LOS CUENTOS DE LA CASA BARROCA MOMENT ANGULAR, 100 ALBERTO TUGUES LOS CUENTOS DE LA CASA BARROCA emboscall © Alberto Tugues Fotografía de la cubierta: Janet Xirgu Edita: emboscall www.emboscall.com Depósito legal: B 8049-2015 ISBN: 978-84-92563-99-9 Primera edición: marzo de 2015 Melibea.– No se dice en vano que el más empecible miembro del mal hombre o mujer es la lengua. FERNANDO DE ROJAS, LA CELESTINA L’obscè i el macabre: a la mòmia que fa de nuvi li han encaixat un ciri (potser el ciri pasqual) en forma grotesca... JOAN SALES, INCERTA GLÒRIA CUENTOS PARA DISTRAER A LOS VECINOS DE LA CASA BARROCA LA CONFESIÓN Porque el amor es como la rata dentro del envase de lata. Divierte haberla cogido. Enaltece el corazón. Pero, después, gruñe, rabia y se agita desesperadamente en el espíritu. Hasta que, no pudiendo escapar, muere en él y lo emponzoña para siempre. JUAN FILLOY, OP OLOOP Todo sucedió una mañana, a primera hora. Conocía a aquella mujer de ir al bar por las mañanas a desayunar. Siempre hablábamos de algún suceso, de alguna película, etc., pero aquel día, al salir del bar, comenzó a hablarme para mi sorpresa de sus días de postparto, hacía ya unos diez años. Me cogió del brazo, apretándome fuerte con su pecho izquierdo, y me explicó lo que le había ocurrido a los pocos días de salir de la clínica. Estaba sola en casa cuando, de pronto, sus tetas (me lo dijo así) empezaron a derramársele, empapando de leche la ropa interior, bajándole por las piernas hasta llegar a los pies, donde el líquido formó un charco alrededor. Entonces, de súbito, salió un roedor de debajo de un mueble (un pequeño armario de madera blanca), y se puso en medio del charco de leche a beberla. Era un ratón, no muy grande, que seguramente había bajado de la azotea por donde a veces correteaban los ratones al anochecer. Asustada, se fue corriendo a su habitación, perdiendo gotas de leche por el pasillo. Se tendió en la cama e intentó descansar, limpiándose la leche con una toalla. Se durmió con la toalla en la mejilla, oliéndola. Pero al cabo de una media hora, oyó un ruido en la puerta de la habitación, como si alguien la empujara suavemente. Adormilada, se incorporó y vio que era otra vez aquel ratón, que ya entraba en la habitación, saltaba a la 11 cama y se ponía encima de ella y le lamía la leche que ya se le había resecado en la piel. Fue entonces (me confesó, apretándome más con su brazo) cuando el ratón empezó a morder los pelos ensortijados del pubis, estirándolos hasta dejarlos casi lacios. Y todo esto le sucedió un día tras otro, me decía, sobre todo cuando estaba sola, de modo que se fue acostumbrando a estas visitas: se tendía en la cama, se levantaba el vestido y, al cabo de unos instantes, entraba el ratón en la habitación atraído por el olor, se le subía por las piernas, atravesaba sus muslos y le succionaba los pelos del pubis, estirándolos con fuerza y volviéndolos cada vez más lacios. El marido nunca descubrió estas relaciones secretas, aunque un día le comentó a su mujer que le sorprendía el nuevo pubis de pelos lacios («los pelos del coño ya no están revueltos, enmarañados como antes», le decía con estas mismas palabras). Ella se limitó a explicarle que en la peluquería le habían recomendado un producto suavizante que los fortalecía y estiraba, hasta dejarlos lacios y brillantes como una cola de caballo. El hombre sonrió con picardía, agradecido, y se puso a lamer los pelos lacios del pubis de la mujer, los mismos pelos que el ratón había mordisqueado unas horas antes. Curiosamente, el placer de la mujer, su placer, me dijo, no era el mismo con su marido, era cada vez menos intenso. Dicho esto, me soltó el brazo y, antes de separarnos, me preguntó si me gustaría conocer el final de la historia. Le contesté que sí, que me interesaba. Pues bien, ya me lo contaría el próximo día, añadió, y se fue calle arriba. Volví a la oficina, intrigado, y con un ligero dolor de cabeza. 12 SANGRE EN EL ESCAPARATE DE LA PELUQUERÍA Se paró a mirar el escaparate de aquella peluquería, donde había un anuncio de trabajo que decía: Se necesitan chicas guapas para corte de pelo y sesión fotográfica. Decidida, entró y preguntó por el trabajo. La atendió en seguida una de las peluqueras y le dijo que lo sentían, que para el trabajo necesitaban otro tipo de chica, con otro estilo, una chica algo más rubia, y además se trataba de un trabajo duro, por lo que era mejor algo de experiencia profesional, añadió la peluquera. Eso mismo, contestó ella, es perfecto para mí, ése es el trabajo que ando buscando. Ahora se acercó otra de las peluqueras y le comentaron que no querían ofenderla, pero consideraban que ella no era la persona más adecuada para ese trabajo, que no daba el tipo, que era otra la apariencia que necesitaban para el corte de cabello a la moda y la posterior sesión de fotos. Ella insistió en que era la persona más idónea para ese corte de pelo y posado fotográfico, sólo había que mirarla, fíjense, fíjense –les decía dando un giro con los pies como si fuera una modelo–. Siempre le habían dicho en su casa que era una chica seductora, deseada por el ojo de la cámara, y que un día, no, por favor, déjenme hablar, que un día llegaría a ser una buena modelo, teniendo en cuenta además que, con la ayuda de una buena agencia o un buen representante, destacaría muy pronto en el mundo de la alta costura o del diseño más moderno. Es verdad que hubiera preferido empezar de otro 13 modo, siguió diciendo, pero estaba dispuesta a sacrificarse y empezar allí mismo, en la peluquería, sirviendo como modelo para un corte de pelo moderno, un peinado moderno y una sesión fotográfica moderna. Repitió tres veces la palabra «moderno» para que no hubiera la menor duda sobre su experiencia de lo moderno. Durante quince minutos más siguieron los argumentos de la aspirante, así como las excusas por parte de las dos peluqueras que la atendían, visiblemente alteradas ya. Al final, hubo de salir la encargada de la peluquería y le dijo que lo había oído todo desde su despacho, y volvían a repetirle que necesitaban a una chica de otro tipo, guapa, guapa de verdad, y no a una chica como ella, con esa nariz pequeña pero desproporcionada, chata casi, y esos labios pintados pero inexistentes, como hundidos dentro de la boca, por no hablar del cabello de rastrojo, mal teñido de rubio, como una peluca de vieja que se fuera a bailar a La Paloma. La chica se quedó muda, asustada por lo que acababa de oír, se puso a llorar con las manos en la cara, desconsolada, dio media vuelta, salió a la calle, buscó algo en el bolso negro y lo hizo allí mismo: les disparó tres veces, una bala para cada una, tres balazos en los tres corazones: las dos peluqueras y la encargada se desplomaron y se desangraron en el suelo de la peluquería, entre pelos cortados y peines, en esa peluquería que sólo querían chicas guapas y rubias para un corte de pelo y una sesión fotográfica. 14 DOS NOVIOS EXTRAÑOS Cuentan en el barrio que eran dos novios extraños, y que todo comenzó un día de invierno, cuando él encontró a esta novia y decidió atormentarla con poemas, para vengarse, dicen, de otra novia que lo dejó esperando y plantado en plena calle como un árbol enfermo. ¿En qué consistía el tormento poético? Pues bien, el escribía a diario un poema lírico y luego, una vez escrito y corregido, se lo ponía a su novia entre los labios, la cual debía chupar el papel y masticarlo, masticarlo, hasta que la tinta de las palabras se derramara sobre la lengua y se tragara todo el papel del poema. Al amanecer del día siguiente, ella debía avisar a su novio, el poeta, al sentir sus primeras necesidades e ir al lavabo, ya que su misión de musa consistía en expulsar en su presencia el poema tragado y digerido el día anterior. El novio poeta ya se encargaría de envolver la punta –sólo la punta– del tallo que iría floreciendo entre las nalgas de su novia (metáfora floral que el poeta dedicaba a sus posibles lectores delicados). Posteriormente, el salía a la calle con la punta del tallo bien envuelta en papel de aluminio, pero ignoramos lo que hacía con ese pequeño paquete, ya que, horas después, volvía a casa con las manos vacías, sin el paquete, y como si nada hubiera ocurrido. Todo esto pudo saberse, dicen, por la obstrucción intestinal que un día tuvo la novia y al descubrir el cirujano que la operaba una inmensa bola de papel en su intestino: eran varios poemas apelotonados que el poeta desalmado fue escribiendo, sin esperar a que la novia los fuera expulsando 15 uno a uno a la luz del lavabo. Una obstrucción poética en el intestino, comentó riendo el cirujano. Poemas indigestos. 16 MISTERIO EN LA CASA BARROCA Se acercó a él y le invitó a subir a su casa, aquí mismo, le dijo ella señalando el portal de una casa de enfrente, una casa barroca. Aunque sorprendido, aceptó sin embargo la invitación. Cruzaron la calle y subieron por la vieja escalera de la casa. Entraron al piso, recorrieron varios pasillos, un piso viejo pero muy grande, comentó ella, mientras seguían atravesando salas y corredores. Por fin, entraron en una habitación, enorme también, donde había un hombre sentado de espaldas, que saludó sin volver la cabeza, y les dijo que tenía preparadas unas copas de un vino exquisito. Probaron el vino. Poco después, sin mediar palabra, ella y el hombre lo invitaron a desnudarse, diciéndole que no debía temer nada. Se trataba sólo de un juego placentero que deseaban enseñarle, y para ello era preciso desnudarle. Más sorprendido aún que antes e intrigado, aceptó también esta segunda invitación. Lo desnudaron. Cuando ella se levantó de la cama, él seguía estirado allí, en la amplia cama, donde hacía un par de horas que lo habían desnudado delicadamente. Tenía los ojos muy abiertos y en su cara había una expresión de espanto. Estaba muerto. Ella sonrió al correr el visillo de la ventana, e hizo una señal dirigida al piso de enfrente. Se vistió deprisa y se fue. Días después, el médico forense declaró que el cuerpo de la víctima, antes de ser mordido y devorado por dentro por las ratas, había sido envenenado y que, por lo tanto, las mordeduras no habían sido la causa principal de la muerte, como se había sospechado en un principio. 19 Tanto el presidente de la comunidad, como la portera y los otros vecinos, mostraron su extrañeza por lo ocurrido en el único piso vacío de la casa barroca. Por otra parte, dijeron que durante todo el tiempo que llevaban viviendo allí, nunca habían visto ratas en el edificio. 20 IR DE COMPRAS Más de uno lo ha comentado en el supermercado. Aquel hombre rubio, delgado, con barba, entra una y otra vez al supermercado a comprar, ahora una lata de cerveza, ahora un sobre de sopa de fideos, pero uno solo, ya que al cabo de un rato volverá a entrar a comprar otro sobre de sopa, o bien otra lata de cerveza. Son productos que no necesita. ¿Por qué lo hace, pues? ¿A qué viene este ir y volver tan a menudo al supermercado? Algunos opinan que lo hace por simple capricho, otros dicen que tiene la manía compulsiva de comprar lo que sea. Él sonríe cuando oye algún comentario sobre su forma de comprar las cosas una por una, pero volviendo a la tienda diez o quince veces al día. No saben, no conocen su placer, el placer que el hombre rubio experimenta cuando aquella muchacha, una cajera colombiana, le acaricia la punta de los dedos al darle el cambio, las tres o cuatro monedas del cambio, mientras él se demora haciendo ver que se le escapan las monedas entre los dedos de la cajera, le pide disculpas rozándola con el dedo y sale tan feliz de la tienda. Debemos añadir, que la cajera no se lo toma a mal e incluso le hace gracia la extraña manera de ser de ese «pobre cliente», como dice ella, sentimental. También es verdad, aunque esto no lo justifica, que ésta es su única felicidad en el mundo, y la cajera colombiana lo sabe, pero no lo dice a nadie. 21 EL CORREO PERDIDO DEL SER Se puso el dedo índice en la ceja, y dijo: «Antes, también yo recibía por correo felicitaciones y postales de otros mundos, de otros lugares, de otras casas, seguramente bien iluminadas por dentro y por fuera, sin duda rodeadas de árboles y de voces que subían de la tierra húmeda; con dos ventanales góticos, por donde ya se asomaba otra vez, mirando más allá, fiel a lo desconocido, aquella figura de cabellos ensortijados, aquella figura de niebla que aún recordaba mi nombre. Que ahora –quizá desde hace unos dieciocho años– no me lleguen sobres de tan lejos, ni con tanta regularidad, no significa forzosamente que hayan dejado de pensar en mí, esos desconocidos lejanos que todo lo saben sobre mis días más señalados. Me relatan anécdotas, primeros premios y citas amorosas bajo los tilos, que no siempre –debo decirlo– recuerdo con precisión; e incluso ciertas noches dudo que yo, de joven o de mayor, en esta o aquella ciudad, haya obtenido tales premios y vivido tantos amores. Pero no importa: son tan amables y circunspectos en sus detalles biográficos, y la estampación de las tarjetas postales es de una belleza tal, que en todo caso prefiero no inquietarles con preguntas indiscretas sobre mi propia vida. En el último sobre que recibí, cosida a una postal de Marruecos, me adjuntaban una poesía firmada por un amigo anónimo. Es esta balada: 22 BALADA ESCRITA EN LA PARED DE UN VENTANAL GÓTICO Ya entonces no había nada debajo de aquella piedra. Ahora resbalamos un poco más, es cierto, al apoyarnos en los cristales de la memoria. Y el silencio no se detiene en la cintura; sube y baja por todo el recuerdo, en un ejercicio último, como un trozo de hielo que parpadeara. Una superficie de serrín sobre el alma, una luz, no, la inicial de un nombre rompiéndose dentro del cuerpo. Sin embargo, algunas noches, la palabra se mueve aún entre las paredes de aquel tiempo, sorprendida, y dice un nombre otra vez, ser ausente, irreconocible, un ramo de sombra escondido bajo una piedra. Ya lo sabes: no es un destino fácil levantarse de madrugada y buscar noticias amorosas bajo las piedras. Pero al fin aprendimos, de memoria, a fundirnos como la nieve, lejos de las noticias amorosas, con otro perfil, con otra ausencia entre los dedos, lejos de las noticias amorosas. Hasta que acontecieron demasiadas palabras, y, con el gesto deformado, regresamos lentamente –el dedo índice palpando serrín ensangrentado– por el largo pasillo de los nombres, de los recuerdos fingidos. 23 Después de leerme la balada por segunda vez, permaneció en silencio largo tiempo, con la mirada puesta más allá de las palabras y las casas, acaso en busca de una señal, de un indicio que le permitiera seguir esperando nuevas postales y felicitaciones, nuevos hallazgos esplendorosos de su propia vida. Algunas noches, cuando dábamos otra vuelta a la misma plaza, a los mismos recuerdos, con la eternidad convaleciente siguiéndonos los pasos, como decía él, sarcástico, la mano se le iba calle arriba, distanciándose cada vez más de su cuerpo, en una especie de tirón metafísico; y, sin quererlo, la mano trazaba palabras en los muros, palabras, muchas palabras que se elevaban de la tierra, decía. 24 LA HISTORIA DE UN MUCHACHO QUE NO HABLABA COMO LOS DEMÁS Conocí a un muchacho que no hablaba como los demás: acostumbraba a decir una cosa por otra. Un día me confesó que se había fijado en una mujer del barrio, una mujer ya madura, separada, y que de tanto fijarse en ella, comenzó a soñarla, a soñar su cuerpo y a enamorarse. Pero cuando me contaba su sueño no decía «su boca, sus labios, pechos, vientre, sexo...», sino: sus pétalos de rosa, dos cerezas oscuras, musgo sedoso, ensortijado, con una pequeña almendra blanca partida, una flor profunda, escondida. Así veía él la realidad. Pero un día le ocurrió algo, me dijo, y dejó de tener aquel sueño. Le animé a que me lo explicara, pero me respondió que no podía contar ciertas cosas. Hasta que un día, mientras tomábamos una cerveza, me alargó un papel escrito, un cuento que narraba su historia y lo leí. Se titulaba: ¿QUIÉN ERA LA MUJER MADURA? Dicen que todo comenzó cuando él se enamoró de aquella vecina del 3º 1ª, una mujer madura, separada de su marido desde hacía unos años. Le dejaba poemas por todas partes, en el buzón, en la escalera, por debajo de la puerta, todos los vecinos tropezaban con aquellos papeles al subir o bajar por la escalera, poemas por todas partes, decían. Hasta que un día la vecina del 3º 1ª se quejó a la comunidad y tuvieron que advertir a aquel vecino enamorado que no tirara más poemas en la escalera, ni en los buzones ni por debajo de la puerta del piso de la mujer madura. Uno de los vecinos, el más descarado, le sugirió que se buscara una mujer, una novia de verdad o una de ésas de alquiler, dijo bromeando con los otros vecinos. Él, 25 sin embargo, se armó de valor y aceptó la propuesta: una noche encontró a una prostituta que se parecía a la mujer madura, su vecina amada. Subieron a una habitación y se desnudaron. Ella intentó besarle, pero el apartó la boca. Entonces ella le rozó los labios, y de nuevo él giró la cabeza, rechazándola. No podía ser, le dijo él. Se levantaron y se despidieron. Al llegar a casa, él se puso a escribir un poema, un largo poema amoroso, pero el deseo insatisfecho le punzaba, hasta que no pudo más e interrumpió el poema y se fue al lavabo, y allí, con la luz apagada, amó en secreto y dijo el nombre de su amada, en la fría estancia de las baldosas blancas. Días después, recibió un sobre por debajo de la puerta. Era una nota de su vecina, la mujer madura, que le comunicaba que le hubiera gustado conocerlo tiempo atrás, cuando los dos eran más jóvenes, cuando ella aún podía amar y no hacía de prostituta. Asombrado, comprendió que había tenido a la vecina amada entre sus brazos, a la mujer madura desnuda encima de él y que, sin embargo, no había podido amarla. Resignado, volvió a escribir otro poema, pero ahora sabiendo que sólo podría amarla así, en el sueño, escribiendo, o con la luz apagada en la estancia de las baldosas blancas. Hasta que un día le despertaron unos ruidos por la escalera: la mujer madura se iba a vivir a otra casa, y él ya no volvió a soñar. Le devolví el papel después de leerlo, sonreí perplejo, le dije que era una historia extraordinaria, con «doble» incluido. Al salir del bar, sin hacer más comentarios, rompió el papel del cuento y lo tiró a una papelera. «Ya te he dicho que he dejado de soñar», me dijo dándome una palmada en el antebrazo. 26 EL CUENTO DEL VECINO CORRUPTOR El presidente de la comunidad de propietarios de la casa barroca convocó una reunión urgente para el próximo domingo, a las doce del mediodía. Había que tratar el tema de unos anónimos que alguien, desde hacía medio año más o menos, depositaba en uno de los buzones de la comunidad. El día de la reunión, la persona afectada, una vecina del 2º 1ª, que vivía sola desde la muerte de su marido, aportó una carpeta llena de anónimos: unos quince o veinte escritos amorosos, unos en verso y otros en prosa. Se los ofreció al presidente de la comunidad para que los leyera en público, aunque ella, le dijo, no asistiría a la reunión. El presidente comenzó la lectura: EL TESORO DE LA DAMA VIUDA El aventurero buscaba por todo el mundo el llamado «tesoro de la dama viuda». Hasta que un día de pronto lo encontró en una playa. Abrió el cofre, acarició las piedras preciosas y descubrió un pequeño diamante incrustado en un trozo de madera: al tocar el pequeño diamante sintió como un latido, luego se lo puso entre los labios y resplandeció una luz, como si el diamante derramara una luz entre sus labios. Una luz que desaparecía al depositarlo de nuevo en el cofre, cuando el aventurero se despertaba y tenía las manos abiertas, vacías. Después de las exclamaciones de rechazo de uno de los vecinos, el del 4º 2ª, indignado por lo que había escuchado, el presidente pasó a leer el segundo texto aportado como prueba: 29 ESTRATEGIAS 1 Dice que ya se lo enseñaron de niño: era la estrategia de un beso, pero un beso escrito en cada verso, como le aconsejó el poeta del barrio, muy seductor con la vecinas. Al ser escrita la palabra «beso», el lector o lectora tendría que leer y pronunciar esta palabra, es decir, el beso escrito. El cual, entonces, al ser leído, aprovecharía para refugiarse en los labios, como si fuera un beso. Tal era la estrategia que empleaba el poeta del barrio, y que el muchacho fue aplicando por calles y escaleras, aunque no siempre con resultado satisfactorio –todo hay que decirlo, confesaba. 2 Como ella, su vecina, no quería ser besada, él ideó lo que llamaba la estrategia del beso: le mandaría un poema y en cada verso escribiría la palabra «beso», que ella se vería obligada a leer. El poema constaría de 430 versos, de este modo ella debería pronunciar la palabra «beso» tantas veces como lo leyera, con lo cual el beso escrito sería dicho por sus labios de lectora 430 veces. No se trataría de un beso real, esto él ya lo sabe. Pero ella, la que no quería ser besada, la vecina imposible, al leer el poema sería vulnerada en lo más íntimo por ese beso escrito 430 veces. Claro que si no leía el poema... Después de la burla y condena unánime por parte de los allí reunidos, el presidente pasó a leer aún un tercer texto: SOLUCIÓN MÁGICA Los demás vecinos se burlaban y se reían cuando él afirmaba, contundente, que había sido amado por la misma vecina que lo 30 rechazaba. Fue entonces cuando les explicó la función y el valor de la poesía. Para ello, había que escoger las palabras apropiadas al caso. Por ejemplo, «sueño, rozar y musgo», y con ellas tres hacer un verso: «Un sueño roza su musgo». Más tarde, ella, al leerlo, sentiría el roce de ese sueño en el musgo más secreto de su piel, acabó explicando. Algunos de los vecinos continuaron con la burla y la condena, y otros se fueron pensativos, quizá ya esbozando un verso que les sirviera de estrategia amorosa para el futuro. Una vez finalizada la lectura, algunos de los allí reunidos explicaron que esta vecina, después de leer los textos anónimos, se encerraba en el lavabo y se ponía a reír y a gritar, maldiciendo lo que había leído (la oían maldecir al otro lado de la pared; otros, más vulgares y con las paredes más finas, murmuraban que lo que hacía era masturbarse excitada y corrompida por la poesía de los textos). Se acabó la reunión sugiriendo que se estableciera una severa vigilancia sobre el muchacho del 2º 3ª, un nuevo inquilino que hacía unos meses que vivía en el edificio. Satisfechos por las medidas urgentes tomadas, cada uno se fue a su casa. Gracias a la vigilancia que se ejercía sobre el vecino y los buzones, ya no se recibieron más anónimos en los días siguientes. Pero al cabo de un tiempo sucedió un hecho trágico: una noche apareció muerto en la escalera el muchacho del 2º 3ª, con una herida de cuchillo en el costado izquierdo. Nunca se aclaró la causa del asesinato, pero curiosamente, al día siguiente de la muerte del muchacho del 2º 3ª, los anónimos volvieron a aparecer en los buzones de la finca, la casa barroca. 31 EL CUENTO DE LAS FLORES Dicen algunos vecinos que ella, la vecina que ha desaparecido, siempre estaba rodeada de flores marchitas, que su habitación estaba llena de flores marchitas cuando la abrieron, y que por la noche, cuando se desnudaba, se cubría el cuerpo con ellas. Y que al cubrirse, esas flores marchitas abrían otra vez sus pétalos y se multiplicaban. Es decir, que las flores marchitas acudían a taparla y florecían de nuevo cada noche, como en un sueño, encima de su cuerpo y lo perfumaban, y luego salían por el pasillo, bajaban por la escalera y llenaban la calle de flores. El vecino más romántico del lugar decía que eso de las flores ocurría porque alguien, un enamorado que vivían en otro barrio, las compraba a diario y obstaculizaba el tránsito de los vecinos con tantas flores marchitas repartidas por todas partes. Pero había otro vecino, más esotérico y misterioso pero sensual, que opinaba que no se trataba de un asunto de flores, sino que esta vecina, tiempo atrás, tenía la manía de llevar blusas de raso estampadas de flores, y que alguien se había fijado tanto en esas blusas y lo que transparentaban, que ahora esas misma flores florecían por todas partes por donde ella hubiera pasado. Sea como fuere, dijo otro más soñador, sabemos que se trata de un asunto de flores, unas flores marchitas que florecen y se marchitan de nuevo porque alguien, no sabemos quién, sueña con ellas desde algún lugar oculto. En el barrio hay incluso un aficionado a la poesía que sostiene que esta vecina ha sido tragada, comida por las flores. Una mujer, mientras hablaba con otras vecinas en la escalera, murmuraba a menudo: «Parece mentira que hablen tanto de las flores y no de los pechos que mostraba siempre esa puta.» 32 NOTA MISTERIOSA DEJADA EN EL BUZÓN Dejó esta primera nota en el buzón: Un pétalo de rosa, la punta tierna de un pétalo, una punta rosada. Dos capullos de rosa, las puntas tiernas de dos capullos rosados. Y después, el misterio, el pinchazo de una espina, dos gotas de sangre Dejó esta segunda nota en el buzón: Fue un mal jardinero. Vio aquella flor y la tocó, acarició su capullo, su pelusilla, pero la flor no se abrió. Por culpa de aquella flor, dejó de ser jardinero y se abstuvo durante diez años de acercarse a cualquier flor. Algunos dicen que volvió a encontrar la flor primera, ya florecida, abierta, y que la acarició por última vez porque él entonces ya estaba resentido con las flores y la dejó allí, abierta, florecida. Cuando lo expulsaron de aquel edificio por ser demasiado poeta, decía él (obsceno e indecente, acusaban los otros), él ya había buscado y encontrado piso en otro barrio, una vivienda más nueva y soleada, donde podía cultivar cualquier flor, ¡sin ser expulsado!, exclamaba luego por bares y tiendas. 33 VOLVER Mucho tiempo después, al volver, ya separada, sin hijos, ella le confesó que siempre había conservado un resto de pureza para él, como un homenaje a su memoria aunque hiciera el amor con otros. Crédulo, enamorado aún, él le preguntó si un día le dejaría conocer ese resto. Ella le respondió que lo estaba deseando, y se fueron a una casa de citas que estaba cerca del bar donde se habían encontrado. Al desnudarse, ella se puso una crema suavizante, que olía a limón, y le indicó que era ése el lugar reservado para él. Halagado, él penetró en el resto de pureza, con olor a limón, y le pareció rozar algo que pugnaba por salir, pero no tuvo tiempo de preguntar ni de averiguar qué era al eyacular enseguida en abundancia. Ella se fue al lavabo a limpiarse, salió lo que pugnaba por salir y, al verlo, pensó: «Igual de estilizado, con una capa blancuzca y oliendo a limón, como los que me pedía mi exmarido después de hacer el amor». 34 DE LO DESCONOCIDO Mi amigo y yo nos veíamos una vez a la semana, la noche de los sábados, y a menudo me hablaba de su nostalgia, la nostalgia profunda, incurable, que sentía por lo desconocido, por todo aquello que no había conocido. Pero aquella noche me reveló algo más, que me dejó asombrado. Me confesó que la nostalgia que sentía por lo desconocido era, en realidad, la nostalgia de un pene. «¿Cómo, qué dices? –le pregunté–, ¿un pene?» «Así es –me respondió con tristeza–, se trata de la nostalgia de una forma que no conocí, del enigma oculto de un muchacho que se casó y se fue del barrio. Es desde entonces que imagino la forma, el color, las dimensiones rosadas, la piel suave de ese enigma que no pude conocer.» Es desde entonces también –prosiguió diciendo–, que frecuenta toda clase de prostitutos, a los que les pide que le enseñen su forma, es decir, el pene. Pero la muestra es siempre un fracaso, una desilusión, todo es en vano, enseguida vuelve a caer en la nostalgia profunda, incurable, de lo desconocido, del enigma que no pudo llegar a ver. Al volver a casa me sentí intrigado por lo desconocido, pero era obvio que no podía ayudarle en su búsqueda. 35 RUIDOS EN LA HABITACIÓN Hacía más de una hora que oía aquellas voces a través de la pared, aquellos gemidos que venían de la habitación de al lado y que no le dejaban dormir. Había creído que este fin de semana podría descansar tranquilo en la habitación de este hostal, que visitaba por segunda vez. Estaba ya a punto de llamar por teléfono al recepcionista para quejarse de los ruidos, cuando éstos cesaron después de unos golpes más fuertes contra la pared y más gemidos y exclamaciones. Pero ahora ya le habían desvelado, se levantó, se fue al lavabo, excitado por las voces que acababa de oír, y volvió a la cama. Al día siguiente, muy temprano, llamó el recepcionista a la puerta de su habitación con golpes contundentes, de urgencia, y le comunicó que la policía les esperaba abajo, en la sala del comedor. Un policía comunicó a todos los huéspedes que la noche pasada se había cometido un doble asesinato en una de las habitaciones y quería hacerles unas preguntas. Se trataba de aquella pareja de los ruidos, pensó él, y explicó a la policía lo que había oído. Más tarde, antes de volver a la habitación, el recepcionista, mirándole a los ojos y sonriendo con malicia, le contó que el hombre y la mujer habían aparecido muertos sobre la cama, con las sábanas empapadas de sangre. Ella, con un trozo de miembro viril (así se lo había dicho uno de los policías) embutido en la boca taponándole la garganta hasta asfixiarla. Él, con dos tajos en el cuello, degollado, y un trozo de papel higiénico estrujado dentro de la mano derecha, que sólo pudieron abrir rompiéndole un par de dedos, explicaba el recepcionista mientras le daba las «Buenas noches» de una manera extraña. 36 Índice CUENTOS PARA DISTRAER A LOS VECINOS DE LA CASA BARROCA LA CONFESIÓN SANGRE EN EL ESCAPARATE DE LA PELUQUERÍA DOS NOVIOS EXTRAÑOS MISTERIO EN LA CASA BARROCA IR DE COMPRAS EL CORREO PERDIDO DEL SER LA HISTORIA DE UN MUCHACHO QUE NO HABLABA COMO LOS DEMÁS EL CUENTO DEL VECINO CORRUPTOR EL CUENTO DE LAS FLORES NOTA MISTERIOSA DEJADA EN EL BUZÓN VOLVER DE LO DESCONOCIDO RUIDOS EN LA HABITACIÓN CUENTO BREVE EL VICIO DE LA POESÍA LAVAR TÉCNICAS Y NUEVAS TÉCNICAS DEL MASAJE EL POSEÍDO LA MANO DELATORA LA IMAGEN 11 13 15 19 21 22 25 29 32 33 34 35 36 40 42 44 46 51 54 56 HISTORIAS DE VECINOS EXPULSADOS DE LA CASA BARROCA POR OBSCENIDAD CUESTIÓN DE NOMBRES CRÓNICA DE LOS POBRES AMANTES EL DESPERTAR LAS FLORES MARCHITAS UN SUEÑO SIN PALABRAS 61 65 66 70 72 73 ARCHIVO DE PAPELES DE LA COMUNIDAD DE VECINOS DE LA CASA BARROCA, GUARDADOS POR SI PROCEDE SU REVISIÓN EN EL FUTURO UN SUEÑO SIN FINAL EL CUENTO DE LA VERDAD DICEN QUE LA MUERTE ATASCÓ LA PUERTA DEL BAR EL JARDÍN SOLITARIO HAY AMORES QUE MATAN LA HISTORIA DE UNA VISIÓN EL VECINO VISIONARIO ENSAYO DE ORQUESTA UNA MALA EXPERIENCIA CON LA PUNTA DE LA LENGUA UNA HISTORIA DE INTRIGA EL PÉTALO LECCIÓN POÉTICA EL MALDITO RAMO BLANCO EL CONSTRUCTOR EL ANILLO MÁGICO DOS HISTORIAS EL CEPILLO DE DIENTES HAY AMORES QUE MATAN HISTORIA DE UN PREMIO LITERARIO LA PURIFICACIÓN 75 79 80 82 83 84 85 86 89 90 91 92 95 96 99 101 103 105 109 110 111 112 CUENTOS INMORALES DE LA TIENDA DE VESTIDOS DE NOVIA INTRODUCCIÓN LA MANCHA SECRETA LAS TECLAS NEGRAS DEL PIANO UN MORADO ALBARANES Y FACTURAS CANCELADAS UNAS FOTOGRAFÍAS RUIDOS EN EL BAR ESCÁNDALO EN EL AUTOBÚS COMODIDAD AMOROSA 117 121 123 124 126 128 130 132 134 VARIAS NOVIAS ÚLTIMO ACTO 136 137 CUENTOS GROTESCOS DE LA CASA BARROCA UN VESTIDO EN EL ESCAPARATE FATALIDAD LA CEREMONIA MÁGICA DE LOS REYES DE PERSIA HISTORIA DE UNA FOTOGRAFÍA RETOCADA EL CUENTO DEL AMANTE EFÍMERO LA CASA DE LAS FLORES EL MEJOR CUENTISTA DE LA ÉPOCA LOS PRIMEROS EXTRAVÍOS LA IMAGEN UN CASO SORPRENDENTE EL FINAL DE TODOS LOS CUENTOS UN PEQUEÑO INVERNÁCULO DE FLORES BLANCAS LA APARECIDA EL COMPRADOR DE FLORES LA DESAPARICIÓN TELA DE ARAÑA LA DENUNCIA DE LA VECINA LAS CAPAS DE LA CEBOLLA RESUMEN DE CUENTO GROTESCO / 1 RESUMEN DE CUENTO TRISTE / 2 EN UN TALLER DE ESCRITURA ACCIÓN TEATRAL EN LA OFICINA LA CONFESIÓN AMORES RIDÍCULOS... OTROS AMORES RIDÍCULOS, O LOS PELLEJOS DE LA POESÍA ESCOGE EL CUENTO QUE MÁS TE GUSTE 143 149 151 157 160 167 169 171 173 177 179 181 183 187 188 192 194 199 201 202 205 206 209 213 214 226 Impreso por emboscall. Marzo de 2015.