Galería de Vallenses Distinguidos. Uxó, Nº 6 (11/12/1966) p. 3 DON FRANCISCO ORENGA MARTÍ Entre los personajes de acusada significación local que, por derecho propio merecen un puesto destacado en estas breves biografías de vallenses distinguidos, figura un famoso médico e incorregible viajero, una especie de trotamundos de espíritu inquieto y corazón abierto a todas las nobles y rectas ambiciones. Devoto de Hipócrates y apasionado admirador de Juan Sebastián Elcano, compaginaba el ejercicio de su carrera profesional con el continuo viajar por los más lejanos países. En Vall de Uxó, naturalmente, era muy apreciado y sus contemporáneos, con respetuosa admiración, le llamaron “el sabio Orenga”. Don Franciso Orenga Martí, que es personaje que nos ocupa, nació en Vall de Uxó en 4 de junio de 1821. Estudió la carrera de medicina, licenciándose en el año 1843 y luego siguió la de Cirugía, que se terminó brillantemente en 1849. Seguramente, en sus primeros años de médico, ejerció su benemérita profesión en esta villa, desde 1843 hasta 1851. En este mismo año, el Gobierno, en atención a sus méritos extraordinarios, le nombró director interino de los baños de Villavieja, que ya por entonces gozaban de gran fama. Al finalizar la temporada de aquel año, acompañó a un enfermo a Francia y, aprovechando esta magnífica oportunidad, permaneció algunos meses en París, ampliando sus estudios. A su vuelta del país galo, hizo oposiciones para médico de la Armada en el Arsenal de Cartagena. Después, recomendado por el conde de Alcudia (un Saavedra, hijo del que fue embajador en Viena del primer Monarca tradicionalista Carlos V), gran amigo suyo y por don Ramón de Campoamor, el insigne poeta de “las Doloras”, que a la sazón ostentaba el cargo Gobernador Civil de Valencia, se presentó a los ejercicios pertinentes consiguiendo sacar el número uno en dichas oposiciones, y por tanto, obtuvo preferentemente, la plaza ambicionada. Ejerció sus funciones en el Hospital de San Fernando, pasando tiempo después a la fragata “don Juan de Austria”. Por lo visto, no le gustaba mucho la vida de a bordo por cuanto en el año 1856 renunció al cargo estableciéndose en Cuba a Puerto Rico, exactamente a la ciudad de Mayagüez. En esta última población prestó sus servicios como médico de asistencia pública domiciliaria alcanzando mucha honra y buen provecho. Pasado cierto tiempo, el Gobierno español le designó para el cargo de Inspector de Sanidad del Puerto, y el Capitán General le propuso para concejal de aquel Ayuntamiento. En el año 1860 regresó a España con objeto de ver a su madre, enferma de cuidado. Luego, a fines de mismo año, marcha a París donde permanece unos ocho meses preparándose para el doctorado. En noviembre de 1861 se le confía el grado de doctor en Medicina de la Universidad Central de Madrid, siendo su padrino don Felipe Pedro Monlau, el ilustre polígrafo y catedrático de Higiene Pública y Privada de aquella Universidad, autor de la obra “Higiene de matrimonio”, que a los cien años de su aparición, todavía se lee con gusto. En los primeros meses de 1862, regresa otra vez a Puerto Rico y allí fija su residencia hasta mediados de 1865, en que retorna a España al lado de su familia. En su viaje de vuelta recorrió Puerto Príncipe, Nueva York, Filadelfia, Penatoya, cataratas del Niágara, Londres, París y alguna otra ciudad de menor importancia, hasta llegar a Valencia, desde cuya capital se trasladó directamente a Vall de Uxó. Poco tiempo después de llegar a su patria nativa, en agosto del mismo año, falleció su madre, a una edad bastante avanzada. La dolorosa pérdida del ser querido le sumió en hondo pesar del que no se recobró por completo en el resto de sus días. Ya no pensó en viajar por Europa ni mucho menos ir al Nuevo Continente. Se sentía viejo y cansado. El recuerdo de su madre, traía a su alma nostalgias aromadas de tristeza induciéndole a una vida de quietud y reposo que constituía una definitiva rectificación a la trayectoria de una existencia azarosa y aventurera, dedicada en su mayor parte a realizar largos y arriesgados periplos. Optó por establecerse en Valencia, en la calle de las Almas, para vivir, más tarde, en la plaza del conde de Buñol, junto a la popular calle de Caballeros. Continuó practicando su carrera de médico, consiguiendo gran fama en la capital del Túria, como lo prueba el hecho de que frecuentemente requerían sus servicios facultativos gentes que residían en los más apartados lugares de la región levantina. Estos triunfos profesionales y la holgada posición social y económica que consiguió, no le ofuscaron ni ensoberbecieron. Era de natural afable y sencillo. Amaba sobre todas las cosas a Vall de Uxó y, en sus prolongadas ausencias, llevaba muy adentro del corazón el nombre de su patria chica. Estaba orgulloso de ser hijo de un pueblo honrado y laborioso y cuando en su despacho de Valencia recibía la visita de algún hijo del valle, tanto a saludarle, cuanto en plan de consulta, experimentaba un gran placer en atenderle y de partir un rato sobre temas valleros. Don Francisco Orenga Martí era un hombre dotado de extraordinaria capacidad de trabajo y muy ordenado en sus costumbres. Atendía sus deberes profesionales y políticos con suma diligencia y solicitud, alternando sus horas libres con la vida de sociedad y la lectura. El resto del tiempo lo dedicaba a despachar su numerosa correspondencia. A su muerte, ocurrida en el año 1873, dejó más de mil cartas clasificadas por sus respectivas fechas. Varón de vasta cultura y profundos conocimientos en diversas materias, dominaba perfectamente los idiomas francés, inglés y portugués, haciendo gala constantemente de ilustración adquirida por sus estudios en sus viajes. Su amor a los buenos libros le llevaba a la adquisición de obras de los más variados temas del saber humano, prefiriendo los volúmenes raros y curiosos, sin importarle su valor, como entusiasta bibliófilo. Después de su fallecimiento sus herederos entraron en posesión de una magnífica biblioteca, integrada por cerca de dos mil volúmenes.