ARGENTI ERSIDAD IV A TOLIC CA SM BA BOLETÍN DE LECTURAS SO C I A L E S Y ECONÓMICAS - UCA - FCSE - AÑO 7 - Nº 34 NA UN SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO POR JOSÉ M. J. CRAVERO os tratadistas de economía dicen que la renta es un flujo de ingresos y que la riqueza es un stock. Obviamente ambos conceptos se interrelacionan de manera muy estrecha. Se puede analizar cómo se opera la distribución del ingreso o de la renta entre regiones o bien entre generaciones, o también entre los factores de la producción. En este trabajo se apunta principalmente a la distribución entre el capital y el trabajo y entre distintos grupos de trabajadores (Samuelson, 1996). L 174 BOLETÍN DE LECTURAS SOCIALES Y ECONÓMICAS Pienso que desde la filosofía se puede contribuir a esclarecer este tema por lo menos de tres maneras. Primero, hay un trabajo lógico y epistemológico, que consiste en examinar la coherencia de los discursos en los que se expresan las diferentes posiciones y que aspira a dibujar el mapa de las diferentes áreas disciplinarias que intervienen en los análisis, señalando fronteras y conexiones entre sociología, economía, política, filosofía y teología. Esto es lo que podríamos denominar una función elucidatoria. Segundo, es muy útil desentrañar, sacar a luz, identificar y evaluar los presupuestos SO C I A L E S Y ECONÓMICAS ideológicos y el trasfondo político y de poder, que suelen subyacer en diferentes enfoques, los que se presentan a sí mismos como puramente técnicos y científicos. Esta podría ser la función terapéutica del filosofar. Tercero, tenemos que indagar y formular criterios y propuestas en orden a la práxis individual y social. Esta es la función normativa que, desde luego, por la propia índole de la filosofía, se mantiene en un nivel de principios; pero que puede y debe ser inspiradora y guía de la acción concreta. El problema de la distribución del ingreso no es idéntico al de la pobreza. En efecto, tanto a nivel teórico como a nivel práctico cabría plantearlo aunque no hubiese pobres. Porque el inconformismo económico parece ser inherente a la naturaleza humana, y también parece ser el motor principal que impulsa el dinamismo creativo de la economía. A raíz de esto, dada cualquier forma de desigualdad de ingresos, se genera un lógico e incesante replanteo del problema de la distribución, porque todos aspiramos siempre a un ingreso mayor. Pertenece a la esencia del “homo oeconomicus" que, en tanto que tal, apunte a maximizar el beneficio. Tampoco debe identificarse toda igualdad con justicia y toda desigualdad con injusticia. Aristóteles, y detrás de él Tomás de Aquino y la Escolástica, sostuvieron que lo justo es lo igual, no en las cosas y en las personas, sino en el valor y en la estima. Lo justo es, según ellos, “una proporción" (análogón), que consiste en “una igualdad de razones" (analogía isótes ésti lógon) (Etica a Nicómaco, Lib. V; Suma Teol., II-IIae, 57-122). Vale la pena acotar que Aristóteles fue el primero que propuso un enfoque formalizado (¿matemático?) de la idea de justicia. Y que además introdujo el concepto adicional de “epieikeía" (usualmente traducido como “equidad"), la que consiste en corregir el error producido por una aplicación “absoluta" de la justicia cuando ésta no tiene en cuenta realidades concretas que quedan fuera de su formulación universal (Etica, V, 10). Por otra parte, en las democracias industrializadas de nuestro tiempo, se da una característica - UCA - FCSE - AÑO 7 - Nº 34 UN DE LECTURAS NA BOLETÍN ARGENTI ERSIDAD IV A TOLIC CA SM BA combinación de pluralismo político, pluralismo ideológico, pluralismo cultural y prosperidad económica; y esta combinación introduce nuevos matices en la problemática distributiva. Por ello, en las modernas teorías de la justicia, sobre todo a partir de Rawls, ya no se habla meramente de ingresos, sino también de oportunidades (Arneson, Cohen), de capacidades y de funcionamientos (Sen), de recursos (Dworkin). Se discute sobre el exacto significado de términos tales como “utilidad" y “bienes". Y se asigna una importancia capital a la preservación y a la expansión de la libertad individual, no solo de la libertad para obtener sino también para concebir y diseñar el propio bienestar (Van Parijs). Pero no es menos cierto que la terrible realidad de la pobreza, de la desocupación, de la miseria y de la exclusión social, asume hoy como ayer proporciones masivas en el mundo entero. Según el PNUD, las diferencias de ingresos en la población activa eran en 1960 de 30 a 1, en 1990 de 60 a 1, y en 1997 de 74 a 1. Pero ¿qué realidad viviente late y anida en esa estructura de “proporciones"? Baste una cifra aterradora: 1.500 millones de personas deben sobrevivir con un dólar diario (Diario “La Nación", 6/9/99, p. 14). Y esto ocurre en la era del progreso y de la opulencia, del dominio de la naturaleza por el hombre, del apogeo de las ciencias y de la exhaltación de los derechos humanos. Es obvio que esta realidad incontrovertible introduce un ingrediente en la problemática de la distribución del ingreso que genera una dimensión cualitativamente distinta. Esto da origen necesariamente a una preocupación teórica y sobre todo práctica, de enorme relevancia política y ética. En este sentido, me parece claro que en la época moderna ha germinado y se ha expandido una filosofía de la libertad que, con muchas imperfecciones y en medio de graves turbulencias, ha dado origen a las sociedades democráticas de nuestro tiempo. Ellas legítimamente se enorgullecen por la vigencia de los derechos individuales, por el plu- BOLETÍN DE LECTURAS SOCIALES Y ECONÓMICAS 175 ARGENTI ERSIDAD IV A TOLIC CA SM BA BOLETÍN DE LECTURAS SO C I A L E S Y ECONÓMICAS NA UN ralismo ideológico y cultural, por la división de los poderes del Estado y por la limitación de su ingerencia en la vida de la sociedad (Touraine, 1995). Pienso que son conquistas irrenunciables. En ese contexto y como una lógica secuela, ya desde la declaración de la independencia del estado de Virginia en 1776, se instaló la libertad económica, la dinámica del mercado libre; sobre la cual en ese mismo año teorizaba Adam Smith, proclamando ex cathedra el dogma de “la mano invisible", que aún hoy tiene sus devotos. Esta idea de un orden espontáneamente beneficioso para todos, que Smith ya había esbozado en 1759 en la Teoría de los sentimientos morales (Vattuone, 1998), ha sido recientemente retomada y amplificada por la escuela austríaca y especialmente elaborada por Hayek (1980). Pero no resiste airosamente un buen análisis lógico (Montalvo-Durán, 1998), ni resulta compatible con la observación de la realidad. Considero que hay abundante y actualizada evidencia empírica sobre la eficacia creativa del mercado libre; es decir, sobre su capacidad para generar riqueza. Pero también considero cosa comprobada que la lógica del mercado es ambivalente. El mercado no es solo una poderosa fuerza creadora de riqueza, sino que también genera grandes desequilibrios. Y esto ocurre en primer lugar a causa de factores tales como las asimetrías de información, las externalidades y los bienes públicos, que impiden que los mercados sean perfectamente competitivos (Ver Pindyck, 1995). En segundo lugar, actúan factores volitivos tanto de tipo individual como colectivo, los que generan desequilibrios inaceptables, orientando los procesos económicos en beneficio exclusivo o predominante de minorías con poder, y en grave desmedro de los sectores más pobres y más débiles... y por ende, más necesitados. Sin embargo, al mismo tiempo es preciso reconocer que a lo largo de los últimos dos siglos se han operado algunos cambios importantes y positivos. En efecto, enormes masas de individuos se han incorporado en casi todos los continentes a los beneficios del bienestar generado por el desarrollo científico y tecnológico y por el crecimiento de la 176 BOLETÍN DE LECTURAS SOCIALES Y ECONÓMICAS - UCA - FCSE - AÑO 7 - Nº 34 economía. Es históricamente claro que la masificación del bienestar se ha debido a profundos cambios políticos y sociales, impulsados por una nueva y activa conciencia social y por la lucha organizada de los sectores del trabajo asalariado. También la historia de la ciencia económica presenta cambios muy significativos en relación con nuestra temática distributiva. Los clásicos, señala Popescu, pensaban que para obtener el bienestar bastaba con acrecentar la riqueza, hasta que Arthur C. Pigou en 1912 demostró lo contrario, y sostuvo la necesidad de una acción específica para lograr una distribución más igualitaria del ingreso nacional. A partir de allí se suceden hasta nuestros días los intentos de diversos economistas de diferentes escuelas para elaborar una teoría consistente de la distribución del ingreso (Ver Popescu, 1968). Sin embargo, hay quienes piensan que la teoría económica todavía está en pañales al respecto (Fleurbaey, 1996). Pero quizá el cambio más importante es que lo que antes no se podía hacer, ahora sí se puede lograr. Hay recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas de todos los habitantes del planeta. (Y permítaseme de paso y entre paréntesis acotar que estas referencias fácticas son fundamentales para no filosofar en el vacío. Obviamente de su acierto depende la consistencia del planteo, tanto como de la validez de los principios invocados). Ante esa realidad la pregunta se hace más acuciante: ¿por qué no se logra implementar una distribución más equitativa del ingreso, tal que permita satisfacer las necesidades básicas de todos? ¿Qué nos falta: conciencia, sensibilidad, convicción, determinación, coordinación, eficacia, solidaridad, decencia? Puesto que no nos faltan recursos, ni ciencia ni tecnología. Si nos ceñimos a América latina, podemos observar que en los últimos cien años se han obtenido grandes progresos en el crecimiento del producto y de la productividad, y en los indicadores básicos de desarrollo humano. Pero la pobreza y la exclusión siguen siendo muy importantes; en algunos casos se han incrementado recientemente, y la inequidad se presenta como un fenómeno SO C I A L E S Y ECONÓMICAS profundamente arraigado y persistente, según el sereno juicio con que concluye una reciente investigación de R. Thorp (1998). La creciente concentración de la riqueza, del bienestar, del poder y de las decisiones estratégicas que se observa de manera clara en la actualidad a nivel planetario, constituye una especie de gobierno mundial de facto. Si esa cúspide de poder decidiese actuar con un fuerte sentido de justicia distributiva, todo debería encaminarse rápidamente hacia un mejoramiento sustancial de la situación de millones de personas que hoy viven en condiciones infrahumanas. Pero, si no lo hace ¿no cabría atribuirle una gran responsabilidad, dado que de hecho interviene activa y decisivamente en el curso de los acontecimientos del mundo? Claro que ello no nos exime de nuestro irrenunciable compromiso personal y nacional con la justicia distributiva. Pero, sin duda, la presión del contexto internacional nos impone políticas que, a pesar de su retórica justiciera, resultan ser de extrema crueldad para los que menos tienen. Dada como se da, la globalización de la competencia, parece poco probable que un país aislado y más aún si es relativamente débil pueda adoptar pautas socioeconómicas que privilegien la equidad limitando la eficiencia, si este comportamiento no es adoptado antes por los países más avanzados y fuertes, y si en definitiva no se generaliza (Figueroa, 1998; Solimano, 1998). La competencia deportiva se ajusta estrictamente a reglas preestablecidas. La actual competencia económica internacional se asemeja más a una guerra salvaje que a una justa deportiva. Así como se ha avanzado algo en la línea de dar vigencia universal efectiva a los derechos individuales, debería avanzarse de inmediato hacia la vigencia universal efectiva de los derechos sociales, de la equidad económica y de la justicia distributiva. Es cosa sabida que hay individualistas como Hayek y sus seguidores para quienes los conceptos de derechos sociales y de justicia distributiva carecen de significado. - UCA - FCSE - AÑO 7 - Nº 34 UN DE LECTURAS NA BOLETÍN ARGENTI ERSIDAD IV A TOLIC CA SM BA Ante esa realidad se hace más patente la relevancia de un correcto enfoque filosófico del problema de la distribución del ingreso, a partir de tres requisitos básicos: racionalidad, democracia y justicia. Actualmente ha ganado mucho terreno la opinión según la cual existe una estrecha interdependencia entre los derechos humanos y el desarrollo humano; es decir entre la efectiva vigencia de los derechos civiles y políticos por un lado, y los derechos sociales y económicos por otro (PNUD, IDH 2000,Cap.1). Parece obvio que si una persona tiene un derecho respecto de otra, ésta tiene un deber correlativo respecto de la primera. Consecuentemente la vigencia de los derechos se da en el contexto de una red de derechos y deberes correlativos. Y esto lleva a plantear a quién habrá de reclamarse el cumplimiento de tales deberes, y mediante qué recursos (legales, físicos, económicos) podrán implementarse dichas exigencias (Op. cit., ib.). Pero lo más importante es que las políticas sociales y económicas conciernen a todos los miembros de la sociedad y afectan de diversa manera a diferentes sectores. Consecuentemente es incuestionable que todos tienen pleno derecho a participar activamente en la formulación de esas políticas y en las decisiones gubernamentales que las implantan. No tiene la más mínima racionalidad suponer que la mayoría de los pobres, desocupados y excluidos a quienes ciertas políticas perjudican tan manifiesta y gravemente, aprueba esas políticas. La democracia representativa es vulnerada en su esencia cuando el pueblo no es adecuadamente informado, o cuando quienes han sido elegidos para gobernar no cumplen con sus promesas electorales, contradicen abiertamente con su acción los compromisos programáticos que asumieron al postularse para los cargos electivos, y se convierten en ejecutores serviles de los dictados de grupos minoritarios de poder económico; sea cual fuere la necesidad o urgencia que invoquen para legitimar su conducta. BOLETÍN DE LECTURAS SOCIALES Y ECONÓMICAS 177 ARGENTI ERSIDAD IV A TOLIC CA SM BA BOLETÍN DE LECTURAS SO C I A L E S Y ECONÓMICAS NA UN Por su parte, los integrantes de esos grupos de poder y todos los que los secundan incurren en una conducta de abuso violatorio de la integridad democrática y de los derechos de los que menos tienen, cuando presionan a los gobernantes para que adopten políticas sociales y económicas que no han sido explícita y formalmente aprobadas por la mayoría y que afectan los derechos sociales y económicos de la mayoría. A raíz de la prevalencia de esas conductas inmorales es que "la gran deuda de los argentinos es la deuda social" (Declaración de la C.E.A., 11/11/2000, n° 6 in fine). Y esa deuda social consiste en una injusta distribución del ingreso, cuya realidad no se refleja en algunas estadísticas y en algunos índices que solo expresan promedios globales, y que no explicitan el grado de concentración de la riqueza, ni la magnitud relativa de la pobreza, ni la desigual distribución de los beneficios del crecimiento, ni la dinámica del ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres. Bibliografía Aristóteles. - Etica a Nicómaco. Ed. bil., Instituto de Est. Políticos, Madrid, 1960. Figueroa, Adolfo. - Equidad, inversión extranjera y competitividad internacional. Revista de la CEPAL, UN, Sgo.de Chile, Agosto 1998, pp. 45-57. Fleurbaey, Marc - Théories économiques de la justice. Economica, París, 1996. Hausman, D. y Mc Pherson, M. - Economic Analysis and Moral Philosophy. Cambridge University Press, 1996. Hayek, F.A. - Individualism and Economic Order. Chicago, Univ. Press, 1980. Kolm, Serge- Christophe - Modern Theories of Justice. The MIT Press, 1996. 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