de historia argentina y americana - Biblioteca Digital

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Temas
de historia argentina
y americana
17
Temas
de historia argentina
y americana
17
Julio-Diciembre de 2010
Pontificia Universidad Católica Argentina
Facultad de Filosofía y Letras
Instituto de Historia Argentina
y Americana
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
Ilustración de tapa: Rincón Boquense, óleo de Benito Quinquela Martín.
Buque Museo Fragata “Presidente Sarmiento”
Corrección de textos: Prof. Lorena Clara Casais
Traducción: Prof. María Sol Rubio García
Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Historia
Instituto de Historia Argentina y Americana
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Dr. Arno Wehling
(Instituto Histórico e Geografico Brasileiro.
Universidad de Río de Janeiro).
Sumario
Investigaciones
Samuel Amaral, En las raíces ideológicas de Montoneros: John William
Cooke lee a Gramsci en Cuba....................................................................... 15
Noemí Brenta, Argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas
del FMI y Club de París (1956-2009)............................................................ 53
María Fernanda de la Rosa, La violencia como táctica de lucha en el
anarquismo argentino (1900-1910)................................................................ 77
Diego Jiménez, La política exterior de Raúl Alfonsín (1983-1989):
un balance aproximativo..............................................................................101
María Cecilia Míguez, Los partidos políticos argentinos y el envío de
tropas al Golfo Pérsico (1990-1991). Debates y posiciones del oficialismo
y la oposición. ¿Distintos proyectos de inserción internacional?.............. 125
Danielle Py, El sentimiento partidista presente en el inicio de la
Conquista del Perú. Supervivencia medieval en los conflictos entre
Pizarro y Almagro........................................................................................161
Paola Silvia R amundo, Cerámicas y procesos sociales: implicaciones
metodológicas para su estudio en la Quebrada de la Cueva,
Humahuaca, Jujuy........................................................................................183
Agustina R ayes, La relación bilateral gubernamental entre Argentina y
Chile, 1862-1880. La dimensión del conflicto.............................................. 201
12
Sumario
Documentos
Julio M. Luqui Lagleyze, La Revolución de Mayo según el relato del
virrey del Río de la Plata Baltasar Hidalgo de Cisneros.............................241
Estudios y R ESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Elena Altuna, Retórica del desagravio. Estudios de cultura
colonial peruana (Adela M. Salas)...............................................................261
Franz Brendle y Anton Schindling (EDS.), Geistliche im Krieg
(Victoria Carsen).......................................................................................... 263
Leandro Losada, Historia de las elites en la Argentina
(María Sol Rubio García)...................................................................................
Pedro Lozano, Historia de la Conquista de las Provincias del Paraguay,
Río de la Plata y Tucumán (Rogelio Paredes)............................................. 265
John Lynch, San Martín. Soldado argentino, héroe americano
(Miguel Ángel De Marco)........................................................................... 268
Ana María Rodriguez Yaguer, Un pequeño lugar bajo el sol. Mussolini,
la conquista de Etiopía y la diplomacia uruguaya. 1935-1938
(Hebe Pelosi)................................................................................................ 270
Investigaciones
En las raíces ideológicas de Montoneros:
John William Cooke lee a Gramsci en Cuba
Samuel Amaral
Universidad Nacional de Tres de Febrero
amaral.samuel@gmail.com
R esumen
Desde 1945 la izquierda argentina no pudo resolver el enigma planteado
por el hecho de que la clase obrera era peronista. Varios intentos teóricos fracasaron antes de que John William Cooke hiciera el suyo a mediados de los
años sesenta. Influenciado por Gramsci, consideró que la clase obrera es una
categoría histórica, por lo que el peronismo era la experiencia histórica de la
clase obrera argentina y, como tal, revolucionario. Neutralizó el papel político
de Perón convirtiéndolo en el símbolo de la identidad peronista. Por esto, la
teoría de Cooke fue clave para que guerrilleros de izquierda se declararan peronistas sin que les importaran las opiniones e intenciones políticas de Perón.
Las limitaciones de esa teoría quedaron expuestas cuando el general regresó
a la Argentina y fue electo presidente por tercera vez.
Palabras claves
Peronismo – Marxismo – Guerrilla – Foquismo – Gramsci
Abstract
From 1945 onward, the Argentine Left could not solve the riddle posed by
the fact that the working class was Peronist. Several theoretical attempts had
failed by the time John William Cooke made his in the mid-1960s. Influenced
by Gramsci, he found that the working class is not an abstract category but the
outcome of a historical experience. So, for him, as the historical experience
of the Argentine working class, Peronism as such was revolutionary. In his
theory, Perón came to be a symbol of Peronist identity, but not a political actor. Because of that, Cooke’s theory was instrumental for Leftist guerrillas to
declare themselves Peronist regardless Perón’s political views and intentions.
Temas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 15-51.
16
Samuel Amaral
The shortcomings of his theory came into light when Perón came back to Argentina from his long exile and was elected to a third presidential term.
K ey Words
Peronism – Marxism – Guerrillas – Focoism – Gramsci
El peronismo fue un enigma irresoluble para los marxistas argentinos: la
clase obrera, a la que creían el sujeto de la historia, renunciaba a la revolución
que pondría fin al dominio de la burguesía. Algunos trotskistas y comunistas
disidentes habían visto en el gobierno peronista el atisbo de una revolución
nacional que aunque no fuese la proletaria y socialista podía considerarse un
paso en el camino de ésta. La caída del peronismo los dejó sin respuestas ante
el hecho de que la mayoría de los obreros continuaban siendo peronistas a
pesar de que ya no había un gobierno de ese signo y de que Perón se negaba a
a recorrer el camino de Damasco hacia el marxismo.
En la primera mitad de los sesenta, la izquierda sufrió una crisis como
consecuencia de la revolución cubana, complicada por el proceso de desestalinización y por el estallido del conflicto chino soviético. El Partido Comunista, antes el partido de la revolución mundial, comenzó a ser visto por
los jóvenes que llegaban a la vida política de ese sector del espectro como
un partido conservador que se negaba a emprender el camino efectivo de la
revolución en la Argentina. Para estos jóvenes, sin embargo, el peronismo no
era un enigma menor que el que había sido para sus antecesores desde 1945,
pero aun para ellos seguía poseyendo una virtud clave: la clase obrera seguía
siendo peronista.
Hasta mediados de los sesenta, esa virtud del peronismo se había visto
opacada para ellos porque estaba dirigido a la distancia por un líder que no
cabía en ningún proyecto revolucionario, y de modo más próximo y directo
por sindicalistas burocratizados y políticos de menor envergadura que parecían
ilusionarse, como tantos políticos, sólo con volver a controlar una porción del
presupuesto. Esa dirigencia peronista constituía una brecha insalvable para
quienes querían redimir a los obreros mediante una revolución socialista. Para
que las brechas de la realidad puedan ser cerradas es necesario que haya quien
imagine cómo hacerlo. John William Cooke fue quien imaginó una nueva
interpretación marxista del peronismo, para que éste cumpliera por medio de
la violencia el papel revolucionario que él le asignaba a pesar de sus dirigentes
y a pesar de Perón mismo. La perspectiva teórica de Cooke fue clave para las
En las raíces ideológicas de montoneros
17
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), la vertiente marxista de Montoneros, como otros pensadores lo fueron para su vertiente católica.
Cooke no fue un marxista seducido por el peronismo sino un peronista
que descubrió el marxismo. No lo hizo, sin embargo, en las etapas formativas
de su vida, como consecuencia de la militancia o de la atracción intelectual,
sino por su actividad política tras la caída de Perón, a fines de la década del
cincuenta, ya cerca de los cuarenta años. Como por entonces se estaba abriendo la crisis posestalinista, cuando se acercó al marxismo encontró al Partido
Comunista, pero también voces críticas que recién se comenzaban a escuchar.
El descubrimiento de ese otro marxismo desde una experiencia política ajena
a la tradición leninista fue lo que confirió originalidad a la visión de Cooke:
no dejó de proclamarse peronista y reinterpretó al peronismo desde una perspectiva marxista.
El inicio de la carrera política de Cooke no hacía prever un futuro como
teórico revolucionario. Había llegado a la política, por obra de su padre y de
los amigos de su padre, como diputado nacional en 1946, a los 26 años. Su
nacionalismo intemperado y una vida privada demasiado agitada para un jefe
de partido formado en la disciplina militar lo dejaron fuera del Congreso al
vencer su mandato en 1952. Tras algunos años sin cargos políticos, durante
los cuales dirigió la revista De Frente, fue designado interventor en el partido
peronista de la capital cuando Perón decidió recurrir a los políticos de origen
radical, durante el breve lapso de conciliación que siguió al levantamiento de la
La influencia de la interpretación del peronismo de Cooke en los inicios de FAR puede
advertirse en “FAR: los de Garín”, Cristianismo y Revolución Nº 28, 1971, pp. 56-70, reproducido en Roberto Baschetti, De la guerrilla peronista al gobierno popular: documentos, 19701973, La Plata, Editorial de la Campana, 1995, pp. 145-178. Sobre la aproximación de católicos
al marxismo y luego al peronismo, véase Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de
la Iglesia argentina, Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 2000, p. 526 y ss.; Beatriz Sarlo,
La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001, pp. 53-57; Gustavo Morello,
Cristianismo y revolución: los orígenes intelectuales de la guerrilla argentina, Córdoba,
Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, 2003, pp. 43-136; José A. Zanca, Los intelectuales y el fin de la cristiandad, 1955-1966, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2006, pp. 75-76; A malia Casas, “En busca de la razones del otro: Conrado Eggers Lan y el
diálogo católico-marxista (1958-1968)”, Investigaciones y Ensayos Nº 58, 2009, pp. 85-122; y
Luis Miguel Donatello, Catolicismo y Montoneros: religión, política y desencanto, Buenos
Aires, Manantial, 2010, pp. 60-77.
Sólo hay una biografía novelada de Cooke, Franco Lindner, Cooke: el heredero maldito
de Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 2006. También puede encontrarse información sobre
su vida en R ichard Gillespie, J.W. Cooke: el peronismo alternativo, San Martín, Cántaro,
1989, y Norberto Galasso, Cooke: de Perón al Che. Una biografía política, Rosario, Homo
Sapiens, 1997.
18
Samuel Amaral
Marina en junio de 1955. En ese puesto lo encontró la revolución de septiembre y pocas semanas después estaba en la cárcel. Fue tras su fuga en marzo de
1957, ya en Chile, que comenzó su tarea interpretativa del peronismo como
informante y analista político en las cartas que le enviaba a Perón, quien en
noviembre de 1956, por temor seguramente a un atentado contra su vida (que
efectivamente se produjo en mayo de 1957), lo había designado su heredero
político. En aquel período, documentado en esas cartas luego recogidas en
la Correspondencia, no fue más allá de un examen de las circunstancias con
vistas a la organización, sin demasiado éxito, de la acción de los peronistas
fuera y dentro del país. Su esfuerzo más importante en ese sentido fue el largo
“Informe general y plan de acción” que le remitió a Perón el 28 de agosto de
1957. Este permite descubrir al revolucionario de pocos años después, pero no
por su interpretación del peronismo sino por el método violento que proponía:
una “política insurreccional de masas”.
Ya durante esos meses pasados en Chile, Cooke se dio cuenta de que no
era tan fácil hacerse cargo de su herencia. A mediados de 1957 Perón lo rebajó
de delfín a jefe de la división operaciones y en septiembre de 1958 diluyó su
autoridad al crear un multitudinario Consejo Coordinador y Supervisor del
peronismo. La beligerancia de Cooke ya no le era útil a Perón, quien quizá
creyera además que algo habría de cierto en las noticias de los diarios, cuyos
recortes él mismo le enviaba, que lo señalaban como aliado de los comunistas.
Las escasas cartas de Perón posteriores a diciembre de 1958 fueron poco más
que formales, mientras que las mucho más numerosas de Cooke daban cuenta
de los cambios en su posición política.
Sobre De Frente, véase Mario R analletti, “De Frente (1953-1956). Una voz democrática y antiimperialista en la crisis final del primer peronismo”, en Noemí Girbal-Blacha y
Diana Quatrocchi-Woisson, compiladoras, Cuando opinar es actuar: revistas argentinas del
siglo XX, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1999, pp. 477-515.
Cooke a Perón, 28 de agosto de 1957, en [Juan Domingo] Perón y [John William] Cooke,
Correspondencia, Buenos Aires, Papiro, 1972, vol. I, pp. 251-316 (en adelante Perón-Cooke).
Un comentario sobre esta correspondencia en Horacio González, “La revolución en tinta
limón: recordando a Cooke”, Unidos, año 4, N° 11-12, 1986, pp. 31-73.
Perón-Cooke, vol. I, pp. 308.
Sobre la creación del Consejo Coordinador y Supervisor, véase Perón a Cooke, Ciudad
Trujillo, 30 de septiembre de 1958, en Perón-Cooke, vol. II, pp. 107-109.
Cooke a Perón [Buenos Aires], 5 de febrero de 1959, ibídem, vol. II, p. 139.
En la Correspondencia sólo hay cinco cartas de Perón a Cooke después de su desplazamiento: dos en 1960 y una en 1964,1965 y 1966; y catorce de Cooke a Perón entre agosto de
1960 y febrero de 1966. Aquellas ocupan 11 páginas y éstas, 202 páginas. Cf. Perón-Cooke,
vol. II, pp. 154-367.
En las raíces ideológicas de montoneros
19
Cooke permaneció en la Argentina, a la que había regresado en noviembre
de 1958, hasta abril de 1960. Tras su desplazamiento se mantuvo políticamente
activo, y entre fines de 1959 y principios de 1960 el Partido Comunista puso a
su disposición, y a la de otros desilusionados y caídos en desgracia, la revista
Soluciones. Cooke, sin embargo, prefirió alejarse del país y durante casi tres
años, entre abril de 1960 y febrero de 1963, residió en Cuba10. Allí amplió
sus lecturas de teoría marxista y se impregnó de la teoría cubana de la revolución11. Regresó a la Argentina en diciembre de 1963, tras algunos meses en
Montevideo, y en los años finales de su vida (murió el 19 de septiembre de
1968, a los 48 años) expresó la conjunción del marxismo y el foquismo con el
peronismo.
Este artículo estudia los escritos de Cooke para determinar cómo llegó a
esa combinación de prácticas políticas hasta entonces distanciadas entre sí. Su
obra tiene una doble dimensión temporal: por un lado, entre 1959 y 1968, cuando fue publicada en folletos de muy limitada circulación; por otro, entre 1971 y
1973, cuando Alicia Eguren, su viuda, la recopiló en cinco libros que tuvieron
amplia difusión y publicó los dos tomos de la correspondencia intercambiada
entre Perón y Cooke, que la tuvo aún mayor12. A pesar de su proximidad, entre
uno y otro momento hubo un marcado cambio en el clima político argentino
debido a que el inicio del camino hacia la restauración democrática en marzo
Sobre Cooke y Soluciones, véase Galasso, op. cit., pp. 114-115, y Miguel Mazzeo, John
William Cooke: textos traspapelados (1957-1961), Buenos Aires, La Rosa Blindada, 2000, pp.
33-34. Campione menciona las relaciones entre Cooke y el PC, pero omite referirse a esa revista. Cf. Daniel Campione, “Los comunistas somos nosotros: John William Cooke y el partido
Comunista Argentino”, en Miguel Mazzeo (compilador), Cooke, de vuelta (El gran descartado
en la historia argentina), Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1999, pp. 49-83.
10
En carta a Perón del 7 de agosto de 1960, Cooke dice que estaba en La Habana desde
hacía tres meses. Cf. Perón-Cooke, vol. II, p. 158. El dirigente comunista Fernando Nadra
dice que viajó a Cuba con Cooke y otros políticos en abril de 1960. Cf. Fernando Nadra, La
religión de los ateos: reflexiones sobre el estalinismo en el Partido Comunista Argentino, Buenos Aires, Puntosur, 1989, p. 98. La fecha de regreso no surge de la Correspondencia, ya que
Cooke envió su última carta a Perón desde Cuba el 18 de octubre de 1962 y la siguiente es del
21 de julio de 1964, cuando ya estaba en Buenos Aires. Cf. Perón-Cooke, vol. II, pp. 261 y 291.
Sobre la fecha de la salida de Cuba hacia Montevideo (marzo de 1963) y de ésta a Buenos Aires
(25 de diciembre de 1963), véase Lindner, op. cit., pp. 258-262. Aunque Lindner usa demasiado
su imaginación en el relato es posible que las fechas al menos no sean fruto de ella.
11
Cooke a Perón, La Habana, 7 de agosto de 1960 y 11 de septiembre de 1960, en PerónCooke, vol. II, pp. 154-175; John William Cooke, “Aportes a la crítica del reformismo en la
Argentina”, Pasado y Presente, IV, N° 2-3, julio-diciembre 1973, pp. 373-401; y Gillespie,
op. cit., p. 55 y ss.
12
Sobre las publicaciones de Cooke, véase la investigación bibliográfica de Roberto
Baschetti en M azzeo, Cooke, de vuelta, pp. 172-182.
20
Samuel Amaral
de 1971 signó la reincorporación del peronismo al orden político, pero al mismo tiempo, la expansión de la actividad de las organizaciones armadas.
En la primera sección se examina un texto de Cooke de 1959, escrito
tras su desplazamiento por Perón y su contacto con el PC, en el que propone
la formación de un frente de liberación nacional. En la segunda sección, dos
piezas, una de 1961 y otra de 1965, que muestran su primera aproximación a
la teoría marxista. En las tres secciones restantes se estudian los otros escritos
posteriores a su regreso a la Argentina, en los que define las características de
la política revolucionaria y el papel del peronismo.
La liberación nacional
La aproximación de Cooke al marxismo y cómo ésta afectó su interpretación del peronismo se nota ya en su primer texto, “La lucha por la liberación
nacional”, resultado de la presentación que hizo en un Congreso por la Liberación o Congreso de la Liberación Nacional, llevado a cabo en Buenos Aires
en noviembre de 1959. Cooke revela allí una nueva meta política, la liberación
nacional. Este concepto no le era completamente ajeno. En el “Informe general
y plan de acción”, de agosto de 1957, lo había usado para referirse al gobierno
peronista y a la ideología peronista. El peronismo, decía entonces, había demostrado “poseer la cohesión ideológica y social y la dinámica revolucionaria
que requiere el proceso Nacional-Libertador”. El objetivo de este proceso era
“reimplantar el Estado Justicialista, para lo cual el Movimiento debe tomar el
poder con Perón al frente”13. Dos años después, la liberación nacional ya no
se detenía con el regreso de Perón al poder.
La liberación nacional era entonces para Cooke la liquidación de la influencia del imperialismo. La Argentina era para él un “país semicolonial, integrante de un continente semicolonial”, cuyo futuro dependía “de la superación
de la contradicción económica, política y social entre la entidad nación-pueblo
y la unidad oligárquico-imperialista”14. La influencia imperialista no podía
liquidarse dentro del “régimen liberal”, cuya estructura jurídica “protege un
sistema determinado de organización económica para beneficio del capitalismo
extranjero y nativo”. Cooke era un nacionalista y dentro del nacionalismo el
concepto de imperialismo era usado desde comienzos de la década del treinta,
cuando los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta publicaron La Argentina y el
13
14
Perón-Cooke, vol. I, pp. 314-315.
Cooke, La lucha, p. 10.
En las raíces ideológicas de montoneros
21
imperialismo británico15. Pero que la contraparte del imperialismo fuera “la
entidad nación-pueblo” sugiere, aunque no lo cite, un primer contacto con
Gramsci.
Para llevar a cabo esa lucha antiimperialista Cooke proponía, inspirado
por la lucha argelina, un Frente de Liberación Nacional (FLN), del que el peronismo era “parte insustituible y fundamental”. El peronismo, dice refiriéndose
al gobierno peronista, había significado “mayores salarios visibles e invisibles,
mejores condiciones de trabajo”, pero sobre todo “una transferencia del poder
social hacia los grupos inferiores de la escala social capitalista”. Cooke, sin
embargo, estaba más interesado en el futuro que en el pasado: “la coyuntura
actual indica que el programa no puede limitarse a una restauración de esas
conquistas, sino que debe instaurar un nuevo orden social que supere al de la
Constitución de 1853 y también al de la Constitución de 1949”. El programa
revolucionario de 1959 no podía ser el de 1945, señalaba, como tampoco “los
métodos operativos”16. Con esta propuesta de cambiar el programa y los métodos, Cooke estaba cuestionando indirectamente la conducción del peronismo.
¿Qué papel le reservaba a Perón?
Perón seguía siendo una pieza clave del peronismo. Cooke no lo excluía
del FLN, pero condicionaba sutilmente su participación: Perón sabía “mejor
que nadie que la vigencia del Movimiento está dada no por el apego a fórmulas
cristalizadas en un período dado, sino en su dinámica revolucionaria, que lo
afirma como movimiento nacional-libertador”17. Esto quería decir que Perón,
como persona, podría tener un lugar en la propuesta de Cooke si cumplía con
ciertas condiciones, pero no necesariamente el Perón real, con su propio pasado y sus propios proyectos para el futuro.
El FLN estaría integrado, según Cooke, por los trabajadores del campo,
los estudiantes, la pequeña burguesía y aun la parte de la burguesía industrial
“no dependiente del imperialismo”, pero el proletariado tendría un “papel
fundamental como clase combativa y cohesionada, será el eje sobre el que
se apoyarán todas las fuerzas nacionales, la primera avanzada y el último
baluarte de las reivindicaciones nacionales”. Todos los integrantes del FLN
eran categorías sociales y no actores políticos realmente existentes, excepto el
peronismo, que compartía la condición de eje articulador con la clase obrera.
Cooke no definía cuáles eran las similitudes, diferencias o relaciones entre
15
Enrique Zuleta Alvarez, El nacionalismo argentino, 2 vol., Buenos Aires, La Bastilla,
1975, vol. I, pp. 316-347; Tulio Halperin Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo: ideas
e ideologías entre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, pp. 67-82.
16
Cooke, La lucha, cit., pp. 23-24.
17
Ibídem, p. 24.
22
Samuel Amaral
el peronismo y la clase obrera. El peso de su argumento, sin embargo, recaía
sobre ésta, ya que había llegado a convencerse de que “la lucha de clases no
es una teoría sino un hecho” y de que el fin de esa lucha era la dictadura del
proletariado, de cuya pertinencia teórica o práctica no tenía dudas18. Como sí
las tenía acerca de que ella pudiera implementarse entonces en la Argentina,
quedaba abierta la cuestión respecto de los fines inmediatos del FLN.
Los fines inmediatos del FLN eran la implementación de ciertas medidas
de política económica: nacionalización del comercio exterior y del sistema
bancario; desarrollo industrial independiente; una reforma agraria “que en
los hechos signifique la expropiación de la oligarquía parasitaria y su eliminación como clase”; y también la adopción de la tercera posición, “solidaria con
los pueblos oprimidos de todo el mundo”. Ese programa, pronosticaba, sería
atacado desde adentro y desde afuera como antidemocrático y totalitario y
“seguramente hasta afirmarán que es comunista”19. Las medidas propuestas
por Cooke no eran distintas de las del peronismo de fines de los años cuarenta, excepto en cuanto a la necesidad de eliminar a la oligarquía como clase;
propuesta que, efectivamente, contribuía a emparentarlas con el comunismo.
El comunismo argentino, sin embargo, hacía más de dos décadas que había
abandonado ese lenguaje tremendista, que evocaba los sucesos de los años
veinte y treinta en Rusia.
La actitud de Cooke frente al PC era ambigua. Por un lado, eludía amablemente referirse a su participación en la Unión Democrática; por otro, subrayaba su diferencia con la “tesis comunista sobre la necesidad de un ‘gobierno de
coalición democrática’”. Para Cooke no había posibilidades de llevar a cabo
los fines del FLN por ese medio. “El reformismo”, decía refiriéndose al PC,
“cumple la doble función de frenar la dinámica dentro del campo revolucionario y de ofrecer paliativos para la situación en crisis… no es un elemento
de la nueva organización social, sino un engranaje del orden de cosas que ha
entrado en descomposición”20. De esta crítica, sin embargo, no surgía una política alternativa a la del PC, al que consideraba, a pesar de todo, un integrante
necesario del FLN.
Los medios para realizar esa revolución eran menos precisos que sus
fines: “las formas de lucha surgirán de los propios acontecimientos, como
respuesta a los obstáculos que oponga el enemigo”, afirmaba, acercándose
más al espontaneísmo de Rosa Luxemburg que al partido de Lenin. Esta era
una diferencia significativa con el PC, pero mayor lo era su concepción de la
Ibídem, pp. 24-25.
Ibídem, p. 31.
20
Ibídem, p. 23.
18
19
En las raíces ideológicas de montoneros
23
historia: “la historia no conoce fatalismos porque es el producto de la voluntad
humana”21. Si Gramsci no era aún la fuente de esa afirmación resulta explicable que después se sintiera atraído por sus ideas22. Entre el espontaneísmo y el
voluntarismo, no obstante, el primero pesaba más por entonces.
Cooke ligaba sus nuevas inclinaciones socializantes con su pasado nacionalista: “la revolución del Frente de Liberación Nacional es por su esencia
humanista, porque entronca con las más puras tradiciones de la Patria, porque
concibe a la Nación y a Latinoamérica viviendo en total soberanía y porque
concibe un hombre libre en una tierra libre”. Semejante optimismo lírico no
podía ocultar, sin embargo, la insignificancia política de su Frente de Liberación Nacional, que necesitaba de un peronismo al que su líder orientaba en
otra dirección.
La naturaleza puramente retórica de ese frente pronto quedó en evidencia
aun para Cooke, que aprovechando una invitación para participar en un congreso de apoyo a la revolución cubana, partió poco después hacia la isla y se
quedó en ella. Esa decisión fue la consecuencia del fin de un proyecto político,
pero allí, con el apoyo de un nuevo bagaje teórico, comenzó a diseñar otro,
distante ya del anunciado a fines de 1959.
El encuentro con el marxismo
Las cartas enviadas a Perón desde Cuba muestran un cambio de matices
en la interpretación de Cooke del peronismo, que bien puede haber correspondido al ritmo de sus lecturas. Primero, en julio de 1961, le señaló el “vacío
ideológico” del peronismo, cuya “cohesión ideológica” había elogiado cuatro
años antes. Luego, en marzo de 1962, le pidió que definiera al peronismo
“como lo que es, como lo único que puede [ser]: un movimiento de liberación
nacional, de extrema izquierda [...]”. Tres meses más tarde, calificó al peronismo de 1945 como “una izquierda nacional… aunque sin definirse como tal”.
Finalmente, en octubre de ese año mencionó por primera vez a Marx, aunque
sólo incidentalmente, al referirse a su concepto de revolución 23.
Ibídem, p. 30.
La traducción castellana del primer tomo de los Quaderni del carcere había sido
publicada en Buenos Aires en 1958. En ella se encuentra una crítica hacia la concepción determinista del marxismo, que, como se ve más abajo, Cooke citó en un escrito posterior. Cf.
Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, trad. Isidoro
Flambaun, rev. Floreal Mazía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984 [1ª ed. italiana, Einaudi,
1948; 1ª ed.argentina, Lautaro, 1958], pp. 18-19, y Cooke, “Aportes”, cit., p. 394.
23
Cooke a Perón [La Habana], 24 de julio de 1961, en Perón-Cooke, vol. II, p. 183; 3 de
marzo de 1962, ibídem, p. 222; 15 de junio de 1962, ibídem, p. 230; y 18 de octubre de 1962,
21
22
24
Samuel Amaral
La permanencia en Cuba le dio a Cooke tiempo para adentrarse en la
teoría marxista. Un texto producido allí y otro a su regreso a Buenos Aires
muestran el resultado de sus esfuerzos por adquirir la teoría que creía necesaria para la revolución. El primero, escrito en 1961 y publicado en 1973 con el
título de “Aportes a la crítica del reformismo en la Argentina”, es una crítica
a la posición del PC frente al peronismo y a la revolución24. El segundo, escrito y publicado en 1965, es la respuesta a la encuesta realizada por La Rosa
Blindada, una revista cultural publicada por intelectuales todavía comunistas
pero pronto expulsados del partido, con el título general, que también es el de
la contribución de Cooke, “Bases para una política cultural revolucionaria”25.
Esos escritos permiten observar la formación marxista adquirida por Cooke y
cómo ella modificó su visión del peronismo.
En “Aportes a la crítica del reformismo en la Argentina”, Cooke criticaba,
como ya lo había hecho en 1959, pero con menos miramientos que entonces, la
posición del PC a favor de un “frente de amplia coalición democrática”. Creía
que la revolución cubana había abierto nuevas perspectivas revolucionarias y
que el PC, “por su condición de socialismo ‘canónico’”, era un “obligado participante del proceso liberador y factor de su retardo o aceleramiento”. Como
pensaba que el PC no aplicaba correctamente la teoría marxista, él se proponía
analizar las causas de “ese reiterado fallo metodológico”26.
El PC justificaba su estrategia electoral, según Cooke, por la ausencia
en la Argentina de las “condiciones objetivas” para la revolución. Para él,
sin embargo, la tarea revolucionaria no estaba relacionada con la existencia
de esas condiciones. Si ellas pudiesen darse de manera perfecta, las revoluciones “estallarían en el momento preciso”, de modo que la vanguardia no
necesitaría más que estar atenta a ese instante para imponer la dictadura del
ibídem, p. 279. La referencia a la “cohesión ideológica” del peronismo, en el “Informe general
y plan de acción”, ibídem, vol. I, p. 315. Hay una mención anterior a Marx y Engels, pero es
sólo una referencia histórica, incidental, en la que están acompañados por Blanqui, Bakunin y
Mazzini. Cf. Cooke a Perón, 14 de noviembre de 1957, ibídem, vol. II, p. 10.
24
Cooke, “Aportes”, cit.
25
John William Cooke, “Bases para una política cultural revolucionaria”, La Rosa Blindada 6, 1965, pp. 16-22, reimpreso en Néstor Kohan, La Rosa Blindada, una pasión de los 60,
Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1999, pp. 161-175. Este texto fue uno de los dos publicados en
vida por Cooke en revistas de circulación restringida, pero más amplia que la de sus folletos,
a veces impresos y otras mimeografiados, sólo al alcance de unos pocos seguidores. El otro
es “Definiciones”, publicado en Cristianismo y Revolución, a fines de 1966. Cf. John William
Cooke, “Definiciones”, Cristianismo y Revolución 2-3, octubre-noviembre 1966, pp. 14-15.
Sobre La Rosa Blindada, véase el prólogo de José Luis Mangieri, que fue su director, y el
estudio introductorio de Néstor Kohan, en Kohan, op. cit., pp. 11-18 y 19-61.
26
Cooke, “Aportes”, cit., p. 374.
En las raíces ideológicas de montoneros
25
proletariado. Las condiciones para un alzamiento podían no existir, pero eso
no era argumento, decía, para afirmar que tampoco existían condiciones para
la tarea insurreccional27. Estas condiciones ya estaban dadas “con exceso” en
la Argentina, por lo que la función de la vanguardia era profundizarlas, “dar
cohesión al esfuerzo popular, ofrecerle una salida, buscarle los medios de dar
la lucha”28. El problema residía en la construcción de esa vanguardia.
Cooke abogaba por una “unidad dinámica” entre peronismo y comunismo.
No le interesaba el apoyo circunstancial a candidatos electorales comunes, que
nada cambiarían si triunfaban: “la unidad que nos interesa no es independiente
de los fines perseguidos ni de las tácticas empleadas”29. La misión del PC era
para Cooke sembrar “la ideología de la revolución” sobre una mentalidad preparada por el peronismo, que había “desarrollado en los trabajadores el sentido
de clase y la conciencia de su fuerza”. La difusión de esa ideología, no obstante,
no podía encararse “como mera difusión teórica”, mientras mantuviera su estrategia electoral. Esa dicotomía entre pensamiento y acción, decía Cooke, era
factible para movimientos pequeños integrados por iniciados, pero “es nefasta
para un gran movimiento de masas” en el que los objetivos no podían estar
divorciados de los métodos, “porque los pueblos no asimilan las nuevas concepciones en abstracto, como pura teoría, sino combinadas con la acción”. “Si
nuestra crítica es correcta”, señalaba Cooke, “estamos ante la paradoja de que el
PCA, aliado indispensable por sus vinculaciones con el socialismo internacional
y con el de Cuba en especial, adopta una línea de acción que retarda el avance
e integración de las masas”30. Cooke quería la unidad con el PC, pero sólo si
éste adoptaba una estrategia insurreccional, es decir, si dejaba de ser lo que era,
parte del movimiento comunista mundial, y se transformaba en un partido con
objetivos exclusivamente nacionales. Esta ambigüedad de Cooke respecto del
PC no era exclusiva de él sino propia de la posición cubana: demandaban su
apoyo, pero querían imponerle su propia visión de la revolución.
Que el PC rechazara la insurrección y se aferrara a una estrategia electoral se debía principalmente, para Cooke, a una “deficiencia metodológica”, es
decir una interpretación errónea del marxismo. Sabía que “la afirmación de
que incurren en error al manejar el método marxista es la que más los irritaría”, pero “los grandes marxistas han demostrado lo fácil que es, sin que eso
sea premeditado, quebrar la unidad de teoría y práctica”. ¿Quiénes eran esos
grandes marxistas? Sorprendentemente Gramsci, que “ha prevenido sobre esto
27
Ya en 1957 pensaba lo mismo: “la insurrección no es posible en este momento; pero sí
la política insurreccional que hemos expuesto”. Cf. Perón-Cooke, vol. I, p. 316.
28
Cooke, “Aportes”, cit., pp. 380-381.
29
Ibídem, p. 382.
30
Ibídem, p. 394.
26
Samuel Amaral
con argumentación contundente”. Creía que el error metodológico del PC nacía
“no del desconocimiento del carácter superestructural de las ideologías, sino
de creer que la interpretación propia de los fenómenos no sufre ese condicionamiento”. Es decir, y lo traduce para que lo entiendan, que “los dirigentes de
izquierda no han perdido la característica pequeño-burguesa [...] de pensarse a
sí mismos como no influidos por la sociedad en que viven [...] y por la situación
social que ocupan” dentro de ella31.
El resultado de ese error metodológico del PC, originado en la posición de
clase de sus dirigentes, era que confundía “su propia incapacidad para llevar a
cabo la liberación nacional, con la incapacidad del país”. El mundo marchaba
hacia el socialismo y los dirigentes del PC esperaban pacientemente que la
ola llegara a la Argentina “dedicados solamente a perfeccionar el aparato del
partido y a pequeños avances sin consecuencia”. Criticaba ese “quietismo”
recurriendo nuevamente a Gramsci:
pero el hecho es que en semejante punto de vista el acto de voluntad se convierte en travestismo, en acto de fe en la asegurada racionalidad de la historia.
En sus formas, no es más que un empírico y primitivo tipo de fatalismo apasionado, que parece simplemente el sustituto de similares conceptos religiosos, como el de la predestinación. En tales casos, afirmaba Gramsci, se está
actuando dentro de la “lógica de las cosas”, pero la conciencia aparece “velada,
contradictoria, sin impacto crítico”32.
Cooke no indica la fuente de esa cita, pero en la edición argentina de El
materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, publicada en 1958, se
usan casi las mismas palabras para la caracterización del “determinismo mecánico”.33 Esa concepción de la filosofía de la praxis, que Gramsci no atribuía a la
posición de clase, debía dejar paso a otra activista, “que se acerca más [...] a una
justa comprensión de la unidad entre la teoría y la práctica”. Cooke expresaba de
algún modo la interpretación activista, pero los rastros de la concepción determinista (la inevitabilidad del socialismo) y su recurso a Gramsci como autoridad
revelan hasta qué punto había asimilado sus ideas por entonces.
Ibídem, pp. 394-395.
Ibídem, p. 396.
33
La cita de Gramsci parece corresponder a un párrafo de la sección titulada “Algunos
puntos de referencia preliminares”, del capítulo I de El materialismo histórico y la filosofía de
Benedetto Croce (originalmente en el cuaderno XVIII), en el que comenta “los más recientes
desarrollos de la filosofía de la praxis”, pero hay algunas diferencias entre lo que transcribe
Cooke y la edición argentina de 1958. Las otras versiones entonces disponibles que podría
haber consultado eran la edición original italiana de 1948, y una edición francesa de obras selectas en un volumen de poco más de 500 páginas, de 1959. Cf. Gramsci, op. cit., pp. 18-19.
31
32
En las raíces ideológicas de montoneros
27
La crítica de Cooke tenía por objeto provocar un cambio en la línea
del PC. Este no percibía, para él, que el peronismo había nacido “como una
rebelión contra todos los partidos”, por lo que la coalición propuesta por el
PC no podía ser más que “una nueva fachada, hecha con los escombros de
aquel armonioso edificio de los partidos que voló en pedazos y para siempre
en 1945”34. Cooke creía que la democracia no se podía reconstruir, ni quería
que se reconstruyera. Su idea del futuro tampoco era ya el regreso de Perón al
poder, sino la instauración de un régimen socialista al estilo cubano, mediante
una lucha insurreccional al estilo cubano. Cooke criticaba la pasividad del PC
no solamente desde una perspectiva filosófica, porque estuviese inspirada en
una visión determinista y mecánica del marxismo, sino porque creía que la
revolución no podía esperar y que había que hacerla por los métodos violentos
preconizados por los cubanos.
La violencia, según Cooke, ya estaba presente en la Argentina. El PC parece olvidar, dice, “que entre la caída del peronismo y ahora, media una lucha
popular por la violencia”35. Pero si el PC lo olvidaba, no le faltaba razón: la
resistencia peronista había cesado hacía ya un año cuando Cooke escribía su
informe y su posición favorable a la violencia había sido derrotada dentro del
peronismo hacía más de dos años. Él omite estos detalles. Cuatro años antes
había reconocido al PC como un partido “completamente organizado, disciplinado, y donde las jerarquías están estructuradas perfectamente”36. No es
extraño que los dirigentes de semejante partido, más aún teniendo en cuenta
su historia y su función, desoyeran el llamado de Cooke.
A pesar de su apelación al PC, Cooke no ocultaba el papel secundario
que le reservaba en la revolución para la que lo requería. Su “profundidad
transformadora”, afirmaba, no sería menor sin el “adoctrinamiento” del PC,
pero la claridad doctrinaria que éste aportaría podría “apresurar el momento
revolucionario y evitar, luego, los tanteos y aproximaciones”. Cooke creía que
el PC no debía cerrarse en sus consignas sino unirse al movimiento popular
e impulsarlo, pero al mismo tiempo no dejaba de señalarle su marginalidad:
“el camino hacia el socialismo pasa ahora por los movimientos de liberación
nacional”37. La misión del PC en la revolución de Cooke no era, por lo tanto,
participar en la toma del poder, sino solamente aportar “claridad doctrinaria”.
Cooke, “Aportes”, cit., p. 397.
Ibídem, p. 398.
36
Cooke a Perón [Santiago], sin fecha [posiblemente junio de 1957], en Perón-Cooke,
vol. I, p. 179.
37
Cooke, “Aportes”, cit., pp. 400-401.
34
35
28
Samuel Amaral
Cooke criticaba al PC desde el marxismo, apoyándose en citas de Lenin,
de Rosa Luxemburg y de Gramsci. El PC aceptaba, sin duda, la autoridad del
primero, pero las citas de Rosa Luxemburg sólo podían servir para confirmar
las sospechas acerca del espontaneísmo de Cooke, es decir, su desconocimiento de la misión del partido leninista. También las de Gramsci deben de
haber sido vistas con aprehensión, ya que su visión del marxismo desató una
polémica en el seno del PC un año más tarde38. Cooke por entonces sólo lo
citaba como autoridad, pero escritos posteriores muestran que también había
incorporado sus ideas.
El acercamiento de Cooke hacia Gramsci se advierte mejor en su contribución a la encuesta sobre las “Bases para una política cultural revolucionaria”,
publicada en La Rosa Blindada, en 196539. Allí desecha definir a la política
cultural revolucionaria como una serie de propuestas para el día después de
la toma del poder, porque dice que eso supondría una historia sin dialéctica.
Considera que “lo cultural” era un componente esencial de la política revolucionaria, porque ésta era la unidad de la teoría y la práctica y porque, a su vez,
la teoría era una creación cultural, ya que no es “yuxtaposición de datos en la
conciencia sino el resultado de operaciones de pensamiento que generalizan
metódicamente la experiencia”. La unidad entre teoría y práctica, continúa, no
se da automáticamente sino que es un proceso histórico: “la aprehensión de esa
unidad es ‘un desarrollo histórico de la autoconciencia crítica’ y comprende
la constante indagación para captar conceptualmente el movimiento de la
realidad en su esencia dialéctica”40. Esa autoconciencia crítica significa, dice
Gramsci, la creación de una elite de intelectuales, los organizadores y dirigentes de la masa, una capa de personas especializadas en la elaboración conceptual y filosófica que expresan el aspecto teórico del nexo teoría-práctica41.
En consecuencia, la aprehensión de la unidad entre teoría y práctica también
comprende, continúa Cooke, “la capacitación de una vanguardia en constante
crecimiento cualitativo y cuantitativo, la difusión teórica en las masas para
cargar sus reivindicaciones de voluntad revolucionaria”. Esta era la tarea del
intelectual gramsciano que Cooke había asumido.
Las claves de la acción cultural había que buscarlas en “la teoría general
del socialismo” y en “la correcta interpretación de lo concreto-nacional”.
38
José A ricó, La cola del diablo, Buenos Aires, Puntosur, 1988, pp. 201-211; R aúl BurLos gramscianos argentinos: cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 53-59.
39
Cooke, “Bases”, cit.
40
La idea de la unidad entre teoría y práctica como desarrollo histórico de la autoconciencia crítica se encuentra en Gramsci, op. cit., pp. 16-18. Cf. Cooke, “Bases”, cit., p. 163.
41
Gramsci, op. cit., p. 17.
gos,
En las raíces ideológicas de montoneros
29
Esto vale para cualquier clase de fenómenos sociales, señala, pero si se
tratase de cuestiones económicas o políticas “tal vez no hubiese sido imperativa esa remisión a los principios marxistas, que podríamos descontar
como conocidos por todos, y la preocupación se centraría en confrontarlos
correctamente con nuestra realidad”. “Para lo cultural”, sin embargo, “no
existen esos puntos de acuerdo común sino que las mejores inteligencias
teóricas están dedicadas a una labor crítica para poner al día concepciones
que estaban en gran atraso, congeladas en la prehistoria del dogmatismo”.
Su análisis parte, entonces, de una revisión de la categoría marxista de
“alienación”, según los manuscritos de 1844, para establecer a partir de ella
“la tipicidad de la alienación cultural argentina no como cosa particular de
la sociedad capitalista clásica sino como país dependiente económica y culturalmente”42. Sólo de ese modo, dice, podrían establecerse las bases para
superar su forma particular de alienación.
El objetivo de su análisis era fundar una praxis revolucionaria: “el conocimiento revolucionario es conocimiento de la práctica social y guía para la
práctica transformadora, y eso quiere decir que hay que saber en qué consiste,
cómo se presenta en cada una de sus formas específicas (económicas, políticas, ideológicas), cómo afecta a los hombres y a las clases”. El conocimiento
teórico de la filosofía marxista no solía originar una práctica revolucionaria,
comenta, “sino una actitud alienada pero con justificaciones prestigiosas”43.
Creía que el examen de la teoría de la alienación resultaba necesario porque
afectaba a la acción cultural de tres maneras: en primer lugar, porque contribuía “a fundar una doctrina del hombre y de su libertad, del hombre real en
su unidad indisoluble con la naturaleza y con los demás hombres, vale decir,
en una situación histórico-social concreta”; en segundo lugar, porque “la
denuncia de la explotación y la movilización de los explotados por medio del
autorreconocimiento de su condición en la sociedad clasista encuentra nuevas
evidencias, nuevas formas de la negación que sufren de su esencia humana”,
que no se agotaban en el “despojo económico”; y en tercer lugar, porque “el
contenido humanista de la construcción de la nueva sociedad después del
triunfo revolucionario debe estar en el espíritu de todas las fases de su política,
dando lucidez a la justa violencia de los que se rebelan buscando la libertad”.
42
Cooke, “Bases”, cit., pp. 164-165. Cooke revela su conocimiento de las ediciones en
castellano y en francés de los manuscritos de 1844 y de las obras de algunos marxistas críticos, como Georg Lukács y Henri Lefebvre. De este último menciona Les problèmes actuels
du marxisme, de 1958, y Critique de la vie quotidienne, de 1960, como también la edición
argentina de “¿Es el marxismo una filosofía?”, publicado por la editorial Fichas, de Milcíades
Peña, en 1965.
43
Cooke, “Bases”, cit., p. 171.
30
Samuel Amaral
No da más precisiones sobre los dos primeros puntos, que también revelan por
su historicismo y antieconomicismo la influencia de Gramsci, pero sobre el
tercero agrega que la “reaparición teórica de la categoría de la enajenación”
enriquecía “el humanismo propio de la clase trabajadora” y permitía valorar
“la experiencia revolucionaria mundial, tanto al considerar las negaciones de
hecho de ese humanismo como para percibir las causaciones alienantes en los
grandes errores y desviaciones”44. La adopción del marxismo como la teoría
de la revolución no significaba para Cooke aceptar su principal manifestación
histórica, el comunismo soviético.
Esa disociación del que hasta poco tiempo atrás había sido el modelo excluyente de la revolución proletaria se debía no solamente a “las aberraciones
criminales del llamado ‘culto a la personalidad’” sino al olvido del objetivo
final de lograr la libertad humana. El plan quinquenal o la industria pesada,
señala, “fueron perdiendo su carácter de medios para cobrar una existencia mitológica de fines: eran los instrumentos con que el hombre construía su mundo
y buscaba su libertad, pero por una inversión maligna, esos fines humanos
quedaron como resultado que se daría ‘por añadidura’ en la producción de cosas materiales”45. Una “inversión maligna”: Cooke no buscaba en el marxismo
mismo la explicación de su principal expresión histórica concreta, sino en una
ignota fuente de maldad. Este recurso a fuerzas oscuras o a debilidades personales para explicar los problemas encontrados en la práctica por una teoría que
presumía de unir a ambas no era exclusivo de él. Por la “inversión maligna”,
entonces, el humanismo había desaparecido de la realidad soviética, que ya no
podía ser el modelo de las revoluciones futuras.
Cooke desechaba toda estrategia dilatoria y reclamaba la violencia: “no
hay liberación a precio módico”46. El análisis de la teoría de la alienación
de Marx le servía así para fundamentar la necesidad de la revolución, no ya
subordinada a una estrategia mundial ni a la organización de la clase por el
partido, sino aquí y ahora, y por medios violentos. Las características del texto, una contribución breve a una revista político-cultural, impedían avanzar
sobre el principal interrogante que surgía de él: si la revolución era necesaria
ya, ¿cuáles eran las tareas que ella requería? Esos eran los años del foquismo,
por lo que ese artículo podía leerse como un llamado a la lucha armada. Cooke, sin embargo, tenía una propuesta más compleja, aunque no más fácil de
implementar, que expuso en otros escritos de la misma época, en los que pasa
del análisis de la teoría al de la realidad política.
Ibídem, pp. 172-173.
Ibídem, p. 173.
46
Ibídem.
44
45
En las raíces ideológicas de montoneros
31
La lección de Gramsci
La misión asumida por Cooke tras su regreso a la Argentina era el desarrollo de una política revolucionaria. El artículo de La Rosa Blindada la
justificaba desde una perspectiva teórica, pero ella requería asimismo una
fundamentación histórica y una propuesta de acción. Esto es lo que Cooke
comenzó a hacer, según puede verse en los escritos recopilados por Alicia
Eguren, en una conferencia que dio en Córdoba el 4 de diciembre de 1964,
dos días después del frustrado retorno de Perón47. En ella puso de manifiesto
una deuda mayor con Gramsci, a quien no recurría ya como una autoridad
marxista, sino para explicar, basándose en sus ideas, las características de
la política revolucionaria que creía que debía llevarse a cabo en la Argentina
y, especialmente, el papel que en ella tenía el peronismo. Ese fue el objetivo
de los escritos de sus últimos años, pero en ellos hay variaciones debidas las
circunstancias políticas del momento y al público a que cada uno estaba dirigido. La conferencia de Córdoba estaba enmarcada por el revuelo provocado
por la fallida operación y su auditorio estaba conformado por activistas de la
política universitaria, que desde una izquierda conmovida por la revolución
cubana estaban descubriendo al peronismo.
Por ese motivo, seguramente, Cooke eligió el “tremendismo revolucionario”, una forma indirecta de referirse al foquismo propiciado por los cubanos
que atraía a ese público universitario, como punto de partida de su análisis de
la situación del peronismo y de las tareas revolucionarias. Quería convencer a
esos militantes tanto de que el foquismo, por su aislamiento de las masas, era
inconducente, cuanto de que esas masas eran las que estaban en el peronismo.
En cuanto al primero de esos objetivos, las dificultades provenían de que el
foquismo postulaba que la revolución era posible con sólo armarse e irse al
monte, sin necesidad del trabajo organizativo en el seno de las masas que
tanto enfatizaba el PC. En ese mismo año se habían producido dos episodios
que expresaban ese postulado: el del Ejército Guerrillero del Pueblo, dirigido
por Jorge Ricardo Masetti, organizado y sostenido desde Cuba por el Che
Guevara, que cayó en Salta en abril de 1964; y el del grupo dirigido por Angel
Bengochea, que sucumbió en la explosión producida en un departamento de
la calle Posadas, en Buenos Aires, en julio de ese mismo año48. Cooke, hasta
47
Publicada originalmente con el título de “El retorno”, fue reproducida como “El retorno
de Perón” en Cooke, La lucha, cit., pp. 33-77.
48
Sobre el EGP, véase especialmente Gabriel Rot, Los orígenes perdidos de la guerrilla
en la Argentina: la historia de Jorge Ricardo Masetti y el Ejército Guerrillero del Pueblo,
Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2000; y Ciro Bustos, El Che quiere verte, Buenos Aires,
Vergara, 2007. Sobre el grupo de Bengochea, véase Sergio Nicanoff y A xel Castellano, Las
32
Samuel Amaral
donde se sabe, no había estado vinculado con ellos. En cuanto al segundo objetivo, la dificultad residía en que, además de esas masas, el peronismo contenía
otros elementos, como la dirigencia sindical y política, y Perón mismo, a los
que desde la izquierda era difícil percibir como revolucionarios.
El tremendismo revolucionario y la burocracia oportunista, señala Cooke,
eran “dos expresiones de una misma concepción errónea”, que no era revolucionaria: “entre la no-violencia del burócrata y la violencia sin base teórica y
sin base moral del tremendismo, la única diferencia viene a ser la violencia,
pero despojada de su carácter instrumental, transformada en inmediatez, en
respuesta por sí misma insuficiente”. La violencia “sin fundamentos teóricos
suficientes” era una simplificación de la realidad, decía, porque fuera del
contexto revolucionario, desvinculada de la lucha de las masas, era “la acción
de una secta iluminada”49. El “violento porque sí” creía que la correlación de
fuerzas con el enemigo podía ser modificada “por mero voluntarismo de un
grupo pequeño de iniciados”, que aspiraba “a constituirse como vanguardia
del movimiento caído de la estratosfera para venir a decirle las verdades reveladas de esa revolución sin fundamento doctrinario, sin base en la realidad,
sin otro elemento que la pura demagogia del llamado a la violencia inorgánica
y anárquica, por sí”50. Quienes promovían ese tipo de violencia no decían “en
virtud de qué procesos, por qué mecanismos sociales, la acción de grupos
dispersos, ha de transformarse en el triunfo final del movimiento de masas”.
El reformismo burocrático y el tremendismo revolucionario, concluía, eran
“una falsa disyuntiva”; la verdadera estaba “entre una política reformista y una
política revolucionaria, entre una política de grupos y una política de masas”51.
De la burocracia oportunista se encargaría en otras ocasiones, pero en esa,
ante aquel público universitario, quería llamar la atención sobre otro punto: la
necesidad de que la política revolucionaria no se aislara de las masas.
El problema era entonces cómo llevar a cabo la política de masas. Cooke
da una respuesta netamente gramsciana. Para que la clase obrera asumiera “la
conducción del proceso nacional”, para que tomara el poder, debía rechazar
“las formas ideológicas que corresponden a la organización económico-social
vigente” y crear “una visión del mundo propia”: eso era la teoría revolucionaria. “La masa trabajadora” señala, no necesitaba que la halagasen ni que
le dieran la razón, sino que sus direcciones políticas explicaran “cómo tiene
que tener razón” y la ayudaran “en el esfuerzo por conocer el mundo a través
primeras experiencias guerrilleras en la Argentina: la historia del “Vasco” Bengochea y las
Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional, Buenos Aires, Ediciones del CCC, 2006.
49
Cooke, La lucha, cit., p. 38.
50
Ibídem, p. 39.
51
Ibídem, pp. 38-40.
En las raíces ideológicas de montoneros
33
de sus propios valores y no de valores ajenos”. Como creía que en el régimen
capitalista lo material y la posesión de la riqueza condicionaban lo espiritual
y cultural, afirmaba que la cultura popular sería imposible mientras imperase
el capitalismo52. La revolución requería establecer previamente la hegemonía
de la cultura popular y en ese proceso tenían un papel central los intelectuales. Ellos debían contribuir al desarrollo de esa cultura popular y de la teoría
revolucionaria porque su ausencia prolongaba “la hegemonía de formas de
pensamiento que son burguesas, antirrevolucionarias”, debido a que lo que
no ocupaba la teoría revolucionaria permanecía ocupado “por los mitos del
régimen imperante”53. El triunfo del movimiento de masas requería el desarrollo de esa teoría, “junto con la organización revolucionaria y los métodos
de lucha”, que eran tres aspectos indivisibles de una misma cuestión54. Los
intelectuales jugaban un papel clave en esa tarea.
Los intelectuales de izquierda, pensaba Cooke, prestaban más atención
a las imperfecciones del peronismo que a su composición de clase. Pero no
tenían derecho a exigirle al peronismo que respondiera “a esa imagen ideal
que ellos crean en el mundo de las abstracciones perfectas”; por el contrario,
debían considerar que las limitaciones del peronismo eran las “de una realidad
social determinada, que condiciona a quienes la integran” y, por lo tanto, las
de “las clases argentinas que han de construir nuestra sociedad del futuro”. La
burocracia frenaba esos “avances de conciencia” pero, remarcaba, “también
es cierto que el peronismo fue la causa y el resultado de inmensos progresos
de esa conciencia colectiva”. El peronismo no era “la alienación de la clase
trabajadora sino el nucleamiento donde ésta confluye y se expresa, la organización a través de la cual hace sus experiencias y da sus batallas”55. Esto era lo
que contaba para Cooke: el peronismo era la experiencia histórica de la clase
obrera argentina. Esa era la lección de Gramsci.
Interpretar de esa manera el peronismo servía para vincular el pasado con
el presente, pero no resolvía necesariamente el presente (lo que por entonces
era el peronismo) y mucho menos el futuro (lo que sería para la revolución). El
peronismo de mediados de los sesenta contenía una gran variedad de tendencias y opiniones, todas ellas alentadas por Perón. La superposición de líneas
contradictorias mantenía “intacto nuestro caudal numérico” pero, sostenía
Cooke, el número sólo serviría “cuando los elementos más combativos, más
claros ideológicamente” estuvieran al frente de las organizaciones gremiales
Ibídem, pp. 44-45.
Ibídem, p. 54.
54
Ibídem.
55
Ibídem, pp. 46-47.
52
53
34
Samuel Amaral
y políticas, y sólo gravitaría “si es encuadrado adecuadamente desde el punto
de vista organizativo y movilizado en una política revolucionaria de objetivos
claros, tácticas adecuadas y métodos de lucha correctos, coordinados en una
estrategia que dé respuesta global al statu quo que soportamos”. Sin esas condiciones, es decir, tal como se encontraba en ese momento, el peronismo era
“un gigante invertebrado y miope”56. Esto se debía a la conducción que toleraba esa diversidad, que no se ocupaba de crear conciencia de la explotación ni
buscaba los medios para terminar con ella. Esa dirección estaba traicionando
a la masa, “aunque subjetivamente esos dirigentes crean que cumplen con su
deber, aunque sentimentalmente consideren como propios los dolores de los
trabajadores”57. No eran los burócratas sindicales o políticos los únicos blancos
de esta condena sino, sin duda, también lo era el propio Perón. Pero reclamar
a Perón que pusiera fin a esa diversidad, ¿no era reclamar la transformación
del peronismo en un partido de clase?
No debía confundirse la composición de clase con la ideología de clase,
respondía Cooke. Reconocía que en el peronismo “no todos son proletarios” y
que estaba integrado “en parte… por sectores de la burguesía”. Pero se preguntaba, “¿quién ha dicho que porque el peronismo tenga una composición social
policlasista su ideología es también policlasista?” Como entre la ideología
burguesa y la teoría revolucionaria no había tierra de nadie, “¿por qué el peronismo ha de resignarse a un policlasismo orientado por la ideología burguesa?
¿Por qué ha de someterse a los esquemas de pensamiento de su sector minoritario, el menos combativo, y sobre todo cuando esa ideología es impotente
para resolver los problemas de la comunidad argentina y de la Nación como
Estado soberano?” La ideología revolucionaria, respondía, era la única que
daría soluciones, “no solamente para la clase trabajadora sino también para
los sectores de nuestra burguesía que tienen una función constructiva que
desempeñar en las etapas de transición hacia nuevas formas de organización
de la sociedad”58. Cooke aceptaba la diversidad social del peronismo porque
los sectores de la burguesía que lo apoyaban no tendrían ningún lugar en la
sociedad futura más allá de las etapas de transición, pero por eso mismo, no
aceptaba la diversidad ideológica. El peronismo no necesitaba transformarse
en un partido de clase por su composición, pero sí necesitaba una conducción
que impusiera la ideología revolucionaria.
Cooke no creía que Perón estuviese decidido a hacer algo en ese sentido.
Perón era el símbolo de la resistencia al régimen, “un factor de desarrollo de la
Ibídem, pp. 54-55.
Ibídem, pp. 55-56.
58
Ibídem, p. 56.
56
57
En las raíces ideológicas de montoneros
35
conciencia y de la combatividad revolucionaria de la masa”, pero no era parte
de esa conducción revolucionaria59. Cooke podía reconocer que lo había sido
en el pasado porque estaba pensando en el futuro: “la desaparición del general
Perón dejaría vacante una jefatura revolucionaria, que jamás podrá asumir un
titular reformista”60. Perón sólo era un símbolo y su sucesión estaba abierta.
Si Perón tenía ese papel simbólico, ¿cuál era el del peronismo tal como
se manifestaba políticamente en ese momento? Cooke creía que el peronismo
debía transformarse en el partido revolucionario, en el que “la historia se hace
conciencia, la experiencia se transforma en teoría”. El Partido Justicialista no
era la vía para realizar esa transformación, porque tenía una conducción reformista. Para él, sólo era la organización legal del movimiento peronista para
actuar en el frente político, así como los sindicatos eran las organizaciones
para actuar en el frente del trabajo. El partido revolucionario era otra cosa:
comprendía al PJ y a los sindicatos, “pero englobándolos en una estructura
más amplia e integrándolos a estrategias globales”. Debía combinar todas
las formas de lucha, “porque no confunde táctica con estrategia, objetivos
inmediatos con objetivos fundamentales”61. Cooke no podía dejar de percibir
que él no estaba en condiciones políticas de llevar a cabo esa estrategia. En
consecuencia, el destinatario de sus escritos, como no parece que fuera Perón,
serían los peronistas, para que tomaran conciencia de clase y se dieran una
dirección capaz de desarrollar la estrategia para la toma del poder. Cooke tenía
objetivos políticos distintos de los de Perón y estaba decidido a ignorarlo para
cumplir con ellos.
Los objetivos de Cooke implicaban el uso de la violencia, que no era para
él más que la respuesta a la violencia de origen social preexistente: “el que
algunos tengan mucho y otros no tengan nada, ¿acaso no es un hecho de violencia?… La opresión no es una fatalidad que nos llega del cielo: la opresión
es algo que unos hombres le hacen a otros hombres”. La opción entre violencia y no-violencia era falsa: “lo que se debe resolver es si se ha de oponer a
la violencia de los opresores la violencia libertadora de los oprimidos”62. El
problema era entonces cómo se manifestaría la violencia de los oprimidos.
Cooke, de acuerdo con lo que había expresado acerca de la construcción de la
hegemonía revolucionaria, tendría que haber señalado que esa violencia sería
la consecuencia de la tarea de los intelectuales revolucionarios que llevaría a
transformar al peronismo en el partido revolucionario. Decía eso, de algún
Ibídem, p. 68.
Ibídem, p. 73.
61
Ibídem, pp. 73-74.
62
Ibídem, pp. 74-75.
59
60
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Samuel Amaral
modo, cuando afirmaba que la teoría revolucionaria debía comprender una
teoría de la violencia para que no ocurrieran “los desastres de la violencia sin
teoría del aventurerismo” o “errores de concepto como los del reformismo”.
Pero cuando afirmaba que la violencia revolucionaria se ejercería contra “los
enemigos de los seres humanos” y que era “amor a los hombres que se traduce
en odio a quienes causan su desgracia”, estaba introduciendo un componente
emocional ausente en la teoría marxista. Con ese llamado a ejercer la violencia
sobre los opresores para conseguir la liberación inmediata de los oprimidos
saltaba del marxismo de Gramsci al legado de la revolución cubana.
El obstáculo de la revolución
En su conferencia de Córdoba, Cooke delineó las bases de una política
revolucionaria para ser desarrollada desde adentro del peronismo, pero al
mismo tiempo señaló que había un obstáculo para que ella fuera posible: la burocracia. En los textos que fueron publicados en 1973 con el título de “Apuntes
para la militancia”, aparentemente escritos entre fines de 1964 y fines de 1965,
Cooke analiza con mayor detalle ese problema63.
La masa peronista, dice, sólo recibía de “las estructuras dirigentes del
movimiento”, “aparte de algunas directivas circunstanciales”, “espaciados
pronunciamientos reiterando la monotonía de algunas trivialidades que han
perdido hasta su carácter ornamental y nada agregan, sólo confusión, a lo que
el pueblo conoce a través de su propia experiencia”. Cooke creía que “una de
las funciones inexcusables de cualquier dirección es extender y ahondar ese
conocimiento directo, elaborar críticamente los datos de la realidad contemporánea y presentar conclusiones que aclaren su sentido, extraer y generalizar
las enseñanzas que deja la acción colectiva [...]”. “La omisión de ese deber”,
subraya, “basta para descalificar a los cuadros superiores del peronismo”64.
Esa incapacidad, “responsabilidad exclusiva de las altas direcciones” que se
limitaban a los “hechos tácticos” y no se fijaban “una estrategia de poder”, era
la manifestación del pensamiento burocrático65. El “desajuste entre la rebeldía
popular y las estructuras encargadas de transmutarla en acción revolucionaria”
63
John William Cooke, Apuntes para la militancia: peronismo crítico [Buenos Aires],
Schapire, 1973. Esa obra está compuesta de fragmentos inconexos: el capítulo 1 se refiere a
la situación del peronismo en diciembre de 1964, fecha del prólogo de Cooke; el capítulo 2 y
las dos primeras secciones del capítulo 3 son un pantallazo histórico desde mediados del siglo
XIX hasta 1945; y la tercera sección de ese capítulo parece corresponder a una conferencia
dada en la CGT de Bahía Blanca en 1965.
64
Ibídem, pp. 21-22.
65
Ibídem, p. 94.
En las raíces ideológicas de montoneros
37
no se debía a un burócrata en particular, sino a la burocracia como “sistema de
conducción del Movimiento”.66 Cooke no estaba criticando a dirigentes menores: la conducción del movimiento peronista, siempre se supo, era Perón.
La crítica a la burocracia fue introducida en el debate político posterior
a la caída del peronismo por Cooke. Puede pensarse que el crecimiento del
poder del sindicalismo en esos años, bajo el liderazgo de Vandor, era una razón
suficiente para recurrir a ese concepto. Cooke, sin embargo, no lo asoció al sindicalismo. Su crítica apuntaba a un tipo de conducción que prestaba más atención a las ganancias políticas inmediatas que a lo que él creía necesario para la
toma del poder. No excluía al sector político, ni a Perón mismo, ni diferenciaba
entre la burocracia política y la burocracia sindical. La diferenciación entre
una y otra y la demonización de esta última fueron desarrollos posteriores a la
muerte de Cooke, aunque contemporáneos a la publicación de sus libros. ¿De
dónde tomó él ese concepto? En la tradición marxista fue utilizado por Lenin,
como señala Esteban, y por el trotskismo, especialmente por Trotsky en La
revolución traicionada, pero para éste la burocracia no era un obstáculo para
la revolución sino una deformación del régimen surgido de ella67. También
Gramsci puede haber sido la fuente de inspiración: “la burocracia es la fuerza
consuetudinaria y conservadora más peligrosa; si ella termina por constituir
un cuerpo solidario y aparte y se siente independiente de la masa, el partido
se convierte en anacrónico y en los momentos de crisis aguda desaparece su
contenido social y queda como en las nubes”68. Para Cooke, la burocracia peronista se había independizado de la masa y era, en consecuencia, un escollo
para la política revolucionaria.
El peronismo tenía ante sí, en consecuencia, dos líneas de acción posibles: la burocrática y la revolucionaria. La primera implicaba confiar en que
“de alguna manera imprevista” se llegaría al poder; la segunda se basaba en
la movilización del pueblo para alcanzar ese fin. Su adhesión a la línea revolucionaria resultaba de su caracterización del peronismo como “un encuadramiento de fuerzas populares vertebrado en torno a la clase trabajadora”, a la
que asignaba, como marxista, un “mandato histórico”69. Este mandato era la
revolución, que la burocracia obstaculizaba.
Ibídem, pp. 33,35.
[Juan Carlos] Esteban, La situación nacional y las consignas de “Clase Obrera”, Buenos Aires, Liberación Nacional, 1955, p. 23; Isaac Deutscher, The prophet outcast; Trotsky:
1929-1940, Oxford, Oxford University Press, 1980 [1ª ed., 1963], pp. 55, 298-313.
68
Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, traducción y notas de José Aricó, Buenos Aires, Nueva Visión, 1998 [1ª ed. italiana,
Einaudi, 1949; 1ª ed.argentina, Lautaro, 1962], p. 64.
69
Cooke, Apuntes, cit., pp. 29-30.
66
67
38
Samuel Amaral
Esa caracterización del peronismo cuestionaba el papel de Perón no ya en
la revolución futura, tal como había puesto de manifiesto en la conferencia de
Córdoba, sino como conductor del peronismo, ya que la crítica a la conducción
burocrática lo involucraba directamente. Para él, más que una tarea Cooke tenía
un ultimátum: “si por apatía o inadvertencia ante los factores retrógrados que
obran en su seno, el Movimiento está por debajo de ese papel, otras direcciones
aparecerán para reemplazar su misión renunciada, y semejante abdicación habrá
retardado la hora cenital de la libertad argentina, hasta que se supere el doloroso
desconcierto de su ausencia y se reencaucen las incontenibles energías de la
voluntad nacional insurrecta”. Cooke anunciaba para tal caso la muerte política
de Perón y también quién sería su ejecutor: “las bases impedirán que se lleve
al peronismo a ese final inglorioso”70. Si Perón optaba por la línea burocrática
sería arrastrado por la historia; pero, ¿cuál sería su papel si optaba por la línea
revolucionaria? Cooke no tenía respuesta porque no creía en tal posibilidad.
El planteo de Cooke también desvelaba una paradoja: como clase obrera, es decir como categoría teórica, el peronismo seguía teniendo la misión
histórica asignada por el marxismo; pero como peronismo, es decir como
expresión histórica, tenía una “falla teórica”, por “la falta de una adecuada
teoría revolucionaria para encarar esta coyuntura histórica”. Cooke estaba en
el punto que Lenin había resuelto en ¿Qué hacer? mediante el partido revolucionario y proponía, tal como lo había hecho en Córdoba, la misma solución:
la clase obrera
debe dentro de las tácticas estructuradas, dentro de todos los compromisos
tácticos que se quiera, irse planteando la acumulación y la integración dentro
de una estrategia general que tienda a la toma del poder. ¿Y eso se produce
dónde? En el partido revolucionario. El partido revolucionario es el lugar
donde la historia deja de ser espontánea, mero espontaneísmo, para hacerse
conciencia. Es el lugar donde la práctica y la teoría confluyen para constituir
una unidad que es la que le da potencia a la clase trabajadora y efectividad en
el problema71.
Esta afirmación de la necesidad del partido revolucionario puede llevar a
pensar que Cooke, luego de abandonar su apelación al PC para que asumiera
una política insurreccional, se proponía crear un nuevo partido que, actuando
dentro del peronismo, sustituyera al PC en la función revolucionaria que le reclamaba. Pero, tal como lo sugiere en un artículo publicado en Cristianismo y
70
71
Ibídem, p. 30.
Ibídem, p. 114.
En las raíces ideológicas de montoneros
39
Revolución a fines de 1966, su idea era otra: el peronismo debía transformarse
en el partido revolucionario72.
¿Cómo creía Cooke que el peronismo, entonces en manos de la conducción burocrática, podría transformarse en el partido revolucionario? La misión,
que en ese artículo explica de un modo más claro que en la conferencia de Córdoba, estaba a cargo del “peronismo revolucionario”, al que definía como “una
vanguardia que busca reconciliar la política del Movimiento con el verdadero
papel que éste tiene en el enfrentamiento de las fuerzas sociales”, es decir, que
debía reconciliar la realidad del peronismo con la misión histórica de la clase
obrera. La tarea de esa vanguardia no era “una obra de mera predicación sino
de militancia combativa y de difusión de las verdades esenciales que eleven el
nivel de conciencia de los sectores que tienen la misión de construir la nueva
sociedad en un país liberado”. Aunque las “verdades esenciales” parecen remitir a una visión mecanicista, Cooke veía a la política revolucionaria como “acción esclarecida por el pensamiento crítico; una permanente indagación sobre
una realidad fluida que no se somete a ninguna sabiduría inmóvil centelleando
verdades definitivas”73. Más Gramsci, sin duda: el partido revolucionario de
Cooke era el “príncipe moderno”, el resultado de la acción de una vanguardia
en el seno de las masas (aunque, para complicar las cosas, éstas no eran organizativamente vírgenes y tenían una historia particular que las había llevado
a ser dirigidas por una burocracia).
Cooke da por sentada la necesidad de la vanguardia en el “Informe a las
bases”, publicado también a fines de 196674. A los integrantes de la izquierda
nacional que se habían ilusionado con que el golpe de estado de junio de 1966
produciría un nuevo encuentro de pueblo y ejército, tal como el que creían que
se había dado en 1945, Cooke les advierte que por ese medio el peronismo no
llegaría al poder. Si eso fuese posible, “las vanguardias no serían indispensables, no demasiado útiles siquiera, o mejor dicho, no habría vanguardias,
desde que la conciencia revolucionaria sería un espejismo con que nos engaña
la realidad enigmática donde operan leyes incomprensibles o un azar dislocado
que torna posible cualquier resultado en cualquier circunstancia”. Cooke no
refuta el azar en nombre del determinismo (la inevitabilidad de la revolución
proletaria) sino en nombre de la unidad teórico-práctica que realiza la vanguardia. La revolución no podía para él ser el resultado de un factor externo
Cooke, “Definiciones”, cit., p. 15.
Ibídem.
74
John William Cooke, El peronismo y el golpe de estado. Informe a las bases del
movimiento [Buenos Aires], Acción Revolucionaria Peronista, 1966, reproducido en John
William Cooke, Peronismo y revolución: el peronismo y el golpe de estado; Informe a las
bases, Buenos Aires, Papiro, 1971.
72
73
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Samuel Amaral
sino del desarrollo de la conciencia revolucionaria del proletariado, que sería
consecuencia de la acción de la vanguardia.
La acción de la vanguardia produciría el desarrollo de la conciencia revolucionaria del proletariado, pero ¿cómo? Aunque el “Informe a las bases” es
contemporáneo del artículo de Cristianismo y Revolución, se nota una diferencia entre las respuestas dadas por Cooke a esa pregunta: en aquel se diluía
el papel del partido revolucionario. El desarrollo de la conciencia revolucionaria estaba a cargo de la vanguardia revolucionaria, que no era “una minoría
autodesignada en mérito a la admiración que a sí misma se profesa, sino el
cumplimiento de una función que hay que revalidar constantemente mediante
la comprensión teórica de una realidad fluyente”, sin verdades definitivas.
Esto quería decir que ese conocimiento no era “exterior a la práctica de las
masas, sino la experiencia directa de esa lucha enriquecida por el pensamiento
crítico”, que sólo adquiría “valor revolucionario en cuanto se ‘socializa’ al ser
incorporado por las masas a su acción, pues ellas son las actoras y también
destinatarias de la revolución”75. La explicación podía ser satisfactoria desde
una perspectiva teórica, pero ¿cómo se establecía en la práctica el vínculo
entre la vanguardia y las masas?
Entre la vanguardia y las masas había un nexo: Perón. Criticado en escritos anteriores como responsable último de la conducción burocrática, en el
“Informe a las bases” Perón se transforma en “el héroe revolucionario, el líder
de masas” y, como tal, “tiene una densidad de la que carece el demagogo o el
caudillo que apela solamente a lo irracional de las multitudes para servirse de
ellas”76. La diferenciación entre héroes y líderes, de un lado, y demagogos y
caudillos, de otro, le sirve para explicar el papel de Perón, pero al hacerlo se
separa de toda fuente de inspiración marxista, aun gramsciana, para avivar el
rescoldo de su pasado nacionalista. Los demagogos y caudillos aparecen “por
influjo de determinadas circunstancias históricas, pero no para sobrepasar
las contradicciones de una sociedad injusta sino para afirmarla e integrar en
ella a los pueblos durante un corto lapso”. Es decir, ellos son ajenos a la clase
obrera y sólo sirven para arrastrarla en una dirección contraria a sus intereses.
En cambio, “el héroe del pueblo, el líder revolucionario, no es un fenómeno
personal sobreimpuesto a la realidad que permite su surgimiento, sino un
protagonista que integra esa realidad y expresa las fuerzas de crecimiento, las
ansias de libertad de los oprimidos, la voluntad nacional de constituirse como
comunidad soberana”. Cooke no puede decir que el héroe y el líder expresan a
la clase obrera, porque de esa manera eliminaría la necesidad de la vanguardia;
sin embargo, los presenta como parte del proceso de la lucha antiimperialista
75
76
Cooke, Peronismo y revolución, cit., p. 18.
Ibídem, p. 102.
En las raíces ideológicas de montoneros
41
y de conformación de la conciencia revolucionaria de la clase obrera. No los
asimila a los jefes carismáticos, ni aún a los que Gramsci considera progresivos, pero los presenta como una etapa si no necesaria, al menos producto
de las circunstancias históricas77. Si su análisis de la función del líder hubiera
quedado allí, habría ya sido suficientemente peculiar desde una perspectiva
marxista. Pero no se detiene en ese punto, sin embargo.
“El héroe se carga de contenido, de belleza, de fuerza”, continúa Cooke,
“porque en él se objetivan los anhelos y ansias, aspiraciones multitudinarias
que irrumpen cuando a determinadas condiciones históricas se une la voluntad
de las clases y de la nación explotada”78. Ese había sido para él el papel de
Perón en 1945, “esa su relación con el pueblo que demandó su libertad”. El 17
de octubre había sido “la eclosión de la conciencia popular, que certeramente
identificó su suerte con la del líder, en quien había encontrado el punto de confluencia de tantas voluntades dispersas, la voz que expresaba sus anhelos, el
poder que los realizaría”. Aunque Cooke pretende diferenciar al demagogo y al
caudillo del líder de masas, la diferencia que establece es de carácter subjetivo:
su propia opinión acerca de las políticas que implementaban. Pero fracasa en
establecer diferencias de carácter objetivo en el ejercicio del poder: en todos
los casos se trata de una personalización extrema, de la sujeción de la ley al
arbitrio personal, de la eliminación de todos los contrapesos institucionales
con que la democracia liberal limita el poder personal. Cooke mismo apuntaba
contra ese orden político al distinguir la democracia y el liberalismo, es decir,
la democracia como expresión de la voluntad general y el liberalismo como
expresión de un equilibrio de poderes, en los que el pueblo es la fuente de la
legitimidad, pero como señala la constitución de 1853, “no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”. Frente al poder limitado, él estaba
por el poder irrestricto; frente al gobierno de la ley y de las instituciones, él
estaba por el poder personal. Cooke señalaba, como lo hace Talmon, esas dos
tradiciones de la democracia, pero mientras que lo que éste llama democracia
totalitaria, originada en la voluntad general de Rousseau, se manifestaba en
la dictadura, para Cooke lo opuesto a la democracia liberal, representativa,
era el líder79. Cooke estaba dando un salto a considerable distancia de toda la
tradición marxista, en la que la clase obrera se reconocía en los partidos socialistas o comunistas, no en una persona. Ni siquiera Stalin había transformado
77
Sobre los jefes carismáticos, véase el fragmento sobre el cesarismo en Gramsci, Notas
sobre Maquiavelo, cit., pp. 71-75.
78
Cooke, Peronismo y revolución, cit., pp. 102-103.
79
Ibídem, p. 61; J. L. Talmon, The origins of totalitarian democracy: political theory
and practice during the French Revolution and beyond, Harmondsworth, Middlesex, Penguin
Books, 1986 [1ª ed., 1952].
42
Samuel Amaral
el “culto a la personalidad” en una categoría teórica. El líder de Cooke estaba
más cerca del Duce o del Führer, expresión del “espíritu del pueblo”, que del
Caudillo, expresión de la “identidad de destino” e “intérprete de la tradición”,
según la caracterización que de ellos hizo un teórico del franquismo80.
Perón era para Cooke “el dirigente máximo [...] el punto de mira, el elemento aglutinador de las voluntades [...] el elemento de orientación en medio del
confusionismo del régimen y de las condiciones desfavorables en que actúa la
masa”. Perón mantenía los atributos de líder revolucionario, y como tal jugaba
un papel decisivo que los burócratas (a los que Cooke ahora diferenciaba de
Perón) no comprendían: “El don de Perón es, para ellos, mágico, sin relación
con los fenómenos sociales concretos. Es un ídolo al cual se le hacen ofrendas
de adoración incondicional y que luego cada uno lo carga con el contenido que
le conviene en cada oportunidad”81. Al exculpar a Perón por el estado del peronismo, luego de las acusaciones directas que le había efectuado dos años antes,
Cooke también estaba haciendo ofrendas al ídolo. Las hacía porque Perón era
la llave que abriría mágicamente el corazón de las masas a la acción de la vanguardia. Cooke había descubierto algo nuevo, que no tenía vinculación alguna
con la teoría marxista, pero que era útil para su política revolucionaria.
El foquismo de masas
El descubrimiento de Cooke le sirvió, en “La revolución y el peronismo”,
su último texto, escrito en 1967 y publicado en forma de folleto a comienzos
del año siguiente, pocos meses antes de su muerte, para unir dos conceptos
que hasta entonces estaban separados: peronismo y foquismo82. En esos años,
muchos jóvenes militantes de una izquierda en crisis, en la que el PC había
perdido su papel hegemónico de otrora, enfrentaban la opción entre uno u
otro. El foquismo significaba la lucha armada en el ámbito rural: así lo había
señalado el Che Guevara en su manual sobre la guerra de guerrillas en 1960 y
lo había reiterado Régis Debray en su folleto “¿Revolución en la revolución?”
en 1967, ambos ampliamente difundidos en toda América Latina83. El peronismo, en cambio, representaba la opción por las masas, concentradas en ámbitos
urbanos. En “La revolución y el peronismo”, Cooke presentó la justificación
80
Francisco Javier Conde, “Espejo del caudillaje” (1941), en Escritos y fragmentos políticos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1974, vol. 1, p. 386 y ss.
81
Cooke, Peronismo y revolución, p. 227.
82
John William Cooke, “La revolución y el peronismo”, reproducido en Cooke, La lucha,
cit., pp. 79-107.
83
Ernesto Che Guevara, Guerra de guerrillas, La Habana, 1960; R égis Debray, ¿Revolución en la revolución?, La Habana, 1967.
En las raíces ideológicas de montoneros
43
necesaria para desarrollar la lucha armada desde adentro del movimiento de
masas y esto, en la Argentina, quería decir en el seno del peronismo.
Para comprender la visión de Cooke de la revolución y del papel que en
ella jugaría el peronismo hay que partir de su caracterización del gobierno
peronista. Éste había llevado a cabo el “proceso democrático-burgués, aunque
en forma indirecta, como imposición de un frente antiimperialista cuya base
de apoyo estaba en la clase trabajadora, sectores de la clase media y el sector
nacionalista del ejército”84. Ese proceso, sin embargo, se había detenido: “cuando desaparecieron las condiciones de la gran prosperidad de post-guerra, y se
cerró el ciclo de ingreso nacional creciente [...] se agudizó la lucha de clases”.
Las contradicciones “ya no se dieron tajantemente entre dos frentes tal y como
se constituyeron en 1945, sino también en el seno del peronismo”: el ejército, la
burguesía y los burócratas de un lado y la clase obrera de otro. La “amalgama
de fuerzas diversas” que había sido su fortaleza en 1945 se transformó en su
debilidad. El liderazgo de Perón, “aceptado sin reservas por la clase trabajadora y con apatía creciente por los otros sectores de nuestro Movimiento”
evitó las colisiones, “pero aunque podía absorber esas contradicciones, no las
suprimía”. La desarticulación del frente produjo la caída de Perón, que no llevó
a la desaparición del peronismo, pero sí a su transformación. El frente policlasista se destruyó y lo que quedó fue la clase obrera. Para Cooke, el peronismo
era ante todo la clase obrera: “la cohesión y empuje de nuestro Movimiento es
la de las clases que tienden a la destrucción del statu-quo”. Por eso resumió
en una frase impactante que puede leerse en más de un sentido:los peronistas
“seguimos siendo el hecho maldito de la política argentina”85.
Esa era una característica negativa, pero ¿tenía el peronismo alguna característica positiva? Cooke no creía que fuera “la maravilla de los siglos”, “ni
el partido revolucionario tal como se lo concibe desde el punto de vista del
marxismo”, pero tampoco era “un partido de la burguesía ni una alienación de
la clase trabajadora tal como lo concibe un izquierdismo pueril que adjudica
a un proletariado ideal ciertos niveles teóricamente determinados y luego los
toma como pautas para juzgar al movimiento obrero concreto”. La principal característica positiva era que representaba “el más alto nivel de conciencia a que
llegó la clase trabajadora argentina”. El peronismo, ya lo había sugerido desde
el comienzo de sus lecturas gramscianas, era la expresión histórica de la clase
obrera argentina. De allí derivaba todo su potencial revolucionario que, como ya
había cumplido su fase democrático-burguesa, sólo podía canalizarse hacia la
realización de la revolución socialista. Por falta de una ideología revolucionaria
84
85
Cooke, La lucha, cit., p. 82.
Ibídem, p. 83.
44
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y por su conducción burocrática, sin embargo, seguía siendo (como ya lo había
dicho en su conferencia de Córdoba) “un gigante invertebrado y miope”86.
La revolución en la Argentina, decía Cooke, era impensable sin el peronismo, por lo que la movilización revolucionaria de las masas se daría desde
su propio seno. Pero el peronismo tal como estaba no bastaba para producirla.
Era necesaria “la acción de vanguardias que impulsen el avance de conciencia
y la movilización de sus masas tras una política real de poder”. Una de esas
vanguardias era Acción Revolucionaria Peronista (ARP), la agrupación creada
por él en 1964, “orientada para luchar contra la dependencia y la explotación
por medio de la lucha revolucionaria”. Ella, apuntaba, no era un partido político para respaldar la acción militar ni un sector militarizado de un partido
político. Era una organización que operaba “en todos los frentes en defensa de
sus posiciones políticas, sirviendo los propósitos de la lucha revolucionaria”;
actuaba “sobre la base del Movimiento Peronista, participando de sus luchas
políticas y sindicales, influyendo para la adopción de líneas de acción correctas, eventualmente incluso a través de posiciones dentro de los organismos
gremiales y partidistas”, pero sus representantes estaban sujetos “a la política
y a la conducta trazada por ARP cuando ésta se halla en contradicción –como
es frecuente– con la que establecen las direcciones burocráticas”. Cooke no
suponía que ARP fuese la única vanguardia, sino una de las vanguardias
revolucionarias. La revolución sería un proceso largo, por lo que no era una
tarea exclusiva de los peronistas, sino de todos lo que asumiesen la condición
de revolucionarios. Esta condición significaba “coincidencia en los objetivos de
liberar el país del imperialismo, liquidar su régimen social clasista y construir
el socialismo y coincidencia en que esas aspiraciones sólo pueden lograrse
mediante la acción armada, promovida por la vanguardia y llevada a término
por las masas populares”87. ARP, en consecuencia, no era todavía un partido
político para respaldar la acción militar ni un sector militarizado de un partido
político, pero indudablemente, si cumplía su función como vanguardia, debería
practicar, en algún momento, la lucha armada. Cooke quizá no había dejado
de lado su intención de transformar al peronismo en el partido revolucionario,
pero la misión de la vanguardia era iniciar la lucha armada y conectarla con las
masas populares. El marxismo de Gramsci se fundía con la teoría del foco.
La inspiración gramsciana le había permitido a Cooke reconocer al peronismo como la experiencia histórica de la clase obrera argentina y, a partir
de ese reconocimiento, definir un concepto que excedía aquella influencia. Al
descubrir el marxismo, Cooke podría haber encontrado que el peronismo no
86
87
Ibídem, p. 84.
Ibídem, pp. 89-90.
En las raíces ideológicas de montoneros
45
se ajustaba a ninguno de los modelos disponibles en esa tradición y, en consecuencia, que era necesaria la organización independiente de la clase obrera,
dentro o fuera del partido. Pero en su acercamiento al marxismo se encontró
con Gramsci, cuyas ideas le permitieron explicar al peronismo como la experiencia histórica de la clase obrera, justificando, de paso, su propia historia
personal desde una novedosa perspectiva teórica. Esa explicación era buena
para el pasado, pero no lo era necesariamente para el presente ni para el futuro.
El peronismo del presente estaba dominado por la burocracia. Cooke podría
haber dicho entonces que el peronismo había sido la experiencia histórica de
la clase obrera pero que ya no lo era más, o podría haber dado batalla a esa
burocracia por el control del peronismo tal cual era. No hizo lo uno ni lo otro:
decidió desarrollar su propia política revolucionaria sin dejar de proclamarse
peronista. “Somos peronistas”, afirmaba, “actuamos en el seno del movimiento
de masas, y no diferenciados de él”. El peronismo expresaba “las limitaciones
de nuestra propia sociedad nacional” y encerraba “las posibilidades… de superarlas colectivamente”. Este es el punto clave de la argumentación de Cooke:
el peronismo era la experiencia histórica de la clase obrera argentina, pero
también su identidad política. Había logrado escindir, sin teorizar al respecto,
la identidad peronista de la realidad que le ofrecía el peronismo tal cual era
entonces. Cooke ya no era peronista por su coincidencia con Perón, sino por
lo que el peronismo significaba para él, independientemente de lo que Perón
u otros peronistas hiciesen o pensasen.
La identidad peronista planteaba dos problemas: por un lado, qué tipo de
acciones debía llevar a cabo la vanguardia; por otro, el papel de Perón, todavía jefe del peronismo, en ese proceso revolucionario. Cooke era muy parco
respecto del primero, pero eso podía ser simplemente para ahorrar los detalles de la revolución que impulsaba (fuese por razones de seguridad o por su
confianza en la dialéctica de la historia), y resolvía el segundo de una manera
demasiado sumaria. Perón era “el máximo valor de la política democráticoburguesa en la Argentina, un pre-marxista que, por inteligencia y por conocimientos generales sigue la evolución que toma la historia y simpatiza con las
fuerzas que representan el futuro”88. No creía que fuese un obstáculo para la
lucha armada, “por cuanto existe una clara y necesaria continuidad histórica
entre el proceso iniciado bajo su liderazgo el 17 de octubre de 1945 con las
banderas… y el proceso revolucionario que hoy comienza a desarrollarse bajo
otras formas de lucha pero manteniendo e integrando en un proceso superador
las banderas iniciales”; pero eso no significaba que fuese en ese momento “el
destinado a trazar una política revolucionaria, entendida como unidad de teo88
Ibídem, p. 92.
46
Samuel Amaral
ría, organización y métodos de lucha”89. Perón era el pasado y no tenía futuro;
no importaba como conductor sino como mito90.
El mito de Perón perduraría porque no era “una torpe idolatría de las
masas”.
Al afirmar su fe en Perón, explicaba, al reconocerle implícitamente una
infalibilidad que se da por sentada, pero sobre la cual no desea discutir, al
dotarlo de condiciones excepcionales y posibilidades casi mágicas de triunfo,
el hombre de nuestra base no hace sino proyectar hacia el jefe lejano algo que
anhela y que la sucia realidad en que se mueve no le ofrece; y, además, Perón
no sólo es el artífice de la única época en que el obrero fue feliz [...] sino algo
más importante: es el recuerdo, el símbolo, de la primavera revolucionaria del
proletariado argentino, del momento cenital de las grandes conquistas sociales
y las reivindicaciones nacionales.
El mito de Perón sí estaba vivo, porque se alimentaba “tanto de la adhesión
de los obreros como del odio que le profesa la oligarquía no atenuado por los
años porque es el reverso del amor de los humildes”. Por eso, remarcaba Cooke,
“creer que ese liderazgo pueda ser suplantado por la superioridad en los planteos
o por la capacidad de conducción política es ignorar todo eso”91. Cooke no advertía que semejante papel le cuadraba mejor a un muerto que a un vivo: ¿por qué
habría de ser Perón un espectador pasivo de esa revolución que lo privaría del
apoyo de las masas y lo arrumbaría en el desván de la historia? Cooke confiaba
en que Perón nunca regresaría. Pero, ¿si el proceso revolucionario avanzaba bajo
la bandera del peronismo no reclamarían las masas su presencia?
Nuevos mitos surgirían en la lucha, creía Cooke, sin entrar en colisión con
el mito de Perón. Imaginaba que “Perón se interpone, para bien o para mal,
en el camino de políticos y liderazgos reformistas”, pero no “en los liderazgos
que no dupliquen su papel sino que surjan como producto de nuevas formas de
lucha”. Cooke confunde el mito con el liderazgo, suponiendo que éste conduce
necesariamente a aquel. Quizás acertara en que Perón podía convivir con otros
mitos, pero ¿podría convivir con otros líderes? “El pueblo”, continúa Cooke,
apropiándose sin timidez del sujeto colectivo, “no encontrará incompatibles su
lealtad peronista con su adhesión a hombres y grupos del Movimiento que le
abran nuevas perspectivas para continuar en la trayectoria que quedó trunca,
Ibídem, pp. 92,94.
Quizás a ese descubrimiento se deba el hecho de que la última carta de Cooke a Perón
–suponiendo que la Correspondencia incluya todas las cartas que le envió– sea del 21 de
febrero de 1966, cuando aun le quedaban dos años de vida y de actividad política. Cf. PerónCooke, vol. II, pp. 356-367.
91
Cooke, La lucha, cit., p. 93.
89
90
En las raíces ideológicas de montoneros
47
parecería que definitivamente”. Esta es la clave práctica de la fusión del peronismo y marxismo en Cooke: la lucha bajo cobertura peronista produciría
otros líderes y otros mitos que se sumarían al de Perón. El nuevo mito sería
provisto por la conducción revolucionaria, que se cargaría “con el magnetismo
de su antiguo prestigio, llevando, a través de esta síntesis, al pueblo, después
de años de derrota y proscripción, a nuevas, gloriosas, y esta vez sí definitivas
victorias”92. De esta manera la identidad peronista servía de vínculo entre
el pasado y el futuro, independientemente de las otras manifestaciones del
peronismo.
Para Cooke había comenzado, cualquiera fuese su duración, “la última
etapa del proceso argentino”. La alternativa entre “la dictadura violenta o dictadura encubierta en la semidemocracia”, que era como caracterizaba al orden
político bajo el gobierno de Illia, bajo el de Onganía había pasado a ser “régimen dictatorial burgués-imperialista o gobierno revolucionario de las masas
mediante el triunfo de la guerra revolucionaria”. No creía en la posibilidad de
que se regresara a aquella semidemocracia, y mucho menos a una democracia
plena (que, por lo demás, no le interesaba), por lo que el retorno a una forma
de gobierno representativo debía ser bloqueada por la violencia. Su concepción
estratégica era “hoy y siempre, la de la lucha armada”93. La teoría del foco
prevalecía, pero su práctica debía realizarse sin excluirse del peronismo.
La lucha armada planteaba el problema de las condiciones necesarias
para su desarrollo. Esta cuestión lo llevó a criticar nuevamente al PC, que
sólo aceptaba el empleo de la violencia en “ciertas condiciones [...] que la
diferencien de la ‘provocación’ y la ‘aventura’”. Cooke preguntaba si esas
condiciones sólo podían ser fijadas por “los que detentan el monopolio de
Lenín, Marx, de la filosofía marxista, de la ‘representación del proletariado’”.
A esas preguntas retóricas contestaba: “Nosotros no tenemos, lo confesamos
mucha confianza en esos sabios de la historia que nos adelantan el final pero
nunca entienden lo que pasó ayer o está pasando ahora”. ¿Cómo sabían que no
había condiciones? Para Cooke, el PC las clasificaba según un patrón doble:
los revolucionarios eran quienes tomaban el poder, como Lenin, Mao y Fidel
Castro; y los aventureros, quienes “fracasan, mueren, van presos”. “No nos
parece un criterio muy marxista de análisis”, señalaba, “más bien creemos que
lo enunció Maquiavelo”. El PC acertaba siempre porque se apropiaba de los
aciertos ajenos. Para Cooke, “acertar con Fidel Castro” era intentar “lo que él
intentó, seguir el camino que él abrió”94. Hasta aquí, la crítica de Cooke al PC
Ibídem, p. 94.
Ibídem, p. 96.
94
Ibídem, pp. 104-105.
92
93
48
Samuel Amaral
era metodológica: el PC propiciaba un método, el partido leninista, y como
éste no había funcionado más allá del modelo original, se apropiaba de otras
revoluciones, pero no variaba el método.
Cooke iba más allá de la crítica metodológica, sin embargo, para efectuar
otra que se situaba en el mismo plano emocional en que había justificado la
violencia en su conferencia de Córdoba o explicado al líder en el “Informe a
las bases”. Sólo esa vocación por conmover los sentimientos de sus lectores
con frases altisonantes (y la facilidad que tenía para acuñarlas) le permitió
afirmar que “en último caso siempre es preferible ser derrotado o muerto
con el Che Guevara, que acertar y triunfar con Vittorio Codovilla”. A lo que
agregaba, como si esa infausta sentencia no bastara: “Sobre todo, mucho más
alegre”95. ¿Por qué podía ser más alegre morir con aquel que triunfar con éste?
Esa afirmación no carecía, por cierto, de repercusiones políticas, pero no tenía
ningún sustento teórico, al menos en el marxismo, ya fuese el de Marx o el
de Gramsci. Esa lúgubre alegría, el desdén no ya solamente de alternativas
menos violentas que la lucha armada sino de otras concepciones de la política,
aún de la política marxista, es una marca original de Guevara que a través de
Cooke inspiró sin duda a muchos de quienes en esos años se transformaron
en revolucionarios.
La lucha revolucionaria, la violencia, eran para Cooke infalibles: “La
razón de nuestra línea sólo puede demostrarse, a escala de las masas, por su
aplicación exitosa. En cambio nuestro fracaso… no les daría la razón a nuestros críticos: ellos lo computarán como un fruto de su propia sabiduría, pero
podría deberse a fallas concretas de nuestra acción o a cualquier factor de la
contingencia y no a errores de concepción”96. Los marxistas ortodoxos que
Cooke menospreciaba seguramente pensaron que de esta manera anteponía
las ideas a la experiencia, la teoría a la práctica. Su llamado a la acción esquivaba el quietismo, cuya crítica había leído en Gramsci, pero no el fatalismo
optimista del determinismo mecánico. También Cooke se apropiaba de los
triunfos para su teoría revolucionaria y dejaba las derrotas para las debilidades
humanas o la casualidad.
El último escrito de Cooke expresa tanto la influencia teórica de Gramsci
como la herencia metodológica de la revolución cubana. El peronismo era la
experiencia de la clase obrera, pero ella debía continuar en la revolución socialista. La lucha armada era el vínculo entre aquella experiencia y su misión
histórica, anudado por la vanguardia mediante su acción dentro del peronismo.
Foquismo y peronismo eran hasta entonces dos términos opuestos: uno propo95
96
Ibídem, p. 105.
Ibídem, p. 106.
En las raíces ideológicas de montoneros
49
nía la lucha armada inmediata en un ámbito rural; el otro, el trabajo político en
el seno del movimiento de masas. Cooke unió (en el papel) ambos conceptos,
proponiendo el desarrollo de la lucha armada desde el seno del movimiento
de masas: el foquismo de masas.
Conclusión
El descubrimiento tardío del marxismo, a fines de la década del cincuenta,
le permitió a Cooke encontrar un panorama teórico distinto del que habían
encontrado quienes comenzaron su militancia en las décadas anteriores. Asimismo, no haber pertenecido a ningún partido o agrupamiento marxista le dio
la ventaja de no tener que soportar la carga de ninguna tradición interpretativa.
Cuando se interesó en el marxismo, en las páginas de un libro recién llegado
a las librerías, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce,
de Gramsci, encontró los elementos necesarios para interpretar al peronismo
desde una nueva perspectiva.
Otros marxistas habían fracasado ante la discrepancia entre la clase obrera como concepto teórico y la manifestación política real de los integrantes
de la clase obrera argentina. Algunos pensaban que ese comportamiento era
una desviación pasajera, porque la clase obrera tenía que cumplir su inevitable misión histórica; otros pensaban que el peronismo, más el gobierno que el
fenómeno político, había sido una etapa en el camino de la revolución. Cooke
logró escapar del laberinto que era la realidad del peronismo mediante la diferenciación de la experiencia histórica y la identidad política. La experiencia
histórica era el vínculo del pasado con el presente y la identidad política, el
del pasado con el futuro. El peronismo era la identidad política de las masas,
de modo que resultaban irrelevantes los designios políticos del resto del peronismo y del mismo Perón.
Dentro de la identidad peronista, entonces, cualquier política era posible,
inclusive la de Cooke (aunque él no lo viese de ese modo). Para él, la política
revolucionaria derivaba del supuesto de que el peronismo era la experiencia
histórica de la clase obrera. Esa experiencia histórica no anulaba la misión
histórica de esa clase, pero ésta tampoco se cumplía automáticamente por el
mero juego de las leyes de la historia. Aunque Cooke había partido de una
visión determinista del marxismo, pronto la cambió por una voluntarista: la
historia como resultado de la voluntad humana y, en consecuencia, también la
revolución socialista. No se planteaba el problema que implica esta visión: si
la historia resulta de la voluntad humana, ¿por qué ésta debería emplearse en
la revolución socialista? Pero respondía a esta pregunta indirectamente como
50
Samuel Amaral
respondieron otros marxistas que se encontraron en el mismo atolladero: por un
imperativo moral. La revolución terminaría con la opresión y la explotación: la
individual, la de clase, la imperialista. Todo el peso de la argumentación de Cooke, como para tantos otros marxistas, estaba en el proceso revolucionario, sin
ninguna preocupación por el día después de la revolución. Podía fundamentar
esto teóricamente: imaginar con demasiada precisión ese día sería eliminar la
dialéctica de la historia. No era necesario, por lo tanto, indicar cuáles serían las
políticas de la revolución triunfante. En esos días, por lo demás, había un nuevo
modelo revolucionario: la revolución cubana. Sólo había que seguir su método
para concretarla y luego, tras el triunfo, sus políticas. Cooke no disentía con
esta visión, pero creía que el método cubano, la lucha armada, no debía disociar
a los revolucionarios de las masas. Esto presentaba un problema que desde la
revolución cubana no se había podido resolver: cómo establecer un foco y al
mismo tiempo desarrollar una política de masas, cómo combinar el necesario
secreto de la acción revolucionaria con la no menos necesaria publicidad de
la acción política. Él propuso la solución, el foquismo de masas, pero no pudo
practicarla. Otros, a poco andar, se encargarían de intentarlo.
La revolución de Cooke era, aunque no la designara como tal, una revolución nacional. Lo era en un doble sentido: por un lado, por su apelación a
los sentimientos patrióticos y redencionistas (“la patria es sentido del futuro,
es posibilidad de construirnos como Nación”), pero también por la total autonomía respecto de cualquier otro proceso revolucionario o de la situación
mundial. Su revolución era “parte de la revolución latinoamericana… parte
del frente revolucionario mundial”, pero no tenía ningún vínculo con una u
otro97. Esa revolución latinoamericana sería, por omisión, el resultado de la
sumatoria de las partes, cada una resultado de una particular experiencia
histórica; y del mismo modo, el frente revolucionario mundial, que ya no era
el encabezado por la Unión Soviética, ni siquiera por China, sino quizás una
adición de revoluciones nacionales, como la cubana, la argelina, la vietnamita.
Por esto cae en la misma contradicción que otros sostenedores de la revolución
nacional: ésta, por definición, era antiimperialista, pero su concreción requería
un imperialismo pasivo, es decir, lo contrario de lo que, por definición, era el
imperialismo. Mientras los marxistas creyeron que había leyes de la historia
que garantizaban el triunfo de la clase obrera, nada de lo que hicieran otras
clases podía cambiar el resultado final; pero cuando dudaron de esas leyes y
la historia pasó a ser el resultado de la acción (o aun de la voluntad) humana,
y por lo tanto impredecible, ¿qué les hizo pensar que las potenciales víctimas,
cualesquiera fuesen sus faltas, se someterían mansamente a la acción de los
97
Ibídem, p. 75.
En las raíces ideológicas de montoneros
51
revolucionarios? Cooke no resuelve este misterio, pero no carece de compañía
entre quienes abandonaron la interpretación mecanicista del marxismo.
La clase obrera era, naturalmente, el sujeto de la revolución, de la historia,
pero Cooke encontró que ella tenía una historia y que en la Argentina el resultado de esa historia era el peronismo. Por eso no podía haber revolución sin el
peronismo. Pero, al mismo tiempo que expresión histórica de la clase obrera,
el peronismo era un movimiento político realmente existente que contenía una
gran variedad de tendencias. Este peronismo presentaba un problema: estaba
controlado por una dirección burocrática que, por definición, no era revolucionaria. Era necesario, en consecuencia, luchar contra la burocracia para transformarlo en el partido revolucionario. En su último escrito, sin embargo, decae el
énfasis de la lucha contra la burocracia y el partido revolucionario desaparece
por completo. La prioridad es la lucha armada de la vanguardia, el peronismo
revolucionario. La vinculación de esa vanguardia con el peronismo se daría en
el plano emocional, por la identidad peronista. Cooke no cree necesario especificar cómo se daría el paso de ese vínculo emocional a otro organizativo: quizá
creyera que la dialéctica de la historia se encargaría de suplirlo.
En sus últimos años, Cooke fluctuó entre Gramsci y el foco. Primero
quiso transformar al peronismo en el partido revolucionario, mediante la
construcción de la hegemonía de la política revolucionaria por los intelectuales
encargados de realizar la unidad teórico-práctica. Luego, en su último escrito,
quiso a la vanguardia lanzada a la lucha armada, pero sin salirse del peronismo. A pesar de la apariencia excluyente de ambas influencias, la intención de
Cooke fue fundirlas en una sola práctica política: el foquismo de masas. La
clave que hacía posible esa fusión era la identidad peronista, un factor emocional que conectaría la experiencia histórica de las masas con la lucha armada
de la vanguardia. Así, a la manera cubana, el peronismo se transformaría en
el partido revolucionario.
Perón era el principal problema de Cooke. Su interpretación del peronismo
tenía una contradicción implícita: Perón era una pieza clave, pero al mismo
tiempo debía ser totalmente pasiva. Para Cooke, Perón había sido sucesivamente el conductor que debía regresar al poder (en 1957), un participante
condicionado de un frente de liberación (en 1959), y luego un obstáculo para
la revolución por su conducción burocrática (en 1964). Cooke reconsideró su
opinión tras el frustrado retorno: Perón se transformó así (entre 1966 y 1968)
en símbolo de la resistencia al régimen y luego en un héroe, un líder y, finalmente, en un mito. En otras palabras, para Cooke, Perón estaba políticamente
muerto. Pero si éste rechazaba su lugar en el panteón, si reclamaba su puesto
de conductor, la ilusión de Cooke se esfumaría. Perón, se sabe, volvió a la
Argentina y fue nuevamente presidente.
Argentina. Crisis de pagos y sinergia
entre programas del FMI y Club de París.
1956-2009
Noemí Brenta
IDEHESI-UCA–UBA-CONICET
nbrenta@fibertel.com.ar
R esumen
Desde 1956, en ocho ocasiones la Argentina refinanció deudas oficiales
en el ámbito del Club de París. Estas refinanciaciones implicaron implementar
programas de ajuste, acompañados en seis oportunidades por acuerdos contingentes con el FMI. Pero la apreciación subsiguiente de la moneda doméstica
y los compromisos de facilitar importaciones pactados en tales acuerdos,
desencadenan un ciclo de auge y deterioro de la cuenta corriente del balance
de pagos que finaliza con una nueva crisis y una deuda externa incrementada,
agravando la restricción de divisas originante de tal situación, en un contexto
de salida masiva de capitales, inflación y recesión.
Palabras claves
Argentina – FMI – Club de París – crisis de pagos.
Abstract
Argentina refinanced eight times its Paris Club’s debts since 1956. The
refinancing involved implementing stabilization and expenditure cut programs,
and were accompanied by IMF agreements in six occasions. But the subsequent appreciation of the domestic currency and the imports commitments
involved in such agreements triggered a cycle of boom followed by the worsening of the current account, which resulted in a new crisis and the increase
Temas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 53-76.
54
Noemí Brenta
of the external debt, exacerbating the original foreign currency restriction in
a context of massive capital outflows, inflation and recessión.
K ey words
Argentina – IMF – Paris Club’s – payment crisis.
Introducción
Argentina tiene un problema importante, común a la mayoría de los países pequeños. Pero esta nación del Cono Sur no es estrictamente pequeña; su
producto bruto ocupa el puesto 24 en el ranking mundial, su población el 31,
y su superficie el 8. Lo que ocurre es que desde el punto de vista de la teoría
monetaria internacional, también China, la India o Brasil son países pequeños.
Su pequeñez reside en que sus monedas no se utilizan en los pagos internacionales y, por lo tanto, los bancos centrales de los demás estados tampoco las
demandan como reservas.
Estos países –así como la Argentina– consiguen moneda de uso internacional principalmente exportando mercaderías y servicios, y también en menor
medida por el influjo de inversiones externas y préstamos. Las transferencias
por remesas de los emigrados también robustecen la disponibilidad de divisas
en algunos estados nacionales. Pero en ciertas circunstancias, las reservas de
moneda externa son insuficientes para afrontar las obligaciones con el resto
del mundo –importaciones, intereses, utilidades y dividendos de empresas
extranjeras, amortización de préstamos en divisas– y los países no emisores
de moneda internacional caen en crisis de pagos.
Este problema de insuficiencia de divisas, denominado “restricción externa”, es el talón de Aquiles de los países en desarrollo, y una de las principales
raíces de todas las crisis de la economía Argentina.
1. La restricción externa de la Argentina
Las frecuentes crisis de balance de pagos de la Argentina constituyen el
indicador más relevante de la restricción externa. Tomando sólo desde 1956,
año de la primera negociación con el Club de París y de adhesión a los convenios de Bretton Woods, en cinco decenios ocurrieron en la Argentina seis
crisis de pagos sumamente traumáticas: en 1958-1959; 1962-1963; 1975-1976;
1981-1983; 1989-1990 y 2001-2002. Sin contar otros episodios de menor dramatismo, como los de 1972, 1985, 1987 y 1996. La pérdida de reservas inter-
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
55
nacionales, el déficit de la cuenta corriente y la salida de capitales caracterizan
estas coyunturas, siempre ligadas a recesiones y devaluaciones bruscas.
Numerosos trabajos de las décadas de 1960 y 1970, y aun anteriores, de
raigambre keynesiana y estructuralista, ahora rescatados por el pensamiento
heterodoxo, mentan la restricción externa como el principal freno al crecimiento económico de la Argentina y, en general, de los países subdesarrollados. La
estructura productiva incompleta y desequilibrada; el patrón de comercio exterior basado en exportar materias primas de precios inestables e importar bienes
industriales; el atraso tecnológico; la oferta rígida de energía y/o alimentos son
algunas de las causas por las que el proceso de crecimiento demanda montos
crecientes de divisas para la importación de equipos productivos, tecnología e
insumos; mientras que las exportaciones se expanden mucho más lentamente.
Sin contar el difícil acceso a los mercados de los países desarrollados y, en el
caso de Argentina, la competencia de sus productos agrícolas con los de los
Estados Unidos y la Unión Europea, que subsidian a este sector de actividad.
En la etapa de crecimiento de Argentina por industrialización sustitutiva
de importaciones, que la política económica cortó de cuajo desde 1976, la
restricción de divisas aparecía ligada a la balanza comercial. El desarrollo
económico expandía las importaciones mucho más rápido que las exportaciones. A la reiteración de déficits comerciales y de cuenta corriente seguía
la salida de capitales, agravando todavía más el estrangulamiento externo.
Las reservas internacionales disminuían hasta cubrir sólo uno o dos meses de
importaciones, a veces menos, y éste indicador señalaba la iliquidez de divisas
de la Argentina, revelador de la crisis externa.
En la etapa siguiente, iniciada en 1976, la multiplicación de las obligaciones financieras de corto plazo agregó a la cuenta corriente la presión de
atender abultados servicios financieros (especialmente intereses); mientras que
la apertura de la cuenta capital acentuó la volatilidad del balance de pagos. En
R aúl Prebisch (1949), El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus
principales problemas, en Obras 1919-1948, t. IV-152, Fundación Raúl Prebisch, Buenos Aires,
1994, pp. 490-551; Carlos F. Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica argentina,
Amorrortu, 1ª ed. 1975, 1ª reimp., Buenos Aires, 1983; Aldo Ferrer, La economía argentina.
Las etapas de su desarrollo y los problemas actuales, Fondo de Cultura Económica, México,
1963; Marcelo Diamand, Doctrinas económicas, desarrollo e independencia, Paidós, Buenos
Aires, 1973; y Javier Villanueva, “Problemas de Industrialización con Restricciones en el
Sector Externo”, Desarrollo Económico, Vol. 4, Nº 14-15, pp. 171-182, Buenos Aires, 1964,
son algunos de los trabajos más relevantes que analizaron la restricción externa al crecimiento
en los países subdesarrollados.
El modelo de crisis de balance de pagos de segunda generación describe la secuencia
explosiva de esta situación (Paul R. K rugman, Currencies and Crises, 6ª ed., The MIT Press,
Cambridge, Massachussets, Estados Unidos, 1998, pp. 61-76).
56
Noemí Brenta
este período, las crisis de pagos internacionales de la Argentina están asociadas al sobreendeudamiento externo, sin desdeñar los déficits comerciales y de
servicios reales de 1980-1981 y 1992-1999.
Los gráficos 1 a 5 (al final de este artículo) muestran los saldos del intercambio comercial de la Argentina, la evolución de la deuda externa y la
incidencia sobre el producto bruto de los intereses pagados por ella.
Los saldos comerciales de la Argentina alternan su signo abarcando largos
períodos. Tras siete años de déficit continuo, desde 1956 hasta 1962 inclusive,
sobrevinieron ocho años de superávits, desde 1963 hasta 1970. También arrojaron superávits comerciales los trienios 1972 a 1974 y 1976-1979, por cierto que
basados en una lógica acumulativa opuesta, tras la bisagra de la crisis de 1975
y el ascenso al poder del gobierno de facto, que implementó la lógica de la
acumulación rentístico-financiera. Luego de dos años de déficit comercial, en
1980 y 1981, la casi década que va desde 1982 hasta 1991 mantuvo excedentes
positivos (y recesión). En los años siguientes, entre 1992 y 1999 reaparecieron
los déficits comerciales, excepto durante la recesión de 1995-1996. En 2000
y 2001 nuevamente la recesión recortó las importaciones y corrigió el saldo
de la cuenta mercancías, resultado que se mantuvo luego de la devaluación
de 2002.
En síntesis, en vigencia de políticas ortodoxas, el crecimiento se mantuvo
ligado a déficits de cuenta corriente, y los superávits comerciales sólo resultaron de la contracción de la demanda agregada y la recesión; el atraso cambiario fue la regla. Mientras tanto, las políticas heterodoxas a veces lograron
combinar crecimiento y superávits comerciales, controlando las importaciones
y evitando la sobrevaluación del peso, para alentar las exportaciones.
La deuda externa de Argentina creció mucho más aceleradamente que el
PBI en el período analizado (gráficos 3 y 4), y sus servicios gravitaron cada
vez más en el presupuesto público y como proporción de la renta neta de los
factores del exterior. Ya desde 1961 el ratio intereses pagados por deuda del
sector público nacional en moneda extranjera sobre el producto bruto interno
creció del 0,05% al 0,3%. Pero en 1981 el servicio de esta deuda alcanzó al
1,1% del producto bruto, en 1982 pasó al 2,4% y en 2001 llegó al 3,8%. Luego
de la devaluación de 2002 este coeficiente retrocedió a 1,3-1,9%. Va de suyo
que estos intereses, que representan entre 1% y casi 4% de la producción anual
y que drenan de la Argentina en concepto de ingresos de factores residentes en
el exterior, representan una restricción al crecimiento, vía sector externo.
El endeudamiento en divisas de la Argentina y su carga de intereses más
la frecuente sobrevaluación de la moneda doméstica agravaron la restricción
externa desde la década de 1980. Por otra parte, el ingreso de capitales externos ha sido sólo una solución transitoria, ya que sus retornos requieren más di-
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
57
visas y además, el advenimiento de la crisis de pagos a causa de los crecientes
desequilibrios de la cuenta corriente provoca la salida de los capitales de corto
plazo antes de la segura devaluación. Por este motivo, financiar el crecimiento
económico con capitales externos y mucho menos especulativos no representa
una solución estable al problema de la restricción externa.
Por su parte, las principales teorías sobre las crisis de balance de pagos no
recogen el problema de la restricción externa estructural, fruto de la propia configuración del aparato productivo, del tipo de cambio tecnológico adaptativo y
dependiente y de otros factores, como la desigualdad distributiva, la escasez de
ahorro doméstico y la debilidad fiscal. Esta estructura económica es inhibitoria
del crecimiento y desencadenante de procesos de stop-and-go en los países en
desarrollo. Pero este tema desapareció de la agenda cepalina desde los años
ochenta, y nunca fue incorporado en las corrientes del pensamiento económico
monetarista y neoclásico, predominante en las últimas tres décadas.
Un autor poskeynesiano, A.P. Thirlwall, desarrolló un modelo de crecimiento restringido por el balance de pagos, aplicable al caso argentino. Según
esta teoría, en una economía abierta la tasa de crecimiento del producto estaría
determinada en el largo plazo por el cociente entre la tasa de crecimiento de
las exportaciones y la elasticidad-ingreso de las importaciones, es decir la
intensidad del aumento de las importaciones ante aumentos de la producción.
Este comportamiento es suficientemente universal como para llevar el nombre
de “ley de Thirwall”.
Pero no es objetivo de este artículo ahondar en la teoría de la restricción
externa al crecimiento, sino solamente presentar el dramatismo de esta cuestión en la Argentina, antes de abordar su vínculo con los acuerdos suscriptos
con el Club de París y el FMI.
Cuando su restricción externa se agudiza, la Argentina padece una crisis de
pagos internacionales: sencillamente carece de divisas para atenderlos. La caída
de las reservas, el déficit de la cuenta corriente y la salida de capitales ponen en
cuestión la solvencia externa del país, y dificultan el servicio y la amortización
de las obligaciones soberanas; así, los vencimientos impagos se acumulan.
En esta situación, además de implementar medidas de ajuste para restablecer el equilibrio del balance de pagos, los gobiernos usualmente tratan de
K rugman, op. cit., pp. 61-62.
Anthony Thirlwall, A General Model of Growth and Development on Kaldorian Lines,
Oxford Economic Papers, Vol. 38, Nº 2, Oxford, Reino Unido, 1986, pp. 199-219. En John
S.L. McCombie y Anthony P. Thirlwall (edit.), Essays on Balance of Payments Constrained
Growth: Theory and Evidence, Routledge, Londres, 2004, puede leerse una síntesis de este
modelo, además de otros trabajos sobre la restricción externa al crecimiento de los países en
desarrollo.
58
Noemí Brenta
conseguir moneda externa y de renegociar sus deudas pagaderas en ella. Y es
entonces cuando recurren al FMI y al Club de París. Al primero, para obtener
divisas “prestadas”, mientras se resuelve el problema de los pagos internacionales. Al segundo, para convocar a sus acreedores oficiales extranjeros a fin de
concertar un marco de refinanciación de sus deudas, un mecanismo similar al
del proceso concursal en el ámbito privado.
2. El Club de París
El Club de París nació en 1956, cuando la Argentina acordó reemplazar
los convenios bilaterales con países europeos por un sistema multilateral de
pagos que permitiera pagar los déficits comerciales argentinos con cualquiera
de las naciones del Club utilizando la moneda de aquellos con los que tuviera
superávit. Mientras tanto, el gobierno argentino consolidó y refinanció deudas
con esos países y Japón por cerca de 450 millones de dólares, con un plazo de
rescate máximo de una década, en anualidades incrementales.
Actualmente, diecinueve miembros permanentes, todos ellos países desarrollados (Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados
Unidos, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Rusia,
Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza), integran el Club de París, autodefinido como “un grupo informal de acreedores oficiales –gobiernos o agencias
públicas específicas– que coordinan soluciones sustentables para estados que
enfrentan dificultades temporales en honrar sus compromisos de pago”. Otro
tipo de miembros, los asociados, participa ocasionalmente cuando se tratan
deudas de países sobre los que también mantienen acreencias, siempre que
los miembros permanentes lo autoricen. Abu Dhabi, Argentina, Brasil, Corea,
Israel, Kuwait, Marruecos, México, Nueva Zelandia, Portugal, Sudáfrica,
Trinidad y Tobago y Turquía corresponden a esta categoría. También asisten
a las negociaciones representantes del FMI, quienes se manifiestan sobre la
situación del país deudor y su capacidad de pago; funcionarios del Banco Mundial, de los bancos multilaterales de desarrollo y de otras instituciones, como
la OCDE, UNCTAD y la Comisión Europea, en carácter de observadores.
Por claridad de exposición, este análisis se limita a la brecha externa, dejando al margen las brechas fiscal y de ahorro privado.
El uso de recursos del FMI por parte de un país miembro no consiste en préstamos
(excepto los de condiciones concesionarias para los países más pobres), sino en compras de
moneda externa con moneda nacional.
Es paradójico que mientras los acreedores de países centrales renegocian sus acreencias
unidos en este frente de miembros permanentes, asociados y observadores, como señala Mario
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
59
Entre 1956 y 1976, el Club de París trató unas pocas renegociaciones, con
sólo cuatro países latinoamericanos: Argentina, Brasil, Chile y Perú; y cuatro
asiáticos: Turquía, Camboya, Pakistán e Indonesia. A los que se agregaron
luego cuatro estados africanos: Zaire, Sierra Leona, Sudán y Liberia. Pero
desde la crisis de la deuda externa de los países periféricos, en 1982, las renegociaciones con el Club se volvieron frecuentes y numerosas.
En líneas generales, en el Club de París se renegocian las deudas que el
sector público no financiero del país deudor mantiene con las agencias oficiales de garantía y financiamiento de exportaciones de los países centrales; con
bancos estatales y gobiernos extranjeros.
La cuestión de las agencias de financiamiento y garantía de exportaciones de los países centrales y su actuación en los países periféricos es un tema
muy poco conocido y bastante opaco, que merece abrir una futura línea de
investigación. Las presiones que pueden ejercer los países desarrollados para
colocar sus exportaciones de bienes y servicios, aunque no sean las más adecuadas para ese país o no ofrezcan las mejores condiciones respecto de otros
proveedores; la disparidad, en algunas casos, de la preparación y recursos de
los equipos técnicos de las partes y la escasa transparencia de los procesos de
contratación, abren interrogantes serios acerca de cómo se originan las deudas
que llegan al Club de París. Por ello, se requiere una revisión crítica del modo
de operar de estas agencias, con el objetivo de aprovechar mejor las ventajas
de este tipo de financiamiento y soslayar los costos innecesarios.
En este sentido, el FMI recomendaba ya en 1963: “es necesario para
ambos, los países prestamistas ser menos dispuestos con créditos diseñados
primordialmente para vender exportaciones, y para Argentina instituir controles mucho más efectivos para contraer deuda externa”. El Fondo recomendaba
también que en el futuro existiera un “plan detallado de los programas de
crédito de las empresas estatales”.
Aunque por su naturaleza informal el Club carece de un estatuto, las negociaciones siguen algunos lineamientos generales. Por empezar, sólo se tratan
en este ámbito deudas de mediano o largo plazo (más de un año) y de montos
mínimos significativos, hoy, de más de un millón de dólares. Usualmente sólo
se consideraban la deuda atrasada y los pagos a vencer en un lapso de uno a
tres años posteriores a la fecha del acuerdo. Pero desde 2004 también se empeR apoport “pese a varios intentos, los países latinoamericanos nunca pudieron conformar un
club de deudores que pudiera negociar en conjunto en forma similar, fortaleciendo sus negociaciones”, en BAE, 23 de septiembre de 2009.
Recomendaciones del staff del FMI al acuerdo stand by con la Argentina, de 1963. Cit.
en Noemí Brenta, Argentina Atrapada. Historia de las Relaciones con el FMI 1956-2006, Ed.
Cooperativas, Buenos Aires, 2008, p. 358.
60
Noemí Brenta
zó a tratar el stock íntegro de la deuda con el Club para diseñar estrategias de
salida, habida cuenta de que el aumento de los precios de las materias primas,
como petróleo, metales básicos y alimentos mejoró el balance de pagos de los
países deudores, y también que la abundancia de liquidez internacional propiciaba sustituir deuda con el Club por obligaciones con el sector privado.
Las modalidades de salida del Club incluyeron desde el repago anticipado
de la deuda a valor presente (Perú, Rusia, Gabón, Polonia, Argelia, Brasil,
Jordania, Macedonia) hasta la condonación de las obligaciones de países muy
pobres (Sierra Leona, Santo Tomé y Príncipe, Comoros, Haití, República Centroafricana) o de otro tipo de países, como Nigeria e Irak.
Las reestructuraciones de deuda con el Club están sujetan a algunos
principios básicos, varios de ellos similares a los que rigen los concursos de
acreedores y las quiebras. El primero, el tratamiento caso por caso, establece
que no se aplican reglas uniformes a todos los deudores. Esto, por un lado,
puede generar incertidumbre y subjetividad, ya que facilita priorizar los intereses económicos, políticos y/o estratégicos de los países acreedores (como la
condonación de la deuda iraquí dispuesta en 2004). Pero, por el otro, entorna
la puerta a cierta flexibilidad, que puede resultar beneficiosa para negociar
soluciones creativas de tratamiento o salida de la deuda.
Según el principio del consenso, los acreedores deben negociar hasta
alcanzar un acuerdo y además renuncian a accionar judicialmente en forma
individual contra los países deudores. El tercer principio, de solidaridad, compromete a los acreedores a no procurar condiciones más favorables del deudor que las acordadas a los demás. Ligado a ello, el principio de tratamiento
comparable obliga al deudor a no otorgar concesiones a sus otros acreedores
–los bancos comerciales, los tenedores de bonos de deuda soberana y los proveedores– que las negociadas con el Club, y éste recomienda que el deudor
procure otorgar a sus otros acreedores un tratamiento similar al convenido
allí. Sin embargo, esta cláusula de tratamiento comparable no afecta al FMI,
al Banco Mundial ni a los bancos multilaterales, que conservan su status de
acreedores privilegiados.
Finalmente, el principio de condicionalidad requiere que el país deudor
implemente un plan económico para resolver las dificultades que llevaron a la
necesidad de reprogramar la deuda. Para esto, los acreedores del Club insisten
en que el deudor negocie un programa de ajuste con el FMI bajo la forma de
un convenio stand by o de facilidades extendidas, antes de acudir al Club de
París a solicitar la reestructuración.
En ciertas ocasiones esto no es totalmente obligatorio, por ejemplo, si el deudor no es
miembro del FMI, como los casos de Polonia, en 1981; Cuba, en 1982; y Mozambique en 1984.
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
61
Es necesario, entonces, examinar el tipo de condicionalidad de estos
acuerdos con el FMI, y su relación con las renegociaciones del Club de París
para el caso argentino.
3. Argentina y el Club de París
Argentina es uno de los países de desarrollo intermedio que acordó mayor
número de refinanciaciones con el Club de París, desde 1956 hasta el presente,
en ocho rondas celebradas en 1956, 1962, 1965, 1985, 1987, 1989, 1991 y 1992
(Cuadro 1). Estos años corresponden a la firma del acta que contiene los contenidos consensuados que servirán de marco para las renegociaciones entre el
país deudor y sus acreedores del Club. Estas minutas no representan acuerdos
internacionales porque el Club de París es sólo un grupo informal, y pueden
ser desde simples términos de referencia, si participan pocos acreedores o memorándums de entendimiento. Posteriormente, el gobierno deudor tendrá que
discutir con cada país acreedor la forma jurídica de los acuerdos bilaterales,
según las respectivas legislaciones.
Buena parte de las deudas reestructuradas de la Argentina provenía de
préstamos comerciales garantizados por agencias oficiales, orientados mayormente a la producción de obras y servicios públicos, incluyendo seguridad y
defensa; y en menor medida, de préstamos bilaterales, como los del Tesoro
estadounidense de la era frondicista o del Banco de España, de 2000.
A esta altura es importante recordar que este artículo no pretende historiar las vinculaciones de la Argentina con el Club de París, sino que apunta a
analizar los efectos de sus condicionalidades respecto de la crónica restricción
externa al crecimiento económico que padece la Argentina.
Las refinanciaciones de 1956 y 1965 se celebraron sin acuerdos stand by
con el FMI. La primera de ellas, porque la consolidación de deudas y el retorno al sistema multilateral de pagos convenidos con el Club eran precondiciones
para ingresar al FMI y al Banco Mundial. Por su parte, en 1965 el gobierno
de Arturo Illia se negó a firmar un stand by con el FMI, quien cuestionaba
en ese momento el rol de la banca pública en la economía y la derogación de
los contratos petroleros con empresas privadas. En cambio, Argentina solicitó
O Nigeria, que firmó un programa sin desembolsos con el FMI en 2006. También la Argentina
en 1965 renegoció su deuda con el Club de París sin un acuerdo stand by. Pero como los países
del Club son los principales miembros del FMI, y en las reuniones de tratamiento de deuda el
representante del FMI expone la opinión del organismo sobre la situación del deudor, el visto
bueno del organismo facilita las negociaciones. Tampoco se requiere un stand by con el FMI
para la cancelación anticipada de deuda.
62
Noemí Brenta
utilizar el segundo tramo de crédito del FMI, condicionado a la aprobación de
un programa económico que demostrara cómo el país superaría sus dificultades de pagos, que consistió en un ajuste heterodoxo. Éste contenía los clásicos
criterios de restricción a la expansión del crédito interno y piso para el nivel de
reservas internacionales, pero aplicaba la política monetaria como instrumento
expansivo del crecimiento del producto bruto10.
A pesar de heredar una coyuntura económica recesiva y con escasísimas
reservas internacionales en el Banco Central, el gobierno radical iniciado el
12 de octubre de 1963 y derrocado el 28 de junio de 1966 no celebró acuerdos
stand by con el Fondo Monetario ni renovó la asistencia técnica del Banco
Mundial. El déficit fiscal se redujo significativamente en 1965, porque la reactivación aumentó la recaudación tributaria; el crecimiento económico en 1964
fue de 10% en 1964 y 9% en 1965; la inflación no se apartó de las marcas de
los años anteriores (26% y 28%, respectivamente); las exportaciones aumentaron a un promedio de 1.400 millones de dólares anuales, las importaciones
se redujeron a una media de 1.100 millones, y estos superávits comerciales
permitieron superar las dificultades de pagos internacionales.
Los otros seis acuerdos de la Argentina con el Club de París se celebraron
en el marco de convenios stand by del FMI. La vinculación entre las renegociaciones con el Club y los acuerdos con el FMI es sumamente estrecha, si
bien sólo desde 1981, cuando ya asomaba la crisis de la deuda externa, el Club
explicitó la cuasi obligatoriedad de los deudores de contar con un acuerdo
stand by del FMI antes de sentarse a la mesa de negociaciones11.
Como el país que reestructura sus deudas en el Club de París usualmente
tiene dificultades para atender sus pagos internacionales, la renegociación
incluye además de la deuda atrasada y sus intereses, la reprogramación de los
pagos que el deudor debería realizar entre uno y tres años subsiguientes, lapso
coincidente con la duración de un acuerdo stand by con el FMI (o de facilidades extendidas, similar al stand by pero de mayor plazo). Este período se
denomina de consolidación, y asume que en su transcurso el deudor superará
sus problemas de balance de pagos.
10
El rechazo al FMI fue uno de los ejes de la campaña presidencial del Dr. Arturo Illia,
y la decisión de refinanciar deuda con el Club de París sin suscribir un acuerdo con aquel
organismo era consistente con aquella postura. Esta recibió fuertes críticas de los sectores domésticos vinculados con las finanzas internacionales y las empresas multinacionales, quienes
formularon pronósticos apocalípticos, que se revelaron infundados.
11
Es obvio advertir que la situación financiera de los países en desarrollo en vísperas de
la crisis de la deuda externa (1981-1982) era sumamente diferente de la actual (2010). Habían
tomado enormes préstamos en dólares de bancos comerciales a tasas de interés reducidas, cuya
elevación los hizo impagables.
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
63
Los primeros acuerdos de Argentina con el Club no coincidieron estrictamente con los stand by del FMI, aunque sus condicionalidades eran similares.
Por ejemplo, la renegociación firmada en octubre de 1962, por 270 millones
de dólares, consideró como período de consolidación los pagos de los dos años
calendarios completos, 1963 y 1964, a pesar de que el acuerdo stand by vigente
con el FMI vencía a mediados de 1963. Es cierto que el gobierno firmante de
ese acuerdo era transicional, ya que surgió del golpe cívico militar contra el
gobierno de Frondizi en 1962 y debía convocar a elecciones presidenciales en
1963, en un clima de gran descontento social y divisiones dentro de las fuerzas
armadas. Pero, al final de cuentas, en esta ocasión el plazo de consolidación
del acuerdo con el Club excedía el del suscripto con el FMI, tal vez porque la
pésima situación de balance de pagos permitía suponer que el nuevo gobierno
renovaría el stand by. Por su parte, el plazo de consolidación de la refinanciación siguiente, la de 1965, por 274 millones de dólares, solamente abarcó desde
enero a diciembre del mismo año, sin acuerdo stand by con el FMI, como ya
se mencionó.
La siguiente ronda de Argentina con el Club de París, negociada por el
gobierno radical de Raúl Alfonsín por 1.726 millones de dólares, se firmó en
enero de 1985, pocos días después de que el FMI aprobara un stand by con
la Argentina12. En este caso, el período de consolidación sólo comprendió los
pagos del año 1985. El stand by estipulaba, entre otras diecinueve condicionalidades, que la Argentina debía alcanzar acuerdos para refinanciar sus deudas
con el Club de París y con los bancos acreedores, de los cuales el FMI actuaba
como intermediario frente a cada país deudor. El incumplimiento de los pagos
de Argentina al Club en noviembre de 1985 acarreó la suspensión del tercer
desembolso del stand by del FMI, activando así esta condicionalidad. Esto
constituye una muestra de la condicionalidad cruzada y de la capacidad del
Club para utilizar al FMI en su favor, en ciertas circunstancias.
La renegociación con el Club de París firmada en mayo de 1987 fue simultánea a la aplicación de medidas previas de un acuerdo stand by con el FMI
aprobado en julio, dos meses después del acuerdo con el FMI. Su período de
consolidación coincidió exactamente con el del acuerdo del FMI hasta junio de
1988, y el monto ascendió a 2.156 millones de dólares. En diciembre de 1989
Argentina firmó la renegociación con el Club por un monto de 2.400 millones
de dólares, luego de que el FMI aprobara el stand by en el mes previo. También
en esta oportunidad los pagos postergados coincidieron con la vigencia del
12
El FMI suspendió este convenio contingente en febrero de 1985, por desacuerdo con los
aumentos salariales concedidos por el gobierno alfonsinista. El stand by se reanudó en junio
del mismo año, luego del cambio de rumbo de la política económica, incluyendo la sustitución
del ministro de economía Bernardo Grinspun por Juan Sourrouille.
64
Noemí Brenta
acuerdo con el FMI: hasta marzo de 1991. Lo mismo ocurrió con la siguiente
reestructuración de deuda con el Club de París, suscripta en septiembre de
1991, por 1.476 millones de dólares. Por último, el período de consolidación de
la renegociación firmada en julio 1992, por 2.700 millones de dólares, se extendió durante toda la vigencia del acuerdo de facilidades extendidas firmado
con el FMI: hasta marzo de 1995.
Argentina cumplió regularmente sus pagos vinculados con estas renegociaciones con el Club de París hasta 2001, pero en la crisis de 2002 comenzó a
acumular atrasos, que actualmente rondan entre capital e intereses unos siete
mil millones de dólares, estimándose que el gobierno negociará una estrategia
de salida cuyos términos aún no se dieron a conocer.
Se ha visto, entonces, que el acuerdo contingente (stand by) con el FMI
constituyó un requisito de las renegociaciones de deuda del Club de París que la
Argentina sólo soslayó en 1965, y se apresta a hacerlo actualmente. Por cierto,
en un contexto de superávit externo, reservas internacionales robustas y cuentas
fiscales bajo control, que no justifica firmar un stand by con el FMI, a pesar de
los diez acuerdos de este tipo que distintos gobiernos argentinos firmaron sólo
para garantizar la continuidad de sus programas económicos, sin la justificación de una crisis externa13. La cuestión que sigue, entonces, es analizar cuáles
fueron las condicionalidades de tales acuerdos y sus consecuencias sobre la
restricción externa al crecimiento económico de la Argentina.
4. Las condicionalidades de los acuerdos de Argentina y el FMI
Los cuadros 2 y 3 sintetizan los criterios de ejecución y las condicionalidades estructurales de los acuerdos stand by de Argentina con el FMI en los años
de reestructuración de deuda con el Club de París. Las condicionalidades no
difieren en absoluto de las contenidas en los acuerdos no vinculados al Club.
La restricción monetaria y fiscal constituyen los ejes de estos programas,
que generalmente comprenden devaluar la moneda nacional y comprimir la
demanda doméstica pública y privada, de modo de frenar el crecimiento demandante de importaciones y así limitar la demanda de divisas, al tiempo que
un tipo de cambio más elevado y mayores saldos exportables surgidos de la
menor absorción doméstica mejoran su oferta.
13
Ver Brenta, op. cit., p. 281. Los funcionarios del FMI reconocen que a veces se aprueban acuerdos stand by sabiendo que son innecesarios, simplemente porque las autoridades de
los países solicitantes los piden para implementar programas de ajuste y solicitar préstamos
externos [Polak (1991): 72].
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
65
Cuadro 1
Argentina. Reestructuraciones de deuda con el Club de París,
períodos de consolidación y acuerdos stand by con el FMI
oct24
1962
1963
Ene
Feb Mar Abr May
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
1964
Ene
Feb Mar Abr May
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
1965
Ene
Feb Mar Abr May
jun26
1985
ene16
Feb Mar Abr May
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
may20
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
Feb Mar Abr May
Jun
1986
1987
1988
Ene
dic21
1989
1990
Ene
Feb Mar Abr May
1991
Ene
Feb Mar
1992
Ene
Feb Mar Abr May
1993
Ene
1994
1995
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
set
19
Oct Nov Dic
Jun
jul22 Ago Sep
Oct Nov Dic
Feb Mar Abr May
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
Ene
Feb Mar Abr May
Jun
Jul
Ago Sep
Oct Nov Dic
Ene
Feb Mar
1996
1997
1998
1999
2000
2001
Grisados: períodos de consolidación de reestructuración de deuda con el Club de París.
Rayados: vigencia de acuerdos stand by con el FMI. Grisado + rayado: coincidencia
entre períodos de consolidación de deuda con CP y vigencia de acuerdos con FMI.
66
Noemí Brenta
4.1. Criterios cuantitativos de ejecución
Los criterios de ejecución, que cuantifican variables fácilmente mensurables, se concentran en tres áreas: fiscal, monetaria y deuda externa pública
(Cuadro 2).
Todos los acuerdos fijaron límites al déficit fiscal y un techo a los activos
domésticos del Banco Central, restringiendo la creación de base monetaria por
razones diferentes del aumento de las reservas internacionales, con el efecto
de reducir el gasto en bienes de producción doméstica. El acuerdo de 1962 no
prohibió los préstamos del Banco Central al tesoro, pero acotó la magnitud de
la monetización del déficit fiscal. Asimismo, los acuerdos estipularon un piso
para las reservas internacionales.
Cuadro 2
Argentina y FMI
Acuerdos de condicionalidad alta en años
de reestructuración de deuda con el Club de París.
Criterios de ejecución
Criterios
Años de los acuerdos 85 87 89 91 92
a) Fiscales
Límites al déficit fiscal federal
Límites al déficit combinado gobierno federal + BCRA
Límite al gasto público tesoro nacional excepto intereses
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
b) Monetarios
Techo activos internos BCRA
Límite a la caída de reservas internacionales
Piso al stock de reservas internacionales netas del BCRA
c) Deuda Pública
Límite a desembolsos pendientes de Dx pública
Límite a vencimientos de corto plazo Dx SP (36 meses)
Límite al endeudamiento externo SP
X
X
X
X
X
X
Fuente: elaboración propia en base a los acuerdos entre Argentina y el FMI.
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
67
Cuadro 3
Argentina y FMI
Acuerdos stand by en años de reestructuración de deuda con el Club de París
Criterios de desempeño estructural
Condicionalidades
a) Mercado cambiario
No introducir tipos de cambio múltiples ni modificar los vigentes.
Años
1987, 1989
b) Deuda Pública
Asegurar financiamiento externo adicional al del Fondo.
1958, 1985
Alcanzar acuerdos para refinanciar deuda externa pública con Club de
1985
París y bancos.
No adeudar indebidamente al fondo.
1985, 1987
c) Fiscal
Privatizar sistema de seguridad social.
Eliminar impuesto a las ganancias y a las transacciones financieras.
Eliminar contribuciones patronales a la seguridad social, aumentar
IVA.
d) Pagos internacionales
No restringir pagos y transferencias internacionales.
No celebrar acuerdos bilaterales de pagos.
Eliminar atrasos en pagos externos.
No incurrir en atrasos de pagos externos.
No restringir pagos y transferencias para transacciones corrientes.
Concluir acuerdos bilaterales de pagos.
Proveer divisas al tipo de cambio oficial para:
i) transferir ingresos por servicios de viajes;
ii) pagar intereses de la deuda financiera del sector privado;
iii) para pagar servicios no financieros, excepto turismo y regalías;
iv) transferencias de utilidades, dividendos y regalías.
1992
1992
1992
1989
1989
1985 a 1992
1987
1987
1987
1985
1985
1985
1985, 1987
e) Precios y salarios
Establecer tasa de interés regulada real en un nivel positivo (mayor
1985, 1987
que la inflación).
68
Noemí Brenta
f) Comercio exterior
No imponer ni intensificar restricciones a la importación por razones
1985, 1987
de balance de pagos.
Aumentar proporción de importaciones bajo autorización automática.
1985
Mantener reembolsos de 10-15% a exportaciones industriales.
1987
Eliminar restricciones a las importaciones.
1989
Fuente: elaborado en base a documentación de acuerdos de entre Argentina y el
FMI.
4.2. Criterios cualitativos
Desde la crisis de la deuda externa en 1982 y hasta 1987 inclusive, los
acuerdos stand by entre Argentina y el FMI incluyeron entre nueve y doce
condicionalidades cualitativas, en las que se refleja el rol del organismo como
intermediario entre los gobiernos endeudados y sus acreedores externos: los
bancos y el Club de París. Los compromisos de los acuerdos firmados entre
1983 y 1987 comprendían: a) unificar el mercado cambiario y eliminar la
mayor parte de los controles a la venta de divisas; b) liberar los pagos internacionales y permanecer en el sistema multilateral; c) numerosas cláusulas
relacionadas con la gran deuda externa soberana contraída entre 1976 y 1983;
básicamente, eliminar atrasos y negociar con los acreedores. Por primera vez,
los acuerdos de 1985 y 1987 incluyeron una condición abiertamente favorable
a los intereses del sector financiero: establecer la tasa de interés regulada real
para préstamos en un nivel positivo, superior a la inflación. El plan de ajuste
de junio de 1985, lanzado junto a la reanudación del acuerdo y negociado con
el FMI previamente, prohibía al Banco Central financiar al Tesoro y obligaba
a cubrir el déficit fiscal en el mercado externo. El enfoque monetario del balance de pagos provee la justificación teórica de esta política, pero no parecía
saludable para un estado sobreendeudado como la Argentina en ese momento
adoptar ese tipo de mecanismo, que sólo aumentaría aun más la deuda externa,
como efectivamente ocurrió.
La atención de la elevada deuda externa argentina obligaba a generar
saldos comerciales importantes. Pese a ello, todos los acuerdos entre Argentina y el FMI entre 1983 y 1989 establecieron condicionalidades cualitativas
–cuyo incumplimiento podía provocar la suspensión de los desembolsos del
FMI– para elevar las importaciones, y también algunas para desalentar las
exportaciones (Cuadro 3). La situación de debilidad de los países endeudados
fue aprovechada para obligarlos a abrir sus mercados a la competencia externa:
el Congreso norteamericano aprobó en 1983 una ley que instruía al director
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
69
estadounidense para lograr que los países firmantes de acuerdos con el FMI
eliminaran las restricciones al comercio y a las inversiones extranjeras, y que
la aprobación de los acuerdos de préstamo y la autorización de los desembolsos
tuvieran en cuenta los progresos alcanzados en esta materia14. Ciertamente, es
difícil explicar por qué este organismo financiero internacional suspendería un
acuerdo con un país miembro si éste no ampliara sus mercados a las importaciones o a las inversiones directas, o si no adoptara cualquiera de las otras
medidas que claramente escapan de sus incumbencias.
Por ejemplo, el acuerdo de 1992 dispuso como condicionalidad cualitativa,
además de la eliminación de atrasos en pagos externos, la privatización del
sistema de seguridad social, la eliminación del impuesto a las transacciones
financieras y a las ganancias y de las contribuciones patronales a la seguridad
social –estas dos últimas medidas no se concretaron–; y la ampliación de la
base imponible del impuesto al valor agregado. La privatización del Banco
Nación constituyó una condicionalidad del tipo base de comparación estructural, de exigibilidad blanda.
La diversidad de las condicionalidades cualitativas y su correspondencia
con la idiosincrasia de los distintos gobiernos que recurrieron al FMI señala
que las autoridades nacionales a menudo incorporaron en los acuerdos medidas
de su interés, con anuencia del FMI, como un modo de forzar su cumplimiento
y de enfrentar la resistencia de la población a las cuestiones de mayor costo
político. El FMI incluyó condicionalidades en defensa de intereses privados,
como los de los bancos comerciales acreedores de la deuda externa argentina, la privatización de la seguridad social y del Banco Nación; y también en
cumplimiento de mandatos legislativos del Congreso estadounidenses como la
exigencia de apertura a las importaciones y a las inversiones extranjeras.
5. R esultados de la aplicación de planes de ajuste combinados
con acuerdos con el FMI: inflación, crecimiento y empleo
El modelo básico del FMI supone que la variación del producto es endógena, y depende positivamente de la variación del crédito doméstico, de las
exportaciones netas y del ingreso de capitales, e inversamente, de la velocidad
de circulación monetaria [Polak (2001)]. Como se ha visto más arriba, los
acuerdos con el FMI siempre restringen el crédito doméstico y favorecen el
ingreso de capitales, de modo que el crecimiento del producto depende de esta
última variable. Esta relación entre las variaciones del producto y los ingresos
y salidas de capitales integra la lógica de los planes de ajuste combinados con
14
Título 22 USC, ley 286 inc. gg, en GAO (2001), p. 26.
70
Noemí Brenta
acuerdos con el FMI: el ingreso de capitales expande el nivel de actividad y
su salida lo reduce, por eso el saldo final de los planes de ajuste es pobre en
términos del crecimiento económico.
El enfoque monetario del balance de pagos no brinda elementos para predecir el comportamiento del empleo, porque asume la plena ocupación. Bajo
este supuesto, la oferta agregada de la producción doméstica es inelástica al
nivel general de precios, de modo que la inflación depende de las variaciones
de la demanda agregada, a su vez, determinadas por las variaciones de la oferta monetaria, variable que en el modelo del FMI queda sujeta a las variaciones
de las reservas internacionales –esto es, a los movimientos de capitales– y al
multiplicador monetario, que se considera constante. El público destinará los
excedentes de liquidez a adquirir bienes y servicios; esta presión de demanda
sobre una oferta agregada rígida aumentará los precios, a menos que las importaciones concurran a ampliar la oferta. Por eso, el FMI recomienda reducir
el salario real y el crédito doméstico como medidas antiinflacionarias, y facilitar las importaciones. Esto es factible en tanto ingresen capitales. El modelo
del FMI considera también que el multiplicador de las importaciones resta dinamismo al crecimiento del producto bruto, porque disminuye el crecimiento
de las reservas internacionales y por ende, la expansión monetaria.
En síntesis: los resultados obtenidos en el análisis aquí realizado sobre el
impacto de los programas del FMI sobre el crecimiento son consistentes con
los previstos en los modelos del FMI. En los períodos de vigencia de acuerdos
con el FMI la inflación promedio fue más elevada, porque las medidas previas
al lanzamiento de los planes de ajuste ligados a acuerdos con el FMI aceleran
la inflación para reacomodar los precios relativos y facultar las transferencias
de corrientes de ingresos; y porque la represión de variables clave durante los
programas –usualmente, el salario real y el tipo de cambio– acumula desequilibrios que conducen a la ruptura de los planes en un contexto inflacionario.
Los programas del FMI no son apropiados para promover el crecimiento,
ese no es su propósito; ni tampoco controlar la inflación. El objetivo de los
préstamos del FMI es proveer financiamiento de corto plazo para enfrentar
problemas transitorios de balance de pagos. La recesión, la devaluación de la
moneda doméstica y la caída del salario real que provocan los programas del
FMI suelen eliminar o mejorar los déficits de la balanza comercial, exclusivamente. Acordar con el FMI en busca de soluciones económicas de largo plazo
es completamente inútil y contraproducente, como lo demuestra la historia
argentina de la segunda mitad del siglo veinte. Todo esto es aplicable a las
renegociaciones de deuda en el Club de París, cuyas condicionalidades se
identifican con las del FMI.
71
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
Gráfico 1. Argentina. Balanza Comercial 1951-1975.
Miles de Millones de dólares
1,5
1972-74
1,0
1963-70
0,5
1953-54
51-52
0
1955-58
1959-62
1971
-0,5
-1,0
1975
--1,5
72
Noemí Brenta
25
Gráfico 4. Argentina.
Deuda pública en moneda extranjera. 1991-2007
Miles de Millones de dólares
20
15
10
5
0
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
argentina. Crisis de pagos y sinergia entre programas del FMI y Club de París. 1956-2009
22
73
La propaganda por el hecho
dentro del discurso anarquista
en la Argentina del Centenario
María Fernanda de la Rosa
Universidad Católica Argentina
f3delarosa@yahoo.com.ar
R esumen
Dueños de un discurso contestatario y crítico, pero a la vez formativo
y comprometido con el hombre trabajador como centro de sus proyectos, el
principal objetivo del movimiento anarquista argentino fue impugnar, cuestionar y contradecir el discurso oficialista. Una de las tácticas que utilizaron los
militantes libertarios fue la propaganda por el hecho o acción directa, como
denominaremos los actos terroristas ácratas. Si bien en la Argentina encontramos una importante literatura libertaria con un lenguaje perturbador y radicalizado, los sucesos violentos fueron aislados, aunque no por ello dejaron de
preocupar tanto a la clase dirigente como a la sociedad en general, que llegó a
identificar al militante ácrata con un criminal y lo transformó en un problema
de higiene y seguridad pública. Esta situación, sumada no sólo al tenor violento que caracterizó los conflictos laborales, sino también a las noticias nada
tranquilizadoras que llegaban de Europa, donde una ola de atentados sacudió
la opinión pública, provocaron un pánico exagerado en los distintos ambientes
sociales. La consecuencia directa fue la celebración del Centenario en medio
de una oleada de huelgas, protestas y con declaración del estado de sitio.
Palabras Claves
Centenario – movimiento obrero – anarquismo – propaganda por el
hecho – seguridad pública.
Abstract
Owners of a rebellious and critical discourse, but also committed to and
focused on the working man, the Argentine anarchist movement’s main objecTemas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 75-98
76
María Fernanda de la Rosa
tive was to challenge, question and contradict the government speech. One of
the tactics used by the anarchists was propaganda by deed or direct action, as
we’ll name their terrorist attacks. The libertarian literature was disruptive and
radical, but violent incidents were isolated. Nevertheless, the ruling class and
society in general was very worried and transformed the problem into one of
hygiene and public safety. This situation coupled with the violent labor disputes and the news of criminal acts from Europe, led to an exaggerated panic in
different social environments during the Centennial celebrations.
K ey Words
Centennial – labor movement – anarchism – propaganda, public safety.
El día 27 de abril de 2010 leíamos, en la versión on line de diversos periódicos porteños, la siguiente noticia: “Insólito ataque a la embajada de Grecia
en Buenos Aires para pedir la libertad de un dirigente anarquista”. No resultó
extraño escuchar diversos comentarios relativos al suceso: “¿pero existen todavía los anarquistas?”; “estos anarquistas, si no ponen bombas no existen”, “no
desaparecieron después de 1910”. Aunque para muchos resulte sorprendente no
desaparecieron sino que el movimiento ácrata local tuvo una presencia interesante en la cultura argentina luego de esa fecha, la cual no estuvo signada por
la rebeldía, la desobediencia o la violencia. En efecto, hablar de anarquismo no
sólo implica hacer referencia a su accionar tanto en el sindicalismo como en
el escenario político; sino que fiel a su ideal humanista se transformó en una
corriente generadora de una cultura propia que pretendió abarcar la totalidad
de lo humano.
Dueños de un discurso contestatario y crítico, pero a la vez formativo
y comprometido con el hombre trabajador como centro de sus proyectos, su
“La embajada de Grecia en la Ciudad de Buenos Aires sufrió esta noche un insólito ataque. Un pequeño grupo arrojó bombas molotov y pintura en la fachada del edificio de Arenales
al 1600 para pedir la liberación de un dirigente anarquista preso en Atenas. Los agresores, que
serían unos cinco, fueron detenidos y llevados a la comisaría 17. En su poder se encontraron
botellas con pintura y pancartas. La bomba molotov que arrojaron no causó daños. El grupo
pedía la excarcelación de Giannis Dimitrakis, militante anarquista griego condenado a 35 años
de prisión por participar de un asalto a un banco en Atenas, el 16 de enero de 2006. Medios
internacionales señalan que con motivo de realizarse mañana una audiencia de apelación en
la justicia griega, organizaciones anarquistas lanzaron por Internet una convocatoria a realizar actos frente a embajadas y consulados de ese país en todo el mundo”. Clarín, 27 de abril,
2010. Consultar “Escrache en la embajada de Grecia”, La Nación; “Anarquistas atacaron la de
embajada de Grecia”, Perfil, 27 de abril de 2010; “Cinco detenidos por un violento ataque a la
embajada de Grecia”; Infobae.com, 27 de abril de 2010, versiones on line.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
77
principal objetivo fue tanto impugnar, cuestionar y contradecir el discurso
oficialista como generar un espacio nuevo y diferente donde prevalecieran
los intereses proletarios. No obstante, una de las tácticas que el anarquismo
internacional utilizó desde el año 1880 para luchar por sus derechos fue la
propaganda por el hecho o acción directa, como denominaremos los actos
terroristas anarquistas.
Si bien en la Argentina encontramos una importante literatura libertaria
con un lenguaje violento y radicalizado, estos sucesos fueron aislados, aunque
no por ello dejaron de preocupar tanto a la clase dirigente como a la sociedad
en general, que llegó a identificar al militante ácrata con un criminal y lo
transformó en un problema de higiene y seguridad pública. Por otra parte,
estos hechos “no eran el resultado de un momento de exaltación u odio sino
un hecho totalmente racional que debía desembocar en la destrucción de la
vieja sociedad burguesa”.
El año 1910 fue clave en el proceso histórico argentino. La celebración del
Centenario encontró al país unificado y permitió hacer un balance de aquella
Argentina moderna que había dado sus primeros pasos al comenzar a poblar
el agreste y desafiante desierto, surcarlo con líneas ferroviarias, contener los
ataques de los malones indígenas y organizarlo políticamente: en primer lugar
se combatió la autocracia y el personalismo de los caudillos; en segundo lugar,
la sociedad de los notables fue dando paso lentamente a la Argentina de los
partidos políticos.
De esta manera, próximo a celebrarse los festejos del Centenario el país
adquiría rápidamente una nueva fisonomía, producto no sólo de los distintos
establecimientos de extranjeros sino que sus hijos, muchos profesionales e
intelectuales reconocidos, aspiraban a ascender socialmente y ocupar cargos
políticos; pretensión mirada con recelo por aquellos que desde el siglo XIX
controlaban los partidos. Si bien tanto el Partido Socialista como la Unión
Cívica Radical reflejaban sus intereses, debieron esperar hasta la creación de
Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910,
Buenos Aires, Manantial, 2004, p. 279. Para historia del anarquismo argentino antes de 1910
consultar: Juan Suriano, “El anarquismo y el poder”, en Entrepasados, Buenos Aires, N°
32,2007, pp. 105-119; Dora Barrancos, Educación, cultura y trabajadores (1890-1930),
Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1991. “Cultura y educación en el temprano
sindicalismo revolucionario”, en Anuario, nº 14, Rosario, 1989-1990. “Anarquismo, educación
y costumbres en la Argentina de principios de siglo”, Contrapunto, Buenos Aires, 1990. “La
modernidad redentora: difusión de la ciencia entre los trabajadores de Buenos Aires”, Siglo
XX. Revista de Historia, México, Segunda Época, N° 12, julio-diciembre, 1992. Jean abdreu;
Maurice Fraysee y Eva Golluscio de Montoya. Anarkos, literatura libertaria en América del
Sur, 1900, Buenos Aires, Corregidor, 1990.
78
María Fernanda de la Rosa
mecanismos más complejos que culminaron en el año 1912 con la sanción de
la Ley de sufragio secreto y obligatorio.
Paralelamente se produjo el gran florecimiento de la economía agroexportadora, que había permitido que el país se encauzara dentro de la órbita
económica internacional como proveedor de materias primas e importador de
productos manufacturados. Para sustentar aquel proyecto de expansión del
sector agropecuario se necesitaba la mano de obra que, como consecuencia de
la tecnificación del agro y la segunda revolución industrial, liberaba Europa.
La corriente inmigratoria no cesó con el advenimiento del nuevo siglo sino
que continuó en aumento y no tardó en transformarse en un factor problemático, pues si bien trajo consigo la promesa de redimir un pasado tradicional,
propuso un inquietante desafío a las teorías que llamaban a imponer estrictos
criterios de integración social. Tanto los discursos y debates legislativos como
los estudios y ensayos sobre el tema configuraron una imagen selectiva, que
comenzaba a discrepar con la postulada a mediados del siglo XIX acerca de
la inmigración espontánea.
Si bien el gobierno argentino no fue generoso en materia política, lo fue
en lo que se refería a libertades tanto individuales como económicas. La clase
dirigente era sólo la expresión de la dominante; los sectores medios y obreros
no se hallaban representados pues la Argentina que se transformaba aceleradamente por el ingreso masivo de los inmigrantes los aislaba momentáneamente
de la sociedad política; y creaba habitantes consumidores no ciudadanos que
actuaron de manera paralela al mundo de las instituciones políticas, por medio
de asociaciones primero y sindicatos, después.
Dentro de este marco, el discurso contestatario libertario había convertido al anarquismo en un actor político esencial y temido tanto por la clase
dirigente como por la opinión pública, dado que una de sus principales características a nivel internacional era la propagación de las inclinaciones y
enfoques aprobatorios de la violencia, y el terror personal. Para definir qué
entendían los militantes ácratas por propaganda por el hecho tomamos el
concepto proporcionado por José Álvarez Junco, quien afirmó: “no siempre
significaba violencia, sino que incluía aparte de robos y agresiones armadas, la
deserción militar, la negativa a pagar alquileres de casas o cánones agrícolas,
las ceremonias laicas o cualquier otra forma de rebeldía práctica”. No obstante,
coincidimos con Rafael Núñez Florencio y James Joll, para quienes la acción
terrorista constituye el aspecto más destacado de aquel método de protesta,
incluso hasta el punto de transformarse en sinónimos.
José Á lvarez Junco, La ideología del anarquismo español (1868-1910), Madrid, Siglo
XXI, 1976, p. 494. R afael Nuñez Florencio, El terrorismo anarquista, 1888-1909. Madrid,
Siglo XXI, 1983. James Joll, Los anarquistas, México, Grijalbo, 1972.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
79
Este trabajo se propone analizar de qué manera se dio la propaganda por el
hecho en las filas del anarquismo local; reflexionar sobre el verdadero alcance
de este accionar y al mismo tiempo observar qué reacciones generó en el resto
de la sociedad, sensibilizada por las noticias de los atentados libertarios producidos en Europa. El corpus documental está constituido por diversas fuentes:
periódicos, memorias, canciones, obras de teatro, cuentos, poemas, folletos y
obras teóricas del anarquismo no sólo argentino sino también europeo.
Características generales de la propaganda por el hecho
A fines del siglo XIX se inició en Europa una etapa extremadamente
tumultuosa dentro de las filas del movimiento anarquista, impulsada desde
el Congreso Revolucionario Internacional, llamado La Internacional Negra,
celebrado en Londres en 1881. Allí se legitimó el uso de la violencia individual
como respuesta justificada frente al autoritarismo y represión. Sin embargo,
muchos autores aseguraron que anteriormente existieron formulaciones vagas
y ambiguas de esta táctica de acción en los Congresos celebrados en Chauxde-Fonds (1870), en Berna (1876) y en Verviers (1877). A partir de la década de
1880 se puso en práctica, durante los veinte años siguientes, el individualismo
táctico y organizativo. Este accionar pronto fue identificado con el asesinato
político a raíz de los atentados cometidos contra personalidades de la clase
dirigente. Asimismo, es interesante observar que si bien la doctrina anarquista
consideraba a la burguesía como explotadora y opresora del trabajador, estos
actos no fueron dirigidos contra capitalitas, empresarios o industriales sino
contra los representantes del mundo de la política.
La etapa de actuaciones terroristas se inauguró en Francia con el affaire
Ravachol, que transformó la propaganda por el hecho en una bandera simbólica a seguir, si bien para la mayoría de la sociedad representaba el rencor de un
grupo contra el modus operandi imperante. La propaganda por el hecho era
“El 1 de mayo de 1891, en la localidad francesa de Fourmies se llevó a cabo una manifestación de trabajadores que reclamaban la jornada de ocho horas”. “Fue reprimida por
la policía, que abrió fuego contra la multitud, y provocando la muerte de nueve manifestantes”. “El mismo día, en Clichy, se produjeron graves incidentes en una procesión en la que
participaban los anarquistas; tres fueron arrestados y llevados a la comisaría, donde fueron
maltratados y golpeados; dos de los tres detenidos anarquistas fueron condenados a penas
de prisión”. “Ante estos acontecimientos se rebeló el militante anarquista François Claudius
Koenigstein, conocido como Ravachol, quien colocó bombas en las viviendas del abogado
general Bulot (ejecutivo del Ministerio Público) el concejal Benoit quien presidió el Tribunal
Assises durante el affaire Clichy”. “Sin embargo fue capturado y condenado a muerte”. “El 11
80
María Fernanda de la Rosa
justificable como medio para destruir a la sociedad generadora de violencia hacia los más humildes, del mismo modo que se transformaba en un importante
garante de regeneración social, pues comenzó a considerarse un instrumento
revolucionario en lo que hasta entonces era delito común: la fabricación de
armas y explosivos, robos, falsificaciones y asesinatos; aunque los militantes
ácratas no lo juzgaban de este modo. Su objetivo era, por un lado, sacudir a las
masas e indicarles el camino de acción; por otro, constituía un medio ejemplificador al mostrar al pueblo la debilidad de sus opresores. Para algunos líderes
y teóricos libertarios la acción violenta era necesaria para echar por tierra la
estructura social y edificar sobre ella una nueva. Tanto Mijail Bakunin como
Piotr Kropotkin y Enrico Malatesta, por citar algunos exponentes, fueron los
grandes defensores de la propaganda por el hecho y pusieron especial énfasis
en la necesidad de destruir los cimientos del edificio burgués como requisito
previo e imprescindible para construir una nueva sociedad.
Uno de sus principales exponentes fue el militante ruso Sergéi Genádievich Nechayev, quien con su postura radical expresada en su obra Catecismo
Revolucionario influyó en generaciones de militantes extremistas:
El revolucionario solamente tiene un objetivo y una ciencia: la destrucción.
Entre él y la sociedad hay una guerra a muerte, incesante, irreconciliable. Debe
haber una lista de condenados a muerte y ejecutar la sentencia según el orden
de sus correspondientes iniquidades.
Por su parte, Kropotkin advertía: “el conflicto es la vida misma por la
palabra, por el escrito, por el fusil, por el puñal, por la dinamita, todo es bueno
para nosotros que no reconocemos la legalidad”. Años más tarde afirmaba de
manera metafórica: “un edificio construido sobre siglos de historia, sólo puede
ser destruido con algunos kilos de pólvora”. Paralelamente a través de diversos periódicos y folletos los anarquistas alentaban este accionar: “este folleto
brinda algunas nociones de la táctica anarquista que serán útiles al momento
de julio 1892 Ravachol fue públicamente guillotinado”. Pessin, Alain –maffesoli, Michel, La
violence fondatrice. París, Champ Urbain, 1978.
George Woodcock, El anarquismo. Historia de las ideas y movimientos libertarios.
Barcelona, Ariel, 1979, p. 162; Teresa A bello Guell, “El proceso de Montjuich ante la opinión pública europea”, en Estudios de Historia Social, Madrid, N° 40-41, Enero-Junio 1987,
pp. 275 a 289.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
81
del combate. ¡Tú, compañero, harás el resto! Buena suerte, nos veremos el día
de la acción”.
Sin embargo, el anarquismo era un movimiento sumamente heterogéneo,
dentro del cual diversas corrientes eclosionaban permanentemente. Existían
dos tendencias bien definidas con respecto a la acción directa: los anarcocolectivistas y los anarco-comunistas. Los primeros se caracterizaban por su
mayor acercamiento a la clase obrera entendida como agente revolucionario;
y si bien consideraban a la sociedad culpable de la vida miserable a la cual
era sometido el trabajador, sostenían que la violencia no conducía a nada; sólo
perjudicaba a los propios obreros. Bajo su lema “paz a los hombres, guerra a
las instituciones”, eran enemigos declarados de los actos terroristas, a los que
contraponían los efectos positivos de la propaganda tanto escrita como oral
para mejorar material, moral e intelectualmente a la humanidad. Exponentes
de esta línea eran Juan Montsney, Francisco Ferrer, Teresa Claramunt y Ricardo Mella, entre otros.
Por su parte, los anarco-comunistas eran más radicales e individualistas
en cuanto a ideas y a medios a utilizar para llevarlas a cabo; partidarios de los
actos de violencia, exaltaban permanentemente el uso de la fuerza. Aceptaban
el terrorismo en cualquier circunstancia, lo que los llevó a alejarse del movimiento obrero. Si bien un acto terrorista individual no terminaría con la estructura social, constituía un ejemplo de lo que podía llegar a suceder. Las acciones
terroristas aisladas no desencadenarían la revolución pero servirían para atraer
la atención de las clases privilegiadas. Los defensores de la propaganda por el
hecho se guiaban por diversas variables: mística de la violencia individual, la fe
depositada en el accionar de un hombre solo, la férrea crítica destructiva de la
sociedad y sus valores, el deseo de derribar los cimientos de la burguesía; pues
el fin de esta acción era propagar tanto la ideología como el espíritu libertario.
Esta táctica se extendió en las últimas décadas del siglo XIX y afectó a varios
países europeos y latinoamericanos, entre ellos la Argentina.
La organización de la clase obrera en el Río de la Plata fue tardía. A partir
del año 1880, los trabajadores adquirieron conciencia de clase y comenzaron
a organizarse en sindicatos y asociaciones; también fundaron periódicos y
centros culturales bajo una clara influencia del anarquismo, que arribó de
la mano de los inmigrantes europeos, especialmente españoles, italianos y
A lain Pessin, La réverie anarchiste, 1848-1814, París, Librairie des Méridiens, 1982,
pp. 119-125. K ropotkin; “Las discusiones”, en Le Révolte, Ginebra, Nº 12, 6 de agosto de 1881,
cit. en Teresa A bello Guell, op. cit., p. 277.
Antonio Robles Egea, “Terrorismo y crisis de la organización obrera a fines del siglo
XIX”, en Estudios de Historia Social, Madrid, N° 22-23, Junio-Diciembre 1992, p. 233.
82
María Fernanda de la Rosa
franceses, quienes influyeron no sólo en la faz ideológica del movimiento sino
también en las tácticas utilizadas al tomar como modelo la corriente europea.
De esta manera contribuyeron a configurar los lineamientos generales de este
movimiento en la Argentina no sólo con su presencia sino también por medio
de la difusión de los textos doctrinarios, entre los cuales se destacan los de
Bakunin, Joseph Proudhon, Kropotkin, Ricardo Mella y Eliseo Reclus; junto
a la propaganda realizada por los emigrados que residieron temporalmente
en Buenos Aires: los italianos Enrique Malatesta y Pedro Gori, o el francés
Augusto Vaillant, entre otros; y a las noticias llegadas a través del océano, por
ejemplo la ejecución de Paulino Pallás o Francisco Ferrer y por supuesto, la
influencia ejercida por la figura del francés Ravachol.
No obstante, como ya se mencionó, lo que caracterizó a la corriente libertaria local fue la propaganda verbal y escrita a favor de la violencia más que los
atentados; pues pese a la glorificación de la acción individual no se registraron
actos de terrorismo masivos, sino casos muy aislados. Afirmó Juan Suriano:
“la emergencia de una percepción tan negativa del anarquismo, siempre ligada
a imágenes virulentas, además de haber sido autoalimentada por [...] artificios
retóricos [...] se relaciona con la mirada crispada de las élites”. Encontramos
en la prensa ácrata numerosas adhesiones a favor de este accionar. Si bien los
ejemplos podrían multiplicarse sólo citaremos algunos. Los periódicos porteños que mejor reflejaron esta tendencia fueron El Rebelde y el Perseguido.
Desde sus páginas se exaltó tanto el terrorismo personal como la utilización
de bombas y dinamitas: “si los anarquistas emplean la dinamita, es porque la
conceptúan como un medio muy apropiado para utilizarlo en defensa contra
la burguesía”. Asimismo, el grupo llamado Los Dinamiteros, formado en la
ciudad de Buenos Aires, acudía por medio de folletos y circulares a la misma
táctica: “es preciso que conquistemos la libertad y para eso es necesaria la dinamita, pues la fuerza de ésta contrarresta la que emplean nuestros opresores.
¡Viva la dinamita! ¡Viva la revolución social! ¡Viva la anarquía!”10.
Otra publicación que defendió este accionar fue La Liberté: “no hacemos
programa, la hora de discutir ha pasado. Cuando el capital siembra en todas
partes la ruina y cuando la dinamita está aquí –Argentina– y allá –Europa–, el
programa debe ser de hechos”. Asimismo leemos sobre Ravachol: “ha pagado
con su cabeza, su abnegación por la emancipación del proletariado. Encarna
Juan Suriano, Anarquistas…, cit, p. 279.
“El espíritu revolucionario. La acción individual”, en El Perseguido, Buenos Aires, 7
de diciembre de 1890.
10
“A los anarquistas de Sudamérica”, dicha circular se halla en el archivo IISG, Amsterdam, colección Max Nettlau, legajo titulado “Argentina 1893-5”.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
83
el principio de rebelión, simboliza las ideas de libertad y de acción individual.
¡Viva la propaganda por el hecho!”11.
Los proyectos culturales libertarios se fusionaron con un claro activismo
militante, pues constituían uno de los principales medios de difusión de sus
teorías. Dentro de esta concepción es lógico que se haya utilizado tanto la
literatura como el teatro, la música y la gráfica para difundir propaganda a
favor de la acción directa; no son pocos quienes se acercaron al movimiento
inspirados por la lectura de este material. En efecto, así lo demuestran los
siguientes poemas de Alberto Ghiraldo.
Son los soberbios gladiadores rojos
frente a frente del mal, nobles espadas
de acero y luz tajando en las tinieblas
de la edad que alcanzamos; voz y orgullo,
alma y acción; espíritu y violencia;
exponentes altivos, soberanos
de una generación de combatientes:
¡que han retado al dolor y lo han vencido!12
¡Todos de pie! ¡A la lucha! ¡Ni Dios, ni Ley, ni Patria!
¡Cada hombre sea un ejército! ¡Nadie obedezca a nadie!
¡Ni altares, ni sanciones, ni banderas!
¡No encuentren los esclavos dónde atarse!13
Esta idea también se reflejó en la siguiente estrofa de un tango anónimo,
cantado en 1901:
Guerra a la gente burguesa
sin distinción de color,
que chupa la sangre humana
del pobre trabajador.
Mientras los unos revientan
a fuerza de trabajar,
los otros se pasan la vida
vagando sin cesar.14
11
12
1909.
La Liberté, Buenos Aires, 23 de enero de 1893 y mayo de 1895.
A lberto Ghiraldo, “Los caballeros del ideal”, Ideas y Figuras, 15 de octubre de
13
Ibídem, “Chicago. Las horcas”, Ideas y Figuras, 11 de noviembre de 1909. Consultar:
M arcela Gene; Laura Masoletti Costa (coordinadoras), Impresiones porteñas. Imagen y
palabra en la historia cultural de Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2009.
14
“Guerra a la burguesía”, autor anónimo, 1901. Cit. en Javier Campo, Las ideas libertarias y la cuestión social en el tango, Buenos Aires, Reconstruir, p. 39, s/f.
84
María Fernanda de la Rosa
A principios de la década de 1910 circulaba en Buenos Aires una versión
del Himno Nacional Argentino pero con letra anarquista, que comenzaba de
la siguiente manera:
Oíd mortales el grito sagrado
de anarquía y solidaridad,
oíd el ruido de bombas que estallan
en defensa de la libertad.15
Por su parte, el dramaturgo Rodolfo González Pacheco expresó esta idea
en su obra La Inundación, de la mano de uno de los protagonistas, quien reflexionaba:
¿Qué puede hacerse en un mundo donde todo está dispuesto para matarse los
hombres? Volé con dinamita los diques. Y nada se salvará. Hombres y fieras,
víctimas y victimarios, seremos arrebatados del valle, como papeles. El suelo
mismo, la tierra criada en la arena será arrastrada de un manotón a la mar. Y
todo volverá a ser como años atrás: estéril, bárbaro pero de nadie. ¡Libre!16
Es interesante analizar qué motivo llevaba a una persona a cometer un
atentado terrorista, a transformarse en una suerte de mártir de la idea, como lo
denominó Rafael Núñez Florencio. La respuesta está en comprender la noción
que el anarquista tenía de mártir, pues quien cometía el atentado se inmolaba al
entregar voluntariamente su vida por sus compañeros que sufrían diariamente,
al vengar a las víctimas de la represión y al defender hasta con su propia vida
sus propios ideales; los anarquistas consideraban la muerte necesaria para dar
vida17. Esto era reconocido y admirado por sus camaradas, aún por los anarcocolectivistas que los justificaban al considerar que la sociedad los había empujado a cometer esos actos extremos. Asimismo, como afirmó Luciana Anapios,
“la reivindicación del atentado era una característica de estos mártires”18.
Como se ha mencionado, no todos los anarquistas aprobaban esta línea.
Muchos de ellos nucleados alrededor del periódico El Oprimido, emprendieron
en 1895 una campaña contra la acción violenta y el terrorismo ácrata, postura
“Himno Argentino Anarquista”, La Protesta, Buenos Aires, 5 de mayo de 1909.
Rodolfo González Pacheco, Teatro Completo, Buenos Aires, La Obra, t. I, p. 81.
17
R afael Nuñez Florencio, op. cit., p. 128.
18
Luciana Anapios, “Terrorismo o propaganda por el hecho. Los debates sobre la utilización de la violencia en el anarquismo argentino a fines de la década del ‘20”; II Encuentro
de Investigadores sobre anarquismo, CeDInCI, 30 de mayo de 2009. Consultar: Juan Suriano,
Auge y caída del anarquismo. Argentina, 1880-1930, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2006.
15
16
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
85
tomada más adelante por La Protesta. Conscientes de la imagen negativa y
de la hostilidad del resto de la sociedad hacia el anarquismo, buscaban dejar
de lado el terrorismo y lanzar una acción coherente y organizada hacia el
camino de la revolución social. Sin embargo, más allá de la tendencia existió
siempre una justificación hacia aquel héroe-mártir que se inmoló para salvar
a la sociedad. Ejemplificadora de esta idea fue la postura del militante Diego
Abad de Santillán:
Nos engañaríamos grandemente si pensáramos que la reacción sólo implica
un problema de fuerza; el mismo error sería imaginar que es también un problema militar. La revolución, como la reacción, son movimientos sociales que
responden a concepciones especiales de la vida y que ven en la violencia un
instrumento para hacer valer sus principios, pero que no pueden cimentar en
ella su razón de ser. Lo fundamental de la revolución no es el tiroteo o el motín
callejero, sino las ideas del nuevo orden de cosas a que aspira y predica19.
Resulta paradójica esta postura ambigua de muchos militantes que condenaban a priori los atentados terroristas, pero una vez producidos transformaban a su autor en un héroe; la explicación estaba en que para los libertarios
los hechos de violencia tenían lugar dentro de un marco signado por una manifiesta injusticia social. Coincidimos con Álvarez Junco cuando afirma que “el
terrorismo anarquista no puede ser analizado en abstracto sino en el contexto
social violento en el que se produce, y no supone más que un trato perfectamente recíproco al que los anarquistas reciben”.20 Leemos en La Protesta:
Aludimos los nobles motivos que inspiraron a los autores de la tragedia. No
defendemos el hecho, defendemos a los compañeros que lo llevaron a cabo en
una hora de desesperación y de dolor extremo. Sabemos cuál es nuestro deber
y cuál es nuestra responsabilidad 21.
la cuestión social y el centenario
Hacia 1900, el tenor muchas veces violento que caracterizó los conflictos laborales provocó el pánico en los distintos ambientes sociales. Estos
19
Diego A bad de Santillán, “Breviario de la contra reacción”, La Protesta, Buenos
Aires, 25 de febrero de 1924.
20
José Á lvarez Junco, op. cit., p. 500.
21
Diego A bad de Santillán, “Nuevamente contra atentados y terrorismo”, La Protesta,
Buenos Aires, 15 de junio de 1924.
86
María Fernanda de la Rosa
acontecimientos causaron meollo en la estructura política y social; sumado
a las noticias nada tranquilizadoras que llegaban de Europa, donde una ola
de atentados sacudió la opinión pública, los que más conmovieron fueron los
asesinatos de importantes figuras de la política internacional: el presidente
francés Carnot (1894), la emperatriz de Austria-Hungría, Isabel (1898); el
rey Umberto I (1900), y del presidente norteamericano McKinly entre 1901.
Entre 1902 y 1910 se declaró en cinco oportunidades el estado de sitio, y se
registraron escenas de violencia protagonizadas tanto por parte de militantes
anarquistas como de la policía que no fueron ajenas a la vida social argentina.
Paulatinamente se dejaba de lado la idea del inmigrante que venía a trabajar
la tierra para ser reemplazada por una concepción que lo consideraba un elemento peligroso para el desenvolvimiento armónico de la sociedad. De esta
manera, la llamada cuestión social comenzó a ocupar un lugar significativo
en el debate público; afirmó Ricardo Salvatore:
El “mundo del delito” comenzó a confluir con el “mundo del trabajo” [...] una
vez trasplantados de una categoría (trabajadores) a otra (delincuentes), los
sujetos pasaban a ser el objeto de observación y tratamiento de un aparato de
poder-saber nuevo. Allí se hacían más controlables, menos desafiantes al orden
establecido, sus conductas más comprensibles para la ciencia22.
El problema social se hallaba íntimamente ligado al rápido crecimiento
del proletariado urbano, como consecuencia tanto de la expansión como de
la diversificación de la actividad económica. Esta atmósfera se plasmó en el
surgimiento de entidades sindicales que pretendían asumir la representación
de los nuevos y emergentes sectores sociales, y abrir el camino a las reivindicaciones de acuerdo con las aspiraciones y reclamos de los trabajadores, cuyas
huelgas causaban gran inquietud en la sociedad 23. El año 1902 fue crítico en
22
R icardo Salvatore, “Criminología positivista, reforma de prisiones y la cuestión
social/obrera en la Argentina”, Juan Suriano (comp.), La cuestión social argentina, Buenos
Aires, La Colmena, 2000, pp. 152-153.
23
Para la relación entre el anarquismo y el sindicalismo consultar: Diego Abad de Santillán, La FORA. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina,
Buenos Aires, Libros de Anarres, 2005. Edgardo Bilsky, La FORA y el movimiento obrero
(1900-1910), Buenos Aires, CEAL, 1985. Hugo del Campo, Los anarquistas, Buenos Aires,
CEAL, 1971; El sindicalismo revolucionario, CEAL, Buenos Aires, 1986. Julio Godio, El
Movimiento Obrero Argentino, 1910-1930, Buenos Aires, Legasa, 1988. Hiroschi Matsuschita , Movimiento Obrero argentino, Buenos Aires, Siglo XX, 1987. M arotta Sebastian, El
movimiento sindical argentino, Buenos Aires, Líbera, 1975. Iaacov Oved, El anarquismo y el
movimiento obrero, México, Siglo XXI, 1978. Jorge Solomonoff, Ideologías del movimiento
obrero y conflicto social, Buenos Aires, Tupac, 1988.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
87
materia económica; sus principales consecuencias fueron los graves conflictos
laborales que se desarrollaron en los puertos más importantes: primero en
Rosario y luego en Buenos Aires24. Las constantes huelgas que amenazaron el
flujo del comercio de exportación, afectaron los intereses tanto de productores
y exportadores, como del gobierno, que se vio perjudicado por el descenso en
la recaudación:
Obedecen a causas múltiples [...] hay huelgas que tienen una explicación
racional en el orden de los fenómenos económicos y sociales; hay otras que
son agresivas y que empiezan desde luego por atacar al orden social, al orden
constitucional establecido25.
La sucesión continua de huelgas, la declaración de algunas de ellas en
general por parte de la Federación Obrera Regional Argentina y los violentos
choques entre la policía y los huelguistas llevaron al presidente Julio A. Roca
a establecer primero el estado de sitio en Capital Federal, provincia de Buenos
Aires y Santa Fe, y a considerar y luego aprobar el proyecto presentado en
1899 por el entonces senador Miguel Cané sobre la residencia de extranjeros26.
Bajo el nombre de Ley de Residencia se aprobó la norma que facultó al Poder
Ejecutivo a excluir del territorio nacional a todo extranjero sospechoso de
provocar perturbaciones o conmociones sociales. Sin embargo, los conflictos
no cesaron luego de la sanción de la ley y la declaración de estado de sitio fue
repetida en los años posteriores a 1902. Causa de ello es el hecho que los deportados lograban, en varias oportunidades, ingresar nuevamente al país por
Montevideo, y solicitaban la naturalización para evitar una próxima expulsión.
La tarea de vigilancia y expulsión de los anarquistas continuó durante los años
siguientes, pero dado que la ley no establecía penas para quienes retornasen
al país, la policía se veía obligada a repetir la tarea de búsqueda y deportación
de quienes regresaban.
24
Para la historia del anarquismo en Rosario consultar: Agustina Pietro, “Notas sobre la
militancia anarquista. Rosario, 1890-1903”, en Entrepasados, op. cit., pp. 77-88. “Usos de la
‘Cuestión Obrera’”, Rosario, 1901-1910; Juan Suriano (comp.), La cuestión social…, cit., pp.
63-87. Diego A rmus, Huelgas, hábitat y salud en Rosario del 900, UNR, 1995.
25
Debate sobre la Ley de Residencia (1902), Cámara de Diputados, Diario de Sesiones,
Buenos Aires, 22-11-1902.
26
La propuesta de Miguel Cané no había sido elaborada para ser aplicada a movimientos
huelguísticos, sino que su intención era crear una herramienta legal por si la Argentina se veía
afectada por la ola de atentados terroristas, que conmovía a algunos países europeos.
88
María Fernanda de la Rosa
Un paso importante para solucionar la cuestión social fue un proyecto de
Ley Nacional del Trabajo, elaborado en 1904 por Joaquín V. González y en
el cual se buscaba atender a casi todos los aspectos del problema social. En
su redacción participaron conocidos intelectuales como Octavio Bunge, José
Ingenieros y Enrique del Valle Iberlucea, y fue acompañado de dos investigaciones sobre las condiciones de la clase obrera en Buenos Aires, realizada por
Storni, y en el interior del país, preparado por Juan Bialet Massé.
El proyecto legislaba sobre varios aspectos, algunos de los cuales coincidían con los reclamos hechos por los trabajadores: jornada de ocho horas,
disposiciones sobre accidentes de trabajo, igualdad de la población indígena,
agencias oficiales gratuitas de colocación, higiene, reglamentación del trabajo
de mujeres y niños, seguros para cubrir accidentes de trabajo. Asimismo, reglamentaba las relaciones industriales y los contratos colectivos de trabajo que
permitían que un sindicato acordara condiciones válidas para toda una rama de
actividad; consideraba la creación de la personería gremial y la instauración
de cortes de arbitrajes integradas por miembros elegidos por ambas partes, y
presididas por un representante del gobierno. Si bien el proyecto contó con el
apoyo de grupos intelectuales y universitarios, fue rechazado por el anarquismo y el socialismo a través de la Unión General de Trabajo, que consideraba
varias de las medidas restrictivas para el libre desarrollo y accionar de la organización obrera; también fue rechazado por la Unión Industrial Argentina.
Paralelamente, las estadísticas por crímenes en la ciudad de Buenos Aires
reflejaron entre 1899 y 1914 un aumento considerable27. Éstas fueron interpretadas por sus contemporáneos como resultado de la mala influencia ejercida
por la llegada de inmigrantes de origen latino; y no tardó en realizarse un
parangón entre el aumento de la criminalidad y las protestas sociales ácratas.
Bajo la clara influencia de la doctrina del médico y criminólogo italiano Cesar
Lombroso se desarrolló un estudio pormenorizado de los rasgos físicos que
caracterizaban a los criminales en el cual se reconocían influencias biológicas hereditarias en las patologías delictivas. Éstas incluían “ciertos tipos de
mandíbulas, frentes y orejas, constituían una guía para identificar a aquellos
marcados por una proclividad innata hacia el crimen”28. El instrumentar estos
escritos contra una minoría social considerada capaz de desestabilizar la jerar27
Algunas de sus obras más importantes en materia de criminología son: “Del tipo criminale nei delinquenti politici”, Archivo de Psichiatria. Antropologia Criminale e Scienze Penali,
VI –1885– 148, en colaboración con Laschi. Il delitto politico e le rivoluzioni, Turín, 1890; en
colaboración con Laschi, “La pena nel delitto politico”, Archivo de Psichiatria. Antropología
Criminale e Scienze Penale, XI – 1890– 139-80. Gli Anarchisci, Turín, 1894.
28
Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina,
1890-1916, Buenos Aires, Sudamericana, 1994, p. 128. Consultar: Lila Caimari, Apenas un
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
89
quía gubernativa de la sociedad fue cuestión de tiempo. Si bien en varias oportunidades se había definido la criminalidad ácrata como un comportamiento
antisocial, pronto se transformó en sinónimo de una patología anarco-criminal.
Dentro de esta concepción, el anarquista fue definido como un transgresor
nato con caracteres antropológicos básicos:
Locos, epilépticos, degenerados, apasionados histéricos, atávicos, son los
baluartes de estos grupos violentos que, enarbolando la bandera de la justicia
y de la igualdad, se atreven a provocar las iras de sus amos arguyendo sus
miserias, tras la consecución de un status mejor que todos reconocen, pero
que nadie quiere otorgar29.
Por lo cual, al ser transmitida la criminalidad por herencia se estaba
frente un peligro real y concreto para la sociedad receptora, que comenzó a
vincular los conflictos obreros con esta patología y desató una dura campaña
sobre la necesidad de controlar a los inmigrantes que arribaban al país30. En
efecto, el movimiento anarquista se convirtió en un atentado contra el orden
público, y todo aquello que atentara contra la paz social debía ser controlado
por medio de restricciones inmigratorias; o bien extirpado mediante la sanción
de leyes de expulsión. A juicio de Eduardo Zimmermann el anarquismo se
presentaba
Como un problema de higiene pública: su exclusión era una medida de defensa
de la sociedad; el anarquismo resultaba ser una especie dentro del género de
la inmigración indeseable que debía expulsarse para preservar la salud de la
sociedad31.
Fue representativa de esta mentalidad la obra de Ramos Mejía, Las multitudes argentinas:
delincuente, Buenos Aires, 2004, Siglo XXI; La ciudad y el crimen, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
29
Andrés Galera Gomez, “La antropología criminal frente al anarquismo español”, en
Bert Hofman; Pere Joan i Tous; Manfred Tietz (editores), El anarquismo español y sus tradiciones culturales, Madrid, Vervuet – Iberoamericana, 1995, p. 109.
30
Diversos sucesos acompañan esta ideología lombrosiana: se fundó a fines del siglo XIX
la Sociedad de Antropología Jurídica; comenzó a publicarse en 1898 la revista Criminología
Moderna, que contó entre sus colaboradores a los más importantes criminólogos italianos
como Lombroso, Ferri, Garofalo, Colajanni. En 1902 se fundaron, a instancias de José Ingenieros, los Archivos de Psiquiatría y Criminología y en 1913, la Revista de Criminología,
Psiquiatría y Medicina Legal (1913).
31
Eduardo Zimmermann, op. cit., p. 136.
90
María Fernanda de la Rosa
Cualquier craneota inmediato, es más inteligente que el inmigrante cuando
recién desembarca en nuestra playa. Es algo amorfo, yo diría celular, en el
sentido de su completo alejamiento de todo lo que es mediano progreso en
la organización mental. Es un cerebro lento, como el del buey a cuyo lado ha
vivido; miope en la agudeza psíquica, de torpe y obtuso oído en todo lo que
se refiere a la espontánea y fácil adquisición de imágenes por la vía del gran
sentido cerebral. ¡Qué oscuridad de percepción, qué torpeza para transmitir la
más elemental sensación a través de esa piel que recuerda la del paquidermo
en sus dificultades de conductor fisiológico!32
Como se ha mencionado, y más allá de la literatura sobre el accionar
violento, en la Argentina se produjeron casos aislados de propaganda por el
hecho. El primero fue el producido por el militante catalán Salvador Planas,
que atentó contra la vida del presidente Manuel Quintana como protesta contra
el estado de sitio instaurado en 1905, los hechos ocurridos en mayo en Plaza
Lorea y la represión policial; sin embargo su propósito se frustró “dado la mala
calidad del arma”. Tres años más tarde, el obrero Francisco Solano Rejis lanzó
una bomba, que tampoco detonó, contra el primer mandatario, José Figueroa
Alcorta. Por su parte, el español Enrique Nido, para vengar la muerte de Francisco Ferrer, intentó sin éxito matar al cónsul español en Rosario33. El 7 de
mayo de 1909 estalló una bomba en la calle Corrientes que provocó la muerte
de un niño de 11 años; en noviembre fue detenido el anarquista ruso Pablo
Karaschin cuando se hallaba colocando una bomba en la Capilla del Carmen,
situada en el barrio porteño de Recoleta (Rodríguez Peña al 800).
Aquel año, los militantes ácratas se reunieron en la plaza Lorea, si bien el
acto no había sido autorizado, para celebrar el Día del Trabajo. Se produjeron
varios choques entre los manifestantes y las fuerzas policiales que, bajo las
órdenes del coronel Ramón L. Falcón, al intentar disolver la concentración
provocaron la muerte de 8 manifestantes y un número importante de heridos
y detenidos. Las consecuencias fueron no sólo escenas dramáticas en el entierro de las víctimas, sino también la instauración nuevamente del estado de
sitio y la aplicación sin restricción de la Ley de Residencia. Los integrantes
del movimiento anarquista respondieron por medios de folletos y artículos en
periódicos y revistas en los que se hacía responsable directo por la represión
y muerte de los obreros al Jefe de Policía, se pedía su renuncia y se llamaba a
32
p. 288.
J. M. R amos Mejia, Las multitudes argentinas, Buenos Aires, Félix Lajouane, 1899,
33
Afirmó Diego Abad de Santillán: “empleó para esa represalia unos explosivos y sufrió,
por efecto de los mismos, mutilaciones en una mano. Fue detenido y condenado a cinco años
de prisión”. Memorias 1897-1936, Planeta, Barcelona, 1977, p. 109.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
91
una huelga general. Para vengar a sus compañeros, el 14 de noviembre de 1909
Simón Radowitzky arrojó una bomba contra el coronel Falcón que provocó
su muerte junto con la de su secretario. El periódico La Protesta narró años
más tarde lo sucedido:
Falcón había ido a eso de las 10:30 a la Recoleta, para asistir al entierro del
director de la prisión nacional, Ballvé, en el Cementerio Norte. Terminada la
ceremonia regresó en un coche con la capota baja, por la Avenida Quintana,
acompañado de su secretario Juan Alberto Lartigau. Al llegar el coche a la
esquina de Callao, un joven obrero, Simón Radowitzky, le arrojó una bomba
que dio en el piso y estalló. Falcón y su acompañante cayeron al suelo, mortalmente heridos; el primero falleció a las 14:15 y el segundo a las 20:45. Radowitzky, aturdido por la explosión, intentó huir pero fue detenido por policías y
particulares en la esquina de Ayacucho y Avenida Quintana. Mientras luchaba
con sus seguidores, sacó con la mano izquierda un revólver y se descerrajó un
tiro en la región pectoral derecha. La herida fue leve, pero cayó en tierra y las
autoridades se hicieron cargo de él.
Como se mencionó, aunque no todo el movimiento compartiera el método
implementado por Radowitzky, su defensa fue un deber:
Para vengar aquella sangre obrera que regó las calles de Buenos Aires, en
1909, salió un desconocido: Simón Radowitzky. Y fue enterrado vivo el vengador de la masacre del primero de mayo. Es un verdadero héroe moral, la
anarquía es su bandera y la fidelidad que le guarda es realmente conmovedora.
Su rescate es una idea de los anarquistas, idea que cuenta amplias simpatías
en el seno del proletariado34.
El atentado producido contra el Jefe de Policía de Buenos Aires provocó
la reacción y el reclamo de la reforma de las leyes de inmigración existentes.
La opinión de Estanislao Zeballos era compartida por la gran mayoría de sus
contemporáneos.
El asesinato del coronel Falcón es presentado como la protesta sangrienta
de un grupo de extraviados, contra todo principio de autoridad moral, legal,
religiosa, política y militar. Hay en efecto en el mundo un grupo de hombres
que hace gala de no tener Dios, ni Patria, ni Ley y que lógicamente no respeta
influencia alguna humana o divina. Su principio y su fin están en el ejercicio de
34
Ibídem. “Simón Radowitzky, el vengador y el mártir”, La Protesta, Buenos Aires, 25
de octubre de 1927.
92
María Fernanda de la Rosa
la violencia y del crimen. Estas son fuerzas perdidas para la sociedad, como las
causas cósmicas del centro de la tierra, que solamente producen cataclismos
[...] carecemos de leyes eficaces sobre el abuso de la prensa [...] que puede…
aconsejar la revolución, el asesinato político e injuriar ferozmente a todo el
mundo [...] es prudente retocar los códigos y las leyes de inmigración, para
conservar la limpieza de la población del país35.
De esta manera, los militantes ácratas fueron señalados tanto psíquica
como físicamente, de acuerdo con los lineamientos lombrosianos. Por ejemplo,
en la descripción elaborada para el militante anarquista Simón Radowitzky
leemos:
Sus caracteres morfológicos acusan, bien acentuados todos los estigmas del
criminal. Desarrollo excesivo de la mandíbula inferior, preeminencia de arcos zigomáticos y superciliares, depresión de la frente, mirada torva, ligera
asimetría facial, constituyen los caracteres somáticos en Radowitzky del tipo
del delincuente36.
Paralelamente se clausuraron diarios y espacios de reunión de socialistas
y anarquistas, grupos de particulares atacaron sus locales de reunión y los
talleres de La Protesta y La Vanguardia. El presidente Figueroa Alcorta y su
ministro del Interior, Marco Avellaneda, presentaron al Congreso un proyecto
que modificaba la antigua ley de inmigración de 1876 y prohibía la entrada
al país de
[...] los anarquistas y las personas que profesan o preconizan el asesinato de los
funcionarios públicos o el uso de explosivos y medios de fuerza para impedir
el cumplimiento de las leyes y disposiciones legales de las autoridades públicas
o para impedir el ejercicio de los derechos individuales37.
35
Estanislao Zeballos, “El asesinato del Jefe de Policía de Buenos Aires”, en Revista de
Derecho, Historia y Letras, T. XXXIV, Buenos Aires, 1909. Ver: Juan V. Alsina, La inmigración en el primer siglo de la independencia, Buenos Aires, 1910. Citado en Natalio Botana
y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera (1880-1910), Buenos
Aires, Ariel, 1997, pp. 523-528.
36
“Radowitzky, Simón. Por homicidio en las personas de Ramón L. Falcón y Alberto
Lartigau. Alegato del agente fiscal Dr. Manuel Beltrán”, en Tribunal Militar, Letra R, Legajo
N° 5,1872-1909, Archivo General de la Nación, Sala VII, p. 172. Citado en Eduardo Zimmermann, op. cit., p. 134.
37
Ibídem., p. 157.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
93
La reacción tanto de la opinión pública como de los legisladores fue pedir
medidas legales e instrumentos de defensa social; entre las medidas se incluían
la modificación de Ley de Residencia, pues se consideraba que no servía de
arco protector para asegurar la tranquilidad de los sectores medios y altos de
la sociedad argentina. En los diversos discursos se señaló al anarquismo como
un elemento extraño al país, que hacía peligrar la nacionalidad. El periódico
La Nación afirmó:
[...] ya sabemos cuáles son las razones del hecho. Son precisamente las mil
razones que lo hacen inexcusable; es decir, la generosidad, la amplitud, la tolerancia del espíritu argentino que abre al mundo entero sus puertas, que entrega
al mundo entero su heredad, que llama a todos los despojados y perseguidos
del orbe a compartir, mediante un poco de trabajo y de esfuerzo, su fortuna,
su bienestar, su porvenir38.
La respuesta del presidente fue la sanción nuevamente del estado de sitio y
la aplicación más rigurosa de las normas existentes. Sin embargo, la situación
se agravó próximo a celebrase el Centenario. Tanto la aplicación de la Ley de
Residencia como el rigor contra la prensa obrera y el movimiento en general no
lograron frenar el fenómeno de la insurgencia y conflictividad social que rodeó
los preparativos. Las protestas y mítines de los trabajadores se volvieron más
frecuentes y violentos. El año 1910 registró el número más elevado de huelgas
y disturbios; los militantes libertarios se habían transformado en el enemigo
público más peligroso y agresivo de la sociedad argentina, contrarrestando la
imagen de país próspero que se pretendía mostrar al mundo. Desde la prensa
obrera se lanzó una campaña en contra de los festejos y a favor de la abolición
de la sancionada en 1902.
La celebración del Centenario
Las autoridades organizaron para la semana previa al día 25 de mayo una
serie de festejos que incluían grandes desfiles, recepciones de gala, funciones
teatrales extraordinarias, inauguración de monumentos, exposiciones y visitas
de primeros mandatarios e importantes personalidades, como la infanta Isabel
de Borbón; incluso Isadora Ducan bailaría el Himno Nacional. El movimiento
obrero advirtió la gran trascendencia de los festejos y sus organizaciones,
lideradas por la FORA anarquista, llamaron a huelgas generales, paros y
38
“El atentado anarquista de ayer”, La Nación, Buenos Aires, 15 de noviembre de 1909.
Sobre prensa obrera en el período estudiado consultar: Mirta Z. Lobato, La prensa obrera,
Buenos Aires, Edhasa, 2009.
94
María Fernanda de la Rosa
realizaron diversos actos de sabotaje en los días previos a los festejos. El 8 de
mayo convocaron a una manifestación contra las autoridades de la Penitenciaría de la Nación por los malos tratos a los que eran sometidos los presos. Se
reunieron más de cincuenta mil personas que exigían la derogación de la Ley
de Residencia, liberación de los presos por cuestiones sociales y amnistía para
los desertores del servicio militar; la FORA llamó a un paro general para el
día 18 de mayo. Estos sucesos generaron una honda preocupación en la clase
dirigente, que temía que los disturbios sociales impidieran la celebración de
los actos39.
El día 13 de mayo se detuvo a los redactores de los periódicos libertarios
La Protesta y La Batalla, del semanario sindicalista La Acción Socialista y
se secuestraron sus ediciones. A día siguiente el presidente Figueroa Alcorta
declaró el estado de sitio. La gran mayoría de los locales anarquistas y socialistas fueron asaltados e incendiados por grupos nacionalistas al grito de ¡viva
la patria! y ¡muera el anarquismo!, al igual que las imprentas de La Protesta
y La Vanguardia. Hubo enfrentamientos en las calles, heridos y muertos. El
anarquismo respondió con la edición de panfletos clandestinos que llamaban
al pueblo a la lucha, detonando algunos pequeños explosivos, y las grandes
luces del festejo fueron objeto de numerosos sabotajes que no las dejaron lucir
como esperaban los organizadores. En diversos países se establecieron comités
de solidaridad con el proletariado argentino.
La huelga estalló el 18 de mayo y con ella aumentó la reacción y el temor
de gran parte de la sociedad, que vivió jornadas de inquietud hasta el día 21 de
mayo, cuando se dio por terminado el conflicto con aproximadamente 2.000
detenidos. Los festejos del Centenario se celebraron bajo el estado de sitio, con
las prisiones repletas, numerosos extranjeros deportados a su país de origen y
muchos militantes argentinos remitidos a la cárcel de Ushuaia.
La situación se agravó. Se sucedieron diversos choques entre militantes
ácratas y estudiantes; hubo entre estos últimos heridos de bala, lo cual provocó
enérgicos pedidos de leyes represivas contra el anarquismo. Un hecho precipitó
la sanción de una nueva ley y fue el estallido de una bomba en el Teatro Colón,
el 26 de junio de 1910, que causó varios heridos. Sin demoras la Cámara de
Diputados se reunió para debatir la sanción de una norma que erradicara para
siempre la amenaza anarquista; el repudio hacia este movimiento, que atentaba
39
Elena Zubietta. “Representar y polemizar: el humor de Caras y Caretas en el Centenario”, en Hugo Biagini; A rturo Roig (editores), El pensamiento alternativo en la Argentina
del siglo XX, t. I, Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. 507-525. Para los preparativos y festejos del
Centenario consultar: Francis Korn; Silvia Sigal, Buenos Aires antes del Centenario, Buenos
Aires, Sudamericana, 2010; Fernando Devoto, El país del primer Centenario, Buenos Aires,
Capital Intelectual, 2010.
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
95
contra todos los órdenes de la vida, fue total. Fue ejemplificadora la intervención del diputado Lucas Ayarragaray en el debate de Diputados:
Yo quiero que se sancione una ley, que lleve su acción hasta la raíz misma de
la idea anarquista, para ahogar todas sus siniestras manifestaciones, declarando delito esa monstruosidad que hoy germina en los duros cerebros de algunos proletarios [...] Yo proclamo sin ambajes que el anarquismo es un delito
contrario a la civilización argentina, porque no está en nuestros antecedentes,
en nuestra complexión social, económica e histórica; y por eso [...] presenté
un proyecto combinado, de exclusión de extranjeros y de expulsión, penando,
además, a los que una vez expulsados vuelvan al país [...] prohíbo en consecuencia los centros y asociaciones anarquistas, la prensa anarquista, el mitin
público anarquista y la reunión secreta, la bandera anarquista; cancelo la carta
de ciudadanía a los anarquistas; también a los que fabriquen, expongan, etc.,
bombas; creo todo un régimen de penas; amplío los casos de expulsión; castigo a los que, expulsados, regresan al país: es decir ¡llevo por primera vez en
este país el fuego de la ley hasta la raíz misma de la idea anarquista!40
El resultado fue la aprobación, sin ningún diputado que se opusiera, de
la Ley de Defensa Social, la cual limitaba la actividad sindical e impedía no
sólo el ingreso de extranjeros que hubieran sufrido condenas, sino también la
propaganda anarquista. Esta ley se divide en tres secciones: la primera prohibía la entrada y decretaba la expulsión del país de ciertos extranjeros, entre los
que se hallaban los partidarios de la ideología ácrata; la segunda vedaba toda
asociación que tuviera como objetivo la propagación de las ideas anarquistas,
y regulaba el derecho de reunión; finalmente la tercera penaba la apología del
delito y el uso de explosivos, con penas que iban desde los seis años de prisión
hasta la pena de muerte, exceptuando sólo a los menores de 18 años41.
La sola presencia de un extranjero fue considerada como un hecho comprometedor y perturbador del orden público, por lo cual la policía, amparándose en la Ley de Residencia, que otorgaba amplias facultades para deportar,
solicitaba al Poder Ejecutivo la expulsión de todo sospechoso. Paralelamente,
como la Ley de Defensa Social enumeraba minuciosamente los delitos y las
40
Lucas Ayarragaray, “Discurso sobre la ley de defensa social”, Cámara de Diputados,
Diario de Sesiones, 27/6/1910. Citado en Natalio Botana y Ezequiel Gallo, op. cit., pp. 528529.
41
Este punto fue objeto de debate, pues el Código Penal establecía que la edad mínima
para la pena de muerte era de 22 años. Por este motivo a Simón Radowitzky, quien cuando
cometió el atentado aún no había cumplido los 18 años, le fue conmutada la pena capital por
cadena perpetua.
96
María Fernanda de la Rosa
penas, era utilizada para castigar los actos de propaganda, regular el derecho
de asociación y reprimir todo intento de agitación anarquista. En su nombre
se deportó y encarceló a varios dirigentes obreros, la FORA no pudo reunirse
por más de dos años y dejaron de publicarse los periódicos ácratas. Si bien
se permitió el funcionamiento de determinados locales de la federación
obrera, sus actividades fueron severamente controladas, como las de los
grupos sindicales, cada reunión obrera debía comunicarse previamente a la
comisaría de la sección que se encargaría de la vigilancia respectiva. Estas
medidas provocaron el severo debilitamiento del sindicalismo argentino y
los movimientos huelguísticos disminuyeron hacia 1912-1913, para adquirir
nueva fuerza luego de la Primera Guerra Mundial con la llegada en masa de
los inmigrantes europeos.
El objetivo tanto de la Ley de Residencia como de la de Defensa Social
fue provocar la caída del predominio anarquista dentro del movimiento obrero;
hecho que se logró, pues el anarquismo ya no tendría en las décadas posteriores la misma importancia e influencia que lo caracterizó hasta 1910. No sólo
la legislación imperante fue la causa de tal retroceso, sino que la mayoría del
proletariado argentino encontró en el socialismo, primero, y en el comunismo
después, canales de representaciones más útiles y prácticos. Sin embargo, lejos
de desaparecer la corriente ácrata continúo su lucha por recuperar su fuerza
contestataria y si bien no obtuvo el poder que había tenido en años anteriores
tantos sus periódicos, revistas y publicaciones como las actividades culturales
que realizaron nos muestran un movimiento que buscó permanentemente,
hasta 1930, volver a captar al trabajador.
Consideraciones finales
La propaganda por el hecho llevada a cabo en Europa provocó un temor
muchas veces exagerado con respecto al poder real con que contaba el movimiento anarquista. Es cierto que diversas manifestaciones artísticas y culturales personificaron durante años al anarquista como el renegado extranjero
pone bombas; evidentemente esta imagen del militante ácrata permaneció en
el imaginario social argentino, que halla sus raíces en las décadas que van
desde 1880 a 1910. Desde aquellas representaciones del anarquista violento
al militante que prefiere morir de hambre antes que tocar el dinero de su
organización, o al que elige no cobrar su salario para salvar la imprenta de
su periódico, hay una amplia gama que nos lleva afirmar que el militante
libertario luchó por ideales humanistas que hicieron que la ideología ácrata
significara más que eso; pues su objetivo primordial fue sacar a la palestra la
La propaganda por el hecho dentro del discurso anarquista
97
cuestión social, al defender y representar al sector más humilde de la sociedad
del Centenario: los trabajadores.
Sus autores fueron glorificados y recordados desde las páginas de los
periódicos y publicaciones libertarias tanto como en los actos llevados a
cabo en las diversas asociaciones anarquistas; sin embargo la sangre de estos
mártires no trajo la revolución social porque, como sostuvo Rafael Nuñez,
probablemente era sólo un “acto de impotencia y desesperación”, que sembró
el terror entre sus contemporáneos42. Por otra parte, fueron muchos los debates
que se generaron internamente en el movimiento anarquista hasta el año 1930.
Analizar estas posturas ambiguas es un modo tanto de acercarnos a la historia
de un movimiento sumamente rico y controvertido que tuvo una influencia
importante en los años previos al Centenario, como también conocer un importante eje temático de la propia historia argentina.
Ideas y Figuras.
Revista Semanal de
crítica y arte, 3 de
mayo de 1909. Archivo: Federación
Libertaria Argentina, CABA.
42
R afael Nuñez Florencio, op. cit., p. 185.
98
María Fernanda de la Rosa
20 de
mayo
de
1909.
29 de
junio
de
1909.
11 de
enero
de
1910.
11 de
enero
de
1910.
La política exterior
de Raúl Alfonsín (1983-1989):
un balance aproximativo
Diego Miguel Jiménez
Doctorando en Ciencia Política (UCA)
diegojimenez@fibertel.com.ar
R esumen
Este artículo tiene como objetivo realizar un balance de la política exterior
de Raúl Alfonsín (1983-1989). Dicho análisis se sustentará en una contextualización histórica de su acción externa, en los fundamentos y creencias que
sostuvieron su acción internacional y en sus objetivos principales. La reconstrucción en este punto de la investigación se basa especialmente en fuentes
bibliográficas, dado que forma parte de los aspectos teóricos de un análisis
más amplio, que incluye un análisis de casos de dicho período.
Palabras Clave
Raúl Alfonsín – Política exterior – Sistema de creencias – Contexto local
e internacional – Balance.
Abstract
The aim of this article is to make a balance of former Argentinean President Raúl Alfonsin’s foreign policy (1983-1989). It deals with the historical
context and beliefs that sustained it main objectives. The reconstruction at this
point of the research is based on bibliographic sources and it is part of a more
extensive analysis that includes case studies of that period.
K ey Words
Raúl Alfonsín – Foreign Policy System of Beliefs – Local and International Context – Balance.
Temas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 99-121.
100
Diego Miguel Jiménez
1. Introducción
El presente artículo constituye un aspecto reducido, pero no por ello
menos importante, de una investigación más general centrada en el análisis
del sistema de toma de decisiones en materia de política exterior durante el
gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989).
En dicho estudio se abordarán con perspectiva analítica cuestiones que
se refieren, en forma especial, a dos áreas del conocimiento: la Teoría de las
Relaciones Internacionales y la Historia Política, en especial, la referida a los
acontecimientos y procesos históricos producidos en el último cuarto del siglo
XX en nuestro país.
Para tal proyecto, la primera disciplina nos ayudará a la conceptualización necesaria para precisar y demarcar, con la debida corrección, conceptos,
principios e ideas relevantes de temáticas tales como: el sistema de creencias,
el sistema de toma de decisiones, los paradigmas o modelos de inserción internacional de la Argentina, la formulación e implementación de una determinada
política, junto con las ideas centrales y debates actuales relacionados con las
teorías clásicas y las latinoamericanas de las Relaciones Internacionales dentro
del mundo académico argentino.
La segunda área del conocimiento aporta la contextualización histórica
local, regional y global, sus vínculos y mutuas influencias, dentro del recorte
temporal elegido para nuestro estudio. Además de brindar el sustento fundamental, la Historia constituye la “materia prima” para cualquier estudio analítico dentro de las Ciencias Sociales. Como lo ha escrito Carlos Pérez Llana
en referencia a los estudios sobre las “Relaciones Internacionales”, al afirmar
que están inspirados y condicionados por una realidad geográfica e histórica
determinada.
Por su naturaleza, es entonces un estudio interdisciplinario. Como tal
incorpora todo el instrumental analítico brindado por ambas disciplinas para
estudiar el tema elegido.
En forma particular, este trabajo se centra en la elaboración de un balance
general preliminar de la política exterior durante la administración Alfonsín.
Esto requiere una aclaración: realizar un balance de una gestión política,
en este caso en materia de política exterior, puede conllevar el pecado de la
excesiva subjetividad. Este tipo de investigación no formaría parte de las
Ciencias Sociales si no tuviera parte de ese riesgo.
C. Perez Llana, El regreso de la historia. La política internacional durante la posguerra fría 1989-1997, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, p. 13.
La política exterior de Raúl Alfonsín
101
A pesar de las dificultades que esto entraña, este artículo tiene como objetivo dilucidar, en el período abordado, lo que constituyó una herencia positiva,
más allá del debate político-ideológico, para la política exterior en Argentina
de la gestión radical entre 1983-1989.
En relación con este trabajo en particular y en el sentido que queremos
darle a esta frase, nos parece que podemos incluir dentro del calificativo de
herencia positiva las siguientes cuestiones:
•
•
•
•
•
la orientación política en determinado tema clave (es decir, marcar un
rumbo);
la solución de controversias problemáticas para el desempeño internacional de nuestro país;
el mejoramiento o la construcción de determinadas relaciones que mejoren real o potencialmente la performance internacional del país;
la reconstrucción o mejoramiento de la imagen internacional de nuestro
país;
los efectos positivos de determinada política internacional en el desarrollo económico y político del país (por ejemplo, si redunda en beneficios
materiales o si contribuye a consolidar el sistema político).
El término “aproximativo” da cuenta de que esta investigación está en
progreso, por ese motivo sus conclusiones no son definitivas. No son concluyentes, son preliminares.
Para organizar la exposición, ésta se dispondrá del siguiente modo: en
primer lugar se presentará una breve introducción teórica para presentar la
perspectiva del autor en lo referente a la naturaleza y alcances de los estudios
acerca de las Relaciones Internacionales, junto con una descripción de los
modelos de inserción internacional que ha adoptado la Argentina desde el
siglo XIX hasta 1989.
La segunda parte del artículo comenzará con una descripción del contexto
internacional y local del gobierno de Alfonsín, marcado por los últimos años
de la Guerra Fría y el regreso de la democracia a nuestro país, junto con la
denominada herencia del Proceso.
Luego se explicará el sistema de creencias en materia de política exterior
de la UCR y del propio Raúl Alfonsín, su estilo y los objetivos que trazó su
gobierno en el área internacional.
Por último se expondrá un balance del período 1983-1989 en materia de
política exterior.
102
Diego Miguel Jiménez
2. Aspectos teóricos
En esta parte nos interesa puntualizar lo que consideramos “estudios de
Relaciones Internacionales”. Vale aclarar que no pretendemos participar en
ningún debate teórico ni hacer de este trabajo parte de una discusión que está
en manos de especialistas.
Por esa razón tomamos la siguiente definición , la cual nos parece más
adecuada a nuestros objetivos, amén de ser la que mejor interpreta lo que
consideramos que es eje de nuestra disciplina: las Relaciones Internacionales
pueden ser consideradas como las relaciones concretas que tienen lugar a
través de las fronteras nacionales (esto incluye a todos los agentes estatales
y no estatales, internacionales y transnacionales en la medida que éstos contribuyen a la comprensión de los fenómenos políticos) o como el cuerpo de
conocimientos que tenemos sobre tales relaciones en cualquier momento dado
(es decir la elaboración de teorías y modelos de análisis que permitan conocer
y comprender las vinculaciones internacionales). De esta conceptualización
de las relaciones internacionales como disciplina parte nuestro trabajo, sobre
todo la segunda parte.
Por otro lado se desprende de esta definición, amplia por cierto, una
cuestión de importancia para nuestro trabajo: la dimensión internacional de
la política doméstica. Dicho de otro modo: cómo lo local influye en la política
exterior (en su formulación, implementación y resultados), y cómo el contexto
exterior condiciona esa misma política.
En este sentido el concepto de juego de doble nivel elaborado por R. D.
Putnam aporta una clarificación importante para nuestra investigación.
Nos parece conveniente, entonces, señalar que en el mundo contemporáneo las esferas doméstica e internacional de los países poseen límites prácticamente inexistentes. Esto es producto de la creciente interdependencia entre
los Estados desde el punto de vista económico, político, cultural y social, de
la cual es protagonista la humanidad como nunca antes en su historia (proceso
que se acelera a partir de los años setenta). Una interrelación que se da a todo
nivel: individual, organizacional, gubernamental y estatal, que ha destronado
definitivamente al Estado nacional como único actor internacional y como
único objeto y sujeto del Derecho Internacional.
En consecuencia, dada la creciente influencia e importancia de los actores
no estatales en las vinculaciones internacionales, cualquier análisis explicativo
J. E. Dougherty; R. L. Pfaltzgraff, Teorías en pugna en las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, GEL, 1993, p. 24.
R. D. Putnam, “Diplomacia y política nacional: la lógica de los juegos de doble nivel”,
en Revista Zona Abierta, N° 74, 1996, p. 79.
La política exterior de Raúl Alfonsín
103
de una determinada política exterior (en este caso la de Raúl Alfonsín) no debe
descuidar la dimensión nacional de la acción externa, espacio en el que actúan
muchos de ellos como plataforma de su acción externa.
En palabras de Richard Neustadt, un presidente moderno (un gobierno
moderno) está obligado a enfrentar demandas de ayuda y servicios de más o
menos cinco procedencias distinguibles: de los funcionarios ejecutivos, del
congreso, de sus partidarios, de los ciudadanos en general (distintos grupos
de presión y actores de la sociedad civil) y del exterior (empresas, gobiernos,
organizaciones).
Esto supone concebir el Estado no como una “caja negra” que produce e
implementa acciones (en forma solitaria, monolítica y sin presiones domésticas de ningún tipo) en sus asuntos internacionales sin tener en cuenta a los
diferentes grupos, organizaciones e individuos de la sociedad local interesados
e implicados de diverso modo y grado en las cuestiones que atañen al área internacional. Una concepción de este tipo nos parece insuficiente para analizar
la política exterior de un determinado gobierno.
Este carácter “interpenetrado” de lo internacional y lo doméstico nos
permite afirmar que la acción externa de un Estado es protagonista y testigo
de un “juego de doble nivel”, donde grupos y organizaciones locales buscan
presionar al gobierno para que implemente políticas que los favorezcan. Éste
último busca su apoyo para construir poder a la vez que busca maximizar su
capacidad en el área externa para satisfacer a sus sostenedores políticos, socioeconómicos y cumplir con sus propios objetivos.
El Poder Ejecutivo (el presidente, la Cancillería y junto con ellos el conjunto de funcionarios que intervienen en la formulación e implementación de
su política internacional) debe pivotar constantemente entre estas dos esferas,
para llevar adelante sus objetivos y agenda particular en esta área. Factores,
todos, que se deben tener en cuenta para realizar un análisis completo.
Dicho esto, consideramos imprescindible contextualizar internacional y
localmente la política exterior del gobierno de Raúl Alfonsín.
A continuación, describiremos los distintos paradigmas de inserción internacional que ha aplicado nuestro país hasta llegar a la asunción de la UCR
en 1983.
R. Neustadt, El poder presidencial y los presidentes modernos. Políticas de liderazgo
de Roosevelt a Reagan, Buenos Aires, GEL, 1993, p. 36.
La bastardilla es del autor del trabajo.
J. G. Tokatlian y Otros, “El estado de las relaciones internacionales: una mirada desde
la Argentina”, en C. Bruno (comp.) Argentina; un lugar en el mundo, Buenos Aires, FCE,
2003, p. 73.
104
Diego Miguel Jiménez
Síntesis histórica de los modelos de inserción internacional
de la A rgentina
2.1. El paradigma atlantista
A partir de 1862, nuestro país va a ensayar un modo de inserción internacional que, con sus matices, va a continuar hasta 1930.
Dentro del esquema de la división internacional del trabajo, que organiza
la economía internacional de la segunda mitad del siglo XIX siguiendo los
fundamentos de la economía neoclásica, nuestro país va a formar parte de la
periferia productora de materias primas de origen agro-exportador para un
mercado fundamentalmente europeo.
Este primer “modo de acumulación”, como lo denominan algunos autores, comienza a funcionar con sus características propias a partir de la asunción de Julio A. Roca a la presidencia de la República y culmina, si es posible
utilizar este término, con los efectos negativos que provocó la crisis de 1929 a
la muy expuesta economía nacional hacia el mercado mundial.
La política exterior de este período se va a asentar en un fuerte vínculo con Gran Bretaña; proveedora de capitales, principal compradora de los
productos argentinos y todavía en esa época, eje principal de la economía
capitalista mundial (su declinación comenzará luego de la finalización de la
Primera Guerra Mundial, para convertirse en una potencia de segundo orden,
influyente pero no hegemónica en el sistema internacional).
Podríamos puntualizar las siguientes características de este modelo de
inserción internacional10:
• Aislamiento con respecto a América Latina, consecuencia de los débiles
vínculos comerciales del país con la región y de la complementariedad
económica con Gran Bretaña (bilateralismo).
• Visión estática de la realidad del sistema internacional. Es decir, una
creencia en la inmovilidad de las características del sistema internacional, con su consecuente beneficio para nuestro país. (Argentina ocupando
Como toda síntesis, es una generalización que, como tal, describe algunos aspectos
relevantes. Se presenta a los efectos de tener una línea de continuidad histórica hasta la llegada
de Alfonsín al poder.
Guillermo Figari habla de período monista o dependiente y luego de 1930 de período
dualista en los modos de inserción internacional de nuestro país (ver De Alfonsín a Menem.
Política exterior y globalización, Buenos Aires, Memphis, 1997, pp. 36-51).
M. R apoport; C. Spiguel, Política exterior Argentina. Poder y conflictos. (1880/2001),
Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005, p. 11.
10
R. Russell; T J. G. Okatlian, El lugar de Brasil en la política exterior argentina.
Buenos Aires, FCE, 2003, p. 18.
La política exterior de Raúl Alfonsín
105
su rol periférico, con precios altos para sus productos y con un mercado
asegurado para éstos.)
• Confrontación y disenso con los Estados Unidos (caso de las Conferencias Panamericanas).
Dentro del que también podemos denominar modelo eurocéntrico, se
encuentra el período de los gobiernos radicales (1916-1930), que conquistan el
poder luego de la apertura política iniciada a partir de la sanción de la denominada “Ley Sáenz Peña”, en 1912.
Dichos gobiernos no cambian el tradicional vínculo con Gran Bretaña ni
tampoco la “hostilidad” con respecto a los Estados Unidos.
Sí podemos agregar el marcado neutralismo en política exterior del presidente Yrigoyen (baste recordar la posición de nuestro país ante la guerra del
14), sustentado en claros intereses comerciales y en la cosmovisión idealista
propia del presidente.
Esta concepción “pacifista” iba de perillas con la calma necesaria, a los
ojos de los gobernantes, que necesitaban las relaciones comerciales para desarrollarse plenamente.
La idea de la paz como presupuesto de la prosperidad fue asumida con
éxito por la llamada “generación del ‘80” y continuada en las administraciones
radicales.
Durante el período del presidente Alvear, las relaciones con Estados Unidos se hicieron más intensas, producto de la creciente rivalidad del país del
Norte con Gran Bretaña (sumada a su pérdida de poder global), motivada por
el deseo del primero de incrementar su influencia en la economía argentina.
Las inversiones americanas van a crecer, dando lugar al establecimiento
del famoso triángulo económico entre los países mencionados.
Sin dudas 1930 es un año de quiebre en la historia de la República Argentina, fundamentalmente en dos sentidos:
•
Desde el punto de vista político se produce la primera alteración del orden constitucional con el golpe de Estado perpetrado el 6 de septiembre
de ese año. Con éste se va a iniciar un ciclo de inestabilidad institucional
que durará hasta 1983.
•
Desde el punto de vista económico, se van a sentir fuertemente los efectos de la crisis de Wall Street ocurrida en 1929 y su secuela de depresión
en la década del treinta. Los precios de las materias primas se van a
derrumbar (y lo seguirán haciendo las décadas siguientes) afectando las
exportaciones argentinas (se reduce su mercado), la capacidad de importación del país (disminuye el ingreso de divisas) y la acentuación de la
brecha tecnológica y desarrollo entre el centro y la periferia. La relación
“especial” con Gran Bretaña queda afectada luego de la Conferencia de
106
•
Diego Miguel Jiménez
Ottawa (1933), a partir de la cual nuestro principal comprador va a privilegiar sus antiguas colonias (Australia, Nueva Zelanda, Canadá) como
sus proveedores preferenciales de los productos primarios que antes le
compraba a nuestro país.
Desde el punto de vista de la política exterior se va a producir una crisis
de inserción internacional11 que pone de manifiesto el problema de la
identidad internacional de nuestro país.
2.2. El paradigma globalista
Se va a iniciar entonces lo que R. Russell y J. G. Toklatian denominan
“Paradigma globalista” que se extenderá desde los comienzos de los años
cuarenta hasta el final de la Guerra Fría12.
Este paradigma, específicamente el concepto globalista, hace referencia
al objetivo que emprendieron los distintos gobiernos argentinos de diversificar
los vínculos internacionales de nuestro país, junto con su participación activa
(por ejemplo, en foros internacionales) en negociaciones sobre temas políticos
y económicos de naturaleza global (conflicto Norte-Sur, conflicto Este-Oeste,
por nombrar los más importantes).
Los mismos autores puntualizan sus principales características:
1) No-alineamiento con EE.UU.
2) Alto perfil en los foros internacionales (caso específico, la participación
de nuestro país en el Movimiento de Países No Alineados).
3) Rechazo a organizaciones y regímenes internacionales que procuren
congelar la distribución del poder mundial vinculado con el punto anterior).
4) Oposición al establecimiento de organismos supranacionales que coarten
la autonomía y el desarrollo argentinos.
5) Impulso a la integración latinoamericana.
6) Estrategia de sustitución de importaciones en el ámbito nacional y
regional (las décadas del treinta y el cuarenta van a dar origen a la industrialización sustitutiva, que tendrá su profundización en el período
peronista y buscará robustecerse durante los años sesenta y setenta con
el desarrollo de la industria pesada y obras de infraestructura, por cierto
en un contexto de inestabilidad política).
11
12
G. M. Figari, De Alfonsín a Menem... cit., p. 46.
R. Russell; J. G. Tokatlian, op. cit., p. 26.
La política exterior de Raúl Alfonsín
107
7) Búsqueda de introducción de reformas al sistema económico y financiero
internacional.
8) Diversificación de los socios comerciales externos sin barreras ideológicas (en el marco de la Guerra Fría, perteneciendo y definiéndose “occidental”, nuestro país aplicó un pragmatismo en materia de relaciones
económicas internacionales; léase a modo de ejemplo la venta de cereales
a la Unión Soviética incluso durante el denominado Proceso de Reorganización Nacional13).
Si bien las principales coordenadas de la acción argentina en lo referente
a su política exterior son las anteriormente mencionadas, es preciso recalcar
algunas particularidades del período, que ponen de manifiesto la búsqueda de
una inserción adecuada para nuestro país en el sistema internacional.
Por esta razón reseñaremos muy brevemente los aspectos centrales, en
el ámbito exterior, de la experiencia peronista (1946-1955), el desarrollismo
(1958-1962) y el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). Su elección
no es azarosa, ya que en dichos períodos se intentó, con variado resultado,
implementar una estrategia internacional que se puede descubrir con cierta
claridad.
2.2.1. El peronismo
Quizá lo más característico del peronismo en materia internacional sea
el concepto de “tercera posición” como estrategia exterior de la Argentina en
el mundo de la Guerra Fría. Posición que M. Rapoport14 explica claramente:
balancear el peso de EE.UU., procurando protagonismo en América Latina
apoyándose en la tradicional conexión con Europa y estableciendo relaciones
con el bloque soviético, aunque sin abandonar la pertenencia a Occidente.
El peronismo ensayó lo que en los términos de J. C. Puig se denominó
“autonomismo heterodoxo”15. Es decir, un reconocimiento de la dependencia
económica, tecnológica y militar en relación con los EE.UU., pero como
contrapartida, proponerse como metas la consecución de objetivos políticos
autonómicos para balancear y contrarrestar la falta de independencia en las
otras tres áreas indicadas.
El agregado entre paréntesis corresponde al autor del artículo.
M. R apoport; C. Spiguel, op. cit., pp. 36-37.
G. Figari, op. cit., p. 69.
15
J. C. Puig, América Latina: políticas exteriores comparadas, Tomo I, Buenos Aires,
GEL, 1984, pp. 74-78.
13
14
108
Diego Miguel Jiménez
Estos conceptos se enmarcaban en otras concepciones políticas y económicas más generales del peronismo de los años cuarenta y cincuenta: el desarrollo
del mercado interno, la industrialización con una apuesta al capital nacional
público y privado y el dirigismo estatal en materia económica y social.
Si bien a partir de 1951 algunas políticas se modificaron (caso de las
inversiones extranjeras y una apuesta a mejorar la productividad junto con la
puesta de limitaciones al activismo sindical), las ideas esbozadas constituyeron
el núcleo central de las concepciones del peronismo en esa época.
2.2.2. El desarrollismo (1958-1962)
El desarrollismo, en palabras de sus formuladores: Frigerio y Frondizi,
se proponía cambiar la estructura económica de nuestro país, excesivamente
dependiente de las exportaciones agropecuarias y sin desarrollo energético y
de la industria pesada. Consideraba que era necesaria para ello la inversión
extranjera, en especial la norteamericana, más capacitada en esos rubros.
Además se sostenía que el Estado no contaba con el capital suficiente para
emprender esas actividades.
¿De qué sirve el desarrollo de la industria liviana si se depende de la importación de maquinarias e insumos que siguen siendo un agujero en nuestro
comercio exterior?, era la pregunta básica de cualquier desarrollista. Existía
una brecha tecnológica y había que buscar el modo de superarla. Había que
integrar el país y desarrollarlo.
Por estas razones la política exterior del gobierno de Frondizi tuvo un sesgo economicista que buscó la relación con EE.UU. para favorecer la inversión
directa de capitales de ese país. Esto implicaba reconocer el liderazgo mundial
estadounidense pero sin alinearse con dicha potencia.
También tuvo un acercamiento con América Latina, especialmente con
Brasil, tratando de esbozar alguna actitud autónoma, en cuestiones político-diplomáticas, como por ejemplo la relación con Cuba pos revolución de 1959.
Aliento a la inversión extranjera de origen estadounidense, acercamiento
político a Estados Unidos, fortalecimiento de las relaciones con Brasil para
cambiar la matriz económica agroexportadora de nuestro país, modernizando
la estructura productiva y económica sin perder autonomía en algunas cuestiones políticas y económicas, serán las claves de este período que mostrará
sus resultados en los años siguientes.
2.2.3. El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)
En los años setenta se inicia el denominado proceso de globalización,
que en términos de política exterior significa una mayor interdependencia
La política exterior de Raúl Alfonsín
109
entre los Estados y la aparición de nuevos actores en el sistema internacional:
multinacionales, capital financiero transnacional, organismos internacionales,
ONGs.
Además de ello, aumentan y se profundizan los canales que conectan a las
sociedades: interestatales, transgubernamentales y transnacionales.
En este contexto, sin olvidarnos la fuerte presencia de la Guerra Fría, los
militares del Proceso observaron el mundo como el escenario de la lucha de
dos modos de vida y valores: Occidente (la Argentina formaba parte de él) y
el mundo comunista.
Un alineamiento con EE.UU., un liberalismo económico y un conservadurismo político teñidos de supuestos básicos del realismo fueron las líneas
generales de toda la etapa militar16.
Si bien hubo modificaciones debido a cambios en la política americana (la
asunción de Carter con su crítica a la violación de los derechos humanos en
nuestro país) o a cambios de presidentes en el seno de la Junta de gobierno, la
administración militar siguió en la tónica occidentalista.
La guerra de Malvinas pondrá al desnudo las limitaciones de comprensión de los militares acerca del funcionamiento del sistema internacional y su
sistema de alianzas, obligando al gobierno a ensayar políticas reñidas con sus
presupuestos ideológicos (por ejemplo acercamiento a los No-Alineados para
buscar apoyo para el conflicto del Atlántico Sur).
En conclusión, el proceso militar rompió con esa idea autonomista originada en la etapa peronista que persistió en algunos sectores del radicalismo y
del frondizismo. Se modificó también la apuesta económica argentina sustentada en la industrialización sustitutiva y un esquema de “relativo” autonomismo
ensayado por Perón, Illia y en cierta medida por Frondizi, pasando ahora a la
aplicación de políticas neoliberales.
Dichas políticas favorecieron la inserción argentina en el mercado mundial
apoyada en el sector agroexportador, el fuerte endeudamiento, la desindustrialización y la creciente dependencia del capital extranjero.
3. Contexto externo y local de la nueva democracia
Si afirmamos, como lo hicimos al comienzo de este artículo, que el
contexto internacional influye en la manera en que se formula una política
exterior en el ámbito doméstico, nos parece conveniente mencionar los rasgos
más característicos del sistema internacional con los que tuvo que actuar el
16
R. Russell, Sistema de creencias y política exterior argentina (1976-1989), Buenos
Aires, FLACSO, julio de 1996, p. 9.
110
Diego Miguel Jiménez
gobierno radical. Más adelante indicaremos cómo fue percibido, y el sustento
teórico y de creencias con los cuales se manejó el gobierno para desarrollar
su política internacional.
Podríamos resumir, junto con Javier Perotti17, los factores externos con
que se encontró el gobierno de Raúl Alfonsín al asumir: última etapa de agudización del conflicto Este-Oeste, la crisis de la deuda latinoamericana, la guerra
en América Central y la existencia de dictaduras militares en diversos países
vecinos: Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Desde el punto estrictamente ideológico su gobierno coincide con dos
momentos claves del siglo XX. Por un lado el inicio de la apertura políticoeconómica en la Unión Soviética a partir de 1985; por otro, con el predominio
de la visión neo conservadora o neoliberal en dos países claves de Occidente:
los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido bajo el liderazgo de Margaret
Tatcher. Ambos férreamente anticomunistas.
Esto último tuvo influencia en temas sensibles al gobierno, léase la deuda
externa y la necesidad de financiamiento externo. Estados Unidos, con su influencia clave en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; y el
Reino Unido con la suya en Europa, eran vínculos imprescindibles, sobre todo
el primero, para encontrar el cauce en las cuestiones económico-comerciales
de nuestro país.
Desequilibrio fiscal estructural, vulnerabilidad externa y la existencia
de una deuda impagable, junto con una estructura económica resquebrajada,
condicionaban el acceso al crédito internacional y erosionaban la confiabilidad
internacional de la política económica argentina en los centros económicos
mundiales18.
En el ámbito regional, las dificultades estaban centradas especialmente
en la desconfianza en relación con la existencia de gobiernos militares en los
países vecinos, percibidos como algo negativo para la novel democracia argentina, por un lado; por otro, en la persistencia de hipótesis de conflicto con
Chile, especialmente a partir del rechazo del laudo arbitral por el diferendo
del Beagle en 1978.
Aislamiento internacional (guerra de Malvinas y violación de los Derechos Humanos), endeudamiento externo, cambio de régimen internacional
(transición hacia un mundo diferente al bipolar, todavía no muy claro en cuan17
J. Perotti, El peso de los sistemas de creencias en el contenido y conformación de la
política exterior, y su relación con la acción internacional y las experiencias regionales de
las provincias y municipios argentinos entre 1983 y 1999, Buenos Aires, CAEI, Documento
de Trabajo N° 6, 1/10/2006, p. 4.
18
P. Gerchunoff; L. Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas
económicas argentinas, Buenos Aires, EMECÉ, 2007, p. 483.
La política exterior de Raúl Alfonsín
111
to sus características en aquellos años) y una nueva ideología dominante en el
discurso y en la práctica política-económica internacional (el neoliberalismo),
será el ámbito, no benévolo por cierto, donde tendrá que operar la diplomacia
del gobierno de Raúl Alfonsín.
En el frente local, desde un punto de vista general, los años ochenta, en
términos de J. C. Portantiero19, fueron un “parte aguas” en la historia de los
argentinos. Fue una década que desnudó la crisis de un sistema político basado
en la ilegalidad y en la ilegitimidad, y precipitó un sistema económico entre
las llamas de la hiperinflación.
A una estructura estatal erosionada se le sumaba un agotamiento del
modelo tradicional de funcionamiento de la economía: semi-cerrada y con un
elevado nivel de intervención del Estado20.
Un desempeño económico signado por la inflación y un déficit del PBI21
crónico (el menor índice se dio en 1986 con 3,52%) contrastaba con las ilusiones que generaba el sorpresivo triunfo del candidato de la UCR.
Sin contar con una deuda externa que llegaba al 67% del PBI, cuyo servicio le consumía 7 puntos y casi el 40% de las cuentas públicas22.
Por el lado de la política el discurso electoral alfonsinista estuvo centrado
en los Derechos Humanos; en la identificación del PJ con las corporaciones
que tanto daño le habían hecho a la democracia argentina (sólo recordar la
denuncia del pacto sindical-militar como ejemplo); con la identificación de
su partido con la socialdemocracia europea, poniendo como fundamento la
democracia para la salida de la crisis a todo nivel que sufría el país. Como veremos más adelante, esta visión tuvo su correlato en la estrategia de la política
exterior del gobierno.
Esta descripción del contexto, nos parece importante, amén de ser breve,
para dimensionar los alcances de una política exterior más allá de las intencionalidades y deseos de los mismos actores. Y para tratar de evaluarla con
basamentos firmes.
Raúl Alfonsín asume con enormes restricciones internas (los números de
la economía, el frente militar y luego de 1986-1987 el crecimiento electoral del
PJ, que dominó la mayoría de las provincias a partir de esa fecha), y externas
19
J. C. Portantiero, El tiempo de la política. Construcción de mayorías en la evolución
de la democracia argentina 1983-2000, Buenos Aires, Temas, 2000, p. 13.
20
M. Cavarozzi, Autoritarismo y democracia (1955-2006), Buenos Aires, Ariel, 2006,
p. 97.
21
Entre 1983 y 1989 la inflación anual fue la siguiente: 343,8%; 626,7%; 672,2%; 90,1%;
131,3%; 343% y 3079,5 en el último año de gestión alfonsinista. Fuente: P. Gerchunoff; L.
Llach, op. cit., p. 497.
22
M. Novaro, Historia contemporánea de la Argentina. De Perón a Kirchner, Buenos
Aires, EDHASA, 2006, p. 168.
112
Diego Miguel Jiménez
(deuda externa, gobiernos militares vecinos, desconfianza de EE.UU., al menos
hasta el denominado “giro realista” producido en 1985, y luego nuevamente la
falta de apoyo en 1989).
Pero de ninguna manera esconde el enorme nivel de adhesión y expectativas que generó su gobierno y su importancia en cuanto a ser el iniciador y
fundador del período más largo de vida democrática en nuestro país, tomando
como fecha inicial el año 1912.
4. Fuentes y creencias en la política exterior (1983-1989)
Las creencias constituyen una variable más que nos permiten acercarnos
al origen, fundamentos y motivaciones de los actores políticos, en este caso,
de los decisores en política exterior.
De ningún modo constituyen la explicación reveladora de determinada
política pero sí aportan una visión importante que nos permite acercarnos a
la “mente” del decisor.
Las preguntas comunes y que generalmente constituyen una reacción
de la sabiduría convencional ante determinada acción política, ¿qué tiene en
la cabeza? o ¿de dónde saca esas ideas?, constituyen una aproximación del
sentido común a una interesante variable de análisis político: el sistema de
creencias.
En nuestro país, Roberto Russell23 ha estudiado el período 1983-1989 y en
buena medida tomamos algunos de sus conceptos centrales.
Para este analista el sistema de creencias individual se inscribe en uno social, configura o determina un comportamiento o comportamientos, constituye
una variable importante para comprender determinadas conductas e influye
sobre las percepciones y diagnóstico del contexto político en el que actúa el
decisor o decisores24.
El mismo autor clasifica las creencias en tres tipos: filosóficas, instrumentales y contextuales. Las primeras hacen referencia a los supuestos acerca
de la naturaleza del hombre (su rol en la historia), la política y las relaciones
internacionales. Las segundas se refieren a la relación entre medios y fines,
R. Russell, Política exterior... cit.
R. Russell, “Sistema de creencias y política exterior Argentina: 1976-1989”, en Serie
de Documentos e informes de Investigación N° 204, de FLACSO/Argentina, Buenos Aires,
Julio 1996.
24
Ibídem, p. 3.
23
La política exterior de Raúl Alfonsín
113
y las terceras a lo que se cree o se tiene como probable/cierto en una circunstancia particular25.
En relación con Raúl Alfonsín, como decisor principal y último del período 1983-1989, nos interesa particularmente indicar, siguiendo la clasificación
señalada, cuáles eran sus creencias básicas.
Desde el punto de vista filosófico se lo puede incluir como partidario de
las ideas del Idealismo o Liberalismo Internacional, en materia de política
exterior y de política en general.
Los liberales internacionales (que tienen una visión optimista de la naturaleza humana y que consideran al hombre centro de la acción política)
mencionan generalmente la cooperación y la búsqueda de la armonía entre las
naciones como una meta a conseguir, objetivo siempre posible si se parte de
un ordenamiento internacional basado en Estados democráticos respetuosos
de un Derecho Internacional que supone su igualdad jurídica. Estados así
comprometidos con una “comunidad internacional”, que supone la existencia
de valores globales comunes aceptados y respetados, que garantizarían la posibilidad de construir una gobernanza global basada en la aceptación y difusión
de Instituciones globales26.
En este mundo interrelacionado y con un gobierno planetario (una institucionalización internacional que regule las relaciones entre los Estados) la
autonomía (es decir la capacidad de decidir por sí mismo) de las naciones se
vería reducida (porque habría una sesión de la soberanía estadual en pos de un
gobierno global), pero a la vez se vería reforzada para los pequeños y medianos
países que no se hallarían tan condicionados, en su acción externa, al formar
parte de un mundo basado en la cooperación, en el respeto a una ley y unos
valores comunes.
Esa “igualdad” redundaría en la disminución de los constreñimientos externos en un mundo donde la consulta mutua y la cooperación primarían sobre
el interés exclusivo y egoísta de los Estados, sobre todo los más poderosos.
Igualdad, autodeterminación, no intervención en los asuntos de otros
Estados, comunidad de valores sería la síntesis de esta concepción.
Concepción a la cual se le suman el reformismo latinoamericano, el incipiente autonomismo del radicalismo en el período 1916-1930 (neutralidad ante
la guerra y las críticas a ciertas disposiciones de la Sociedad de Naciones, por
Ibídem, p. 3.
D. Held; A. Mc Grew, Globalización/antiglobalización. Sobre la reconstrucción del
orden mundial, Barcelona, Paidós, 2003, p. 118
25
26
114
Diego Miguel Jiménez
ejemplo) y las concepciones éticas de la tradición radical, que tienen su origen
en Hipólito Yrigoyen y sus ideas krausistas27.
En lo que se refiere a las creencias instrumentales y en estrecha relación
con las filosóficas, el gobierno de Alfonsín va a privilegiar la negociación diplomática y la solución pacífica de controversias por sobre los hechos de fuerza
o la política de poder, además de sostener una firme defensa de los Derechos
Humanos local e internacionalmente y fundamentar que la democracia constituye el pre-requisito del desarrollo.
¿Qué visión se tenía del contexto? ¿Cuál era su percepción? Se percibía
negativamente la agudización del conflicto Unión Soviética-Estados Unidos y la
existencia de unas relaciones internacionales basadas en el equilibrio de poder.
Por otro lado la Argentina tenía serias limitaciones para su desarrollo
(deuda externa, hiperinflación, conflicto E-O) para los conductores de la política exterior, a lo que se sumaba un contexto regional de gobiernos militares
que eran vistos como una amenaza para la débil democracia de la Argentina.
Diagnosticaban que la posición internacional de la Argentina estaba
deteriorada, en términos económicos y financieros, y sufría un aislamiento
internacional motivado por la violación sistemática de los derechos humanos
del último gobierno militar y por la guerra del Atlántico Sur en 1982.
Lo anteriormente descrito nos parece importante para comprender en su
dimensión por qué se eligieron determinados objetivos y no otros.
5. Objetivos
Antes de puntualizar y explicar los objetivos que se trazó el gobierno
de Raúl Alfonsín es necesario indicar el supuesto desde donde éstos parten.
En otras palabras, qué era o cómo definían a la Argentina los decisores de la
política exterior alfonsinista en 1983.
Definen al país como occidental, no-alineado y en vías de desarrollo28.
Esto significa que la República Argentina por historia, cultura, sistema de
valores y lazos de todo orden pertenece al mundo occidental, pero en el marco
de la guerra fría no se alinea con ninguno de los dos bloques para mantener
cierto espacio de autonomía. Por otro lado, desde el punto de vista económico,
se consideraba que el nuestro era un país mediano y en vías de desarrollo.
27
Para el krausismo el hombre es un fin en sí mismo. El derecho y la política son sólo
medios a su servicio. Junto con una cosmovisión humanitaria y universalista, este pensamiento
basa en contenidos éticos el ordenamiento jurídico cuyo fin es el perfeccionamiento moral del
hombre, y el humanitarismo universalista.
28
H. E. Gosende, Modelos de política exterior argentina: alternativas para salir del
modelo conservador-menemista, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2007, p. 167.
La política exterior de Raúl Alfonsín
115
El canciller Caputo sintetiza claramente los objetivos del nuevo gobierno: 1) que la política exterior tenga como meta fundamental incrementar la
independencia política y económica del país (obtener grados crecientes de autonomía); 2) la búsqueda permanente de la paz y el resguardo de los derechos
humanos fundamentales; 3) el impulso a la integración latinoamericana para
fortalecer la capacidad regional, política y económica del país29.
Para ello era necesario recuperar el prestigio y la confianza internacional
de nuestra nación malogrado por la sistemática violación de los derechos humanos durante el período 1976-1983; la imprevisibilidad política dada por las
cinco décadas de inestabilidad institucional, la guerra del Atlántico Sur y el
desconocimiento de la resolución del diferendo del Beagle en 1978, sumado a
ello el descrédito económico internacional y local.
En este sentido se va buscar la diversificación de los vínculos exteriores
(Europa, Estados Unidos y Latinoamérica), con un criterio universalista para
consolidar la joven democracia, protegiéndola de lo que se percibía como amenazas (países vecinos con gobiernos militares y luego de 1985 las presiones
internas del sector militar a nivel local).
Para Guillermo Figari, Raúl Alfonsín tratará de cumplir con el programa
de gobierno que se había trazado. Esto es buscar la autonomía, pagar la deuda
(distinguiendo lo legítimo de lo ilegítimo), desarrollar relaciones maduras con
los Estados Unidos, adherirse a Contadora mediante la creación del grupo de
apoyo, propiciar la creación del Consenso de Cartagena para negociar la deuda
externa y buscar la integración con Brasil30.
Roberto Miranda señala, por ejemplo, que uno de los tópicos principales del gobierno de Raúl Alfonsín fue ponderar la dimensión política del
escenario latinoamericano. Un hecho que revela esta intencionalidad fue el
interés del presidente por el Grupo de los Ocho, posteriormente identificado
como Grupo de Río. En este sentido, la administración radical no sólo quiso
terminar con las rivalidades diplomáticas y militares que la Argentina tenía
con países vecinos; también inició un proceso de integración regional (Declaración de Iguazú en 1985, con Brasil). En la base de esta idea estaba la
intención de buscar distintos puntos de apoyo para su política internacional,
para no depender exclusivamente de la relación con los Estados Unidos (se
buscaba establecer con Washington relaciones maduras; la explicación era que
29
E. R eficco, “Política exterior y cultura política: el caso de la democracia argentina”
(1983-2005) en Revista Cidob D’ Afers Internacionals N º 32, Fundación Cidob, 1996, p. 66.
30
G. Figari, “Democracia y Política Exterior en Argentina (1983-2005)”, en Revista de
Relaciones Internacionales, N° 30, 2006 (1 –29), pp. 3-4.
116
Diego Miguel Jiménez
con ese país teníamos convergencias esenciales y disensos metodológicos) ni
del vínculo con Europa31.
En el núcleo de la formulación e implementación de esta estrategia internacional se ubicaba el propio presidente como principal decisor y su canciller
Caputo. Por debajo de este último se encontraban otros funcionarios que habían trabajado en la campaña presidencial y eran los que poseían los vínculos
con el denominado “establishment diplomático”, con algunas embajadas claves, con el exterior, con grupos económicos y con el mismo partido radical32
(Elsa Kelly, Hugo Gobbi, Lucio García del Solar, por ejemplo)33.
El estilo particular del presidente en esta área de su administración era
darle centralidad al Ministerio de Relaciones Exteriores en las decisiones de
política exterior, privilegiando las temáticas políticas sobre las económicas,
con un estilo democrático que si bien no deja de tener una dirección centralista, busca la apertura estableciendo consensos con la UCR y con la principal
oposición en algunas temáticas34.
¿Estos objetivos se cumplieron? A continuación intentaremos dar respuesta a este interrogante.
6. Balance preliminar
Nuestro objetivo para este artículo era trazar un balance de la política
exterior llevada adelante por Raúl Alfonsín entre 1983 y 1989. Particularmente
en la dimensión político-diplomática de la internacional.
Al comienzo sostuvimos que lo expresado aquí forma parte de una investigación mayor y que por ese motivo el título posee el adjetivo de balance
aproximativo. Por ser parte de una investigación en progreso, las conclusiones expresadas a continuación tienen un carácter preliminar, dado que dicha
investigación contempla la entrevista a actores relevantes vinculados con la
formulación e implementación de la política exterior del gobierno radical, así
31
R. A. Miranda, “Argentina y la política latinoamericana: la cuestión de las diferencias”,
en Revista Relaciones Internacionales, N º 27, 2004 (pp. 133-159), pp. 135-136.
32
H. E. Gosende, op. cit., p. 164.
33
Hay que recordar que luego de las elecciones de 1987 Dante Caputo fue elegido diputado y fue reemplazado en el Ministerio por Susana Cerruti.
34
Algunas políticas fueron apoyadas por los denominados peronistas renovadores
(Bordón, Cafiero, Manzano): Beagle, deuda externa y Centroamérica). Pero luego el apoyo
se diluye a partir de 1987, en forma concomitante con el triunfo justicialista en las elecciones
legislativas de ese año.
La política exterior de Raúl Alfonsín
117
como también una profundización de las fuentes ideológicas que sustentaron
dicha política35.
Además puntualizamos el parámetro a partir del cual íbamos a realizar
dicho balance y le pusimos un nombre (lo conceptualizamos). Denominación
que, nos parece, es la adecuada para realizarlo.
Hablamos de herencia positiva. Por cierto que es una conceptualización
que se puede prestar a la discusión, pero a pesar de ello nos parece “operativa”.
Es decir, nos permite acercarnos a nuestro objetivo. Es un instrumento para
la comprensión.
De lo que incluimos dentro de esta “herramienta” conceptual nos parece
relevante destacar lo siguiente, en relación con la política alfonsinista:
Con respecto a: “la solución de controversias problemáticas para el desempeño internacional de nuestro país”, La finalización del conflicto del Beagle
(plebiscito del 25 de noviembre de 1984) supuso el comienzo de una nueva
relación con Chile, país con el cual nuestras relaciones estuvieron basadas
históricamente en el recelo y la desconfianza.
Aquí se observó, y es relevante mencionarlo, un elemento de la política
exterior democratizada, la discusión pública (debate televisado incluido) del
oficialismo y la oposición, de sus puntos de vista ante este conflicto. Se incluyó
la utilización de un procedimiento de democracia directa como es un plebiscito
(no vinculante en este caso), que ratifica el acuerdo por un margen contundente: 81,5% de los votantes avalan la posición del gobierno. Un procedimiento
inédito en la historia diplomática argentina.
Se suma a ello la creación de un mecanismo para solucionar los conflictos
pendientes entre ambos países (Comisión de Conciliación, Tribunal Arbitral,
Comisión Arbitral Permanente), vínculo afianzado posteriormente con el Tratado de Amistad firmado por ambos gobiernos en 1986.
Con Brasil, a partir de 1985 se firmaron acuerdos de cooperación nuclear, técnica e industrial. En 1986 tuvo lugar la iniciativa más importante: el
lanzamiento del Programa de Integración y Cooperación Argentina – Brasil
que posteriormente dio lugar a la conformación del MERCOSUR a partir de
1991. Se consolidó de este modo un vínculo con otra nación que a lo largo de
la historia había rivalizado con la nuestra. Es decir, se eliminan dos hipótesis
de conflicto claves para nuestro país.
35
La cercanía del gobierno con los intelectuales vinculados al Club de Cultura Socialista,
los acercamientos y la incorporación de la UCR a la Internacional Socialista, así como también
la propia formación político filosófica del presidente Alfonsín.
118
Diego Miguel Jiménez
Como afirma Rapoport36, la iniciativa de integración con Brasil no sólo
resolvió las cuestiones vinculadas a la coyuntura (la disminución de las ventas
a la Unión Soviética, por ejemplo), sino que reorientó significativa y positivamente las exportaciones de nuestro país, potenciando geométricamente el
comercio interregional.
Vínculos que responden directamente a la idea del gobierno de impulsar la integración latinoamericana, fortalecer la paz, desalentar la carrera
armamentista en el área sudamericana y propiciar la solución regional de los
conflictos37.
Como afirma Jorge Battaglino38, cuya opinión compartimos, en relación
con la exitosa distensión que resultó de la estrategia seguida con los países
limítrofes, ésta permitió legitimar la reducción del presupuesto militar y al
mismo tiempo desactivar las hipótesis de conflicto, reduciendo una fuente de
poder interno de los militares. Claramente una política exterior destinada a
consolidar la democracia interna de nuestro país. Aspecto éste que se relaciona
estrechamente con otro elemento de lo que llamamos herencia positiva:
“el mejoramiento o la construcción de determinadas relaciones que mejoren real o potencialmente la performance internacional del país”.
En este sentido, la integración con Brasil y los países vecinos llevaba implícita una visión estratégica de sumar peso regional para enfrentar una nueva
configuración del mundo más variada y competitiva, que le daría impulso a
nuestro país y más respaldo a sus políticas.
También aquí incluimos los acuerdos firmados con países europeos que
incorporan la “cláusula democrática” para su cumplimiento (España e Italia,
por ejemplo), lo que avalaba la estrategia del gobierno de crear una malla
protectora para la democracia, brindándole apoyatura externa a su política de
derechos humanos a nivel doméstico.
Sustentada en la idea de diversificar la política externa de nuestro país, la
denominada “conexión europea” refleja por un lado la afinidad ideológica de
Raúl Alfonsín con la socialdemocracia europea; por otro, la intencionalidad
de desconectarse de la visión Este – Oeste de la política internacional. Es necesario indicar que el apoyo a la democracia argentina y la visita de políticos
prominentes del Viejo Continente no influyeron sustancialmente en la visión
36
M. R apoport; C. Spiguel, Política exterior argentina. Poder y conflictos internos (18802001), Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005, p. 75.
37
M. R apoport, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Buenos Aires, EMECE, 2007, p. 733.
38
J. Battaglino, “La política militar de Alfonsín: la implementación del control civil en
un contexto desfavorable”, en R. Gargarella y otros, Discutir Alfonsín, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2010, p. 172.
La política exterior de Raúl Alfonsín
119
europea sobre temas tales como la deuda externa. Visión que no difirió de la
norteamericana. Como afirma Noemí Brenta39, el gobierno pensaba, con cierta
ingenuidad, que la necesidad de consolidad la democracia y el hecho de que la
deuda hubiera sido contraída por un gobierno dictatorial le dispensaría cierta
lenidad de la comunidad internacional. La realidad mostró que una cosa era
la política y otra la economía, y que los gobiernos europeos, al igual que el de
los Estados Unidos, tenían bien clara esa distinción.
Se incluye también en este punto la intención del gobierno de establecer
una relación madura con los Estados Unidos, puntualizando lo que nos unía
(convergencias esenciales: democracia, derechos humanos; y lo que nos separaba, disensos metodológicos: deuda externa y política hacia América Central).
Relación oscilante40 durante toda la gestión de Raúl Alfonsín, pero que planteó
la necesidad (por necesidades propias: apoyo en el FMI y en el plan Austral;
y por el reconocimiento del liderazgo mundial de los Estados Unidos) de normalizar y establecer una pauta en el vínculo con ese país.
Todo ello contribuía a: “la reconstrucción o mejoramiento de la imagen
internacional de nuestro país”.
La eliminación de hipótesis de conflicto regionales, la política de integración regional, el llamamiento al desarme y a una política basada en la paz y en
el derecho internacional (la conformación del “Grupo de los Seis”, junto con
la India, Grecia, México, Suecia y Tanzania; el co-patrocinio de la iniciativa
brasileña de crear una Zona de Paz y Cooperación en el Atlántico Sur son
una prueba de ello), la búsqueda de un vínculo basado en la normalidad con
Estados Unidos, junto con el restablecimiento de la imagen de nuestro país en
Europa contribuyeron a ir delineando una nueva percepción acerca de nuestro
país.
Aquel país que estuvo a punto de una guerra con Chile en la Navidad de
1978, que luego enfrentó a Gran Bretaña y que además practicó el terrorismo
de Estado dentro y fuera de sus fronteras (léase: Plan Cóndor) en nombre de
los valores occidentales, iniciaba un período democrático como un paria internacional. Esta situación, a pesar de la salida abrupta del gobierno a mediados
de 1989, había sido revertida.
39
N. Brenta, Argentina atrapada: Historia de las Relaciones con el FMI 1956-2001,
Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2008, p. 441.
40
Oposición norteamericana a las iniciativas argentina en relación con la deuda externa
latinoamericana y la política relacionada con Centroamérica; apoyo al “Plan Austral” y luego,
no sin reticencias, al denominado “Plan Primavera”. Finalmente, en enero de 1989, su falta de
apoyo al gobierno motivó la no liberación de un crédito de 350 millones de dólares del Banco
Mundial a nuestro país para sostener el programa económico.
120
Diego Miguel Jiménez
Quizás este sea el legado más poderoso de esa gestión, el cual se suma a
otro aspecto de lo denominado por nosotros como positivo:
“los efectos positivos de determinada política internacional en el desarrollo económico y político del país (si redunda, por ejemplo, en beneficios
materiales o si contribuye a consolidar el sistema político)”.
Esto se puede observar especialmente en lo vinculado a la consolidación
del sistema político democrático argentino. Pese a las crisis económicas recurrentes, con sus consecuencias políticas y sociales, los argentinos siguen
eligiendo el sistema republicano y liberal como sistema político41 desde hace
más de veinticinco años. Incluso en su hora más dramática, diciembre de
2001, la sucesión presidencial se resolvió por intermedio de los mecanismos
previstos por nuestra constitución. Quizás aquí se advierta algo de la prédica
de los comienzos del gobierno radical: aquella apelación un tanto utópica a la
democracia como gran proveedora de bienestar material y espiritual.
Las creencias, el discurso y las políticas llevadas adelante por el gobierno
radical están nutridas de ideas vinculadas a la democracia, a la igualdad jurídica o a la no intervención en los asuntos de otro Estado.
Ideas y políticas que sostenían que la vigencia del Estado de Derecho
era el prerrequisito del desarrollo económico, de la solución pacífica de las
controversias entre los Estados y de la denominada Paz Democrática, la idea
kantiana que sostiene que las democracias no van a la guerra42 con otras democracias.
La política de la era alfonsinista concibió la consolidación del régimen
democrático el norte, medio y fundamento de su acción local, regional y
global.
El reconocimiento de la pertenencia a Occidente por un lado, y el pasado
inestable y violento de nuestra nación que, en su visión, impedían el desarrollo
del país, por otro, constituían las dos caras de una nación que en 1983 no tenía
prestigio ni lugar en un mundo en transformación y en una región percibida
como amenazante.
No fue nuestro objetivo analizar la dimensión económico-comercial de la
política exterior alfonsinista en forma particular. Una de las razones la hemos
mencionado: el propósito de la política del gobierno en general y de la política
exterior en particular, era la de afianzar la democracia como sistema de reglas
de juego y como modo de vida. Meta ambiciosa si uno se detiene a observar el
pasado de inestabilidad política y económica de nuestro país. Dentro de ella
41
L. A. Romero, La crisis argentina. Una mirada al siglo XXI, Buenos Aires, Siglo XXI,
2003, p. 85.
42
I. K ant, Hacia la paz perpetua, Buenos Aires, Ladosur, 2004.
La política exterior de Raúl Alfonsín
121
la economía era una parte más y no precisamente la más relevante. Quizás
este descuido esencial explique gran parte del fracaso del gobierno en lo que
a política económica se refiere.
Pese a ello, podríamos afirmar que, por los elementos señalados, la gestión 1983-1989 supuso un cambio cualitativo en la concepción de la política
exterior argentina: el sistema democrático como su fundamento y objetivo
más importante, instalando los derechos y el liberalismo político como lingua
franca en el vocabulario de la agenda tanto de la política doméstica como
exterior de nuestro país43.
43
R. Gargarella y otros, “Introducción: orígenes y propósito de este libro”, en R. Gary otros, Discutir Alfonsín, cit., p. 19.
garella
Los partidos políticos argentinos y
el envío de tropas al Golfo Pérsico (1990-1991).
Debates y posiciones del oficialismo y la oposición.
¿Distintos proyectos de inserción internacional?
María Cecilia Míguez
UBA – CONICET
mariaceciliamiguez@yahoo.com.ar
R esumen
Este artículo estudia los debates parlamentarios respecto del envío de
naves argentinas al Golfo Pérsico en 1990 y 1991, cuyos protagonistas fueron
el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Se propone analizar los
argumentos que se utilizaron en dicho debate para comprender las distintas
concepciones referidas a la inserción internacional argentina. Partiendo de un
enfoque histórico, el objetivo es demostrar que, a pesar de las discusiones, esos
debates no reflejaron una discusión profunda respecto de lo que se considera
una inserción soberana, ya que como telón de fondo hubo amplias coincidencias entre ambos partidos, en especial sobre la aplicación de las políticas
neoliberales y de la apropiación del discurso que las legitimó.
Palabras claves
Debates parlamentarios – Golfo Pérsico – dirigencia política – inserción
internacional – políticas neoliberales.
Abstract
This article examines the parliamentary debates on the shipment of Argentine ships to the Persian Gulf in 1990 and 1991, whose protagonists were
the Peronist Party and the Radical Civic Union. It is proposed to analyze the
arguments that were used in this debate to understand different conceptions
regarding the international integration of Argentina. From a historical perspecTemas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 123-158.
124
María Cecilia Míguez
tive, the goal is to demonstrate that those discussions did not reflect a deep
discussion about what is considered a sovereign insertion. As a backdrop,
there was considerable overlap between both parties, particularly regarding
the implementation of neoliberal policies and appropriation of discourse that
legitimized.
K eywords
Parliamentary debates – Persian Golf – political leadership – international
integration – neoliberal policies.
1. Introducción
A casi veinte años de la participación argentina en el conflicto bélico
desatado en Kuwait en agosto de 1990, resulta válido analizar desde una
perspectiva histórica más amplia los profundos debates sobre la inserción internacional que aquella situación suscitó. Fundamentalmente porque algunas
de las racionalizaciones y construcciones ideológicas allí aplicadas dieron
el tono a más de diez años de política exterior y continúan siendo objeto de
discusión y análisis.
La primera Guerra del Golfo fue muy significativa a nivel mundial y
también a nivel local. Respecto de la economía norteamericana representó
una respuesta a la crisis económica del país y el triunfo de los sectores vinculados a la industria de armamentos y manufactureros de punta que buscaban
reestablecer su predominio en el mundo a través de una política internacional
agresiva, que creara las condiciones para la profundización de su hegemonía
en el Tercer Mundo (avanzando por ejemplo en la subordinación de América
Latina a los Estados Unidos). Montándose, además, sobre la debilidad militar
de Europa y Japón y en el repliegue soviético, desplazando así a otros ligados
al mercado interno y a las viejas manufacturas fordistas, defensores del proteccionismo y de la reindustrialización.
Asimismo, el conflicto demostró que la clase dirigente norteamericana
había superado el síndrome de Vietnam y que los Estados Unidos estaba dispuesto a intervenir militarmente en todas partes del mundo. Así, una guerra de
intervención en un país del Tercer Mundo reordenaba las relaciones de fuerza
en la economía internacional.
Lejos ya de los primeros planes de la presidencia de Reagan, el objetivo
central de la guerra en el contexto de la crisis económica norteamericana era el
de controlar recursos y negarles mercados a los demás, ganando tiempo para la
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
125
recomposición de la economía interna, representando un cambio de estrategia
global para lidiar con la crisis del capitalismo norteamericano. Fue justamente
luego de que estallara esa guerra, que el presidente George H. W. Bush invocó
la existencia del “Nuevo Orden Mundial”. Lo hizo pocos días después de la
invasión, el 11 de septiembre de 1990, en un discurso pronunciado ante las dos
cámaras del Congreso.
Respecto de las transformaciones del sistema internacional, la guerra
hacía visible esa racionalización posterior. Era la primera vez que los Estados
Unidos, junto con las potencias occidentales, actuaba sin la oposición del
bloque de países soviéticos. La potencia del Norte obtuvo el apoyo de treinta
y dos países.
En cuanto a la coyuntura local argentina, el conflicto en Kuwait provocó
una serie de intensas discusiones al interior y entre el Partido Justicialista (oficialismo) y la Unión Cívica Radical (oposición) referidos a distintas posiciones
sobre la política exterior y el rol de la Argentina en el escenario mundial. Aquí
se abordarán esas discusiones, porque su implicancia trascendió el conflicto
puntual y constituyó un hito histórico, no sólo por la ruptura de una tradición
neutralista sino porque la construcción discursiva que legitimó el envío de
tropas traducía una nueva concepción respecto de la inserción internacional
del país.
Este artículo constituye una aproximación al análisis de las posiciones
políticas de los partidos con mayor representación parlamentaria en el país
(UCR y PJ), a través del estudio de caso de la Guerra del Golfo Pérsico
desatada en 1990. La pregunta central es en qué medida los debates parlamentarios fueron reflejo de dos modelos de inserción internacional diferentes y
contrapuestos. Para ello deben inscribirse en la coyuntura política y económica
nacional ampliada. Aquí reside la importancia del enfoque histórico de esta
problemática.
Si bien la problemática estudiada aquí pertenece al área de estudio de las
relaciones internacionales, “ninguna teoría de las relaciones internacionales
es posible si ella no se sitúa en la perspectiva dinámica, en la del movimiento”
(Duroselle, 1992: 177).
Identificar el objeto de estudio implica un recorte cuyo objetivo es, en
este caso, analizar en profundidad la dinámica política del período, pero esa
esfera no puede interpretarse en forma autónoma respecto del resto de las
dimensiones de la realidad social. Hay una instancia propia de lo político,
pero no autorreferida o autoexplicativa. Sólo la historia permite vincular los
elementos propios con los otros movimientos en la sociedad, y por lo tanto,
no sólo explicar los movimientos particulares de la dinámica política sino
126
María Cecilia Míguez
también su inscripción en los procesos totales, que a su vez son constitutivos,
condicionantes y condicionados por la dinámica política.
El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, reconstruir los debates en
torno al envío de tropas al Golfo Pérsico, y en un segundo momento, interpretar las concepciones o tendencias más profundas que reflejaron.
2. La relación de la Argentina con las potencias. hacia el alineamiento
La década de los noventa fue escenario de cambios profundos con respecto a la inserción internacional del país. Algunos de ellos venían abriéndose paso ya desde el “giro realista” del gobierno de Raúl Alfonsín. Otros se
constituyeron como “novedad” a partir del gobierno de Carlos Saúl Menem e
implicaron un viraje fundamental.
La adopción de un determinado patrón de inserción internacional se vinculó con fenómenos de transformación económica, social y política que han
provocado fuertes debates y prolíficos análisis y se inscribió en el marco de la
proclamación del mundo “globalizado”, caracterizado por la unificación del
mercado mundial a partir de la desintegración de la Unión Soviética –incluyendo la producción, la comercialización, los mercados financieros y los de
servicios– y el dominio total de las economías de mercado.
Desde los Estados Unidos se proclamó, como decíamos, la existencia de
un “Nuevo Orden Mundial”, un orden único, en el que se desdibujarían las
barreras políticas, y donde se puso en cuestión la propia vigencia y relevancia
del Estado-nación. En consecuencia, también desde ese país se afirmaba el
sostenimiento de “valores internacionales” y una “legalidad internacional”
como expresión de ese “nuevo orden”.
Como contracara de este discurso, la aparición de distintos conflictos
bélicos como la primera guerra del Golfo, entre otros, demostró a comienzos
de la década del noventa que la “globalización” de las relaciones económicas
mundiales no había significado la formación de una “comunidad internacional” igualitaria, sino que se había acentuado la dependencia y el atraso de los
países periféricos. La guerra del Golfo hizo evidente el peso aún vigente de
los Estados nacionales, particularmente el de las grandes potencias.
La participación argentina con el envío de dos naves en la guerra del Golfo formó parte de una serie de medidas de política exterior del primer gobierno
de Carlos Saúl Menem, cuyo objetivo era principalmente demostrar el alineamiento con los Estados Unidos, en el marco de una estrategia de inserción
internacional que priorizaba las cuestiones económicas, sustentándose en los
supuestos del “realismo periférico” a los que haremos referencia.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
127
Para situarnos en el contexto de las relaciones bilaterales entre la Argentina y la potencia del Norte, durante la década de los ochenta tanto la coyuntura
internacional y nacional como la tradición político-ideológica del Partido
Radical habían permitido la existencia de una estrategia diplomática de alto
perfil que mantuvo –en principio– márgenes de autonomía con respecto a los
Estados Unidos, y que priorizaba la inserción multilateral. Esta estrategia se
sostenía principalmente en la posibilidad de “diversificar los puntos de apoyo” con Europa occidental y con la Unión Soviética, tal como lo afirmaba el
canciller de Raúl Alfonsín, Dante Caputo.
Sin embargo, una de las prioridades de la política económica exterior
durante la década de los ochenta fue el tratamiento de la deuda externa, que
presionaría fuertemente sobre la economía argentina. Cabe recordar que
dicha década se caracterizó por las dificultades –al igual que en el resto de
las economías latinoamericanas– que hicieron que el período se conociera
como la “década perdida”, signada por el elevado endeudamiento externo, los
precios decrecientes de las exportaciones de materias primas, el aumento del
proteccionismo por parte de las potencias industriales y las altísimas tasas de
interés internacionales.
Para 1984, la estrategia multilateral de negociación de la deuda externa
llevada a cabo por Argentina junto con otros países latinoamericanos había
fracasado, y a partir de allí la relación con los Estados Unidos y con Europa
comenzó a modificarse.
Ese cambio tanto en la política económica como en la política exterior
es lo que se denominó como un “giro realista” de Alfonsín, y algunas de sus
manifestaciones más notarias fueron su compromiso a pagar la deuda –a partir
del cual Reagan medió entre el gobierno de Buenos Aires y la banca acree
El ministro de Relaciones Exteriores de Alfonsín sostuvo: “Al principio la concepción
se basaba en la rehabilitación de la posición argentina en el plano internacional y, muy especialmente, en el marco de los países occidentales. Junto con esta idea estaba la de evitar que un
país monopolizara la relación en ese ámbito, por lo cual Europa parecía como una posibilidad
de diversificar los puntos de apoyo de la política exterior en Occidente”, Dante Caputo, en entrevista realizada para la Revista América Latina Internacional, vol. 6, Nº 21, julio-septiembre,
Buenos Aires, Argentina, 1989, p. 266.
Durante los dos primeros años del gobierno radical, la diplomacia argentina intentó
políticas de concertación multilateral en el escenario latinoamericano, para hallar solución
al problema de la deuda externa. Los ámbitos donde se expresó esta intención fueron la Conferencia de Quito en enero de 1984, la declaración conjunta efectuada con Brasil, México y
Colombia en el mes de mayo, la Reunión de Cartagena en junio y la Segunda Reunión del
Grupo de Cartagena en Mar del Plata en el mes de septiembre del mismo año. Los intentos
de dar tratamiento “político” a la deuda y el de conformar un “Club de Deudores” fracasaron
ante la negativa de los Estados Unidos y de las potencias europeas.
128
María Cecilia Míguez
dora, aunque exhortando al cumplimiento de los ajustes requeridos por los
bancos– y particularmente su segunda visita a los EE.UU, en marzo de 1985,
donde se mostró más complaciente con el ambiente que predominaba en Washington al anunciar la necesidad de reformar el Estado y privatizar empresas
públicas. Tanto esta declaración como la intención manifestada de licitar áreas
petrolíferas –Plan Houston– y la posterior puesta en marcha del Plan Austral
merecieron gestos auspiciosos por parte del gobierno norteamericano y los
organismos financieros internacionales.
En cuanto a Europa Occidental, la acción se encaminó hacia la búsqueda
de asociaciones particulares, privilegiando las inversiones en el aparato productivo argentino. En esta línea se firmó el Tratado con la República Italiana
para la Creación de una Relación Asociativa Particular, suscripto en Roma
el 10 de diciembre de 1987 y el Acuerdo de Cooperación y Amistad con el
Reino de España, firmado en Madrid el 3 de junio de 1988 y ratificado en
el Congreso en 1989. El primero de ellos se destacó por la magnitud de las
inversiones comprometidas, los privilegios y garantías ofrecidos a los inversores. Esos acuerdos bilaterales constituyeron la base para la negociación de
un convenio amplio de colaboración económica, cuyas tratativas se iniciarían
a fines de 1989.
Como decíamos, el otro actor que había permitido mantener una “relación madura” con los Estados Unidos era la Unión Soviética. Partiendo de
que jamás el comercio fue tan floreciente como durante la dictadura militar
argentina, las relaciones entre el gobierno de Alfonsín y la Unión Soviética
continuaron en esa línea y se afianzaron hasta 1986, año en que disminuyeron
abruptamente las compras por parte de ese país.
Es decir que hasta la crisis soviética se asistía a un incremento de la relación bilateral, así como en el caso de otros países latinoamericanos, plasmado
en acuerdos comerciales, industriales, de cooperación en el área nuclear y
militar. La desintegración de la URSS no era un panorama previsible y hasta
ese momento, la potencia era un actor fundamental en el escenario político y
económico argentino, tenido en cuenta como tal tanto por radicales como por
justicialistas, en la medida que se trataba de uno de los principales mercados
compradores, con el peso que eso tiene en una economía basada en la comercialización de bienes agroexportables.
Las grandes modificaciones que se produjeron con la caída del Muro de
Berlín en 1989 y la posterior desintegración de la URSS sin duda repercutie
Para ver en profundidad las relaciones bilaterales, consultar Roberto Russell (comp.),
Nuevos rumbos en la relación Unión Soviética / América Latina, Buenos Aires, GEL, 1990.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
129
ron en las concepciones respecto de la posición de la Argentina en el sistema
internacional, y en los márgenes de maniobra de la política exterior.
La percepción del cambio en el escenario internacional es una variable
que puede explicar en parte los virajes y ajustes que fue realizando la política
económica de Carlos Saúl Menem entre 1989 y la implementación de la convertibilidad en 1991.
Sin embargo, aún antes de la caída del Muro, durante la década de los
ochenta, junto con la crítica al modelo de industria sustitutiva y a la intervención del Estado en la economía, también se habían comenzado a poner en
cuestión los intentos de formular una política exterior autónoma incluso dentro
del Partido Radical.
Esa crítica que sustentaba elementos propositivos que también analizaremos provenía de las clases dominantes argentinas y comenzaba a hacer pie en
dirigentes políticos radicales y justicialistas.
A pesar de la construcción de una campaña basada en postulados que
apelaban a la justicia social y al nacionalismo empresario, y de aglutinar un
frente de apoyos alrededor de ellos, Carlos Menem llevaría a cabo, durante
diez años, un programa económico neoliberal en línea con lo propuesto por el
Consenso de Washington.
Junto con dicho programa se propuso una nueva orientación en política
exterior, cuyo sustento ideológico venía forjándose desde la década de los
ochenta. A diferencia de otros gobiernos anteriores, el nuevo enfoque de las relaciones internacionales priorizó los vínculos políticos con los Estados Unidos
y los gestos de alineamiento, sin descuidar los importantes lazos económicos
con la Europa Comunitaria.
A principios de los noventa, los organismos multilaterales de crédito (FMI y Banco
Mundial), las administraciones dependientes de la Casa Blanca (el Tesoro y el Departamento de
Estado de los Estados Unidos), los sectores dominantes de los países del G-7 y los directorios
de los bancos acreedores formularon una especie de consenso sobre la naturaleza de la crisis
latinoamericana y sobre las reformas que debían aplicarse para “superarla”. Esa concepción
fue recogida por John Williamson en un libro, compilatorio de las ponencias de un seminario
internacional, titulado Latin American Adjustment, publicado en 1990. Este documento recoge
una adecuada síntesis del pensamiento neoliberal de los noventa, bajo la expresión del Consenso de Washington. Allí se justificaba la promoción de diez medidas básicas: disciplina fiscal,
reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de las
tasas de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional,
liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desrregulación
y derechos de propiedad.
Aquí se adscribe a la categorización de “alineamiento”, teniendo en cuenta que se trató
de un tópico discutido en la propia coyuntura. Algunos consideraron la política exterior de
Menem como de “alineamiento automático”, partiendo de una visión crítica de los postulados
130
María Cecilia Míguez
Los hitos del “alineamiento” fueron el envío de tropas al Golfo Pérsico
en septiembre de 1990, la desactivación del proyecto misilístico Condor II, la
ratificación del Tratado de Tlatelolco o de No Proliferación Nuclear, la firma
en forma conjunta con Brasil del Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad
y Control de Materiales Nucleares (ABACC), el retiro del Movimiento de No
Alineados y la modificación de los votos argentinos en la ONU pueden comprenderse en el marco de estos objetivos. El gobierno de Carlos Saúl Menem
fue el período donde se firmó la mayor cantidad de convenios entre la Argentina y los Estados Unidos.
Estas tácticas de política exterior no pueden comprenderse en forma separada de una política económica orientada a obtener el visto bueno del Fondo
Monetario Internacional y de la banca acreedora. Recordemos que los sucesivos planes económicos desde la asunción de Menem, en especial la aplicación
del ajuste con paridad fija a partir de la Ley de Convertibilidad en 1991, se
orientaron a responder a los condicionamientos de dichos organismos, lo que
culminó en el ingreso al Plan Brady en 1992.
Hay que agregar aquí que la nueva vinculación con los Estados Unidos
no eliminó un rasgo que constituye una tendencia de largo plazo en la historia
del realismo periférico, y exaltando sus perjuicios respecto de las posibilidades de formular
una política exterior autónoma. Entre ellos se encuentran Mario Rapoport, José Paradiso y
Alfredo Rizzo Romano. Carlos Escudé sostuvo en cambio que a partir del gobierno de Menem
se terminó con una política de “desalineamiento”, es decir, con el legado cultural de “sobredosis de confrontaciones” de gobiernos anteriores, incluido el de Alfonsín. Ver Carlos Escudé,
“La historia, la cultura política, los errores y las lecciones en las relaciones argentino-norteamericanas” en Felipe De la Balze y Eduardo Roca (comp.), La Argentina y Estados Unidos:
fundamentos de una nueva alianza, Asociación de Bancos de la República Argentina, Buenos
Aires, 1997. Por otro lado, Roberto Russell consideró que no se trató de un “alineamiento automático”. Junto con Deborah Norden sostuvo que las “relaciones carnales” entre Argentina y
los Estados Unidos no implicaron un “amor ciego”, sino concesiones en algunas cuestiones de
agenda e intentos de resistir las presiones norteamericanas respecto de otras cuestiones. Ver
Deborah Lee Norden y Roberto Russell, The United States and Argentina: changing relations
in a changing world, Routledge, United States of America, 2002, p. 73.
La Argentina aumentó sin duda el número de la coincidencia en sus votos con los
Estados Unidos, por ejemplo, en las resoluciones respecto de la situación de los derechos
humanos en Cuba, en las cuestiones referidas al desarme, la no proliferación nuclear respecto
del problema del narcotráfico y las resoluciones de condena a las violaciones de derechos
humanos en Irán. Para este tema ver Francisco Corigliano, “La dimensión multilateral de
las relaciones entre Argentina y Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso
al paradigma de “Relaciones Especiales”, en: Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.)
Historia de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo XV, Cap II, Buenos
Aires, GEL, Argentina, pp. 225-228
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
131
argentina: la competencia entre intereses asociados a distintas potencias por el
predominio dentro del aparato económico y estatal. El paradigma de las “relaciones carnales” no significó necesariamente un retroceso para los intereses
económicos vinculados con la Unión Europea, como quedó demostrado en el
proceso de privatización de las empresas públicas.
Más que la reedición de la “relación especial” de principios de siglo con
Gran Bretaña pero esta vez con los Estados Unidos, lo que quedó configurado
en esa década es una nueva “relación triangular”, en todo caso reedición de la
de la segunda posguerra, donde los vértices están ocupados por los Estados
Unidos y por los países de la Comunidad Económica Europea.
3. Secuencia de los hechos y principales debates
Justamente, la guerra del Golfo se constituyó como un episodio paradigmático de la nueva orientación en política exterior, ya que, rompiendo con la
tradicional neutralidad de la Argentina ante los conflictos que no la incluían
directamente, el envío de tropas fue, ante todo, un acto que demostraba el
apoyo a Washington. En el plano internacional inauguró el nuevo protagonismo de las Naciones Unidas y la reivindicación de la “ley internacional” como
justificación jurídica de las intervenciones.
Una de las consecuencias en el escenario latinoamericano fue que en
1991, en el documento conocido como Compromiso de Santiago, se modificó
el principio de no-intervención incorporando la “acción colectiva en defensa de
la democracia”. Por otra parte y con respecto a la Argentina, el envío de tropas
al Golfo fue el inicio de una mayor participación en los operativos de paz de
la ONU, modificando también la función de las Fuerzas Armadas. En cuanto
a su discurso legitimador, Argentina hizo propios los motivos y argumentos
de la administración norteamericana.
En el mes de agosto de 1990 se abrió la discusión en los círculos cercanos al presidente acerca del envío de tropas antes de que esto fuera requerido
por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, evaluando básicamente
el costo que tendría tal decisión. El canciller Cavallo había afirmado el día
El concepto de “relaciones carnales” proviene de una frase pronunciada por el canciller
Di Tella, que sostuvo: “Nosotros queremos un amor carnal con los Estados Unidos, nos interesa
porque podemos sacar un beneficio”. Diario Clarín, 9 de diciembre de 1990, p. 12.
Para la relación triangular entre la Argentina, Estados Unidos y la Europa Comunitaria
en la segunda posguerra ver Ruben Laufer y Claudio Spiguel, “Europa occidental en las relaciones internacionales argentinas del mundo bipolar, 1970-1990”, en Ciclos en la historia, la
economía y la sociedad, N° 14-15, 1er. semestre 1998.
132
María Cecilia Míguez
9 de ese mes que la Argentina enviaría tropas sólo “dentro de un plan de la
ONU”.
El propio presidente, el senador Eduardo Menem y el canciller Cavallo se
mostraron dubitativos al respecto mientras ya se elaboraban las posiciones más
extremas –que se harían predominantes– donde se alegaba la necesidad del
envío de tropas como “gesto” de alineamiento y acuerdo con los Estados Unidos10. Junto con esta última versión se hicieron dominantes los diagnósticos
que remarcaban los supuestos “errores” de la política exterior argentina frente
a este país durante la Segunda Guerra Mundial y también los supuestos “costos” que esto habría traído aparejados a diferencia de nuestro vecino Brasil11.
La correspondencia epistolar con el presidente norteamericano, así como
la entrevista de Domingo Cavallo con Hosni Mubarak, jefe de Estado de
Egipto, parece haber tenido un rol importante en la adhesión a la posición
norteamericana, que aún sin la aprobación de la ONU dispondría la partida
de tropas hacia la región en conflicto12.
Luego de que el Ejecutivo diera a conocer su decisión de enviar dos buques –las naves “Spiro” y “Almirante Brown”, un destructor y una corbeta– el
17 de septiembre, rápidamente las voces opositoras provinieron tanto de la
Unión Cívica Radical como de algunos sectores del Partido Justicialista. El
presidente y sus ministros justificaron la decisión de colaborar con “fuerzas de
paz” apelando a la necesidad de integrarse a un nuevo panorama internacional
de la posguerra fría, el cual requería un “nuevo protagonismo” que restableciera la relación de la Argentina con los Estados Unidos, única superpotencia
dominante, lo que permitiría una retribución concreta en beneficios materiales
Domingo Cavallo dijo: “la Argentina no enviará un contingente por voluntad propia,
pero sí en el marco de las Naciones Unidas si la ONU lo decide”, ver Página/12, Buenos Aires,
9 de agosto de 1990, p. 3.
10
Ver Francisco Corigliano, “La dimensión bilateral de las relaciones entre Argentina y
Estados Unidos durante de la década de 1990: El ingreso al paradigma de “Relaciones Especiales”, en Andrés Cisneros y Carlos Escudé (comps.), Historia de las Relaciones Exteriores
de la República Argentina, Tomo XV, Cap I, Buenos Aires, GEL, 2000, p. 22.
11
La adopción de tales tesis es parte de la reflexión que se realiza en este artículo. El
alineamiento se justificó en la teoría del “realismo periférico” de Carlos Escudé a la que haremos referencia más adelante. A su vez, ésta se basó en una interpretación de la “declinación
argentina”. Los principales trabajos desde esta posición son los de Carlos Escudé, Carlos Díaz
Alejandro, y entre quienes polemizaron con ella se encuentran Mario Rapoport, Amado L.
Cervo, Raúl Bernal-Meza, Atilio Borón, etc. Ver estos debates también en R aúl Bernal-Meza,
América Latina en el mundo. El pensamiento latinoamericano y la teoría de las relaciones
internacionales, Buenos Aires, Ed. Nuevo Hacer GEL, 2005, p. 323.
12
Corigliano, “La dimensión bilateral…”, cit., p. 23.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
133
por parte de ese país. Este último supuesto fue incluso discutido por los intelectuales vinculados al oficialismo13.
El canciller Cavallo sostuvo que:
si la Argentina quiere participar de los beneficios del proceso de gestación
de un nuevo mundo de paz y progreso, debe asumir las responsabilidades.
Frente a la actitud del régimen de Bagdad, la indiferencia implica atraso y
aislamiento14.
Al mismo tiempo, en el informe al Poder Legislativo, el canciller y el
Ministro de Defensa Humberto Romero explicaron que no se requería el aval
de las Cámaras “porque no se trataba de una intervención bélica sino de una
acción disuasoria a través del bloqueo económico”15.
En respuesta, en el Senado existieron dos proyectos de declaración, uno
proveniente del bloque radical y otro del justicialista. El primero de ellos,
presentado por el senador Solari Yrigoyen “condenaba” principalmente el
envío de tropas y luego la falta de consulta al Legislativo16. El segundo, en
cambio, se refería únicamente a este último aspecto, “lamentando” la adopción
de la decisión sin el respaldo del Congreso de la Nación. Ambos coincidían
en denunciar el accionar de Irak en la región17. Sólo cinco de los senadores
13
No solamente la oposición insistió en que la decisión de enviar tropas no traería ningún
rédito económico, sino que también Carlos Escudé, principal ideólogo de la nueva orientación
de la cancillería relativizó los beneficios económicos a obtener en este caso, aunque resaltaba
la importancia del envío como favor simbólico a los Estados Unidos. Ver Carlos Escudé,
“La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre
de 1990, p. 7.
14
“Fuerzas argentinas intervendrán en el bloqueo militar contra Irak”, La Nación, Buenos Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 1.
15
“El informe del PE a diputados y senadores”, La Nación, Buenos Aires, 19 de septiembre de 1990, p. 3.
16
El proyecto de declaración fue firmado por Hipólito Solari Yrigoyen, Luis Brasesco,
Ricardo Lafferriere, Juan Trilla, Mario Losada, Adolfo Gass, Margarita Malharro de Torres,
Edison Otero, Edgardo Grosso, José Genoud, Conrado Storani, Hector Velazquez, Faustino
Mazzucco. Además de condenar el envío, el tercer punto proponía: “deplorar tanto el abandono
de una conducta internacional históricamente asumida por nuestro país, a favor de la solución
pacífica de las controversias como la subordinación del interés nacional a estrategias de alineamiento en el orden mundial, que quiebran la posición de independencia sostenida desde la
recuperación de la democracia”, Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la
Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3749.
17
Este proyecto fue firmado por Alberto Rodríguez Saá, Carlos Snopek, Olijela del Valle
Rivas, César Mac Karthy, Pedro Conchez, Rogelio Nieves, Eduardo Vaca, Leopoldo Bravo,
134
María Cecilia Míguez
justicialistas defendieron la decisión del Poder Ejecutivo18. El resto de ellos
mantuvo una fuerte discusión con el ministro de Defensa, Humberto Romero
y con el canciller. En la primera de las sesiones donde se intentó tratar dichos
proyectos, el justicialismo estuvo ausente –lo que provocó la falta de quórum–,
elemento que demostró las divergentes posiciones al interior de dicho bloque.
Era difícil defender la actitud del Presidente, pero al mismo tiempo no estaban
dispuestos a criticarla en público sin reunirse antes con Domingo Cavallo.
Luego de la reunión con el canciller Cavallo, la mayoría de los senadores
justicialistas modificaron su posición y apoyaron la decisión de enviar tropas.
Para el 27 de septiembre, incluso el senador Eduardo Menem se convertiría
en defensor de la medida.
Cuando efectivamente se trataron los proyectos de declaración en la sesión
del 26 y 27 de septiembre se argumentó a favor y en contra del envío, no sólo
remitiéndose a los aspectos procedimentales sino incluyendo formulaciones y
diagnósticos con respecto a la cambiante realidad internacional.
En cuanto a los senadores radicales, fueron significativas las intervenciones del senador por Buenos Aires, Adolfo Gass y el senador por Chubut,
Hipólito Solari Yrigoyen. El primero de ellos cuestionó la falta de consulta en
el marco de lo que consideró una tendencia del Poder Ejecutivo a prescindir
del Congreso de la Nación en decisiones fundamentales. Además recordó
la responsabilidad de las dos superpotencias de la guerra fría en el poderío
bélico iraquí y su falta de reacción en oportunidad del “genocidio contra el
pueblo kurdo”, destacando a su vez los intereses materiales –especialmente el
petróleo– involucrados en la guerra19. También comentó a la prensa que esta
decisión implicaba ayudar a los poderosos contra el Tercer Mundo20. En cuanto
Elías Sapag y Eduardo Posleman. Diario de Sesiones Honorable Cámara de Senadores de la
Nación, 20/21 de septiembre de 1990, p. 3751.
18
Diario La Nación, 20 de septiembre de 1990. Los senadores que apoyaron fueron Liliana Gurdulich de Correa, Luis Rubeo, Eduardo Menem, José Figueroa y Juan Carlos Romero.
19
El senador Adolfo Gass explicaba: “Así, repentinamente, advierten estos países protectores de la democracia que Saddam Hussein es, o parece ser, un nuevo Hitler, con lo cual, de
paso, disfrazan una escalada militar que más que nada tiene que ver con intereses materiales y
huele a petróleo, con el manto de una cruzada moralizadora […] Trampa para ingenuos, señor
presidente, en la que parece haber caído nuestro gobierno, aunque personalmente, y por lo que
ya he dicho, no creo que peque de esa ingenuidad”. Diario de Sesiones Honorable Cámara de
Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 3999.
20
El senador Adolfo Gass afirmó: “El canciller (Cavallo) es principista cuando se trata
de defender los intereses de los poderosos y es neutral sólo cuando los intereses afectados
pertenecen al Tercer Mundo. No es cierto que se rompa la tradición de neutralidad, ya que lo
hizo Guido cuando participó en la cuarentena y Videla, cuando colaboró militarmente con los
contras. El doctor Cavallo se une a estas posiciones. Ayudamos a los contras a favor de los
Estados Unidos y los Estados Unidos nos devolvieron (la ayuda) asistiendo a Gran Bretaña
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
135
a los elementos jurídicos, en la misma sesión sostuvo que no se trataba de una
“misión de paz”, sino que el bloqueo formaba parte de un acto de beligerancia
y que el Consejo de Seguridad sólo había solicitado el embargo, con el que se
estaba cumpliendo.
En línea similar se expresaron los senadores Hipólito Solari Yrigoyen y
José Genoud, quienes además discutieron los supuestos beneficios que esta
actitud traería21 y resaltaron la responsabilidad de las industrias bélicas de las
grandes potencias en este tipo de conflictos22.
Un argumento que también fue utilizado para discutir la decisión fue la
falta de consulta a los países del Grupo de Río y el hecho de que la Argentina
fuera el único país de América Latina en colaborar activamente con tropas en
el conflicto.
La defensa fue encarada principalmente por el Senador justicialista
Eduardo Menem, quien legitimó el envío de naves partiendo de un determinado diagnóstico sobre el nuevo orden internacional al que haremos referencia
más adelante. De este modo sostuvo:
Aquí se quiere tergiversar la interpretación correcta de los hechos, se quiere
mostrar que este es un conflicto de Occidente con los países árabes o un conflicto del Norte contra el Sur […] aquí hay un país agresor y un país agredido,
hay una intervención de las Naciones Unidas y una comunidad que quiere
integrar un nuevo orden internacional.23
Ninguno de los proyectos de declaración fue aprobado.
Desde la Cámara Baja, el diputado radical César Jaroslavsky propuso
–a iniciativa del ex canciller Dante Caputo– una interpelación a Humberto
contra la Argentina, durante las Malvinas. Estamos de rodillas, como diría Dromi”, “Nuevas
repercusiones políticas por el envío de las tropas al Golfo”, en La Nación, Buenos Aires, 21
de septiembre de 1990, p. 3.
21
En un artículo de su autoría, el senador radical Solari Yigoyen explicaba que “No es
en el interés de la Argentina sino en el de las grandes potencias que se inscribe el envío de
tropas ¿Por qué? Porque ellas tienen que defender el petróleo del que se abastecen en el Golfo
Pérsico. Además porque los Estados Unidos no tienen un ámbito restringido como el de la
Argentina. El mapa del interés estadounidense es el mapamundi […] Las cambiantes actitudes
argentinas sobre Irak han desconcertado a Occidente. No sólo no nos trae beneficio económico,
sino tampoco prestigio”, Hipólito Solari Yrigoyen, en Revista América Latina Internacional,
vol.7 Nº 26, octubre-noviembre de 1990, pp. 379-80.
22
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4018.
23
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4017.
136
María Cecilia Míguez
Romero (Ministro de Defensa) y Domingo Cavallo (Ministro de Relaciones
Exteriores) para que explicaran las razones del envío. Esta moción tuvo el respaldo de los diputados provenientes del radicalismo, del Grupo de los Ocho,
de una parte de la Ucedé, del Partido Socialista Unificado, del Partido Federal-Buenos Aires, del Movimiento al Socialismo, del Partido Intransigente,
del Partido Socialista Popular, de la Democracia Cristiana de Córdoba y de
Bandera Blanca, pero no contó con los dos tercios necesarios por la oposición
de la mayoría de los diputados del PJ y de la Ucedé24.
La argumentación de la iniciativa legislativa se refirió en primer lugar a
la legalidad del envío de tropas –decisión tomada sin consulta a las cámaras–,
ya que algunos legisladores la consideraban violatoria del artículo 67, inciso
25 de la Constitución Nacional, mientras que los defensores como José Luis
Manzano sostuvieron la importancia de no tener una posición neutral ante el
conflicto y que no era necesaria la consulta al Congreso porque se trataba de
“fuerzas de paz”.
En la Cámara de Diputados los debates más intensos se dieron entre Caputo y Manzano. Los argumentos que se esbozaron fueron similares a los detallados en el caso del Senado. Fuera del ámbito parlamentario, Raúl Alfonsín
calificó de “sobreactuación ridícula, grotesca y anticonstitucional” la medida
suscripta por el presidente. Coincidían con él Federico Storani, Marcelo Stubrin y Dante Caputo.25
A pesar de los acalorados debates en el Congreso de la Nación, según
fuentes periodísticas, la mayor preocupación del gobierno se generó por los
debates al interior del justicialismo. El diario La Nación del 20 de septiembre
de 1990 explicaba: “[...] ni la posición adoptada por la UCR ni las habituales
recriminaciones de la izquierda perturban el sueño de Menem. También en
lo que hace al aporte armado de la Argentina contra Irak, esa facultad está
reservada para ‘los de adentro’ del partido”.
El Grupo de los Ocho26 criticó abiertamente la decisión y, como se dijo,
apoyó la moción del diputado Dante Caputo, tanto por considerar los aspectos
procedimentales de la decisión como violatorios de la Constitución Nacional
como por interpretar que el envío de tropas era una demostración de la subal24
La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, “Debate en el Congreso por el
envío de tropas”.
25
La Nación, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1990, p. 4 “El PJ y las razones del
sobrepeso opositor”.
26
Este Grupo se constituyó como una fracción dentro del PJ que abiertamente se enfrentó al menemismo y rompió con el partido. Estaba conformado por Germán Abdala, Julio
Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Alvarez, Luis Pedro Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco
Caviglia, Moisés Fontela y José Carlos Ramos.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
137
ternización de los intereses nacionales.27 Fuera del Parlamento, entre los que no
adherían directamente a la línea del Ejecutivo se encontraban los gobernadores
justicialistas Cafiero y Bordón, quienes mantenían una posición cautelosa. A
éstos se sumó con fuertes declaraciones el Secretario de la CGT-Azopardo,
Saúl Ubaldini28.
En diciembre de 1990 se abrió una segunda etapa de las discusiones,
porque se requirió la aprobación del Parlamento para que las fuerzas argentinas en el Golfo Pérsico intervinieran activamente si se desataba la guerra. El
proyecto fue enviado al Parlamento el 7 de diciembre y el objetivo era que las
naves tuvieran autorización para prestar “apoyo logístico y no intervenir en
las acciones bélicas”29.
El 23 de enero el Congreso aprobaba el proyecto del Ejecutivo de que las
naves argentinas en el Golfo brindaran “apoyo logístico” a las fuerzas de la
coalición liderada por Estados Unidos. Algunos diputados justicialistas opositores no asistieron a la sesión, como Franco Caviglia, Eduardo Budiño, Augusto Alasino y Rafael Flores. Antonio Cafiero, en cambio, habría expresado sus
temores acerca de la posibilidad de que el Ejecutivo perjudicara a la provincia
de Buenos Aires con los ingresos coparticipables. Por el contrario, y a favor
del oficialismo, Alberto Pierri fue uno de los que militó más intensamente a
favor del proyecto.30
4. Hacia una interpretación
Las discusiones entre y al interior de los dos partidos con mayor representación en el parlamento –la UCR y el PJ– incluyeron diagnósticos y tendencias
políticas más profundas que es indispensable abordar para superar la descripción y el plano discursivo.
27
El diputado Juan Pablo Cafiero sostuvo: “Este hecho consumado [la decisión del Ejecutivo de enviar tropas] no es más que una muestra de lo que significa una política exterior
argentina que secunda a los intereses de los Estados Unidos. Es una demostración muy clara
de la forma en que se han subalternizado los intereses nacionales y las decisiones soberanas”,
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 19 se septiembre de 1990,
p. 3037.
28
Saúl Ubaldini destacó que “nunca fuimos una nación mercenaria o una colonia proveedora de carne de cañón para defender intereses ajenos”, en La Nación, Buenos Aires, 25
de septiembre de 1990.
29
Esto también fue objeto de discusión, porque legisladores radicales –Federico Storani
y Adolfo Gass– explicaron que la logística también era parte del accionar bélico.
30
Página/12, Buenos Aires, 24 de enero de 1991, pp. 2 y 3.
138
María Cecilia Míguez
Utilizaremos entonces distintos niveles de análisis para evaluar los grados
de acuerdo y desacuerdo, teniendo en cuenta las posiciones respecto de:
a) El diagnóstico sobre las transformaciones en el sistema internacional,
especialmente con referencia a la globalización, el “nuevo orden internacional”, el Estado-nación y las intervenciones en general.
b) El lugar a ocupar por la Argentina en dicho sistema.
c) Las tradiciones políticas y formas de inserción de la Argentina a lo largo
de la historia contemporánea.
d) Finalmente, partiendo de la estrecha vinculación entre política externa y
política doméstica, las posiciones respecto de la nueva política económica
neoliberal.
a) En cuanto al diagnóstico de los cambios en el sistema internacional
La caída del muro de Berlín suscitó en el mundo una serie de formulaciones ideológicas respecto del nuevo escenario internacional. Como decíamos,
especialmente en los Estados Unidos se pregonó la existencia de un “Nuevo
Orden Mundial”. Fue el presidente George W. Bush quien días después de la
intervención norteamericana en el Golfo enunciaba esa concepción. Frente a
las cámaras del Parlamento, el presidente norteamericano sostuvo:
Nos encontramos hoy ante un momento único y extraordinario. La crisis del
Golfo Pérsico, por grave que sea, ofrece una rara ocasión de avanzar hacia un
periodo histórico de cooperación. De estos tiempos confusos puede emerger
nuestro (…) objetivo: un nuevo orden mundial, una nueva época, más libre de
amenazas y de terror, más fuerte en la búsqueda de la justicia y más segura en
la búsqueda de la paz, una era en la que las naciones del mundo –Este y Oeste,
Norte y Sur– puedan prosperar y vivir en armonía.
… Una centena de generaciones ha buscado ese desconocido camino hacia la
paz, mientras que miles de guerras se desencadenaban contra los esfuerzos de
la humanidad. Hoy, ese mundo nuevo lucha por nacer, un mundo distinto del
que hemos conocido. Un mundo donde el Estado de derecho tome el lugar de la
ley de la selva. Un mundo en que las naciones reconozcan su responsabilidad
compartida hacia la libertad y la justicia.
… Un mundo donde el fuerte respete los derechos del débil. Es una visión
que he compartido con el presidente Gorbachov [...]. Él y otros líderes en Europa, en el Golfo y en todas partes del mundo comprenden que la manera en
que tratemos la actual crisis puede dar forma al futuro para las generaciones
venideras31.
31
Citado y traducido por Thierry Meyssan, “Nuevo orden mundial. La doctrina estratégica de los Bush”, en http://chilesur. indymedia.org/es/2005/05/2038. shtml
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
139
Esta visión concibió al período como una plena hegemonía norteamericana, producto a su vez de la hegemonía de la democracia liberal y la economía
de mercado. El mundo adquiría una connotación específica: el “triunfo” del capitalismo sobre el socialismo, el desdibujamiento del conflicto entre potencias
y países subordinados y la negación de los conflictos entre las potencias. De
la “globalización” de los mercados se dedujo una supuesta “interdependencia”
de las economías, donde las fuerzas del mercado tenderían a disolver las instituciones y las economías nacionales. De allí la conformación de una “aldea
global”, el “mundo-uno”. En las versiones más extremas llegó a afirmarse el
“fin de la geografía”, es decir la eliminación de las referencias territoriales32 e
incluso el “fin de la historia”33 en el sentido de la confrontación no sólo ideológica sino también cultural y nacional.
En consecuencia, el accionar de Saddam Hussein en Kuwait fue interpretado desde esta concepción como un ataque al orden global, a “toda la
Comunidad Internacional”, cuestionando su “legitimidad”34 y poniendo en
riesgo la “paz mundial”. En estos términos, el cambio cualitativo en el carácter
que tendrían los conflictos en la posguerra fría debería provocar entonces una
condena generalizada, donde quedara clara la ilegitimidad absoluta de este
tipo de accionar.
Las autoridades e intelectuales vinculados al proyecto del presidente
Menem adoptaron este diagnóstico y consideraron como posible el establecimiento de una nueva “pax americana”, donde la cooperación entre las naciones predominaría por sobre la confrontación. El propio presidente Menem se
pronunció reiteradas veces en esta línea35.
32
R. O’Brien, “Global Finantial Integration: The End of de Geography”, Londres,
Routledge/RIIA, 1992.
33
Francis Fukuyama, “The End of the History and the Last Man”, Londres, 1992.
34
“Esta invasión no constituye un problema más de los que ha sido testigo la Comunidad
Internacional en las últimas décadas. A diferencia de conflictos previos en que el factor EsteOeste llevaba generalmente a que el conflicto enfrentase, en última instancia, a los dos bloques, la invasión a Kuwait, que es la primera crisis posterior a la Guerra Fría, constituye una
agresión a toda la Comunidad Internacional, en la medida en que la actitud iraquí cuestiona la
legitimidad del incipiente orden internacional [...]. En resumen, puedo decir que la injustificada
agresión por parte de Irak, en un momento en que la Comunidad Internacional se encuentra en
un proceso caracterizado por relaciones de cooperación, llevó a una casi automática reacción
por parte de todos los actores internacionales. La solidaridad demostrada por estos países es
una prueba irrefutable de que ya no existe margen para actitudes como las emprendidas por el
régimen de Saddam Hussein”, Carlos Menem, Estados Unidos, Argentina y Carlos Menem,
Buenos Aires, Ediciones CEYME, 1990, p. 167.
35
“La superación del bipolarismo es una realidad que privilegia la noción de cooperación
sobre la de la confrontación”, Menem, op. cit., p. 161.
140
María Cecilia Míguez
Los efectos de adscribir a esta visión fueron las políticas de alineamiento
que hemos nombrado, y entre ellas, por ejemplo, la concepción acerca del
Tercer Mundo, que se plasmó en la retirada del movimiento de No Alineados
en 199136.
Vale la pena citar, en este sentido, el texto con que el gobierno dio a conocer la decisión de enviar tropas, por lo esclarecedor:
Aquí no está en juego un interés ideológico, partidista, sectorial, o de bloques
de poder. Ni siquiera está en discusión la tradición más excelsa de nuestra
política exterior. Aquí existe un enfrentamiento profundo entre la comunidad
de Estados en su conjunto (reitero: en su conjunto) y un gobierno que ha violado la ley internacional y actúa en abierto desafío a la Carta de las Naciones
Unidas. [...] … Quienes piensan que la lejanía del Golfo, o la falta de una presencia argentina en la región, pueden asegurarnos no sufrir las consecuencias
de estos acontecimientos, se equivocan. No entienden que nuestro país ya es
un socio activo en la gestación del nuevo mundo de paz, progreso y distensión
que busca consolidarse. No entienden que la actitud del régimen de Bagdad
amenaza seriamente este nuevo escenario. Frente a una situación semejante, la
indiferencia implica retroceso. Implica atraso. Implica aislamiento. [...] Queremos que se restablezca el derecho y la justicia en el Golfo37.
Aquí se hace presente además la justificación utilizada por los Estados
Unidos para su intervención, apelando a la “legalidad internacional”. Como
bien han analizado Claudio Spiguel y Rubén Laufer, en este supuesto “orden
global” lo que vale para algunos no vale para todos. Más específicamente, las
intervenciones multilaterales fueron producto de la decisión de Estados Nacionales, y han sido ejercidas también sobre unidades nacionales, mientras se
proclamaba su debilitamiento. Muchas veces, la defensa de los valores “huma-
36
Alfredo Bologna cita una conferencia de prensa realizada en Nueva York, donde Carlos
Menem dijo: “‘El Tercer Mundo’. No sé dónde se encuentra el ‘Tercer Mundo’”. Y luego cita
también un párrafo donde el ex presidente expresa: “No nos dejemos engañar con falsas opciones. Que uno es de izquierda, otro de derecha y otro de centro. No hablemos más de Tercer
Mundo. Hay un solo mundo y en ese mundo está la Argentina, tratando de crecer y de ser cada
día más poderosa”, en Alfredo Bruno Bologna, “Dos modelos de inserción de Argentina en el
mundo: Las presidencias de Alfonsín y Menem”, Cuadernos Política Exterior Argentina, Serie
Informes sobre proyectos de investigación, nº 2, CERIR, Rosario, diciembre de 1991. El autor
utiliza como fuentes: Judith Evans, “El Banco Mundial va al Este”, en Foro de Desarrollo,
Ginebra, noviembre de 1990, p. 4, y “En dos años hemos puesto al país de pie”, Espacio de
Publicidad en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 10 de julio de 1991, p. 11.
37
Menem, op. cit., pp. 173-174.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
141
nos” y la “democracia” es el velo utilizado para justificar intereses económicos
o estratégicos de alguna de las potencias38.
El apoyo con naves argentinas constituyó un hito donde el nuevo gobierno
puso en práctica tal diagnóstico sobre los cambios en el sistema internacional,
descartando la posibilidad de ser neutrales y realizando un gesto de total apoyo a Washington. El primero y más contundente. A ese respecto el canciller
Domingo Cavallo sostuvo años después: “La República Argentina no podía ni
debía asumir una posición de neutralidad ante esa invasión. Tal actitud ya no
tiene más espacio en el marco de las relaciones internacionales actuales”39.
En la sesión citada del 26 y 27 de septiembre de 1990, el senador oficialista Juan Carlos Romero argumentaba –haciéndose eco de este diagnóstico– a
favor del envío de tropas que
[…] por primera vez la Argentina, ante esta oportunidad de sumarse a la creación de un instrumento apto, rápido y eficiente para el mantenimiento de la paz
y seguridad internacionales, asume un papel activo y voluntario en un mundo
que ya no admite, como tesitura externa, el aislamiento y la indiferencia. No
entender esto, señor presidente, es no entender el mundo en que vivimos40.
A estas declaraciones, podemos agregar las posiciones del senador Eduardo Menem, que sostenía:
Se ha abierto la democracia. Se ha reunificado Alemania después de ese hecho
simbólico y trascendente que fue la caída del Muro de Berlín. La comunidad
europea es, prácticamente, la nueva realidad del mundo. La Unión Soviética
38
“Las intervenciones sólo se llevan a cabo si se efectivizan contra una nación débil del
llamado “mundo periférico”. Es obvio que el recurso a la intervención queda excluido tratándose de potencias centrales: ello, de hecho, supondría no una intervención del “orden global”
en una unidad nacional, sino una fractura de la “sociedad internacional” y una guerra abierta
entre bloques enfrentados. La estructura jerárquica del poder mundial es el fundamento de la
“doble medida” con que los organismos multilaterales juzgan la conducta internacional de los
países poderosos y la de los débiles, y la aplicabilidad o no de sanciones cuando consideran
traspuestos los límites de la “ley internacional”, Claudio Spiguel y Rubén Laufer, “Intervencionismo en el mundo ‘globalizado’: ¿Ruptura o continuidad del ‘viejo orden?’, en III Jornadas
de Historia de las Relaciones Internacionales, Globalización e Historia, Tandil, Junio de 1996,
Ed. H. Cámara de Diputados de la Nación, Bs. As. 1998, p. 117.
39
Domingo Cavallo, “La inserción de la Argentina en el primer mundo”, en Silvia Ruth
Jalabe (comp.), La política exterior y sus protagonistas 1880 – 1995, CARI, Ed. Nuevo Hacer,
Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 375.
40
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4034.
142
María Cecilia Míguez
y los Estados Unidos están coincidiendo en decisiones fundamentales para la
humanidad. Pareciera que la discriminación racial en Sudáfrica también va a
ser superada. Namibia es república. Es decir, se nos abre un nuevo mundo. Se
está creando un nuevo orden internacional que se ha puesto de manifiesto en
esta circunstancia41.
En cuanto a la Unión Cívica Radical, el diagnóstico de los cambios internacionales que prevalecía en los especialistas en política exterior difirió de la
visión unipolar y exenta de conflictos.
Conrado Hugo Storani (h), Diputado Nacional por la UCR –uno de los
que discutieron en forma más solvente el envío de tropas– publicó junto a
Ángel Pablo Tello dos trabajos denominados “Hipótesis de conflicto”, Primera y Segunda Parte, en agosto de 1990 –anterior al inicio del conflicto en el
Golfo Pérsico– y septiembre de 1991 respectivamente. En el primero de ellos,
aparece claramente una crítica a las ideologías que pregonaban el “fin de los
conflictos” y el “fin de historia”, planteando que el fin de la bipolaridad traería
un orden multipolar caracterizado por el incremento de la competencia entre
los países “del Norte”, donde lo que estaría en discusión era quiénes se constituirían en centros de poder. Llega a la conclusión de que comenzarían nuevos
conflictos, nacionales o regionales, entre los que distingue como principal el
conflicto “Norte-Sur”, de carácter económico, originado en la diferencia entre
altos niveles de crecimiento y una inmensa mayoría de países pobres.
La segunda parte de esta publicación, de septiembre de 1991, se refiere en
especial a la Guerra del Golfo y al Nuevo Orden Internacional. Allí se destaca
el carácter particular de los intereses que movilizaron el avance sobre el Golfo,
puntualizando que los fines del Estado norteamericano eran la destrucción del
sistema militar e industrial de Irak y la instalación de una fuerza armada permanente en la zona, con dos objetivos políticos: cierta capacidad para controlar
el petróleo y advertir al Tercer Mundo y sus aliados los límites de la disputa
del poder o del cuestionamiento del orden establecido42.
Finalmente, caracteriza al período como “desorden estratégico”, donde la
Argentina debía ubicarse defendiendo sus “intereses nacionales”, estableciendo
políticas que nos proveyeran de un sistema defensivo apto.
En la misma línea Federico Storani, también Diputado Nacional por la
UCR, afirmaba para 1992 que el orden unipolar constituye una aspiración
41
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4016.
42
Conrado Hugo Storani (h) y Ángel Pablo Tello, Hipótesis de conflicto (segunda
parte), Ediciones de la H. Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, septiembre de
1991, p. 26.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
143
de los Estados Unidos, pero que el sistema internacional se dirige hacia la
multipolaridad, ante el ascenso de potencias como la Europa comunitaria y
la ex URSS43.
Al mismo tiempo, condenaba la intervención norteamericana en el Golfo, puntualizando también el interés estratégico y económico de los Estados
Unidos en la región, en el marco de los conflictos –en oposición al diagnóstico “pacífico” del oficialismo– “Norte-Sur”, y caracterizando el accionar
norteamericano como “advertencia para el Tercer Mundo”44. Este diagnóstico
también descartaba la “disolución” o pérdida de vigencia de la soberanía del
Estado-nación.
Otro de los senadores radicales opositores a la medida fue Luis León,
quien afirmó:
nos encontramos también las falencias de un orden internacional elitista y
oligárquico, un orden internacional que dicta leyes, pero que solamente puede impulsar su aplicación cuando las potencias que tienen poder económico
y militar son las damnificadas por la violación de esas leyes. Se trata de un
mundo que puede sancionar reglas obligatorias, pero que no obligan a nadie
si no hay un ejército detrás de alguna potencia que voluntariamente decida
hacer respetar esa ley45.
Sin embargo, también en el radicalismo hubo otras posiciones que daban
cuenta de la existencia de corrientes internas en el mismo partido más cercanas al oficialismo en estos aspectos.
Junto con las transformaciones operadas en la política económica doméstica a partir del Plan Austral, las posiciones de los funcionarios del gobierno
respecto de la inserción internacional argentina también fueron modificándose
de manera sustancial.
El ministro Juan Sourrouille, por ejemplo, había sostenido ya en 1987
que la Argentina era un país que no podía modificar las tendencias económicas globales e ignorar las demandas de los acreedores, y por lo tanto, lo más
43
Federico Storani, “Situación Internacional”, Revista Actualización Política, n° 5 abrilmayo 1992, p. 89.
44
Con respecto a las “soluciones militares ante el temor que inspira una masa enorme de
indigentes”, en el mismo artículo el autor afirma que “allí está la Guerra del Golfo para recordarnos el tratamiento que se le dispensa a aquél que cuestione intereses particulares –el petróleo
en este caso– y un orden establecido. Esto no significa estar de acuerdo con un acto criminal
como el cometido por Saddam Hussein, lo que sí cremos es que, en muchos aspectos, esta guerra fue pensada y planteada como una seria advertencia al Tercer Mundo”, Ibídem, p. 90.
45
Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Senadores de la Nación, 26/27 de septiembre de 1990, p. 4040.
144
María Cecilia Míguez
conveniente era ajustar la política económica respondiendo a algunas de esas
exigencias. Este enfoque consideraba que la mejor forma de superar el estancamiento era a través de una inserción más profunda dentro del orden económico internacional y de una creciente capitalización doméstica, postulando
un “ajuste positivo” basado en la promoción de exportaciones y crecimiento
de la inversión y no a través de la expansión de la producción para el mercado
interno y el aumento del consumo doméstico46.
Eduardo Angeloz sentó su posición respecto de la relación entre el país y
el llamado Tercer Mundo en su libro El tiempo de los argentinos, publicado
también en 1987. Sus argumentos serían los mismos que se utilizaron en los
noventa para justificar la política exterior de Menem, y el retiro de la Argentina del Movimiento de Países No Alineados. Angeloz consideraba que defender
la “vocación tercermundista”
Es como proclamar la victoria de nuestra decadencia. Como defender, en nombre de la solidaridad, nuestra instalación entre los países que se van rezagando,
cuando lo verdaderamente revolucionario hubiese sido mantener el ritmo de
crecimiento –o por lo menos, de no haberlo dejado caer abismalmente–, utilizar nuestra riqueza para ayudar a los postergados y desheredados de la tierra.
Evidentemente, mal que nos pese, hoy somos tercermundistas, porque hicimos
todo, o dejamos de hacer todo, para merecerlo. Pero no ha sido ni deberá ser
ése nuestro destino. Nuestro tercermundismo no es otra cosa, pues, que una
profesión de fe en la decadencia47.
Sin duda esta posición no era la misma en las distintas líneas políticas
del partido y, por lo tanto, evidenciaba las diferencias con el propio canciller
Caputo y con el presidente Alfonsín, defensores de la participación del país
en ese ámbito internacional.
Veamos la posición de uno de los asesores radicales más reconocidos en
el área de las relaciones internacionales: Carlos Pérez Llana. Afirmaba, en
una nota del diario La Nación en septiembre de 1990, que el mundo actual
era “más complejo y menos jerarquizado”, adscribiendo de algún modo a las
teorías que decretaban la transformación de carácter de la relación entre los
países de la posguerra hacia una primacía de los aspectos económicos48.
46
A ldo Vacs, “Vuelta a los orígenes: democracia liberal, liberalismo económico y la
redefinición de la política exterior argentina”, en Carlos Acuña (comp.), La nueva matriz
política argentina, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1995, p. 300.
47
Eduardo Angeloz, El tiempo de los argentinos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1987,
p. 103.
48
“…decididamente existe un nuevo orden, donde la cronología de la guerra fría ha sido
sustituida por una nueva agenda internacional (…) ahora nos encontramos en un mundo más
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
145
Al analizar la situación en el Golfo, consideraba que frente a la constitución de un sistema de seguridad colectiva posterior al desmembramiento de
la URSS, el accionar de Saddam Hussein había amenazado dicho orden y por
lo tanto la respuesta debía ser también colectiva. En consecuencia, defendió
abiertamente la decisión del envío de tropas y la política exterior del canciller Domingo Cavallo, cuestionando únicamente la falta de consulta al Poder
Legislativo49. Así, también hacía suyo el discurso de la “doble medida” al que
hacíamos referencia más arriba, a diferencia de otros funcionarios del mismo
partido.
b) En cuanto a la “adecuada” inserción de la Argentina en ese contexto
La plataforma electoral que describió el programa con el que el Justicialismo concurrió a elecciones en 1989 planteaba una continuidad con la doctrina
peronista de la Tercera Posición, la importancia de la integración latinoamericana y la persistencia en el movimiento No Alineados.
Como dijimos, la política llevada a cabo por Carlos Saúl Menem y sus
cancilleres Domingo Cavallo y Di Tella se distanciaría rápida y abruptamente
de estos postulados. Ya en su primera reunión con Bush, el presidente Menem
prometió respetar los compromisos de la deuda y mencionó su apoyo al “restablecimiento de la democracia” en Panamá50.
Una elaborada concepción comenzó a regir las orientaciones en materia
de política exterior del gobierno de Menem. Al interior del oficialismo, la
discusión acerca de la inserción se enmarcó en los postulados del “realismo
periférico” elaborados por Carlos Escudé51. Sus principios básicos parten de
complejo, menos jerarquizado y donde se destacan los temas económicos y otros de creciente
entidad, como los del medio ambiente y el narcotráfico”. Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible que todos ambicionamos”, La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.
49
La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1990, p. 9.
50
Clarín, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1989. La intervención en Panamá fue un
operativo militar realizado por el ejército de los Estados Unidos de América el 20 de diciembre
de 1989 con el propósito de capturar al General Manuel Antonio Noriega, Comandante en
Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia
estadounidense acusado del delito de narcotráfico. El operativo fue denominado Operation
Just Cause (Operación Causa Justa) por el comando militar estadounidense. Incluso miembros
del Servicio de Inteligencia norteamericano aceptaron que el objetivo real de la invasión era
mantener fuerzas estadounidenses en un puesto de observación y control sobre el canal debido
a que el gobierno de Noriega suponía un peligro para todas las operaciones del canal, y que
sobredimensionaron la figura manipuladora de Noriega con fines propagandísticos.
51
En realidad el concepto fue acuñado por Roberto Russell con otro contenido. La elaboración preteórica de Escudé quedó resumida en su libro Realismo periférico. Fundamentos
146
María Cecilia Míguez
la consideración de la Argentina como un país dependiente vulnerable y por
lo tanto “poco relevante para los intereses vitales de las grandes potencias”52,
y de acuerdo a esta consideración traza líneas de acción necesarias para la
“inclusión” en el sistema internacional:
• Eliminar las confrontaciones políticas con las grandes potencias,
reduciendo el ámbito de sus confrontaciones externas a aquellos asuntos
materiales vinculados en forma directa a su bienestar y su base de
poder.
• La política exterior debe calibrarse no sólo en términos de un riguroso
cálculo de costos y beneficios materiales, sino también en función de
los riesgos de costos eventuales.
• La autonomía debe redefinirse en términos de los costos relativos de
la confrontación. La autonomía se medirá en términos de los costos
relativos de hacer uso de esa libertad de acción frente a un problema
determinado. Debe distinguirse la inversión de autonomía del consumo
de autonomía53.
Además de legitimar de este modo el alineamiento y el abandono de las
políticas autonómicas en los términos que se explicaba en el apartado anterior,
se definía una prioridad por las cuestiones económicas. Cuando reiteradas
veces el oficialismo se refiere al “interés nacional”, lo hace vinculándolo
discursivamente con las necesidades económicas, como si esas necesidades
fueran las mismas para todos los argentinos. Este es el eje sobre el que basa
su política exterior. De hecho, sus dos cancilleres fueron economistas. El ex
presidente afirmaba:
Mi concepción de política exterior es simple y clara: hay que trabajar para que
la Argentina tenga una política exterior que privilegie el interés nacional, esto
es, el bienestar de los argentinos. Esto presupone, por sobre todas las cosas,
realismo; porque sabemos que sólo el crecimiento económico y el mayor
bienestar de la población nos van a dar más presencia en el mundo. Se trata de
crear un clima de libre comercio y también para el movimiento de capitales,
para las inversiones directas favorables para el crecimiento de la economía
para la Nueva Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1992.
52
Carlos Escudé, Ibídem.
53
Carlos Escudé, “La política exterior de Menem, y su sustento teórico implícito”, Revista América Latina Internacional, vol. 8, núm. 27, Buenos Aires, enero-marzo de 1991.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
147
mundial y el aprovechamiento por parte de las economías nacionales, de la
oportunidad que ofrece la economía mundial. De esta forma pretendo que la
política exterior se constituya en un apoyo fundamental para la solución de los
problemas económicos y sociales de nuestro país54.
El ex canciller Guido Di Tella declaraba, con respecto a la prioridad en la
agenda de los temas económicos: “La política exterior no es 90% de política
y 10% de economía. No diría lo contrario, pero una proporción de más de la
mitad está al servicio de la política económica”55.
Aparece en la construcción ideológica una relación directa entre la política
exterior “pragmática” y las políticas económicas de apertura y liberalización
de la economía.
El Diputado Nacional radical citado anteriormente, Conrado Storani, a
diferencia de este planteo, se refería a la necesidad de lograr márgenes de
autonomía en el caso de los países del Sur, y lo asociaba con la conformación
de ámbitos regionales, subsistemas que aspiran a través de la integración a
“mayores cuotas de poder y desarrollo”56.
Y en cuanto a las relaciones con la potencia del Norte afirma:
Políticas alineadas hacia fuera que provocan divisiones vergonzosas hacia
adentro sólo contribuyen a desencuentros y fracturas internas que entorpecen
un clima de estabilidad y armonía necesario para el crecimiento económico
y la credibilidad internacional. Es imprescindible para nuestros intereses
una relación sólida con los Estados Unidos [...] Pero esto será así en tanto y
en cuanto nuestro pueblo pueda realizarse plenamente [...] No es enviando
medicamentos a los países del Golfo Pérsico y permitiendo que enfermedades
supuestamente desaparecidas hagan estragos en nuestra población infantil
como vamos a crear un clima interno favorable a una alianza duradera con el
gran país del Norte57.
En cambio, también dentro del radicalismo, la posición del candidato radical Eduardo Angeloz era más coincidente con la del ex presidente Menem.
Tal es así que en un trabajo de análisis de opinión sobre la política exterior
de 1992, Mora y Araujo y otros afirmaban que “los dos principales referentes
políticos del momento –los dos que ostentan los más altos índices de valoraMenem, op. cit., p. 32.
Guido Di Tella, “Política exterior argentina: actualidad y perspectivas 1991-1995”, en
Jalabe, op. cit.
56
Storani, y Tello, op. cit., p. 41.
57
Ibídem, p. 63.
54
55
148
María Cecilia Míguez
ciones positivas por parte de la población, esto es, Carlos Menem y Eduardo
Angeloz– son ambos percibidos como sustentando la presente orientación de
la política pública, particularmente en los campos de la política económica y
las relaciones exteriores”58.
Carlos Pérez Llana, a pesar de distanciarse del diagnóstico del nuevo orden internacional realizado por el oficialismo, defendía la política exterior de
Cavallo distinguiéndola de su sucesor Guido Di Tella. Al referirse al enfoque
inaugurado en 1989 y que privilegió las cuestiones económicas, escribe que “la
gestión del canciller Cavallo vino a coincidir con la mayoría de los analistas,
quienes señalaban la necesidad de colocar a la política exterior al servicio del
crecimiento y el bienestar”59.
Del mismo modo, era partidario de la “inserción internacional” en el nuevo orden internacional, aprovechando sus “oportunidades”, que no se limitaban
a los Estados Unidos, sino que debía haber un criterio más amplio60.
Lucio García del Solar, en esta línea, criticaba el envío de tropas al Golfo
por considerarlo una “sobreactuación”, entre otras, con la falsa esperanza de
que redituaran materialmente. Lo que hace es rescatar el rumbo económico
de la política menemista y del ministro Cavallo como la puerta verdadera de
entrada a la ayuda financiera de Washington y los organismos internacionales. La crítica que realiza a la política exterior es de forma, y no de contenido.
Recalcando la relevancia de la forma en el caso de estas políticas públicas,
advierte sobre el protagonismo del ex presidente y la necesidad de mantener
la “independencia de criterio”61.
En estos dos últimos autores prima la necesidad de “reinsertarse” en el
orden internacional que veíamos en el oficialismo. No hay una crítica al carácter de la intervención de los Estados Unidos en el Golfo, más bien lo contrario,
58
Manuel Mora y Araujo, Graciela Di R ado y Paula Montoya, “La política exterior y
la opinión pública argentina”, en Roberto Russell (comp.), La política exterior argentina en
el nuevo orden mundial, Buenos Aires, Grupo Editoral Latinoamericano, 1992, p. 223.
59
Carlos Pérez Llana, “La nueva agenda internacional y la política exterior argentina”,
Comentarios al artículo de Carlos Escudé “Cultura política y política exterior: el salto cualitativo de la política exterior argentina inaugurada en 1989”, en Russell, La política exterior
argentina…, cit., p. 93.
60
Carlos Perez Llana, “Ser el país previsible…”, op. cit.
61
El ex embajador Lucio García del Solar sostuvo: “En conclusión, puedo reiterar que las
posiciones adoptadas por el actual gobierno en política exterior son las que corresponden, salvo
algunas excepciones, al momento que vive la comunidad internacional debido a sus dramáticos
cambios. En la diplomacia, sin embargo, las formas tienen tanta importancia como el fondo.
Con formas adecuadas, una mala política puede defenderse mejor; descuidando las formas,
una buena política puede estropear la imagen y perjudicar los resultados”, en Comentarios al
trabajo de Carlos Escudé, “Cultura política y política exterior [...]”, cit., pp. 201-202.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
149
por lo tanto el eje es la no consulta al Legislativo –siempre teniendo como
referencia ese objetivo de la reinserción– ya que atenta contra la previsibilidad
de la Argentina en el sistema internacional.
Alfredo Bruno Bologna, especialista en política exterior argentina,
sostuvo que el gobierno de Menem asumió el paradigma “neoconsevador”
formulado por las potencias, un paradigma donde las distinciones entre países predominantes y países pobres se relativizan, se intentan diluir. El orden
“global” se presentó como incuestionable, y por lo tanto sólo quedaba “acomodarse” en él mediante la apertura de la economía, el ajuste y la inserción
en el orden económico imperante62. Sin embargo, a partir de lo analizado, es
factible reflexionar respecto de la aceptación y adopción de dicha concepción
por parte de líneas de la dirigencia política de ambos partidos a analizar.
Hemos visto que circulan tanto al interior del Partido Justicialista como
de la Unión Cívica Radical los nuevos paradigmas de los países centrales –que
constituyen en ciertos casos resignificaciones de “viejas” ideologías, como
lo es la justificación de la intervención–, que ejercen además su hegemonía
cultural.
c) Una posición con respecto a las causas históricas de la crisis argentina
en relación con las formas de inserción internacional
Los análisis acerca de las problemáticas actuales remiten necesariamente
a interpretaciones acerca del pasado. El neoliberalismo, ya presente tanto
en algunos dirigentes radicales como en el oficialismo, resaltó el valor de la
Argentina exportadora de principios de siglo y cuestionó los intentos de autonomía, calificados como “aislamiento”. Estas corrientes locales que reflejaban
las teorías neoliberales que afloraron desde la década de 1980 “generaron
una visión sesgada y errónea de las causas del autoritarismo militar, la crisis
y la ‘declinación’ económica argentina. Éstas serían, para esos enfoques, el
resultado de un presunto ‘aislacionismo’ argentino, cuando no de un ‘desafío
nacionalista’”63.
Hay que destacar, además, que más allá de la retórica antiestatista, lo
que se dirimía era cómo reorganizar el poder del Estado, en función de a qué
intereses predominantes se iban a orientar las políticas públicas.
62
El autor agrega que el pensamiento “conservador del Sur” “niega todo sentido al proceso
de negociaciones globales. Sus reivindicaciones frente al sistema mundial se limitan a cuestiones de tipo pragmático [...] Los conservadores del Sur comparten la constelación de ideologías,
valores y símbolos proclamados por el sistema cultural del Norte”, Bologna, op. cit.
63
R apoport y Spiguel, op. cit., p. 72.
150
María Cecilia Míguez
El experto brasileño en relaciones internacionales, Amado Luiz Cervo,
sostuvo que un gran número de especialistas se congregó en una verdadera
comunidad epistémica. Este concepto da cuenta de la existencia de un conjunto
de intelectuales, académicos y diplomáticos argentinos que, con sus aportes,
ayudaron a formular la base de sustentación ideológica de la política exterior
de Menem. Todos ellos, como veremos, tenían una visión “revisionista” de la
historia argentina. Entre ellos, Carlos Escudé, Tulio Halperin Donghi, Carlos
Díaz Alejandro y Andrés Cisneros.
El primero de ellos partió de encontrar como causa del “estancamiento”
económico la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Así,
afirmaba:
La moraleja, difícil de rebatir, es que las malas relaciones crónicas con una
gran potencia de cuya buena voluntad se depende en muchas esferas no son
funcionales para el interés nacional de un país vulnerable como el nuestro, y
pueden acarrear costos enormes [...] La Segunda Guerra Mundial debe ser un
recordatorio permanente de lo costosas que pueden ser las malas relaciones
con un país como los Estados Unidos64.
Esta visión generó en 1984 una importante polémica en el área de las relaciones internacionales, y en particular respecto del carácter de esa neutralidad,
con otro estudioso de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos,
Mario Rapoport65.
Tulio Halperin Donghi contribuyó a esta “revisión tradicional” por medio
de la distinción de tres etapas en la historia argentina. En palabras de Amado
Cervo, “antes do peronismo, a grandeza, de Perón a Alfonsín, a decadência,
de Menem a Menem, a redenção”66. Las tesis económicas de Carlos Díaz
Alejandro, desarrolladas en su Ensayo sobre la historia económica argentina,
contribuyeron de modo fundamental a la exaltación del modelo agroexportador
y a la justificación del proceso de desindustrialización.
Específicamente en el área de las relaciones internacionales, la adscripción a esta comunidad epistémica se tradujo en la elaboración de un objetivo
64
Carlos Escudé, “La crisis del Golfo y la Segunda Guerra Mundial”, en Diario La
Nación, 16 de octubre de 1990, p. 7.
65
Ver las tesis de ambos autores: Mario R apoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las
clases dirigentes argentinas (1940-1945), Ed. Belgrano, 1981; Carlos Escudé, Gran Bretaña,
Estados Unidos y la declinación argentina (1942-1949), Ed. Belgrano, 1983; y la polémica
publicada en la Revista Desarrollo Económico, Vol. 23, N° 92, enero-marzo de 1984.
66
Citado por Bernal-Meza, op. cit., p. 324.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
151
para la Argentina de los noventa: favorecer la reinserción de la Argentina en
el Primer Mundo67.
Adscribiendo a esta “revisión neoliberal”, Di Tella expresaba:
El problema de la Argentina, o por lo menos uno de los problemas básicos,
ha sido una política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales
culturales, económicas, políticas y eso se ha notado a lo largo de muchos
años. No es un fenómeno que duró una década sino un muy largo período, de
50 o 60 años [...]. Esto de haber pretendido hacer un modelo autárquico en el
orden económico y en el orden tecnológico, no podía sino terminar muy mal.
La declinación argentina está claramente asociada a ese proceso, no sólo en el
orden económico sino en el orden internacional68.
Como decíamos, para los ideólogos liberales, la Argentina habría pasado
de una “época de oro” a su declinación y la razón habría sido el aislamiento,
la búsqueda de autonomía. El candidato radical Eduardo Angeloz revisaba de
este modo la historia argentina, haciendo suyas ideas muy similares:
Como en tantas otras oportunidades, sobre todo desde el 30 hasta aquí, hemos
marchado a contrapié: mientras se producían los milagros económicos de la
segunda posguerra, por caso, protagonizábamos, con un inconcebible instinto
de autodestrucción, el milagro de la regresión. Conquistamos la autarquía de
la decadencia, pero siempre encontraremos en otros los causantes de nuestros
propios males. Los argentinos vivimos imaginando conjuras internacionales en
nuestra contra, y siempre encontramos villanos para personificar la tragedia de
nuestros propios males. Parecemos pensar que, cada mañana, Reagan y Gorbachov se comunican para acordar la maldad que nos inferirán ese día. Y, aunque
esto hiera nuestro orgulloso argentinocentrismo, desaparecimos del mundo69.
Este discurso se convirtió en hegemónico en la cancillería luego de la
asunción de Carlos Menem, y durante años periodistas, asesores e intelectuales
justificaron las reformas como el único camino posible. Es muy significativa
la posición de Mariano Grondona al respecto, varios años después:
En 1989, cuando se inclinó por las relaciones carnales con los Estados Unidos,
Menem apostó con la intuición del político al naciente imperio norteamericano.
67
Ver los trabajos de Felipe De la Balze; Jorge Castro; Jorge Bolívar y Andrés Cisneros,
en Cisneros, 1998.
68
Di Tella, op. cit., pp. 379-380.
69
Angeloz, op. cit., pp. 70-71.
152
María Cecilia Míguez
Pero esta apuesta no se concretó tanto a través de la diplomacia del canciller
Di Tella, cuanto por medio de una decisión más profunda: la ley de convertibilidad del ministro Cavallo.
Ésta es la base real de las relaciones carnales: que en 1991, nuestra economía se
mudó del peso al dólar. Antes que otros países, la Argentina decidió convertir
su economía en un apéndice del imperio norteamericano. Hoy, si los depósitos
se están desplazando del peso al dólar, ya no le importa. Es en el dólar, y no en
el peso, donde ella ha fijado su morada. ¿Había otra alternativa? ¿La hubo en
1852? En el mundo global de nuestros días, ¿pueden las naciones periféricas
darse el lujo de la independencia económica? ¿Es su objetivo la exaltación de
la soberanía o el refugio de la seguridad?70
A pesar de las diferencias que Dante Caputo planteó respecto del realismo
periférico, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 1988, también
exaltaba la inserción internacional característica del modelo agroexportador:
En cuanto a la inserción de la Argentina en el contexto internacional, soy un
convencido de que el país necesita absolutamente del mundo exterior para
su desarrollo. Esa fue nuestra historia. Crecimos desde 1880 a 1930 porque
encontramos la manera adecuada de insertarnos en el mundo. Cuando después de la crisis de 1929, no se supo encontrar un nuevo modo de inserción,
el crecimiento cesó, se desarrollaron las tendencias más perversas hacia la
especulación económica y el autoritarismo político. Creo que ahora se presenta
una nueva reacomodación del esquema internacional, que da a la Argentina
una nueva oportunidad para reinsertarse en ese esquema71.
Es notoria la coincidencia entre este último planteo y las posiciones de los
dos cancilleres del gobierno de Menem, Cavallo y Di Tella.
La revitalización de la matriz de pensamiento conservador liberal argentino sirvió de discurso legitimador y fue fundamental para la instalación de la
necesidad de reformas estructurales en la agenda estatal.
d) Una posición con respecto a la nueva política económica neoliberal
Como se afirmaba, durante la década del 80 se fue produciendo al interior de las clases dirigentes un corrimiento de las corrientes nacionalistas y
dependentistas. La ideología neoliberal –como plantea Raúl Bernal-Meza–,
70
Mariano Grondona, “El lado argentino de la globalización”, Diario La Nación, 30 de
agosto de 1998.
71
Dante Caputo, en entrevista publicada en La Nación, Buenos Aires 13 de noviembre
de 1988, pp. 1-3.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
153
que hacía de la crítica al modelo desarrollista de sustitución de importaciones
su eje articulador para fundamentar la aceleración de su implantación en la
Argentina, justificaría con ella el proceso de desmantelamiento de la industria
nacional, retrotrayendo al país a una situación de productor primario72.
Para la corriente vinculada con el oficialismo menemista, la conexión
entre política exterior y política económica doméstica fue directa y una de las
críticas que la gestión justicialista hizo a la de Raúl Alfonsín se basó justamente en ese eje. Su cuestionamiento marcaba con agudeza la contradicción
y los límites de la política exterior del gobierno radical, pero utilizaba este
razonamiento para propiciar una política de un acercamiento de mayor alcance
con los Estados Unidos y con la Unión Europea.
En el proyecto económico y político del presidente Menem, el alineamiento con los Estados Unidos y el reordenamiento económico interno se
plantearon como prioridades73. Ambos elementos constituyeron dos planos
de una unidad, partes de una estrategia global. El mismo canciller Di Tella se
expresaba al respecto:
Estimo que la política que hemos seguido es una continuación en cierto sentido
de la política que comienza en 1983 con la democracia, que hace esto posible,
pero básicamente la política que comienza en 1989 produce un cambio externo
e interno. La política exterior que estamos haciendo se traduce al interior: la
estabilidad, el equilibrio fiscal, las cuentas ordenadas, la transparencia, las privatizaciones, adoptar normas económicas parecidas a las normas del mundo,
y no inventarnos normas económicas y un modelo alternativo que no existió
más que en nuestra imaginación. Pero la política exterior tiene autonomía y ha
sido necesaria para hacer viable las nuevas relaciones económicas que yo mencionaba en el caso del Plan Brady. El Plan Brady se hizo en Economía. Pero se
hizo posible porque había una política internacional totalmente coherente74.
Es notable en este sentido la coincidencia entre las propuestas del candidato radical Eduardo Angeloz y las políticas efectivamente adoptadas por el ex
presidente Menem, una vez en el gobierno. Si bien la figura de Eduardo Angeloz no representaba a la totalidad de un radicalismo profundamente fracturado,
el hecho de que él fuera el candidato a la presidencia de 1988 da cuenta de la
predominancia dentro del partido radical de esta línea política.
Bernal-Meza, op. cit., p. 323.
Busso y Bologna, op. cit., p. 46.
74
Di Tella, op. cit, pp. 389-390.
72
73
154
María Cecilia Míguez
Como prueba de esas coincidencias, en abril de 1989, la oportunidad
de la conformación del equipo económico del Ministro de Economía Juan
Carlos Pugliese, al que se sumaban Mario Vicens y Pablo Gerchunoff –dos
colaboradores del staff de Eduardo Angeloz–, coincidía con la presentación del
candidato oficial de la Unión Cívica Radical de la elaboración de un programa
poselectoral. Allí se enunciaba la necesidad de una “apertura al mundo” y de
“disciplina fiscal”. El eje del discurso fue la necesidad de privatizar, de reducir
el déficit fiscal y la desregulación y apertura del comercio exterior. El diario
Página/12 del día 11 de abril calificaba en un epígrafe: “Reformas del Estado,
cambiaria y fiscal, para la inserción en el mundo de los grandes”.
A propósito de argumentar la necesidad de un ajuste que posiblemente
afectara a los asalariados en forma directa, Angeloz expresaba en su trabajo
“El tiempo de los argentinos”:
[…] algunos de los milagros económicos que admiramos, los de los pueblos
de occidente de Europa y el de Japón, tuvieron como elemento potenciador la
utilización de la redistribución del ingreso como mecanismo de ajuste, y las
organizaciones sindicales renunciaron o postergaron sus reclamaciones porque
debían contribuir con sus sacrificios a la causa del interés nacional [...] Por
cierto, los trabajadores de esas naciones se sacrificaban porque sabían que, tan
pronto se operase la rehabilitación de sus economías, mejoraría su calidad de
vida. Lo que aconteció efectivamente75.
La expresión de “lápiz rojo” para referirse a la necesidad de achicar los
gastos del Estado trascendió como síntesis de la posición del candidato radical.
Sería el candidato del partido opositor, paradójicamente, quien llevaría a cabo
dichas transformaciones.
Una vez en el gobierno, invirtiendo los papeles y los argumentos y sin
esbozar crítica alguna, el nuevo oficialismo justicialista se lanzó a justificar la
necesidad de una legislación que antes consideraba –públicamente– ideológica
y políticamente inadmisible.
Ambos partidos coincidieron en aceptar que las causas de la crisis económica eran la intervención del Estado en la economía y el proteccionismo.
Agravado por la crisis del final del mandato, el radicalismo se comprometió a
“no obstaculizar” la sanción parlamentaria de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado, que fueron el marco legal de la implantación
del nuevo modelo. Al mismo tiempo, mal podía oponerse con credibilidad ante
la sociedad, por ejemplo en el caso de las privatizaciones, luego de haber sido
75
Angeloz, op. cit., pp. 84-85.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
155
el que las introdujo en la agenda pública. Sólo parecía quedarle el camino de
denostar los métodos elegidos y la concentración de poder que reclamaba el
Ejecutivo en desmedro del Parlamento76.
Durante los inicios del período menemista, la UCR mantuvo una perspectiva contradictoria con respecto al proyecto neoliberal. Al aceptar el diagnóstico que atribuía las causas de la hiperinflación al intervencionismo estatal y al
agotamiento de la modalidad proteccionista de desenvolvimiento económico,
los radicales apoyaron las reformas propuestas por Menem. Al igual de lo
que sucedía con la mayoría de los dirigentes peronistas, el neoliberalismo
fue considerado por los radicales como la única salida coyuntural ante una
situación de urgencia77.
5. Conclusiones
Se ha analizado en los cuatro apartados una serie de discrepancias y consensos entre el PJ y la UCR y al interior de estos dos partidos.
En primer lugar, los debates en el Parlamento fueron intensos ya que
ponían en juego distintas concepciones sobre los cambios en el sistema internacional, sobre la posición internacional de la Argentina y sobre el estilo de la
política exterior. Mientras algunos defendían las orientaciones del “realismo
periférico” y el paradigma de “relaciones carnales” con los Estados Unidos
como única potencia mundial, otros defendían el carácter multipolar del escenario internacional y oscilaban entre condenar el envío de tropas o lamentar
la forma en la que se había producido, sin consulta al Legislativo y a los países
del Grupo de Río.
En segundo término, estos debates también evidenciaron las presiones,
éxitos y dificultades para consolidar un modelo económico con su correlato
en política exterior. La posición del ex presidente Menem y sus colaboradores se hizo dominante al interior del partido gobernante, pero también logró
importantes apoyos en el radicalismo. En algunos casos, favorecidos por las
condiciones de la transición, pero en otros, sobre la base de percepciones comunes que han sido suficientemente demostradas.
Por último, la coincidencia con respecto al diagnóstico de la crisis económica y el propio desempeño del radicalismo en la gestión del ex presidente
76
Mabel Thwaites R ey, Tesis Doctoral Inédita, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2001, p. 82.
77
R icardo Sidicaro, La crisis del estado y los actores políticos y socioeconómicos en
la Argentina (1989-2001), Libros del Rojas, Serie Extramuros, Universidad de Buenos Aires,
2001, p. 78
156
María Cecilia Míguez
Alfonsín, sobre todo en lo que hace a las negociaciones de la deuda externa y
la ausencia de un proyecto de reindustrialización que revirtiera las tendencias
iniciadas durante la dictadura militar, limitaron la justa condena que algunos
representantes hicieron al envío de tropas al Golfo Pérsico y a la política exterior en general.
La administración del ex presidente Menem y los funcionarios e ideólogos
allegados hizo propios no sólo los diagnósticos de los Estados Unidos, sino
también su discurso legitimador de las intervenciones en países del Tercer
Mundo. Líneas políticas dentro de la Unión Cívica Radical, también.
Tanto el radicalismo como el justicialismo tienen una tradición ideológica
en materia de política exterior. Para el justicialismo fue la formulación por
parte de Juan Domingo Perón de la llamada Tercera Posición, mientras que en
el caso del radicalismo esa tradición fue heredada de la influencia krausista en
el pensamiento de Hipólito Yrigoyen, en particular de su idea de nación y de
las relaciones de las naciones entre sí como libre asociación de autonomías. Sin
embargo, hacia fines de la década de los ochenta, y en los noventa en especial,
la dirigencia política argentina, proveniente tanto de un partido como de otro,
adoptó –no sin conflictos y disputas– un marco ideológico “neoconservador”.
Por esa razón, entre otras, radicalismo y justicialismo se vieron divididos y
fracturados.
En los debates y posiciones que venimos analizando no podemos identificar una posición homogénea y unívoca en ninguno de los dos partidos.
Ya desde el denominado “giro realista”, la diplomacia radical había renunciado a liderar movimientos contestatarios del orden internacional vigente, y
en el plano interno, sus dirigentes aceptaban que no había alternativa al ajuste
interno y al comportamiento externo afín a los requerimientos de las potencias
hegemónicas del sistema internacional. Asimismo, con el transcurso de los
años durante la presidencia de Alfonsín, las formulaciones de inicio se fueron
modificando, y quienes eran sus principales defensores fueron perdiendo protagonismo respecto de dirigentes que ya no compartían esa visión del escenario
internacional. El carácter conflictivo del avance del nuevo discurso hegemónico se expresó en que a pesar del “giro realista” el gobierno radical no aceptó
el cese de hostilidades propuesto por Thatcher como condición para negociar
en la cuestión de Malvinas, se negó a desactivar el proyecto misilístico Cóndor
II a pesar de las intensas presiones de Estados Unidos y otros miembros de
la comunidad internacional, como a firmar el Tratado de No Proliferación y
ratificar Tlatelolco. Por otra parte, la oposición justicialista se había resistido
desde el Parlamento a las nuevas orientaciones del gobierno de Alfonsín que
expresaban el acercamiento a los Estados Unidos.
Los partidos políticos y el envío de tropas al Golfo Pérsico
157
Conviene aclarar además que en muchos casos las posiciones con respecto
a la política exterior de los partidos políticos no constituyen formulaciones a
priori, sino que se encuentran sometidas a la dinámica interna. Es decir, tanto
a la concepción de la política doméstica como al juego político coyuntural.
Tanto el radicalismo como el justicialismo han sostenido posiciones distintas
según fueran oficialismo u oposición. Debemos recordar que la discusión del
envío de tropas al Golfo se dio a poca distancia de las elecciones que se realizaron en 1991. Teniendo en cuenta estos aspectos, se han analizado distintos
niveles, no únicamente el discursivo.
Retomando la pregunta que ha orientado esta investigación, se sostiene
que la coincidencia respecto de la “necesidad” de la aplicación de las reformas
en línea con el Consenso de Washington, la participación de ambos partidos en
la aprobación de las Leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado y
el grado de acuerdo respecto del análisis sobre la “crisis argentina”, limitaron
el alcance de las discusiones respecto de las dimensiones político diplomática
y estratégico-militar de la política exterior.
Si bien la UCR no adscribió en el plano diplomático al paradigma del alineamiento automático con los Estados Unidos y realizó fervientes objeciones
tanto en el ámbito parlamentario como extraparlamentario, al no cuestionar
activamente y en forma global la política económica doméstica con la que la
nueva inserción internacional se complementaba –privatizaciones, desregulación y apertura–, su capacidad para hacer valer sus argumentos opositores
quedó reducida a cuestiones de “principios”, o en algunos casos, a una impugnación de la forma y no del contenido.
Para establecer una política exterior independiente en un país como la Argentina, ésta debe formar parte necesariamente de una estrategia global de desarrollo que priorice la autonomía y soberanía en todos los aspectos78. De otro
modo, los márgenes de acción posibilitados por una estrategia pendular entre
distintas potencias hegemónicas demuestran a corto plazo sus limitaciones y
no siempre deben ser entendidas como políticas exteriores autonómicas.
Por lo tanto, a partir de lo analizado y de la inscripción del caso de estudio
en los procesos políticos y económicos de la coyuntura, se puede concluir que
a pesar de las diferencias existió un importante nivel de acuerdo en sectores
78
Se coincide con Spiguel y Rapoport cuando afirman que “A contracorriente de las
recetas “globalizadoras” y la retórica que acompaña las aventuras imperiales del presente,
toda la historia de Argentina, y particularmente su historia reciente, revelan que la soberanía
de las naciones periféricas, con base en su autonomía económica, es condición fundamental
para garantizar una verdadera democracia”, Mario R apoport y Claudio Spiguel, Política
exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001), Buenos Aires, Ediciones Capital
Intelectual, 2005, p. 90.
158
María Cecilia Míguez
de la dirigencia política en cuanto a la necesidad de implementar una inserción
internacional afín a las potencias hegemónicas en el marco de la exaltación
de la globalización y que ese acuerdo traspasó las barreras partidarias, produciendo importantes transformaciones y desplazamientos tanto en la UCR
como en el PJ.
El sentimiento partidista presente
en el inicio de la Conquista del Perú –
Supervivencia medieval en los conflictos
entre Pizarro y Almagro
Danielle Py
Universidad del Salvador
daniellepy@gmail.com
R esumen
El siglo XVI americano fue escenario de la lucha de partidos entre los
españoles que defendieron con vigorosa fidelidad a sus respectivos líderes. En
la Conquista del Perú se encuentra el caso que mejor demuestra el nivel de
violencia que alcanzaron las rivalidades partidarias. Fue en la singular, difícil
y posteriormente violenta relación entre Diego de Almagro y Francisco Pizarro desde la salida de Panamá en 1524 hasta la lucha por la dominación de la
ciudad del Cuzco en 1538.
Palabras Claves
Conquista del Perú – Conquistadores Españoles – Sentimiento Partidista
– Diego de Almagro – Francisco Pizarro.
Abstract
American XVI century experienced the struggle between Spanish parties that vigorously and loyally defended their respective leaders. And Peru’s
Conquest is one of the best cases to illustrate the level of violence partisan rivalries achieved, as the difficult and later violence relationship between Diego
de Almagro y Francisco Pizarro showns.
Temas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 159-180.
160
Danielle Py
K ey Words
Peru’s Conquest – Spanish conquerors – Diego de Almagro – Francisco
Pizarro.
Introducción
La conquista del Perú en la primera mitad del siglo XVI fue marcada por
las disputas territoriales entre los dos principales representantes españoles,
Francisco Pizarro y Diego de Almagro, quienes condujeron grupos de hombres
que los defendieron hasta los últimos recursos.
El propósito de esta investigación es analizar las características grupales
e individuales de quienes participaron empíricamente en los hechos de estos
conflictos, hombres oriundos de la Península Ibérica signados por vestigios
medievales en su modo de actuar y de vivir, principalmente en el sentimiento
de unión y fidelidad que los alió a Diego de Almagro o a Francisco Pizarro.
El sentimiento partidista en la mentalidad medieval. La idiosincrasia del
conquistador español
Era una supervivencia del viejo y fuerte sentimiento que unía a los auxiliares
juramentos con el demandante y los hombres de guerra con su señor, y que se
inflamaba, rotas las hostilidades, con una pasión que lo olvidaba todo. Era un
sentimiento partidista, no un sentimiento político.
La última Edad Media es la época de las grandes luchas de partidos. (…) El
orgullo de familia y la sed de venganza, la lealtad apasionada por parte de los
súbditos, son entonces impulsos perfectamente primarios.
La estructura social medieval fue singularizada por la formación de grupos de las más diferentes índoles, encajados dentro del sistema socio económico que caracterizó la cosmovisión del orbe europeo medieval occidental.
[...] el hombre del medievo estaba siempre, de una manera o de otra, vinculado
a un grupo. Los lazos que unían a los componentes de un grupo eran mucho
más fuertes que los lazos entre los grupos o entre individuos pertenecientes a
distintos grupos: los lazos sociales eran ante todo interiores al grupo.
Johan Huizinga, El otoño en la Edad Media, Madrid, Alianza, 1990, pp. 30, 31.
A rón Gurievich, Las categorías de la cultura medieval, Madrid, Taurus, 1990, p. 215.
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
161
El hombre medieval era naturalmente miembro de una comunidad en la
cual estaban estrechamente relacionados y los unía un peculiar sentimiento
con mezcla de solidaridad, respeto, fidelidad y defensa el uno del otro, que
Huizinga llamó sentimiento partidista.
Este sentimiento estuvo muy bien representado en el grupo de varones
nacidos de la fórmula que peculiarizó la sociedad medieval – la hereditariedad.
La herencia, a través de la cual los hijos primogénitos poseían el derecho de
seguir con las posesiones del padre sea en las propiedades o en los títulos, generó naturalmente una segunda clase de hijos no primogénitos, que terminaron
uniéndose y formando grupos de hombres conocidos como “segundones” o
como ha dicho George Duby, los “Juventus”.
Estos jóvenes, privados de la herencia de las familias, tuvieron que procurar su ubicación dentro de una configuración social inicialmente cerrada a
ellos. El sendero encontrado fue el de la aventura, del vagabundeo errante que
terminó por llevarlos a un desplazamiento geográfico. La sociedad medieval
no los marginó sino que los encajó utilizándolos para otras necesidades de
la época. Fueron atraídos por uno de los principales pilares medievales –la
Iglesia– que atrajo a su causa misionera a esta juventud de los “no primogénitos”; inicialmente ociosa, sin tierras, sin poder aunque combativa. El traslado
inicialmente natural y sin rumbo tomó forma y sentido transformando a estos
jóvenes en los “caballeros andantes dedicados al servicio de Dios”. Los cuales pasaron a vivir y actuar dentro de un molde cristiano conocido como los
“cristianos de la militia Christi”.
Estos varones fueron uniéndose, formando e incorporándose a grupos de
iguales, construyendo un tipo de hermandad. Estas agrupaciones se consolidaron alrededor de un superior que los mantenía distribuía, armas y dinero y los
guiaba hacia la aventura, lo desconocido y el premio. Una de sus principales
características fue el hecho de errar, deambular, rechazando la permanencia en
Ibídem, “Las uniones de vasallos, las uniones de caballeros y órdenes de caballería, las
órdenes monásticas y el clero católico, las comunas urbanas y las corporaciones de artesanos;
los grupos de defensa y las cofradías religiosas; las comunidades rurales y los grupos creados
por lazos de sangre y parentesco, los grupos patriarcales y los círculos familiares eran, entre
otros, los grupos humanos que reunían a los individuos en pequeños mundos, aportando a sus
miembros defensa y protección, y se formaban también sobre la base de la reciprocidad en el
intercambio de servicios y ayudas”.
George Duby, Hombres y estructuras de la Edad Media, México, Siglo XXI, 2000, p.
12.
Ibídem.
Ibídem, p. 13.
Ibídem, p. 136.
162
Danielle Py
donde fuera. Los grupos se pusieron en marcha, vagando por todas las tierras,
buscando aventuras entre los torneos y la guerra. Estas compañías fueron a
la vez la bandera de la aventura, violencia, agresividad y de la turbulencia. A
partir del siglo XIII este grupo nacido de los “segundos” ya estaba totalmente
estructurado, con normas internas y poseía su lugar dentro del ámbito de la
sociedad medieval de entonces.
Con el advenimiento del siglo XVI la España de los Reyes Católicos, ya
moderna en su línea histórica, poseía resquicios de la cosmovisión medieval.
Lo conocido en la historiografía como “Conquista de América” trajo al continente americano la cultura occidental plasmada en muchos de sus aspectos
de resquicios del largo pasado medieval. Entre ellos las peculiaridades de
grupos de varones conformados básicamente por los “juventus”. Hombres que
en el siglo XVI ya poseían intrínseco a su propia conformación individual,
las características, los valores, el modo de actuar y los sentimientos de este
grupo, como verdades establecidas en su ser. Los hombres ya pensaban y se
comportaban naturalmente como errantes, aventureros, juntándose a grupos
liderados por un jefe, yéndose hacia lo inexplorado.
Para este grupo el hecho de cruzar el océano Atlántico y lanzarse hacia
lo desconocido fue quizá la mayor odisea que pudieron imaginar emprender.
La sed de riquezas, la impulsividad, la herencia de sangre combativa, la necesidad psicológica de dominar, la necesidad de igualar, cuando no superar,
empresas heroicas y fortuna de otros guerreros singularizaron a los primeros
conquistadores de América.
Es el mismo valor ciego, que parte confiando únicamente en sí, hacia lo desconocido, el mismo afán de lucro y de poder, la misma confianza en el azar, el
propio dinamismo, la propia ascensión de los héroes hasta la dignidad cesárea,
el propio fin desastrado. Una y otra aventura prueban semejante espíritu colectivo, a pesar del localismo y de los particularismos de las distintas provincias
que integran a España10.
En el caso de América, la compañía era el conjunto de hombres armados que acompañaban a un capitán que había recibido, por haber capitulado el rey, el gobierno de una tierra y
la misión de conquistarla y poblarla. El compañero participaba de la expedición y su recompensa consistía en una parte del eventual botín de guerra. En: A lberto M. Salas, Miguel A.
Guerin y José Luis Moure (eds.), Crónicas iniciales del Perú, Buenos Aires, Editorial Plus,
1987, p. 50.
R. Blanco-Fombona, El conquistador español del siglo XVI, Madrid, Mundo Latino,
s.f., p. 242.
10
Ibídem, p. 243.
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
163
Los conquistadores eran en general jóvenes, aunque los superiores eran
hombres maduros. La relación dentro de los grupos era vertical, siendo la
autoridad del mando asegurada por el encargo real, dada por las respectivas
experiencias de estos futuros jefes. No provenían de la nobleza siendo un pequeño porcentaje eran de hidalgos, el grado más bajo de la nobleza española.
Los demás eran de la clase popular “gente desvalida y audaz que va en pos
de fortuna”11.
Los jefes de las huestes fueron hombres que reunieron condiciones de muy
diversa índole como dinamismo, impetuosidad, sed de aventura, curiosidad
del descubrimiento, y la decisión de los guerreros que partieron dispuestos
a combatir, no a un enemigo, sino contra el obstáculo que se presentara bajo
la magnitud y forma que asumiera. “Puede ser vivo, inerte, un ejército, una
cordillera, una peste, una plaga, el mar. Hombres, clima, tierra, frutos, fieras,
insectos, enfermedades, todo allí resulta desconocido y casi todo hostil”12.
La formación de las hermandades de los “juventus” descripta por Duby
fue con el tiempo germinando dentro de ellas mismas lo que Huizinga llamó
el sentimiento partidista. Sentimiento caracterizado por la apasionada e inflamada fidelidad hacia el superior y hacia el grupo de pertenencia. Esta peculiar
lealtad conllevaba dentro de sí la ciega pasión hacia los hombres de la misma
agrupación y generalmente la total hostilidad hacia los demás grupos. Los
españoles que llegaron a América tenían las características de los grupos de
los “juventus”: en la sed por la aventura, en la necesidad de errar por donde
fuera, de salir de un punto fijo y dejarse ir en la búsqueda del botín. América
fue el escenario que abrigó la llegada de estos grupos, su lucha con el ambiente, muchas veces hostil, el encuentro con los pueblos autóctonos y en un plazo
muy corto las disputas entre ellos.
El siglo XVI americano fue escenario de las luchas de partidos entre los
españoles que defendieron las voluntades de sus respectivos líderes. Hombres
que levantaron banderas no sólo por la corona sino por sus mismos jefes. En
la conquista del Perú se encuentra el caso que mejor demuestra el nivel de
violencia a que pudieron llegar las rivalidades partidarias entre los españoles
en América. Fue en la singular, difícil y posteriormente violenta relación entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro desde la salida de Panamá en 1524
hasta la lucha por la dominación de la ciudad del Cuzco en 1538.
11
12
Ibídem, p. 197.
Ibídem, p. 253.
164
Danielle Py
Las diferencias y la formación de los grupos de pizarristas y almagristas
Francisco Pizarro [...] pidió licencia para descubrir por aquella costa del Mar
del Sur, [...] Y partió de la ciudad de Panamá a catorce días del mes de noviembre de mil y quinientos y veinte y cuatro años, llevando en su compañía
ciento y doce españoles, los cuales llevaban algunos indios para su servicio.
Y comenzó su viaje, en el cual pasaron muchos trabajos por ser invierno y los
tiempos contrarios. [...] Pocos días antes había partido en seguimiento y busca
del capitán Pizarro el capitán Diego de Almagro, su compañero, con otro navío
y con setenta hombres, y navegó hasta llegar al pueblo donde el capitán Pizarro
fue desbaratado13.
Francisco de Jerez, el cronista oficial de la hueste de Francisco Pizarro,
narra los primordios de la conquista del Perú iniciados en el año de 1524,
cuando Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el religioso Hernando de
Luque14, apoyados inicialmente por el gobernador de Panamá, Pedro Arias
Ávila15, iniciaron el viaje de conquista hacia el sur de América. Los tres socios
se comprometieron en participar por partes iguales de las riquezas y el poder
que esperaban encontrar.
El viaje constituyó toda una odisea a ser narrada, sea por las situaciones
inhóspitas generadas por la falta de recursos, por el clima de regiones hasta entonces desconocidas y principalmente por la falta de seguridad de lo que iban
a encontrar en la parada siguiente. La relación entre los dos líderes comenzó
dentro de una órbita extremadamente delicada y difícil, en la cual tuvieron que
decidir y definir mes por mes si continuaban el viaje o no y más aún convencer
a los demás hombres de la hueste, bajo la situación hostil y de penumbra, a
continuar en la empresa. “De esta manera anduvieron tres años pasando gran13
Francisco de Jerez, “Verdadera Relación de la Conquista del Perú y Provincia del Cuzco”. En: Crónicas iniciales de la Conquista del Perú, Edición a cargo de A lberto M. Salas,
Miguel A. Guerín y José Luis Moure, Buenos Aires, Editorial Plus, 1987, pp. 149, 151 (se
actualiza la grafía de todos los documentos citados).
14
Willian Prescott considera que “Luque no era en realidad una de las partes del contrato.
Representaba a otra persona que le hacía entrega de los fondos necesarios para la empresa”. En
Willian Prescott, El trágico fin del imperio Inca, Geneva, 1972, Crémille, p. 43. La historiadora Lorandi afirma que Hernando de Luque fue utilizado en esta sociedad como testaferro
de Gaspar Espinosa, el verdadero tercer socio financista de la expedición. En Ana M aría
Lorandi, Ni ley, ni rey, ni hombre virtuoso. Guerra y sociedad en el virreinato del Perú, siglos
XVI y XVII, Buenos Aires, Gedisa, 2002, pp. 22,23.
15
El gobernador de Panamá en el año de 1524 es también conocido como Pedrarias, en
Willian Prescott, op. cit., p. 42.
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
165
des de ellos, que no quedaron vivos cincuenta, sin descubrir hasta en fin de los
tres años buena tierra, que todo era ciénagas y anegadizos inhabitables”16. Los
primeros años fueron los preámbulos de lo que iba a caracterizar y determinar
la relación personal entre Diego de Almagro y Francisco Pizarro.
Durante siete años, desde 1524 hasta la llegada de Pizarro a Cajamarca
en el año de 1531, los dos socios repartieron las atribuciones de la expedición.
Almagro regresó varias veces a la sede en Panamá en búsqueda de las provisiones necesarias para los hombres que habían quedado con Pizarro en algún
punto fijo de la costa pacífica.
Vueltos con la dicha gente a Panamá, destrozados y gastados, que ya no tenían
haciendas para tomar provisiones y gente, que todo lo que habían gastado, el
dicho Pedrarias de Avila les dijo que ya él no quería más hacer compañía con
ellos en los gastos de la armada, que si ellos querían volver a su costa, que lo
hiciesen; y así, como gente que había perdido todo lo que tenía y tanto había
trabajado, acordaron de tornar a proseguir su jornada y dar fin a las vidas y hacienda que les quedaba, o descubrir aquella tierra; y ciertamente ellos tuvieron
grande constancia y ánimo, viendo el poco fruto que hasta allí habían sacada,
en osar tornar a meter el resto por mar y costa tan sin provecho17.
En el párrafo del manuscrito, el autor18 relata uno de los primeros viajes de
regreso de Almagro a Panamá, en el cual el gobernador Pedro Arias de Avila
se negó a seguir financiando la empresa de conquistar tierras al sur. Aunque
en esta fecha el clérigo Hernando de Luque logró persuadirlo de no abandonar
la causa, posteriormente el gobernador desautorizó el apoyo. Después de este
episodio, en el año 1526, se añadía a las inmensas dificultades propias de la
empresa, los problemas políticos y económicos que sensibilizaron notablemente la relación del cogobierno de la expedición. Fue el primer gran problema entre los dos líderes, relatado por Prescott “[...] pero Pedrarias, al mismo tiempo
que daba su consentimiento, a regañadientes, para la empresa, hizo sentir su
Francisco de Jerez, op. cit., p. 153.
Anónimo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de
Santa Cruz)”. En: Crónicas iniciales de la Conquista del Perú, Edición a cargo de Alberto
M. Salas, Miguel A. Guerín y José Luis Moure, Buenos Aires, Editorial Plus, 1987, op. cit.,
pp. 273,274.
18
De acuerdo con el estudio preliminar de Miguel Alberto Guerín, en esta misma edición,
este documento presenta problemas de autoría. En su primera edición en el año de 1879 fue
considerada como obra de Miguel de Estete, sin embargo estudios posteriores no pudieron
asegurarlo y es hoy en día considerada obra de autor anónimo, y lo único que se puede afirmar
de acuerdo con Guerín es que el autor fue uno de los veinticuatro españoles que acompañaron
a Pizarro a la llegada al santuario de Pachacamac. Ibídem, p. 256.
16
17
166
Danielle Py
descontento a Pizarro, designando a Almagro para que mandase, juntamente
con él y con la misma autoridad, la proyectada expedición. [...]. Esto produjo
un enfriamiento de la amistad entre los dos hombres [...]”19.
Tras la llegada a Tumbes, Pizarro recogió importante datos sobre los Incas, regresó a Panamá y en unos meses a España, para firmar capitulaciones
de la conquista que proyectaba.
[...] Pizarro con su gente se volvió a Panamá a dar la buena nueva de lo que había visto, dando por autor de la grandeza de Tumbez [...] dejando toda la gente
en la dicha Panamá e isla suya, se partió con las dichas muestras de indios y
ovejas para España a dar a nueva a Su Majestad, con menos de mil ducados
que poder gastar, y aún estos prestados de amigos suyos20.
Venido en España, que fue el año de [...], su Majestad, visto sus trabajos y lo que
había gastado en aquel descubrimiento y la relación y muestras de la tierra, le
proveyó por gobernador y capitán de ella, señalándole cierta cantidad de tierra
tomada de norte a sur, y le hizo adelantado y le dio el hábito de Santiago y ciertas tenencias de fortalezas, y se tomó con él asiento. [...] quedando en la dicha
Panamá el dicho capitán Almagro, su compañero, para proveerle siempre de
gente y armas y lo que más pudiese, aunque descontento de ver que para sí no
había negociado el dicho Pizarro ninguna cosa en que Su Majestad le honrase,
sino que todos los títulos y mercedes habían recaudado para sí21.
El rey invistió a Pizarro con títulos de gobernador, adelantado y alguacil
mayor, y a Almagro le fue concedido la gobernación de la fortaleza de Tumbes
y una declaración de hidalguía22. El regreso de Pizarro con los títulos y las
gobernaciones concedidas por el rey y la falta de equivalencias con relación a
lo que fue destinado a su socio, Diego de Almagro, resultó en una nueva crisis
entre los dos. Antes de su regreso, Pizarro reclutó en Trujillo, su ciudad natal,
la mayor cantidad de hombres entre amigos y parientes, entre ellos varios de
sus hermanos23,
y así despachado de esta Corte, se fue con toda la más gente que pudo llevar
de España a poner en la ciudad de Panamá y allí aderezó e hizo publicar por
Willian Prescott, op. cit., p. 42.
Anónimo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa
Cruz)”, en op. cit., pp. 276, 277.
21
Ibídem.
22
Ana María Lorandi, op. cit., p. 35.
23
Entre ellos los más conocidos: Gonzalo, Hernando y Juan Pizarro.
19
20
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
167
todas las Indias vecinas donde había españoles, su ida, y [...] se movieron para
ir con él en la dicha conquista, y así aderezado de todo lo que pudo llevar y
con [...] españoles y [...] caballos, con los bastimentos y pertrechos que pudo
meter en siete navíos [...] se embarcó24.
Almagro, aunque sumamente insatisfecho con las novedades de los títulos y reconocimientos recibidos por Pizarro, era una pieza fundamental en la
logística de la conquista peruana, pues todos los aprovisionamientos de los recursos de alimentos, hombres y armas necesarios para el desarrollo del regreso
a Perú dependían de aquel, de modo que su participación era fundamental
en el proceso final. Los dos socios se pusieron nuevamente de acuerdo con
la promesa de que en un futuro sería gestionada a Almagro una gobernación
igual a la concedida a Pizarro.
El siguiente desliz en la relación de los dos conquistadores se dio con el
reparto del oro y plata en Cajamarca, en el año 1533. El reparto en sí y sus
consecuencias están descriptos en varias fuentes y la mayoría de ellas hace
referencia al desagrado de Almagro frente al hecho. Almagro, de acuerdo con
lo definido al inicio del proceso de conquista, era el hombre que iba a aprovisionar la hueste de Pizarro, por ello llegó más tarde a Cajamarca, cuando la
hueste ya estaba bajó en control de Pizarro. “Él se partió y el señor Gobernador
hizo las partes. Fue cada una parte de la gente de pie cuatro mil y ochocientos
pesos de oro, y los de caballo al doble, sin algunas ventajas que fueron hechas.
Dio el señor Gobernante a la gente que había venido con Diego de Almagro,
del oro de la compañía, antes que se repartiese, veinte y cinco mil pesos de
oro, porque tenían alguna necesidad”25.
24
Anónimo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa
Cruz)”, op. cit., p. 277.
25
Anónimo, “La conquista del Perú, llamada la nueva Castilla, la cual tierra por divina voluntad fue maravillosamente conquistada en la felícisima ventura del emperador y rey, nuestro
señor, y por la prudencia y esfuerzo del muy magnífico y valeroso caballero, el capitán Francisco Pizarro, gobernador y adelantado de la nueva Castilla, y de su hermano Hernando Pizarro, y de sus amigos capitanes y fieles y esforzados compañeros que con él se hallaban”. En:
Crónicas iniciales de la Conquista del Perú, op. cit, p. 115. (La autoría de este manuscrito fue
dada inicialmente a Fernandez de Oviedo en 1545, en el año de 1853 fue atribuida a Francisco
de Jerez, del mismo modo que años después fue atribuida a Miguel de Estete. Sin embargo los
estudios contemporáneos nos dicen que no fue escrita por un cronista oficial. Posteriormente
fue dada la autoría a Cristóbal de Mena, sin embargo de acuerdo con el estudio de Miguel
Alberto Guerín la identificación con Mena no está probada y afirma que toda identificación
será muy riesgosa. En Crónicas iniciales de la conquista del Perú, cit., p. 87.
168
Danielle Py
Aquí hallamos que era ya llegado el capitán Almagro con cierta gente y navíos,
los cuales quedaban en el puerto de San Miguel, y él se había venido por tierra,
por los mismos pueblos donde el dicho gobernador Pizarro había venido. Llegado el dicho Hernando Pizarro y Almagro, todos juntos comenzaron a tratar
del repartimiento del oro y plata, y así se hizo y repartió entre la gente, dando
al de caballo dos partes y al de pie una, y sacado el quinto para Su Majestad,
lo demás se repartió a disposición del dicho Gobernador, [...]. A la gente que
llegó después de todo el recogido, con Almagro, se le dio algún socorro de
gracia, no porque ellos tuviesen parte en él26.
La contabilidad del reparto de Cajamarca llevada a cabo entre los días
15 y 22 de junio de 1533, fue notariada por Francisco de Caravantes. Allí
discrimina todo el oro en pesos y la plata en marcos, hombre por hombre.
Francisco Pizarro recibió del botín 2.350 marcos de plata y 57.220 pesos de
oro; Hernando Pizarro recibió 1.267 marcos de plata y 31.808 pesos de oro,
Francisco de Jerez y Miguel de Estetes, los cronista oficiales de la expedición
recibieron cada uno 362 marcos de plata y 8.880 pesos de oro. Los hombres
de infantería recibieron entre 135 y 181 marcos de plata y entre 3.330 y 4.540
pesos de oro27. “En diez y ocho de dicho mes28 el dicho Señor Gobernador
hizo sacar y sacó veinte mil pesos de oro para la gente que vino con Diego de
Almagro en socorro para pagar y otras necesidades que suelen tener la gente
que es recién venida a tierra nueva, lo cual recibió el dicho capitán Diego de
Almagro para los repartir entre la gente”29. Por lo tanto Almagro y todos sus
hombres recibieron en el primer botín de la conquista del Perú menos que los
hombres de caballería de la hueste de Francisco Pizarro.
Cajamarma significó, en la relación de los dos conquistadores, mucho más
que el reparto de metales preciosos. Este había sido el primer botín desde el
inicio de la conquista en el año 1524. Diego de Almagro y los hombres de su
compañía, que desde un inicio eran los que se ocupaban de la logística de las
provisiones para la compañía de Pizarro, que iba a la vanguardia, no estaban
en el momento oportuno cuando los que iban a la delantera llegaron a Cajamarca. El hecho los dejó en desventaja respecto del primer gran botín anhelado
desde hacía nueve años. Los resentimientos que databan desde la distribución
26
Anónimo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa
Cruz)”, en op. cit., p. 305.
27
Francisco de Caravante, “Texto de la Noticia General del Perú. Constancias notariales
del reparto del tesoro del rescate de Atahuallpa a cabo en Cajamarca entre los días 15 y 22 de
junio del año de 1533”. En: La relación de Pero Sancho, Edición a cargo de Luis A. Arocena,
Buenos Aires, Plus, 1986, pp. 236-242.
28
El autor hace referencia al mes de junio del año 1533.
29
Ibídem, p. 243.
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
169
de los cargos dados a Pizarro en España, se agudizaron totalmente. Si antes
de Cajamarca la división partidaria entre el uno y el otro podía aún ser disimulada, después de este hecho ya no podía ser disfrazada ni armonizada por
nuevas promesas de igualdad entre los dos líderes. Estaba claro el escenario,
y la imposibilidad de compartir el liderazgo hacía que las demandas de Almagro fueran minadas casi naturalmente por la creciente autoridad de Francisco
Pizarro. “El proyecto inicial de compartir gloria, poder y riquezas en partes
iguales se derretía ante los ojos de Almagro y no conseguía alterar el curso de
los acontecimientos”30.
Los conflictos en esta relación comenzaron a contagiarse a los demás
miembros de cada una de las agrupaciones, generando pronto las posteriores
pasiones de un grupo hacia el otro. Las cartas del clérigo Hernando de Luque
y Gaspar de Espinoza al emperador Carlos V describen perfectamente el
ambiente andino plasmado de hostilidades entre los dos grupos de españoles
liderados por Pizarro y Almagro. En la carta de Luque año de 1532 leemos:
Vuestra Majestad se ha servido de mandar al gobernador Francisco Pizarro y
el capitán Diego de Almagro que estén en toda amistad y conformidad como
lo han estado el tiempo que más conformes estuvieron, y que la persona que
da ocasión y estorbo a ellos salga de la tierra; y tense por cierto así de los
que vienen como de todos los que de allá lo escriben, que Hernando Pizarro,
hermano del gobernador, es causa de toda la discordia, porque va a la mano
del gobernador a que no se haga más que la voluntad de Hernando Pizarro [...]
y tense por muy cierta opinión entre los vecinos de esta ciudad que sienten la
cosa, que mientras Hernando Pizarro estuviese en la tierra, que jamás podrán
tener paz no conformidad ni hacerse cosa que convenga al bien y pacificación
y población de la tierra, porque de continuo han de haber pasiones31.
En la segunda parte de la misma epístola, Luque aclara perfectamente el
panorama, mostrando la falta de claridad entre Pizarro y Almagro y entre los
suyos, pues según aquel la principal preocupación debería ser la de poblar las
ciudades y no “distraerse” en discordias pasionales que llevarían pronto a la
violencia:
Así mismo suplico a Vuestra Majestad que mande al gobernador Pizarro y
al Capitán Diego de Almagro que entiendan en poblar esta gobernación sin
Ana María Lorandi, op. cit.p. 50.
Hernando de Luque, “Carta del Maestrescuela al Emperador fechada en Panamá el 20
de octubre de 1532”. En: La relación de Pero Sancho, cit., p. 225.
30
31
170
Danielle Py
distraerse ni derramar a otras con capitanía ni gente, a lo menos hasta que ésta
esté poblada como conviene; y que el capitán Almagro sea obediente al gobernador. Así mismo suplico a Vuestra Majestad, como agradecido príncipe, sea
servido al capitán Almagro por si imperial mano le haga capitán, acatando lo
que ha servido, de la cual merced todos cuantos hay en la tierra holgarán por
ser como ha sido amigo y lo es de todos32.
La pasión y la fidelidad inflamada hacia el líder que caracterizaba el sentimiento medieval descripto por Huizinga están claramente reflejadas en la carta
de 1532 de Gaspar de Espinoza al Emperador, en la cual además de afianzar
las palabras de Hernando de Luque, hace referencia a los demás hombres del
grupo que avivan las diferencias.
Ya Vuestra Majestad ha sido informado de las pasiones que ha habido entre
estos compañeros que son el gobernador Francisco Pizarro y el maestrescuela
electo obispo del Perú y el capitán Diego de Almagro y las causas, porque yo
por otras he hecho relación a Vuestra Majestad, como persona que entendí en
la pacificación de entre ellos; y los medios que para ello se tuvieron y se dieron
y no pudieron ni han podido ser tantos que hayan bastado para que siempre no
hayan quedado algunos rastros de pasiones; y estas las causan los terceros que
andan entre ellos. [...]. Conviene al real servicio de Vuestra Majestad al presente no se de lugar ni crédito a cosa de esta calidad, sino que Vuestra Majestad
les mande a ambos que estén y perseveren en su paz y concordia y se continúe
la conquista y pacificación y población de la tierra33.
En Cuzco el reparto del botín fue equitativo entre los hombres de Pizarro y
de Almagro. En esta segunda partición entró toda la gente que había ido con
Almagro y él también, donde se le dio aventajada parte como a persona que
había gastado mucho de su vida y hacienda en aquella demanda, aunque de ver
que él no tenía mando de la tierra, mostraba desabrimiento y estar descontento de la compañía de Pizarro, y allí comenzaron a andar a malas y haciendo
corrillos y parcialidades34.
El principal problema a partir de Cuzco pasó a ser en referencia a las equivalencias de mando y de límites de jurisdicción. Hernando Pizarro se dirigió
a España y el emperador Carlos V dividió geográficamente las conquistas en
Ibídem, p. 226.
Gaspar Espinosa, “Carta al Emperador del licenciado fechada en Panamá a 20 de octubre del año de 1532”. En: La relación de Pero Sancho, cit., pp. 230, 255, 256.
34
Anónimo, “El descubrimiento y la Conquista del Perú (De los papeles del arca de Santa
Cruz)”. En: op. cit., p. 315.
32
33
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
171
América del Sur realizadas hasta entonces. “Los límites de la jurisdicción del
gobernador se extendieron 70 leguas más al sur [...]. Esta vez no cayeron en el
olvido los servicios de Almagro. Se le concedió el derecho de descubrimiento
y posesión del país hasta doscientas leguas [...] a partir del límite meridional
del territorio de Pizarro”35. Almagro, además de la jurisdicción, obtuvo el
título de adelantado con la idea de conquistar más leguas al sur del territorio
de Pizarro.
Antes del regreso de Hernando Pizarro a Perú, con las novedades de las
nuevas delimitaciones, éste nombró a Almagro gobernador de Cuzco. A su llegada para tomar el control de la ciudad se encontró con inmensa hostilidad de
los otros dos hermanos de Pizarro, Juan y Gonzalo, que hasta entonces estaban
al mando. La ciudad se dividió en dos bandos. “Los hermanos Pizarro, por su
parte, insistían en reclamarla. La disputa se fue acalorando. Cada bando tenía
sus partidarios. La ciudad se dividió en facciones y el municipio, los soldados
e incluso la población indígena tomaron parte de la querella”36. Cuzco fue
desde un principio motivo de disputa entre los dos partidos, pues nadie tenía
claro por dónde pasaban los límites de los territorios concedidos a Pizarro.
En la disputa inicial por el mando de la ciudad núcleo del Imperio Inca
entre 1534 y 1535, las pasiones que hasta entonces habían quedado contenidas dentro de emociones individuales de uno u otro, tomaron otra forma y la
disputa comenzó a ser construida y alineada de diferente manera. Después de
diez años de conquistas los grupos ya estaban formados y cada uno de ellos
poseía sus fieles partidarios. Los bandos ya existían, y como afirmó Prescott
hasta la población indígena eligió su partido. La facción de Francisco Pizarro
es considerada en la historiografía sobre el tema como la más sólida y fuerte
basada en una unión de parientes y seguidores cercanos, entre los principales Gonzalo y Hernando Pizarro, Diego de Alvarado y Pedro de Candía. Sin
embargo, aunque Diego de Almagro no estuvo en España para reclutar a los
suyos, obtuvo en los años que trabajó incesantemente en la empresa partidarios
tan fieles como los de su rival, como Rodrigo de Orgoñez, García de Alvarado,
Hernán Ponce y Cristóbal de Sotelo. Las pasiones de los dos bandos pasan a
ser, a partir de la lucha por la posesión de Cuzco, las que lideran el protagonismo de los hechos.
35
36
Willian Prescott, op. cit., pp. 117, 118.
Ibídem, p. 120.
172
Danielle Py
Las consecuencias de la división partidista en los hechos de la conquista
del Perú
El inicio de las tensiones por la posesión del Cuzco se apaciguó momentáneamente con la decisión de Almagro de realizar una expedición hacia el sur
del continente. La nueva empresa, llamada Campaña de Chile, fue conocida
por las inmensas penurias que pasó la hueste, sobre todo en el camino de ida
cruzando los Andes, viaje en el cual murió una gran cantidad de nativos y
españoles. También resultó penoso el camino de regreso cuando Almagro
decidió retornar por el desierto de Atacama entrando por el sur del Perú. El
resultado de la expedición, fue el más estéril desde que salieron de Panamá.
No encontraron absolutamente nada comparado a lo que habían visto en
Cajamarca o Cuzco, además de las penurias causadas por la naturaleza más
inhóspita en que habían estado hasta entonces.
Almagro regresó al territorio peruano con la decidida y firme idea de
tomar posesión de Cuzco. Luego de entrar por el sur tomó conocimiento de
la contienda entre los españoles y la población autóctona bajo las órdenes de
Manco Inca. Éste, con el apoyo de los almagristas, había asesinado ya a varios
españoles del grupo de Pizarro. Los intereses de los dos grupos, es decir el de
Manco y el de Almagro se unieron en contra de la autoridad reinante hasta
entonces –la de los Pizarro.
Hernando Pizarro, con los españoles del Cuzco, venía acercándose hacia
Urcos, los indios, con grandes voces, salían para ellos, diciéndoles que ya era
venido el tiempo en que habían de ser vengados de las muchas muertes que
habían dado a sus amigos y parientes, porque Almagro y el Inca se concertaban para después de haberse confederado, ir contra ellos al Cuzco y matar a
cuantos en aquella ciudad estuviesen37.
La pasión medieval por el partido, a partir del retorno de Almagro, pasa a
ser la protagonista de los Andes y la que de hecho comienza a dar vida a los
acaecimientos. La ciega pasión con que el hombre medieval se entregaba a
su partido, a su señor [...] era también en parte una forma de expresión de
aquel inconmovible, pétreo sentido de derecho, [...] de aquella incontrastable
certidumbre de que todo acto exige una postrera sanción. El sentido de la
justicia era todavía pagano en sus tres cuartas partes. Era la necesidad de
venganza. [...]38.
37
Pedro Cieza de León, Guerras Civiles del Perú. Guerra de las Salinas, Tomo I, Madrid,
García Rico, s.f., p. 12.
38
Johann Huizinga, op. cit., p. 34.
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
173
En 1537 Almagro tomó la posesión del Cuzco, “[...] venido de Chile
Don Diego de Almagro, entró en el Cuzco por fuerza de armas, y prendió a
Hernando Pizarro, que en él era lugarteniente del Gobernador Don Francisco
Pizarro, y saliendo del Cuzco fue a la puente de Abancay y desbarató y prendió a Alonso de Alvarado”39. Tras una débil resistencia de los dos hermanos
Pizarro, la victoria de los almagristas en la batalla de Abancay y la captura
del capitán pizarrista Alonso de Alvarado, los Andes centrales pasaron a estar
bajo el mando del grupo de Almagro.
La incomprensión de los límites adjudicados por Carlos V a los dos líderes
fue la excusa para la violencia en la entrada forzada de Almagro a Cuzco, del
mismo modo que los resultados inmediatos con la prisión de los dos hermanos
Pizarro, la posterior batalla y la prisión de Alvarado. Sin embargo, está claro
que las pasiones, las diferencias y la falta de equilibrio de la distribución de
lo conquistado entre los dos hombres que iniciaron la conquista, fue la generadora de todos los hechos. Pedro Cieza de León, en el inicio de su obra sobre
la guerra partidaria emite su opinión:
Mas ya que el gobierno de la ciudad del Cuzco dicen que fue la causa de estas
guerras, no dejaré de creer que se formaron más por envidias y rencores, que
ya eran viejas, entre Almagro y Hernando Pizarro, y los émulos que hubo de
una parte a otra, que pudieran, si quisieran, entre venir cuerdamente y no dar
lugar a que la tal plaga se extendiera40.
La crueldad, la venganza y la pasión son las palabras que hace hincapié
Cieza en la introducción de su crónica: “[...] y que no ha habido en el mundo
gentes de una nación que tan cruelmente las siguiesen, olvidados de la muerte
y no dándose cuenta nada por perder la vida por vengar unos de otros sus
pasiones”41. El cronista bautiza los dos bandos, “de aquí adelante, pues el negocio se ha de tratar entre los dos Gobernadores Pizarro y Almagro, y todos
son españoles, sin otra ninguna nación entre ellos entre venir, nombraremos a
los de Almagro chilenos, y a los de Pizarro pachacanos, porque entre ellos se
precisaron de estos apellidos”42.
Pedro Cieza de León, op. cit., p. 1.
Ibídem, p. 3.
41
Ibídem, p. 2.
42
Ibídem, p. 16.
39
40
174
Danielle Py
Después de la toma de Cuzco, Francisco Pizarro comenzó las negociaciones desde la Ciudad de los Reyes, enviando representantes a platicar con
Diego de Almagro sobre la liberación de Gonzalo y Hernando Pizarro, así
como sobre las diferencias territoriales. “Al cabo de tres días que había que
llegaron a la ciudad del Cuzco los licenciados Espinosa y de la Gama, y el
factor y Diego de Funmayor, suplicaron al Adelantado les quisiese dar licencia para que pudiesen ver a Hernando y a Gonzalo Pizarro”43. Los intentos de
Francisco Pizarro desde la costa no resultaron en ninguna solución. Algunos
de los hombres de Almagro, como su segundo Orgoñez, pedían al Adelantado
la muerte de Hernando Pizarro: “Rodrigo de Orgoñez, casi que como adivinaba la venganza de Hernando Pizarro que había de tomar de ellos, insistía
al Adelantado que cortase la cabeza a él y a Gonzalo Pizarro y Alonso de
Alvarado, y que no le engañasen palabras vanas ni dichos de hombres que no
entendían la guerra”44. En la circunstancia de los dos partidos, no había lugar
para entendimientos hablados o sencillos. Los hombres estaban inflamados,
tomados por la pasión y lo único que se vislumbra en el panorama peruano era
la supervivencia y victoria de un bando u otro.
El fin de las negociaciones comenzadas en Cuzco terminaron en la costa.
Almagro se dirigió a Chincha con Hernando Pizarro como prisionero y se
encontró con Pizarro.
Pues viendo que era tiempo de salir de la ciudad, Orgoñez se daba toda priesa
a pertrecharse de armas y que toda la gente estuviese aderezada para salir,
acordando primero de ser cosa provechosa dejar con el cargo de la ciudad a
Gabriel de Rojas, y que a Hernando Pizarro lo llevasen preso, [...] hallándose
para salir con el Adelantado quinientos y cincuenta españoles de a pie y de a
caballo, piqueros, y arcabuceros y ballesteros, [...]. Salieron de la ciudad mediado el mes de setiembre, año del Señor de mil quinientos y treinta y siete45.
El intento de llegar a un concierto fue extremadamente alterado e inflamado. Después de muchas idas y vueltas en las contiendas fue decidido un
acuerdo entre Francisco Pizarro y los representantes enviados por Almagro.
Y llamando luego a Juan de Guzman y Diego Nuñez de Mercado, les dijo que
ya habían visto cuán poco duraban y permanecieron los conciertos que habían
hecho con el Gobernador D. Francisco Pizarro, [...] que volviesen de nuevo a
Ibídem, p. 94.
Ibídem, pp. 94, 95.
45
Ibídem, pp. 116, 117.
43
44
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
175
tratar de algunos medios con el Gobernador D. Francisco Pizarro, y podría
ser que Dios fuese servido que cesasen por su diligencia esto, les mandó que
ordenasen los capítulos que el Gobernador y su hermano habían de tener y
guardar46.
En el último encuentro pacífico entre los dos bandos fue determinado que
la jurisdicción de Cuzco estaría bajo el mando de Almagro y este liberaría a
Hernando Pizarro para que fuera inmediatamente a España llevar el quinto
real del rey. Cieza de León pone en palabras de Francisco Pizarro lo siguiente;
“Que el Gobernador D. Diego de Almagro entregue a Hernando Pizarro, para
que vaya a cumplir lo que por S.M. le es mandado, debajo de la seguridad
que esta dada [...]. Otro sí; que el mismo Gobernador D. Diego de Almagro se
tenga la ciudad de Cuzco, como se la tiene, hasta tanto que S.M. sea servido
de mandar otra cosa [...]”47.
Diego de Almagro cumplió con el acuerdo, aunque contra la voluntad de
parte de sus hombres y liberó a Hernando Pizarro48. Los sentimientos entre
los dos bandos fueron, desde la llegada de Almagro de Chile de total aversión
hacia los aliados de Pizarro, del mismo modo que los pizzaristas eran hostiles
hacia los de “Chile” desde la toma de Cuzco. No había espacio para los dos
partidos, no existía confianza en acuerdos o determinaciones. El sentimiento
de odio y de venganza hacia el otro estaba latente en la vena de cada uno de los
hombres más cercanos a los dos líderes. Y la intuición de Rodrigo de Orgoñez
de no liberar a Hernando Pizarro, pues éste no perdonaría los hechos pasados,
se concretó. El capítulo en el cual Cieza de León describe el último concierto
entre los grupos finaliza con el siguiente párrafo:
Y por todo el real andaba gran alboroto, diciendo que, suelto Hernando Pizarro
de la prisión en que estaba, no esperasen concordia ni paz, antes tuviesen la
guerra por muy cierta más que hasta allí; y se pusieron en partes públicas lo
Ibídem, p. 265.
Ibídem, p. 264.
48
“[...] aunque Orgoñez y otros procuraban de lo estorbar afirmando que no sería suelto
de la prisión, cuando luego había de procurar de se vengar de la afrenta que se le había hecho
en la entrada del Cuzco, y en la prisión que le habían tenido; a lo cual respondía Almagro
que no se dejaría de cumplir lo asentado entre él y el Gobernador D. Francisco Pizarro, y que
Hernando Pizarro había de jurar solemnemente de guardar la paz. Y así, luego, [...] se fue a la
prisión donde estaba Hernando Pizarro, [...], lo sacó luego adonde el Adelantado estaba, y se
abrazaron, y pasaron algunas razones entre ellos, diciéndole Almagro que las cosas pasadas
puestas en olvido, tuviesen por bien que las presentes hubiese paz y bastasen las discordias de
hasta allí”. Ibídem, pp. 267, 268.
46
47
176
Danielle Py
siguiente: Almagro pide paz. Los Pizarro guerra, guerra. Ellos todos morirán.
Y otro mandará la tierra49.
El conflicto era evidente y el 6 abril de 1538, en la región de las Salinas
se trabó la batalla entre los dos grupos. En la formación antes del combate
descrita por los cronistas uno visualiza la fuerza de los dos bandos divididos.
La del grupo de los almagristas:
Y luego se formó el escuadrón de gente de a pie, y pusieron diez arcabuceros
y veinte ballesteros en la frente de él, y de los de a caballo hicieron otro, llevando los lados Orgoñez y Pedro de Lerma, y el estandarte pusieron en medio,
y junto a él Gomez de Alvarado, y Diego de Alvarado, y Cristóbal de Sotelo,
D. Alonso de Montemayor, Don Cristóbal Cortesia, D. Alonso Enriquez, y
Hernando de Alvarado, y Perálvarez Holguin, y Diego de Hoces, y Cristóbal
de Herbás, y otros caballeros de valor con la artillería estaban. Y estando
todos en orden supieron de los corredores que los enemigos estaban ya cerca
de ellos50.
Y de los pizarristas:
Y ya el sol declinaba y la noche quería venir, y Hernando Pizarro con sus banderas tendidas allegó a ponerse no muy lejos de sus enemigos [...] y jamás de
la una parte ni de la otra salieron a tratar de paz ni de medio alguno, tanto era
el aborrecimiento que se tenían. [...] Hernando Pizarro, delante de los capitanes
y más gente, comenzó de justificar su causa diciendo que Almagro movió la
guerra, que él en aquella ciudad estaba por justicia en nombre del Rey, [...]
deseaba castigar a los que, siguiendo a Almagro a sus desatinos, habían sido
parte para que hiciesen los errores pasado51.
Los hombres representaban a sus líderes, levantando bandera en nombre
de ellos, defendiéndolos y luchando por sus intereses. No eran más dos conquistadores que salieron de Panamá y tuvieron sus diferencias personales, sino
que ahora eran grupos de hombres alrededor de Francisco Pizarro y Diego de
Almagro. Ninguno de los dos participó de la batalla en sí. Francisco Pizarro
estaba en la costa peruana y Almagro enfermo, observando el combate desde
un punto estratégico.
Ibídem, p. 266.
Ibídem, p. 322 (el subrayado es mío).
51
Ibídem, p. 323 (el subrayado es mío).
49
50
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
177
El bando de Pizarro venció en la guerra de las Salinas, mientras que
Almagro perdió a muchos de sus principales hombres. Hernando Pizarro recuperó Cuzco y Almagro fue encarcelado y juzgado.
Hernando Pizarro [...] mandó a los escribanos que, tomando testigo, se fulminase proceso contra el Adelantado D. Diego de Almagro de los delitos que
había cometido. Y como, por nuestros pecados, los hombres que en esta tierra
están tengan las intenciones tan deseosas de se vengar, y las voluntades tan
allegadas a no salir un punto de lo que quiere el Gobernador o capitán que
manda, no fue menester más de saber que Hernando Pizarro quería hacer
proceso contra Diego de Almagro52.
Con la sentencia, Diego de Almagro fue condenado a la muerte por Hernando Pizarro:
Hizo proceso contra Almagro, publicando que era para enviarlo juntamente
con él preso a Los Reyes, y de allí a España; mas como le dijeron que Mesa y
otros muchos habían de salir al camino y soltarlo, o porque le tenía en voluntad, por quitarse de ruido, sentenciólo a la muerte. Los cargos y culpas fueron
que entró en Cuzco mano armada y causó la muerte de españoles [...]53.
En el año 1538 Almagro fue ahogado en la cárcel y degollado en la plaza
pública de Cuzco.
La victoria de los pizarristas en la batalla de las Salinas y el asesinato
del líder Diego de Almagro no acabó con el sentimiento partidista existente
hasta entonces. Las pasiones estuvieron vivas hasta el fin de la generación
que participó o tuvo contacto directo con los sucesos en el Perú en la primera mitad del siglo XVI. “[...] que aunque Hernando Pizarro hizo todo lo que
pudo para hacer amigos los más principales, no le fue posible, antes de día a
día mostraban más al descubierto su odio y rencor, hablando libremente de
vengarse en pudiendo”54. El sentimiento de fidelidad apasionada y sin límites
que caracterizó el grupo de los juventus “[...] imperaba el más fogoso derecho
de venganza y se extendía entre los nobles y los habitantes de las ciudades la
más violenta barbarie”55.
Ibídem, p. 335.
Inca Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú, Lima, edición digital SCG,
2009, p. 223.
54
Ibídem, p. 224 (el subrayado es mío).
55
Johann Huizinga, op. cit., p. 40.
52
53
178
Danielle Py
Diego de Alvarado, uno de los principales partidarios de Almagro, viajó
a España a acusar personalmente a Hernando Pizarro, “[...] pidiendo que le
hiciese justicia en una de las dos salas, o en la de la justicia civil, o en la de
lo militar, donde Su Majestad más fuese servido, porque dijo que lo desafiaba
a batalla singular, donde probaría con las armas que era quebrantador de su
fe y palabra y que eran suyas las culpas que imponía a Diego de Almagro”56.
Hernando Pizarro fue condenado a veinte años de cárcel.
Parte de los hombres de Almagro en América, unidos alrededor del hijo
del Adelantado llamado Diego de Almagro el Mozo, siguieron unidos en
búsqueda de venganza contra el grupo enemigo. “Juan de Rada [...], Martín
de Bilbao, Diego Méndez, Cristobal de Sosa, Martín Carrillo, Arbolancha,
Hinojeros, Narváez, San Millán, Porras, Velasquez, Francisco Nuñez, y Gómez Pérez [...]. Fueron por toda la plaza con las espadas desnudas diciendo a
grandes voces: ¡Muera el tirano traidor! [...]”57. En el año 1541 en la Ciudad de
los Reyes, Francisco Pizarro fue asesinado por los almagristas.
Como afirma el medievalista Huizinga,
el gusto por las ejecuciones va siempre acompañado y resulta hasta cierto
punto justificado por un sentimiento de justicia intensamente satisfecho con
ella. [...] El sentido de justicia había ido extremándose poco a poco, hasta llegar
a ser un puro salto del polo de un bárbaro concepto del ojo por ojo, diente por
diente [...]. No se paraba mientes ni un solo momento en si el malhechor había
merecido su castigo58.
La lealtad inflamada hacia el líder o el caudillo, la pasión hacia el grupo
de pertenencia, fueron sentimientos que llevaban dentro de ellos mismos, un
odio ciego e irracional hacia el bando distinto. Esta oposición de los sentimientos de fidelidad tomaron cuenta y construyeron los hechos en la primera
mitad del siglo XVI peruano.
Conclusiones
Los primeros españoles que llegaron al núcleo del Imperio Inca en los
Andes Centrales trajeron en su modo de ser y actuar características sociales
e individuales propias de la cultura europea. Una de las peculiaridades fue la
fidelidad hacia el líder de las empresas de conquista. Siendo las disputas entre
Inca Garcilaso de la Vega, op. cit., p. 228.
Ibídem, p. 245.
58
Johann Huizinga, op. cit., pp. 34, 35.
56
57
El sentimiento partidista en el inicio de la Conquista del Perú
179
los españoles agrupados en los bandos acaudillados por Francisco de Pizarro y
Diego de Almagro el principal suceso de la primera mitad del siglo XVI peruano, este sentimiento hacia el partido fue lo que puso color y dibujó los hechos
en los primeros años de la conquista.
La formación de dos grupos opositores fue perfilándose paulatinamente
desde la salida de Panamá en el año 1521, tomando cuerpo y fuerza a punto
de formarse huestes de guerra y luchar unos contra otros. Estos hombres poseían, intrínseco a sus valores personales, los sentimientos de fidelidad que
caracterizaron los grupos de los “segundones” medievales. Tal sentimiento fue
nombrado por Huizinga y bautizado como sentimiento partidista, en el cual
los hombres defendían con fuerte y apasionada energía al líder de su caudillo,
luchando por su bandera. Sentimiento que por un lado destacaba una inflamada pasión hacia su líder, pero por otro el odio hacia cualquier opositor.
Obviamente los acontecimientos del siglo XVI en el Perú poseían características propias de la circunstancia americana, de modo que la lucha partidaria
en los Andes tuvo causas propias de la situación política y del territorio donde
se desarrolló. De hecho Almagro luchó por lo que creía que era su jurisdicción. Los límites, como era de esperarse, no eran profundamente conocidos
ni por los participantes de los hechos, y menos aún por quienes los definieron
desde la Península Ibérica. Es decir, hubo problemas políticos surgidos por la
mala interpretación y definición de los límites territoriales, inflamados por la
ambición personal de cada uno de ellos.
La insoportable situación en el ambiente estalló con el enfrentamiento
armado entre los dos bandos en abril de 1538. Dejaron desde ese momento de
luchar por España, y levantaron bandera por uno de los dos líderes. Hombres
como Diego de Alvarado, Rodrigo de Orgoñez, Hernando y Gonzalo Pizarro,
entre muchos otros anónimos tenían en ellos el sentimiento de total fidelidad
hacia su partido. Algunos murieron y los demás siguieron luchando y defendiendo a su líder aún después de la victoria del bando pizarrista. Esto fue
ejemplificado perfectamente con la defensa de Alvarado a la injusta muerte
de Almagro y su lucha en la corte española para ajusticiar al responsable por
la muerte de su jefe, logrando la condena de Hernando Pizarro a veinte años
de prisión. Del mismo modo tres años después de la guerra de las Salinas, los
hombres de Almagro asesinaron a Francisco Pizarro en Lima.
Los líderes murieron; sin embargo la pasión por el partido siguió viva.
La guerra de las Salinas y el asesinato de Diego de Almagro no aplastaron o
dieron fin al sentimiento de fidelidad partidista, que sobrevivió probablemente
hasta la muerte de toda la generación que participó del proceso inicial de la
conquista del Perú.
Cerámica y procesos sociales:
implicaciones metodológicas para su estudio
en La Quebrada de La Cueva,
Humahuaca, Jujuy
Paola Silvia R amundo
CONICET - Museo Etnográfico de Buenos Aires - UBA
Programa de Estudios Arqueológicos - UCA
paola_ramundo@yahoo.com.ar
R esumen
El estudio de la relación entre cerámica arqueológica y procesos sociales y/o
organización social ha sido y es un tema central dentro de las investigaciones de
la disciplina en momentos contemporáneos. Problemáticas que atañen al rastreo
de patrones y escalas de producción, así como circuitos o procesos de distribución y/o interacción, diferenciación social e identidad, entre otros, son objeto de
indagación dentro de nuestros trabajos recientes en la quebrada de La Cueva,
Humahuaca, Jujuy. En este artículo, como lo indica su título, presentamos sólo
los pasos metodológicos que estamos siguiendo para el examen de la relación
cerámica y procesos sociales (que implica el abordaje de las problemáticas
mencionadas líneas arriba), partiendo desde el trabajo de campo hasta la labor
en el laboratorio e incluyendo una visión en perspectiva que contempla aquellos
análisis que deberemos implementar para cumplir nuestras metas.
Palabras Clave
Arqueología – Cerámica – Procesos Sociales – Metodología –Noroeste
Argentino.
Abstract
The analysis of the relationship between archaeological pottery and social
processes and/or organization has been the research focus in contemporary
Temas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 181-198.
182
PAOLA SILVIA RAMUNDO
archaeology. In this line, questions dealing with production patterns and
scales, as well as distributional and/or interaction webs or processes, social
differentiation and identity, among others, are considered in our recent works
in La Cueva gorge, Humahuaca, Jujuy province. In this paper, we present the
methodological guidelines followed to examine the relationship between pottery and social processes (implying the study of the questions aforementioned),
from the field-work to the laboratory, including a review of the analyses to be
carried out in order to fulfill our objectives.
K ey Words
Archaeology – Pottery – Social processes – Methodology – Northwest
Argentine.
1. Introducción
Este artículo presenta de manera sucinta los pasos metodológicos que
actualmente seguimos para el estudio de la relación entre el material cerámico
y los procesos sociales y/o de organización social en la quebrada de La Cueva,
desde el trabajo de campo mismo hasta el laboratorio. El escrito tiene carácter
preliminar debido a que los resultados de la aplicación de toda la metodología
mencionada serán objeto de publicaciones ulteriores.
Como ya expresamos, el análisis de la relación cerámica arqueológica y
los procesos sociales es un tema de debate en las investigaciones presentes
(Arnold 1989 y 2005; Bray 2003; Cremonte y Bugliani 2008; López 2007;
Mills 1999; Palma 1997-1998; Walter y Motta 1995; Skibo 1992). Y para
D. A rnold, “Ceramic theory and cultural process”, en: New Studies in Archaeology,
Cambrigde University Press, New York, 1989; D. A rnold, Linking Society with the Compositional analices of pottery: A model from Compartive Ethnography, en Livinsgtone, Bosquet
and Martineau (ed.), Pottery Manufacturing process. Reconstruction and Interpretation,
2005; T. Bray, The Archaeology and politics of food and fasting in Early Status and Empire,
Kluwer Academic/Plenum Plublisher, 2003; M. B. Cremonte y F. Bugliani, “Pasta, Forma e
iconografía. Estrategias para el estudio de la cerámica arqueológica”, Ms. 2008; M. López,
“Complejidad social, especialización artesanal e innovaciones técnicas en la Quebrada de Humahuaca: un caso de cerámica inca provincial arqueométricamente analizada”, en Cerámicas
Arqueológicas. Perspectivas arqueométricas para su análisis e interpretación. Cremonte y
Ratto Eds., UNJU, Jujuy, 2007, pp. 169-185; B. Mills, “Ceramics and the social context of
food consumition in the northern southwest, en: Skibo & Feinman (eds.), Pottery and People.
A dinamyc interaction, The University of Utah Press, 1999; J. Palma, “Ceremonialismo mor-
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
183
poder abordarlo trabajaremos aquellas temáticas relacionadas que se vinculan
con el rastreo de patrones y escalas de producción (López 2007; Mannoni y
Giannichedda 1996), así como circuitos o procesos de distribución y/o interacción (González y Baldini 1992; Nielsen 1997 y 2001; Sinopoli 1992; Tarragó
1977), diferenciación social e identidad (Costin y Earle 1989; Cremonte 1999;
Nielsen 2001), entre otros trabajos.
Nuestra disertación se cierne al área de la quebrada de La Cueva, Humahuaca, Jujuy, dado que desde el año 2006 venimos realizado sistemáticamente
investigaciones con respecto a la puesta en valor patrimonial y al estudio de los
sitios que integran la quebrada, así como de sus materiales y las relaciones de
los mencionados yacimientos con las áreas de producción. Dentro del estudio
de los materiales arqueológicos, por su abundancia y riqueza en la información que brinda, la cerámica ha sido esa parte del registro arqueológico que
junto con el material lítico (Pérez 2009 a y b) recibieron mayor atención en
nuestros quehaceres. Por otra parte, el potencial que encierra la alfarería para
responder al estudio de procesos sociales y/o organización social y los temas
tuorio y registro arqueológico: apuntes sobre complejidad social”, en: Relaciones de la SAA
Nº 22-23, 1997-1998, pp. 179-202; Walker y Motta, “Life-History as units of analysis”, Paper
presented at the 6th Annual Meeting of the Society for American Archaeology, Minneapolis,
Minnesota, 1995; J. Skibo, Pottery Function. A use-alteration perspextive, Plenum Press, N.
York & London, 1992.
López 2007, op. cit.; T. M annoni y E. Giannichedda, Archeologia della produzione,
Einaudi, Turín, 1996.
A. R. González y M. Baldini, “La Aguada y el proceso cultural del NOA – origen y
relaciones con el área andina-”, Boletín del Museo Regional de Atacama 4, Copiapó, 1992,
pp. 6-24; A. Nielsen, “El tráfico caravanero visto desde La Jara”, en: Estudios Atacameños
14, Chile, 1997, pp. 363 y 340; A. Nielsen, “Evolución Social en la Quebrada de Humahuaca
(AD 700-1536)”, en Historia Argentina Prehispánica, T. I., Córdoba, Ed. Brujas, 2001, pp.
190-197; C. Sinópoli, Approaches to Archaeological Ceramics, N. York & London, Plenum
Press, 1992; M. Tarragó, “Relaciones prehispánicas entre San Pedro de Atacama (Norte de
Chile) y regiones aledañas: la Quebrada de Humahuaca”, en: Estudios Atacameños 5, Museo
de Arqueología, Univ. del Norte, Chile, 1977.
C. Costin & T. EarlE, “Status distintion and legitimation of Power as relected in changing patterns of consumition in late prehispanic Peru”, en: American Antiquity 54 (4), 1989,
pp. 691-714; M. B. Cremonte, “Las pastas cerámicas como una contribución a los estudios de
identidad”, en: Resúmenes de las Actas del XIIIº Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Córdoba, 1999, pp. 64-65; Nielsen, 2001, op. cit.
S. Pérez, “Proyecto de investigación arqueológica: La organización de la tecnología lítica
en la Quebrada de La Cueva (Departamento de Humahuaca, provincia de Jujuy)”, en: Temas de
historia argentina y americana 15, UCA, Buenos Aires, 2009a, pp. 195-212; S. Pérez, “Análisis
preliminar de los conjuntos artefactuales líticos de la Quebrada de La Cueva (Departamento de
Humahuaca, provincia de Jujuy)”, en: VI Congreso Argentino de Americanistas, Tomo 2, Sociedad Argentina de Americanistas, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2009b, pp. 307-329.
184
PAOLA SILVIA RAMUNDO
arriba mencionados es importante. De allí nuestro hincapié en la cuidadosa
recuperación de estos materiales desde los sitios mismos, su análisis en laboratorio y la correcta conservación bajo normas de conservación preventiva para
sus posteriores estudios y devolución a la provincia de Jujuy, una vez que se
cumplan los plazos que otorgan los permisos oportunamente obtenidos.
2. Marco geográfico y cronológico
La quebrada de La Cueva se encuentra ubicada en la provincia de Jujuy,
Departamento de Humahuaca. Conforma en sí misma una cuenca tributaria de
la Quebrada de Humahuaca y nace en la Sierra de Santa Victoria a 22° 35’ Sur,
desembocando en el Río Grande a 22° 57’ Sur, cerca de la localidad de Iturbe.
Los sitios estudiados hasta el momento en la quebrada son de Norte a Sur: El
Antigüito, Pueblo Viejo de La Cueva, Chayamayoc (sitio con arte rupestre),
Pukara Morado, Pueblo Viejo del Morado, Pukara de La Cueva y el Angosto
de la Cueva (sitio con arte rupestre), más una gran cantidad de terrazas y cuadros de cultivo arqueológicos (ver mapa Nº 1 en Basílico 2008: 28).
La quebrada se enmarcaría cronológicamente antes del Período de los
Desarrollos Regionales y posiblemente su ocupación llegaría hasta el Período
Incaico (Nielsen 2001, Basílico 1992 y 1994). Aunque sólo existen cronologías absolutas para Pueblo Viejo de La Cueva, datado en 1180 +/-50 AP
(LP-142) (ver Basílico 1992 op.cit.), dentro del Período Formativo Final. Y en
el presente año estamos esperando el primer fechado radiocarbónico para el
Pukara de La Cueva.
3. Cómo estudiar la relación entre cerámica y los procesos sociales y/o de
organización social
Para poder abordar la relación entre cerámica y la organización social
nos planteamos como objetivo general interpretar los diferentes procesos
sociales acaecidos a lo largo de la ocupación prehispánica de la quebrada
S. Basílico, “Las sociedades prehispánicas en la Quebrada de La Cueva (Humahuaca, Jujuy). Resultados preliminares sobre la ocupación del espacio”, en: VI Congreso Argentino de Americanistas, Sociedad Argentina de Americanistas, Ed. Dunken, Buenos Aires, 2008, pp. 3-18.
Nielsen, 2001, op. cit.; S. Basílico, “Pueblo Viejo de La Cueva (Dpto. de Humahuaca,
Jujuy). Resultado de las excavaciones en un sector del asentamiento”, en: Cuadernos 3, UNJU,
Jujuy, 1992, pp. 108-127; S. Basílico, “Análisis de las pastas de fragmentos de Pueblo Viejo de
La Cueva y su correlación con la morfología y diseño pintado”, en: Taller De Costa a Selva.
IIT, UBA, Jujuy, 1994, pp. 153-176.
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
185
de La Cueva y su integración en el panorama arqueológico surandino y del
Noroeste argentino, tomando como eje de análisis la cerámica. Para abordar
dicho objetivo nos propusimos otros más específicos, aunque aquí sólo mencionaremos algunos de ellos por escapar al espacio de este trabajo el incluir
su totalidad: 1) continuar el análisis de la cerámica arqueológica del sector
más septentrional de la Quebrada de Humahuaca a lo largo de su ocupación
desde puntos de vista tecnológicos, tipológicos, morfológicos y decorativos
(estilísticos y/o iconográficos) que permitan rastrear algunos patrones o comportamientos de producción, así como circuitos y/o procesos de distribución
y/o interacción social, diferenciación social e identidad. Esto entendemos se
realizará mediante:
a) La continuación del estudio de los materiales cerámicos de las excavaciones realizadas en los distintos sitios que conforman la quebrada de La Cueva,
obtenidos a través de los proyectos que se integran actualmente. Y estos estudios
permitirán resolver problemáticas como: 1) la variabilidad y circulación de la
cerámica a través del tiempo, dado que por lo menos hay evidencia de ocupación
de la quebrada de La Cueva desde el Formativo Final hasta el Período Incaico;
2) la variación en la distribución espacial de los estilos cerámicos en los distintos sitios de la quebrada de La Cueva (El Antigüito, Pueblo Viejo de la Cueva,
Pueblo Viejo del Morado, Pukara Morado y Pukara de la Cueva), considerando
sus aspectos cronológicos; 3) las diferencias sociales dentro del o los grupos que
habitaron la quebrada de La Cueva.
b) Continuar con el registro (a través de fotos, gráficos y fichas) de las
colecciones cerámicas procedentes de la quebrada de La Cueva recuperadas
por Basílico y Casanova junto con sus respectivas libretas de campo.
Otros objetivos que se irán cumplimentando más adelante –y con el avance de la investigación– son determinar el carácter local o no de la cerámica
arqueológica de la quebrada de La Cueva para estudiar el funcionamiento del
sistema dentro de este ámbito y las posibles redes de interacción/intercambio
con otras zonas. Así como plantear y realizar estudios etnoarqueológicos que
contribuyan a la comprensión del uso de los recursos y la posible continuidad de manufactura en el área. Y comparar los resultados obtenidos con los
existentes sobre cerámica arqueológica realizados por otros equipos y/o con
materiales cerámicos que forman parte de colecciones en museos nacionales,
provinciales, locales y privados (que también analizaremos) del sector septentrional de la mencionada Quebrada de Humahuaca, de la Puna y del Sector
Materiales que se encuentran depositados en la provincia de Jujuy: Museo Arqueológico Provincial y Museo Dr. Eduardo Casanova (FFyL-UBA, Tilcara) y Museo Etnográfico
de Buenos Aires (FFyL-UBA)
186
PAOLA SILVIA RAMUNDO
Oriental (valles orientales); con especial interés en el estudio de la problemática cerámica “Isla”, que ha vinculado y vincula estos ambientes, y el sur del
actual territorio de Bolivia.
4. Desarrollo y metodología de la investigación
Para poder cumplir con los objetivos planteados nos propusimos procedimientos metodológicos y actividades a corto y largo plazo, muchos de los
cuales ya hemos comenzado a implementar, entre los que se encuentran:
1) Trabajar con los contextos fechados cronométricamente mediante excavaciones estratigráficas a nivel intra e inter-sitios obtenidos por el equipo de investigación y los que se obtendrán en el futuro. Incorporar las interpretaciones
ya realizadas al respecto y contrastarlas con nuevas evidencias con el propósito
de ir armando la historia ocupacional de la quebrada de La Cueva y definir el
comportamiento temporal de las variables estilísticas de la cerámica.
2) Clasificar la cerámica desde distintos puntos de vista analíticos: morfológicos, estadístico-cuantitativos, funcionales y decorativos/estilísticos,
tanto para los materiales fragmentados de los sitios de la quebrada de La
Cueva, así como las piezas remontadas y las enteras obtenidas en este trabajo y/o procedentes de colecciones de los museos. La clasificación incluye el
registro fotográfico, gráfico y fichado de piezas enteras y fragmentos (tarea
con importante grado de avance dentro del plan). La sistematización morfológico-funcional que se realiza en base a distintos autores a través, por ejemplo,
del análisis de atributos de la forma (diámetros de apertura, puntos del perfil,
contorno, variabilidad de formas, variabilidad en las partes de una vasija, etc.),
complementado, a futuro, con estudios de contenido de las vasijas en el caso
de ser posible. Luego se está trabajando con los atributos decorativos (estilísticos/iconográficos), mediante su registro y sistematización, teniendo en cuenta
el tratamiento de ambas superficies, las técnicas decorativas empleadas y sus
motivos (clasificación de los elementos presentes, configuración de los elementos en diseños y ubicación de la decoración en la pieza, estudios de unidades,
del espacio elegido para emplazar las representaciones, de la composición del
diseño, su configuración, su disposición y la relación con otros elementos iconográficos, etc.), siguiendo básicamente la metodología de Bugliani. A partir
de agrupaciones que han surgido de las clasificaciones precedentes realizamos
el análisis de las pastas en lupa de bajos aumentos para registrar la variación
F. Bugliani, “Consumo y representación en el Formativo del sur de los valles Calchaquíes”, Tesis doctoral, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP, Ms., 2006.
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
187
existente. Esta tarea la estamos llevando a cabo siguiendo los pasos que se
explican posteriormente.
En un futuro se efectuarán estudios específicos para determinar el carácter local y no local de la cerámica de la quebrada de La Cueva, aplicando
prospección geológica para localizar fuentes de materias primas, análisis
petrográficos de pastas en secciones delgadas (TSM) para abordar cuestiones
tales como procedencia de las piezas (comparando petrología de pastas con la
geología de la región) y procesos involucrados en la producción (tecnologías
de fabricación, uso y condiciones de depositación de la cerámica). Aunque
es importante destacar que ya comenzamos a armar una muestra inicial para
realizar posteriormente cortes delgados y ulteriores análisis petrográficos en
base a la selección de pastas luego del análisis con lupa de bajos aumentos. Así
también, en lo posible, aplicaremos SEM + EDAX (microscopía electrónica
con microsonda), DRX (difracción de rayos X) y análisis químicos (NAA o
ICP), entre otros.
3) Analizar la variabilidad (funcional, morfológica, estilística y tecnológica) de la cerámica de la quebrada de La Cueva a nivel temporal y espacial para
evaluar la variación en el consumo y/o uso, así como la circulación/interacción
dentro de la quebrada con otras zonas (sector septentrional de la Quebrada de
Humahuaca, Sector Oriental y Puna).
4) Considerando que las diferentes formas de organización socio-política
se pueden evidenciar en distintos patrones de consumo se analizarán dichos
patrones de la siguiente forma: a) comparar el material cerámico de diferentes
contextos particulares de uso a nivel intra e inter-sitio: espacios domésticos,
productivos y funerarios (dado que contamos en la quebrada con esta variabilidad de espacios); b) analizar las llamadas trayectorias de vida de las piezas
o “pottery life-history” para ver patrones de consumo –por ejemplo a través
de las huellas de uso o su ausencia–, c) analizar la variabilidad del consumo
cerámico entre distintas unidades domésticas dentro de un mismo sitio arqueológico en escala sincrónica y diacrónica, para ver –por ejemplo– la posible
existencia de diferenciación social y la variabilidad en diferentes unidades
productivas (cuadros, terrazas de cultivo y corrales), a partir de contextos ya
excavados y de otros a recuperarse; d) analizar la variabilidad en el consumo
cerámico dentro de contextos funerarios excavados por nosotros y los provenientes de colecciones históricas de la quebrada (mediante el análisis de los
libros de registro museográfico y libretas de campo), a través del tiempo y
contraponiéndolos a contextos domésticos y productivos.
5) Procesar los datos, analizar comparativamente toda la información,
elaborar conclusiones, derivar nuevas hipótesis y plantear modelos.
188
PAOLA SILVIA RAMUNDO
4.1. Metodología en el campo
Los caminos que hemos seguido y seguimos para el estudio del material
cerámico en el campo incluyen una serie de pasos o protocolo que resulta
indispensable para responder a las preguntas o problemáticas que nos hemos
planteado a lo largo de la investigación y en el presente artículo especialmente, y que tienen que ver con la relación entre dichos materiales y los procesos
sociales y/o la organización social. La primera de estas tareas involucra una
serie de instancias relacionadas con la recuperación de las piezas o fragmentos. Así por ejemplo durante la excavación, piezas enteras y tiestos (nombre
otorgado a los fragmentos recuperados) son ubicados en el espacio a través de
la toma de medidas tridimensionales y dichos datos se vuelcan en un plano
o planta10. Esto se realiza para futuros estudios de procesos de formación de
sitio, análisis morfológicos de piezas, estudios de funcionalidad de los espacios
y las piezas mismas, estudios de consumo cerámico, comparación de contextos
domésticos, funerarios y productivos dentro y entre sitios, etc. Posteriormente
los materiales sufren una separación inicial en diferentes bolsas de polietileno
previamente rotuladas, donde se registra el número de procedencia, el recinto
excavado si lo hubiera (de acuerdo a la existencia o no de planos o croquis
del sitio), la sigla o nombre del sitio arqueológico, el nivel de excavación (nos
referimos al nivel estratigráfico, determinando además si proviene o no de
zaranda), el tipo de material recuperado (especificando cantidades –en este
caso si se trata de cuerpos, asas, bases, bordes, etc.–), la unidad de excavación
(nombre o número de la cuadrícula o sondeo), el personal que realiza el trabajo
y la fecha.
Antes de proceder al acondicionamiento de las piezas en cajas para su
apropiado traslado al laboratorio, las bolsas de polietileno son abiertas durante
unos días para evitar que la humedad propia del sedimento que contenían los
restos se mantenga dentro de la bolsa y provoque el desarrollo de alguna alteración en los materiales, como por ejemplo la generación de hongos.
El segundo paso se relaciona con la ya mencionada separación de tiestos
en terreno y su acomodamiento para traslado y posterior análisis. La división
de la cerámica se realiza bajo diferentes criterios o puntos de vista. El primero
está relacionado con la morfología (para realizar posteriormente los estudios
morfo-funcionales ya mencionados), para lo cual se lleva a cabo una separación de acuerdo con las diferentes partes que integran una pieza: asas, bases,
10
La ubicación tridimensional implica tres pasos: ubicación con respecto al Norte /Sur,
ubicación con respecto al Este/Oeste y profundidad. Estas medidas pueden ser tomadas con
cintas métricas, plomada y niveles de hilo, así como con nivel óptico.
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
189
bordes, cuellos y cuerpos. Cada parte morfológica o el conjunto de ellas es
guardada en una bolsa diferente con su rótulo correspondiente donde se consignan cantidades (para realizar luego los estudios estadístico-cuantitativos),
así como también son diferentes –guardando siempre la separación por parte
de las piezas– las bolsas para los hallazgos según el nivel y aquellos provenientes de la zaranda11.
Por otra parte, para los estudios estilísticos que estamos llevando a cabo
los fragmentos que presentan decoración (hacemos referencia a una clase especial de tratamiento de la superficie de la pieza) se separan en bolsas dentro
de las anteriores de acuerdo con el tipo de fragmento o parte de la pieza, y
por el respectivo nivel de excavación o nivel de zaranda. Del mismo modo se
separan los “rasgos”, los cuales son entendidos como:
Cualquier fenómeno diferente de un nivel o de un artefacto aislado que merece
registrarse como unidad. Los rasgos tienen una integridad que puede perderse
si no se aísla en el campo en el momento de excavarlos y no se registra separadamente. Por ejemplo: un conjunto de fragmentos cerámicos que pueden ser
de la misma vasija deberían ser registrados como un rasgo. Otros ejemplos:
enterratorios, fogones junto con su contenido, etc. (Texto traducido y tomado
de Rathje y Shiffer 1982)12
Por esta razón debemos guardar estos fragmentos en una misma bolsa,
ya que son de utilidad para estudiar procesos de formación de sitio, analizar
probable funcionalidad de recintos o estructuras (junto a otros factores) y
finalmente porque esto facilita el trabajo de remontaje en laboratorio, que nos
ayuda en los estudios estilísticos y funcionales mencionados que estamos
llevando a cabo.
La tercera actividad se vincula con el registro del material cerámico en
el campo mismo y se relaciona con los estudios estadísticos-cuantitativos,
estilísticos, morfológicos, etc. Este registro se lleva a cabo dentro del diario
de campo oficial del equipo, consignando procedencia del fragmento, nivel
de origen y una breve descripción de la parte recuperada que contemple la
presencia de factores tales como hollín, decoración, erosión, cementación o
cualquier otra alteración visible. Esto posteriormente se contabiliza determinando lo que es de cada nivel y lo procedente de zaranda, y sacando a su vez
11
Se trata de elementos que no fueron recuperados durante la excavación por lo pequeño
de su tamaño o por el descuido/impericia de quien excava.
12
W. R athje y M. Schiffer, Archaeology, Harcourt, Javanovich Eds., 1982, pp. 178 y ss.
(Traducción interna)
190
PAOLA SILVIA RAMUNDO
totales y subtotales para realizar el inventario final que debe ser entregado a las
autoridades de Patrimonio Cultural de la Provincia de Jujuy antes de nuestra
partida, así como a las comunidades aborígenes locales con quienes acordamos
este procedimiento desde el año 2009 (Ramundo 2010a)13.
4.2. Metodología en el laboratorio
En el laboratorio se siguen una gran cantidad de tareas –dentro del protocolo– para el estudio de los restos cerámicos, que enumeramos a continuación
y en orden secuencial14.
4.2.1. Limpieza
La limpieza de los fragmentos cerámicos se realiza con agua destilada
(evitando así cualquier contaminación), aunque previamente se efectúa una
separación de aquellos tiestos o piezas que podrían tener algún tipo de contenido o pigmento especial en su interior y servirían para llevar a cabo análisis
más específicos (se los denomina en líneas generales estudios de contenido,
como por ejemplo el de ácidos grasos, entre otros y sirven para determinar
aspectos de consumo y uso de la cerámica, temas esenciales para el estudio de
los procesos sociales mencionados). Dicha limpieza se complementa con otra
mecánica, mediante un cepillo suave para evitar cualquier tipo de abrasión que
pueda quitar tratamientos de la superficie y nos impida hacer, por ejemplo, los
estudios estilísticos. Posteriormente los tiestos se colocan por separado sobre
papel absorbente para proceder a su secado por más de 24 horas, dado que es
indispensable no guardarlos nuevamente si aún no se han secado por completo,
para evitar la formación de cualquier tipo de alteración posterior (generación
de microorganismos, etcétera).
13
P. R amundo, “Los insondables caminos de la relación entre comunidades, arqueología
e identidad en la quebrada de La Cueva, Jujuy, Argentina”, en: Anales de Arqueología y Etnología 65, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (En evaluación), 2010a.
14
Parte de esta metodología del trabajo en laboratorio fue tomada del artículo que oportunamente les dirigiera a las estudiantes Malkevicius y Mc Loughlin –miembros del equipo
de investigación– para una presentación en las Jornadas para Jóvenes Investigadores de
Historia Antigua y Precolombina de la UBA, 2010. (M. V. Malkevicius y M. V. Mc Loughlin,
“Acercamiento metodológico inicial para el estudio de la cerámica del Pukara de La Cueva,
Humahuaca, Jujuy”, en: Jornadas para Jóvenes Investigadores de Historia Antigua y Precolombina, Universidad de Buenos Aires, 2010).
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
191
4.2.2. Rotulado
Para efectuar el rotulado se aplica en una pequeña parte de la pieza una
suave pincelada de una sustancia empleada especialmente en conservación preventiva (extracto de banana). Esto se realiza preferentemente en la cara interna
del fragmento en el caso de que no tenga decoración o algún otro tratamiento
de la superficie, erosión, hollín, etc15. Sobre dicha base, una vez seca, se procede
a rotular la pieza con una fibra muy fina indeleble. Este extracto se aplica por
ser reversible y no contaminante. Y en cada rotulado figura la sigla del sitio
(en el caso de que la tenga oficialmente, y si no se crea una pero aclarándolo en
las publicaciones conexas, así como en los inventarios internos y entregados a
la Secretaría de Patrimonio de Jujuy), el número de procedencia, el número de
recinto/estructura/sondeo/cuadrícula o sector del sitio, el número de bolsa y el
número correlativo para cada recinto/estructura/sondeo, etcétera.
La rotulación nos facilitará tareas posteriores como el fichaje y remontaje,
que nos permitirá realizar varios de los estudios arriba planteados: morfológicos, funcionales, estilísticos, estadísticos-cuantitativos, entre otros.
4.2.3. Registro o fichaje general
Dicho fichaje sigue los mismos parámetros de aquel registro preliminar
que realizamos en el campo, sólo que con más detalle, porque se efectúa una
sucinta descripción de las características del fragmento (parte de la pieza,
presencia o ausencia de algún tratamiento de la superficie –con somero detalle–, presencia de hollín, etc.). En este sentido entendemos que el estudio de
los datos recién mencionados permitirá obtener un panorama inicial sobre el
tamaño de la muestra, la presencia o no de decoración, el grado de deterioro,
el predominio de una parte u otra de las piezas, etc. Esto nos da una preliminar aproximación sobre lo que luego será analizado en detalle para cada pieza
entera o tiesto, y para los estudios ya mencionados en reiteradas oportunidades
que tienen que ver con cuestiones de organización y/o procesos sociales.
4.2.4. Registro o fichaje individual (por partes de la pieza)
En momentos posteriores se realiza un fichaje individual para cada pieza
o parte de una pieza cerámica (borde, cuello, cuerpo decorado y no decorado,
15
Aunque en casos muy específicos el grado de conservación o deterioro de un tiesto
determinará la ubicación del rótulo.
192
PAOLA SILVIA RAMUNDO
asa y base), en el cual se consigna información relacionada con aspectos tecnológicos, morfológicos, decorativos, niveles de alteración, etcétera.
En esta misma línea se detallan medidas varias, tratamiento de la superficie, coloración tomada con carta de colores Munsell y tipos de alteración.
También el tipo de asa, borde, base, cuello de acuerdo con las convenciones
nacionales e internacionales (por ejemplo: Primera Convención Nacional de
Antropología 196616; Sheppard 195617, entre otras). Además de varias características propias de cada parte, que por una cuestión de espacio del presente
trabajo no detallamos.
Cada tiesto dentro de su ficha es dibujado bajo las normas internacionales
de dibujo cerámico y fotografiado desde diversos ángulos con su correspondiente escala, consignando los números de las fotos tomadas en cada caso y
de las fotos de los dibujos también.
4.2.5. Remontaje
La tarea de remontaje se realiza para la recuperación total o parcial de
formas (y así acercarnos a los aspectos morfológicos mencionados), para
la determinación de la posible funcionalidad/uso de las piezas (junto con
múltiples datos), como almacenamiento, transporte, consumo de alimentos,
cocción, servicio, funerario, etc., para facilitar la obtención de datos sobre
procesos post-depositacionales que pueden haber actuado18, para realizar
estudios estilísticos-decorativos, etc. Dicho remontaje se lleva a cabo con una
sustancia empleada en el ámbito de la restauración y conservación preventiva
denominada paraloid, y esto se debe a su carácter reversible y a que no daña
los materiales. Para mayores detalles acerca de los pasos e importancia del
remontaje cerámico ver Ramundo (2002-2004)19.
Una vez culminados los pasos anteriores se procede al almacenamiento de
las piezas bajo estrictas normas de conservación preventiva. El hincapié que
realizamos en esto se relaciona directamente con el objetivo nodal del proyecto, donde se busca la puesta en valor patrimonial de los sitios arqueológicos y
los materiales que integran la quebrada de La Cueva.
16
17
1956.
Primera Convención Nacional de Antropología, Villa Carlos Paz, Córdoba, 1966.
A. Sheppard, Ceramics for the archaeologist, Carnegie Institution, Washington D. C.,
R amundo, 2002-2004, op. cit.
Ramundo, “Aportes del remontaje al estudio de la cerámica de Inca Cueva, cueva 5 (Departamento de Humahuaca, Provincia de Jujuy)”, Arqueología 12, 2002-2004, pp. 37-73.
18
19
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
193
4.2.6. Análisis por lupa de bajos aumentos
El siguiente paso es la selección de una muestra –lo suficientemente representativa (Ramundo 2003)20 – para realizar cortes frescos que nos permitan
estudiarlos bajo una lupa de bajos aumentos. Y que esta primera selección nos
facilite un segundo paso donde se escojan aquellos tiestos que serán enviados
para realizar análisis petrográficos a través de los cortes delgados. Este último
estudio tiene por objetivos, a los fines de la presente investigación general,
resolver una variedad de problemáticas, entre ellas y dentro de los primeros
pasos (porque otros se realizarán más adelante, como por ejemplo determinar
origen o procedencia de las cerámicas) estudiar aspectos de la identidad21 (para
una descripción detallada del uso de los estudios petrográficos ver Cremonte
1983-198522). En este sentido muchos de los estudios cerámicos que intentan
abordar este tema se estructuran básicamente en los análisis de tipo estilísticos,
con el objetivo de vincular los patrones de regularidad decorativos y formales
con grupos sociales. Sin embargo, considerando que una pieza cerámica es
producto de una suma de variables, como las tecnológicas, morfológicas y
decorativas, entendemos bajo una mirada abarcadora del concepto de estilo,
que la dimensión tecnológica no puede quedar afuera de estos estudios, así
como en los esquemas de clasificación cerámica. “En base a la recurrencia politética de variables tecnológicas en diferentes conjuntos cerámicos se pueden
definir tradiciones tecnológicas que, a diferencia de las formas y los diseños,
son menos susceptibles de cambios”23.
Para la selección de los ejemplares sobre los que se realizarán los cortes
frescos y la posterior observación por lupa de bajos aumentos se siguen los
siguientes criterios: 1) se observa la variabilidad cerámica presente a nivel
decorativo/estilístico, el acabado de la superficie sin presencia de decoración,
la cerámica con evidencia de exposición al fuego, la cerámica cuya presencia
en la muestra sea realmente significativa (es decir que sea una constante en
los distintos niveles y microsectores), etc.; 2) la variabilidad por niveles de
excavación; 3) la variabilidad cerámica asociada a niveles fechados, etcétera.
Luego se realizan los siguientes procedimientos: a) se escoge el fragmento
y se detallan los criterios de selección; b) se toman varias fotografías de la pieza
20
P. R amundo, “La representatividad de una muestra cerámica. Análisis estadístico”,
Informe al CONICET para Beca Interna Doctoral, 2003.
21
Entendemos que todos los estudios planteados que involucran análisis morfológicos, estilísticos y físico-químicos coadyuvan también a la investigación de aspectos vinculados a la identidad.
22
M. B. Cremonte, “Alcances y objetivos de los estudios tecnológicos en la cerámica
arqueológica”, Anales de Arqueología y Etnología, 38/40, 1ª parte, 1983-1985, pp. 179-217.
23
Cremonte, 1999, op. cit., pp. 64.
194
PAOLA SILVIA RAMUNDO
(especialmente de ambas caras); c) se consignan en una ficha individual todos
los datos de procedencia del tiesto; d) se procede a realizar un pequeño corte
fresco con una pinza consignando inmediatamente tipo de fractura, tipo de pasta
(textura, porosidad, presencia de cavidades), tipo de inclusiones así como su tamaño y distribución, el tipo de cocción del fragmento, el color Munsell del corte,
presencia o ausencia de hollín, cementación, erosión. Y finalmente se establece
un posible grupo de pasta para luego volcar toda la información en una base de
datos que los maneje junto con las imágenes fotográficas.
4.2.7. El trabajo con colecciones
Para un proyecto de esta naturaleza la tarea no se remite sólo al estudio
de aquellas piezas que se encuentran en nuestro propio laboratorio y que nosotros mismos recuperamos, sino también a aquellas denominadas “piezas
de colección”, que forman parte de los fondos museográficos en diferentes
instituciones. Dicho estudio tiene por finalidad obtener una visión más amplia
del repertorio de las piezas cerámicas –y otros materiales- que se han recuperado de los sitios estudiados a través de los años por distintos especialistas,
coleccionistas, etc. En nuestro caso este trabajo se realizó con las piezas de la
colección Casanova y Medenica de la quebrada de La Cueva, depositadas en
el Museo Etnográfico de Buenos Aires y generadas durante los años treinta del
siglo XX24. Así como con copia de la muestra fotográfica y fichas de registro
que en su momento nos brindara Basílico para el estudio de las piezas que
recuperó en Pueblo Viejo de La Cueva.
El trabajo con colecciones presenta varias etapas que incluyen: a) la identificación de las piezas que se quieren analizar en los catálogos del museo y su
localización dentro de los depósitos; b) el fotografiado desde varios ángulos
de cada una de las piezas con su correspondiente escala; d) el fichaje de cada
ejemplar contemplando medidas (alturas, anchos, espesores, etc.), descripción
de la pieza, tratamiento de la superficie incluyendo decoración (ubicación
dentro de la pieza con medidas correspondientes, etc.), color tomado con carta
Munsell, así como su estado de conservación. Información que posteriormente
deberemos cruzar con los datos obtenidos de la cerámica recuperada y que
trabajamos en el laboratorio.
24
Estas colecciones fueron recuperadas por Casanova en el Pukara de la Cueva, Pukara
Morado, Pueblo Viejo del Morado y Pueblo Viejo de la Cueva (corresponden a las cajas 31/1,
31/6, 31/7 y 31/9 del depósito de Arqueología del mencionado Museo Etnográfico), así como los
materiales cerámicos donados por el Sr. Milano Medenica en 1933 (corresponden a las cajas
33/11 y 33/14 del mismo depósito) también procedentes de la quebrada de la Cueva.
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
195
El estudio de las mencionadas colecciones actualmente nos está permitiendo analizar la variabilidad en el consumo cerámico dentro de contextos
funerarios excavados por nosotros y los provenientes de las colecciones históricas de la quebrada (mediante el análisis de los libros de registro museográfico,
libretas de campo, publicaciones, etc.), para poder en un futuro contraponerlos
a contextos domésticos y productivos (Ramundo 2010b)25.
5. Discusión y perspectivas de investigación
Como pudimos apreciar actualmente estamos realizando una investigación integral de la cerámica de todos los sitios hasta ahora encontrados en la
quebrada de La Cueva. Tarea que incluye una clasificación completa, una determinación de estilos presentes y sus problemáticas particulares (cronológicas,
distribucionales, etc.), su sistematización y la realización de estudios analíticos
de diferente naturaleza que ayuden a responder a distintos interrogantes. Tales
como rastrear patrones y escalas de producción, así como circuitos o procesos
de distribución y/o interacción, diferenciación social e identidad, entre otros,
que implican la determinación del carácter local o no de la cerámica para
estudiar el funcionamiento del sistema dentro de este ámbito y las posibles
redes de intercambio con otras zonas. Dado que consideramos que la quebrada
pudo haber funcionado como vía de circulación entre distintos sectores, lo que
la transforma en un espacio privilegiado para estudiar estas interacciones y
comprender la dinámica social del área.
Si bien resta mucho por trabajar, y esta presentación sólo pretendió explicar la metodología con que estamos analizando la relación cerámica—procesos sociales, nuestro modelo plantea un estudio que considera a la cerámica de
manera comprensiva y global, intentando abordar el máximo de aspectos que
la misma encierra, y que permita aproximarnos a comportamientos sociales
tales como producción, circulación y consumo. Dado que consideramos que
los rasgos tecnológicos, tipológicos, morfológicos y decorativos son útiles
cuando se estudian conjuntamente para abordar dichos procesos.
Entendemos que las características que definen técnicamente una cerámica son tan importantes como los otros rasgos. Así el proceso de fabricación
incluye una serie de operaciones que están relacionadas tanto con lo que el
medioambiente brinda en cuanto a materias primas como con las normas/
reglas o preferencias culturales para seleccionarlas. Pero a pesar de que la
25
P. R amundo, “Consumo diferencial cerámico: contextos funerarios en el Pukara de La
Cueva y Morado, Humahuaca, Jujuy”, Ms., 2010b.
196
PAOLA SILVIA RAMUNDO
morfología puede ser parcialmente determinada por el uso específico a la que
se lo destina, existen variantes culturales que revelan pautas específicas de
una sociedad o de un sector de la misma. Por otro lado, por su decoración la
cerámica puede ser analizada como parte de un complejo ideológico donde se
pueden cruzar aspectos vinculados a una cosmovisión particular y otros que
organizan estéticamente el comportamiento de quien la manufactura.
La cerámica aparece vinculada a una gran cantidad de funciones (almacenamiento, transporte, consumo de alimentos, cocción, servicio, funerario, etc.),
y puede estar asociada a contextos de uso tanto domésticos (donde podríamos
incluir, por ejemplo, a las piezas destinadas para almacenamiento, transporte,
consumición, cocción, servicio, entre otras), como contextos de uso ceremoniales o funerarios (cerámicas que podrían cumplir dentro de dichos contextos
variados roles: ofrenda, marcador de status social –con todos los recaudos que
una determinación de esta naturaleza implica desde lo teórico-metodológico-,
diferenciación de género –con todas las implicaciones teórico-metodológicas
para llegar a este tipo de conclusiones–, etc.). En la actualidad, a través de los
pasos metodológicos explicados, nos encontramos analizando la cerámica
procedente de los contextos mencionados (los cuales se encontrarían presentes
dentro de sitios como el Pukara de La Cueva a partir de las investigaciones
más recientes), para determinar, entre otros factores, si existen o no diferencias
entre los objetos cerámicos de estos distintos tipos de contextos. Fenómeno que
se podrá llegar a dilucidar con la implementación de la metodología explicada
y considerando, por ejemplo, las asociaciones contextuales entre los objetos.
La elaboración y uso de la alfarería no se restringe a las actividades de
subsistencia y reproducción de la cohesión social a nivel de la comunidad,
sino que cumple un rol en la dinámica económica y política. Además, en los
últimos años la arqueología que estudia el estilo se centró en intentar reconocer en la cultura material manifestaciones artísticas que muestren niveles de
complejidad dentro y entre las sociedades, así como los diferentes aspectos que
ésta puede tener en las relaciones humanas. Esto dio la posibilidad de analizar
diversos materiales bajo un eje interpretativo abarcador, donde se entiende al
estilo como algo más amplio que abarca diferentes aspectos de los artefactos,
decorados o no. Esto es consecuencia de una conjunción de variados condicionantes sociales y de decisiones individuales expresadas en la materia que
son difíciles de poder conocer.
Concordamos con Bugliani que al estilo debemos considerarlo como
modo de representación socialmente construido, involucrado en las estrategias sociales, presente en la práctica cotidiana, en los objetos que circulan y
consumen diariamente. Se manifiesta como una serie de recursos disponibles
que adquieren un determinado arreglo en el cual se conjugan elementos
CERÁMICA Y PROCESOS SOCIALES: IMPLICACIONES METODOLÓGICAS PARA SU ESTUDIO…
197
formales, funcionales y de representación. Este modo particular en que aparecen los atributos de la cultura material –manifestados en composiciones de
diseño, uso de distintas técnicas, organización de motivos, etc. – ocurre en
condiciones sociales de existencia específicas, es por ello que aquí son relevantes las situaciones sociales, culturales, ideológicas y económicas donde
las representaciones son producidas y consumidas. De allí que nos interese
observar y analizar ciertos patrones en la composición y distribución de los
diseños de la cerámica, conociendo aquellos recursos que son seleccionados,
pero también conocer cómo circulan esos objetos y representaciones (por ello
nos proponemos observar los estilos de distintos ámbitos que circulan dentro
de la quebrada de La Cueva); qué acceso hubo a los mismos, cómo y en qué
contextos esas manifestaciones fueron consumidas y de qué manera participaron en el establecimiento de relaciones sociales, en su mantenimiento o en su
cambio. El estilo es un modo de representación que guarda una configuración
particular, ciertos contenidos que sólo pueden ser interpretados en relación
al contexto en el cual es producido y consumido, y que va creando juicios
evaluativos con valoraciones estéticas, emocionales, etc. Y este valor va a ser
asignado en función de las disposiciones y medios de apropiación que tienen
aquellos agentes que participan de un determinado contexto. Consideramos
que la cerámica tendrá ciertas características en función de esta matriz de
relaciones y de acuerdo a los esquemas perceptivos, marcos de preferencias y
códigos de representación que son compartidos por quienes intervienen en los
contextos socioculturales particulares26.
Por consiguiente, teniendo en cuenta lo expresado consideramos que para
estudiar la cerámica desde nuestro marco teórico debemos abordar sus aspectos económicos, políticos, sociales e ideológicos. Pensamos que, como instrumentos metodológicos, los diferentes abordajes (tipológicos, tecnológicos,
morfológicos y decorativos) deben ser usados de forma inclusiva, combinando
diferentes líneas de investigación que se pongan a prueba mutuamente y que
de su combinación se generen nuevas hipótesis para resolver problemáticas
de diferente naturaleza. Para ello variadas técnicas analíticas deberían operar
como un mecanismo de control para estos estudios.
El material cerámico es un elemento que en su contexto e interrelación
con la sociedad y el ambiente permite responder a problemáticas de cronología,
etnografía, uso y procesos sociales como: distribución, circulación, intercambio, producción, consumo, organización socio-política, simbolismo, cambios
en espacio y tiempo, diferencias y semejanzas entre sociedades, cuestiones de
identidad y diferenciación social, entre otros. Por ello en nuestro proyecto y al
26
Bugliani, 2006, op. cit., pp. 43-44.
198
PAOLA SILVIA RAMUNDO
considerar lo anterior indiscutible, hemos implementado pasos que van desde
pautas muy específicas en la recuperación de los materiales cerámicos en el
mismo terreno, bajo las formas ya expresadas, así como todas las instancias de
estudio en laboratorios propios y ajenos, que a los fines de nuestros objetivos
sirven para resolver aquellos aspectos que involucran la relación cerámicaorganización social, entre los que se incluyen problemáticas que atañen al
rastreo de patrones y escalas de producción, así como circuitos o procesos de
distribución y/o interacción, diferenciación social e identidad, entre otros.
Para finalizar proponemos como estudios a realizar en el futuro comparar
con los resultados de publicaciones existentes y las colecciones de los estudios
realizados a las cerámicas de algunos sitios localizados en el sector septentrional de la Quebrada de Humahuaca, de la Puna y Sector Oriental, trabajados
por otros equipos. Analizar macroscópicamente y microscópicamente (en el
caso que sea posible) el material cerámico de las colecciones -junto con las
libretas de campo- de algunos sitios del Sector Oriental, del septentrional de
la Quebrada de Humahuaca y de la Puna, depositadas en diferentes museos
nacionales, provinciales, locales y privados. Así como también, realizar estudios de etnoarqueología cerámica en el sector más septentrional de la Quebrada de Humahuaca, lo cual implicará un análisis exhaustivo previo para la
localización de los artesanos que actualmente manufacturan cerámica en el
área, las posteriores entrevistas con observación participante, el registro de las
actividades y el planteo de hipótesis que estos estudios pueden generar.
6. Agradecimientos
Al equipo de investigación que integra las tareas de campo, especialmente a todos aquellos que colaboraron con el estudio del material cerámico
en laboratorio: Daniela Sanz (UBA), Victoria Mc Loughlin (UBA), Victoria
Malkevicius (UBA), Alejandra Porras (UCA), Agustina Ponisio (UCA) y Pelayo Lacal Montenegro (UCA).
A la Dra. Beatriz Cremonte por su apoyo constante y el respeto intelectual.
A mi familia. Y a Fernando por cada palabra de aliento y amor en los
desafíos arqueológicos que emprendo día a día.
La relación bilateral gubernamental
entre la Argentina y Chile, 1862-1880.
La dimensión del conflicto
Agustina R ayes
Becaria doctoral CONICET – IEHS – UTDT
arayes@utdt.edu
R esumen
En nuestro recorrido por la dimensión del conflicto en las relaciones bilaterales entre la Argentina y Chile (1862-1880), no sólo buscamos describir
los acontecimientos que quedaron registrados con mayor intensidad en las
fuentes primarias consultadas, sino que procuramos demostrar que el clima
de indefinición, fruto del contexto de construcción de los Estados Nacionales
a uno y otro lado de la Cordillera de los Andes, y del desconocimiento de las
tierras disputadas, fue una constante que acompañó esos años.
Palabras Claves
Argentina – Chile – construcción del Estado Nacional – conflicto – diplomacia.
Abstract
In our scan over the conflict’s dimension in the bilateral relations between
Argentina and Chile (1862-1880), we not only describe the main events registered in the documentation which we have worked with, we also try to demonstrate the no –definition in the decision– taking process, that existed because
of the National State building in both sides of the Andes and the unknowledge
over the lands in negotiation.
K ey Words
Argentina – Chile – National State building – conflict – diplomacy.
Temas de Historia Argentina y Americana, XVII (Julio -Diciembre de 2010) pp. 199-236.
200
Agustina Rayes
Introducción
En la época estudiada, el vínculo con Chile resulta paradigmático e ilustrativo de la complejidad en las relaciones internacionales, pues existieron los
conflictos limítrofes más extensos en tiempo y espacio, pero también lazos
económicos sólidos que se correspondieron especialmente con las economías
regionales del Interior argentino. A su vez, el caso chileno ha sido, quizás, el
más controvertido, ya que sus secuelas se oyen en nuestros días y hasta hace
algunos años la comunidad internacional observaba los embates de un lazo
cruzado por momentos de tensión y cooperación.
Para llevar a cabo nuestro estudio, hemos tomado algunos de los principales acontecimientos históricos que tuvieron lugar en la época que nos
convoca y que, consideramos, fueron iluminadores, con el objetivo de ensayar respuestas a los interrogantes que nos hemos planteado para analizar
la relación bilateral, procurando superar visiones tradicionales y meramente
descriptivas. En general, los estudios latinoamericanos han mostrado una
tendencia a explicar los sucesos en materia de política exterior como producto
de acontecimientos que se suceden fronteras afuera de los países latinoamericanos y que, sin embargo, los afectan. En el análisis que a continuación
se expone sobre la diplomacia argentina, se buscará involucrar los factores
internos y externos que pudieran haber influido en el proceso general, para
lo cual hay un claro alejamiento respecto de las teorías sistémicas, de política
de poder o de la dependencia, bajo la idea de que el proceso en la toma de
Cfr. Alberto Van K laveren, en Joseph Tulchin y Heraldo Muñoz, Entre la Autonomía
y la Subordinación. Política Exterior de los Países Latinoamericanos, Tomo I, Buenos Aires,
Grupo Editor Latinoamericano, 1984, p. 14.
Los autores que han adscrito al enfoque sistémico han sostenido que el sistema internacional determina, en gran medida, el comportamiento externo de los países de la región. El
resultado de tales estudios ha indicado que América Latina ha sido una región sensible a los
cambios en el plano exterior y que, por lo tanto, su comportamiento ha resultado una reacción
frente a estos estímulos. En general, estos analistas han sido pesimistas sobre la actuación de
las variables sistémicas sobre los países de la región. Los estudios basados en la perspectiva
de la política de poder también han dado prioridad a las variables externas para explicar la
situación de la política exterior latinoamericana. Este enfoque ha considerado las acciones
de otras naciones como los principales factores condicionantes de las decisiones de un país
determinado. Conforme a esta perspectiva, los países han actuado independientemente de las
fuerzas sociales y políticas internas en búsqueda de sus intereses nacionales. El último enfoque ha sido usado para explicar el subdesarrollo económico en el que se encuentra subsumida
la región y sus repercusiones en el campo social y político. Los autores que se inscriben en
este marco analítico explican la ausencia de desarrollo en los países latinoamericanos por la
inserción histórica que éstos han tenido en el sistema capitalista mundial.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
201
decisiones fue el resultado de la influencia de instituciones e individuos en un
clima caracterizado por el conflicto y el consenso.
Para construir nuestro relato nos concentramos particularmente en las
cuestiones sobresalientes entre las fuentes diplomáticas de la época con las que
trabajamos: las Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas
anualmente al Congreso Nacional argentino, la correspondencia cambiada
entre las legaciones argentinas y chilenas y algunos artículos de la prensa de
la época.
Desde el ángulo del conflicto, se recrudeció la reivindicación de cada
uno de los países sobre el territorio de la Patagonia, las islas adyacentes y el
Estrecho de Magallanes. Entendido en su sentido tradicional, el territorio fue
un elemento central en el proceso de construcción de los estados nacionales
americanos por sus múltiples significados en la delimitación de la soberanía:
la extensión de las fronteras, el control efectivo del espacio y la población con
la consiguiente erradicación de la amenaza del indio, los recursos económicos
para las economías agroexportadoras y la muestra de poder militar. Sin embargo, esta sumatoria de variables no fue sopesada de igual manera en todo el
período y la lectura de las fuentes nos ha devuelto una imagen de complejidad
dado el desconocimiento generalizado de las tierras disputadas, derribando
aquellas miradas académicas que extrapolaron rasgos de la política externa
argentina propios de una etapa posterior a este período, más parecido a una
época de transición y propia de la construcción de los estados nacionales que
de su consolidación.
Las fronteras conflictivas: antecedentes
Desde el derecho público internacional, la frontera de un Estado es concebida como un conjunto de líneas divisorias artificiales o naturales que señalan
hasta dónde se extiende la acción de la soberanía territorial y de sus leyes. La
Argentina y Chile han compartido una de las fronteras más extensas del mundo, revelando una historia compleja en la interpretación que dentro de cada
una de estas unidades administrativas se hizo sobre la cuestión. En la época,
el concepto dominante de límite era barrera natural, lo más infranqueable
Desde la geografía tradicional, el territorio es entendido como un área espacial ocupada por un grupo humano, con límites precisos y en un momento concreto.
Cfr. Alfredo H. R izzo Romano, La cuestión de límites con la República de Chile en la
zona del canal de Beagle, Rawson, Instituto de Estudios Superiores, 1967, p. 17. R aúl C. R ey
Balmaceda, Integración territorial de la Argentina, Buenos Aires, SENOC, 1985.
202
Agustina Rayes
posible, defensiva, visible, de difícil acceso, y la Cordillera de los Andes fue
el punto central de la discusión.
Claro está que, en un mundo donde las vías marítimas ofrecían el mejor
medio para el transporte, para Chile el Estrecho de Magallanes resultaba una
gran puerta para el comercio con los países europeos. Por otro lado, los contemporáneos argentinos reconocieron que “el oriente es para Chile la única
salvación, no puede sensatamente establecerse en nuestras provincias andinas,
y busca entonces los valles patagónicos de esta falda de la cordillera”. En La
Nación también se podía leer:
La Cordillera de Los Andes, límite natural, nos dividía, y merced á esto la Naturaleza se impone á lo largo de ella, diciendo a uno y otro: De aquí no pasarás.
Pero su necesidad de expansión, ambición territorial o esa tendencia al ideal en
materia de límites, el hecho es que Chile, renegando su propia ley constitucional, aspiró a traer sus límites desde el Pacífico hasta las costas del Atlántico.
Más allá del orden interno que parecía asentarse progresivamente en
cada uno de los países pretendientes del territorio en disputa, especialmente
valorado en el caso argentino en contraste con un pasado reciente de contramarchas en el proceso de unificación administrativa, existió una clara indefinición en los términos y condiciones de la negociación entre las partes; sea por
demarcaciones jurídicas imprecisas, por divisiones administrativas en ciernes,
por documentos coloniales contradictorios o por simples desconocimientos
de sus agentes negociadores, lo cierto fue que durante los años en estudio las
transacciones se vieron dificultadas y no se llegó a ningún acuerdo concreto.
Así, el ministro chileno Ibáñez, en discusión con el ministro argentino, escribía en 1874 a propósito del uso poco discriminatorio de los términos:
Cfr. Teresa M aknis, Límite Argentina-Chile cuenca atlántica del río Santa Cruz, Rosario, Teresa Ana Maknis, 1997.
R. Pacheco, Argentina Vs. Chile. ¿Paz o Guerra?, Buenos Aires, Arnoldo Moen Editor,
1894, p. 40.
Art. “Las tierras patagónicas” publicado en La Nación, Buenos Aires, 6 de octubre de
1880, p. 1 col. 2 y 3, Hemeroteca del Congreso de la Nación Argentina.
Para el caso argentino, ver José Carlos Chiaramonte, Nacionalismo y Liberalismo Económicos en la Argentina, 1860-1880, 2º edición, Buenos Aires, Editorial Hyspamerica, 1986.
Natalio Botana, El orden conservador, 5º edición, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
1998. Tulio Halperin Donghi, Proyecto y Construcción de una Nación, 1846-1880, Caracas,
Editorial Ayacucho, 1980. Para la historia de Chile, ver A rmando De R amón, Breve historia
de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000), Buenos Aires, Editorial
Biblos, 2001. Simon Collier, en Leslie Bethell (ed.), Chile since Independence, Cambridge,
Cambridge University Press, 1998 y en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina, Vol.
6, Barcelona, Ed. Crítica, 1991.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
203
La colonia chilena, dice V. S, está en el Estrecho y no en la Patagonia […] Hay,
pues, perfecta propiedad al decir que la colonia está en el Estrecho como decir
que está en la Patagonia […] Todos los jeógrafos, todos los historiadores, todos
los viajeros […] llaman promiscuamente con los nombres de Patagonia, tierra
de los patagones, ó tierras magallánicas ó territorio magallánico, la rejión
cuyos límites acabo de indicar.
El desacuerdo sobre la materia no fue excluyente entre países, también
lo hubo al interior de las administraciones; por ejemplo, en Chile, Benjamín
Vicuña Mackenna o José Victorino Lastarria describieron a la Patagonia como
una tierra sin valor, mientras que Miguel Luis Amunátegui la consideró un
espacio rico, asimismo la discordancia entre el gobernador de Magallanes y la
presidencia nacional sobre las expediciones a la Patagonia generaron confusión. En Argentina, los roces entre las legaciones y los poderes centrales sobre
la forma y resultado que debían tomar las negociaciones fueron un rasgo típico
de estos años y que se ha podido seguir a través de la lectura de la correspondencia entre las autoridades.
Las marchas y contramarchas en las negociaciones favorecieron las miradas críticas y negativas que a posteriori se crearon sobre el devenir de la
política exterior de ambos países en la historiografía, cuya pluma sentenció el
accionar de hombres que se desenvolvieron en una realidad que les fue ajena
a sus analistas. Según Alfredo Rizzo Romano, en Argentina se desconocieron
cuáles eran las islas de su pertenencia10. Desde la perspectiva de Mario Barros
van Buren, en Chile se tuvieron sólo ideas vagas sobre las tierras al sur del río
Negro y se manejaron cifras contradictorias acerca del potencial productivo
de las mismas11; incluso, el autor irónicamente señaló que Lastarria o Diego
Barros Arana fueron consultados cual oráculos en la materia cuando nunca
habían visitado la zona y se basaron en descripciones de Charles Darwin. No
debiera sorprendernos, a esta altura del debate, que ello fuese así. Las tierras
en litigio no fueron conocidas sino hasta que se avanzó efectivamente en ellas
y, sin embargo, las ilusiones que sobre las mismas se volcaron sirvieron muchas veces como impulso para dar batalla en el campo diplomático.
Ahora bien, pese al clima confuso reinante, desde algún punto debieron
partir los agentes involucrados en el diálogo por los límites nacionales, dado
Cfr. Escrito del Ministro de Relaciones Exteriores chileno Adolfo Ibáñez en Santiago
en enero de 1874. Extraído de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas
al Congreso Nacional en 1874, Anexo Cuestión Argentino – Chilena, Buenos Aires, Imprenta
Oficial de la Nación, p. 34.
10
R izzo Romano, op. cit.
11
Mario Barros van Buren, Historia diplomática de Chile, 1541-1938, Barcelona, Editorial Ariel, 1970, p. 176.
204
Agustina Rayes
que para ambos países la Patagonia constituía la sección austral de sus territorios, desde el río Bío-Bío y el río Negro. En las negociaciones argentino-chilenas el uti possidetis iuris12 quedó incorporado desde el primer Tratado bilateral
firmado como países independientes en 182613. Y hasta la reforma de 1888 de
la constitución de 1833, que eliminó el art. 1°, Chile reconocía como límite
oriental la cordillera de los Andes desde el desierto de Atacama hasta el cabo
de Hornos14. Es probable que esta posición del Chile recientemente independizado se basara en los mapas del Virreinato del Río de La Plata, para los que
el límite sur de la Capitanía de Chile era el río Bío-Bío, considerando que la
cordillera que corría por la costa era zona declarada inhabitable. Nuevamente
aquí notamos la imposibilidad de los actores de salirse de su marco conocido;
el desconocimiento colonial se trasladó fácilmente a las administraciones
herederas de ese orden que, aunque quebrado, fue la base de la que partir una
vez lograda la independencia.
Después de las revoluciones de 1810, las administraciones nacientes a ambos lados de la cordillera estuvieron más interesadas en solucionar cuestiones
internas que en definir las fronteras de sus respectivos territorios. Con una
organización estatal más temprana, el gobierno de Chile ocupó el estrecho de
12
Las opiniones sobre el principio se han dividido entre quienes adscribieron al uti possidetis iuris y quienes defendieron el uti possidetis de facto. Los primeros, menores en cantidad,
han sostenido que las repúblicas centro y sudamericanas debían tener como límites los que
tenían en 1810 las gobernaciones, intendencias o capitanías sobre las cuales se asentaron,
haya habido o no posesión efectiva del distrito que le concedían leyes, cédulas y ordenanzas
españolas, mientras que los segundos han supuesto que el derecho de usurpación o prescripción, con el correr del tiempo, confiere al poseedor el dominio de lo que posee (siempre que
la posesión no sea clandestina, violenta o arbitraria). Regularmente, la corona española usó el
uti possidetis de facto para dirimir sus límites con la corona portuguesa en el Nuevo Mundo.
Cfr. E. de Gandia, Los Derechos del Paraguay sobre el Chaco Boreal y las Doctrinas del “Uti
Possidetis” en el siglo XVI, Buenos Aires, Editorial L. J. Rosso, 1935, p. 132.
13
Tratado de amistad, alianza, comercio y navegación de 1826. Firmado por J. M. Gandarillas, Vice Presidente de Chile e Ignacio Álvarez, Presidente de las Provincias Unidas del
Río de la Plata. Entre los aspectos más importantes de la relación naciente entre ambos países
destacaron: alianza contra cualquier dominación extranjera (art. 2), no firma de tratado con
gobierno español hasta su reconocimiento (art. 4), respeto a la propiedad privada de ciudadano
de la otra república (art. 8) así como la exención en el servicio militar obligatorio (art.9), los
productos cultivados o fabricados por la otra república gozarían de libre tránsito y entrarían
sin derechos (art. 11), se otorgaría plena franquicia a los buques de ciudadanos de la otra nación
para llegar seguros a los distintos puertos (art. 15) y se preveería el intercambio de agentes
consulares (art. 18).
14
Art. 1º de la Constitución Política de la República Chilena, Santiago de Chile, 25 de
mayo de 1833.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
205
Magallanes15 al fundar una base militar y naval en 1843 (Fuerte Bulnes) y una
colonia en 1848 (Punta Arenas). Pese a que se intentó explicar la situación de
expansión territorial por motivos económicos, no existió una explotación en
esta línea del territorio pretendido que ascendía a los 250.000 km². En todo
caso, habían existido ideas previas que aludían a algunas de las posibilidades
que podría ofrecer tomar control de la zona; por ejemplo, en 1841 el cazador
de focas y lobos marinos norteamericano George Mabon había solicitado al
gobierno chileno permiso para instalar un servicio de remolcadores a vapor
que permitiera la navegación de buques a vela por el Estrecho de Magallanes
y se evitara doblar el peligroso Cabo de Hornos. Pero, en general, habitaron
algunas autoridades, funcionarios, soldados, penados y sus familias, siendo la
ocupación real insignificante a mediados de 1860, cuando las negociaciones
entre ambos estados tomaron un cariz cada vez más serio.
Aunque las administraciones chilenas no tuvieron el dominio de las tierras australes, la mera presencia podía transformarse en una amenaza para su
contraparte rioplatense, por lo que en 1847 Juan Manuel de Rosas, en su carácter de Encargado de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina,
elevó una protesta formal por intermedio de Felipe Arana, alegando que la extensión por el sur alteraba la integridad del territorio argentino. Además, Rosas
solicitó a Pedro de Angelis que elaborara un trabajo de defensa de los derechos
argentinos en el Estrecho –editado en 1852– que, sumado a la Memoria de
Dalmacio Vélez Sarsfield de 1854 para fundamentar los títulos argentinos,
fue contestado en la obra de Amunátegui en 1855. Más tarde, el gobierno de
Justo J. de Urquiza protestó frente a su par chileno por la presencia en Punta
Arenas y por los potreros de la cordillera, ubicados en el territorio mendocino
–valles fértiles usados para engorde de la hacienda vacuna tales como Yeso,
Valenzuela y los Ángeles.
En la década de 1850 el gobierno chileno había impulsado la colonización
de la región de Los Lagos, favorecida por la inmigración alemana, instalada
crecientemente en asentamientos en Valdivia y alrededores del Llanquihue.
Entre 1860 y 1880, el gobierno chileno intentó avanzar sobre la Araucanía16,
contrastando con una vida política conflictiva que impedía la unificación del
territorio argentino, con escasa o nula estabilidad institucional más allá del
sur del río Salado, pues fue sólo con la expedición de Roca que el gobierno
15
Cfr. José María Rosa, El Problema del Beagle. Antecedentes e Interesados, Buenos
Aires, Editorial Moharra, 1984. Carlos Mayo y Fernando Barba (comp.), Argentina y Chile
en la época de Rosas y Portales, La Plata, Editorial de la Universidad de La Plata, 1997.
16
José Bengoa, Historia del Pueblo Mapuche. Siglos XIX y XX, Santiago de Chile, Ediciones LOM, 2000.
206
Agustina Rayes
argentino se aseguró la ocupación definitiva hasta el río Negro17. Desde finales
del siglo XVIII, y hasta la campaña militar de 1879, Carmen de Patagones fue
el único asentamiento urbano estable en la Patagonia; sin embargo, y a pesar
de no existir una ocupación efectiva al sur, las actas de posesión de cuatro
puertos en 1780 constituían para los argentinos una muestra de que las expediciones partieron de Buenos Aires y que estuvieron lideradas por hombres
del Virreinato del Río de La Plata18. Pero, también en las postrimerías del
siglo XVIII el gobierno de Ambrosio O’Higgins había llamado la atención
a la corona sobre la conveniencia de asegurar la parte austral del continente
americano, fundando alguna colonia en las costas atlánticas de la Patagonia
o estableciendo misiones religiosas o guarniciones militares en la Patagonia
occidental o Tierra del Fuego19.
No obstante, el conflicto no se podía dirimir alegando acciones o títulos
del pasado colonial –entonces, como en la época de los estados nacionales, no
hubo un conocimiento riguroso sobre las tierras disputadas–, el intercambio
de diplomáticos era un recurso necesario. Una vez formada la Confederación
Argentina, se acreditaron encargados de negocios en Chile y Bolivia. En el primero, quien desempeñó el rol fue Carlos Lamarca desde 185420, el cual, junto
al negociador chileno Diego José Benavente, suscribió en agosto de 1855 en
Santiago de Chile un tratado, ratificado en enero de 185621, cuyo vencimiento
17
Durante esta etapa, sólo se obtuvieron algunos puntos espaciados a lo largo de la costa
atlántica: Fortaleza Protectora Argentina (1828), asentamiento de Luis Piedra Buena en la
isla Pavón en la desembocadura del río Santa Cruz (1859) y en la isla de los Estados (1862), la
colonia galesa de Chubut llamada Rawson (1865) y la colonia Rouquard (1872-1874).
18
Ver Acta de Posesión del Puerto de Santa Elena (20 de febrero de 1780), Acta de Posesión del Puerto de San Gregorio (6 de marzo de 1780), Acta de Posesión del Puerto de San
Julián (1 de abril de 1780) y Acta de Posesión de Puerto Deseado (23 de mayo de 1780) en
Pedro Santos Martínez, Historia de Mendoza, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1994, pp.
266-270.
19
Cfr. R. Donoso, Diego Barros Arana, México, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia – Comisión de Historia, 1967, p. 52.
20
Previamente Urquiza había escogido a José Mármol, quien nunca partió rumbo a
Chile, más allá de que tenía instrucciones para el cargo. Luego fue seleccionado Juan Bautista
Alberdi, pero éste renunció a su nombramiento sin haber ejecutado el cargo.
21
El Tratado de 1856 reafirmó el anhelo de una paz inalterable (art. 1), los derechos
liberales presentes en el Tratado de 1826, la reglamentación del comercio entre ambos países
sobre la base de mutua reciprocidad y libre tráfico, a excepción del tabaco y los naipes y el
derecho de peaje (art. 11), el intercambio comercial con mediación de agentes consulares
hasta el establecimiento de aduanas comunes (art. 13), la reglamentación comercial y el libre
tránsito ante la guerra con un tercer país (art. 20 y 21), libertades y franquicias para agentes
consulares (art. 24), el intercambio de desertores (art. 27) y la comunicación ante organización de expediciones militares para controlar el territorio (art. 32), entre otras cuestiones. A
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
207
diez años más tarde aceleró las negociaciones de Lastarria, pese a que las
coyunturas externas de cada país impidieron estimarlo como una prioridad.
Según Pablo Lacoste, el Tratado estableció tres elementos importantes, pues se
consagró el principio de “cordillera libre” para activar el comercio bilateral, se
reivindicó el uti possidetis iuris de 1810 para resolver la cuestión de límites y,
fundamentalmente, se adoptó el arbitraje de un “país amigo” como mecanismo
pacífico de solución de controversias22, transformándose en un hito dentro de
la historia del arbitraje en Sudamérica.
Los primeros pasos diplomáticos
Desde la década de 1860, con una situación institucional más estable, en
la Argentina se retomó el intercambio de agentes que, entre otras cuestiones,
debieron encargarse de las negociaciones por los límites internacionales. No
obstante, el comienzo de las transacciones argentino-chilenas estuvo cruzado
por otros hechos en los que ambos países participaron y que retardaron el
diálogo directo por el tema limítrofe. La guerra entre Chile y España de 18651866 así como la larga contienda de la Triple Alianza, en que la Argentina
fue uno de los beligerantes, y el Congreso americano, con su consiguiente
debate sobre la participación, fueron algunos de los puntos sobresalientes en
la primera década en estudio.
En 1862, uno de los temas centrales había sido el tratamiento de la cuestión mexicana para evitar intervenciones futuras en América Latina por parte
de los estados europeos. El Ministro de Relaciones Exteriores chileno Manuel
Alcalde había instruido a Manuel Carvallo para que llevase el mensaje, ante
los gobiernos inglés, francés y español, de que Chile defendería la independencia de América así como evitaría cualquier propaganda monárquica23. Perú
también se había declarado públicamente contra las intervenciones extranjeras,
buscando que Argentina se sumase a un proyecto de integración continental;
sin embargo, el agente principal de la política exterior argentina, Rufino de Elizalde, contestó que ellos conocían la postura argentina respecto de la cuestión
su vez, en el mismo cuerpo del tratado constaba su vigencia por doce años desde el canje de
ratificaciones (art. 40).
22
Pablo Lacoste, “Nacionalismo y Arbitraje y las Relaciones Internacionales en el Cono
Sur”, Res Gestae, N° 40, 2002, Universidad Católica Argentina, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario, p. 94.
23
Cfr. correspondencia enviada por el Ministro de Relaciones Exteriores chileno M. Alcalde a su Enviado Plenipotenciario en Londres, desde Santiago, el 30 de abril y el 22 de mayo
de 1862. Extraída de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en el año 1863, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la Nación, pp. 62-65.
208
Agustina Rayes
mexicana y a la relación con los estados europeos24. En La Nación se podía
leer una justificación del gobierno argentino:
El gobierno argentino declara que no reconoce antagonismos entre los intereses europeos y americanos y que no tiene motivos para creer que la tentativa
contra Méjico esté ligada á un plan preconcebido contra las instituciones
democráticas de la América […] la Europa debe mirarse como un conjunto de
pueblos que marcha á la cabeza de la civilización del mundo y no como una
liga de reyes25.
A comienzos de mayo de 1864, el Ministro de Relaciones Exteriores
Manuel Tocornal escribió a su par argentino procurando su apoyo ante la
ocupación por parte de los españoles de las guaneras Islas Chinchas peruanas.
Y, aunque el hecho fue repudiado por distintos agentes diplomáticos por no
ajustarse a los principios del derecho público internacional26, Elizalde sólo contestó en adhesión y prometió que instruiría a sus funcionarios para lograr el
apoyo de los gobiernos paraguayo, uruguayo y brasilero27. Sin embargo, ante la
propuesta de formar parte del Congreso de Lima, aquél expresó en una nota:
La América independiente es una entidad política que no existe ni es posible
constituir por combinaciones diplomáticas […] La Naturaleza y los hechos la
han dividido, y los esfuerzos de la diplomacia son estériles para contrariar la
existencia de esas nacionalidades […] No hay elemento europeo antagonista
de un elemento americano; lejos de eso, puede asegurarse que más vínculos,
más interés, más armonía hay entre las repúblicas americanas con algunos
europeos que entre ellas mismas28.
24
Cfr. correspondencia enviada por Rufino de Elizalde al Ministro de Relaciones Exteriores chileno el 4 de diciembre de 1862 y el 11 de marzo de 1863, desde Buenos Aires. Extraída
de Memorias del Ministerio… 1863, op. cit., pp. 66-69.
25
Art. “La política americana” publicado en La Nación, Buenos Aires, 14 de noviembre
de 1862.
26
Cfr. Declaración del Comandante General de la Escuadra de Su Majestad Católica en el
Pacífico, Luis H. Pinzón, y el Comisario Especial en el Perú, Eusebio de Salazar y Mazarredo
y declaración de cuerpos diplomáticos en contestación. Extraídas de Memorias del Ministerio
de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en el año 1865, Buenos Aires,
Imprenta de Obras de la Nación, pp. 181-184.
27
Correspondencia cambiada entre Manuel Tocornal y Rufino de Elizalde los días 4 y 28
de mayo de 1864. Extraída de Memorias del Ministerio… 1865, op. cit., pp. 184-189.
28
Nota enviada al Congreso de Lima por el Ministro de Relaciones Exteriores argentino
Rufino de Elizalde el 10 de noviembre de 1862. Citada en J. V. Lastarria, La América, Tomo
I, Madrid, Editorial Américas, s/d, pp. 222 y 225.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
209
El comportamiento del gobierno nacional argentino fue mirado con desdén por sus pares chileno y peruano, máxime porque en 1863 había firmado en
España un Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad en el que el gobierno
español reconoció la independencia, libertad y soberanía de la Argentina así
como la necesidad de definir la nacionalidad para los españoles residentes en
ella.
Asimismo, Elizalde envió instrucciones al Ministro Plenipotenciario en
Chile, Domingo F. Sarmiento, para: 1) arreglar las cuestiones pendientes entre
Chile y Argentina, 2) dar solución a la deuda de Chile con Argentina, para lo
cual habría que nombrar árbitros argentinos y chilenos para arreglar el pago,
3) finalizar las cuestiones limítrofes pendientes, por lo tanto, nombrar comisionados, 4) el gobierno argentino necesitaba modificar el Tratado de 1855,
para lo cual era preciso conocer la opinión del gobierno chileno, 5) informarse
de la cuestión limítrofe entre Chile y Bolivia y 6) indagar la postura chilena
ante el Congreso americano para llegar a un acuerdo. Sin embargo, fue claro
en que “el Sr. Sarmiento no podrá salir de Chile para el Perú sin después de
obtenido el asentimiento del Gobierno para este objeto, para lo cual deberá
oportunamente hacer presente la conveniencia de ausentarse”29.
En Chile había particular interés en que Sarmiento firmara el Tratado
ofensivo y defensivo, sin embargo, ello era algo que no podría realizarse sin
la autorización previa del Poder Ejecutivo argentino, el cual aguardaba que
el gabinete español pidiera las disculpas correspondientes a los chilenos para
evitar entrar en guerra. Sarmiento no consideraba suficientes los dichos españoles y apelaba a poder firmar el Tratado, pero ello estuvo obstaculizado
por la mirada general de la administración de Mitre, la cual le había enviado
instrucciones precisas por su visita a Perú. Probablemente, en el Pacífico, la
amenaza española sobre la soberanía de los países sudamericanos se sentía de
manera más fuerte que en el Atlántico, y de allí la percepción que tanto Mitre
como Elizalde tuvieron al respecto30.
La participación en el Congreso de Lima de 1864 implicó un gran debate
entre estadistas e intelectuales de la época. En la prensa argentina, los diarios
también dividieron sus opiniones al respecto. El Pueblo criticó el rechazo
a participar del Congreso de Lima, así como la intervención en los asuntos
internos uruguayos y en el trato dado por el gobierno argentino a la relación
29
Cfr. Instrucciones enviadas el 12 de marzo de 1864 a Sarmiento por parte del Ministro
Elizalde. Extraídas de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 5,
Archivo General de la Cancillería.
30
Cfr. Archivos del General Mitre, Correspondencia Literaria, Tomo XX, Buenos Aires,
La Nación, 1912, p. 30-32.
210
Agustina Rayes
con Chile. La presentación general, en todos estos nuevos países americanos,
era el esquema de aquellas dos corrientes incompatibles, la de los pueblos
apegados a su patria y la de las minorías europeizantes31, entendiéndose como
el contraste entre una postura americanista y una europeísta en la forma de
concebir las relaciones externas de los países latinoamericanos. La explicación
que encontramos para el uso tan difundido de estos términos es que quienes
los han aplicado los han encontrado entre los contemporáneos para designarse a sí mismos o a otros y los han tomado sin un análisis que supere la mera
clasificación. La Nación Argentina, de simpatía mitrista, repudió la política
exterior de tono “americanista”32 y defendió públicamente la gestión del Ministro de Relaciones Exteriores así como la imagen positiva que había logrado
el gobierno de Mitre en Europa:
… paz con los pueblos de Europa, guerra con sus Gobiernos: tal es la política
esterior que se aconseja al Gobierno por algunos […] ¡Guerra a los Gobiernos
de Europa! ¿Y por qué? Porque son hostiles a los gobiernos de América […]
Estudiemos con calma estas ideas y se verá que no resisten el examen menos
detenido33.
Mitre dejó claro, en reiteradas oportunidades, su deseo de que las hostilidades en el Pacífico cesasen y que argentino ante todo, el gobierno no dejaría
de ser americano y buen vecino34. Cuando se decidió la no participación de
la iniciativa del Congreso continental en Lima, ello tuvo una repercusión
extensa geográfica y temporalmente para la diplomacia del país. El Ministro
de Relaciones Exteriores chileno, Álvaro Covarrubias, había señalado las similitudes entre los pueblos americanos y la necesidad de unirse ante peligros
exteriores, en tal caso, la amenaza española. El propio negociador Lastarria
31
1977.
Todo
es
Historia (comp.), La Soberanía, Buenos Aires, Todo es Historia Editor,
32
En la época, los “europeístas” fueron definidos, en contraposición a los “americanistas”,
como hombres inclinados hacia Europa occidental para favorecer sus vínculos económicos
–exportación de materias primas e importación de materias primas y bienes manufacturados,
llegada de capitales, empréstitos e inversiones extranjeras. Además, fueron caracterizados
como sectores partidarios de promover la paz y el comercio, no comprometerse con alianzas
americanas y llevar adelante negociaciones paralelas y no congresos continentales. Cfr. José
Paradiso, Debates y Trayectoria de la Política Exterior Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1993.
33
Art. “Política Esterior” publicado en La Nación Argentina, 12 de nov. de 1862, Hemeroteca del Congreso de la Nación Argentina.
34
Bernardo González A rrrili, Vida de Rufino Elizalde, Buenos Aires, Francisco A.
Colombo Editor, 1948, p. 299.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
211
criticó tal actitud: “(comunidad americana) Lo raro, lo inexplicable es que el
Gobierno argentino es el que ha renegado de aquella comunidad […] ¡Deplorable extravío!”35.
Cuando los españoles bombardearon e incendiaron Valparaíso, la mayor
agitación se dio en las provincias de Cuyo y el Norte argentino, más ligadas
que el Litoral a Chile. En Salta y Tucumán la protesta popular contó con la
adhesión de los poderes públicos. En la primera las residencias de peninsulares
fueron escenario de protestas, y en la segunda el gobernador insultó a España
y pidió la alianza argentino-chilena.36
Pese a sus críticas, el ministro chileno fue recibido por Mitre para dar
inicio a las negociaciones entre la Argentina y Chile:
Gemelos de esta gran familia, como lo habéis dicho muy bien, estos dos pueblos, ligados por glorias inmortales que son comunes, por intereses idénticos
y por principios solidarios, están sin duda destinados por la Providencia para
perpetuar en medio de las bendiciones de la libertad y de la paz […] Tenemos
fe en que la misión del Sr. Lastarria, contribuirá á estrechar más y más las
relaciones que ligan á estas dos Repúblicas hermanas37.
El diario chileno El Independiente criticó la recepción del funcionario
Lastarria en la Argentina38. Sin embargo, su connacional El Ferrocarril estimó
correcto que no se firmara un acuerdo con Chile porque éste lo había rechazado a principios de 186039. Incluso, a los diarios argentinos llegaron cartas de
ciudadanos chilenos expresando que ambos países se sentían fuertes y eran
ambiciosos40.
Lastarria se dirigió en nombre de las naciones sudamericanas del Pacífico
a mediados de 1866 a Elizalde como mediadores ante la Guerra de la Triple
Alianza, ruinosa por la alteración del sentimiento de fraternidad y de objetivos comunes entre las naciones americanas y por los recursos envueltos en la
Lastarria, op. cit., p. 214, 219 y 220.
Isidoro Ruiz Moreno, en AA. VV., Nueva Mirada a la historia, Santiago de Chile,
Editorial Ver, 1996, pp. 139 y 140.
37
Art. “Idilios diplomáticos” publicado en El Pueblo, Buenos Aires, el 6 de febrero de
1865, p. 2, col. 2 y 3, HCNA.
38
Art. “Patagonia” publicado en El Pueblo, Buenos Aires, 11 de abril de 1865, p. 2, col.
3 y 4, HCNA.
39
Art. “La prensa chilena justificando a la república Argentina” publicado en La Tribuna,
Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1867 p. 2 col. 2 y 3, HCNA.
40
Art. “Chile” publicado en La Nación, Buenos Aires, el 17 de mayo de 1872, p. 2, col.
3 y 4, HCNA.
35
36
212
Agustina Rayes
contienda41. Ante el rechazo reiterado del gobierno argentino, en 1867 Covarrubias le escribió a Elizalde acerca de la actitud dilatoria ante el ofrecimiento
chileno42. Una interpretación posible frente a las idas y vueltas de la pretendida
mediación pudo ser que Chile no quisiera que la Argentina saliera fortalecida
militar y territorialmente de la guerra en que, con certeza, iría a vencer frente
a un Paraguay totalmente destruido. No obstante, Rufino de Elizalde consideró
que se trató de un intento del gobierno chileno de que Argentina cerrara su
frente de batalla en Paraguay para abocarse a la guerra con España43.
En junio de 1866, Lastarria y el Ministro plenipotenciario peruano, Benigno Vigil, pidieron a Elizalde la adhesión argentina al Tratado de Alianza
ratificado en enero del mismo año, por el cual ambas repúblicas defenderían
sus derechos, independencia y soberanía frente a la agresión española. Una vez
más, Elizalde respondió que se comprometería a enviar fuerzas para combatir
contra la agresión española, pero que no adheriría a un instrumento de derecho
internacional tan general que le exigiera participar en cualquier conflicto que
se suscitase en América en su conjunto44, especialmente atendiendo al frente
que la Argentina abrió con la Guerra de la Triple Alianza, la que debe entenderse en el contexto de construcción del estado nacional; desde el gobierno, se
esperaba lograr cohesión entre la población ante la aparición de un enemigo
externo y por el fracaso político del mitrismo45.
De sus años como exiliado en Chile, y tras una relación inicialmente
desconfiada46, Sarmiento conservaba una buena amistad con Lastarria, quien
al saber de la elección de aquél como Presidente de la Argentina, cursó su
opinión en una carta en la que puso de manifiesto la indiferencia de Buenos
Aires hacia Chile:
Vuestra exaltación a la presidencia, querido i viejo amigo, es un acontecimiento que hará época en la historia de América y que revela un gran progreso
41
Correspondencia cambiada entre Lastarria y Elizalde los días 20 de junio, 6 de agosto y
del 9 al 20 de octubre de 1866. Extraída de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores
presentadas al Congreso Nacional en el año 1867, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la
Nación, pp. 59-74.
42
Correspondencia de Covarrubias a Elizalde, Santiago, 21 de junio de 1867. Extraída de
Correspondencia General… libro N° 8, loc. cit.
43
Correspondencia enviada por Elizalde a Beeche, Buenos Aires, 21 de mayo de 1867.
Extraída de Correspondencia General… libro N° 8, loc. cit.
44
Correspondencia cambiada entre Lastarria – Vigil y Elizalde los días 30 de junio y 18
de octubre de 1866. Extraída de Memorias del Ministerio… 1867, op. cit., pp. 74-82.
45
Halperín Donghi, op. cit.
46
En la correspondencia entre ambos de la década de 1840, Sarmiento le aclara a Lastarria que no quiere participar activamente de la vida política chilena.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
213
en la República Argentina […] Voi a pedir al antiguo Maestro de escuela, i
es la adopción de mi Libro de Oro de las Escuelas […] quise hacerlo aceptar
en Buenos Aires cuando estuve, pero comprendí que lo miraban con desdén,
como miran allí todo lo de por acá47.
En agosto de 1866, Lastarria se dirigió a Elizalde con el objeto de clarificar algunos puntos sobre la cuestión de límites en un Memorandum ya que,
a su entender, había un sector de la prensa –que era un apéndice del gobierno
aunque el ministro lo negase– que buscaba instalar en la opinión pública una
imagen negativa de Chile y que, en ocasiones, producía animosidades a nivel
internacional. En el Memorandum, Lastarria recordó que: 1) en las conferencias de 1865 no se debatió el tema de la Patagonia, 2) el gobierno argentino
no podría discutir el asunto de límites hasta tanto no tuviera un conocimiento
acabado así como los documentos necesarios para sentar una posición. Elizalde contestó que en el gobierno argentino no se llegaría a una guerra con
Chile por la cuestión de límites y que la documentación sobre el tema era
exigida por el Congreso Nacional para ser tenida en cuenta en las posteriores
negociaciones48.
A principios de 1869, Félix Frías fue nombrado enviado extraordinario
y ministro plenipotenciario de la República Argentina en Chile. Como había
concluido el tratado de amistad y comercio, Frías llevaba el encargo de impulsar uno nuevo. Las primeras conferencias estuvieron dedicadas a temas como
la navegación, el comercio, la extradición de criminales y correos, y quedaron
en un segundo plano las disputas limítrofes. No obstante, desde el gobierno
nacional existieron proyectos para hacer un mapeo del país, tal ha sido el caso
del mapa encargado al Ingeniero Nacional de Minas, el Sr. Richard49.
En 1867, a instancias del gobierno chileno de José Joaquín Pérez, se decretaron facilidades para la inmigración y arraigo de colonos en la zona disputada
y, veinte años más tarde, la población se había triplicado, ocupando entonces
300 km² al sur y norte de Punta Arenas, con dedicación en agricultura, crianza, caza, comercio, explotación de carbón y bosques. La cría de ganado ovino
tuvo un efecto multiplicador y dinamizador de la actividad económica en
general, permitió la llegada de inmigración europea y la producción de uno
47
Carta de Lastarria a Sarmiento. Santiago de Chile, 22 de octubre de 1868. Publicada
en M. L. del Pino de Carbone, Correspondencia entre Sarmiento y Lastarria, 1844-1888,
Buenos Aires, s/d, 1954.
48
Correspondencia cambiada entre Lastarria y Elizalde los días 22 y 28 de agosto de
1866. Extraída de Memorias del Ministerio… 1867, pp. 83-87.
49
Art. “Noticias locales. Mapa de la República” publicado en La República, Buenos
Aires, 11 de mayo de 1869, p. 2, col. 2, HCNA.
214
Agustina Rayes
de los principales bienes de exportación hacia Gran Bretaña, Bélgica y Francia. La llamada “colonización pastoril” fue un patrón que también se repitió
en Santa Cruz y Tierra del Fuego50. Incluso, la incorporación de la Argentina
al mercado internacional –a partir de 1880– como exportadora de productos
agrícolo-ganaderos exigirá cambios en su estructura productiva en función de
las exigencias de ese mercado51.
Hasta aquí, se ha visto que el intercambio de ministros a uno y otro lado
de la Cordillera no implicó el tratamiento de los reclamos territoriales. En
estos primeros pasos diplomáticos fue relevante el Congreso americano y los
ofrecimientos de buenos oficios de ambas partes ante las dos contiendas que
los afectaban, en los que, si bien la retórica fue de total cordialidad, cada uno
fue cauteloso de lo que pudiera hacer el otro. Desde la Argentina, se temió que
Chile apoyara al régimen paraguayo y, desde Chile, se desconfió de la simpatía
argentina por España.
El comienzo de la indecisión
en las negociaciones territoriales
Las negociaciones por las tierras en conflicto tomaron forma cuando se
creó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile en 1871, especialmente
establecido por el comportamiento del país durante la guerra de 1866, la debilidad de los tratados continentales firmados entre 1847 y 1864 y a la solitaria
posición en América52.
El modus vivendi entre la Argentina y Chile se dio tras la reclamación de
Sisco y Cía. En junio de 1871, el gobierno de Sarmiento cedió por decreto un
permiso para extraer guano de la isla Quarter Master (situada frente a la costa
fueguina del Estrecho) a Sisco y Cía., pero las autoridades de Punta Arenas
exigieron a los navegantes el pago de derechos aduaneros por considerar a la
isla fuera de la jurisdicción argentina. Esta cuestión no era un detalle menor
en una época en que los países latinoamericanos estaban ávidos de capitales
extranjeros, especialmente por los futuros contratos con Inglaterra, que se
podían caer. En el reclamo que José Sisco y Cía. elevó expresó:
50
Según J. Campobassi, Tierra del Fuego se llamaba a todo lo que existiese, aguas y
tierras, al sur del Estrecho de Magallanes.
51
Cfr. E. Barberia, “La distribución de la tierra en el territorio de Santa Cruz, 18801900”, Cuadernos de Historia Regional, Vol. III, N° 8,1987, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires – Universidad de Luján, p. 7.
52
Mario Barros van Buren, El Ministerio de Relaciones Exteriores, 2 º edición, Santiago
de Chile, Editoria Arquen, 1991, p. 31.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
215
Ya cuando habíamos reunido la cantidad de un mil toneladas, se presentó el
Gobernador de una colonia chilena, situada en el Estrecho de Magallanes,
prohibiendo el embarque del guano si antes no satisfacíamos los derechos de
exportación de Chile53.
Hacia 1872, aunque Ibáñez sostuviera que la Patagonia era una zona semidesértica, la región resultaba apta para la cría de ovejas, actividad complementaria de la cría de ganado vacuno y la siembra en el valle central chileno. Entonces, el ministro propuso un modus vivendi al gobierno argentino con la idea
de dividir54 la tierra en disputa: que Chile atendiese toda la parte comprendida
dentro del Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego, las islas adyacentes y la
costa del Atlántico hasta llegar a Puerto Deseado; siguiendo desde este punto
podría tirarse una línea hasta llegar a la Cordillera de los Andes.
También le escribió a Sarmiento ofreciéndole dinero por la “renuncia” del
gobierno argentino al Estrecho de Magallanes y la Patagonia. Por esos días el
gobierno argentino, defensor del criterio de las más altas cumbres para hacer la
divisoria, estaba disgustado con las reiteradas concesiones que su contraparte
trasandina había hecho sobre el territorio para la extracción del guano en la
isla Quáker Master o con los acuerdos que su Ministerio del Interior había
llevado adelante con las distintas tribus que habitaban el espacio en disputa.
Pero pese a los entredichos, se expresó claramente la intención de mantener la
paz entre ambos55. Aunque la hipótesis de guerra no tenía asidero, las mejoras
tecnológicas que alguno pudiera hacer eran consideradas por el contrario; así,
a fines de 1871, Tejedor había comunicado a Frías que el gobierno chileno había presentado un proyecto de construcción de dos buques de guerra blindados
para la colonia de Magallanes56.
En el testimonio de Manuel Bilbao –personaje influyente en el Congreso
chileno y en el Presidente Pinto para la aceptación de la solución pacífica de
53
Correspondencia de José Sisco y Cía. elevada a Carlos Tejedor, Buenos Aires, 4 de
octubre de 1871. Extraída de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro
N° 13, loc. cit.
54
La propuesta de división iba desde el paralelo que forma el grado 45 desde el Atlántico
a la cadena de los Andes.
55
Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1872, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, pp. XXI-XXXIV. Nota que el
ministro argentino en Chile, Félix Frías, dirige al canciller Adolfo Ibáñez, el 12 de diciembre
de 1872. Extractada de Carlos Silva, La Política Internacional de la Nación Argentina, Buenos Aires, Ministerio del Interior – Subsecretaría de Información., 1946, p. 197.
56
Carlos Tejedor a Frías, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1871. Extraída de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 13, Archivo General de la Cancillería.
216
Agustina Rayes
controversias en el conflicto argentino-chileno, quien, aunque los partidarios
de la vía dura intentaron frenarlo, consiguió sentar su opinión de que debía
prevalecer el derecho internacional– subyacía la idea de que hasta 1872 reinó
la armonía entre la Argentina y Chile57, momento en que la legación chilena en
Buenos Aires manifestó que Chile ejercía jurisdicción hasta el río Santa Cruz,
cuando Ibáñez se embarcó hacia el Estrecho, dejando pendiente la discusión y
dirigiéndose a Río Gallegos para fundar una colonia ordenando construir casa
y ejercer actos de posesión58. Incluso, en el diario La República quedó clara la
mala imagen de la administración de Ibáñez en la relación entre ambos países:
“A ningún hombre público de Chile cabe tanta responsabilidad, como al señor
Amunátegui, en la lamentable perturbación, que han sufrido las relaciones de
los dos países”59.
Hacia mediados de 1873, y bajo la idea de no renunciar a la boca oriental del
Estrecho, la propuesta del gobierno argentino consistió en determinar los límites
tomando como base la bahía Peckett del Estrecho de Magallanes y, desde allí,
al oeste hasta la Cordillera de Los Andes; pero ésta no podía ser aceptada porque significaría la renuncia de Chile sobre los derechos de la Patagonia. Como
respuesta, los chilenos ofertaron dividir la Patagonia en mitades a partir del río
Diamante, en el paralelo 45, y que, en caso de controversia, se arbitrara. En su
discurso de cierre al Congreso Nacional, el presidente chileno expresaba:
Nuestra cuestión de límites con la República Argentina, ha llegado, puede decirse, a su término […] Esta discusión ha venido a demostrar que los derechos
de Chile al territorio cuestionado son claros e irrefrenables […] Mi gobierno
propuso a la Legación argentina una base de transacción, en virtud de la cual
se dividiría por mitad el territorio cuestionado. Esta base ha sido desgraciadamente desechada […] No queda, pues otro recurso para dirimir la contienda
que el arbitraje60.
Sin dudas, fue ésta una época en que los vínculos bilaterales se tornaron
complicados. El enviado argentino Frías presionó a Ibáñez para que el Senado
no otorgase derechos al ciudadano Cruz D. Ramírez para explotar el guano
que yacía al este de Punta Arenas. Uno de los fundamentos chilenos fueron
Dr. Manuel Bilbao, Stgo. Chile, 30/09/1878 publicado en Martínez, op. cit., p. 259.
Cfr. Dr. Manuel Bilbao, Stgo. Chile, 10/10/1878 en Martinez, op. cit., p. 263.
59
Art. de La República. Citado en Félix Frías, Escritos y Discursos, Buenos Aires, Carlos
Casavalle Editor, 1884, p. 292.
60
Discurso del Presidente Federico Errázuriz de Apertura de Sesiones del Congreso Nacional, Santiago, 1 de junio de 1873, Imprenta Nacional. Documento extraído de Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 16, Archivo General de la Cancillería.
57
58
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
217
los artículos escritos por Sarmiento en los diarios El Progreso y La Crónica
de la década de 1840. Como Presidente de la Argentina, debió sortear duras
críticas en el tema limítrofe, pues cargaba con un pasado literario de apoyo a
Chile. Una vez fuera del cargo, confiaba a Lastarria:
Desgraciadamente he sido inutilizado por aquella mala inspiración de Ibáñez,
de denunciar ante el Presidente de la República, Sarmiento, en negociaciones
diplomáticas, el don que de una comarca le hizo a sus mocedades un escritor
joven que según él llevaba ese nombre. Habedme pues por traidor para uno
de los bandos, y bastaos leer los diarios, cuando de la cuestión se trata, para
juzgar de la autoridad moral hacer oír razón a los que a fuer de patriotismo
ahondan de día en día el abismo61.
Pero también el agente argentino protestó por la expedición que partió con
consentimiento del Gobernador de Punta Arenas a Río Gallegos en la balandra
Anita y que llevaba soldados, hombres, maderas y lo necesario para fundar una
colonia allí, de la que se habría enterado por publicaciones del diario de Valparaíso La Patria62 –sin embargo, el gobierno chileno desaprobó el accionar por
no responder a instrucciones específicas– y porque había recibido notificación
de Luis Piedra Buena –a quien, por ley, el gobierno argentino había otorgado
el usufructo de la isla de los Estados en 1868 fabricando colchones con plumas
Penguin (sic)– y el cual había sido llamado por los chilenos para el servicio de
flete hacia Río Gallegos63. Ante ello, el ministro respondió que la Argentina
había violado el principio de statu quo en relación al Tratado de 1856 con la
expedición de alumnos de la Escuela Náutica –que según los argentinos había partido para chequear las acciones chilenas– a las costas patagónicas del
Atlántico y la concesión a los buques ingleses para extraer guano64 y que esa
expedición no partió a fundar colonia alguna, sino a hacer un reconocimiento
del terreno para conocer las posibilidades de cultivo y a chequear si existía
un buque náufrago en la zona. Asimismo, expresó la convicción de que esas
61
Carta de Samiento a Lastarria. Buenos Aires, 18 de marzo de 1877. Publicada en Del
Pino De Carbone, op. cit.
62
Frecuentemente, los diarios chilenos enviaban corresponsales para que describieran
el estado de la colonia de Magallanes. En esta oportunidad, el enviado especial hizo explícito el plan del gobernador Viel de levantar una colonia chilena sobre las márgenes del Río
Gallegos.
63
Luis Piedra Buena a Frías, Punta Arenas, 29 de enero de 1873. Extraída de Correspondencia General…, Libro N° 16, loc. cit.
64
Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1873, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, pp. IX-XV y 519-547.
218
Agustina Rayes
tierras corresponden a la Argentina, pero que sabía que estaban bajo disputa65.
A su vez, Blest Gana protestó ante el Ministro de Relaciones Exteriores Carlos
Tejedor por las concesiones acordadas por las autoridades nacionales a los
señores Crozer, Rouquaud y Piedra Buena para que usufructuasen territorios
al sur de Santa Cruz, por la expedición que partió a bordo de los barcos de
bandera argentina “Chubut” y “Gral. Brown”66 y por las exploraciones y proyectos de colonización en el río Negro que el Poder Ejecutivo había presentado
ante el Congreso nacional67.
El Ministro del Interior Arístides Villanueva, que había tomado el lugar
de Ibáñez cuando éste se ausentó por su viaje al sur68, creía conveniente retirar
las fuerzas chilenas apostadas en el lugar, no obstante, reclamaba ante Frías el
uso de lagos y lagunas para extracción de agua que hacían los argentinos, que
estaban en disputa y que, según sus conocimientos geográficos, se alimentaban de ríos chilenos69. Sobre el particular, el diplomático Beeche, que también
tuvo noticias sobre el piquete de soldados chilenos en Río Gallegos y el envío
de maderas desde Punta Arenas para construir fortificaciones, consideraba:
“hace tiempo que tengo la idea de que el Gobierno de Chile ha tomado por
modelo de conducta con sus vecinos la política hipócrita, desleal y absorbente
del Brasil”70.
Llegados a un punto de dilatación de las negociaciones, en 1873 Ibáñez escribió al enviado argentino sobre la necesidad de presentar árbitros y
exponer la documentación que cada una de las partes hubiese conseguido
–con comunicación a otras naciones sobre la temporaria neutralización del
Estrecho71–, enfatizando que su país no había avanzado desde la fundación de
Punta Arenas72, perfectamente lícita según los chilenos en todas las negocia-
Ibídem, pp. 548-555.
Ibídem, pp. 575-588.
67
Carta de Blest Gana a Ministro Relaciones Exteriores argentino, Buenos Aires, junio
de 1873. Extraída de Memorias… 1874, op. cit., pp. 261-264.
68
Ibáñez a Frías, Santiago, 15 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia General…,
Libro N° 16, loc. cit.
69
Arístides Villanueva a Frías, Mendoza, 29 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia General…, Libro N° 16, loc. cit.
70
Beeche a Frías, Valparaíso, 31 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia General…, Libro N° 16, loc. cit.
71
Carta de Ibáñez, Santiago, noviembre de 1873. Extraído de Memorias… 1874, op. cit.,
pp. 218-220.
72
Cfr. correspondencia cambiada entre el Ministro Ibáñez y Félix Frías en agosto de 1873.
Extraída de Memorias… 1874, Apéndice Cuestión Argentino -Chilena, op. cit., pp. 3-183.
65
66
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
219
ciones73. Sin embargo, por diarios chilenos como El Ferrocarril la legación
argentina se enteró de una nueva expedición para recorrer Tierra del Fuego74
y, más tarde, se le permitiría al ciudadano francés E. Pertuisset explorar para
hallar minerales. Asimismo, el cuerpo de diplomáticos argentino protestó ante
las autoridades chilenas porque en el Senado se había aprobado una partida
presupuestaria para construir un faro en el Cabo de las Vírgenes (situado en
el Atlántico, a la entrada del Estrecho de Magallanes), so pretexto de cooperar
con las embarcaciones extranjeras que transitaran la zona, pero para los argentinos ello era un avance chileno sobre el territorio en disputa75.
La escalada en las pretensiones
La escalada aumentó progresivamente, ya ninguna de las partes disimuló
como en otros años su intención sobre las tierras. Tanto fue así que discutiendo
sobre el proyecto de Ley de Tierras Nacionales, Mitre decía:
Considero, sin embargo, una coincidencia feliz que este proyecto elaborado sin
tener exclusivamente en vista las cuestiones internacionales que hoy ennegrecen nuestro horizonte, sea tratado en este momento verdaderamente solemne
que atraviesa la República, en que, á cualquier punto que volvamos los ojos,
nos encontramos con una cuestión de límites, que es una amenaza hoy y que
puede ser un peligro mañana […] Nuestra comunicación sería un desarrollo
espontáneo y natural, mientras que para Chile es artificial y desligado de su
sistema geográfico y económico76.
Una de las cuestiones que hizo que los debates en la disputa limítrofe
alcanzaran puntos cada vez más álgidos había sido que Chile desde la década
de 1870 incluyó más decididamente a la Patagonia como un tema central,
pero también los procesos internos de cada uno de los países así como los
personajes que intervinieron. Incluso, en 1873 en Londres se había publicado
un aviso donde se incluía a la costa oriental de la Patagonia como dominio
chileno. Al respecto, en el gobierno de Avellaneda Félix Frías decía: “Chile no
73
Carta de Ibáñez a Frías, Santiago, 29 de octubre de 1872. Extraída de Correspondencia
General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 14, Archivo General de la Cancillería.
74
Tejedor a Frías, Buenos Aires, 12 de marzo de 1873. Extraída de Correspondencia
General…, Libro N° 16, loc. cit.
75
Protesta de Félix Frías elevada el 9 de octubre de 1873. Extraído de Memorias… 1874,
op. cit., pp. 221-228.
76
Art. “Senado nacional. Discurso del Gral.B. Mitre sobre cuestión de límites” publicado
en La Nación, Buenos Aires, 16 de mayo de 1872, p. 1, col. 5 a 8, HCNA.
220
Agustina Rayes
disputó antes de la administración presente otro territorio que el Estrecho de
Magallanes y la Tierra del Fuego á la República Argentina”77.
Tanto fue así que encontramos a Tejedor advirtiendo a Blest Gana en abril
de 1874:
La primera y mas poderosa dificultad era el rumor que hacia tiempo corria
de haber Chile ocupado el puerto de Santa Cruz […] el Gobierno argentino se
veria obligado á romper las relaciones diplomáticas, y no podria oir directa ni
indirectamente proposiciones de transacción ó arbitraje78.
Al principio de su mandato, Avellaneda señaló que mantendría íntegramente la jurisdicción de la República en todas las costas del Atlántico79
y designó a Frías como Canciller, tensando aún más las ya conflictivas relaciones con Chile. Desde entonces existió preocupación por recabar toda
la documentación que justificara la pretensión de títulos argentinos sobre el
territorio en disputa: la legación argentina en España juntó archivos de derechos en tratados antiguos y se le encargó al Jefe del Archivo de la Provincia
de Buenos Aires, Carlos Guido y Spano, que compilara material relativo a la
Patagonia Oriental80.
Siguiendo las fuentes diplomáticas, es posible notar el crecimiento de la
desconfianza entre ambos países. Frías informó que a su paso por el estrecho
de Magallanes supo que el gobierno chileno efectuaba nuevas concesiones en
dicho Estrecho y en Tierra del Fuego, y que habían penetrado comisiones exploradoras en la Patagonia, donde descubrieron minas de carbón y cobre. Pero
la legación chilena reclamó por concesiones que el gobierno argentino había
otorgado a distintos empresarios para hacer una explotación de territorios al
sur de Santa Cruz, desencadenando en una sucesiva recepción y envío de correspondencia al respecto en la que no pudieron ponerse de acuerdo81.
Blest Gana reclamó por la supuesta subvención del gobierno argentino
para una línea de navegación hasta el río Santa Cruz y la concesión de diez
Art. de La Tribuna, publicado el 4 de junio de 1875. Citado en Frías, op. cit., p. 283.
Ibídem, p. 300.
79
Cfr. Campobassi, op. cit., p. 31.
80
Entre los documentos encontrados por Carlos Guido y Spano figuran: 1) una comunicación del Virrey Vertizen que se toma al Río Gallegos como el punto más austral de la Patagonia
y 2) nota de don Ambrosio O’Higgins en la que reconoce a la Cordillera de Los Andes como
divisoria de Chile y Argentina. Cfr. Frías, op. cit., p. 288.
81
Memorias… 1874, op. cit.
77
78
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
221
leguas a la empresa que llevara adelante la exploración82. El Abato y el Covadonga chilenos y la barca argentina Chubut fueron enviados para hacer
reconocimiento de la zona porque aún no se había llegado a una transacción
amistosa. Sin embargo, Frías protestó porque la delegación chilena no sólo
hizo estudios topográficos, sino que inventarió la casa de un ciudadano francés que allí vivía con permiso del gobierno argentino y pretendió instalarse
definitivamente al construir una casa de madera, a lo que Ibáñez respondió
desconociendo tales hechos o explicándolos y desconociendo la soberanía
efectiva argentina sobre la zona83.
Ya en 1875 se había reanudado la problemática sobre los límites al producirse un debate jurídico entre el argentino Vicente Gregorio Quesada y el
chileno Miguel Luis Amunátegui. Ambos teorizaban desde el principio de uti
possidetis. La pregunta era si en la región se podían alegar títulos históricos.
Según algunos teóricos, la corona española no tenía pleno conocimiento de
la Patagonia ni de Magallanes, por lo tanto, declararon al territorio como res
nullius84. Pero este no era el principio jurídico rector reconocido por ambos
litigantes.
Respecto de los antecedentes, era favorable para la Argentina que las expediciones coloniales hacia el sur se habían organizado desde Buenos Aires,
lo cual resultaba lógico teniendo en cuenta que Santiago estaba más lejos. Sin
embargo, no hubo presencia permanente y no se demostraron intereses en la
región, y ello afectaba la postura argentina aunque algunos lo fundamentaron
por el problema del indio sumado a la incapacidad de la zona para insertarse
dentro del circuito productivo.
Chile recurrió a un mapa realizado en 1775 que dividía al Reyno de Chile en Chile Antiguo (al norte) y Chile Moderno (al sur) denominado Tierra
Magallánica, Patagónica, de los Césares… Además, el mismo mapa imponía
como límite más austral para la provincia de Buenos Aires el río Negro. Los
argentinos rebatían esta evidencia declarando que ese mapa era anterior a la
creación del Virreinato del Río de La Plata. Otros mapas posteriores –aprobados por geógrafos e incluso por el mismísimo virrey de Perú– no otorgaban
territorios a Chile allende el este de los Andes. Resultaba adverso para la Argentina el hecho de que la cédula del 1 de agosto de 1776 por la que se fundó
el Virreinato del Río de la Plata no hiciera mención a los territorios del sur, ni
82
Luis Domínguez a Miguel Goyena, Lima, 7 de julio de 1875. Correspondencia General.
Legación Argentina en Chile, Libro N° 18, Archivo General de la Cancillería.
83
Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1875, Buenos Aires, Imprenta Oficial de la Nación, pp. 107-111.
84
La expresión res nullius se traduce habitualmente como “tierra de nadie”.
222
Agustina Rayes
la cédula del 27 de octubre de 1777 que confirmaba la constitución del mismo.
Las cédulas de la corona española trajeron problemas de interpretación para los
juristas dada la superposición de las distintas jurisdicciones85. Tanto Quesada
como Amunátegui recurrieron a entuertos legales: borraron capitulaciones o
determinadas palabras en los documentos para cambiar los sentidos86.
En agosto de 1875 Bernardo de Irigoyen llegó al Ministerio de Relaciones
Exteriores. En octubre del mismo año, el gobierno argentino nombró una comisión de ingenieros para que hicieran el reconocimiento científico de la región
austral entre el río Negro, el estrecho de Magallanes, la cordillera de los Andes
y el océano Atlántico. Irigoyen era partidario de mantener el statu quo previo
a 1872, es decir, que Chile no se adelantara de Punta Arenas y Argentina no
avanzara al Estrecho87. Sin embargo, el gobierno chileno no compartió esta
noción, pues en un “Cuadro Sinóptico de la República de Chile” de 1875 era
posible leer la siguiente información: “MAGALLANES, territorio de colonización, creado en 1849. Habitantes: 1144 – Límites: al N. el cabo y la Península
de Tres Montes y el Río Negro; al E. el Atlántico; al S. y al O. el Pacífico”88.
Entonces el canciller chileno, José Alfonso, a diferencia de su antecesor
Ibañez, consideró que la cuestión patagónica era de menor importancia en
relación a otros temas, percepción compartida por el futuro presidente Aníbal
Pinto. En carta enviada por Lastarria a Sarmiento en febrero de 1876 respecto
a la nueva misión que se abría entre ambos países, el autor chileno señalaba
la posible participación de él y la intención del gobierno chileno de arribar a
una solución pacífica:
Pinto concluirá nuestra cuestión de límites, pero si queréis terminarla con
Errazuriz no tenéis mas que conseguir de ese gobierno que conteste la nota que
le escribió Alfonso. Este me ha dicho que viniendo una contestación amigable
como él espera, nombrará inmediatamente un ministro para que vaya a tratar
la cuestión si prefiere el argentino arreglarla allá. Nos empeñamos en que sea
85
Por ejemplo, Carlos V había firmado tres capitulaciones distintas donde legaba territorio
superpuesto a Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Simón de Alcazaba. Cfr. A. Cisneros &
C. Escudé (comps.), Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina,
Tomo VI, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998.
86
En un documento Quesada cambió el español arcaico “hazia” por el español moderno
“hasta” para quedarse con la Patagonia. A su turno, Amunátegui expresó que las doscientas
leguas de las que hablaban los documentos reales valían para el Océano Pacífico y no para el
Atlántico.
87
Citada en Frías, op. cit., p. 322.
88
Ibídem, p. 334.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
223
Santa María ese ministro. Si no se consiguiese i me queréis a mí, iré con gusto
(todo esto es reservado)89.
Finalmente, y por decreto, el presidente Errázuriz envió a Diego Barros
Arana como plenipotenciario ante las repúblicas del Río de La Plata y el Imperio de Brasil en abril de 187690, bienvenido por el presidente Avellaneda91,
y cuyas instrucciones fueron un reflejo de la nueva posición del gobierno de
Chile sobre la zona disputada. Chile resignaría la Patagonia hasta el río Gallegos pero consolidaría la posesión del Estrecho de Magallanes92, que interesaba
particularmente a Chile por constituir una vía de comunicación con Europa
y el mundo y por su situación geográfica de encierro entre el Pacífico y la
Cordillera de los Andes:
[...] tengo como Ud. la convicción acerca de la calidad de los terrenos patagónicos, que son casi en su totalidad estériles e inútiles. Si a esto se agrega
que nuestra situación geográfica nos aconseja no tener costas que conservar
y custodiar en el Atlántico, es preciso convenir que nuestras pretensiones no
deben ir más allá del Estrecho y de la porción de terrenos necesaria para su
seguridad y desarrollo93.
Dos años duró la gestión de Barros Arana, obstaculizada porque el buque
de guerra chileno Magallanes apresó cerca de las márgenes del río Santa Cruz
a la barca mercante francesa Jean Amelié que cargaba guano en la isla Monte
León, con licencia del cónsul argentino en Montevideo hasta el paralelo 51.
Los incidentes tuvieron una repercusión extensa en el tiempo y los chilenos
interpretaron que la barca había sido apresada en aguas chilenas y que Chile
ya había dado aviso en Europa, a través de su agente en Londres, para evitar
que buques cargueros llegaran a extraer materias primas en la zona contigua al
89
Carta de Lastarria a Sarmiento. Santiago de Chile, 3 de febrero de 1876. Publicada en
Del Pino De Carbone, op. cit.
90
Donoso, op. cit., p. 114.
91
Ibídem, p. 115. Los hechos recientes a los que se refería Avellaneda eran los suscitados
por el apresamiento de la barca francesa Jean Amelié.
92
Artículo 39º del Tratado de 1855: “Ambas partes contratantes reconocen como límites
de sus respectivos territorios, los que poseían como tales al tiempo de separarse de la dominación española, el año 1810, y convienen a aplazar las cuestiones que han podido o puedan
suscitarse sobre esta materia para discutirla después pacífica y amigablemente, sin recurrir
jamás a medidas violentas y, en caso de no arribar a un completo arreglo, someter la decisión
al arbitraje de una nación amiga”.
93
Instrucción del Ministro Alfonso a Barros Arana en 1876. Extraída de Luis Sanz, Zeballos; El tratado de 1881; Guerra del Pacífico, Buenos Aires, Pleamar, 1985, p. 28.
224
Agustina Rayes
estrecho de Magallanes sin previo permiso de las autoridades chilenas94 porque
el límite norte era el río Santa Cruz95. El canciller chileno escribió a Goyena
aclarando algunos puntos sobre la protesta elevada por las autoridades argentinas. En principio, el siniestro del que fue objeto la barca se debió a razones
naturales y a la impericia de su comandante, y los tripulantes no fueron apresados sino simplemente detenidos para prestar declaración96. El comandante
Coolen escribió en Valparaíso, adonde fue trasladado con su tripulación, a
Goyena para que interviniera en el asunto y lo protegiera97. También el agente
francés J. Ducros Aubert escribió al gobierno argentino pidiendo que intercediera en la pérdida de la barca, ya que el fletador era argentino y que la barca
había sido apresada por una disputa limítrofe que mantenía su país con Chile98.
La falta de arreglo generó rumores de guerra entre ambos países, cuyos ecos
resonaron en el gobierno estadounidense mediante su agente en la Argentina,
Thomas O. Osborn, en 1877.
Además, el gobierno chileno había arreglado como camino vecinal el que
unía Punta Arenas con la localidad de Río Gallegos y decretó que los indios
que habitaban al sur de Santa Cruz se sometiesen a las autoridades chilenas,
lo que llevó a que el gobierno argentino reclamase por las alianzas entre tribus
indígenas del lado oriental de los Andes y el gobierno chileno99. En una carta
enviada por el canciller chileno Alfonso al enviado argentino, expuso:
V. S. no podrá menos que reconocer que llegando por el norte hasta el rio Santa
Cruz, la rejion en que de hecho mantiene mi Gobierno sus derechos posesorios
la concesión de tierra acordada a Bouquet i sus acompañantes como asimismo
la senda arreglada al tráfico entre la Colonia i Rio Gallegos i la obediencia de
las tribus indíjenas que se extienden al sur del rio Santa Cruz, no son otra cosa
94
B. de Irigoyen a M. Goyena. Buenos Aires, 14 de octubre de 1876. Correspondencia
General…, Libro N° 23, loc. cit.
95
Correspondencia intercambiada entre el funcionario argentino Manuel Goyena y el
Ministro de Relaciones chileno Alfonso en mayo y junio de 1876. Publicada en La Tribuna,
art. “Otra vez la cuestión chilena”, 22 de septiembre de 1876, p. 1, col. 1, 2 y 3, HCNA.
96
Alfonso a Goyena, Santiago, 22 de junio de 1876. Correspondencia General…, Libro
N° 23, loc. cit.
97
W. Collen a M. Goyena, Valparaíso, 11 de diciembre de 1876. Correspondencia General…, Libro N° 23, loc. cit.
98
J. Ducros Aubert a B. de Irigoyen, Buenos Aires, 5 de diciembre de 1876. Correspondencia General…, Libro N° 23, loc. cit.
99
B. de Irigoyen a M. Goyena, Buenos Aires, 1 de febrero de 1876. Correspondencia
General. Legación Argentina en Chile, Libro N° 23, Archivo General de la Cancillería.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
225
que otras tantas manifestaciones lejítimas de la soberanía que la República
ejerce allí mientras no se convenga o se decida otra cosa100.
Estas cuestiones llevaron a que la Cámara de Diputados argentina pidiese la ruptura de relaciones con el país vecino. Incluso, y ante la escalada del
conflicto, hasta las propias autoridades peruanas hicieron una propuesta de
mediación que nunca llegó a concretarse. El propio Sarmiento expresaba:
Accidentes inapropiados como el de la Jeane Amelia, pueden llevar a ambos
paises, contra la intención decidida de los que gobiernan a conflictos inevitables […] La Patagonia es una cuestión literaria; y ante el argumento, la argucia,
y el documento, o la inducción, no ha de haber razón que valga […] Mi ultima,
mi unica palabra seria en este asunto es que vamos mal, y que poca esperanza
tengo de que se encaminen las cosas a un desenlace. No creo que a los que
actualmente gobiernan aquí les imponga el desborde de la prensa, que alla
como aquí ha de irritar los animos…101
En enero de 1878 se firmó un protocolo entre Elizalde y Barros Arana
para dejar bajo arbitraje lo sucedido con la Jeanne Amelie102, lo que volvió a
pacificar el diálogo y a dirigir los esfuerzos en argumentar sobre las pretensiones individuales. Desde mediados de 1876, Félix Frías había elevado antecedentes al Congreso, cuya documentación se dividió por épocas: “Se entenderá
por antecedentes todo lo que el Gobierno posea en forma de escritos, como
reales órdenes, cédulas, memorias, protocolos, notas diplomáticas y cartas,
planos y croquis geográficos, topográficos e hidrográficos”103.
Los informes que Francisco P. Moreno remitió entre 1876 y 1877 al Ministro de Relaciones Exteriores fueron tomados en consideración para la cuestión
limítrofe104. Además, en abril de 1877 se publicó el escrito elaborado por el
100
Alfonso a M. Goyena. Correspondencia General. Legación Argentina en Chile, Libro
N° 25, Archivo General de la Cancillería.
101
Carta de Sarmiento a Lastarria. Buenos Aires, 18 de marzo de 1877. Publicada en Del
Pino De Carbone, op. cit.
102
Protocolo por el apresamiento de la barca francesa “Juana Amelia” firmado el 8 de
enero de 1878 entre Elizalde y Barros Arana. Documento extraído de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 4, Archivo General de la Cancilleria.
103
Nota de Félix Frías a Avellaneda, Buenos Aires, 8 de julio de 1876. Extraída de Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso Nacional en 1877,
Tomo III, Buenos Aires, Sociedad Anónima de Litografía, Topografía y Fundición de Tipos
a Vapor, p. 5.
104
En diciembre de 1876, Moreno escribió desde Santa Cruz. Había arribado al río Chubut
luego de dieciocho días de travesía por el Atlántico. Estudió la fauna, la vegetación, el clima y
226
Agustina Rayes
Dr. Antonio Bermejo, seleccionado por el gobierno nacional para estudiar la
documentación105.
En las negociaciones entre Barros Arana e Irigoyen sobresalieron algunos puntos. En principio, el chileno ofreció como límite el río Santa Cruz y,
luego, el río Gallegos. En un croquis elaborado por Barros Arana, resaltan los
siguientes datos:
A partir del Cabo Vírgenes trazaría una línea que pasase por los puntos culminantes de la cadena de montañas […] Chile declarará la neutralidad del
Estrecho. El arbitraje puede limitarse al territorio comprendido por el Río
Gallegos al Norte y por una línea que coincidiera más o más con el meridiano
71º 30’al Oeste del Meridiano de Greenwich106.
Por su parte, el argentino propuso una línea que arrancase en el norte
del Estrecho de Magallanes y se extendiese por el oeste. Ello dividía a Tierra
del Fuego y permitía una repartición de islas entre ambos países. Esto último
el suelo del lugar. Recomendó la explotación del yeso y ostras cercanos a Gaiman y describió
las pocas posibilidades de cultivo que ofrecía el valle cercano. Desde Punta Arenas, en abril
de 1877, escribió su periplo para llegar al interior desde Santa Cruz, en busca de tolderías que
le proporcionaran caballos y víveres. Encontró un pequeño río navegable y visitó los lagos del
lugar. Cfr. Correspondencia enviada por F.P. Moreno al Ministro de Relaciones Ext. Extraída
de Memorias del Ministerio… 1877, op. cit., pp. 139-161.
105
De los 14.158 documentos que Bermejo encontró en el Archivo de la Provincia de
Buenos Aires, según su criterio, todos probaban los legítimos derechos de la Argentina sobre
la región patagónica. Los documentos más importantes fueron divididos en dos secciones: 1)
anteriores a 1810 y 2) posteriores a esa época. A su vez, fueron clasificados por localidades
y en orden cronológico según las disposiciones administrativas. Los documentos previos
a 1810 consistían en cédulas reales donde constaba desde dónde partían las exploraciones,
registro de costas, encargos de investigaciones acerca de los presuntos establecimientos ingleses, demarcación de límites, pedido de informes para catequizar a pehuenches y extender
la frontera, reconocimiento de bahías e inventarios de cuerpos de Artillería. Además, existía
documentación en la que desde el Virreinato del Río de La Plata se le comunicaba de ciertas
cuestiones al gobernador de la Capitanía de Chile. Entre los documentos posteriores a 1810
figura correspondencia diplomática con otros países que solicitaba al gobierno argentino permiso para explorar o explotar económicamente los territorios del sur, documentación entre
ministros argentinos y chilenos en la que consta cierto acuerdo sobre la Patagonia oriental
como parte de la Argentina e instrucciones de funcionarios argentinos sobre la zona. Cfr. Informe del Dr. Antonio Bermejo presentado al Poder Ejecutivo Nacional el 30 de abril de 1877.
Documento extraído de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 7, Expediente
N° 14, Archivo General de la Cancillería.
106
Croquis elaborado por Diego Barros Arana y presentado al Ministro argentino. Documento extraído de de Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 4, Archivo
General de la Cancillería.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
227
fue rechazado por La Moneda porque no aseguraba una total posesión del
Estrecho. Según Bilbao, Alfonso insistía en la Patagonia para obtener lo que
buscaba del Estrecho107.
Ante la posibilidad de un arbitraje, Alfonso indicó en sus instrucciones
a Barros Arana que quedase a cargo del Emperador alemán o del Cuerpo de
Federación Suizo, que se tuvieran en cuenta criterios legales, morales y de
equidad y que se fijase según el uti possidetis de 1810 y que la materia de
arbitraje fuesen el Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y la Patagonia.
No obstante, ello no convencía en algunos sectores de la prensa argentina108.
La Tribuna, crítico con la postura de Bernardo de Irigoyen y propulsor de
una imagen negativa de Chile109, rechazaba la actitud del gobierno de retardar
una solución definitiva al pleito: “¿En qué estado se encuentra una cuestión
en los primeros tiempos tan sencilla, y que ha ido embrollando la mala fe
de la diplomacia chilena, y las cobardes condescendencias de la diplomacia
argentina?”110.
También la prensa chilena se hizo eco de las fallas en las negociaciones. Desde El Ferrocarril se remarcaba el lenguaje belicoso empleado en la
Argentina; en Los Tiempos se resaltó la infructuosidad de las negociaciones
bilaterales. Y La República destacó la pacificación del lado chileno111.
Ante la posibilidad latente de conflicto bélico entre Chile y Argentina,
José Manuel Balmaceda dejaba en claro en la Cámara de Diputados:
Ni el gobierno ni el pueblo de Chile han creído en ningún momento, ni aun en
aquellos en que el patriotismo exaltado de distinguidos argentinos nos empujaba a las exaltaciones del patriotismo chileno, que Chile y la Rca. Argentina
debieran medir sus razones con las armas en la mano, que debieran pesar
su justicia poniendo pólvora y plomo en la balanza siempre indecisa de los
campos de batalla. No, Sres.; nosotros hemos mirado siempre la cuestión con
interés, pero con perfecta tranquilidad de espíritu112.
Dr. Manuel Bilbao en Martinez, op. cit., p. 280.
Art. “La solución prometida”, publicado en La Tribuna, Buenos Aires, 3 de octubre
de 1876, p. 1, col. 1, HCNA.
109
Art. “Otra la cuestión de Chile”, publicado en La Tribuna, Buenos Aires, 10 de octubre
de 1876, p. 1, col. 1 y 2, HCNA.
110
Art. “Otra vez la cuestión chilena”, publicado en La Tribuna, Buenos Aires, 22 de
septiembre de 1876, p. 1, col. 1, 2 y 3, HCNA.
111
Correspondencia enviada por Agustín Arroyo (Legación argentina en Chile) al Ministro de Relaciones Exteriores chileno Elizalde, Santiago, 15 de enero de 1878. Extraída de
Correspondencia General. Límites con Chile, Caja N° 4, Archivo General de la Cancilleria.
112
Interpelación del presidente Balmaceda al Ministro de Relaciones Exteriores en la
Cámara de Diputados en sesión 14ª Extraordinaria el 9 de noviembre de 1877. Publicada en
107
108
228
Agustina Rayes
La misión de Barros Arana y las gestiones del Ministro Alfonso generaron
conflictos al interior del Ejecutivo chileno. Así, Balmaceda contestaba a Alfonso creyendo que el tratado cerrado vinculaba al Poder Legislativo chileno:
Conviene, pues, dejar establecido que el diplomático chileno creía obrar conforme a las instrucciones de su Gobierno y justamente con su aprobación […]
Nuestro Agente tenía a su disposición el telégrafo, el correo, el vapor, para
comunicarse y proceder con cautela […] Las afirmaciones del Gobierno argentino apenas importan una desinteligencia emanada de la falta de oportunidad
de nuestro Plenipotenciario para cumplir explícitamente las prescripciones de
su Gobierno113.
Las negociaciones entre Barros Arana e Irigoyen involucraron la opinión
y presión de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, las Fuerzas Armadas y las
prensas de ambos países. Finalmente, Barros Arana fue separado del servicio
diplomático en mayo de 1878, coincidiendo esto último con el reemplazo de
Elizalde por Manuel Montes de Oca. El presidente Avellaneda envió un mensaje al Congreso para anunciar la suspensión de las relaciones diplomáticas con
Chile y el retiro de la legación argentina en Santiago. Además, el Poder Legislativo nacional aprobó una ley que creaba el gobierno en la Patagonia114.
Otro incidente diplomático empeoró los ánimos entre ambos gobiernos a
mediados de 1878. Entonces, fue capturado el barco mercante norteamericano
“Devonshire”115 por no tener autorización chilena para cargar guano en las
islas ubicadas en la boca del río Santa Cruz. El gobierno argentino despachó
hacia el área austral barcos de guerra, mientras su contraparte chilena envió
cañoneras a la Patagonia con peritos para ocupar el Estrecho de Magallanes.
Entonces, contribuyeron a la pacificación los agentes norteamericanos Osborn.
En 1878, Montes de Oca escribió sobre la cuestión limítrofe a los Senadores y Diputados. Disertó sobre los últimos acontecimientos, entre otros,
el rechazo chileno al pacto arbitral celebrado entre Barros Arana y Elizalde,
el apresamiento de barcas que navegaban al sur de Santa Cruz con permiso
M. Balmaceda, Discursos de José Manuel Balmaceda, Santiago de Chile, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1991, p. 223.
113
El Presidente Balmaceda a la Cámara de Diputados en 13ª Sesión Extraordinaria el 25
de junio de 1878. Publicada en Balmaceda, op. cit., pp. 241 y 243.
114
El territorio incluía Tierra del Fuego y la capital sería Mercedes de Patagones, actualmente ciudad de Viedma.
115
El buque había sido alquilado por el comerciante Augusto Ventury, quien automáticamente se contactó con el cónsul estadounidense en Buenos Aires, E. L. Baker.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
229
argentino, el recrudecimiento de las opiniones en la prensa extranjera y el
reanudamiento de las relaciones, interrumpidas brevemente116.
Las negociaciones se retomaron lentamente, pero el tratado entre el
canciller chileno Alejandro Fierro y el cónsul argentino Mariano Sarratea
fracasó con dieciocho votos en contra en el Senado argentino117. El Encargado
de Negocios argentino fue apartado de su misión por el Senado de su país118.
En telegrama publicado por El Nacional, diario que defendió su gestión por
considerarla dotada de patriotismo119, Sarratea expresaba: “Siento que mi larga residencia y los vínculos y relaciones que me ligan á este país, hayan sido
considerados por aquel ilustrado cuerpo Legislativo como incompatibles con la
independencia y el recto proceder del representante de la Rep. Argentina”120.
Uno de los mayores detractores del Tratado había sido Félix Frías, quien
desde La Tribuna decía al redactor del diario: “No son los principios, que yo
he defendido, los que han triunfado. El tratado es una victoria de la diplomacia
chilena con mengua de nuestra honra y de nuestros derechos”121.
Una vez que fue rechazado el Tratado Fierro-Sarratea, primó la idea de
que la guerra entre Argentina y Chile era inminente. Los diarios como La
Nación criticaron fuertemente la designación de Bernardo de Irigoyen como
Ministro de Relaciones Exteriores122:
Ya es la paz armada como las grandes potencias europeas, y es la diplomacia
con un poderoso ejército á retaguardia pronto á entrar en campaña, ya es un
equilibrio inestable que ni es paz ni es guerra, ni es statu quo, ni modus vivendi […] ¿Qué orígen inmediato, qué causa real tienen estas divagaciones, que
han asumido las proporciones de política internacional, cuya fórmula equivale
á jugar a los dados la paz ó la guerra, ni más ni menos que se tratase de diputados nombrados por el fraude?123
116
Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso
Nacional en 1878, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la nación.
117
Art. “Rechazo del Tratado” publicado por El Nacional el 28 de junio de 1879,
HCNA.
118
Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso
Nacional en 1879, Buenos Aires, Imprenta de Obras de la nación.
119
Art. “El Sr. Sarratea” publicado por El Nacional el 30 de junio de 1879, HCNA.
120
Art. “Ultima Hora. Un telegrama del señor Sarratea” publicado por El Nacional el 29
de julio de 1879.
121
Carta a La Tribuna de Félix Frías, publicada el 10 de diciembre de 1878. Citada en
Frías, op. cit., p. 366.
122
Art. “Paz. Anverso de la medalla” publicado por La Nación, Buenos Aires, 27 de
octubre de 1880, p. 1, col. 1 y 2. Art. “Por dentro y fuera” publicado en La Nación, Buenos
Aires, 10 de noviembre de 1880, p. 1, col. 2, HCNA
123
Art. “Paz ó Guerra” publicado por La Nación el 24 de octubre de 1880, HCNA.
230
Agustina Rayes
En El Mercurio de Valparaíso se señala que en la Argentina hay ánimos
belicosos: “Durante su gobierno el don Nicolás tuvo cuidado de esquivar la
cuestión de guerra con Chile, no obstante sus geniales arrebatos de palabra.
Fuera del poder ha sido otra cosa: quiere guerra”124.
Dada la repercusión que en la prensa tuvo el tratado de arbitraje y statu
quo firmado con Chile, el Ministro de Relaciones Exteriores pidió a los redactores de diarios que le enviaran todos los artículos favorables y desfavorables al mismo125. Previamente, Montes de Oca había enviado una circular
confidencial y reservada al cuerpo argentino diplomático comunicándole el
estado de las últimas negociaciones con Chile, las cuales propendían a la paz y
respetaban el estado el arbitraje y el uti possedetis, pues en América del Sur no
se reconocerían territorios res nullius. Asimismo, Montes de Oca les recordó
que el instrumento jurídico debía ser aprobado por el Congreso Nacional antes
de mayo126 y comunicó a los gobernadores de provincias, a los senadores y
diputados nacionales el estado de las últimas negociaciones127.
El contexto bélico
Según algunas interpretaciones, la Guerra del Pacífico128 fue un medio
para superar los problemas de las élites a la vez que la continuación en las
grandes corrientes internacionales de comercio y finanzas129. En nuestro
análisis, será simplemente el marco final en que tuvieron lugar las relaciones
bilaterales en las “presidencias históricas”.
124
Art. “Prensa chilena. Oigamos la prensa argentina” publicado en La Nación, Buenos
Aires, 15 de diciembre de 1880, p. 1, col. 2 y 3, HCNA.
125
Circular emitida por el Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires el día 29
de enero. Documento del Expediente N° 4. Extraído de de Correspondencia General. Límites
con Chile, Caja N° 7, Archivo General de la Cancillería.
126
Circular emitida por el Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires el día 16
de enero. Documento del Expediente N° 2. Extraído de de Correspondencia General. Límites
con Chile, Caja N° 7, Archivo General de la Cancillería.
127
Circular emitida por el Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires el día 22
de febrero. Documento del Expediente N° 3. Extraído de de Correspondencia General. Límites
con Chile, Caja N° 7, Archivo General de la Cancillería.
128
Oscar Bermúdez, Breve historia del salitre. Síntesis histórica desde sus orígenes hasta
mediados del siglo XX, Santiago de Chile, Ediciones Pampa Desnuda, 1979. Heraclio Bonilla,
Un siglo a la deriva: ensayos sobre el Perú, Bolivia y la guerra, Lima, IEP, 1980.
129
Luis Ortega Martínez, Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión
1850-1880, DIBAM-LOM-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005, p. 472.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
231
Sin entrar en detalles sobre los debates parlamentarios, ellos mostraron
que la política exterior es el resultado de procesos de negociación entre las diversas agencias gubernamentales dotadas de distintos valores, percepciones y
estilos, pues para justificar sus posiciones, los legisladores recurrieron a viejas
cuestiones territoriales como Tarija o a la influencia británica en Chile. En la
Cámara de Diputados fue aprobado –con 66 votos favorables y 18 en contra– a
pesar de las voces mitristas que lo criticaron porque significaba el abandono
de la neutralidad argentina. Pero en el Senado fue rechazado, destacándose la
oposición de Mitre, Rawson y Torrent. Quienes fueron contrarios a la suscripción al Tratado pudieron haberse fundamentado en el hecho concreto de que
Chile se armaba con acorazados, ganando la hegemonía en el Pacífico sur, y el
temor pasaba por la posibilidad de una alianza entre Chile y Brasil que cercase
definitivamente al territorio argentino130. Cuando en la Argentina se trataba en
el Poder Legislativo el proyecto de alianza con Perú y Bolivia, la diplomacia
chilena estaba en contacto permanente con la delegación brasilera.
Para explicar la situación por la que atravesara el gobierno chileno a mediados de 1879, y obtener el apoyo del gobierno brasileño, José V. Lastarria
declaraba: “…empeñado como se halla el gobierno de Chile en una guerra que
le fue impuesta i que aceptó contra su voluntad […] i si la República de Chile
puede contar siempre con las simpatías de esta noble nación”131.
En una carta escrita por el canciller Santa María, Lastarria recibió instrucciones precisas acerca de su misión en la Argentina y Brasil: “neutralizar o
destruir la acción de la República Argentina […] las ventajas que los dos países
(Brasil y Chile) podían obtener de una alianza o íntimo entendimiento que les
asegurase para siempre su preponderancia en América del Sur”132.
Con el estallido de la Guerra del Pacífico, Chile buscó la neutralidad de
la Argentina mediante José Manuel Balmaceda133, recibido anteriormente
como plenipotenciario para negociar el acuerdo por cuestiones fronterizas.
La llegada del diplomático fue publicitada bajo los mejores auspicios por El
Nacional134:
130
Cfr. Roberto Russell & Juan Gabriel Tokatlian, El Lugar de Brasil en la Política
Exterior Argentina, Buenos Aires, FCE, 2003.
131
Recepción del Ministro chileno en Brasil el 14 de junio de 1879. Extraída de Boletín
de la Guerra del Pacífico, Santiago de Chile, Andrés Bello Editorial, 1979, p. 252.
132
Cfr. Paz, op. cit., p. 52.
133
Memoria de Balmaceda sobre su gestión diplomática en Argentina. Extraído de Ricardo Caillet-Bois, Cuestiones Internacionales (1852-1966), Buenos Aires, Editorial Universitaria
de Buenos Aires, 1970, p. 69.
134
El Nacional hasta publicó el intercambio de palabras entre Avellaneda y Balmaceda
con objetivos de paz sobre los acuerdos de diciembre de 1878 en art. “Última hora. Recepción
del ministro chileno. Discursos cambiados”, 5 de abril, p. 1 col. 7, HCNA.
232
Agustina Rayes
El sr. Balmaceda que goza en su país de alta y merecida consideración, ha
sido, como se sabe, el leader en el Congreso que ha sostenido i hecho triunfar
la política más moderada contra los que querian arrastrar al país a un rompimiento […] la paz armada es el cáncer europeo, que amenazaría invadirnos y
aniquilarnos135.
Sin embargo, y como quedase reflejado en la prensa francesa:
Ninguna promesa pudo arrancarle al gobierno del Plata, ni a favor de una
alianza, ni una de neutralidad, sea porque ese Estado estuviese realmente tan
incierto como lo pretendía sea porque cediendo a la opinión pública, que lo
inclinaba a Bolivia, prestase más bien oidos a los amigos del ministro boliviano en Buenos Aires136.
Asimismo, pidió al gobierno explicaciones sobre las armas argentinas
que se dirigían a Bolivia. Esta situación generó tensión y confusiones en las
que se involucraron mucho más que los gobiernos centrales. En julio de 1879
el gobernador de Salta informó que dos comerciantes de ganado que iban a
la plaza de Perú fueron expropiados por chilenos. Entonces, el cónsul chileno
explicó que aquéllos proveerían a los ejércitos aliados peruanos y bolivianos.
Ello generó un ida y vuelta de correspondencia que, finalmente, involucró a
las altas esferas de poder. Montes de Oca solicitó al Ministro de Guerra Julio
A. Roca que sus militares evitasen declarar su simpatía por cualquiera de las
naciones americanas en guerra137, mucho se decía que Chile temía al ejército
argentino que estaba entrenado para la campaña militar denominada por la
historiografía argentina Conquista del Desierto, y que no aprisionaran a los indios que tuviesen órdenes expedidas por autoridades trasandinas, pero algunos
ciudadanos chilenos fueron prisioneros en la expedición a Río Gallegos por
ser sospechados de apoyar a los indios que se sublevaban ante la autoridad del
gobierno argentino. También en Chile se les exigía a los ciudadanos argentinos
tener al corriente la papeleta de nacionalidad. A principios de 1880, Arroyo
comunicaba al Ministro de Relaciones Exteriores, Lucas González, que algunos argentinos del Norte habían sido capturados por el Ejército chileno en la
batalla de Dolores138.
135
Art. “La legación chilena” publicado en El Nacional, Buenos Aires, el 1 de abril de
1879, p. 1, col. 2 y 3, HCNA.
136
Nota periodística de Revue de France para El Ferrocarril, París, 15 de agosto de 1880.
Extraída de Boletín de la Guerra Del Pacífico, op. cit., p. 791.
137
Cfr. Memorias del Ministerio… 1879, op. cit.
138
Cfr. Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores presentadas al Congreso
Nacional en 1880, Buenos Aires, Imprenta de obras de la Nación.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
233
En aquel período se hablaba de las supuestas sesiones secretas del Senado
para tratar un proyecto de paz de diez años, lapso en el que no se tomaría en
cuenta el conflicto por límites. En opinión de El Nacional, ella era la mejor
opción porque, de ese modo, se podrían evaluar bien las tierras en disputa y
se terminaría con el mito del Dorado139. El proyecto de un statu quo por una
década era: “Jurisdicción argentina, en la Patagonia y costas, todo de estas,
como de la Tierra del Fuego, bañadas por el Atlántico. Jurisdicción chilena,
en todo el estrecho y costas del Pacífico”140.
En los últimos tiempos del gobierno de Avellaneda, Mitre y Sarmiento
actuaron como asesores en el conflicto con Chile141. En 1879, Lastarria escribía
a Sarmiento, desde Montevideo:
Vuestra presencia en el gobierno significa para mi, orden interno, muestra de
las influencias demagógicas en ese pais tan perturbado por las insidias politicas […] y sobre todo paz con Chile i esperanza segura de un arreglo de nuestra
cuestion de limites, tan indignamente manoseado por pasiones pueriles i por
equivocaciones injustificables […] vos podeis inspirarles confianza de que no
tendran que haberselas con la inmoralidad o de lealtad con que los ha asustado
el padre Frías142.
No obstante, Sarmiento contestaba que ya no podía hacer nada en la
política para quebrar el curso de los hechos en materia de política exterior143.
Félix Frías fue elegido para negociar en Chile, figura respetada y exaltada por
El Nacional:
Nadie al parecer era más adecuado que el sr. Frías para llevar a buen término
la negociación sobre límites con Chile, donde había residido largos años, i
donde era conocido i estimado. Su negociación, sin embargo, no tuvo el éxito
final deseado, por el carácter apasionado que fue tomando la discusión con el
139
Art. “Redacción. Pacto con Chile” publicado en El Nacional, Buenos Aires, 11 de
junio de 1879, p. 1, col. 1, HCNA.
140
Art. “Ultima hora. Solución a la cuestión chilena. Statu – quo por diez años” publicado
en El Nacional, Buenos Aires, p. 1 col. 7, HCNA.
141
Art. “Redacción. Los nombres propios. El preámbulo del pacto” publicado en El Nacional, Buenos Aires, 5 de julio de 1879, p. 1 col. 1, HCNA.
142
Carta de Lastarria a Sarmiento. Montevideo, 30 de agosto de 1879. Publicada en Del
Pino de Carbone, op. cit.
143
Carta de Sarmiento a Lastarria. Buenos Aires, 30 de octubre de 1879. Publicada en
Del Pino de Carbone, op. cit.
234
Agustina Rayes
ministro Ibáñez, que sin tocar á su moralidad en la vida privada, puede decirse
que era, en su espíritu, el polo opuesto del sr. Frías144.
En la prensa internacional de la época se seguían las negociaciones diplomáticas entre Chile y Argentina145. En el XIX Siècle de París se podía leer:
Desde el principio, los dos aliados podían contar con las simpatías de un tercer
país sudamericano: la República Arjentina. Desde hace largo tiempo existe una
gran rivalidad entre la Plata i Chile. Las dos repúblicas desean la posesión de
ciertos territorios, hoy día incultos, que separan el último límite de las rejiones habitadas. Pero mientras que la República Argentina argumentaba, Chile
trabajaba i colonizaba Punta Arenas146.
Por esa fecha, con el título de “La Razón Krup”, Sarmiento publicaba un
artículo en El Nacional en el que comentaba el discurso de Frías en la Cámara
de Diputados, diciendo que habría que “borrar del presupuesto la partida de
una legación en Chile […] No soy partidario de la guerra; pero sostengo que
todo país que se respeta recurre a ella”147.
En la prensa se notaba el clima tenso en la relación bilateral. Así, es posible leer en El Nacional un pasaje de la prensa chilena Novedades:
He aquí las tres naciones que pretenden ocupar un puesto de honor en América
con preferencia á Chile. Señores peruanos, bolivianos y argentinos, vuestro
odio y vuestra envidia os han llevado demasiado lejos […] ¡Argentinos! un
pueblo honrado y valiente sabe siempre despreciar a un enemigo que busca
triples alianzas para dirimir sus contiendas148.
Existe una opinión que sugiere que el debate se hizo interminable porque
ambos gobiernos estuvieron orientados a convencer a sus contrapartes de sus
derechos sobre el territorio en disputa y demostrar la nulidad de los títulos que
144
Art. “Redacción. La diplomacia argentina. Don Félix Frías” publicado en El Nacional,
Buenos Aires, 7 de julio de 1879, p. 1, col. 1, 2 y 3, HCNA.
145
Nota periodística del Standard, Londres, 17 de julio de 1879. Extraída de Boletín de
la Guerra del Pacífico, op. cit., p. 238. Nota periodística de Del Globo, Madrid, 5 de junio de
1879. Extraída de Boletín de la Guerra del Pacífico, op. cit., p. 275.
146
Nota de XIX Siècle, París, 2 de junio de 1879. Extraída de Boletín de la Guerra del
Pacífico, op. cit., p. 270.
147
Frase de Frías citada por Sarmiento en “La Razón Krup”, publicada por El Nacional,
6 de octubre de 1879. Publicada en Del Pino de Carbone, op. cit.
148
Art. “Preservativo contra las provocaciones de la prensa chilena” publicado en El
Nacional, Buenos Aires, 10 de mayo de 1879, p. 1 col. 2, HCNA.
La relación bilateral gubernamental entre Argentina y Chile
235
exhibía el contrario. Quizá una de las razones que explique esta conducta, tan
corriente entre gobiernos que quieren ganar posesiones para sus estados, esté
en que ninguno de los países poseía verdaderos títulos sobre el área disputada.
Probablemente, de haber existido documentos escritos para resolver el problema de la soberanía en el Estrecho de Magallanes y la Patagonia, el conflicto
no hubiera nacido y no se hubiera recurrido a la negociación.
Finalmente, en el contexto bélico en que estuvo envuelto Chile se firmó
un Tratado en 1881 que, denunciado a posteriori por las circunstancias en que
se hizo, fue materia de discusión. Muchos otros acontecimientos continuaron
desde entonces. Al cierre de este artículo, todavía hay quienes continúan
convencidos de reabrir el diálogo en materia limítrofe pero, en todo caso, eso
forma parte de otra historia.
Un balance provisorio
Por ser la disputa limítrofe un tema que generó gran cantidad de interpretaciones, la imagen final que quedó de la relación bilateral entre Chile y la
Argentina ha sido la del conflicto. No obstante, si tomamos en consideración
que ambos países compartieron una historia en común y leemos las fuentes de
la época, pronto esa visión anclada en la disputa se desvanece, para mostrarnos
un retrato en el que la cooperación fue posible y frecuente.
Como se pudo observar, el estado de indefinición llevó a que, tanto desde
la sociedad civil como desde el gobierno, se aprovechara para planificar expediciones de reconocimiento territorial que, más allá de este fin, claramente
perseguían el objetivo de establecer límites y alcances de la zona en cuanto
a la población nativa, a recursos económicos y las posibilidades de hacer
una ocupación efectiva y permanente en los mismos. El principal temor de
los gobiernos fue que el contrario estableciera una colonia que conllevara la
ocupación efectiva.
En suma, se podría establecer, luego del relato de los hechos más importantes que rodearon a las diplomacias chilena y argentina de la época, que el
inicio de la verdadera discusión se dio en los comienzos de 1870. Entonces,
cada uno sostuvo que sus derechos sobre los territorios eran claros e irrebatibles, pero, lógicamente, ninguno se lo reconoció al otro. Pese a que el principal
interés en Chile fue conservar el estrecho de Magallanes como punto nodal
para sus comunicaciones en el Atlántico en una era en que el transporte marítimo dominaba, reclamó la Patagonia no sólo como recurso territorial sino,
y más concretamente, como estrategia de exigir más para obtener al menos lo
verdaderamente pretendido.
236
Agustina Rayes
Las difusas negociaciones no sólo afectaron a los litigantes en sus relaciones bilaterales, sino que también complicaron los vínculos con potencias
extranjeras como Inglaterra o Francia, ya que sus ciudadanos programaban
negocios en el territorio en disputa, a propuesta y con permiso de los gobiernos
de Chile o la Argentina y, luego, ello era discutido por el otro.
El punto más álgido de las negociaciones se dio en 1878, cuando el quiebre de las relaciones diplomáticas fue inminente. En este momento de tensión
se advirtieron más claramente las fisuras al interior de las administraciones,
lo cual nos aparta de la visión tradicional y simplista que ha acompañado al
análisis de la política exterior argentina, en que se ha tomado por bloque monolítico inquebrantable a la organización estatal y sus componentes.
Finalmente, insistimos en que la lógica del conflicto primó más en las
instituciones centrales del estado y, aunque no lo abordemos en este artículo,
sabemos que perdió fuerza entre algunos círculos de élites provinciales más
cercanas al gobierno chileno por motivos comerciales, culturales o sociales y,
por tanto, afines a una dimensión de cooperación poco abordada en los análisis
tradiciones de política exterior del período. En este particular, también nos
ubicamos lejos de las visiones clásicas tanto argentinas como chilenas que, o
justificaron las pretensiones territoriales de cada uno de sus gobiernos, o retrataron a sus diplomacias como erráticas e incoherentes por no haber conducido
las negociaciones al éxito inmediato y arrollador sobre su contraparte.
El diálogo por los territorios tuvo momentos más álgidos que otros y, en
ocasiones, llegó a plantearse la ruptura de relaciones diplomáticas que, finalmente, nunca se dio. También estuvo cruzado por valoraciones de época; no
podríamos negar que la creciente vinculación de la Argentina con las corrientes europeas, especialmente por consideraciones económicas, pero también
por cuestiones políticas y culturales, opacaron su intervención en asuntos
latinoamericanos, sin embargo, distantes estamos de aquellas interpretaciones
que dividieron el panorama entre europeístas y americanistas. La diplomacia
de esta etapa fue más compleja que la siempre invocada dicotomía mercados
– fronteras y, a cada paso, estuvo teñida por situaciones internas que no le
fueron ajenas y que contribuyeron a su desenlace.
Documentos
La Revolución de Mayo
según el relato del Virrey del Río de la Plata
Almirante Don Baltasar Hidalgo de Cisneros
Julio M. Luqui Lagleyze
UCA – Facultad de Filosofía y Letras
ARA – Departamento de Estudios Históricos Navales
julioluqui@yahoo.com.ar
R esumen
El artículo reconstruye la visión del propio virrey Cisneros acerca de
las causas y desarrollo del 25 de Mayo de 1810, tomando los escritos que el
mismo funcionario produjera a su vuelta a España y confrontándolos con otra
documentación española realista a fin de mostrar esta postura acerca de la
Revolución de Mayo.
Palabras claves
Revolución de Mayo – Independencia – España – Realistas – virrey Cisneros
Abstract
The paper reconstructs the view of Viceroy Cisneros about the causes and
development of the events that took place on May 25, 1810 in Buenos Aires,
analyzing his writings once he returned to Spain and confronting them with
other Spanish documents.
K ey Words
May Revolution – Independence – Spain, Royalists – Viceroy Cisneros.
Introducción
En el archivo de la Marina española en el Viso del Marqués, Ciudad Real,
guardado en el fondo de “Oficiales de Guerra – asuntos personales”, se hallan
240
Julio M. Luqui Lagleyze
el legajo y documentos del capitán general (almirante) don Baltasar Hidalgo
de Cisneros, veterano de Trafalgar y último virrey efectivo del Río de la Plata,
quien fuera depuesto por la llamada Revolución del 25 de Mayo de 1810, que
dio inicio a la guerra de independencia de la Argentina. Entre ellos está su
foja de servicios, en la cual el propio Virrey, en los años veinte del siglo XIX,
relató las ocurrencias de su vida, y en especial las incidencias de la revolución
que lo tuvo por actor principal. En el presente trabajo se ha rescatado esa
narración por considerarla poco conocida al día de hoy, usando las copias fotográficas y mecanográficas que se hallan en el archivo del Departamento de
Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina y que fueran obtenidos
de los documentos originales españoles en la década del sesenta del pasado
siglo, por investigadores de historia naval que realizaron viajes de estudio a
la madre Patria.
Una vida al servicio de España
Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y de La Torre nació en Cartagena de
Levante en España pero su fecha de nacimiento es confusa, pues los distintos
biógrafos no se ponen de acuerdo. Para Enrique Udaondo, en su diccionario
colonial, lo fue en 12 de julio de 1755, mientras que para Carlos Ibarguren,
en su genealogía de los hombres de Mayo, nació en la misma ciudad el 5 de
enero de 1756, fecha que toman otros autores excepto Jacinto R. Yaben, quien,
quizás por un error de copia, lo hace nacido en 1758. Era hijo de don Francisco
Hidalgo de Cisneros y Seixas, teniente general de la Real Armada y caballero
de la Orden de Carlos III, y de doña Manuela de la Torre Jofré y Galindo de
Espinosa.
Su nacimiento debió de ser por tanto entre mediados de 1755 e inicios de
1756, aunque la más probable fecha sea la del 5 de enero, que condice con su
nombre de pila de Baltasar. A corta edad, como se acostumbraba entonces,
entre los 12 y 14 años según las fechas, sentó plaza de guardiamarina en la es
Ellos fueron, en orden de viaje, el capitán de fragata Rodolfo Muzzio, el capitán de navío
contador Humberto Burzio y el capitán de fragata, luego contraalmirante, Laurio Destefani,
y la gran cantidad de documentación histórica obtenida, referente a la Real Armada española
en el Río de la Plata, entre los siglos XVII al XIX, se halla reunida en el fondo “España” del
archivo histórico de la Armada Argentina que administra el DEHN.
Enrique Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Institución Mitre-Editorial Huarpes S.A., 1945, p. 442.
Carlos Ibarguren (h), “Baltasar Hidalgo de Cisneros”, en Genealogía Hombres de
Mayo, Buenos Aires, 1961, pp. 182-186. Cf. además en las entradas de los diccionarios de
Vicente Osvaldo Cutolo y Jacinto R. Yaben.
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
241
cuela de El Ferrol, el 3 de marzo de 1770, y dos años después, en 1772, cumplió
su primer embarco en el navío San Rafael y realizó sus primeras navegaciones
en las inmediaciones de los cabos de Santa María y San Vicente en campañas
contra los argelinos.
Antes de ascender al primer grado de oficial naval, hizo una larga navegación al Perú en la fragata de guerra y pasaje Industria, y al regreso fue
ascendido a alférez de fragata, con fecha 22 de diciembre de 1773, tras lo cual
participó en las operaciones de socorro a Melilla y en la expedición a Argel.
El 16 de marzo de 1776 fue ascendido a alférez de navío y embarcado en
los navíos Vencedor y Peruano, de la escuadra que mandaba don Miguel Gastón. Ya con grado de teniente de fragata, embarcó nuevamente en el Vencedor
e hizo la primera campaña contra los británicos en el Canal de la Mancha, en
la escuadra del mando de don Luis de Córdova.
Su primer comando se produjo en el año 1780, en que se hizo cargo de
la balandra Flecha, de catorce, cañones y con ella fue jefe de una pequeña
división compuesta por el bergantín Ardilla y la balandra Activa, con la que
debía patrullar el Mar Cantábrico en busca de buques ingleses. Logró apresar
al bergantín corsario británico Rodney. Como premio a sus servicios fue ascendido a teniente de navío el 27 de mayo de 1780.
En sus mismas funciones de patrulla, y cuando escoltaba un convoy
que se dirigía del golfo de Vizcaya al puerto de El Ferrol, fue atacado por
la fragata británica Cerbero, de cuarenta cañones, y con sus buques sostuvo
combate durante 45 minutos. Consiguió salvar el convoy y al propio tiempo
sacar indemnes a sus buques de escolta. Poco tiempo después apresó, con
sólo la Flecha, a una balandra británica corsaria, la Nimbre, que portaba ocho
cañones y veintidós pedreros.
El 15 de noviembre de 1781 se hizo del mando de la balandra Resolución
y se encargó de las funciones de buque correo, llevando pliegos con órdenes
para el conde de Guiche, quien se hallaba estacionado en la isla Madera, al
mando de una escuadra combinada franco-española.
En los años 1783 y 1784, tomó parte en las dos expediciones sobre Argel,
primero al mando del jabeque Mallorquín, de treinta y cuatro cañones, y en la
segunda, ya ascendido a capitán de fragata (20 de octubre de 1783), comandó
una flotilla de treinta y cuatro lanchas cañoneras y seis de abordaje.
El 10 de marzo de 1785 fue puesto al mando de la fragata Loreto, de 42
cañones, y luego de dos años en ella, fue embarcado en marzo de 1787 como
segundo comandante de la fragata Santa Florentina, de la escuadra de evoluciones del almirante Lángara, para luego pasar como segundo comandante
del navío San Ildefonso.
242
Julio M. Luqui Lagleyze
Para abril de 1790, ya comandante de la fragata Santa Florentina, realizó
campañas en el Atlántico y el Mediterráneo. Fue ascendido por méritos a capitán de navío el 1º de marzo de 1791, con 35 años de edad, y se le dio, desde
abril de ese año, el mando de una división de tres fragatas, Diana, Soledad y
Perla, que debían incorporarse a la escuadra del general Borja.
Luego de un largo siglo de batallar contra los británicos, en 1790, a causa
de la Revolución Francesa, España se transformó en enemiga de su antiguo
aliado dinástico y el 4 de junio de 1792, en la guerra contra la Convención, a
Cisneros se le encargó el mando de una división compuesta por las fragatas,
Diana y Santa Florentina, los jabeques Mariano, Gamo, Leandro y Felipe,
los bergantines Cazador, Galgo y Vivo y tres galeras, con todos los cuales
debía bloquear varios puertos de Francia, lo que verificó hasta fines de julio
de 1792, en que se incorporó a la escuadra del almirante Lángara, que llegó
a aquellas costas. Luego tomó el mando del navío Terrible (15 de octubre de
1794) y navegó por las costas africanas.
Hecha la Paz con Francia y de nuevo enemiga España de Gran Bretaña,
Cisneros fue ascendido a brigadier el 5 de septiembre de 1795, con apenas
unos 40 años, y se le dio el mando del navío San Pablo, en la misma escuadra
de Lángara, pero fue destinado con su buque a Cádiz, donde se incorporó a la
flota de don José de Córdova y con ella asistió al combate naval del Cabo de
San Vicente, en el que dio pruebas, al igual que Valdés, de singular arrojo.
Pasó luego a mandar el navío Santa Ana, que arbolaba la insignia del general Domingo de Grandallana, de la escuadra de Mazarredo. Con este buque
formó parte de la división que por dos veces salió de Cádiz para rechazar a los
británicos, pero en ocasión de partir la escuadra para reunirse con la francesa
del almirante Bruix, tuvo la desgracia de varar en el bajo de las Puercas. Zafó
y luego salió libre de todo cargo del consejo de guerra en el que fue examinada
su actuación.
Fue ascendido a jefe de escuadra (contraalmirante) el 5 de octubre de
1802, a los 47 años, y destinado a Madrid. Tres años después, el 15 de enero
de 1805, a su petición, pasó a la escuadra que se alistaba en El Ferrol, enarbolando su insignia en el Neptuno. El 12 de agosto salió con la flota combinada
franco-española y al llegar a Cádiz trasbordó al navío de cuatro puentes Santísima Trinidad, el más grande de su época, con el que le cupo participar en la
batalla naval de Trafalgar.
En dicha acción se comportó con valentía comandando el buque insignia
español, y cuando su barco era desarbolado por la artillería británica del Victory, al estallar y romperse los palos del Santísima Trinidad, un golpe de astilla
le dio en la cabeza dejándolo sin conocimiento y provocándole una conmoción
cerebral que inutilizó uno de sus oídos para siempre. Ello motivó el apodo de
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
243
“el sordo” con que se referirían a él en forma velada y despectiva algunos
cronistas de los días de Mayo.
Hecho prisionero por los británicos en Trafalgar, luego de ser destruido
su buque, sus captores le llevaron a Gibraltar, donde fueron muy deferentes
y cuidadosos con el prisionero, hasta el punto de poner una guardia de honor
en la puerta de su alojamiento. Llegadas las noticias de su actuación en la
batalla, la corona española lo promovió a teniente general (vicealmirante) el
7 de septiembre de 1805. Tras ser liberado de su cautiverio el 9 de noviembre,
pasó a su tierra natal en Cartagena a curarse de sus heridas y en calidad de
prisionero sin destino hasta la firma de la paz.
Al estallar el 2 de mayo de 1808 la rebelión contra los invasores franceses,
el 23 de ese mes fue nombrado capitán general y gobernador de Cartagena, a
la vez que vicepresidente de la junta de gobierno local que se estableció, cargo
que fue confirmado por la Junta Suprema de Madrid. Tuvo gran actividad en la
lucha contra los franceses, armando buques y remitiendo armas, municiones y
pertrechos a todo el Levante que aún no había sido invadido por los franceses,
hasta que el 11 de febrero de 1809 fue nombrado por la Junta Central, ahora en
Sevilla, en calidad de virrey propietario de Buenos Aires en reemplazo del que
lo era interino, el jefe de escuadra Santiago de Liniers, momento en que inicia
el escrito que hemos glosado y que fue escrito o dictado por él mismo.
El relato de la R evolución de Mayo
El Virrey escribió al menos dos relatos pormenorizados de los acontecimientos de la Semana de Mayo, que terminaron con su deposición y la erección de una Junta; relatos en los cuales volcó sus opiniones y señaló las causas
que a su parecer habían desencadenado los sucesos. El primero de ellos, el más
extenso y conocido, no lo firmó en persona sino que lo hizo su esposa doña
Inés Gastambide en su nombre, mientras él era hecho prisionero y deportado
a España en un barco correo inglés en junio de 1810. El otro relato pertenece
a su foja de servicios, confeccionada en los años posteriores al trienio liberal
(1820-23), que estimamos se hallaba inédito hasta hoy y es el que glosamos en
este trabajo, comparándolo con su otro escrito al respecto, además de cartas
suyas así como memoriales de las autoridades realistas del Río de la Plata, que
Se trata de la carta del virrey al Consejo de Regencia, fechada el 22 de junio de 1810 y
firmada por su esposa, Inés Gastambide, porque –dice– al terminarla su marido fue llevado
al fuerte y de allí lo embarcaron. Cfr. Mayo Documental, tomo XI, doc. 1505, pp. 45-56. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia
Argentina “Emilio Ravignani”, 1965.
244
Julio M. Luqui Lagleyze
confirman y/o amplían los dichos del virrey, a fin de reconstruir lo más cerca
posible su propio pensamiento y vivencias al respecto.
Las fojas de servicios, tal como se estilaba en la administración militar
española de fines del siglo XVIII y principios del XIX, eran los documentos
militares en los cuales los causantes acreditaban sus ascensos, sus servicios, su
antigüedad y sus campañas sobre la base de la información de que disponían
las secretarías, los apostaderos y los regimientos. En el caso de los oficiales de
alta graduación, el texto escrito era confeccionado por amanuenses, siguiendo
las propias indicaciones del causante. Luego de ser examinado por las más
altas autoridades militares, era firmado por éstas, tras lo cual se procedía a
su archivo. Una copia era recibida por el propio interesado. Por tal motivo,
como se ha señalado más arriba, los dichos en la foja de servicios del ex virrey
debieron ser redactados o dictados por él mismo, no por amanuenses o secretarios. Ello implica que el texto transmite su vivencia personal directa.
Del completo relato de Cisneros (vida naval militar, cargos y ascensos,
premios y campañas militares) hemos extractado y copiado solamente lo que
dice al respecto de las ocurrencias que acontecieron desde su salida de Cádiz
en 1809 hasta su deposición y destierro a España entre mayo y junio de 1810.
Está escrito en tercera persona, como si lo hiciese otro en su nombre, tal como
se acostumbraba en la época. El registro de los hechos reseñados en su foja de
servicios es como sigue.
Primero narra los pormenores de su nombramiento y de las instancias que
debió llevar hasta embarcarse definitivamente para el Río de la Plata. A través
del inicio del relato se aprecia el apoyo con que contaba entre sus compatriotas
de Cartagena.
[…] El 11 de febrero de 1809 le nombró Su Majestad virrey de Buenos Aires.
Luego que el pueblo de Cartagena se impuso de dicha disposición acudió en
tropel a la casa de este oficial general; pidiendo no tuviera efecto su salida, a
que se opondrían por haberle ellos elegido; la satisfacción con que servían a
sus órdenes, y la confianza que fundaban en ellas [ilegible]. Las circunstancias
críticas en que se hallaban los pueblos en aquella época le obligó a contemporizarlo ofreciéndoles suspender su salida hasta nueva orden de Su Majestad
a quien podrían representar como así lo hicieron, el pueblo por su síndico, el
ayuntamiento y los cuerpos de maestranza, y oficiales de mar; pero habiendo
Su Majestad repetido la orden en 3 de marzo contestando a la ciudad y pueblo
la urgente necesidad que había de su paso al Virreinato por el estado delicado
Los datos de las fojas son de tal amplitud y riqueza que existen varios trabajos de
investigación realizados sobre la base del estudio y análisis de ellas. Cfr. Juan Marchena
Fernández, Oficiales y soldados en el Ejército de América, Sevilla, 1987.
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
245
en que se hallaban aquellas provincias, las que se fiaban a su cuidado y desempeño, verificó su salida el 16 de marzo en la fragata de guerra la Proserpina
que se destinó a sus órdenes, y entró en Cádiz el 19 del mismo mes, según se
le había prevenido en Real Orden.
Luego de hacerse con las instrucciones del gobierno español, se embarcó
para Montevideo y tardó casi dos meses en llegar. En esa ciudad tomó conocimiento de la disputa entre el virrey Liniers y el gobernador de la Banda
Oriental, Francisco Javier de Elío. Para hacerse cargo del virreinato marchó a
la colonia del Sacramento, como punto intermedio entre ambos y alejado del
poder del gobernador, donde recibió a los representantes de la Audiencia de
Buenos Aires enviados por Liniers, como lo señala:
Pasó a Sevilla a recibir las órdenes e instrucciones del Gobierno, y despachado
en fin de abril salió de Cádiz el 2 de mayo, y fondeó en Montevideo el 29 de
junio con arreglo a sus instrucciones, y al estado en que se hallaban aquellas
provincias se trasladó a la Colonia del Sacramento en la que se recibió de virrey el día 14 de julio habiendo concurrido para ello una diputación de la Real
Audiencia y de los demás tribunales.
Hecho cargo del mando, se halló con los enfrentamientos suscitados en
La Paz y Chuquisaca, y debió enviar las fuerzas militares para reprimirlos, al
mando del mariscal Vicente Nieto. El Virrey no se explaya sobre las causas
profundas del alzamiento ni acerca de las consecuencias de la represión, sino
solamente se limita a mencionarlas, justificando la actitud de las fuerzas realistas enviadas para sofocarlo desde ambos virreinatos (Río de la Plata y Perú).
[…] entró en la Capital en 29 del mismo mes, [julio de 1809] posesionándose
del mando, al tiempo en que por hallarse en revolución las provincias y ciudades de La Paz y Chuquisaca, [a] cuyo presidente tenían en arresto, dio las
disposiciones convenientes a su pacificación remitiendo al mariscal de campo
don Vicente Nieto con un cuerpo de tropas, y bajando otro del Cuzco remitidas
por el virrey de Lima al mando del brigadier don José Manuel de Goyeneche,
las que consiguieron a la fuerza tranquilizar aquellas provincias con los castigos de los que consideraron necesarios.
Cisneros atribuye la situación interna del Virreinato, al que hallaba convulsionado, a los problemas entre el gobernador de Montevideo y el virrey
Liniers y ve claramente los distintos partidos que se han formado por las
246
Julio M. Luqui Lagleyze
rivalidades entre Buenos Aires y Montevideo, por un lado, y entre criollos y
españoles, por el otro, desde la época de las invasiones inglesas.
Los extraordinarios acaecimientos sucedidos en Buenos Aires y en Montevideo desde la entrada de los ingleses en aquellas plazas, los escandalosos altercados entre el virrey anterior Liniers, y el gobernador Elio y la conspiración
tramada y efectuada contra el primero, el 1º de enero de 1808 (sic), de que
resultaron destierros, prisiones y una dilatada causa, tenía en agitación los
ánimos de aquellos habitantes, habiéndose originado como era consiguiente
rivalidades y partidos, así de un pueblo contra otro, como de sus mismos [habitantes] entre si, especialmente europeos contra criollos.
Él, por su parte, decidió acabar con el problema dándolo por terminado
mediante el cierre de la causa abierta y la realización de una reforma militar
con el objeto de pacificar, pero comprobó que las causas eran profundas y que
la mala situación de la hacienda del Virreinato constituía un determinante de
los descontentos locales, sumada a la presencia inglesa en el río y el contrabando que los británicos hacían en perjuicio de la aduana del Virreinato.
[…] dedicó todos los esfuerzos que le fueron posibles, usando de sus amplias
facultades, y de las que conceden las leyes en aquellos casos, cortando causa,
perdonando reos y demás medios que proporcionasen la unión y pacificación
de aquellas gentes a que considerando contribuía en gran parte la suma escasez
que había de caudales (careciendo por ello de su paga las tropas y empleados) porque los que venían en situados en plazos señalados de las provincias
del Perú se habían entorpecido y disipado con las convulsiones de aquellos
pueblos, y las aduanas nada producían, al tiempo que una porción de buques
ingleses fondeados a tres leguas de la costa, y a quienes no bastaron reconvenciones de su antecesor, ni suyas para que salieran del río, ni había fuerzas para
obligarlos a ello, ni las circunstancias de ambas cortes lo permitían.
El nuevo Virrey trató de evitar el contrabando a través de la promulgación
de un acta de libre comercio con los británicos a fines de 1809, con la sola exigencia de que éstos se hallasen asociados a comerciantes locales, españoles o
criollos, para evitar que el comercio local fuese copado íntegramente por los
ingleses, y sus mercaderías más requeridas y baratas que las locales. Sabido
es que antes de implementar el sistema de libre comercio, el Virrey consultó
con el Cabildo y el Consulado y las opiniones quedaron divididas entre los que
estaban en favor del libre intercambio con Inglaterra (comerciantes criollos)
Equivocado por 1809. N de A.
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
247
y los que temían que el comercio local desapareciera absorbido por los británicos (comerciantes españoles). Conocidas son las participaciones de Manuel
Belgrano y de Mariano Moreno a favor del libre comercio. Lo explica el Virrey
someramente diciendo que los ingleses:
[…] introducían clandestinamente cuantiosos cargamentos a cuyo impedimento
no bastaron cuantas providencias tomó para infringir las leyes aumentando el
resguardo, poniendo patrullas de caballería por la playa y guardacostas marítimas, como con acuerdo de una junta general de autoridades el involuntario
partido de permitir un provisional permiso para que por medio de consignatarios españoles y pagando los derechos establecidos, se introdujeran las mercaderías inglesas, hasta tanto que el gobierno superior de la Nación (a quien
dio cuenta) determinase correctas providencias y [con] una suma vigilancia
consiguió el mantener su gobierno.
Comienza a relatar a renglón seguido las incidencias de la Semana de
Mayo y las relacionadas con el problema del tráfico ilegal de los ingleses. Mostrando una clara visión, relacionaba los hechos directamente con los intereses
británicos, por la difusión de las malas noticias de España y por las promesas
de apoyar la independencia hechas durante la primera invasión en 1806 y que
habían prendido en la elite criolla, pues señala que luego de los incidentes del
comercio, había logrado mantener la calma.
[…] hasta que en mediados de Mayo de 1810 resultas de haber llegado un
buque inglés con gacetas de que anunciaba la disolución de la Suprema Junta
Central, la entrada de los franceses en las Andalucías, y como hecha la total
ruina de España [], conmovió los ánimos de aquellos habitantes, de los que
mucha parte conservaban las primeras ideas de independencia que les hiciesen
concebir los mismos ingleses en su primera conquista, el deseo de otros de
adquirir lo que no tenían y en general el de sacudir el yugo que por tal consideraban la sujeción a su Madre España10.
En la carta escrita en junio de 1810, el virrey no hace referencia alguna al problema del
comercio con los ingleses, por lo que esta alusión en la foja debe atribuirse a una posterior meditación de los acontecimientos por su parte. Cfr. Carta del virrey de Buenos Aires al Consejo
de Regencia del 22 de junio de 1811. Mayo Documental, cit., tomo XII, p. 46.
En la carta de junio de 1810, señala que ya había conseguido reestablecer la quietud
pública pero no desvanecer del todo las murmuraciones, la censura del gobierno ni las especies
sediciosas ni la diversidad de opiniones sobre la suerte de España. Ídem, p. 46.
Obsérvese que no dice nada de noticias sobre la instalación del Consejo de Regencia.
10
Ya había expresado en 1810 que los presentimientos de independencia que eran siempre
lisonjeros al vulgo de los pueblos y otros males políticos se habían originado por la situación
248
Julio M. Luqui Lagleyze
La situación planteada por las malas noticias traficadas por los ingleses,
[…] los incitó a solicitar de este oficial general por medio de los alcaldes la
celebración de una junta general compuesta de los vecinos mas honrados para
tratar con ella el interesante y delicado punto de si debería considerar caducado el gobierno de España, y en tal caso si este oficial general debería cesar o
continuar con el mando.
El virrey aceptó de mala gana pues temía funestas consecuencias para
la administración española, y lo deja sentado al decir que “[…] desde luego
proveyó lo arriesgado de aquel acto para el cual aunque se suponían buenos
deseos podía haber (como hubo) siniestras ideas”11.
Para tratar de conjurar el peligro de sedición, consultó a los jefes de las
fuerzas militares, pero descubrió que ellos eran el sustento del partido criollo,
pues dice:
Convocó inmediatamente a todos los jefes de la fuerza armada con el fin de
oponerse a ella [la convocatoria al cabildo abierto] en caso de encontrarlos
fieles, pero habiendo conocido por sus contestaciones que estaban de acuerdo
con el pueblo o con los facciosos, hubo de condescender con la solicitud de
ellos, con la esperanza de que el resultado de la Junta asegurase más su mando
y la tranquilidad pública que ya veía agitada12.
El relato del Cabildo Abierto del 22 de Mayo es escueto en la foja de servicios, a diferencia de las dos páginas que ocupa en su carta de junio de 1810,
pero en aquella el Virrey señala su impresión directa, madurada después de
años, con respecto a que ya en esa fecha se tramaba una intriga y la revolución13 y veía incluso como una intriga la formación de la verdadera primera
de España y los sucesos anteriores a su llegada. Y señala en forma taxativa: el pretexto ha sido
la supuesta pérdida de España y el objeto la independencia. Op. cit, p. 46.
11
Ya en junio de 1810, a un mes de la revolución, escribía que existían sediciosos secretos
que desde el mando de su antecesor habían formado el designio de sustraer a América de la
dominación española, que tenían prosélitos y que cada noticia de las derrotas españolas los
robustecía. Ídem, pág. 46.
12
En la carta de junio de 1810, relata poco la reunión con los jefes militares pero señala
que a sus protestas de obediencia, éstos, por boca de Saavedra, se la negaron y él se dio cuenta
de que, si no eran los comandantes militares los autores de la división y agitaciones, estaban
de seguro de acuerdo con los facciosos, como llama a los criollos. Ídem, p. 47.
13
En la carta de junio señala que el 22 mismo ya había sido desplegada la malicia, las
intrigas y las maquinaciones para llevar a cabo los “depravados designios” de la independencia. Ídem, p. 48.
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
249
junta de gobierno constituida, que lo tenía a él como presidente. Es interesante
contemplar cómo se consideraba a sí mismo popular, suponía que contaba con
el apoyo general y estaba convencido de que su cesación en el mando había
sido consecuencia de una maniobra de presión de algunos criollos y de la
fuerza militar, pero sin apoyo ni consenso general14.
Señala Cisneros:
La Junta se celebró el 22 de mayo, y aunque desde luego se notó en ella la intriga y mala fe por la que resultó por mayoría de votos que cesase su mando y
lo reasumiera el Cabildo [15], verificado aquel se lo devolvió con el agregado de
cuatro asociados, lo que se ejecutó con aplauso general, y las demostraciones
públicas que eran consiguientes; esto duró un solo día porque los facciosos en
que se incluía la tropa pidieron nuevamente su total cesación del mando, a que
hubo de ceder el 24 de mayo, y formaron otra nueva junta con presidente al
comandante del Cuerpo de Patricios, dejándole en el goce de todos los honores
del virrey que disfrutaba como consta de los documentos correspondientes
que conserva.
14
El jefe del apostadero de Montevideo era de la misma opinión: “En la Capital las dos
terceras partes son también de sentimientos pacíficos y sumisos, sólo las tropas y un corto
resto del pueblo son los que han trastornado el gobierno […] si hemos de creer lo que se
escribe los comerciantes ingleses acaloran la revolución y los vocales de la junta han concebido la esperanza que los ingleses favorecerán su causa, porque los comandantes ingleses
han asistido a sus actos públicos”. Carta de José María de Salazar al marqués de Casa Yrujo,
fechada el 4 de junio de 1810. En A rchivo Histórico Nacional de M adrid, sección Estado,
legajo 3783-1. Copia mecanografiada en Archivo DEHN, colección Muzzio, carpeta España
1 (1810) Doc. 00002.
15
En la carta del 22 de junio de 1810, el Virrey atribuye esta decisión a la propuesta de
Ruiz Huidobro, quien: “más atento a su ambición que al servicio de vuestra majestad y contando con que depuesto el legítimo virrey recaería en él el mando […] dijo abiertamente que
debía ser yo separado del gobierno superior por haber caducado en España la represtación
soberana que me nombró, que debía el Cabildo reasumirlo y depositarlo en otra persona de su
confianza”. Cfr. Carta del 22 de junio, Mayo Documental, cit., pp. 48-49. Cisneros dice además
que en el Cabildo abierto del 22 no había vecinos principales porque fueron detenidos por las
tropas en su camino al Cabildo, y que en su lugar se dejó pasar a habitantes sin significación
y a hijos de familia sin edad suficiente. La misma opinión tuvo el Mariscal Vicente Nieto, en
su carta del 23 de junio de 1810 desde la ciudad de La Plata en el Alto Perú, al decir que el
cabildo abierto se verificó “sin haber concurrido más que algunos vecinos menos principales,
muchos niños hijos de familia hasta edad de 14 años, auxiliados de las tropas revolucionarias,
resolvieron la deposición del excelentísimo señor Baltasar Hidalgo de Cisneros […] y la creación de una junta superior de sujetos que no son los más principales”. En Archivo Nacional de
Madrid, Sección Estado Leg. 3783, copia DEHN Colección Muzzio, carpeta España 1 (1810),
doc. 0006 copiado mecanografiado.
250
Julio M. Luqui Lagleyze
Surge de este párrafo que según su visión la primera maniobra revolucionaria fue la del propio Cabildo, en el sentido de tomar el mando y devolvérselo,
pero con cuatro asociados. No obstante, y pese al apoyo general que él decía
haber tenido como presidente de la Junta, esto duró un solo día16. Es curioso
que Cisneros viera en la creación de esa primera junta como una maniobra de
los facciosos criollos y no como una acción de los españoles o de la posición
más moderada del Cabildo, que es la interpretación historiográfica de los hechos. Por otro lado, el final del párrafo es confuso pues no se entiende si luego
de su cesación definitiva se le mantuvo los honores de Virrey a él, o se refiere
a que los honores pasaron al presidente de la Junta.
A renglón seguido, Cisneros reconoce que inmediatamente trató de revertir la situación y avisar a sus leales en Montevideo para que se tomaran los
recaudos necesarios.
La plaza de Montevideo a la que inmediatamente remitió su [ilegible: secretario] privado el capitán de fragata don Juan Jacinto de Vargas, para que
instruyera verbalmente a aquellos magistrados de lo ocurrido con su persona,
del estado [ilegible] en que se hallaba, y de sus deseos e intenciones para salvar
en la parte posible el resto del Virreinato, [Montevideo] se hallaba en Cabildo
habiendo tratado de las ocurrencias de la Capital, a tiempo que arribó a ella
un buque de España con la noticia de haberse instalado la nueva Regencia, se
decidió por ello reconocerla y negándose por consiguiente a obedecer al nuevo
gobierno de Buenos Aires.
El hecho señalado de que el Cabildo de Montevideo se hallaba reunido y
estaba a punto de reconocer a la Junta de Buenos Aires cuando llegaron las
noticias de España acerca de la instalación del Consejo de Regencia, parecería
señalar, por propia mano del Virrey, que para el Cabildo Abierto del 22 de
Mayo no se conocía con certeza la noticia de la instalación y no había órdenes
al respecto llegadas de España17. Cisneros reconoce también haber tomado
16
En la carta de junio, señala que el 23 el cabildo le informó el resultado de la votación
que había resuelto su cesación y la reasunción del gobierno superior en el mismo Ayuntamiento, que lo depositaría en una junta compuesta de cuatro vocales, de la cual debía ser él el
presidente con el mando de las armas y con todos los honores y sueldo de su empleo. Pero su
renuncia del 24 la atribuye a su negativa de entregar el mando de las armas al vocal de esa junta, el teniente coronel de milicias D. Cornelio Saavedra. Cfr. Mayo Documental, cit., p. 49.
17
En junio del 1810, el virrey decía estar aguardando la llegada del barco que conducía la
correspondencia de la Península y debía traer las órdenes de oficio acerca del establecimiento
del Consejo de Regencia, que debía haber salido de Cádiz el 30 de marzo, como se había
logrado averiguar en Montevideo. Mayo Documental, cit., p. 54. Por su parte, el comandante
del apostadero de Montevideo, capitán de navío José María de Salazar, anoticiaba en carta al
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
251
contacto con Liniers, adelantándose a la Junta, para avisarle de la revolución
y encargarle la contrarrevolución, lo mismo que con el Virrey del Perú, ya
que escribe:
El general Liniers que se hallaba en Córdoba, y a quien escribió la Junta (al
mismo tiempo que este oficial general le hizo saber, así como a los jefes de las
demás provincias y al virrey del Perú por intermedio del coronel don Ramón
Manuel de Pazos, su situación) para que no se mezclara con los nuevos acaecimientos, lejos de ello [Liniers] les contestó afeándoles el hecho al mismo tiempo que le avisó [a Cisneros] reservadamente [que] iba a formar una expedición
para ir a castigar aquellos atentados, y reponerle en el mando…”.
Según este párrafo, el ex Virrey, desde Córdoba, llegó a contactarse con
el depuesto y asegurarle que le repondría en el mando, y lo mismo advirtió a
la Junta de Buenos Aires en tono de amenaza. En la carta de junio de 1810,
Cisneros muestra estar al tanto de las medidas tomadas en Córdoba contra la
Junta. Además, estos párrafos patentizan que el Virrey no sólo no se quedó
tranquilo o resignado ante su situación, sino que hizo lo que su lealtad le
exigía, además de que no se hallaba solo y que tenía aún varios de sus subordinados leales como agentes para enviar advertencias y transmitir órdenes al
resto del virreinato.
Cisneros vio además las ideas de Independencia ya esbozadas desde el
principio y en ningún momento dudó en señalarlas, aunque quizás su visión
está mejorada en la foja por el paso del tiempo desde los acontecimientos
de Mayo de 181018. El ex Virrey señalaba tener, o así lo creía, el apoyo de la
mayor parte del vecindario de Buenos aires, así como la participación de sus
leales subordinados navales en tratar de hacerlo fugar a Montevideo para desde
allí llevar la contrarrevolución (como se haría, pero sin él), pues señala:
marqués de Casa Yrujo, “haber llegado el día 2 [de junio] el bergantín El Nuevo Filipino procedente de Cádiz con noticias ciertas del establecimiento de la Regencia soberana de España
e Indias y de la buena disposición general de los habitantes de este pueblo para mantener el
orden […] sin reconocer la Junta de Buenos Aires”. Carta desde Montevideo del 7 de junio de
1810. Archivo Histórico Nacional de Madrid Sección Estado, Legajo 3783-1, copia Archivo
DEHN, Colección Muzzio, carpeta España 1 (1810) – Doc. 0003. Copia mecanografiada. Las
cursivas son nuestras.
18
Ya en junio de 1810 señalaba que la idea de independencia estaba latente en los pretextos de fidelidad y mostraba los actos de soberanía que realizaba la junta a poco de nombrada y
que consideraba pasos hacia la independencia. Cfr. Mayo Documental, cit., pp. 49 y 52.
252
Julio M. Luqui Lagleyze
[…] que la mayor parte del vecindario, así europeos como criollos observando
las siniestras ideas de la Junta dirigidas a la Independencia, que muy luego de
su instalación empezó a manifestarlas con sus escritos y providencias, disgustados con tal conducta deseaban y trataban de oponer medios de fuerza contra
ella, se decidió buscar los posibles [medios] para fugarse a Montevideo donde
le aseguraban sería obedecido y desde donde podría contener las demás provincias del virreinato, al efecto trató con el gobernador, Cabildo y comandante
de Marina por medio de un emisario que vino de aquella plaza, del modo que
podría verificarse [la fuga], aunque lo dificultaba la suma vigilancia con que
se observaba su persona.
La idea de que detrás de todo se hallaba el sentimiento o idea de Independencia era sostenida por el Virrey y compartida por las autoridades realistas
del momento, tal como lo expresaban en sus cartas. El gobernador de Montevideo, brigadier Joaquín de Soria, expresaba al marqués de Casa Yrujo:
[…] yo creo firmemente, según los conocimientos que me asisten que la citada
nueva autoridad, formada bajo el voto de la mejor defensa de los derechos
de nuestro desgraciado monarca Fernando 7º y de la conservación de estos
dominios, no tiene otras miras que las de un plan de Independencia que hace
tiempo tienen proyectado la iniquidad de los perversos19.
También, con fecha 14 de junio de 1810, desde Río de Janeiro, el marqués
de Casa Yrujo haciéndose eco de ello, escribía:
Por mi parte bien convencido de que el nombre de Fernando 7º, de que hace
uso aquel gobierno provisorio, solo sirve de capa o de barniz para hacer menos
odiosa la emancipación de aquellas provincias20.
Finalmente, luego de pasar un mes del Cabildo Abierto, la Junta, advertida
de sus movimientos contrarrevolucionarios, decidió deportarlo a España y el
Virrey lo reconoció21 al decir:
19
Carta fechada en Montevideo el 8 de junio de 1810. Archivo Histórico Nacional de
Madrid, sección Estado, Legajo 3791-1. copia Archivo DEHN, colección Muzzio, Carpeta
España 1 (1810) doc 0004. Copia mecanografiada.
20
Carta del marqués de Casa Yrujo a las autoridades españolas, Río de Janeiro, 16 de
junio de 1810. Archivo Histórico Nacional de Madrid, Sec. Estado, Legajo 5839, copia Archivo
DEHN, Colección Muzzio, carpeta España –1 (1810-1819), doc. 0005.
21
Ya en carta al brigadier Joaquín de Soria el día anterior, 21 de junio, el virrey le decía
confidencialmente que todos los oficios que había firmado para que se reconociera la Junta,
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
253
La Junta con presencia de todo lo referido tomo las resultas de lo que se preparaba y citándole a su fuerte en que residía el 22 de junio a las nueve de la
noche y bajo el falso pretexto de ir a celebrar una sesión en que debían tratarse
materias que por su gravedad exigían su asistencia, y la de los magistrados de
la Real Audiencia, con los que reunidos en aquella fortaleza, se les hizo saber
por los vocales de la Junta su resolución de expulsarlos de aquella ciudad, con
el falso objeto de libertar sus personas contra las que se hallaba altamente
irritado el pueblo (que era todo lo contrario) y sin oír reconvenciones fueron
conducidos en medio del Batallón de Granaderos que formaban la guardia
a este oficial general, y rodeados de oficiales armados llegaron al muelle en
donde se les embarcó en dos botes ingleses y conducidos con escolta a bordo
de una balandra marchante [sic] de la misma Nación la que al amanecer dio la
vela, habiendo antes retirado la tropa de los facciosos.
El mismo día 21 de junio, la Junta informó a Su Majestad, por carta
firmada por todos sus miembros, de la erección de la junta para mantener la
integridad del territorio y los derechos del rey frente a las maquinaciones de
los franceses, a la vez que explicar la situación del Virrey, del cual dice:
[…] la terquedad de los magistrados y ex virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros a pesar de las atenciones y moderación con que la junta los ha tratado,
han excitado de tal modo el furor popular, que ha sido indispensable separarlos
de esta ciudad y confinarlos a las Islas Canarias, hasta que Vuestra Majestad
disponga de estas personas que por miras personales casi han producido la
pérdida de estos reinos22.
Cisneros trató de convencer al capitán del buque inglés que estaba a
sueldo de la junta, pagado por el vocal Juan Larrea –comerciante español asoeran violentados y firmados sólo por creer evitar mayores males; que ahora le habían avisado
que se atentaba contra su persona y otros ministros y que, por tanto, en caso de desaparecer
él, debía Soria encargarse de sostener los derechos de España, desconociendo al gobierno
de Buenos Aires. Cfr. Carta de Cisneros del 21 de junio de 1810, en Mayo Documental, cit.,
p. 43.
22
Cfr. Oficio de la Junta a SM para dar cuenta de la instalación de la Junta y medidas
que se ha visto precisada a tomar respecto del Virrey Cisneros… en Mayo Documental, cit.,
pp. 44-45. El recopilador de la colección, debido a una referencia inicial a Londres, confunde
al destinatario de la carta y la hace como dirigida a SM Británica, pero el cierre de la misma
es claro al hablar de SM Católica y estar firmada por toda la junta en su nombre. Esta remisión es curiosa porque, no habiéndose reconocido en Buenos Aires al Consejo de Regencia,
cabría preguntarse a quién creía estarse dirigiendo la Junta porteña y a quién remitía al virrey
depuesto.
254
Julio M. Luqui Lagleyze
ciado a los británicos desde tiempos de las invasiones–, que cometía un error
y que debía dejarlos en las costas orientales o las brasileñas, pero no entendió
razones el inglés, porque, según el Virrey, le interesaba más el salario que le
pagaba la Junta por el servicio:
Luego que hicieron rumbo para fuera del Río manifestó al capitán inglés, y los
que le acompañaban (que no ignoraba) lo hizo ver la felonía que habían hecho
con su persona, los gravísimos daños que iban a resultar, y la falta de correspondencia a la Nación Española en que incurría, ofreciéndole tanto a este como
a la tripulación serían bien gratificados si les conducían a Montevideo, cuyas
iguales protestas y ofertas se le repitieron a la altura del Janeiro para que les
condujese a dicho puerto, pero a nada quiso acceder el capitán como que el
partido lucrativo que le hizo la Junta, era de mucho interés para él.
Finalmente llegaron a las Canarias, donde fueron desembarcados, como
señala:
[…] y así fueron conducidos a la Isla de la Gran Canaria a donde llegaron el
4 de septiembre y desde donde este oficial general dio cuenta al gobierno Supremo de la Nación de todos sus acaecimientos pidiendo al mismo tiempo su
Real licencia para permanecer en aquella isla a fin de recuperar su quebrantada
salud, así se le concedió permaneciendo hasta el 5 de julio de 1811, que habiéndosele concedido el nuevo permiso que pidió para pasar a Cádiz, lo verificó
llegando a dicha plaza el 19 del mismo mes.
En Cádiz, el Virrey depuesto pidió que se le residenciase y se juzgase
su conducta, pero el gobierno, satisfecho con ella y ocupado como estaba en
tareas mayores y en combatir a los franceses, le expresó su aprobación por
medio del Ministerio de la Guerra, nombrándole vocal de la Junta de Dirección, en enero de 1813, luego comandante general del Departamento de Cádiz
y ascendiéndole finalmente a Capitán General del mismo.
En septiembre de 1818 fue nombrado ministro de Marina y en diciembre
del mismo año director general de la Armada, con mantenimiento de la Capitanía General de Cádiz, y se le encargó que asumiese los preparativos de la
expedición que con destino al Río de la Plata insurrecto formaba el conde de
La Bisbal. Pero la sublevación de ese ejército, en enero de 1820, en Cabezas
de San Juan, hizo triunfar a los liberales constitucionales que impusieron la
Constitución a Fernando VII. Por ello el capitán general Hidalgo de Cisneros,
acusado de absolutista, fue apresado y llevado al Arsenal de la Carraca, permaneciendo en esa situación hasta la Jura de la Constitución de 1812.
La Revolución de Mayo según el relato del virrey Cisneros
255
Los liberales, pese a conocer su historial absolutista y prescindiendo
de sus opiniones políticas, le reconocieron sus méritos y le concedieron los
honores del Consejo de Estado y le dieron como cuartel el Departamento de
Cartagena, su ciudad natal, de donde fue nombrado capitán general el 6 de
noviembre de 1823.
Falleció ejerciendo honorariamente ese cargo, el 9 de junio de 1829,
aproximadamente a los 74 años.
A modo de conclusiones
Del análisis de lo escrito por el Virrey en su propia foja surgen sus puntos de vista acerca de los acontecimientos de mayo de 1810, que pueden ser
resumidos en:
Situación del Virreinato: lo ve convulsionado y en desorden interno originados por la disputa entre el virrey Liniers y el gobernador Elío, que había
caldeado los ánimos y generado los partidos y las rivalidades entre Buenos
Aires y Montevideo, por un lado, y entre criollos y españoles por el otro.
Mala situación económica: la crisis de la Hacienda del Virreinato es un
determinante para los descontentos locales, a lo que se suma la presencia inglesa en el río con el contrabando que realizaban en perjuicio de los ingresos
de la Aduana, pero señala no haber podido hacer nada por la alianza entre
España y Gran Bretaña.
Presencia británica: la señala como detonante inmediato de los acontecimientos de Mayo, por el tráfico ilegal de los ingleses, sumado a la difusión
de las malas noticias de España, por estar interesados en ocasionar novedades
que les fuesen favorables comercialmente. Luego de la revolución menciona
a los británicos como siempre presentes y en todos los actos de la Junta, a la
que se apuran en reconocer y apoyar.
La idea de Independencia: la ve esbozada desde un primer momento. Originada en las promesas de apoyo para ello, que habían formulado los ingleses
cuando la primera invasión (1806) y que habían prendido en la elite ilustrada
criolla. Esta preexistencia de la idea de independencia la señaló reiteradamente
y en documentos de fecha y circunstancias distintas, aunque su visión esté
mejorada en la foja por el tiempo transcurrido.
El Cabildo Abierto y el partido criollo: Cisneros reconoce haber tratado
de evitar la convocatoria a Cabildo Abierto, porque temía las funestas consecuencias que según él se produjeron. Pero al convocar el apoyo de los jefes
militares, se dio cuenta enseguida de que ellos, si no eran los líderes del parti-
256
Julio M. Luqui Lagleyze
do criollo, constituían al menos su apoyo y sustento. Sobre la propia asamblea
del 22 no hizo referencia directa en la foja, sino sólo de sus resultados, pero la
opinión del virrey era que desde antiguo se venía planeando la independencia,
que la convocatoria fue la excusa y para él la primera maniobra revolucionaria
fue la del propio Cabildo del 22 de quitarle el mando para devolvérselo asociado con cuatro vocales. Su renuncia la atribuye a su negativa de aceptar la
entrega del mando militar a Saavedra y la presión de los criollos.
Imagen y situación personal: Cisneros se consideraba popular y con
el apoyo de la mayor parte del vecindario de Buenos aires, y señaló haber
obtenido el apoyo de sus subordinados navales, con intención de fugarse a
Montevideo y llevar la contrarrevolución desde allí.
Su posición luego del 25: según relató el Virrey, se dedicó inmediatamente
a tratar de revertir los acontecimientos, advirtiendo a sus leales del Virreinato
para que se opusieran a la Junta, y señala claramente que sus oficios de los
primeros días, informando a favor del reconocimiento de la Junta, le habían
sido sacados por la fuerza.
Estudios y Reseñas
Bibliográficas
Elena Altuna, Retórica del desagravio. Estudios de Cultura Colonial peruana, Salta, CEPIHA– Universidad Nacional de Salta, 2009, 191 pp.
El libro reúne una serie de diez trabajos monográficos basados en los que
la autora, Elena Altuna, publicó entre 1997 y 2008. Se interesa en dos aspectos: el primero, la situación de lejanía de la metrópoli y el sentimiento que esto
conlleva, y el segundo, la voluntad de dejar memoria escrita. Se refiere a estos
temas tomando como base escritos coloniales que van desde fines del siglo
XVI hasta el siglo XVIII, haciendo hincapié en los “núcleos generadores de
escritura y en sus patrones retóricos”, utilizando la noción de representación
de Roger Chartier y de estructura del sentir de Raymond Williams.
En el primer artículo: “Territorios y memoria en las probanzas de méritos
del Tucumán” analiza los discursos político-administrativos de los reclamos
de reconocimiento. Le sigue “Imágenes del Perú en las cartas de los inmigrantes”, donde reconstruye, a partir de la recopilación de Enrique Otte de las
Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616 y de las Cartas del Perú
(1524-1543) publicadas por Raúl Parras Barrenechea, el aquí y el allá, la pobreza de España confrontada con la riqueza y las oportunidades de América,
la búsqueda de la continuidad de lazos parentales, el interés por atraer a los
familiares y la formación del criollismo “como afirmación de la dignidad y
reivindicación de una identidad”, el ser otro.
En “Contra toda mudanza: memoria de lo notable”, la autora hace referencia a los documentos que, desde 1494, se emitieron para reglar la forma de
narrar y los modelos de relación hasta llegar al cuestionario de 1577, Instrucción y memoria, al que considera “modelo para ver y ordenar, que propone una
aprehensión a la realidad fundada en lo espacial”.
En “Tambos y caminos del Perú. Estrategias coloniales y crítica del presente”, plantea cómo coexiste la transformación del espacio con la llegada
de los españoles con la persistencia de estructuras precolombinas. A partir
de crónicas de la época analiza el discurso colonial y cómo se construyeron
estereotipos, del antes y el después, del tiempo incaico y del español. Así,
los tambos, contribución incaica, prevalecieron en la época colonial con una
connotación crítica al estado español.
En el artículo: “Metáforas del cuerpo y reivindicación colonial” Altuna
parte de la metáfora del cuerpo de la monarquía recreada en los escritos de los
peruanos en sus cartas al rey y al Consejo; también estudia el comportamiento
de los vasallos que se consideraban parte inalienable de éste y con derecho a
demandar el reconocimiento. Para ello la autora analiza dos escritos del licenciado Juan Ortiz de Cervantes escritos al rey entre 1619 y 1621 y el memorial
260
estudios y Reseñas bibliográficas
del criollo Buenaventura de Salinas y Córdoba. En “Retórica del desagravio”,
se centra en el criollismo como forma de autoconciencia colonial, basándose
en dos Memoriales del franciscano Buenaventura de Salinas y Córdoba: el
Memorial de las Historia del Nuevo Mundo, de 1630 y el Memorial, informe
y manifiesto de 1646. Desde el tópico del olvido, describe al cuerpo que es la
patria y la figura del criollo. En el siguiente artículo titulado “Pagando con lo
que se debe: la Crónica Moralizada de Antonio de la Calancha”, Altuna vuelve
al concepto de criollismo que emerge en el Perú hacia 1620-1630, siendo uno
de los sectores más virulentos el clero secular. Para observar la construcción
del discurso del patriotismo analiza la Crónica Moralizada del Orden de San
Agustín en el Perú, con sucesos ejemplares de esta monarquía del chuquisaqueño Antonio de la Calancha, publicada en 1638. La obra, escrita como toda
crónica conventual para perpetuar las acciones de la Orden y destinada a los
jóvenes religiosos, está basada en testimonios, documentos y el conocimiento
directo de la realidad. Para la autora el agustino busca saldar una deuda, reivindicando al Nuevo Mundo que equipara al Viejo.
En “El discurso de la ciudad: la Historia de la Villa Imperial de Potosí”,
analiza la Historia de la Villa Imperial de Potosí escrita por Bartolomé Arzánz
de Orzúa y Vela entre 1705 y 1736. En la obra, cuyo tema es la ciudad dentro
del imperio, Potosí se constituye, para Altuna, como “el factor determinante
de las empresas que llevaron a España a la hegemonía política”. Describe el
contexto en que el autor escribió la obra, presionado por los vecinos, las fuentes que utilizó, su organización, las diferencias en la reconstrucción del origen
y de la historia y el relato del presente, en que el autor pasa de ser historiador
a cronista. Para terminar en las reflexiones de Arzánz de Orzúa y Vela, su
postura frente al criollo y al sentido de patria.
En “Ciencia, aventura y público. La Condamine y los componentes de su
relato de viaje al Ecuador” se centra en la Relación de un viaje hecho por el
interior de América Meridional de Charles-Marie de la Condamine publicado
en 1773. Para ello, primero relata la aventura de La Condamine, Luis Goudin
y su esposa Isabela, para luego detenerse en el análisis de los relatos y la carta
de M. Godin a M. de la Condamine, quien contó las desventuras de su mujer
por la selva amazónica. Altuna marca cómo se van transformando los relatos
de viaje a partir de los viajes científicos donde se puntualizan los avances de
la ciencia y las características de la aventura.
El último artículo, “Indios nobles, mala mezcla, chinos vagantes: representaciones en el Perú del siglo XVIII”, se basa en el análisis de los memoriales de Vicente Mora Chimo Cápac de 1723 y de Fray Calixto Túpak Inka
de 1749; ambos tienen en común exponer los males del imperio y proponer
medidas para solucionarlos. La autora hace hincapié en la conflictividad de las
estudios y Reseñas bibliográficas
261
relaciones intergrupales y busca conocer las representaciones grupales para
luego confrontarlos con otros discursos criticistas de la época.
En síntesis, esta obra nos acerca al discurso peruano colonial en su doble
aspecto de construcción literaria y de representación histórica. En su análisis
la autora pone el acento en las ideas sostenidas por los escritores de entonces
en torno a la búsqueda de la identidad, en el que el criollismo –como ya lo
señalara Lavallé– tuvo una perdurabilidad más que secular.
Adela M. Salas
Franz Brendle y Anton Schindling (eds.), Geistliche im Krieg, Münster,
Aschendorff Verlag GmbH & Co. KG, 2009, 425 pp.
Las iglesias se han visto afectadas por los enfrentamientos bélicos que
marcan la historia occidental moderna. Han tenido una participación directa
o indirecta, pero de algún modo, muchos de sus miembros han sido actores
centrales en estos procesos y en su interpretación, propagando el espíritu de
guerra o dando consuelo. Esta ambivalencia se percibe aún en el siglo XX a
pesar de que las llamadas guerras de religión ya habían acabado hacía cientos
de años.
La obra reseñada a continuación, publicada en alemán, no tiene traducción
al castellano por el momento. Es producto de las jornadas tituladas Kriegserfahrungen-Krieg und Gesellschaft in der Neuzeit (Las Experiencias de la
guerra; Guerra y Sociedad en los Tiempos Modernos), que se celebraron en el
año 2008 en la Universidad de Tübingen, Alemania. El tomo brinda al lector
una versión ampliada de las interpretaciones religiosas de las luchas armadas.
Su título puede traducirse como Los religiosos en la guerra.
La fe y la violencia están ligadas al ser humano ya que tanto una como
la otra se vinculan con su naturaleza. Mucho se escucha hablar actualmente
de la guerra santa, fenómeno que la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española define como “la que se hace por motivos
religiosos y especialmente la que hacen los musulmanes a quienes no lo son”.
En este caso, sin embargo, múltiples investigadores abordan la actuación de
católicos, protestantes y judíos en su condición de miembros oficiales de sus
respectivas iglesias.
Esta antología se divide en cinco partes. Por razones de espacio sólo
daremos una idea general de cada uno de los capítulos, como un abanico que
ilustra escenarios geográficos tan variados que nos permiten viajar desde el
Paraguay actual hasta la isla de Rodas, pasando por conflictos centrales de la
historia europea continental.
262
estudios y Reseñas bibliográficas
La primera parte, titulada “Los ministros religiosos y la guerra”, cuenta
con contribuciones de Franz Bendle (uno de los editores de la obra), Dennis
Schmidt y Andreas Holzem. Los tres artículos proporcionan aproximaciones
teóricas al tema de la religión y la guerra en tensión entre la tradición cultural
militarista y la tarea de velar por la paz. Proveen, por lo tanto, el marco de
análisis del volumen.
“Católicos y Protestantes en las Guerras de Religión del siglo XVII”,
segundo capítulo de la obra, cuenta con colaboraciones de Susanne Häcker,
Meter Damgaard, Julian Kümmerle y Andreas Neuburger. Tres de los artículos
que componen este apartado se ocupan de la interpretación de la Guerra de
los Treinta Años de clérigos alemanes; los protagonistas son los teólogos de
las Universidades de Heidelberg, Tübingen y Freiburg así como el evangelista
Joachim Betke y el clero del Ducado de Würtemberg. La excepción es el trabajo de Damgaard que analiza al clero danés.
El capítulo tres, con un título algo provocativo, “Los religiosos al servicio
de la patria durante los siglos XVIII y XIX” nos acerca al estudio de casos que
tienen como denominador común la aparición de un nuevo elemento: el nacionalismo. Angela Strauss estudia los manuales de la capellanía militar prusiana
y puede considerarse, de acuerdo con los especialistas, un aporte muy original
ya que esa fuente estaba todavía sin estudiar. Laure Ognois analiza pastores
reformistas suizos, Wolfgang Wüst utiliza diarios y correspondencia de parroquias y monasterios católicos del sur de Alemania y por último, Ingrun Klaiber
se centra en los religiosos de Ulm, ciudad que se ubica junto al río Danubio.
“Los religiosos en las guerras mundiales del siglo XX”, cuarto capítulo,
enfoca su interés principal en la contienda que se extendió entre 1914 y 1918.
En este sentido, el trabajo de Anette Jantzen acerca al lector la interpretación
de la Gran Guerra que hicieron religiosos franceses y alemanes de AlsaciaLorena; Margit Schad presenta la significación que se da a la Primera Guerra
Mundial desde la visión judía ortodoxa, tomando como caso la ciudad de
Frankfurt. Bettina Reichman se ocupa del obispo húngaro Ottokár Proházka,
estudio que resulta particularmente interesante si tenemos en cuenta los cambios radicales que enfrentó el territorio del imperio austro-húngaro al estallar
el conflicto. El único trabajo que aborda la Segunda Guerra Mundial queda a
cargo de Jörg Seiler, con un rico análisis de casi 30 carillas.
El último capítulo de la compilación, “Las experiencias de la guerra en
las orillas del cristianismo entre los siglos XVI y XVIII” es el más variado en
cuanto a la geografía que abarca. “La guerra que nunca tuvo lugar”, escrito por
Magnus von Hirschleydt cuestiona la legitimidad de la guerra que tiene como
escenario un conflicto pequeño del noreste de Europa. El trabajo de Vladimir
von Schnurbein toma como objeto de estudio el enfrentamiento entre los Ca-
estudios y Reseñas bibliográficas
263
balleros de San Juan y los otomanos; con la sugerente pregunta “¿El último
cruzado en el Mediterráneo Oriental?”, Mathis Mager titula el segundo estudio
dedicado a los Caballeros de esa orden.
El único trabajo que alcanza el espacio americano fue escrito por Fabian
Fechner y está dedicado al papel de los misioneros jesuitas en las guerras guaraníes, y su triple función de comandantes, mercenarios y capellanes. Como indica este historiador, la combinación de acción religiosa y bélica de los jesuitas
fue utilizada como justificación para la prohibición de la Compañía de Jesús.
Una lectura atenta de las 400 páginas que conforman este volumen colectivo permitirá observar cierta continuidad en la interpretación tradicional de
la guerra hecha por los religiosos, desde el siglo XVI hasta el XX. Todos los
trabajos están acompañados de abundantes notas bibliográficas y documentales que avalan la afirmación de que el clero jugó un papel fundamental a la
hora de justificar o condenar el morir o matar en una guerra.
María Victoria Carsen
Leandro Losada, Historia de las elites en la Argentina. Desde la Conquista
hasta el surgimiento del peronismo, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, 288
pp.
La historia de las elites en la Argentina ha suscitado gran interés por parte
de los historiadores, aunque su estudio en general esté vinculado con otros
campos historiográficos no específicos como la historia de los intelectuales,
de las ideas o del caudillismo. Los ensayos sobre los grupos dirigentes se han
centrado particularmente en los problemas de naturaleza política, por un lado,
o en el análisis de los fenómenos sociales, por otro.
Leandro Losada se propone analizar este sector social desde una perspectiva que abarque dichas vertientes y a la vez, ampliar su anterior investigación
sobre las elites que constituyó su tesis doctoral y que se publicó en el año
2008 bajo el título La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque.
El autor se propone en esta ocasión hacer un análisis en la perspectiva de la
“larga duración” braudeliana y analiza las elites el período colonial hasta el
surgimiento del peronismo.
Este nuevo libro integra la colección “Historia Argentina”, dirigida por
José Carlos Chiaramonte, la cual tiene como objeto poner al alcance del público lector, no sólo el universitario, obras sobre el pasado. Por esta tal razón
Losada advierte que su propósito es realizar una síntesis sobre el tema de las
elites a partir de los aportes brindados por la historiografía. Si bien, por un
264
estudios y Reseñas bibliográficas
lado, la ausencia de fuentes documentales evita la profundización del tema
investigado, por el otro agiliza la lectura para el público al que está dirigido
el libro.
Historia de las elites en la Argentina se compone de una introducción,
cinco capítulos y un epílogo. Al finalizar el libro se encuentra un ensayo bibliográfico que ofrece una selección de lo escrito sobre el tema en cada corte
histórico. La orientación de lecturas mantiene los mismos períodos cronológicos y ejes temáticos abordados en los respectivos capítulos, lo que facilita
la búsqueda de información por temas. La bibliografía es extensa y variada
aunque, en general, se pone mayor énfasis en las investigaciones más recientes
y no tanto trabajos más clásicos.
En el capítulo introductorio Losada revisa las diversas connotaciones –negativas, reduccionistas o incorrectas– con que se revistió el término “elite” en
los estudios historiográficos. El autor busca desprenderse de denominaciones
peyorativas sobre qué fue la elite en la Argentina y quiénes la componían, pues
dificultan su análisis. Es por ello que, en vez de referirse al grupo social como
“oligarquía” o “aristocracia” prefiere denominarlo como “elites”, en plural, ya
que el término da cuenta de los distintos matices existentes dentro del grupo
social. Losada se pregunta sobre su composición, cómo cimentaron su poder y
cuáles fueron sus prácticas políticas, sociales, económicas y culturales. Estos
son los ejes sobre los que gira la investigación y las cuestiones que trata de
responder en los capítulos que el autor eligió por ser “puntos de inflexión por
la conjunción de tendencias locales e internacionales”.
Losada analiza la conformación de un determinado grupo de personas
como “elite”, qué circunstancias favorecieron su instalación como referentes
de la sociedad, cómo fueron modificándose a lo largo de los siglos XIX y XX
las pautas que los definían como tales y su declinación hacia el comienzo del
período peronista. En sucesivos capítulos analiza las modestas elites de los
tiempos coloniales y sus tempranas pautas de diferenciación social, tanto en
Buenos Aires como en el interior del país; describe la composición del grupo
dirigente surgido luego de 1810 gracias a la “carrera de la Revolución”, que
permitió su acomodamiento social y político durante el período independiente; estudia la conformación de las elites modernas del ochocientos y la época
de esplendor de la alta sociedad, cuando este grupo se consolida como elite
terrateniente. Después se corre por un momento del análisis cronológico para
describir los estilos de vida, modos de sociabilidad y la conformación de una
identidad como grupo rector de la sociedad por parte de la elite a lo largo del
siglo XIX y finalmente, indaga sobre las razones de la renovación y posterior
declinación de la haute porteña y del interior. Cada capítulo está desarrollado
estudios y Reseñas bibliográficas
265
con ejemplos que ilustran el relato y le restan abstracción, a la vez que dan
cuenta del estilo de vida de las familias más prominentes de la Argentina.
El epílogo ofrece un sugestivo cierre a la investigación y explica las razones por las cuales finaliza en el período de entreguerras. Analiza allí los
distintos ritmos de declive de la elite y cómo la pérdida de poder político y
económico fue más rápida que la decadencia social y cultural de este grupo,
que siguió siendo durante varios años más una referencia con respecto de los
usos y costumbres sociales.
En conclusión, este nuevo aporte tiene la virtud de ofrecer una lectura a
largo plazo pero sin descuidar los elementos que constituyeron a este grupo
personas. Se trata, pues, de un interesante punto de partida para posteriores
investigaciones que ahonden más profundamente en los períodos aquí abordados, como hiciera anteriormente Losada con la época del entresiglos. Si
bien no está sustentado como su trabajo anterior en archivos documentales
y análisis genealógicos, el libro cumple con creces su objetivo de acercar un
buen aporte al gran público lector.
María Sol Rubio García
Pedro Lozano, Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de
la Plata y Tucumán, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2010.
La nueva edición de la siempre memorable Historia de la conquista de
las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, del sacerdote jesuita Pedro Lozano constituye un nuevo aporte de la Academia Nacional de la
Historia de gran significación y resonancia para la recuperación de las fuentes
capitales del pasado argentino. Junto con el poema La Argentina del arcediano
Martín del Barco Centenera y la crónica manuscrita de Ruy Díaz de Guzmán,
el libro del padre Lozano es, sin duda, uno de los pilares de la historia colonial
de un Río de la Plata que, a partir del siglo XIX, pasaría a constituir parte
de los territorios de Argentina, Paraguay y Uruguay y el sur de Brasil. Obra
verdaderamente monumental por su contenido, su extensión y sus cualidades
historiográficas, la Historia del padre Lozano ha venido alimentando, desde el
momento de su publicación, en el siglo XVIII, prácticamente todos los relatos
de la historia argentina que se ocupan de las primeras etapas de conquista y
colonización de su actual territorio.
Nacido en Madrid en 1697 y muerto en Humahuaca en 1752, Pedro Lozano llegó al Río de la Plata muy joven y completó sus estudios en la Universidad
de Córdoba, y sus descollantes condiciones para la tarea literaria e histórica lo
llevaron hacia 1730 a iniciar la redacción de una crónica sobre las actividades
266
estudios y Reseñas bibliográficas
de la Compañía de Jesús en esta parte de América. Su curiosidad, su erudición
jesuítica y la fluidez de su escritura –que aplicó también a varias traducciones
de obras europeas– le permitieron desarrollar una literatura histórica de gran
solidez expositiva y le abrieron camino al reconocimiento de su labor por parte
de las autoridades de la Compañía. De su prolongado contacto con la realidad
americana provienen todos sus escritos, algunos de los cuales permanecieron
inéditos hasta después de su muerte: La descripción chorográfica del Gran
Chaco Gualamba (publicada en España en 1733) y su más celebrada Historia
de la Compañía de Jesús en la Provincia de Paraguay (cuyo primer tomo
apareció en Madrid en 1754-1756) le concedieron una fama acreditada en su
tarea de historiador. Sus otras obras de gran extensión y significado quedaron
inéditas, pero fueron conocidas en sus versiones manuscritas, entre ellas esta
singular Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la
Plata y Tucumán, y también su Historia de las Revoluciones del Paraguay,
en la que se ocupaba de las violentas agitaciones que sacudieron Asunción
durante la rebelión de los comuneros entre 1721 y 1731, de las que fue testigo
indirecto desde su residencia en Santa Fe.
La Historia de la conquista de las Provincias del Paraguay, Río de la
Plata y Tucumán, que tal vez hubiera sido concebida como la primera parte
de Historia de la Compañía, se imprimió por primera vez por iniciativa del
erudito montevideano Andrés Lamas (1817-1891) en 1873, pero es sabido que
el manuscrito ya había sido consultado en su condición de tal por otros autores que se aprovecharon de él, como los ilustrados funcionarios borbónicos
Félix de Azara y Francisco de Aguirre y el protohistoriador argentino, deán
Gregorio Funes. La edición de Lamas se basa en un manuscrito distinto del
publicado en esta ocasión por la Academia Nacional de la Historia, que recoge
una serie de notas, agregados y correcciones realizados por la mano del propio
Lozano, por lo cual se lo ha considerado más completo y detallado.
La obra de Lozano es, como se dijo, una muestra de la solidez de sus
cualidades como recopilador y escritor, actividades a las que dedicó largos
períodos de su estancia en Córdoba, en las haciendas con las que la Compañía
de Jesús sostenía el Colegio Mayor en la ciudad, en particular en la próspera
estancia de Santa Catalina. La materia histórica que manejaba el padre Lozano
la emplearía también para defender las misiones jesuíticas que, por el Tratado
de Permuta (1750) la diplomacia de la corte de Madrid había cedido a la de
Lisboa a cambio de la “devolución”, por parte de esta última, de la Colonia
del Sacramento. Fue cuando se dirigía a Lima, a presentar sus memoriales al
virrey del Perú, cuando a Lozano lo sorprendió la muerte en Humahuaca. De
modo que su detallado conocimiento y manejo de la documentación existente
y de las tradiciones historiográficas previas relativas al descubrimiento y conquista de los territorios rioplatenses y tucumanos debió ser, sin duda, uno de
estudios y Reseñas bibliográficas
267
las más completos y refinados con los que se podía contar tanto en la España
como en la América de esa época.
La preservación de esas tradiciones historiográficas se hace presente
desde el comienzo de la Historia de la conquista, en la que Lozano –como
del Barco Centenera y Ruy Díaz de Guzmán– inicia su relato en 1515, con el
descubrimiento del Río de Solís, y cuya primera parte extiende hasta 1555,
fecha del establecimiento de los españoles en la provincia –también provincia
jesuítica– del Tucumán, luego de haber dedicado todo el libro primero a presentar una pormenorizada descripción geográfica, biológica, social y cultural
del escenario de su historia. La obra continúa luego con los acontecimientos
posteriores, que llegan hasta los días del propio Lozano, hacia 1745. La edición
de la Academia, presentada en dos gruesos tomos, respeta la división original
de la obra planeada por el autor: el tomo primero, compuesto por tres libros,
está dedicado al descubrimiento y conquista del Paraguay y del Río de la Plata;
el tomo segundo, con los dos libros restantes, se ocupa de las del Tucumán.
El estudio preliminar, tan conciso e ilustrativo como indispensable, a
cargo de Ernesto J. Maeder, allana el camino a la lectura comprensiva y adecuadamente contextualizada de la obra del padre Lozano, tanto para el lector
erudito como para el público corriente, que puede acceder a esta fuente de
extraordinario significado para el conocimiento del pasado colonial de nuestro
país. Evaluando con justicia el estilo de Lozano como “uno de sus flancos más
vulnerables” por los excesos verbosos de sus largos párrafos, y la incertidumbre
de su erudición en algunas citas textuales y descripciones naturales, Maeder
realiza una sinopsis vigorosa y expresiva de las valoraciones que la Historia de
Lozano ha recibido a lo largo de más de dos siglos de lectura y comentario, y
encuentra correcta la evaluación realizada por Alberto Salas sobre la riqueza
de su repertorio documental, su estilo libre de excesos retóricos y la solvencia
del historiador jesuítico en la “formidable tarea” que emprendió y llevó a cabo
con indudable pericia, confiriéndole a su texto “el valor de una fuente”.
Por su carácter fundacional, por proporcionar una fuente de información
de insustituible riqueza y, en general, por ser un notable documento sobre
la vida, la cultura y las epopeyas del área rioplatense que en el siglo XVIII
comenzaba apenas a asomar a un escenario mundial dominado por las monarquías europeas y las tensiones religiosas y políticas, la Historia de la conquista
de las Provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, del padre jesuita
Pedro Lozano sigue constituyendo uno de los grandes monumentos de historiografía argentina cuya republicación significa un hito del siempre renovado
conocimiento histórico sobre nuestro pasado.
Rogelio C. Paredes
268
estudios y Reseñas bibliográficas
John Lynch, San Martín. Soldado argentino, héroe americano, Buenos Aires,
Crítica, 2010, 382 pp.
Después de haberse ocupado con notable éxito editorial de la figura de
Simón Bolívar, John Lynch estudia en este libro magistral la vida de José de
San Martín.
El ilustre historiador británico, catedrático emérito de la Universidad
de Londres, que viene proporcionando desde hace varias décadas una visión
renovadora del mundo hispánico a través de más de tres siglos (Los Austrias
1516-1700, Carlos V y su tiempo, La España del siglo XVIII, Las revoluciones
hispanoamericanas 1808-1826, Caudillos en Hispanoamérica 1800-1850, etcétera), se impuso la no fácil tarea de escribir las biografías de ambos próceres
para los lectores anglosajones. Sin embargo, las obras no se circunscriben a
ese público sino que sirven para cuantos quieran contar con una visión seria y
honesta acerca de dos hombres en ocasiones distorsionados por las memorias
contrapuestas.
Uno de los méritos de San Martín. Soldado argentino y héroe americano,
es la pericia narrativa. “El historiador –dice Lynch– tiene que alternar el movimiento con la inmovilidad con el fin de ocuparse de las condiciones en las
que el Libertador operó; por tanto, el análisis acompaña el relato, lo que quizá
permita al lector escapar del laberinto de los acontecimientos secundarios”.
Este libro deja en evidencia una vez más que la biografía es un género de
culminación intelectual al que no todos los que investigan y escriben logran
acceder. En efecto, para retratar fielmente a determinadas figuras hay que
conocer en profundidad su tiempo y circunstancias, internalizar las ideas y
costumbres de la época; en suma, “ponerse en la piel de su personaje”. En el
estilo fluido de Lynch, que relaciona exquisitamente lo solemne con lo cotidiano, se advierte una vez más su destreza profesional, su amplitud de criterios y
hasta su buen humor para alcanzar aquel cometido.
El autor se apresura a aclarar su convicción de que la grandeza de San
Martín consistió en su habilidad para inspirar a los pueblos de Suramérica
a seguir sus ejércitos y aceptar sus estrategias, lo que le permitió llevar la
independencia más allá de las fronteras y los intereses nacionales y darle una
identidad americana. “Hasta donde podemos juzgar, su vocación no respondía
a ningún interés particular, social o económico, ni a la preocupación del poder
y la gloria. La guerra y la paz fueron sus prioridades […] San Martín sostuvo
que la gran prueba de América llegaría no en la lucha por la independencia
sino en la posterior defensa de la libertad en las sociedades que no estaban
preparadas para esa tarea”.
estudios y Reseñas bibliográficas
269
También subraya que el héroe debe ser juzgado por sus propios méritos,
no mediante comparaciones constantes con Bolívar. La tarea de escribir ambas
biografías presentó dificultades, enfatiza, pues si bien “el historiador tiene que
defenderse de Bolívar y proteger su propia versión de la independencia contra
el torrente de palabras con que el Libertador busca explicarse y convencer”, en
el caso de San Martín debe descubrir al hombre detrás del silencio, pues “su
sentido de la decencia le hacía reticente a hablar de su vida privada y mantuvo
una reserva natural acerca de su papel en las guerras independentistas”.
En esta obra, Lynch traza la vida de San Martín desde sus orígenes, su
niñez en las Misiones, su permanencia en España y su participación en las
guerras contra Napoleón, ubicando su actuación en contextos que describe con
maestría. Después se ocupa de sus días londinenses, de sus amistades americanas y británicas, del singular momento en que se embarcó hacia Buenos
Aires, de su llegada y participación en los difíciles días iniciales de la Revolución. Aquí el auxilio de las más importantes colecciones documentales y de
una cuantiosa bibliografía argentina, se conjuga con el aporte de los papeles
de origen inglés.
Entre estos documentos hay una carta notable del capitán Peter Heywood,
antiguo partícipe del célebre motín del Bounty, condenado e indultado, quien
por entonces era comodoro de la estación naval británica en el Plata, a sus
superiores de Londres, en la que al hablar de la situación posterior a la revolución del 8 de octubre de 1812, afirma que el cuerpo de caballería mandado
por el coronel San Martín, sus luego célebres granaderos, “tendrá más peso
en una elección que toda la ciudad de Buenos Aires unida, si es posible que
esa unión se produzca”. Pero aquel tenía metas más importantes que prevalecer en sus disensos con Rivadavia y con Alvear o superarlos en influencia
política. Lo animaba, nada menos, el propósito de acelerar la independencia,
que recién pudo concretarse, en buena medida gracias a su insistencia desde
Cuyo, en 1816.
La labor realizada por el recién llegado militar en el Ejército del Norte, la
gestación del Plan Continental, el cruce de los Andes, las grandes batallas de
Chacabuco y Maipú, la liberación y el protectorado del Perú, y la entrevista
con Bolívar en Guayaquil, de la que San Martín salió sin el apoyo que necesitaba para llevar adelante sus metas militares, con el resultado de su posterior
partida al Viejo Mundo, son objeto de ponderado análisis de Lynch, quien
dedica la última parte de este brillante estudio a los días postreros del hombre
“que condujo la revolución más allá de sus fronteras y le otorgó una identidad
americana”, y a efectuar una serena valoración de su legado.
Miguel Ángel De Marco
270
estudios y Reseñas bibliográficas
Ana María Rodriguez Ayçaguer, Un pequeño lugar bajo el sol. Mussolini,
la conquista de Etiopía y la diplomacia uruguaya. 1935-1938, Montevideo,
Ediciones de la Banda Oriental, 2009, 454 pp.
La autora realiza una investigación de la historia de las relaciones internacionales de un período agitado y poco conocido de la historia uruguaya. El
estudio se sitúa en la política exterior del vecino país en la década del treinta,
período poco transitado en esta área de análisis.
La época enfocada es la de la presidencia de Gabriel Terra, en la cual las
relaciones con Italia presentaban fuertes lazos socio-culturales como resultado de una afluencia migratoria que ayudó a construir el Uruguay moderno.
El fascismo de Benito Mussolini tuvo resonancias, no sólo en la colectividad
italiana sino en líderes políticos de la época, entre los cuales hay que citar al
mismo Terra y a Guani, figura relevante en este proceso. El embajador italiano
Serafino Mazzolini cumplió un papel de propagandista del régimen de manera
acabada.
El problema de la invasión de Italia a Etiopía y su consecuente anexión,
que no es el caso de explicar, planteó a la diplomacia uruguaya una serie de
problemas inéditos que la autora analiza, no sólo con fuentes diplomáticas,
sino en relación con la opinión pública a través de la prensa y, en una mirada
comparativa, con los países vecinos: Argentina, Chile y Brasil. Este aspecto
integrador le otorga al estudio una amplitud y riqueza que desborda el marco
territorial, y es uno de los aspectos más valiosos del análisis que aporta luz
sobre otras diplomacias en dicho tema.
Uruguay era miembro de la Sociedad de las Naciones y cuando ésta decidió la aplicación de sanciones a Italia por la guerra en Etiopía, el gobierno
uruguayo oscilaba entre plegarse o no, dada la numerosa comunidad italiana
con la que contaba, la necesidad de comerciar con Italia, el temor a la competencia argentina en el mercado de carnes y las relaciones con Gran Bretaña,
que era un actor relevante en el conflicto.
La autora diseña la personalidad de los diplomáticos uruguayos a quienes les tocó participar en la toma de decisiones y recorta la personalidad de
Alberto Guani como diplomático experimentado, quien ejerció funciones en
diversas capitales europeas, de larga y fecunda actuación en la Sociedad de las
Naciones que llegó a presidir en 1924. Guani mantuvo continuamente informado a su gobierno de las tratativas y opiniones que predominaban en el seno
de la Sociedad y supo interpretar las instrucciones recibidas, con maestría y
sagacidad, para que su país no quedara descolocado.
Frente a la encrucijada en que se debatía el gobierno uruguayo, la estrategia implementada fue dilatoria, ambigua y finalmente, cuando llegó el
estudios y Reseñas bibliográficas
271
momento crucial de adherir a las sanciones que impuso la Sociedad de las
Naciones a Italia, se buscó conciliar una estrategia común con Argentina,
cuyo delegado era Carlos Saavedra Lamas; finalmente Uruguay adhirió a las
sanciones cuando no era posible dilatarlas mas. El costo de no hacerlo hubiera
influido en las relaciones con Gran Bretaña, principal destino de las carnes
uruguayas cuyo acuerdo comercial estaba en proceso de ratificación. La autora
recalca: “Uruguay no fue sancionista, sólo aparento serlo”.
Otro problema semejante se planteó en el reconocimiento de la soberanía
italiana en Etiopía, una vez conquistada. Las simpatías de Terra por Italia y
las del ministro uruguayo en Roma tuvieron que esperar que la decisión de
Gran Bretaña diera el visto bueno, para que cada país procediera a reconocer
el hecho consumado de la conquista de un país independiente de África.
Una investigación de este tipo reclama conocer las fuentes de los dos polos de la relación bilateral. La autora cumple con creces este precepto ya que
junto con la búsqueda en el Archivo Histórico-Diplomático del Ministerio de
Relaciones Exteriores del Uruguay, en el Archivo de la Associazione ex Combattenti e Reduci Italiani in Uruguay, ha realizado búsquedas en el Archivio
Storico del Ministero degli Affari Esteri (Roma) y en Nacional Archives and
Records Administration (Washington, D.C.).
La obra cuenta con un Apéndice Documental numeroso y variado que
aporta testimonios relevantes de toma de decisiones de los actores diplomáticos.
En síntesis, celebramos la publicación de una investigación sobre Uruguay
que amplía sus fronteras a los países vecinos.
Hebe Carmen Pelosi
Política editorial
Temas de Historia Argentina y Americana es la publicación periódica del Instituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se considerarán para su
publicación trabajos originales relacionados con la historia argentina y americana. Esta revista se publica con una frecuencia semestral. Las colaboraciones
se reciben para el primer número (Enero–Junio) hasta el 15 de Marzo, y para
el segundo número (Julio-Diciembre) hasta el 30 de Agosto de cada año.
Normas sobre la presentación de originales para las
Publicaciones del Instituto de Historia Argentina y Americana
Facultad de Filosofía y Letras
Pontificia Universidad Católica Argentina
1.Extensión
La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de alrededor de 96.000 caracteres con espacios incluidos. El artículo debe ser presentado con la tipografía Times New Roman, tamaño 12, con interlineado de
1,5. El margen superior e inferior debe medir 2,5 cm. y el derecho e izquierdo
debe ser de 3 cm.
2.Subtítulos y citas en el texto
Los subtítulos serán en versalita.
Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres
líneas, se las separa del cuerpo del texto (en Times New Roman, tamaño 10,
interlineado 1,5) y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin
poner comillas.
3.Aparato erudito
3.1Citas
bibliográficas
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Normas sobre la presentación de originales
a. De libros
Autor (en versalita); título (en bastardilla); edición, desde la segunda en adelante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y año de
edición; número de página o de las páginas extremas.
R icardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del
Virreinato del Plata, 2º edición, t.2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp.114116.
b. De artículos
Autor (versalita); título del artículo (entrecomillado); título de la revista o
diario (o en bastardilla); número del volumen, año y otras subdivisiones si las
hubiese; lugar, editor y año efectivo de edición, número de página (s).
Julio César González, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”,
Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravignani”, 2º serie, t.13, año 13, nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,
1971, p. 10.
c. Cita segunda y sucesivas de una misma obra
Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido de op.cit.
y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consigna Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen,
se consigna también el número de éste.
Carbia, op.cit., p. 41.
Levene, op.cit., t.23, p.120.
Ibidem, p. 124.
Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabras
del título para individualizarla.
Levene, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24.
Levene, Historia del Derecho, cit, t. 1, p.99.
Normas sobre la presentación de originales
275
Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila.
R icardo Levene, op.cit, p. 29.
Gustavo Gabriel Levene, op.cit, p.66.
En el caso de los artículos, se procede de la misma manera.
González, op.cit., p.11.
Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título.
González, “La misión Guido” cit., p. 11.
3.2 Citas de documentos
a. Inéditos
Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y signatura topográfica.
Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788,
Archivo General de la Nación IX-45-6-6.
b. Editados
Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (en versalita);
título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más de
uno; lugar, editor y año de edición; número de página.
El deán Funes a Daniel Florencio O`Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, en
Biblioteca Nacional, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires,
1949, pp. 304-305.
b. Cita segunda y sucesivas de un mismo documento
Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra la
fecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página.
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