¿^1>> :^>^ MEdlicion de Madrid. 'IIIADKID.^12 réaléit al mes en la Redacción, administración y demás oficinas del pertádico «siiableeidaa «n la calle de la Greda , niim. 2t.—También se suscribe en las Ubrerlas d BAill^-Bailliere, callé del Príncipe, ndm. 11; Cuesta, calle de Carretas, oimeroiS; López, calle del Gürmejí, nám.?9; Duran, calle de,la Vicforia, náw. 3; y en todas las demás )»riiKi|ntes librerías de esta cdrtc. m Sí C t :;'í:í^tli! ,1íi-f Con motivo de la solemnidad del dia de hby, y siguiendo una piadosa costumbre, no se publicará mañana nuestro periódico. 27 DE MARZO. Ei tiempo que atravesamos nos eonyifla á meditar sobre los altos misterios de nuestra santa religión. . Por desgracia, en esta época la conciencia de ciertos hombres es también un misterio que, como nada tiene do divino, haco hastacierto punto incomprensibles las cosas humanas. * a l o q u é en el sagrado misterio de la redención oimos y creemos, y eo los profanos misterios de la hunaanidad yernos y dtjdamos. . Hubo antes, un cordero inmaculado, que sacrificó su yidajen aras de la salvación del mundo; pero ahori|1¿y,muehos lobos con piel, de oveja, que sacrifican al país en aras de sus intereses personales. ¡^ntopces gritaban los israelitas ante el que era iqocente: «¡(írycificadle, crucificadle!» y hoy es-r clapjan los adiiiadores ante el que es apóstata: «¡bendito seas!» Los tiempos han variado, pero los hombres son loe;_mismos, y las debilidades y las miserias saleq; al.rostro déla sociedad,,(jonao el color de la vergueo:^ al del que no la ha perdido. polo que-la?.palabras del que vino eq el nombre delS^ñór van debilitandiO sus ecos en «I espacio, hasta el punto de que ya casi no liega á percibirlas eroido de la humanidad. En el escéplico mundo en que vivimos anda la fó perdida, desde que á algunos incrédulos se les antojó comercíai: con ella en nombre de la moral y de la política. , .La espeiranza se ha convertido en desengaño, así que ha visto que la caridad no se practica, y las buenas acciones ceden el puesto á las acciones de bancos y de sociedades anónimas. Como estamos en el siglo de la goma elástica, prestátí las conciencias á voluntad de sus dueños, y se prestah los hombres á todo lo que sea interesado y egoísta. Prestando hoy cultoá un ídolo y mañana á otro, no se prestarán grandes servicios á ios pueblos, pero ea cambio se preátia utilidad á los bolsillos, y lo que píerá^e'elálma lo gana crcuerpo. Apóstoles hay que intentan pi-edicarnuevas doctrinas, y tanabien existe entre «;llas quien antes de ser apóstol fué ya Judas. 1f como los besos hoy no están en uso, seconvier-, ten en abrazos las demostraciones de cariño, y va encerrado en carteras, en VB2 de bolsas, el premio do las traiciones. • No fal» quien niegue á su maestro, ni quien se duerma tranquilamente, mientras el país sufro, ái quien prepare instrumentoá de martirio, ni quién réborra la caUÜ dé la Amargura. El pueblo, qué tiene que subfr al calvario de la póiítica, llevando á cuestas la cruz de un mal gobierno, bien merece salvarse siquiera, porque sin ser Dios, sin poseer divinas cualidades, calla y se Mtxshas veces cuando es cuestión de mayorías, vence el error á la verdad, y por eso Pilatos mandó cfueificar á Jesucristo. : , Pero á los tres días huyeron despavoridos los judíos, esclamandb: ¡Teí-dáderameníe gite este era el hijo MSeñorl )r es porque á la larga siempre triunfa la verclad de ios errpres, y se humillan los iacródulos, y se confunden los apóstatas. Los bienes adquiridos á costa de traiciones se convierteu en mafes, y el prebio de las ventas sirve á veces para comprar cuerdas con que ahorcarise. !No creemos Hiíé ahoVa sea el mundo peor que an- m M M £1 GONTEMPORiPO. 'P tes; pero la corriente de los tiempos va arrastrando las malas semillasVqúé allftny al cabo fracctiflDan, y hoy nos toca recoger abundante cose§haf ¿Guándoi se han visto ios sentimientos de la amistad y de la cónsécueocia más olvidados? ¿Cuándo se han observado mayor apego á los intereses materiales y menbr dosis de abnegación y patriotismo? Por un empleo se wbdé' una condericia, y por un sueldo se compra un hombre. Hay quien olvida lo que debe y exige que le paguen por ló que hace, y él a su vez recompensa con traiciones los beneficios. Esto podrá ser muy dulce por lo pifonto, pero con el tiempo llega 1 ser amargo. Hay quien después de haberse elevado á cierta altura, rompe la escalera, y al atracar como agradecido al q\ie la estuvo, le clava el puñal por la espald^íi J' luego se sonríe dé síf triunfo; ' :^áy'quíeá'' escribe nuevas labias de la ley entre truenos y relámpagos para engañar á los pueblos, y al dia siguiente las arroja al fuego y se callenta en su llama. Hay quien es capaz do negar á su familia, porque no se averigüe su procedencia y pueda adherirse al ái'tool que le dé mejor sombra. , y hay también quien, siendo espósito, anda buscando por padre al que mas le ofrezca. Pero llegará el tiendo de las grandes liquidaciones. DeS[Jués de un Jueves Santo hubo un sábado de gloria!, ¿cépues del drama sangriento del Calvario vino el dia magnífico de la resurrección. Por muchas quesean las tinieblas, al cabo la luz consigue disiparlas, y hay luz que penetra hasta el fondo de los corazones y descubre los más secretos pensamientos. A algunos, sin embargo, solo podrá descubrírseles el pensamiento de medrar Con el rfaal'del prÓgjimo, que es el único que tuvieran en su vida. Y en este grupo entran los gobiernos que, itnarchando contra la opinión' pública y contra lais leyes vigentes, engañan á los pueblos y se burlan de áus propias ofertas, y comprometen el crédito, y rebajan la dignidad y la importancia del país ante los eslraños, y cometen errores y torpezas por obcecación y egoísmo. Y los aduladores, que avezados á doblar la cerviz ante ídolos <de barro, inciensan al poder cualquiera quesea, con tal de que les proporcione la satisfacción de los goces materiales. Y los inconsecuentes, que hoy se prosternan ante una imagen y mañana se arrodillan ante otra, siquiera sea aquella la de Jesucristo y esta la de Malcoma, Y los desleales j que un diacortan la mano que antes besaron, y otro díafaesáhlá ífiánq qÍJé (jtiiisieran ver cortada. Porque el escepticismo iatroducido. por cieertos hombres en todas las escalas sociales, ha roteo los vínculos que deben unir lo mismo á las familias que á los partidos, lo mismo alas aldeas que á las naciones. Vivir y medrar es la señal convenida. Con ella se ataca lo que hay de-más respetable y mas sagrado: desde las jastituciones conquistadas á costa de sangre y sacrificios,' bástalas doctrinas mas indiferentes y triviales. Pero cuidado que los plazps lleguen y las profecías se cumplan. Sí la humanidad tuvo su redención en el calvario, no ha de faltarle tampoco calvario ñii redentor á la política. Hoy tal vez gritarán los incrédulos: ¿crucificaadle! ¡crucificadle! Pero feógah présente que al térceír dia se'verificó la resurrección, según estaba proraettido. Siempre que apartándose del desasosegado curso de los acoatecimientos, «1 espíritu recobra su serenidad ^ se detiene á contemplar de dónde dirriááán los beoeflcios que constituyen la escelencia de la civilización moderna, involuntariamente tóroaosé los ojos al dichoso y felicísimo moméilto en qüé'üha revelación divina se derramó por el mundo como una alma de mujer sin que los revele mas que un suspiro; ideas locas que cruzan por iiqestrá imaginácioa sin que ose formularlas el labio; fenómenos incomprensibles de nuestranaturaléza misteriosa^ que él hombre no piíede ni aun concebir. Te ló ru,egOj,ho me preiguntes la causa de mi dolor; si te la revelase, acaso te ar^' LEYENDA TOLEDANA. rancaría una carcajada. Cuando estas palabras espiraron, ella tornó á inclinar la frente y él á reiterar siis preguntas. LA AJORCA DE ORO. La hermosa, rpiapiendo alfinsu obstinado silencio, dijo ásu amante'con vozsórday entrecortada.—Tülo quieres, es una locura que te hará reír; pero no importa, te lo diré puesto quo lo deseas. Ayer estuve en el templo, se celebraba lá fiesta do la Yirgen, suimágen colocada, en él altar mayor sobre Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que un escabel de orp resplandccia como uq.ascua de fueinspira el vértigo; hermosa, con esa hermosura que no go, las notas del órgano temblaban dilatándose de se parece en nada á la que ábfiamos ett los ángeles, y eco en eco por csl ámbito de la iglesia, y^en el coro que sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabóli- los sacerdotes ehtónaban,jel íSaZií« rebina. ' ca, que tal Tcz presta el demonio á algunos seres paYo rezaba^ rezaba absorta en mis pensamientos rera hacerlos sus instrumentos en Ja tierra. cuando maquínalmente levanté!, la cabeza y El la amaba; la amaba con ese amor que no conoce ligiosos, mi vista se dirigió al altar. No sé por qué mis ojoj se freno ni límites; la amaba con ese amor en que se bus- fijaron desde luego en la imagen, aiigu iiial,<eq la imaca nngocey solo se encaentran martirios; amorqae se asemeja á la felicidad y que, no obstante, diñase gen no; se.fijaron en un objeto que hasta entooiees no qge'lo infunde el cielo para la espiacion de úná calpa. Sabia visto; un objeto que sin quepwliase esplicármellamaba sobre sí toda mi atencisn. No te tias... Ella era caprichosa, caprichosa, y estrayagante co- lo, aquel objeto era la ^jorcade oro que tiene la madre iuó todas'las mujeres del mundo. Dios en uno de los brazos on que descansa su divino Él supersticioso , supersticioso y valiente como to- de Hijo... Yo aparté la vista y torné á rezar... ¡Imposidos los hombres de su época. ble! Mis ojos se volvían involuntariamente at. mismo Ella se llamaba María Antunez. punto. Las luces d«l altar reflejándose en las mil faceEl, Pedro-Alfonso ídieiOíellana. tas de sus diamantes, se reproducían de una manera _ Los dos eran toledanos, y los dos vivían en la misma prodigiosa. Millones de chispas de luz rojas y azules, ciudad que los vio nacer. verdes y amarillas, volteaban alrededor de las. pieXia t r a s l o a que refiere esta maravillosa historia, dras como un torbellino de átomos de.fuego, como una acaecida haco. ni,uchos años , no dice nada mas acerca vertiginosa ronda de esos espiíitua de las llamas que de lo's p^íson'ajeSijue fueron sus héroes. fascinan con su brillo y suincreible inquietud.<. Y©, éíf mi ^lidad'de'erónista Terídico, no añadirá Salí del templo, vine á casa, pero vine con aquella una sola palabra de mi cosecha para caracterizarlos idea fija en la imaginación. Me acosté' para dormir, no pode.....'Pasó la noche, eternofcon aquel pensamiento.^^. Al atíianecer 'Secerraron mis párpados y, ¿ló creerás? Aun en el sueño veía cruzar, perttérsb y tornar de nuevo una mujer, una mujer morena y Él la encontró un dia llorando y le preguütó:—;Por hermosa que llevaba la joya dé oro y pedrería; una ^üé llorad? •? mujer, sí; porque no era ya la virgen que yo adoro Ella se enjugó los ojos, le miró fijamente, arrojó un y ante qáien m* hornillo; era una mtner, otra mujer suspiro y volvió, á llorar. como yo, que me miraba y se reia mofándose de mi.— Pedro entonces, acercándose á María, le tomó una jLa ves?pifirécia dédríne, mostrándome la joya.—¡Cómano, apoyó el codo en el pretil árabe desde donde mo brilla! Parece un círculo de estrellas arrancadas del la hermosa miraba pasar la corriente del rio, y tornó cielo de una nochede verano; ¿la vés? pues no es tuya, á decirle:—¿Por qué lloras?. no lo será nunca, nunca..... Tendrás acaso^ otras El Tajo séretorcia gimiendo al pié del mirador en- mfejoresi mas ricas, si es posible; pero esta^ esta que tre las rocas sobre que se asienta la ciudad impe- respíatídece do Un modo tan fantástico, tan fascina" rial. El sol trasponía los montes vecinos, la niebla de dor.....i''nuncí>. ...;. nunca..i..—Desperté, pero con la la tarde flotaba como un velo de gasa azul, y solo ¿I misma idea íija aquí, entonces, como ahora, sememonótono ruido del agua interrumpía el alto silencio. jante a nn clavo ardiendo, diabólica, incontrastable, María csclamó:—No me preguntes por que lloro, no inspirada sin-duda por el mismo Satanás....;¿Y qué?.... me lo preguntes, pues ni yo sabré contestarte, ni tú Callas, calhs y doblas la frente..... ¿No te hace comprenderme, Hay desees que se ahogan en nuestra reír mi locura? Madrid.—Jueyes 28 de Marzo de 1861. corriente de vida purísima, trocando en grandeza la miseria, en hermosura^la podredumbre, reconciliando al cielo con la tferra y convirtiendo á la humanidad, de miserable hija del acaso y preSa eterna del mal, en hija beadita de Dios, destinada á cumplir en el mundo los soberanos preceptos que dictó la Omnipotencia divina. Al comparar la historia que se estiende al otro lado del Gólgotha, el espíritu humano acierta apenas á comprender qué fueroa aquellos imperios de Ñínive, Babilonia y Egipto; qfié fueron aquellas sociedades sumidas en letargo profundo; qué eran aquellos maguíflcos emperadores que causaban la tierra con el peso de sus afmas y cuyos nombres necesitaban cordilleras de montañas para que en ellas se escribiera como en {aginas eternas la enumeración de sus triunfos y c^ sus victorias. Arbaces y Belesis, Niño y Sei^ramis, Senacherib y Rhamses, fatigan los aires coi las nubes de flechas qixí disparan sus ejércitos; cífei Babilonia y Nínive bajo los medos; vence Ciro I los medos con sus montañeses, pero de aqiiel ifepánto y de a'qüella sangro quécorírió á raudalés-l pr ef Asia mendr, y de aquellos temerosos triun^ Irés, nada quedó en el corazón de la humanidad, si nio el cansancio que produce recordar sus conquis]! I. El hombre, dominado por sus impulsos prc^ic^JnO acierta mas que á repetir sangrientos crimen», y ía humanidad se' arfastba sin conciencia de su áeátino, y sin conciencia del sello divino que mano eterna imprimiera en' su ser. •: PROVINCIAS.—15 reales lA mes t í a el trimestre; pero es indispensable poner el importeen la Administración poe una persona, 6 enriarlo directamente en letra, libranza ó sellos de correos en carta franca; porque las suscnciones indirectas en las' administracionai deeorreósy principales librerías, ó'gíranda esta emi>resá ciintra el suscritor, cuestan 5 0 realesel.Wmeptre.—Ültrímarij estranjerp, 2 0 tealesalmes. • Año U.—Número 85. y el derecho de gentes. No originaron ya 1as victorias' derecho^, sino deberes respecto alvénéidó;' mifósbcon general espanto la palabra esclavo^ *^ nadie qui-^ so creer que hubiera entre íós hijos do 'Dlós quien | naciera condenado ala servidumbre. ' ' No fueron ya los pridcipés'aquéllos soberbios conquistadores,! cuya niírada temblaba' lá tierra, ni lesera dado , en Virtud dé su autoridad sotiéraoá, convertirlo injusto en justicia, él értór en Verdad; ni tatíipoco podían ¡li^'punéfneiké tóáticii'ái' ó herir'á!' sus subditos, porqué •sobre subditos y seRóres se le-;' sántaba el Rey de los íléyes, dn cuya balanza pé- ' sánse por igiial los unos y los otros', y'cüyáá leyes son mandato supremo para pueblos, señores é im'-i' perantés. La existencia de una ley mas alta que las' leyes de los principes, creó deberes para los príncipes y derechos para los subditos, y el principé comprendió que su corona era fúén'te pár^a'él dé innümc- ' rabies défciére's , qué débia rendir estrecha cuenta del magisterio augusto ,en el que la Providencia le coíocára, y ¿¡üé Como padre cariñoso , él era él que" debía derrañiár'ia Verdad y lújusíiCidéá' él seno do * su puéblbi para que se álimentasie y creciera con este manjaí divino. .' !: • • , Y no soló debe la política moderna al cristíaqismo estás ideas de la verdad y de la justicia, que «ám«: biaroQ la existencia política dé las qaciones; no solo ices deudora de esa conciencia de una ley divina qué rig'e al mundo y lo ehcamiaa por la senda de la perfección, guiado por las leyes morales; no solo es i la idea de humanidad otrai de las singularísimas ^ mercedes con que el cristianiémo enalteció á la civi-' lizacíoñ moderna, sino que i al cristianismo se debe taiftMéa este sentimiento do oonfianza en lo futuro y cb el triunfó dela verdad, como promesa diviúa quo es¿ que nosllcí^aá mirar con frente serena las tem^ pestades que contuH»n la faz de la tierra, y con láS" tima én los ojos lais videhtas dominaciones délos hombres que 4lenós del error, juzgan perpetuo su se-» ñorío, Bilí notar que el curso de los días, solo, va miaando su exisieiJcía y la destruye, porque pone mas, de relieve lá verdad que desconocieron y la justicia > que hoNaron. ¿Ycómo no hablado existir estacont fianza cuando sabemos que la lucha será mom^tá'^' nea, porque las tinieblas solo duran en el mundq el espacio que tarda en apárecwfíor Oriente el sol que: > debe disiparlas? ••-•- ^' ^ Y de esta (smñ»\a3i, ea el porvenir, nace el amor i Dejaron de tener significado en el naundo las pala- con que miramos lo presente: de esta confianza en bras tiranía, ó¡3résion y éruéldad, y desdé' aquel in- que la loydoDios; va,realizándose, nace el entuaasr mo, el fervor don qtte ponemos mano eq lo actual,, mortal código, liijode la Igicsik Gótica, la autoridad no fué Considerada'sino Como im sacerdocio civil, para conseguir qué sean mas puros y mas diclipsos, como una cura de ciudadanos, así como él sacerdo- los días que veaq nuestros hyos, para alcanzar, que ,• cio religioso era la éura de almas. Páganos y ene- .lo^quees.para nosotros vagO;presentimíento, seapa- , migos de la verdad'cristiarid fiieíon loS'qiié éii siglos ra ellos j^alidad e»?antadopa, seguros de que al go?zar tanto bien beodeáfán la memoria,de las geqeraMagnífica alborada del cristismismo llamanlos San- posteriores desearori para los príncipes aquélla déSciones pasadía que, á> costa de QO ppcos sacrificios, eíafrenáda omnipótéhda que tuvieron los Tiberios y"" tos Padres á la civilización gre^j-romana; la humaprepararon el camine^ para el advepimiento do mfi Nerones, y solo el recuerdo dé aquella autoridad panidad como influida por el pres|ntimiento de la próxiverdadmoralque, convertidaen política, sea fuente do gana piidó nublar él claró y vivísimo resplandor dé ma revelación, escrutaba su razón y su conciencia paz y de general contentamiento. las verdades cristianas., aplicadas al buett régimen, para eQcontrar algo divino, y ^tormentaba la monte i . Cuando llevados del ardor de la -lucha en la conde los pueblos. Cuándo el renacimiento literario en ' de sus sabios y de sus legisladores, para que formutroversia diaria nos lamentamos de los errores de lasen algo justo; pero de su divina palabra derrama- el siglo XV arrojó sqbre la Europa los recuerdos de nuestros contrarios y sospechamos mudias veces del la edad pagana , enamoráronse alguaOs publicistas ^ da en la Judea, revelando el hombre á sus mismos valórmoral y rellgiosp del presente siglo, damos al de aquella institución cesárea, proí)ia dé sociedades ojos,-señalándole los riquísimos tesoros que en su olvido las esceléncias de la vida moderna y aun paganas, pero impropia del nuevo mundo cristiano, alma se escondían, renovó la sociedad, vistiendoá desconocemos que es preciso luchar y controvertir la civilización altísimo carácter, entregándole por que no cree ley lo qué al príncipe place, sino lo que para que luzca con toda su verdad el bien que ansiasé conforma con las leyes morales reveladas por el lábaro sus ideas de lo verdadero y de lo justo. El mos; porque como de naturaleza universal y divina, Nazareno. hombre colectivo y el hombre individual se espresan es necesario el concurso de yarías inteUgenciasy aun el uno por el otro, y era preciso por lo tanto que la Y así se mudaron las relaciones entre los príncisu oposiciónrPSra que vayanse mostrando aspectos . sociedad se trasformara como habíase trasflgurado la pes y los pueblos, y como consecuencia de esta mu; y delineamientos: de la verdad codiciada, y para que criatura.—El nuevo Dios, el verdadero Dios que por danza el pueblo yió en el priiipípe el encargado de aguijoneados por la controversia no desmayemos en fin había pisado la tierra, dejábanos como prenda de dirigir su vida por las sendas de la verdad y del esta santa empresa de buscar lo mejor, lo mas consu celestial amparo, aUas ideas, y un enconclido amor; el que debía emplear sus horas en procurarle forme coa la noción divina, que nos enseñó el hijo amor hacia, los demás hombres, que se uaian á nos- culma, reposo y bienestar; el que sintiendo todos, ' de Dios vivo. otros mismos como la gota de Sangre se confunde los dolores y todas lás^alegrjas y esperanzasdel Diez y nuevo siglos han trascurrido desde la recon la sangre en nuestro corazón, cada vez que junpueblo, se levanta con conciencia superior sobre los velación: por largo tiempo el cristianismo fue persetos elevaban su espíritu invocando todos al Padre hombres, para combatir el mal y preparar el advenuestro que está en los cielos. nimiento del bien , que es la señal visible de que la guido, y durante otra edad fué corta su influencia, y, sin embargo, ya hoy la familia, la sociedad, las "Desde aquel puntó ño HüTió hombres, sino solo un redención continúa realizándose, ppr |a Providencia leyes, los dereelios y los deberes han recibido su hombre, porque todos fuimos hermanos, y nOs amá- del. que está en los cielos. , , , ¿Y cuan ciara y visiblemente se manifiesta esta sacratísimo sello, quedando apenas de la sociedad bamos los unos á los otros, conid el alma se ama á pagana alguno que otro recuerdo, que desaparecerá si misma, y sobre está familia, unida Con lazos di- influencia en el gobierno de los pueblos en la histo- á su vez, cuando encarnemos mas y mas en la ria moderna? La tiranía pierde su pristipa significavinos, se cernía la bendición cdeste que derramaba encia política moderna él espíritu que derramó én á manos lleiias el conocimiento l e todas las virtudes ción y se convierte en yqz de infamia, y pasada la, la tierra el Redentor del mundo. y de lodos los deberes. Recenocido el destino huma- momentánea embriaguez que produjo el renacimienLa civilización ya es cristiana: la política aun tieno, la historia no fué ya la narración de ios hazaño- to, pugnan los,mismos principes pof re(i,nir eq torno , ne resabios paganos. Arrojemos lejos de hósotrós él sos hechos de los Alejandros y los Césares; la histo- suyo delegados del pueblo que lo aconsejen y auxi- código de Maquiavelo, que tan profundamente se ria fué la gradual ascensión de la humanidad al co- lian en la gravísima tarea de encaminar al bien la arraiga eq el espíritu político dé los pasados siglos;' yida de las naciones. Las formas de gobierno que nocimiento y amor dé Dios, practicando lo justo y últimamente han prevalecido en el mundo civilizado, consigamos que la idea cristiana presida al desarroviviendo con el alma llena de la confianza que insno son otra cosa que efectos de la doctrina del po- llo político, y cesarán de una vez para siempre los pira la palabra divina. La idea de humanidad y la errores de los que juzgan la política como iniíiorál, idea de justicia fueron los primeros heneflciós que la der y de la autoridad establecida por el cristia- á la moral como cosa distinta de la política; y el homhistoria del hombre recibió de la revelación divina: nismo. bre religioso , comprenderá clara y distintamente desde aquel punto, al través de distintas vestiduras, Concluyeron para siempre los tiempos en que los que qo basta.cumplir losdeberes individuales, sino y al través de lenguas diferentes, el hombre descu- pueblos se veían desheredados de tpda protocciony que es precís!! poner su corazón, su inteligencia y brió siempre al hombre^ no al bárbaro y al enemigo, amparo ante elplácemedelos ccjTjquistadores t POTr- s^ vida, quizá, al servicio del bienestar do la humanicomo habían visto los antiguos, y los rios y las cor- que el crisliaQismp ha abierto eljmuodo dO; las ideas ! dad,, de la que forma parte, coa la cual vi Ve, y á dilleras, y los climas diversos, no fueron bastantes á puras, de la verdad y de la justicia, y sy inyocapiou : cuya felicidad le debe ser tan cara cotíip la saya impedir que los hombres se reconocieran, y que el nunca es estéril, aun en tos mas duros trances de la propia. beneficio poi" unos conseguido no se estendiera con vida moderna, y su influjo adqsJÍOTe,cada día mayo?, rapidísima velocidad á regocijar á los debas hom-; res dominios, y cobra maypr alien,to > psjra que la Eo estos dias que consagra la Iglesia á la conmebresi No fueron ya las luchas y las guerras fuerzas vida se desarrolle á impulsos-de los esfuerzpsqqe mói'áefón solemne de sus mas altos misterios, apenas bastantes á borrar él amor del hombre, porque por hacen gobernantes y gobernados para j-eaUzar algo sí nos parece'lícito ocuparnos de las cuestiones é inencima de estos sangrientos errores se levantaba el de lo que de continuo resplandece á nuestro^ ojos, terésés políticos que se agitan y combaten en la amor á lá humanidad, qué Creó él derecho huniano enamorando nuestra voluntad. preíísa diaria. ' Pedro, con un movimiento convulsivo, oprimió el puño de su espada, levantó la cabeza, que en^ecto había inclinado, y dijo con voz sorda:-—¿qué virgen tiene esa presea? —La del Sagrario, mormuró María. ¡La del Sagrario!! repitió el joven con acento de terror, ¡la del Sagrario de la Catedral!... Y en sus facciones se retrató un instante el estado de su alma, espantada de una idea. —i Ah! ¿por qué no la posee otra Virgen? prosiguió con acento enérgico y apasionado; ¿porqué no la tiene el arzobispo en su mitra, el rey en su corona, ó el diablo entre sus garras? Yo se la arrancarla para ti, aunque me costase la vida ó la condenación. Pero á la Yirgen del Sagrario, á nuestra santa patrona, yo..... yo que he nacido en Toledo; imposible, imposible! ¡Nunca! murmuró María con voz casi imperceptible; ¡nunca! y siguió-llorando. Pedro fijó una mirada estúpida en la corriente del rio. En la corriente que pasaba y pasaba sin cesar ante sus estraviados ojos, quebrándose al pié del mira-, dor entre las rocas sobreque so asienta la ciudad imperial. m. ¡La catedral de Toledo! Figuraos un bosque dejigantes palmeras de granito, que al entrelazar sus ramas forman una bóveda colosal y magnifica, bajo la que se guarece y vive con la vida que le ha prestado el genio, toda una creación de sér«s imaginarios y reales. Figrraos un caos, incomprensible de sombra y luz, en donáe se mezclan y confunden con las tinieblas de las naves los rayos de colores de las ogivas, donde lucha y se pierde con la oscuridad del santuario el fulgor de las lámparas. Figuraos nn mundo de piedra, inmenso como el espíritu de nuestra religión, sombrío como siis tradiciones, enigmático como sus parábolas, y todavía no tendréis una idea remota de ese eterno monumento del entusiasmo y la fé de nuestros mayores, sobre el que lo» siglos han derramado áporfia el tesoro desús creencias, de su inspiración y dé sus artes. ' En su seno viven el silencio, la majestad, la poesía del misticismo y un santo horror qué defiende sus umbrales contra los pensamientos mundanos y las mezquinas pasiones de la tierra, La consunción material se alivia respirando el aire puro de las montañas, el ateísmo debe curarse respirando su atmósfera de fé. Pero si grande, si imponente se presenta á nuestros ojos á cualquier; hora que se penetra en su recinto misterioso y sagrado, nunca produce una impresión tan prtjfunda, como en los diaa en que desplega todas las galas de su pompa religiosa, en que sus tabernáculos se cabrea de oto y pedrería, sus gradas de alfombras y siis pilares de tapices. Entonces, cuando arden despidiendo un torrente de luz sus mil lámparas de plata; cuando flota en el aire una i^^bé de ¡noie|nso, y las voces del coro y la armonía de los órganos y las campanas de la tbirre estremecen él ¿dificie desdo sus cimientos mas profundos hasta las más altas aguí jas que le coronan, entonces es cuando se comprende,. al sentirla, la tremenda majestad deJ,|)ios,que vLve en él, y lo anima con su soplo, y lo llehá con él renejo de su omnipotencia. El mismo dia en que tuvo lugar la escena que acabamos de referir, se celebraba/en la catedral de Toledo el último de la magnifica octava dé la Yirgen.,. La fiesta religiosa habia traido á ella una multitud inmensa defieles;pero ya está se habia dispersado en todas direcciones, ya se habían apagado las luces de las capillas y del atltar. n>ayAr¡, y.las colosales puertas del templo habían rechinado sobré sus goznes paracerrarse detrás del último' toledano , cuandode entre las sombras» y pálidoj tan páUdo¡.-jOp?oo la es-;, tí^tua de la tumba, en,que se .fWj.ó un instante mienf ras dominaba su einocion, se adelantó ün nombré qué víüo deslízándosecon el mayoij sigilo hksía la verja del crucero. Allí la claridad de UIÍS^ lámpara permitía distinguir sus facciones. Era Pedro. ¡Quéhabia pasado eiitre los dos amantes para que se arrestara al fin á poner por obra,una idea» que solo al concebirla se haMan enzádó sus cabellos de horror? Nunca pudo'saberse. Pero él estaba allí, y estaba allí para llevar á cabo su criminal proppato.Bni su mirada inquieta, en eltemblor de su», rodillas, eqel sudor que corría en anchas gotas por su frente, llevaba escrito su pensamiento. La catedral estaba sola, completamente sola, y sumergida en un silencio profundo. No obstante, de Cuando encuando'se percibían como unos rumores confusos: chasquidos de madera tal vez, > ó murmullos del viento, ó quién satbe, acaso ilusión de, la fantasía, que oye y ve y palpa en su exaltación ló que no existe; pero ía verdad eía qué ya cérCa , ya lejos, ora á:su8 espaldas; ora áusui lado mismo, sonaban como sollozos que se comprimen, cpmo roce de telas que se arrastran, como rumor de pasos que Van y vienen sin César.' ' ' Pedro hizo un esfuerzo para seguir enflucamino; llegó á la verja y subió la primera grada de la capilla mayor. Alrededor de esta capilla están las tumbas de los reyes, cuyas itnégenes de piedra, con la mano en la empuñadura de la espada, parecen velar, uonhe y día por el santuario á cuya sombra descansan por toda una eternidad. —i Adelanté!—murmuró en voz baja, y quisoandar y no pudo. Parecia que sus pies se habían clavado; en isl; pavíraento. IBajó los ojos y sus cabellos se erizaron de horror; el suelo dé la capilla lo formaban anchas y oscuras losas sepulcrales. Por un momento creyó; 4U6 una mano fría y descarnada le sujetaba en aquel punto con una fuerza invencible. Las moribundas lámparas, que brillaban ett el fondo de las naves étrtne estrellas perdidas entre las sombras, oscilaron á su vis- ta, y pscilaion las estatuasde los sepulcros y las imágenes del altar, y osciló el templo todo con sus arcadas dé granito y sus machones dé sillería. • '-^Adelante!—-volvió á'esclamar Pedro como fuera do si, y so acercóal ara, y trepando por ella subió hasta el escabel de La imagen. Todo alrededor suyo ise revestía dé formas quiméricas y horribles; todo era tinieblas ó luz dudosa, mas imponente aun que la oscuridad. Solo la reina de los cielos, suavemente iluminada por uña lámpara de oro, parecía sonreír tranquila, bondadosa y serena en medio de tanto horror. . Sin embargo, ¡aquella SjSarisa muda é inmóvil que le tranquilizara un instante, concluyó por infundirle temor; un téinor más estiraño, mas profundo que él q<ué>hasta enteheés habia sentido. Tornó empero ,á dominarse., cerró los ojos para no verla, estendíó la mano con.un movimiento convúfsivo y'le arrancó la ajorca; la ajorca de oró, piadosa ofrenda de un santo arzobispo; la ajorca de oro cj^yo valor equivalía á una fortuna.., , Ya la presea, estaba en su poder, sus dedos crispados la oprimían con una fuerza sobrenatural: solo restaba; huir, huir con ella; pero para esto era preciso abrir jos OJOS, yPedro tenia miedo de ver; de verla imagen, de ver los reyes de las sepulturas, los demonios^de las cormsas.í los endriagos de los capiteles, las fajas, de sombras y Ips rayojs de^ luz que semejantes á blancos y jigantescos fanjíastuas, se movían lentamente'énél'fóndoi de las naves, pobladas de rumores temerosos y estraños. ; Al fin abrió los ojos, tendió una mirada, y un grito agudo se escapó de sus labios. La catedral estaba llena de estatuas; estatuas que, vestidas con luengos y no vistos ropsges, hablan .descendido de sus huecos, y ocupaban todo el.ámbito de la iglesia, yié miraban con sus ojos" áiíi pupila. Saritos; monjas, : ángeles, demonios, guerreros, damas, pages, cenobitas y villanos, se rodeaban y eonfundian en las naves y eii el altar; á sus pies oficiaban, en presencia de los reyeis, de hinojos sobre sus tumbas, les arzobispos de .mármol que él habia visto otias ve?' cs8| .iPíPÓviles sobre,sus lechos mortuorios,, míen-, tras qué arrastrándose por laslósás, trepando pOr loé machones, acúríücádos en los doseles suspendidos dé las bóvedasy pululaban como tos gusanos de un inmenso cadáver, todo un mundo de reptiles y alimañas de gifanitoj quiméricos, deformes, horrorosos. Ya no pudo resistir mas; las sienes le latieron con una vipleucia espantosa; una nube de sangre oscureció sus pupilas; arrojó un segundo grito, un grito desgarrador y' sobre humano, y cayó desvanecido sobre el ara. Cuando al otro día los dependientes de la iglesia le encontraron al pié del altar, tenia aun la ajorca de oro entre sus manos, y al verlos aproximarse, esclamó con una estridente carcajada.—¡Suya, suya!! El infeliz estaba loco. FIN.