Reseña de intercambio a Bélgica En mayo del 2010, recibí la mejor noticia de mi vida. La Dirección del ICT me preguntó si estaba interesada en participar en un programa nuevo de intercambio a Bélgica, en un colegio Jesuita de Bruselas. Este proyecto invitaba a 16 alumnos de Colegios Jesuitas en Latinoamérica: Colombia, Chile, Brasil, Bolivia y por supuesto México. El programa consistía en dos partes : la primera fue cuando alumnos de los colegios de Bruselas (los cuales nos hospedaron en nuestra estancia en Bélgica) viajaron a Chile en verano, para vivir su experiencia de intercambio. La segunda era nuestra llegada a Bélgica. No podía creer lo que me estaba pasando. Cuando llegué a mi casa y les comenté a mis papás nadie me creía, pensaban que era una broma. Después de tener el permiso de mis papás para ir, recibir las cartas de invitación de los colegios, las familias con las que nos hospedaríamos estos 2 meses y toda la información necesaria sobre este intercambio, Cuauhtémoc Méndez y yo, estábamos listos para empezar esta gran aventura. El 25 de septiembre salimos del aeropuerto de Tampico a la Ciudad de México, para partir a Ámsterdam, Holanda en un viaje de 11 horas. Al llegar no podía creer que ya estaba en Europa y que ya había cruzado “el charco”. De ahí tomamos un último avión hacia Bruselas, capital de Bélgica. Al llegar sentí mucha emoción de conocer a mi nueva familia, aunque ya había tenido la oportunidad de comunicarme con ellos antes del viaje, me sentía muy nerviosa de conocerlos. Terminando de recoger mis maletas, nos dirigimos hacia la salida para encontrarnos con ellos. Y ciertamente, mi familia estaba ahí esperándome con una cara de alegría que no podría describir. Me recibieron con un caluroso abrazo y con un cartel que decía: ¡Bienvenida a Bélgica Marianne! Me dio mucho que gusto que desde el principio me hicieron sentir que ya era parte de la familia Joret, compuesta por 5 miembros. Mi papá Christian, mi mamá Catherine, mi hermano Sebastien de 19 años quien era el mayor, Bárbara de 17 años y la mas pequeña era Florence de 13 años. La primera impresión que tuve al llegar a Bruselas fue que todo era muy verde, es decir los campos y toda la naturaleza tenía un color verde que jamás había visto. Ellos me explicaron que eso se debía a que Bélgica es un país donde abunda la lluvia y esto permite que los árboles, pasto… no se sequen. El día que llegué a Bruselas, no podía creer aún donde estaba. Me sentí completamente emocionada por conocer todo sobre una cultura nueva, sus costumbres, su gente y descubrir poco a poco a mi nueva familia. Mi primer día en Bruselas fue increíble. Era el lunes 26 de septiembre y llegó el momento de ir a la escuela. Al principio me costo mucho trabajo adaptarme al cambio de horario y me sentí muy cansada. Hice la rutina que mi familia acostumbraba realizar todos los días por las mañanas, algo que yo no estaba acostumbrada. Esta rutina se basaba en despertar a las 6:30 am y bajar a desayunar. Después tomar un baño e irnos al colegio. El tiempo máximo para hacer todo esto, era de 45 minutos. Debo confesar que al principio me parecía muy difícil porque yo “No vivo las cosas de manera rápida”, pero poco a poco me fui adaptando a ello. La forma en que nos transportábamos para ir al colegio era: lo primero que hacíamos Bárbara y yo, era caminar 10 minutos hacia la estación de tren que estaba en mi colonia, después tomábamos un tren que nos llevaba a la Estación Central, ahí nos bajábamos para caminar otros 10 minutos y llegar al colegio. Era increíble como te encontrabas a casi todos los alumnos del colegio en la estación. Las primeras personas que conocí durante el trayecto a la escuela fueron Geraldine quien era la mejor amiga de mi hermana y Miguel quien era uno de los 16 latinoamericanos que estaba viviendo esta experiencia. Antes de llegar a la escuela las Belgas nos advirtieron que parecía una prisión. La verdad yo no entendía a que se referían con eso. Cuando llegamos me impresione mucho, al ver el tamaño y la arquitectura también. Era una escuela muy vieja como de aproximadamente 600 años, pero por supuesto muy hermosa. Tenía aproximadamente 5 pisos pero estaba como cerrada;es decir no había espacios abiertos como en el Cultural que tenemos varias canchas, el campo de futbol, el teatro... Era una escuela Neerlandesa y su nombre era: Sint-Jan Berchamnscollege, conocida por ser muy estricta y los hijos de los Reyes de Bélgica asisten a este colegio. Después del timbre de entrada a las 8:30 am, toda la directiva del colegio nos estaba esperando a los 8 latinoamericanos que formábamos parte de este proyecto. Éramos 8 jóvenes : 6 hombres y 2 mujeres, pero todos veníamos de los 5 países mencionados anteriormente. La primera persona que conocimos fue al encargado de este proyecto, quien hablaba español y su nombre era Kris Delcroix. Él era la persona a la cual podíamos recurrir si teníamos alguna duda o problema. Lo primero que hicimos fue presentarnos entre nosotros. Teníamos que decir nuestros nombres, país de procedencia y lo que pretendías llevarte a casa de esta grandiosa experiencia. Después de conocernos todos, nos dieron nuestros horarios. Fuimos divididos en parejas para asistir a las clases. Mi compañero fue el colombiano Miguel, quien se convirtió en un gran amigo. Nuestras materias básicas eran: Matemáticas, Inglés, Deportes, Química, Física, Estética y francés. Nos acomodaron en los tres grados de preparatoria,es decir, teníamos clases con 4 con 5 y con 6 también. Esto fue muy bueno ya que nos permitió conocer a gente de todas las generaciones. Ese mismo día entramos a clases. Los alumnos se asombraban al vernos, ya que nadie sabía del intercambio. A cada salón que entrábamos, teníamos que presentarnos y explicarles de que trataba el proyecto. Todos se sentían muy emocionados de tener 8 invitados de Latinoamérica. Se podía notar su interés por conocer acerca de nuestra cultura. A mí me e daba muchísimo gusto y orgullo que la gente conociera tanto de México. Y así fue todo el primer día, conociendo a la gente, la escuela y adaptándonos a su forma de vivir. La escuela terminaba a las 3:20pm y por supuesto todos comían en el colegio. Tenían un recreo de 50 minutos, en los cuales 30 eran destinados para comer y los otros 20 los dedicaban a salir al patio de recreo a jugar basquetbol o futbol. Al principio me parecía extraño ver que todos se pusieran a jugar porque en el Cultural nadie juega en los recreos, pero después entendí que por el clima en Bélgica no sudan tanto y esto les da la oportunidad de jugar y correr sin ningún problema. Al finalizar mi primer día de escuela nos reunimos varios de los intercambistas junto con nuestros hermanos Belgas, para ir a conocer el centro de la ciudad. Ese día probé las primeras papas a la francesa que en realidad son belgas, ya que estas se inventaron en Bélgica. Yo siempre pensé que las papas a la francesa, habían sido inventadas en Francia y de ahí su nombre, pero todos los belgas te aclaraban que las papas eran belgas y no francesas. También ese día probé otra de las delicias belgas, los waffles. Por ultimo probar el chocolate belga fue de las mejores cosas que hice en Europa. Después de comer todo eso, fuimos a conocer uno de los mayores centros turísticos en Bruselas la “Gran Plaza”. Recorrimos todo el centro y cada quien regresó a su casa. Al llegar a casa nos esperaba la hora de cenar, que es el momento en donde toda la familia se reúne y es la comida principal del día. El tema de conversación de la cena fue mi primer día de escuela y también platicarles más acerca de mí, mi país, ciudad y mi familia. Desde el primer día logre sentirme como en casa y también como parte de la familia. La primera semana fue de adaptación total. Era necesario comprender su manera de vivir, sus costumbres e ideales para poderse adaptar. No me pareció algo difícil, lo logré rápido y sin problema. Lo único que se convirtió en una dificultad para mí fue el clima, que era completamente frio y a veces aparte del frio incluía una lluvia espantosa. Pero todo fue cuestión de acostumbrarme y darme cuenta que no importaba el frio, sino vivir esta magnifica experiencia que cambio mi vida. La comunicación con mi familia siempre fue excelente. Cuando me preguntaban algo siempre les conteste con la verdad para no tener problemas y si tenía alguna duda no me quedaba callada y buscaba su ayuda. La manera de relacionarme en Bélgica fue con el idioma inglés y un poco de francés. Era impresionante cuantos idiomas se hablaban en mi casa. Mi familia se comunicaba en francés y holandés entre ellos, pero conmigo en ingles. Poco a poco me fui acostumbrando a ello y a entender lo que decían aunque no estuvieran hablando en inglés. Los miércoles se convirtieron en un día muy importante para todos los latinoamericanos. Este día todos nos reuníamos en los colegios para hacer una reflexión semanal. Ese momento fue creado para que pudiéramos platicar entre nosotros ¿cómo nos iba? nuestras expectativas, si teníamos algún problema o simplemente para conocernos mejor. Esta convivencia era guiada por Miek quien era la encargada del proyecto en el otro colegio Jesuita, al cual Cuauhtémoc y 7 latinos mas asistían. Era muy padre que siempre saliendo de nuestra reflexión nos juntábamos todos para ir de paseo y pasar tiempo juntos. Aunque nuestros hermanos siempre trataban de que nos viéramos en la semana. Pero no solo vivimos momentos de reflexión. Conocimos muchos lugares juntos. Nos llevaron de excursión a: Gante, Amberes, Leper, Paris, el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y Drongen. Otro viaje que hicimos con el apoyo de nuestras familias fue a Ámsterdam. No cabe duda que en todos estos lugares la pasamos increíble, en compañía de los latinoamericanos ya que nos sentíamos en casa porque nos entendíamos perfectamente y todos íbamos con el propósito de conocer y aprender muchísimo. Con mi familia también conocí muchas otras ciudades. Me llevaron a Reims en Francia, donde se invento la champaña, a Brujas en Bélgica, a Alemania y otros pueblitos Belgas. Todos y cada uno de estos lugares me gustaron muchísimo y disfrute al máximo viajar con mi familia. Poco a poco me fui volviendo más independiente. Tanto así, que saliendo del colegio mi familia siempre me daba permiso de ir con mis amigos a la ciudad y después regresar en la noche a la casa sola, tomando un tren. Me volví aun más responsable sobre mis cosas y también pude aprender a vivir rápido como lo hacen los Belgas. Un tema de conversación muy común entre un europeo y un latinoamericano era el manejo del tiempo. Al principio del intercambio nos mencionaban mucho que nosotros éramos muy lentos que todo lo vivimos lentamente. Y nosotros pensábamos que ellos todo lo hacían exageradamente rápido, que siempre andaban corriendo para llegar a los lugares. Nosotros no estábamos acostumbrados a ello, pero poco a poco pudimos lograrlo. Después llegue a la conclusión de que el frío favorece que todo lo hagan más rápido. Un aspecto que siempre me llamo mucho la atención fue la manera en que todos los alumnos estudiaban. Todos absolutamente todos, se preparan muy bien para sus exámenes. No como aquí en México que nos conformamos con pasar con 6 y no nos importa aprender. Ese habito me lo traje conmigo para poder aplicarlo en mis estudios también. La semana más difícil para todos fue la última. Era el tiempo de decir adiós y de disfrutar los últimos momentos que teníamos en Europa. Me gusto mucho que los colegios nos organizaron una ceremonia de despedida muy emotiva. Los padres de familia que nos hospedaron al igual que los hermanos nos prepararon un discurso. Nosotros, los latinos, también les preparamos un discurso de agradecimiento por dejarnos vivir esta experiencia. Si me preguntaran ¿qué fue lo que más me gusto de esta experiencia? diría que todo. Pero algo que me fascinó fue haber tenido la oportunidad de visitar Paris. Siempre fue mi sueño conocerlo desde que comencé a estudiar francés. Me siento completamente feliz y satisfecha de haberlo cumplido. También las amistades que creamos, no solo con los latinoamericanos, sino también con los Belgas, una de las mejores cosas que creo yo que logramos. Mi familia la llevaré siempre presente en mi corazón. Estoy completamente agradecida por haberme dejado ser parte de ellos y por quererme tanto. Los extraño mucho, pero me quedo con la esperanza de volver a verlos pronto. A mis amigos latinoamericanos que nos convertimos en una gran familia, los llevo también conmigo. Me dio mucho gusto no sólo haber conocido la cultura Europea, sino que también aprendimos más sobre la cultura Latinoamericana y de cada uno de los países de donde procedíamos. Me gustaría mucho que esta gran experiencia se volviera a repetir próximamente, para que otros alumnos del Cultural tengan la oportunidad de vivirla. También me encantaría que alumnos de los colegios jesuitas en Europa, conviviera un intercambio cultural aquí en México.