emergencias p o N E N e 1 A s INTRODUCCIÓN AL TRATAMIENTO DEL DOLOR AGUDO EN LOS PACIENTES CON CÁNCER* F. Buisán Servicio de Anestesiología y Reanimación. Hospital Universitario. Valladolid Introducción El dolor constituye uno de los síntomas más fre­ cuentes por los que acuden los pacientes al médico. Además, el dolor intenso, ya sea agudo o crónico, re­ presenta para el enfermo, y sus familiares, una verda­ dera emergencia, demandando una solución rápida que alivie su sufrimiento, muchas veces en el marco de los Servicios de Urgencia. Con respecto a los enfermos con cáncer, Bonica et all, revisando un total de 54 trabajos procedentes de 15 países, encuentran que entre 5.410 pacientes con cáncer en diferentes fases de la enfermedad, la inci­ dencia del dolor era del 51 %, mientras que de 9.007 enfermos con cáncer metastásico avanzado o termi­ nal, la incidencia fue del 74 %. Además, en los pacien­ tes con cáncer avanzado o terminal, la intensidad del dolor será tal, que un 80 % de los mismos precisará tratamiento con narcóticos para el alivio de su dolor. El dolor asociado al cáncer, en general, suele ser cró­ nico y constante, de intensidad variable, y, en muchas ocasiones, presenta importantes fluctuaciones (reagu­ dizaciones) de difícil manejo terapéutico. La experien­ cia del médico le permite conocer y comprender el do- * Ponencia presentada en las I. Jornadas Castellano-Leone­ ' sas de Medicina y Enfer 28 y 29 de mayo de 1992). Correspondencia: F. Buisan. Servicio de Anestesiología y Reanimación. Hospital Universitario. Valladolid. 128 lor agudo de las urgencias médicas y quirúrgicas, pero no le permite evaluar plenamente la situación de un enfermo que experimenta un dolor, como el del cán­ cer, cuyo final no es posible predecir; en lugar de me­ jorar, empeora; carece de objetivos biológicos y llega a polarizar toda la atención del paciente hasta aislarlo del mundo externo. En el año 1982 un comité de expertos de la Organi­ zación Mundial de la Salud preparó una guía informe sobre el tratamiento farmacológico del dolor de ori­ gen canceros02, enfocándolo paso a paso, según una escala analgésica y de acuerdo con la intensidad del dolor (Figura 1). El uso apropiado de analgésicos an­ tiinflamatorios, opiáceos y fármacos de los llamados coadyuvantes (corticoides, antidepresivos, anticon­ vulsivantes, etc,) permitirían controlar el dolor en un 70-80 % de los casos según los autores3-5• Existen muchas guías para el tratamiento del dolor de origen canceroso, sin embargo, hay pocos trabajos publicados acerca del tratamiento del dolor en el cán­ cer6-8 que aludan al problema del dolor agudo y/o de las exacerbaciones transitorias del dolor, y ninguno lo describe de manera detallada y clara. En definitiva, no existen referencias bibliográficas sobre el manejo te­ rapéutico agudo de estos enfermos, los cuales pueden acudir a los Servicios de Urgencias por presentar do­ lor intenso, bien porque no están tratados o por estar­ lo de manera in�uficiente, o bien, por presentar diver­ sas condiciones clínicas que requieren una actuación urgente. Una aproximación al tratamiento del dolor en los pacientes oncológicos, bajo estas circunstancias, es lo que se ha intentado en este trabajo. Emergencias. Vol. 4, Núm. 4, Julio·Agosto 1992 mería de Eme Causas de dolor agudo en el cáncer Siguiendo a Bonica et al. I , las causas de dolor agu­ do oncológico pueden agruparse bajo los siguientes epígrafes (Tabla 1): a) dolor agudo relacionado con el Si el dolor persiste o aumenta 2 Opiáceo débil ± No opiáceo l ± Coadyuv mte cáncer; b) dolor agudo no relacionado con el cáncer; c) dolor agudo, en pacientes terminales, causado por diversas condiciones. Es importante evaluar con detalle las posibles cau­ sas, ya que de esto va a depender el tratamiento. Hay que tener en cuenta, también, que muchos enfermos con cáncer avanzado tienen simultáneamente más de uno de estos dolores. La terapéutica irá dirigida, si es posible, hacia la causa del dolor (por ejemplo, se indicará tratamiento quirúrgico en caso de obstrucción o torsión de una vís­ cera), tratándose, a su vez, el problema doloroso con analgésicos sistémicos, analgesia regional, u otras tera­ piaS. Si el dolor persiste o aumenta Estrategia terapéutica No opiáceo 3 ± Coadyuvante Moderado Dolor: Leve Severo Fig. l. Escala analgésica de la OMS para el tratamien­ to del dolor en el cáncer. TABLA l. Causas de dolor agudo en pacientes oncológicos a) Relacionadas directamente con el cáncer - Dolor agudo causado directamente por el cáncer: Metástasis óseas (cráneo, huesos largos, vértebras) Infiltración tumoral del tejido nervioso (compresión nerviosa) Infiltración de tejidos blandos Complicaciones viscerales (oclusión de una víscera hueca) Hipertensión intracraneal Espasmos musculares - Dolor agudo causado por la terapéutica antitumoral: Dolor postquirúrgico (postoracotomía, postmastecto­ mía) Dolor tras quimioterapia (mucositis, mialgias) Dolor tras radioterapia (mucositis, fibrosis de plexos) - Dolor agudo causado por los efectos de enfermedad crónica: Estreñimiento Úlceras de decúbito Neuralgia postherpética b) No relacionadas con el cáncer Dolores musculares Osteoartritis Migraña e) Relacionadas con fases terminales de la enfermedad Fracturas metastásicas Tomado de Bonica et al. I con modificaciones. , La base de tratamiento antiálgico corresponde al uso de analgésicos sistémicos. Sin embargo, conviene recordar que la mayoría de los pacientes precisarán de una combinación de tratamientos (analgésicos, anti­ depresivos, bloqueos anestésicos, radioterapia, etc.). Si no se tienen en cuenta estos hechos, el dolor puede seguir siendo rebelde. Un aspecto importante es la vía de administración de medicamentos. La presencia de náuseas y vómitos, la deshidratación, desnutrición y caquexia de muchos de estos enfermos, va a condicionar la vía de admi­ nistración. La vía oral -de elección en el dolor cró­ nico oncológico- tendrá que ser sustituida, en mu­ chas ocasiones, por la parenteral -intravenosa, intra­ muscular o subcutánea-, y, una vez mitigado el do­ lor, se podrá pasar de nuevo a la vía oral. Además, con frecuencia, será preciso hospitalizar a los pacientes du­ rante 24-48 horas, para conseguir un control adecua­ do del dolor. Los tres analgésicos principales son: la aspirina, la codeína y la morfina. Es conveniente, además, cono­ cer bien uno o dos fármacos alternativos y, a veces, también será necesario prescribir uno o más medica­ mentos coadyuvantes (Tabla 2). Desde un punto de vista meramente práctico y en orden a iniciar una terapéutica racional, se podría di­ vidir a los pacientes en dos categorías: a) pacientes no tratados o insuficientemente tratados; b) pacientes tra­ tados con opiáceos que presentan episodios de dolor o reagudizaciones no controlables por medio de la te­ rapia narcótica precedente (<<breakthrough pain»). a) Pacientes no tratados o insuficientemente tratados A la vez que se evalúa la naturaleza y la posible cau­ sa del dolor se ha de iniciar el tratamiento con un anal- F. Buisán.-Tto. del dolor agudo 129 10 gésico apropiado, teniendo en cuenta la medicación previa. Si el paciente no tomaba analgésicos, aunque el dolor sea intenso, es razonable comenzar con an­ tiinflamatorios no esteroideos (AINE) asociados o no a codeína. La aspirina y otros AINE resultan especial­ mente útiles en el dolor óseo causado por metástasis. Si es necesaria la vía parenteral, se puede utilizar ace­ tilsalicilato de lisina (Inyesprin Forte®), 1,8 gr/12 h. im ó iv; metamizol (Nolotil®), 2 gr/8 h. im ó iv; keto­ rolaco (Toradol®), 30 mgi6 h. im o iv. Posteriormente se puede continuar con aspirina (Adiro®), 500 mgi4-6 h. vo, o diclofenac (Voltaren®), 50 mgi8 h. vo. En pa­ cientes cuyo dolor no es de origen óseo y en los que no toleran los AINE, el medicamento alternativo es el paracetamol (Termalgin®) a dosis de 500 mgi4-6 h. vo. Si a pesar de esto el dolor persiste o aumenta, se aso­ ciará a lo anterior un opiáceo débil como la codeína (Codeisan®, 30-60 mgi4 h. vo; Contugesic®, 60-120 mgi 12 h. vo). Si la combinación del no opiáceo más el opiáceo débil sigue sin ser efectiva, se cambiará a un opiáceo potente. Dentro de los narcóticos potentes tenemos la bupre­ norfina y la morfina La buprenorfina (Buprex®) es un potente analgésico no sujeto a la normativa sobre estupefacientes. Las do­ sis que se utilizan son de 0,2-0,4 mgi6-8 h. sublilinTABLA 2. Lista básica de medicamentos GRUPO No opiáceos MEDICAMENTO BASE Aspirina Opiáceos débiles Opiáceos potentes Codeína Dihidrocodeína Morfina Coadyuvantes Anticonvulsivos Carbamazepina Neurolépticos Ansiolíticos Antidepresivos Corticoides 130 gual ó 0,3-0,6 mgi6-8 h. im O iv. No se debe admi­ nistrar nunca conjuntamente o alternando con morfi­ na, ya que puede antagonizar la acción analgésica de ésta. La mayor desventaja de la buprenorfina es que posee un techo analgésico, es decir, aunque se aumen­ ten las dosis no se conseguirá una mayor eficacia anal­ gésica y sí más efectos secundarios. La morfina es la base del tratamiento de los dolores intensos del cáncer, ya que es fácil de administrar y, utilizada adecuadamente, proporciona un alivio eficaz del dolor en la mayoría de los casos. La mayor parte de los pacientes con cáncer que acuden a los Servicios de Urgencias por dolor intenso ya han sido tratados con AINE e incluso opiáceos, pero, por regla general, las dosis de los analgésicos que vienen tomando no son las correctas o los intervalos entre dosis no son los apropiados. La morfina puede administrarse por vía oral en solución alcohólica o acuosa. El Servicio de Farmacia de nuestro hospital prepara una solución de cloruro mórfico al 0,1 % de la siguiente forma: Mor­ fina, 1 gramo; suero fisiológico, 1 litro, más unas go­ tas de esencia de naranja para enmascarar el sabor amargo. En esta sencilla solución, 1 cc contiene 1 mg de morfina. ¿Cómo iniciar el tratamiento con morfi­ na en estos enfermos? Se suele empezar con 5-10 mg cada cuatro horas. Si el paciente se encuentra muy Proclorperazina Haloperidol Diazepam Hidroxicina Amitriptilina ALTERNATIVAS Paracetamol Diclofenac Naproxeno Metamizol Ketorolaco Destropropoxifeno Buprenorfina Metadona Petidina Fenitoína Valproato Clorpromazina Imipramina Doxepina Prednisona Prednisolona Dexametasona Emergencias. Yol. 4, Núm. 4, Julio-Agosto 1992 somnoliento después de la primera dosis y no tiene do­ lor, la segunda dosis se debe reducir a la mitad. Si a las 24 horas del tratamiento la analgesia es insuficien­ te, la dosis inicial se aumentará un 50 %. Se ha de in­ sistir en la necesidad de administrar la morfina cada 4 horas, para mantener unos niveles plasmáticos ade­ cuados. En enfermos en situación precaria, con vómitos, deshidratados, etc., o para obtener una respuesta rá­ pida, se puede administrar la morfina por vía intrave­ nosa, intramuscular o subcutánea, iniciando el trata­ miento con 2-5 mg cada 5 minutos hasta lograr la anal­ gesia, luego se administrará la dosis total cada 4 ho­ ras. En cuanto sea posible se pasará a la vía oral, te­ niendo en cuenta que la relación dosis parenteral/oral es de 1/3, o sea, que para obtener el mismo efecto, las dosis orales de morfina se multiplicarán por tres en re­ lación con las parenterales. Además de estos fármacos, se suelen utilizar otros medicamentos coadyuvantes. Nosotros usamos casi de manera sistemática los antidepresivos tricíclicos, fundamentalmente la amitriptilina (Tryptizol®, 25-75 mg vo por la noche), que además de su efecto antidepresivo posee una acción analgésica. Una vez logrado el control del dolor, que suele con­ seguirse en 1 ó 2 días, se puede dar de alta al pacien­ te. Para una mayor comodidad del enfermo, la dosis de morfina en solución acuosa puede pasarse a com­ primidos de morfina de liberación controlada (MST Continus®), de la siguiente forma: por ejemplo, si la dosis total diaria de solución acuosa de morfina es de 60 mg, esto es, 10 mgl4 horas, se administrará un com­ primido de 30 mg de MST cada 12 horas. b) Pacientes tratados con opiáceos que presentan epi­ sodios de dolor o reagudizaciones No es infrecuente encontrar enfermos con episodios de dolor o reagudizaciones del dolor no controlables por medio de la terapia narcótica precedente (normal­ mente morfina por vía oral), lo que los anglosajones llaman «breakthrough pain». Una característica im­ portante de este tipo de dolor transitorio es su inten­ sidad: suelen ser dolores severos o insoportables. Cuatro principios se han propuesto como guía para el manejo de este tipo de dolor9. Primero, es preciso una evaluación que determine las características, etiología y patofisiología del dolor, y la relación entre el dolor y el estado clínico general del paciente. Segundo, considerar la posibilidad de un tratamien­ to primario enfocado a la causa del dolor. Estos tra­ tamientos primarios incluyen una variedad de actua- ciones tales como radioterapia de una lesión doloro­ sa, inmovilización quirúrgica de una fractura ósea, descompresión de una obstrucción intestinal, o admi­ nistración de antibióticos para una infección localiza­ da. Tercero, ajustar las dosis de analgésicos. Concreta­ mente, las dosis de opiáceos deberían ser incrementa­ das hasta obtener efectos favorables o hasta que apa­ recieran efectos secundarios importantes. Una de las características de este tipo de dolor es su relación con el régimen analgésico de base, es decir, la instauración o exacerbación del dolor suele coincidir con el final del efecto de la dosis previa. Estos dolores mejorarían con un incremento de la dosis del opiáceo o con la re­ ducción del intervalo entre dosis. Finalmente, la experiencia clínica indica que la me­ dida más importante a tomar es el uso de una «dosis de rescate» del narcótico, cuando sea preciso, conjun­ tamente con el fármaco administrado regularmente. Los mejores resultados se obtienen con la administra­ ción de morfina intravenosa. La dosis de rescate más efectiva varía ampliamente, pero una aproximación lógica podría ser el equivalente al 5- 10 % de la dosis total diaria de opiáceo que el paciente viniera reci­ biendo, administrada cada 2-3 horas si fuera necesa­ no. Otros fármacos pueden ser también útiles para tra­ tar algunos tipos de episodios de dolor agudo. Si hay evidencia de dolor neuropático, que el paciente refie­ re como una sensación de quemazón o escocedura, o punzante, causado por infiltración maligna de un ner­ vio, pueden utilizarse fármacos antidepresivos o anti­ convulsivantes. La amitriptilina (Tryptizol®), 25-75 mg vo por la noche, o la carbamazepina (Tegretol®, 200-400 mgl12 h. vo pueden ser efectivos. En casos de síndrome de compresión medular por metástasis (dolor, alteraciones sensitivas, paraplejia, incontinen­ cia de esfínteres) se instaurará urgentemente trata­ miento con dexametasona (Fortecortin®, 40-100 mg iv ó 12 mg vo al inicio y continuar con 4-8 mgl6 h. aso­ ciado o no a radioterapia local o a laminectomía des­ compresiva. En pacientes con cefaleas causadas por hipertensión intracraneal secundaria a tumor se usa también la dexametasona a las mismas dosis. Un cuadro que se produce con relativa frecuencia en los pacientes con neoplasias abdomino-pélvicas en fase avanzada, sobre todo ováricas y del intestino grueso, es la obstrucción intestinal. Cuando las condi­ ciones del paciente lo permitan y las perspectivas sean de un resultado bueno, estará indicado el tratamiento quirúrgico. Los casos que no puedan ser operados re- F. Buisán.-Tto. del dolor agudo 131 11 quieren un tratamiento que pueda controlar el dolor y los vómitos. El dolor de tipo cólico puede ser con­ trolado mediante espasmolíticos como el butilbromu­ ro de escopolamina (Buscapina®). La dosis de Busca­ pina será de 20 mgl8 h en infusión iv continua. La morfina va a disminuir el peristaltismo intestinal y debe asociarse a los espasmolíticos. La dosis depende­ rá de si el paciente tomaba ya morfina para controlar el dolor previamente. Como antiemético se utiliza el haloperidol, 2,5 mgl8-12 h. por vía intramuscular o subcutánea. Por último, decir, que son necesarios más estudios que clarifiquen la estrategia terapéutica a seguir, así como los fármacos, dosis e intervalos más idóneos a utilizar en los pacientes que presentan dolor agudo asociado al cáncer. Bibliografía l. Bonica J J, Yentafrida Y. Twycross R G. Cancer Pain. En: Bonica J J, ed. The management of pain. Filadelfia, Lea & Febiger. 1990: 197-208. 2. Esteban Moreno S. 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