¿Funciona de verdad la división de poderes?

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Excusas
para no
pensar
los lectores preguntan
a eduardo punset
¿Funciona de
verdad la división
de poderes?
C
lama al cielo la
decisión del Tribunal
Superior de Justicia de
Cataluña de invalidar
la sentencia de otro tribunal
tan supremo como el primero,
pero constituido uno por jueces
y el otro por un jurado popular.
Déjenme decir enseguida que
la admisión por el legislador
de jurados populares para
decidir sobre determinados
asuntos debió obedecer a
algo y, en principio, los jueces
deberían ser los primeros en
aceptar esa competencia de
jurados más legos que ellos,
pero tan populares y justos.
Primero se trata de un
refinamiento de la clásica
división de poderes sobre la
que se asienta la democracia.
No basta con asegurarse de
que cada poder se ciña a sus
competencias, es decir: los
jueces, a la observancia de los
códigos y leyes; el Congreso,
al desarrollo de los equilibrios
necesarios para el bienestar
económico, social y moral; el
Gobierno, a la consecución
de los objetivos aprobados.
Se trata de evitar que a los
miembros del Congreso les dé
por nombrar jueces, que a los
jueces se les antoje cambiar
la ley, y al Gobierno no hacer
xlSemanal 8 de abril de 2012
caso ni al Poder Judicial ni
al Legislativo. Se trata del
requisito esencial de todos los
sistemas democráticos y el
más difícil de aprender, como
se ha visto en la democracia
española con la intromisión de
la política en el Poder Judicial.
La división de poderes
comporta también una
presencia testimonial y real,
según las culturas en que se
desarrolla, del poder soberano
de los ciudadanos para que
existan válvulas de escape
de la división de poderes: el
Congreso puede legislar, pero,
hasta cierto punto, marcado por
la convocatoria de elecciones
generales; en el Poder Judicial
mandan los jueces expertos en
la aplicación de la leyes, pero,
hasta cierto punto, marcado
por la soberanía popular a la
que se recurre con el sistema
de jurados; son ciudadanos
corrientes y molientes
asesorados por jueces, pero
que deciden en función de las
emociones y la cultura paralela
del sentir general. El poder
omnímodo del Gobierno lo es
también hasta cierto punto, ya
que está sometido a cantidad
de cortapisas marcadas
por el jefe de Gobierno, que
puede cambiarlo, y este, que
puede ser cuestionado.
Yo, personalmente, me alegro
de contar con un sistema
judicial independiente; falta nos
marina cano
marisa r.-r. madrid
"Los jueces
deben
aceptar la
competencia
de jurados
más legos,
pero igual
de justos"
hacía. Pero me alegro tanto o
mucho más de contar también
con el testimonio y poder
de decisión no mediatizado
únicamente por los códigos, sino
por el pueblo soberano.
Los jueces pueden saber mucho
de leyes, pero no se les puede
exigir que, al margen de estas
leyes, tomen en consideración el
estado emocional de la nación
y su impacto sobre la conducta
de los demás. El acoso sufrido
por determinados ciudadanos
por delincuentes armados, a
los que la propia ley no castiga
como merecen, crea miedos
incontenibles que pueden llevar
a tomar la justicia por su
cuenta y a validarla
determinados jurados
populares.
El cuestionamiento de la
justicia administrada por esos
medios por el Tribunal Superior
de Justicia de Cataluña no
puede ni debe responder
únicamente a la ley que ellos
aplican. En realidad, no deberían
poner nunca en entredicho el
sistema constitucionalmente
aceptado de los jurados
populares; a estos jurados los
asesoran jueces ordinarios,
pero sus sentencias intentan
dar cabida a las emociones
activadas por las exigencias
de la cultura del momento;
hacerlo contradiría su propia
ley. Es posible que estemos
lejos todavía de sancionar
con naturalidad lo que ya
hemos admitido legalmente; a
saber –parafraseando lo que
un premio Nobel me dijo en
privado un día–, «los que más
me han enseñado son los que
no sabían nada de lo mío». n
Si quiere participar en la sección, envíe sus preguntas a
xlsemanal@tallerdeeditores.com o a XLSemanal. Excusas para
no pensar. Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 6. 28027 Madrid.
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