Santa María de la Paz Vigilia de Pentecostés Vigilia de Oración Hch 2,1-11: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: “¿No son galileos todos estos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas del de Dios en nuestra propia lengua” Este es un texto fundamental para entender la teología de Pentecostés. San Lucas, a lo largo de toda su obra, tanto en su Evangelio como en Hechos, le va preparando el camino para una mejor comprensión del texto, así vemos que: 1º) Jesús, en Lc 24,49 anuncia la venida del Espíritu Santo: “Yo os voy a enviar lo que mi Padre tiene prometido”. 2º) En Hch 1,5 nos recuerda la promesa: “Vosotros dentro de pocos días seréis bautizados con el Espíritu Santo”. Y, en Hch 1,8 viene el versículo clave para comprender de todo el libro: “Recibiréis una fuerza, la del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros para ser testigos míos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los límites del mundo”. 3º) En el episodio de la ascensión, Jesús con su subida prepara la bajada del Espíritu Santo, como vemos en Hch 1,9-11: “Lo vieron subir, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijos al cielo viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestido de blanco, que les dijeron: -Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que se han llevado de aquí al cielo volverá como le habéis visto marcharse”. 4º) Luego, en Hch1,14-15 presenta un recuento de la comunidad, los “que perseveraban en la oración” y que “eran como ciento veinte”, entre los que se encontraban “algunas mujeres, María, la madre de Jesús, y sus hermanos”. 5º) Y por último viene la elección de Matías, el que ocupará el lugar dejado por Judas en el círculo de los Doce (Hch 1, 15-26). Analizaremos de forma independiente cada una de estas secciones, para tratar de elaborar una propuesta de lectura. En Hch 2,1-4, se lee: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el espíritu le sugería”. Este pasaje es uno de los más conocidos y citados. Se tiene como una experiencia que debe reproducirse en toda autentica comunidad cristiana. De aquí el interés de subrayar algunos aspectos que nos permitan una comprensión más amplia del texto. Lucas al escribir este fragmento tiene en cuenta elementos y expresiones propios de escenas del Antiguo Testamento. Algunos de estos elementos, son: “fiesta de Pentecostés”, “cielo”, “ruido”, “ráfaga de viento”, “fuego”, “Espíritu” y “lenguas”. Desde el principio aparece el sustantivo “día” que se repetirá a lo largo de la narración, con ello quiere subrayar la dimensión histórica del acontecimiento. En tanto que la expresión verbal “al llegar” apunta hacia un cumplimiento de resonancias proféticas esperadas y deseadas. La primera experiencia pentecostal está enraizada históricamente en un “día” concreto que, a la vez, se abre hacia el futuro, con una visión profética de la presencia y actuación del Espíritu en la comunidad. Lucas, es el teólogo de la historia de la salvación, y sabe que la historia de la salvación acontece en la historia humana. Por eso, en este relato San Lucas precisa día y lugar, marca cronología y geografía del acontecimiento. La salvación que concibe Lucas es “una salvación que tiene historia”. Ahora te invito a que en clima de oración, poniéndote en presencia del Señor, recuerdes cómo comenzó tu historia de salvación, ¿cuándo, dónde y con quién comenzaste a escribirla?, ¿dónde, 2 cuándo y con quién comenzó tu interés por seguir los pasos de Jesús de Nazaret? Tenlo presente, toma conciencia de ello y agradécelo. Lucas dice que ese día estaban “todos” reunidos, se refiere al grupo, que “eran alrededor de ciento veinte”. La primera comunidad pentecostal era mixta, estaba compuesta por la madre de Jesús, sus hermanos y hermanas, sus apóstoles, y sus discípulos y discípulas. Por tanto, la experiencia del Espíritu es una experiencia incluyente, que abarca a todo el que cree y espera la presencia del Espíritu. Después, en Hch 2, 14 se indica la presencia de “algunas mujeres”, esto supone una relevante dimensión liberadora. Pues en la sociedad judía, la mujer padecía una subordinación insultante y denigrante con respecto al varón, cosa que la llevaba a la marginación y exclusión. En Pentecostés, ellas reciben el Espíritu Santo al igual que los varones, cumpliéndose la promesa de Jl 3,1: “Derramaré mi Espíritu sobre todos: vuestros hijos e hijas profetizarán…” Ponte en presencia del Señor y revisa tu proceder para tomar conciencia sobre tus actitudes o tendencias, si son inclusivas o excluyentes. En tu trato con los demás, como en tu ser Iglesia, ¿eres de los que incluyes o excluyes? Lucas afirma que “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar”. De acuerdo al estudio de los contextos donde Lucas lo utiliza, indica que “el estar juntos” no se refiere sólo a la cercanía física, sino a una unidad de ánimo y convicción, a una pertenencia mutua. El Espíritu viene a una comunidad capaz de interrelación y de aceptación interpersonal caracterizada por la perseverancia en la fe. No es, pues, la llegada y la donación del Espíritu un don para hacer individuos excepcionales, sino más bien para hacer comunidades fuertes. Revisa tu experiencia de comunidad, ¿tienes conciencia de vivir en una unidad de ánimo y pertenencia mutua?, ¿cómo vives tu comunidad, qué aportas y qué recibes?, ¿qué supone para ti tu comunidad? Es importante señalar que la primera experiencia pentecostal se da 3 en una casa el espacio vital fundamental del cristianismo originario es la “casa”, en el sentido que se entendía en la antigüedad, es decir, tanto el edificio como la familia y allegados que lo habitaban, incluyendo padres, hijos, parientes y trabajadores domésticos, esclavos, amigos y clientes del señor de la casa. La promesa tiene cumplimiento en el hogar de una familia y así queda consagrada por la presencia del Espíritu. Este hecho, aunque de forma implícitamente, también supone y significa la desacralización del gran templo de Jerusalén, donde hubiera podido esperarse la magna manifestación divina. Que el Espíritu baje en una casa puede leerse como una irrupción de la trascendencia en la cotidianeidad de la vida humana al margen del ámbito de todo lo “sagrado”. Lo divino entra en lo profano. En clima de oración revisa y revive tus experiencia de encuentro con el Señor. Agradece las visitas que Dios te hace en el acontecer de cada día, tanto en los momentos buenos como en los amargos. Luego viene lo más discutido del acontecimiento, el “hablar en lenguas extranjeras”. Lucas hace uso de un juego de palabras aprovechando el doble significado de la palabra “lengua”(órgano) e “idioma” para decir que las “lenguas como de fuego”, imagen del don del Espíritu que originan el “hablar en (otras) lenguas”. La utilización de la imagen del “fuego” pudo haber sido pensada también en su simbolismo de iluminación, de generador de claridad, que conduce a la comprensión. Lo que queda claro es que a partir de la aparición del Espíritu toda la narración estará marcada por actos comunicativos: “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras”. La escena sugiere que el hablar en lenguas, hablar con claridad, es un “don” del Espíritu. El lenguaje del corazón se entiende hasta sin palabras. Hablar con claridad y que se entienda exige una vivencia: haber acogido al Espíritu que se te ha dado. Tú estás aquí, eres Iglesia y participas de una unidad de ánimo, por tanto es ocasión para que agradezcas lo que has recibido y alabes a Dios por ello. Pídele saberlo comunicar y poner en practica. Las señales de la presencia del Espíritu son audibles y visibles. El resultado de su derramamiento y posesión -donación por su parte y aceptación por la nuestra- conduce a una actividad de habla y escucha, 4 esto es, de comunicación. Sirven para acercar y no para separar. Lo extraordinario del fenómeno queda enmarcado dentro de las dimensiones y situaciones humanas vitales. Además, los procesos de comunicación tienen un marcado carácter grupal. No se presentan como una experiencia personal individualista e intimista. La experiencia del Espíritu se vive en comunidad y crea comunidad. El “hablar en lenguas extranjeras” no es presentado por Lucas como un hablar en éxtasis, como una especie de glosolalia -xabará,bará- que produce un gozo incontrolable. Lo presenta como un hablar claro para que se entienda, y eso es un regalo, un don que no se alcanza por mérito o esfuerzo personal: Dios lo otorga en función de la misión, de la proclamación. Así, el “hablar en otras lenguas” une la narración de Pentecostés con el mandato-envío: “Id y haced discípulos de todas las naciones,(…), yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo” (Mt28, 19-20). Si alguien habla en lenguas y no hay quien le entienda, no tiene don de lenguas. En Lucas, el Espíritu y la Palabra siempre actúan y van unidos. La experiencia del Espíritu se manifestada en una actividad de la Palabra por la que empieza a cumplirse la misión de ser testigos. La misión y el testimonio son tareas comunitarias de toda la Iglesia. Y Pentecostés nos enseña que estas actividades no se pueden llevar a cabo sin la presencia del Espíritu Santo. De modo que Iglesia, Espíritu y Misión quedan indisolublemente unidas. Desde Pentecostés la Iglesia no se entiende sin la presencia del Espíritu y, a su vez, es la Iglesia el lugar privilegiado de la experiencia del Espíritu. Con toda honradez lleva a la oración tu conciencia de pertenencia a la Iglesia, el saberte y sentirte Iglesia. También revisa cómo asumes tu misión. Pentecostés marca el principio y la universalidad de la misión cristiana: “Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: “¿No son galileos todos estos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas del de Dios en nuestra propia lengua. No se lo creían, y se decían unos a otros: “¿Qué significa todo esto?” Otros, en cambio, decían riéndose: “Están borrachos”. 5 El objetivo del fragmento es presentar Pentecostés como el origen de la misión cristiana y los alcances universales de la misma que, por la fuerza del Espíritu y partiendo de Jerusalén, llegará a todos los pueblos de la tierra. En el relato aparecen componentes, circunstancias y personajes que le dan una gran apertura y significación. El número y la ubicación de la “lista de los pueblos” nos descubre su importancia fundamental en la concepción de Lucas. En total son 17 nombres que corresponden a pueblos, territorios y ciudades, la mayoría de ellos bajo la jurisdicción política del Imperio Romano en el tiempo de Lucas. Viendo en algún mapa antiguo estas regiones, se puede visualizar que los territorios de la lista se extienden desde el este al oeste y del norte al sur y que cubren la parte oriental del Mediterráneo, esto es, las regiones helénicas de Asia y África, en lo cual se percibe la intención de presentar un amplio espacio como totalidad. Probablemente es la totalidad del mundo con presencia judía, del judaísmo de “todos los pueblos debajo del cielo”. Pero este significado se extiende más allá del pueblo de Israel, como lo insinúa la mención de los “varones piadosos”. La inclusión de los gentiles se hará más clara en el sermón de Pedro y alcanzará su plena definición con el bautismo de Cornelio y el Concilio de los Apóstoles. Para J. Comblin, “las naciones constituyen la realidad política, social, económica y cultural de aquel tiempo”. Por lo que comprendemos que el mensaje de Dios no se dirige sólo a individuos aislados sino a comunidades humanas, a grupos culturales diversos. Al mencionar a “Jerusalén” el espacio salvífico se amplia pues lo acontecido en una “casa” se extiende hasta abarcar toda la “ciudad”. Así, la ciudad de Jerusalén se convierte en el centro hacia el que convergen los “pueblos de la tierra” y será la plataforma de lanzamiento desde donde surgirá la palabra salvífica, sugerida ya en el “hablar en lenguas” y que se concretizará en el sermón de Pedro de la siguiente sección. Jerusalén será el elemento de enlace geográfico, cultural y teológico entre el movimiento galileo de Jesús y la Iglesia universal. Jerusalén es para Lucas el símbolo geográfico real de identidad del cristianismo con sus propios orígenes. Todo el acontecimiento de Pentecostés se entiende como un movimiento congregativo: la comunidad de discípulos y discípulas estaban “unánimes juntos” ; en Jerusalén estaban “reunidos judíos de todas las naciones bajo el cielo”; cuando escuchan el estruendo “se juntaron”; se dirigen la palabra; se interrogan “unos a otros”. El Espíritu inicia un proceso dialógico que se irá concretizando paulatinamente. Lucas nos 6 confirma en la certeza de que todo obstáculo (entre los cuales en el mundo moderno el de falta de comunicación e integración no es el menos grave) es superado en la era del Espíritu. El milagro de Pentecostés es un milagro de comunicación, expresión de la voluntad de dios para toda mujer y todo hombre de buena voluntad que quieran vivirlo y transmitirlo . Y es en este milagro comunicativo donde está el origen de la Misión universal. La predicación cristiana tiene para Lucas su génesis en Pentecostés. Todo el avance de la Palabra desde Jerusalén hasta Roma será descrito por Lucas como impulsado por el Espíritu. Es el Espíritu quien capacita para la Misión. Así pues, los que formamos la Iglesia somos hombres y mujeres unidos, reunido y animados por el Espíritu, que aceptamos ir y hacer lo que el Espíritu nos inspire y mande. Amén. Dedicaremos un breve espacio de tiempo para serenarnos; nos pondremos en presencia de señor y lo tendremos presente; haremos silencio interior; procuraremos acallar nuestra mente; nada que pensar, solo sentir y ser en el Señor. Ahora pasaremos a la cena eucarística, a la comunión con el cuerpo y sangre de Jesús con el deseo de ser y vivir como Él vivió en este mundo para acabar con el pa am oli i sal, olives y vi. 7 Santa María de la Paz Vigilia de Pentecostés Vigilia de Oración Hch 2,1-11: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: “¿No son galileos todos estos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas del de Dios en nuestra propia lengua” 1) Ahora te invito a que en clima de oración, poniéndote en presencia del Señor, recuerdes cómo comenzó tu historia de salvación, ¿cuándo, dónde y con quién comenzaste a escribirla?, ¿dónde, cuándo y con quién comenzó tu interés por seguir los pasos de Jesús de Nazaret? Tenlo presente, toma conciencia de ello y agradécelo. 2) Ponte en presencia del Señor y revisa tu proceder para tomar conciencia sobre tus actitudes o tendencias, si son inclusivas o excluyentes. En tu trato con los demás, como en tu ser Iglesia, ¿eres de los que incluyes o excluyes? 3) Revisa tu experiencia de comunidad, ¿tienes conciencia de vivir en una unidad de ánimo y pertenencia mutua?, ¿cómo vives tu comunidad, qué aportas y qué recibes?, ¿qué supone para ti tu comunidad? 4) En clima de oración revisa y revive tus 8 experiencia de encuentro con el Señor. Agradece las visitas que Dios te hace en el acontecer de cada día, tanto en los momentos buenos como en los amargos. 5) Hablar con claridad y que se entienda exige una vivencia: haber acogido al Espíritu que se te ha dado. Tú estás aquí, eres Iglesia y participas de una unidad de ánimo, por tanto es ocasión para que agradezcas lo que has recibido y alabes a Dios por ello. Pídele saberlo comunicar y poner en practica. 6) Con toda honradez lleva a la oración tu conciencia de pertenencia a la Iglesia, el saberte y sentirte Iglesia. También revisa cómo asumes tu misión. 7) Dedicaremos un breve espacio de tiempo para serenarnos; nos pondremos en presencia de señor y lo tendremos presente; haremos silencio interior; procuraremos acallar nuestra mente; nada que pensar, solo sentir y ser en el Señor. 9