LA FUERZA DEL ESPÍRITU Domingo de Pentecostés CICLO B -2, 1 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar, -v.2 De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. -v.3 Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada unos de ellos. -v.4 Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas según el Espíritu les permitía expresarse. -v.5 Había en Jerusalén Judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. -v.6 Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. -v.7 Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? -v.8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? -v.9 Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, -v.10 en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, -v.11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravilla de Dios.” Hch 2, 1-11 Introducción: Con el domingo de Pentecostés termina el tiempo Pascual. Antiguamente era una fiesta independiente, que encabezaba el tiempo litúrgico más largo del año, una serie de veinticuatro “domingos después de Pentecostés”. Con la reforma del Concilio Vaticano II, pasó a ser la conclusión del tiempo pascual y se celebra cincuenta días después de Pascua. Ya que el Evangelio de la Misa de este día, es el mismo del 2º Domingo de Pascua para los tres ciclos y ya fue trabajado, se toma aquí la 1ª Lectura de la Misa del día. En ella se relata la venida del Espíritu Santo cuando la comunidad se encontraba reunida en oración desde hacía nueve días junto a María. Para describir este acontecimiento, san Lucas recurre a las imágenes clásicas usadas en el Antiguo Testamento. Habla de un ruido como de viento huracanado, de lenguas como de fuego que se reparten y se posan sobre cada uno de los presentes y del fenómeno de hablar en otras lenguas. Aportes para la Lectura: -v.1 El autor de “Hechos” narra que los Apóstoles, los discípulos y algunas mujeres, reunidas en oración en torno a María (Hch 1, 13-14), estaban celebrando Pentecostés, también llamada “fiesta de las Semanas” (Lv 23, 15-16). Había tres fiestas a las cuales todo israelita mayor de doce años debía asistir a Jerusalén para presentarse delante de Yahvé a rendirle honores: La Pascua o de los Ácimos, la Fiesta de Pentecostés o de las Semanas y la Fiesta de los Tabernáculos o de las Chozas (Dt 16, 16). La fiesta de Pentecostés se celebraba 50 días o siete semanas después de Pascua, a principio de Junio o finales de mayo. En esta época las condiciones para viajar eran las mejores, por eso a esta fiesta acudía tanta o más gente que a la Pascua (que se celebraba en la luna llena del mes del Nisan – fines de marzo/principio de abril) En sus orígenes era una fiesta agrícola, un día de regocijo y de acción de gracias (Ex 23, 16; Num 28, 26) donde se ofrecían a Dios las “primicias” de la cosecha, o sea, lo primero que se había cosechado (Ex 34, 22). De agraria se convierte más tarde, en fiesta histórica. En ella se recuerda la entrega de las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí. A los 50 días de salir de Egipto los israelitas llegaron al Sinaí. En la cumbre de ese Monte apareció Dios entre rayos y truenos y entregó los Diez Mandamientos a Moisés. Así quedó sellada la Antigua Alianza entre Dios y su Pueblo: el Antiguo Testamento. A los 50 días de haber salido Jesús del sepulcro tuvo lugar la llegada del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego a los discípulos para sellar la Nueva Alianza de Dios con su pueblo: el Nuevo Testamento. -v.2 Los que se encontraban presentes en la “casa” oyeron un ruido muy fuerte que parecía el estruendo de una tormenta de viento, que retumbó por todo el salón. La imagen de un “viento-soplo fuerte” es empleada para describir al “Espíritu de Vida”. En el idioma griego, la misma palabra significa “viento”, como también “soplo”, “aliento” o “espíritu”. Este Espíritu de Vida ya estaba presente en los albores de la creación (Gn 1, 2). Y al formar al primer hombre, Dios “sopló” en sus narices aliento de vida y lo hizo un ser viviente (Gn 2, 7). -v.3 Después del ruido como de viento huracanado, aparecen unas lenguas “como de fuego” que se reparten y se posan sobre cada uno de los presentes. Así como Moisés descubrió en la zarza ardiente la presencia de Dios, ahora su Espíritu por medio del símbolo de las lenguas de fuego, se presenta ante los hombres. El Espíritu purifica el interior del ser humano, como el fuego purifica el oro en el crisol. La forma de las llamas (Is 5, 24) se relaciona aquí con el don de lenguas. -v.4 Al recibir las lenguas de fuego, los hombres y mujeres presentes quedaron llenos del Espíritu Santo y enseguida empezaron a hablar en otras lenguas. Cada uno según lo que el Espíritu les indicaba. El poder de “hablar en lenguas” (glosolalia), que los oyentes entienden, es una anticipación simbólica de la predicación del evangelio a todas las naciones. Tiene su parecido con el “hablar como profetas” conocido ya en el Antiguo Testamento (Num 11, 25-29; 1Sam 10, 5-13; 1Re 22,10) o con el “Don de lenguas” que necesita de alguien que interprete (1Co 14, 1-5). -v.5 En aquellos días muchos judíos que creían en Dios, se encontraban en Jerusalén procedentes de todas las regiones del Imperio Romano, para cumplir con las prescripciones de la Ley. -v.6 Al oír el ruido, muchos de ellos se acercaron a la casa donde estaban reunidos los seguidores de Jesús y se llenaron de asombro porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. El milagro de Pentecostés no reside tanto en que los que estaban reunidos en oración, se pusieran a hablar lenguas extranjeras, sino que los procedentes de distintas regiones escuchaban en su propio idioma la proclamación de las maravillas de Dios. Este relato está en contraposición con el de la torre de Babel donde los hombres quisieron construir una torre que fuera el orgullo del mundo. Sin embargo, llevados por el orgullo y el egoísmo, perdieron la unión, “no se entendieron”. En Pentecostés comienza el proceso inverso: hombres de “todas las naciones” logran vencer las diferencias y aprenden a entenderse en el nuevo idioma del amor. -v.7 Estaban tan sorprendidos que se preguntaban unos a otros si los que hablaban eran en realidad personas procedentes de la región de Galilea. -v.8 No se explicaban cómo era que cada uno los oía hablar en su propio idioma. -v.9-11 Los países enumerados comprenden desde la región de Persia, en el oriente, hasta Libia, en el occidente abarcando así el mundo entonces conocido. Con ello se simbolizaba la universidad del Nuevo Pueblo de Dios. Los “prosélitos” mencionados en el texto eran los que sin ser judíos de origen, habían abrazado la religión judía y aceptado la circunscripción constituyéndose así en miembros del pueblo elegido (Hch 13, 41; Mt 23, 15). “Judíos” y “Prosélitos” no son, pues, nuevas denominaciones de pueblos, son más bien palabras que califican a los ya enumerados. Todos ellos se extrañan de oír a los seguidores de Jesús, hablar en su propio idioma las maravillas de Dios. Aportes para la Meditación: “…estaban todos reunidos..” ¿Somos conscientes de que es necesario “estar en comunidad”, para que el Espíritu Santo se haga presente? ¿Estamos abiertos para recibir sus dones, que nos animan a ser sus discípulos y misioneros del Evangelio? ¿Qué experiencia hemos tenido de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida? ¿Hablamos el “lenguaje del amor”? Modelo de Oración: Señor: Danos la fuerza de tu Espíritu para que nos impulse a la misión para que seamos testigos, hermanos y mensajeros. Renueva nuestra esperanza, ayúdanos a caminar en los conflictos, enséñanos la fidelidad al Evangelio en estos tiempos difíciles. Cantar “Pentecostés, Día de Fiesta” o “El Espíritu de Dios” Contemplación/Compromiso: La contemplación, nos invita a recorrer, silenciosamente, en nuestra mente y en nuestro corazón lo que Dios nos ha mostrado durante esta lectio y nos ilumina a realizar un compromiso determinado, el cual debe ser concreto y debe implicar una respuesta a lo que Dios me pide