filosofía de la esperanza - El Búho

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El Búho Nº 12
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569.
Publicado en www.elbuho.aafi.es
LA CARRETERA: FILOSOFÍA DE LA ESPERANZA
Jesús Carbajal
jesuscarbaj@yahoo.com
Resumen
Medio siglo de distancia separan los postulados publicados por O. Bollnow en su Filosofía
de la esperanza de los que arroja la lectura de la novela “La carretera” de C. McCarthy. Sin
embargo, la terrible crónica del viaje de un padre y su hijo a través de un mundo devastado,
poblado por seres deshumanizados, en busca del Sur, arroja un balance de esperanza de una
credibilidad inverosímil, entendible tras contrastarlo con las reflexiones del filósofo alemán. La
paciencia, confianza y perseverancia, así como la tenaz preservación de valores éticos que
muestran los personajes en su búsqueda de consuelo, hacen de su lúgubre viaje una búsqueda
de la Esperanza a través de la narrativa, e ilustran los conceptos desarrollados en el ensayo
predecesor.
Palabras clave: esperanza, filosofía, carretera, McCarthy, Bollnow.
Abstract
Half a century of distance separate the principles published by O. Bollnow in his Philosophy
of Hope from those that throws the reading of the novel “The road” by C. McCarthy. However,
the terrible chronicle that narrates the journey of a father and his son through a world
devastated, populated by dehumanized beings, in search of the South, has a balance of hope of
a credibility implausible, understandable after contrast with the reflections of the German
philosopher. Patience, confidence and perseverance, as well as the tenacious preservation of
ethical values that show the characters in their quest for solace, make their lugubrious journey
a search for hope through the narrative, and illustrate the concepts developed in the
predecessor essay.
Keywords: Hope, philosophy, road, McCarthy, Bollnow.
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“Tú te has esforzado y tú te has afligido.
¿Qué es lo que te ha herido?
¿Qué es lo que has adquirido?
Las angustias, las acciones, ya no son
tuyas.
Ahora, duerme consolado…”
Rainer María Rilke.
En la década de los cincuenta el mundo occidental se enfrenta a una situación que
cuestiona su sistema moral y el sentido propio de su existencia. Pasada la barbarie de la
guerra, la represión posterior, y expuestas las atrocidades del holocausto, la herida abierta en
la conciencia del hombre cicatriza, quizás en falso, dando lugar a la renuncia a la esperanza, o
quizás a la renuncia no de ella como concepto, pero sí a la renuncia de la existencia
esperanzada. El mundo pasa a ser extraño y peligroso para el hombre, con un carácter
amenazante hasta entonces desconocido. Como culminación de este proceso surgen los
postulados del existencialismo.
En la Física, y su aplicación práctica a través de la Ingeniería, se plantean experimentos
que someten a las estructuras naturales o artificiales a pruebas de stress. Se lleva al extremo
de resistencia las condiciones que se desean testar sobre una estructura. La historia semeja, a
veces, una sucesión de estas pruebas sobre la humanidad en una irracional búsqueda de los
límites de su resistencia. A través del legado de historiadores y cronistas el hombre conoce de
lo que él mismo es capaz, o lo que es igual: con talento y cualidad para realizar, y paralelo a su
talento para la destrucción camina su capacidad creadora. Parecería que la primera emerge en
brotes, mientras que la segunda forma parte de su esencial devenir, aunque esta aseveración
puede tildarse de extremadamente optimista.
McCarthy crea en su novela, La carretera, un mundo sometido a su última prueba de
stress. No existe otra posterior puesto que la destrucción del mismo, incluyendo a sus últimos
supervivientes, no entrañaría stress para nadie salvo para un supuesto ser superior. A
diferencia de la crónica histórica, elige unos heraldos, un padre y su hijo, para seguirlos en su
viaje por un mundo muerto en busca del Sur. Como alegóricos portadores del fuego siguen un
camino plagado de horror y muerte, la carretera, enfrentados a los otros, aquellos que, ajenos
al código de los “chicos buenos” —que rige la relación de los protagonistas con el resto de
supervivientes conformándose en una suerte de imperativo categórico—, reducen al resto de
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hombres a la condición de alimento, cosificándolos y limitando su relación con ellos al hecho
de mutilarlos para después devorarlos. Su esfuerzo continuo por sobrevivir, y aún más,
sobrevivir preservando aquello que consideran irrenunciable como parte de su humanidad,
hace de la esperanza el sentido de su existencia, puesto que ésta es al cabo uno de los pilares
de su definición.
En 1960, Otto Bollnow publica su tratado traducido como Filosofía de la Esperanza. En él
prologa: “En el dirigirse, con esperanza y confianza, hacia el futuro creo haber encontrado el
fenómeno central y fundamental del hombre, que da toda la base a la vida humana”1.
Desarrolla en sus páginas una argumentación para que el hombre moderno, expuesto al
existencialismo como expresión de la crisis de su tiempo, lo supere, defendiendo que la
existencia es posible a pesar de todas las experiencias existenciales. El hombre requiere
encontrar un nuevo amparo que lo consuele. Sólo a través del ánimo consolado, la confianza y
la paciencia, puede el hombre recuperar la esperanza y creer de nuevo en las referencias
portadoras —otros, hombres, la comunidad, sus costumbres, las fuerzas del mundo espiritual,
etc…—. En ese sentido defiende como fin de su argumentación “la constitución de un mundo
donde el hombre pueda sentirse amparado”2 dado que “quien está consolado puede dejarse
caer, no necesita vigilar siempre, pues está amparado.”3. Y, frente a aquellos que consideran el
consuelo como algo indigno del hombre, expresa con claridad que “consolar no es sólo
encubrir la falta de esperanza de la posición del hombre… sería, más bien, dotarle de la fuerza
necesaria para resistir la amenaza”4 . Tal y como describe Manuel Calvo en su Despertando a la
Razón, la inexistencia de este mundo donde el hombre puede ensimismarse, es decir: mirar
hacia su interior —sin la acuciante necesidad de comida y cobijo de los personajes de La
carretera—, crea un lugar donde cada hombre es enemigo de cada hombre y la vida se hace
así indeseable 5. Sin embargo, los escasos momentos en los que padre e hijo pueden relajarse,
“dejarse caer”6 y sentirse amparados, como por ejemplo el pasaje en el que descubren el
refugio lleno de provisiones o el baño en la cascada, se convierten en el respiradero para la
esperanza que portan a través de un mundo desolado.
1
Bollnow, Otto. Filosofía de la Esperanza. Buenos Aires: Fabril editora, 1962, p. 14.
Ibidem, p. 31.
3
Ibidem, p. 51
4
Ibidem, p. 52.
5
Calvo, Manuel. Despertando a la razón. Sevilla. Editorial Alegoría, 2013, pp. 133-134.
6
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 51.
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A lo largo de su penoso viaje se contraponen continuamente dos aspectos de la relación
con los otros. Por un lado, el hombre desconfía profundamente de todo y de todos. Su
desconfianza le lleva a traicionar en algunos momentos los principios que intenta inculcar en el
niño a través del código de los “chicos buenos” y de las leyendas y cuentos que le narra7. Sin
embargo, el niño insiste en confiar en los demás, en los seres que van encontrándose y que no
pretenden desde el principio dañarles. Parece por tanto que para ambos la confianza es
necesaria.
A lo largo de sus reflexiones, y con medio siglo de distancia, pueden encontrarse claros
vínculos entre la novela y el ensayo del filósofo alemán. Bollnow establece que una condición
necesaria para la esperanza es la confianza. En la novela el padre necesita que el niño confíe.
Que confíe en él, que confíe en el destino de su viaje, en lo que les deparará el futuro, que
confíe en las historias que él le cuenta sobre un mundo que el niño nunca conoció. ¿Por qué
resulta tan importante la confianza para el padre? Quizás porque el hombre desconfiado, y por
tanto “no disponible”, tal y como Bollnow asume en el sentido descrito por Marcel: “abierto
frente a las posibilidades del futuro que no pueden ser previstas de antemano”8, ese hombre,
está abocado a la desesperanza. Y este aspecto, el de la confianza como condición necesaria
para la esperanza, lo explica de forma precisa Bollnow cuando considera a la confianza un
tiempo nominal de la esperanza. De esta manera enuncia: “la esperanza es el aspecto
temporal futuro de lo que visto en su relación con el presente se llamó confianza y visto en su
relación con el pasado se llamará agradecimiento”9.
Entendemos entonces la imperiosa necesidad de que el niño confíe. Primero, para no
convertirse en un ser desesperanzado, con el antecedente constante de los efectos que ese
estado produjo en su madre y que el hombre recuerda varias veces en el relato hasta que
prescinde de su dolor. Pero también porque su confianza es necesaria para mantener la
esperanza del hombre, la esperanza de trascender el instante de ese mundo devastado y
establecer la relación con un futuro posible, relación necesaria para dar sentido a su propia
existencia, su enconada supervivencia y su viaje.
7
McCarthy, Cormack. La carretera. Barcelona. Editorial Random House Mondadori, 2007, p. 62.
Bollnow, Otto. Obra citada, pp. 47-48.
9
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 28.
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Frente a su esfuerzo para sobrevivir permanecen angustiosamente presentes tres
antagonistas. La naturaleza que les rodea, gris, fría, muerta, polvorienta, que les recuerda
continuamente su probable final. Los otros, los que prescindiendo de su humanidad, optan por
una supervivencia a cualquier precio. Y finalmente, y quizás menos evidente pero más dañina,
los que se rinden. Los que encuentran en todo ese patético esfuerzo por la supervivencia la
esencia del hombre absurdo que ya describió Camus en su ensayo El mito de Sísifo,
malinterpretándolo. Esta interpretación podría servir para entender la decisión de la madre del
niño, pero no la del hombre. Si el hombre pensase que su esfuerzo es absurdo, asumiendo por
tanto la ausencia de esperanza, el objetivo de su titánico esfuerzo sería la mera supervivencia
de su hijo y la suya propia. Sin embargo, recoge la esperanza cuando elige un primer objetivo,
que es la llegada al Sur, un segundo: que su hijo le sobreviva como portador de la esperanza en
un mundo que la ha perdido, y por último, que ambos objetivos no cuestionen su código ético
asumiendo lo postulado por Kant, que Bollnow recoge en su tratado, donde el valor moral de
una acción es independiente del éxito exterior de esta10. Se enfrenta por tanto el hombre al
existencialismo cuando renuncia a la épica de la “actitud resuelta” y el “ataque absoluto”
propuestos por Sartre11. Su esperanza mina estos conceptos. Si hay esperanza, el “ataque
absoluto” carece de sentido porque su único destino es la autodestrucción a través de la épica.
La esperanza del hombre, del de La carretera y a la postre de cualquier hombre, requiere de
perseverancia —la que demuestran día a día en cada pequeña búsqueda y en cada minúsculo
pero continuo esfuerzo—, bondad —a través de nuevo del esfuerzo y del riesgo que conlleva
en ese mundo hostil preservar una ética de valores básicos— y su épica, la épica de la que está
plagada esta historia, que reside en la resiliencia de los personajes.
Por tanto, la interpretación del Héroe absurdo que proclamó Camus no es aplicable a los
que se rinden. En el momento en el que el filósofo francés concluye con la frase “Hay que
tener a Sísifo por feliz”12 que ha sido interpretada en ocasiones como una defensa de la
felicidad en la ausencia de esperanza, podríamos entrever al hombre que tras múltiples
penalidades llega a un mar gris y muerto, como todo lo demás, enfrentándose al final absurdo
de su esfuerzo a lo largo del viaje. Sin embargo, Bollnow explica este aparente absurdo como
parte del hombre esperanzado.
10
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 80.
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 55.
12
Camus, Albert. El mito de Sísifo. Barcelona. Editorial Altaya, 1995, p. 162.
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Quizás entendamos así la serenidad con la que el hombre se despide de su hijo. Un
momento que podría haberse subrayado como una cima de angustia transcurre con gran
serenidad. Esa serenidad ya estaba presente en el hombre a lo largo del viaje y Bollnow la
describe como “la condición de resistir siendo consciente de que hay en el hombre un
profundo estrato del ser que no puede ser afectado ni por todos los golpes externos del
destino”13. Y esta actitud, que algunos podrían tildar de resignada, no tiene nada que ver con
la resignación. Está más bien relacionada con lo que el autor alemán describe como algo
propio del hombre esperanzado: el consuelo. De esta manera afirma: “consolado está el
hombre cuando, después de haber realizado con la mejor voluntad lo que está en su poder,
deja que las cosas sigan su curso, en pleno convencimiento de que su acción es acogida por un
mundo portador y de que él, después de haber realizado lo suyo, puede dejar que las cosas
sigan su camino”14. De ahí el fragmento del poema que prologa este ensayo y que el autor cita.
De la misma forma cita también un aforismo de Lutero que reproducimos:
“Y aun sabiendo que mañana perecerá el mundo tendría el deseo de plantar hoy mi
manzano y de pagar mis deudas”15.
Vemos aquí las dos actitudes contrapuestas en La carretera:
La de la mujer, que adopta la actitud resuelta ante un mundo como el que se presenta,
que sólo permite un camino. Este camino, que no es más que el del suicidio, es la manera de
acabar con el temor, pero en realidad, tal y como Bollnow imputa al existencialismo, es el fruto
de renunciar a la esperanza. Temor y esperanza son, para él, dos formas de intranquilidad
frente al futuro. Para poder liberarse del temor —a ser devorado— el hombre tiene que
privarse de la esperanza y renunciar por tanto a toda referencia al futuro. Al elegir vivir libre de
temor la protagonista renuncia a la esperanza, vive sin participar en nada, su vida ha
caducado16.
Frente a la del hombre, que confía en encontrar un futuro a pesar de la alta probabilidad
de perecer en el intento, la carretera se convierte entonces en la búsqueda del consuelo que
debe existir en el sur, en el mar. De ahí que después de todo ese esfuerzo, que siguiendo a
13
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 53.
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 55.
15
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 58.
16
Bollnow, Otto. Obra citada, pp. 81, 83-84.
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Camus podría considerarse absurdo, el hombre se despida del niño con un mensaje de
esperanza, puesto que se encuentra consolado y confía en que el mundo que deja, por muy
hostil que parezca, tendrá un amparo para su hijo en el futuro.
Ese es el germen de la esperanza: “tal vez la materia de la que está hecha nuestra
alma”17, el final de la carretera, una propuesta de sentido para este año de búsquedas.
“La bondad encontrará al niño. Así ha sido siempre y así volverá a ser”18 .
Bibliografía

Bollnow, Otto: Filosofía de la Esperanza. Buenos Aires: Fabril editora, 1962.

Calvo, Manuel: Despertando a la razón. Sevilla: Editorial Alegoría, 2013.

Camus, Albert: El mito de Sísifo. Barcelona: Editorial Altaya, 1995.

McCarthy, Cormack: La carretera. Barcelona: Editorial Random House Mondadori,
2007.
17
18
Bollnow, Otto. Obra citada, p. 98.
McCarthy, Cormack. La carretera. Barcelona. Editorial Random House Mondadori, 2007, p. 206.
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