Prof. Lic. Alexandra Navarro (UNLP – CONICET (sede ISHIR CESAL - Tandil)) Palabras clave: representaciones sociales – alteridad – prácticas Correo electrónico: alexandra.navarro@conicet.gov.ar ÁREA DE INTERÉS: Sujetos, Identidades y Culturas RESUMEN La ponencia a presentar será un primer avance de la investigación que estoy desarrollando como becaria de CONICET. La misma se titula: “Comunicación y relaciones de poder entre lo humano y lo animal desde una perspectiva histórica. Imágenes, representaciones, simbolismos, lenguajes y prácticas sociales en la cultura latinoamericana”. La inquietud por conocer cómo impacta en la cultura actual la valoración y significado que históricamente se le ha dado a la vida animal, proviene de las actuales prácticas sociales instituidas e instituyentes vinculadas a la vida animal. Prácticas donde la lucha por la conservación y protección de la vida se mezcla, sin pudor, con prácticas como la zoofilia y el exterminio por deporte. Las prácticas sociales pueden vislumbrarse como el espacio donde los sujetos muestran diferentes modos de relacionarse con el orden institucional y cultural, y estos modos de relación configuran también su subjetividad y nuevas prácticas con iguales o diferentes significados. El abordaje comunicacional de este tema, se centrará en abordar los significados instituidos en esta relación ser humano-animal y lo humano-lo animal, y su pugna con los sentidos instituyentes, prestando especial atención a las representaciones y las prácticas sociales existentes a través del tiempo en diferentes culturas latinoamericanas. Es en estas prácticas, en las significaciones y representaciones sociales a través del tiempo, que se pretende poder rastrear cuáles son los antecedentes de las actuales relaciones y resignificaciones que tiene el animal y lo animal en la cultura, que (des)habilitan prácticas sociales, y negocian todo el tiempo espacios de poder con lo humano. Aproximaciones a las representaciones sociales latinoamericanas relacionadas al vínculo ser humano-animal y su impacto en las prácticas sociales Esta ponencia es un primer avance sobre la investigación que estoy desarrollando como becaria de CONICET. La misma se titula: “Comunicación y relaciones de poder entre lo humano y lo animal desde una perspectiva histórica. Imágenes, representaciones, simbolismos, lenguajes y prácticas sociales en la cultura latinoamericana”. En esta instancia, presentaré el planteo general de mi propuesta y algunos posicionamientos teóricos sobre los cuales estoy trabajando. Esta oportunidad de compartir mis ideas me permite ante todo poder pensar con otros sobre este tema. Como objetivo general de la investigación, planteé comprender la relación ser humano-ser animal y lo humano-lo animal a lo largo de la historia latinoamericana, a fin de analizar la comunicación y las relaciones de poder que las culturas han construido a lo largo del tiempo. Para ello, propuse realizar una indagación de carácter exploratorio, tomando las culturas originarias de América Latina, pasando por el período de la modernidad hasta los tiempos contemporáneos, explorando imágenes, representaciones, simbolismos, lenguajes y prácticas sociales. Aunque el recorte temporal sea muy extenso, estoy trabajando actualmente en la decisión de los recortes de época que voy a analizar. La inquietud por conocer cómo impacta en la cultura actual la valoración y significado que históricamente se le ha dado a la vida animal, proviene de las actuales prácticas sociales instituidas e instituyentes vinculadas a la vida animal. Prácticas donde la lucha por la conservación y protección de la vida se mezcla, sin pudor, con prácticas como la zoofilia y el exterminio por deporte. Las prácticas sociales (hegemónicas, emergentes o residuales) pueden vislumbrarse como el espacio donde los sujetos muestran diferentes modos de relacionarse con el orden institucional y cultural dado (interacciones armónicas, ambiguas, de complicidad, de oposición, de disidencia), y estos modos de relación configuran también su subjetividad y nuevas prácticas con iguales o diferentes significados1. El abordaje comunicacional de este tema, se centrará en abordar los significados instituidos en esta relación ser humano-animal y lo humano-lo animal, y su pugna con los sentidos instituyentes, haciendo énfasis en las interacciones, los movimientos, las resignificaciones, las representaciones y las prácticas sociales existentes a través del tiempo en diferentes culturas latinoamericanas. Es en estas prácticas, en las significaciones y representaciones sociales a través del tiempo, que se pretende poder rastrear cuáles son los antecedentes de las actuales relaciones y resignificaciones que tiene el animal y lo animal en 1 Proyecto de Investigación “Representaciones Temporales y Prácticas Sociales: Invariancia o Cambio”. Programa de incentivos –SPU / Ministerio de Educación de la Nación – Acreditado - Facultad de Periodismo y Comunicación Social U.N.L.P. Código P/146. (Soy integrante de dicho proyecto). la cultura, que (des)habilitan prácticas sociales, y negocian todo el tiempo espacios de poder con lo humano. Así, inscribo este proyecto en la perspectiva de los Estudios Culturales, ya que focalizarme desde esa corriente me permitirá revisar y abordar mi objeto-problema en clave de comunicación/cultura, ya que parto del presupuesto de pensar esta relación como indisociable. La totalidad de las prácticas sociales están investidas, configuradas por esta relación, y son el espacio donde los sujetos y los grupos se vinculan con el orden establecido, en su dimensión política, cultural e institucional. Este proyecto es comunicacional porque pretende abordar los procesos y dinámicas de la producción de sentidos insertos en la cultura, situados contextual e históricamente, que impactan en las prácticas sociales y que implican también disputas por el sentido que no van en una única dirección. Estas prácticas y representaciones en relación a la vinculación ser humano-animal, para ser comprendidas, intentarán ser reconocidas en una primera instancia en su configuración residual, emergente o hegemónica. De esta manera, el análisis se centrará en los significados instituidos e instituyentes que se configuran en estas representaciones, haciendo énfasis en las interacciones, las resignificaciones, y las prácticas sociales que (des)habilitan, ya que es en estas prácticas, en las significaciones y representaciones sociales construidas por diversas organizaciones y grupos que se pretende poder analizar las actuales relaciones, resignificaciones y valorización que tienen los animales en la cultura. ¿Por qué trabajar con representaciones sociales específicamente como método principal de (re)conocimiento? Porque las personas conocen la realidad que las rodea mediante explicaciones que extraen de los procesos de comunicación y del pensamiento social, y que reelaboran a partir de sus marcos de referencia y contextos específicos. Esta “reelaboración” puede entenderse como la construcción que las personas hacen del mundo en que viven a partir de comprenderlas como productoras de sentidos (tal como lo propone la comunicación). El análisis, entonces, de las representaciones sociales, focaliza en las producciones simbólicas, en los significados y en el lenguaje a través de los cuales esa construcción es posible. Las representaciones sociales sintetizan esas explicaciones que menciono más arriba, y esas construcciones de mundo que realizan las personas, haciendo referencia en consecuencia a un tipo específico de conocimiento que juega un papel crucial sobre como la gente piensa y organiza su vida cotidiana: el conocimiento del sentido común2. El sentido común es, en principio, una forma de percibir, razonar y actuar (Reid 1998). El conocimiento del sentido común es conocimiento social porque está socialmente elaborado. El abordaje de las representaciones sociales posibilita entender la dinámica de 2 Umaña, Sandra Araya. Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión. Cuaderno de Ciencias Sociales 127. FLACSO, Sede Académica Costa Rica. Octubre, 2002. las interacciones sociales y aclarar los determinantes de las prácticas sociales, pues la representación, el discurso y la práctica se generan mutuamente3 Nicholas Saunders (1996) plantea que: “[…] en el mundo moderno, el animal es lo otro de la conciencia y libertad humana. Los animales son percibidos como ‘inferiores’ al hombre. Incapaces, por tanto, de estar cerca del Ser, del espacio de una verdad objetiva”. Con este parámetro, muchas veces al ser humano más infame, verdugo de otros seres humanos, se lo retrata como “bestial” o “no humano”. ¿Qué se puede decir entonces de la manera como los humanos tratan a los animales? “En las sociedades occidentales todavía no estamos a la altura de la vida que comparten los humanos y los no humanos en las sociedades autóctonas”, dice Elizabeth Roudinesco4. Siguiendo esta línea, Saunders señala que: “[…] en las culturas arcaicas, por el contrario, el animal es en muchos casos ‘superior’ a lo humano en tanto que es capaz de comunicarse con los dioses o ser la forma de manifestación o encarnación de la divinidad misma. La mayoría de las culturas vincularon a los animales con las fuerzas sobrenaturales que, según creían, no sólo controlaban el mundo natural, sino el destino de los humanos. En la mayoría de las mitologías aparecen seres reales y fabulosos convertidos en emblemas sagrados de los dioses.” Así, Saunders también señala que las civilizaciones precolombinas de América Central y del Sur representaron a los dioses con la piel del jaguar como vestimenta sagrada, y tanto los gobernantes mayas como los aztecas veneraron al gato en tanto protector divino de la realeza. Es importante señalar en esta instancia, que las representaciones sociales pueden rastrearse sobre lo actual, y también sobre el pasado si hay sobrevivientes para contarlo. Por ello, al momento de trabajar sobre representaciones de pueblos originarios, trabajaré no sólo con relatos extraídos de la realización de entrevistas pertinentes a representantes de esas comunidades acerca de lo que aún conserven sus culturas de vinculación con lo animal o con animales, sino también con mitos latinoamericanos. Armando de Magdalena, en su libro “Los hombres primeros” plantea que el mito sobrevive como realidad, como relato y como estructura del pensamiento en los pueblos originarios de todo el continente. Los mitos implican cosmovisiones, implican símbolos que las expresan, implican una historia de los pueblos a las que pertenecen, implican direccionalidad del pensamiento (lineal o circular, material, espiritual, o ambos), contienen “mandatos”, pautas, formas de organización, códigos, tabúes, arquetipos, analogías y actitudes psíquicas. El mito como estructura de pensamiento en América es una realidad que atraviesa de manera transversal toda nuestra cultura (entendida como la conciencia que los pueblos tienen de sí mismos). El grado de participación en esa estructura tiene que ver con los 3 Abric, Jean Claude. Metodología de recolección de las representaciones sociales. En Practiques sociales et Représentations. Traducción al español por José Dacosta y Fátima Flores. Prácticas Sociales y Representaciones Sociales. Ediciones Coyoacán, México. 2001 4 Roudinescou, Elizabeth, Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos, Bs. As., Anagrama. 2006. diferentes actores interculturales que están comprendidos, tanto por la afirmación o la negación, en “lo americano” y esto hace que un mismo hecho sea percibido de manera diferente por cada uno de ellos. (…) el mito es (…) un relato que hace revivir una realidad original y que responde a una profunda necesidad religiosa, a aspiraciones morales, a coacciones e imperativos de orden social, e incluso a exigencias prácticas. En las civilizaciones primitivas el mito desempeña una función indispensable: expresa, realza y codifica las creencias; salvaguarda los principios morales y los impone; garantiza la eficacia de las ceremonias rituales y ofrece reglas prácticas para el uso del hombre. El mito es, pues, un elemento esencial de la civilización humana (…) Todos estos relatos son para los indígenas la expresión de una realidad original, mayor y más llena de sentido que la actual, y que determina la vida inmediata, las actividades y los destinos de la humanidad. El conocimiento que el hombre tiene de esta realidad le revela el sentido de los ritos y de los preceptos de orden moral, al mismo tiempo que el modo de cumplirlos. (Bronislav Malinowsky, en “Magia, Ciencia y Religión”, citado por Armando de Magdalena en “Los Hombres Primeros”, 2008) Explica Julio Moreno5 que los mitos tienen la propiedad de contener información que, en general, se puede demostrar que resulta de gran utilidad para la comunidad en la que circula. Está referida a descubrimientos sobre leyes naturales y sociales, o contiene reglamentos estabilizadores de un orden social necesario. Al ser el mito pensado, comprendido y analizado de esa manera, afirmando que es una estructura que cambia de personajes, cambia de escenario, cambia de situaciones, pero conserva de manera invariable su sentido y significado, es que podemos tomarlo como una guía, un mapa de representaciones latinoamericanas donde leer la vinculación que se consideraba entre seres humanos y animales, y la relación existente entre ellos. El relato mítico, como lo señala LéviStrauss6, es particularmente estable e inmune a las deformaciones o interpretaciones individuales que suscite. ¿Se trató el tema del animal y lo animal de la misma forma en todas las culturas latinoamericanas? ¿Se significaban de igual manera? Explorando estas prácticas y representaciones sociales a través de la historia, quizás sea posible encontrar espacios relacionales de conflicto y poder, pero también de continuidad entre prácticas sociales pertenecientes a campos culturales distintos. Según el investigador bíblico Sergio Fuster, una de las cuestiones que tuvieron peso en la diferenciación del ser humano con los animales (en occidente) es que fueron creados con una constitución valorativa diferente: el relato bíblico de los orígenes plantea una brecha 5 6 Moreno, Julio. Ser Humano: la inconsistencia, los vínculos, la crianza. Editorial Letra Viva. Buenos Aires, 2010. Levi Strauss, C. Antropología Estructural. Cap. “La estructura de los mitos”. Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1955. abismal entre la bestia y el hombre ideal: “Esto acontece en el quinto y sexto día respectivamente. Las escrituras los clasifican como: los animales terrestres (domésticos y salvajes), las criaturas voladoras y los monstruos marinos (Hab.Tamin, del caldeo Tiamat). Su función, entre otras, era ser subyugados, domesticados para servir a los propósitos humanos”.7 Además, es imprescindible señalar que en la Biblia “el simbolismo del producto humano como parte integrante de la imagen divina, no animal, en el caso de la configuración monoteísta, es patente”. Aunque en algunos párrafos bíblicos puede reconocerse cierto reconocimiento al trato compasivo hacia los animales, siempre la vida humana está por encima y la vida animal al servicio de su bienestar y sus intereses. Sin embargo, el relato bíblico sólo es mencionado en esta investigación como material que ciertamente ha configurado ciertas prácticas sociales y preconcepciones sobre el tema a lo largo de la historia. No será tomado como una fuente de investigación debido a que el recorte es a Latinoamérica y no a una mirada occidental sobre la temática (aunque sí serán tomados relatos bíblicos latinoamericanos como el Popol Vuh para hacer un rastreo sobre el tema). Pensar en lo latinoamericano como identidad es tener en cuenta que el medio cultural en que viven las personas, el lugar que ocupan en la estructura social, y las experiencias concretas con las que se enfrentan a diario influyen en su forma de ser, su identidad social y la forma en que perciben la realidad social (Umaña 2002) Pensando en la vinculación entre seres humanos y animales, es la Filosofía quien ha desarrollado más teorías sobre el tema. El filósofo Peter Carruthers, defiende una posición contractualista en lo que se refiere a otorgarle algún tipo de entidad moral a los animales (como decir que tienen derechos, o deben ser respetados por lo que en sí mismos significan), algo que indefectiblemente haría replantearnos nuestra vinculación con ellos. Su principal argumento es que no se puede asignar derechos morales a los animales porque no son agentes racionales, por lo cual, cualquier deber hacia ellos es de naturaleza indirecta: surgen por una parte del respeto de los sentimientos de quienes se interesan por los animales y por la otra de las virtudes o los defectos de nuestro carácter que revela la forma en que los tratamos8. Desde esta posición, si para el bienestar de una persona se necesita el sufrimiento de uno o varios animales, es válido. De hecho, este autor defiende la postura de que no hay razones morales para prohibir la caza, la cría industrial o la experimentación de laboratorio con animales, habida cuenta de que al no ser agentes racionales, carecen de entidad moral. Menciona dos razones indirectas posibles para prohibir las prácticas mencionadas, una relacionada con las cualidades morales que revelaría el carácter de las personas que las practican (pero enseguida ratifica que esa importancia es mínima, ya que no se puede comprobar que el que no los conmueva el sufrimiento animal los deja indiferentes frente al 7 Albright, "Midranite Donkey Caravans" 156 pp. 62-64. cit. por Fuster, El simbolismo…op. cit. Carruthers, Peter. La cuestión de los animales. Teoría de la moral aplicada. Editorial de la Universidad de Cambridge. Gran Bretaña, 1995. Pág. 229. 8 sufrimiento humano). Y la otra razón se relaciona con las posibles ofensas que ocasionen a quienes se interesan por los animales; donde la explicación que da por la cual esto tampoco debería tenerse en cuenta es muy sugerente: este motivo no es suficiente, habida cuenta de los costos morales que entrañaría extender y promover los sentimientos de compasión por los animales9. Costos relacionados no solamente con lo que implica esforzarse por el bienestar de un animal, sino por los costos pecuniarios de lo que significa decidir no tomar por el camino sencillo (adquirir máquinas que eviten la experimentación de ciertos cosméticos en animales es costoso, pero posible. Ahora, ¿existe la voluntad de hacer esa inversión, si puedo sostener que los animales no tienen entidad moral, por lo cual, puedo experiementar libremente con ellos?), sosteniendo una teoría que al final prácticamente desemboca en decir que los animales ni siquiera experimentan dolor (a través de la cual se puede sustentar cualquier práctica cruel o violenta). Sosteniendo la idea de Carruthers de que los animales no tienen derechos, pero en otra línea está Christian Ferrer, filósofo y sociólogo argentino. “Podemos postular la existencia de una profunda equivalencia entre todas las especies animales, aunque cada especie –incluido el hombre- posea características específicas. El atributo distintivo de la especia humana es la invención de la historia y de la reflexión (o la conciencia). Estas peculiaridades, exclusivamente humanas, explican por qué los animales, efectivamente, no tienen derechos”10. Sin embargo, Ferrer propone que aunque quizás los animales no puedan ser titulares de derecho, el hombre bien podría reclamar el derecho a no maltratar a otras especies11. Desde esta perspectiva, el autor propone: “se comprende que defendamos la integridad del animal como especie, no por un capricho sentimental, sino porque la corrección de la conducta humana cruel hacia el animal significa promover en el hombre su propia dignificación (…) Lo que se cuestiona es el proyecto mismo de dominación de la naturaleza promovido por el pensamiento técnico y la racionalidad científica clásica pues, como Murray Bookchin lo ha fundamentado admirablemente en Ecology of freedom, la voluntad del dominar a la naturaleza es consecuencia únicamente del dominio del hombre por el hombre. Una diferente amistad entre humano y animal sirve también para modificar en la propia vida cotidiana las bases de un sistema de dominación mundial” Por otra parte, Carruthers expone, contrapuesta a la idea del contractualismo, la concepción rectora de la tradición filosófica utilitarista; que básicamente consiste en que la moral es el conjunto de decisiones que tomaría un observador benevolente e imparcial, es decir, un observador que fuera consciente de todos los intereses conflictivos que se plantean en una situación determinada, así como de las consecuencias que tendrían para esos intereses las diferentes decisiones que se tomaran, y que comprendiera por igual la situación 9 Ídem, Pág. 231. Ferrer, Christian. “Animals! Los derechos humanos del animal, o viceversa”. Revista nueva Sociedad Nro 115. SetiembreOctubre 1991, pp 40-47 11 Ídem. 10 de todas las partes en conflicto12. Es decir, es la perspectiva que asumiríamos si fuéramos enteramente conscientes de todas las consecuencias de nuestras acciones y nos conmoviéramos por igual de la situación de todos los individuos afectados. El principio fundamental del utilitarismo es que deberíamos producir con nuestros actos la mayor utilidad general posible (…) Pues sólo un observador realmente imparcial hará el bien sin mirar a quién, y siendo benevolente procurará hacer el mayor bien posible13.Vale la pena aclarar que tanto esta concepción rectora (del utilitarismo) como la del contractualismo, son construcciones imaginarias. En esta tradición filosófica, Carruthers ubica a Peter Singer (aunque este autor no se ubique a sí mismo explícitamente allí), autor que trabaja defendiendo los derechos de los animales, quien desarrolla como uno de sus principales argumentos que la discriminación por motivos de especie es condenable porque se funda en distinciones que no revisten importancia moral. Una política que menospreciara o pasara por alto los intereses de los animales se opondría al principio de consideración igualitaria, pues sin duda se basaría en las diferencias entre los animales y los humanos en cuanto a la especie, la apariencia o la inteligencia, características que carecen de importancia moral14. Expone Carruthers: La conclusión que extrae Singer de este tipo de consideraciones es que excluir a los animales del principio de consideración igualitaria de intereses no tiene justificación moral. Como las diversas características que nos diferencian de los animales –la especie, la apariencia y la inteligencia- no tienen importancia moral, los intereses de los animales deberían contar tanto como los nuestros. El dolor es dolor independientemente de quien lo sienta, y reviste la misma importancia moral en todos los casos. El argumento de este autor parte de un principio de consideración igualitaria de intereses: en toda situación habría que considerar de igual manera los intereses de todos los afectados15. Volviendo al enfoque del observador benevolente e imparcial, no habría razón para considerar que los intereses de los animales son menos importantes que los de los seres humanos, ya que el que un agente sea racional o pertenezca a una u otra especie tampoco tendría importancia moral. Las únicas características importantes son la capacidad de experimentar dolor y placer y la capacidad de desear. Para el utilitarismo, los límites de las consideraciones morales coinciden con los de la capacidad de sentir. Si los animales son capaces de sufrir, obviamente les interesa evitar el sufrimiento16. Considerar de igual manera todos los intereses implicados nos demandará respetar por igual los sufrimientos de todos los seres capaces de sentir. Así, desde el utilitarismo, la caza, la cría industrial, las pruebas de cosméticos y muchos casos de utilización de animales en experimentos médicos componen un grupo de prácticas con las que habría que terminar. 12 Carruthers, Peter. La cuestión de los animales. Teoría de la moral aplicada. Editorial de la Universidad de Cambridge. Gran Bretaña, 1995. Pág. 30. 13 Ídem. Pág. 31 14 Carruthers, Peter. La cuestión de los animales. Teoría de la moral aplicada. Editorial de la Universidad de Cambridge. Gran Bretaña, 1995. Pág. 61. 15 Ídem. Pág. 59. 16 Ídem, Pág. 66. Para esta concepción filosófica, desestimar, postergar o minimizar (cuando no pasar por alto directamente) los intereses de los animales cuando entran en conflicto con los del los seres humanos no tiene justificación. Los utilitaristas responden (…) que la mayoría de las personas ha tenido creencias equivocadas acerca de la importancia moral de los animales, dada la dificultad de adoptar una perspectiva imparcial. De hecho, para un utilitarista, la evolución moral puede caracterizarse como una lucha constante contra nuestra parcialidad natural. (…) De ahí que la forma más primitiva de moral sea la moral del clan, que niega entidad moral a quienes no pertenecen a él. (…) Así pues, se podría pensar que nuestra reacción intuitiva en contra de la consideración igualitaria de los intereses animales y humanos es producto de nuestra natural (pero irracional) parcialidad 17 hacia los miembros de nuestra especie . En otra perspectiva disciplinar, el autor Julio Moreno18, médico y Dr. En Medicina trabaja las nociones de lo animal y lo humano, pero no como concepciones en sí, sino como lo animal de lo humano, y lo humano de lo humano; por lo cual el significado intrínseco de cada noción queda insinuado pero no definido. Es interesante la propuesta de pensar sobre “lo animal” y no sólo “el animal”, ya que son representaciones que atraviesan el lenguaje y las prácticas del sentido común. ¿Qué significados pugnan entre esta diferencia? Sobre todo porque, cuando se lee/dice "lo animal” o “la animalidad" en el hombre, pareciera que se habla de lo bestial, perverso, horrendo que podría habitar/habita al ser humano; cuando los animales no tienen comportamientos perversos en sí mismos: todos los autores referenciales en el tema coinciden en eso. Con este parámetro, muchas veces al ser humano más infame, verdugo de otros seres humanos, se lo retrata como “bestial” o “no humano”. ¿Qué se puede decir entonces de la manera como los humanos tratan a los animales? “En las sociedades occidentales todavía no estamos a la altura de la vida que comparten los humanos y los no humanos en las sociedades autóctonas”, dice Elizabeth Roudinesco19. No hay nada del orden de la maldad o de la perversión (que en el léxico de la psicología no son los mismos conceptos) en el mundo de los animales. Acusar a un hombre de “animal” es un absurdo si lo que se quiere decir es que es un asesino, una mala persona, etc. Elisabeth de Fontenay20 sostiene: “lo que los hombres infligen a otros hombres ningún animal es capaz de hacerlo, y por eso calificar un crimen de bestial remite a un lamentable contrasentido” Por ende, tratando de hacer más específicas las nociones de “lo animal”, diferente de “el animal”, retomamos las categorías que Moreno desarrolla, donde es importante señalar que los estatutos de ser humano y animal no son definidos en términos de que unos poseen lo 17 Carruthers, Peter. La cuestión de los animales. Teoría de la moral aplicada. Editorial de la Universidad de Cambridge. Gran Bretaña, 1995. Pág 78. 18 Moreno, Julio. Ser humano. La inconsistencia, los vínculos, la crianza. Colección Ensayos. Editorial Letra Viva. Argentina, Buenos Aires, enero de 2010. 19 Roudinescou, Elizabeth, Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos, Editorial Anagrama. Bs. As., 2006. 20 Fontenay, citada por Roudinescou, Elizabeth en Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos, Editorial Anagrama, Bs. As. 2006. que otros carecen ya que propone que eso es un desatino teniendo en cuenta de que cada especie desarrolla aquellas capacidades que necesita para sobrevivir. Postula, en cambio, que asumirlos como protagonistas de sistemas incompletos, implica considerar que el ser humano posee la meta final de esos mecanismos. Como primeras definiciones acerca del estatuto de lo propio del ser humano y lo del animal, Moreno sostiene que lo específico del ser humano es su capacidad de variar, diferenciándose de otros seres vivientes porque cambia el medio en el que habita (es decir no sólo se adapta él al medio sino que puede hacer que el medio se adapte a sus necesidades). Su adaptación al medio no es algo que está inscripto en su genoma, sino que se da culturalmente. El sujeto humano percibe más allá de sus recursos. Percibir más allá de los recursos es otra forma de tomar contacto con aquello para lo que se es inconsistente. La tesis del autor es que la clave de esta capacidad esencial y única del ser humano de autogenerar cambios se basa en que puede tomar contacto y ser afectado por lo que esta más allá de la racionalidad que hilvana sus representaciones. Esa capacidad se basa en un transfondo animal, lo animal del humano, que es, justamente, su aparato de percibir sólo aquello que tiene sentido dentro de sus recursos representacionales. Es decir, con esto lo que esboza es que los animales no pueden autogenerar cambios fuera de los que su genoma habilita, habiendo en potencia cierta capacidad limitada de plasticidad adaptativa, donde si no logra adaptarse al medio muere o no se reproduce. Siguiendo esta lógica, el autor llama lo animal del humano a la máquina aristotélica en honor al concepto aristotélico de potencia según el cual todo lo que es en acto estaba en potencia. En los sistemas aristotélicos no hay, por lo tanto, posibilidad alguna de creación, se trata siempre del despliegue de potencialidades ya escritas en el momento de su creación. (…) Implican así la existencia de un texto que puede ser tremendamente extenso y complejo, pero que está preescrito y es determinante21. Sin embargo, su postura en este punto hace equivalentes a seres vivientes y máquinas creadas por el hombre, dejando de lado completamente la capacidad de sentir de los animales (aunque no niega esa capacidad, en la diferenciación no la toma en cuenta). Así, los animales serían capaces de realizar sólo lo que ya está en potencia en ellos (que puede ser un gran cantidad de inscripciones complejamente encadenadas, pero no un número infinito), pero sin lugar para novedades radicales, ya que las respuestas siempre estarían ya escritas. Es decir, los animales tendrían disposiciones innatas u opciones inscriptas a modo de potencialidades dormidas que emergen o se hacen presentes si un estímulo adecuado las desencadena22. Así, Moreno dice: “los seres vivientes no humanos, no tienen en cuenta lo que no están preparadas para detectar, ni son incapaces de cambiar por sí mismas, a menos que sea siguiendo un programa previsto ya escrito dentro de ella mismas”. 21 Moreno, Julio. Ser Humano: la inconsistencia, los vínculos, la crianza. Editorial Letra Viva. Buenos Aires, 2010. Página 19 22 Idem. Página 17 Este programa previsto, esta potencialidad, se da dentro de lo inscripto previo, y los seres vivientes tienen esa diferencia con lo humano del humano. ¿Y qué sería entonces lo humano de lo humano? Julio Moreno propone que es una falla de su animalidad. Esta falla estaría relacionada con su capacidad de autogenerar cambios que superan cualquier interpretación en términos de una potencialidad desplegada, algo que no sucede con los demás seres vivos. Esta capacidad que lo distingue le permite tomar contacto con la inconsistencia de su sistema de comprensión del mundo, lo que lo capacita para promover cambios sin necesidad de cambiar el patrimonio genético. Es decir, la diferencia de los humanos es su capacidad de establecer variaciones radicales en el contacto con su entorno sin necesidad de cambiar su genoma. En cuanto a eso, no cabe duda, entre el hombre y el resto, no sólo de los homínidos sino de cualquier otra especie existente, hay una diferencia abismal23. El autor hace el planteo en términos de evolución y se pregunta: “¿Qué hizo el Homo Sapiens lanzar la explosión creativa que quebró su historia y lo separó definitivamente del resto del mundo animal?” Lo que nos separa del resto de los seres vivos, es, ante todo, que somos afectados por hechos que están más allá de la lógica con la que comprendemos el mundo en cada situación; pero, además, que somos capaces de registrar las suplementaciones resultantes de esos acontecimientos y almacenarlas en una suerte de pool informático llamado cultura en que la acumulación es selectiva, progresa y se transmite a las futuras generaciones por fuera del código genético. Como resultado del gran salto los seres humanos pudieron desarrollar su capacidad de producir, registrar, acumular datos selectivamente y transmitirlos generacionalmente a través de un canal extrasomático24. Estos datos y acontecimientos producidos y registrados se integran de manera compleja en la cultura, lo que genera un cambio constante en las costumbres y una “evolución”25 que no depende de los genes. Entonces, de la inscripción genética en el ADN (propia de los animales para el autor), pasaríamos a una práctica basada en la transmisión y acumulación extrasomática de información en la cultura, basado en el término acuñado por él mismo que es la “tercera estrategia de crianza”. Las estrategias de crianza son maneras diferentes que utilizan las especies para preservar la prole, en este caso, específicamente como lo plantea el autor, sus genes. No tiene 23 Idem. Páginas 167 y 168 Al decir del autor: “que está por fuera y en paralelo al código genético”. 25 El entrecomillado es mío, y lo señalo porque el autor se para desde una mirada de la evolución, algo que es importante remarcar por estar siendo retomado como una explicación posible de la diferencia, pero no la única. En Comunicación hablar de evolución no es quizás el término más feliz, pero al estar retomando objetos que no son específicos de nuestro campo, el situarlos requiere de otras lecturas. 24 que ver cada estrategia con un “grado de evolución” sino que cada especie animal utiliza la que más se ajusta con los fines que persigue. Voy a desarrollar muy brevemente de qué se trata cada una para que se comprenda mejor la propuesta de la tercera estrategia, que es la que nos diferenciaría según la propuesta de Moreno del resto de los demás seres vivos. La primera estrategia de crianza no está basada en el contacto. Se caracteriza por la procreación de hijos –generalmente en un gran número- provistos de un paquete informático instintivo suficiente como para que sobrevivan sin cuidados directos de ningún tipo26 Entrarían aquí, entre muchos otros, los insectos, peces, ranas, etc. La segunda estrategia de crianza consiste en dedicar a los hijos, que generalmente nacen en un número más pequeño y en pariciones más distanciadas entre sí (que los usuarios de la primera estrategia), un cuidado “personal” por un tiempo que es también variable27. Esto facilita que las crías sean alimentadas y protegidas en el período de su vida en que son más indefensos, y extiende el tiempo de su crecimiento bajo el cuidado de sus progenitores. La tercera estrategia de crianza es el ámbito de desarrollo de la crianza humana, e implica la transmisión transgeneracional de información y conformación28. La transmisión transgeneracional cursa en nosotros por un canal extrasomático paralelo al de la transmisión genética común a todos los seres vivos. Ese exclusivo canal cuenta con un sistema de registro de acontecimientos y acumulación selectiva de datos cuyo eslabón más sensible y crucial lo constituye la relación parentofilial. En ese vínculo se desarrolla un sistema de crianza al que denominamos tercera estrategia de crianza que, además de inaugurar aquel canal extrasomático de transmisión de información, es capaz de conformar los sujetos adecuados para, en la generación siguiente, sostener y continuar la cadena.29 Es decir, que la diferencia más radical entre el ser humano y los animales es la capacidad de transmitir generacionalmente la cultura (la socialización primaria, a decir de Berger y Luckmann) de padres a hijos, promoviendo su capacidad de tomar contacto con sus inconsistencias, lo que le permite al ser humano no sólo adaptarse a su contexto, sino poder modificarlo de acuerdo a sus necesidades. Abordar la relación entre seres humanos y animales implica acercarse a una alteridad “otra” que es desconocida, reconocerla a partir de las construcciones que los seres humanos han hecho de ella históricamente, y que nos atraviesa ya sea desde los discursos 26 Moreno, Julio. Ser Humano: la inconsistencia, los vínculos, la crianza. Editorial Letra Viva. Buenos Aires, 2010. Página 189 27 Idem. 28 Idem. Página 183 29 Moreno, Julio. Ser Humano: la inconsistencia, los vínculos, la crianza. Editorial Letra Viva. Buenos Aires, 2010. Página 186 teóricos como los del sentido común. En esta línea, Tzvetan Todorov30 plantea que la actitud hacia lo desconocido descansa en la manera que se tiene de percibirlo. ¿Por qué pensar lo desconocido vinculado a los animales? Porque en este caso, este Otro debe ser leído desde las percepciones del ser humano, y no puede preguntar a ese Otro si esas percepciones son correctas o no por no compartir otra forma de comunicación más que la basada en la lectura de los gestos y las posturas corporales. Entonces, se podrían distinguir así (en la actitud hacia lo desconocido) dos figuras de la alteridad: por un lado, pensar que el Otro tiene los mismos derechos que uno; viéndolo entonces no sólo como iguales sino también idénticos, y esta conducta desemboca en el asimilacionismo (proyección de los propios valores en los demás). Por otro lado, partir de la diferencia; pero esta se traduce en términos duales de superioridad e inferioridad: negando la posibilidad de una existencia “con una sustancia realmente otra”, que pueda no ser un simple estado imperfecto de uno mismo. “Estas dos figuras elementales de la experiencia de la alteridad descansan ambas en el egocentrismo, en la identificación de los propios valores con los valores en general, del propio yo con el universo; en la convicción de que el mundo es uno”. Así, Todorov sostiene que desde su primera formulación, la doctrina de la desigualdad va a ser combatida por otra, que afirma, por el contrario, la igualdad; generando un debate donde no sólo se pone en juego la oposición igualdad-desigualdad, sino también la que existe entre identidad y diferencia. De esta forma, la diferencia se degrada en desigualdad y la igualdad en identidad; siendo éstas aparentemente las dos posibilidades de la relación con el otro. Y “si bien es indiscutible que el prejuicio de superioridad constituye un obstáculo en la vía del conocimiento, también hay que admitir que el prejuicio de igualdad es un obstáculo todavía mayor, pues consiste en identificar pura y simplemente al otro con el propio “ideal del yo” (o con el propio yo)” (Todorov, 2008: 204). De esta manera, el principio de igualdad lleva consigo la afirmación de identidad, y esta segunda gran figura de la alteridad, aún siendo más amable, conduce hacia un conocimiento del otro todavía menor que la primera. Es importante señalar que la presente investigación pretende anclar las producciones sociales de sentido (en cuanto las significaciones del animal y lo animal en relación con lo humano) en la cultura, y reconocer cómo han ido transformándose a partir de la concepción de la naturaleza, del poder y de la alteridad, a través de la historia. Esto podría llevarnos además a la pregunta por la identidad y cómo se conforma una identidad de lo propio y de lo que no lo es, y de cómo lo que no es propio podría conformarse en el diferente, distinto que se rechaza o se incorpora por lo contrario. 30 Todorov, Tzvetan, La conquista de América. El problema del otro, Bs. As., Siglo XXI, 2008. Referencias Bibliográficas − Abric, Jean Claude. 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