LUNES, 16 DE MAYO Sant 3,13-18. Si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos l Sal 18. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón l Mc 9, 14-29. Tengo fe, pero dudo; ayúdame. MARTES, 17 DE MAYO Sant 4, 1-10. Pedís y no recibís, porque pedís mal l Sal 54. Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará l Mc 9, 30-37. El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos. Domingo de Pentecostés 15 Mayo Las LECTURAS de esta semana Hch 2, 1-11 l Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar. Sal 103 l Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 1 Cor 12, 3b-7. 12-13 l Hemos sido bautizados en un mismo espíritu, para formar un solo cuerpo. Jn 20, 19-23 l Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo. MIÉRCOLES, 18 DE MAYO Sant 4, 13-17. ¿Qué es vuestra vida? Debéis decir así: «Si el Señor lo quiere» l Sal 48. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos l Mc 9, 38-40. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. JUEVES, 19 DE MAYO Is 52, 13-53, 12. Él fue traspasado por nuestras rebeliones l Sal 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad l Lc 22, 14-20. Esto es mi cuerpo. Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre. VIERNES, 20 DE MAYO Sant 5, 9-12. Mirad que el juez está a la puerta l Sal 102. El Señor es compasivo y misericordioso l Mc 10, 1-12. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. SÁBADO, 21 DE MAYO Sant 5, 13-20. Mucho puede hacer la oración intensa del justo l Sal 140. Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor l Mc 10, 13-16. El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él. OBISPADO DE PALENCIA www.diocesispalencia.org medios@diocesispalencia.org Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo A l anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Juan 20, 19-23 C Exhaló su aliento sobre ellos oncluimos hoy la cincuentena pascual con el misterio de Pentecostés, la fiesta del Espíritu, que se derrama de una manera desbordante sobre los discípulos de Cristo. Esta gran efusión del Espíritu se verifica solemnemente a los cincuenta días de la Pascua, pero es solamente una manera de expresarlo. El Espíritu Santo se derrama siempre sobre todos, sobre la Iglesia, sobre nosotros. Y se derrama siempre desde Cristo resucitado. P ara hablar del Espíritu Santo nos valemos de símbolos porque nos cuesta definir su personalidad. Utilizamos para ello los símbolos del viento, el fuego y las lenguas. Viento poderoso que supera dificultades y lo contagia todo de libertad. Fuego vivo, que no destruye, pero que purifica y enciende. Palabra que se hace oír y se deja entender, propiciando la comunión y el entendimiento entre los hombres y los pueblos. E l Espíritu Santo es necesario para la vida espiritual: para orar, para creer, para amar, para ser testigo de Cristo y trabajar por su Reino, para multiplicarse en servicios, para crear comunión, para mantener la paciencia, la alegría y la esperanza... E l Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, el alma de nuestra alma. Jesús nos habla del Espíritu como aliento de vida nueva, aliento creador y vivificante. Es el aliento de Jesús resucitado, que recrea y hace resucitar. Jesús sigue alentando hoy su Espíritu sobre nosotros, ¡acojámoslo! ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR, Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA Envías tu espíritu, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras; cuando él mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean. Cantaré al Señor, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Aleluya!