Faaaciplona 2-4 de K a y o cLe DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: ANO VIL N.° 149. WIBLIOTECJI Tejerla, 40, 3.o, izquierda, PAMPLONA. ORATORIA POLÍTICA TROZOS ESCOGIDOS. C U A D R O I.*» (QUINDE DÍAS ANTES DE LAS ELECCIONES). E L ORADOR. ¡¡Ah Señores! Que cosa más suave, más dulce, más grande, más santa es la religión. Sin ella se corrompen las costumbres, se acaban las familias, se destruyen las ciudades, se desvanecen los imperios, sa hunde el mundo, se desploma el firmamento. Por eso os recomiendo con la mayor eficacia que infiltréis la religión en las familias, en las ciudades, en los imperios, en los firmamentos. UN OYENTE.—¿Pero ese bruto, cuántos firmamentos cree que hay? E L OYENTE DEL LADO.—¡Solo por causa grave podrá ser interrumpido un orador! E L PRIMER OYENTE.—¿Y le parece á usted poco grave, eso de la pluralidad de firmamentos? VARIAS VOCES. - ¡A callar! ¡á callar! Siempre será algún clerical el que interrumpe. E L PRIMEE OYENTE.—¿Un clerical? Pero puede darse mayor clerical que quien inventa otra creación para infiltrar la religión en ella? E L ORADOR (continuando).—Tengo una tristeza inmensa por lo mismo que conozco muchos de los secretos de la política. Tengo una tristeza inmensa pensando en el porvenir que nos espera. Tengo una tristeza inmensa, porque siento temblar bajo mis pies.... E L OYENTE INTERRUPTOR (á media voz): Siente bajo sus plantas Galileo nuestro mundo temblar: la Italia ciega le dá por premio un calabozo impío, y el mundo en tanto sin cesar navega por el piélago inmenso del vacío. EL ORADOR—.... porque siento temblar bajo mis pies el Tolcán de las pasiones.... E L OYENTE DE MAREAS.—¡Temblar es! EL ORADOR—...el volcán do las pasiones que ha de convertir la patria en presa de los enemigos, y es preciso que nos reconcentremos en nuestro espíritu y con unción mística acudamos todos unidos á la divinidad. 1 UNO QUE VOTA POR ÉL.—¡Qué barbaridad lo que sabe este hombre! Sabe más de religión y mística que el Cura de mi pueblo. E L OYENTE PESIMISTA.—No sea usted infeliz, hombre; éste es un tío qne ni siquiera sabe mentir religión y piedad. Que devuelva lo que no es suyo; que se arrepienta de las barbaridades que ha dicho y hecho; que abjure de sus errores; que le levanten las excomuniones en que ha incurrido y que haga penitencia. Y si después de todo eso nos viene con la cédala del cumplimiento pascual lo creeremos. VAHÍOS AMIGOS DEL ORADOR. - [Qué se retire esa lechuza! ¡Qué se vaya ese oscurantista! ¡A la cárcel con, él! CUADRO 2.° (Después del triunfo amañado en el Gobierno civil, por uno de tantos milagros electorales.) E L ORADOR CON LA COPA DE CHAMPAÑA EN LA MANO.— Brindo por la pacificación de los espíritus que es el triunfo de la continua evolución del progreso al cual rendimos culto. ¿Y qué es lo que se opone á esta evolución fecunda y hermosa? ¡Ah señores!: vosotros lo sa- LA AVALANCHA. 110 »En tercer lugar, si se os pide que trabajéis, trababeis: se oponen los dogmas petrificados que detienen su jad por tan hermosa causa; si se os pide que seáis los marcha; los enemigos de la civilización que visten de primeros en propagar un periódico ó formar parte de negro porque sus enemigos visten de negro; los opreun comité, acceded con buena voluntad.» sores incesantes del pensamiento humano que desde el pulpito y el confesonario tienen declarada guerra á la libertad; las aves do mal agüero que nos arrebataron nuestras colonias porque querían hacer prevalecer el gobierno teoorátito (Muy bien: ¡bravo!) Y puesta que m& auxilian vuestros aplausos y yo me siento inspirado en esta fiesta de familia, os diré que os preciso declarar la guerra á las órdenes religiosas estancadas en su non po&umus al gritó quo salvó á Francia: el clericalismo, he LA UNIÓN DE LOS CATÓLICOS. ahí el enemigo. CUADRO 3-° HABLA EL AUTOB.—Respetable público; los cuadritos •son pura imaginación; pero están tomados del natural. Es de tal carácter la lucha que estamos sosteniendo en España que la impiedad enmascarada es mayor enomigo que la impiedad desenfrenada; y la hipocresía de los liberales no os más que medio para acabar de corromper y destrozar á España. Pero silo anterior os imaginación, registra la historia de estos días varios casos reales y verdaderos do liberales, que al ir á mendigar votos hacían protestas de Religión y al ver desvanecido ol peligro de un candidato que les quitase el distrito se desataron en injurias contra lo más grande y Santo. Ejemplo entre muchos sea el del Sr. Canalejas que tres semanas antes do las elecciones cantó las excelencias y venturas de la Religión, en Alcoy; y cuando vio que los católicos de aquel distrito no le disputaban el acta, tronó contra los Obispos y los religiosos y hasta se declaró socialista en discursos posteriores. Y.... ah uno disce omnes. ESTANISLAO. Li ACCIÓN DE LOS CATÓLICOS. El Sr. Obispo de Annecy acaba de publicar en un folleto popular una carta dirigida al Clero y fieles de su Diócesis con el título de «La actual persecución de la Iglesia.» En este notable documento episcopal se hace una tristísima pero verdadera historia, de la persecución de estos últimos tiempos; se expone la necesidad de la oración, y por último, so recomienda la acción católica. Las siguientes palabras merecen conocerse y deben tenerlas muy presentes los católicos españoles: «Primero, podéis hablar y hablarais. No habéis do .guardar para vosotros solos vuestras ideas y vuestros sentimientos. Los otros hablan mucho y hablan muy alto. Haced vosotros lo mismo. «Quieren discutir. Pues discutid. »Entran en nuestro terreno, quieren también penetrar en nuestra conciencia: arrojadlos de allí y después atacadlos. Ya que son insensatos, probadles que lo son: ya que son desgraciados, hacédselo comprender. Hablad. «Además debéis ayudar á los que se preparan para defender hoy la enseñanza cristiana y las Comunidades religiosas. «Cuando hablen en público, decid en torno vuestro que es preciso ir con vosotros á escucharlos. Si escriben haréis conocer sus escritos y los recomendaréis en todas partes. Sostendréis á la buena prensa con donativos y suscripciones. Si no podéis dar más que 50 céntimos, dadlos de buena gana: es éste uno de los mejores empleos que podéis dar á los bienes que Dioa os <oncede. Si podéis dar más, y aun dar mucho, dadlo. El insigne Sr. Arzobispo de Sevilla ha publicado, el 15 del corriente, una notable circular acerca de la unión de los católicos. De tan áureo documento son los parra-* ios que á continuación transcribimos. «Sabemos que hay quien mira con malos ojos y reprueba con acritud y con dureza toda palabra, todo acto de los obispos, no encaminado á recomendar sencillamente á sus hijos espirituales que sean buenos, sumisos, obedientes, limosneros, etc., ote; todo lo cual, dicho sea de paso, hacemos, gracias á Dios, los pastores do las almas; pero es innegable que no se reduce á eso nuestra misión y que no nos salimos de nnestro terreno, más antes, cumplimos uno de nuestros deberes más imprescindibles, cuando inculcamos á nuestros subditos las obligaciones que tienen, no ya sólo como individuos particulares sino como miembros de la sociedad cristiana, y aun como ciudadanos, pues bajo estos múltiples aspectos están sujetos á la moral católica, cuya jurisdicción á todas partes alcanza. » Por lo que á Nos toca, cuidado, y por cierto grande, ponemos en no traspasar jamás las fronteras y lindes señaladas por Jesucristo á nuestra autoridad pastoral, no gustando do quo nunca, ni en caso alguno, deje el sacerdote de serlo para entrometerse á gobernar y arreglar lo temporal y meramente terreno, si bien dentro de los límites que nos ha trazado Aquel á quien debemos el ministerio y oficio que ejercitamos, procedemos y siempre liemos procedido sin humanos respetos ni temores, mandando, exhortando y aconsejando, no lo que nuestras peculiares aficiones, nuestras tendencias y gustos, ó nuestro juicio ó parecer puramente personales puedan dictarnos, ñiño dirigimos hoy nuestra voz á los católicos de Sevilla, repitiéndoles las palabras del Divino Salvador: Ambulate dum lucem )¿abetis. Todavía hay luz; aun el sol de la verdad cristiana no se ha puesto en nuestro suelo: trabajemos antes de que nos envuelvan las tinieblas; y á fin de quo nuestra labor sea fructuosa, unámonos todos los hombres de buena voluntad, no para derribar ó alzar tronos, no para apoyar á determinados partidos políticos, sino para defender la causa sagrada de Dios. •Esto lo quiere el Papa; esto lo ha inculcado Su Santidad cien veces á los españoles, y esto constituye la aspiración universal de nuestros prelados; ni podía ser de otro modo: que cuando peligra el orden cristiano, porque de un lado ó do otro vienen olas violontas á conmoverlo, obligados están los hombres de fé, los que se hallan identificados con la Iglesia, creyendo, sin reservas ni distingos, lo que ella cree, amando lo que ella ama y buscando lo que ella busca, á aliarse en santa liga para sacarlo á, salvo, usando al efecto los iuedio3 lícitos, esgrimiendo las armas no vedadas que les sea dado emplear. »Y enviar á la representación nacional diputados y senadores, que piensen en católico y en católico sientan y en católico hablen, y hombres de la misma talla á las asambleas provinciales y municipales, y proteger y difundir la buena prensa, y procurar el exterminio de la blasfemia, déla pornografía y de todo lo que engendra el vicio y la corrupción, y afanarso porque so cristianice la enseñanza así primaria como superior, y amparar con particular empeño á la clase obrera, trabajando por mejorar su condición y por disipar los engaños de que la hacen víctima los que fingen amarla para explotarla á axis anchas, ó la aman, pero con amor mal LA AVALANCHA. entendido; tal es el programa que proponemos i los católicos. «Necesario es, pues, que la unión de los católicos, es decir de los que viven do la vida de la Iglesia, aceptando su credo desdo la primera á la ultima palabra, desde la primera frase salida de los labios de San Pedro hasta la última de Pío IX y León XITT, se lleve á la práctica sin tardanza; y no cualquiera unión, no una unión que sea muchedumbre revuelta, tropel y confusión, sino una unión organizada, que sea orden y concierto, porque sin eso requisito no funcionará bien ni será fecunda.» Hora es, pues, que los católicos españoles, verderamente enemigos de todo liberalismo, tomando como norma de conducta las sapientísimas enseñanzas de la cátedra infalible de la verdad y siguiendo los consejos de los pastores de Israel, depongan sus miras y pasiones particulares, olviden todo género de rencillas, y unidos en apretado haz, se lancen á defender los sagrados derechos de Dios y de su Iglesia y a instaurar en todos los órdones el reinado social de Jesucristo. .*T7< tái (Continuación.) Diez y siete aflos tenía cuando dio BU mano de esposa al joven marques de Vallefrío, y fue á habitar con él un espléndido palacio y á disfrutar de todas las comodidades que puede ofrecer una riqueza maravillosa. La joven marquesa fue el ídolo de su marido como lo era de sus padres. Dotado él de uu carácter débil y complaciente, cedía a todas las exigencias de Rosario, que eran muchas y grandes; satisfacía todos BUS caprichos, y la mimaba tacto que sobrepujaba con mucho dios prolijos cuidados de los padres de su esposa. Esta desplegó una magnificencia regia. Sus «alones eran los máB concurridos; siempre había convidados Á su nieaa; tenía una numerosa corte de adoradores, y aunque de -una virtud severa y muy fiel en el amor conyugal, gustaba de ser el astro de la buena sociedad y el imán délos corazones. La hermosura, el buen gusto y la originalidad de Rosario, llegaron á ser proverbiales. Seis meses después de su matrimonio perdió, uno tras otro, á tras padres y heredó de ellos una fortuna considerable que la hizo doblemente envidiada. A loa diez y ocho meses de casada tuvo una hija. Ella esperaba un varón que perpetuase el nombre de su marido, y recibió de mala gana á la pobre criatura. Sin embargo, cuando se la presentaron blanca y sonrosada, envuelta eu una nube de encajes de batista y seda, la abrazó con extremada ternura y la llenó de caricias. El marqués se atrevió—aunque tímidamente—á manifestarle sus deseos de que lactase por flí misma á la niña; pero ella opuso una tenaz resistencia. Sus amigas la aconsejaban que no cediese á una pretensión tan descabellada. Le decían que era ridículo que una señora de la nobleza cuidara por sí misma de sus hijos y enterrase su juventud y sus gracias por causa de un chiquillo impertinente: la recordaban que perdería la frescura de su belleza, y que triunfarían de gozo todas las que la miraban con envidia, al ver que se retiraba de los salones. Y como si todas estas frivolas consideraciones fuesen bastante para eximir á una madre de los altos deberes que üioa la imprfne, Rosario se decidió por fin á entregar su hija á un nodriza. El pobre marqués no tuvo valor para oponerse á esta resolución, porque temía enfadar á su esposa y sabía ademáa que no había razones bastante fuertes para hacerla desistir de una cosa que ella se proponía de veras. 111 Angélica, que éste fue el nombre que dieron á la hija de los marqueses de Vallefrío, fue entregada á una robusta nodriza que tenía una hija nacida solo tres días antes que la de Rosario. Esta mujer tosca, mal educada y áspera, fue laque alimentó con la savia de sus pechos á la pobre niña, y hallándose mal en la corte, ¿donde había ido sólo de paso, determinó volverse á su aldea. Los marqueses se opusieron tenazmente; pero la niña Angélica estaba tan hermosa y manifestaba tanto amor tí su nodriza, que después de una larga discusión, fue necesario ceder á los deseos de ésta. Los médicos dijeron que los aires del campo harían mucho bien á la niña, y como, por otra parte, la marquesa estaba, ó creía estar, delicada de salud, y pensaba ir i tomar baños de mar, entregaron á la nodriza una crecida cantidad de dinero para satisfacer sus necesidades, y marcharon dejando en manos mercenarias á la inocente criatura, que lea debía el ser. Rosario, al despedirse de su hija, dejó correr el llanto; pero pronto lo enjugó, consolándose cou la idea de que estaría mejor que en Madrid, y que cuando volviesen í verla estaría crecida, robusta y hermosa como un ángel. El marqués sufrió mucho, pero ocultó perfectamente su dolor, y ciego instrumento eu las manos de su esposa, partió con ella,, dejando en la aldea la mitad de su vida, que era su adorada Angélica. Su viaje dnró un afio, pues Rosario se empeñó en ir á París; & su regreso hicieron venir á la nodriza con la niña, y entonces tuvo lugar una escena tan triste y tan extraña, que da angustia sólo ea pensaren ella. Al llegar la nodriza con las dos ninas, la suya y la de los mar-, queses, éstos se lanzaron apresurados á su encuentro, y no tuvieron necesidad de preguntar cual era su Angélica, porque la riqueza de sus vestidos lo demostraba. Pero la marquesa, ya fuese que cedía á un irresistible impulso de eu alma, yaque estuviese en un error, tondió los brazos á la. niña pobremente vestida y la cubrió de besos y de caricias. —Señora, dijo fríamente la nodriza, V. E. se equivoca: esa nina es mi hija, que también se llama Angélica, y la suya es la que tiene en sus rodillas el señor marqués, como lo dicen claramente los pobres vestidos de estay los hermosos de aquella. Hubo un momento de silencio y de ansiedad. Rosario miró atentamente á la que decían era su hija, y que' con sus grandes ojos negros, RU rizada cabellera oscura, su color moreno claro y su encendidos labios, eran un tipo interesante y bello; luego volvió los ojos hacia la otra niña, que era blanca, rubia, delicada, ideal, y un grito de triunfo se escuchó en sus labios. —[Esta, ésta es mi hija!... exclamó apasionadamente. V:'-":' — Señora, usted ha equivocado áestas criaturas, dijo la robusta mujer con admirable sangre fria; permítame V. E. que le repita que está en un error. Sus ojos son oscuros y también los de su niña; la rubia se parece á mí, que como ella soy blanca y rosada; no os quede la menor duda que digo la verdad. Lo que pasaba en aquellos instantes por el alma del marqués se hace difícil de explicar. No sabía si cubrir de besos á la niña morena ó á la rubia; Rosario y él tenían los cabellos y los ojos negros, y parece que la nodriza decía la verdad; pero los presentimientos, ó mejor dicho, los misteriosos impulsos del corazón de la marquesa, le inclinaban a creer que la rubia era BU hija. ¡Horrible situación! ¿Cual de las dos niñas era la heredera del título de Vallefrío? LA AVALANCHA. 112 ¿Cual de las dos madres tenía razón?... Esto era un misterio que sólo Dios podía aclarar. Después de un inútil interrogatorio, de muchas explicaciones, lágrimas y dudas de la marquesa, la nodriza Be TOIVIÓ á su aldea con la que llamaba su hija y dejóla otra en casa do los desgraciados padres, qne no conocían al fruto de BU amorDesde entonces concluyó la felicidad de Rosario. La niña era dulce, afectuosa y bella, pero no se convencía de que era suya; el corazón la decía que era víctima de un engaño de la nodriza, y le era imposible amar á aquella criatura que parecía una extraña bajo el techo paterno. El marqués, por el contrario, amaba tiernamente á la pobre Angélica, bien porque la creyese BU hija ó porque le inspirase lástima al verla rechazada duramente del corazón de la marquesa. Esta persistía en su idea, é hizo un viaje á la aldea para informarse de todu lo que pudiera darle luz en aquel asunto; pero nada consiguió, porque la nodriza protestaba cien veces que la niña rubia era su hija, y los habitantes de la comarca decían que nada sabían, porque ella había salido de allí en cinta y que al volver con las dos niñas, la habían oído decir que su hija era la rubia y á la morena había vestido y considerado siempre como heredera de loa opulentos marqueses de Vallefrío. Pasó un año, y Kosario, siempre triste, intentó volver i la aldea para hacer el último esfuerzo; pero supo que la nodriza había mar•chado con su hija, y nadie pudo designar el punto en que vivía. Rosario, pues, tuvo que aceptar como hija suya á la que creía hija de una mujer malvada y tosca, y nunca volvió a hablar de este asunto; pero su felicidad se deshizo como esas burbujas que hacen los niños con el jabón en el agua. Era imposible para ella amar á Angélica y le era difícil ocultar Ja antipatía y repulsión que le inspiraba. La niña crecía graciosa y gentil; su carácter dulce y suave robaba los corazones; su inteligencia no era brillante y precoz, pero se desarrollaba con el estudio y la reflexión, y aunque comprendía que BU madre no la quería como otras madres aman á sus hijos, ni se quejaba, ni mostraba pena, pues la consolaba de todo la dulce ternura del marqués. ¿Era una verdad lo que pensaba Rosario? Angélica era suya ó de la nodriza? Estos pensamientos, estas preguntas que inútilmente se hacía, eran el cruel torcedor del corazón de la marquesa, —Mi hija era rubia, aseguraba á su marido aiempro que de esto se trataba; yo recuerdo haberla visto una vez sin su gorrita de batista y encajes, y aunque no tenía cabellos, prometía que no serían éstos de color oscuro, porque empezaban a nacerlo y apenas se le veían. Y por último, mi corazón me repite que soy víctima de un engaño, y que esta criatura no es hija mía. RAQUEL. (Se continuará.) •ES DI Ul i l i lias visto quién es el soberano Autor de nuestra sacronta Religión católica; veamos ahora quiénes sean los naestros y autores de la moderna impiedad. Mas no iepl pienses que hayamos de relatar aquí su vida abominable, porque ni se podría escribir sin rubor, ni leer sin perjuicio de la conciencia. Basta comenzar citando los nombres de unLutero, fraile apóstata, casado sacrilegamente con una monja; de un Calvino,hombre públicamente infame por sus torpezas y crueldades, que murió de enfermedad vergonzosa invocando al diablo; de un Zuinglio, también apóstata; de un Enrique VIII de Inglaterra, famoso en todo el mundo por su desenfrenada lujuria; y tienes ya los cuatro principales corifeos de la rebelión protestante, la cual es el origen verdadero de la moderna incredulidad. Esta nueva secta que hoy domina ha de reconocer mal do su grado, como legítimos padres, á dos filósofos del siglo pasado, autores del libre pensamiento y de la libertad do conciencia. Uno de ellos era un viejo repugnante por su figura, y mucho más por su asqueroso libertinaje, por su cinismo y desvergüenza, por sus estafas dignas de presidio, por sus vilísimas lisonjas á los ricos y grandes, por sus calumnias y execrables blasfemias, que hacían de su boca como un respiradero del infierno. Ya adivinas qnién es eate monstruo: Voltaire, infame en su vida, acérrimo francmasón en su vejez y reprobo eu su muerte. Todo el mundo sabe que murió en la más espantable desesperación. El otro patriarca do la moderna impiedad ea un gran bribón qua se llamaba Rouaseau; y para que veas cómo un diablo sabe pintar otro diablo, mira como le pinta el mismo Voltaire en eata descripción que hace de él: «Rousseau es un prófugo de Ginebra, un suje* to que ha hecho muchas de las suyas, un tunante, un pillo acostumbrado á sipar, un charlatán salvaje que reúne a los que pasan por el Puente Nuevo, un loco de aldea que escribe impertinencias dignas del manicomio, un hipócrita, nn enemigo del linaje humano, un fachendón arisco y revoltoso, un energúmeno petrificado de orgullo y devorado de hiél, un impío, un ateo, un criminal, que debiera su* Mr las gradas del patíbulo y morir con un dogal en el cuello.» (Bergier, Diccionario teológico.) Hasta aquí son palabras de Voltaire hablando de Rousseau. Ya ves qué asqueroso es el retrato que hace, y que no es menester añadir nada más para llenarlo de horror. Estos son, ni más ni menos, los dos patriarcas, los dos apóstoles y oráculos de la moderna incredulidad, Voltaire y Rouaseau; loa dos acabaron sus días con una muerte digna de su vida abominable. Voltaire murió como perro rabioso; Rousseau tomó veneno, y luego se pegó un pistoletazo. ¿Qué te parece ahora? ¿Pueden ser buenas las doctrinas de tales maestros? Y no digas que algunos de sus discípulos no son tan rematadamente perversos. ¿Qué importa eso? Cuando so trata de dogma y de moral, de donde depende nada menos que nuestro eterno porvenir, ¿habrá hombre tan falto de seso que haga más caso de lo que ensenan unos hombres de mala conducta, ó al menos tan ignorantes como los demás, que de lo que nos enselló el mismo Hijo de Dios, que bajó del cíelo á la tierra para mostrarnos el camino de nuestra salvación? Vengan, pues, todos esos presumidos doctores de la humanidad, y saquémoslos á pública vergüenza preguntándolos: ¿Con qué autoridad os arrogain ol título de maestros? ¿A qué venís ahora a reformar las cosas? ¿Sois acaso vosotros enviados del cielo como Jesucristo? ¿Dónde están vuestras virtudes estupendas? ¿Dónde vuestros milagros? ¿Dónde vuestra celestial sabiduría? Pues bien: por engañosos que sean vuestros discursos, si queréis que os demos más fé á vosotros que á Jesucristo, es menester que primero hagáis todo lo que El hizo y... algo más. Sí, algo más; porque si sólo hacéis tanto como El hizo, aun no tenemos motivo suficiente para dejar sus divinas enseñanzas y tomar las vuestras. Ea, pues; edificad & los mortales con virtudes más esclarecidas que las del Hijo da Dios, curad ciegos de nacimiento, resucitad muertos, dad la hacienda, la honra, la vida con mayor abnegaeión y caridad que Jesucristo, y cuando hubiereis muerto como El en un patíbulo por acreditar la verdad de vuestros sistemas, resucitad también más gloriosos que El de entre los muertos. ¿No es verdad que podemos exigir todas estas cosas á los enemigos de ía Religión católica cuando pretenden que no hagamos caso de la santísima moral de Jesucristo y recibamos la suya? Pero mientras las auténticas historias nos cuenten, por una parte, las grandezas divinas del soberano Autor de nuestra preciosísima Religión, y por otra parte los escándalos, traiciones, crueldades y crímenes inauditos de todos los principales autores de la moderna impiedad, no podemos seguramente darles oídos ni hacer algún caso de ellos, si no es para aborrecerlos como á mortales enemigos de Dios y de los hombres. FRANCISCO MORELL, S. J. LA UJVIÓJV ES LA FUERZA Esos átomos obscuros de fina, impalpable arena con que mansamente el viento caprichoso juguetea; esas gotitas de agua transparentes y serenas que bañan el fresco tallo de las flores y las yerbas; esas uotas delicadas de música dulce y tierna que regalan los oídos y el corazón nos recrean, no tienen valor alguno si van solas y dispersas Hay necesidad de unirlas para que mérito tengan Mucho? átomos unidos furuiun la montaña aquella • r . " J - • - * " LA AVALANCHA. que desafia á las nubes y el horizonte nos cierra; machas gotaB agrupadas hacen la corriente fiera la ola gigante que pasa arrollando lo que encuentra; y esas notas delicadas que avasallan y que elevan, si DO las une el talento del artista, nunca llegan á formar grato concierto de melodías serenas, de concepciones brillantes que en la memoria se quedan. Como la gota de agua, como el átomo de arena, cual la nota peregrina son loe hombres en la tierra..... Dispersos, no pueden nada y en lucha inútil se inquietan; congregados, valen mucho: si ofrecen gran resistencia pueden imponerse altivos y hacer triunfar sus empresas, porque es sabido el axioma de que «la unión es la fuerza». quien pierdo tiempo en rencillas, en desarrollar ideas, en formar planes y planes que en proyecto siempre quedan, si se olvida, como suele, que sólo la unión dá fuerza? ¿No veis que es cosa menguada permitir que siga fiera la impiedad avasallando cuando en el camino encuentra, sembrando torpes errores en el campo de la ciencia desuniendo voluntades con maña sagaz y artera, levantando {dolos falsos, t perturbando las conciencias y haciendo á Dios y á loa Santos lamas implacable guerra? ¿Qué aguardáis para estrecharos con lazos de unión sincera y mostraros ante el mundo como falange soberbia que por Dios y por la patria luchando con entereza alcanza el preciado triunfo que todos con ansia suenan?... ¡Hombres que amáis á la patria, salvadla, porque está enferma!,.. ¡No os lamentéis cual mujeres Hombres que tenéis el alma de los males que la aquejan, rebosando de fé ciega, cuando teneÍB en la mano de valor y de hidalguía, la salud que ella desea de fortaleza y de ciencia; y podéis regenerarla hombres que en ardiente empeño haciéndola grande y bella! buscáis la verdad de cerca Luchad en todos terrenos y defendéis entusiastas llevando la fé por lema, vuestras sagradas creencias, porque en todos os combate queriendo salvarlas todas la impiedad con safia fiera. porque la impiedad las niega Id donde el deber os llama, y la ignorancia atrevida despreciad cosas pequeñas, las ataca con fiereza rivalidades menguadas ¿quií hacéis dispersos y solos, que os apartan y os alejan siempre en mezquina contienda, i Presentad ruda batalla entretenidos cual niños al error y las ideas en cosas que son pequeñas, que trastornan los hogares tan pequeñas, que no valen y luto doquiera siembran; nunca el trabajo que cuestan y Dios viniendo en ayuda, y no conducen á nadie de los que por El pelean, al triunfo que se desea'? cubrirá de santa gloria ¿No veis, ilusos y ciegos, vuestras cristianas empresas! que á parte ninguna llega RAQUEL. Mayo, 1901. Por ahí preguntaban el otro día si el señor Canalejas se había convertido. ]Amén, amén, amén! ¡Ojalá fuese verdad tanta belleza. Pero... pero. Porque, ¿saben ustedes por qué preguntaban por ahí ai el señor Canalejas se había convertido? Pues porque el otro día, en unos juegos florales que hubo en Alcoy, el Sr. Canalejas pronunció nn discursillo, dedicando á la religión unas cuantas flores. La verdad es que hay hombres que se contentan con poco. Y que no saben lo que son artes electorales. Y que no conocen al Sr. Canalejas. Pero yo que le conozco (dicho sea sin pizca de modestia) y que sé lo que pasa en Alcoy, mejor que el más pintado (y perdóneme íni abuela), yo no puedo menos de cantarle á Canalejas aquello de 113 Así que, se lamerían ustedes los dedos de gusto si viesen á ese hombre en Alcoy, como lo he visto yo mis de cuatro veces, tomando parte en funciones religiosas y en la procesión de San Jorge, Patrono de la ciudad, llevando un cirio como una pica. Con lo cual, se daban por contentos y satisfechos más de uno y mis de dos electores no sé si picaros ó tontos de capirote. ¿Se convertía Canalejas? Sí; se convertía en diputado por Alcoy. Habrá quien diga que una cosa es tomar parte en actos religiosos y otra hacer declaraciones en favor de la religión, como hizo el otro día. ¡Hipocresías á mí! A mí que lie oído á ese hombre en dicha ciudad más veces de las que él quisiera, y en una de tantas se estuvo buen rato hablandode religión como un padre capuchino. ¿Se convertía Canalejas? Sí, sí; se convertía en lo que hemos visto después: en el furioso enemigo del clericalismo, cuyos revolucionarios discursos en el Congreso han iniciado la actual horrible campaña contra las Ordenes religiosas. ¡Ojalá se convirtiese!; pero mientras yo vea lo que veo y oiga lo que oigo, no puedo menoB de esclamar: ¡ca caballeros, á ese, que eauno de la cuerda! Pero en el andar se le conocía que no era diosa. ¡Qué ha de ser diosa, si se le enredaban los pies entre el zagalejo! Porque el Sr. Canalejas, á vuelta de algunas ideas pasables, liadicho en los Juegos Florales de Alcoy, que «religión no es solo la del templo, lo es la vida entera.» De modo y manera que si toda vida es religión, incluso lo que por excusado me callo, ya puede el Sr. Canalejas vociferar contra el clericalismo sin temor á que nadie le acuse de no practicar religión; pues el vociferar, aunque sea diciendo: ¡viva Pateta!, también es un acto de la vida y, por consiguiente, de religión. Y ustedes podrán decir de esto lo que les plazca. Pero es sentencia de un sabio á la moda. Y ex-ministro de la Gracia y de la Justicia, de añadidura. Con que ayúdenme ustedes á,.. reir. Pero vuelvo á decir pero, pues las cosas de Canalejas están llenas de peros que nunca maduran. Indudablemente Canalejas debió de saber que por ahí se preguntaba si se había convertido, y díjose para su capote:— ¿Sí? Pues ahora lo veréis . Así es que á nuestro hombre, ¡digo!, á Canalejas le faltó tiempo para pronunciar otro discurso en Alcoy diciendo tales cosas y cosazas que, naturalmente, habráa dejado, no con tres palmos, sino con tres kilómetros de narices á los que preguntaban si se había convertido porque antes había echado á la religión unas cuantas florecillas. ¡Señor, y qué discurso el segundo discurso de Canalejas! El diablo del hombre se puso á hacer protestas de católico y amante de la religión, que le hacia decir á uno: Pues, Señor, ¿será verdad tanta belleza? Pero en medio de tantos fervores y mientras se entusiasmaba con el clero rural, empieza á repartir palo entre los grandes doctores, loa purpurados y los confesonarios, 6 irguiiíndose como una culebra lanza otra vez el grito de guerra, guerra implacable al clericalismo. Hubo liberal que dijo que el discurso de Canalejas era la obra de un loco. No diré yo que sí ni que no. Aunque me parece que si fuese de un loco, del mal el menos. Lo que sí diré es que fue la obra de uno de tantos, de quienes hay que guardarse más que de t)l cólera,, la peste, etc., etc. Porque peste y cólera mayor que las peroratas y propaganda de esos Canalejas que andan por esos mundos liberales, creo no se ha visto ni se verá enjíimás de los jamases. los milagros que tú hagaa que me los claven... en el sombrero. Porque Alooy es una ciudad religiosa como pocas y Canalejas, con ser quien es, por una de esas anomalías que el diablo se sabe perfectamente, sale diputado por Alcoy. ¿Y qué ha de hacer el hombre aino regirse por aquello de donde fueres, liaz como vieres? Del órgano de Canalejas: «El partido liberal ha recibido de los silvelistas una herencia desastrosa.» Indudablemente. Como el partido silvelista había recibido de los liberales una desastrosa herencia. LA AVALANCHA. Si nada más ocurriese, ¡mira tul: ahí me las den todas. Pero aquí lo triste ea que ellos se van pasando de mano on mano la herencia y quien realmente carga con los vidrios rotoa es el pueblo que ora, trabaja y paga, ¡Este sí que hereda de todos los partidosl Pero ¡qué herencia y qué heredero! La historia dirá de él: Aquí hubo uii pueblo sumamente rico por todos conceptos, y á fuerza de heredar so quedó como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Es decir, cacareando cuando no se suspenden las garantías. «O la afonía ó la muerte. Este eB el diagnóstico que las celebridades de Francia han hecho con motivo de la enfermedad que afecta á M. Waidcck-Rousseau, a quien se ha operado tres veces sin grandes resultados. »Si los médicos franfranceses aciertan, es poco halagüeño el pronóstico para el perseguidor de las Ordenes religiosas. »¡O la afonía ó la muerte!» lie querido copiar la noticia anterior que va rodando por los periódicos, por si acaso llegara á conocimiento y tocara el corazón de un sujeto más blasfemo que bien hablado, el cual se ríe y mofa cuando le advierten que tema los castigos de Dios. El pobrete es tan infeliz que cree que Dios Nuestro Señor, para castigar á uno, necesita ir detrás do él tirándole piedras ó dándole de garrotazos; y dice el mentecato:—yo soy joven y tengo buenas piernas, y no me alcanzará. Ya se vé cómo ha alcanzado á WaldeckRousaeau, sia palo ni piedra. ¿Entonces el gran elector es el Gobierno? —Usted dirá. —¿Entonces esto es una farsa? —Y vieja; y con todo, aun no renuncia usted al parlamentarismo y á todo el sistema liberal, —Pero, hombre, ¿y la sinceridad electoral? —Échele usted un galgo. A propósito de las elecciones dijo el Heraldo de Madrid el día en que se verificaban: «Acusan también agitación extraordinaria los telegramas de Almendral ej o, y en Navarra so desencadenan desenfrenadas las malas pasiones de los clericales, que hubieran dado un día de luto al distrito de Aoiz sin la noble y digua conducta del Sr. Gayarre, que ha retirado BU candidatura.» ¡Si serán picaros los clericales! En cambio, los anticlericales son unos angelitos, sí señor, unos angelitos. Especialmente, cuando de eleccionea se trata. Ahí está el bendito de Canalejas, NinfaEgoria del Heraldo de Madrid, que no nos dejará mentir. El cual Canalejas, viendo en peligro la candidatura de un su amigo de Gandía, allá se fue i azuzar, mejor que á excitar, al populacho á que la votase; y después de hablar álos huertanos como el más furioso socialista, no tuvo reparo alguno de recomendarla apelación á la fuerza si era menester para sacar triunfante la candidatura de su amigo. —La verdad es que no sé cómo no se levanta un altar á estos angelitos anticlericales como Canalejas. PELATO. Ya se han verificado las elecciones de diputados á CortesDon Pedro del Nido, liberal hasta las cachas á pesar de sus setenta, hablaba de esto con don POETADA DE LA IGLESIA DE SAN SATURNINO Juan Escarmentado, y (De fotografía de D. Félix Mena) preguntaba muy candorosamente: —Y ¿quién ha sacado mayoría? —¡Sopla!... ¡Y qué pregunta!,.. Los de siempre, hombre, los de siempre. , —Pero los de siempre, ¿quién son? —¡Otra! ¿Quién está en el poder, Sagasta? -Sí. —Pues ese ha sacado mayoría. {Continuación.) —¡Hombre! Esto sí que es chocante. ¿Pues hace cuatro días, no era la mayoría de Silvela? ¿Cómo se explica que de la noche á la mañana haya cambiado de parecer la nación? —¡Je, je, je! La nación no tiene nada que ver con esto. Ahora ha Tales fueron los casuales y curiosos comienzos de la fortuna sacado mayoría Sagasta; en la otra partida electoral, Silvela; en la dül oficial Javier de Silva en Francia. anterior, Sagasta; antes Cánovas, y así puede usted recorrer toda la historia del parlamentariamo y verá cómo siempre gana el que Recomendado calurosamente al prefecto del departamento manda. Y si mañana tuviese la sartén por el mango Pablo Iglesias, por nuestro alcalde, el emigrado español recorrió de triunfo en no le quepa á usted duda; Pablo Iglesias sacaría mayoría, aunque triunfo ol canaino de París, precedido do su faina, aclamado por aolo tuviese modia docena de partidarios. auditorios verdaderamente escogidos, pues ostaban formados LA AVALANCHA. 115: por las tertulias de los mismos funcionarios del rey de Francia, caudal, fomentarlo y colocarlo cuidadosamente, era para él ne-d quienes iba recomendado. gocio harto engorroso y complicado. Español, artista y caudillo de las recientes homéricas batallas En tanto, vencidas las dificultades de la lengua, cada vez más de la Península, eran sobrados títulos para hacerse oír en un estimado y querido Javier de Silva (porque de esta ventaja go- < pueblo tan hospitalario y tan amigo de novedades como París. zan las naturalezas nobles y generosas que son más amadas, Asi es, que nuestro oficial vino á ser materialmente el niño micuanto más conocidas), era citado como dechado de honor y camado de la mejor. sociedad; y decimos de la mejor, porque Jaballerosidad entre los franceses. Los cuales se pasmaban del devier, por simpatía y agradecimiento, intimó en seguida con la sinterés de un oficial tan simpático, que por sentimiento reliantigua nobleza, que era la más adicta á la legitimidad, y por gioso y adhesión A su Bey, había renunciado al grado de coronel tanto & los realistas emigrados. que el Gobierno de Madrid le reconocía, y había roto su carrera, desterrándose de su patria y condenándose á ganar su vida No quiso Javier exhibirse en los teatros por dignidad, pues como el más humilde y desheredado hijo del pueblo. sobrábanle públicos escogidos en las casas de sus numerosos protectores, y por otra parte sobrábanle asimismo discípulos que, VI como un favor, pretendían sus lecciones. Nunca la guitarra había estado tan. en moda entre la gente de alto linaje. Me conviene tornar á España ó instalarme en este rioo y hosEran de oír tampitalario país?-mebién los elogios que ditaba un día Jase hacían de la gravier. cia y espontaneidad —Yo, continuade las canciones esba, he logrado caer pañolas, cuyos ecos en gracia á estos resonaban en los señores. Penetré en pianos de todo tierra francesa sin París. esperanzas ni proCon la gran boga pósitos de ganar un que alcanzó, nuesfranco, y por arte tro p r o t a g o n i s t a de la Providencia. pudo aspirar á uan me he hallado de gran posición que pronto con unapre-. hubiera tenido los benda. De suerte, consiguientes riesque en vez de cogos. Pero el excemer el negro pan lente joven poseía de la emigración,, los defectos de nuessegún contaba, hoy tra raza & la mises el día que, sin hama altura que sus ber cobrado herencualidades; y á hacia ni premio gorber sido menoB nodo, visto con lujo, ble éingénuoy algo cuento con generocharlatán y vanisos protectores, códoso, hubiera sin mo diariamente á duda detenido la manteles en sunrueda de la fortuna tuosos palacios, an-en aquel medio frido en coche, vivo volo y novelesco. con regalo, habito en cómoda aunque Faltábale ademodesta habitación más travesura para y además, ahorro al la intriga, y su comos un puñado de razón leal no sabía doblones. Esta exismentir ni aun disitencia puede dumular. Escaso de rar... pues hasta que experiencia, fiábase tengamos otra guede cualquiera, juzrra, lo cual podrá gando á los demás tardar, ó hasta que por su propia hidalme case. ¡Diantrel jgal&¡ y este fue tal Esto es muy serio, vez su defecto cay hay que considepital. rarlo y ponderarlo En la tienda de con detención. ¡Cala *misma casa en sarme fuera de mi PROCESIÓN DE SAN LUIS GONZAGA que habitaba Jatierra!,.. vier tenía un judío (De fotografía do D. Félix Meiia.) oficina de cambio y Javier se rascó valores públicos: en el escaparate, á guisa de anzuelos, figurala oreja, suspendió un momento el curso de sus cavilaciones y ban monedas de oro de varias naciones, y entre ellas onzas esexclamó: pañolas de las llamadas petaconas. —Antes de resolver tan arduo, tan peliagudo problema, hagamos una simple suposición, que permanezco en Francia: y Sin otro conocimiento que el de vecindad, el cambista saluveamos cuanto voy perdiendo y ganando con quedarme en mi -daba cortésmente á Monsieur de Silva) como él le nombraba, y ser español ó convertirme en ciudadano francés. Desde luego, .-éste, que era fino de veras, le devolvía el saludo con la mayor me será forzoso decir adiós á mi preciosísima Valencia, llamada urbanidad. «milagro de la naturaleza» por Lucio Sículo, y «jardín de EspaNo sabiendo Javier cierto día qué hacer de unos cientos de ña» por la voz general, y aquel cielo que ni pintado es más bofrancos que le inundaban la cartera, entró en el despacho del nito. Además, tendré que renunciar en primer lugar, á viajar en -cambista y le dijo buenamente que le guardase aquel dinero por tartana, á fumar tabaco filipino, á dejarme patillas naranjeras, á •el cual ni siquiera pidió interés. Monsiour Moisés Levy, que así llevar capa andaluza, á ver a mis paisanas de mantilla, á contemse llamaba el judío, luciendo la sonrisa más atenta de su reperplar cómo manejan el abanico, á pelar la pava, á dar serenatas, torio, mostró agradecer la confianza á su vecino con la cortesía á rizarme el pelo para figurar en las estudiantinas. En segundo más ceremoniosa. lugar, habré de renunciar á concurrir al Rosario de la aurora,— Tres ó cuatros diferentes veces repitió Javier la visita, siempues aquí no sale el rosario ni aun sé tampoco si sale la aurora;— b r e por quitarse el dinero de la bílsa; pues ser poseador de un 116 LA AVALANCHA. á oír suspirar por la Virgen de los Desamparados, &. hablar en valentía, á, calentarme on brasero por Navidad y dormir la siesta en verano, A tomar el fresíco par las noches al sereno y 4 frecuentar aquellas benéficas estererías, que en invierno dan un ruedo al desabrigado quo lo ha de menester, y en la canícula suministran unos vasitos de limón y horchata helé, que le cuajan á uno las palabras en la boca. En tercer lugar, tendré asimismo que renunciar á comer sota, caballo y rey, como en todo país de garbanzos, á almorzar jamón con tomate y beber vino en porrón, á la aragonesa; á hacer gana comiendo cacahuete y apagar la sed con una sandía, á merendar bajo los naranjos y asistir de cuando en cuando á una corrida (¡preciosa función!), á jugar á la lotería y á alternar con toreros, gitanos, cigarreras, serenos, agualojeros, castañeras, contrabandistas, amas de huéspedes, burreros de leche y demás tipos indígenas que nos envidia el mundo civilizado. Aquí se detuvo un momento Javier, sonriendo al alegre recuerdo de las cosas de su patria, y después de lanzar un suspiro, prosiguió: —En cambio, si... (es una mera suposición) 6Í me quedo en Francia iré cobrando cariño á este país, haré amigos, ganaré el oro y el moro, colocaré las economías, compraré papel del Estado ó fincas y acabaré por casarme. Para esto... será forzoso hacer la corte á la francesa, enviando un amigo que averigüe en cuánto dotan sus papas á la demoiselle de mis pensamientos, y que se entere subrepticiamente de los ahorros de sus tíos asmáticos y de la edad avanzada (¡lo más avanzada posible!) de las tías de que espera heredar. Y si el negocio es tentador, sin más noviazgos ni galanteos, que acá no se estilau, á los pocos días nos vestimos, ella de blanco coronada do azahar, llevando un ramo en la mano, y yo do etiqueta, y nos echa el cura la bendición. Luego tendré hijos francesitos, muy monos ciertamente, pero que me tutearán, y esposa quo me llamará Mon&leur, y amigO3 que me proguntarán si es cierto, como dicen los libros publicados en París, que las damas españolas visten de manólas, quo los caballeros andan de chaquota corta y calañés, y que los curas van de sombrero de teja y fumando cigarrillos en los entierros. ^ ¡ A y de mí!—exclamó dando otro suspiro más hondo Javier al llegar aquí, creyendo casi sucedido lo que maquinaba, como la lechera de la fábula. No sentiré que me tuteen mis señores hijos ni que me llame Monsieur mi madama, sino que después de tanta sangro dorramada venga el diablo á reírse de nuestro valor y entereza derribándonos uno á uuo, y que mis hijos lleguen á despreciarme algún día, por haber degenerado, de español fino y católico rancio en contemporizador amable é inofensivo poltrón. J O S É M A B Í A CASTILLO, de la Compañía de Jesús. (Se continuará.) REVISTA DE ESPECTÁCULOS. Iba nuestro hombre por la calle abajo parándose en todas las tiendas, mirando muy complacido los escaparates, loa balconea y las fachadas do todos loa edificios, y muy divertido al parecer con el ruido y animación abigarrada de las mil calles y callejuelas, plazas V plazuelas que tiene Madrid. A la legua se echaba de ver que era la primera vez que visitaba la corte, y á la legua trascendía á hombre sano y alegre, con ese color, olor y sabor característicos del provinciano bien conservado fuerte y robusto, sin vicios y sin necesidades. Hacía muchos anos que no nos habíamos visto; pero aunque hubiese pasado un siglo era imposible que se me despintase. Calcúlese con estos antecedentes, la clase de abrazo que nos daríamos mi condiscípulo y amigo Antonio, y este su humilde servidor. Basta decir que todavía me duele el pecho. —¡Tono! —¡Perico! —¡Aprieta que no eres manco... Qno es una de tantas maneras Añ hablar por hablar, porque entre aquellos brazos nervudos, quedé imposibilitado de apretar ni de hacer movimiento alguno. Pasado cl.*primer ímpetu liablamos de todo; de nuestra juventud, de nuestros estudios, de nuestras fami- lias, de nuestro pasado, de nuestro presente, de todo en fin; aquellofue la primera parte de la definición de la jurisprudencia según el derecho romano, divinarum atque humanarum, rerum notitiue, Y una vez satisfecho el impulso natural y eshumados los recuerdos más del caso, vino á recaer la conversación en el capítulo de espectáculos públicos. Kra natural; Antonio había venido á Madrid aprovechando los trenes baratos, dispuesto á gastarse en quince días los ahorros de mil, y á divertirse de largo en todo lo que no sea ofensa de Dios, afladió el mozo; y esto completa su retrato de cristiano viejo y español chapado á lo más rancio de la antigua.. —¿Has asistido á alguna corrida? —Sí hombre me dijo; estuve el luces pasado y quedé defraudado en mis esperanzas. ¿Tú eres torero? me preguntó. —No hombre, yo soy abogado y escritor; ya lo sabes. —Quita allá. Digo si eres aficionado atoros? —Aficionado á defender la fiesta ante los extraños que nos motejan de bárbaros, y ante los merengues que lloran porque se le hace pupa al toro y se siega la vida de los caballos; sí. Pero no paso de ahí: hace años quo no he visto matar un toro. —Pues no pierdes nada: [qué piqueros, qué peones y qué matadoresl ¿Dónde están los Calderones, Juan Molina y los Bafales? ¿Dónde está aquel negro que se hartaba de toro en la última suerte? ¿Dónde están la gentileza y el donaire de la escuela cordobesa, el arrojo de los sevillanos y la gravedad y mesura de los matadores nacidos en Castilla? Y como yo no podía contestar í este interrogatorio, porque de cierto no sé dónde está ninguna de estas cosas, ni me importa grandemente dónde fueron i parar, nuestro hombrecontinuó bajando algún tanto el tono. —El prosaísmo ha invadido la fiesta de toros, y la mayor parte de los matadores no son máa que industriales. El arte cede su puesto ala ganancia, y casi todos los niños <jue juegan a matar toros están pensando en liar el petate más pronto ó más tarde dándose de baja en la profesión y retirándose á gastar lo adquirido. —Hay que tener en cuenta, amigo mío, que la profesión es arriesgadísima, y nada tiene de extraño que se ejerza pocos afioa. ¿O es que tú pretendes que todos esos niños que juegan á matar toros, mueran en el juego y pasen como tantos antecesores suyos, desde el redondel de la plaza á la eternidad, gracias á una cornada? —No lo pretendo, ni lo quisiera ver; antes bien, esa es una de las espinas que llevo clavadas siempre que asisto í una corrida de toros. Pero lo que quisiera ver es al garbo y á la gentileza, á la serenidad y al valor sirviendo de marco á la codicia; quisiera no echar' de menos el recuerdo de un Guerrüa que era maestro en la capa, maestro en los palillos y maestro en el matar; que se adornaba pasando; que no tenía rival en los quites, y que sabía sortear loa mayores peligros en el último tercio. —No te creía tan al corriente de la técnica taurina. .—Qué quieres? En el pueblo esta es la única conversación qu& no suscita disputas acaloradas y en la cual puedo alternar con el médico y el registrador que en cuestión de ideas son dos anímales de bellota, cada uno por su estilo. —Lo creo. —Y como tengo que convivir con ellos me agarré á la tabla taurina para ¿ostener relaciones que no hay más remedio que sostener. Comprendo que sería mejor y más perfecto, dedicarme á mis actas y escrituras, á mi familia y á mis obligaciones,'y loa ratos sobrantes dedicarlos todos á rogar por la conversión de loa salvajes en vez dealternar con ellos; pero fil hombre es débil y yo débilísimo. •••Quién lo diría, con esos noventa kilos largos en que calculo tu humanidad? —Pues sí señor, débil en el trato humano y débil en asistir alas corridas de toros cuando las encuentro á mano, aunque aquí no queda arte, ni afición, ni gallardía, ni arrojo, ni maestría, ni seguridad, ni capas, ni quites, ni estoques, ni nada. Y puesto que ya conoces mi opinión sobre los toros dime la tuya sobre los teatros, que me propongo ver cuantos pueda en los días que permanezca en esta corte. —¿Subre los teatros? Este es capítulo largo que merece una grande de cerveza y limón helado, como en nuestros mejores tiempos de la tuna. Metámonos eu lo más recóndito de aquella cervece^ ría y abordemos el capítulo teatral. —Mozo! Una ponchera de las de marca mayor. PEDRO CRESPO. (Se continuará.) .-•••«••-ff ' . LA AVALANCHA. EL TRIBUTO DE LIS TRES VACAS. (Continuación.) Por estas cansadas muertes se declaró guerra entre los dos valles, bien que de las siete villas del valle de Roncal solo quisieron seguirla las villas de Isaba, Ustarroz, Urzainqui y Garde. Lviego que tuvieron noticia de esta declarada guerra loa respectivos Soberanos de loa dos valles, el Rey D. Carlos TI de Navarra y valle de Roncal, y T). Gastón, Príncipe de Bearue, del de Baretons, despacharon aus respectivas órdenes para que remitiesen sus respectivos debatas al conocimiento del fuero judicial. El Príncipe de Bearne escribió el primero al Rey de Navarra, haciéndole presente que sus basaltos eran oprimidos por los roncaleses; y el de Navarra le respondió, que se hallaba noticioso de lo ocurrido, que había comunicado el caso á los de su Real ConBejo, de los Obispos y de loa grandes, y que todos estaban inteligenciados que loa del valle de Baretons sus basallos eran autores de los daños. Habiendo tenido noticia de esta respuesta, so conspiraron y se provocaron la juventud de una y otra parte á seguir la guerra; y de facto, tuvieron en lo alto del puerto su campal batalla, y así en ella como en otros encuentros que tuvieron, según informan los papeles, murieron hasta cincuenta y tres del valle de Roncal y doscientos del valle de allá. Párrafo Viendo los dos Príncipes nombrados, el de Bearne y el Rey de Navarra, que no querían aquietar loa de los dos nombrados valles, determinaron conferenciar personalmente, y por no ir el uno á la jurisdicción del otro, acordaron reunirse en la villa de Ansó, por ser pueblo de distinto reino, cual era el de Aragón; pero sin embargo de haber eido elfinde dicha concurrencia por cortar cu el asunto, no pudieron convenir, porque cada uno alegó el derecho de los límites que le correspondían. No habiendo convenido los dos Soberanos, prosiguieron con la guerra los de una y otra valle, y los baretuueuses determinaron pasar á la valle de Roncal, llevando consigo, á sueldo, un Capitán agote, que tenía cuatro orejas, hombre íeroz y valiente en el manejo de las armas. Salieron á su encuentro los roucaleses de Isaba, Urzainqui, Garde y Ustarroz, y se afrontaron en lo alto del puerto sobre el termino denominado Aguiuea (ó Agumcea}, que es jurisdicción de Isaba, y puestos en orden de batalla, acometieron los unos á loa otros, de manera que al principio iban siendo vencidos los roncaleaes; pero habiendo acudido á esta pelea Lúeas López, natural de Garde, con una lanza, envistió contra el Capitán agote, y le pasó el cuerpo de parte; y entonces, viéndose loa baretonenses sin Capitán, echaron Á huir, cuyo alcance siguieron los roncaleses, matando á cuantos alcanzaron, y levantando una piedra por oada muerto. CAPÍTULO 4.° (CON 2 PÁRRAFOS.) P á r r a f o l.c Continuando de parte á parte, éntrela gente de uno y otro-valle; las contiendas y muertes que causaban, libraron ol convonio de Ja paz en la determinación de cuatro SS. Obispos, nombrados por los baretonenaes el do Bayona y el de Olorou, y por los roncaleses el de Pamplona y el de Jaca, los que también concurrieron en la villa de Anaó; pero sin embargo de haber permanecido quince días, •no pudieron convenir, porque cada una de las dos partes no quiso eugetarse á ser condenada en la determinación. Párrafo 2.° Por este motivo volvieron á proseguir los de uno y otro valle en sus contiendas, á causar de parte á parte todo el mal que podían hacer; de manera que los ganados estaban soloa en los montes, sin •quien los pasturase, y los destruían los lobos y otros animales dañi- 117 nos; y movidos de esas causas y motivos los roncaleses, determinaron ir á destruir á las de Baretons; y de faoto, yendo á dicho empe, fio, lea salió en el alto del puerto al encuentro cierto Rector de Aramits, y entabló coa suave modo conversación con Sancho Ros y Juan Andrés, Capitanes de los roncaleses, y pudo negociar coa ellos el que suspendiesen su empeño, prometiéndoles, que concurriendo loa Abades del valle de Roncal, y los Rectores del valle de Baretous, se habían de concertar las diferencias. Condescendieron los roncaleses, y en virtud de la propuesta concurrieron en lo alto del puerto y muga de San Martin los Abades y Rectores, con sus Procuradores Síndicos y Escribanos, para que pudiesen hacer presente aus derechos y razones; y no obstante que permanecieron tres días, no pudieron convenir en establecer la paz. J. ITÜRRALDE r SÜIT. (Se continuará.) LOS SOCIfiLISTRS DE PfPLOUfl, No hemos de definir científicamente «el socialismo» ni ocuparnos de las frases hechas, redención del obrero, triunfo del proletariado, jornada de ocho horas, siglo de los obreros, burgueses explotadores, del arsenal socialista, ni del matiz antirreligioso con que en todas partes saturan sus discursos y programas los aocialistas, siuo de hechos concretos contra los que no valen razones. En Pamplona se ha empezado a publicar un periódico socialista que cuenta como principales redactores y quizá únicos á Basilio Lacort y a Carloa Martínez de Ubago, y aunque este no aparece al descubierto, lo denuncia su estilo y su especial monomanía de llamar la atención con opiniones y doctrinas raras y extravagantes. Loa socialistas nunca exponen en crudo su programa y empiezan su tarea lamentándose de la opresión del obrero, de lo poco que gana, de lo mucho que trabaja y de su falta de ilustración. Aaí lo ha hecho el periódico El Obrero y siu negar nosotros algunas de sus aseveraciones, é interesándonos cual el que más, por todo lo que redunde en beneficio de la clase obrera, veamos que títulos reúnen Lacort y Ubago para iniciar tales campañas. Desde que se sublevó Lacort en Badajoz y se cubrió de gloria hnyendo con los demás sublevados á Portugal sin disparar un tiro, hace próximamente 18 años, calculando unos 6 años, los demás no sabemos que haya trabajado, en que habrá trabajado una hora diaria, y dcbcontando enfermedades, etc.,resultan unas dos mil horas do trabajo y suponiendo que un año coa otro en los 18 ha gastado mil pesetas, resulta que le salen 9 pesetas por hora. Esto ai acumulamos los 18 años porque en los dos últimos, cuujeturando por lo que viste, por lo que gasta y por lo que triunfa en banquetes, sale también la cuenta. No sabemos quo sueldo tiene Carlos Martínez de Ubago, pero suponemos que será el de tres mil peaetas anuales. El cargo de archivero de Hacienda, en Navarra, debe ser sumamente descansado porque la Hacienda interviene en nuestra provincia y antiguo reino desde época reciente y es muy limitado el círculo de sus atribuciones. Aunque tenga el De Ubago cuatro horas de o ficina, suponemos que tendrá lo bastante con que cmplo bien una sola hora, de donde le resulta en trescientos díaa laborables á razón do 10 pesetas la hora. Pueden Lacort y De Ubago continuar erigiéndose en maestros de los que gauau á real por hora y de los que ganan i perra chica ó á lo máa gorda por hora como les paga á sus obreras un industrial muy amigo de los dos. Puede De Ubago continuar abogando por la ilustración de la clase obrera aunque hasta ahora no hemos sabido que parte de aus muchas horas desocupadas las pase en el Centro de Obreros de Pamplona, ó en las Kscuclaa de Sau Vicente, ó ea la Cárcel, ilustrando á los reclusos. Es muy cómodo Sr. De Ubago escitar á que ilustren y den buea jornal í lus obreros. Los frailes trinitarios y loa mercenarios tau odiados por De Ubago se quedaban cautivos por redimir á los esclavos,y aquí, en Pamplona,los clericales erigeu manicomios, hospitales y conventos daudo de comer al obrero y fundan escuelas y vaa a la cárcel para enseñar á leer, escribir, doctrina, gramática y aritmética á lus hijos de los obreros para quienes loa socialistas de Pamplona, como única institución, han fundado una taberna. • 118 ; - - • % ' • • * • . LA AVALANCHA. La ilustración no hubiera sido de siglos sino ele nunca sin que loa frailes ó, si quiere Ubago, mejor monjes al lado de cada monasterio no hubieran levantado una escuela y un hospital y üin que la Iglesia, ante los embates de la barbarie, no hubiera sido el asilo de la enseñanza. Obras son amores y cuando la Iglesia aboga por la civilización monda á los misioneros a civilizar á antropófagos y San José de Calasanz no eé contentó por abogar por la enseñanza sino que fundó escuelas y Dom Bosco ha levautado talleres. En fin., que Lacort y De Ubago podían durante sus muchas horas de asueto marchar á la cantera de Cizur y sustituir á otros dos obreros que podían dedicarse á ilustrarse y si haeo falta nosotros nos convertiremos en maestros. ¿Aceptan la propuesta los burgueses de Lacort y De Ubago? Pepe, voy á referirte Dando saltos como un loco Un chascarrillo. Por cierto Y corriendo más que un ciervo. Que me desnuco de risa Sin encomendarse a nadie Cada vez que lo recuerdo. Tomó laa de Villadiego. Aún me duele la cabeza Y clamaba á voz en grito, Y me está silbando el pecho Atrepellando á los perros: De las grandes carcajadas «¡Horror! ¡el autor del himno! Que solté a diestro y siniestro. ¡Horror! ¡la boca de Riego! Marchaba yo por la calle Debajo de aquella chapa Está el himno callejero.» Tan campante y tan sereno Entonces caí en la ctienta Pensando freo que en Babia, Del equívoco funesto Es decir, en el Gobierno, Y me extrañó ver á un hombre, Y siguiendo al fugitivo Le grité, aunque desde lejos: Al parecer forastero, Oiga usted tenga más calma, Que fijo como una estaca, No se asuste ¡caballero! Estaba mirando al suelo. No es do Riego aquella boca, Yo sospeché en un principio, Porque de ello era muy dueño, Aquella boea es de riego. Que aquel poste en carne humana Y con esta explicación Estaba como perplejo. Que me ocurrió en el momento, Me ocurrieron muchas cosas En vez de aclarar la cosa, ¿Será que está discurriendo? Más asusté al forastero. ¿Se le habrá perdido algo? El cual jadeante y sin fuerzas, ¿Será un vago haciendo tiempo'?Sin sangre, sin hiél, ni aliento, En estas incertidumbres Quedó inmóvil en la calle Tomé el camino ináe recto Después de un Luuibo soberbio. Para contemplar de cerca Me acerqué y le dije: ¡hombre! A tan extraño sujeto. No hay que confundir los frenos, Me acerqué sin disimulo Se ba llevado usted un susto Y él, mirando siempre al suelo, Sin razón, sin fundamento. La tubería del agua, Tenía fija la vista Debajo de aquel letrero Con sobresalto y cou miedo, Tiene un grifo destinado En una cosa cuadrada; Al servicio de los riegos, Era una chapa de hierro En que en letras de relieve Y el luego que á usted le asusta Decía: BOCA DE RIEGO. Es completamente ajeno Viéndole tan abismado Al riego que está indicando Le dije: ¿qué hay, caballero? Aquella chapa de hierro. Me contempló con sorpresa Precisamente esas mangas Y entre aturdido 6 inquieto (ion que de continuo vemos Me replicó: señor mío, Que suelen regar las callea, Dígame, ¿qué es lo que veo? Las plazas y los paseos, ¿Se encuentra bajo esa chapa Bastan para hacer correr La misma BOCA DE K1EG0? A un millón de majaderos, La misma, le contesté Aunque con todo pulmón Canten el himno de Riego. Sin precaver los efectos. Esto le tranquilizó, Aquí mismo está la boca. Me despidió muy atento ¡La boca! ¿qué dije? ¡cielos! Y... ¡cómo me río, Pope, Esto que oyó aquel incauto Cada vez que lo recuerdo! Exhaló un !ay! lastimero, las suaves emanaciones del jazminero, cuyas ramas bajaban á coronar su frente, Ángel la contemplaba embelesado. —¿No quieres ver la huerta? preguntóle al fin. —Como tu prefieras, contestó la niña saliendo de su abstracción. —Yo solo prefiero aquello que tu deseas, prima mía. —¿De verán? interrogó ella, más que con la palabra con la penetrante mirada que fijó en el mancebo. —Te lo aseguro. . —¿Y BÍ te cojo la palabra? —Tendré en ello un placer, mi hermosa incrédula. —Pues bien, dijo Cila, irguiendo su altiva frente; no qniero qne vayas á la romería de Requesens. —Imposible. Cila lanzó una sonora carcajada, pero volvió el rostro para ocultar su despecho. Enseguida dijo sin dejar la riña: —Está muy en su lugar que no quieras privarte de esa diversión ó devoción, como gustes llamarle; pero, ¿quién te metía á dar seguridades que no habías de cumplir? ¡PorDioa, continuó, que los hijos de esta tierra son tan paróos en acciones como pródigos ea palabras! —Cila, hace media hora que por la dicha de permanecer á tu lado hubiera faltado por vez primera á la piadosa y devota costumbre de toda mi vida, aun sin que tú me lo ordenaras. —Pues sábete, primo, que tu te pareces á aquel rey (1) de quien dice Met (que no ignoras es algo entendido) que concedía lo que no le pedían, y lo que le pedían negaba. —Ea que posteriormente he formado un propósito. —¿Y puedo saberse cual? —El de pedir á la Santísima Virgen de las montañas una gracia... —¡Caramba! esclamó Cila, en cuyos ojos brilló una curiosidad irresistible; ¿no me dirás qué gracia es esa? —Sólo mediante una condición. —Sepámosla. Que me dejes ir á la romería. —Luego, ¿si yo no quiero... preguntó la niña con eapresión triunfante. —No iré, Cila, no iré, aunque me darás una pena muy grande, contestó Ángel tristemente. La vanidad y la curiosidad de lu ñifla lucharon unos instantes en su corazón; pero acallando la primera con la reflexión de que si Ángel le cedía el todo, bien podía ella concederle una parte, dejó por vencedora á la segunda, esclamando: —Sea; vé á Requens; pero dime cual es esa gracia que anhelas alcanzar de la Virgen. —¡Que me quieras! exclamó Ángel. —Y ¿por qué fundas la felicidad en que yo te quiera? —Porque la fundo en que seas mi mujer. —¡Válgame la Santísima Virgen del Tura, y qué pronto te ha entrado! ¡Pues si apenas me conoces! —Me ha bastado verte para prendarme de ti. —No seré yo quien de ello me fíe; anl que mucho madruga, poco dura, contestó Cila riendo. Hacia la entrada de la huerta resonaron algunas voces. Son mis amigos que vienen ¡í buscarme: ¿quieres que vaya ó que me quede? preguntó el joven. Vé á visitar á la Virgen de las montañas, repuso ella. m El regreso de la romería. K.AMIRO. Q (TRADICIÓN CATALANA.) (Continuación.) Transcurrieron algunos segundos. Cila tenía sus grandes ojos fijos en el suelo, y aspiraba con afán Vistoso y animado era el aspecto que presentaba la calle de la Junquera en la tarde del martes, ó sea dos días después al en que procesioníilinente marcharon los romeros al santuario de Requens. Cila, apoyados loa brazos en el balconcito de madera, dirigía sus miradas, ya á las hermosas damas que llenaban los balcones, ya á la alegre multitud que, saliendo en busca de los romeros, invadía la calle, ó bien las fijaba en el lindo altar que ella misma en unión de otras jóvenes había improvisado frente a su puerta, adornándolo de flores y cirios, donde debía descansar el Santo Criato á su paso para la iglesia. Cila parecía en estremo satisfecha; aquellos dos días habían sido los más felices de su vida. (1) Arquelao de Macedonia. LA AVALANCHA. Ni apenas había tenido lugar de echar de menos á BQ primo. Ana María la había llevado Á todas partes, y en todas partes la habían agasajado en estremo. En tres días que estaba en Figueras, -conocía á todoB loa galanes señores y menestrales, y unos y otros suspiraban por la hermosa payesa. De vez en cuando un carro que llegaba de Francia interrumpía la marcha de los transeúntes; enramado de encina y boj, venía como un carro triunia!; los conquistadores que conducía eran pacíficos y laboriosos hijos del campo, que ostentaban la airosa barretina y la vistosa faja con más orgullo que Carlo-Magno su triple corona y César au vencedora espada. ¡ Ali, y nunca como este día, en que venían de Requensl ¡Nunca como este día, en el cual todos habían purificado eus almas y llegádoso á la Sagrada Mesa, y después de rogar por los difuntos habían pedido á la Santísima Virgen la salud para los vivos, la salud para su amada tierra, la salud para sus familia»!... Los vistosos carros se fueron aglomerando uno en pos de otro; algunos de los que en ellos iban entonaban hermosas y animadas canciones, ó poéticas baladas llenas de encanto y melancolía. La animación crecía por momentos; la alegría de los que volvían y de los que quedaron era simultánea y conmovedora. Cila, distraída hasta entonces, pensó que no había visto regresar á Ángel. Algunas nubes velaban la luna, y aunque muchos carros se alumbraban con teas, otros caminaban en completa osouridad. Cila empezó á sentirse inquieta. Por fin distinguió el resplandor de las hachas que acompañaban al Santo-Cristo; la devota imagen se detuvo frente al altar, y la «scolanía de la parroquia entonó un villancico. Ana María y Cila se arrodillaron. —{Jesús mío, dijo á media voz la primera; voa que descendéis -de la montana desde donde vuestra Santísima Madre üos envía la salud, concedédsela BÍempre á mi hijo, hacedlo robusto, hacedlo bueno y felizl... Cila siguió mentalmente la plegaria de su tía; al llegar á la última palabra paaó la mano por su frente, como sucedía siempre que algo le preocupaba; pero, serenándose al punto, repitió en voz alta: —|Sí, Dios mío, sí; que sea felizt —¿Y Ángel? preguntaban media hora después las dos mujeres al travieso Met, que entraba cargado de flores y hierbas aromátioas. El me envía, contestó, á deciros que no le esperéis á cenar esta noche, ni á él ni á mí, porque yo con permiso de tío FranceBch, me vuelvo ahora mismo. —Pero ¿dónde está mi hijo? ¿qué vais á hacer? preguntó la celosa madre. El niño sonrió maliciosamente y se echó á la calle cantando. La cena fue triste y silenciosa. Ana María temía por la delicada salud de su hijo, que podía alterar cualquier exceso, y también porque no empezara i desmandarse el chico, como decía ella. Cila no estaba inquieta, sino despechada. Terminada la cena se jetiró á su cuarto, que era lu salita del balcón de madera que daba Á la calle. 119' mentos de dobles ojivas existente en la parte inferior del tímpano, se representa en un grupo á la resurrección do la carne, otros dos que se dirigen en ademán suplicante hacia la figura del . centro, que antes hemos citado, y en el otro extremo de esta faja varias figuras rodeadas de llamas y la de un demonio que les atormenta, queriendo representar, el artista, sin duda alguna, á los reprobos en el Infierno. En el vórtice del arco, como remate ó terminación á la portada, esta la imagen de Jesús crucificado con San Juan y María á ambos lados y en los de las diferentes archivoltas del abocinado se ven figuritas de obispos que probablemente querrán representar a Han Fermin, San Saturnino y otros. Es una bonita portada, esbelta en sLIS líneas generales y digna de estar descubierta como en la actualidad. Durante muchos anos estuvo oculta bajo la tosca armadura de una enorme cancela colocada, sin duda alguna, con buen fin pero pésimo gusto, habiendo intervenido en la operación alguna mano inexperta y poco inteligente quo, sin piedad, destruyó parte de las figuritas de los capiteles sin tener en cuenta que la mano del artífico quo las esculpiera estará amenazando y pidiendo justicia para que sea reparada tamaña alevosía. ¿Qué idea tenían del arte ó á lo menos de lo que cuesta un trabajo cuando tan impunemente destruían lo que jamás supieron concebir? ¡Quo Dios les haya perdonado! y que tan grandes disparates sirvan de lección que haga ponerse en guardia á los amantea de lo bueno y trabajen para que los encargados de la custodia de estosrecuerdos históricos del arte, velen porque no sean desmoronados ni expuestos á la picota. Procesión de San Luis Gonzaga, en Pamplona.—Entre las solemnidades religiosas que se celebran en Pamplona, merece especial mención, las que anualmente dedica á BU Angelical Patrono en el presente mes de Mayo, la bienliochora y simpática Asociación do jóvones de San Luis Gonzaga. El grabado que adorna este número representa uno de los actos más bellos que presenció nuestra querida ciudad el domingo 19 del actual. En el momento de pasar la magnífica procesión. de Ion Luises, por la espaciosa Plaza del Castillo, por la parte donde está situada la casa del Sr. Zozaya, numeroso público contempla, siempre edificado, este espectáculo consolador, y de los labios de todos brotan espontáneamente cariñosas frases de bendición y afecto, para los incansables directores y colaboradores do osta floreciente Congregación, que tan moralizadora influencia ejerce en Navarra. ¡Que Dios Nuestro Señor premie loa desvelos de los dignos sacerdotes que á esta hermosa empresa dedican sus trabajos, y haga que la Congregación de San Luis crezca y se robustezca cada vez más para bien de Pamplona! AUBOBA LISTA. (Se continuará.) V-sc 1 NUESTROS GRABADOS. Portada de la Iglesia de San Saturnino* en Pamplona.— Hay diversidad de pareceres entre los arqueólogos sobre la época de construcción de esta portada, pues mientras las archivoltas forman un arco apuntado propio del siglo XIV1 os capiteles iconísticos en que descansan, asi como la imaginería del tímpano son propios del siglo XIII. Entre aquellos se ven pasajes de la Historia Sagrada, como la Anunciación, Nacimiento del Hijo de Dios, Adoración de los Santos Reyes, Huida á Egipto, la entrada en Jermalén, Cruz á cuestas, Crucifixión, Descendimiento, bajada al seno de Abraham y Resurrección. En el tímpano, destácase en tamaño rogular la imagen del Salvador, á la que le falta ol brazo derecho y tiene el izquierdo agregado de madera y no eii la posición que debió tenor ol primitivo ó de piedra. A los lados del Salvador, en actitud suplicante, aparecen varias figuras qne no pueden precisarse por sus nombres. Entre ellas un ángel tocando la trompeta, quo sin duda llama al juicio final, puesto que en una zona ó faja con comparti- MESA REVUELTA. Beneficios de /a Confesión.—El párroco de Funes, D. Ignacio Ibarbia, ha entregado al Ayuntamiento de aquella villa la cantidad de mil pesetas que le fueron entregadas bajo sigilo sacramental y en concepto de restitución. Sobre ío mismo. —Cortamos de un periódico local. «•Secreto de la Confesión.—Dicen de París que á la viuda Fenayrón, habitante en Stablcs (Saint-Laurent) le fue robada una suma aproximada de 80.000 francos, en Enero último. »E1 cura de su parroquia acaba de hacerle entrega de un paquete que contiene exactamente aquellos valorea, amparándose delante de la justicia, respecto del autor del robo, en el secreto de la confesión, bajo el cual le entregó aquella suma para eu dueña.» Dec/arac/ón,—Involuntariamente dejamos de consignar eu nuestro número anterior, que los curiosos datos publicados en él referentes a la aparición de Nuestra tíefiora del Camino, fueron tomados de la interesante memoria premiada en el certamen de la Academia-bibliográfica-mariana de Lérida el ano 1896, y escrita por el erudito cronista y archivero de Navarra, distinguido colaborador nuestro, el I. Sr. Dr. D. Mariano Arigita y Lasa, canónigo dd esta iglesia catedral. 120 LA AVALANCHA. 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