Síndrome de abstinencia alcohólica Índice de contenidos 1. 2. 3. 4. 5. 6. ¿De qué hablamos? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo se trata? Bibliografía Más en la red Autores ¿De qué hablamos? El consumo de bebidas alcohólicas es habitual en muchas regiones del mundo, formando parte de las costumbres sociales y gastronómicas. Su consumo en cantidades excesivas (lo que se conoce como consumo de riesgo) es un problema importante de salud pública por su elevada prevalencia y porque puede provocar múltiples problemas físicos, psíquicos y sociales. Según el informe de la Organización Mundial de la Salud del año 2002 (World Health Organization, 2002), es el tercer factor de riesgo individual para enfermar, después del tabaco y la hipertensión. Este consumo de riesgo está presente en un 25% de los sujetos que acuden a las consultas de Atención Primaria, lo que explica la necesidad de intervenir en este nivel sanitario (PAPPS, 2005). La dependencia alcohólica es un trastorno adictivo en sujetos con consumos generalmente elevados que se caracteriza por la presencia de una serie de síntomas psicoconductuales: tolerancia, abstinencia, consumo mayor o durante más tiempo del previsto, deseo intenso persistente de consumo o esfuerzos infructuosos por cesar en él, empleo de mucho tiempo en consumirlo o recuperarse del consumo, reducción de otras actividades por el consumo, y persistencia en el consumo a pesar de los problemas que ocasiona o exacerba. Los criterios diagnósticos operativos más utilizados, tanto en la clínica como en los estudios de investigación, son las clasificaciones ICD-10 y DSMIV. Uno de los criterios más característicos de las adicciones a sustancias en general, y de la adicción al alcohol en particular, es la abstinencia. El Síndrome de Abstinencia Alcohólica (SAA) es un conjunto de síntomas, que aparecen al dejar de consumir o al reducir significativamente el consumo de alcohol. Es la primera forma de definir el proceso con fines diagnósticos. Estos síntomas pueden resultar muy desagradables para el sujeto afecto, además de potencialmente peligrosos. Y, por lo tanto, es un fenómeno que induce a seguir consumiendo la sustancia, estableciéndose un círculo vicioso con el fin de evitarlo. Esta situación de beber alcohol para evitar el síndrome de abstinencia constituye la segunda forma de definir el síndrome. subir ¿Cómo se diagnostica? La sintomatología que puede presentar un síndrome de abstinencia alcohólica es muy variada y con diferentes grados de severidad. Aunque puede comenzar por cualquiera de ellos, lo habitual es que se presenten en un cierto orden, pudiendo definirse 3 estadios o fases de desigual gravedad: La fase 1, denominada por algunos autores como "abstinencia minor", suele aparecer entre 4 y 12 horas después de dejar de consumir. Esto explica que los sujetos con consumos generalmente más importantes cuantitativamente y/o más prolongados, presenten síntomas al levantarse por la mañana. De forma característica, estos síntomas desaparecen al volver a consumir. Incluye síntomas de tipo subjetivo (ansiedad, insomnio), neurovegetativo (temblor moderado, taquicardia) y digestivo (náuseas). Si no aparecen más síntomas este proceso se completa en 4-5 días. La fase 2, "abstinencia major" puede aparecer entre las 24 y 72 horas tras el cese del consumo. Incluye síntomas más graves como agitación, vómitos, diarrea, sudoración profusa, y la tríada clásica del delirium: alucinaciones sensoriales (sobre todo visuales), temblor intenso y deterioro del nivel de alerta con confusión y desorientación (pero, frecuentemente, es posible la reorientación). También pueden aparecer crisis comiciales del tipo gran mal. La fase 3, conocida como "delirium tremens" puede aparecer tras las 72 horas posteriores a dejar de consumir. Es un cuadro grave que incluye fiebre, hipertensión, delirium, desconexión con el medio, marcado temblor y agitación... Esta sintomatología grave aparece en menos del 5% de los pacientes. Su alta mortalidad en el pasado (20%) ha disminuido hasta el 1% con los tratamientos actuales. Para realizar el diagnóstico, suele ser suficiente con la evaluación clínica, descartar una enfermedad médica y asegurarse de que los síntomas no se explican mejor por la presencia de otro trastorno mental. Asimismo debemos evaluar episodios anteriores de desintoxicación programada o de cese en el consumo por una situación concomitante como una enfermedad médica que obliga a encamamiento, así como sintomatología matutina que pueda presentar el sujeto. Esto nos permite una visión pronóstica de lo que podemos esperar en una desintoxicación programada y, como veremos posteriormente, poner tratamiento para prevenir. Los criterios diagnósticos operativos más utilizados en la clínica son las del DSM-IV. Otra opción es utilizar un cuestionario que explicite y puntúe la sintomatología que aparece. Aunque existen varios cuestionarios, el más utilizado es el CIWA-AR (Sullivan JT, 1989) (Clinical institute for withdrawal assessment for alcohol-revised). Como vemos en la Tabla 1, recoge 10 ítems relativos a la sintomatología que puede aparecer durante una desintoxicación (nauseas, temblor, sudoración, alteraciones del tacto, auditivas y visuales, ansiedad, orientación, agitación y cefaleas). Cada ítem puede puntuar entre 0 y 7, a excepción del parámetro orientación que puntúa de 0-4. Se considera que si el paciente presenta una puntuación por debajo de 8-10, no se requiere utilizar tratamiento farmacológico, siendo el síndrome de abstinencia muy severo cuando la puntuación es de 20 o más. Hay autores que recomiendan su utilización incluso en desintoxicaciones ambulatorias, encargándose de realizarlo periódicamente el familiar o amigo a cargo del sujeto, dada la facilidad y sencillez del cuestionario. En este caso el personal sanitario responsable del sujeto monitorizará diariamente la evolución y adiestrará al familiar en las puntuaciones que requerirán inmediata atención. En cuanto al diagnóstico diferencial, no suele haber problemas pues la historia clínica de dependencia alcohólica y los síntomas característicos de abstinencia que hemos visto, dejan pocas dudas. Pueden coexistir patologías que pueden simular los síntomas de abstinencia (Bostwick JM, 2004): Encefalopatía tóxica: producida por la propia toma de ansiolíticos para un síndrome de abstinencia, puede prolongar la desorientación, y su tratamiento consiste en reducir la dosis hasta retirarla. Síndrome confusional por el ingreso en sí, que tratado inicialmente como abstinencia, solo mejora al cambiar la benzodiacepina por haloperidol. Agitación en paciente con trastorno de personalidad con gran impulsividad y baja tolerancia a la frustración. Por su antecedente de dependencia alcohólica en activo se trata la agitación como síndrome de abstinencia, pero hay psicopatología de base. Dependencia tabáquica que, ingresado por otro motivo, frecuentemente no se atiende adecuadamente la abstinencia de la nicotina por ejemplo, con tratamiento sustitutivo. Tabla 1. Cuestionario CIWA-AR (Sullivan JT, 1989). Nauseas/Vómitos Trastornos visuales 0: No 0: No presentes. 1: Nauseas leves sin 1: Ligerísimas vómitos. alteraciones de la 4: Nauseas sensibilidad visual. esporádicas con 2: Ligeras arcadas. alteraciones de la 7: Náuseas constantes sensibilidad visual. con arcadas y 3: Moderadas vómitos. alteraciones de la sensibilidad visual. 4: Alucinaciones de intensidad moderada. Temblor 0: Sin temblor. 5: Alucinaciones 1: No visible, pero el intensas. paciente lo siente en 6: Alucinaciones los dedos. extremadamente 4: Moderado, con las intensas. palmas extendidas. 7: Alucinaciones 7: Intenso, incluso constantes. con las palmas no extendidas. Ansiedad 0: Sin ansiedad manifiesta. Sudoración 0: No visible. 1: Levemente 1: Palmas húmedas ansioso. 4: Sudor en la frente. 4: Moderadamente 7: Empapado. ansioso o en estado de alerta. 7: Equivalente a Trastornos táctiles estados de angustia 0: Ninguna. vistos en el delirium 1: Ligerísima o reacciones sensación de alguna psicóticas. de ellas. 2: Ligera sensación de alguna de ellas. Orientación 3: Moderada 0: Orientado y pude sensación de alguna realizar cálculos de ellas. consecutivo. 4: Moderadas 1: No puede realizar alucinaciones táctiles. cálculos y duda sobre 5: Intensas la fecha. alucinaciones. 2: Desorientación en 6: Extremadamente la fecha en 2 días. intensas 3: Desorientación en alucinaciones. la fecha más de dos 7: Continuas días. alucinaciones. 4: Desorientación temporo-espacial y en reconocer. Trastornos auditivos 0: No presentes. Agitación 1: Apenas asustado o 0: Actividad habitual. temeroso. 1: Actividad superior 2: Ligeramente a la habitual. asustado o temeroso. 4: Moderadamente 3: Moderadamente nervioso e inquieto. asustado o temeroso. 7: Cambios de 4: Alucinaciones postura constantes y moderadamente dar vueltas intensas. 5: Alucinaciones intensas. Cefalea 6: Alucinaciones 0: No presente. extremadamente 1: Muy leve. intensas. 2: Leve. 7: Alucinaciones 3: Moderada. constantes. 4: Moderadamente severa. 5: Severa. 6: Muy severa. subir ¿Cómo se trata? ¿Donde realizar el tratamiento de desintoxicación? Indicaciones de ingreso hospitalario Al atender un paciente con dependencia alcohólica podemos encontrarnos con 2 situaciones: Sujeto que acude a consulta de su médico de familia o al Servicio de Urgencias por presentar un SAA. La gravedad del mismo marca la indicación de ingreso o de seguimiento ambulatorio. Sujeto que acude a la consulta de su médico de familia planteando que quiere poner su problema con el alcohol en tratamiento. Comprobado su grado de motivación para el cambio, su historia alcohológica y procesos concomitantes que puedan existir se plantearía una primera fase del tratamiento de la dependencia alcohólica que es la fase de desintoxicación. Esta fase de desintoxicación tiene como objetivos fundamentales: Que el sujeto cese en el consumo de alcohol de la forma más confortable y segura posible. Que el sujeto pueda iniciar a continuación la deshabituación. La deshabituación es la fase principal del proceso de tratamiento de la dependencia alcohólica: es la fase en que el sujeto trabaja con su terapeuta para propiciar el mantenimiento de la abstinencia. Según esto, podríamos decir que el sujeto se desintoxica para poder deshabituarse. No tendría sentido, por lo tanto, propiciar una desintoxicación para luego no remitir al paciente a un programa de deshabituación en la Unidad de Alcohol, de Drogodependencias o de Salud Mental correspondiente. Aclarada la finalidad del tratamiento, el segundo aspecto que debemos considerar es el ámbito donde se va a realizar. En el perfil de paciente que estamos evaluando, se debe intentar que la desintoxicación se realice de forma ambulatoria, fundamentalmente por motivo de costes, salvo que exista alguna contraindicación para ello (Mosquera J, 2005). Podemos considerar contraindicaciones para la desintoxicación ambulatoria: No existe un familiar o allegado que pueda encargarse de monitorizar la evolución del paciente, ayudarlo a seguir las instrucciones y acompañarlo en el proceso. Concomitancia de patología médica o psiquiátrica que precise ingreso por sí misma: encefalopatía hepática, riesgo de suicidio, brote psicótico,... Que el sujeto presente en el momento de la entrevista sintomatología de abstinencia grave. Este supuesto se presenta generalmente en el ámbito de la urgencia. Existe riesgo social o familiar. Por ejemplo, un sujeto con patología psiquiátrica grave pero estable en cuyos antecedentes figura haber tenido agitación y conducta violenta en situaciones similares anteriores. Existen además algunas situaciones que podemos considerar contraindicaciones relativas, que precisan de individualización a la hora de evaluarlas: Epilepsia: se entiende que la posibilidad de crisis comiciales en el contexto de un SAA grave es mayor en los pacientes con trastorno epiléptico concomitante. Antecedentes de SAA grave en situaciones similares previas. Es importante evaluar las circunstancias en las que se produjo esta situación previa: no es lo mismo que se haya producido por falta del adecuado seguimiento médico (por ejemplo, el sujeto dejó de beber en una situación de encamamiento temporal por un cuadro catarral) que se haya producido a pesar del tratamiento correcto. En el primer caso, podría intentarse una desintoxicación ambulatoria estrechamente supervisada, mientras que en el segundo caso, habrá que plantearse un ingreso hospitalario. Varios intentos previos de desintoxicación ambulatoria con evolución tórpida y recaída en el consumo antes de completarla. Si se plantea el ingreso para desintoxicación, es fundamental preparar muy bien el proceso posterior de deshabituación de forma paralela. Hepatopatía crónica estable: se debe valorar el ingreso por el riesgo de que los tratamientos sedantes utilizados desencadenen una encefalopatía hepática. Dependencia o abuso de benzodiacepinas concomitante: se entiende que se van a necesitar dosis elevadas de las mismas para evitar el SAA, con el riesgo que ello conlleva. Trombopenia, que se asocia con frecuencia a delirium tremens y convulsiones (Berggren U, 2009). ¿Cómo desintoxicar y con qué? Podemos dividir este tema en 3 apartados: tratamiento de soporte, fármacos sedantes y otros fármacos para el SAA grave: Medidas de soporte básico: Las intervenciones no farmacológicas son muy importantes y mezclan lo que es evaluación y reevaluación de la situación del sujeto con medidas de soporte. En el paciente ingresado la parte evaluativa la lleva a cabo personal entrenado durante las 24 horas, mientras que en el paciente ambulatorio el seguimiento del proceso se puede realizar por parte del personal sanitario durante su horario laboral de forma telefónica o mediante visita domiciliaria, si fuera preciso. Es preciso instruir al paciente, y al familiar que esté a cargo del seguimiento, de los signos de alarma que deben conducir al paciente a una evaluación urgente. En cuanto a las medidas de soporte incluyen una adecuada hidratación y situar al paciente en reposo relativo en un ambiente tranquilo con escasos estímulos. Dentro de este apartado, debemos incluir un fármaco como la tiamina. La suplementación de vitamina B1 es práctica habitual en todo proceso de desintoxicación, a pesar de que exista controversia sobre su utilidad (Day E, 2008). A su favor está que es el tratamiento preventivo de una patología de cierta gravedad como es el síndrome de Wernicke y de una patología asociada al consumo crónico de alcohol que es el síndrome de Korsakoff (Kopelman MD, 2009). Además no tiene contraindicación salvo la posibilidad de alergia. Esta anafilaxia pudiera ser grave en caso de uso parenteral, lo que obliga a ser utilizada por esta vía de administración en el ámbito sanitario, donde se pueda atender adecuadamente. Fármacos para la desintoxicación: La utilización de fármacos sedantes no siempre es necesaria, pues no siempre la sintomatología de abstinencia es de tal entidad que los precisa. En este sentido se suele plantear como estándar una utilización de fármacos guiada por la evaluación clínica de los síntomas con la ayuda del cuestionario CIWA-AR. A nivel ambulatorio esta reevaluación de síntomas solo se puede realizar una vez al día como mucho, lo que nos lleva a insistir en la importancia de instruir al familiar en la aparición de síntomas de alarma y en una utilización de fármacos guiada por los antecedentes del sujeto (que pasó en procesos anteriores de desintoxicación o en situaciones en que cesó en el consumo, por ejemplo, en un ingreso hospitalario por otro motivo). Existen 2 estrategias iniciales para introducir psicofármacos: una guiada por la aparición de síntomas y otra que llamaremos "preventiva". La primera estrategia permite tomar menos fármacos, solo los estrictamente necesarios para reducir la irritabilidad del sistema nervioso central y la hiperactividad autonómica y parece igualmente segura y aceptable (Daeppen JB, 2002). Lo más habitual es una estrategia "preventiva" inicial, seguida de una reevaluación periódica de síntomas que individualice las dosis utilizadas. Son de elección las benzodiacepinas de acción larga, aunque no hay acuerdo sobre cuál utilizar ni a qué dosis s (Amato L, 2010). Pero como resumen integrado podemos plantear lo siguiente: o Se prefiere el clordiazepóxido y el diazepam, por contar con mayor número y calidad de evidencia. De hecho en UK son las únicas autorizadas para el abordaje del SAA agudo. o Las dosis de clordiazepóxido más habituales son de 50-100 mg como dosis de inicio y luego pautar hasta un máximo de 300 mg diarios, en un abordaje guiado por síntomas. En un planteamiento de dosis fijas pautadas, se ponen 50 mg cada 6 horas las primeras 24 horas y 25 mg cada 6 horas como continuación. o El diazepam se pauta generalmente en dosis de 10 mg cada 6-8 horas. o o o Las benzodizepinas de acción corta como el oxazepan y el lorazepam se reservan para pacientes con hepatopatía crónica grave y para ancianos. Se metabolizan mediante glucuronización, actividad enzimática preservada aún en casos de hepatopatía cirrótica. El lorazepam se pauta en dosis de 0,5-1 mg cada 6-8 horas. Deben suspenderse tras completarse la desintoxicación, para minimizar el riesgo de dependencia. En caso de existir un trastorno por ansiedad concomitante, priorizar los abordajes no farmacológicos. Si los fármacos fueran precisos, aconsejamos utilizar otro ansiolítico distinto. Otros fármacos utilizados en la desintoxicación son: o o Clometiazol: se han realizado menos estudios que con las benzodiazepinas. Su utilización debe restringirse al ámbito hospitalario, debido a que su utilización combinada con alcohol aumenta los riesgos de depresión respiratoria severa fatal, incluso con las primeras dosis. Su uso ambulatorio se acepta de forma excepcional si existe la supervisión de una unidad especializada que pueda monitorizar el proceso de forma exhaustiva (National Clinical Guideline Centre, 2010). Esto puede sorprender a los profesionales europeos, pues el uso ambulatorio en la práctica clínica es frecuente. Carbamazepina (Minozzi S, 2010): aunque ampliamente utilizada en la práctica clínica en Europa, no hay pruebas de que sea mejor que las BZP en esta indicación. Otras alternativas similares dentro de los fármacos anticonvulsivantes son la oxcarbazepina y el ácido valproico. Otros fármacos que han demostrado utilidad en algún estudio, pero no están incorporados a las guías en la actualidad, son el levetiracetam y la pregabalina (Martinotti G, 2010). También se está utilizando el ácido gamma-hidroxibutírico (GHB) (Leone MA, 2010), no comercializado en España. Fármacos en SAA grave: Cuando se han producido una o varias crisis comiciales, lo habitual es la utilización de benzodiazepinas como el lorazepam, usado habitualmente en la práctica clínica. Si a pesar de su utilización, se producen crisis, valorar si la dosis es correcta. El uso de fenitoína es desaconsejado. También el de fenobarbital, salvo en casos de refractariedad a las benzodiazepinas. Otro síntoma que puede aparecer en los SAA graves son los delirium que también debe ser tratado con lorazepam oral. Si los síntomas persisten o el paciente lo prefiere, se puede administrar de forma parenteral el lorazepam, añadiendo, si es preciso, haloperidol u olanzapina.