recoes menester estimular á los libreros y que vean mendación y consejo, pidió una obra Ideas y que tai ó cual obra se busca y se compra, aunobservaciones, del tan sugestivo y sagaz pedaque sea con el dinero del autor mismo. Pero es gogo uruguayo Carlos Vaz Ferreira—y es una que hay gentes que se han acostumbrado á conobra que debían leer nuestros pedagogos—le fué sider.:r que un libro ni vale ni cuesta. imposible obtenerla. lYeí se ve! ¡publicada en Y volviendo á mi principal propósilo al escriMontevideo! bir estas líneas, las concluiré diciendo _quc dudo mucho de lograr que interese en España la iiroHe oído hablar alguna vez de un cierto produceión literaria americana. Y ea que aquí no yecto de cambio temporal de profesores entre hay público, sino publiquillos. España y las demás naciones de lengua española, y no sé que lal resultado daría ello, pero á cualquiera se le ocurre que mucho más fácil que MiGui-i. DE U N A M U N O SnianríníanjannJannnnnjanjannniajannjaiaia nnianiannnrEj! janunjannjaíanjajaiaiaJarinjatijajaKtijananianxi ta n n u n ja ja n a n la H n n n n n XX i:í 13 n ja la n la ja H n ja u n n n n la n n n ja ja n ta la n n n n n n n n ja ja H la ja n ja n n n ja ja n n n n n n ja Et ja ja nniaiaEtJaniajaniauíaiatíXiiajajaiaiaiattiaumanna LA ESFERA o o o o o »>•> r'- Y ? V Y ? Y % • # < ( I I I I I I Y A es el día. Susoiio: mi Susanq... Es el día. allá en lo alio del' cieio, d o n d : brilla el sol, y acá cu lo profundo de lus ojos, donde ríe tu alma... Hízose la Iu7. en el espacio infinito, por ley del Universo y voluiilad d ; Dios... Aquí, en este m'.iiidü c|ue es «iiueslro mundo»,—tan pequeño que su órbita es el cc'co de lus brazos y tan leve que para sustentarle basta un rizo del oro de tus cabelIos--aquí se hizo la luz cuando los velos de tus párpados, se'samos ccirados un ¡risianie airas por el brujo sueño, se alzaron y se abrieron ahora, dóciles á la evocación de un conjuro murmurado en silencio, mientras lú dormías, por la voz callada, por la voz doliente de mi corazón... Ya es el día, Susana... Ya es el día... ¡Cuan dulce, amorosa y placentera fué la noche!... • DO París, «la grande fournaise», es v e ' n i g o y e s . liebre... París, es hervidero de una qucbránlo y es tromba de un huracán... París nos arrastra en la cotidinna ¡ornada, y somns, al correr de sus horas, como vilanos en el viento, como tablas de naufragio sobre el mar... Pero, al cabo, la noche nos es remanso de quietud, puerto de calma... I.a noche es la inefable vecturo de tu abrazo, Susana: y en noche de Mayo tórnase la más dura noche del más duro invierno, si la florecen y aroman estas rosas purpúreas de tus senos: y sobre el ascua viva de la noche de eslío, pasa en clemencia una brisa moza, si se bebe, en la fuente de lus labios, este cristal sonoro de tus besos... Ya es el día. Su3a.:a: ini Susana... Ya es el día... ¡Cuan bella y cuan breve fué la noche: «nueslra noche»...! ••• Es el día, y es hora de partir. Susana... La blanda caricia de tus manos, tendidas en amo- SUZANNE roso afán sobre mi frc:le, puede ocultar el esplendor de csla mañana que á despecho de cortinas, y á nuestro despecho, se entra á raudales por el veiilanal... Más un espírulu liurlón—diabólico pigmeo—ríe de tu ingenuo ardid, mostrando la hora tardía con sus menudos índices, agLiias de esa nimia esfera e:gas!ada, cual gema preciosa, en el plalino de tu brazal... Y á fe mía que es donosa ocurrencia, mi' amada, esta de conservar sobre tu cuerpo desnudo—desnudo en inmarccsiblepureza de armonía—este sólo y raro velo de una ¡oya que mide nuestros instantes, y que aun siendo rico f d }rno, más que lal paréceiiie argolla de forzados con la que nos sujeta y aparta ahora, inexorable, el Tiempo... Tu voz. divina sinfonía de mis amores: la que es máxima esperanza, si en promesa ilusiona: la que es máximo dolor, si en desvío desengaña: la que es tiránica blandura, si en deseo suplica: la que, en ffn, es supremo bien, sí muere en un desmayo, bajo un beso: tu voz, divina sinfonía de mis amores, susurra y me ordena: —Aguarda un minuto... Sólo un minulo... Aguarda, más tarde irás... —¿Un minuto, Susana...? —Un minuto, mi amado..; ¡Sólo un minulo, que no es nada,..! ••• Susana, mi Susana, pueslo que así lo quieres, demos á nucsiro amor esl2 minuto •ique no ha de ser nada», y que pese á nuestra voluntad pudiera serlo todo... Fin un minuto se nace y en un minulo se muere... Se aprende á odiar en un minulo, y un minuto basta para encender amor... Y ¡ay de aquel ó quien la vida no concede un minuto que por sí solo es cifi-ti y suma, y razón, al fin encontrada, de toda una exisicncia tejida en perpetua sinrazón...! c>c><>c>o-0'<*><>o>o>c>o><c>o*o>«:>o-<><>o><c>c>oc><^^ I 6 6 Ese «minuto-clave», yo le halle un dí;i en que tú me brindaste, vibrando e.i un mismo y prodigioso acorde, una lágrima y una sonrisa: con la lágrima, había muerto en lí una niña: con la sonrisa, había nacido en tí una mujer... Y mis labios, -iacrílegos y triunfales, ungiéronse <_üii la amar^;j dulzura de tu placer y con la dulce amargura de fu dolor: y en aquel minulo, hecho de eiernidades, yo escucha, de la EsÜnge, el verbo sobrehumano del Enigma... /i Va se ha roto el encanto, mi amada... Ya estoy lejos, muy tejos de ti, puesto que toda la anchura de«nuestra alcoba nos separa... •Te coniempl~\ y me sonríes, en la clara transparencia de este espejo: de este espejo que irónico me muestra, en dos planos que la reflexión distancia, tu lozana juveniud que empieza y mi agostada juventud que acaba... ¡Un minuto, Susana...! ¡Cuantas veces, en un minuto, se trocaron la suerte de un hombre y el alma de una mujer,..! fííes de mis pavores, y en un salto llegas ¡unto a mí... Unidos ya nuestros rostros, ante el maligno espejo, me dices, enamorada: —Yo parezco más vieja que mis años: tú pareces más joven que los tuyos: y nuestras almas tienen la misma edad, puesto que al mismo tiempo nacieron al amor... Cual brisa primaveral, que aventara el último rescoldo de un fuego de invierno, tu voz—divina voz —arrastra hacia el olvido las cenizas de mis amores muertos: y melancóüeamente las veo perderse, esas cenizas al amparo de las cuales prendió, y se hizo durable llama, la centella d-; nuestra p a s i j n . . . I I I I AMOMO G. D E LINARES Pürís, Abril de 19!6. A nUUMO UK TUÜAS y-^i LA ESFERA STO de «senorilo bien»- «genle bien», ha venido, á lo que porece. de la República Argentina, y en poco liempo se ha hecliu popular enire nosolros. Lo de «bien», por supuesto, es una ironía allí y aquí, ya que suele aplicarse á ¡óvenes tan eleganlcs como ociosos que, econúmicameíile, son parásiios, pueslo que consumen y no producen; moralmcnlc, un ejemplo pernicioso del triunfo de los holgazanes sobre los Irabaiadores y socialmenie un sallo atrás hacia el feudalismo y las casias, porque todos los días, con s u s imperlitiencias, sus escándalos y sus abusos públicos, eslán fallando á la ley, sin que la ley se alreva á meterlos en cintura. El verdadero promotor de la nacionalidad argentina, Sarmicnlo, escribe en su famoso estudio «Facundo» (civilización y barbarie en la Argentina): —«Alzad un poco el frac de un argentino y hallaréis el gau, cho.» Algo por el estilo ha dicho ' nuestro Cosía con la frase de que «todo cacique español lleva un inquisidor dentro». Relacionad ambas observaciones y surgirá, como el homúnculo de Fausto, el «señorilo bien», impertinente, retador, donjuanesco, presuntuoso, elegante y desconsiderado. Claro está que si vamos á la elegancia, la de los «señoritos bien» suele ser indiscreta, alborotadora, exhibicionista. Es una lucha diaria entre el sastre y la buena educación. El sastre es correctísimo, impecable, estéiico. El «señorilo bien» tiene modales achulados ó amanerados. ¡Que triste difcrencJa entre su elegancia escandalosa, afectada y descompuesta y la elegancia natural, tranquila y correcta de los verdaderos elegantes! Cuenta el a g u d o Pablo Emilio Forgues en sus «Originales c ingeniosos espíritus de la liiglal:rra contemporánea», al comentar las «Memorias» de jorge Brummel, que el «rey de los apuestos» era de un egoísmo desalentado y de una vanidad pueril. —Creemos—añade—que hoy sería imposible la resurrección de uno de estos «reyes». El liempo de los «Bucks» y de los «Bonitos» no volverá jamás; el título de «dandy» o de «coquetón» es ridículo en nuestros días. La joven Inglaterra, atrincherada, por decirlo así en una austera elegancia, desprecia todo lo que signilique rebuscamiento e;i el vesiir; se reiría viend.) un nuevo Brummel como s e reiría con la aparición de E aquellas corbatas que tanla fama dieron al «último bonito». El «señorilo bien> por fuera aspira á renovar las glorias de Brummel y por dentro las del gaucho Francisco Quiroga ó las del inquisidor Fray Gabriel Lapuente. Su concepto del mundo externo es un pueril concepto de sastrería y joyería. Su concepto del mundo interno es un egoísmo prehistórico más que salvaje. Todas tas dignidades humanas—generosidad, amor á los debües, respeto, cortesía, sensibilidad social y estética—las repudia como debilidades y humillaciones. Y asi como rehuye que su «chaquet» impecable se roce con la blusa del albañil y con la americana del empleado, procura que su e g o í s m o anccslral no se manche de generosidad ni menos de misericordia. Para ellos la mujer es un dilen-,a sencillísimo; ó heredera rica, en cuyo caso se contraían ellos, ó mujer galanlé, en cuyo caso la contratan para ellos. No tienen, pues, problemas de amor, sino de financias; ó se venden, por recibirlas, ó las trasmiten, al comprarlas. En cuanto á los problemas del pensamiento, sienten, más que desdén, repugnancia por la cultura, que estiman ocupación vil. Van al teatro ó á la conferencia, como van siempre á todas partes; preocupados de despreocupación. Y, fuera del cuplé ó del chiste fácil, que son su elemento, todo lo demás les aburre y hasta les indigna. Arte, ciencia, literatura, problemas sociales, decadencia de su nación, hambre del pueblo donde viven, les son tan indiferentes como un ave que se rcmo::ta ó una hoja que se cae. Viven para sí. únicamente para sí. en una presunción de soberanía tan grotesca que recuerda la de Robinson dictando leyes para solo el negro Domingo, como ellos para el camarero del caía ó para el «botones» del Círculo, Y no son de hoy. sino de todos los tiempos; hermanos de los quírites á quienes Aulo Gelio llama «sanguijuelas» y corifeos de los elegantes contemporáneos de La Gruyere, que los juzga así: «Un hombre aparatoso y ridículo lleva sombrero alto, casaca de alones, zapatos de agujetas y botines; sueña la víspera por dónde y cómo podrá llamar la atención al día siguiente. Lln filósofo se deja vestir por el sastre; tiene tanto horror de huir la moda como de entregarse completamente á ella»... CiiisTÓüAL DE CASTRO DIBUJOS DE lUMÍlUií: LA ESFERA ;^3¡5| ? ^ Kll ESCENAS I CASTELLANAS i í i í ffl I i í i 1 I I i I ^ Bien sentadas al amparo del zaguán de una alquería, hay una muier muy vieja y una moza muy garrida. La moza cose un corpino. La vieja pausada hila. Ambas á dos son criadas del amo de la alquería. Caen las sombras sobre el llano... Las dos mujeres suspiran... La moza de mal de amores y la vieja porque mira el gran dnior de la moza... I I Suenan las elaras esquilas en la paz de los senderos , llenos de melanci:lía... Más cerca, los arcaduces de una noria que hay vecina, y en las pardas lontananzas si:ciian coplas campesinai... 1 .1 La moza adora en el hijo del amo de la alquería. y el tal mozo sólo quiere I por barragana á la niña. Piensa, como á tantas otras, muy luego de seducirla s abandonarla... y la moza I I porque lo sabe suspira... Al cabo di un buen espacio, dice así la vi^jecica: —Siempre estás triste, moza, siempre sin alegría. Di cuál causa te trujo a tal melancolía. Si no te me enojaras, yo bien te la diría, que la experiencia es madre de la saliiduría. Por esc hombre m.aldito, tu mocedad lozana como flor invcrni/.a se amustia y se desgrana; el sentido te roba, la voluntad te gana, y en él piensas de noclie, de larde y de mañana, ¡Mal sendero lomaste, bien malo por mi vida! Sobre tus pasos vuelve y apréstale á la huida. que eres dócil y hermosa, y eres moza garrida y gran dolor me diera si le viese perdida. No emplees en quererle tus abrileños años. Barrunta que lai hombre sólo burlas y amaños para las mozas guarda, que son recios los daños con que ha ultrajado a muchas, no busques desengaños Torna por el sendero, loma el camino á easa, arráncate del pecho esa encendida lirasa, mírale en la desdicha que el sentido traspasa de la Celia y la Carmen, y la Odulia y la Blasa... A lodas afrentadas dejó ese Juan Manuel, fue lobo y no palomo, para ninguna fiel, ahora ronda ladino de tu panal la miel. ove los mis consejos, ¡no esperes nunca en él! Cuenta que ha de olvidarte luego de conseguida, que aún eres lú muy moza y es muy luenga la vida; mal sendero escogisies, apréstale á la huida. ¡piensa que de otras arles has de verle perdida!.,.— La moza, sumisa y triste, nada responde á la anciana, pero piensa que es baldío empeño c! desapartarla de aquel dulce pensamiento, de aquella dulce esperanza... Coiifiésase que del amo se siente como embrujada, ¡le quiere más que a la lumbre de los ojos de su cara! Por eso de día en día su color está más pálida y es más grande su tristeza y es más terca su desgana... Por eso de día en día más se siente arder en ansias y más y más se le ahondan las ojeras azuladas... Por eso apenas sonríe, ni eomo solía canta. ni en la cocina espaciosa de ancho hogar y ancha campana retoza con los Fornidos gañanes de la la!)raiiza... £n suspirar á escondidas todo el día se le pasa y en el lecho se revuelve de la noche á la mañana; despierta, porque no puede eehar e! su amor del alma, y dormida porque apenas si sosiega y si descansa soñando con sus amores, que es sueño que no la falta apenas cierra los ojos, según está enamorada... No es la riqueza del amo lo que así la sobresalta. ¡y ojalá fuera el más pobre de toda aquella comarca! Es el arte con que sabe cortejar á las zagalas. es su mucha gallardía, es su presencia bizarra, es el fuego de sus ojos y es la miel de sus palabras.,.' ¡Ay, quién fuera la dichosa que con él fuese casada! ¡Quie'n pudiera, por ventura, de tal amo ser el ama, y perfumase sus ropas del domingo con manzanas! ¡y mirase por su hacienda y ordenase la su casa!... Ella no. que es poca cosa para persona tan alta... y porque así lo comprende y es su desdicha tan clara, suspira tan Irislccicti de la noche á la mañana... ¡Porque te quiere con lodas las verdades de su alma! ¡Le quiere más que á la lumbre de los ojos de su cara! La vieja advierte que torna á suspirar la zagala, y olra vez. pausadamente, . deja escuchar su palabra: — Escapa de esa idea que habrá de ser tu mal. mocedad de zagalas, es un claro cristal, luego que es enturbiado no vale en el ferial, ¡no le entregues la rosa mejor de Iii rosal!... Juan Manuel ha dineros y ha gustos de señor, y el refrán ya lo dice que en achaques de a n u r el dinero es del mundo muy gran revolvedor, presta con alegrías y cobra con djlor... La vieja suspira y calla. La moza sigue cosiendo. ya no se escuchan esquilas ni jigcoa zagalescos ni arcaduces.., ¡Sólo suenan los suspiros en el viento! Las lintas crepusculares tiemblan en el gran silencio roto, á las veces, por una grave tonada á lo lejos... La noche, pausadamente, se acuesta en el llano inmenso y ya la luna se espeja en el cristal claro y quieto del río... tiemblan Ips álamos frondosos y ribereños... La moza mira al celeste y la extasía un lucero como su sueño lejano y hermoso como su sueño... Da suelta al llanto escondido hasta entonces bien adentro de su corazón... y tiembla tal que si tuviese miedo... Calla la vieja... Ella sabe que si amor entra en el pecho se lleva más de esperanzas que de experiencia y consejo. Suena en la calma nocturna el blando y triste lamento de la moza... Cristalinas van sus lágrimas saliendo como dos hilos de perlas desgranándose en silencio... i i 1 i s I i i Se oyen los cascos de un potro que viene pnr el sendero. Es Juan Manuel... La zagala se lleva la mano al pecho porque el corazón le brinca como un pájaro en el cepo.-, ¡Quién sabe si entrelazados les mirará desde el cielo acaso esta misma noche aquel lejano lucero!... ,y qué pena que á esta moza le haya de pasar el pecho, —rosal rústico y fragante, florecido y tempranero-, el dolor del desengaño como un ventarrón de invierno que destroce las primeras rosas de sus pensamienios, las que apunlaron lozanas, alma y corazón adentro. en noches de áureas quimeras y de enamorados sueños!... ALiít:RTO VALERO MARTÍN óa.'aiiiinjca. mllUJO Dlí CliHKZO VALLEJO I LA ESFERA O O :JÓ\'KINr:S: JOSK LOYGORRI n O O O O O o O O O "Salamanca", agua fuerte original de José Loygorri s un mozo ¿illo. clel^iido. pálido, con laé negras pupilas escüiididos y fulgurantes cnirc el oscuro livor de ias ojeras. Aún rcbalici más la palidez del rostro por el pelo negro y iirillanic. Tiene unas pulidas y cuidadas manos de dedos ¡argos, punliagudos. Todo en él da la sensación de un descendiente de r^zcis depuradas. I5s un reprcsenlanle de sutiles y elegantes d:eadencias de oiro riempo. Aun antes de ver su obra. hasta hablar con este mozo de los ademanes [aligados, del espíritu divinamciiie envenenado de la civilización, de Id voz aguda, un DOCO desagradable al principio; pero que, conforma se amolda á nuestro oído, se comprende que sonaría bien en un escenario declamando versos.,, Hijo de su siglo y hermano de su arle, lan refinado, tan impregnado de cerebral sensualisiro, José Loygorri añora otros siglos. La Italia pomposa y perversa con sus íieslas resucitadoras del paganismo, con sus cortesanas sabias en libros y en voluptuosidad, con sus expediciones á lejanas tierras... Siente la nosialgia de joyeles, y encajes y terciopelos á los que han sustituidos \os. jüqueltes y los relojes de pulsera. y, sin embargo, no lodo es decadencia y languidez en este mozo que las gentiles damitas cercan sonrientes y parlanchínas cuando él las enseña sus acuarelas de mujeres artificiales. En Loygorri, hay hondo, recio, inquebrantable, el amor á Castilla. Por sus lieiTas de Valladolid irá en las tardes soleadas del invierno á lo largo de los caminos, como un hidalgo que distrae sus ocios, y tambiin cuando los otoños espléndidos, armado de su escopeta yauki y de sus galgos flacos, saldrá de caza. Todo esto se refieja, naluralmenle. en su obra que se compone de muy distintos, y bien claramente definidos, aspectos. E o o o o o o (i o o i) JOSÍ-: LOVGCRR! José Loygorri nació en Valladolid. Sus padres eran ricos y ésto permitió al futuro pinlor y al hermano realizar cumplidamente sus ensueños. El hermano estaba enamorado de las rulas del cielo, como José había de amar las líneas y los colores de los seres y de las cosas terrenas. Pudo aquél lanzarse á los aires, sobre su aeroplano {el clavjleño de los [iiodernos soñadores); pudo también el pinlor correr mundo y saciar la sed contemplativa de las bellezas conlemporáneas y de las otras |;¡-etcrilas que permanecen perdurables y sonrienics en los salones de las Pinacotecas. Preguntado por sus maestros, Loygorri sonríe. No ha tenido ninguno. No le hizo falla para mei'Clar los colores, para trasladar al lienzo ó al papel loque veía. Así su pinlura luvo y conserva aún esa simpática gracia ingenua y espontánea en la que hasia los defecios se disculpan. Primero pinto los lipes cenceños de Castilla con sus carnes pardas, sus trajes pardos y sus pardos paisajes. De cuando en cuando detonaba un refajo amarillo, verde ó rojo; alguna vez el ciclo se sonreía con finas opalescencias, ó sobre el rostro terroso de o o o o o o o o o o o fl o o o o o o o LA ESFERA í-0:= {} o O o o o o () o O {\ O § o o o o o o o o o o o o o i) {] o o {} o o o fl o {} o o o o o o o o o fl C^,:UfiA-FLaI |tü^Li52££ "Gitona" una mocita los ojos inesperaclameiile azulea tenían una morleciiia stiíi\'ulíid cic záfiros. Dcsijues el joven pintor inarchú á París y el alma de Pa rís le envolvió como el amor vicioso de una co•cota. ¡Quedaba muy lejos el arle austero, las visiones serenas de los campos españoles y la reciedumbre áspera de los españoles,tipos! Primero las acuarelas galantes de parisinas siluetas de mujer con los rostros a:tÍficialiTisnle- y- CuadroS'at ó.'eo ds Lctygorrí embellecidos, con la5 modas de hoy que recuerdan orientales voluptuosidades ú romániicas estampas de otro liempo, con los hombros y los deseos desnudos... Lue^'O los lienzos de tipos castellanos. Otra vez. En un retorno que. aderriás de los aspectos eternos, vuelve á encontrar los íntimos y psicológicos de la raza. Y ahora másafirmali' vos esios lienzos que aquellos oíros del mis- o o o o o o o o o o o o (1 o o o o o "Tipos castellanos", cuadros de JoRé L o y ^ o r r i . "La madre" mo ambiente, anteriores á su viaje de París, y y por último las a^uas fuertes, que lal vez sea lo más fundamental de su arle, alU donde encontramos fundidas el viril sentido de la belleza que le inculcó la tierra donde ha na'^ido y esa otra delicadeza decadente de sus años en París y de su amor á las mujercitas fráíTiles... SILVIO LAGO o o o o o o LA ESFERA i iiii:ii>Li i'riii:iiMilwi|!liiililii!iimiiHlii 0-. .=fP°°°*.. A i i s i í i I ffl i í s ms. EL DOLOROSO PLACER il!U|i|l|llllll'|iTOIIlllllll|l|IWilillili T^^r AN perezoso era nuesiro camarada Pepe Soiart, que una vez llamó profesor de energm á uno de nosotros porque no pudicndo soportar la cachaza del camarero de! restauraiU, se levantó de la mesa y fué á la de servicio á coger por su mano un salero. Todas las tardes formábamos tertulia eii un saloncito del Casino. Pepe llegaba medio dormido aun y tornaba á amodori-arse en un diván. Nada le inquietaba, y era de aquellos que si alguien les proporciona ocasión de mejorar de foriuna, buscan enseguida el medio de que fracase la amistosa solicitud, asustados de las nuevas oblig-aciones. Solo quería que le dejaran tranquilo en su far nien/e. Completábase la innata disposición para la vagancia, con un sutilísimo tak-nlo crítico, y con su Ironía sarcáslica en fuerza de escéptica, por donde llegaba á la conclusi.jn d¿ que no valía la pena intentar el triunfo en obra alguna. —¿Por que' no escribes un libro?—le insinuábamos sus familiares. —Ya está escrito el ^w/yo/'c—respondió Pepe Sojart, y se recosió en la blandura del peluclie, como un dios en las nubes de una apoteosis. T s ffl im jf^j? m Por eso nos extrañó hasta maravillarnos, verle la tarde aquella iodo alterado y que pidiese un stilógrafo y llenara un pliego de cortas con las mismas cólera y saña del famoso moro Tarfe. Luego entregó el que suponíamos cartel de dcsarío, al más autorizado de los contertulios. Mientras éste leía, Pepe Sojart se frotaba las manos y asomó á sus ojos una llamarada cruel. Semejaba un verdugo satisfecho de su misión. Y -P;t',COacaeció que el lector, sin previa consulta, rompiese el papel en mil pedazos. Quedó paralizado Sojart, pero sus pupilas cambiaron la crueldad por una ilusionada luceclca... Nos susurramos de unos á otros; —Cuestión de faldas. En efecto; forzosamente sonó la hora de las conlidcncias y logramos enterarnos de que Pepe amaba con ía ternura escondida bajo sus sarcarmos, á una muchticbuela que el apasionado describió con palabras que eran ecos de la dantesca Vita Niioi'a. Elena, así se llamaba la otra Beaírice, unía á una equívoca belleza de favorito de un emperador romano, los sentimentalismos Uno de los jueces intervino, de la inquietud y las alegrías de la ingenuidad, ¡Ob, el delicioso animalilo de sin compasión: color de rosa que tenía por alma una estrella! Correspondió Elena á Pepe —Tú le resistes á ac:plar la y el idilio llevaba ya dos años de existencia, bien que en el mayor de los severdad, pensemos que no por cretos. Aíiora se encontraba Elena en una provincia, con los suyos, y pacobardía, sino por pereza, tu rece ser que el epistolario comenzado con alaridos de viudez prematura, iba pereza... ¿Es el de ahora el languideciendo poco á poco, y,después no lodos los correos traían el deseaprimen disgusto? No, segurado sobre y los enloquecedores apelativos mente... ¿Por que hasta hoy se substituyeron con las acostumbradas no te sublevó una palabra fría formulas casi inexpresivas. Pepe Sojart, de Elena? En lo íntimo, una por primera vez desesperado en su vida, vocecitlá te susurró que tu idisintió dolor en sus entrañas, y no habilio se muere... tuado á las quejas, extremo las clamorosas voces en la acusación. La carta que A l oír en boca de un amigo rompió uno de nosotros, no contenía s i sus pensamientos más oculno insultos mezclados á bajas demandas tos, Pepe Sojart se ruborizó, de una limosna de amor. La peor de las y ya nos consideramos todos lácticas. Nuestro corro se transformó en con derecho a pi'oponerle una Cónclave de sesudos varones y se dissolución. puso á deliberar. Oigamos al acusado: —Mala cosa que principie á bostezar Elena... No tengo fe nmguna en las curas de amor y la —Conlieso que amo con toda mi alma más avisada terapéutica solo consigue prolongar una agonía á Elena... No creo que Elena ya no me terrible, con engaños, desdenes, el odio... Yo voto por que se quiera como antes... En el fondo, esio extienda el puente de plata al enemigo... no es más que una cuestión de puntillo, —Su intenciones clara... Te busca las vueltas, para que tü le de vanidad... A ver quien cede... exaltes, llegues á la grosería y la violencia y se imponga la ruptura... —Y ella elige el papel de víctima. —Por eso yo, desde luego renunciando á las medias suelas, buscaría el medio de vengarme... del siguiente modo... Contestaría á sus cartas, en broma, cariñosamente, y sin darm^ por enterado de sus propósitos... Claro que al Tuial, ella se saldrá con la suya... ¿Y no vale nada escamotearle su comedia tan bien preparada, y los berrenchines que van á producirle lu cachaza, tu sangre gorda? —Sois injustos... Elena no tiene culpa de haber perdido su amor por Sojart. No hay más que rendirse ante la fatalidad y agradecer á los dioses las pasadas voluptuosidades... —Y aún te resta, pobre Pepe, un último remedio... Que estés convencido de cuanto han dicho éstos, y que sin embargo, no quieras separarte de Elena, y entonces hallarás un enorme y doloroso placer en tu cobardía, en sentirle esclavo y hasta degradado por no poder vivir sin los besos de Elena. Así oconsejábamos nosotros al infeliz, que á cada parrafada nuestra empalidecía de más en más. Por último, á despecho suyo, se le escapó la protesta: —¿Cómo voy á dominar si soy el dominadj?... Dichosos vosotros que podéis alardear de independencia... Callamos de repente, impuesto el mutismo por la instantánea aparición en el recuerdo del caso nuestro, del problema propio. Ya nadie se atrevía á continuar predicando en sprit fort. Se notaba ía presencia en el a i r e d : cinco adorables testas femeninas, sonriendo con un gracioso mohín de nuestra perplejidad. Eran como un racimo de esos globos de gas para los chicos, y diríase que temíamos romper el hilo y que las lindas cabecitas, los globos se marchasen hacia las nubes... En medio de la silenciosa quietud se oyó la stilográlíca de Sojart, el cual se decidió valientemente, heroicamente, por declararse cobarde... to i i FnDESico GARCÍA SANCHIZ EIIIUJOS Dii MONTKSKULV I LA ESFERA ARTE CONTEMPORÁNEO :^mi»itf,T TIPOS MURCIANOS: "LA MADRE", dibujo de L Medina Vera > II I '- / • - — LA ESFERA Una revista en una aldea del frente francés, destruida por la Artillería alemana E O O S I>B LA ALDEA E s ¡unto á Verdun, dentro de su poletiie campo atrincherado. ¿MaIancourt?¿Hadicourt? ¿Vaux? ¿Quién sabe? Es un pueblo en ruinas, un pueblo sin vida, una víctima más de la implacable fiereza de los combatientes. Nada hacía esperar ei brusco ataque. La actividad de la pelea estaba allí lejos, muy lejos, sobre las cumbres nevadas de las montañas balcánicas, donde dos pueblos habían perdido eij sangrienta porfía su independencia secular. En Occidente la lucha era melódica, parsimoniosa, lenta, siempre igual: duelos de aríillerfa, guerra de minas socavando el suelo, haciendo explotar los hornillos de carga y peleando después en lucha porfiada por posesionarse del embudo que en el terreno abriera la explosión; guerra de topos bajo la tierra, en galerías que buscaban en zig-zás las del enemigo; guerra de ametralladoras, de bombas de mano, de granadas arrojadizas, de torpedos aéreos... Y de repente el 21 de febrero los germanos se salieron de sus trincheras en la región de Verdun y en formidable ataque inexperado, hicieron retroceder á los franceses ganándoles buena porción de terreno. Avisados los franceses de la tentativa germana acumularon en aquel sector lo más florido de sus reservas y palmo á palmo defienden, desde entonces, pueblos, posiciones y fuertes, contra la-agresividad teutona. Verdun es importante, estratégica y geográficamente. Estratégicamente, porque el frente francés constituye un saliente que podía utilizarse como punto de partida de una ofensiva contra la vecina región de Metz, ofensiva que hubiera bastado por sí para hacer retroceder la línea germa- I^JS. C^TJER^ÜA. EN na en Francia, y geográficamente porque entre Dun y Conmercy. es la población más importante de la línea del Mosa. Entre el Woevre, comarca rica pero de suelo arcilloso que dificulta las comunicaciones en la época de lluvias, y el Mosa, hay una serie de alturas escarpadas que tienen fácil declive en la ruta de Alemania, razón por la que á ésta interesa poseerlas y sólo puede lograrlas poseyendo Verdun. A ello tiende por ahora sus esfuerzos como luego, si realizase su tenaz objetivo, tendería á tomar de revés el curso del Mosa, aguas arriba de la plaza, aislando la de Toul y alcanzando el valle del Ornain y por tanto de nuevo el del Mame, del que aquél es tributario. La lucha prosigue tenaz y sangrienta con lentitud perenne, sin que sea dable anunciar éxitos ni fracasos, porque pora unos y para otros, queda todavía aquí y fuera de aquí, mucho camino por andar. En la orilla izquierda es mayor el interés estratégico, ya que allí están las comunicaciones que alimentan Verdun. y que, caso de caer en poder del enemigo, encerrarían, como en una ratonera, á los cientos de miles de defensores. Un nuevo Sedán que no es de presumir de la pericia del alto mando francés, que hallaría á toda costa medio de evitar este tremendo desastre. En la orilla derecha el objetivo inmediato es la posesión de Verdun, en sí más de carácter moral que de importancia material, ya que ésta para los asaltantes estriba en la posesión de todos los puentes del Mosa. issa^ffisms^s^smsms^s^mam^ffi^^ FOT. UUGELMAKN QUINAS En esta orilla derecha es donde el continuado bombardeo ha hecho sufrir más á los pueblos, como ha hecho sufrir á Verdun, tomado desde el principio bajo el certero fuego de las baterías germanas de grueso calibre. Los habitantes de las aldeas han tenido que abandonarlas, en éxodo lastimoso, dejando en aquellos montones de ruinas humeantes. Iodo un caudal de recuerdos y esperanzas. Bélgica primero, Reims, Soisons, Dunquerque y multitud de puebios_ del Norte francés, antes, como hoy los ribereños del Mosa, sienten tronar el cañón, y ven derruidos sus muros, abatidas sus casas, incendiadas sus iglesias, y donde antes hubo una pina de edilicios modestos, hay ahora un informe montóti de escombros, ruinas, desolación, soledad, muerte, que esa es la guerra. Ellos, los invasores, tuvieron la calculada previsión de librar de esta afrenta y esta angustia á sus pueblos y supieron llevar la mortífera pelea más allá de sus fronteras, lejos del Rhin, lejos de los territorios de los Estados de la Confederación. Y hasta que la paz no brille con sus luminarias de júbilo, ia aldea perdida no elevará de nuevo sus derruidos edificios para vivir tranquila una dulce vida de sosiego, recordando que un día el continuo disparar de unos cañones emplazados á dos leguas del pueblo no dejaron, en unas horas, piedra sobre piedra. llmperccederos recuerdos de dolorl CAPITÁN FONTIBDE LA E S F E R A ALUD, lecloras! La primavera rie y los árboles vislen la galanía d e s ú s verdores. Los almendros florecen; las lilas abren sus capullos al calor de los rayos solares; las acacias rinden á la caricia luminosa la delicadeza de sus perfumes; las alondras cantan lindas trovas de amor y los ruiseñores senlidas canciones de melancolía. Todo renace, todo triunfa. En las venas tiene la sangre ímpetus jóvenes, grato calor de una vida nueva, y la luz brillante, y la brisa juguetona y alesfre, y el rumor del agua que parece murmurio de íntimas confidencias, palpitaciones de los pechos identificados en el común anhelo del cariño, y el pájaro que salla y la boca que dibuja una sonrisa triunfal, componen la mágica sinfonía que canta al placer de vivir. Esta renovación de valores ha alcanzado á la moda tambie'n de una manera que nosotras debemos lamentar. Porque no son renovaciones, sino innovaciones, lo que en maleria de modas debe exigir el gusto más elemental. Fué, es y será la sencillez madre de 1J distinción y garantía de la elegancia. A conquistarla llegamos después de sufrir no pocas transformaciones en nuestra indumentaria, que á veces eran aciertos discutibles y á veces errores imperdonables. Recordad si no los trajes de cogidos, los horrorosos polisones y los volantes, que quitaban toda idea de forma ó la exageraban en proporciones caricaturescas. S Pues á los grandes volantones, á los bullonados y á los absurdos arabescos de sutáches, abultados y deformes, volveremos, si Dios no lo remedia. Con estas intenciones se inicia el adorno en los trajes primaverales, que más que ninguno debieran ser sutiles, vaporosos y libres de toda clase de sobrepuestos, que quitan gracia y espiritualidad á la figura. y malo es que empiece á manifestarse una tendencia, porque es seguro que llega á su total desarrollo, á menos que una franca hostilidad advierta á los ideadores del nuevo modelo que no estamos dispuestas á sancionarlo. Pero esto ocurre pocas veces, raras veces, me atrevería á deciros que nunca, por nuestra iniciativa. La curiosidad es como un pajarillo alocado que viviera dentro de nuestra alma y su inquietud nerviosa se refleja en nuestro deseo, siempre creciente por lo nuevo y amigo de lo extraordinario. No otra es la razón que justillca la existencia de algunas modas. Aforiunadamenie, el buen gusto se impone siempre que satisfecho el interés producido por la novedad pérfidamente servida en evoluciones lentas, en esbozos y anticipos que dejan libertad á la fantasía para fraguar á su modo la tendencia reformadora, vuelve á restablecerse ef perturbado equilibrio negándole á la extravagancia y al desatino toda hospitalidad. EsiJeraremos, pues, resignadas, el regreso que van á imponer á la forma de nuestros trajes, dándoles estilos que ya se desecharon por inconvenientes. Menos mal que las faldas corlas, vencidas, tienden á desaparecer. Su fracaso se proclama en el decretado alargamiento hasta el tobillo. ¡Oh, peder de la armonía, de la proporción, de las pántorrillas deformes y los piececitos irregulares! ¿Recuerdan ustedes cuántas y cuántas veces he señalado las dilicultades de la falda corta en estas mismas columnas?—ROSALINDA LA E S F E R A ::::I>E: I V O F Í T E : JS. ILJFi :•: :•: o o o o o o y o R[carao Hunt, el organista más |oven del mundOt tocando en una Iglesia de Gulllord B a y a r d o jtíega a l billar Ha sido en una fiesla para divertir heridos y convalecientes ingleses. Se ha ccIel)r¿]do una partida de billar entre el famoso campeón Slevenson y... «el caballero sin miedo y sin tacfia.» Sievenson jugó con guantes de boxeador. Dentro de la armadura estaba el contemijoránco Jimmy que juyú. como en las caricaturas de su compatriota Robinson, al foot-ball con las granadas alemanas, hasta que una de ellas explotó demasiado cerca de sus pies. Extraña y paradógica la idea de recordar las plataformas de boxeo y los libros caballerescos ante una mesa de billar, Fil billar sugiere siempre ¡deas plácidas y pacíficas: los viejos casinos de provincias; las tardes en una casa patricia despue's de la comida. También sitios de bullanga y ruidoso regocijo: los cafés próximos á Universidades y Academias donde acuden estudiantes á dejarse el importe de los libros de texto; las casas de juego en que las señoritas del «coiii» atraen los incautos con sus palmitos gentiles para que el taliur, dueño del garito, aumente sus sortijones y suba la tarifa de sus habanos habituales. Pero precisamente el «humour» ingls's surge de los contrasentidos y se complace en trastrocar los términos. ¿Acaso no es una grotesca ironía, ahora que toda Europa se consume en el propio fuego de sus ambiciones, avivado por el aire huracanado de sus odios, poner frente á frente de un boxeador de hoy á un guerrero dz] siglo xv?Pero no se trata dz un «cah-as-cali-can» como hacían esperar los guaníes del primero, ni de un torneo cual prometía la férrea a-madura del segundo. Stevenson. se limitaba a coger, enguantado, el laco; Jimmy «picaba» las bolas con su espada. He aquí una hazafia que no presintió lacques de Maille, el biógrafo de Pjerre du Terrajl, en La fres /oyeuse plüisante et recrcative histoi're compasee, par le Loyal Scrviieurdes faiz, gestes, triunphes ef prouesses du bon clievalicr sans peur et sans reproche, U gentil seigneur de Bayart, dortt Immaines louenges sont espandue par toute la chrestiente de plusieurs autres bons vaillanls et vertueux ccpitaines qui ont esté de son temps. Ensemble les gue~ g¡<::x:?< Bayardo, "el caballero sin miedo y sin Uclia", }iiu:anLlo ni billar en una fiesta benéfica de Londres rres, balaüles, recontres aí assaufs qui dz son • cara de formalito tiene!» Los hombres sonreirán vivant sont survenues tan en France, Espaigne indiferentes, y los niños sentirán esa inquietud emuladora que los enseria cuando presencian que ¡talle... un ajeno triunfo infantil. y, sin embargo, fue más allá la imaginación A nosotros nos ha entristecido. Acuden á del buen «tabcillon» ó notario, que había de firnuestra memoria viejos cuentos, neblinosos ya mar con la misma mano la obra apologética del padre y el contrato de boda de la hija, al casarse áz olvido, en que intervenían organistas pueblejuana del Terrail con el noble italiano Barba de rinos. Tresca, Estos organislas de aldea que nos presenPorque en la historia de Bayardo, «/c bon che- tan las ficciones literarias, como un espejo de la realidad, son siempre viejeciios, de cabellos valier sans peur et sans reproche*, va suelta la blancos y con la nieve de muchos años en el fantasía, como en otros librjs de caballerescas hazañas. Respondía esta vida de un hombre que corazón... existió á las otras imaginarías de fantásti::os También los cuadros románticos de los pintopersonajes que Cervantes había de atacar de tan res alemanes de mediados del siglo xix, ponían donosa y humana manera en su Don Quijote. ante los ojos las encantadoras siluetas del viejo El público inglés del festival quizás no sintie- encorvado, de manos sarmentosas y con los ra—viendo al gentil «seigneur de Bayart» pro- mechones blancos escapándose del negro gorro curando con su espada el choque de dos bolas de punto. blancas y una roja sobre el paño verde—la íntiEn los cuentos ya la ajena fábula literaria poma melancolía que sentirá, por ejemplo, un co- nía nombres y episodios á la emoción; en los razón francés al ver la fotografía de este episo- cuadros nos complacíamos en dotarle una Iiisdio, que no pudo adivinar Jacobo de Maille. toria sentimental á los modelos. Estos viejeciios estaban ya al otro lado de las Ni tampoco pensaría Jimmy que dentro de esta armadura, que por inocente burla vestía, se quimeras y de las ambiciones. Se refugiaban en la música como por las noches en el lecho, para esc-jnde el fatal ananké de los Bayardos. que el alma no tuviera el frío de su soledad y Todos ellos murieron en los campos de batalla: Humberto en la de Varey el año 1326; Felipe abandono. Amaban los maestros clásicos por en la de Poiiiers (1356); Pedro en la de Azincourl cómo son graves, profundos y serenos. Incluso (1415); Juan en la d; Verneuil (i'124); otro Pedro componían piezas religiosas que les hacfan llorar y que se"extendfan por la única nave del alen Montlbcry (U65)... Nombres hay con los cuales es peligroso ju- deaniego templo, como el perfume de los incengar, aunque sea en un juego tan burgucsmentc sarios... pacífico comoe'ste, favorito de estudiantes y buSe refugiaban en Dios y en la música después rócratas provincianos. Porque si un liro de ar- de haber creído en todas las vanas mentiras bucabuz arrebató la vida á Pedro del Terrail en el manas, del amor, de la amistad, de la gloria... combate de Biagrasa, el 15 de Abril de 1524, bien y, lentamente, esperaban la muerte, sin prisas y puede quedar asfixiado por deletéreos gases este sin temores. simpático soldado inglés que durante una tarde Pero este «Leslie Mozart», lejos de causar una evocó el recuerdo del guerrero valeroso é inta- emoción sentimental, nos eniristece como todo chable... «niño prodÍgio> condenado de antemano á ser admirado y conocido... y explotado. Porque prematuramente se le negarán todos K! niño o r g a n i s t a aquellos deliciosos engaños del amor y de las aventuras voluntarias para dar á su vida el úniFiicardo Hunt es el organista más ¡oven del co norte de la gloria... mundo. Tiene nueve años y loca en una iglesia de Guilford. Precisamente lo único que no merece sacrificio alguno. Enternecerá la noticia á las mujeres y s e dirán unas á otras: «¡Mira, mujer, qué rico!» «¡Y qué losé FRANCÉS IHflPlNIl EIÉ[TRI[II para hacer cigarrillos Patenienüm. LEA USTED TODOS LOS VIERNES — ' 60.939 Adaptable á cualquier instalación ::::.:;:: de alumbrado eléctrico:::;;:.: EDUARDO SCHILLING (Sociedad en Coinsndita) MADRID: AlcplS ll.-BABCELONA: Fernando, 23..VALENCIA! Paz, 13. 1 NUEVO MUNDO ACABA DE PONERSE A U\ VENTA EL NUEVO LIBRO DE Revista popular ilustrada DIONISIO PÉREZ (Andanzas, viajes y medliacloncs de "ÍMínlmo nspañol", con antecedentes de la vida de este disminuido compatriota) ÜN TOHO DE 300 PAGS.. 3 PTAS. J L Z ' " / " y " " '¿la Pteilo i;> iÉi m a . 3 0 céDts. en todo España ItfííSñ Se admiten suscripciones y anuncios para esta revista en la LIBRERÍA DE SAN MARTÍN PUERTA DEL SOL, 6 MADRiD o Viajes á Aranjuez en trenes expresos Para mayor comodidad del público en las excursiones de primavera á Aranjuez, la Comparía del Mediudía. además de los trenes ordinarios que diaiitimente circulan, lia esiablecído iodos los domingos y jueves á contar desde el día 25 de Abril liíisia el 29 de Junio, ambos inclusive, Irenes expresos cnire Madrid y Aranjuez con carruajes de primera y segunda clase. Dichos Irenes salen de Madrid á las nueve y llegan á Aranjuez á las 9.10 y de Aranjuez parlen á las 18,31 y llegan á Madrid á las 19.50. Para estos Irenes pueden uiili/arse los domingos y jueves los billetes de ida y vuelta de primera y segunda clase cutre Madrid y Aranjuez á los reducidísimos precios de siete pesetas en primera clase y 3,50 en segunda. ¿oOOOO FUENCARRAL, 20 rf>°°<'e. ^ o . 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