LA VIOLENCIA DOMESTICA: PERFIL Y PROGRAMAS EDUCATIVOS LOPEZ-CASTEDO, ANTONIO & FERNANDEZ EYRE, LUIS FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACION UNIVERSIDAD DE VIGO (ESPAÑA) alopez@uvigo.es La violencia doméstica ha experimentado un desarrollo espectacular en las dos últimas décadas. Se trata de un fenómeno epidémico que, al hilo de los retos planteados al varón por los valores democráticos de la sociedad actual y por el nuevo rol de la mujer, ha crecido a un ritmo más rápido incluso que los accidentes de coche, las agresiones sexuales y los robos. El objetivo de esta investigación se centra en describir el perfil de la mujer maltratada y el tipo de agresiones más habituales a partir de los datos obtenidos sobre los casos de la violencia doméstica. La solución a este problema necesita de abordajes multidisciplinares e interinstitucionales, para ello el desarrollo de programas educativos desde edades tempranas son el medio más válido para afrontar cualquier tipo de violencia. INTRODUCCION La violencia doméstica ha experimentado un desarrollo espectacular en las dos últimas décadas. Los cambios sociales respecto al papel de la mujer tanto en el ámbito privado (pareja, familia), como público (laboral, social) hacia una relación más igualitaria entre hombre y mujer, han hecho posible que el problema de la violencia doméstica haya salido a la luz, debido en parte a una mayor conciencia de la mujer respecto a sus derechos y a su papel en la pareja, en la familia y en la sociedad, y también a una mayor sensibilidad social respecto al problema. La no-aceptación de estos cambios por el hombre, y el ver peligrar lo que para algunos era vivido como privilegio, ha podido favorecer la aparición de violencia en ocasiones. Jewkes (2002) considera que los dos factores más importantes para la aparición de VD son la relación de desigual posición de la mujer tanto en las relaciones personales como sociales y la existencia de una “cultura de la violencia”, que supone la aceptación de la violencia en la resolución de conflictos. Por tanto, se trata de un fenómeno epidémico que, al hilo de los retos planteados al varón por los valores democráticos de la sociedad actual y por el nuevo rol de la mujer, ha crecido a un ritmo más rápido incluso que los accidentes de coche, las agresiones sexuales y los robos. En realidad, la Violencia Doméstica fue definida como tal hace unos 30 años como un fenómeno psicosocial, constituyéndose por su importancia en un objeto de estudio especializado, para ser abordado con un enfoque multi, inter y transdiciplinarios. Se manifiesta de formas diversas, con intensidad, gravedad y frecuencia diferente, lo que permite ubicarla y caracterizarla. La ONU consideró que el problema era muy importante, y en su resolución 40/36 de 1985 hizo un llamamiento a todos los países para estudiar la violencia, buscar estadísticas y medidas para controlar la situación, considerándola en 1993 un acto condenable. En nuestro país se 2375 crea en 1997 el grupo nacional para la prevención y atención de la violencia familiar como expresión de la voluntad política del Estado para llevar adelante los objetivos que conducen a la eliminación de todas las formas de discriminación de la mujer. Si bien es cierto que una solución definitiva requiere profundos cambios sociales, políticos, económicos y de distribución equitativa de poder entre los géneros y todos los seres humanos, se puede hacer mucho cuando se toma conciencia del problema y se aborda una estrategia integral desde distintos sectores de la sociedad. Las estadísticas nos ponen de manifiesto que la violencia doméstica se produce en todos los países, en todas las culturas y en todos los niveles sociales sin excepción, aunque algunas poblaciones corren mayor riesgo que otras (Gonzales & Gavilano, 1999; Martin, 1999). De hecho en España, según un informe reciente del Ministerio de Asuntos Sociales, hay unas 640.000 mujeres víctimas de maltrato habitual (el 4% de la población femenina adulta), pero, en total, son más de 2,5 millones (el 16.5%) las que confiesan haber sido víctimas de maltrato en algún momento de su vida. En todo el mundo, los hechos desencadenantes de la violencia son muy similares en las relaciones en las que existe maltrato (Richardson, Coid, Petruckevitch, Cheng, Moorey & Feder, 2002; Bradley, Smith, long & O´Dowd, 2002). La violencia doméstica se refiere a las agresiones físicas, psíquicas, sexuales o de otra índole, llevadas a cabo reiteradamente por parte de un familiar (habitualmente el marido), que causan daño físico y/o psíquico y vulneran la libertad de otra persona (habitualmente la esposa) (Echeburúa, Corral, Amor, Sarasua & Zubizarreta, 1997). Algunos autores han definido la situación circular y en escalada progresiva de la violencia como: insultos y coacciones > amenazas y crisis de violencia arrepentimiento del agresor y perdón de la víctima (Walter, 1984). Paralelamente se describe otra escalada de deterioro emocional de la víctima: a la mayor frecuencia del abuso le sucede una más temprana instauración de la depresión en la víctima y una devaluación mayor de su autoestima siendo éste uno de los factores que permiten el mantenimiento del maltrato (Maccoby,1990). A pesar de que hay estudios que concluyen que no existe un perfil típico de personalidad o sociodemográfico ni del sujeto maltratador ni de la víctima, ni factores de riesgo determinantes (Eisenstat & Bancroft, 1999; American Medical Association, 1992), 2376 existen otras propuestas teóricas que señalan que las situaciones de violencia doméstica pueden ocurrir con más facilidad cuando se produce la combinación de diferentes factores. Entre éstos se observan aquellas que dependen del autor del maltrato (psicopatología, rigidez, baja autoestima) y de la víctima (dependencia emocional, baja autoestima). Los primeros estudios sobre la víctima observaron que uno de los principales factores de riesgo eran los antecedentes de abuso sexual durante la infancia y las consecuencias reflejadas como alteraciones de conductas derivadas de los mismos (Walter, 1984). La experiencia de exposición a la violencia en la infancia se ha identificado como una variable relacionada con las conductas agresivas en el hogar (Alcázar, Gómez Jarabo, 2001). Entre esta multiplicidad de factores también se encuentran aquellos relacionados con el ámbito de la relación de pareja, tales como la organización jerárquica, el tipo de interacción, el aislamiento social, el estrés, la duración de la relación y el número de hijos. Así como también factores de índole social y cultural (valores y actitudes patriarcales, violencia estructural, deficiencias de control del sistema social y legal, entre otros) (Larrain, 1994). Algunas investigaciones han presentado datos que apuntan la posibilidad de que el maltrato se produzca con mayor frecuencia en familias con menor nivel de ingresos, menos nivel educativo, problemas de empleo del autor del maltrato, más tiempo de relación de pareja, abuso de alcohol y drogas por parte del maltratador, características de los sujetos implicados y del tipo de interacción de la pareja, elevado número de hijos y problemas de hacinamiento en el domicilio (Warshaw, 1995). Por otra parte, la violencia doméstica tiene siempre como consecuencia secuelas físicas y psicológicas. Sin embargo, dependiendo de la naturaleza del maltrato, las consecuencias psicológicas pueden ser distintas. Las diferentes formas de malos tratos, dependen tanto de la actuación del agresor como de las consecuencias para la víctima: a) Psíquicas: Actos o conductas que producen desvalorización o sufrimiento en las mujeres: amenazas, humillaciones, exigencia de obediencia, convencimiento de culpabilidad ante cualquier problema, insultos, aislamiento, descalificación o ridiculización de sus opiniones, humillación en público; b) Físicas: Actos no accidentales que provoquen o puedan producir daño físico o enfermedad en la mujer: traumatismos, heridas, quemaduras, enfermedades de transmisión sexual, embarazos de riesgo y muerte. Con frecuencia, comienza con contactos leves y aumenta con el tiempo hasta llegar a acciones más violentas. Pueden aparecer bien de forma cotidiana o cíclica; c) Sexuales: Imposición a la mujer de una relación sexual en contra de su voluntad y donde se utiliza la fuerza o la intimidación. Cuando se produce 2377 penetración forzada, es considerada violación. Gomel (1998) hace una amplia revisión de los estudios que relacionan violencia doméstica con salud mental. En algunos estudios encuentra asociación positiva entre la experiencia de malos tratos y problemas de salud mental como depresión, ansiedad, síndrome de estrés postraumático, insomnio y quejas somáticas, aunque no hay estudios concluyentes sobre psicopatología previa y posterior a la vivencia de violencia en la pareja. En otras investigaciones, se pone de manifiesto que las mujeres que han sido víctimas de malos tratos tienen una mayor prevalencia de síndrome de estrés postraumático, crisis de ansiedad, fobias, abuso de substancias, trastornos por somatización, dolor crónico, depresión y riesgo de suicidio. En la aparición de los trastornos de salud mental en las víctimas de maltrato y en la severidad de los mismos van a influir diversos factores. Disponer de soportes sociales y de experiencias positivas ante las crisis vitales, serían factores de protección y se asocian a niveles más bajos de síndrome de estrés postraumático; las situaciones estresantes durante la infancia y las experiencias negativas frente a crisis vitales, se asocian con mayor frecuencia de trastornos psicológicos. Sólo algunas víctimas de maltrato presentan trastornos psicopatológicos bien definidos. Los síntomas físicos y psicológicos poco específicos y trastornos por somatización, pueden ser la antesala de una situación de maltrato. Para poder comprender la dinámica de la violencia conyugal, es necesario considerar dos factores: su carácter cíclico y su intensidad creciente. Respecto a su carácter cíclico, la violencia doméstica esta constituida por tres fases: Primera fase: denominada fase de la acumulación de tensión, en la cual se produce una asociación de pequeños episodios que llevan a roces permanentes entre la pareja con un incremento constante de la ansiedad y la hostilidad. Segunda fase: denominada episodio agudo, en la cual toda la tensión que se había venido acumulando da lugar a una explosión de violencia que puede variar en su gravedad, desde un empujón hasta el homicidio. Tercera fase: denominada "luna de miel" en la que se produce el arrepentimiento, a veces instantánea, por parte del hombre, sobre viniendo un pedido de disculpas y la promesa de que nunca más volverá a ocurrir. Al tiempo vuelven a recomenzar los episodios de acumulación de tensiones, y el ciclo vuelve a iniciarse. Con respecto al segundo factor (su intensidad creciente), se puede describir una verdadera escala de violencia. La primera etapa de la violencia es sutil, toma la forma de agresión psicológica. Consiste de atentados contra la autoestima de la mujer. El agresor la ridiculiza, ignora su presencia, no presta atención a lo que ella dice, se ríe de sus opiniones o sus iniciativas, la compara con otras personas, la corrige en público, entre otros. Estas conductas no aparecen en el primer momento como violentas, pero igualmente ejercen un 2378 efecto devastador sobre la mujer, provocando un progresivo debilitamiento en sus defensas psicológicas. Todo este proceso que se produce en el ámbito del hogar tiene efectos relevantes para las personas que conviven. Las distintas investigaciones corroboran estos datos. Carlson (1984), estima que más de 3 millones de niños\as observan violencia doméstica en sus hogares anualmente; Strauss & Gelles (1990), señala que más del 50% de los hombres que maltratan a sus esposas frecuentemente, también abusan de sus hijos\as; Miller, (1989), en un estudio comparativo entre jóvenes delincuentes y no delincuentes, encontró que la diferencia más significativa entre ambos grupos es el historial de violencia o abuso familiar; O'Keefe (1986), refleja que los/as estudiantes de escuela superior cuyos padres han establecido relaciones violentas, tienden a desarrollar relaciones violentas entre sí, en un tanto por ciento mayor que aquellos/as estudiantes desarrollados en ambientes no violentos; Levy (1991), estima que una de cada 10 parejas jóvenes experimentan violencia física; Rosenbaum & O'Leary (1981), ponen de manifiesto que los niños que observan maltrato familiar por parte del padre durante su niñez, tienden a presentar un mayor riesgo de ser agresivos físicamente en sus relaciones de pareja en la adultez; y, por último, Hotaling & Sugarman (1986) constatan una tendencia en niñas que observan violencia contra su madre, a presentar un mayor riesgo de tolerar el abuso contra ellas en la adultez, que las que no presenciaron abuso contra su madre. En general, las consecuencias en el centro escolar son múltiples: siempre están pendientes del peligro; está desmotivado tanto dentro como fuera de las clases; son demasiado complacientes o se creen autosuficientes; están nerviosos, ansiosos, tristes melancólicos; tienen dificultades para entender las instrucciones del profesor, comunicar sus necesidades, leer, escribir o expresarse; tienen problemas de atención o de comportamiento; retan la autoridad del profesor para compensar sus sentimientos de vulnerabilidad o falta de control de sí mismo; reaccionan exageradamente ante el menor conflicto, desprecio y mal entendido; son impulsivos. El impacto de la violencia doméstica en el ciclo preescolar lleva a los niños y las niñas a que se sientan desamparados y vulnerables. Pueden sentir miedo y desarrollar pocas estrategias para enfrentar situaciones conflictivas. Muchos/as tienden a violar las normas familiares de manera agresiva; otros/as se retraen. Tienden a lloran frecuentemente, a tener problemas con el sueño, pesadillas y carácter irritable. Su mayor deseo suele ser que la familia se mantenga unida. En el ciclo escolar (6 -12 años) ya dominan un mayor número de estrategias para lidiar con los conflictos y los eventos 2379 traumáticos y pueden presentar la tendencia a exhibir comportamiento depresivo persistente. Podrían experimentar sentido de culpabilidad, vergüenza y ambivalencia hacia los padres. Tienden a intervenir en los incidentes de violencia familiar, para proteger a la víctima. Pueden desarrollar relaciones conflictivas con sus pares y de desconfianza con las personas adultas. Por último, en la adolescencia, Los y las jóvenes expuestos repetidamente a incidentes de violencia doméstica tienden a aislarse de sus familias. Muchos/as podrían abandonar el hogar y colegio a temprana edad. Pueden exhibir comportamientos violentos, autodestructivos o antisociales, como el uso de drogas, la delincuencia y el vandalismo o destrucción de propiedades. Tienden a desarrollan relaciones de poca empatía y desconfianza con las personas adultas. Pueden involucrarse en relaciones de pareja abusivas, donde confunden el amor con la violencia y ven el maltrato como natural. METODOLOGÍA Para llevar a cabo este estudio hemos recopilado los datos de una entidad provincial de Ourense, competente en este ámbito y que tiene convenios subscritos con asociaciones, ayuntamientos, servicios sociales de atención primaria, servicios médicos y otros. Sin embargo, estos son los datos más fiables y en base a los mismos realizamos un análisis descriptivo. La distribución de la muestra se expone en el gráfico 1. La media de casos de malos tratos entre los años 2000 y 2003, es de 78 casos por año. Tenían edades comprendidas entre los 18 y los 63 años, siendo la media de edad de 35 años. La mayoría permanecían en la situación de violencia desde hacia más de 5 años y en la mayoría los casos comenzó en el inicio de la relación con algún insulto y humillación y continuó después del matrimonio. El nivel socio-económico de las pacientes era medio. Del total de casos, el porcentaje mayor se corresponde en los años 200 y 2001, con 37.50% y 37.00%, respectivamente. 2380 GRAFICO 1 DISTRIBUCION DE CASOS ENTRE 2000 - 2003 312 20 03 20 01 20 00 82 74 TO TA LE S 84 72 20 02 350 300 250 200 150 100 50 0 PERFIL DE LA AGRESORA: En cuanto a los datos sobre la edad, estado civil, número de hijos/as y edad de los hijos/hijas de la agredida se presentan en la tabla 1. Se pone de manifiesto que, al margen de las variaciones que se puedan registrar en algún año en concreto, las mujeres entre 30 y 50 años, casadas, con uno y dos hijos/as, y un 55.57% de los hijos/as con menos de 15años, son las más afectadas por los malos tratos. TABLA 1 EDAD, ESTADO CIVIL, NUMERO DE HIJOS/AS Y EDAD DE LOS HIJOS/AS DE LA AGREDIDA ENTRE EL AÑO 2000 Y 2003 2000 EDAD < 20 años Entre 20 – 30 años Entre 31 – 40 años Entre 41 – 50 años Entre 51 – 60 años > años ESTADO CIVIL Solteras Casadas Separadas/Divorciadas Viudas NUMERO HIJOS/AS Ninguno Uno Dos Tres Cuatro o más 2001 2002 2003 f % f % f % f % 2 11 21 15 3.00 14.50 28.00 21.00 1 8 38 13 1.50 9.00 44.50 16.00 25 33.50 24 29.00 1 19 25 15 11 3 1.35 25.68 33.78 20.27 14.86 4.06 1 20 31 16 8 6 1.21 24.39 37.80 19.90 9.40 7.3 f % f % f % f % 11 53 6 2 15.00 74.00 8.00 3.00 4 69 11 0 5.00 82.00 13.00 0 12 46 15 1 16.22 62.16 20.27 1.35 18 51 12 1 21.95 62.19 14.63 1.23 f % f % f % f % 12 31 23 5 1 17.00 42.50 31.50 7.00 2.00 15 29 24 13 3 18.00 35.00 29.00 15.00 3.00 16 23 27 4 4 21.62 31.09 36.49 5.40 5.40 8 32 25 9 8 9.75 39.02 30.48 10.97 9.78 2381 EDAD HIJOS/AS Entre 0 -5 años Entre 6 – 10 años Entre 11 – 15 años Entre 16 – 20 años Más de 20 años f % f % f % f % 14 12 10 7 29 20.00 16.00 14.50 9.50 40.00 11 16 18 9 30 13.00 19.00 21.00 11.00 36.00 16 16 20 10 12 21.10 21.10 26.61 13.76 17.43 17 11 13 16 25 20.28 13.76 15.94 19.56 30.46 Con respecto al nivel de estudios, situación laboral y fuente de ingresos (tabla 2), se puede apreciar que los más altos porcentajes corresponden a mujeres que solamente han completado estudios primarios, constante que se repite en todos los años. Si a esta circunstancia incluimos aquellas que no habían completado los estudios primarios, e incluso aquellas que eran analfabetas, los porcentajes se incrementan hasta un 78.50% en el año 2000, aunque en los años sucesivos ésta situación fue cambiando. En la situación laboral se encuentra que en los tres primeros años la mayoría se dedican exclusivamente a las tareas domésticas, sin embargo en el año 2003 se presenta un porcentaje más alto en el grupoque trabaja por cuenta ajena. Así mismo, cabe destacar que un 45.80% son amas de casa o desempleadas. Por lo que respecta a la fuente de ingresos la mayoría de la mujeres maltratadas subsistían con los ingresos del marido/compañero o compartidos entre ambos y sólo un pequeño porcentaje (13%) disponían de ingresos propios. En el año 2000 no se dispone de estos datos. TABLA 2 NIVEL DE ESTUDIOS, SITUACIÓN LABORAL Y FUENTE DE INGRESOS DE LA AGREDIDA ENTRE EL AÑO 2000 Y 2003 2000 2001 2002 2003 NIVEL DE ESTUDIOS Analfabetismo Primarios incompletos Primarios completos Secundarios incompletos Secundarios completos Diplomaturas Licenciaturas SITUAC. LABORAL f % f % f % f % 5 16 36 1 9 4 1 6.50 22.00 50.00 2.00 11.50 6.00 2.00 5 19 41 10 7 2 0 6.50 23.00 48.50 12.00 8.00 2.00 0 3 14 30 8 12 4 3 4.05 18.92 40.55 10.81 16.22 5.40 4.05 2 9 33 12 13 6 7 2.43 10.97 40.24 14.63 15.85 7.31 8.53 f % f % f % f % Ama de casa Auxiliar doméstica Trabajo cuenta propia Trabajo cuenta ajena Estudiantes Pensionistas Desempleadas 26 12 2 5 2 12 13 33.50 16.50 3.00 9.00 3.00 16.00 17.00 33 12 4 16 0 8 11 39.00 14.00 5.50 19.00 0 9.00 13.50 21 16 3 14 2 10 8 28.38 21.63 4.05 18.92 2.70 13.51 10.81 20 6 6 26 4 8 12 24.39 7.31 7.31 31.70 4.87 9.75 14.67 FUENTE INGRESOS f % f % f % f % 2382 - Propios Marido/compañero Compartidos Otras fuentes Ninguno - 11 36 34 3 0 13.00 43.00 41.00 3.00 0 11 25 32 5 1 14.86 33.79 43.24 6.76 1.35 28 21 19 8 6 34.14 25.60 23.17 9.75 7.31 PERFIL DE LA AGRESION: Los datos con respecto a la agresión (tabla 3), ponen de manifiesto que los más altos porcentajes en el tipo de agresiones corresponde a la psicofísicas (45.55%), aunque también son frecuentes las psíquicas (26.59%) y sexuales (27.86). Por otra parte, se puede considerar una constante que la duración de las agresiones venga desde el principio de la convivencia (47.52%) o desde hace años (33.84%) y que sean muy frecuentes (65.88%). A su vez, no es habitual que se solicite parte médico por lesiones. El 72.54% manifiesta que no realizó dicha solicitud frente al 27.46% que sí solicitó el parte médico por lesiones. Por último, no siempre se presenta denuncia. Tan sólo un 38.57% si la presentó en relación a un 61.43% que no la efectuó. TABLA 3 TIPO DE AGRESIÓN, DURACIÓN, FRECUENCIA, PARTE MEDICO Y DENUNCIA ENTRE EL AÑO 2000 Y 2003 2000 TIPO DE AGRESIÓN Psíquica Psicofísica Sexual DURACIÓN Antes de convivir Convivencia Desde hace años En los últimos años FRECUENCIA Muy frecuentes Frecuentes Aisladas PARTE MÉDICO Si No DENUNCIA Si No 2001 2002 2003 f % f % f % f % 15 30 27 21.00 41.50 37.50 25 36 33 30.00 43.00 27.00 13 38 23 17.57 51.35 31.08 31 38 13 37.80 46.34 15.85 f % f % F % f % 1 37 23 11 2.00 51.00 32.50 14.50 1 28 36 11 1.50 33.00 42.50 23.00 5 37 23 9 6.76 50.00 31.08 12.16 0 46 24 12 0 56.09 29.26 14.65 f % f % f % f % 40 26 6 56.00 36.00 8.00 55 13 16 66.00 15.00 19.00 56 13 5 75.67 17.57 6.76 54 22 6 65.85 26.82 7.33 f % f % f % F % 24 48 34.00 66.00 19 65 22.50 77.50 16 58 21.62 78.38 26 56 31.71 68.29 f % f % f % f % 33 39 46.50 53.50 29 55 34.00 66.00 23 51 31.08 68.92 35 47 42.68 57.32 2383 CONCLUSIONES A partir de este análisis podemos concluir que el perfil de la mujer maltratada se corresponde con la siguiente descripción: mujer casada, entre 30 y 50 años, con uno o dos hijos/as (menores de edad), con estudios primarios y con dependencia económica. A su vez, por el tipo de agresiones que se han observado, el caso de agresión más habitual sería: tipo: psicofísica, duración: desde el principio de la convivencia o desde hace años, periodicidad: muy frecuente, no existe solicitud de parte médico por lesiones y no se presenta denuncia. Todos estos datos están en consonancia con las distintas encuestas llevadas a cabo por el Instituto de la Mujer. Después de vistas las distintas perspectivas y diferentes enfoques que intentan averiguar las causas más probables o al menos más comunes de la violencia de genero, si algo nos queda claro es que no existe una sola causa que determine la violencia del hombre contra la mujer, sino que lo más probable es que se trate de un conjunto de factores que se interrelacionan en cada individuo de una manera diferente, generando así distintas conductas de maltrato. Por lo tanto, cada vez es mayor la urgencia de solucionar este problema abordándolo desde todos los campos posibles, siendo siempre insuficientes todas las estrategias que se están llevando a cabo, tanto en la atención a las víctimas, la rehabilitación y prevención de recaídas del maltratador, como en una falta de control, por parte de la sociedad, de estas situaciones. Nuestra propuesta: La educación es el medio más válido para luchar contra cualquier tipo de violencia. Para ello, es necesaria la formación y sensibilización de toda la población, pero fundamentalmente del alumnado que desde edades tempranas debe ser educado para conocer y respetar los derechos humanos y rechazar cualquier tipo de discriminación. Teniendo en cuenta estas dimensiones, se pueden señalar los siguientes objetivos y metodología: Objetivos Generales: A. Sensibilizar a la comunidad educativa de la existencia, importancia y magnitud de la violencia de género en la sociedad. B. Promocionar la educación en valores para lograr una sociedad que no tolere la violencia de género concienciando de los mitos socioculturales que la perpetúan y que se pueden resumir en: justifica al agresor - culpa a la víctima. 2384 C. Concienciar al alumnado de que los abusos físicos y psicológicos afectan la calidad de vida de las personas y que además son un delito tipificado en el código penal. D. Promocionar, favorecer y desarrollar desde los centros educativos las relaciones de igualdad basadas en el respeto a los derechos humanos y en las responsabilidades que esos derechos conllevan en las relaciones, promoviendo conductas autoafirmativas no violentas y aportando estrategias para la resolución de conflictos sin violencia. Aquí es muy importante la figura del profesorado para aportar modelos de igualdad, respeto y responsabilidad hacia el alumnado. Metodología: Variada dependiendo del tipo de tarea didáctica que nos ocupe. Considerando el método global e interdisciplinar, se reúnen herramientas usadas en la consecución de objetivos en diferentes áreas y podemos agrupar las técnicas de trabajo de la siguiente manera: 1. Comunicación/dinámica de grupos. 2. Aprendizaje de lenguaje de expresión/uso adecuado de emociones (educación de los sentimientos. Estrategias emotivo-conductuales. 3. Técnicas de autoayuda. 4. Desarrollo de la autoestima, la comunicación y asertividad 5. Técnicas de reconocimiento de conceptos y asociación de los mismos, incluyendo el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales de mujeres e infancia como grupos victimizados. 6. Técnicas de autoafirmación para promover conductas igualitarias no basadas en relaciones víctima-agresor, amo-esclavo. 7. Promoción de estrategias asociativas tales como comités de apoyo de alumnas y alumnos que puedan dar apoyo a víctimas de agresiones sexuales en la escuela y de alumnos que puedan retar y cuestionar el comportamiento violento de compañeros. 8. Estrategias publicitarias, como elaboración de carteles, murales, entre otros. 9. Actitud crítica del abuso a través de estrategias cognitivas y el proceso de toma de decisiones. Estas estrategias seleccionadas de la investigación actual y de los programas que ya funcionan en centros de distintos países, pueden ser fácilmente trabajadas en el aula por el tutor/a y el alumnado. Por estos motivos es necesario elaborar materiales didácticos para la 2385 prevención de la violencia de género para Educación Primaria, Secundaria y de Personas Adultas, con diversas actividades con el objeto de identificar la violencia de género, luchar contra ella y conocer los medios de protección a las mujeres víctimas de violencia. Se propone: 1) Una guía general en la cual se describan los tipos de violencia, los enfoques e investigaciones actuales, los mitos que perpetúan la violencia, objetivos, metodología, orientaciones generales y una guía con recursos. 2) Unidad Didáctica para la Educación Primaria: Se pretende enseñar conductas y habilidades que permitan vivir libre de violencia, reconociéndola y desarrollando habilidades personales de autoprotección. 3) Unidad Didáctica para Educación Secundaria: Con ella se intenta dar a conocer el fenómeno de la violencia contra las mujeres, haciendo especial hincapié en los malos tratos, así como observar, reflexionar y analizar acerca de la violencia entre iguales y desarrollar habilidades para afrontar conflictos, especialmente en la adolescencia. 4) Unidad Didáctica para Educación de Personas Adultas: se engloba en el núcleo de desarrollo personal que aparece de forma transversal en el currículo de la formación básica de educación de personas adultas. Las actividades pueden llevarse a cabo en cualquier momento del desarrollo curricular. En síntesis, como se ha podido comprobar a lo largo de esta exposición, que la violencia doméstica es un tema de indudable actualidad, que desde todas las perspectivas con que se ha de afrontar es una cuestión absolutamente abierta que necesita y al mismo tiempo exige profundizar en todo tipo de soluciones: preventivas, asistenciales, educativas, de intervención social, científico-investigadoras, económicas, legislativas, entre otras. Precisamente por ello requiere de grandes dosis de coordinación, de compromiso, de sensibilidad, de solidaridad, y de gestión. BIBLIOGRAFIA: Alcázar, M. A. & Gómez Jarabo, G. (2001). Aspectos psicológicos de la violencia de género. Una propuesta de intervención. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 1 (2): 33-49. American Medical Association (1992). Diagnostic and Treatment Guidelines on Domestic Violence. 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