Cómo era santa fe antes del comienzo

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revista ConCIENCIA
Investigación y textos
Romina Kippes
t el tema
El origen de nuestros ríos
Cómo era Santa Fe
antes del comienzo
¿Alguien reparó en las conchillas de mar que afloran
en las barrancas entrerrianas del Paraná? Hay quienes que se encargan de mirarlos detenidamente, y de
comprobar que –increíble pero real– son producto de
un mar que cubrió estas tierras hace miles de años.
Distintas investigaciones revelaron cómo era Santa
Fe mucho antes de ser Santa Fe.
revista ConCIENCIA
t
el tema
El origen de nuestros ríos
Mapa 1: distintas investigaciones comprobaron que
a fines del Mioceno Medio se dio una importante
ingresión marina en nuestro continente, que llegó
al lugar que hoy habitamos y el actual noroeste
argentino; algunos autores dicen incluso que
afirman que se extendió hasta el Caribe.
Mapa 2: el área muestra el otro ingreso, aunque
menor, producido hace 6.000 años y que llegó
hasta lo que hoy es Rosario y Diamante. Se retiró
hace menos de 4.000 años.
Antes de que fuera Santa Fe, este lugar
que hoy habitamos no era así. Justo aquí,
debajo de donde hoy están nuestros pies,
no había tierra; tampoco un río: hace millones de años, un mar somero ocupaba
gran parte de La Pampa y la llanura chaqueña y llegaba hasta lo que hoy es el extremo este de La Rioja. Un mar de aguas
saladas, con delfines, animales acuáticos,
moluscos y conchillas que todavía siguen
enterrados en las arenas del pasado.
Las barrancas del Paraná son un ejemplo
de ese pasado que aflora. Cerca de la localidad de Cerrito, a pocos kilómetros de
la capital entrerriana, pueden verse a simple vista caracoles y conchillas de mar,
el resabio de una historia que ocurrió en
plena Era Terciaria, cuando en el planeta se habían extinguido los dinosaurios
y comenzaban a aparecer otras formas
de vida.
“Existe un momento en la historia de
estas llanuras hacia fines del Mioceno
Superior o Plioceno Inferior (en torno de
los 5 millones de años atrás) donde el
ambiente era absolutamente diferente a
lo que hoy vemos, porque existía un mar
en esta zona, un mar somero, no muy
profundo pero lo suficiente como para
contener una actividad biológica considerable, con conchillas y delfines”, comenzó a explicar Carlos Ramonell, geólogo y
docente e investigador de la Facultad de
Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la
Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Según acuerdan investigaciones, a fines del Mioceno Medio el mar ingresó
en nuestro continente y penetró desde
el Océano Atlántico hasta alcanzar el noroeste de lo que hoy es Argentina, oeste
de Uruguay y hasta el sur del Paraguay
(algunos autores llegan, incluso, a afirmar
que el mar vinculada con el Caribe - ver
mapa 1). Era un mar de aguas templado
cálidas y poco profundas, donde vivían
peces óseos, tiburones, rayas y cetáceos,
y hasta se ha reportado la presencia de
restos fósiles de focas, vacas marinas y
enormes ostras. Ese mar fue bautizado
con el nombre de “Mar Paranaense” o
“Mar Bravard”*, y es uno de los secretos
que trata de develar la ciencia, buscando
en lugares escondidos y no tanto.
“Sabemos de la existencia de ese mar
somero porque cuando se hacen perforaciones en la zona aparecen esos sedimentos marinos, y sabemos que son
marinos por su coloración y también por
la aparición de estos fósiles, que en algunas barrancas del Paraná hasta se pueden ver por encima del nivel del agua”,
completó Ramonell.
Si bien hay registros que comprueban la
existencia de ese mar somero en nuestra
región, no hay pleno acuerdo respecto de
hasta dónde llegó esa formación marina:
los maximalistas dicen que hubo una conexión al pie de Los Andes y hasta el
Caribe; y los minimalistas dicen que llegó
apenas hasta el Chaco Paraguayo.
“Lo que sí se sabe es que entró en toda
la región pampeana, Entre Ríos y Corrientes, y esa fue la última ingresión importante en Sudamérica, hace 5 millones
de años”, indicó Daniela Kröhling, integrante del Grupo de Estudio del Cuater-
nario (GEC) que funciona en la Facultad
de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICHUNL), un equipo que se encarga desde
hace años de estudiar especialmente los
vestigios de ese período Cuaternario en
nuestra zona.
Fue la última importante pero hubo otras.
Hace 6.000 años, el mar ingresó por el río
de la Plata y llegó hasta algún punto entre lo que hoy conocemos como Rosario
y Diamante, tierras que quedaron debajo
del agua salada (ver mapa 2). La Tierra
transcurría entonces el período del Holoceno Medio, ya en la era Cuaternaria.
Se denominan ingresiones marinas a los
avances de la línea de costa sobre un
espacio continental: el nivel del mar sube
sobre la tierra y la inunda. El evento es
principalmente geológico, es decir, obedece principalmente a movimientos de la
tierra (puede también ser climático).
La columna del clima
Además de la evidencia de restos óseos
y de huellas que se registran en algunas
barrancas naturales, la ciencia persigue
muchas otras pistas para armar el rompecabezas del pasado geológico.
Una de ellas son las excavaciones y el
análisis en labortorio de los sedimentos
extraídos en el suelo, que permiten identificar sedimentos de distintas épocas
geológicas.
“De esta manera podemos obtener un
registro continuo de la columna de sedimentos cuaternarios, hasta llegar a la
roca dura”, indicó Kröhling, “y extender
el análisis en zonas con pocos aflora-
mientos, porque en las barrancas o las
canteras se ve a simple vista, pero hay
lugares donde no se ve”, agregó la investigadora.
En San Guillermo, una localidad ubicada
en el noroeste de la provincia de Santa
Fe, cerca de la laguna Mar Chiquita, los
investigadores realizaron una perforación
de 102 metros, y extrajeron elementos
testigos de cada uno de esos metros
recorridos. De esta manera pudieron reconstruir nuestro clima de hace millones
de años a partir de una columna estratigráfica que pone en evidencia cómo era
nuestro paisaje antes del presente.
“En la perforación encontramos restos
marinos pertenecientes al Mioceno; luego unas arenas desconocidas, que son
acuíferas; y luego el registro Cuaternario,
correspondiente a los últimos 2 millones
de años”, contó Kröhling. Algunos de
esos registros testigos fueron analizados
en el extranjero y tienen una datación de
100.000 años antes del presente.
La perforación atravesó una columna cuaternaria de 60,3 metros que incluye evidencias de la Formación Tezanos Pinto,
comprendida entre 36.000 y 8.500 años
antes del presente, y por dos formaciones de loess que pertenecen al Pleistoceno Superior (ver gráfico en página
5) y que se presentan como uno de los
resultados más novedosos del trabajo.
El loess es un sedimento más fino que
la arena y más grueso que la arcilla (en
inglés se dice “dust”) que es el responsable de la productividad de la tierra,
El depósito de loess encontrado en nues-
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Patrón general del
Sistema Eólico
Pampeano durante el
Ultimo Máximo Glacial.
El viento pampero trajo
cenizas volcánicas
del este y loess de
la región pampeana.
(extraído de: Iriondo Kröhling; “Non-Classical
Types of Loess”.
Sedimentary Geology.
Elsevier Science Ltd.
Oxford, 2007)
CUATERNARIO
TERCIARIO
Paleoceno
Eoceno
Oligoceno
Mioceno
Plioceno
Pleistoceno
65 millones
de años
55 millones
de años
37,5 millones
de años
23,5 millones
de años
5 millones
de años
Pleistoceno inferior
(1,7 millones de
años a 780.000
años)
tra provincia es el más grande de toda
Sudamérica y uno de los más importantes
del mundo: nada menos que 54 metros,
depositados sobre arenas amarillentas a
grises de la Formación Paraná (período
del Mioceno), que son las que denotan la
existencia de un ambiente marino somero
en la región.
“Este depósito de loess seguramente fue
generado por el viento: es el primer registro de semejante potencia eólica que podamos conocer en la región pampeana”,
contó Kröhling, y que habla claramente
de un clima diferente al que hoy tenemos
en nuestra región.
Entre 36.000 y 8.000 años antes del
presente, nuestra región atravesó un período identificado como el Último Máximo
Glacial. En esa época, un muy intenso
viento pampero, proveniente del sur, comenzó a modificar el paisaje, formando
estas grandes capas de loess.
“También encontramos mucho material
volcánico, que fue depositado en la región a través del viento; no hay otra alternativa”, agregó la investigadora.
El clima, el gran arquitecto
Efectivamente nuestra región, tan húmeda
como la conocemos, también tuvo un período árido, de importante sequía y fuertes
vientos. “La región sufre cambios en todos
los casos motorizados por los cambios climáticos”, indicó Kröhling. “Nuestro objetivo final es hacer una interpretación de
la evolución del ambiente y la región, en
todos los casos motorizados por los cambios climáticos”, agrego la investigadora.
Estos intervalos áridos en los que se depositaron campos de arena y mantos de
loess en nuestra región, en las montañas
ocurrían glaciaciones, como el director
del GEC, Dr. Martín Iriondo, documentó
en distintos trabajos2.
Como durante otros períodos geológicos,
en el Cuaternario se registraron fuertes
cambios climáticos en toda la Tierra. En
particular, en Sudamérica se alternaron
climas húmedos (que eran cálidos) y secos (más fríos que el actual), una sucesión que se alternó en nuestra llanura
durante los últimos 100.000 años.
Es así que durante los períodos húmedos
la red fluvial de la cuenca se desarrolló
de manera importante y se formaron amplias llanuras aluviales en los afluentes
principales; en los intervalos semiáridos
hubo formación y crecimiento de abanicos aluviales en los piedemontes y áreas
pantanosas en las llanuras; y los climas
áridos fueron dominados por el viento,
que produjo erosión de suelos y sedimentación de loess y campos de arena.
“Nosotros escandalizados por el cambio
climático –dijo Iriondo-, cuando en realidad siempre ha habido cambios climáticos por razones naturales, y siempre ha
habido desastres cuando cambian radicalmente las condiciones. Así florecen
otras cosas y se forman nuevos ecosistemas: el clima es el arquitecto general
de nuestro planeta”, concluyó Iriondo.
Pleistoceno medio
(780.000 años a
120.000 años)
Pleistoceno
superior (120.000
años a 10.000
años)
Referencias
(1). Paleontología en Entre
Ríos: un antiguo y gigante
“Somos como Sherlok Holmes”
biguá-víbora del río Paraná,
Jorge I. Noriega, Investigador
del CICyTTP-CONICET de Diamante, Volumen 10 - Nº 56,
Abril/Mayo 2000). Disponible
en: http://www.cienciahoy.
org.ar/ln/hoy56/paleontologia.htm
(2). Los datos son extraídos
del libro “El río Paraná en su
tramo medio”, volumen 1,
compilado por Mario Schreider
y Carlos Paoli. Ediciones UNL,
2000.
Interpretar cada elemento del ambiente como un indicio:
eso hacen los científicos que se dedican a reconstruir el
tiempo pasado, a través de las huellas que el tiempo va
dejando olvidadas.
“Somos como Sherlok Holmes”, bromeó el Dr. Martín
Iriondo, el investigador que lidera el Grupo de Estudio
del Cuaternario (GEC), que se dedica desde hace una
década a reconstruir los últimos 2 millones de años en
la región. Durante estos años se encargaron de relevar
minuciosamente los 365.000 kilómetros cuadrados que
tiene la cuenca del Uruguay, casi por completo.
Los estudios incluyen la lectura de imágenes satelitarias
y fotos aéreas (antes las compraban; hoy el Google Earth
se convirtió en una herramienta de trabajo indispensable)
y un minucioso recorrido por el campo, que sirve para
caminar y ver.
“Es un rompecabezas que armamos con distintas partes. Se combina trabajo de gabinete con mapeos; y se
buscan elementos del paisaje, de origen fluvial o eólico.
Hay cosas que te dice el mapeo y no el campo y viceversa”, explicó Daniela Kröhling, otras de las integrantes del
equipo.
“De la interpretación de la pila de estos sedimentos aflorantes en las bar rancas y del registro de perforaciones,
combinados con datos de laboratorio, deducimos el origen de los materiales y el área de proveniencia: si son
fluviales, eólicos (aportados por el viento), o palustres
(evolucionados en ambiente de pantanos o lagunas). Así
podemos combinar el registro del campo con los datos
de laboratorio, para deducir las condiciones ambientales
bajo las cuales se formó determinada geoforma o unidad
de sedimentos”.
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