1.18 Acerca de la fuerza de la fe

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Kapitel05
10.01.2007
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Acerca de la fuerza de la fe
Lucas 7:1-10
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Un capitán romano tenía un criado enfermo terminal. Cuando escuchó que el Señor Jesús se encontraba en las cercanías, lo hizo llamar. Cuando se dio cuenta de que este Jesús realmente entraría en su casa, envió de inmediato a unos amigos en su lugar
con el siguiente mensaje: «Señor, no te molestes; yo no soy digno de que entres bajo mi techo; pero di sólo una palabra y mi siervo será sano». El Señor Jesús se sorprendió por su fe. Cuando los amigos retornaron a la casa, el criado había sido curado. El
Señor Jesús lo había sanado.
Los niños reconocen que pueden confiar plenamente en Dios.
Si ruegan algo al Señor mediante la oración, Él los escuchará y atenderá sus
deseos según su voluntad.
C
apernaum estaba situada en la región de Galilea
a orillas del lago Genesaret y era habitada por israelitas. Los
soldados romanos vigilaban la región que habían conquistado
y por lo tanto, también la ciudad de Capernaum. No creían
en el amado Dios; eran paganos que adoraban a sus dioses.
Los romanos odiaban a los judíos, pero entre ellos había un
capitán en Capernaum que no los odiaba, todo lo contrario,
él amaba a ese pueblo sometido. El pueblo no lo evitaba ni
le temía, sino que lo respetaba.
Este hombre tuvo una experiencia muy especial con Jesucristo, la cual quiero narraros a continuación: El siervo del capitán de Capernaum yacía enfermo terminal en la cama. El
capitán, junto a la cama del moribundo, reflexionaba con tristeza: «¿Por qué debe sufrir así, justamente, este criado fiel y
voluntarioso? Siempre lo he tratado bien y necesito mucho de
él. ¿Qué puedo hacer para que sane de nuevo?» Preocupado,
abandonó la habitación del enfermo. El capitán estaba sufriendo como si perdiese a un buen amigo. Entonces escuchó
hablar de Jesucristo. Toda Capernaum hablaba de sus milagros. En su desesperación, de pronto tuvo el firme convencimiento: ¡Jesús puede sanar a mi criado!
Como el capitán era pagano, no osó hacer la visita personal-
mente al Señor Jesús, pero envió a unos ancianos a verlo. Éstos se acercaron con emoción a Jesucristo. «Señor, el capitán
de Capernaum nos manda a verte. Tiene un criado gravemente enfermo...». Los hombres contaron todo al Señor Jesús y le
rogaron urgente ayuda: «¡Señor, él se lo merece! Siempre es
tan bueno con nosotros, por favor, ¡ayúdale!» El Señor Jesús
los acompañó. Todos se sentían aliviados. Poco después, el
capitán tuvo conocimiento de que ese Jesús se dirigía a su
casa y se sintió atemorizado. Jesús, el Hijo de Dios, ¿había de
entrar a la casa de un pagano pecador? «¡No, yo no soy digno
para recibirle!», exclamó el capitán y envió a unos amigos
con un nuevo mensaje a Jesús. Éstos se dirigieron respetuosamente a Jesús: «Señor, el capitán nos manda decirte lo siguiente: No soy digno de recibirte bajo mi techo. Sé que tu
palabra tiene gran poder. Sólo di una palabra para que sane
mi siervo enfermo. Yo lo sé. Soy el capitán y mi palabra también tiene poder.
Si le digo a un soldado que vaya, va. Si a otro ordeno: ¡ven
aquí!, viene. Si a otro le encargo: ¡haz esto!, lo hace. Todo ello es por poder de mi palabra, pero tu palabra es todavía
más poderosa. ¡Por ello, di tan sólo una palabra para que sane mi criado!»
El Señor Jesús los escuchó sorprendido: «Este hombre confía
realmente en mí. Una sola palabra le basta. Él cree en mi poder sin poner condiciones, sin haber visto ningún milagro». El
Hijo de Dios se giró y habló a la gente que lo había escuchado: «De verdad os digo, que ni aún en Israel he hallado tanta
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Jesucristo es nuestro Maestro
fe. Ninguno de mi pueblo ha confiado tanto en mí como este
capitán de los gentiles. Debo deciros: En mi reino entrarán
aquellas personas que confíen plenamente en mí y en el
Padre celestial, independientemente del pueblo al que pertenezcan».
El Señor Jesús dijo con amabilidad: «Id y decidle al capitán:
¡qué acontezca lo que ha creído!»
Los hombres volvieron a la casa del capitán, mas el siervo ya
estaba sano. Jesucristo había recompensado la firme fe del
capitán.
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El capitán romano creyó que el Señor Jesús podía curar a su criado mortalmente enfermo. Una sola palabra de Jesucristo le era suficiente.
El siervo sanó.
También nosotros creemos de todo corazón que el Señor escucha nuestras plegarias.
1 La ilustración del capitán romano podría ser contemplada con los niños inmediatamente después de la introducción. La foto queda tapada. Después de la narración volvemos a observarla. Los niños se sorprenden que
este poderoso guerrero, que normalmente da órdenes, confíe incondicionalmente en el Señor Jesús. Hasta Jesucristo quedó sorprendido de esta fe inquebrantable.
¡También nosotros, los hijos de Dios, podemos hacerlo! (Observar la fotografía). Sabemos que podemos expresarle todos nuestros deseos y ruegos a nuestro Padre celestial. Creemos firmemente que decidirá todo de
la mejor manera para nosotros. El Señor Jesús espera de nosotros un corazón con fe infantil.
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