Format de citation González Calleja, Eduardo: Rezension über: Sandra Souto Kustrín, Paso a la juventud. Movilización democrática, estalinismo y revolución en la República Española, Valencia: Universitat de València, 2013, in: Mélanges de la Casa de Velázquez, 44 (2014), 1, heruntergeladen über recensio.net First published: http://mcv.revues.org/5689 copyright Cet article peut être téléchargé et/ou imprimé à des fins privées. Toute autre reproduction ou représentation, intégrale ou substantielle de son contenu, doit faire l'objet d'une autorisation (§§ 44a-63a UrhG / German Copyright Act). Sandra Souto Kustrín, Paso a la juventud. Movilización democrática, estalinismo y revolución en la República Española, Valence, Universitat de València, 2013, 452 p. Sandra Souto Kustrín aborda un asunto poco estudiado de forma sistemática y comprehensiva, la actividad política de las juventudes en el momento de máxima movilización de nuestra historia contemporánea: los años treinta. La trascendencia del problema salta a la vista cuando se constata que la movilización bélica no fue tanto popular como juvenil, ya que las organizaciones de jóvenes acogieron a más militantes que sus correspondientes de adultos durante aquellos años. La irrupción masiva de los jóvenes en la política española tiene sus características peculiares: como se constata en el capítulo primero, los jóvenes asumieron mayores responsabilidades públicas y comenzaron a engrosar movimientos propios y autónomos, que crecieron al ritmo de la modernización de las sociedades occidentales y la consolidación del Estado liberal. La singularidad del caso español reside en primer lugar en que la movilización fue más tardía con respecto a los países del entorno europeo e incluso de parte de América Latina. En segundo término, la juventud figuró en primera fila de la diversificación de ofertas políticas inherente a la política de masas. La movilización estudiantil contra la política educativa de Primo de Rivera primero, y contra el régimen monárquico después, no fue sino el preludio de lo que puede calificarse como la «edad de oro» de la politización juvenil: durante la República, la juventud desplegó un tipo de militancia mucho más intensa y vigilante, que se presentaba como guardián de las esencias programáticas de un partido o un sindicato a través de actitudes extremistas que no descartaban la violencia. Por último, el ápice de la movilización coincidió con el desarrollo de una guerra civil, cuyo desarrollo agudizó sus contradicciones internas y las encaminó hacia su virtual desaparición con el desenlace desfavorable de la contienda. Precisamente en el segundo capítulo, que abarca prácticamente la mitad del libro, S. Souto se detiene en explicar el desarrollo de las diferentes juventudes políticas, con especial atención a la convergencia entre socialistas y comunistas en la Juventud Socialista Unificada (JSU). La defensa de la democracia republicana, la postulación de la revolución social y el sostenimiento de la táctica aliancista patrocinada desde la URSS —como reza el subtítulo del libro— caracterizaron las trayectorias de las organizaciones juveniles obreras, sumidas en las mismas dificultades que sus correspondientes movimientos de adultos. Naturalmente, el texto dedica mucho espacio a los pormenores del proceso de convergencia UJCE-FJS. Un estudio excepcionalmente bien documentado, que no sólo trata las vicisitudes de las grandes directivas y comités nacionales, sino las de las organizaciones locales y provinciales, y que entrelaza las cuestiones organizativas y las interacciones entre grupos dirigentes con aspectos de orden sindical o cultural. Lo que se percibe en el detallado recorrido que Souto realiza por los debates locales es que el proceso de creación de la JSU no gozó de un apoyo monolítico. La llegada masiva de nuevos militantes sin clara adscripción ideológica influyó en el enfrentamiento entre la dirección y la «vieja guardia» de la FJS, en su mayoría largocaballeristas, opuestos a la unidad de la organización y anclada en las tesis sectarias expuestas en Octubre, segunda etapa, esto es, la derrota de la burguesía y el triunfo de la revolución obrera a través de la dictadura del proletariado. La ruptura se escenificó en la Conferencia de Valencia de enero de 1937, que marcó la línea de la JSU durante le resto de la guerra: defensa de la República democrática, de la militarización (no colectivización) de la economía, limitación del poder de los sindicatos y postulación de un modelo de Federación de Juventudes Españolas abierta a todas las clases y creencias, que sería la base de una futura Alianza Nacional de la Juventud Española con otras fuerzas juveniles, salvo los trotskistas de la Juventud Comunista Ibérica (JCI) afín al POUM. La oposición largocaballerista se fue perfilando desde marzo de 1937, especialmente tras la autodefinición como comunista de Santiago Carrillo, «jefe indiscutible de la juventud de España» y protagonista de un culto a la personalidad que fue otro rasgo evidente del estalinismo como ingrediente cultural de la JSU. No hubo, pues, la tan repetida bolchevización, sino un proceso de estalinización que no sólo se reflejó en la táctica a seguir (la prioridad al triunfo en la guerra antifascista sobre la revolución proletaria), sino que también se pudo percibir en la hostilidad a los movimientos disidentes afines al trotskismo, especialmente tras los fets de maig, que Souto destaca como una de las divisorias de la crisis interna con los grupos juveniles de la izquierda socialista. Aunque resulta natural que el grueso del libro se dedique a la historia de la JSU, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) arrastró problemas similares: la llegada masiva de afiliados no motivados ideológicamente y la lucha de la mayor parte de sus militantes cualificados en el frente de batalla llevaron a un abandono de su papel de vanguardia y a su constitución como movimiento de masas. S. Souto pasa revista a las actividades de otros organismos juveniles, como la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH), que desempeñó un importante papel en la política cultural y educativa de los gobiernos republicanos y actuó como mediador entre la JSU y la FIJL; la JCI (que tuvo un papel destacado en los fets de maig) o las juventudes de Izquierda Republicana, Unión Republicana o la Izquierda Federal, que irían convergiendo como paso previo a la unificación partidista, aunque la definitiva fusión seguía pendiente al final de la guerra. El tercer capítulo aborda la labor educativa y asistencial sobre la infancia, destacando algunos rasgos de la cultura antifascista a partir del ejemplo brindado por la literatura infantil. Durante la guerra, la Federación Nacional de Pioneros apoyó a los hijos o huérfanos de los combatientes. Nunca se pensó en organizar un «partido de los niños», por lo que se acentuó el carácter de organización abierta dentro del marco frentepopulista, aunque la JSU mantuvo una cierta voluntad de control para convertirla en «la organización potente y única que apoye a todos los niños». La inexistencia de una organización socialista femenina de alcance y ámbito nacional hizo que la FJS asumiera durante la República un papel muy destacado en la propaganda hacia las mujeres, recién llegadas al voto. En la guerra se defendió desde la JSU el papel de las mujeres en la retaguardia, y especialmente su incorporación a las actividades productivas. Similares planteamientos se construyeron desde la UFEH, pero no desde la FIJL, que siguió alimentando el mito de la miliciana. La JSU estableció la Unión de Muchachas como organización sectorial que movilizó a las jóvenes sin partido y a católicas de retaguardia, como se puede confirmar en el origen de las «Trece Rosas» fusiladas en Madrid el 5 de agosto de 1939. El siguiente capítulo aborda la historia de la Alianza Juvenil Antifascista (AJA), que constituyó el ensayo más amplio de convergencia juvenil. El aliancismo se planteó como alternativa a una imposible unificación, que no se podía efectuar manu militari como en la zona rebelde. Tras los sucesos de mayo de 1937 y las derrotas militares en el frente norte, se reanudaron las reuniones entre la JSU y la FIJL que concluyeron en agosto de 1937 en la creación de la AJA, plataforma de todas las juventudes de partido comprometidas en ganar la guerra, que se dedicó a la propaganda en mítines y cuestaciones. El último capítulo se dedica a la actividad concreta de estos grupos juveniles durante la guerra, tanto en el frente interno como el internacional. Naturalmente, el empeño principal fue el militar, y ahí la contribución de sangre de la juventud politizada, tanto en el frente como en la represión sufrida en la retaguardia rebelde, fue abrumadora, hasta el punto de propiciar un culto a los caídos como sublimador de disensiones internas. Las exenciones para ir al frente para los militantes integrados en los comités y las jefaturas fue un tema que se enconó cuando tras la movilización de nuevas quintas muchas organizaciones quedaron en cuadro y acabaron por tener una lánguida vida interna al ser dirigidas por adolescentes de 15-16 años. Perfecta conocedora de la literatura teórica e internacional sobre la situación económica, política y social de la juventud en los años de entreguerras, S. Souto saca buen partido de un asunto apenas conocido: la búsqueda de la solidaridad internacional entre las organizaciones e instituciones juveniles y afines. Hasta la fecha, los estudios sobra los apoyos internacionales a la República se han detenido muy poco en el compromiso de las numerosas asociaciones juveniles, políticas o no, confesionales o no. De todo ello se deduce que la movilización en favor de la República también fue masiva entre la juventud progresista mundial. El final de la guerra marcó el fin del ciclo de movilización juvenil que se había iniciado en España en la segunda mitad de los años 1920. Como señala la autora, la Guerra Civil frenó y desconfiguró el proceso unificador en los ámbitos local y regional, en gran medida por la obligada movilización militar. La guerra, en efecto, desgastó y consumió a las organizaciones juveniles, que llegaron divididas y enfrentadas al colapso final. Aunque quizás hubiese sido necesario profundizar en la cultura política diferencial de las distintas organizaciones juveniles de izquierda, el trabajo de S. Souto brinda una interesante visión sectorial de la evolución política en la zona republicana, que actúa como complemento necesario de los estudios sobre los partidos abordados entre otros por Helen Graham. En todo caso, este trabajo cubre con solvencia lo que hasta ahora constituía un clamoroso vacío historiográfico.