Los retos interpretativos del desarrollo regional a la vuelta del

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XII JORNADAS DE INVESTIGACIÓN
Revista Investigación Científica, Vol. 4, No. 2, Nueva época. Mayo - Agosto 2008
ISSN 1870-8196
Los retos interpretativos del desarrollo regional
a la vuelta del nuevo siglo
Arturo Burnes Ortiz
Unidad Académica de Economía
Universidad Autónoma de Zacatecas
E–mail: aburnes@uaz.edu.mx
Resumen
En la presente investigación de índole regional se plantean consideraciones
metodológicas y conceptuales en torno a los problemas que presenta el
proceso de construcción de nuestro objeto de estudio específico, un espacio y
un territorio que constituyen el sustento físico y material que da forma a la
interacción entre los diversos actores que concurren en ellos y que se expresan a
través de procesos económicos, políticos y sociales. En tal medida las acciones
y el pensamiento humano dan sentido al espacio y lo convierten en territorio
para adquirir los elementos necesarios en su desarrollo e integrarse mediante
estrategias eficientes al ámbito nacional e internacional, en cuyos circuitos
económicos y mercantiles se manifiesta una férrea lucha por los espacios en la
integración al mercado global que dicta el actual orden económico
internacional.
Palabras clave: Desarrollo regional, sociedad. mundialización.
Abstract
In the present regional research some methodological and conceptual
considerations are being presented with regards to the problems presented by
the process of construing our study subject, a space and a territory that make up
the physical and material basis that stapes the interaction among the different
factors and economic, political and social processes. In this measure the human
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actions and thoughts give meaning to space in order to acquire the necessary
elementsin its development and thus integrate efficient strategies with regards to
the national and international field, in which there is a hard race for spaces in the
integration to the global market which determines the new international
economic order.
El análisis regional y su significado
El de región es un concepto variado, multitético, de uso diverso, cuyo significado
se modifica por circunstancias de tiempo y lugar. Ello se evidencia por los
variados usos que le han dado las diversas disciplinas: la antropología tradicional
y la etnología hablan de áreas o regiones culturales para indicar la distribución
espacial de rasgos y patrones creados o usados por un grupo humano en una
cierta época u horizonte (así, se habla de una “personalidad regional”); para los
biólogos el concepto está unido al de núcleo ecológico o ecosistema: cómo un
grupo heterogéneo de seres vivos coexiste y se adapta en un territorio. Los
economistas regionalizan un país al dividirlo en espacios caracterizados por
formas de organización de los recursos y la población; el enfoque neoclásico,
incluso, con su teoría de la localización, pretende explicar las relaciones entre
población y recursos, entre zonas urbanas y rurales, campo y ciudad, a partir de
criterios de optimización. Para los planificadores es un espacio de aplicación de
estrategias de ordenamiento territorial en aras de remediar las desigualdades.
Los geógrafos utilizan el concepto en forma más versátil, al insistir en la
formación histórica de los territorios condicionada, pero no determinada, por
factores fisiográficos (Claude Bataillon): en el hombre el espacio no es
meramente categoría a priori de conocimiento, sino experiencia acumulada,
proyecto de cotidianeidad que puede continuarse o transformarse. Fueron los
2
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antropólogos sociales quienes mostraron empíricamente que el concepto de
espacio es socialmente creado porque es socialmente vivido.1
En México, la mayor parte de los estudios regionales realizados en esos años
tomaron como base las grandes unidades regionales constituidas por las
entidades federativas del país o por agrupaciones de ellas, lo cual constituye
una limitación para ciertos tipos de análisis, debido a la gran heterogeneidad
que aquellas presentan.2 Lo regional no equivale a lo estatal. Lo estatal
corresponde a criterios y divisiones político-administrativas, y lo regional apunta a
una integración de diversos factores de orden físico, social, económico y
cultural. Esta confusión tiene su origen en torno a la ambigüedad o falta de
acuerdo acerca del grado de objetividad –o viabilidad teórica- del concepto de
región. Bassols la define como “parte de un territorio estructurado en forma
objetiva y que no depende del arbitrio humano para existir”, aunque no pueda
definirla con límites exactos.3 Otros afirman que las regiones no existen realmente
y son un artificio del pensamiento humano para estudiar los diversos fenómenos
de la naturaleza y de la vida social:
Una de las cuestiones que quiero tratar aquí es que las regiones son hipótesis por
demostrar y que, cuando se escribe historia regional, se debería intentar hacer
justamente eso, demostrar tal hipótesis, antes que describir entidades antecedentes (…)
el concepto tiene una utilidad considerable para nosotros. Por cierto, de acuerdo con la
expresión de Claude Lévy-Strauss, las regiones son “buenas para pensar”.4
1
Guillermo de la Peña, “Los estudios regionales y la antropología social en México”, en: Pedro
Pérez Herrero (compil.), Región e historia en México (1700-1850). México, Instituto MoraUniversidad Autónoma Metropolitana, 1991, pp. 126-127.
2
Véase, por ejemplo, el trabajo de Fernando Zamora, Diagnóstico económico regional. México,
Secretaría de Economía, 1958, y el de Paul Lamartine Yates, El desarrollo regional de México.
México, Banco de México, 1962.
3
Angel Bassols Batalla, “La división económica regional de México”, en: Investigación
Económica, Vol. XXIV, Núm. 95. México, Facultad de Economía de la UNAM, Tercer Trimestre de
1964, p. 398.
4
Eric van Young, La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares de la
Nueva España, 1750-1821. México, Alianza Editorial, 1992, p. 430-431.
3
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El problema básico de toda regionalización es la delimitación de regiones,
cualquiera que sea el concepto de región que se utilice. Se trata de fijar límites
precisos a fenómenos que por lo general no presentan discontinuidades tajantes
y fácilmente discernibles, por lo que siempre habrá un área donde no sea
posible distinguir con claridad si la influencia es mayor hacia un nudo u otro, o
donde el o los factores determinantes del criterio de homogeneidad buscado no
se presenten con suficiente claridad. Lo que quiere decir que siempre habrá un
cierto grado de arbitrariedad al fijar los límites entre una y otra región,5 aunque
siempre es importante precisar a qué concepto regional se refiere el análisis, es
decir, el eterno problema de la definición de región. Algunos proponen la
división previa del espacio en regiones bajo criterios económicos y/o geográficos
estáticos. Otros piensan que es más adecuado definir centros de desarrollo,
cuya vocación, estructura productiva y capacidad de dirigencia pueden llevar
al máximo las posibilidades dadas por una particular estructura de los recursos y
los mercados existentes. En este caso las regiones se dividirían por el alcance de
las relaciones económicas que pueden generar dichos centros y en
consecuencia estarían sujetas a un continuo proceso de mutaciones y
adaptaciones recíprocas. Es claro que se trata de enfoques diferentes, pues
mientras que el primero estaría buscando más unidad de análisis, el segundo se
preocuparía fundamentalmente por la acción política.6
El concepto de región en su forma más útil es, dice van Young, “la
espacialización de una relación económica”.7 Aún con esta definición tan
sencilla, el autor plantea “tres razones” por las que “es aún necesario especificar
lo que entendemos por regiones antes de emprender su descripción para no
seguir tambaleándonos intuitivamente”. Primero, si se establecen algunas
definiciones teóricas a priori, terminamos explicando un fenómeno social erróneo
con referencia a las regiones; es decir, que si no sabemos lo que es una región a
5
Claudio Stern, Las regiones de México y sus niveles de desarrollo socioeconómico. México, El
Colegio de México, 1973, pp. 17-19.
6
Eduardo Neira Alva, “La regionalización de las políticas de desarrollo en América Latina”, en:
ILPES, Ensayos sobre planificación regional del desarrollo, op. cit., pp. 90-91.
7
Eric van Young, La crisis del orden colonial, op. cit., p. 431.
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lo largo del tiempo, será difícil usar el concepto como factor explicativo de
nuestro análisis. En segundo lugar, las comparaciones construidas en torno al
concepto de regionalidad se vuelven enredadas si no sabemos claramente qué
variables estamos comparando, o si aquellas que escogemos –ubicación de las
unidades de producción, estructura de mercado, recursos, etc.- no son
comparables. Finalmente, la regionalidad en sí misma es un concepto dinámico
cuyo estudio puede decirnos mucho sobre los tipos fundamentales del cambio
social en espacios definidos a lo largo del tiempo. Si no se tiene un modelo de lo
que comprende una región, ¿cómo se manejará convincentemente el cambio,
de otra forma que no sea más que descriptiva? ¿Cómo se puede empezar a
recolectar información para un estudio regional cuando no se ha analizado el
concepto de ciudad o región? Sería como anteponer el carro al caballo.8
En el análisis regional, sea el de la reconstrucción memoriosa del pasado –
por sus actores y cronistas- o la investigación rigurosa profesional –básicamente
en el ámbito académico-, la región es el objeto real de conocimiento y sujeto
de la historia, en tanto la unidad social es el pueblo, la comarca, el terruño…, en
donde se vive, socialmente, la regionalidad. La pregunta que se hace Young es:
¿cómo reconstruir esa sensación social y convertirla en materia de conocimiento
especializado? (Sabiendo que en esa reconstrucción la historiografía regionalista
ha perdido su encanto en tanto que ha ganado cientificidad académica). La
respuesta es doble. La región como objeto de estudio y como sujeto de estudio
es una invención, una construcción del imaginario científico, una “hipótesis por
demostrar”, dice Young, que encuentra en la sistematización de datos y
episodios la unidad de lo espacial, de lo cultural. De esta manera la historia y el
análisis regional se convierte en una disciplina. Sin embargo, lo diverso e inasible
de sus referencias conceptuales se refleja en sus resultados: “las regiones son
buenas para pensar” un problema y mostrarlo, pero nada más (p. 430).
Lo relevante del análisis regional, entonces, estriba en tomarlo como teatro
explicativo de problemas históricos que rebasan la peculiaridad para explicar y
8
Id., pp. 431-432.
5
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puede generalizar, resolviendo así la tensión entre la generalización y la
particularización,
ayudando
a
reconciliar
la
macroperspectiva
con
la
microperspectiva, lo exógeno con lo endógeno, las relaciones interregionales y
de conjunto. Dice Guillermo de la Peña que la nación es la historia de un tejido
inextrincable de etnia, política y economía, y la región es la expresión espacial
de tal tejido.9 Con palabras de Carol A. Smith: “Estoy a favor de la aproximación
regional a los problemas económicos, pues media entre las aproximaciones del
nivel local y las del macronivel, con lo cual se completan una y otra; permite la
conceptualización concreta de problemas económicos sistémicos; y presta
atención a las variables que no son económicas”.10 La crónica, en cambio, se
recompensa con el solo placer de la lectura, pero logra más una fusión
cohesionadora en el discurso político y cultural que en la investigación
académica. La originalidad de la definición de Young (nuevamente: “las
regiones son hipótesis por demostrar”) evita caer en el facilismo de ver regiones
donde no las hay, a pesar de que la tradición histórica o geográfica las
denominen como tal. Transitar por un sendero metodológico correcto implica
que el concepto región no se puede construir con base a una sola delimitación
disciplinaria, ni es tampoco un concepto inmutable: es un concepto histórico. La
estructura interna de la región constituye también una matriz para la
convergencia del espacio físico y social; el concepto de región “espacializa” las
relaciones económicas y el de clase social hace globalmente lo mismo,
sustituyendo la metáfora de espacio social por aquélla de distancias reales de
espacio físico, o sea, “relaciones de poder asimétricas dentro del sistema”.11
9
G. de la Peña, “Los estudios regionales y la antropología social en México”, op. cit., p. 130.
Carol A. Smith, “Sistemas económicos regionales: modelos geográficos y problemas
socioeconómicos combinados”, en: Pedro Pérez Herrero (compil.), Región e historia en México
(1700-1850). México, Instituto Mora-Universidad Autónoma Metropolitana, 1991, p. 41.
11
Id., pp. 434-435.
10
6
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Los retos actuales del análisis regional
El reto que afronta este trabajo con una mirada regional es múltiple. En principio,
se trata de cómo recuperar, en el análisis regional, el problema teórico de la
reelaboración de las relaciones entre la región y la nación. Si un problema
epistemológico central en la investigación es el de la relación sujeto-realidad,
entonces esta realidad de conocimiento tiene que ser construida de tal manera
que objeto y método se planteen en forma conjunta en el proceso de la
investigación. No se trata de “dejar hablar a la realidad”, que es la pretensión del
empirismo, ni tampoco caer en una sobreteorización que conduce a un
formalismo en el cual la realidad es “acomodada” en marcos teóricos rígidos
que no permiten aprehender a lo real en toda su complejidad. “Ignorancia y
bisantinismo son extremos”, dice O’Gorman, “pero los extremos se tocan”.12
Asimismo, si el conocimiento sólo puede ser planteado en forma de
preguntas (“el que no sabe lo que busca no sabe lo que encuentra”, dice el
dicho), el reto es cómo plantear el problema de la relación espacio-temporal a
nivel regional, de tal manera que sirva para delimitar los campos de observación
articulados. El primer momento de esta relación, desde el punto de vista de
nuestro objeto de estudio regional, es atender reflexivamente tanto a lo que los
diversos cuerpos teóricos pueden decirnos de nuestra problemática, como a la
forma en que dichos cuerpos teóricos han sido construidos. La investigación
social progresa metodológicamente a través de la síntesis, pero para que ésta
no sea ecléctica e inútil es menester agudizar la reflexión –que tampoco sirve de
mucho al margen de la investigación empírica. Síntesis y reflexión, investigación y
debate, ideas y hechos: tales son las bases de la nueva indagación regional que
se está construyendo; una construcción que no puede realizarse con base a una
12
Edmundo O’Gorman. Crisis y porvenir de la ciencia histórica. México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 2006 (edición original: 1947), p. 6.
7
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sola delimitación disciplinaria ni tampoco como un concepto inmutable: es un
concepto histórico.
Complementariamente, el análisis regional ayuda a resolver la tensión entre la
generalización y la particularización; reconcilia la macroperspectiva con la
microperspectiva, lo exógeno con lo endógeno, las relaciones intraregionales y
de conjunto, en una incesante dialéctica de ida y vuelta entre el ámbito general
y su expresión particular que evita el apriorismo modelístico así como el
pragmatismo positivista. Una aproximación regional en tal sentido media entere
las aproximaciones del nivel local y las del macronivel, con lo cual se completan
una a otra permitiendo la conceptualización concreta de problemas sistémicos
económicos y no económicos.13 Al mismo tiempo, ella permite cernir el carácter
potencial unificador –de colectividad y de difusión territorial- existente en cada
región, así como historiar la capacidad con que esa potencialidad es convertida
en acción política, cultural y económica y comprender cómo, atrás de la
escritura de lo nacional se encuentran, muchas veces borradas por las historias
oficiales, las escrituras regionales.
Un reto metodológico de la investigación social regional es afinar más el
concepto de lo regional; establecer sus diferencias con lo local, analizar si la
historia regional es igual a la microhistoria. Para algunos, la territorialidad podría
ser el elemento que marcara algunas desigualdades, pero la introducción de
variables sobre los alcances políticos y el impacto social es lo que puede
contribuir a encontrar las oposiciones, partiendo del acuerdo implícito que tienen
tanto la microhistoria como la historia regional para la nueva historiografía. 14
En la perspectiva del desarrollo, la importancia del enfoque regional -en
particular para países como México- está dado por la indagación que hace de
las regiones diferenciadas y de sus problemas peculiares sin perder la
13
Eric Van Young, La crisis del orden colonial, op. cit., pp. 430-431. Carol A. Smith, “Sistemas
económicos regionales: modelos geográficos y problemas socioeconómicos combinados”, op.
cit., p. 41.
14
Cfr. Carlos Martínez Assad, “Historia regional. Un apunte a la nueva historiografía”, en: Horacio
Crespo et al. El historiador frente a la historia. Corrientes historiográficas actuales. México, UNAM,
1999, p. 142.
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perspectiva nacional y, por ende, aplicar las medidas más eficaces
para
continuar o conseguir el desarrollo en ellas. La problemática del desempleo y
subempleo no puede resolverse por completo en escala nacional o local. Hay
que abordarla simultáneamente en escala regional, debido a la movilidad
limitada de la población y de los factores productivos dentro de los mercados
laborales
regionales
donde
pueden
determinarse
con
precisión
las
características de la oferta y la demanda de trabajo y establecer el equilibrio
entre ellas.
A raíz de la importancia, para el desarrollo, de la infraestructura y servicios, su
ubicación debe determinarse bien en las primeras etapas del desarrollo, lo que
no puede hacerse bien más que dentro de un amplio programa de desarrollo
regional, donde los proyectos se evalúen según su interdependencia. Un
ejemplo evidente de ello es la problemática de la migración, que no puede
abordarla cada ciudad por separado, sino con una base espacial más amplia
que incluya las zonas agrícolas de donde proceden mayoritariamente los
migrantes. La relación recíproca entre el desarrollo urbano y rural es un elemento
vital en este caso, y la separación de ambos aspectos resulta artificial.
Adicionalmente, este hecho subraya una vez más la importancia del desarrollo
regional como base para racionalizar y controlar la expansión desorbitada de los
núcleos urbanos. 15
Ahora bien, la diferenciación y aún oposición entre regiones –o sus
componentes sociales internos- no sustituye las contradicciones de clase
sustentadas en la expansión del sistema capitalista. Ambos tipos de oposiciones
se combinan en formas cuya descripción, comprensión y análisis se plantean
como problema para el investigador (de lo) regional. La oposición de clase
también tiene una dimensión espacial; si existe un sistema regional de clase –
explicado en última instancia por la operación principal de mecanismos
regionales como la hacienda, la ciudad mercado, la unidad minera…- cada
15
ILPES, Ensayos sobre planificación regional del desarrollo. México, Siglo XXI Eds., 1976, pp. 2628.
9
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clase puede definir su región en términos diferentes.16 Yendo más allá (y en la
perspectiva de las políticas de desarrollo regional): se deben tomar en cuenta no
sólo los sistemas clasistas de explotación y aún el hecho, en muchas situaciones,
de la explotación interétnica, sino también los sistemas de explotación
interregional o colonialismo interno (Pablo González Casanova dixit). Ninguno de
estos sistemas es independiente de los demás. Los efectos de la succión de
recursos de todo tipo de una región (la “política de ordeña” a que se refiere
Miguel Wionczek)17 sin la debida compensación, repercuten con mayor fuerza
sobre la explotación de las clases y de los grupos étnicos dominados.18
En definitiva, la complejidad y los cambios de la sociedad contemporánea,
en particular a partir de las dos últimas décadas del siglo XX impactan en el
rumbo y las tendencias de la investigación y del análisis regional. Un hito lo
constituyó la aparición de la teoría de desarrollo “desde abajo hacia arriba” y el
libro de Stöhr y Taylor, cuyos elementos fundamentales son los siguientes:19 a)
creación de empleos a través de la satisfacción de las necesidades regionales;
b) actividades residenciales como clave del crecimiento; c) provisión de la
infraestructura e instalaciones comunitarias modernas que sirven para la región;
d) importancia crucial de la red bien desarrollada de instituciones de apoyo
comunitario dentro de la región; e) educación comunitaria y valores territoriales;
f) control territorial de la economía regional: descentralización, escala pequeña y
control local; g) reconsideración del papel de los recursos naturales en el
desarrollo económico regional. Hagamos hincapié en que este tipo de
consideraciones fueron la base de la idea de que el desarrollo se realiza en las
16
Guillermo de la Peña, “Los estudios regionales y la antropología social en México”, op. cit., p.
161.
17
Miguel Wionczek, El nacionalismo mexicano y la inversión extranjera. México, Siglo XXI Eds.,
1967.
18
Cfr. Ángel Palerm, “Ensayo de crítica al desarrollo regional en México”, en: David Barkin
(compil.). Los beneficiarios del desarrollo regional. México, SEP, (SEPSETENTAS, 52), 1972, p. 17.
19
Walter B. Stöhr and D. R Fraser Taylor (eds.), Development from Above or Below? The Dialectics
of Regional Planning in Developing Countries. John Wiley and Sons, Chichester, 1981. Apud
Riszard Rósga, “Alternativas teóricas y metodológicas para el análisis regional. Nuevos campos
del análisis regional en los años ochenta y noventa”, en: Salvador Rodríguez (coord.), El desarrollo
regional en México. Antecedentes y perspectivas. México, UNAM/UAQ/AMECIDER, 1998, p. 76.
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localidades o comunidades concretas, y que son ellas la condición previa para
su realización.
Se contemplan asimismo elementos antes marginados en el análisis regional,
tales como lo político-social, la globalización y sus determinantes y las nuevas
políticas económicas restrictivas, es decir, el conservadurismo económico, el
neoliberalismo monetarista, que irrumpe al calor de la crisis y las políticas
reestructuradoras consiguientes. La conciencia y el conocimiento cada vez
mayor en torno al impacto del factor ambiental sobre el desarrollo regional y
local llevan a la reivindicación de la preservación del medio ambiente mediante
la utilización racional de los recursos naturales. Surge así la visión de desarrollo
sustentable, es decir, un desarrollo “que satisfaga las necesidades del presente
sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las
propias”.20
Se reivindica el papel estratégico del Estado, sin caer en la estatolatría: el
Estado desempeña un importante papel en el desarrollo económico y sus
funciones variadas son en la actualidad más importantes que nunca,
particularmente en la política social a través de las inversiones en salud,
educación y otras formas de inversión social. Ello contradice la opinión de la
teoría neoclásica, que confía fundamentalmente en el mercado y en el
crecimiento para lograr erradicar la pobreza y conseguir mejoras en el bienestar
material. El crecimiento es una condición necesaria para salir del subdesarrollo,
pero no es suficiente. Precisamente cuestiones como la diferencia de género, la
preservación del medio ambiente y aun el concepto de desarrollo humano
(ligado al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la publicación
anual del Informe de desarrollo humano) se encuentran en la agenda de
muchas propuestas económicas que toman su distancia respecto a aquellas de
los neoclásicos.
Tal deslinde se vuelve inevitable a partir de que este último enfoque implica
un proceso de cambio en el cual la explotación de los recursos, la dirección de
20
Riszard Rózga, op. cit., p. 83.
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las inversiones, la orientación del desarrollo tecnológico y el cambio institucional,
están todos en armonía y fortalecen tanto el potencial económico futuro, para
satisfacer las necesidades y las aspiraciones humanas. Esta percepción
compleja visualiza la estrecha vinculación entre el medio ambiente y el
desarrollo socioeconómico, factores que no pueden considerarse de forma
aislada ante la necesidad de encontrar el nexo óptimo entre el desarrollo y el
mejoramiento del medio habitado por el hombre.21
La importancia del análisis regional le viene de una doble vertiente: a) el
conocimiento de la complejidad y multidimensionalidad de la estructura social,
lo que exige una delimitación articulada de lo real, y b) la racionalización en el
desarrollo económico y social. Ambos niveles se encuentran íntimamente
ligados, ya que el conocimiento de la estructura de una sociedad (que se
planta y desarrolla en un territorio específico) es un precedente indispensable
para planear su desarrollo. Ya Claudio Stern planteaba, a principios de los años
1970, que el “espacio ecológico”, como uno de los factores que condicionan el
espacio social, no es un fenómeno externo que se imponga al comportamiento
humano, sino una dimensión de la sociedad misma, un área donde las
relaciones humanas tienen lugar.22 Ahora bien, cualquier esfuerzo por dilucidar la
dinámica de la realidad conlleva necesariamente la delimitación de lo real
como construcción lógica que refleje los diversos niveles de concreción de la
realidad, desde los cuales es posible su reconstrucción; esfuerzo de
reconstrucción que plantea dos exigencias:23 a) La exigencia epistemológica,
que lleva a entender la realidad y sus características (movimiento, articulación y
proceso) concibiéndola como totalidad. Ello implica cuestionar no solo aquello
que se observa sino la manera en que se lo observa. b) La exigencia
21
Carlos Berzosa, “El concepto de desarrollo en el siglo XX”, en: Leticia Campos (coord.), La
realidad económica actual y las corrientes teóricas de su interpretación. México, UNAM-IIEc,
2002, pp.545-546. Riszard Rózga, p. 84.
22
Claudio Stern, Las regiones de México y sus niveles de desarrollo socioeconómico. México, El
Colegio de México, 1973, p. 11.
23
Alfonso Corona, “Conceptualización y métodos de las ciencias regionales”, en: Salvador
Rodríguez (coord.). El desarrollo regional en México. Antecedentes y perspectivas. México,
UNAM/UAQ/AMECIDER, 1998, pp. 64-65.
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metodológica, que plantea el desarrollo de una lógica de construcción de las
relaciones entre el sujeto y la realidad; es decir, la construcción del objeto
regional de estudio.
Tales exigencias se traducen, en nuestro caso, en el planteamiento de un
cuerpo problemático a partir del cual sometemos a la realidad que se nos
presenta como tema a una serie de interrogantes, unificadas bajo la
preocupación inicial de que partimos, y que se convierte en el ángulo de análisis
de nuestro problema. Es decir, el enfoque a partir del cual se posibilita la
reconstrucción de la especificidad del problema, y a partir de esta última, su
articulación con otros niveles de análisis. En esta perspectiva, el ciclo (tiempo) y
la región (ámbito espacial de las relaciones sociales) dotan al problema de
caracteres propios. Una tercera dimensión de análisis presente en el
ámbito/problema regional es lo económico-social, es ella la que define la
especificidad del problema. El referente temporal permite relacionar lo concreto
o particular (región/localidad) con lo general (el sistema económico-social
nacional), y el presente (la coyuntura) con el pasado (historia regional) y con las
posibilidades abiertas en el tiempo como “tendencias” o formas en que el
fenómeno que es puede ser. El espacio, en su unidad y su complejidad, no
como un espacio indiferente entregado a las mediciones de un geógrafo o las
elucubraciones economicistas, sino un espacio vivido, creado, continuamente
transformado, “significativo”, organismo vivo y siempre en reestructuración.24 Si la
región se considera, por ende, como un proceso, como la dimensión espacial
de una relación económico-social -de acuerdo a la clásica definición de van
Young-,25 no basta considerarla como un objeto preconstruido y a priori
delimitado, y se impone asimismo trascender la mera descripción, para llegar a
entender los elementos, formas y procesos que la constituyen como tal.
Hay un ámbito de la historiografía moderna que se interesa por el estudio de
las regiones, en el marco de lo que los historiadores llaman historia regional que
24
25
Id., p. 58.
Eric van Young, La crisis del orden colonial, p. 431.
13
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implica la combinación de tiempo y espacio. Como se verá, la región se
percibe aquí no como una mera superficie geográfica o sección del territorio
regional, sino también como un ámbito unificado por procesos históricos
particulares experimentados por la población de la zona. Esto significa que se
puede dividir el todo, es decir, regionalizar el territorio nacional. Ello puede
hacerse a partir de las características naturales que marcan los desarrollos
históricos singulares de una región o mediante la división de tal territorio en
unidades políticas tales como estados y provincias implicadas en una estructura
federal con definiciones legislativas. Pero aún estas divisiones administrativas y
territoriales en la forma de segmentos formales son el resultado de historias
políticas específicas y de demarcaciones fronterizas heredadas del pasado.
El espectro de criterios que están en la base de la regionalización ha dado
lugar a incisivos e interminables debates geográficos, políticos, culturales,
históricos y demográficos en torno a cuestiones como las siguientes: la forma en
que se puede determinar el factor unificador de una región para así definirla con
propiedad; cuál es la importancia diferenciada de las regiones en la historia de
una nación; con qué pertinencia pueden los historiadores y en general la
investigación social definir la región y aún justificar su historia como algo
significante para la comprensión del todo, y a la inversa: cómo una
regionalización específica puede olvidar procesos históricos y fenómenos inter e
intrasectoriales, que importan para el caso del análisis de los ciclos económicos.
El problema es, pues, cómo entender a la región y a la relación dialéctica
entre lo local y lo global, teniendo presente que la discusión no es tan sólo
teórica pues está anclada en la realidad y sus cambios. El mundo ha cambiado
y la mirada sobre él parte de un mirador renovado que exige nuevas tipologías.
En conclusión, si bien ya no hay grandes paradigmas como en el pasado, o la
confrontación de paradigmas excluyentes o la búsqueda de un paradigma
único, la teoría sigue siendo necesaria para explicar las causas del subdesarrollo
y su impacto regional, lo que implica una mayor diversificación temática e
investigativa y si el diagnóstico es acertado surgen propuestas para encontrar
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salidas a las dificultades, las cuales no provienen tanto de las elaboraciones de
los economistas como del resto de las ciencias sociales, donde predominan las
teorías de alcance medio que recurren a fuentes diversas y revitalizan el uso de
la historiografía en aras de la descripción, análisis e interpretación de procesos
específicos para abordar la realidad desde una parte de ella.26 Y en el ámbito
del desarrollo regional el aterrizaje de la problemática se realiza a través de su
corte espacial que es la región.
Con el telón de fondo de estructuras económicas, políticas y sociales
basadas en la desigualdad, el poder y la sujeción, impedimento para alcanzar
la justicia social, con equidad y democracia, la investigación social, desde el
mirador de América Latina, ha logrado una mayor comprensión del
funcionamiento de sus economías y avanzar en la formulación de propuestas
claves y viables para vencer las limitaciones. Aunque lo avanzado parezca poco
e insatisfactorio para el desempeño de nuestra profesión de economistas
preocupados por el subdesarrollo y convencidos que puede haber otro tipo de
desarrollo, que no se reduce al mero crecimiento económico: no habrá
desarrollo genuino si no se hacen ciertas preguntas clave y se contestan
concretamente: por un lado, desarrollo económico por quién, para quién y
cómo. Por el otro, preguntarse sobre las posibilidades de un desarrollo
alternativo, de otro desarrollo: uno orientado a las necesidades nacionales, con
plena autonomía nacional; que sea autosuficiente (lo que implica un
mecanismo
de
crecimiento
endógeno),
ecológicamente
solvente
e
inevitablemente basado en transformaciones estructurales, sin las cuales ninguna
de las metas señaladas podría ser alcanzada.
26
Cfr. Hélgio Trindade (coord.), Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva
comparada. México, Siglo XXI Eds., 2007, pp. 51-52.
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