DIORAMA PETER G A L E R Í A KRAUSKOPF Á L V A R O A L C Á Z A R DIORAMA Galería Alvaro Alcázar Del 10 de Septiembre al 31 de Octubre de 2015 Peter Krauskopf Leipzig. Alemania 1966. Trabaja y vive en Berlín. Estudió en “Hochschule für Grafik und Buchkunst (HGB), Leipzig. Cursó los Estudios de Postgrado con el profesor Arno Rink en HGB. En 2015 gana el prestigioso premio Falkenrot. Textos del Catálogo: Fernando Castro Flórez Filósofo español especialista en estética, escritor, crítico de arte y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Texto perteneciente al catálogo del Premio Falkenrot 2015: “Atmósferas de intensa levedad” SPIEGELBILD Óleo sobre lino. 160 x 110 cm. Año 2015 La pintura nunca celebra otro enigma que el de la visibilidad, despertando un delirio que no es otro que el de la visión misma. Sabemos que ver es tener a distancia y la pintura extiende esa caprichosa posesión a todos los aspectos del Ser que de alguna manera deben hacerse visibles para entrar en ella. Peter Krauskopf es un ejemplo de esa “visión devorante” que más allá de los “hechos visibles”, “se abre a una textura del Ser cuyos mensajes sensoriales discretos no son más que las puntuaciones o las cesuras que el ojo habita, como el hombre su casa”. Es oportuno recordar, en relación con la práctica de este artista, la idea de John Berger de que la pintura es una afirmación de lo visible que nos rodea y que está continuamente apareciendo y desapareciendo: “posiblemente, sin la desaparición no existiría el impulso de pintar; pues entonces lo visible poseería la seguridad, (la permanencia)que la pintura lucha por encontrar. La pintura es, más directamente que cualquier otro arte, una afirmación de lo existente, del mundo físico al que ha sido lanzada la humanidad”. La corporeidad de la pintura tiene un potencial expresivo difícilmente parangonable. Podemos pensar que la pintura tiene una condición de escenario de la expresión de la personalidad y la individualidad, provisto, como he indicado, por su enraizada naturaleza corporal; en última instancia, la pintura puede llegar a comportarse como una metáfora, incluso como el equivalente de la actividad sexual y, por supuesto, es el lugar de una proyección psíquica tremendamente enérgica. GRAU Óleo sobre lino. 180 x 140 cm. Año 2014 Algunos de los fascinantes cuadros de Peter Krauskopf tienen cualidad especular, quedando la sombra del espectado atrapada en ese espacio. Si las piezas de pequeño formato funcionan, en cierta medida, como ámbitos de trabajo preparatorio, donde desarrolla gamas cromáticas, las obras de escala mayor generan una sutil interacción con el espectador. Los hermosos colores de los cuadros de estos artistas atrapan hipnóticamente al que los contempla, nos llevan, rítmicamente desde ambientes que nos hacen pensar en la niebla al esplendor de los cielos en el atardecer, de la grisura a la iridiscencia y el fulgor. Incluso donde parece que estamos confrontados con lo monocromático hay siempre una reverberación, matizaciones y sugerencias de otros tonos que introducen un matiz rítmico o, por recurrir a la sinestesia, musical. La intensa presencia de estas obras produce una deriva de la sensación y el sentido que introduce el recuerdo de la experiencia onírica o introduce una alegórica evocación de la naturaleza. Peter Krauskopf, sin caer en literalismo ni introducir connotaciones figurativo-pintorescas, reconsidera aquella tragedia del paisaje romántico que impulsó una estética del nomadismo espiritual. El viaje romántico es siempre búsqueda del yo, una larga travesía interior: una fuga sin fin. Puede ser una búsqueda de la identidad por medio del ahondamiento del dolor, una aventura a través del propio sufrimiento, ingreso en el territorio del riesgo. Para Friedrich el barco es el símbolo por excelencia del nomadismo romántico, la encarnación de la navigatio vitae. “Z” Óleo sobre lino. 160 x 120 cm. Año 2015 Los hermosos cuadros de Peter Krauskopf marcan tanto un territorio de colores apasionados, cuando una evocación de la “materialidad fluida” del agua que podría interpretarse a partir de El agua y los sueños de Bachelard. La inmersión en las aguas significa el retorno a lo preformal, en su doble sentido de muerte y disolución, pero también de renacimiento y nueva circulación, un potenciar la vida: el nacimiento se encuentra normalmente expresado en los sueños, como señaló Freud, mediante la intervención de las aguas. Se alude, por medio de este elemento, a lo transitorio, pero también a la infinitud: el agua es la profundidad transparente, algo que pone en comunicación lo superficial y lo abismal, por lo que puede decirse que el agua cruza las imágenes. La materia fluye en la pintura de Peter Krauskopf que reduce la dinámica gestual a un proceso de “barrido” o arrastre de los pigmentos. Su técnica guarda analogías con la de Richter pero también se diferencia de ella en el tipo de orden que busca, así como en el afán de dominar lo casual o azaroso. En algunas piezas tenemos la sensación de que el material está fresco y sigue chorreando, algunas gotas sobresalen del borde del cuadro en una manifestación de la vida del arte pero acaso también de su fragilidad, de ese tiempo intensivo que nos desafía para que adoptemos una actitud contemplativa. Este artista declara que su proceso de aplicar capas de color y buscar estratos que funcionan como veladuras no tiene un mero sentido ornamental sino que responde al “modo como ve el mundo”. Vista de la exposición OHNE TITEL Óleo sobre lino. 56 x 50 cm. Año 2014 Peter Krauskopf se afirma en el acto de pintar, sus cuadros abstractos implican, en todo momento, la presencia corporal. El pintor, como dijo Valery, aporta su cuerpo, “sumergido en lo visible, por su cuerpo, siendo él mismo visible, el vidente no se apropia de lo que ve: sólo se acerca por la mirada, se abre al mundo”. Cezánne apuntaba que “la naturaleza está en el interior”, obligándonos a pensar el enigma del cuerpo de la pintura. “Cualidad, luz, color, profundidad, que están ahí ante nosotros, están ahí porque despiertan un eco en nuestro cuerpo, porque éste los recibe. Este equivalente interno, esta fórmula carnal de su presencia que las cosas suscitan en mí, ¿por qué a su vez no podrían suscitar un trazado, también visible, en el que cualquiera otra mirada encontrara los motivos que sostienen su inspección del mundo?”. La encarnación de lo visible, desde lo animales de Lascaux hasta hoy, no tiene que ser entendida como la representación de algo que está en otra parte sino como la presencia irradiante en el espacio concreto del cuadro. Lo que miro no es una cosa sino algo que el fenomenólogo llama “nimbos del Ser”: veo conforme al cuadro y con él más que veo al cuadro mismo. Una serie de cuadros recientes de Peter Krauskopf muestran el doble proceso de generar una superficie de “barridos” cromáticos sutiles y un magma de trazos que configura un “centro”. Esos dos impulsos plásticos diferentes están magistralmente articulados, generando una sensación de sublimidad, impulsando a la mirada a un movimiento de aproximación y, valga la paradoja, a una inmediata toma de distancia, como si aquí se cumpliera aquella caracterización realizada por Walter Benjamin del aura como la manifestación de una lejanía por cerca que se pueda estar. “Z” Óleo sobre lino. 180 x 130 cm. Año 2015 Peter Krauskopf aclara que su obra no pretende “no ser nada” más allá del acto de pintar. En su proceso creativo es fundamental mantener la mente libre, manteniendo su convicción en las posibilidades de la abstracción para generar zonas de intensidad visual. La pintura abstracta de Peter Krauskopf, con sus elegantes transiciones cromáticas, me hace pensar en la obra de Rothko que, a su vez, continuaba la tradición del romanticismo del norte y sedimentaba el moderno sentimiento sublime, que, en sentido kantiano, tenía que ver tanto con la miseria de la razón cuanto con la certeza intensificada de las sensaciones. La actualidad de lo sublime, nombrada por Barnett Newman, era un sentimiento de deleite al ocurrir algo y no más bien la nada, un acontecimiento, en el límite de lo expresable, del que se rinde testimonio: un despojamiento en el que se escapa de la angustia, la forma en la que lo trascendente se materializa. Algunos cuadros recientes de Krauskopf tienen la tonalidad misteriosa de un mundo de colores que parece fundirse en nada, aunque conviene tener presente que su intención no es desmaterializadora ni propone un agotamiento o reductio nihilista, antes al contrario, su obra habla de la plenitud material y de la potencia de las visiones. Su pintura busca, a la manera de la pintura china, un vacío que hace que todo se articule. OHNE TITEL Óleo sobre lino. 190 x 140 cm. Año 2015 Estos cuadros imponen su presencia y nos envuelven como si fueran atmosféricos, nos seducen con su extraordinaria sutileza y, en su intensa levedad, hacen que reparemos en los “estratos de lo visible”. No le faltaba razón a Paul Valery cuando dijo que “lo más profundo es la piel”, algo que adquiere todo su sentido en los barridos pictóricos de Krauskopf que acariciamos con la mirada. Este creador nos conmueve con su pintura y, valga la paradoja, al mismo tiempo, nos detiene: moviliza las emociones instando a demorar el tiempo para tratar de sintonizar con la maravilla del mundo que sus obras focalizan. En una ocasión, le preguntaron al escritor Vladimir Nabokov si en la vida le sorprendía algo, a lo que respondió que la maravilla de la conciencia, “esa ventana que repentinamente se abre a un paisaje soleado en plena noche del no ser”. Peter Kraukopf abre, por medio de sus pinturas dotadas de una enigmática serenidad, esa ventana de lo maravilloso; frente al regodeo nihilista que renuncia a lo luminoso, traza espacios donde recobramos el más intenso sentido de la belleza, marca, alegóricamente, caminos que hacen que nos adentremos en lo que salva: la poesía. Vista de la exposición Vista de la exposición “Z” Óleo sobre lino. 160 x 120 cm. Año 2014 Vista de la exposición ALTES BILD Óleo sobre lino. 56 x 50 cm. Año 2014 SPIEGELBILD Óleo sobre lino. 160 x 110 cm. Año 2015 Vista de la exposición Calle Castelló, 41 28001 Madrid www.galeriaalvaroalcazar.com +34 91 781 60 39 DIORAMA PETER KRAUSKOPF “Nuestro agradecimiento a Fernando Castro Flórez por su magnífico texto”