La metonimia en la era de la Web

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La metonimia en la era de la Web
Ismalí Palma Neyra
Doctora en Ciencias del Lenguaje
ismalipalma@gmail.com
Synergies Chili n° 8 - 2012 pp. 107-117
Résumé : La technologie a rendu possible un genre de métonymie dépendant des formats,
cela établit une relation de la partie au tout entre l’internaute et son avatar, entre le
monde réel et virtuel. En même temps, en dehors de l’écran virtuel, un processus contraire
se met en marche, les cultures qui se régissent par un principe d’harmonie se sentent
stigmatisées par la soi-disant incapacité qu’elles ont de s’incorporer à la modernité.
Mots-clés : métonymie – monde virtuel.
Abstract: Technology has allowed a kind of metonymy that depends on the formats,
which establishes a relationship of part to whole between the internet surfer and his
avatar, between the real and the virtual world. While off screen the opposite process
is developed, cultures that are governed by a principle of harmony feel stigmatized for
their alleged inability to join modernity.
Key words: metonymy - virtual world.
Resumen: La tecnología ha permitido que sea posible un tipo de metonimia que depende de los
formatos, lo que establece una relación de parte a todo entre el internauta y su avatar, entre el
mundo real y lo virtual. Al mismo tiempo que fuera de la pantalla se desarrolla el proceso contrario,
las culturas que se rigen por un principio de armonía se sienten estigmatizadas por su supuesta
incapacidad de incorporarse a la modernidad.
Palabras claves: metonimia – mundo virtual.
Introducción
En primer lugar quisiera señalar que la lingüística debate sobre la importancia
de la metáfora o la metonimia, lo que pudiera parecer completamente
extemporáneo en nuestro país, pero que es importante si consideramos
que hay lingüistas que colaboran como especialistas en salud mental, otros
en la elaboración de materiales didácticos destinados a la educación, en la
intervención social en comunidades; y que ya no es un profesional que se
dedique solamente a la elaboración de diccionarios.
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En nuestro país, se ha importado la aplicación de la sociolingüística a la
empresa, bajo el nombre de “coaching”; lo que no es otra cosa que el análisis
interaccional de un grupo determinado. Erwing Goffman lingüísta, que inaugura
esta corriente, estudió, en su tesis doctoral, las interacciones entre médicos
y enfermos, en hospitales siquiátricos de Estados Unidos, para luego publicar
varios libros sobre las interacciones entre grupos y personas. Su aporte
hereda de la tradición anglosajona que concibe lo que es dicho como acto,
así como también de la filosofía marxista, que considera que el ser humano es
indisociable de su contexto. La complementariedad de ambas perspectivas y su
aplicación permite intervenir en grupos humanos desde lo que es dicho -oral y
gestualmente- en un contexto determinado.
Metonimia y mundo virtual
A la metonimia, desde muy antiguo, se la considera como la figura retórica más
importante, que contiene todas las demás relaciones figuradas, ya que evidencia
relaciones de inclusión, de causalidad, de contigüidad, entre otras. Además,
en su época fue bastante crítico de las academias de la lengua francesa, ya
que escribió que, en el mercado, los feriantes usaban formas lingüísticas más
floridas que los eruditos, en las aulas.
Algunos teóricos que abordan la definición de metonimia consideran que esta
relación entre un objeto complejo y sus partes, o la contigüidad espacial entre
dos objetos, puede ser observada en la experiencia cotidiana. A diferencia de la
relación analógica de la metáfora, que es creada en un marco conceptualmente
definido, se afirma incluso que la relación metonímica más elemental es la
relación entre los sujetos del discurso y el cuadro espacial y temporal en el cual
se desenvuelven.
Todas las conversaciones tienen un encuadre espacial y temporal; una persona
puede conversar con otra en un café, en una plaza, por teléfono o a través de
Internet, entre otras posibilidades. La metonimia más simple entonces es por
ejemplo decir “estoy dentro de un pequeño restaurante” momento en que yo
tengo una relación de contigüidad con el lugar en el que estoy inmersa. Este
tema es absolutamente fundamental en el estudio de las nuevas tecnologías, ya
que los sujetos, sobre todo los niños, parecen sentirse inmersos en estos nuevos
formatos. Pero es importante aclarar que estas relaciones metonímicas no
son algo que sucede solamente gracias a las nuevas tecnologías, sino también
en idiomas no indo-europeos, donde existe una amplia gama de relaciones
metonímicas que evidencian que el sujeto se concibe en el entorno.
Vale decir que el problema de las nuevas tecnologías no es la relación metonímica
que permiten, ni la relación entre diferentes formatos (real-virtual); lo
complejo son las temáticas que se masifican en los juegos que consumen las
nuevas generaciones y los usos que hacemos de estas tecnologías.
En toda conversación es fundamental determinar desde dónde hablamos, es
decir, la posición en la que nos situamos dentro del entorno y en relación a los
otros.
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E. Goffman escribe que, cada vez que hay individuos reunidos, se presentan varias
palabras, gestos, actos y hechos. Así, en cada sociedad, la etiqueta utilizada,
la encargada de manipular esos hechos expresivos con cuidado. La etiqueta o
“compostura” que las personas mantienen a lo largo de la interacción, garantiza
proyectar una imagen conveniente de sí mismo y respetar apropiadamente a
los otros. Lo importante es que E. Goffman reconoce la existencia de los malos
entendidos y la complejidad que hay en las interacciones humanas. Pero cada
grupo humano tiene su propia etiqueta, por ejemplo, hay culturas, en las que
la etiqueta indica que es signo de confiabilidad mirar a los ojos a una persona
mientras se le habla; pero en otras, una impertinencia.
Cada grupo humano, además, tiene estudios especializados sobre diferentes
temas, por ejemplo, si consideramos las relaciones de género, es posible
comprobar que hay países donde las mujeres deben caminar detrás de los
hombres, pero en otras culturas la cortesía obliga a que ellas pasen adelante.
El cómo las mujeres nos sentimos ante estas costumbres o cuáles los factores
sociales en los que dichos códigos se sustentan, son componentes de los estudios
de género. Lo mismo sucede cuando la sociología asume los estudios sobre la
juventud; a partir del interés que despertaron las llamadas “tribus urbanas”, se
habló mucho de los Pokemon, los emo, etc. Las interacciones entre los barristas
de dos de los principales clubes de fútbol de nuestro país, también fueron un
tema de estudio, en los primeros años de la vuelta a la democracia.
Hoy se habla con mayor frecuencia de “interculturalidad”, incluso como una
moda teórica y a veces con extrema ligereza; pero, así como hablar de Memoria
y Derechos Humanos amerita un profundo respeto, así también el dialogo
intercultural entre el Estado de Chile y los pueblos originarios requiere de cautela
y respeto a los acuerdos desde una profunda fraternidad. Por eso, insisto en la
necesidad de evitar el enunciado “conflicto mapuche”, denominación que imputa
a ellos y ellas toda la responsabilidad, en la falta de acuerdos satisfactorios.
E. Goffman escribe en su libro Estigma. La identidad deteriorada : “Según
el consenso general, en Estados Unidos, el único hombre que no tiene que
avergonzarse de nada es un joven casado, padre de familia, blanco, urbano,
norteño, heterosexual, protestante, que recibió educación superior, tiene
un buen empleo, aspecto, peso y altura adecuados y un reciente triunfo en
deportes. Todo hombre que no consigna llenar cualquiera de estos requisitos se
considerará probablemente –por lo menos en algunos casos- indigno, incompleto
e inferior” (Goffman, 1970: 150).
En nuestro país no es muy diferente. A la categoría de hombre, blanco, padre de
familia, heterosexual, católico, profesional, se debe sumar un apellido español
con ancestros nobles, lo que garantiza que a dicho apellido se relaciona con
un nombre de río, plaza o calle. Las personas que no están dentro de este
grupo de personas “ideales” son sospechosas. Incluso hemos creado una escala
social, en base a los apellidos; por ejemplo, aquellos de origen europeo, en
otro idioma diferente al castellano se ubican en segundo lugar, aunque no
tengan procedencia noble (pueden ser incluso delincuentes europeos), luego
se insertaron los apellidos de inmigrantes italianos, judíos y árabes, que se
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distinguen de los apellidos del vulgo español y de aquellos de origen indígena.
Estas jerarquías determinan ciertas formas de interacciones, formas de habla y
de actos entre nosotros y los otros. Incluso determinan lo que imaginamos que
nos hará el otro. Ese miedo a la acción que creemos que realizará el otro contra
nosotros; en todo el mundo ha sido el dispositivo que ha sustentado discursos
beligerantes.
Lo complejo en la actualidad, es que los problemas interaccionales no solamente
existen en el mundo que llamamos real, sino además en el mundo virtual, que
coexiste con el nuestro. Hay adultos a los que nos llama la atención el carácter
bélico de los juegos en línea, sobre todo cuando su connotación es inequívoca:
se trata de ‘matar’. Por esta razón en mi libro Conversaciones mediadas por
una pantalla: análisis de discurso sobre el sentido figurado en lo virtual escribí,
a propósito del mundo virtual, que he observado que los niños y niñas jamás
describen lo que sucede dentro de la pantalla desde el exterior. Al contrario,
cuando relatan lo sucedido a los personajes que los representan (o su ‘avatar’)
utilizan frases tales como: “Entré en el juego”, “Me vas a hacer perder” y
“Estoy herido”. Me parece preocupante que los niños y niñas, a través de sus
“avatares bélicos” se sientan dentro de una guerra, en una relación de parte a
todo. Un avatar (personaje del mundo virtual) se relaciona metonímicamente
con el autor-utilizador (que está en el mundo real), de modo que cada joven
considera su avatar como una prolongación de sí mismo en la pantalla.
Laurent Trémel nos cuenta que el nacimiento de Internet y de los juegos de
simulación es paralelo. En su destacada tesis de doctorado, Les faiseurs de
mondes (los hacedores de mundos), defendida en el EHESS en enero de 1999,
explica la división de este tipo de juegos en tres familias: los “wargames”,
juegos de simulación militar que tienen más de un siglo de existencia;
“boargames”, transición entre los wargames y los juegos de roles, y, en fin,
“los juegos de roles”. “En su libro sobre los juegos de simulación Duccio
Vitale(1984) que presenta una tesis en la que se propone demostrar que los
‘wargames’ son descendientes de ancestros nobles: el ‘Ajedrez’, el ‘Go’ y el
‘Kriegspiel’ prusiano (1811) utilizado en la formación de oficiales. Él precisa
igualmente que, después del fin de la Segunda guerra mundial, es sobre todo
la armada de Estados Unidos que está en origen de los ‘wargames’ en su estado
mayor, logrando popularidad hasta en el ámbito comercial de las actividades
recreativas. Los historiadores del juego deberían buscar, prioritariamente, en
está filiación. En efecto, se han encontrado vestigios de juegos, difundidos en el
comercio, cercanos a los ‘wargames’ modernos, desde el fin del siglo diecinueve
en los Estados Unidos” (Trémel, 1999: 13)
Desde una mirada crítica, el socio-lingüista Pierre Encrevé ha opinado, en sus
labores docentes, que lo más violento de las guerras actuales, es que ya no se
mata al “otro” en un combate cara a cara, y por lo tanto se pierde la significación
del acto de matar. Si aplicamos este argumento a los juegos virtuales, se puede
afirmar que los jóvenes interactúan (a través de sus avatares) desde la violencia,
aprendiendo a matar. Así las fronteras entre la realidad y la ficción se diluyen.
Pero esto no solamente sucede en los juegos de simulación, también en el
cine se banaliza la violencia. “Algo se vuelve real —para los que están en otros
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lugares siguiéndolo como «noticia»— al ser fotografiado. Pero una catástrofe vivida
se parecerá, a menudo y de un modo fantástico, a su representación. El atentado
al World Trade Center del 11 de septiembre de 2001 se calificó muchas veces de
«irreal», «surrealista», «como una película» en las primeras crónicas de los que
habían escapado de las torres o lo habían visto desde las inmediaciones. (Tras cuatro
décadas de cintas hollywoodienses de desastres y elevados presupuestos, «Fue como
una película», parece haber desplazado el modo como los supervivientes de una
catástrofe solían expresar su nula asimilación a corto plazo de lo que acababan de
sufrir: «Fue como un sueño»”. (Sontag, 2005: 14)
Probablemente, a los familiares de las víctimas, no les debe haber agradado la
comparación entre un hecho doloroso, que recuerda la muerte de un familiar y
un film de ficción apocalíptico. Aunque en el primer momento algunos relatores
lo contaran como un hecho ficticio o irreal, la forma de narración de ese
momento no da cuenta del relato ni de la interpretación- que los afectados
pudieron reformular con el tiempo.
La posibilidad de sentirse inmersos en lo virtual, gracias a una relación
metonímica, es un fenómeno complejo, que aparece cada día más natural a
nuestros hijos e hijas. Lo que para algunos anuncia una situación catastrófica,
como la ficción del film Matrix o la del libro Un mundo feliz.
Dominique Wolton, en su libro publicado en Francia el año 2000 y traducido
ese mismo año al español, bajo el título Internet ¿Y después?, sostiene:
“Las dimensiones psicológicas son, en efecto, esenciales en la atracción
por las nuevas tecnologías, ya que éstas reúnen el profundo movimiento de
individualización de nuestra sociedad. Son el símbolo de la libertad y de la
capacidad para organizar el tiempo y el espacio, un poco como lo fue el coche
en los años treinta. Tres palabras son esenciales para entender el éxito de las
nuevas tecnologías: autonomía, organización y velocidad (…) Este tiempo real
que hace tambalear las escalas habituales del tiempo y de la comunicación es
probablemente esencial como factor de seducción”. (Wolton, 2000: 95)
Esto nos hace pensar que ciertos pasajes del manifiesto futurista se aplican hoy
al estudio de lo virtual, sobre todo la mistificación de la autonomía, organización
y velocidad. El futurismo de Marinetti (1909) plantea una oda a lo moderno
como factor de reivindicación, en que el ideal del hombre es la fusión con la
máquina, tal como probablemente lo habría soñado Le Mettrie.
Marinetti afirma en el cuarto punto del Manifiesto Futurista que: “IV. Declaramos
que el esplendor del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza
de la velocidad. Un automóvil de carrera con su vientre ornado de gruesas
tuberías, parecidas a serpientes de aliento explosivo y furioso (…) V. Queremos
cantar al hombre que es dueño del volante cuyo eje ideal atraviesa la Tierra
lanzada sobre el circuito de su órbita (…) VlIl. ¡Estamos sobre el promontorio
extremo de los siglos! ¿A qué mirar detrás de nosotros, que es como ahondar en
la misteriosa alforja de lo imposible? El Tiempo y el Espacio han muerto. Vivimos
ya en el Absoluto, puesto que hemos creado la celeridad omnipresente” (F.T.
Marinetti, “Le Futurisme”, Le Figaro, 20 de febrero de 1909. Ofrecemos aquí la
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traducción de Ramón Gómez de la Serna publicada en la revista Prometeo (II,
n¼ VI, abril 1909).
En la época del futurismo, el automóvil fue la representación de la libertad
y velocidad: “el hombre que es dueño del volante”, “el tiempo y el espacio
han muerto”, “hemos creado la celeridad omnipresente”, etc. Un discurso
banalmente similar al discurso actual sobre “la autorruta de la información” que
para algunos marca incluso el comienzo de una catástrofe temporal.
En Cybermonde la politique du pire (Cibermundo la política de lo peor), Philippe
Petit le pregunta a Paul Virilio: “Gilles Deleuze usaba mucho la expresión
sociedades de control. Según usted, ¿la hipertecnologización de nuestras
sociedades conduce a un aumento de vigilancia y control sobre las personas”?
La respuesta es lapidaria: las autorrutas de la información van a implementar
un sistema interactivo tan temible como la bomba lo es para la materia, ya que
si bien existe la posibilidad de intercambios múltiples y renovados en el tiempo,
existe también el peligro de dominar las sociedades.
Pero esta definición apocalíptica de Paul Virilio es discutible; para él, uno de los
peligros es el manejo del tiempo o lo que él llama la inmediatez del tiempo, pero
en ese sentido, desde la etnolingüística o lingüística antropológica, hay autores
que señalan precisamente que la variación cultural se expresa en las nociones de
tiempo, espacio y las formas en que categorizamos los colores. En este sentido,
los trabajos del chileno Francisco Varela son un aporte notable a la discusión
mundial, aunque lamentablemente no ha sido valorado en nuestro país como en
el resto del mundo.
Si retomamos los planteamientos de Paul Virilio, es preocupante su alusión al
dominio de las sociedades gracias a las nuevas herramientas técnicas, lo que
concuerda con G. Deleuze y F. Guattari: “los grupos y los individuos contienen
micro fascismos que siempre están dispuestos a cristalizar”. (Deleuze y
Guattari, 2000: 15)
Un nuevo debate se instala en el mundo, y precisamente se relaciona con las
nuevas tecnologías; se trata de saber si ellas aportan la libertad que soñaron los
futuristas o somos vigilados por el gran hermano que George Orwell describió en
su libro de 1984.
Jacques Rancière, en su libro El reparto de lo sensible: estética y política
escribe, “Llamo reparto de lo sensible a ese sistema de evidencias sensibles
que al mismo tiempo hace visible la existencia de un común y los recortes que
allí definen los lugares y las partes respectivas (…) Esta repartición de partes
y de lugares se funda en un reparto de espacios, de tiempos y de formas de
actividad que determina la manera misma en que un común se ofrece a la
participación y donde los otros tienen parte en ese reparto. El ciudadano,
dice Aristóteles, es aquel que tiene parte en el hecho de gobernar y de ser
gobernado”. (Rancière: 2009, p. 9)
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La metonimia, en tanto parte del todo, se asocia con la estética política. Jacques
Rancière aclara que esa “estética” no tiene que ver con la “estetización de la
política” de Benjamin (el pensamiento del pueblo como obra de arte), sino que
la define como un recorte de tiempos y espacios, de lo visible y lo invisible.
Una experiencia de lo que vemos y podemos decir al respecto, la forma en
que nuestro repertorio personal hace parte de un común. Para Rancière “Una
historia de la política estética (…) debe tomar en cuenta la manera en que
estas grandes formas se oponen o se entremezclan” (Rancière: 2009, 17). Los
actuales desarrollos tecnológicos se caracterizan por ser híbridos, por ejemplo,
en Facebook imágenes y textos se complementan para construir un objeto que
representa a la persona. La máscara es un doble de su autor en lo virtual, lo que
evoca el teatro desde otro formato. Esta teatralidad se manifiesta de manera
directa en la publicidad de candidatos municipales, sus asesores diseñan un
personaje y este se construye utilizando fotos, discursos políticos de campaña,
listados de propuestas programáticas, etc. Así, cada Facebook es, entonces, un
constructo identitario del candidato.
Christian Metz en Le signifiant imaginaire (El significante imaginario) -libro
magistral en que, por primera vez, se aplica la lingüística al cine- explica
que para Jacques Lacan la metáfora toma su principio en la condensación y
la metonimia en el desplazamiento. Lo que efectivamente se ha evidenciado,
a través, de Facebook; formato tecnológico que demuestra que existe un
desplazamiento entre nosotros y nuestras proyecciones virtuales, en tanto
son una parte de nosotros que se desplaza a otro formato. Así, Facebook es
una extensión de la persona en la pantalla (usuario- perfil) la expresión de
una metonimia “persona-texto” o “autor-obra”. Un fenómeno retórico que
relaciona dos formatos (real- virtual) en la misma lógica que los juegos y los
chats, por lo que facilita la obtención de “amigos virtuales” en un “aquí y
ahora”. Cada uno de nosotros puede exhibir un perfil en Facebook: collage que,
usando textos alfabéticos, imágenes y temas musicales; muestra información
que es seleccionada y filtrada en una marea de textos y éticas posibles. La
convocatoria a reunirse con otros “persona-selección-texto” es parte de una
experiencia social, que propicia el ejercicio del poder colectivo, pero que
también nos expone porque todos los sistemas informáticos son fácilmente
monitoreados. Gracias a la televisión, miles de televidentes fuimos testigos
de las revueltas democráticas en los países árabes y escuchamos cómo dicha
libertad se atribuía a las virtudes de las nuevas tecnologías; pero se habló poco
de la historia de un continente que se independizó con posterioridad al nuestro.
Metonimia y memoria
La apología a lo bélico es nefasta para los seres humanos y para todos los
pueblos, pero lamentablemente, como Susan Sontag escribió en su libro Ante
el dolor de los demás, al parecer, la apetencia por las imágenes que muestran
cuerpos dolientes es casi tan viva como el deseo por las que muestran cuerpos
desnudos.
En Chile post dictatorial, la amnistía y el ocultamiento de la verdad histórica ha
producido un tipo de testimonio narrado: dos objetos textuales que marcan el
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transcrito de lo oral a documento oficial, son en el informe Rettig y el informe
Valech. Estos textos no se acompañan de imágenes.
El año 2000, ya en la democracia que los chilenos nacidos después de 1973
conocemos, Nelly Richards escribe: “En el caso de los retratos de desaparecidos,
la foto carné que exhiben sus familiares señala, metonímicamente, el dispositivo
de supresión de identidad que los hizo desaparecer” (Richards, 2000: 167). Si
consideramos que en Chile pocos autores y autoras han asumido el estudio
semiótico de las imágenes de nuestra historia, los aportes de Nelly Richards son
importantes; no obstante, abriendo el dialogo teórico, me parece lamentable
que la historia nos haya forzado a la asociación metonímica entre las personas
detenidas-desaparecidas y el dispositivo que las hizo desaparecer. En verdad,
si entendemos como metonimia la relación de parte a todo, el trazo humano y
el vínculo afectivo, se desprende que los detenidos desaparecidos nunca deben
dejar de ser parte de nuestro todo, nuestra metonimia. Una parte de nuestra
realidad que no se puede recortar y forma parte de nuestra experiencia común,
de nuestro reparto de lo sensible: “las caras más bonitas que he conocido”
(grupo musical calle 13)
Durante los 20 años de gobierno de la Concertación hubo diferentes sensibilidades
respecto de los familiares de detenidos desaparecidos, pero, sin duda alguna,
el triunfo del NO (que fue un ejercicio democrático ejemplar a nivel mundial)
no se explica ni se agota con el éxito de una campaña publicitaria; muchos y
muchas jóvenes de esa época, que no habíamos conocido jamás la democracia,
esperábamos que llegara la alegría y, con ella, el fin del odio. La violencia
política intentó recortar, sin piedad, nuestras relaciones metonímicas. Los
estudiantes universitarios de hoy fueron pingüinos en los gobiernos de la
Concertación, algunos de ellos y ellas no tienen abuelos y abuelas vivos, son las
fotografías de los desaparecidos.
El día 12 de enero del año 2010, Michelle Bachelet inaugura el Museo de la
Memoria. “Una secuencia del bombardeo a La Moneda, las primeras imágenes
captadas de los detenidos políticos en sus traslados a centros clandestinos, cartas
de hijos a sus padres desaparecidos, una parrilla de tortura y recortes de prensa
de la época, forman parte del Museo de la Memoria inaugurado ayer por la
Presidenta Michelle Bachelet”. (La Nación, 12 de enero 2010). En el documental
Newen Mapuche de Elena Varela, vemos a Catalina Catrileo increpando a la ex
Presidenta, precisamente, durante la inauguración del Museo de la Memoria.
Pero ese mismo 12 de enero, la Presidenta realizó otra actividad, que fue
considerado una señal de respeto a los Pueblos Originarios. “La Presidenta
de la República, Michelle Bachelet, encabezó en el Grupo 10 de la Fuerza
Aérea de Chile, la ceremonia de repatriación de los restos de cinco aborígenes
pertenecientes al pueblo nómade ‘kawéskar’, de la región de Magallanes, que se
encontraban en la Universidad de Zürich, Suiza (…) En la ocasión, la Mandataria
manifestó que “el secuestro, a fines del siglo XIX, de familias indígenas de la
zona más austral del país, para ser exhibidas en países de Europa en exposiciones
antropozoológicas o en ferias internacionales es verdaderamente una página
oscura de nuestra historia” (La Nación, 12 de enero 2010)
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Lamentablemente los partidos políticos chilenos y las instituciones del Estado
han subestimado la importancia que los pueblos originarios otorgan a su cultura,
idioma y religión; la metonimia que asocia un ser humano a sus raíces.
Chile le debe un reconocimiento constitucional a los Pueblos Originarios. Los
ciudadanos y ciudadanas de Chile piden a gritos y con abstención electoral
un país que respete todas las diversidades, todas las contigüidades, los lazos
de pertenencia, las causas y los efectos; las formas de ser discurso en acto.
Asir este discurso resulta complejo para algunos académicos y académicas,
por ejemplo, las nuevas generaciones de franceses -muchos de ellos y ellas
descendientes de inmigrantes- cuestionan el silencio del país sobre la historia
de la colonización; de la misma forma que los jóvenes mapuches cuestionan el
asistencialismo que permite que otros hablen por ellos y ellas.
En Chile hace una década, en el año 2003 se redactó el Informe de la Comisión
Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas: “Se ha hablado
latamente de una supuesta condición racial de los Mapuches que los coloca
por encima de otros pueblos en su condición de hábiles guerreros; así, se ha
llegado a hablar de un ‘espíritu guerrero’ o de ‘raza militar’. Hoy en día, los
estudios de Antropología han demostrado que no existe ninguna información
que pueda establecer una relación de correspondencia entre los componentes
biológicos hereditarios del ser humano y su comportamiento cultural. Es decir,
las conductas, comportamientos y habilidades de un determinado pueblo, no
pueden ser atribuibles a su condición genética ni nada que se le parezca, sino
que dichas expresiones son el resultado de su adaptación a su entorno, su
recorrido histórico, su relación con otros pueblos, en fin lo que en términos
antropológicos se denomina cultura”. (Informe de la Comisión Verdad Histórica
y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas, 2009: 294)
Pero, en una década, el mundo ha presenciado un cambio discursivo, nuevas
generaciones se incorporan a las interacciones sociales, por lo que es necesario
entender que este informe, que en su momento criticó el racismo científico,
también dejó abierta la puerta al nuevo racismo que estigmatiza al otro por su
cultura. En esta década, un texto de este tipo tendría una redacción diferente,
ya que habría que mencionar la prohibición de discriminar a los ciudadanos y
ciudadanas del pueblo mapuche; aludiendo a su pertenencia y/o a sus prácticas
culturales, tales como: idioma, religión, vestimenta, etc.
Manuel Castell en su libro Comunicación y poder escribe: La nueva generación
mapuche se abre espacios, en forma pacífica y similar a lo que fue la llamada
generación ochentera. Esta frescura que enriquece y fomenta un Chile
multicultural, se opone a un discurso anquilosado, que lamentablemente se ha
perpetuado en el tiempo. Discurso beligerante que promueve el racismo; que
es precisamente lo que hay que descartar para lograr una convivencia de sano
entendimiento”. (Ver: Palma, 197: 2011).
Barack Obama capitalizó un cambio generacional y discursivo en su país. “La
campaña de Obama superó cualquier otra campaña política de envergadura
en el uso de Internet como herramienta de movilización política, tanto en
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Estados Unidos como en el resto del mundo (…) utilizó Internet para difundir
información, establecer interacciones políticas en sitios de redes sociales, avisar
a los simpatizantes de las actividades de su zona, proporcionar contra argumentos
a los rumores negativos que circulaban en Internet” (Castell, 507: 2009).
Las manifestaciones estudiantiles del año 2011 han evidenciado situaciones
complejas en la educación chilena; entre ellas, la más evidente es la prohibición
legal de lucrar con la educación a sabiendas que ha sido uno de los grandes
negocios que se han implementado en nuestro país. En este contexto, Chile es
uno de los pocos países del mundo que no tiene ninguna universidad gratuita,
por lo que la federación de estudiantes mapuches FEMAE ha levantado como
reivindicación la creación de una Universidad gratuita mapuche.
La primera estrofa del tema musical Mapuche University del grupo de hip hop
mapuche llamado Wechekeche ñi trawun (formado por estudiantes universitarios
de diversas carreras) dice: “Newen para todos los mapuche estudiantes un
saludo para los peñi y lagmien de la Femae (…) que se escuche, que se escuche
federación de estudiantes mapuche” (Wechekeche ñi trawun). La letra de esta
canción describe la visión de la sociedad que tienen en Chile algunos y algunas
jóvenes mapuches, de la misma manera que Calle 13 reivindica la unidad
Latinoamericana; por lo que no fue extraño ver al vocalista, en el festival de
Viña del Mar, con una consigna de apoyo a los mapuches en su espalda.
Actualmente los Pueblos Originarios continúan siendo víctimas del racismo. Pero
la filosofía de los Pueblos Originarios es un aporte, ya que implica una relación
de parte a todo entre el ser humano y la naturaleza. La comprensión del mundo
aymara y quechua se sustenta en los conceptos pachakuti (tiempo cíclico),
akapacha (la dimensión espacio-temporal concreta e inmediata), araxpacha (la
dimensión superior de los astros) y manqhapacha (la dimensión interior del
subsuelo). Esta comprensión filosófica del mundo, que nace con el origen de la
pacha (tiempo y espacio), nos permite comprender el concepto de Pachamama,
que se define como el entramado perfecto, que conecta todos los elementos y
dimensiones existentes y que permite el suma qamaña (vida en armonía). Para
conservar el suma qamaña se deben respetar los valores: amuytasisaist’aña
(escuchar reflexionando), la búsqueda permanente del taypi (equilibrio),
jikhisiyaña (complementariedad) y pachakuti (ciclicidad del tiempo); es decir,
la búsqueda permanente de amtawi (consenso, acuerdo) en la vida comunitaria
entre los humanos y la naturaleza.
Para occidente parece curiosa la relación metonímica de parte a todo, pero
para la cultura aymara, quechua, rapa nui y mapuche, la relación de inclusión
y pertenencia es el punto de partida de toda su filosofía.
La metonimia está presente en nuestra interacción social y constituye relaciones
de parte a todo que coexisten sin atender – paradójicamente – al todo del cual
forman parte. Lo importante, sin embargo, es determinar si en las relaciones
metonímicas -que implican un desplazamiento de asociaciones evolutivas o
causativas- se privilegiará la armonía entre seres humanos o las interacciones
bélicas. Es decir, tenemos que optar, entre educar a nuestros hijos e hijas con
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una mirada que fomente la ecología en las relaciones humanas y en nuestras
relaciones con el entorno, o seremos espectadores de una educación para la
guerra que repita los capítulos más sangrientos de nuestra historia.
Conclusión
La tecnología ha permitido que sea posible un tipo de metonimia que depende de
los formatos, en una relación de parte a todo, que permite a la persona sentirse
representada dentro de una pantalla. Lo lamentable es que esta relación de
contigüidad se asocia a juegos bélicos. Los niños y niñas representados en la
pantalla, en una relación de parte a todo, pueden matar a otro dentro de un
espacio virtual.
Esto sucede al mismo tiempo que en el mundo real se vivencia el proceso contrario,
pues las culturas que se rigen por un principio de armonía ven al todo amputado
de sus partes, al humano separado de su tierra la rama separada del árbol. Lo
preocupante de esta imbricación es que, por un lado, se promueve la relación
tecnológica de parte a todo, y lamentablemente se asocia a temáticas bélicas, y,
por otro lado, se impone la ruptura del sentido de pertenencia y armonía con la
naturaleza, propia de los pueblos indígenas, lo que no es menor, si pensamos en
el recalentamiento global y las próximas guerras mundiales por el agua.
Bibliografía
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