Historia de España 1 Historia de España 2 EXTREMADURA CONVOCATORIA JUNIO 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Opción A Cuestiones El texto es una fuente secundaria de carácter historiográfico. Se trata de un fragmento de Compendio de la Historia de Tito Livio, obra de Lucio Anneo Floro (siglo I d. C.-siglo II d. C.), historiador latino de origen norteafricano que vivió en Tarraco (Tarragona) en época del emperador Adriano. Floro escribió además un Compendio de la historia romana. Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.), el autor compendiado, es uno de los grandes historiadores romanos. Escribió una Historia de Roma desde su fundación (Ab urbe condita), compuesta por 142 libros, de los que solo se conservan 35. Organizada en décadas, la obra abarca desde la fundación de la ciudad a mediados del siglo VIII a. C. hasta el 9 a. C., aunque la parte conservada solo alcanza hasta el 167 a. C. El resto de su Historia es conocido por una serie de resúmenes llamados periochae, y por los extractos de otros autores, como es el caso de Floro. Tito Livio escribió las Décadas, nombre con el que también es conocida su obra, en época de Augusto, es decir, fue contemporáneo de los hechos que se narran en el texto analizado. Precisamente los libros CXXXIV-CXLII tratan el principado de Augusto hasta la muerte de Druso en Germania (9 a. C.) e incluyen las noticias sobre las guerras cántabras que compendia Floro. Considerada un modelo de relato histórico, la Historia de Roma desde su fundación sirvió de inspiración a numerosos autores, desde Plutarco a Maquiavelo, y es una fuente de primer orden para el conocimiento de la historia romana. Sin embargo, a la hora de valorar sus informaciones debe tenerse en cuenta la falta de rigor con que Tito Livio eligió algunas de sus fuentes y el propósito con que escribió su obra, ensalzar la grandeza de Roma, espíritu que también guió a Floro. El marco cronológico al que hace referencia el texto corresponde a la última fase de la conquista romana de Hispania —nombre que recibió la Península Ibérica en la Antigüedad—, que tuvo lugar entre los años 31 a. C. y 19 a. C. Augusto, el César al que se refiere Floro, viajó a Hispania para dirigir personalmente la lucha contra los cántabros y astures en 26 a. C., cinco años después de iniciadas las hostilidades. En 25 a. C. dio por concluida la campaña y regresó a Roma. El verdadero nombre de Augusto era Cayo Octavio. Sobrino y ahijado de Julio César, venció a los republicanos primero y, posteriormente, a Marco Antonio (Accio, 31 a. C.) en la larga guerra civil que se desató en Roma tras el asesinato del dictador (44 a. C.). Tras ser proclamado Augustus (27 a. C.), instauró el Imperio en Roma. © Oxford University Press España, S. A. Floro menciona en el texto unos pueblos irreductibles, los cántabros y los astures, que habitaban en el extremo norte de Hispania, entre los Pirineos y el océano Citerior (mar Cantábrico), la única porción de territorio peninsular aún no dominada por Roma a finales del siglo I a. C. Cántabros y astures eran pueblos de origen celta; los primeros habitaban un espacio geográfico algo superior a la actual Cantabria, mientras que los astures se extendían por Asturias y León. El objetivo del autor es justificar la conquista romana de este territorio. Por eso subraya la dureza de estos pueblos —tenían un ánimo de rebelión «resuelto, duro y pertinaz»— y utiliza un lenguaje que indica un sentimiento de superioridad cultural —hubo que someterlos «como se hace con las fieras»—. Aduce Floro además las constantes incursiones contra los pueblos limítrofes, aliados de Roma: vaceos, turmogos y autrigones. Los vaceos eran un pueblo celtíbero que ocupaba un amplio espacio de la Submeseta Norte. Los turmogos, también celtíberos, habitaban las actuales provincias de Burgos y Palencia, mientras que los autrigones se situaban en los límites de las actuales comunidades autónomas de Cantabria y País Vasco. Asimismo, en el texto se ensalza la figura de Augusto, que dirige personalmente la campaña desde Segisama —actual Sasamón (Burgos), habitada por los turmogos y que aún conserva restos de la calzada que unía Caesar Augusta (Zaragoza) y Asturica Augusta (Astorga)—, y se destaca la dificultad de la conquista en la descripción del ataque por sorpresa de los astures. La lucha con un enemigo «tan fuerte» hubiese sido incierta de no haber sido por la traición de los brigicinos, un pueblo asentado en la zona de Benavente cuya capital era Brigaecium. Como conclusión, el texto constituye una fuente útil para conocer la situación y la disposición frente a Roma de los pueblos prerromanos que ocupaban el norte de la Península Ibérica a finales del siglo I a. C., aunque no aporte informaciones sobre las formas de vida de estos pueblos ni sus intereses; más bien refleja el tipo de incomprensión que suelen adoptar los pueblos conquistadores con respecto a los conquistados. Asimismo, el fragmento muestra uno de los aspectos característicos de la política de Augusto: asegurar el limes o frontera exterior del Imperio, tal y como hizo en el Rin, en el Danubio y en Panonia. Sin embargo, se oculta una razón importante de la campaña contra cántabros y astures: el control de los recursos mineros de las zonas que ocupaban estos pueblos. Por todo lo dicho, el texto de Lucio Anneo Floro puede considerarse un buen ejemplo de literatura imperialista. Historia de España 3 EXTREMADURA El inicio de la conquista de Hispania por Roma se sitúa en el contexto de la pugna entre Roma y Cartago por el control del Mediterráneo occidental. Tras su derrota en la Primera Guerra Púnica (264 a. C.-241 a. C.), Cartago abandonó Sicilia y concentró su expansión territorial en la Península Ibérica. Ante el recelo de Roma, ambas potencias acordaron delimitar sus respectivas áreas de influencia en Hispania por el Tratado del Ebro (226 a. C.), en el que se estableció que este río sería el límite máximo del avance cartaginés. Roma, además, situó bajo su protección algunas ciudades del Levante, como Sagunto. La conquista por Aníbal de esta ciudad (219 a. C.) desencadenó la guerra. Antes de que Roma pudiera reaccionar, el general cartaginés atravesó los Alpes con su ejército e invadió la península itálica. Una vez allí derrotó a los ejércitos romanos en Trebia, el Lago Trasimeno y Cannas. Ante su inferioridad militar, los romanos decidieron aislarlo en Italia mientras atacaban sus bases de aprovisionamiento en la Península Ibérica. En 218 a. C. Roma ya había desembarcado un ejército en Emporion, iniciando la conquista de Hispania, que se desarrolló a lo largo de doscientos años (siglos III a. C.-I a. C.) en cuatro fases. 쐌 Victoria de Roma sobre Cartago (218-205 a. C.). En 218 a. C. Roma envió a Hispania un ejército dirigido por los hermanos Cneo y Publio Escipión, que estableció su base de operaciones en Tarraco. En los años siguientes, ambos generales avanzaron hacia el sur por el Levante y se internaron en el valle del Guadalquivir, pero fueron derrotados y muertos en las batallas de Castulo e Ilorci (Lorca), ambas en 211 a. C. Un año después, Publio Cornelio Escipión desembarcó en Hispania con un nuevo ejército. Utilizando también Tarraco como base de operaciones, el general romano conquistó Cartago Nova (Cartagena, 209 a. C.), derrotó a los cartagineses y completó la campaña con la toma de Gades (Cádiz, 206 a. C.). 쐌 Sometimiento del interior peninsular (205-133 a. C.). Para la administración de los territorios conquistados, Roma estableció dos provincias en 197 a. C.: la Hispania Citerior (costa levantina y valle del Ebro) y la Hispania Ulterior (valle del Guadalquivir y resto de la costa mediterránea). En los primeros años de dominación romana estallaron una serie de revueltas que fueron sofocadas por Marco Porcio Catón y Tiberio Sempronio Graco. Al mismo tiempo, la conquista avanzó hacia el oeste: en esta época se fundaron Toletum (Toledo) y Gracurris (Alfaro). Los conflictos más duros con que se enfrentaron los romanos fueron las guerras lusitanas (155 a. C.-136 a. C.) y las guerras celtibéricas (153-133 a. C.). Las guerras lusitanas se sostuvieron para defender el valle del Guadalquivir de los pillajes del caudillo lusitano Viriato. A su muerte, Roma ocupó toda la Lusitania y se internó en el territorio de los galaicos, aunque no llegó a controlarlo totalmente. Las guerras celtibéricas concluyeron con la toma de la ciudad de Numancia (Soria), cuyos habitantes resistieron un asedio de diez meses dirigido por Escipión Emiliano. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 쐌 Guerras civiles en Roma (133-31 a. C.). Durante este período se produjo una pausa en el avance romano si se compara con los períodos previos. En 123 a. C., Quinto C. Metelo conquistó Baleares y fundó Palma y Pollentia (Pollença). Sin embargo, en esta época se produjo una gran actividad militar, ya que los partidarios de los dirigentes romanos Sertorio y Pompeyo utilizaron Hispania como plataforma contra sus respectivos enemigos: César venció a los pompeyanos en Munda (Montilla, Córdoba). 쐌 Sometimiento de las montañas del norte (31-19 a. C.). A esta época pertenece el relato de Floro analizado más arriba. El motivo para emprender la campaña fue acabar con los ataques de los cántabros, astures y galaicos contra los pueblos limítrofes y el interés de Roma por los minerales existentes en sus territorios. Ante la falta de resultados, Augusto acudió personalmente a dirigir la campaña. Para someter a los pueblos del norte, empleó tres ejércitos simultáneamente mientras una flota atacaba la retaguardia por el Cantábrico. La campaña se dio por concluida en 25 a. C. La mayor parte de la población fue vendida como mano de obra esclava. En 19 a. C. estalló de nuevo la rebelión, que fue dominada por Agripa. De esta forma, finalizó la conquista de Hispania y se inició en su territorio la pax romana. Los romanos, al igual que otros pueblos procedentes del Mediterráneo, intensificaron la explotación de los recursos económicos de la Península, en particular las minas de plata, oro, plomo, hierro, cobre, estaño y mercurio (estas últimas en Almadén, Ciudad Real). Los metales eran decisivos para Roma, ya que con ellos se acuñaba la moneda. Además de minerales y metales, los romanos exportaron los productos de la trilogía mediterránea (vino, aceite de oliva y trigo), los salazones y el garum o garo (salsa de pescado macerado con sal), y la cerámica local, conocida como sigillata hispanica. En las actividades económicas abundaba la mano de obra esclava. Hacia el siglo I, la sociedad hispana estaba formada por unos siete millones de personas que poseían diferente situación jurídica: 쐌 Los colonos romanos e itálicos. Eran una minoría que gozaba de plenos derechos políticos y de propiedad, e influyó en la vida política y cultural de Roma. 쐌 Las élites indígenas. Imitaban a los romanos copiando sus nombres, sus costumbres, su idioma y su estructura familiar patriarcal. 쐌 Los indígenas libres. Se encontraban en la base de la sociedad, por encima de los libertos o esclavos liberados que dependían del antiguo dueño. 쐌 En el último escalón de la sociedad se encontraban los esclavos. Se trataba de una sociedad agrícola, basada inicialmente en la pequeña y mediana propiedad de la tierra, que propició el desarrollo de una importante sociedad urbaHistoria de España 4 EXTREMADURA na. Las ciudades estaban comunicadas por una densa red de calzadas diseñada por Augusto y completada por otros emperadores. El fin de estas calzadas era militar y administrativo, aunque también contribuyeron a facilitar el comercio. Durante el Bajo Imperio la vida urbana entró en un proceso de decadencia. Cobraron más peso entonces las grandes propiedades agrícolas, explotadas mediante colonos o en régimen de arriendo. Se trataba de unidades autosuficientes de gran extensión, que constituyeron uno de los antecedentes del feudalismo medieval. El origen de la romanización en Extremadura se sitúa en las guerras lusitanas (154 a. C.-136 a. C.). En el transcurso del conflicto, los romanos fundaron distintas colonias que acogieron importantes guarniciones militares: Mettellinum (Medellín), Castra Cecilia (Cáceres) y Vicus Cecilius (Baños de Montemayor). Cuando estas guerras finalizaron, los pueblos prerromanos extremeños quedaron incorporados a la provincia de Hispania Ulterior. A finales del siglo I a. C. esta provincia fue dividida en dos: la Bética y la Lusitania, al sur y norte del Guadiana respectivamente. Por esta época (entre los años 25 a. C. y 13 a. C.) fue fundada la ciudad de Emerita Augusta (Mérida) como capital de la Lusitania. En su origen, la ciudad fue una colonia en la cual se asentaron soldados veteranos (eméritos) de las legiones romanas, que recibieron tierras como premio por los servicios prestados en su lucha contra los pueblos cántabros. Otros núcleos urbanos de la Lusitania fueron Norba (Cáceres), Augustobriga (Talavera la Vieja), Capera (Cáparra), Caurium (Coria) y Turgalium (Trujillo). A la provincia Bética pertenecieron otras importantes ciudades de la actual Extremadura; entre ellas cabe citar Seria Fama Iulia (Jerez de los Caballeros), Nertobriga (Fregenal de la Sierra), Contributa Iulia (Medina de las Torres), Curiga (Monesterio) y Regina (Casas de Reina). Concluidas las campañas militares romanas en suelo extremeño, se inició una etapa de convivencia pacífica. La economía de la población autóctona, formada por lusitanos, vetones, turdetanos o célticos, siguió siendo de base agraria y ganadera. Muchos colonos romanos se dedicaron al cultivo de la tierra y a otras actividades más especializadas (comercio, ingeniería, tareas artesanales). Aunque en principio predominaron las pequeñas explotaciones agrícolas, con el tiempo fueron adquiridas por los grandes propietarios. Surgieron así los primeros latifundios, amplias explotaciones organizadas desde las residencias señoriales, las llamadas villas. En la provincia de Cáceres destacan las villae de Monroy o Alconétar, y en la provincia de Badajoz las de Medellín, Mérida, Jerez de los Caballeros, Montijo, La Cocosa (en las cercanías de Badajoz), Solana de los Barros y Pueblo Nuevo del Guadiana. Las comunicaciones entre los asentamientos urbanos y rurales se realizaban, como en el resto de Hispania, a través de calzadas. La más importante era la vía de la Plata, que unía Hispalis (Sevilla) con Augusta Asturica (Astorga) y recorría Extremadura de sur a norte. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 Las ciudades de la Extremadura romana contaban con un entramado de calles cuyo trazado debía adaptarse al relieve. Las necesidades defensivas obligaron a construir murallas alrededor de algunas, como es el caso de Norba (Cáceres), Caurium (Coria) y Emerita Augusta (Mérida). Solían disponer de dos vías principales: el decumanus (este-oeste) y el cardus (norte-sur). Junto a estas arterias urbanas se encontraba el foro, espacio concebido como plaza pública donde se alzaban edificios de importancia. Así, en uno de los foros de Mérida se situaban el templo de Diana, la basílica y las termas. Bajo las calles había cloacas o desagües: en la ciudad de Regina (Casas de Reina) todavía se conserva la red de alcantarillado construida en la época romana. También existen en Extremadura importantes ejemplos de la ingeniería romana. En las cercanías de Mérida se encuentran los embalses de Proserpina y Cornalvo; de ellos partían canalizaciones a través de acueductos, como atestiguan los restos del acueducto de los Milagros que, procedente del embalse de Proserpina, recorre 9 km hasta llegar a la ciudad. Otras conducciones son la de San Lázaro (5 km) y la del embalse de Cornalvo (25 km). Destacan asimismo los puentes de Alcántara (sobre el Tajo), Alconétar (en la confluencia del Tajo y el Almonte) y Mérida (sobre el Guadiana), el más largo de la Península Ibérica (792 m de longitud y 60 arcos). En cuanto al arte romano, Extremadura posee algunos de los edificios públicos y monumentos más representativos: templos de Diana (en Emerita Augusta) y de Augustobriga (Talavera la Vieja); anfiteatro de Mérida, que poseía un aforo para 15 000 espectadores; teatros de Mérida (5 000 espectadores), del siglo I, y Regina (Casas de la Reina); el circo de Mérida (30 000 espectadores). Entre los monumentos conmemorativos destacan el arco sobre el puente de Alcántara, el de Trajano en Mérida, que servía de acceso al foro, y el de Cáparra, al norte de Plasencia. Este último presenta la particularidad de que posee cuatro frentes. Además, en el Museo de Arte Romano de Mérida se conservan importantes muestras de la escultura y la pintura de la región. Las pinturas y los mosaicos decoraban las estancias en las casas y edificios públicos. De las primeras cabe mencionar las de las casas del Mitreo y del anfiteatro de Mérida. En cuanto a los mosaicos, los museos extremeños conservan numerosos ejemplos. Algunos de ellos son de tema mitológico, como el de Orfeo (Museo Arqueológico de Badajoz), o los de Baco y Ariadna, el de los Aurigas y el del Rapto de Europa (Museo de Arte Romano de Mérida). También se conservan ejemplos del arte funerario, como es el caso del dystilo de Zalamea de la Serena. Preguntas Unión de Armas. Proyecto presentado por el conde duque de Olivares en 1625 con el que pretendía crear un ejército de 140 000 hombres, reclutado y mantenido por todos y cada uno de los reinos de la monarquía hisHistoria de España 5 EXTREMADURA pánica en función de sus recursos demográficos y económicos. Olivares perseguía la uniformidad jurídica de los dominios del rey y un aumento de las contribuciones de sus reinos no castellanos para evitar que la presión fiscal recayera casi exclusivamente en Castilla. El objetivo último del proyecto era aumentar los ingresos del reino para financiar la onerosa política exterior. De esta forma, la Unión de Armas respondía a los ambiciosos proyectos que el valido de Felipe IV pretendió desarrollar en los primeros años de su mandato. Sin embargo, el proyecto chocó inmediatamente con la realidad: la crisis económica y social, y la resistencia de los distintos reinos, que se escudaban en sus fueros y privilegios. Tras muchas discusiones y presiones por parte de Aragón y Valencia, Felipe IV aceptó reducir la aportación del Ejército y que esta fuera en metálico, no en soldados. Cataluña, sin embargo, se negó a realizar contribución alguna y quedó al margen de la Unión de Armas. En 1626 se dio forma jurídica al proyecto y el rey logró que las Cortes de Castilla aprobasen una importante contribución. Además de no alcanzar los objetivos perseguidos, la Unión de Armas fue uno de los factores que provocaron el clima de descontento que desembocó en la gran crisis de 1640. Código de las Siete Partidas. Compilación de textos jurídicos compuesta entre 1256 y 1265 bajo la dirección de Alfonso X el Sabio. Titulada en su versión primitiva Libro del Fuero de las Leyes, es considerada la obra de legislación más importante en la historia de España. Fue elaborada por una comisión de juristas que utilizaron fuentes procedentes de los derechos romano y canónico, aunque también se inspiraron en el derecho consuetudinario castellano. Aún se discute si el propósito de Alfonso X fue realizar una gran enciclopedia jurídica o un texto legislativo para su aplicación práctica. Las Siete Partidas fueron promulgadas durante el reinado de Alfonso XI como derecho supletorio del Ordenamiento de Alcalá (1348). Constan de siete partes: fuentes y derecho de la iglesia; derecho político, organización del reino y normas sobre la guerra; organización judicial, proceso y derechos sobre las cosas; derechos de familia y relaciones de vasallaje; derecho de obligaciones; derecho de sucesiones y derecho penal. Publicadas por primera vez en 1491, el Código de las Siete Partidas fue traducido a otras lenguas (catalán, gallego o portugués) y se mantuvo vigente en España y sus colonias hasta la desaparición del Antiguo Régimen. Jovellanos. Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) fue una de las figuras más sobresalientes de la Ilustración española. Mantuvo contactos con el grupo de ilustrados constituido en Sevilla alrededor de Pablo de Olavide, tras ser nombrado oidor de la Real Audiencia de esta ciudad. A su regreso a Madrid, fue designado alcalde de Casa y Corte, entrando en contacto con los principales políticos ilustrados de la época de Carlos III. Fue miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia, y participó en la Sociedad Econó- © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 mica de Amigos del País de Madrid. Durante el reinado de Carlos IV fue apartado de la Corte por el favorito Manuel Godoy. Nombrado en 1797 secretario de Gracia y Justicia, poco después fue destituido y desterrado a Mallorca, donde permaneció hasta 1808. Cuando estalló la Guerra de la Independencia, Jovellanos se convirtió en la figura más representativa de la Junta Suprema Central, de la que formó parte en calidad de representante de Asturias. Cuando en 1810 se creó una regencia, Jovellanos se retiró a Asturias, donde murió. Entre sus obras destacan Informe sobre la Ley Agraria (1794-1795), en el que se analizan las causas de los problemas de la economía castellana, y Memoria sobre los espectáculos y diversiones públicas (1790-1796), donde defendió el papel educador de los espectáculos públicos y criticó el teatro barroco y los toros. Abd al-Rahman III. Primer califa omeya de al Ándalus, accedió al trono con el título de emir en 912 en un momento de gran desorden en el emirato. En la primera parte de su reinado derrotó en una larga guerra al rebelde Umar ibn Hafsun, que se había hecho fuerte en su fortaleza de Bobastro, y sometió a obediencia a los señores semiindependientes de Andalucía. Conseguida la paz en estos territorios se hizo proclamar califa en 929, desvinculándose definitivamente de los califatos abasí y fatimí. En los años siguientes, completó el proceso de unificación con las tomas de Badajoz y Toledo. En la primera parte de su reinado mantuvo también enfrentamientos con los reinos cristianos. En 920 vengó en Valdejunquera la derrota sufrida tres años antes por sus ejércitos en San Esteban de Gormaz. Desde 932 dichos enfrentamientos fueron constantes. Pese a sufrir algunas derrotas importantes en Osma y Simancas, mantuvo la hegemonía militar en la Península Ibérica, lo que le permitió inmiscuirse en los asuntos de Navarra y León. Asimismo, intervino en el norte de África: se adueñó de Tánger, Ceuta y Melilla con el fin de neutralizar la amenaza fatimí. Durante su reinado el califato de Córdoba vivió una fase de esplendor. Abd al-Rahman III intentó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico promoviendo el renacimiento artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara), una ciudad-palacio iniciada bajo su reinado y continuada por su hijo y sucesor Al-Hakam II. Hernán Cortés. Conquistador español (1485-1547). Natural de Medellín (Badajoz), estudió dos años en la Universidad de Salamanca y en 1504 viajó a La Española. Participó en la conquista de Cuba (1511) y, tras el fracaso de la expedición a México de Juan de Grijalba, el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, le encomendó la exploración de la península del Yucatán. Pese a que poco después Velázquez revocó la orden, Cortés partió hacia México el 10 de febrero de 1519 con una flota de 11 naves. Tras desembarcar en la isla de Cozumel, navegó hasta San Juan de Ulúa y fundó la Villa Rica de la Historia de España 6 EXTREMADURA Veracruz (Veracruz). Allí tuvo noticias del Imperio azteca. Se alió a los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, e inició el avance hacia el interior del continente. Tras entrar en Cholula, donde realizó una terrible matanza, prosiguió su marcha hasta alcanzar la capital azteca, Tenochtitlán (8 de noviembre de 1519). Allí, pese a ser bien recibido por el emperador Moctezuma, Cortés lo hizo prisionero. En los meses siguientes fue creciendo la animosidad de los habitantes de Tenochtitlán hacia los españoles debido a la actitud de estos ante sus ritos religiosos. Finalmente estalló una rebelión en junio de 1520 (Noche Triste), durante la cual murió Moctezuma y los españoles fueron expulsados de la ciudad. Poco después, Cortés derrotó a los aztecas en Otumba y sitió Tenochtitlán, que finalmente tomó a mediados de 1521. En años posteriores, Cortés envió expediciones a Honduras y Guatemala, y recibió el título de gobernador y capitán general de la Nueva España. La brutalidad con la que trató a la población indígena y los desacuerdos con los emisarios enviados por la Corona provocaron que fuese destituido y obligado a regresar a España. El monarca le otorgó el marquesado de Oaxaca pero Cortés no recuperó sus poderes. A su regreso a México (1530-1540), organizó varias expediciones; en una de ella se descubrió la Baja California. Tras instalarse definitivamente en España, participó en una expedición contra Argel (1541). Escribió cinco Cartas de Relación que envió a la Corona; en ellas describe los hechos de sus conquistas y justifica su actuación. 1713. Año en que se firmó la Paz de Utrecht, compuesta por una serie de tratados suscritos en esta ciudad neerlandesa (1713) y en Rastadt (Alemania, 1714) por las potencias que habían intervenido en la Guerra de Sucesión Española (1701-1715). Dichos acuerdos no solo marcaron el final de la intervención extranjera en el con- CONVOCATORIA JUNIO 2009 flicto en España —la guerra se prolongó en Cataluña hasta el asalto a Barcelona en 1714, y en las Islas Baleares hasta la capitulación de Mallorca e Ibiza en 1715—, sino que establecieron un nuevo orden en Europa y en el ámbito colonial tras el conflicto abierto entre Francia y España, donde reinaban los Borbones, y la Gran Alianza de La Haya, formada en 1701 por Inglaterra, Austria, Provincias Unidas y Prusia, a la que posteriormente se sumaron Saboya y Portugal. En virtud de estos acuerdos Felipe V fue reconocido como rey de España y de las colonias americanas, aunque hubo de renunciar a sus derechos a la Corona francesa y realizar importantes concesiones territoriales que pusieron fin a la presencia española en el norte de Europa e Italia. El gran beneficiado de los acuerdos de Utrecht fue el Reino Unido, que se consolidó como potencia naval y comercial y pudo frenar el expansionismo francés en Flandes e Italia. Siguiendo las disposiciones establecidas en los tratados de Utrecht, España cedió Menorca y Gibraltar al Reino Unido que, además, vio reconocido su derecho a participar en el comercio con las Indias, lo que se tradujo en el envío anual de un barco de mercancías (navío de permiso) a la feria de Portobelo (Panamá). El Reino Unido, además, se hizo con el monopolio del comercio de esclavos africanos en América, llamado asiento de negros, y que estaba en poder de Francia desde 1701. Asimismo, España cedió Sicilia a Saboya y perdió los Países Bajos del sur, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña, que pasaron al Imperio alemán. También realizó concesiones territoriales a las Provincias Unidas y Prusia. Por último, cedió a Portugal la colonia del Sacramento (Uruguay), un importante enclave para el comercio y el contrabando con las Indias de portugueses e ingleses. Opción B Cuestiones El texto reproduce el preámbulo y diez artículos de la Constitución española de 1869, que entró en vigor tras el triunfo de la Revolución de 1868. Fue aprobada por las Cortes constituyentes el 1 de junio de 1869 y promulgada cinco días después. Se trata, por tanto, de una fuente primaria de carácter jurídico-político. La Ley consta de 112 artículos repartidos en 11 títulos y dos disposiciones transitorias. Los artículos que aparecen en el texto corresponden a los títulos primero, «De los españoles y sus derechos» (2º, 3º, 4º, 21 y 26), y segundo, «De los poderes públicos» (32, 33, 34, 35 y 36). En el preámbulo se indica que las Cortes constituyentes que han aprobado el texto han sido elegidas por sufragio universal (en realidad, sufragio general masculino); era la primera vez que se utilizaba este procedimiento © Oxford University Press España, S. A. en España. Se afirma además que la soberanía radica en la «Nación Española», en cuyo nombre las Cortes Constituyentes decretan y sancionan el texto. La Constitución de 1869 reconoció además una amplia serie de derechos individuales, naturales e inalienables que se correspondían con el ideario de los partidos contrarios al sistema político isabelino. Estos derechos se recogen en el título primero «De los españoles y sus derechos»: garantías procesales (Art. 2º, 3º y 4º); libertad de culto (Art. 21), garantizado por las «reglas universales de la moral y del derecho», aunque establece que la nación y sus ministros están obligados a mantener la religión católica; y libertad de movimientos (Art. 26), aunque limitada al cumplimiento de ciertas obligaciones (servicio militar y ciertas «cargas públicas»). En la Constitución de 1869 se establecían además diversos mecanisHistoria de España 7 EXTREMADURA mos para garantizar el respeto de estos derechos: sanciones a los funcionarios que no lo hicieran e indemnizaciones a los ciudadanos que hubiesen sido objeto de abusos. En los artículos del título segundo, «De los poderes públicos», se reafirma que la soberanía reside en la nación española (Art. 32), se establece la monarquía como forma de gobierno (Art. 33) y se determinan las atribuciones de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial (Art. 34, 35 y 36). El poder ejecutivo lo ostentaba el monarca (aunque lo ejercía el Gobierno, pues el rey reinaba pero no gobernaba). El Gobierno, para poder llevar a cabo sus propuestas, debía contar con el apoyo de las Cortes. El poder legislativo residía en unas Cortes bicamerales: los miembros del Congreso eran elegidos por sufragio general masculino directo y los del Senado a través de compromisarios o representantes. Para ser senador había que cumplir ciertos requisitos, como tener más de cuarenta años, haber desempeñado cargos públicos o disponer de título universitario. El poder judicial correspondía a los tribunales de justicia, a los que se incorporó el jurado. La Constitución de 1869 fue la quinta ley fundamental que se promulgaba en España desde los inicios del siglo XIX. Fue la primera, sin embargo, de naturaleza genuinamente democrática de las promulgadas hasta ese momento en España. El Sexenio Democrático (1868-1874) constituyó el primer intento de establecer en España una democracia, tal y como era entendida en el siglo XIX. Se inició con la Revolución de septiembre de 1868, conocida por sus partidarios como la Gloriosa. La Revolución se fraguó durante la década de 1860 y tuvo diferentes causas. En primer lugar, la impopularidad de la reina Isabel II, dominada por una camarilla de cortesanos (Sor Patrocinio, conocida como «la monja de las llagas»; el marqués de Miraflores; el secretario particular de la reina, Miguel Tenorio) que condicionaba en gran medida la elección y la acción de los gobiernos, sostenidos por los moderados de Narváez y los unionistas de O’Donnell. Al margen del sistema político se fue configurando una amplia oposición formada por quienes aspiraban a una apertura del sistema (progresistas, que practicaban el llamado «retraimiento» desde principios de la década de 1860, demócratas) o por quienes pretendían sustituir en el trono a Isabel II (el duque de Montpensier, casado con Luisa Fernanda, hermana de la reina; los carlistas). El descontento se tradujo en una serie de manifestaciones de protesta (Noche de San Daniel, en 1865; sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil, en 1866, ambas en Madrid) que fueron duramente reprimidas por el Gobierno. En 1866 un grupo de exiliados progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende (Bélgica) para destronar a la reina y derribar su régimen. Tras la muerte de O’Donnnell (1867), líder de la Unión Liberal y principal sostén de la reina junto con Narváez, los unionistas se sumaron al pacto de Ostende. En 1868 murió también © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 Narváez, que en ese momento ocupaba la presidencia del Gobierno; le sustituyó Luis González Bravo. La rebelión contra la reina se inició con un pronunciamiento militar dirigido por los generales Prim y Serrano, líderes respectivos de progresistas y unionistas. A ellos se unió el almirante Topete, unionista, al mando de la Armada anclada en Cádiz. La insurrección recibió el apoyo popular, generalmente liderado por los demócratas, que organizaron juntas revolucionarias. Las tropas leales a la reina, dirigidas por el marqués de Novaliches, fueron derrotadas por las del general Serrano en Alcolea (Córdoba); la victoria dejó libre la entrada a Madrid de los sublevados. Isabel II huyó a Francia. Tras el triunfo de la insurrección se formó un Gobierno provisional que debía promover la elección de Cortes constituyentes. Estaba presidido por Serrano y participaban en él progresistas (Prim, Sagasta, Figuerola, Ruiz Zorrilla) y unionistas (Topete). Quedaron excluidos los demócratas, quienes tenían una gran influencia en las populares juntas revolucionarias de las ciudades, desde las que se reclamaba el sufragio general masculino, la libertad de imprenta, culto y asociación, y la supresión de los consumos y las quintas. Finalmente, el Gobierno provisional disolvió las juntas y sus grupos de voluntarios armados. A cambio, estableció la mayor parte del programa demócrata. Esto provocó la inmediata escisión del Partido Demócrata en dos facciones: cimbrios (dispuestos a cooperar con el Gobierno al margen del régimen político, monarquía o república, siempre que se respetase la democracia) y republicanos (que creían indispensable la implantación de una república federal). El Gobierno provisional convocó elecciones a Cortes constituyentes en enero de 1869 por sufragio general masculino. En ellas lograron la mayoría los llamados gubernamentales (progresistas, unionistas, y cimbrios). Ocupaban el centro político y defendían una monarquía parlamentaria y democrática, basada en la soberanía nacional y en un Gobierno elegido por las Cortes y responsable ante ellas. El Partido Republicano Federal, representante de la izquierda, era la segunda formación en número de diputados. Además del cambio de régimen, planteaba la abolición de las quintas, la supresión de la esclavitud en las colonias y una legislación favorable a los trabajadores. Una facción del partido, los denominados intransigentes, propugnaba la insurrección armada y el federalismo local. En el otro extremo del espectro político, los moderados o alfonsinos apoyaban el regreso de los Borbones y la Constitución de 1845. Muy debilitados, a partir de 1873 su líder fue Antonio Cánovas del Castillo. Por último, los carlistas constituían la extrema derecha de las Cortes. Enemigos de la democracia, aceptaron el juego parlamentario de forma temporal; pronto provocaron la Tercera Guerra Carlista (1872). La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Constitución de 1869, la más liberal de las aprobadas en el siglo XIX, que estableció una monarquía constitucional, el sufragio general masculino directo y reconoció una Historia de España 8 EXTREMADURA amplia serie de derechos individuales, naturales e inalienables (de reunión, asociación, etcétera). El nuevo régimen hubo de enfrentarse además a las reivindicaciones populares y republicanas, que exigían cambios profundos, como el reparto de tierras o una mayor justicia social (insurrecciones de 1868 y 1869 en Andalucía, Levante y Cataluña). También estallaron motines de subsistencia contra las quintas y huelgas industriales. A la inestabilidad social en el interior se añadió el conflicto en las colonias. En 1868 se inició una sublevación independentista (Grito de Yara), liderada por el hacendado Carlos Manuel Céspedes, que dio origen a la primera Guerra de Cuba. Las hostilidades concluyeron en 1878 con la Paz de El Zanjón. En el ámbito económico, el ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, emprendió una política liberalizadora y estableció la peseta como única moneda nacional. Además, rebajó los aranceles aduaneros en contra de los intereses proteccionistas (arancel Figuerola, 1869). Una vez aprobada la Constitución, y hasta encontrar un monarca que ocupara el trono español, fue nombrado regente el general Serrano. El general Prim, ministro de la Guerra hasta ese momento, pasó a ejercer la presidencia del Gobierno. Para ocupar el trono español se pensó en distintos candidatos: el duque de Montpensier, cuñado de la reina Isabel II y favorito de los unionistas (a su elección se opuso la Francia de Napoleón III); Fernando de Coburgo, viudo de la reina de Portugal y favorecido por quienes eran partidarios de la unión ibérica (él mismo rechazó la candidatura y además se opuso el Reino Unido) y el archiduque Leopoldo Hohenzollern-Sigmaringen, al que también se opuso Napoleón III. Las presiones del emperador francés para que se retirara su candidatura fueron una de las causas de la guerra francoprusiana (1870-1871). Incluso se llegó a pensar en ofrecer la corona al general Espartero. Finalmente, la elección recayó en Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, rey de la recién unificada Italia. Tras su elección por las Cortes españolas en noviembre de 1870, Amadeo I de Saboya desembarcó en España el 30 de diciembre. Ese mismo día moría su principal valedor, el general Prim, como consecuencia de un atentado que había tenido lugar en la calle del Turco de Madrid tres días antes. El nuevo monarca fue considerado un intruso por los partidarios de los Borbones, tanto carlistas como isabelinos; también sufrió el rechazo de los adeptos de la República. El rey encomendó a Serrano la formación de Gobierno. Este convocó unas elecciones (1871) que dieron la mayoría a la coalición gubernamental (progresistas, unionistas, cimbrios). Poco después, esta coalición comenzó a desintegrarse por la rivalidad existente en el Partido Progresista entre los dos herederos políticos de Prim. Por un lado, Práxedes Mateo Sagasta, más cercano a los unionistas, formó el Partido Constitucionalista; por otro, Manuel Ruiz Zorrilla, próximo a los demócratas, fundó el Partido Radical. El rey confió la formación del © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 Gobierno al segundo quien, ante la dificultad de obtener mayorías, cerró las Cortes. Su reapertura provocó la caída de Ruiz Zorrilla y su sustitución por el general Malcampo, próximo a Sagasta. En estas fechas se desarrolló, asimismo, el debate sobre la legalización de la Internacional de Trabajadores, que fue declarada ilegal por una amplia mayoría. Ese mismo año, ante las críticas de carlistas y radicales, Malcampo dimitió y ocupó la presidencia del Gobierno Sagasta, quien convocó elecciones cuyo resultado fue favorable a los constitucionales. Sin embargo, el escándalo provocado por el descubrimiento de un fondo de 2 000 000 de reales de finalidad poco clara provocó la caída de Sagasta y una nueva entrada en el Gobierno de Ruiz Zorrilla. El líder de los radicales convocó nuevas elecciones (1872) que dieron una amplia mayoría a su partido. Sin embargo, la política del nuevo Gobierno se vio lastrada por el temor a la revolución social y el estallido de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). En este período se aprobó la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Finalmente, en febrero de 1873, el rey decidió abdicar. El detonante fue un conflicto entre el Gobierno de Ruiz Zorrilla y el cuerpo de artilleros, que se había opuesto al nombramiento del general Hidalgo de Quintana como capitán general de Vascongadas y, posteriormente, de Cataluña. El ejecutivo presentó al rey un decreto de disolución del cuerpo de artilleros que le ponía en una difícil posición: si lo firmaba se indisponía con el Ejército; si no lo hacía se enfrentaba a quienes le sostenían en el trono. El 11 de febrero de 1873, Amadeo I decidió firmar el decreto y abdicar. La Primera República (1873-1874) fue proclamada por las dos cámaras legislativas reunidas (lo que estaba prohibido por la Constitución de 1869) el mismo día en que abdicó Amadeo I, el 11 de febrero de 1873. Se procedió a la formación de un Gobierno presidido por el republicano Estanislao Figueras, pero con mayoría de radicales. Los republicanos deseaban convocar elecciones para reunir unas Cortes constituyentes; los radicales, para evitarlo, promovieron dos golpes de Estado fallidos (febrero y abril de 1873). Con consecuencia de ello, los republicanos se quedaron solos en el Gobierno. Finalmente, en mayo se convocaron elecciones que dieron como resultado una mayoría federal ante el retraimiento de radicales, alfonsinos y carlistas, y se formó un nuevo Gobierno presidido por Figueras. Sin embargo, este dimitió a los pocos días, en desacuerdo con la línea política de los federales. Le sustituyó el líder de esta facción, Francisco Pi i Margall. Su toma de posesión, lejos de calmar las insurrecciones populares y a los federalistas radicales, las avivó. A lo largo del verano se produjeron agitaciones en diferentes ciudades de Andalucía y en Alcoy una huelga convocada por los bakuninistas derivó en un motín que concluyó con el asesinato del alcalde y el incendio de una fábrica. El movimiento cantonal estalló en julio de 1873 en Cartagena, como protesta de los federales intransigentes ante la lentitud del Gobierno por aprobar una ConstituHistoria de España 9 EXTREMADURA ción federal. El levantamiento provocó que se presentara precipitadamente un proyecto de estas características pocos días después (fue redactado por Emilio Castelar en apenas veinticuatro horas), mientras el movimiento se extendía a otras ciudades (Valencia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Granada). Ante la imposibilidad de sacarlo adelante, debido a la división de los republicanos de distinto signo, y a los reproches que lo hacían responsable del levantamiento, Pi i Margall dimitió. Ocupó su puesto Nicolás Salmerón, partidario de una política de mayor firmeza. En las semanas siguientes, Salmerón impulsó la recuperación militar de los principales focos de insurrección en Andalucía y Levante. A mediados de agosto, el movimiento cantonal estaba prácticamente sofocado. Resistieron algunos enclaves, como Málaga, que cayó en septiembre de 1873. A partir de entonces la sublevación quedó reducida al cantón de Cartagena, cuyo Gobierno dominaba la escuadra y el arsenal existentes en la ciudad. En septiembre, Emilio Castelar sustituyó a Salmerón, que había decidido dimitir por una cuestión de conciencia, y disolvió las Cortes. En la sesión de reapertura, el 3 de enero de 1874, el general Pavía entró en el edificio por la fuerza con efectivos de la Guardia Civil y las disolvió. Pocos días después, caía el cantón de Cartagena. Posteriormente, la presidencia de la República fue ejercida por el general Serrano, quien mantuvo la línea autoritaria de Castelar. Serrano se apoyó en los liberales que no habían colaborado con la República federal, como Topete, Sagasta y Cristino Martos. En diciembre de 1874, Antonio Cánovas del Castillo, que promovía el regreso de los Borbones, hizo firmar al príncipe Alfonso —depositario desde 1870 de los derechos dinásticos de su madre, Isabel II— el Manifiesto de Sandhurst, en el que detallaba su programa político. El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, el 29 de diciembre de 1874, acabó con la Primera República y la experiencia del Sexenio Revolucionario, y dio paso a la Restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII. Preguntas Manuel Azaña Díaz. Político español (1880-1940). Estudió derecho y opositó a la Dirección General de Registros y Notariado. Compaginó su actividad profesional con sus inquietudes intelectuales, su militancia política en el Partido Reformista de Melquíades Álvarez y la vinculación al Ateneo de Madrid. Sus escritos sobre la reforma del ejército le dieron prestigio intelectual. Además, dirigió las revistas La pluma, que además fundó, y España. Se apartó del reformismo y en 1925 fundó el partido Acción Republicana, sumándose a la oposición al régimen primorriverista. Se sumó al Pacto de San Sebastián y formó parte del Comité Revolucionario constituido como consecuencia de dicho pacto. Tras la proclamación de la República, fue designado ministro de la Guerra. En los meses siguientes, impulsó una profunda reforma del Ejército. En octubre de 1931 ocupó la presidencia del Gobierno tras la © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 dimisión de Niceto Alcalá-Zamora. Entre 1931 y 1933 mantuvo el impulso reformista que caracterizó el primer bienio de la Segunda República. Considerado un símbolo de la izquierda republicana, fue atacado duramente por la oposición conservadora y encarcelado como consecuencia de su presunta participación en la Revolución de octubre de 1934. Demostrada su inocencia, fundó Izquierda Republicana y, gracias a una serie de discursos pronunciados a lo largo de 1935, consiguió aglutinar a las fuerzas que se oponían a los gobiernos de radicales y cedistas, y desempeñó un papel clave en la formación del Frente Popular (enero de 1936). Tras la victoria de esta coalición electoral en las elecciones de febrero de 1936, ocupó nuevamente la presidencia del Gobierno. Se mantuvo en el cargo hasta mayo de ese mismo año, en que, nuevamente, sustituyó a Alcalá-Zamora, esta vez en la presidencia de la República. Desbordado por los acontecimientos tras el estallido de la Guerra Civil, trató de favorecer la recuperación de las instituciones del Estado por parte del Gobierno de la República y, avanzada la guerra, se mostró partidario de una conclusión negociada frente a la opinión contraria de Negrín, presidente del ejecutivo. Tras la caída de Cataluña, partió al exilio y dimitió (27 de febrero de 1939). Dejó una notable obra literaria en la que destacan Vida de don Juan Valera, la novela El jardín de los frailes, la obra de teatro La velada de Benicarló y sus diarios políticos y de guerra. José Calvo Sotelo. Político español (1893-1936). Próximo al maurismo, fue diputado (1919-1922) y gobernador de Valencia. Durante la dictadura de Primo de Rivera estuvo al frente de la Dirección General de la Administración Local (1923-1925). Como ministro de Hacienda (1925-1930) impulsó el desarrollo de una banca estatal (Banco Exterior de España) y el crecimiento del gasto público, que pretendió compensar con un aumento de ingresos mediante la constitución del monopolio de petróleo (Campsa) y la elaboración de una reforma fiscal que finalmente no pudo implantar. Tras la proclamación de la Segunda República, partió al exilio. En 1934 regresó a España. Fundó el Bloque Nacional y defendió una monarquía no parlamentaria y corporativista. Elegido diputado en febrero de 1936, fue asesinado el 13 de julio de ese mismo año por un grupo de Guardias de Asalto en venganza por el atentado que había acabado con la vida del teniente Castillo un día antes. Juan Bravo Murillo. Político español (1803-1873). Perteneciente al Partido Moderado, fue miembro de las Cortes (1837-1840). Tras la implantación de la regencia de Espartero, partió al exilio en Francia, del que regresó al inicio de la Década Moderada (1844). En 1849 fue nombrado ministro de Hacienda, cargo que simultaneó a partir de 1851 con la presidencia del Gobierno. Durante su mandato, llevó a cabo una profunda reforma hacendística, equilibró el presupuesto y consolidó la deuda pública. También trató de limitar el poder de los militares y se mostró favorable a una reforma constitucional ultraconservadora, lo que provocó una oposición general que concluyó con su dimisión en 1852. Tras vivir un Historia de España 10 EXTREMADURA CONVOCATORIA JUNIO 2009 nuevo período de exilio durante el Bienio Progresista, en 1858 fue elegido presidente del Congreso y cuatro años después senador. y 1872-1876) en las que se dirimieron el conflicto dinástico y los radicales desacuerdos políticos con los gobiernos liberales. Batalla de Teruel. Batalla de la Guerra Civil española (diciembre de 1937-febrero de 1938) durante la cual los ejércitos republicano y franquista se disputaron el control de dicha ciudad. La iniciativa partió de los republicanos, quienes pretendían neutralizar una ofensiva que, según sus informaciones, preparaba Franco sobre Madrid y Guadalajara, al disponer de un contingente de tropas adicional tras la desaparición del frente norte. Para lanzar la ofensiva, el general Rojo eligió el sector de Teruel, una zona en la que la línea de frente franquista adoptaba la forma de una cuña, que la hacía más vulnerable. Las fases iniciales de la ofensiva fueron un éxito y las fuerzas republicanas alcanzaron Teruel. Las tropas nacionales que defendían la ciudad, al mando del coronel Rey d’Harcourt, ofrecieron una dura resistencia. Franco lanzó una contraofensiva, pero su avance se vio frenado por las fuertes nevadas. Finalmente, las tropas republicanas tomaron Teruel (enero de 1938). Días después se inició un ataque franquista para recuperar la ciudad, frenado por un contragolpe republicano. En febrero Franco lanzó un nuevo ataque, que condujo a sus tropas a las inmediaciones de Teruel, defendida por Valentín González, el Campesino. Antes de que se cerrase el cerco, el Campesino decidió huir y Teruel fue retomada por el ejército franquista (22 de febrero). La de Teruel fue una batalla de desgaste que se libró en unas durísimas condiciones meteorológicas. La iniciativa republicana, si bien desvió la atención de Franco durante unas semanas, no logró avances territoriales. Además, el desgaste al que se sometió al ejército republicano provocó un hundimiento del frente en los meses siguientes que permitió a las tropas de Franco avanzar hasta el Mediterráneo a la altura de Vinaroz (primavera de 1938), cortando en dos el territorio republicano. Durante la Restauración el partido carlista optó por participar en la vida parlamentaria. En 1888 tuvo lugar la escisión integrista, dirigida por Ramón Nocedal. Tras la muerte de Carlos VII (1909), su hijo Jaime asumió la condición de pretendiente. Se produjo entonces una nueva escisión, encabezada por Juan Vázquez de Mella, que se prolongó hasta la muerte de don Jaime en 1931. Reunido nuevamente bajo su sucesor, Alfonso Carlos, el carlismo adoptó la denominación de Comunión Tradicionalista. Mantuvo su fuerza en el País Vasco y Navarra, donde fue clave en la sublevación militar del 18 de julio de 1936. La división interna en el movimiento facilitó su fusión con Falange Española y la formación del partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS por el Decreto de Unificación (abril de 1937). No obstante, los enfrentamientos entre carlistas y falangistas fueron frecuentes durante el régimen de Franco y en algunas ocasiones provocaron crisis graves (incidentes en la basílica de Begoña, Bilbao, 1942). El partido sufrió varias escisiones y vaivenes ideológicos durante el franquismo. Tras la instauración de la democracia, el pretendiente Carlos Hugo formó el Partido Carlista que participó sin éxito en las elecciones de 1979. Carlismo. Movimiento político español surgido como consecuencia de la decisión del rey Fernando VII de promulgar la Pragmática Sanción, que permitía el acceso al trono de las mujeres. La decisión favoreció a su hija, la futura Isabel II, en detrimento del hermano del monarca, Carlos María Isidro. En torno a él se formó un movimiento (el carlismo) que defendía la legitimidad dinástica de don Carlos y era enemigo acérrimo del liberalismo. Como rezaba su divisa, «Dios, patria y rey», sus miembros eran partidarios del tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino. También se mostraban favorables al mantenimiento de los fueros frente a la política centralizadora del régimen liberal. 1812. Año de la promulgación de la Constitución de Cádiz, ciudad en la que se había establecido dos años antes la Junta Suprema Central, constituida en 1808, ante el avance del Ejército francés durante la Guerra de la Independencia. En 1810 se convocaron Cortes en dicha ciudad, cuya primera sesión se celebró en septiembre de ese mismo año. Durante el tiempo en que se mantuvieron abiertas las Cortes (1810-1813), se aprobaron una serie de medidas que desmantelaron gran parte de los fundamentos políticos, sociales y económicos del Antiguo Régimen. Pero su resultado legislativo más importante fue la aprobación de la Constitución de 1812, una extensa norma que reflejaba el programa de los liberales de la época. Se trata de la primera ley fundamental aprobada por un Parlamento nacional en la historia de España. Inspirada en la Constitución de la Revolución francesa de 1789, establecía la monarquía como forma de Estado, cuya religión oficial era la católica, bajo los principios de la soberanía nacional y la división de poderes. Asimismo, incluía un sufragio general masculino e indirecto y establecía la democratización de la vida municipal. La Constitución de 1812 se mantuvo vigente hasta 1814, cuando Fernando VII reinstauró el absolutismo. El carlismo recibió un amplio apoyo social que procedió del mundo rural, la baja nobleza del norte de España y los sectores conservadores del clero y del Ejército. Fue especialmente fuerte en el País Vasco, el norte de Cataluña y en algunas áreas del este peninsular (Maestrazgo) y Castilla. Estas zonas fueron sus bastiones territoriales durante las tres guerras carlistas (1833-1840; 1846-1849 También en 1812, durante la Guerra de la Independencia, se produjo la victoria del duque de Wellington contra los franceses en la batalla de Arapiles (22 de julio), que provocó la salida de José I de Madrid el 10 de agosto y la entrada de las fuerzas angloespañolas en la misma dos días después. El monarca francés recuperó la capital de su reino el 2 de noviembre de ese mismo año. © Oxford University Press España, S. A. Historia de España 11