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LA IMPORTANCIA DE NUESTROS PUEBLOS EN EL MUNDO ACTUAL
Burgos “populare, poblar y no expunganare”, conquistar, es la palabra que usaron las
crónicas al hablarnos de la fundación de Burgos. Pronto desde el siglo IX y X, a las
casas y diversos pobladores que allí vivían antes de la Reconquista se unieron los
nuevos dueños de los terrenos repartidos por el jefe militar, como obligada retribución
por los servicios de guerra, según el método de la presura.
Los pequeños núcleos de población se esparcían por la ladera del Castillo y la vega del
Arlanzón: San Martín, Nuestra Señora de la Rebolleda y San Zadornil al noroeste; Santa
Cruz, Santa Coloma y San Juan Evangelista, en el centro de la cuesta; La Magdalena y
Santa Cruz, en los llanos del río. La vida era en el campo.
Si nos remontamos al S. X cuando nacen los Concejos, al poco de iniciarse la
repoblación, los vecinos, reunidos en un mismo núcleo de población, compartían vida y
costumbres. Éstos se asentaban alrededor de una propiedad o de una Iglesia, vinculados
a un origen rural y en torno a la figura de la “aldea”.
Con la llegada de la monarquía borbónica, cada pueblo como unidad administrativa,
gestionaba y administraba sus propios recursos, canalizaba y resolvía sus problemas. Se
desarrollaban, tanto actividades colectivas propias de la sociedad rural campesina como,
actividades lúdicas: reparto anual entre los vecinos cabezas de familia del quiñón de
leña, hacenderas y trabajos colectivos, distribución vecinal de lotes de tierra en quiñones,
socialización y colectivización del agua, caza o los pastos.
“Recorramos una vez más la geografía de nuestras aldeas y
comprobemos como el secreto de la aldea se sigue abriendo
en la gran rosa - cuantas veces encendida- de su asamblea
de vecinos, y que en aquella calma cósmica que rodea el
lugar y que levemente perfuma la brisa de la sierra o del río
botan, más o menos desbrozadas, pero brotan siempre, las
fuentes primarias de la vida, de la vida familiar, de la vida
social, del enorme y hasta pavoroso complejo institucional
de nuestros días”.
Con estas bonitas palabras de Florentino Agustín Díez González, antropólogo, poeta e
historiador, se resume lo que nuestros pueblos han significado y significan.
Hay esa necesidad humana de volver a oler la tierra y de disfrutar y sentir la naturaleza
y como decía Fray Luis de León hace ya medio siglo “qué descansada vida la del que
huye del mundanal
ruido y sigue la
escondida senda por
donde han ido los pocos
sabios que en el mundo
han sido”. La necesidad
de sentirse más cerca de
los demás.
La vida en mundo rural abarca el 90% del territorio y en él reside el 20% de la
población española. Se erige como firme defensor de las tradiciones y de la identidad de
nuestro país. Hoy día en esa lucha por seguir viviendo, seguimos disfrutando de
nuestros vecinos, nuestros paisajes, nuestras tradiciones dando paso, cómo no y en la
medida en que nos dejan a los nuevos avances.
Queremos, como ya se hacía en el s. X, seguir siendo los gestores de nuestros recursos,
que sean nuestras gentes los promotores de nuestros pueblos. Contar con niños que
puedan ir a las escuelas, los jóvenes encontrar fuentes de trabajo y permanencia en los
pueblos, los ancianos un lugar de descanso y paz porque son los pueblos los que dan
auténtico significado a ese concepto de vecinos, cuando la proximidad física se
transforma en conversación y la convivencia no se limita al hogar.
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