Grado 20º R.·.E.·.A.·.A.·. Maestro Ad Vitam o Maestro de la Logia Simbólica Los deberes, poderes y privilegios de un Maestro al abrir y cerrar los trabajos de una Logia y de conducir esos trabajos están definidos en este grado. El Maestro Ad Vitam (de por vida) debe tener en cuenta los tres requisitos de un Maestro: Tolerancia, Justicia y Verdad, y como Maestro de una Logia, debe dar Luz y Conocimiento a los hermanos. La proliferación de grados y sectarismo religioso debe ser evitada, y la Masonería debe ser restaurada a su “pureza primitiva”. Los grados existentes son, en realidad, lecciones constantes, y títulos como “Caballero”, “Príncipe”, y “Pontífice” representan metas de moralidad y justicia muy nobles, de las cuales los poseedores de esos títulos deben ser recordados. Nosotros conservamos algunos de estos títulos pero para nosotros tienen significados enteramente consistentes con nuestras enseñanzas masónicas de la igualdad. El Caballero brinda su mano y corazón a la Masonería y es el soldado juramentado de la Verdad. El Príncipe es el primero entre sus iguales en virtud y buenos actos. El Soberano es uno entre otros Soberanos, y él es Supremo y primero entre iguales, solamente debido a la ley que él administra y por la cual el mismo es gobernado. Los títulos tales como Sabio y Venerable indican los poderes que ésos que ocupan cargos altos buscan obtener. Otros títulos tienen significados esotéricos que los recipiendarios entienden. Para enseñar, el hombre primero debe aprender. Este truísmo es de importancia especial en la Masonería para los que actúan como Maestros de las Logias Simbólicas, conduciendo al Iniciado a lo largo de los caminos sublimes que terminan en una confluencia de la verdad absoluta. Las lecciones predominantes en este Grado - Libertad, Fraternidad e Igualdad - son ejemplos que requieren suficiente investigación, estudio y pensamiento para impartirlos correctamente. Similarmente, el sistema entero de nuestros grados morales, religiosos y filosóficos, requiere para nuestros hermanos la comprensión más profunda primero de nuestras propias mentes antes que esperar inculcarlas en las mentes de otros. Con este propósito aprendemos parábolas y alegorías, no siempre buscando la veracidad de ellas, sino como vehículos de instrucción y como ilustraciones útiles. Éstos muestran las luchas de la mente humana en su búsqueda de respuestas a los problemas insolubles, una infinita variedad de esfuerzos para comprender a Dios, a las fuerzas de la naturaleza, la existencia del bien y el mal en un universo que se amplía. El Rito Escoces emprendió la tarea de revisar y de reformar el trabajo y el ritual de sus grados. La idea principal de cada uno fue conservada y las absurdeces fueron rechazadas, así logrando un sistema consistente de instrucción moral, religiosa y filosófica. Se sumergió en los libros hebreos y cristianos y extrajo de los misterios antiguos de Egipto, Persia, Grecia, La India, los Druidas y los Esenios; las leyendas de las Cruzadas y de las ceremonias de la Caballería; todas fueron usadas como vehículos para inculcar a nuestros candidatos las grandes verdades Masónicas. Éstas incorporan la esencia eterna de las épocas, las leyes inmutables de un universo que se expande. Eso es lo que la Masonería está destinada a ser. No una organización para inculcar venganza como castigo por las muertes de Hiram, de Jacques DeMolay, o de Charles I, sino para enseñar grandes verdades. Abogamos por la Libertad, Fraternidad, Igualdad; inculcamos el honrar a Dios, considerar a todos los hombres como Hermanos, y trabajar para nosotros y la sociedad. Por lo tanto, nuestros grados pueden conferirse de una manera verdaderamente universal alrededor del mundo.