A la sombra de la razón iluminista

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A LA SOMBRA DE LA RAZÓN ILUMINISTA
Sandra Caponi *
RESUMO
Este trabalho propõe-se tematizar algumas formas pontuais e singulares
de resistência que podem ser pensadas na base do conceito foucaultiano de
"estética da existência". Falaremos das pequenas lutas, das histórias
cotidianas, dos triunfos e fracassos que transformaram a vida de alguns
trabalhadores esclarecidos, os quais, nos centros industriais do século XIX,
atreveram-se a desafiar a ordem que os obrigava a uma existência alheia
reflexão e ao pensamento.
ABSTRACT
This work poses to analyze a few punctual and singular forms of
resistance which can be thought of on the basis of the foucaultian concept of
"existence esthetics". We shall talk of the small fights, of quotidiam stories,
of the triumphs and failures which have transformed the life of some workers
who, at the industrial centers of the XIX century, dared to challenge the order
which fettered them to an existence alienated from reflectioning and thought.
Nos referiremos aqui al espacio de, la resistencia, o mejor a ese espacio
en el que la ética, el poder y la resistencia se encuentran y refuerzan. Tal
como lo afirma Deleuze es a partir de "La Voluntad de Saber" que Foucault
parece tener el sentimiento de estar cerrándose en las relaciones de fuerza.
Entonces surge un nuevo eje problemático: como transponer la linea, como
sobrepasar ias relaciones de fuerza; y esto solo podrá ser respondido en
los dos últimos volúmenes de la "Historia de la Sexualidad". Alli se propone
* Sandra Caponi (Doutora em Lógica e Filosofia da Ciência - UNICAMP, 1992): 6
professora visitante no programa de pós-graduação em Enfermagem do Centro de
Ciências da Saúde da UFSC; e suas áreas de interesse são a Ética, a Filosofia Política e a
História das Ciências Humanas.
Revista de Ciências Humanas, Vol. 10, No 14, 1993
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reduplicar la relación entre las fuerzas, establecer un tipo de relación del yo
consigo mismo capaz de permitirle resistir, sustraerie, "hacer que la vida y la
muerte se vuelvan contra el poder". 1 Fueron los griegos quienes inventaron
esas tecnologias que producen la existencia como una obra de arte, quienes
dieron ias regias, a un mismo tiempo éticas y estéticas, para constituir modos
o estilos de vida. Generaron asi formas de autoproducción del yo que difieren
y se oponen a aquellas que los dispositivos de poder quieren imponer, formas
históricas y puntuales que configuran un diálogo silencioso con el diagrama
de poder en el que se inscriben.
Intentaremos mostrar que es factible pensar a esas existencias estéticas
como verdaderos espacios de resistencia, y para ello nos demoraremos en
ciertas peculiares vidas: las de esos trabajadores indisciplinados y
autodidactas que, en el transcurso del siglo XIX, deambularon por las
callejuelas laterales de los grandes centros industriales. Nos ocuparemos aqui
de unas figuras muy poco estridentes y poderosas, nos detendremos en esas
existencias singulares de ciertos trabajadores decimonónicos para los que el
cuidado de si no parece adoptar la forma del autodomínio sino mas bien la
forma de la resistencia.
El alcance de la noción de "estética de la existencia" es amplio y
diverso. No solo se predica de aquellas vidas que son ejemplos de virtud y de
felicidad sino también de esas otras donde se puede adivinar un esfuerzo por
dotar a cada acto de una belleza ejemplar, aim cuando ellas ernerjan en un
horizonte de restricción y miseria, aún cuando poco lugar parezca restarles
para elecciones individuales. Con todo, existe un limite que se impone al arte
de vivir: siempre que reaparece a través de la historia lo hace afirmándose en
su propio presente. Las poéticas de la existencia están lejos de ser universales,
ellas existen en función del diagrama de poder y del suelo epistémico que
constituye su temporalidad. Asi, el dandismo no puede sino ser iluminista, o
esas vidas renacentistas que Foucault resalta no pueden reconocerse sino es
en el interior del orden de la semejanza. Consecuentemente, digamos que si es
posible hablar de cierta poética de la existencia operando en el mundo de los
trabajadores decimonónicos, ella estará atravesada, sin duda, por el diagrama
de poder en el que emerge. Llevard la marca de una modernidad humanista e
iluminista donde el hombre, que ocupa el lugar del rey, se haya transido por la
mecdnica de lo viviente, por el poder del lenguaje, por la fuerza de trabajo y
por los limites que imponen la fatiga y la muerte.
Es alli, a la sombra de la razón iluminista - y contradiciendo sus
postulados - que parece gestarse en ese mundo de trabajadores autodidactas
ilustrados cierto espacio de resistencia que se vale del saber y del
pensamiento como de un instrumento de combate. Lo que alli parece estar
1 Deleuza, Gilles. Conversações. Rio de Janeiro: Editora 34, 1992. p.118.
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operando son ciertas estrategias de "cuidado de si" que, incluso en un
horizonte de escasez, un pufiado de trabajadores decimonónicos eligieron
dirigir hacia ellos mismos. Creemos que es posible aislar esas prácticas
reflexivas y voluntarias que transformaron la existencia de esos trabajadores
anónimos, que los modificaron hasta hacer de sus vidas una obra portadora de
ciertos valores éticos-estéticos. Embellecer esas vidas condenadas a existir en
la oscuridad de la fábrica, embellecer esas existencias preocupadas con la
inminencia de la muerte es, sin duda, una tarea penosa que merece una
paciente reconstrucción que aqui solo podemos esbozar.
No hablaremos aqui de una homogeneidad de grupo, nos contentaremos
con hablar de acciones, de suenos, de pensamientos. de vidas puntuales que
en su mayoría debieron refugiarse en el anonimato. Hablaremos de pequenas
luchas, de historias cotidianas, de triunfos y fracasos, de esfuerzos colectivos
dirigidos a modificar esas existencias signadas por la extracción (de tiempo,
de fuerzas, de salud y, en el limite, de vida).
Jacques Ranciére consagró inolvidables páginas a:
"La historia de esas noches sustraidas a la secuencia normal
del trabajo y el descanso: interrupción imperceptible,
aparentemente inofensiva del curso natural de las cosas, en la
cual se prepara y se vive lo que ya es imposible; la suspensión
de la ancestral jerarquia que subordina a los que se dedican a
trabajar con las manos a aquellos que fueron contemplados con
el privilegio del pensamiento. Noches de estudio, noches de
embriaguez, jornadas de trabajo prolongadas (...) para
aprender, sonar, discutir o escribir". 2
Paciente producci6n de unas pocas vidas destinadas al olvido que parecen
obstinadas en cubrir tanta fealdad con un velo de belleza. Tal vez solo a eso
podamos atribuir el esfuerzo que suponen esas "mafianas de domingo
anticipadas para ir juntos al campo a fin de esperar el nacimiento del sol". 3
De esos esfuerzos individuales pudieron haber surgido grandes ilusiones,
como la de la Comuna de Paris, o quizás grandes fracasos, pero lo cierto es
que en esos esfuerzos resuena la afirmación de un derecho a la vida y al
pensamiento del que los discursos jurídicos tienen poco para decir.
La estética de la existencia, tal como fue pensada en la antiguedad, es
una ética de individuos y no de grupos. Sin embargo esto nada nos informa al
respecto de una valorización del "individualismo" tal como hoy lo
2 Ranciére, Jacques. A Noite dos Proletários. Rio de Janeiro: Editora Paz e Terra, 1988.
P. 10.
3 Ibidem, p.10.
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entendemos. Ocurre que, aún cuando se trata de prácticas que ciertos
individuos dirigen hacia si a fin de transformarse, ellas exceden el marco de la
singularidad para inscribirse en una estrategia política de conjunto. Esta
modalidad histórica y polftica que adopta el cuidado de si en esas existencias
proletarias forman un espacio hasta hoy muy poco explorado pero que, sin
embargo, resulta indispensable para pensar la autoafirmación y la
autoconstitución de la clase operaria. Es que, la vida de aquel zapatero-poeta
o de aquel herrero-pintor o de aquellos trabajadores autodidactas que por lo
general eran escogidos como portavoces de su clase, hacian algo mas que
limitarse a representar y reproducir fielmente las demandas proletarias. Esas
vidas parecian dar testimonio de la viabilidad de una existencia estética.
Estos sujetos podian mostrar todo un universo que se oculta en ese
breve intersticio que separa al tiempo de trabajo del tiempo de descanso. Al li
habitaban suellos, palabras, poemas, colores y jeroglificos, todo un mundo
poblado de objetos cuyo único valor radica en su inutilidad. La producci6n de
esos objetos tan ajenos al valor de uso como al valor de cambio quizás solo
pueda ser entendida por referencia al improductivo mundo de ias "tecnologias
del yo". Pero, lo cierto es que la emergencia de André Tracin, Wier de los
sastres en 1833 y 1840, quien frecuentaba los cafés de estudiantes y las
lecturas de los grandes pensadores, o la emergencia de Jeromme Guilland,
operario herrero cuyos escritos fueron prefaciados por George Sand, parecen
ser rnuestras de un frágil y precioso musgo libertario que creci6 a la sombra
de la razón iluminista.
Aim cuando esas vidas nunca atravesaran el umbral del anonimato a no
ser a través de algunos breves poemas, de algunas incompletas biografias o de
algunas pocas cartas, no dejaron de producir un efecto inesperado y rotundo.
Aunque fuesen seleccionados como portavoces, ellos exceden el orden de la
representación, es que sus voces parecen atreverse a algo mas que reproducir
demandas concretas y reivindicaciones inmediatas, ellas se atrevieron a
quebrar esa ancestral jerarquia tan claramente enunciada en la "República" de
Platón entre las tres almas, la de oro, la de hierro y la de bronce. Esas vidas
eventualizan algo que no podia ser pensado a no ser como una evidencia: la
separaci6n taxativa entre aquellos que nacieron para gozar del privilegio del
pensamiento y la poesia y aquellos cuyas manos nacieron para soportar la
jornada de trabajo.
Esa muda pero aceptada imposibilidad de transponer la barrera que
separa a quienes viven bajo la luz del sol produciendo bienes de quienes
pueden hacer de la noche una compailia silenciosa para sus lecturas y
discusiones metafísicas, parece haberse quebrado. Aunque solo sea
momentáneamente, esas existencias destinadas al olvido pudieron atravesar el
tiempo con una poesia o con una biografia para situarse ante nosotros como
"un breve reldmpago."
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Se podrá decir, y se dill incluso entre los propios colegas, que "los
operarios contribuyen mas para la riqueza cultural de la humanidad con el
trabajo diurno que con el product° de sus vigilias, y que ellos tienen much°
mas para ganar abandonando sus elucubraciones metafísicas" .4
Asi mismo hubo quienes se obstinaron en robar horas al descanso
reparador, pero también embrutecedor, para experimentar "los frutos del drbol
del conocimiento". 5 Y, muchos de ellos jamds consiguieron olvidar el sabor
de ese fruto prohibido. A partir de entonces, y aunque nada haya cambiado en
la realidad cotidiana, aunque el lunes retorne el espectáculo de la explotación
y la miseria, aquel domingo dedicado a las elucubraciones metafísicas sobre
las diferencias entre el cuerpo y el alma, sobre el origen del tiempo y el
destino del hombre, ya se habia transformado para esa costurera de la que nos
habla Ranciére en un punto de no retorno. Desde entonces, y por más de 50
anos, habrd en ella algo que se rnodific6 enteramente, desde entonces queda
abierta la posibilidad de emitir juicios sobre el mundo y sobre su propia
existencia. Esa joven costurera ya no era la misma, y no porque reivindicase,
como hubieran deseado Bentham o Toqueville, su derecho a la pereza sino
porque ella descubre la posibilidad y reivindica el derecho de dirigir hacia si
una nueva forma de trabajo. Ciertamente este trabajo no es menos leve y tal
vez exija mayor dedicaci6n que la costura, pero su peculiaridad radica en que
escapa enteramente a ias leyes del mercado; se trata de un trabajo del yo sobre
si mismo, tarea penosa, fatigante y muchas veces imposible.
Es que para estos sujetos "la pobreza no se define por la relación de la
pereza con el trabajo sino mas bien por la imposible elección de su
cansancio". 6 Tal es el caso de J. Guilland, orgulloso de su profesión de
herrero a la que volverá (como cuestión de honor) después del golpe de estado
del dos de diciembre que acaba con la Segunda República en la cual se
desempeii6 como diputado. Este herrero se confiesa invadido por "una
dolorosa reflexión sobre si mismo" que sin embargo le permite "un momento
de vanidad pueril: parece que no tengo vocación para vivir martillando el
hierro". 7 Seria errado creer ver alli una desvalorización de una profesión
considerada entre las mas nobles, o una reivindicación del temido "derecho a
la pereza". Es otra cosa la que alli está en juego: la imposible elección de su
cansancio. Tal como afirmará en seguida: "se apreciar mi profesión, pero yo
4Ibidem, p.28
5Thompson, E.P. A Formação da Classe Operária Inglesa.
Adam". Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1987. p.290.
6Rancière, Jacques. Op.cit., p.21.
7Ibidem, p.17.
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Vol. II, "A maldição de
queria ser pintor. Claro que la pobreza no tiene privilegios, ni siquiera el de
adoptar tal o cual cansancio de vivir". 8
Con un idioma que seria ininteligible para los reformadores, ese
trabajador nos habla de los limites del humanismo decimonónico. No se trata
de reivindicar la pereza, ni de imaginar que la existencia del trabajador de
agote en la opción trabajo-ociosidad como los filántropos deseaban. Entre
ellos están quienes reivindican su derecho a elegir el mejor modo de sentir su
cansancio. Para algunos ese modo será saborear el fruto del drbol prohibido,
atravesar aquello para lo cual no fueron destinados, hacer "bosques que no
existen, letras que no se sabrian leer, imAgenes cuyos modelos nunca
existirán, en el aire como los pájaros, embriagados por el sol". 9
En esas viejas oposiciones "trabajo-pereza" o "trabajo-descanso" en
cuyos limites los humanistas pensaban a la existencia proletaria no había
lugar para bosques imaginados, no habia espacio para el arte o el
pensamiento, tal y como Plat& ya lo había establecido en "La República".
Sin embargo es en ese horizonte que emergieron esas vidas breves que aim
susurran su descontento, esas existencias que deambulaban por ias callejuelas
laterales y fétidas de Paris reivindicando su derecho a vivir en ias
proximidades del centro de la ciudad. Tal como lo afirma el cincelador Tolain
refiriéndose a los proyectos de quintas operarias: "Ciertamente - dirá - será
agradable cuidarias y regar alli ias plantas, pero no es asi que ellos renovarán
sus ideas: es necesario el contacto con ias bellezas artísticas que facilita la
creación de esas construcciones variadas y renovadas ( ...)" . 10 mas que de
hortalizas esos operarios parecen precisar del "fuego renovado que arde en el
centro de las ciudades Prometeicas".
Fueron muchos, moralistas, educadores, filántropos quienes les dijeron
que la verdadera cultura de los trabajadores no era la de los libros de Voltaire
sino la de su taller, la de sus martillos, la de su taberna. Larga letania
acariciada por los reformadores y predicada por los moralistas que alcanzará
un estatuto cientifico en el siglo XX de la mano de Taylor. Es que el herrero
Guilland no solo hablaba de la posibilidad sino también de la necesidad de
mezclar esos tres metales que Platón solo pensaba en estado puro. Hay algo
en la vida de ese trabajador poeta que excede el marco de la infraestructura
económica. Explotación y miseria conforman un horizonte que asfixia la
existencia cotidiana, pero esas no son ias únicas deudas. Existe también una
deuda menos enunciada y declamada que ellos sienten el derecho de cobrar;
ellos quieren subvertir ese orden dado como natural que los excluye del
mundo del pensamiento y de la poesia. Al punto que para algunos el
8Ibidem, p.21.
9Ibidem, p.20.
10Perrot, Michel. Os Excluídos da História. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1988. p.121.
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verdadero infierno no parecia estar en la falta de pan blanco sino en la falta de
poesia: "0 viejo Dante, tu no has viajado aim por el verdadero infierno, por el
infierno sin poesia" . 11
Ocurre que, como afirma Ranciére, "para que el proletariado se subleve
contra aquellos que se preparan para devorarlo, no es el conocimiento de la
explotación lo que les falta sino un conocimiento de si que le revele un ser
dispuesto a otra cosa mas and de la explotación". 12 Algo que le revele que su
mundo no se agota en las mercancias, que este puede referirse también a
objetos enteramente ajenos a ias leyes del mercado como a ias discusiones
metafísicas o a la lectura de los grandes pensadores.
Es claro que semejante atrevimiento precisa ser problematizado. No
hablamos de dandys sino de trabajadores, no hablamos de los habitantes de
los bulevares sino de aquellos que viven en los callejones. En su mayoria se
trataba de analfabetos o autodidactas cuyo vinculo con el arte o la retórica
estaba lejos de ser natural. Sin embargo, aim cuando todo su entorno hablase
el idioma de la fealdad, ellos parecian atreverse a desear aquello para lo que
no estaban destinados. Enteramente ajenos a una instrucción estatal
programada según la lógica de la razón iluminista, para ellos se reservaban ias
escuelas dominicales donde unos pocos rudimentos de lectura eran
considerados suficiente. En consecuencia, la existencia de ese vinculo que
liga a los trabajadores con el pensamiento se da en el marco de una cultura
signada por el autodidactismo o arte de instruirse a si mismo.
Es ese rasgo el que marca a la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra. Tal como lo indica Thompson: el hecho de que en las primeras
décadas del siglo XIX dos de cada tres operarios supiese leer se debe casi
exclusivamente al impulso de autoperfeccionamiento de ellos mismos.
La cultura artesana era antes que nada una cultura del
autoaprendizaje (...). Muchos artesanos (...) sospechaban
profundamente de una cultura preestablecida que los excluida
del poder y del conocimiento, y respondieron a su manera. 13
Asi, en la dura lucha por la libertad de prensa entablada en Inglaterra,
entre los trabajadores que participaron habia un trabajador gráfico que dirigia
un semanario con el nombre de "Poor Man's Guardian" para el que habia
elegido como emblema esta sugestiva frase: "encontremos en el saber la
fuerza necesaria para la resistencia". 14 Según parece ellos se reconocen
11 Thompson, E.P. Op.cit., Vol. II, p.321.
12 Ranciére, Jacques. Op.cit., p.32.
13 Thompson, E.P., Op.cit., Vol. III, p.321.
14 Ibidem, p.323.
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excluidos del mundo del pensamiento y, al mismo tiempo, reconocen que esa
exclusión representa una dificultad que es preciso quebrar. Ellos demandan su
derecho a producirse como sujetos capaces de reflexionar sobre su propia
existencia, de modelar sus vidas - a través de reuniones de lectura, de discusiones metafísicas o de semanarios cuidadosamente impresos - de la forma
mas bella posible. Muchos datos nos hablan de trabajadores analfabetos que,
empenados en su autoperfeccionamiento, pedian a algún colega que leyese
para ellos a Voltaire o a Ricardo, mientras que otros preferian asistir
puntualmente a un bar donde se leian en voz alta y se discutian los escritos de
Cabet. "Un zapatero llamaba a W. Adams, todos los domingos, puntualmente,
para que le leyera la carta a Feargus, el era, sin embargo, el orgulloso duerio
de varios libros de Cabet cuidadosamente conservados en tapas de cuero
trabajado". 15 Aunque se imaginase lo contrário, también a ellos parecia estar
destinada "la luz del pensamiento". "Las villas y hasta ias aldeas relucian con
la energia de los autodidactas. Dadas ias técnicas elementales de
alfabetización, los jornaleros, los amanuenses y los maestros se ponian a
aprender por cuenta propia o en grupo' 16 En cuanto que muchos artesanos,
oficiales y maestros sentian como una obligación personal la adquisición de
cierto nivel elemental de lectura y de una cierta capacidad para operar con
números.
Si bien es cierto que estas prácticas responden a los ideales de ese
iluminismo sobre el que se sustenta la episteme decimonónica, tarnbién es
cierto que ese público lector de Voltaire decidió organizarse poco a poco en
los márgenes de una cultura ilustrada que los excluia del conocimiento y del
poder:
El crecimiento de ese enorme público lector proletario era
reconocido por influyentes organizaciones (principalmente la
sociedad para la prornoción del conocirniento cristiano y la
sociedad de difusión de conocimientos útiles) quienes hacian
esfuerzos prodigiosos, y prodigiosamente subsidiados, para
desviar a los lectores hacia cuestiones mas saludables y
provechosas. 17
E.P.Thompson há sabido mostrar como, en la Inglaterra de los primeras
décadas del siglo XIX, esas prácticas (a ias que hemos Hamad° "de cuidado
de si") tuvieron un papel nada despreciable en el "hacerse" de la clase
operaria inglesa. Jacques Ranciére, por su parte, se ocupó de esos trabajadores
15Thompson, e.P., Op.cit., Vol. II, p.305.
16Ibidetn, p.304.
17Ibidem, p.313.
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autodidactas franceses que entre los anos 30 y 50 se sintieron llamados a algo
distinto que la explotación, y decidieron entregar sus noches a un mundo de
nuevos placeres. Todos ellos parecen haber sentido la necesidad de dotarse de
una identidad, de construirse como sujetos capaces de reflexionar sobre sus
existencias a fin de poder transformarias. Sin duda para ello era preciso pagar
el alto precio de "un inmenso esfuerzo hecho de difíciles lecturas, de sesiones
de copia y de lecciones aprendidas de memoria". 18 Todas esas historias nos
hablan del dolor que se esconde detrás de la búsqueda del "fruto del
conocimiento". Es que, el acceso a ese mundo del pensamiento es algo que,
para muchos, significo poder romper con ias evidencias firmemente
establecidas que hablaban de una natural sujeción al mundo del trabajo.
Aguellas que afirmaban que la relación que une al hombre y a su trabajo no es
sintética sino analítica. Al romper con esas evidencias, al saltar ese muro que
los separa de quienes nacieron para gozar del arte y el pensamiento, la
conciencia de si del autodidacta se conforma como una conciencia política.
"Asi, a partir de su propia experiencia y con el recurso a una instrucción
errante y arduamente obtenida, los trabajadores forman un cuadro politico de
la organización de la sociedad, y aprenden a ver a sus vidas como parte de
una historia general de conflictos". 19
Para ellos la valorización de ciertas prácticas de cuidado de si se
inscribe, casi necesariamente, en el marco de Ias estrategias políticas de
resistencia. Ocurre que:
(...) para que la protesta de los talleres tenga voz, para que la
emancipación operaria tenga una cara que mostrar, para que
los proletarios existan como sujetos de un discurso colectivo
que le de sentido a la multiplicidad de sus agrupamientos y de
sus luchas, es preciso que esas personas ya se hayan
transformado en otras: en la doble e irremediable exclusión de
vivir como operarios y de hablar como burgueses. 20
Irremediable exclusión que sitúa al operario en posición de decir lo
inesperado, que lo coloca, precisamente, en ese espacio para el que no parecia
estar destinado. Pues es alli, a la sombra de la razón iluminista, donde esos
operarios pueden reivindicar y ejercer el derecho de romper ias distancias que
los separan de quienes nacieron para gozar del arte y del pensamiento.
Entonces, solo entonces será factible que ellos puedan dotarse de una
identidad, y que puedan modelar su existencia de la forma mas bella posible.
18 Ibidem, p.314.
19 Thompson, E.P., Op.cit.,
20 Ranciére,
Vol. III, p.304.
Jacques. Op.cit., p.40.
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