Historia de España 1 REGIÓN DE MURCIA CONVOCATORIA JUNIO 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Primera parte A) Al-Ándalus es el nombre con que se conoce el territorio hispano ocupado por los musulmanes entre principios del siglo VIII y el siglo XIII. Desde este último siglo y hasta 1492 solo se mantuvo bajo dominio musulmán el reino nazarí de Granada. Tras la derrota en la batalla de Guadalete de las tropas del rey Rodrigo (711), gran parte de la Hispania visigoda fue sometida a la influencia del islam, una religión oriental que, con enorme rapidez, venía expandiéndose desde el siglo VII por el Próximo Oriente, el Mediterráneo oriental y el norte de África. Así se creó un extenso Imperio, con capital en Damasco (Siria), en el que la máxima autoridad política y religiosa era el califa, perteneciente desde mediados del siglo VII al clan de los omeyas. La conquista y sometimiento de la Península Ibérica fue un proceso relativamente breve (711-715) ya que las tropas islámicas (dirigidas por árabes, pero formadas en un alto porcentaje por bereberes, es decir, norteafricanos) no pretendían ocupar todo el territorio, sino controlar solo los puntos clave estableciendo guarniciones militares. Los musulmanes avanzaron hacia el sur de la actual Francia, donde fueron derrotados por los francos en Poitiers (732). Como consecuencia, se vieron obligados a admitir los Pirineos como frontera natural con el reino franco. Las Islas Baleares, que hasta entonces pertenecían al Imperio bizantino, no fueron ocupadas hasta el siglo X, pese a que sufrieron incursiones islámicas desde el siglo VIII. Tras la conquista, al-Ándalus pasó por diferentes etapas políticas: 쐌 El emirato dependiente (711-756). El poder político en al-Ándalus fue asumido por un valí (gobernador), dependiente del califato de Damasco, a menudo elegido desde Kairuán (en el actual Túnez). Entre los años 711 y 756 se sucedieron diferentes valís. Para someter las áreas conquistadas, los califas ordenaron el territorio en coras. Impusieron tributos a la población, repartieron las tierras entre sus guerreros y nombraron gobernadores árabes. La capital de alÁndalus se estableció en Córdoba para controlar el valle del Guadalquivir. Se crearon tres áreas en las fronteras del territorio conquistado, en torno a Mérida, Toledo y Zaragoza, que se denominaron marcas (en árabe tagr) Inferior, Media y Superior, respectivamente. Los musulmanes apenas prestaron atención a las tierras de la Meseta septentrional ni a los pueblos montañeses del norte y los Pirineos, rebeldes y poco romanizados. 쐌 Emirato independiente (756-929). La mayoría de los omeyas fueron asesinados en una guerra civil; el clan abasí ocupó el califato y trasladó su capital a Bagdad (Irak). Un superviviente omeya, Abd al-Rahman I, se © Oxford University Press España, S. A. trasladó a al-Ándalus y se proclamó emir (príncipe) independiente del califato de Bagdad (756). Abd alRahman I convirtió su poder personal en una dinastía, pues designó heredero en vida a un hijo suyo, estableciendo así un sistema sucesorio que se mantuvo durante los dos siglos siguientes. A partir del año 879, sin embargo, fue evidente la crisis del poder del emirato cordobés, pues se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia (como la de Umar ibn Hafsun en la actual Andalucía). Para hacerles frente, los emires se rodearon de un ejército personal de mercenarios, generalmente esclavos liberados traídos de muy lejos (eslavos en su mayoría), y consiguieron prestigio y recursos económicos a través de las aceifas, campañas de saqueo en las tierras cristianas del norte. 쐌 Califato de Córdoba (929-1031). El emir Abd al-Rahman III se proclamó califa en Córdoba (929), convirtiéndose en líder político y religioso de los musulmanes de al-Ándalus. Restauró la unidad del Estado islámico y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibérica pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir aceifas. A nivel internacional, Abd al-Rahman III intentó que la cultura andalusí liderara el mundo islámico promoviendo el desarrollo artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara), una ciudadpalacio construida desde 936 en las afueras de Córdoba y continuada por su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976). Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II, el gobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí, Muhammad ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur o Almanzor (El Victorioso). Él y sus dos hijos, que le sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes; fueron los auténticos gobernantes del califato cordobés entre los años 976 y 1009. Almanzor controló la Administración y el Ejército, imponiendo una dictadura militar, la defensa de la ortodoxia religiosa y expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. Tras la muerte de Almanzor (1002), uno de sus hijos pretendió ser nombrado sucesor del califa Hisham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. En el año 1009 estalló una revoluHistoria de España 2 REGIÓN DE MURCIA ción en Córdoba durante la cual fueron asesinados los amiríes. Por último, en el año 1031, una asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato. 쐌 Los reinos de taifas (1031-1090). En 1031, al-Ándalus se disgregó en pequeños reinos independientes llamados taifas (primeros reinos de taifas), gobernados por reyes locales enfrentados entre sí. Las taifas más importantes fueron las fronterizas (Badajoz, Toledo, Zaragoza), las levantinas (Valencia, Denia, Murcia) y la de Sevilla. El desarrollo cultural, artístico y científico de las taifas fue muy elevado; sin embargo, su debilidad militar e inestabilidad política también fueron considerables. Tuvieron que pagar parias (tributos) a los reinos cristianos que las amenazaban. Por ello y por las rivalidades entre ellas se vieron obligadas a recurrir a la alianza con pueblos norteafricanos como los almorávides. 쐌 Almorávides (1090-1145). Los reinos de taifas pidieron ayuda a los almorávides, que llegaron en el siglo XI y conquistaron todas las taifas entre los años 1090 y 1110 (toma de Zaragoza). Sin embargo, no pudieron contener el avance de los cristianos. Tras el desmoronamiento de su Imperio surgieron las segundas taifas (1145-1156). 쐌 Almohades (1156-1212). Los almohades procedían del actual Marruecos y establecieron su capital en Sevilla. Hacia 1203 ya habían sometido todas las taifas andalusíes; sin embargo, tampoco lograron frenar los avances cristianos y fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (Jaén, 1212). Tras ellos surgieron las terceras taifas, que fueron conquistadas en el siglo XIII por Castilla y Aragón. La taifa de Sevilla fue conquistada en 1248. Solo sobrevivió Granada. 쐌 El reino nazarí de Granada (1237-1492). El único Estado heredero de al-Ándalus que perduró en la Península fue el reino de Granada (llamado así por establecerse en esta ciudad su capital). Fundado entre 1237 y 1238 por Muhammad I, de la dinastía nazarí, este reino, que llegó a abarcar también Málaga y Almería, logró sobrevivir hasta 1492 frente al reino de Castilla y a los benimerines del otro lado del estrecho gracias a la habilidad diplomática de sus gobernantes (que se aliaron con unos u otros a su conveniencia), al pago de parias y a una gran cohesión interna. Constituyó un reino rico, con una elevada densidad de población y en él se alcanzaron altas cotas intelectuales y artísticas, especialmente en la etapa de mayor esplendor, durante los reinados de Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1391). A finales del siglo XV los reinos de Castilla y Aragón se asociaron en una unión dinástica mediante el matrimonio de Isabel y Fernando (Reyes Católicos). Esta circunstancia, unida a los problemas internos del reino de Granada (crisis dinástica, guerra civil), facilitó su conquista y anexión por Castilla (1482-1492). Boabdil, el último monarca de Granada, entregó la capital del reino en enero de 1492. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 B) Tras la paz de Augsburgo (1555), que consagró la división entre católicos y protestantes en Europa, Carlos V abdicó (entre 1555 y 1556) y renunció a sus dominios hispánicos y en las Indias, Borgoña e Italia, en favor de su hijo Felipe. Posteriormente, cedió sus derechos imperiales y dominios austríacos a su hermano Fernando I. Felipe II tenía ya experiencia de gobierno cuando accedió al trono. En 1539, con doce años, había asumido la dirección de los reinos hispánicos durante una de las ausencias de su padre con ayuda de un consejo de regencia. En 1543 contrajo matrimonio con María Manuela de Portugal, que no sobrevivió al parto de su primer hijo, Carlos de Austria (1545). En 1548 emprendió un viaje por Italia, Alemania y Flandes para conocer sus dominios. En 1554 contrajo un nuevo matrimonio con María I Tudor con el objetivo de conseguir la unión de España e Inglaterra; los planes se vieron frustrados por la muerte de la reina cuatro años después. A diferencia de su padre, a su regreso a España Felipe II (1556-1598) no se ausentó de sus dominios peninsulares y estableció su corte en Madrid (1561). En el ámbito de la política interna, consolidó el sistema de gobierno basado en los consejos, aumentó el poder de los secretarios del rey y se apoyó en virreyes y gobernadores para dirigir los territorios en los que estaba ausente. Asimismo, impulsó la Contrarreforma en España, sustituyendo una política universal por otra confesional. En la nueva Europa desgarrada por los conflictos religiosos, Felipe II podía aspirar a ser el líder de los católicos. Sin embargo, sus decisiones no estuvieron guiadas por criterios religiosos sino políticos (evitar que las minorías religiosas minasen la unidad de sus reinos). Su autoritarismo político y religioso terminó por reactivar las rebeliones en el interior de la Península: la revuelta de los moriscos de Granada (Guerra de las Alpujarras, 1568-1570) fue provocada por la prohibición que se les impuso de realizar prácticas de origen musulmán. Los moriscos fueron en su mayoría (unos ochenta mil) deportados y repartidos por Castilla. Otro conflicto fue la rebelión de Aragón (1590-1592), motivada por un enfrentamiento entre el rey y el Justicia Mayor en el que se mezclaron las intrigas de la corte y el conflicto en Flandes. El rey aplastó las protestas pero no abolió el cargo de Justicia Mayor ni los fueros aragoneses, pues fue muy respetuoso con las instituciones de sus reinos. Además, la defensa a ultranza de los principios de la Contrarreforma provocó la censura (Índices de Libros Prohibidos) y la persecución de las ideas libres que, con gran dureza, llevó a cabo la Inquisición (represión de los erasmistas, arresto del arzobispo Carranza, autos de fe de Valladolid contra los protestantes, 1559), sumiendo en el retraso y el aislamiento a la ciencia y el pensamiento españoles. El contrarreformismo tuvo sus máximas expresiones artísticas en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial (1563-1583), en cuyo diseño participó, entre otros arquitectos, Juan de Herrera, y en la pintura de Doménikos Theotokópoulos, el Greco (1541-1614). Historia de España 3 REGIÓN DE MURCIA La política exterior de Felipe II siguió en parte los objetivos trazados por su padre. No obstante, algunas circunstancias habían cambiado: 쐌 El área de mayor interés se desplazó hacia el sur. La pérdida de los territorios germanos y la paz de Cateau Cambrésis con Francia en 1559 señalaban al Mediterráneo como nuevo foco de atención exterior. 쐌 Se imprimió, entre 1578 y 1580, un giro a la política exterior en el Atlántico debido, sobre todo, a la rebelión en los Países Bajos. En este conflicto entró en escena un nuevo enemigo: Inglaterra. 쐌 El interés por el área atlántica se vio reforzado por la unión de Portugal con España (unión ibérica, 1580). La prioridad de Felipe II durante los primeros veinte años de su reinado fue la defensa del Mediterráneo occidental frente a los turcos y los piratas berberiscos. A diferencia de su padre, Felipe II llevó a cabo un plan de construcción de barcos y buscó aliados que le permitieran obtener victorias en el mar. Para ello formó, junto con el papado y la República de Venecia, la Liga Santa, que al mando de Juan de Austria (hijo natural de Carlos V), consiguió una célebre victoria naval en el estrecho de Lepanto (Grecia, 1571). La batalla demostró que los turcos no eran invencibles; sin embargo, no impidió que la piratería berberisca continuase azotando las costas españolas hasta el siglo XVII. No obstante, el mayor problema con el que tuvo que enfrentarse Felipe II fue la rebelión en los Países Bajos, un conflicto que se prolongó durante ochenta años (1568-1648). El origen de las protestas fue la política represiva que se seguía con los calvinistas y el autoritarismo del rey, que trataba al país como una provincia de España y no como un Estado autónomo. En el verano de 1566 estallaron una serie de disturbios populares y el rey envió como gobernador al duque de Alba, partidario de la intolerancia política frente a los defensores de una posición más flexible, encabezada por la princesa de Éboli y el secretario del rey, Antonio Pérez. El duque llevó a cabo una dura represión: confiscó bienes y ejecutó, en seis años, a más de mil personas, sin distinguir entre nobles y plebeyos, católicos o calvinistas. Un noble, Guillermo de Orange, logró escapar. Abrazó el calvinismo y se hizo fuerte en las provincias del norte (Holanda y Zelanda). Con ello comenzó una larga guerra (1568) que no pudo evitar la división del área: por un lado, Flandes, que comprendía las provincias católicas del sur (las actuales Bélgica y Luxemburgo, aproximadamente) y, por otro, las provincias del norte (los actuales Países Bajos) que, bajo la Unión de Utrecht (1581), se declararon independientes. Felipe II perdió «la guerra de la propaganda», pues los holandeses difundieron a través de impresos y folletos sus ataques contra la «tiranía» española. Además, el conflicto en los Países Bajos agudizó las luchas por el poder en la corte. En 1578 fue asesinado Juan de Escobedo, © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 hombre de confianza del gobernador general de Flandes, don Juan de Austria, el vencedor en Lepanto. Un año después se detuvo al instigador del crimen, Antonio Pérez, secretario del rey que, sin embargo, no fue acusado del asesinato sino de corrupción. Un tercer factor que complicó la situación en los Países Bajos fue el apoyo de Isabel I de Inglaterra a los rebeldes. Guiaban a la reina motivos políticos (frenar el avance español al otro lado del canal de La Mancha) y religiosos, ya que era una anticatólica convencida. La actitud de Isabel I convenció a Felipe II de la necesidad de invadir su reino. Para ello necesitaba, además de una flota poderosa y la base terrestre de los Países Bajos, un gran puerto atlántico. La unión con Portugal (1580) le permitió disponer de uno (Lisboa), además de otorgarle el control de su gran imperio marítimo (Brasil y los enclaves comerciales de África y Asia). Tras morir el rey de Portugal sin herederos, Felipe II combinó la guerra y la diplomacia para hacerse con el trono, comprometiéndose a que todos los asuntos portugueses fueran gestionados por naturales de este reino. Sin embargo, la expedición de la Gran Armada (1588) contra Inglaterra fue un estrepitoso fracaso (apodada satíricamente, en particular por los ingleses, la Armada Invencible). Dos años después tuvieron lugar los sucesos de Aragón (1590-1592). Finalmente, en 1589, Antonio Pérez fue acusado del asesinato de Juan de Escobedo. Tras ser torturado, logró huir a Aragón, su tierra de origen. Perseguido por la justicia real y la Inquisición, el Justicia Mayor amparó al antiguo secretario del rey. Los intentos por arrestarlo provocaron un motín en Zaragoza; el rey aplastó la rebelión y ejecutó al Justicia Mayor, aunque Pérez consiguió escapar. Felipe II, además, se implicó en las guerras de religión en Francia y dio su apoyo a los católicos. Su intervención finalizó al firmar con Enrique IV la Paz de Vervins (1598). Pese a disponer de enormes fuentes de ingresos, procedentes de los impuestos que pagaba Castilla (especialmente la alcabala) y de las Indias, no se pudieron cubrir los gastos derivados de la política en Europa. En 1590 se instituyó un nuevo impuesto indirecto (llamado de millones). La magnitud de los envíos de metales preciosos procedentes del Nuevo Continente provocó la llamada revolución de los precios (durante el siglo XVI la inflación se multiplicó por seis en Europa occidental). España resultó muy afectada y su comercio perdió competitividad en el exterior. La diferencia entre gastos e ingresos endeudó a la Corona y provocó las bancarrotas de 1557, 1575 y 1596. En lo que respecta al imperio colonial, durante el reinado de Felipe II se inició la segunda fase de las conquistas interiores del Nuevo Continente y, desde México, se exploró el océano Pacífico: las islas Filipinas («del rey Felipe») fueron conquistadas entre 1565 y 1571 por Miguel López de Legazpi. Historia de España 4 REGIÓN DE MURCIA CONVOCATORIA JUNIO 2009 Segunda parte A) El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) se inició bajo el impacto del desastre del 98. La pérdida de los últimos restos del imperio colonial español se sumaba al profundo descontento existente en amplios sectores de la sociedad española con el sistema político de la Restauración, viciado por las prácticas corruptas del caciquismo y cerrado a buena parte de la oposición política (movimiento obrero, nacionalismos, republicanismo). Surgió el regeneracionismo, un movimiento intelectual y social crítico con el sistema y sus prácticas políticas, que recibió el apoyo de las clases medias. Los postulados regeneracionistas —supresión del caciquismo, necesidad de una reforma social, proteccionismo económico, fomento de las obras públicas, recuperación de la grandeza de España— fueron asumidos por los partidos dinásticos. Entre los conservadores el primero en hacerlo fue Francisco Silvela, quien presidió dos gobiernos con escaso éxito (1899-1900 y 1902-1903), aunque su máximo representante fue Antonio Maura. Los políticos de la izquierda liberal también adoptaron el espíritu del regeneracionismo: Santiago Alba (que colaboró con Costa) y José Canalejas se acercaron o se integraron en el ala izquierda del Partido Liberal. Será Canalejas quien, tras la experiencia conservadora de la primera década del siglo XX, ensaye fórmulas de modernización del país desde la izquierda del régimen. Los intentos de modernización: el regeneracionismo. Maura y Canalejas A comienzos del siglo XX, Antonio Maura personificó la renovación del Partido Conservador. En 1902 fue nombrado ministro de Gobernación y, posteriormente, presidió el Gobierno en dos ocasiones, conocidas, respectivamente, como el Gobierno Corto (1903-1904) y el Gobierno Largo (1907-1909). Su programa político, denominado maurismo, se puede resumir en los siguientes puntos: 쐌 Conservadurismo católico de masas. La sociedad española, mayoritariamente católica y conservadora, debía movilizarse para expresar su opinión frente a las pretensiones de la izquierda de crear un Estado laico. 쐌 Conexión de la monarquía con la realidad social. Era preciso implantar un corporativismo social de carácter católico, es decir, un sistema político en el que estuvieran representados los ciudadanos por corporaciones. Para ello, había que acabar con el caciquismo, que controlaba las elecciones. En esa línea promovió una reforma de la Administración local, que no se llevó a cabo, y de la Ley Electoral, que tuvo escasos efectos. 쐌 Incorporar otras fuerzas políticas al sistema, en concreto, el catalanismo conservador, cuyo máximo representante era la Lliga Regionalista. Fundada en 1901 y liderada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, su objetivo era lograr cierto grado de autonomía administrativa. Para ello, Maura proyectó una Ley de Administración Local que permitía la formación de © Oxford University Press España, S. A. mancomunidades; sin embargo, no se llegó a aprobar. Además, los conflictos con el Gobierno (asalto a la revista Cu-Cut, Ley de Jurisdicciones de 1906) alejaron las posibilidades de acuerdo. 쐌 Llevar a cabo una política exterior expansionista en Marruecos para olvidar la derrota de 1898 y ofrecer un nuevo objetivo a los militares. Estos se habían convertido en un poderoso grupo de presión. Durante la etapa de gobierno de Maura se aprobó la construcción de una escuadra naval y comenzaron las operaciones bélicas en el norte de África (1909); ambas medidas incrementaron los gastos estatales y el déficit de manera espectacular. Maura dimitió en octubre de 1909 como consecuencia de los sucesos de la Semana Trágica y su represión (la campaña contra las penas de muerte dictadas traspasó las fronteras españolas). Segismundo Moret sustituyó a Maura durante unos meses, y en febrero de 1910, el rey encargó la formación de Gobierno a José Canalejas, líder del Partido Liberal. Pertenecía al ala izquierda del partido y con él sintonizaban muchos republicanos. Canalejas fue presidente del Gobierno entre 1910 y 1912. Durante su mandato renovó el programa liberal, admitiendo el intervencionismo del Estado en la economía y la sociedad, la reforma social, la separación de la Iglesia y el Estado y la democratización del régimen. Entre sus logros cabe mencionar la Ley de Mancomunidades (aprobada en 1913 tras su muerte), que permitió el nacimiento de la Mancomunidad de Cataluña (1914). Se abordó también la cuestión religiosa, expresada en la voluntad de Canalejas de separar Iglesia y Estado, mediante la «ley del candado» de 1910 (que prohibía la entrada en España de nuevas órdenes religiosas extranjeras) y la tolerancia con las manifestaciones públicas de religiones no católicas. El dirigente liberal reprimió con rigor la nueva oleada de huelgas (1911-1912), empleando para ello al Ejército. En noviembre de 1912 Canalejas fue asesinado en la Puerta del Sol en Madrid por el anarquista José Pardinas. Los proyectos de renovación «desde arriba» de Maura y Canalejas fracasaron en buena medida. A pesar de que ambos políticos lograron implantar algunas reformas, no pudieron integrar en el sistema a las fuerzas políticas de la oposición. Tampoco fueron capaces de atajar la división de los partidos dinásticos. Aunque entre 1907 y 1912 hubo cierta continuidad en los gobiernos, que contrastaba con la inestabilidad del período anterior (once cambios de gabinete entre 1902 y 1907), la división interna en los partidos Conservador y Liberal resurgió con fuerza en la década siguiente. Las crisis de 1909 y 1917: de la Semana Trágica al impacto de la Primera Guerra Mundial Mientras se sucedían los intentos regeneracionistas del Partido Conservador durante la primera década del Historia de España 5 REGIÓN DE MURCIA siglo XX, creció el malestar social y político. Al mismo tiempo, se registró un avance de las fuerzas políticas ajenas al sistema: nacionalistas, republicanos y movimiento obrero. La tensión con el Gobierno condujo a la constitución de Solidaritat Catalana, una coalición de partidos antidinásticos que aglutinó desde republicanos federales hasta carlistas y obtuvo resultados espectaculares en las elecciones de 1907. También hubo protestas obreras (huelga general en Barcelona, 1902) y los anarquistas persistieron en su campaña de atentados, como el que se llevó a cabo durante la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg en 1906. La implicación española en Marruecos agudizó este clima de descontento social, que cristalizó en julio de 1909 con el estallido en Barcelona de la Semana Trágica. La crisis se inició cuando el Gobierno de Maura llamó a filas a los reservistas, tras el desastre del Barranco del Lobo, en el que murieron muchos soldados españoles. La medida provocó numerosas protestas, especialmente en Cataluña: el 26 de julio, las organizaciones obreras convocaron una huelga general en Barcelona y las localidades vecinas. La huelga, que no tuvo éxito en el resto de España, degeneró en un motín que duró aproximadamente una semana. Más de sesenta edificios religiosos fueron incendiados y se detuvo a unos dos mil ciudadanos. Tras estos sucesos, se dictaron cinco penas de muerte, entre ellas la de Francesc Ferrer i Guardia. Este había fundado la Escuela Moderna (de inspiración anarquista) pero no había intervenido en el movimiento; a pesar de ello fue declarado responsable de su organización. La ejecución de las penas de muerte provocó la repulsa internacional. Maura dimitió y dejó paso a los liberales. Durante el mandato de Canalejas (1910-1912), se agudizaron las protestas obreras y se fortalecieron de forma significativa los sindicatos. La UGT creó su organización más disciplinada, el Sindicato Minero Asturiano (SOMA, 1910) y se extendió también a los ferroviarios. Esta expansión permitió a UGT organizar huelgas como la de Vizcaya (1910-1911) y la nacional de ferroviarios (1912). En Cataluña se constituyó la Confederación Nacional del Trabajo o CNT (1910-1911), de ideología anarcosindicalista. La CNT aglutinó a la mayoría de los sindicatos catalanes y tuvo una gran implantación en Gijón, Valencia, Andalucía occidental y Zaragoza. Tras un intento de organizar una huelga general en 1911, fue ilegalizada durante cuatro años. La izquierda antidinástica, por su parte, constituyó la Conjunción Republicano-Socialista, que reunió a políticos destacados como Pablo Iglesias (PSOE), Alejandro Lerroux (republicano) e incluso a intelectuales como Benito Pérez Galdós. Era la primera vez que el PSOE salía de su aislamiento y colaboraba con los partidos burgueses. En las elecciones de 1910, la Conjunción obtuvo numerosos votos en Bilbao, Valencia, Madrid, Málaga y Barcelona. Pablo Iglesias fue elegido diputado; también era la primera vez que el movimiento obrero tenía representación en las Cortes. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 Al mismo tiempo, resurgió la división entre los partidos dinásticos. Tras el asesinato de Canalejas, los políticos que le sucedieron en la dirección del Partido Liberal —conde de Romanones, García Prieto, Alba— no consiguieron aglutinar a todas las facciones ni obtener un gran respaldo electoral. Los conservadores también se dividieron: en 1913, el rey, al entregarles el Gobierno, marginó a Maura y eligió a Eduardo Dato como jefe del nuevo gabinete ministerial. La desunión de ambos partidos dificultó la gobernabilidad del país durante la Primera Guerra Mundial (19141918). Aunque España permaneció neutral, el conflicto provocó importantes repercusiones políticas, económicas y sociales. A nivel político, la sociedad española se dividió entre los partidarios de las potencias centrales (germanófilos) y los defensores de la Triple Entente (aliadófilos). La industrialización se aceleró pero también se produjo una gran inflación. Arreciaron las protestas populares y, más tarde, las huelgas organizadas por la UGT y la CNT. El descontento social cristalizó durante la llamada crisis de 1917, que tuvo una triple dimensión: el enfrentamiento de un sector del Ejército, representado en el movimiento de las juntas de defensa, con el Gobierno (mayo-junio), la reunión de una asamblea de parlamentarios que propugnaban la reforma del sistema político (julio) y una huelga general (agosto) impulsada por las organizaciones obreras. La primera manifestación de la crisis procedió del Ejército. En mayo de 1917 el capitán general de Cataluña ordenó la detención de unos militares que se negaban a disolver las juntas de defensa. Estas juntas habían comenzado a establecerse en 1916. Eran grupos de interés formados por militares descontentos con el encarecimiento de la vida y la política de ascensos en el Ejército, que favorecía a los llamados africanistas, destinados en la Guerra de Marruecos. La tensión creció y en junio el Gobierno del liberal Manuel García Prieto cayó por no transigir ante las juntas. Fue sustituido por un gabinete encabezado por Eduardo Dato, que las reconoció y admitió sus reivindicaciones. Además, suspendió las garantías constitucionales y las Cortes. Poco después los diputados catalanistas convocaron una asamblea de parlamentarios en respuesta a las medidas decretadas por Dato. La reunión tuvo lugar el 19 de julio y en ella participaron los catalanistas, los republicanos y el único diputado socialista, Pablo Iglesias. Su objetivo era forzar la formación de un Gobierno provisional y la convocatoria de unas cortes constituyentes para reformar la Constitución, además de la concesión de un Estatuto de Autonomía para Cataluña. La Asamblea fue disuelta a los pocos días sin ningún resultado. En ese contexto, la UGT, en colaboración con la CNT, organizó una huelga general indefinida el 13 de agosto de 1917. Aunque el motivo alegado era protestar por el incremento en los precios de los alimentos básicos, la huelga abría la posibilidad de una revolución que derroHistoria de España 6 REGIÓN DE MURCIA cara al sistema de la Restauración. Sin embargo, el programa de los sindicatos, muy alejado del reformismo, impidió cualquier apoyo de los elementos moderados opuestos al régimen. El conflicto duró unos cinco días. Intervino el Ejército (hubo más de setenta muertos) y los miembros del comité organizador de la huelga (formado, entre otros, por los socialistas Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero) fueron detenidos. La crisis de 1917 mostró la amplitud e intensidad del descontento que suscitaban los gobiernos de Alfonso XIII. Sin embargo, las radicales diferencias en los objetivos de los diferentes movimientos de oposición impidieron la formación de un frente común que obligara a emprender reformas. Los partidos dinásticos, pese a sortear la crisis, no salieron fortalecidos. Desde entonces hasta el golpe de Primo de Rivera en 1923, se vivió una situación de continua inestabilidad, caracterizada por el bloqueo parlamentario y la casi permanente suspensión de las Cortes. La descomposición del sistema constitucional En el período comprendido entre 1917 y 1923 no se solucionaron los problemas para el régimen monárquico. Todo lo contrario, la división en los partidos dinásticos así como su impopularidad crecieron. Además, la conclusión de la Primera Guerra Mundial condicionó la política española: el ejemplo de la Revolución rusa de octubre de 1917 influyó poderosamente en el movimiento obrero, y la desaparición de los grandes imperios (otomano, austro-húngaro) espoleó las reivindicaciones nacionalistas. El conflicto en Marruecos agravó la crisis final que condujo al golpe de Estado militar de 1923. Entre marzo y noviembre de 1918 Maura encabezó un Gobierno de «concentración nacional», integrado por conservadores, liberales y nacionalistas (el líder de la Lliga, Francesc Cambó, era ministro de Fomento). Su objetivo era superar la crisis del año anterior y afrontar el final de la Gran Guerra, pero la heterogeneidad de sus miembros provocó su rápida disolución. Posteriormente, Maura encabezó otros dos gobiernos (1918-1919) y (1921-1922), lastrados por la conflictividad social y el desacuerdo en torno a la concesión de un Estatuto de Autonomía a Cataluña. A estos mismos problemas se enfrentaron el conservador, Eduardo Dato (1920-1921), asesinado en un atentado anarquista, y los políticos liberales. La impotencia de los partidos dinásticos fue directamente proporcional al número de gobiernos del período: catorce en seis años. Paralelamente, se dio una radicalización del movimiento obrero. El socialismo español se desligó de la izquierda republicana por su descontento con el desenlace de la huelga de 1917, y por influencia de la Revolución bolchevique y la formación de la Tercera Internacional (1919). El PSOE no ingresó en la nueva organización internacional; como consecuencia de ello, se escindieron dos grupos que acabaron formando el Partido Comunista de España (PCE, 1922). A pesar de ello, la influencia © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 política de los socialistas creció; llegaron incluso a relegar a los republicanos. La UGT, que se mantuvo en la órbita del PSOE pese a la escisión comunista, participó activamente, sobre todo en Madrid, en una nueva oleada huelguística (19191920). En estos años, la UGT alcanzó su madurez como sindicato industrial y su récord de afiliados (más de 200 000 en 1923). La CNT también tuvo un crecimiento espectacular: en 1919 rebasaba los 700 000 afiliados, de los que más de la mitad estaban en Cataluña. La implantación de la CNT en Barcelona permitió al sindicato organizar una huelga de trabajadores de La Canadiense (febrero-marzo de 1919), la compañía que suministraba electricidad a la ciudad. El conflicto desembocó en una huelga general. Aunque el Gobierno concedió la jornada laboral de ocho horas en el sector industrial (1919), terminó desbordado por los acontecimientos de Barcelona, que resolvieron finalmente los militares (Joaquín Milans del Bosch y Severiano Martínez Anido). A los militares se unió la patronal, apoyada por la Lliga; los empresarios cerraron empresas (lock-outs), contrataron pistoleros, etc. Los líderes sindicales fueron detenidos, mientras que las autoridades apoyaban a sindicatos de extrema derecha (los llamados libres) o aplicaban la llamada «ley de fugas». La violencia alcanzó cotas extraordinarias en Barcelona, derribó varios gobiernos y arrojó un saldo de cerca de trescientos muertos entre 1918 y 1923. La conflictividad social llegó también a la Andalucía rural. En Sevilla y Córdoba tuvo lugar el llamado Trienio Bolchevique (1918-1920), durante el cual se produjo la primera movilización sindical de trabajadores del campo. Estas protestas se centraron en la reivindicación del jornal fijo, la abolición del destajo, la contratación de trabajadores en los locales de los sindicatos (en lugar de en la plaza del pueblo) y la aplicación de la jornada de ocho horas. Tras esta etapa, las organizaciones sindicales del campo se debilitaron notablemente, aunque resurgieron en los años treinta. En este clima de tensión y debilidad gubernamental se produjo el llamado desastre de Annual (julio-agosto de 1921). En los dos años anteriores, el comandante militar de Melilla, Manuel Fernández Silvestre, había ampliado considerablemente el área controlada por las tropas españolas en la zona oriental del Protectorado de Marruecos, en contra de la política de prudencia recomendada por el alto comisario, el general Berenguer. Su intención era alcanzar la bahía de Alhucemas y enlazar con la parte occidental del Protectorado. Como consecuencia, Fernández Silvestre se alejó excesivamente de Melilla, su base militar. En julio de 1921, los rifeños dirigidos por Abd el-Krim cercaron la posición de Igueriben. Silvestre encabezó una columna de rescate y, al no poder alcanzar su objetivo, ordenó el repliegue sobre Annual. Los españoles también fueron cercados en esa posición e iniciaron una desbandada hacia Melilla. El general y otros 10 000 españoles murieron. Las posicioHistoria de España 7 REGIÓN DE MURCIA nes españolas se perdieron en pocos días e incluso Melilla estuvo amenazada. La derrota no tenía precedentes. El desastre de Annual tuvo dos efectos importantes: 쐌 Afectó al Ejército, muy dividido entre africanistas, es decir, partidarios de seguir la guerra en Marruecos, y peninsulares o junteros, partidarios de abandonar el conflicto. Los militares reprochaban a los políticos que les exigieran resultados sin proporcionarles los medios adecuados; por ello alentaron la rebeldía del Ejército contra el Parlamento, al que consideraban incompetente. 쐌 Abrió un debate sobre las responsabilidades. Este fue un arma política que la oposición utilizó para desacreditar al régimen. En los debates en las Cortes destacó el socialista Indalecio Prieto. La Guerra de Marruecos era ya muy impopular, pero tras el desastre de Annual se hizo difícilmente tolerable para las clases medias y humildes. Entre 1922 y 1923, a la monarquía de Alfonso XIII solo le quedaban dos alternativas: una democratización real o una solución autoritaria. Se hicieron algunos esfuerzos por solventar la situación a través de medios civiles y constitucionales: en 1922 se disolvieron las juntas de defensa, se cesó a Martínez Anido como gobernador civil de Barcelona y se nombró a un civil para dirigir el protectorado de Marruecos. No obstante, el régimen derivó finalmente en una solución autoritaria. En la noche del 12 al 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, encabezó un golpe de Estado y estableció una dictadura militar. B) 쐌 Clasificación y tipología del texto. El documento es una fuente primaria de carácter histórico-político. Contiene varios fragmentos del llamado Manifiesto de Sandhurst, firmado el 1 diciembre de 1874 por Alfonso de Borbón, hijo de la destronada Isabel II. 쐌 Análisis del texto. El Manifiesto de Sandhurst adoptó la forma de una carta que el príncipe Alfonso dirigió a sus partidarios. En ella postulaba el regreso de la dinastía de los Borbones a España y exponía su programa político, basado en la monarquía parlamentaria. El documento recibió la denominación por la que es conocido por ser este el nombre de la academia militar británica donde estudiaba el príncipe. Quien escribió realmente el Manifiesto fue Antonio Cánovas del Castillo, líder del llamado partido alfonsino durante el Sexenio Democrático y artífice del sistema político de la Restauración. El texto se articula en tres conceptos: legitimidad dinástica, estabilidad e integración política bajo los principios de una monarquía parlamentaria. En primer lugar, don Alfonso se erige en único aspirante legítimo tras la abdicación de su madre, Isabel II, y lo hace frente al pretendiente carlista (Carlos VII), que en ese momento perseguía por la fuerza de las armas el acceso al trono español (Tercera Guerra Carlista). © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 También se muestra contrario a la República, régimen aún vigente en España («Huérfana la nación ahora de todo derecho público y privada de sus libertades…») y propone la recuperación de la tradición constitucional de 1812. Si con la afirmación de sus derechos monárquicos pretendía atraerse las simpatías de los sectores políticos más moderados, las referencias a la Constitución de Cádiz y a 1840, año en que concluyó «otra empeñada guerra civil», reflejan su voluntad de ganarse la simpatía de los partidarios de un ideario moderado de raíz liberal, tanto frente a los demócratas como a los carlistas. La «monarquía hereditaria y constitucional» que don Alfonso propone se fundamentará en la soberanía compartida del monarca con el Parlamento («No hay que esperar que yo decida de plano y arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron los negocios arduos los príncipes españoles…»). El interés por las Cortes medievales fue una constante entre los historiadores liberales españoles; no en vano Cánovas compaginó su actividad política con la de historiador. El texto también refleja algunos rasgos de la personalidad del futuro monarca. En primer lugar, la fidelidad a su dinastía y a su madre («tan generosa como infortunada»). En segundo lugar, el Manifiesto muestra cuáles fueron los principios sobre los que se basaba su pensamiento («…buen español…, buen católico…, verdaderamente liberal.»), coincidentes con los postulados del liberalismo doctrinario que defendió el jefe político de los alfonsinos, Antonio Cánovas del Castillo. 쐌 Contexto histórico. Tras el golpe de Pavía de enero de 1874, el régimen republicano se había mantenido vigente bajo la dirección del general Serrano. Sin embargo, se encontraba inmerso en un vacío político, sin ninguna Constitución en vigor: la de 1873 no se aprobó y la de 1869 estaba en suspenso, al igual que las Cortes, clausuradas indefinidamente. Desde hacía dos años, el país padecía los efectos de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). En julio de 1873, ante la debilidad del Gobierno republicano, que tuvo que hacer frente a la insurrección cantonal, se produjo un avance importante de los sublevados. Carlos VII regresó a España y, tras la toma de Estella (24 de agosto), convirtió a la localidad navarra en su capital. En la segunda mitad de 1873, los carlistas prosiguieron su ofensiva y en febrero del año siguiente iniciaron el sitio de Bilbao. En 1874 frenaron el avance gubernamental sobre Estella (junio) y trataron de tomar sin éxito Pamplona e Irún. El general Serrano mantuvo la situación de indefinición política a lo largo de 1874. Para superarla se barajó incluso la posibilidad de buscar nuevas candidaturas al trono, pero fueron descartadas. Serrano era partidario de controlar las insurrecciones carlista (levantamiento del sitio de Bilbao, mayo de 1874) y cubana (iniciada en 1868 con el llamado Grito de Historia de España 8 REGIÓN DE MURCIA Yara) antes de iniciar ningún movimiento político. Se dieron algunos indicios de normalización política; por ejemplo, algunas potencias europeas, que se habían negado a reconocer a la Primera República, enviaron sus embajadores a Madrid. Sin embargo, no se diluyó la sensación de interinidad. En este contexto se fue abriendo paso la posibilidad de la restauración borbónica, no en la persona de Isabel II, que hubiese hecho imposible esa solución, sino en la de su hijo Alfonso, a quien la reina destronada había cedido sus derechos dinásticos en agosto de 1870. Tres años después, Isabel II ratificó a Antonio Cánovas del Castillo como jefe del partido alfonsino y le encomendó la educación del príncipe. El político conservador dispuso su ingreso en la Academia Militar del Sandhurst e intensificó su campaña a favor del acceso al trono del príncipe. A lo largo de 1874, varios altos mandos del Ejército (Concha, Martínez Campos, Echagüe) se mostraron partidarios de esta opción. La alternativa de don Alfonso, además, restaba a los carlistas el apoyo de muchos sectores conservadores que se habían acercado a esta opción ante la inestabilidad política vivida durante el Sexenio Democrático. También los grupos de interés antillanos se mostraban favorables a la restauración borbónica y, desde 1872, habían apoyado financieramente la causa alfonsina. El Manifiesto de Sandhurst fue publicado en España pocos días antes del pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (29 de diciembre de 1874). El día 27, Martínez Campos escribió a Cánovas comunicándole su decisión de iniciar un «movimiento» a favor de don Alfonso. El jefe de los alfonsinos se © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 opuso por considerarlo precipitado. Una vez iniciado el golpe de Estado, el Gobierno detuvo a Cánovas, pero finalmente cedió al conocer que el capitán general de Madrid, Fernando Primo de Rivera, se sumaba al pronunciamiento. El 31 de diciembre Cánovas estableció un ministerio-regencia, en el que él mismo ocupaba el cargo de presidente, hasta la llegada del rey. Alfonso XII desembarcó en Barcelona el 9 de enero de 1875 y, cinco días después hacía su entrada triunfal en Madrid. 쐌 Conclusiones. El Manifiesto de Sandhurst constituyó la culminación de la campaña emprendida por Cánovas para la creación de un clima de opinión favorable a la restauración de los Borbones en España tras la experiencia del Sexenio Democrático. El objetivo de Cánovas era dotar a la monarquía restaurada de un sistema liberal y autoritario que permitiera la alternancia pacífica en el Gobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierda —sin sobrepasar los límites del liberalismo moderado—, que no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrección o al pronunciamiento para acceder al poder. Se trataba de una fórmula que integraba monarquismo, liberalismo y orden social. Con dicha alternativa se identificaba un sector mayoritario del Ejército y buena parte de los grupos de interés económico, además de la opinión pública conservadora. Pese al civilismo que dejaba traslucir el Manifiesto de Sandhurst, su publicación en España fue el detonante del pronunciamiento militar de Sagunto que permitió el acceso al trono de Alfonso XII y abrió el período histórico conocido como la Restauración (1875-1931). Historia de España 9