Influencia del pensamiento calvinista en las obras de John Adams y

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Resumen ponencia “La influencia del pensamiento puritano en las obras de
Benjamin Franklin y John Adams, republicanismo y política exterior”
EMILIO GONZÁLEZ GONZÁLEZ
Otubre de 2011
emilio.gonzalez.gonzalez@gmail.com
Desde la Antigüedad la filosofía política y la teología mantuvieron siempre un diálogo
recíproco en torno a la búsqueda de las verdades primordiales del hombre. Sin embargo,
fue hasta la modernidad cuando a partir del desarrollo del iunaturalismo se sentaron las
bases para la sistematización teórica de un compendio de interpretaciones en torno a la
Verdad revelada por el Cielo y la verdad buscada para regir la tierra. Por supuesto que
esta historia del pensamiento tuvo como base fundamental en el aspecto religioso al
Cristianismo y es poco probable que se pueda hablar exitosamente de republicanismo y
de política exterior en los padres fundadores de Estados Unidos, en este caso particular de
Benjamín Franklin y John Adams, sin hacer referencia a sus motivaciones religiosas para
elaborar sus escritos y desarrollar su activa vida política en las postrimerías del siglo
XVIII y en los albores del siglo XIX. Durante esta época, la frontera entre pensamiento
religioso, reflexión en filosofía política y la acción política propiamente es demasiado
fina, sin embargo, para comprender las poderosas bases históricas que sostienen el
discurso articulado en torno al nacimiento de Estados Unidos es necesario delimitarla de
manera clara. Así pues la pregunta que se propone responder el presente ensayo es ¿a qué
grado llegó la relación entre filosofía política y el pensamiento puritano en los escritos de
Benjamín Franklin y John Adams?
I
John Winthrop, a su llegada al Nuevo Mundo a bordo del Mayflower proclamó en 1630
que
El hombre tenía libertad sólo para aquello que es bueno, justo y honesto. Esta libertad, que se
mantiene y ejercita mediante la sujeción a la autoridad, es el mismo género de libertad por la
cual Cristo nos hizo libres. Si uno defiende sus libertades naturales y corruptas y hace lo que es
bueno según su propio punto de vista, no soportará en lo más mínimo el peso de la autoridad,
pero si se contenta con disfrutar de las libertades civiles y legales que Cristo concede, se
someterá en silencio y gozosamente a esa autoridad que está por encima de él, para su propio
bien.1
Winthrop en este extracto de sermón reproduce un postulado de la obra de Juan Calvino,
quien en su capítulo sobre el orden del gobierno civil aseguró que la libertad del ser
humano es inherentemente de orden espiritual,2 pues la entrada de Cristo en la historia
1
Citado en Paul Johnson, Estados Unidos, La historia, , trad. Fernando Mateo y Eduardo Hojman, México,
Buenos Aires, Ediciones B, 2001.p. 53.
2
John Calvin, The Institutions of Christian Religion, Beveridge, Henry Beveridge trad. Christian Classics
Ethereal Library, Grand Rapids, MI, 1947, p. 1168.
1
dotó de coherencia a un proceso teleológico que no precisaba de ningún soporte político
que lo respaldara durante su realización en este mundo. De este modo Winthrop aceptó el
principio de autoridad sin ninguna vacilación a pesar de que en su contexto histórico
concreto los puritanos se habían revelado varias veces a la autoridad de la Iglesia de
Inglaterra y a todas aquellas denominaciones protestantes que no aceptaran sus
principales postulados teológicos, como la predestinación, la soberanía omnipotente de
Dios en la tierra, la inexistencia del libre albedrío y por lo tanto el carácter innato y
pecaminoso del hombre. Winthrop es el magistrado puritano prototipo en los primeros
años de la Norteamérica colonial. De manera irónica pero cierta su concepción de la
política siempre estuvo ligada con la religiosa. Es irónico porque en el pasaje
anteriormente citado invita al creyente puritano a buscar la libertad espiritual de modo
que la libertad del mundo material le sea prácticamente indiferente. Esta concepción que
reproduce Winthrop, quien es recordado por Cotton Matter en su Magnalia Christi
Americana como el Nehemias Americanus,3 tiene un sustento teológico en la Carta del
Apóstol San Pablo a los Romanos en su capítulo 13 en donde rechaza cualquier tipo de
insurrección en contra de los poderes temporales establecidos, porque de acuerdo a la
doctrina paulina todos los magistrados son instituidos por la Voluntad de Dios y su
voluntad no podía ser revocada bajo ninguna circunstancia. Estas consideraciones
teológicas moldearon el carácter de los magistrados más representativos de la Nueva
Inglaterra colonial. De esta tradición teológica abrevaron los llamados Padres
Fundadores. Una tradición extremadamente legalista, en tanto que consideraban a la ley
civil como una extensión coherente de la ley religiosa entregada por Dios a los hombres a
través del covenant.
El carácter republicano que tanto defendió John Adams en sus obras de teoría
política, como los Discourses on Davila y la Defense of the Constitution of the United
States of America no tuvo un precedente solamente político sino que se inspiró en
aquellos momentos en la historia constitucional de las colonias en donde filosofía política
y teología se fundieron en un absoluto con el fin de crear un orden social en el que la
Virtud y la moral se impusieran ante todo deseo en el dominio temporal. La intención era
crear un sociedad política más que un cuerpo político.4 No había demasiado interés en
escrutar teorías de constitución de gobiernos, más bien los colonos ansiaban constituirse
3
Sacvan Bercovitch, The Puritan Origins of the American Self, New Heaven, Yale University Press, 1975,
p.6.
4
Hannah Arendt, On Revolution, New York, Pinguen Books, 1990, p.169.
2
como sociedad,5 en tanto que consideraban a la sociedad como el medio idóneo para
gozar de la libertad y sobre todo obtener poder ante los demás. Así pues, sin redactarla de
modo abstracto ni consignarla en un manifiesto secular, los colonos llevaron a cabo a
través de la experiencia la elaboración de una filosofía política en donde las nociones de
derecho, libertad, poder, justicia e igualdad fueron articuladas en torno a la creación de
una sociedad política, que no un cuerpo, de suerte que buscaron potenciar al máximo el
sentido de individualidad de cada miembro de la comunidad para así emular a la polis
clásica que definida por Sófocles en su tragedia Edipo en Colona era “el espacio donde se
manifiestan los actos libres y las palabras del hombre que podía dar esplendor a la vida”.6
Cuando Franklin y Adams atestiguaron la represión real, el envío de tropas, el
ultrajo físico en el suelo de los colonos y demás violaciones no dudaron en calificar al
Rey como un hombre que odia “Whigs y Presbiterianos, sediento de nuestra sangre, de la
cual ya ha bebido grandes tragos”.7 De esta manera Franklin representa la idea puritana
de obediencia a la autoridad siempre y cuando esté de acuerdo a los preceptos de Dios
con respecto a cómo debe ser un gobierno civil, dentro de los cuales están desde luego, la
protección inescrutable a la propiedad privada, (John Locke) y a la adaptación de la
“conducta hacia una sociedad humana, para formar nuestras maneras dirigidas hacia la
justicia civil, conciliarnos mutuamente y mantener la paz y la tranquilidad común”.8 La
propiedad vista como un derecho sagrado fue recordada por John Adams para justificar
su rechazo a la tiranía. En su A Defense of the Constitutions of Government of the United
States of America against the attack of M. Turgot, in his later to Dr. Price, dated the
twenty-second of March 1778, Adams mencionó que “en el momento en que la idea de
que la propiedad no es sagrada como las leyes de Dios y que no hay una fuerza de
derecho y justicia pública que la proteja, la anarquía y la tiranía comienzan. ‘No
condiciarás, no robarás’ no son mandamientos para el cielo sino que deben ser preceptos
inviolables en cada sociedad antes de que pueda ser civilizada y libre”.9 En consecuencia,
la búsqueda incesante por la protección a la propiedad y la libertad de hecho configuró el
5
Adams se indignó ante el hecho de que todos los filósofos posteriores a Platón no tomaron en
consideración a la hora de elaborar sus teorías de gobierno a la naturaleza humana.
6
citado en Ibid, p.388.
7
Benjamin Franklin, “A Dialogue Between Britain, France, Spain, Holland, Saxony and America” (1775),
en Ibid, p. 1006.
8
John Calvin, op.cit., p. 1169.
9
John Adams, The Political Writings of John Adams, Representatives Selections, edited by George A. Peek
Jr, New York, The Liberal Arts Press, 1954, p. 148.
3
credo puritano en torno a la obligación de defender a la sociedad política conformada
mediante el Covenant entre todos los miembros de la comunidad.
Asimismo, el balance de poder se convirtió para Adams en un elemento de
organización política irrebatible, basado no en una consideración teórica sino en las
observaciones de la conducta humana hechas durante toda su vida. Según este patriota, el
ser humano era un hombre demasiado débil de carácter y poco firme en un solo
propósito, por lo tanto debía buscar siempre referentes externos que le ayudaran a
equilibrar su eterna propensión a la degeneración. Adams extrapoló pues su concepción
del ser humano a la concepción política de las colonias en búsqueda de su independencia,
síntesis que expresó de manera más que clara en sus Discourses on Davila al señalar que
“junto con la necesidad de preservar la vida la emulación siempre será el gran resorte de
las acciones humanas, y el balance de un gobierno correctamente ordenado será necesario
para prevenir que esa emulación degenere en ambición, rivalidades irregulares, facciones
destructivas, sediciones consumidoras y guerras civiles sangrientas”.10 En este sentido,
Adams enumeró su concepción en torno a la naturaleza humana: no existían diferencias
en ninguna sociedad, todo el hombre es así, de suerte que no era seguro que los colonos
independientes pudieran superar esta caracterización.
Si bien es cierto Adams repitió en diversas ocasiones que las trece colonias tenían
una historia peculiar, en el sentido de que los individuos ahí nacidos estaban “destinados”
a vivir bajo las leyes del cielo, Adams tampoco perdió de vista que no había ninguna
“providencia excepcional para los americanos, y que su naturaleza [humana] era la
misma que la de los demás”.11 Aquí encontró su límite la influencia puritana en el
pensamiento de John Adams, quien al expresar de manera clara esa dualidad tan poderosa
en el discurso estadounidense desde su nacimiento, aquella que alterna entre dos nociones
básicas para construir una nueva república: destino o experimento, aceptó que la
“predestinación grupal” de los colonos norteamericanos era realmente inexistente en la
realidad concreta. Así pues, se puede señalar que las obras de John Adams ocultan en el
dogmatismo, en la búsqueda incesante por la virtud y la excelencia humanas, una
consideración pragmática que fue legada a toda la posteridad y que se podría denominar
como la ‘oportunidad manifiesta’ producto de las peculiares características históricas en
las que tuvo lugar la independencia de las trece colonias.
10
11
“Discourses on Davila”, Ibidem, p. 278.
Adams, op.cit, p.142.
4
II
Ahora bien, que Max Weber haya elegido un extracto de la obra de Benjamin Franklin,
“Advice to a Young Tradesman, Written by an Old One” en 1748 como la narrativa
esencial para conocer el ethos de la ética puritana es realmente significativo de cómo un
hombre de negocios y de política, alejado de manera confesa de cualquier iglesia
establecida, pudo articular en su caracterización psicológica una verdadera devoción a la
espiritualidad mundana y por consiguiente una propensión a aumentar el poder de su
individualidad con respecto a cualquier orden de gobierno ora eclesial ora político.12
Weber recupera de manera formidable el concepto del calling para demostrar que la ética
puritana del trabajo fue la manera secular de unir las dos esferas de la vida cristiana: la
mundana y la trascendental. Franklin fue para Weber el prototipo a seguir en la
conducción de una vida pía, frugal y virtuosa en aras de alcanzar la acumulación de
capital y ennoblecer a Dios en la tierra a través del trabajo. Por lo tanto, la impronta del
pensamiento puritano en Benjamin Franklin tuvo como primera característica el juicio de
corte moral para justificar sus virajes teóricos en materia política, y, en lo que aquí atañe,
para abordar el lugar de Estados Unidos en el panorama internacional. Aunque Franklin
rechazó en su Autobiografía abrazar, si quiera entender, las nociones teológicas de los
“decretos eternos de Dios, la elección y la reprobación”, nunca negó que la moral
puritana debía ser el eje rector de la sociedad colonial de Nueva Inglaterra.13 En su
Dialogue Between Two Presbyterians de 1735 trazó la relación conceptual más
consistente en el pensamiento legado en sus escritos: aquella entre la moral y la acción.14
En términos discursivos, el legado de Benjamin Franklin, así como de John
Adams con respecto a la política exterior, tuvo su momento de mayor concreción en los
años finales de la guerra de independencia, cuando en medio de las calamidades se pudo
apreciar que “nuestros sabios tuvieron la firmeza mental para sentarse de manera calmada
y formar tan completos planes de gobierno”.15 La primera experiencia de la guerra para
los Estados Unidos fue tan impactante que llevó a mitificar incluso la empresa de
liberación americana comparándola con el nacimiento de Hércules, quien sentado en su
12
Max Weber, The Protestan Ethic and the Spirit of the Capitalism, trad. Talcott Parsons, London, GeorgeAllen Eurwin LTD, 1950, pp. 52-54. Franklin, “Advice to a Young Tradesman, Written by an Old One” en
Writings, pp. 320-322. También en “On the Labouring Poor”, Franklin cita leyes del Antiguo Testamento
para considerar que la única ley que debía realmente cumplirse era “trabajarás seis días a la semana” en
complemento a “descansarás en el séptimo día”. Ibidem, pp. 625.
13
Benjamín Franklin, The Autobiography of Benjamín Franklin, New York, Walter J. Black, 1941, p. 126.
14
Benjamin Franklin, “Dialogue Between Two Presbyterians (1735)”, en Writings, p. 257.
15
Letter to Robert R. Livingston, (first American Secretary of State), July 22, 1783, en Ibidem, p. 1071.
5
cuna nació para estrangular las dos serpientes que amenazaban su existencia. Hércules
desde su concepción fue un coloso.16 Un semidios, ciertamente poderoso por las
condiciones que mostró al momento de nacer. Sin embargo, sus extraordinarios poderes
mundanos estaban tentados a las pasiones de los hombres, al degenere de la virtud y a la
influencia que sobre él ejercían los demás huéspedes del Olimpo romano. El Olimpo
terrestre a finales del siglo XVIII estaba lleno de imperios, cada uno dispuesto a perseguir
sus intereses materiales y geopolíticos hasta las últimas consecuencias, de modo que el
Coloso a nacer tuvo que contemporizar con ellos, aliarse con monarquías gobernadas por
déspotas, firmar tratados comerciales y obtener préstamos bancarios de empresas
mercantiles holandesas que tanto privilegiaban la usura y la piratería. Franklin formó
parte de todas estas negociaciones. Así, intentó ocultar su realismo político a través de la
formulación de absolutos en términos de filosofía política. En este caso el absoluto fue la
“ley de las naciones” resumida en la búsqueda de la paz por medios diplomáticos para ser
consignada en tratados internacionales cuya letra debía ser tan inviolable como la propia
constitución.17 Adams por su parte, se adscribió a la filosofía de la historia cíclica que
postulaba la ley inescrutable de la sustitución temporal de los imperios. Para él, así como
para otros padres fundadores, el nuevo país independiente cerraba la lógica orgánica en el
nacimiento, auge y caída de los imperios.
III
El pensamiento político de John Adams y Benjamin Franklin fue influido de
manera esencial por conceptos centrales de la doctrina puritana como el Covenant, la
predestinación y la soberanía absoluta de Dios sobre la Tierra. En este sentido, la
característica más notable de la impronta puritana en sendos textos de Adams y Franklin
en materia de teoría política es la clara formulación de absolutos. En filosofía política un
absoluto es “una verdad que no requiere ningún consentimiento, puesto que debido a su
autoevidencia, constriñe sin necesidad de demostración racional o persuasión política”.18
Qué ejemplo puede ser más claro que la autoevidencia que tanto alude Thomas Jefferson
en la Declaración de Independencia de las Trece Colonias cuando señala que “nosotros
afirmamos que estas verdades son evidentes por sí mismas”. Tal aserto tiene una
significación absoluta en tanto que busca generar en la percepción de los hombres un
16
Coloso fue el calificativo que uso Thomas Jefferson cuando señaló en 1816 que “la Vieja Europa tendrá
que apoyarse en nuestros hombros, para cojear a nuestro lado bajo los obstáculos morales de los reyes y los
sacerdotes lo mejor que pueda. Que coloso seremos”, citado en Niall Ferguson, Colossus, The Rise and Fall
of the American Empire, New York, Penguin Books, 2004, p. vi.
17
Letter to Charles Thomson, May 13, 1784, en Ibidem, p. 1094.
18
Hannah Arendt, op. cit., p. 263.
6
concepto de ley vinculante en tanto que es sancionada por un Supremo Legislador: los
hombres sólo administran sus designios.
El Covenant se refleja en Adams y Franklin en su concepción de cómo debía ser
la sociedad política: jurar ante Dios cumplir su ley, sin importar de qué naturaleza sea la
autoridad máxima sobre los destinos temporales de los hombres. La secularización de
este aspecto toral en la teología puritana hizo posible la flexibilidad en torno a la
obediencia a la autoridad, de modo que cuando se vio que era imposible seguir los
mandatos británicos, la rebelión era justa, necesaria y legítima ante los ojos de Dios. La
predestinación en su aspecto secular tiene que ver con la idea de que los colonos en su
lucha de independencia y posteriores empresas eran los elegidos para realizar una
empresa ordenada por Dios. Estaban pues llamados para realizar un designio divino, su
historia es causa y producto de la excepcionalidad, tenían la tarea de recrear el mundo.
Algunas descripciones de Adams parecen incluso ser citas textuales de las palabras de
John Winthrop a su llegada a Plymouth. Sin embargo, no se puede afirmar que el legado
puritano haya sido determinante en la concreción de las nociones fundamentales de
filosofía política, especialmente en materia de republicanismo y política exterior. Más
bien, la característica más notable en sus obras es el viraje teórico provocado por la
amplia gama de tonalidades que su actividad política les confirió. Adams y Franklin
fueron enemigos de la ortodoxia política, ni que decir teológica, pero perseveraron en la
consecución de una ortopraxis basada en la ética puritana más rígida, a través de una vida
determinada por la virtud, camino que, de acuerdo a la ética puritana, es el único correcto
en la eterna “búsqueda de la felicidad”. Por consiguiente, su concepción sobre la
naturaleza del hombre fue inminentemente puritana, pero sus nociones de filosofía
política tuvieron que adaptarse a las circunstancias históricas y por supuesto a la
búsqueda del prestigió y la satisfacción personal. Que mejor síntesis de las nociones de
experimento y destino, ortopraxis y ortodoxia, que la siguiente cita de Adams. La primera
parte podría ser inequívocamente la repetición actualizada de un sermón de John Wintrop
o Cotton Mather, sin embargo, la segunda parte reconoce la noción de experimento en el
proceso de liberación americano.
“Trece gobierno así fundados sólo en la autoridad de la gente […] y que han sido destinados a
extenderse al nombre de este cuarto del globo, son un gran logro ganado a favor de los derechos
de la humanidad. El experimento está hecho y ha sido completado de manera exitosa. Ahora no
puede ser cuestionado el punto de si la autoridad de los magistrados y la obediencia de los
ciudadanos pueden estar fundadas en la razón y la moralidad, y si la religión cristiana está
7
cimentada en la razón y la moral sin la vida monacal de los padres y el carácter ruin de los
políticos”.19
El análisis de las obras de Adams y Franklin es importante porque su legado histórico y
en términos más globales el de los Padres Fundadores, forma parte de un entramado
discursivo que ha legado nociones de una firmeza tan poderosa que han sido tratadas por
la historiografía como entes monolíticos. Una de ellas es que los hombres que edificaron
los cimientos de Estados Unidos fueron teóricos políticos excepcionales, o que siguieron
recetas de procedimientos históricos para crear repúblicas basadas en la virtud y la recta
moral de sus habitantes. Ciertamente no se cansaron de repetir su admiración por Roma,
Cartago, Confucio, Ginebra, entre otras reliquias antiguas de la virtud legada por sus
grandes escritores. Sin embargo, su pensamiento político se fue moldeando por su actuar
político. De nuevo la ortopraxis sustituyó a la ortodoxia. Así pues se puede concluir este
texto señalando que el puritanismo fue el escudo de mayor consistencia que Adams y
Franklin pudieron encontrar para llevar a cabo una empresa política y teórica que no
pudiera ser cuestionada debido a sus soportes morales basados en el cumplimiento
estricto de una Ley, un absoluto, pero interpretado de acuerdo a sus propias necesidades.
El credo puritano secularizado moldeó las costumbres y la vida de Franklin y
Adams, también influyó mas no fue determinante en sus consideraciones de filosofía
política: cumplió la función de un escudo teórico para justificar sus respectivas acciones
en materia política. Así, ambos Padres Fundadores bien pudieron servir a Alexis de
Tocqueville cuando en 1835 señaló que “no se puede decir que en los Estados Unidos la
religión ejerza una influencia sobre las leyes ni sobre el detalle de las opiniones políticas,
pero dirige las costumbres y al regir a la familia, trabaja por regir el Estado”.20 ¡Arduo
trabajo cuando las situaciones concretas de la realidad histórica trabajan en su contra!
19
John Adams, The Political Writings of John Adams…, p. 118. Las negritas son mías.
Alexis de Tocqueville, La democracia en América, 2º ed., trad. Luis R. Cuellar, México, Fondo de
Cultura Económica, 2009, p. 290.
20
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