Tema 8. La crisis de la Restauración (1902-1923) 1 El regeneracionismo político. 1.1 Los problemas de España La España de 1899 era un país que necesitaba cambiar o regenerarse. España presentaba cuatro grandes problemas. En primer lugar, el problema social derivado del retraso económico y cultural respecto al resto de Europa y del injusto reparto de la riqueza que propiciaba las reivindicaciones del movimiento obrero y de los jornaleros del campo, en una sociedad cada vez más radicalizada y dividida. La segunda dificultad destacada era la existencia de un régimen político corrupto y artificial, dominado por el caciquismo. El tercer problema era la existencia de un ejército herido en su orgullo por la derrota en Cuba, con un material anticuado y un exceso de mandos que lo hacían poco operativo. Finalmente, el auge de los nacionalismos periféricos (gallego, vasco y catalán) era percibido en el resto de España como una amenaza de disgregación. El sistema de la Restauración intentó resolver los problemas de España llevando a cabo lo que se denominó “la revolución desde arriba”. Pero este proyecto fracasó porque los sectores representados en el poder (sobre todo terratenientes, Iglesia y grandes financieros e industriales) no quisieron renunciar a los privilegios políticos (que mantenían a través del caciquismo), ni admitieron ninguna reforma fiscal que dotara al Estado de recursos suficientes para poner en práctica el programa regeneracionista. 1.2 El primer revisionismo (1902-1907). Alfonso XIII accedió al trono en 1902. En ese momento, España estaba pasando por su primera experiencia política regeneracionista presidida por el conservador Francisco Silvela, quien había tratado desde 1899 de introducir un cambio en los modos de gobierno incluyendo una reforma en sentido descentralizador, la introducción de la primera legislación obrera (creación del Instituto de Reformas Sociales, 1903) y la reforma de la Hacienda. Pero los primero intentos revisionistas se vieron obstaculizados por la inestabilidad política existente durante estos años. Entre 1902 y 1905 gobernaron los conservadores, y entre 1905 y 1907, los liberales; no obstante, en estos años hubo cinco gobiernos conservadores y cinco liberales. Este hecho trasluce las divisiones internas de ambos partidos en trance de reorganización, tras la desaparición de Cánovas y Sagasta. Los motivos de desunión en el seno de los partidos políticos hay que ponerlos en relación con el impacto del la crisis del 98, con los problemas económicos derivados de ella y con la cuestión militar. El año 1905, el semanario satírico catalán Cu-cut publicó un chiste antimilitarista. Unos trescientos oficiales de la guarnición de Barcelona decidieron vengar lo que consideraban un ataque directo y asaltaron las sedes de Cu-cut y de La Veu de Catalunya, diario cercano a la Lliga Regionalista. Los autores de estos ataques, en lugar de ser castigados por indisciplina, recibieron el apoyo de las guarniciones del resto de España. La protesta fue más allá: el estamento militar exigió al Gobierno una ley de jurisdicciones, según la cual los delitos contra el Ejército y la patria quedarían bajo el control de los tribunales militares. El gobierno liberal, presidido por Segismundo Moret, accedió a ello en 1906. Con esta ley sufrió un retroceso importante una de las características del sistema de la Restauración de Cánovas: la primacía del poder civil sobre el militar. La intromisión militar en la vida política provocó una actitud de autodefensa en Cataluña concretada en la formación de la Solidaritat Catalana en 1906 (coalición electoral donde convergían desde republicanos a los carlistas). El sistema de turno quedó herido de muerte en la región con el gran éxito electoral de la coalición en 1907 (41 de los 44 escaños catalanes en el Congreso de los Diputados). El punto más concreto del programa político de Solidaritat fue precisamente el rechazo a la Ley de Jurisdiciones. 1 1.3 El revisionismo conservador: Antonio Maura. Antonio Maura hizo suya la concepción de revolución desde arriba, que equivalía al saneamiento político necesario para evitar que se hiciera desde abajo. Para Maura era fundamental tanto conectar al régimen con el país real como incorporar a la política dinástica nuevos sectores sociales como el catolicismo político y el nacionalismo moderado. Maura gobernó durante casi 33 meses con un amplio programa reformista: intentó acabar con el caciquismo (descuaje del caciquismo) y legitimar la vida política mediante la reforma de la administración local y de la ley electoral, descentralizar el poder y fomentar la economía. Pero se encontró con la desconfianza de la oposición y con grandes resistencias dentro de su propio partido. Además, Maura vio interrumpida su labor de gobierno a causa de la crisis de la Semana Trágica de julio de 1909. Los enfrentamientos del Ejército español con Marruecos cerca de la frontera de Melilla decidieron al Gobierno a movilizar a los reservistas. La impopularidad de la guerra, especialmente en Cataluña, y el llamamiento de los reservistas desencadenaron una huelga de protesta que comenzó el 26 de julio y que se extendió por gran parte de España. Se produjeron enfrentamientos armados entre los obreros y el Ejército y el saqueo e incendio de numerosos edificios religiosos. Finalmente, las tropas lograron restablecer el orden con un balance de un centenar de muertos y 63 edificios quemados. Se llevó a cabo una fuerte represión que culminó con la ejecución de cinco penas de muerte, entre ellas la del pedagogo Ferrer i Guardia después de un juicio lleno de irregularidades. Se produjo entonces una oleada de protestas en España y en Europa contra la política represiva del gobierno de Maura. Los liberales aprovecharon esta situación para unirse con los partidos de izquierda — republicanos y socialistas, principalmente— y exigieron la dimisión de Maura. Finalmente, el rey cesó a Maura y nombró al liberal Moret nuevo jefe de Gobierno. Esta alianza de los liberales con los partidos no dinásticos supuso la ruptura del pacto de El Pardo. 1.4 El revisionismo liberal: José Canalejas. Después de un breve gobierno encabezado por Moret, el rey encargó la formación de un nuevo gabinete al también liberal José Canalejas, quien estaba convencido, como Maura, de que el régimen no sobreviviría sin una renovación a fondo del mismo. Canalejas fue el gran impulsor de la democratización, del reformismo social, de una nueva política con respecto a la Iglesia, y de la necesidad de entenderse con las fuerzas más a la izquierda. Canalejas intentó aplicar un programa regeneracionista que incluía la Ley sobre las Mancomunidades Provinciales (1912), el arbitraje del Estado en los conflictos sociales, la implantación del servicio militar obligatorio, la limitación de la expansión de las órdenes religiosas (Ley del Candado), un programa educativo y el acuerdo con Francia sobre el reparto de las zonas de influencia en Marruecos. Pero su labor reformista se vio truncada en 1912, cuando fue asesinado por un anarquista. Con su muerte no sólo se privaba al país de una figura política clave, sino que entraba en crisis el regeneracionismo desde el poder que vino acompañada de una fuerte fragmentación de los partidos políticos del turno. 2 El nacimiento de los nacionalismos. El sistema de la Restauración consagró nuevamente el centralismo en su Constitución y con medidas como la abolición definitiva de los fueros vasco-navarros tras la victoria militar frente al carlismo. En esta situación, junto con la pervivencia de concepciones de España más descentralizada, como la carlista o la federal, se desarrollaron movimientos de recuperación cultural y lingüística en varios territorios del Estado con lengua propia y señas de identidad y tradiciones peculiares y arraigadas (especialmente en Cataluña, el País Vasco y Galicia) que pronto se transformaron en movimientos políticos, centrados en la reclamación de formas de autogobierno 2 2.1 El nacionalismo catalán. En Cataluña, ya desde 1830, a partir de la preocupación por la lengua y la cultura catalanas, fue surgiendo un movimiento cultural: la Renaixença, que abarcaba diversos campos de la actividad intelectual —Historia, Literatura, Artes...— que tuvieran relación con Cataluña. El carlismo y el federalismo también influyeron en la gestación del catalanismo. Los carlistas aspiraban a la recuperación de instituciones tradicionales y fueros. Los federales, alentados por la obra de Pi y Margall (Las nacionalidades), propugnaban una idea de España como unión de estados libremente asociados. Finalmente, la crisis de 1898 propició la integración de la burguesía en este movimiento catalanista, confiriéndole una mayor fortaleza. Tras la caída de la República, en 1874, y la derrota del carlismo, en 1876, se desarrolló un regionalismo prenacionalista, que se puede denominar genéricamente catalanismo político. Lo Catalanisme, de Valentín Almirall en 1886, y La Tradició Catalana, obra de 1892, del obispo Torras y Bages, fueron las obras que influenciaron ideológicamente el movimiento. En 1896 el Compendi de la doctrina nacionalista, de Enric Prat de la Riba, fue una obra fundamental que resumía los planteamientos ideológicos y políticos del nacionalismo catalán: identificación de Cataluña como una nación integrada en el Estado español; señalamiento como señas de identidad de la nación catalana, la lengua, el derecho, las instituciones históricas y el espíritu propios; reivindicación del autogobierno catalán; y configuración de España como un estado federal que posibilite dicho autogobierno. Almirall fue el creador del catalanismo “moderno”, de orientación federalista, para superar y unificar las distintas posiciones de las burguesías particularistas. En 1882 fundó el Centre Catalá, como una organización patriótica que estuviera por encima de los partidos existentes y que uniera a la burguesía federal y la conservadora. En 1887, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya y, con motivo de los Juegos Florales celebrados en la Exposición Universal de Barcelona, presentaron a la reina regente María Cristina de Habsburgo —Alfonso X había muerto en noviembre de 1885— un programa regionalista (Memorial de Greuges) que mantenía, al mismo tiempo, la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia autonomía, según el modelo del imperio austriaco respecto a Hungría en 1867. En 1891 el Centre y la Lliga, gracias a las gestiones de Enric Prat de la Riba, se fundieron en la Unió Catalanista. En su primera asamblea, celebrada en Manresa en 1892, se redactaron las Bases de Manresa para una constitución regional catalana, como síntesis de la concepción federal de integración del Estado catalán en el Estado español y de las ideas del catalanismo conservador. La crisis de 1898 propiciará la integración de los burgueses decepcionados por la ineficacia del Estado en el nacionalismo posibilista: así nacerá la Lliga Regionalista (1901) bajo la inspiración política fundamental de Prat de la Riba y Francesc Cambó. Sus objetivos serán la autonomía política y la "hegemonía catalana dentro del Estado español". 2.2 El nacionalismo vasco. El nacionalismo del País Vasco surgió a partir de la defensa de los fueros. La abolición de los fueros históricos, en 1876, generó una sensación de derrota y de idealización del pasado, que llevó a mantener como reivindicación la recuperación íntegra de los fueros. Pero la defensa de los fueros no explica por sí sola la génesis y evolución del pensamiento nacionalista vasco. Los cambios producidos por el proceso de industrialización explican mejor los orígenes del nacionalismo. La inmigración masiva que acompañó al proceso de industrialización fue percibida como una amenaza a los valores tradicionales de la sociedad vasca. Los perdedores de la guerra carlista soñaban con un País Vasco tradicionalmente agrario, contrario al fenómeno urbano y su industria, para quienes la defensa de los fueros totales equivalía a defender la esencia de “lo vasco”. Sus enemigos, por tanto, eran el gobierno liberal español y la inmigración, los “maketos”. El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, antiguo carlista, recogió y formuló estas ideas que flotaban en la sociedad vasca. En los estatutos del Círculo Euskeriano o 3 Euskeldun Batsokija, redactados por el propio Arana en 1890, se precisaban algunas de las principales ideas de su doctrina política, sintetizada en el lema “Jaun-Goikua eta Lagi Zarra” (Dios y leyes viejas): Bizcaya será católica, apostólica, y romana; se restablecerán sus leyes tradicionales o fueros; (…); se constituirá principalmente con familias de raza euskeriana; el Euskera será la lengua oficial; y la «patria vasca» estará integrada por Bizkaya, Álava, Benabarre, Gipúzkoa, Lapurdi, Nabarra y Suberoa, hermanadas por su raza, su lengua, su carácter y sus costumbres, y confederadas en el todo llamado Euskelerría. El 31 de julio de 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco con una declaración antiespañola y con una voluntad de restaurar en el territorio las leyes tradicionales. Pero el partido no se desarrollaba mientras se apoyaba solamente en la pequeña burguesía bilbaína tradicionalista. Con el ingreso del naviero De la Sota en 1898, el PNV amplió sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial. Ingresó en el partido el grupo fuerista de la Sociedad Euskalerria de Bilbao, con su semanario Euskalduna. Apareció entonces la tensión interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban, como objetivo más viable, la autonomía dentro del Estado español. Estos últimos, urbanos, industriales y con dinero imprescindible para el partido, se impusieron en el control del PNV y se acomodaron a una estrategia autonomista similar a la del catalanismo, copiando la idea de “rehacer España” desde, en este caso, el País Vasco. A partir de entonces comenzó a tener ciertos éxitos en las elecciones municipales y a ostentar cargos incluso en las diputaciones. El propio Sabino Arana consiguió un escaño en la Diputación de Vizcaya en 1898. De este modo, se configuraron dentro del PNV dos tendencias que se mantendrían en el futuro: la de una dirección reivindicativa ante el gobierno de Madrid y la de unas bases independentistas que apoyaban la política moderada de su dirección ante el gobierno central, pero cultivaban la aspiración final a la soberanía y la independencia. 2.3 El nacionalismo gallego. En Galicia, las bases del regionalismo se encuentran en el resurgimiento de la lengua literaria (Rexurdimento) y en los movimientos federalistas. Escritores como Rosalía d Castro y Manuel Murguía dignificaban la lengua y otros, como Alfredo Brañas, formulan las aspiraciones políticas del primer regionalismo gallego. El 1890 se creó el embrión político del galleguismo en la Liga Regionalista Gallega. Sin embargo, este movimiento tuvo lento desarrollo y no se amplió hasta bien entrado el siglo XX. En otros territorios, como Andalucía y Valencia, surgieron también corrientes poco organizadas y de escasa presencia política reivindicando la descentralización política y formas de autogobierno, en la línea de la tradición federal. 3 La crisis de 1917. A la muerte de Canalejas, los partidos dinásticos cayeron en la división interna, formando grupos en torno a líderes enfrentados (Romanones, García Prieto y Santiago Alba entre los liberales, Dato y Maura entre los conservadores). Los gobiernos, en consecuencia, fueron inestables y se vieron dominados por los acontecimientos, como el estallido de la guerra mundial (1914-1918). El impacto de la guerra sobre el país fue complejo. La guerra fue un motivo más de enfrentamiento ideológico entre derechas e izquierdas. Alemania y sus aliados representaban para los políticos españoles de derechas el orden y la autoridad. Por el contrario, para la izquierda la causa de la libertad, el derecho y la razón estaban al lado de Francia y Gran Bretaña. Por otra parte, si desde el punto de vista económico la guerra mundial tuvo una especial trascendencia en el desarrollo del capitalismo español, desde el punto de vista social la guerra tuvo consecuencias menos positivas. El conflicto produjo en España un súbito encarecimiento de los alimentos. Aunque también subieron los salarios lo hicieron en menor medida que los precios, por lo que se produjeron una serie de tensiones sociales que pesaron grandemente en el desarrollo de los acontecimientos políticos posteriores. En esta situación de decadencia del sistema se produjo la gran conmoción revolucionaria de 1917, que tuvo tres escenarios: el militar, el parlamentario y el obrero. 4 3.1 Las Juntas de Defensa. La crisis de 1917 se inició con la aparición de un movimiento militar reivindicativo, fruto del descontento que creaba entre las guarniciones de la Península el trato de favor que recibían los oficiales destinados en Marruecos, que conseguían mejores sueldos y rápidos ascensos por méritos de guerra. A esto hay que añadir la precariedad del material del Ejército y el descrédito de los políticos de los partidos dinásticos. Por otra parte, la carestía de vida había afectado a los militares como a los demás funcionarios. Esta especie de sindicalismo militar se concretó en las llamadas Juntas de Defensa, presididas por el coronel Benito Márquez, que reclamaron, entre otras cuestiones, un criterio de ascenso único basado en la antigüedad y un aumento de sueldo. Cuando en mayo de 1917 el gobierno acordó disolverlas, la Junta Superior se negó a hacerlo. Sus miembros ingresaron en la cárcel de Montjuich y una junta suplente conminó al gobierno a liberar a los presos en doce horas (1 de junio). El gobierno liberal cedió. Días después dimitía y el 10 de julio el gobierno conservador de Dato reconocía a las Juntas su papel de portavoz del ejército. 3.2 La Asamblea de parlamentarios. El segundo acto de la gran crisis de 1917 lo protagonizó parte de la clase política. Desde febrero las Cortes estaban cerradas, pero un grupo de diputados y senadores, básicamente catalanistas, republicanos y socialistas, constituyeron una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona el 19 de julio y aprobaron un programa reformista: convocatoria de Cortes constituyentes, formación de un gobierno provisional de amplia mayoría, democratización del régimen y autonomía catalana. Las fuerzas de orden público disolvieron la Asamblea, y su petición reformadora fue desatendida por el Gobierno y generó la desconfianza del Ejército. 3.3 La huelga general. La crisis se acentuó con la convocatoria de una huelga general en agosto de 1917, que contó con el apoyo del sindicato socialista UGT, de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT, sindicato de tendencia anarcosindicalista fundado en 1911) y del PSOE, además de algunos sectores republicanos. La huelga se extendió por amplias zonas del país, pero la mala dirección, la falta de preparación y la heterogeneidad de los participantes hicieron que el ejército la sofocara finalmente después de duros enfrentamientos con los huelguistas. Los incidentes que provocó la huelga de agosto fueron muy graves y llegaron a ocasionar más de setenta muertos y unos dos mil detenidos, entre quienes se encontraban los socialistas Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero y otros miembros del comité de huelga. El enfrentamiento entre militares y huelguistas vino a romper el frente reformista, frustrando la posibilidad de una renovación constitucional que hubiera logrado la aceptación de la monarquía por las izquierdas españolas. 4 El problema de Marruecos. 4.1 España en la Europa del imperialismo. Después de 1898, la acción colonial española quedó reducida a África. Entre 1885 y 1912 las principales potencias europeas se habían repartido África, y España se vio impulsada a participar en el reparto e integrarse en el imperialismo internacional como una necesidad defensiva frente al deseo expansionista alemán, inglés o francés en Marruecos, donde estaban enclavados dos territorios españoles (Ceuta y Melilla) desde hacía cuatro siglos. Al tiempo, se compensaba con nuevos territorios el gran desastre colonial sufrido en 1898 y se trataba de recuperar el prestigio perdido por el ejército. En abril de 1804, en el contexto de la Entente franco-británica sobre el reparto de zonas de influencia en África entre los dos países, se atribuye a España la zona septentrional de Marruecos, no tanto por el reconocimiento de sus derechos históricos y de su vecindad 5 geográfica como por el deseo británico de no dejar en manos de Francia la costa mediterránea de Marruecos, situada frente a Gibraltar. La Conferencia de Algeciras (1906) reconoció implícitamente las respectivas zonas de influencia de Francia y España en el Protectorado de Marruecos. 4.2 La guerra de Marruecos. En España, la intervención militar en Marruecos fue siempre muy impopular y fueron pocos los políticos de uno u otro signo propicios a la expansión colonial. La guerra generó continuos enfrentamientos entre políticos y opinión pública favorables a la expansión colonial (el rey, ejército, y partidos dinásticos) o contrarios a la misma (organizaciones obreras, radicales y jóvenes llamados a quintas). Los gastos de la colonización siempre fueron muy altos para el presupuesto español; en cambio, las ventajas económicas conseguidas fueron escasas. Las Minas del Rif proporcionaban un mineral de escasa calidad que era en su totalidad exportado. • La guerra de Melilla.- Desde hacía algún tiempo la explotación de las minas del Rif se veía amenazada por los ataques de los rifeños. El 9 de julio los obreros que trabajaban en el ferrocarril a las minas fueron atacados; cuatro murieron en la refriega, los restantes lograron refugiarse en Melilla. La protección miliar de los ocho kilómetros que separaban la ciudad del lugar de las obras requería un urgente envío de refuerzos por el Gobierno: la Brigada de Cazadores, de Barcelona, cuyo embarque desataría el proceso revolucionario de la Semana Trágica en la ciudad catalana (26-31 de julio). El ataque del ejército español a las posiciones enemigas terminó en el desastre del Barranco del Lobo, donde la mayoría de los soldados del destacamento español cayeron barridos desde las bien protegidas posiciones enemigas (27 de junio). Hubo que esperar hasta mediados de agosto, mientras se acumulaban las fuerzas imprescindibles para asegurar el éxito, para lanzar la contraofensiva: sucesivamente se fueron ocupando la península de Tres Forcas, Beni Sicar, Hidún, Nador, Zeluán y, finalmente, la cumbre del Gurugú, plantando en ella la bandera española el 29 de septiembre. La campaña estaba concluida virtualmente; todo el entorno de Melilla había sido ocupado. • La consolidación del protectorado.- La resonante ocupación de Fez por Francia (mayo de 1911) fue seguida, a partir del 9 de junio, por la acción española sobre Larache, Alcazarquivir y Arcila (en "su" zona de 1906). Por otra parte, una nueva agresión rifeña en una zona del río Kert (24 de agosto de 1911) abrió la campaña que permitió consolidar la ocupación de Monte Arruit y la pacificación del valle del Kert en mayo de 1912 (batalla de Kaddur). • El desastre de Annual.- Durante la Primera Guerra Mundial, la acción de los cabecillas rebeldes se había acentuado, animados por Alemania. Al finalizar la guerra, Francia presiona a España para que lleve a cabo la ocupación efectiva y pacificación de su zona norte de Marruecos. A pesar de la impopularidad de la guerra, se inició la ocupación sobre dos objetivos: la región de Yebala, donde se había hecho fuerte El Raisuni, y la región montañosa del Rif, feudo del Abd-el-Krim. En la primera región, la actuación del general Dámaso Berenguer permitió asegurar las comunicaciones Ceuta-Tetuán, penetrar en el interior, con la toma de Xauen, y arrinconar en Tazarut a El Raisuni. Por su parte, en la primavera de 1921 el general Silvestre, impulsivo y animado personalmente por el rey, abordó la empresa de adentrarse en el Rif, y ello con más entusiasmo que prudencia y preparación técnica. Entre los años 1919 y 1921, Silvestre había conseguido duplicar el territorio ocupado por los españoles en torno a Melilla para satisfacción de sus mandos superiores y de la propia opinión española. Sin embargo, las tropas españolas se habían dispersado en un frente muy extenso y con un número de posiciones muy elevado y con graves problemas de aprovisionamiento. Además, las unidades estaban mal pertrechadas. La catástrofe sobrevino cuando las posiciones de Igueriben, Annual y Monte Arruit, escalonadas entre el corazón del Rif y Melilla, fueron siendo cercadas y conquistadas por las huestes de Abd-el-Krim. El derrumbamiento del frente tuvo como consecuencia la pérdida en tan sólo unos días de lo conseguido con graves dificultades durante años. El ejército del general Silvestre no sólo perdió a su jefe sino también a más de 10.000 hombres y todo el material. 6