Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

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Este día la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus, dedicada a “orar por los
que oran”, los contemplativos. Asomémonos a los coloquios con Dios de
una dominica contemplativa que murió hace 40 años:
Solemnidad de la
Santísima Trinidad
3
Junio
QUIERO SER EL TESTIGO DE TU AMOR
Dt 4, 32-34. 39-40 l El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo,
y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
Sal 32 l Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Rom 8, 14-17 l Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos,
que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).
Mt 28, 16-20 l Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Dios, Dios…
Uno y Trino,
hecho a mi medida en tu Hijo
y dilatador de mi medida
por la fuerza de tu Espíritu, Amor sustancial.
Dios... ¡Dios mío!
Estás dentro de mí
y sin embargo, no sé nada de ti.
No puedo medirte, pero te puedo amar...
No sé cómo eres... pero sé que eres mío.
Dios, Dios mío...
quiero ser el testigo de tu amor...
Monasterio de Nuestra
Señora de la Piedad
Dominicas Contemplativas
Palencia
dominicaspalencia@dominicos.org
www.diocesispalencia.org
medios@diocesispalencia.org
Bautizados en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
L
os once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced
discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Mateo 28, 16-20
A
ntes de hacer un comentario a las lecturas que nos ofrece esta solemnidad, tenemos que confesar: “¡Vana ilusión!” sería pretender conocer a Dios, que habita en una luz inaccesible, comprenderlo, abarcarlo. Él
es un misterio que nos sobrepasa. Pero lo que sí es
posible es dejarnos “seducir” por Él.
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a liturgia de esta gran solemnidad nos propone
unas claves para descubrir la impresionante riqueza de este misterio que es sin duda la luz, el gozo, la
fuerza y alimento que necesitamos en nuestro caminar hacia Dios. Porque Dios es para el hombre de hoy
y de todos los tiempos.
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l pueblo de Israel conoció a su Dios porque lo encontró en su historia como salvador cuando era un
esclavo en Egipto. Él mismo reconocía que ningún
otro pueblo tiene un dios tan cercano que realizara
semejantes prodigios como su Dios. Así llegó a la certeza de que el Señor es el único Dios en el cielo y en
la tierra. Este es el primer paso en la revelación que
Dios hace de Sí Mismo al hombre. El segundo será la
donación personal de Dios, en la persona de su Hijo
Jesucristo. Este es la Palabra mediante la cual el Padre
se nos revela como Amor, como donación: “Tanto
amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo, para que
el hombre se salve por Él”. En esta donación culmina
la obra salvífica.
C
uando llegó la plenitud de los
tiempos, la Palabra se hizo
carne, lo cual le permitió morir y
resucitar para la redención del
hombre pecador. El Hijo glorificado envía desde el Padre al Espíritu, que realiza la adopción filial y
guía a los nuevos hijos hasta la
posesión de Dios como coherederos con Cristo. El Evangelio de
Mateo concluye con una orden a
los discípulos (semilla de la Iglesia) y una promesa. Cristo resucitado, consciente del poder que se
le ha entregado, envía a los suyos
con la imperiosa orden de hacer
discípulos de todos los pueblos,
“bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. Y la promesa: “Yo estoy (así, en presente) con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
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l mensaje es claro: quedamos vinculados a Cristo, y por Él a la Santísima Trinidad, mediante el agua y el Espíritu; y comprometidos a la práctica de lo único
mandado: “el amor mutuo”.
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S
olo la caridad puede hacer presente a Jesucristo en la vida del cristiano. Y para
que podamos amarnos al estilo de Jesús, “el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Pidamos repetidamente: “Danos, Señor, que te amemos y nos queramos con tu mismo amor”.
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¿Quién es Dios para mí?
¿No siento la seducción de algún idolillo? Dinero, consumo,
comodidad, egoísmo en sus múltiples manifestaciones...
l
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