El caballo en la sociedad ibérica - Biblioteca Virtual Miguel de

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El caballo
en la sociedad ibérica
El caballo
en la sociedad ibérica
Una aproximación al santuario de
El Cigarralejo
Dirección científica
Pedro A. Lillo Carpio
Virginia Page del Pozo
José Miguel García Cano
Museo Universidad de Murcia
14 de diciembre de 2004 - 4 de febrero de 2005
Comunidad Autónoma
de la Región de Murcia
Presidente
Ramón Luis Valcárcel Siso
Consejero de Educación y Cultura
Juan Ramón Medina Precioso
Universidad de Murcia
Rector Magnífico
José Ballesta Germán
Vicerrector de Planificaciones
e Inversiones
José María Gómez Espín
Secretario General de la Consejería
José Vicente Albaladejo Andreu
Director General de Cultura
José Miguel Noguera Celdrán
Exposición
Catálogo
Organiza:
Universidad de Murcia
Museo Universidad de Murcia
Dirección científica:
Pedro A. Lillo Carpio
Virginia Page del Pozo
José Miguel García Cano
Comunidad Autónoma de la Región de Murcia
Consejería de Educación y Cultura
Dirección General de Cultura
Colabora:
Caja de Ahorros del Mediterráneo
Comisarios:
Virginia Page del Pozo
Pedro A. Lillo Carpio
José Miguel García Cano
Documentación:
Raquel Castillo Navarro
Silvia Butler Ruiz
Montaje:
Museo Universidad de Murcia
Seguro:
Allianz
Documentación:
Patricia Serrano Mayoral
María Dolores Párraga Jiménez
Fotografías:
Antonio López Cánovas
José Miguel García Cano
Dibujos:
María José Acosta Malo
Virginia Page del Pozo
© de los textos: los autores
© de esta edición:
Universidad de Murcia
Museo Universidad de Murcia
Comunidad Autónoma de la Región de Murcia
Consejería de Educación y Cultura
Dirección General de Cultura
Agradecimientos
Museo de Arte Ibérico de “El Cigarralejo”
Primera edición: diciembre 2004
Edita:
Ligia Comunicación y Tecnología, SL
Calle Manfredi, 6, entlo.
30001 Murcia
Tlf.: 968 940 433 - Fax.: 968 940 429
director@tabulariumlibros.com
ISBN.: 84-95815-47-8
DL: MU-2344-2004
Í NDICE
I.-
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8
II.
El santuario de El Cigarralejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
III.- La necrópolis de El Cigarralejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17
IV.- Caballo y enjaezamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21
V.-
Vocabulario básico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23
VI.- Catálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25
Santuario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27
Necrópolis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .73
VII.- Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .91
El Dr. Emeterio Cuadrado Díaz desarrolló
desde la década de los años 40 a finales de la
de los 90, es decir, hasta muy poco antes de su
muerte, una fecundísima labor investigadora
que es fiel reflejo de su concepción analítica de
la Arqueología. La coherencia de su trabajo no
es asunto baladí: a partir del descubrimiento
del poblado ibérico de El Cigarralejo, en Mula
(Mula), y de la excavación sistemática de su
necrópolis, su obra constituye un conjunto
lógico y bien conexo, que aún en nuestros días
–tras haber sido punto de referencia de tres
linajes de arqueólogos– sigue vigente en
muchos aspectos, siendo fundamental a las
nuevas generaciones para iniciarse y profundizar en aspectos muy diversos de las arqueologías Protohistórica y Clásica de la península
Ibérica.
Cuadrado, óptimo ingeniero de Caminos,
Canales y Puertos, y ya desde el inicio avispado arqueólogo, se interesó por el patrimonio
arqueológico desde su primer destino como
jefe de proyectos de la Manconunidad de
Canales del Taibilla, conducentes a proporcionar agua potable a Cartagena y su comarca.
Los trabajos de ingeniería en el campo despertaron su interés por la prospección del terreno
a fin de localizar, estudiar y documentar con el
máximo de rigor los yacimientos afectados por
la construcción de las nuevas infraestructuras
hidráulicas. En la actualidad, en un mundo en
que los servicios de Patrimonio Histórico y de
Arqueología de las administraciones públicas
son atalayas desde las que tratar de esquivar
–en una incomprendida lucha sin cuartel– la
sistemática destrucción de una ingente cantidad
de patrimonio arqueológico, ocasionada por
faraónicas –y no tan faraónicas– obras de
infraestructura y urbanización, el ejemplo del
Dr. Cuadrado se erige en guía, en ejemplo a
imitar y a admirar, en modelo a seguir de técnico comprometido con el respecto a nuestro
pasado común, materializado allí donde la
ignorancia de “muchos” no consiente entrever
más que “piedras amontonadas y cacharros
rotos” sin interés histórico ni social alguno; de
ahí la nefasta y lamentable estimación de que,
en no pocas ocasiones, son objeto los arqueólogos.
Tras mantener fructíferos contactos con la
cultura del Argar, descubierta años antes por
otro
ilustre
ingeniero,
Rogelio
de
Inchaurrandieta, colaborar con grandes maestros de la arqueología española del siglo XX,
cual Antonio Beltrán Martínez, o fundar el
Museo Arqueológico Municipal y la Junta
Municipal de Arqueología de Cartagena, la carrera de Emeterio Cuadrado como arqueólogo
experimentó un giro radical a partir de 1945.
En este año prospectó el predio llamado de El
Cigarralejo, a unos 4 km de la ciudad de Mula.
Un año después, tras el hallazgo casual de la
primera tumba de su necrópolis, compró el terreno e inició en él sus veraniegas campañas de
excavación, dilatadas durante más de cuarenta
años. El rigor del método arqueológico aplicado, en muchos aspectos todavía moderno en la
actualidad, le permitió obtener nuevas
seriaciones de útiles y materiales de muy diversa tipología, en particular de producciones
cerámicas, armas, joyas y aderezos personales,
y otros muchos.
En su obra científica, entre la que despunta
su monumental volumen La necrópolis ibérica
de El Cigarralejo (Mula, Murcia), publicada en
1987 y completada dos años después con la
edición de la monografía intitulada La panoplia
ibérica de El Cigarralejo (Mula, Murcia), el Dr.
Cuadrado Díaz expuso y sistematizó algunas de
sus consideraciones e hipótesis –algunas de las
cuales siguen siendo válidas o dignas de atención a día de hoy– concernientes a problemas
que siempre le preocuparon y ocuparon en
relación con las sociedades ibéricas, a saber: la
cronología, las relaciones e influencias culturales, las necrópolis y los tipos y evolución de
sus enterramientos, el problema de las vajillas
cerámicas ibéricas, las producciones áticas de
barniz negro, la cerámica occidental de barniz
rojo y su esfera de difusión o las producciones
campanienses, así como cuestiones vinculadas
al universo de la cultura material ibérica, tales
como el armamento y las fíbulas, en particular
las de tipo anular.
También le ocupó de manera cumplida el
estudio de las producciones escultóricas y, en
especial, de los exvotos ibéricos con evocaciones de caballos, tan específicos del santuario
de El Cigarralejo. Algunos de ellos, junto con el
resto de materiales recuperados durante
décadas en la necrópolis del poblado fueron
donados al Estado español al objeto de que
constituyesen las colecciones del Museo de
Arte y Arqueología Ibérica de El Cigarralejo
que, enclavado en el palacio del Marqués de
Menahermosa de Mula, es sin duda el más
completo consagrado a la difusión, conservación e investigación de la cultura ibérica.
Otros de estos exvotos de equinos restaron
en su colección particular y fueron heredados
por sus sucesores, sus hijos, los cuales,
cumpliendo los deseos de su padre de que la
colección arqueológica de El Cigarralejo no
fuese fragmentada, la han donado a la
Comunidad Autónoma de la Región de Murcia
mediante la fórmula de la dación en pago de
impuestos. Somos conscientes del privilegio que
supone para la Región de Murcia el poder contar con este legado, que sin duda enriquece nuestro patrimonio histórico. Y a la espera de las
remodelaciones oportunas en el Museo de Arte
y Arqueología Ibérica de El Cigarralejo que permitan la exposición de la colección en su integridad, pensamos que el marco de esta exposición, organizada conjuntamente entre la
Dirección General de Cultura y el Museo de la
Universidad de Murcia, es el propicio para darla
a conocer al gran público como primicia. Por
medio de la muestra y de la lectura del presente
catálogo, el visitante y el lector avispados
podrán apreciar en qué grado fue grande la contribución de Emeterio Cuadrado Díaz a la hermosa labor de recuperación de nuestra Historia,
y en qué medida ha sido grande para con todos
nosotros la generosidad de sus herederos.
Ramón Luis Valcárcel Siso
Presidente de la Región de Murcia
Siguiente
El presente volumen tiene para nosotros un
doble y satisfactorio cometido: de nuevo evocamos la grata memoria de un brillante y prolífico
Doctor Honoris Causa de nuestra Universidad
de Murcia, el ingeniero y arqueólogo D.
Emeterio Cuadrado Díaz y el que es objeto
directo de este trabajo, el catálogo del conjunto
más significativo de los exvotos hallados por
este arqueólogo en el Santuario Ibérico de El
Cigarralejo en Mula, Murcia.
El hallazgo, excavación sistemática y exhumación de la favissa del santuario en las campañas arqueológicas estivales de los años 1946 a
1948 representaron para la Arqueología
Protohistórica del Mediterráneo una novedad
impresionante. El yacimiento, alterado en épocas anteriores por excavaciones y rebuscas de
eruditos y aficionados se excavaba, por fin y
científicamente por un arqueólogo que aportaba técnicas innovadoras y metodología precisa
y minuciosa. El resultado fue generoso: el
espectacular hallazgo de un depósito de más
de doscientas ofrendas sagradas amortizadas
que fue hallado prácticamente intacto.
Hace dos años, el espléndido conjunto de
esculturas, la mayoría de pequeños équidos,
acompañados de algunas figuritas humanas,
damas y posiblemente sacerdotes domadores,
fue depositado en el Museo Monográfico de El
Cigarralejo de Mula. Una inmediata y documentada exposición, dirigida por el profesor Juan
Blánquez recorrió varias ciudades peninsulares
y obsequió a Murcia con su visita, en nuestro
palacio del Almudí que todos agradecemos.
Hoy somos nosotros los que tomamos el testigo, exponemos en nuestro museo, en el
Pabellón Universitario, una selección de
espléndidas piezas y sus datos gráficos y planimétricos explicativos y damos también testimonio de esta feliz efeméride en la presentación del catálogo correspondiente por aquello
de la frase latina de verba volant, scripta
manent, lo escrito permanece y más aún en
nuestro oficio fundamentalmente basado en
transmitir lo que de bueno podemos a la generación siguiente.
Hemos de agradecer el apoyo material recibido
de la CAM con el interés de Javier Guillamón
Álvarez y del Consejero de Educación y Cultura
Juan Ramón Medina Precioso y del Director
General de Cultura J. M. Noguera Celdrán, compañeros, etc.
Los directores científicos
E L S ANTUARIO
DE
Al igual que otros grandes yacimientos, el
Santuario Ibérico de El Cigarralejo se descubrió
de forma casual en 1946, cuando don Emeterio
Cuadrado encontró “al pie del cantil” una
ofrenda o exvoto fragmentado, tallado en piedra arenisca, concretamente la figurita de una
dama a la que faltaba la cabeza. El hallazgo lo
puso sobre la pista de la existencia de un
emplazamiento arqueológico que supone, aún
hoy, un conjunto único tanto en el campo de
la religiosidad ibérica como en el de la arqueología en general (Blánquez y Quesada, 1999:
175), con la existencia de un edificio singular
en cuyo interior se encontraron más de doscientos exvotos consistentes en pequeñas figras
de piedra zoomorfas y antropomorfas y objetos
menudos de uso personal como anillos, cuentas de collar, etc.
Marco geográfico
Se asienta sobre el margen derecho del río
Mula –afluente del Segura– sobre el extremo
más septentrional de una cadena montañosa
formada por calizas y margas eocenas y orien-
E L C IGARRALEJO
tada en dirección SO-NE, en cuya punta opuesta encontramos el castillo de los Vélez. Dista
aproximadamente 4 km de la ciudad de Mula,
en dirección NE.
Paralelamente a estos bancos rocosos de El
Cigarralejo, se alza otro bloque calizo denominado La Piedra Plomera, debido a su color plomizo, y que marca el límite de este conjunto
ibérico, contorneado por el río. El collado que
queda formado entre El Cigarralejo y La Piedra
Plomera es atravesado por un sendero que
unirá la vega de Mula con la de Trascastillo. Su
situación es por lo tanto privilegiada en cuanto
que, a modo de atalaya, le sirve de defensa
natural, a la vez que domina el entorno en un
cruce de caminos que enlaza con otros asentamientos ibéricos de la zona, como los de
Archena (Cabezo del Tío Pío) o Jumilla
(Coimbra del Barranco Ancho), vía Yéchar. Por
esta vía, conocida como “camino viejo de
Yéchar o de Archena” pasa una antigua calzada romana, que por el norte, enlaza con la ruta
Saltigi-Carthago Nova y de esta manera se accedía a los territorios ibéricos de la alta
Andalucía, sureste meseteño y costa levantina
Conjunto ibérico de El Cigarralejo. Fotografía de J. A. Gutiérrez.
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
(Blánquez 1990: 56 y ss.). Las aguas del río, le
proporcionaban una rica y fértil vega que contrasta con el paisaje casi desértico que hoy en
día vemos.
Historia de la investigación
El paraje es conocido desde siempre por los
lugareños como “La Ciudad Perdida”, siendo
también desde antiguo objeto de saqueos
–especialmente la necrópolis y el poblado que,
junto al santuario, componen la estación ibérica de El Cigarralejo–, en el intento permanente
por parte de los clandestinos, de localizar
“tesoros” o cualquier objeto valioso.
De hecho, el conjunto ya es citado en 1886 por
Nicolás de Acero y Abad (Acero, 1886: 62). A
principios del siglo veinte, por el erudito
Gregorio Boluda del Toro, en unas notas que
escribió en 1903 y, que permanecen inéditas y,
por A. Merino Álvarez (Merino, 1915: 152).
Curiosamente estos autores lo consideran un
“refugio árabe en los tiempos de la reconquista” ya que el infante don Alonso echó a todos
los moros, instalándose unos pocos en el arrabal. El identificar el arrabal de Mula con este
asentamiento ibérico se debe, sin duda, a la
costumbre popular de atribuir a “los moros”
cualquier vestigio que, de la antigüedad, llega
hasta nosotros.
Vista del Santuario desde la necrópolis.
Fotografía de V. Page.
aporta unos interesantes datos al respecto,
sobre todo y a tenor del descubrimiento, por
parte de un caballero de Mula, entre otras
cosas, de una piedra en forma de escudo, “en
la cual se ve figurada una mula, por ambos
lados de dicha piedra... Esta piedra, pues fue
hallada en lo más encumbrado del monte que
domina todo aquel sitio... en dicha cumbre
había, no sólo cimientos, sino también algunos
pedazos de paredes de un edificio; y habiendo
hecho limpiar todo aquél espacio hasta descubrir el pavimento, se advirtió y conoció haber
estado distribuido en varias piezas y algunas de
ellas baldosadas de piedras grandes labradas y
bruñidas, pero un cuartico de aquellos estaba
enladrillado de piezas de plomo, cuya figura
imitaba ... a los ladrillos que suelen hacer de
chocolate, del peso de media libra, aunque
algo más gruesos ...” (Ortega Lorca, 1959).
No obstante, habremos de esperar a su redescubrimiento en el año 1945 por parte de E.
Cuadrado para obtener una visión científica de
este paradigmático yacimiento, al practicar en
él tres campañas de excavaciones sistemáticas,
entre los años 1946 y 1948 que culminaron con
la publicación en 1950 de los resultados de
dichas intervenciones (Cuadrado, 1950).
Durante los trabajos, un labrador avisó a don
Emeterio de que “al hacer un hoyo para plantar
un almendro, al pie del cerro del santuario,
había dado con una olla llena de cenizas que se
desparramaron para conocer su contenido”, se
trataba del descubrimiento de la necrópolis
(Cuadrado 1987, 23). Motivo por el que abandonó el santuario y pasó a trabajar en ella durante
40 años consecutivos e ininterrumpidos.
El edificio
El autor que más extensamente habla, con
especial atención del Santuario, es el fraile franciscano Pablo Manuel Ortega Lorca, cronista de
Cartagena, fallecido en Mula en 1767, y que
12
Resulta casi imposible hablar del Santuario de
El Cigarralejo sin caer en las continuas repeticiones favorecidas por el detalle de circunscribirnos casi con exclusividad a la monografía
que E. Cuadrado preparó sobre éste (Cuadrado, 1950) y, sin consultar –por diversos motivos– sus exhaustivos diarios de excavación y el
resto del material arqueológico encontrado en
las distintas dependencias, además de los exvotos de piedra, objetos de adorno y algún fragmento cerámico a los que alude en su publicación y, de los que desconocemos su paradero.
Se trata de un cerro alargado, casi rectangular,
de difícil acceso a la parte superior, dada la verticalidad de tres de sus paredes, lo que le pro-
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
porciona una inaccesibilidad y una visión
dominante del entorno. El acceso natural sería
por el Este, igual que hoy en día, desde donde
llegamos a una planicie inclinada. Debió existir
una rampa, que permitiría llegar al santuario o
“conjunto sacral”, con relativa facilidad, que
además serviría para ponerlo en comunicación
con el poblado. Sobre la explanada se edificó
este conjunto unitario de 29 x 12 m, construido
con total seguridad mediante un plan preestablecido y que parece pertenecer a una misma
época, dado el tipo de fábrica de las estructuras arquitectónicas, adaptadas perfectamente a
la topografía natural del terreno (Lucas y
Ruano, 1998: 107). En donde no faltan los
ejemplos en los que ha sido rebajada la roca
para nivelar el suelo, se han explanado las
habitaciones a distintos niveles y construido
gruesos muros, con una doble finalidad: de
contención de tierras y de aterrazamiento de
las dependencias superiores, lo que les daría
una mayor amplitud. O incluso, se aprovechó
la roca natural en puntos concretos, recortándola como inicio de alzado de ciertos muros.
Consta de una serie de habitaciones de planta
rectangular o cuadrangular, dispuestas asimétricamente en torno a un pasillo central de 1,5 m
de anchura que lo recorre a lo largo, a modo
de eje axial y dispuesto en rampa, con escalones al principio y al final del mismo, con la
finalidad de salvar el desnivel existente.
Los muros, al igual que cualquier edificación
ibérica, son de mampostería, sujetos con barro
y seguramente, enlucidos en el interior, para
los que utilizaron piedra de la zona, incluso
algunos grandes bloques de piedra sin devastar, lo que indica un claro aprovechamiento de
sus recursos naturales. Sin embargo, son numerosos los que documentan grosores superiores
a los 80 cm, cuando la medida habitual en
muros de tapial o adobe para construcciones
domésticas es de 40 cm. Quizás estos datos
apuntan a que los alzados fueron de piedra y
no de adobe, lo que explicaría su excesivo grosor y la ausencia de restos de adobe. Dicho
esfuerzo constructivo encajaría con el carácter
“singular-sacro” del edificio, sobre todo en el
área oeste (Blánquez y Quesada, 1999: 179).
En esta misma línea, hay ejemplos de umbrales
y jambas talladas en piedra caliza, algunos con
piedra del cercano cerro de la Almagra. Del
mismo modo se han encontrado sillares con
huellas de grapas metálicas que le aportarían
solidez a la obra.
El Dr. Cuadrado Díaz distinguió cuatro tipos de
paramentos: los exteriores del recinto, los de
sostenimiento, los de carga y los divisorios
(Cuadrado, 1950: 28). Así mismo, enumeró ca-
Vista del Santuario desde el Oeste.
Fotografía de V. Page.
da ambiente con números del 0 al 11, correspondiendo el primero de ellos a la entrada o
vestíbulo, a partir del cual se accedería a las
demás habitaciones, quedando distribuidas de
la siguiente manera: en el ala norte la H-8, 4 y
5 y en la S: la 1-2, 3, 7 y 9, al fondo la H-11,
independiente de las demás. La techumbre que
lo cubría sería a dos aguas, fabricada con troncos y ramajes recubiertos de barro. La cubierta
terminaría en el corredor denominado H-10,
que corría paralelo a la habitación sagrada, H11, y que pudo estar al descubierto, como
parece indicar su pavimento empedrado, mientras que los restantes son de tierra apisonada.
Existiría una entrada en la zona oeste, en la que
para acceder al recinto habría que utilizar una
escalera, hoy desaparecida. Desde aquí también se pasaría a la H-11 que no presenta
comunicación directa con ninguna de las
dependencias colindantes, permaneciendo así,
a modo de torreón, totalmente aislada del resto
de las habitaciones.
La degradación del santuario, causada por el
paso de los siglos, y acentuada por una ubicación en lo alto del cerro, impidió detallar con
precisión la planta total del mismo, ni definir
con exactitud la función de cada una de las
habitaciones excavadas (Blánquez y Quesada,
1999: 178). Pese a ello, don Emeterio distinguió
dos periodos para el edificio: uno ibérico y otro
13
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Relieve de un caballo hallado en la superficie del Santuario de El Cigarralejo. Según Virginia Page.
Museo Arqueológico Provincial de Murcia.
romano, que sería el que se conserva actualmente. Igualmente, lo consideró una vivienda/s
romana/s de fabricación indígena, pero con el
perfeccionamiento de las técnicas constructivas
aprendidas de los romanos. Levantado sobre
un primitivo santuario ibérico al que corresponderían los restos de dos muros más antiguos y, sobre todo, el depósito votivo situado
entre la H-10 y la H-11, en la que aparecieron
en el año 1947, los exvotos.
No obstante, recientes estudios llevados a cabo
en la planta del edificio difieren de las conclusiones de don Emeterio y defienden un único
periodo cultural ibérico (Lucas y Ruano 1998:
107). Dichas conclusiones se basan en: la organización del espacio; el papel de las plataformas escalonadas dispuestas al sur, que enrasarían el desnivel natural del terreno y realzarían
las dos grandes salas rectangulares; y, por último, la falta de material romano, sobre todo
cerámicas de terra sigillata o tejas, tan habituales en las construcciones romanas, en contraposición a la abundancia de material cerámico ibérico obtenido. También apuntan que se trataría
de un edificio singular que complementaría al
poblado en las funciones políticas, administrativas y religiosas que se aglutinarían aquí.
La habitación H-11, la favissa y los exvotos de
planta cuadrangular de 4,55 x 5,15 m de lado
como ya expusimos con anterioridad, carecía
14
de aberturas que permitieran comunicarla con
las restantes habitaciones. Aunque en el lado
oeste, hacia el barranco, E. Cuadrado documentó los “restos de un hueco de puerta” de
unos 2,40 m de anchura por lo que podría
deducirse que a este espacio se entraba por el
techo, con la ayuda de una escalera.
Al finalizar el uso del santuario, hacia el siglo II
a.C. en el noreste de la habitación, bajo un
pavimento de barro amarillento, se enterraron
en un pequeño hoyo, la mayoría de los exvotos de piedra, junto a pequeños objetos de
metal: más de 60 anillos de bronce, sortijas,
aros de plata, fíbulas, cuentas de collar, pesas
de plomo, un regatón, una falcata votiva,…
Pero de entre todo ello, destaca sin duda el lote
compuesto por las esculturas de piedra arenisca, más o menos completas y gran cantidad de
fragmentos de otras varias o de las mismas,
fragmentadas, colocadas sin orden ni concierto
(Cuadrado, 1950: 43). Mayoritariamente son
équidos con o sin atalajes, yuntas o grupos de
yegua y potro y bajorelieves tallados por una o
por ambas caras. No faltan las figuras humanas,
así como dos relieves excepcionales con la
representación de miembros del cuerpo humano: pies y manos.
Todo ello llevó a su excavador a interpretar el
Santuario como dedicado a una divinidad protectora de este animal y al que dedicó la mono-
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
grafía a la que hemos aludido en reiteradas
ocasiones, con un detallado estudio acerca de
los vestidos y adornos de las figuras humanas.
Agrupó los caballos en cuatro categorías, según
un análisis formal que sigue siendo válido, también realizó el estudio tipológico de las monturas, bocados de caballos y arreos en general,
puesto que el conjunto de El Cigarralejo es el
mayor conocido de imágenes de todo el ámbito ibérico. Los comparó además con otros
exvotos similares, procedentes de los santuarios conocidos hasta entonces. Recoge un catálogo descriptivo completo de todas las piezas,
incluidas las fragmentadas, repetidas o de “mal
arte” con cuadros y tablas resumen; procurando además identificar autores y maestros, lo
que pone de manifiesto la existencia de artesanos, con talleres ubicados en las inmediaciones
del santuario, en donde los peregrinos adquirirían sus ofrendas.
La aproximación cronológica de las dos
supuestas fases del edificio y de los exvotos la
realizó con un criterio estilístico, a falta de
algún otro elemento de datación. La cronología
propuesta oscilaría entre los siglos IV-III y el II
a.C., en el que se abandonaría tras sufrir un
incendio.
Hoy en día no se puede explicar la religiosidad
ibérica identificándola con otras extranjeras, ni
tampoco se cree en la existencia de una faceta
religiosa asociada a los équidos. Según las
recientes investigaciones (Blánquez y Quesada,
1999: 188-189), hay que abordar la cuestión
desde una óptica interna, tratando de explicar
este tipo de santuarios dentro del contexto de
lo que sabemos sobre la economía, formas de
vida y organización territorial y política de los
íberos. A partir de aquí es cuando podemos
valorar la llegada de estímulos iconográficos y
formales que quizás también pudieron venir
acompañados de contenidos ideológicos. No se
trata de determinar si era Epona celta o el
Despotes Hippon cretense la deidad a la que se
le daba culto en el Santuario de El Cigarralejo.
Se trata más bien de atribuirle a este edificio un
contenido y un cometido dentro de la religiosidad ibérica del territorio. Al analizar la composición de los exvotos de El Cigarralejo y tras
mayoría de los tallados en forma de caballo, les
llevó a pensar a estos investigadores, por un
lado, en el protagonismo del caballo en la guerra y en los valores ecuestres aristocráticos ibéricos, pero también en su papel en la economía
diaria, en la modesta necesidad de los équidos
Vista de las estructuras del Santuario (1992).
Fotografía de V. Page.
para la ayuda en las labores diarias agrícolas,
transporte, comercio, etc.
La colección de los exvotos de piedra fue cedida a la Comunidad Autónoma de la Región de
Murcia por parte de la familia Cuadrado Isasa,
en concepto de la dación en pago del
Impuesto sobre Sucesiones por cada uno de los
herederos, de conformidad con la Resolución
del Ilmo. Sr. Director General de Tributos de 15
de abril de 2003. La donación se hizo efectiva
el 19 de septiembre de 2003, momento en que
pasan a formar parte de la Colección Estable
del Museo Monográfico de El Cigarralejo de
Mula, y a exponerse una buena selección de
los mismos en la planta baja del inmueble.
Estado actual de la investigación
Desde que Emeterio Cuadrado publicara los
resultados de sus tres campañas arqueológicas
ha avanzado mucho la investigación en lo que
se viene llamando “arqueología de lo sagrado”
o “arqueología del culto”. Avance que corrobora una serie de hechos como la proliferación de
excavaciones planificadas, con los consiguientes hallazgos materiales –estructuras y objetos
sacros o cultuales–. En segundo lugar, la identificación utilitaria de determinados espacios
como rituales o sagrados, a los que en el
momento de su descubrimiento se les atribuyó
un uso eminentemente doméstico o industrial
(Bonet y Mata, 1997; Abad y Sala, 1997).
Paralelamente han empezado a revisarse las
publicaciones antiguas y las excavaciones que
las propiciaron, con el pormenorizado análisis
de los datos existentes.
15
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Hay un aumento de las sistematizaciones realizadas por los distintos investigadores con la
finalidad de definir y clasificar estos lugares
sagrados y su evolución a lo largo del período
de tiempo en que estuvieron en uso. Los fundamentos de estos ensayos son diversos, pero
podemos catalogarlos en base a su ubicación
espacial, o a su carácter público o privado y su
relación con la colectividad; a la jerarquización
social acorde con la monumentalidad y riqueza
de los objetos votivos; a su función socio-económica o económico-cultural, etc., junto a un
intento de aproximarnos al entendimiento del
culto y ritual, así como de las divinidades a las
que iba dirigido, en todo el ámbito ibérico
(Gusi, 1997: 172 y ss.).
Por último el incremento de la bibliografía
específica que, sobre este interesante tema, vienen investigando un buen número de iberistas
o estudiosos de las religiones prerromanas.
Pese a todo lo anteriormente expuesto, el asentamiento que nos ocupa, sigue planteando casi
los mismos interrogantes en materias relacionadas con el culto, la religión, el espacio sagrado
y, sobre todo, con respecto a la interpretación
funcional del recinto, que ya forjó su excavador, hace ya más de cincuenta años. Esta desalentadora realidad se debe básicamente a que
desde el año 1948, en que concluyen los traba-
jos de campo del Dr. Cuadrado, prácticamente
no se ha vuelto a trabajar en la zona, salvo
unas esporádicas pero prometedoras intervenciones, consistentes en diversas prospecciones
(en el cerro e inmediaciones) y la realización
de una campaña arqueológica en diciembre de
1992 (Page, 1998).
Otra circunstancia desfavorable para su estudio
es el tiempo transcurrido desde su excavación
hasta la fecha, así como el desconocimiento de
la topografía general del yacimiento puesto que
el conocimiento topográfico se circunscribe
únicamente a la zona alta del cerro. Situación
que se agrava si le sumamos el hecho de que en
todo este tiempo, el complejo ha quedado
expuesto a la intemperie, con el consiguiente
deterioro de las estructuras, ya sea por causas
naturales, como por rebuscas clandestinas de
“aficionados”.
Ante los testimonios de tan impresionante conjunto arqueológico hemos emprendido la tarea
de exponer las piezas más significativas de la
Colección, la catalogación de esta singular e
inigualable expresión de lo que es el arte y la
religiosidad de nuestros ancestros.
16
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L A N ECRÓPOLIS
DE
Situada junto al margen derecho del río Mula,
ha sido uno de los puntos de referencia para el
estudio del mundo funerario ibérico del sureste peninsular durante los últimos cincuenta
años.
Efectivamente, desde su descubrimiento en
1947, las excavaciones sistemáticas llevadas a
cabo por don Emeterio Cuadrado Díaz hasta
1988 han proporcionado una completa colección de arqueología ibérica que gracias al excelente trabajo de tan destacado arqueólogo ha
permitido tener un conocimiento exhaustivo,
no sólo del ritual funerario ibérico en el área
Mula-Segura, sino también de un buen número
de los objetos que componían la cultura material de las sociedades ibéricas del Sureste
peninsular sobre todo a lo largo del siglo IV
a.C. Materiales que a día de hoy conforman la
colección estable del Museo Monográfico de
Arte Ibérico de “El Cigarralejo” en la ciudad de
Mula. Sus diez salas de exposición permanente
muestran en un discurso cronológico, pero
también didáctico, una selección de ajuares
que contemplan diversos aspectos sociales,
económicos, rituales o culturales del mundo
ibérico: Historiografía (I); Estudio de la jerarquía social (II); Agricultura (III); Ganadería
(IV); Trabajos artesanales con especial dedicación a la cerámica (VI); Comercio y transporte
(VII); La mujer (VIII); El armamento del guerrero ibérico (IX) y El paisaje de la necrópolis (X)
(Page, 2003: 21-42).
La necrópolis tenía una superficie en torno a los
1940 m2 de los que se han excavado algo más
de 1110, con el hallazgo de casi 550 enterramientos ibéricos de incineración. Si la proporción es similar, en los aproximadamente 800 m2
no excavados, quedarán en torno a 356 tumbas.
El volumen total de incineraciones conservadas
rondaría los 900, repartidos en una media de
cuatro niveles, aunque la densidad en algunos
sectores de la necrópolis alcanza las ocho
superposiciones. En el tiempo abarca desde el
tránsito de los siglos V-IV a.C. hasta mediados
del siglo I a.C. (García Cano, 1991: 319-320).
E L C IGARRALEJO
Morfológicamente se trata de una necrópolis de
empedrados tumulares que cubren, por regla
general, una pequeña fosa de poco más de
110/130 centímetros de larga por unos 50/70
centímetros de ancha y una profundidad media
de 40/50 centímetros, donde se depositan las
cenizas del difunto una vez realizada la cremación en una pira o ustrinum, junto con el ajuar
que suele llevar urna cineraria en aproximadamente el 50% de los casos. Si no lleva urna, los
restos óseos calcinados se introducen en la fosa
mezclados con el ajuar y restos de la madera
carbonizada procedentes de la pira. En El
Tumba 496 en curso de excavación. Campaña de 1985.
Fotografía de J. M. García Cano.
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Cigarralejo, don Emeterio Cuadrado distinguió
hasta 25 modelos distintos, aunque los más
comunes son circulares o rectangulares (62%)
(Cuadrado, 1987: 37).
En cuanto al tipo de cubierta pétrea, este investigador diferenció 25 variantes. Sin embargo, los
perfiles encuadrados entre los modelos 1 y el 17
son los mayoritarios, siendo de planta cuadrada
o rectangular, cuyas dimensiones oscilan entre 1
y 3 metros de lado con un espesor de la capa
de piedra de 10 a 30 centímetros. El resto presenta distintas variantes con uno o varios escalones, cubos de piedra, túmulos de adobe, etc.
(Cuadrado, 1987: 32-33, figuras 2 y 3). Dentro
de estas cubiertas de empedrado tumular hay
que reseñar aparte las llamadas “tumbas principescas” números 200 y 277, cuyo módulo se
sale de la norma con un tamaño que ronda los
7 metros de lado (Cuadrado, 1968) y que son
indudablemente los enterramientos más ricos
de la necrópolis, tanto por el nivel de gasto
empleado en la construcción de las superestructuras pétreas como por la cantidad y calidad de
los objetos depositados en el ajuar funerario.
Las excavaciones han puesto de manifiesto que
la necrópolis se utiliza principalmente durante
el siglo IV a.C. periodo que ocupa el 84% de las
sepulturas exhumadas, quizás este porcentaje
es tan abrumador por encontrarse los niveles
superficiales alterados y en parte destruidos
completamente por remociones agrícolas de
carácter moderno.
En este siglo los ajuares aparecen bastante fragmentados, destruidos intencionadamente según
Cuadrado y colocados en el interior de la
correspondiente urna o bien depositados directamente en la fosa. A partir del siglo III a.C. a
la vez que van desapareciendo y/o disminuyendo de tamaño los encachados tumulares de
piedra, el rito funerario cambia de alguna
manera, ya que los objetos que componen el
ajuar son depositados con cierto refinamiento
junto a la urna cineraria, que a su vez suele calzarse con piedras en la base; cuando no contiene urna, los items sobre todo los cerámicos,
son colocados en el interior de la fosa completos. Posteriormente los enterramientos se tapan
con tierra, barro amarillo y algunas piedras de
protección quedando el concepto de caja de
piedra herméticamente cerrada al exterior relativamente olvidada.
Los ajuares documentados en El Cigarralejo son
variados en cuanto a la combinación de objetos
y básicamente están formados por los elementos
y herramientas de la vida cotidiana. Pueden
agruparse genéricamente en masculinos, presencia de armamento, y femeninos con mayor acumulación de pequeños objetos de adorno, fusayolas u objetos relacionados con la confección
de tejidos, punzones de hueso o anillos, también
se han registrado algunos que corresponden a
niños, generalmente con poco ajuar y algún
juguete entre los items, y rara vez tumbas dobles.
Hemos de destacar que aunque con el transcurso del tiempo ciertos objetos cambian su forma
o desaparecen, por ejemplo, las cerámicas de
lujo importadas principalmente durante el siglo
IV a.C. del área de Atenas, son sustituidas
durante los siglos III-II a.C. por talleres occidentales, primero griegos del nordeste peninsular y luego itálicos, del Lacio y la Campania.
Como regla general, la composición global de
los ajuares con cerámicas ibéricas y de importación, armamento, objetos de uso y adorno
personal, etc. se mantiene durante todo el
periodo de utilización del cementerio entre los
siglos IV-I anterior a Nuestra Era.
La colección, tanto de cerámicas ibéricas pintadas, barniz rojo o series de barniz negro ático,
recuperada de la necrópolis puede calificarse
Una sección de la necrópolis de El cigarralejo. Se aprecia la superposición de tumbas, según E. Cuadrado.
18
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Tumba 496 en curso de excavación. Campaña de 1985. Fotografía de J. M. García Cano.
de excelente. Este calificativo es extensible a la
panoplia ibérica de El Cigarralejo.
Otra característica definitoria de la necrópolis
de EL Cigarralejo es la presencia de monumentos escultóricos principalmente del tipo pilarestela, definido por el profesor Almagro
Gorbea (1983) que coronarían ciertos empedrados tumulares, concretamente los pertenecientes a la aristocracia dirigente y dominante del
asentamiento. Así se han recuperado restos
escultóricos en bulto redondo reutilizados en
tumbas de la primera mitad del siglo IV a.C.
como simples piedras en sus encachados, con
representaciones de damitas, personajes masculinos, elementos ornamentales de baquetones, nacelas y golas –roleos, volutas de esquina, frisos con ovas etc.–, trozos de animales de
muy diversa índole, es decir, desde felinos,
bóvidos, équidos, serpientes, palomas y otros
que compondrían la estructura de los pilares
(Cuadrado, 1984; Izquierdo, 2000: 111-114).
Este hecho ha dado lugar a muchas teorías
sobre la destrucción sistemática de los monumentos, en un momento determinado, propiciado por una sustitución de las elites dirigentes o incluso como repercusión directa de un
cambio de orientación de ciertas tribus ibéricas
del sureste peninsular con las potencias coloniales con interés predominante en la zona en
un periodo concreto.
Sin embargo, sin descartar que puntualmente
pudiera producirse una destrucción sistemática
y general en ciertas áreas, nos inclinamos a
pensar que una destrucción generalizada no
debió de haberse producido. Por el contrario
creemos que estos grandes monumentos escultórico/ arquitectónicos de más de tres metros de
altura en la mayor parte de los casos aplicados
sobre estructuras pétreas sin cimentación específica no podrían permanecer completos e inalterados frente a las inclemencias del tiempo,
etc. por mucho tiempo. De modo que cuando
la familia del personaje enterrado se relajase en
el mantenimiento de la superestructura, ésta
podría desplomarse en cualquier momento
pocos años después de haber sido levantada.
A partir del desplome la reutilización de restos
escultóricos fragmentados y semidestruidos,
diseminados en un área relativamente grande
en estado de utilización permanente podría
producirse rápidamente.
Por último hemos de insistir en un tema importante ¿quién tenía derecho a enterrarse en las
necrópolis? que a día de hoy no está resuelto a
ciencia cierta. Hay que tener en cuenta además
que nos encontramos con una sociedad del
mundo antiguo en donde la existencia de
esclavos estaba bastante generalizada. Por
tanto ¿tenía el conjunto de la población acceso
al cementerio? ¿Se reservaba este recinto a los
hombres libres y sus familias en sentido
amplio? ¿O, todos los componentes del poblado fuera cual fuese su condición social o estatus tenían este derecho?
19
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Por el número de enterramientos localizados
en las grandes necrópolis conocidas del sureste peninsular por ejemplo la Albufereta
(Alicante), Llano de la Consolación o Pozo
Moro (Albacete), Cabecico del Tesoro, Coimbra
del Barranco Ancho o los Nietos (Murcia), no
parece que todos los habitantes se enterrasen,
aunque por otro lado la gradación en la riqueza de los ajuares funerarios y la propia estructura de las cubiertas pétreas ponen de manifiesto la existencia de distintas clases o grupos
sociales en la cultura ibérica, más acusada en el
siglo IV a.C.
Quizás una parte de la población fuera incinerada sin derecho a depositar sus cenizas en la
necrópolis o incluso puede que careciese de
ese derecho y por tanto sus enterramientos,
inhumaciones, se llevasen a cabo de otro modo
y en otro lugar aún por determinar. Aquí hay
que reseñar que el rito de la inhumación es
conocido y practicado por los íberos documentándose algunos casos aunque, hasta la fecha,
restringido a niños pequeños siempre fetos o
lactantes de corta edad. Estas inhumaciones
proceden de poblados, como Coimbra del
Barranco Ancho en el caso de nuestra Región
(Lillo Carpio, 1981: 51-56), y de necrópolis,
donde son introducidos, como en el caso de El
Cigarralejo, de manera individual (T. 201) con
una edad de 5-6 meses, o bien, con un adulto,
como el descubierto en la tumba 140 donde se
evidenció un neonato junto a una mujer joven
(Page, 2003: 15).
En definitiva podemos concluir que nos hallamos ante una excavación modélica a lo largo
de todo un proceso que culminó con la publicación de dos grandes corpora; el de la propia
necrópolis (Cuadrado, 1987) y el del conjunto
singular del armamento (Cuadrado, 1989). La
precisión de la copiosísima serie de artículos
anteriores y las citadas monografías nos presentan la más completa visión del material de
la cultura ibérica.
Planta de la necrópolis de El Cigarralejo. Enterramientos c. 375-350 a.C. Según F. Quesada.
20
C ABALLO
Y ENJAEZAMIENTO
Figuras 1, 2 y 3:
1.- Gualdrapa doble (Ephippion)
2.- Cincha
3.- Sujeta-riendas o perilla
4.- Guardacuello
5.- Riendas
6.- Pretal
7.- Testera
8.- Montantes del filete
9.- Ahogadero
Figura 1.- Montura del Caballo
10.- Frontalera
11.- Carrilleras o quijeras
12.- Mecerola o muserola
13.- Bocado
14.- Riendas del filete
15.- Riendas
16.- Cubre-nuca
17.- Frontalera
18.- Carrilleras
19.- Muserola
20.- Bocado
21.- Bridas
22.- Ahogadero
Figura 2.- Bridas actuales del Caballo
23.- Testera
Figura 3.- Bridas de un caballo de El Cigarralejo
Figura 4:
24.25.26.27.28.29.30.31.32.33.34.35.36.37.38.39.40.41.42.43.44.45.46.47.48.-
Labios
Ollar
Nariz
Testuz
Frente
Vaina
Tupé
Parótidas
Nuca
Crines
Cruz
Lomo
Riñones
Ancas
Grupa
Cola
Ano
Nalga
Pie
Cuartilla
Menudillo
Espolón o cerneja
Corona
Cuartilla
Espejuelo
Figura 4.- Partes del caballo
1 y 3 según E. Cuadrado
2 y 4 Enciclopedia Sopena
49.50.51.52.53.54.55.56.57.58.59.60.61.62.63.64.65.66.67.68.69.70.71.72.73.74.-
Corvejón
Piernas
Babilla
Testículos
Vaina
Vientre
Cinchera
Codillo
Espejuelo
Pie
Corona
Ranilla
Cuartilla
Caña
Rodillas
Antebrazos
Pecho
Garganta
Quijada interior o barbada
Carrillo
Cuello
Canal de la yugular
Espaldilla
Espaldillas
Ijares
Músculo
V OCABULARIO
BÁSICO
AHOGADERO: Cuerda o correa de la cabezada
que ciñe el pescuezo de la caballería.
sión de las extremidades posteriores de los
cuadrúpedos.
ALBARDA: Pieza principal del aparejo de las
caballerías de carga, que se compone de
dos a manera de almohadas rellenas, generalmente de paja y unidas por la parte que
cae sobre el lomo del animal.
CRINERA: Parte superior del cuello de las caballerías donde nace la crin.
ATALAJES: Equipo de las caballerías.
BATICOLA: Correa sujeta al fuste trasero de la
silla o albardilla, que termina en una especie de ojal, donde entra el maslo de la cola.
Sirve para evitar que la montura se corra
hacia delante.
BOCADO: Parte del freno que entra en la boca
de la caballería.
BRIDAS: Freno del caballo con las riendas y
todo el correaje que sirve para sujetarlo a la
cabeza del animal.
CABEZADA: Correaje que ciñe y sujeta la cabeza de una caballería.
CARRILLERA O QUIJERAS: Cada una de las dos
correas de la cabezada del caballo que van
de la frontalera a la muserola.
CAÑA: Canilla del brazo o de la pierna.
CERNEJA: Mechón de pelo que tienen las caballerías detrás del menudillo.
CINCHA: Faja de cáñamo, lana, cerda, cuero o
esparto, con que se asegura la silla o albarda
sobre la cabalgadura ciñéndola ya por detrás
de los codillos o ya por debajo de la barriga
y apretándola con una o más hebillas.
CINCHERA: Parte del cuerpo de las caballerías
en que se pone la cincha.
CORONA: Extremo de la piel del pie o mano
que circunda el nacimiento del casco, o
parte de él más inmediata a la piel.
CORVEJÓN: También jarrete. Articulación situada entre la parte inferior de la pierna y
superior de la caña, y a la cual se deben los
principales movimientos de flexión y exten-
Anterior
CRUZ: La parte más alta del lomo, donde se
cruzan los huesos de la extremidades anteriores con el espinazo.
CUARTILLA: La parte que media entre los
menudillos y la corona del casco.
ESPEJUELO: Excrecencia córnea que tienen las
caballerías en la parte inferior e interna del
antebrazo y en la superior y algo posterior
de las cañas en las patas traseras.
ESPOLÓN: Prominencia córnea que tienen las
caballerías en la parte posterior de los
menudillos de sus remos, cubierta por las
cernejas.
FRONTALERA: Correa o cuerda de la cabeza y
de la brida del caballo que le ciñe la frente
y sujeta las carrilleras.
FUSTE: Armazón de la silla de montar.
GUALDRAPA: Cobertura larga, de seda o lana,
que cubre y adorna las ancas del caballo o
mula.
GUARDACUELLO: Pieza semicircular que posiblemente corre a lo ancho de la montura en
el fuste delantero y serviría para preservar la
cruz del caballo, o pieza de protección de la
espina dorsal. Su objeto pudo ser evitar el
roce de las riendas en el cuello del caballo, y
aún mejor, evitar el desplazamiento hacia
delante de la montura por falta de la baticola.
MENUDILLO: Articulación entre la caña y la
cuartilla.
MONTANTES: Correa derecha de la cabezada.
MONTURA: Conjunto de los arreos del caballo.
MUSEROLA: Correa de la brida, que da vuelta
al hocico del caballo por encima de la
nariz, y sirve para asegurar la posición del
bocado.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
OLLAR: Cada uno de los dos orificios de la
nariz de las caballerías.
REMOS: Brazo o pierna de los cuadrúpedos.
PERILLA: También sujeta riendas. Se deriva del
volver del guardacuello sobre la montura,
dejando aprisionadas las riendas.
RIENDAS: Cada una de las dos correas, cintas o
cuerdas que, unidas por uno de sus extremos a las camas del freno, lleva asidas por
el otro el que gobierna la caballería.
PRETAL: Correa que rodea el pecho de la
cabalgadura.
TESTERA: Adorno para la frente de las caballerías.
24
Catálogo
Santuario
1 Dama
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 3
Piedra arenisca
6,5 x 17,5 x 6 cm
Cuadrado, 1950, 3. Campaña 1946. H-0
Dama ibérica acéfala, representada de pie,
sobre una peana. De cuerpo casi cilíndrico,
envuelta en un amplio manto que la cubre por
completo, a excepción de la cara, de la que
únicamente se conserva el mentón puntiagudo
y deformado. La abertura del manto se indica
por delante, a la altura del pecho, con dos incisiones verticales que marcan los bordes del
mismo. Manos muy erosionadas, señaladas a la
altura de la cintura mediante dos pequeños
abultamientos, al igual que los pies.
2 Dama
Nº inventario MAIC, 4
Piedra arenisca
4 x 12 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 4. Campaña 1947
Dama ibérica, representada de pie, con gorro
de cinco pliegues sobre la frente y del que por
detrás, cuelga un cordón con un colgante circular que reposa sobre la espalda. Pelo ondulado a ambos lados de un rostro muy simple,
en el que se observan en relieve: los pómulos,
cejas y mentón y, tallados esquemáticamente,
los ojos, la nariz y la boca. De las orejas penden unos enormes pendientes amorcillados. En
el cuello, un grueso collar liso, sin colgantes.
Vestida con larga túnica y manto sobre los
hombros. Éste último abierto por delante y
sujeto, a la altura del pecho con un broche cuadrangular. Pies pequeños y descalzos, que
resaltan bajo la túnica.
29
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Dama
Nº inventario MAIC, 5
Piedra arenisca
4,5 x 13 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 5. Campaña 1947
3
Dama ibérica representada de pie, sobre una
peana, a la que le falta la parte superior de la
cabeza, que estuvo cubierta por un velo corto.
De la cara únicamente se conserva el mentón
puntiagudo y a ambos lados, el pelo ondulado,
del que asoman unos gruesos pendientes de
doble aro circular. Cuerpo prismático envuelto
en un amplio manto, más largo por atrás que
por los costados y abierto por delante. Dicho
manto le cubre desde los hombros hasta los
pies, dejando al descubierto un collar circular y
la larga túnica lisa. Pies muy pequeños y descalzos.
Dama
Nº inventario MAIC, 6
Piedra arenisca
4,5 x 12 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 6. Campaña 1947
Dama ibérica representada de pie, a la que le
falta la parte superior de la cabeza, que estuvo
cubierta por un velo corto que le llega hasta las
rodillas. De la cara únicamente se conserva el
mentón puntiagudo y a ambos lados, restos de
pelo ondulado y de dos pendientes de aro.
Vestida con una túnica lisa que cubre desde los
hombros hasta los tobillos. En el cuello y, sobre
el pecho, un collar sin colgantes.
30
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4
5 Talla
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 7
Piedra arenisca
4,5 x 11 x 4,3 cm
Cuadrado, 1950, 7. Campaña 1947
Personaje masculino muy esquemático, estilizado y acéfalo. Envuelto en un amplio y largo
manto que lo cubre hasta los pies, colgando la
punta izquierda del mismo sobre el hombro
derecho del personaje hasta la mitad de la
espalda. La mitad inferior es totalmente cilíndrica, sin que se aprecien los pies.
6 Dama
Nº inventario MAIC, 8
Piedra arenisca
5 x 13 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 8. Campaña 1947
Dama ibérica acéfala, bien conservada.
Representada de pie sobre una pequeña peana.
Vestida con una túnica lisa que llega hasta los
pies dejando al descubierto las manos, que se
encuentran en posición horizontal y con los
dedos extendidos sobre el pecho. Dos collares
sin colgantes en el cuello. Los hombros cubiertos por un amplio manto más largo por delante, que llega al mismo nivel de la peana. Pies
descalzos, pequeños y separados.
31
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Dama
Nº inventario MAIC, 9
Piedra arenisca
4,8 x 9 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 9. Campaña 1947
7
Dama ibérica acéfala, representada de pie
sobre una pequeña peana. Vestida con una
larga túnica, lisa que deja al descubierto dos
manos, en posición horizontal y con los dedos
bien marcados sobre el pecho y, un collar más
grueso en el centro que en los extremos, del
que pende una especie de medallón circular.
Sobre los hombros cae un amplio manto que
llega hasta la altura superior de la peana, siendo más largo por detrás que por delante. Pies
descalzos, pequeños y separados.
Dama
Nº inventario MAIC, 10
Piedra arenisca
6 x 11,5 x 5 cm
Cuadrado, 1950, 10. Campaña 1947
Dama ibérica acéfala, en estado muy fragmentario. Sólo conserva una mano y un pie.
Representada de pie sobre una pequeña peana.
Vestida por una larga túnica recta de escote
ovalado que llega hasta los pies dejando al descubierto la única mano conservada en la que se
detallan las articulaciones de los dedos.
Posiblemente sujetaría con ambas manos,
algún objeto imposible de reconocer. Sobre la
túnica, cuelga una gola larga y puntiaguda, con
bordes en línea quebrada. Sobre los hombros
cae un amplio manto que llega a la altura de la
peana. Los pies pequeños aparecen calzados
con borceguíes de punta redonda.
32
8
9 Talla
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 12
Piedra arenisca
7 x 19,5 x 5,5 cm
Cuadrado, 1950, 12. Campaña 1947
Personaje ibérico de formas ligeramente desproporcionadas, fragmentado por la cintura.
Representado de pie, sobre una peana. La cabeza
está cubierta por una especie de casco bien delimitado por una profunda incisión que la rodea.
En la parte superior del casco se observa una incisión más tenue y, en la parte de atrás, sobre la
nuca y hasta el cuello, queda reflejado un guarda
nuca. Alrededor de todo el cuello, apreciamos las
líneas de sujeción del casco. El rostro, mal conservado, es tosco y de técnica muy simple, en el que
sólo se conservan los ojos almendrados y esquemáticos, la boca y las dos orejas. Cubre su cuerpo
un manto que llega hasta los pies, dejando a estos
últimos al descubierto. El manto se representa
cerrado en el centro del cuerpo, mediante una
línea vertical.
10 Talla
Nº inventario MAIC, 13
Piedra arenisca
5 x 16 x 4,5 cm
Cuadrado, 1950, 13. Campaña 1947
Personaje masculino acéfalo. Representado de
pie, sobre una base y cubierto por un manto
cerrado que le llega a los tobillos, dejando los
pies al descubierto y en el cuello, la túnica de
escote triangular. El manto se sujeta en el hombro derecho con una fíbula anular hispánica,
formando pliegues en la espalda y hombro
izquierdo, sobre el que cuelga la punta superior del manto, adornado con una borla. Otro
colgante le pende en el centro de la espalda. La
mano derecha en relieve, presenta una pequeña perforación cuya finalidad posiblemente era
la de sujetar algún objeto. La mano izquierda se
encuentra bajo el manto apenas insinuada por
un leve abultamiento. Los pies, pequeños,
separados y calzados con borceguíes.
33
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 19
Piedra arenisca
16 x 10,5 x 4,8 cm
Cuadrado, 1950, 19. Campaña 1947
Caballo ricamente enjaezado, de fina talla y de
excelente técnica. La representación del cuerpo
del animal y del atalaje se caracteriza por su realismo y meticulosidad. Carece de la mitad de las
patas delanteras y casi la totalidad de las posteriores, así como gran parte de la cola. Las extremidades anteriores van unidas por un delgado
tabique en su parte posterior, y bajo el vientre
una columna prismática que sirve de apoyo a la
peana que debía llevar y que no se ha conservado. Las patas posteriores y la cola debieron
ser exentas y sin ningún refuerzo. La cabeza es
demasiado larga para el cuello, pese a ello la
pieza está bien proporcionada. En la cabeza se
observan las orejas, pequeñas representadas con
el pabellón vuelto hacía atrás, aunque están mal
conservadas. Los ojos ovales, con el globo bombeado, los párpados labrados, con indicación de
los lagrimales. Las órbitas y las cavidades
supraorbitales se advierten perfectamente, así
como el canal longitudinal del hueso nasal. La
nariz fina, con los ollares perforados con trépano, remata el labio superior carnoso y redonde-
34
ado; la boca figura ligeramente entreabierta, las
quijadas muy bien detalladas. El cuello fino, con
larga crin caída al lado izquierdo y rematada en
curva. El atalaje está constituido por brida y
montura. La brida consta de cabezada con testera, frontalera, montantes y ahogadero, los dos
montantes se insertan en las alas del bocado. Las
riendas son cortas y parten de las anillas que
están situadas en las extremidades de los cañones. Porta guarda-nuca, sujetada por la testera y
por otra correa que pasa por la garganta. La
montura es un doble ephippium, de forma rectangular y de esquinas apuntadas; la inferior es
redondeada y más larga por delante, de ésta
sobresale un reborde por todo el perímetro,
adornado con dientes de sierra. La gualdrapa
lleva un apéndice que sirve de sujección a las
riendas. Toda la superficie de la gualdrapa va
adornada con repujados o bordados con temas
de SSS y signos similares a los de interrogación,
entremezclados y engarzados unos con otros. El
conjunto se sujeta con una cincha superpuesta
que pasa por el vientre del caballo
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
12 Dama
Nº inventario MAIC, 14
Piedra arenisca
3,5 x 14,5 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 14. Campaña 1947
Dama ibérica acéfala, en estado fragmentario.
Representada de pie sobre una pequeña peana.
Vestida con una túnica que llega a los pies,
pero sin cubrirlos, estos han sido colocados
juntos. Sobre los hombros cae un amplio
manto, mucho más largo que la túnica que deja
una abertura a la altura del pecho, sobre el que
se ha tallado un colgante. Ambos extremos del
manto pasan por debajo de los brazos, colgando en pico sobre la túnica. Las manos extendidas están representadas sobre el pecho y por
encima del manto.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Relieve
Nº inventario MAIC, 20
Piedra arenisca
14 x 12 x 6 cm
Cuadrado, 1950, 20. H. 4. Campaña 1946
Relieve bifacial tallado con una yegua por una
cara y un potro por la otra, en un ladrillo de
arenisca con rebaje plano que simula un
marco. La yegua, hacia la derecha, se ha representado en actitud de trote ya que levanta la
pata delantera, doblándola por la rodilla. El
cuello y la cabeza están trazados con detalle,
las orejas triangulares y pabellones vistos por
dentro y ojo romboidal con punto central.
También se señala el maxilar inferior y la
barba. Las patas tienen marcados el corvejón,
codo, espolón y cascos. La cola, en forma de
huso, es más larga que el animal. La yegua
lleva un collar inciso con trazos perpendiculares a los bordes y cabezada, de la que sólo se
aprecian montantes y testera, sujetando un
bocado de alas curvas. El potro, hacia la
izquierda, es de menor tamaño, Se obvia el
reborde del lado izquierdo y se hace más grueso el derecho. Sus características son similares
a las de la yegua, pero sin atalaje.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
14
Caballo
Nº inventario MAIC, 21
Piedra arenisca
12 x 12,5 x 6 cm
Cuadrado, 1950, 21. Campaña 1947
Caballo ricamente enjaezado de muy buena
calidad. Su estado es muy fragmentario, no se
han conservado las patas, pero en el tabique de
sustentación y la peana se encuentran los cuatro cascos. La cabeza es algo corta, con las orejas gruesas y el pabellón vuelto hacia atrás, no
se ha labrado el oído. La nariz es recta y los
ollares perforados con trépano. El labio superior sobresale algo más que el inferior. La crin
cae hacia la izquierda y simula el pelo con
pequeñas líneas incisas. El tupé le cae sobre la
frente en pico. El cuerpo está cuidadosamente
modelado. La cola, incompleta, estuvo unida al
tabique sustentador. Los órganos reproductores
se representan en los lados laterales y dobles.
El atalaje completo hace que esta pieza sea de
gran interés. La brida consta de testera, frontalera, ahogadera y montantes. Estos se insertan
en las alas del filete. Las riendas parten de dos
anillas situadas en los extremos de la embocadura y quedan aprisionadas por la perilla. En la
nuca porta una pieza que pasa entre las orejas
y le sirve de protección hasta la parte alta del
cuello. La montura es una manta o ephippium
constituido por dos gualdrapas superpuestas de
distinto tamaño, de manera que la inferior
sobresale con respecto a la superior. El conjunto se sujeta por una cincha superpuesta que
pasa bajo el vientre y por un pretal constituido
al parecer por una banda de cuero cuya parte
inferior está recortada en flecos.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 22
Piedra arenisca
13,5 x 12 x 5,5 cm
Cuadrado, 1950, 22. Campaña 1947
Talla
Nº inventario MAIC, 23
Piedra arenisca
15 x 9,5 x 5,5 cm
Cuadrado, 1950, 23. Campaña 1947
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Caballo sin atalaje, apoyado sobre una peana,
muy bien conservado, al que sólo le falta la
parte inferior de la cabeza y las patas delanteras. El volumen de la cabeza es excesivo pero
no obstante, está bien tratada; los ojos ovales,
los párpados, las comisuras y los lagrimales
bien marcados. El globo del ojo está perfectamente resaltado por su esfericidad, las orejas
son demasiado gruesas y carecen del agujero
auditivo. La crin es muy larga y cuelga por el
lado izquierdo, prolongándose entre las orejas
a modo de tupé, mientras que el borde de las
crines se recorta en una línea curva que lo limita. El cuerpo, delicadamente modelado, consigue el movimiento de curvas de vientre, ancas,
grupa y espaldas con toda perfección. En las
patas traseras se representan los tendones y
músculos. Los cascos son chatos y su corona
representada por una incisión casi horizontal y
circular. La cola, que llega hasta el suelo, unida
al tabique sustentador, y se separa de él por
medio de dos incisiones en la piedra.
Grupo de yegua y potro muy fragmentado e
incompleto. No se han conservado las patas, ni
la parte inferior de las cabezas de ambas figuras.
Respecto a la yegua, los ojos presentan el globo
debidamente bombeado y la curvatura de los
párpados es desigual, el párpado superior tiene
una incisión en todo su contorno que indica el
saliente de la ceja, los lagrimales se marcan con
una profunda incisión; también se han señalado
ligeramente las fosas supraorbitarias. Las orejas
dirigidas hacia delante, pero el pabellón está
roto, conservándose sólo el fondo del agujero
del oído, hecho con trépano; entre las orejas
cuelga sobre la frente el tupé, en forma rectangular. La crin muy poblada, cae hacia la izquierda del cuello, representando el pelo con rayas
incisas. Tiene bien marcado el vientre, la grupa
y ancas. Conserva el nacimiento de la cola que
estuvo estriada para indicar las cerdas. Las patas
del lado izquierdo debieron ser exentas, y las de
la derecha pegadas al tabique central.
El potro se encuentra pegado a la yegua y su
cuerpo bien modelado; la crin y la cola decorada con incisiones que simulan el pelo.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 24
Piedra arenisca
11,5 x 11 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 24. Campaña 1947
Caballo sin atalajes, en estado muy fragmentario. Falta la cabeza, parte de las patas delanteras y la cola. La curvatura del dorso está desplazada hasta el sitio de la cruz. El lomo es
recto, la crin corta e inclinada hacia el lado
derecho, con unas rayas que figuran el pelo.
Bajo el vientre, aparece una pequeña columna
prismática, que se une con el pedestal estrecho
y grueso que sobresale por detrás del animal.
Las patas son finas y las posteriores están mejor
labradas, cuidando los detalles anatómicos como los corvejones, menudillos y cascos que
son pequeños y bien proporcionados. Los costados del caballo están en el mismo plano, es
decir, que el espesor es el mismo en toda la
figura.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Talla
Nº inventario MAIC, 25
Piedra arenisca
8 x 8 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 25. Campaña 1947
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Caballo sin enjaezar, sobre una peana. Su estado es muy fragmentado, careciendo de cabeza,
y parte de la cola y patas. Presenta buenas proporciones y, el modelado del pecho, costillares,
grupa y los madriles de las ancas están bien
conseguidos. En el cuello destaca el saliente de
la crinera y la crin, cortada al rape. Los cascos,
muy achatados, se separan de las patas por una
incisión casi horizontal. La cola, delimitada por
dos incisiones en sus laterales, no llega al
suelo, queda a la altura del corvejón. El vientre
y la patas están reforzadas por un tabique, del
que sobresalen las patas delanteras.
Caballo
Nº inventario MAIC, 28
Piedra arenisca
12 x 8 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 30. Campaña 1947
Caballo sin atalaje en actitud de carrera. No se
han conservado la cabeza, cola, patas traseras, ni
parte de las delanteras. En la zona central del
cuerpo se advierte el saliente de la columna vertebral y la ligera caída de la grupa. Las nalgas y
los muslos están bien labrados, quedando una
separación para que se vea el periné y los órganos sexuales. Una de las peculiaridades de este
animal, es que las patas están labradas sin refuerzo alguno, y que las dos delanteras están dobladas por las rodillas. La cola posiblemente estaría
exenta, lo que le daría a toda la pieza una actitud
de ligereza. La escultura se posaría sobre una
peana por medio de las patas traseras y de una
columna delgada, que se apoyaba bajo el pecho
del animal, de la que sólo se intuye la huella.
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20 Caballo
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 29
Piedra arenisca
15 x 14,7 x 4,5 cm
Cuadrado, 1950, 32. Campaña 1947
Caballo enjaezado de buena calidad, casi en
bulto redondo. La cabeza es maciza, la boca
recta y la cara tiene una forma rectangular. La
crin le cae a la izquierda. Los órganos genitales
van grabados y duplicados a cada lado del tabique de refuerzo. El atalaje consiste en brida y
montura. La brida consta de una cabezada marcada con incisiones, testera, frontalera, montantes y ahogadero. Lleva también un cubre-nuca
que va sujeto por la testera, y a cada lado, presenta una decoración en zigzag. Las cortas riendas, pasan por el cuello y se unen al filete por
medio de unas piezas de forma triangular con
decoración de líneas zigzagueantes. La montura formada por dos gualdrapas superpuestas,
sobresaliendo la inferior con una decoración
también en zigzag y por debajo, se inserta un
pretal con decoración muy similar y unos fle-
cos en dientes de sierra. La montura se sujeta al
cuerpo por la cincha que pasa sobre la montura.
21 Caballo
Nº inventario MAIC, 30
Piedra arenisca
11 x 11 x 4,5 cm
Cuadrado, 1950, 33. Campaña 1947
Caballo enjaezado completo de buena calidad,
muy similar al nº 32, aunque de menor tamaño.
La cara es casi cuadrada y las orejas muy largas,
los ojos oblicuos y el labio inferior saliente. La
cola es doble y llega hasta la altura de la peana.
La crin le cae a la izquierda. La montura doble
y coincide con las riendas, parecidas a la de la
pieza anterior; la montura inferior no lleva
adorno y la superior tiene una decoración en el
borde posterior y en la cincha. El pretal sale
bajo las puntas delanteras y lleva todos los
adornos en zigzag.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Yunta
Nº inventario MAIC, 32
Piedra arenisca
11 x 9,5 x 5,5 cm
Cuadrado, 1950, 35. Campaña 1947
Yunta. Se caracteriza por sus formas redondeadas y porque el tabique de refuerzo sobresale
más que la cola. La técnica utilizada le da una
apariencia de relieve en bloque, del que sólo
las cabezas sobresalen de dicha composición,
ligeramente separadas. Los cuerpos están unidos por el costado. Las crines de ambas figuras,
caen por sus lados exteriores. Para las patas tra-
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seras se ha utilizado una técnica más tosca porque la cola le impide labrarlas con total simetría. Las colas son cortas, no llegan a los cascos,
limitándose su extremo por un rebaje del tabique en el que están labradas. El pelo se representa en forma de espiga entrecruzada.
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23 Yunta
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 34
Piedra arenisca
10 x 9,5 x 4,5 cm
Cuadrado, 1950, 37. Campaña 1947
Yunta. No se ha conservado la cabeza de una
de las figuras. Este relieve se caracteriza por ser
algo más plano. La técnica utilizada da sensación de relieve en bloque sobresaliendo sólo
las cabezas. Los cuerpos están unidos por el
costado y las dos cabezas están ligeramente
separadas. Carece de crines, sólo tiene el reborde aquillado de la crinera. Las patas traseras
son algo más toscas y no tienen tan bien tallados los cascos como los de las patas delanteras.
La cola y el pelo quedan representados en espiga entrecruzada. Carece de peana.
24 Caballo
Nº inventario MAIC, 35
Piedra arenisca
9 x 8,5 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 38. Campaña 1947
Caballo sin atalaje, sobre una pequeña plataforma. No se ha conservado la parte inferior de la
cabeza. La silueta superior es una línea continua
que parte del tupé, entre las orejas y llega sin ninguna alteración, hasta la grupa. La tosca cabeza,
desarmoniza con el resto del cuerpo. Cuello muy
corto. La crin cae hacia la izquierda, con el pelo
representado por incisiones rectas, bastante separadas. La línea del vientre es inclinada. Las cuatro
patas son demasiado esquemáticas en las que
sólo se han representado los cascos, cuya simetría se continúa con la de la cuartilla, con la separación de la corona. Lo más característico de esta
pieza ha sido la forma de obtener la cola, rebajando los laterales del tabique de refuerzo, que
sobresale por detrás de las patas, para que ésta,
quedase en relieve.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Grupo
Nº inventario MAIC, 37
Piedra arenisca
11 x 9,8 x 4,5 cm
Cuadrado, 1950, 40. Campaña 1947
25
Grupo de yegua con potro a su derecha. Es un
relieve en bloque del que sólo sobresalen las
cabezas, aunque únicamente se ha conservado
la de la yegua. El potro es de menor tamaño y
de cola corta, sin la indicación del trenzado,
siendo la técnica empleada más cuidadosa, y
sus líneas más redondeadas.
La yegua tiene un cuello muy largo, con la crin
hacia la izquierda. Ojos esquemáticos, realizados mediante una incisión. Larga cola que llega
hasta la plataforma, sobre la que reposan las
figuras. Las cuatro patas delanteras están al
mismo nivel.
Caballo
Nº inventario MAIC, 38
Piedra arenisca
7,5 x 8 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 41. Campaña 1947
Caballo sin atalaje sobre una plataforma. Se
encuentra bien conservado, aunque tiene la cabeza fracturada. La técnica empleada es mediante el
trazado de una línea continua que parte del tupé,
entre las orejas y llega hasta la grupa, que se
marca por una inflexión angulosa. Cabeza esquemática con la cara, vista de frente, rectangular,
rematada por las orejas unidas en forma de triángulo isósceles. Ojos ovales esquemáticos, incisos.
La línea del vientre es inclinada. El refuerzo se
rebajó lateralmente para dejar en relieve el cuello.
La cola fue rebajada, en toda la parte posterior de
la figura, indicando el saliente de los corvejones.
La crin cae hacia el lado derecho del cuello, con el pelo marcado por incisiones paralelas, bastante
separadas cuyo borde se representa por una curva en S que, sale de la base de las orejas y termina a
la altura de la cruz. Las cuatro patas son demasiado esquemáticas, en las que sólo se han marcado los
cascos, cuya simetría se continúa con la de la cuartilla, con la separación de la corona.
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27 Grupo
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 39
Piedra arenisca
9,5 x 10 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 42. Campaña 1947
Grupo de yegua con potro, a su izquierda. La
técnica es la de un relieve en bloque del que
sólo sobresalen las cabezas, aunque no se ha
conservado la del potro. Ambas figuras son
muy similares, siendo el potro de menor tamaño y con la cola corta, mientras que la de la
yegua llega hasta la deteriorada repisa, sobre la
que reposan los animales.
La crin de la yegua hacia su derecha, en la que
se señala el pelo mediante incisiones paralelas,
bastante separadas entre sí. Cabeza cuadrada,
con las orejas puntiagudas y juntas. Los ojos y
boca muy esquemáticos, han sido realizados
con una incisión. Las cuatro patas delanteras
están al mismo nivel.
28 Grupo
Nº inventario MAIC, 41
9,5 x 7,5 x 4,5 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 44. Campaña 1947
Grupo de yegua y potro acéfalos; el potro es de
menor tamaño y va a la izquierda de la yegua.
Es un relieve en bloque en el que sólo sobresalían las cabezas, que no se han conservado.
Son figuras desproporcionadas, en las que las
extremidades anteriores son mucho más cortas
que las posteriores. Han sido labradas con el
mismo saliente y dejando un espacio entre las
de cada animal. Las patas del potro resultan
muy largas y los cascos excesivamente grandes.
Su cola está adornada semejando el pelo y es
corta, mientras que la de la madre llega hasta
la pequeña repisa sobre la que reposan los animales. Se han conservado restos de la crin, realizada mediante incisiones paralelas y bastante
separadas.
45
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
29
Caballo
Nº inventario MAIC, 44
12 x 6,5 x 2 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 48. Campaña 1947
Caballo sin enjaezar muy estilizado e incompleto al que le falta la mitad inferior, es decir, las
patas y peana. Se observa una cabeza ancha a
la altura de los ojos, con un abultamiento sobre
los mismos que señalan las órbitas. Los ojos
son de forma ovalada, casi triangular, al igual
que las pequeñas orejas, en las que los oídos
laterales están unidos por el tupé. Los ollares
de la nariz se representan con dos puntos en
relieve y un pequeño hoyo central, y la boca
por un surco angular, que deja en relieve el
borde de los labios. Cabeza y cuello se unen
por un refuerzo de piedra, en el que se ha tallado el maxilar inferior y parte del cuello. Lleva
una crin muy corta que cuelga, en la que se ha
representado el pelo, con finos trazos incisos.
La cola lisa y redondeada, arranca en fuerte
curva, uniéndose por un tabique al bloque de
las patas traseras. La curva del vientre se marca
mediante un acusado ángulo.
30
Caballo
Nº inventario MAIC, 45
Piedra arenisca
10,5 x 5,5 x 2 cm
Cuadrado, 1950, 49. Campaña 1947
Caballo sin enjaezar, muy estilizado, del que se
conserva completo el tronco y la cabeza. La
cabeza es ancha a la altura de los ojos, con un
abultamiento sobre ellos que indica las órbitas.
Éstos son de forma triangular, al igual que las
pequeñas orejas con los oídos laterales unidos
por el extremo de la crin. Los ollares de la nariz
son dos puntos en relieve, con un pequeño
hoyo central y se aprecian en relieve el borde
46
de los labios. El ángulo entre cabeza y cuello
está macizo por un refuerzo de piedra. Del
cuello cuelga una corta crin, representada por
incisión que cae hacia la izquierda. La cola,
separada del cuerpo, se une mediante un tabique a las patas traseras, es lisa y redonda y
arranca con una curva muy pronunciada. La
curva del vientre es un suave ángulo.
31 Caballo
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 46
Piedra arenisca
9,5 x 12 x 2 cm
Cuadrado, 1950, 51. Campaña 1947
Caballo sin enjaezar muy estilizado e incompleto, ya
que le faltan los dos tercios traseros, conservando el
cuello y cabeza, las patas delanteras y la peana. Está
fragmentado en cinco partes. Se observa una anchura de la cabeza a la altura de los ojos, que presentan una forma casi triangular como las pequeñas
orejas, con los oídos laterales unidos por el extremo
de la crin. En la nariz, los ollares son representados
por dos puntos en relieve con un hoyito central, y la
boca es un surco angular con el borde de los labios
en relieve. Cabeza y cuello se unen mediante un
refuerzo de piedra. Cuelga una crin muy corta, con
el pelo hacia la izquierda, representado con incisiones. Las patas delanteras son rectas y cilíndricas,
notándose el espolón del menudillo y con los cascos indicados de forma somera. Bajo la curva del
vientre se ha taladrado el tabique de refuerzo de
superficie cuadrada.
32 Caballo
Nº inventario MAIC, 48
Piedra arenisca
9,5 x 10 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 59. Campaña 1947
Fragmento de caballo sin enjaezar, al que falta
la cabeza y parte de las patas delanteras. Tiene
un tabique de refuerzo muy fino, por lo que el
relieve del vientre y el perfil de las patas aparecen muy marcados. Las patas posteriores, son
muy largas y apenas se nota el corvejón, sin
embargo el espolón del menudillo está muy
señalado. Su cola es larga, llega hasta el suelo,
de poco espesor, sin separación del tabique
divisorio, por lo que parece salir de las patas.
Presenta una pequeña basa.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 49
Piedra arenisca
8 x 9 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 60. Campaña 1947
33
Caballo sin enjaezar, acéfalo y sin una buena
parte de las patas delanteras. Presenta un delgado tabique de refuerzo que origina un relieve marcado del vientre y del perfil de las patas.
Las únicas conservadas, las posteriores, son
alargadas, con una supresión casi total del
saliente del corvejón. Está bien marcado el
espolón del menudillo. La cola sigue la curvatura de las patas y es larga y de poco espesor,
sin separación del tabique divisorio, por lo que
parece salir de entre ellas. Presenta una pequeña basa.
Caballo
Nº inventario MAIC, 51
Piedra arenisca
14,5 x 8 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 62. Campaña 1947
Caballo sin atalajes muy estilizado, al que faltan
las patas y la cola. Presenta un cuerpo alargado pero de buena factura, con unos cuadriles
de ancas, muslos, grupa y prolongación del
espinazo, bien modelados. Su cuello es largo,
con la crinera y borde traqueal aquillado. Su
cabeza, tiene una actitud gacha y es delgada y
alargada. Observamos que los ojos son amigdaloides e incisos, demasiado frontales, entre
ellos aparece el tupé, largo y estrecho. Dos
incisiones cortas marcan los ollares de la nariz,
en cambio la boca presenta dos incisiones profundas a cada lado del morro sin unirse. Se
aprecia un estrecho tabique de refuerzo entre
las patas del animal, desde la cola hasta el
pecho.
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34
35
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 52
Piedra arenisca
11,5 x 10,5 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 63. Campaña 1947
Caballo sin atalaje. El cuello es muy curvado,
quedando la cabeza algo baja. Las orejas están
hacia delante, mostrando sus pabellones triangulares finamente ahuecados; entre las orejas
se observa un pequeño relieve recto y vertical
que representa el tupé. Los ojos son ovalados y
el globo plano; el párpado superior realizado
con dos trazos curvos y largos que llegan cerca
de las quijadas. Los ollares de la nariz se indican por dos trazos oblicuos inclinados hacia
abajo, y la boca por una incisión recta. La crin
está colgada a la izquierda del cuello, limitada
por un borde curvo y con líneas verticales y
paralelas entre sí que simulan el pelo. Las patas
delanteras son rectas, tubulares e inclinadas, y
las posteriores algo dobladas por el corvejón,
dan la sensación de que está echado hacia
atrás. Son muy finas, marcándose bien el
menudillo con su espolón y la cerneja. La corona queda en relieve sobre el casco bien proporcionado. La cola se indica por dos incisiones laterales que la marcan sobre el refuerzo.
La peana es de poco grosor y muy bien delimitada.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 53
Piedra arenisca
11,5 x 10 x 3,5 cm
Cuadrado, 1950, 64. Campaña 1947
36
Caballo sin atalaje, al que falta la cabeza y la
parte central de la cola. El cuello es muy curvado. La crin está colgada a la izquierda, limitada por un borde curvo y con líneas verticales
que simulan el pelo. Las patas delanteras, rectas y tubulares, están inclinadas levemente
hacia atrás, y las posteriores algo dobladas por
el corvejón, por lo que da la sensación de
echarse hacia atrás. Son finas, marcándose bien
el menudillo con su espolón y la cerneja. La
corona queda en relieve sobre el casco, bien
proporcionado. La cola se indica por dos incisiones laterales que la marcan sobre el refuerzo. La peana es de poco grosor y bien delimitada.
Yegua
Nº inventario MAIC, 54
Piedra arenisca
11 x 10,5 x 5,5 cm
Cuadrado, 1950, 65. Campaña 1947
Yegua y potro acéfalos. La disposición del
grupo es muy peculiar. El potro va pegado a la
madre y muy inclinado hacia atrás. La yegua
sobresale más que el potro. En el tabique de
refuerzo está labrada la cola de la yegua, que
llega hasta el suelo, con dos escotaduras laterales que le dan forma cilíndrica. El pelo se
representa por medio de estrías longitudinales.
La cola del potro es más corta. Toda la composición se apoya sobre una peana que se superpone a la de la figura mayor.
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37
38 Caballo
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 56
Piedra arenisca
11,5 x 12 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 67. Campaña 1947
Caballo enjaezado al que falta la cabeza. La técnica empleada es algo tosca como se puede
observar en las extremidades y en la montura. Se
caracteriza por su posición inclinada hacia atrás.
La garganta, entre el menudillo y la cuartilla, es
exagerada. La crin le cae por el lado derecho y
la simulación del pelo no está bien conseguida.
La montura es estrecha y corta, formada por dos
gualdrapas rectangulares superpuestas, coincidiendo en su borde anterior, pero sobresaliendo
la inferior, bajo los otros. Sin cincha, aunque
porta el pretal que se va ensanchando hasta llegar al pecho, en donde cae, en forma curva con
estrías verticales muy separadas que indican un
adorno. La cola era larga y llegaba al mismo nivel
que los cascos. Se apoya sobre una fina peana.
39 Caballo
Nº inventario MAIC, 57
Piedra arenisca
17 x 13,5 x 5 cm
Cuadrado, 1950, 68. Campaña 1947
Caballo sin atalaje. Faltan los cascos traseros. Es
una escultura tosca y esquemática, debido al
material empleado que es una arenisca de
grano muy grueso. No se conservan muy bien
los pequeños relieves e incisiones, pero se
puede observar en la cara, los dos trazos curvos del párpado superior y el globo oval y vertical. Las orejas están casi desaparecidas; el
tupé le cae en la frente en forma triangular. La
cola está rota y torcida, pegada a la pata
izquierda y separada de la derecha. Los cascos
y la corona están bien indicados, así como el
espolón del menudillo. La postura es de inclinación hacia atrás. Carece de peana.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 61
13 x 8,5 x 3,5 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 73. Campaña 1947
Caballo enjaezado, prácticamente macizo, de
muy buena calidad. Presenta una cabeza
algo abultada, con las orejas hacia delante y
leve inclinación del oído. Los ojos son de
forma lenticular, con el globo muy saliente y
horizontal. La boca es una ancha incisión
sobre el plano que corta la cara y queda
entreabierta. Los ollares de la nariz están realizados mediante dos incisiones verticales. El
cuello es corto y curvo con un refuerzo
ahuecado que lo une a la cabeza por su parte
inferior. Crin corta que cae a la derecha, con
el pelo representado por incisiones paralelas. El
tupé largo y estrecho, se desliza entre las orejas
hasta los ojos. La grupa tiene una forma redondeada, pero sin inclinación de los cuadriles y las
patas delgadas, presentan una ligera inclinación
de rodillas y corvejones. La cola es larga y está
52
labrada representando un trenzado funicular en
forma helicoidal. El atalaje lo forman la cabezada con montantes, frontalera, ahogadero, testera,
muserola y una montura rectangular de una sola
gualdrapa. La figura no tiene peana propiamente dicha, siendo su apoyo algo inestable.
40
41 Yunta
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 62
Piedra arenisca
12 x 12 x 4,5 cm
Cuadrado, 1950, 74. Campaña 1947
Yunta acéfala con forma paralelepípeda, ya que
los costados y los lomos son completamente
planos. Es un relieve de escaso resalto. Ambos
caballos tienen las patas extendidas hacia
delante. En la zona del costado, un ligero relieve marca la curva de vientre y patas, éstas se
caracterizan por tener salientes las rodillas
obteniéndose así más marcada la punta del corvejón. Los cascos son muy pequeños. Los dos
animales son de poco espesor, por lo que las
patas traseras y las colas quedan muy pegadas
y finas. Se aprecia cómo las crines están peinadas hacia los lados exteriores y el pelo se
marca mediante surcos paralelos. Los caballos
quedan separados por un surco profundo, más
hondo en el tercio trasero.
42 Caballo
Nº inventario MAIC, 63
Piedra arenisca
7,5 x 8,5 x 2 cm
Cuadrado, 1950, 75. Campaña 1947
Caballito sin enjaezar de excelente calidad,
aunque bastante fragmentado. Carece de cola y
parte de las patas delanteras. Es un caballo de
tipo plano por su delgadez y escasez de relieves. El cuerpo es corto, con lomos rectos y
vientre de curva suave. El corto cuello tiene la
cerviz muy curvada y afilada. La crin se marca
por una incisión curva, que arranca de la nuca
y termina en cruz. La cabeza es estrecha, con
ojos casi circulares y orejas muy derechas y
triangulares, con el hueco del oído marcado
por incisiones verticales. Entre ellas cae un
tupé cuadrado y corto. El extremo de la nariz y
la boca son redondeados. La curva entre cabeza y cuello es muy cerrada. Las patas, muy finas
con indicación del codo en las anteriores y del
corvejón en las posteriores. La cola redondeada en su perfil es maciza y sin separación del
tabique de refuerzo. Las patas delanteras están
casi exentas del tabique y la peana es un plinto rectangular bien labrado.
53
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 60
19 x 11,5 x 4,5 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 72. Campaña 1947
Caballo enjaezado al que falta la parte inferior.
Es una figura de importantes dimensiones y
bien proporcionada. La cara vista de frente, es
casi rectangular y de perfil recto, con una ligera curvatura a la altura de los ojos ovales. Los
párpados se representan con dos arcos incisos
superiores. Las orejas triangulares, hacia delante, con un vaciado interior de la misma forma.
La parte baja de la cara es recta y en su plano,
está labrado el surco de la boca. El perfil del
maxilar inferior se ha tallado con la arista viva,
indicando la curva de la quijada. La crin cae
hacia la izquierda, tiene un perfil que empieza
recto en la nuca y se hace convexo cerca de la
cruz. El pelo marcado por medio de incisiones
paralelas y curvas. En cuanto al cuerpo, el
pecho es plano, al igual que los flancos. La
curva del vientre está poco acusada, por lo que
apenas se advierte la cinchera. Porta brida y
54
montura. La brida consta de testera, montantes,
ahogadera y frontalera. Las riendas arrancan
del extremo del filete y se insertan por el otro
lado a unas piezas anchas y curvas que parecen ser correas. La montura está constituida por
dos gualdrapas superpuestas, muy largas y
anchas; la inferior sobresale por todo el contorno de la superior, dejando una especie de
cenefa. El pretal consiste en una estrecha
correa de la que penden unos colgantes semicirculares en relieve. La cincha pasa sobre la
montura.
Las patas posteriores estaban unidas entre sí,
por un refuerzo muy reducido, entre ellas se
labraron con todo detalle los órganos genitales.
De las patas anteriores no se ha conservado
prácticamente nada. La cola debió ser larga,
cilíndrica, en donde quedan marcadas las cerdas por trazos longitudinales.
43
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
44
Caballo
Nº inventario MAIC, 64
Piedra arenisca
7 x 7 x 2 cm
Cuadrado, 1950, 76. Campaña 1947
Caballo sin atalaje de excelente calidad, muy
fragmentado del que se han perdido parte de
las patas delanteras, del tabique de sujeción y
de la cola. Es muy delgado, casi sin relieves. El
cuerpo, en general estrecho, presenta el lomo
recto y una curva del vientre muy suave. Su
cuello es corto y con la cerviz curvada. La crin
cae hacia la izquierda y está marcada por una
incisión curva que arranca de la nuca, terminando en cruz. La cabeza, también estrecha,
con los ojos de forma circular y las orejas tie-
sas triangulares, con el hueco del oído marcado por incisiones. Entre ellas cae el tupé. La
boca es una línea curva incisa. Las patas son
muy finas, con el codo marcado en las delanteras (casi exentas del tabique) y el corvejón en
las traseras. La cola no está separada del tabique de refuerzo y es maciza y redondeada. La
peana donde se apoya el caballo es un plinto
con forma rectangular.
45 Grupo
Nº inventario MAIC, 65
Piedra arenisca
7 x 8,5 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 77. Campaña 1947
Grupo de Yegua y potro acéfalos y sin las patas
delanteras, además a la yegua le falta la cola. Se
caracteriza por ser bastante plano. El potrillo
está colocado a la izquierda de la madre y es
mucho más pequeño, sobresaliendo ésta en su
tercio anterior. Su cola llega hasta los pies, y las
patas finamente moldeadas, en donde se marca
el codo y el corvejón, con una incisión profunda que separa los cascos del resto. La yegua
esta trabajada independientemente de la otra
figura, porque el tabique de refuerzo es propio,
aunque ambos caballos se unen por un fragmento de piedra sin rebajar. En las dos figuras,
la crin de borde curvo, cuelga a la izquierda y
no se marca el pelo. El plinto presenta distinta
altura para cada uno de los animales.
55
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
46
Grupo
Nº inventario MAIC, 74
Piedra arenisca
10 x 10 x 6,5 cm
Cuadrado, 1950, 86. Campaña 1947
Grupo de yegua y potro al que faltan las cabezas, con cuerpos redondeados y leve curvatura
del vientre, mientras la espalda y los lomos se
representan casi rectos. Las patas son algo cortas, siendo las delanteras rectas y más largas
que las traseras y sin inclinación de las rodillas.
Los cascos con la corona, están muy marcados.
Las figuras son de distinto tamaño, pero tienen
los frentes (pecho y patas) en el mismo plano,
por lo que la parte posterior de la yegua sobresale con respecto al potro. Las largas colas llegan hasta el suelo, y se destacan del tabique de
refuerzo, por una incisión. Las dos figuras están
unidas por los cuerpos y separadas por las
patas, pero macizado el grupo con la arenisca
existente entre ellas. Las crines están peinadas
hacia fuera y quedan en relieve sobre el cuello,
pero sin resalto del reborde de la crinera.
Caballo
Nº inventario MAIC, 77.
8 x 9 x 2 cm.
Piedra arenisca.
Cuadrado, 1950, 89. Campaña 1947.
Caballo enjaezado muy fragmentado, al que
falta la cabeza, cuello, fragmentos de las patas
traseras, cola y los cascos de las delanteras. No
está bien proporcionado, ya que tiene los lomos
muy planos y el trono es demasiado alto para la
longitud del mismo. Patas de forma cilíndrica
con indicación de rodillas por un leve relieve.
Desconocemos cómo serían el corvejón y el
espolón del menudillo, pero apreciamos que las
cuartillas se indican con un ancho surco y los
casos son pequeños y alargados. La cola no está
separada del tabique de refuerzo, llega hasta el
suelo y ocupa todo el espacio entre las patas.
Su atalaje lo forman una montura cuadrada,
estrecha y larga que cubre casi el vientre, el
arranque del cuello y cruz, y está sujeta por
una cincha y pretal, en relieve. El plinto de
base conservado es muy delgado.
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47
48
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 76
Piedra arenisca
10,5 x 10 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 88. Campaña 1947
Caballo enjaezado en bloque, muy fragmentado, aunque se conservan casi todos los trozos.
Con la línea del dorso recta y horizontal y curvada en la grupa, siendo prácticamente recta
en el vientre. Se aprecia una distancia excesiva
entre el vientre y el dorso por lo que las patas
resultan algo cortas. Las anteriores son cilíndricas, casi rectas, en las que apenas se marca el
corvejón, con los cascos bajos y achaflanados.
Las patas quedan separadas, debido a que el
tabique de refuerzo es muy grueso. La cola es
maciza en la parte superior y exenta en la inferior. Cuello desmesuradamente grueso, muy
arqueado en la cerviz y recto en la región traqueal. Delimita la crin una línea convexa que
arranca de la nuca y termina en la cruz, que-
dando en relieve sobre el cuello, con el pelo
ondulado, mediante un zigzag de líneas paralelas. La cara es chata y ancha, con unas orejas
pequeñas y triangulares, muy juntas, entre las
que aparece el tupé. Los ojos son redondos y
oblicuos, y los ollares de la nariz lo forman dos
incisiones con forma de paréntesis, mientras
que la boca de forma ancha y circular, afea el
rostro del animal.
El atalaje lo forma la cabezada, con la frontalera, testera y ahogadero, con las riendas unidas al
bocado por unas piezas rectangulares; y la montura rectangular y de una sola abertura, larga y
ancha, sujeta con una cincha superpuesta y pretal. El plinto usado como peana es más elevado
por la parte delantera que por la trasera.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 78
Piedra arenisca
8 x 7 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 90. Campaña 1947
49
Parte central de un caballo enjaezado, al que
faltan la parte inferior de las patas y la cabeza.
Presenta un perfil de lomos y dorso recto hasta
el arranque del cuello, y una grupa redondeada. La curva del vientre es muy suave y de
poco relieve sobre el tabique de refuerzo, que
resulta muy grueso. En las patas hay una leve
indicación de las rodillas, codos y del saliente
del corvejón, quedando muy separadas las
delanteras. La cola parece deforme ya que es
casi tan gruesa como el refuerzo central. Su
montura es sencilla, rectangular, muy ancha y
larga, sujeta por cincha y pretal marcados en
relieve. De las riendas sólo queda el extremo
que apoya en la montura, sobre la cruz y el
arranque del cuello.
Yegua
Nº inventario MAIC, 82
Piedra arenisca
8 x 7 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 95. Campaña 1947
Yegua con potro a su izquierda. Es un doble
relieve, con dos figuras labradas, una a cada lado
del bloque de arenisca, recortándose el perfil de
la cabeza y el dorso entre el origen de la cola y
la boca. Las demás aristas del bloque han sido
respetadas. Salvo la cabeza, el resto del cuerpo
queda en bajorrelieve plano, marcándose las
siluetas de patas, vientre y cola. En el vientre, la
unión del perfil del muslo y el abdomen se produce mediante un fuerte ángulo. Las patas delanteras son verticales, con indicación de los cascos y arranque de las paletillas, las
traseras señalan los corvejones y espolones del menudillo. La cola,
rígida y recta, no llega al suelo, y está separada del cuerpo. Las crines, limitadas por una curva cóncava, caen hacia fuera, sin indicación de la cerviz ni del pelo. Las cabezas son de factura tosca, con
poco detalle de las orejas, los ojos ovales, los ollares de la nariz y
la boca. El potro es más bajo que la madre, aunque de la misma
longitud, descansando la yegua sobre un plinto y el potro no.
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51 Caballo
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 80
Piedra arenisca
6 x 7 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 92. Campaña 1947
Caballo enjaezado acéfalo y sin patas delanteras. Es de pequeño tamaño, pero bien trabajado, con una grupa muy conseguida gracias al
suave relieve que indican los cuadrilles de las
ancas. Las patas traseras no tienen demasiado
acusados los corvejones y las cuartillas señaladas por una ancha incisión que limita los
pequeños y bien proporcionados cascos. Cola
gruesa y de perfil redondeado que ocupa todo
el espacio entre las patas. La curva del vientre
es corta y suave, con clara indicación de los
órganos sexuales, a ambos lados del tabique de
refuerzo.
La montura del caballo es rectangular, va ceñida por una cincha superpuesta que cubre la
cruz y el arranque del cuello y un pretal. Sobre
ella apoyan las riendas. Todas las partes de la
montura están labradas en delicado relieve.
52
Caballo
Nº inventario MAIC, 79
Piedra arenisca
7 x 8,5 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 91. Campaña 1947
Caballo sin atalaje, al que falta la cabeza, la
base, la pata delantera derecha y los cascos de
las otras tres. Dorso y lomo rectos, mientras
que la grupa y nalgas tienen una forma redondeada. Los costados son lisos y sin relieves y
con una curva del vientre muy suave. Aunque
parte del cuello se ha perdido, apreciamos que
era muy curvo, la crinera aquillada y lisa, con
la representación de la crin sólo por un borde.
Se conservan restos que nos indican que el
espacio entre cabeza y cuello era macizo, a
modo de refuerzo. Las patas delanteras, muy
separadas, tienen forma cilíndrica con representación de los codos mediante un saliente
curvo. Las rodillas se marcan con un ligero
relieve, mientras que el espolón del menudillo
aparece bien señalado. Las patas posteriores
son muy curvas hasta los corvejones, cuyo
saliente y el espolón de los menudillos, están
labrados con cuidado. La cola cae verticalmente, con borde redondeado y muy grueso, sin
separación del tabique de refuerzo.
59
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Yunta
Nº inventario MAIC, 81
Piedra arenisca
15 x 8,5 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 94. Campaña 1947
Yunta con poco detalle de talla y escaso relieve. Ambos animales están unidos por todo el
costado, exceptuando las cabezas, aunque
entre ambas, ha quedado un trozo de piedra
sin rebajar. Presentan un perfil del dorso cóncavo y grupas redondeadas. Los cuellos aparecen excesivamente gruesos y cortos. No llevan
cerviz ni crin y las orejas son menudas, apenas
un abultamiento. Los ojos se insinúan levemente, mediante un pequeño saliente. El extremo
de la nariz, muy redondo y corto, tiene borrados los ollares, al igual que las bocas, que son
una fina incisión. El perfil interior también presenta poco relieve, con un marcado ángulo en
las ingles, mientras que el vientre arranca con
una ligera curva. Las patas delanteras tienen un
60
arranque alto sobre el costado de los caballos,
son cilíndricas, verticales y se representan juntas, con una pequeña indicación de rodillas,
menudillos, cuartillas y cascos. Las patas traseras se han perdido. Las colas están muy pegadas al cuerpo, son cóncavas y sin detalle alguno. Este grupo no lleva peana, se apoya en el
tabique de refuerzo.
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54
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Relieve
Nº inventario MAIC, 83
11 x 8 x 4,5 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 96. Campaña 1947
Bajorrelieve con dos caballos sin enjaezar, sobre
un ladrillo de arenisca paralelepípedo, uno por
cada cara, orientados hacia el mismo lado del
bloque. Éste conserva sus aristas primitivas,
obteniendo el relieve al rebajar el fondo, según
los planos que se cortan en las diagonales de las
caras. Sendos animales son idénticos, salvo por
pequeñas diferencias. Sus cuerpos gruesos, presentan un dorso corto y cóncavo y una amplia
grupa convexa. La crin no se indica en el cuello,
que es corto al igual que la cabeza. Las orejas
son un mero abultamiento, los ojos ovales están
incisos y la boca es también una incisión recta
que separa los labios, dejando más saliente el
superior en la figura de la izquierda. El pecho es
saliente y redondo, y la curva del vientre convexa, forma una ángulo entrante en la parte interior de las piernas. Las patas, son cortas, delgadas, en las que se han señalado las rodillas y
corvejones y, separados, los cascos del menudillo. Las colas sólo llegan hasta los corvejones, en
ellas tampoco se han tallado el pelo. Los cascos
están labrados sobre la arista inferior, por lo que
no hay plinto de peana.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Caballo
Nº inventario MAIC, 84
Piedra arenisca
13,5 x 7 x 4 cm
Cuadrado, 1950, 97. Campaña 1947
Caballo enjaezado al que le falta la parte inferior de la cabeza y patas. Representado en actitud de marcha, pues los restos conservados de
las patas delanteras están avanzadas hacia
delante. El cuerpo del animal ha sido tallado de
manera tosca, pero el dorso tiene una curva
suave, con lo que los lomos y grupa no están
mal logrados. La espina dorsal está bastante
marcada y el pecho también es muy saliente.
La escultura no tiene refuerzo, siendo totalmente exenta ya que las cuatro patas aparecen aisladas, al igual que la cola a partir del periné.
Los órganos sexuales fueron representados,
pero hoy se encuentran mutilados. A la cabeza,
le falta un trozo de cuello, de la parte conservada apreciamos su forma curva y que es un
poco corto, sin saliente de la cerviz. La crin
paralela a la cerviz, está limitada por una línea
incisa en relieve, y el pelo aparece representa-
62
do por rayas curvas, paralelas y oblicuas. Las
orejas se han conservado mal, pero se puede
observar que tienen el pabellón hacia delante.
Los ojos en forma amigdaloide, son grandes,
con los globos en relieve y con los lagrimales
marcados. Entre ambos, cae el tupé a modo de
fleco.
La montura es incisa, sin relieves, con dos
coberturas apuntadas, la superior, más pequeña, lleva una cenefa lisa por el contorno. Sobre
el dorso hay una señal rectangular incisa que
se prolonga hacia delante con un semicírculo y
que puede representar la almohadilla con guarda-cuello. La cincha superpuesta, corta la montura, y lleva también pretal. La cabezada es
incisa, con testera, frontalera y montantes, que
sujetan el bocado. Porta una guarda-nuca sujeto con la testera. Las riendas están en relieve y
se acoplan a la curva inferior del cuello.
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56
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Grupo
Nº inventario MAIC, 85
10 x 9,5 x 2,5 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 101. Campaña 1947
Grupo de yegua y potro situado a su izquierda.
No han conservado las cabezas y todo el bloque presenta un mal estado de conservación
generalizado, especialmente en el frontal derecho. Nos encontramos ante una composición
poco realista. La yegua (más deteriorada)
muestra anchos lomos y dorso curvado. El
pecho es recto y de él, salen las patas algo
dobladas por las rodillas. En las posteriores se
indican los muslos, el corvejón y la cola vertical y redonda, muy metida entre ellas. El pelo
ha sido representado mediante incisiones en
forma de espiga. La yegua porta una montura
incisa, estrecha y parece que llevaba un refuerzo sobre la espina dorsal, con cincha estrecha
que arranca de ella. El potro, tiene las patas
anteriores y posteriores en el mismo plano que
la madre. Para conseguir un tamaño menor, el
artista se limita a hacer las patas más cortas, así
las delanteras arrancan del pecho con una leve
indicación de las rodillas, a cuya altura señala
también los codos, dando lugar a una deformación. Es del codo, de donde parte la curva convexa del vientre, que sufre una inflexión para
llegar cóncava a las ingles. Muy mal indicados
están los cascos y menudillos. Se aprecia una
fuerte separación de las figuras en los tercios
traseros. La cola aparece amoldada a la curva
de los corvejones. Es una fuerte incisión la que
marca el saliente inclinado del plinto.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Yunta
Nº inventario MAIC, 91
Piedra arenisca
10 x 7 x 3,8 cm
Cuadrado, 1950, 110. Campaña 1947
Yunta de burritos, intactos, muy toscos que
parecen un relieve doble y silueteado, porque
el perfil del grupo está labrado a la vez para
ambas figuras, así las dos cabezas se proyectan
una sobre otra, aunque la curva del dorso es
más pronunciada en el caballo de la derecha.
Las patas de éste están adelantadas, en cambio
el otro tiene las patas aplomadas verticalmente.
Los dos animales están separados por una gran
incisión entre el cuello, las cabezas y las colas.
Las orejas son cortas e inclinadas hacia atrás,
pero con el pabellón orientado hacia los costados. El perfil de las caras deja un abultamiento
a la altura de los ojos, siendo recta la nariz, con
64
los ollares labrados al igual que la boca. Los
ojos son algo romboidales y laterales. El perfil
inferior de los maxilares está recortado, al igual
que en el exterior de las patas, que son convexas hasta las rodillas, continuando con una
curva cóncava hasta el extremo de los cascos.
En las patas traseras se marcan los corvejones
mediante dos curvas cóncavas. Las delanteras
no tienen separación para cada uno de los
caballos. Las colas que tienen el mismo ancho
que cada caballo, llegan hasta el suelo y forman una curva convexa. Este grupo carece de
peana, apoyándose en el refuerzo de gran grosor que maciza las figuras.
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58 Yunta
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 88
Piedra arenisca
12 x 9 x 6,8 cm
Cuadrado, 1950, 106. Campaña 1947
Yunta a la que faltan las cabezas, de muy mala
factura e idéntico tamaño. Ambos troncos se
unen por un costado y está macizado el espacio
existente entre las cabezas. Los cuellos son tan
largos que las separan del cuerpo. Son cilíndricos, sin cerviz, tampoco se ha representado la
crin. En las patas traseras se marcan los muslos y
las ancas, levemente el corvejón y unas cañas
muy finas que terminan en los diminutos cascos.
Éstas se labraron con el mismo perfil, mientras
las colas actúan como planos de disimetría con
respecto a las otras dos patas, que dan sensación
de inclinación hacia delante. Las anteriores están
también avanzadas de las exteriores, y las interiores más dobladas por las rodillas, quedando más
avanzadas que las otras, pero de la misma longitud. La cola del caballo derecho es más corta,
mientras la del izquierdo llega hasta el suelo.
59 Yegua
Nº inventario MAIC, 89
10 x 8 x 5,5 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 107. Campaña 1947
Yegua con potro a su derecha, a los que les
falta parte de la cabeza. Tallados con formas
redondeadas aunque no se prodiga en detalles
y presenta una serie de imperfecciones técnicas. Los cuerpos son alargados y muy delgados,
las patas rectas, marcan ligeramente los corvejones, rodillas y unos cascos muy mal acabados. La yegua, como es habitual, presenta unas
dimensiones mayores que las del potro. Éste
porta un cuello curvado y una cabeza pequeña
con ojos almendrados y diminutas orejas. Sus
patas interiores apenas están trabajadas. Las
colas rectas están pegadas al cuerpo y no se
señala el pelo. Entre los cuellos, se ha dejado
maciza la piedra. Este conjunto se apoya sobre
un plinto rectangular.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Cuadrúpedo
Nº inventario MAIC, 93
Piedra arenisca
16 x 13 x 7,5 cm
Cuadrado, 1950, 116. Campaña 1947
Cuadrúpedo muy macizo, buey. Figura de un
grosor enorme con dos líneas perpendiculares
y rectas: la del dorso que es horizontal que
señala con un ligero relieve el espinazo y la de
la cola. La nuca es ligeramente convexa. La
cabeza queda con el cuello horizontal y la
cabeza vertical, formando un ángulo recto la
cerviz con el dorso de la nariz. Las orejas algo
ahuecadas están pegadas a la cabeza, con
pabellón corto y ancho. El tupé largo y ancho,
cuelga entre ellas. El dorso de la nariz es plano
y con aristas adyacentes, con dos agujeros que
marcan los ollares, mientras que los ojos son
dos grandes círculos, con un reborde en relieve, y la boca es un trazo recto. Su cuello es
muy gordo, al igual que el tronco, que carece
de vientre por no estar separado del refuerzo.
Las patas parecen aplicadas sobre el núcleo de
piedra, no se asemejan en nada a las de un
caballo, salvo por el saliente del corvejón.
Ancas y muslos también gordísimos. La cola
llega hasta los pies y es larga y redondeada, sin
separación del refuerzo. Un plinto delgado
actúa de peana.
Caballo
Nº inventario MAIC, 94
Piedra arenisca
11 x 5,5 x 2 cm
Cuadrado, 1950, 118. Campaña 1947
Caballo sin atalaje muy esquemático, al que
falta la parte inferior. Los costados son totalmente planos y de pequeño grosor. El cuello
esta dispuesto casi en horizontal con cortos trazos grabados que indican la crin, y la deforme
cabeza tiene una forma cuadrada, con aristas
redondeadas en la intersección de los planos
laterales con el frontal. Los ojos se representan
por dos salientes en esas aristas y los ollares,
con unas mínimas muescas. La boca es una
incisión angular, con los labios redondeados.
Las orejas, dos salientes en arista con un
pequeño tupé entre ambas. El perfil interior del
cuerpo está en bajo relieve y sin tabique de
refuerzo. Su cola es convexa, metida entre las
patas y sin indicación de pelo.
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El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Yegua
Nº inventario MAIC, 92
11 x 10,5 x 6,8 cm
Piedra arenisca
Cuadrado, 1950, 114. Campaña 1947
Yegua y potro a su derecha, muy esquemáticos
ya que las figuras son casi geométricas. La
yegua de bastante espesor, tiene el dorso formado por una superficie cilíndrica algo convexa. A la altura de la cruz, la grupa queda con
un espesor similar, reduciéndose en lo que
sería el cuello, que apenas existe, puesto que la
cabeza arranca directamente del tronco. La
cabeza es algo triangular, con un relieve continuo en la frente, formado por las cortas orejas
y el tupé. Los ojos parecen dos abultamientos
con puntos incisos, mientras que la boca está
formada por dos incisiones rectas y, dos puntitos marcan los ollares de la nariz. El plano inclinado del pecho, forma un ángulo con el de las
patas delanteras, indicadas por dos surcos que
las separan del macizo intermedio. La silueta
interior, de escaso relieve, está llena de infle-
xiones y ángulos, como la S que marca la línea
del vientre. A la altura de las ingles parten los
muslos, con un corvejón muy pronunciado y
redondo, que luego continúa recto hasta los
cascos, marcados por una incisión. Sin embargo, las patas anteriores arrancan de unos codos
bien marcados, con concavidad en la parte trasera de las rodillas. Las características del potro
son similares, salvo en que su cabeza es demasiado grande. Las orejas algo caídas, por el tupé
sobresalen más, así como los ojos con sus puntos incisos. El maxilar inferior se une al cuerpo
por un macizo de arenisca. Las colas siguen el
perfil de las patas traseras. El potro, más bajo,
aparece igualado por delante con la yegua,
pero ésta sobresale por detrás. Este grupo se
asienta sobre un plinto rectangular.
67
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Relieve
Nº inventario MAIC, 101
Piedra arenisca
15,2 x 8 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 127. Campaña 1947
Relieve rebajado con una escena de asna y pollino marchando hacia la derecha. Falta el lado
derecho del ladrillo y con ello la cola del pollino. Las aristas de la cara labrada son las primitivas del bloque. Ambos animales son idénticos
en las formas, aunque el pollino presenta un
tamaño mucho menor. Los cuerpos son cortos,
con curva pronunciada y pequeña en el dorso.
La grupa redonda se prolonga hasta la curva de
la cola delgada y convexa. Las cabezas abultadas
nacen en el pecho, con dos orejas tiesas y largas
68
e inclinadas hacia atrás. El ojo inciso, con el párpado inferior recto y curvo el superior, y la boca
es una simple línea curva que deja más largo el
labio superior. En la nariz, un agujero indica el
ollar, que se ve de perfil. El pecho es bombeado y las patas verticales muestran los salientes
de rodillas y corvejones, separados por un surco
de los bajos y largos cascos. La curva del vientre
es convexa y se inclina hacia las patas delanteras. Los contornos de escaso relieve de las figuras, son achaflanados.
63
64 Caballo
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 95
Piedra arenisca
9 x 4 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 119. Campaña 1947
Caballo sin enjaezar de muy mala factura y rasgos tallados toscamente, incluso los de la cara
muy borrosos. Incompleto, al que le faltan las
patas. Presenta una espina dorsal horizontal
desde la nuca a la grupa, más aquillado en el
cuello, que es ancho y con el borde traqueal
muy marcado. La cabeza es apuntada, con el
vértice en la boca y más ancha a la altura de las
orejas, que prácticamente no se aprecian, al
igual que los ojos, que en origen debieron de
estar grabados. El tupé es una mera incisión. La
cola recta, está muy metida entre las patas y
unida al refuerzo, en forma de prisma rectangular.
65 Relieve
Nº inventario MAIC, 100
Piedra arenisca
13,8 x 11,5 x 2,5 cm
Cuadrado, 1950, 126. Campaña 1947
Relieve grabado con dos pies. El soporte es un
ladrillo paralelepípedo. En su cara superior se
representan con trazos sencillos, en un primer
momento, la planta de dos pies humanos vistos
desde arriba. Posteriormente, se lleva a cabo la
realización de los tobillos, de forma que los talones se ven por transparencia a través de ellos. Los
pies están juntos y pertenecen al mismo individuo, la técnica es simple y contiene numerosas
equivocaciones. Los dedos están muy separados,
mostrando todos ellos casi la misma longitud. Las
uñas quedan representadas por un sencillo trazo
horizontal, el talón es bastante agudo y los tobillos vistos en proyección. Lo más característico de
esta pieza es, el rebaje semicircular que se visualiza en el centro de ambas plantas, a modo de
cazoletas.
69
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Prisma
Nº inventario MAIC, 211
Barro cocido de color ocre rosado
13 x 7 x 11 cm
Cuadrado, 1950, 219. Campaña 1947
66
Prisma en forma de pirámide, encontrado en la
superficie de la ladera Este del cerro, cuyas
bases son dos triángulos isósceles, no paralelos, sino convergiendo hacia la arista que pasa
por los vértices de ángulo desigual. Presenta en
su cara superior una decoración impresa en
relieve, con una guirnalda vegetal que va desde
la base hasta el vértice central, con hojas de
hiedra, en torno a un tallo sinuoso, junto a frutos circulares alineados a lo largo de éstos, o
bien, agrupados en forma de racimos. Cerca de
la base, apreciamos la impresión de un pie
izquierdo a cada lado de la guirnalda, realizado con el mismo cuño, cuando el barro estaba
aún blando. No se conocen paralelos a esta
pieza.
67
Grabado
Nº inventario MAIC, 102
Piedra arenisca
14,5 x 10 x 3 cm
Cuadrado, 1950, 128. Campaña 1947
Grabado con dos équidos muy desgastados
que uno tras otro marchan hacia la izquierda,
no se puede precisar su especie. Faltan ambos
extremos del bloque de piedra, por lo que los
dos animales quedan incompletos. El équido
de delante presenta un perfil de cuello largo y
levantado y dorso ligeramente cóncavo. Su cola
está muy separada del cuerpo ya que arranca
convexa y termina cóncava hacia fuera. El
équido de detrás tiene el pecho saliente y la
pata bien trazada, con indicación de la rodilla,
70
espolón del menudillo y casco alto y estrecho.
Su cara es algo deforme, con un saliente a la
altura de los ojos y de la nariz, quedando muy
apuntado el labio superior, que sobresale con
respecto al inferior. La boca es una curva cóncava hacia abajo, acusando el maxilar inferior
la curva de la quijada. Este animal parece más
bajo, por lo que podría ser una hembra o cría.
Una línea horizontal representa el suelo por el
que caminan. Este grabado se realizó con un
punzón redondo, que produjo un surco bien
marcado y poco profundo.
68 Relieve
El caballo en la sociedad Ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 105
Piedra arenisca
12,5 x 11,2 x 3,2 cm
Cuadrado, 1950, 131. Campaña 1947
Relieve con dos manos, fragmentado e incompleto. Es un soporte de ladrillo paralelepípedo.
Las cuatro aristas de la cara inferior son achaflanadas, al contrario que las de la cara superior. En él se representan los dorsos planos de
dos manos, con los dedos juntos y estirados, y
pegadas ambas, por los dedos pulgares. Únicamente se han labrado estos, que son redondeados, de longitud proporcionada y están en
relieve. Las uñas fueron marcadas por un trazo
curvo en su arranque. El contorno de ambas
manos está delimitado con una línea incisa que
suprime la continuidad de las muñecas. La técnica empleada es muy sencilla.
69 Exvoto
Nº inventario MAIC, 143.
Hierro.
Longitud: 17,5 cm.
Cuadrado, 1950, 195. Campaña 1947.
Exvoto en forma de falcata en miniatura, a la
que falta la punta. Dada la corrosión que la
recubre, apenas se aprecia su silueta con claridad, así como la empuñadura en forma de
“cabeza de caballo”, pero sin orejas ni guarda
de barra. Conserva algunos de los remaches de
hierro que sirvieron para sujetar las cachas de
madera a la empuñadura. También se aprecia
un enganche para el tahalí en el revés del filo,
lo que indica que pudo depositarse en la favissa o pozo ritual dentro de la vaina, pero al ser
ésta de cuero sólo se han conservado parte de
su armazón metálico.
71
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Necrópolis
70 Falcata
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 46
Tumba 41-42
Hierro forjado
L. máxima: 62 cm
375-350 a.C.
Falcata con empuñadura en forma de cabeza de
pájaro (tipo A de Cuadrado). Presenta acanaladuras paralelas en la hoja, que se abren en el arranque del filo dorsal hacia la empuñadura. Las
cachas de madera o hueso que cubrían la empuñadura se han perdido aunque conservan los
remaches de sujeción.
La falcata apareció colocada junto a la urna,
debajo de un primer paquete de armas. Estaba
sin doblar, con el filo hacia arriba. La forma
curva de la empuñadura servía para proteger la
mano y el remate en forma de ave rapaz, está
documentado en el Próximo Oriente, desde
fechas muy antiguas, pero no será hasta el siglo
VI a.C. cuando se transmite al mundo griego y
mediterráneo.
71 Guarnición de la funda de la falcata
Nº inventario MAIC, 57B
Tumba 41-42
Hierro forjado
L. puño: 12 cm
375-350 a.C.
Sólo se ha conservado parte de la embocadura,
ya que le falta uno de los extremos. Ésta concretamente es del tipo 2 de Cuadrado (1989:
24), es decir, la embocadura sería curva en sus
dos extremos prolongándose a ambos lados y
uniendo las caras más abajo con dos tiras metálicas.
Este modelo de funda de la falcata constaba de la
embocadura y de la 1ª, 2ª y 3ª guarnición. La embocadura consiste en una fina chapa recortada y simétrica, doblada por la mitad que se colocaría por el
exterior de la funda para así reforzar la boca. Su
unión a ésta se realizaba mediante finos remaches
que fijarían la pieza al estuche. La parte abierta quedaba en el dorso del arma (Cuadrado, 1989: 22-28).
70.- Cuadrado, 1987: 146, nº 1, figura 47-1; Cuadrado, 1989: 11, figura 8; Quesada, 1997 (II): 841, nº 316.
71.- Cuadrado, 1987: 146, nº 2, figura 47-2; Cuadrado, 1989: 26.
75
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Manilla de escudo circular o caetra
Nº inventario MAIC, 46bis
Tumba 41-42
Hierro forjado
L.: 39,4 cm; Espesor cuerpo: 1,2 cm
375-350 a.C.
72
Manilla de escudo en chapa de hierro recortada, del tipo 2A
de Cuadrado, con empuñadura redonda para sostenerlo, y
dos aletas triangulares alargadas con cuatro remaches para
sujetar dicha manilla al cuerpo del escudo. El sistema de
suspensión es de “gusanillo”, es decir, una especie de alambre que sujeta las anillas móviles que permitían enganchar
el escudo al talabarte, o correa para portar el escudo a la
espalda.
Este tipo de manilla pertenece al escudo circular ibérico, llamado caetra. Se realizaba en madera, cuero y piel, y el asidero en hierro. No eran demasiado grandes, como se deduce de la longitud de las manillas conservadas y por las
representaciones iconográficas de guerreros, en donde suelen aparecer empuñando pequeños escudos circulares. No
obstante, algunas manillas de El Cigarralejo alcanzan los 98
cm de longitud, aunque predominan las de 50 cm de media.
Soliferreum
Nº inventario MAIC, 45
Tumba 41-42
Hierro forjado
L. aprox.: 2 metros
375-350 a.C.
Se trata de una lanza arrojadiza, forjada en una
pieza de sección circular. Apareció junto a la
urna sobre el primer paquete de armas y muy
doblada, probablemente en caliente debido a
los numerosos pliegues que presenta. La zona
de agarre es más gruesa, con el fin de facilitarlo y termina en punta de lanza, con camas.
Es un arma arrojadiza empleada en las distancias
cortas, entre los 15-30 metros, de aspecto muy
similar al pilum, utilizado por los romanos. Los
especialistas piensan que esta lanza no se doblaba, dada las dimensiones de la misma, con el
único fin de introducirla en la fosa del difunto,
sino por otras razones asociadas a rituales complejos. Este tipo de armamento no es el más frecuente, en la necrópolis de El Cigarralejo.
72.- Cuadrado, 1987: 146, nº 3, figura 47-3; Cuadrado, 1989: 104; Quesada Sanz, 1997 (II): 926, nº 311.
73.- Cuadrado, 1987: 146, nº 4, figura 47-4; Cuadrado, 1989: 65-71; Quesada, 1997 (II): 867, nº 315;
Quesada, 1998: 189-192.
76
73
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
74 Punta de lanza
Nº inventario MAIC, 47
Tumba 41-42
Hierro forjado
L. aprox.: 24 cm
375-350 a.C.
Pertenece, según Cuadrado, al primer grupo,
caracterizado porque las moharras llevan un
nervio central que se origina en el cuello. Este
nervio es de sección rectangular redondeada.
Pertenece al tipo 3, ya que su máxima anchura
se encuentra en la base de la hoja. La aparición
de este modelo es muy rara en el Cigarralejo
(Cuadrado, 1989: 57).
Esta punta de lanza es de corto tamaño con respecto a otras de las halladas en El Cigarralejo,
suele ir acompañada del regatón, o punta inferior cónica, que permitía clavar la lanza en el
suelo. Es un arma arrojadiza, ligera, por lo que
normalmente se encuentran en los ajuares de
esta necrópolis junto a otra más pesada que se
usarían en el combate cuerpo a cuerpo.
75 Regatón de lanza
Nº inventario MAIC, 48
Tumba 41-42
Hierro forjado
Laprox.: 14,5 cm
375-350 a.C.
Es el extremo inferior de la lanza, tiene forma cónica, que es donde se incrustaría el asta de madera,
perdida en la cremación. Su otro extremo es puntiagudo, lo que permitiría el poder clavarla en el suelo.
El alma es de cobre, que queda, por lo tanto, totalmente recubierta con una lámina de hierro. Presenta
una pequeña perforación cerca del aro del enmangue que sirve para incrustar un clavo y sujetarla así,
al astil de madera.
El regatón evita que se astille el astil del arma al apoyarla en el suelo, incluso podría utilizarse como una
lanza propiamente dicha, ya que en el caso de perder, o romperse la punta superior de la lanza, éste
podría servir para atacar, como arma alternativa o de
circunstancias, debido a que su punta suele ser muy
punzante.
74.- Cuadrado, 1987: 146, nº 5, figura 47-5; Cuadrado, 1989: 69; Quesada Sanz, 1997 (II): 877, nº 314.
75.- Cuadrado, 1987: 146, nº 6, figura 47-6; Cuadrado, 1989: 69; Quesada Sanz, 1997 (II): 901, nº 313.
77
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Urna
Nº inventario MAIC, 42
Tumba 41-42
Cerámica
D. máximo: 64 cm; H.: 48 cm
375-350 a.C.
Urna cineraria, forma 2a2 de Cuadrado (Cuadrado, 1972: 127-127), sin pie y con el fondo
rehundido. Presenta dos asas geminadas cerca
del cuello, dispuestas en sentido vertical. La cara
externa de esta pieza lleva decoración geométrica compleja, aunque parte de ella se ha perdido. Los motivos son geométricos a base de filas
de semicírculos concéntricos y melenas o tejadillos, dispuestos a lo largo de una franja rojiza.
Estos recipientes tuvieron un uso en la vida cotidiana de los poblados, posiblemente como
vasos de almacenamiento de alimentos líquidos
o sólidos (frutos secos, cereal, aceite,...).
Finalmente son amortizados en las necrópolis
como urnas funerarias, en las que además de los
restos calcinados del difunto pueden aparecer
algunos de los objetos que formaban parte del
ajuar funerario.
76.- Cuadrado, 1987: 146, nº 9, figura 47-9; Cuadrado y Quesada Sanz, 1989: 78.
78
76
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
77
Plato ático de barniz negro
Nº inventario MAIC, 43
Tumba 41-42
Cerámica
D. máximo: 18,4 cm; H.: 5 cm
375-350 a.C.
Plato, F 21 L./F 2771 M (incurving rim bowl).
Está decorado con seis palmetas “enlazadas” y
cuatro vueltas de ruedecilla. Se trata de uno de
los platos más comunes de la vajilla ática de
barniz negro del siglo IV a.C. documentándose
una gran cantidad de ellos, en los distintos yacimientos ibéricos del sureste y levante peninsular. Se define por marcar una curva continua,
desde el fondo hasta el borde entrante. Pie de
anillo con ligera curva, en cuya superficie de
apoyo lleva en los ejemplares más antiguos,
una “uña” o pequeña acanaladura.
En el fondo interno, que suele ser bastante
plano, presenta generalmente una decoración
de palmetas impresas unidas por tallos incisos
y círculos de estrías hechos con ruedecilla
como en esta pieza, a veces también se marcan
orlas de ovas/blobs. El fondo externo mayoritariamente se encuentra barnizado y suele
señalarse un umbo cónico, más o menos pronunciado.
En El Cigarralejo esta forma constituye el grueso de los platos de vajilla ática catalogados,
pero su abundancia es extrapolable al conjunto de los platos áticos encontrados en otros
yacimientos ibéricos de la Región de Murcia.
El gran número de platos con la F21L, coincide
con el mayor auge en la recepción de cerámicas atenienses por parte de las poblaciones
indígenas del sureste y levante peninsular entre
los últimos años del siglo V a.C. y las primeras
décadas de la segunda mitad del siglo IV a.C.
Estas piezas de vajillas de lujo, o pseudolujosas,
debieron de tener una alta consideración por
parte de las clases dirigentes y/o pudientes de
las sociedades ibéricas, dato que podemos
apreciar, no sólo por las huellas de uso que
muchos de los mismos presentan, o por las
lañas de reparación, sino porque finalmente
son introducidos como bienes de prestigio y
riqueza en las tumbas de los difuntos, formando parte del ajuar fúnebre.
76.- Cuadrado, 1963: 149, figura 5-15; García Cano, 1982: 160, nº 278, figura 26-2; Cuadrado, 1987: 146,
nº 10, figura 47-10.
79
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El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Plato ático de barniz negro
Nº inventario MAIC, 44
Tumba 41-42
Cerámica
D. máximo: 13 cm; H.: 3,6 cm
Finales del 2º C. del s. IV a.C.
78
Plato, F 21 L./F 2771 M. (incurving rim bowl).
Está decorado en el fondo interno, con palmetas impresas “enlazadas” con tallos incisos y
cuatro vueltas de ruedecilla. Presenta un pie de
anillo con uña en la superficie de apoyo.
Fondo externo con umbo cónico, bastante pronunciado.
Este modelo de plato es el más popular dentro de
la producción ática de barniz negro, del s. IV a.C.
y también el más difundido entre las poblaciones
indígenas de nuestra costa mediterránea peninsular, desde Cataluña, hasta la Alta Andalucía. El
plato con el borde reentrante al interior sustituye
al tipo de borde con visera al exterior (F 22 L./F.
2681 M.) típicos de las últimas décadas del s. V
a.C. y primeros decenios de la centuria siguiente.
Urna
Nº inventario MAIC, 218
Tumba 29-31
Cerámica
D. máximo: 41 cm; H.: 48,4 cm
375-350 a.C.
Urna cineraria, forma 2a2 de Cuadrado (Cuadrado, 1972: 126), sin pie y con el fondo levemente rehundido. Lleva dos asas cerca del cuello, dispuestas en sentido horizontal. La superficie externa presenta decoración geométrica
compleja. Los motivos geométricos son a base
de semicírculos concéntricos en la parte superior, círculos concéntricos en el centro y franjas,
bandas y líneas paralelas, en los cuerpos intermedios.
Fabricados principalmente como vasos de
almacenamiento de sólidos, normalmente cereales. Siendo su presencia muy frecuente en los
poblados ibéricos de la Región de Murcia, con una cronología mayoritaria del s. IV a.C.
Este tipo de recipiente, a nivel genérico, es decir, el modelo 2 de Cuadrado, con sus subtipos a-d
(Cuadrado, 1972: 126, tablas II-III) es el preferido por los habitantes de El Cigarralejo como urna
cineraria en los enterramientos (Cuadrado y Quesada, 1989: 52, figuras 2 a 4).
78.- Cuadrado, 1963: 151, figura 6-24; García Cano. 1982: 167, nº 303, figura 27-7; Cuadrado, 1987: 146,
nº 11, figura 47-11.
79.- Cuadrado, 1987: 130, nº 2, figura 39-2.
80
79
80 Tapadera
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 219
Tumba 29-31
Cerámica
D.: 26,4 cm; H.: 6,2 cm
375-350 a.C.
Plato de cerámica ibérica pintado con motivos
geométricos complejos, a base de círculos y
sectores de círculos concéntricos, alternos con
melenas o tejadillos en el interior y sectores de
círculos concéntricos, apoyados en líneas en el
exterior. Forma P1a de Cuadrado (Cuadrado,
1972: 141). Fue utilizado en el enterramiento
como tapadera de la urna cineraria, aunque fue
concebido sin duda como plato, tal y como
demuestra su decoración interna.
Nos encontramos con un plato de borde al
exterior, típico de la vajilla “fina” de mesa ibérica. Es el modelo más común de la tipología
cerámica indígena, siendo reutilizado en determinados casos, como el que nos ocupa, como
tapaderas de la urna cineraria.
81 Vasito
Nº inventario MAIC, 220
Tumba 29-31
Cerámica
D. máximo: 5,2 cm; H.: 5,4 cm
375-350 a.C.
Tarrito con forma acampanada y pie incipiente,
de cerámica ibérica común, que no presenta
ningún tipo de decoración. Forma 20C2 de
Cuadrado (Cuadrado, 1972: 132).
Este tipo de vasito era propio del mundo femenino, ya que solían ser contenedores de perfumes, aceites perfumados, muy apreciados, o de
cremas realizadas a base de mezclas de plantas.
Generalmente aparecen en tumbas de ajuar
femenino.
80.- Cuadrado, 1987: 130, nº 3, figura 39-3.
81.- Cuadrado, 1987: 130, nº 4, figura 39-4.
81
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Bolsal ático de barniz negro
Nº inventario MAIC, 223
Tumba 29-31
Cerámica
D.: 12 cm
Principio del 2º cuarto s. IV a.C.
82
Copa ática de barniz negro, F. 42ba L./F. 4162
M. Decorado en el fondo interno con cuatro
palmetas simétricas rodeadas por una vuelta de
ruedecilla. Unión de la pared de la copa con el
pie, en reserva. Lleva las características asas
horizontales, cerca del labio recto.
El bolsal o kotyle es una copa de pie bajo, cuya
producción empieza a cobrar importancia a
finales del s. V a.C., siendo relativamente frecuente en contextos del s. IV a.C. En origen se
usa como copa para beber en los symposia. Es
junto a los kantharoi la copa de importación
ática, más extendida entre las poblaciones ibéricas de Murcia.
83
Plato ático de barniz negro
Nº inventario MAIC, 245
Tumba 29-31
Cerámica
D.: 18,1 cm
2º C. del s. IV a.C.
Plato, F. 21 L./2771 M. (incurving rim bowl).
Aunque no se ha conservado completo, presenta restos de la decoración impresa a base de
palmetas enlazadas, rodeadas por cuatro vueltas
de ruedecilla. En el fondo externo se señala el
umbo. Zona de reposo en reserva con leve uña.
82.- Cuadrado, 1963: 161, figura 23-87; García Cano, 1982: 144, nº 222, figura 16-5; Cuadrado, 1987: 130, nº
8, figura 39-8.
83.- Cuadrado, 1963: 149, figura 4-13; García Cano, 1982: 159, nº 276, figura 25-4; Cuadrado, 1987: 130, nº 9,
figura 39-9.
82
84
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Cuenco ático de barniz negro
Nº inventario MAIC, 222
Tumba 29-31
Cerámica
D.: 8,6 cm
Finales del primer cuarto o principios del 2º C. del s. IV a.C.
Patera ática de barniz negro, forma 21/25B L.,
variante BI de Cuadrado/F. 2711 M. (Small
bowl wilh broad base): No presenta decoración
impresa en el interior. Pie ancho de pastilla que
delimita un pequeño hueco central. Superficie
de reposo en reserva.
Se trata de una serie de pequeñas escudillas,
poco representadas entre el material ático recibido en las poblaciones ibéricas entre finales
del s. V y la primera mitad del s. IV a.C. En origen fueron utilizados para colocar en ellos frutos secos.
84.- Cuadrado, 1963: 156-157, figura 12-61; García Cano, 1982: 184, nº 364, figura 31-7; Cuadrado, 1987:
130, nº 12, figura 39-12.
83
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Anillo liso
Nº inventario MAIC, 224
Tumba 29-31
Cobre
D. máximo: 2 cm
375-350 a.C.
85
Anillo liso de cobre, realizado de una fina pieza laminar.
Se trata de un objeto de adorno personal muy frecuente en la cultura material ibérica desde el s. IV al
I a.C. Está realizado con una única lámina de bronce.
A veces presentan un chatón oval, rectangular o circular, que suele llevar un motivo decorativo zoomorfo o geométrico. Aunque su uso es mayoritariamente
femenino, también aparecen en ajuares masculinos.
Destacar también que ciertos enterramientos, han
proporcionado un elevado número de items, lo que
indica el gusto de ciertas “damas” importantes de la
sociedad ibérica por adornarse con muchos anillos,
colocados incluso en el mismo dedo. Hecho corroborado por la estatuaria ibérica en piedra, como por
ejemplo la Dama de Baza (Presedo, 1973, lámina III).
Anillo liso
Nº inventario MAIC, 225
Tumba 29-31
Cobre
D. máximo: 1,7 cm
375-350 a. C.
Anillo liso de cobre realizado mediante una
única lámina muy fina.
Vid. nº 85 del catálogo.
85.- Cuadrado, 1987: 130, nº 13, figua 38-13.
86.- Cuadrado, 1987: 130, nº 14, figura 38-14.
84
86
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
87 Placa perforada
Nº inventario MAIC, 227
Tumba 29-31
Hueso
L.: 14,3 cm
375-350 a.C.
Pieza recta de hueso, pulida y con los laterales
y extremos perforados. Los extremos tienen un
orificio central de mayor tamaño que el resto.
No presenta decoración incisa.
Actualmente, se desconoce la función exacta
de estas placas, aunque los investigadores han
planteado varias hipótesis. Como colgante rígido sobre el pecho, con la inclusión de cintas en
las perforaciones de los extremos. La de peine
o peineta, en el caso de que en los orificios
pequeños se introdujeran púas. Una última teoría, en la que coinciden numerosos autores, es
que perteneciera a un telar pequeño, en el que
los hilos de la urdimbre pasarían por las pequeñas perforaciones laterales, el tejido conseguido con este sistema sería de anchura reducida
–unos 18 cm– alcanzando la longitud que se
deseara. Estas piezas suelen aparecer asociadas
a fusayolas, y por tanto documentadas en tumbas femeninas.
88 Punzón
Nº inventario MAIC, 228
Tumba 29-31
Hierro
L.: 4,1 cm
375-350 a.C.
Trozo de un punzón de hierro acabado en una
punta bífida.
Uso desconocido y por lo tanto de difícil interpretación.
87.- Cuadrado, 1987: 133, nº 16, figura 39-16; Ruano Ruiz, 1989: 281-302.
88.- Cuadrado, 1987: 133, nº 17, figura 38-17.
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El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
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Colgante con forma de bellota
Nº inventario MAIC, 230
Tumba 29-31
Bronce
L.: 4,1 cm.; Am.: 1 cm
375-350 a.C.
Forma de bellota un tanto alargada. Muestra dos
partes, una inferior, acabada en punta y la superior,
a continuación de la cúpula, donde se encuentra la
arandela que sirve para poder emplearla como colgante, con forma pentagonal. Este remate es liso,
no presenta las típicas rugosidades del modelo.
La bellota se viene utilizando desde antiguo, especialmente desde época orientalizante, como modelo para diversos objetos suntuarios y joyas, especialmente colgantes, pendientes y collares. El colgante de metal representa de forma estilizada una
bellota muy alargada. Este tipo corresponde a las
más apreciadas dentro de la especie por su tamaño
y sabor que en la actualidad se encuentran muy
abundantes en la zona del Valle de Pedroches en la
provincia de Córdoba, al sur de Sierra Morena.
Tres fragmentos de un mismo agujón
Nº inventario MAIC, 233 y 234
Tumba 29-31
Hueso
L.: 11 cm
375-350 a.C.
Tres trozos del mismo agujón, de sección circular y cuerpo algo curvado, los fragmentos conservados no llevan ningún tipo de decoración.
Se usaban para la sujeción del pelo, a veces
aparecen curvadas debido a la tensión habitual
entre el cabello, también las hay para coser o
para perforar el tejido. Hemos de señalar el
paralelismo con los empleados modernamente
en Marruecos para aplicarse el coll (pintura) en
los ojos. Están presentes en muchos de los
enterramientos de El Cigarralejo, especialmente
en las tumbas femeninas aunque no son extrañas en las masculinas.
89.- Cuadrado, 1987: 133, nº 19, figura 38-19.
90.- Cuadrado, 1987: 133, nº 22 y 23, figura 38-22 y 23.
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El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Agujón
Nº inventario MAIC, 232
Tumba 29-31
Hueso
L.: 11,8 cm
375-350 a.C.
Agujón de sección circular y cuerpo largo, acabado en un extremo en punta y, el otro, en una
cabeza finamente labrada a base de molduras
de diferentes diámetros y líneas zigzagueantes
en el extremo.
Este tipo de objeto apenas está representado en
otras necrópolis ibéricas, si exceptuamos la del
Poblado de Coimbra del Barranco Ancho de
Jumilla y El Cigarralejo. En ambos yacimientos
aparecen algunos ejemplares con una paloma
tallada en la cabeza. Su escasez puede deberse a
que se trató de una moda o gusto muy local, o
tal vez a que, en determinadas excavaciones de
principios del s. XX no se recogieron los objetos
menudos. Otra posibilidad es que se utilizaran
en una tarea muy concreta, quizá relacionada
con la industria textil, y que básicamente se redu-
ciría a estos poblados a lo largo de su desarrollo
histórico (García Cano, 1997: 248-249).
La teoría más aceptada por parte de los investigadores, en cuanto a su uso, es como aguja
para el pelo, a modo de las romanas acus crinales. Quizás algunas pudieron emplearse para
perforar el tejido, al modo de las actuales, para
hacer un ojal o bordes. Las que presentan perforación, parecen responder a agujas para
coser. Señalar que punzones similares actualmente se emplean en Marruecos, para aplicar
pintura en los ojos, genna machacada, tanto
por su efecto estético, como por sus propiedades desinfectantes. Esta función profiláctica de
las pinturas de ojos es común en numerosas
culturas del mundo antiguo, por lo que no sería
extraño que en el mundo ibérico existiera una
práctica similar (García Cano, 1997: 246).
91.- Cuadrado, 1987: 133, nº 21, figura39-21.
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El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Molde
Nº inventario MAIC, 235
Tumba 29-31
Barro
L.: 6,5 cm
375-350 a.C.
Molde interior de barro de una redoma de
madera desaparecida, atravesada por una varilla de hueso.
Uso desconocido.
92.- Cuadrado, 1987: 133, nº 24, figura 39-24.
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93 Fusayolas
El caballo en la sociedad ibérica: una aproximación al santuario de El Cigarralejo
Nº inventario MAIC, 239-244
Tumba 29-31
Cerámica
H.: 2,3-2,6 cm
375-350 a.C.
Conjunto de seis fusayolas de formas bitroncocónicas, con el perfil apuntado o redondeado.
Estos objetos pueden tener forma esférica,
cilíndrica, cónica o bitroncocónica, que es la
más común en el mundo ibérico. El tamaño
varía, pero generalmente está comprendido
entre 2 y 4 cm. Pueden estar hechas a mano,
teniendo así una apariencia tosca, o bien confeccionarse a torno, con un acabado mucho
más delicado. Algunas veces llevan decoración
incisa realizada con un punzón antes de la cocción. Se empleron en el proceso del hilado,
consistente en ir empalmando las fibras para
conseguir hilos con los que posteriormente
fabricar tejidos. Para hilar se necesita un huso
o varilla cilíndrica de aproximadamente 30 cm.
de longitud, normalmente de madera. Tenía
muescas en uno de los extremos para sujetar el
hilo y la fusayola, que servía de contrapeso
para que el movimiento rotatorio fuera más
uniforme, rápido y equilibrado, lo que facilitaba la confección de hilos tensos. Otras posibles
funciones serían utilizarlas como pesas de telar
vertical, para atar los hilos de la urdimbre. Las
de menor tamaño pudieron emplearse además
como objetos de adorno, a modo de cuentas de
collar.
93.- Cuadrado, 1987: 133, nº 28, figura 38-28.
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