EL CUARTEL DE LA MONTAÑA Manuel Salvador Ramos; @masravchavol ¿Cuántas personas han oído frases o discursos oficialistas en los cuales se aluden supuestas estructuras denominadas “Comando Socialista Intercontinental de lucha contra la rabia canina” o un “Frente Bolivariano y Revolucionario de picados por culebras?. La avalancha de ridiculez a través de la cual se pretende darle magnificencia a los cometidos mas corrientes y anodinos de la administración, realmente ponen ante nuestros ojos una eficaz estrategia ideológica utilizada por todos los regímenes de vocación totalitaria. Esas aparentes simplezas muestran las claves operativas del proceso alienatorio, ya que es por medio de lemas repetitivos como se manipula la base emocional y logra estructurarse el engaño colectivo. Ya lo hicieron así tanto el nazismo como el fascismo, pero fue en el marco del comunismo staliniano, con sus festivales, banderas, afiches y marcialidades, donde se perfeccionaron las técnicas del gran fraude por medio del cual se dibujaba al ignoto ciudadano ejerciendo el papel protagónico de una gran gesta mientras la nomenklatura manejaba todos los resortes del poder y depredaba las naciones. Pero el tema de la macromanipulación informativa no es en sí mismo el propósito central de estas líneas y la somera aproximación que hemos efectuado es solo para situarnos en un ángulo que permita comprender mejor una de sus facetas. Dentro de todo el sistema de imágenes y formas expresivas que se ponen en práctica utilizando las instrumentaciones que proporciona la semiótica, las formas de implantación emocional tienen sus particularidades en cada ámbito, país o espacio regional, pero también manifiestan ingredientes propios de la tipología oficialista que las pone en práctica. Aquí en nuestro país el despliegue de esas estrategias contiene una combinación de cursilería e ignorancia que por decirlo así, es parte del mapa cromosómico del peseuvismo, sin olvidar por supuesto el rasgo distintivo que proporciona el ingrediente cuarteleño. En ese sentido vemos como las fases comunicativas que los laboratorios del chavismo han desarrollado están impregnadas de tonos y matices en los cuales abunda la manifestación del patetismo lacrimoso. Basta con recorrer áreas de usual concentración popular para ver como proliferan, por ejemplo, afiches con una imagen en la cual el rostro del elegido se moja con lluvia y enfoca la mirada con pretensiones infinitas. Pero ya la invocación al “Corazón del pueblo” o al “Siempre vivirás en nuestras luchas” quedó atrás y ahora, para consolidar la eternidad del héroe que se ha logrado vencer al “concepto burgués de la muerte”, aparece la referencia al Cuartel de la Montaña. Debe haber sido en medio de algún insomnio inducido, esos que lo motivaban a deambular por cualquiera de los pasillos de Miraflores y le facilitaban la visión de zonas aledañas como Monte Piedad y La Planicie. Es posible que esa noche hubiese leído algún comentario de solapa referente al “Canto a Bolívar” de Neruda y por ello había pedido a su general de cabecera que buscase el poema. La quietud de la madrugada estimuló la intensidad psicopatológica y sin duda ayudó a trastocar la imagen del fracaso que simbolizaba la vieja edificación observable a lo lejos. Aquel febrero de rendición estaba muy atrás y el Museo Militar era ahora el bastión epopeyico que creyó ver insinuado en la ligera lectura. Pensó en la gran batalla liberadora que lideraba no solo para Venezuela o para América y concluyó en que el poeta chileno realmente escribió los versos pensando en un redentor que habría de traer el futuro, así que lo propio era rebautizar la edificación y borrar los recuerdos ominosos que ella concitaba. Es probable que al dar la orden para la puesta en marcha de aquella revelación transfiguradora nadie previó la verificación sobre la realidad de los acontecimientos ocurridos en el Cuartel de la Montaña al desencadenarse la Guerra Civil Española. Las órdenes mas arbitrarias y descabelladas siempre contaron tanto con la eficiencia derivada del servilismo como con la perspectivas de rápidos logros crematísticos, por lo que al rebaño de focas no le quedó sino avalar una vez mas la proverbial ignorancia del alucinado. La edificación militar situada en un predio madrileño no fue escenario de ningún episodio trascendente, ni ha sido símbolo de la lucha popular que la historiografía le ha adjudicado al bando republicano. El 19 julio de 1936, al producirse el levantamiento militar contra la República, el General Joaquín Fanjul, un oficial sin mando, penetró subrepticiamente en el cuartel para adherirse a la sublevación. El reducido contingente no encontró apoyo externo, dado que se esperaba una reacción unánime o por lo menos ampliamente mayoritaria de los mandos castrenses en toda España y ello no ocurrió así, por lo que tras una inútil resistencia las fuerzas leales al gobierno penetraron al establecimiento militar y practicaron una degollina. Esa breve refriega no contiene ningún componente digno de realce, máxime cuando en el lugar de los hechos solo existe un pequeño monumento para recordar la desigual lucha librada por los que se alzaron dentro del recinto. Nada mas alejado a un escenario donde tremolen las banderas y se cante La Internacional, así que el difunto bautizó en vida su mausoleo usando los mismos esquemas de voluntarismo e ignorancia que le dieron caracterización a su existencia.