EDITORIALES Evaluación económica de medicamentos: aplicaciones prácticas para los diferentes agentes decisores Javier Soto y Paloma Fernández Departamento de Economía de la Salud. Pharmacia & Upjohn. Madrid. gasto farmacéutico; gestión sanitaria; medicamentos; utilización de medicamentos La evaluación y el estudio de los medicamentos durante las tres últimas décadas han pasado por diferentes fases acordes al progreso científico, a las necesidades terapéuticas y a la situación económico-sanitaria reinante en cada momento. Así, en la década de los setenta se produjo la gran eclosión de la investigación clínica, y se empezaron a diseñar y realizar ensayos clínicos (EC) con asiduidad, por lo que se confeccionaron normas para que la metodología empleada fuera la más correcta. Rápidamente, sus resultados fueron ganando en credibilidad y validez para la comunidad científica, quedando claro que este tipo de estudios eran los adecuados para valorar la eficacia y seguridad de cualquier nuevo medicamento1. De hecho, en esta época, en la mayoría de los países se hizo obligatoria la realización de EC antes de autorizar el registro y la comercialización de cualquier nuevo medicamento. En la década de los ochenta, y fruto de la experiencia acumulada durante los años anteriores, se evidenciaron las limitaciones de los EC a la hora de detectar la aparición de reacciones adversas graves previas a la comercialización del nuevo fármaco (lo que provocó la retirada de productos del mercado a los pocos meses de su comercialización), con el consiguiente riesgo para los pacientes susceptibles de recibir el nuevo medicamento2. De esta manera, surgió la necesidad de crear redes de vigilancia poscomercialización, así como de realizar estudios epidemiológicos analíticos para descubrir con celeridad reacciones adversas graves no detectadas en la fase de investigación clínica, en etapas previas a la comercialización del producto. Así nació la farmacoepidemiología, desarrollándose rápidamente su metodología y quedando muy claro cuáles eran sus funciones y objetivos3. Durante la segunda parte de la década de los ochenta y, principalmente, durante la década de los noventa, se ha agudizado en todos los países desarrollados un viejo problema: la limitación progresiva de los recursos disponibles para la atención sanitaria, siendo necesario priorizar en qué emplear los bienes existentes. Por este motivo, ha habido una creciente revalorización de los análisis de evaluación económica de medicamentos (AEEM) (y de otras tecnologías médicas) como herramientas de apoyo para realizar la asignación de los recursos disponibles4. Fruto de este renovado interés, durante la primera mitad de la década de los noventa, los esfuerzos se concentraron en desarrollar de forma gradual una metodología cada vez más completa, cuyo objetivo final fuera estandarizar los pasos a seguir para su realización y dotar de precisión y credibilidad a los resultados de los AEEM5-11. Correspondencia: Dr. J. Soto. Miosotis, 54, 3.o A. 28039 Madrid. Manuscrito aceptado el 22-4-1997 Med Clin (Barc) 1998; 110: 699-702 En estos momentos, estos objetivos ya se han cumplido en gran parte, aunque aún quedan aspectos metodológicos donde todavía no existe un consenso total (lo mismo que pasa en el mundo de los EC y los estudios de farmacoepidemiología) y en los que, probablemente, será difícil llegar a un acuerdo global. De todas formas, es necesario tener presente que se debería seguir trabajando en este tema para incrementar la fiabilidad y validez de los resultados de esta clase de estudios12. Una vez finalizada esta etapa, y con el fin de intentar avanzar en la comprensión y el buen aprovechamiento de esta clase de análisis en el mundo del medicamento, pensamos que ha llegado el momento de dar el siguiente paso, e ir un poco más adelante intentando definir cuáles deberían ser las funciones y los objetivos de los AEEM para los diferentes agentes decisores, y en qué pueden ayudar a la hora de decidir dónde emplear los recursos disponibles en cada momento para destinar a la atención sanitaria. Teniendo en cuenta que en el mundo de los medicamentos existen muchas partes involucradas (autoridades sanitarias, gestores de asistencia hospitalaria y atención primaria, comités de farmacia y terapéutica, médicos prescriptores e industria farmacéutica), conjuntamente con los pacientes (grupo receptor de los medicamentos y con una creciente responsabilidad en la toma decisiones), en este artículo revisaremos las aplicaciones y utilidades de los AEEM a las diferentes partes que integran este mundo, ya que de una u otra manera, y a diferentes niveles, van a actuar como agentes implicados en la toma de decisiones. En relación con las Autoridades Sanitarias, es de su competencia (como parte de la administración del Estado que son) autorizar el registro de los nuevos medicamentos, establecer su precio y decidir sobre su reembolso a cargo del presupuesto del Sistema Nacional de Salud (SNS). En lo concerniente a la fijación de precios y a la determinación de ser financiado con fondos públicos, la utilidad y la ayuda de los AEEM debería ser aún mayor a la hora de regular estas funciones. De hecho, existe en nuestro país cobertura legal para poder utilizar los resultados de estos análisis en la fijación del precio y en la concesión del reembolso. Así, el Real Decreto 271/1990 de 23 de febrero sobre intervención de precios13 ya especifica que la utilidad terapéutica que aporta el nuevo producto, comprobada científicamente, podría influir en el precio final que se otorgaría al nuevo medicamento. Disponer de datos de eficiencia superiores al resto de opciones disponibles en el mercado puede ayudar a justificar un precio más elevado al de las ya existentes, ya que su empleo ahorrará un consumo adicional de recursos al sistema. En cuanto a la financiación pública de los medicamentos, la Ley del Medicamento de 199014 ya especificaba que en el momento de ser autorizada y registrada una nueva especialidad farmacéutica, se decide, además, si se incluye o se excluye de la prestación farmacéutica de la Seguridad So- 699 MEDICINA CLÍNICA. VOL. 110. NÚM. 18. 1998 cial con cargo a fondos de ésta o a fondos estatales destinados a la sanidad. Entre los criterios a tener en cuenta para la decisión ya se exponía, de forma soslayada, el criterio de la eficiencia. Es, sin embargo, en el Real Decreto 83/1993, el cual regula la selección de los medicamentos financiados por el SNS15, donde queda recogida de forma más explícita la posibilidad de emplear AEEM (relacionando los costes con los efectos terapéuticos) a la hora de decidir la inclusión o exclusión de la financiación pública de cualquier medicamento. Emplear el criterio de la eficiencia a la hora de tomar esta decisión, conjuntamente con la eficacia, seguridad y calidad, va a permitir incluir dentro del reembolso público a los medicamentos con una mejor relación coste-efectividad. De esta manera, se incrementará el correcto uso de los medicamentos, utilizándose los más adecuados a cada situación y los que consuman menos recursos a nivel integral, redundando todo ello en un aumento de la calidad asistencial16,17. Por este motivo, sería necesario ir incorporando de forma progresiva el criterio de eficiencia al proceso de decisión sobre qué nuevos medicamentos serán financiados con cargo al SNS. De hecho, en estos momentos existen dos países (Australia y Canadá) donde es necesario presentar este tipo de estudios al solicitar el reembolso de un nuevo medicamento18, y en otros muchos países (Alemania, Reino Unido, Francia o Suecia) aunque no es obligatoria su presentación, se considera que su aportación ayudará a la toma de decisión final (financiación pública o no) a las autoridades sanitarias19. En este sentido, las agencias de evaluación de tecnologías Sanitarias deberían desempeñar un papel importante como órganos consultores, pudiendo actuar como una pieza clave a la hora de proponer y dirigir este tipo de estudios con diferentes medicamentos. En cuanto a los centros asistenciales de atención primaria y asistencia especializada, tanto los gestores (gerentes, directores médicos y directores de gestión) como los Comités de Farmacia y Terapéutica (CFT) son agentes decisores que van a tener un contenido claro en relación con los medicamentos: promover el uso racional de los mismos en su demarcación, ya que esto ayudará a emplear de manera más lógica los recursos destinados a este capítulo. La mejor manera de conseguir esta meta pasa necesariamente por poner en marcha dos estrategias: a) disponer en el centro asistencial de los fármacos más eficaces, seguros y eficientes, y b) lograr que el uso de los medicamentos sea el más coherente y apropiado, empleando la opción terapéutica más adecuada acorde a cada situación. El organismo que decide qué nuevo medicamento es incorporado al vademécum del centro (y por extensión, qué productos son retirados de éste) es el CFT. Tradicionalmente, los argumentos que se tenían en cuenta a la hora de tomar estas decisiones eran, casi exclusivamente, los datos de eficacia, seguridad y calidad de los productos. En estos momentos, debería contemplarse un nuevo criterio en el momento de confeccionar los formularios, como es la eficiencia de las diferentes intervenciones disponibles en el mercado. Incluir las alternativas más eficientes en el vademécum de cada centro o área de salud garantizará el uso rutinario de las opciones que van a producir un mayor beneficio clínico con el menor coste posible, lo cual ayudará a emplear de una forma más idónea (y con el máximo de rentabilidad) los presupuestos disponibles en cada centro. Estas medidas van a permitir elevar la calidad asistencial del paciente y asignar los recursos ahorrados a cubrir otro tipo de necesidades o a poner en marcha otros programas, intervenciones o campañas20,21. 700 Una de las metas a conseguir en todos los centros asistenciales es lograr que siempre se empleen los medicamentos más adecuados a cada patología y enfermo. Por este motivo, es necesario que la práctica asistencial esté reflejada en protocolos clínicos y guías terapéuticas de actuación, debiendo estar incentivada su elaboración y puesta en práctica por todas las partes involucradas22. Con el fin de conseguir los objetivos derivados de su implantación, sería deseable que en ellos estuvieran incluidos los fármacos más eficientes, permitiendo una asignación de recursos más racional y maximizando la rentabilidad de los medicamentos empleados23. De todas formas, el agente decisor más influyente para un uso correcto de los medicamentos es el médico prescriptor, ya que él tiene la llave para que se empleen las opciones terapéuticas más seguras y eficientes. Es fácil de asumir por el médico que es necesario recetar los medicamentos más eficaces y mejor tolerados, pero es difícil que se tenga en cuenta la repercusión económica derivada de su prescripción (costes del medicamento, de su monitorización, del tratamiento de las reacciones adversas que aparezcan, y de los tratamientos adicionales si no es eficaz, así como otros costes y ahorros que se producirán en otras áreas de atención sanitaria). Por otra parte, existe una tendencia generalizada entre el colectivo médico a pensar que el medicamento menos costoso va a ahorrar consumo de recursos (y por lo tanto es el que se suele utilizar), mientras que el más caro, a priori, suele aportar poca eficacia adicional sobre los ya existentes, y únicamente va a consumir recursos adicionales aportando poco (o nada) al paciente, de tal forma que se tiende a dejarlo como medicamento de reserva. Por lo tanto, es necesario que el médico tenga en cuenta la eficiencia de los medicamentos a la hora de su prescripción, e intente recetar los fármacos que mejor aglutinen eficiencia, eficacia y seguridad. En ocasiones será la alternativa terapéutica más cara (que será también la más eficaz, pudiéndose ahorrar recursos de otras partidas) y, otras veces, será la opción más barata al presentar todas ellas similares perfiles de eficacia y seguridad24. En un futuro cercano, los pacientes, usuarios del SNS y receptores de los medicamentos, tendrán una mayor educación sanitaria y dispondrán de más información, con lo que estarán cada vez más en disposición de poder tomar decisiones sobre los tratamientos que van a recibir. Para que puedan tomar la decisión correcta, será necesario que tengan en cuenta la eficiencia de todas las posibles alternativas terapéuticas existentes para su tratamiento (incluida la de no hacer nada). Por este motivo, es necesario crear una conciencia social sobre la importancia de la eficiencia a la hora de decidir qué medicamentos emplear, siendo deseable que tanto los profesionales sanitarios como otros agentes sociales introduzcan y sedimenten este concepto, de forma comprensible, entre la población25. El último integrante del mundo del medicamento, la industria farmacéutica (IF), tiene también un papel importante ya que es quien descubre, investiga, desarrolla y comercializa los medicamentos, actuando también como un agente decisor. Para la IF, la realización de AEEM es una inversión rentable y necesaria para ir aportando cada vez más medicamentos eficientes, ayudando a su desarrollo desde las primeras etapas de la fase de investigación clínica y tras su comercialización, permitiendo mostrar las ventajas económicas y/o de calidad de vida del nuevo producto frente al resto de intervenciones existentes26. Así, antes de empezar la fase de EC, la realización de este tipo de análisis puede ayudar a decidir si merece la pena proseguir con el desarrollo clínico de un J. SOTO Y P. FERNÁNDEZ.– EVALUACIÓN ECONÓMICA DE MEDICAMENTOS: APLICACIONES PRÁCTICAS PARA LOS DIFERENTES AGENTES DECISORES producto o no (dependiendo de la eficiencia que presentará en relación con las alternativas restantes presentes en el mercado), e incluso sirve para priorizar qué productos deben desarrollarse con mayor rapidez y en qué áreas terapéuticas deberían concentrarse los esfuerzos de investigación. Además, la elaboración de este tipo de análisis durante la realización de los EC en las fases II y III, y la presentación de datos de eficiencia en el momento de discutir el precio con las autoridades sanitarias, puede ayudar a justificar la petición de un precio más elevado que el resto de opciones existentes. De forma adicional, puede ser decisivo tener este tipo de datos (eficiencia y/o calidad de vida) de cara a entrar en la categoría de medicamentos reembolsables a cargo del SNS27. Tras la comercialización de un medicamento, la realización de AEEM va a permitir al nuevo producto poder competir con el resto de alternativas existentes en el mercado, en una nueva dimensión, la eficiencia, pudiendo demostrar ventajas económicas (al presentar una mejor relación costeefectividad). De esta manera, se podrá diferenciar al producto del resto, posicionarlo en mejores condiciones y mostrar a los agentes decisores las ventajas económicas del mismo, con lo cual se logrará que esté presente en los formularios, guías terapéuticas y protocolos que se empleen en los centros y áreas de salud. Por otra parte, disponer de este tipo de estudios puede ayudar a alargar la vida de un medicamento al servir de apoyo para conseguir que un fármaco ético pase a especialidad farmacéutica publicitaria (OTC en los países anglosajones), al mostrar ventajas económicas para la sociedad y el SNS (si además cumple otro tipo de requisitos imprescindibles para llegar a esta categoría)28. En las postrimerías del siglo XX, en todos los países de la Unión Europea la contención del gasto público es un objetivo prioritario. En líneas generales, los sistemas sanitarios de estos países han sido capaces de satisfacer las necesidades sanitarias del conjunto de la población bajo las premisas de universalidad, equidad y calidad de sus prestaciones. Sin embargo, en estos momentos los recursos que pueden ser destinados a la atención sanitaria son limitados, por lo que es necesario racionalizar y priorizar en qué emplearlos, con el objeto de conseguir su máxima rentabilidad social. Por este motivo, en nuestro país, junto a la toma de decisiones encaminadas a mejorar la gestión sanitaria (lo que ayudará a hacer más útil y eficiente nuestro sistema sanitario), se han emprendido acciones englobadas en una política de control del gasto farmacéutico, con el objetivo de intentar que éste crezca de manera razonable. Sería deseable y conveniente que en todas las medidas que se instauren en un futuro para lograr estos objetivos (establecimiento de financiación selectiva de medicamentos, potenciación del desarrollo de protocolos y guías terapéuticas en patologías prevalentes, precios de referencia y otras que puedan venir) los AEEM tuvieran un papel primordial al permitirnos conocer qué alternativas son las más eficientes y, por lo tanto, producen los mejores resultados clínicos con el mínimo coste29. Hay que tener en cuenta que existen medicamentos que además de efectivos son muy eficientes y, si gastamos dinero en ellos, evitaremos el consumo de recursos en otras áreas de salud (estancias hospitalarias, consumo adicional de fármacos, realización de pruebas complementarias, etc.). Los AEEM son una herramienta válida y útil para determinar dónde y en qué invertir los recursos disponibles, y en este sentido sus resultados deberían ser considerados por los agentes decisores, conjuntamente con los datos de eficacia, seguridad y calidad, como un instrumento de ayuda para la toma de decisiones y asignación de recursos30. Hasta el momento, el peso que ha tenido este tipo de análisis en la toma de decisiones (por parte de los agentes involucrados en esta tarea) ha sido mínimo, en parte por desconocimiento de su posible utilidad y aplicación práctica, y en parte por la poca credibilidad que los resultados de estos estudios han tenido, tradicionalmente, para ciertos colectivos. Dado que esa ciencia es de reciente implantación en el campo de los medicamentos (y de toda la tecnología médica), es necesario que se sienten bien sus bases, se avance en la metodología a emplear (estandarizando de forma consensuada los pasos a seguir para su realización) y ganen en credibilidad sus resultados, con lo cual se afianzará e incrementará su utilidad y aplicabilidad para los agentes decisores cuando tengan que valorar dónde y en qué asignar los recursos disponibles31,32. Para su consecución, es necesario que todos los colectivos que trabajan en este campo (economistas, médicos, farmacéuticos, epidemiólogos y estadísticos) unifiquen esfuerzos para lograr elevar la calidad y la fiabilidad de los estudios que se desarrollen en este campo de la investigación. Es de prever que, en un futuro, los recursos que se podrán destinar al cuidado sanitario seguirán siendo escasos y limitados, por lo que será crucial distribuirlos de una manera racional y equitativa. Dado que el presupuesto destinado al gasto farmacéutico es de una cuantía no despreciable, los AEEM van a ser un instrumento muy valioso a la hora de tomar decisiones por parte de los agentes encargados de gestionar y asignar los recursos de este capítulo, al proporcionar datos objetivos sobre la eficiencia de las diferentes alternativas terapéuticas existentes para tratar las diferentes enfermedades33. En los tiempos actuales, es tan importante conocer la eficiencia de los medicamentos como su eficacia, seguridad y calidad, y las decisiones que se tomen en el mundo de los medicamentos sobre su utilización deberían basarse en los cuatro parámetros conjuntamente, ya que nos van a aportar informaciones complementarias. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Sacristán JA, Soto J, Galende Y. Evaluación crítica de ensayos clínicos. Med Clin (Barc) 1993; 100: 780-787. 2. Laporte JR. Reacciones adversas a medicamentos y farmacovigilancia. Med Clin (Barc) 1989; 92: 536-538. 3. Edlavitch SA. 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