JORNADA NACIONAL DEL NIÑO POR NACER Marzo 25 – SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN Justificación: El 25 de marzo se celebra la solemnidad de la Anunciación, acontecimiento que señala el inicio de la encarnación del Hijo de Dios, el gran misterio del “Dios con nosotros”, el cumplimiento de la promesa salvífica. En el seno virginal de María, el Espíritu Santo obra el milagro de la encarnación, comienza el recorrido humano de la existencia del Mesías, enviado por el Padre para obrar la redención de toda la humanidad. La Iglesia celebra este acontecimiento con sentido de gratitud por el don de la vida que nos llega con el Verbo encarnado. Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Desde esta perspectiva aprovechamos la circunstancia para celebrar la vida, la que nos ha llegado por medio de María. Los atentados contra la vida humana no cesan y siempre hay una amenaza permanente que se ha ido convirtiendo en un ambiente que el Papa Juan Pablo II denominó el “eclipse de la vida”. Celebrar esta solemnidad en favor de la vida naciente, tiene como fin impulsar un ambiente favorable a la cultura de la vida, especialmente amenazada en quienes están por nacer. Pedimos a María, la madre solícita y cuidadosa de su hijo que nos ayude para que las madres gestantes respeten la dignidad y el valor de la vida de sus hijos que llevan en su seno y confiamos al Señor de la vida el destino final de tantas criaturas que son sacrificadas antes de nacer. Muchas razones aducen quienes promueven la práctica del aborto y engañan a la sociedad y a las mujeres con argumentos que no tienen fundamento científico, jurídico ni mucho menos moral. Esta jornada pretende, también, crear conciencia crítica frente a estos fenómenos que se presentan como signos de progreso y modernidad en la sociedad, pues la vida humana merece todo respeto, consideración y cuidado desde el momento mismo de la fecundación hasta la muerte natural. La mejor manera de contrarrestar la mentalidad anti-vida es promoviendo la cultura de la vida humana, con el respeto sagrado por cada ser humano y la búsqueda de condiciones más humanas para el crecimiento y desarrollo de todos, en una sociedad incluyente, justa y solidaria. Dos temas para nuestra reflexión en esta jornada del 2011: 1. Un discurso del Santo Padre Benedicto XVI a la Pontificia Academia de la Vida, “El aborto no resuelve nada”, por el contrario trae problemas a la mujer, a la sociedad y asesina la vida naciente. 2. El 21 de febrero pasado murió el médico Bernard Nathanson, considerado en un tiempo como “El rey del aborto”. Es muy importante aprovechar esta jornada para rendirle un homenaje de reconocimiento, pues tuvo el valor de reconocer su error y, desde la ciencia misma, emprender una campaña fuerte a favor de la vida naciente y posteriormente se dedicó, desde su fe cristiana católica, a defender toda vida humana. Se ofrece su propio testimonio y un mensaje de monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, con ocasión de la muerte del Dr. Nathanson. Celebremos esta jornada, compartiendo estos contenidos con muchas personas, especialmente con médicos, personal paramédico, jóvenes. BENEDICTO XVI: “EL ABORTO NO RESUELVE NADA” DISCURSO A LOS MIEMBROS DE LA ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA Señores cardenales, Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas: Os acojo con alegría, con ocasión de la Asamblea anual de la Academia Pontificia para la Vida. Saludo en particular al presidente, monseñor Ignacio Carrasco de Paula, y le agradezco sus corteses palabras. ¡Dirijo mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros! En las actividades de estos días habéis afrontado temas de relevante actualidad, que interrogan profundamente a la sociedad contemporánea y la retan a encontrar respuestas que se adecuen al bien de la persona humana. La cuestión del síndrome post-aborto – es decir el grave malestar psíquico experimentado frecuentemente por las mujeres que han recurrido al aborto voluntario – deja oír la voz insoslayable de la conciencia moral y la herida gravísima que ésta sufre cada vez que la acción del hombre traiciona su innata vocación al bien del ser humano, y del que da testimonio. En esta reflexión sería útil dirigir también la atención sobre la conciencia, a veces borrosa, de los padres de los niños, que a menudo abandonan a las mujeres embarazadas. La conciencia moral – enseña el Catecismo de la Iglesia católica – es “un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho” (nº 1778). Es, de hecho, deber de la conciencia moral discernir el bien del mal en las diversas situaciones de la existencia, con el fin de que, sobre la base de este juicio, el ser humano pueda libremente orientarse hacia el bien. Muchos quisieran negar la existencia de la conciencia moral en el hombre, reduciendo su voz al resultado de condicionamientos externos o a un fenómeno puramente emotivo, y es importante afirmar que la calidad moral de la acción humana no es un valor extrínseco o bien opcional y no es ni siquiera un prerrogativa de los cristianos o de los creyentes, sino común en todo ser humano. En la conciencia moral Dios habla a cada uno y lo invita a defender la vida humana en todo momento. En este vínculo personal con el Creador está la dignidad profunda de la conciencia moral y la razón de su inviolabilidad. En la conciencia de todo hombre – inteligencia, emotividad, voluntad – se cumple la propia vocación al bien, de manera que la elección del bien o del mal en las situaciones concretas de la existencia terminan por marcar profundamente a la persona humana en cada expresión de su ser. Todo el hombre, de hecho, queda herido cuando su actuación se desarrolla contrariamente al dictamen de la propia conciencia. Sin embargo, aun cuando el hombre rechaza la verdad y el bien que el Creador le propone, Dios no le abandona, sino que a través de la voz de la conciencia, continúa buscándole y hablándole, para que reconozca su error y se abra a la Misericordia divina capaz de sanar cualquier herida. Los médicos, en particular, no pueden dejar de considerar importante el grave deber de defender del engaño a la conciencia de muchas mujeres que piensan encontrar en el aborto la solución a las dificultades familiares, económicas, sociales, o a problemas de salud de sus hijos. Especialmente en esta última situación, la mujer es convencida, a menudo por los mismos médicos, de que el aborto representa no sólo una elección moralmente lícita, sino que además es un acto “terapéutico” necesario para evitar el sufrimiento del niño y de su familia y una carga “injusta” para la sociedad. Sobre un trasfondo cultural caracterizado por el eclipse del sentido de la vida, en el que se ha atenuado la percepción común de la gravedad moral del aborto y de otras formas de atentar contra la vida humana, se exige a los médicos una especial fortaleza para continuar afirmando que el aborto no resuelve nada, pero que mata al niño, destruye a la mujer y ciega la conciencia del padre del niño, arruinando a menudo, la vida familiar. Este deber, sin embargo, no afecta sólo a la profesión médica o a los profesionales sanitarios. Es necesario que toda la sociedad defienda el derecho a la vida del concebido y el verdadero bien de la mujer, que nunca, bajo ninguna circunstancia, verá cumplido en la elección del aborto. De la misma manera es necesario – como se ha indicado en vuestros trabajos – proveer de las ayudas necesarias a las mujeres que lamentablemente, ya han recurrido al aborto, y que ahora experimentan todo su drama moral y existencial. Hay múltiples iniciativas, a nivel diocesano o a través de entes individuales de voluntariado, que ofrecen apoyo psicológico y espiritual para una recuperación humana completa. La solidaridad de la comunidad cristiana no puede renunciar a este tipo de corresponsabilidad. Querría recordar, a este propósito, la invitación dirigida por el Venerable Juan Pablo II a las mujeres que han recurrido al aborto: “La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Podéis confiar con esperanza a vuestro hijo a este mismo Padre y a su misericordia. Ayudadas por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida” (Enc. Evangelium vitae, 99). La conciencia moral de los investigadores y de toda la sociedad está íntimimamente implicada también en el segundo tema de vuestros trabajos: el uso de bancos de cordón umbilical, para fines clínicos y de investigación. La investigación médicocientífica es un valor, y por tanto un compromiso, no sólo para los investigadores sino para toda la comunidad civil. El resultado es el deber de promocionar las investigaciones éticamente válidas por parte de las instituciones, y el valor de la solidaridad de los individuos en la participación en investigaciones dirigidas a promover el bien común. Este valor, y la necesidad de esta solidaridad, se evidencian muy bien en el caso del empleo de las células madre provenientes del cordón umbilical. Se trata de aplicaciones clínicas importantes y de investigaciones prometedoras a nivel científico, pero que para su realización, muchas dependen de la generosidad, en la donación de la sangre del cordón en el momento del parto, por parte de las parturientas. Os invito, por tanto, a todos vosotros a ser promotores de una verdadera y consciente solidaridad humana y cristiana. A este propósito, muchos investigadores médicos con razón miran con perplejidad el creciente florecer de bancos privados de almacenamiento de la sangre del cordón para exclusivo uso autólogo. Tal opción – como demuestran los trabajos de vuestra Asamblea – además de carecer de una real superioridad científica respecto a la donación del cordón, debilita el genuino espíritu de solidaridad que debe animar constantemente la búsqueda de ese bien común al que, en última instancia, tienden la ciencia y la investigación médica. Queridos hermanos y hermanas, una vez más expreso mi gratitud al presidente y a todos los miembros de la Academia Pontificia para la Vida por el valor científico y ético con el que cumplís con vuestro compromiso al servicio del bien de la persona humana. Mi esperanza es que mantengáis siempre vivo el espíritu de auténtico servicio que hace sensibles a los corazones y a las mentes para reconocer las necesidades de los hombres que son nuestros contemporáneos. A cada uno de vosotros y a vuestros seres queridos, imparto de corazón la Bendición Apostólica. EL TESTAMENTO DEL DR. NATHANSON Fuentes: Propias; National Catholic Register, 21-02-11; Parliamentary Network for Critical Issues (PNCI), 21-02-11. Cómo legalizar el crimen del aborto: Hacerse con los medios de comunicación; falsificar estadísticas; jugar la carta del anticatolicismo; ignorar la evidencia científica. El pasado 21 de febrero, falleció Bernard Nathanson, el médico que de “rey del aborto”, como se lo llamó, se convirtió en uno de los más importantes defensores de la vida humana desde la concepción. Su cambio radical de médico abortero a médico pro-vida, se concretó a través de evidencias científicas. “Como científico no creo, yo sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción”, escribió en 1992. Se reconoció como responsable directo de la muerte de 75.000 niños no-nacidos. Abandonó la industria del abominable crimen del aborto en 1979. Su testimonio, especialmente a través de dos películas, “El Grito Silencioso” (1984) y “El eclipse de la razón” (1987) y de su autobiografía “La Mano de Dios” (1996), es capital para el esclarecimiento y la promoción de la defensa de la vida del niño no-nacido en todo el mundo. En 1992, escribió una carta pública que constituye un testimonio excepcional y una advertencia a tener muy en cuenta, sobre todo en los países que sufren la presión abortista para legalizar el crimen abominable del aborto. En 1996, el Dr. Nathanson, judío de nacimiento, fue bautizado en la Iglesia Católica por el Cardenal John O’Connor, en la catedral de San Patricio de Nueva York, en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Carta abierta del Dr. Bernard Nathanson (1992): “Soy responsable directo de 75.000 abortos, lo que me empuja a dirigirme al público poseyendo credibilidad sobre la materia. Fui uno de los fundadores de la Asociación Nacional para Revocar las Leyes sobre el Aborto en los Estados Unidos, en 1968. Entonces una encuesta veraz hubiera establecido el hecho de que la mayoría de los norteamericanos estaban en contra de leyes permisivas sobre el aborto. No obstante, a los 5 años conseguimos que la Corte Suprema legalizara el aborto, en 1973. ¿Cómo lo conseguimos? Es importante conocer las tácticas que utilizamos, pues con pequeñas diferencias se repitieron con éxito en el mundo Occidental. Nuestro primer gran logro fue hacernos con los medios de comunicación; les convencimos de que la causa proaborto favorecía un avanzado liberalismo y sabiendo que en encuestas veraces seríamos derrotados, amañamos los resultados con encuestas inventadas y las publicamos en los medios; según ellas el 60% de los norteamericanos era favorable a la implantación de leyes permisivas de aborto. Fue la táctica de exaltar la propia mentira y así conseguimos un apoyo suficiente, basado en números falsos sobre los abortos ilegales que se producían anualmente en USA. Esta cifra era de 100.000 (cien mil) aproximadamente, pero la que reiteradamente dimos a los medios de comunicación fue de 1.000.000 (un millón). Y una mentira lo suficientemente reiterada, la opinión pública la hace verdad. El número de mujeres que morían anualmente por abortos ilegales oscilaba entre 200 y 250, pero la cifra que continuamente repetían los medios era 10.000 (diez mil), y a pesar de su falsedad fue admitida por muchos norteamericanas convenciéndoles de la necesidad de cambiar las leyes sobre el aborto. Otro mito que extendimos entre el público, es que el cambio de las leyes solamente implicaría que los abortos que se practicaban ilegalmente, pasarían a ser legales. Pero la verdad es que actualmente, el aborto es el principal medio para controlar la natalidad en USA. Y el número de anual de abortos se ha incrementado en un 1500%, 15 veces más. La segunda táctica fundamental fue jugar la carta del anticatolicismo. Vilipendiamos sistemáticamente a la Iglesia Católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas; y atribuimos a sus Jerarquías el papel del "malvado" principal entre los opositores al aborto permisivo. Lo resaltamos incesantemente. Los medios reiteraban que la oposición al aborto procedía de dichas Jerarquías, no del pueblo católico; y una vez más, falsas encuestas "probaban" reiteradamente que la mayoría de los católicos deseaban la reforma de las leyes antiaborto. Y los tambores de los medios persuadieron al pueblo americano de que cualquier oposición al aborto tenía su origen en la Jerarquía Católica y que los católicos proaborto eran los inteligentes y progresistas. El hecho de que grupos cristianos no católicos, y aún ateos, se declarasen pro-vida, fue constantemente silenciado. La tercera táctica fundamental fue denigrar o ignorar, cualquier evidencia científica de que la vida comienza con la concepción. Frecuentemente me preguntan qué es lo que me hizo cambiar. ¿Cómo pasé de ser un destacado abortista a un abogado provida? En 1973 llegué a ser Director de Obstetricia en un gran Hospital de la ciudad de Nueva York, y tuve que iniciar una unidad de investigación perinatal; era el comienzo de una nueva tecnología que ahora utilizamos diariamente para estudiar el feto en el útero materno. Un típico argumento pro aborto es aducir la imposibilidad de definir cuándo comienza el principio de la vida, afirmando que ello es un problema teológico o filosófico, no científico. Pero la fetología demuestra la evidencia de que la vida comienza en la concepción y requiere toda la protección de que gozamos cualquiera de nosotros. Ud. podría preguntar: ¿Entonces, por qué algunos doctores, conocedores de la fetología, se desacreditan practicando abortos? Cuestión de aritmética: a 300 dólares cada uno, un millón quinientos cincuenta mil (1.550.000) abortos en los Estados Unidos, implican una industria que produce 500 millones de dólares anualmente. De los cuales, la mayor parte van a los bolsillos de los doctores que practican el aborto. Es un hecho claro que el aborto voluntario es una premeditada destrucción de vidas humanas. Es un acto de mortífera violencia. Debe de reconocerse que un embarazo inesperado plantea graves y difíciles problemas. Pero acudir para solucionarlo a un deliberado acto de destrucción supone podar la capacidad de recursos de los seres humanos; y, en el orden social, subordinar el bien público a una respuesta utilitarista. Como científico no creo, yo sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción. Y aunque no soy de una religión determinada, creo con todo mi corazón que existe una divinidad que nos ordena finalizar para siempre este infinitamente triste y vergonzoso crimen contra la humanidad”. Dr. Bernad Nathanson DE “REY DEL ABORTO” A “HÉROE DE LA VIDA” Por monseñor Francisco Gil Hellín Mensaje que ha escrito monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, con motivo del fallecimiento del doctor Bernard Nathanson. Acaba de fallecer el que fue conocido como "rey del aborto". Él, no sólo porque practicó varios miles sino porque fue el que promovió y consiguió el cambio en la legislación de los Estados Unidos. Ahora lloran su muerte todos los líderes mundiales provida. Se trata del famoso doctor Bernard Nathanson. Yo tuve la suerte de conocerle personalmente y me complace hablar de él en este momento, porque es un caso típico de cómo las personas pueden cambiar si se abren a la verdad científica y a la gracia. Él mismo ha descrito el itinerario de su vida como abortista y como defensor de la vida. Todo comenzó cuando una amiga suya quedó embarazada por él y no quería seguir adelante con su embarazo. Este caso suscitó en él una gran sensibilidad por la penosa situación de las mujeres que recurrían al aborto clandestino, que con frecuencia era realizado por personas poco profesionales en ginecología. Como las leyes norteamericanas prohibían el aborto, se decidió a cambiar esa legislación y fundó, con algunos más, la Asociación Nacional para Revocar las Leyes sobre el Aborto en los EEUU, en 1968. A los cinco años, lo había conseguido, pues el Tribunal Superior legalizó el aborto en 1973. Él mismo ha descrito las tácticas que emplearon para conseguirlo de modo tan rápido y eficaz. El primer objetivo fue hacerse con los medios de comunicación de masas. "Les convencimos de que la causa pro-aborto favorecía un liberalismo avanzado y amañamos los resultados de supuestas encuestas, que ellos publicaron". Amañaron también el número de abortos ilegales, pues cambiaron la cifra de cien mil, aproximadamente, por la de un millón. Esta mentira fue reiteradamente repetida y publicada en los medios de comunicación, convirtiéndose en verdad. La segunda táctica fue -son sus palabras- "vilipendiar sistemáticamente a la Iglesia Católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas; y atribuimos a sus Jerarquías el papel del "malo" principal entre los opositores al Aborto Permisivo". El mismo Nathanson ha escrito que "los tambores de los medios de comunicación persuadieron al pueblo americano de que cualquier oposición al aborto tenía su origen en la Jerarquía Católica y que los católicos pro-abortistas eran los inteligentes y progresistas". La tercera táctica fundamental fue denigrar o ignorar cualquier evidencia científica de que la vida comienza con la concepción. En 1973 fue nombrado Director de Obstetricia de un gran Hospital de Nueva York. Allí inició una nueva tecnología que ahora se usa diariamente para estudiar el feto en el útero materno. Gracias a ella, pudo tomar por ultrasonido una muestra de un bebé nonato, mediante un aparato aspirador para la práctica del aborto, antes de que fuera absorbido del vientre de su madre. Esas imágenes cambiaron su vida, al comprobar que allí había vida y que lo que allí ocurría era, ni más ni menos, el asesinato de un niño indefenso. «Como científico, no es que simplemente lo crea, sino que sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción y requiere toda la protección que gozamos cualquiera de nosotros». Cuando alguien le preguntó cómo, siendo las cosas científicamente tan claras, no todos los doctores siguen su ejemplo sino que algunos practican el aborto, contestó: «Es cuestión de aritmética. A 300 dólares cada uno, un millón y medio de abortos en Estados Unidos implican una industria que produce quinientos millones de dólares anuales, y la mayor parte van a los bolsillos de los médicos que los practican». Dios ha premiado su honestidad, pues el doctor Nathanson, que era ateo, fue bautizado en la Iglesia en 1996 y desde entonces fue un fervoroso católico. De su mano salieron vídeos tan famosos como «El grito silencioso» ¡Que ese buen Dios le haya acogido en su gloria! "Soy un asesino de masas, responsable de la muerte de 75.000 niños inocentes" Nathanson, el "rey del aborto", habla en exclusiva para LA RAZÓN Bernard Nathanson, el "rey del aborto", es ya un hombre mayor y de salud quebrantada. Con gestos lentos y frágiles, dio su testimonio en el congreso de conversos "Camino a Roma" que se celebró en Ávila el fin de semana auspiciado por el movimiento Miles Iesu. Su exposición serena, sencilla, desnuda en los hechos, estremece cuando uno intenta visualizar las escenas, las personas, las cifras. Habla despacio. Da tiempo para imaginar. Bernard Nathanson, un médico abortista arrepentido de su pasado y converso al catolicismo, se presenta a sí mismo como "un asesino de masas". "Soy el responsable de la muerte de 75.000 niños inocentes", asegura. Nathanson, que fue conocido como "el rey del aborto", explica que dirigía la "mayor clínica abortista de Occidente, en Nueva York. Tenía 35 médicos a mi cargo, con 85 enfermeras. Hacíamos 120 abortos cada día en 10 quirófanos. Durante los 10 años que fui director realizamos 60.000 abortos. Además, yo supervisé 10.000 y personalmente realicé 5.000. Tengo 75.000 muertes inocentes en mi haber". "Yo tenía barcos, avionetas, fincas, mujeres... pero era todo en base a una gran mentira, la mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada", prosigue. Abortismo y conversión Nathanson, hijo de un prestigioso médico judío especializado en ginecología que había abdicado de su fe, narra el camino que recorrió hasta llegar a esa situación: "me crié judío, 3 veces a la semana iba a la escuela judía. Mi padre, educado como judío pero alejado de la fe, me preguntaba por lo que yo aprendía y se reía de mí y ridiculizaba lo que me enseñaban. A los 13 años, tras la ceremonia de entrada en la vida adulta judía, dejé de acudir a la sinagoga. Era un judío ateo", comenta el médico. "Tuve mi primera experiencia con el aborto en la Facultad. Mi novia quedó embarazada, y nos parecía imposible casarnos. Mi padre me pasó dinero para pagar el aborto, ilegal, que se complicó. Ella casi murió. Yo la cuidaba, y me llenaba de indignación social contra el aborto ilegal. Años después otra novia mía quedó embarazada. Ella no quería abortar pero yo la persuadí. Quería el mejor abortista, y ése era yo: lo hice y así ejecuté a mi propio hijo, fríamente, sin sentimiento, otro procedimiento quirúrgico más para mí", prosigue. El médico explica además que fue fundador de una asociación abortista: "Junto a otro hombre creé la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto. Tuvimos éxito: en dos años conseguimos destruir la ley de Nueva York que penalizaba el aborto desde 1829. Pero el aborto legal no bastaba: debía ser "barato, seguro y humanitario"", comenta el ahora anciano médico. "En esa época no sabíamos nada del feto, no teníamos forma de medirlo, ni verlo, ni confirmar su humanidad. Nuestro interés se centraba en la mujer, no en el bebé, pero cuando dejé la clínica y fui director de obstetricia en el Saint Luke Hospital de Nueva York, algo cambió", comenta. "Allí empezábamos a tener la tecnología con la que hoy contamos. Por primera vez pudimos estudiar al ser humano en el vientre y descubrimos que no era distinto de nosotros: comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual que un niño recién nacido. La verdad era que esto era un ser humano con dignidad, dada por Dios, que no debía ser destruido o dañado", afirma Nathanson. "Tras 3 ó 4 años de estudiar al feto me hice provida; cuestioné el aborto con conferencias e hice dos películas. En una se veía un aborto real, un niño de 12 semanas aspirado hasta la muerte. Se veía cómo le succionaban brazos y piernas, se rompía el tórax, etc, era muy fuerte. Los proabortistas dijeron que era un montaje. Yo les he animado siempre a que, si piensan así, que hagan ellos su propia película de un aborto real, con sus propias imágenes. Nunca lo han hecho, porque saben muy bien lo que se vería". Pero al cambio de Nathanson le faltaba todavía algo, según él mismo narra: "A principios de los 80 yo tenía dinero, propiedades, bodegas, tres matrimonios fracasados, un hijo trastornado y 75.000 víctimas. Negaba que hubiese otra vida, pero sabía que la había. Deprimido, pensaba en el suicidio. Conocí entonces a un sacerdote "provida" y empezó un diálogo de 7 años. Él fue mi guía, mi Virgilio en el infierno. Me convencí de la verdad, de que la gran mentira ya no dominaba mi vida. Ahora mi trabajo "provida" salía del corazón y del alma, no sólo del cerebro". "A menudo se plantea el tema del aborto como libertad de elección de la mujer. Pero una persona no puede elegir el quitar la vida a otra. No es posible hablar de derecho a elegir, porque se trata del mandamiento "no matarás", concluye. 1. Homenaje sincero de gratitud y reconocimiento al siervo de Dios Juan Pablo II El próximo 1 de mayo será beatificado el Papa Juan Pablo II. Además de la natural alegría que nos produce este acontecimiento sobrenatural, nuestro gozo es doble, pues quienes trabajamos en la defensa y promoción de la cultura de la vida humana, celebraremos este hecho como una gracia especial del Señor. La vida siempre triunfa y eso es lo que celebraremos: el Dios de la vida nos presenta. En su condición de bienaventurado, al “Atleta de la vida”, al defensor acérrimo de toda vida humana, desde su fecundación hasta su muerte natural. Sentimos una alegría inmensa que nos estimula en esta tarea, a veces tan difícil e incomprendida. Recogemos del ministerio del Papa Juan Pablo II su amor y fidelidad al evangelio de la vida, su audacia profética para anunciar este evangelio en todos los ambientes y sistemas políticos, religiosos e ideológicos y su ternura para acoger, besar y bendecir a los niños y a las madres gestantes. Que la intercesión del Beato Juan Pablo II ayude a todos los promotores y defensores de la cultura de la vida humana, implore la bendición para las madres gestantes y acompañe a los niños que inician su vida en el seno de sus madres. “Que desde la ventana del cielo” nos siga mirando y bendiciendo. 2. Acto legislativo en defensa de la vida humana Algunos Senadores y Representantes del Congreso de la República buscan presentar un Acto Legislativo por el derecho a la vida, para complementar el artículo 11 de la Constitución Política. Esta iniciativa multipartidista y multiconfesional, liderada por laicos y políticos católicos, así como por cristianos evangélicos, busca complementar el artículo 11 que reza: “El derecho a la vida es inviolable, no habrá pena de muerte”. La propuesta es la siguiente: “El derecho a la vida es inviolable, desde la fecundación hasta la muerte natural. No habrá pena de muerte”. Esta propuesta de nuestros legisladores es una buena iniciativa que debe ser apoyada desde todos los ámbitos de la vida del país. No olvidemos que está en juego la vida humana, que debe ser protegida, defendida y cuidada, como responsabilidad de todos. Estimulemos a los congresistas para avancen con decisión en la aprobación de este acto legislativo. Con legítima razón y derecho exijamos respuestas positivas al voto que un día dimos por los legisladores, la mejor manera de hacerlo es comprometiéndolos en la defensa del derecho fundamental de todo colombiano, la vida. ALGUNAS SUGERENCIAS PARA LA CELEBRACIÓN a) De carácter formativo: Asambleas familiares para estudio de los temas durante la semana del 24 al 31 de marzo. Talleres de formación en paternidad y maternidad responsables, especialmente con los jóvenes en los grupos juveniles y en los establecimientos educativos. Proyección de videos sobre el tema del aborto. Encuentros y convivencias con personal sanitario de los hospitales y de las clínicas. Talleres de formación con dirigentes públicos y personal sanitario sobre la objeción de conciencia y consentimiento informado. Aprovechamiento de este material para programas de radio y televisión. b) De carácter social y cultural: Ambientación y motivación de la jornada del «niño por nacer» en las jurisdicciones eclesiásticas y en las parroquias. Lanzamiento de la jornada a través de los medios de comunicación. Realización de marchas y expresiones culturales en defensa de la vida humana. Realizar concursos de carteleras, de representaciones teatrales y de canción a favor de la vida humana. c) De carácter religioso: Celebración eucarística y bendición de las madres gestantes. Celebraciones y jornadas de sanación interior. RESPONSABLES: Nivel Nacional: Departamento de Familia, Vida y Estado laical, Directores de movimientos relacionados con la familia y vida. Nivel diocesano: Delegado diocesano de Pastoral familiar, Delegado diocesano de pastoral educativa, pastoral de la infancia y pastoral juvenil. Nivel Parroquial: El cura Párroco, el comité de pastoral familiar o el Consejo parroquial de pastoral. RITO DE LA BENDICIÓN DE LA MUJER ANTES DEL PARTO RITOS INICIALES Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos se santiguan y responden: Amén. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saludo a la mujer y a los presentes, diciendo: Jesucristo, el Hijo de Dios, que se hizo hombre en el seno de la Virgen María, esté con todos ustedes. U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura. Todos responden: Y con tu espíritu. El ministro dispone a la mujer y a los presentes a recibir la bendición con estas palabras u otras semejantes: Dios es el Señor de toda vida y es él quien determina la existencia de cada hombre y, con su providencia, dirige y conserva su vida. Creemos que esto tiene aplicación sobre todo cuando se trata de una vida nacida de un matrimonio cristiano, vida que a su tiempo será enriquecida en el sacramento del bautismo con el don de la misma vida divina. Esto es lo que quiere expresar la bendición de la madre antes del parto, para que aguarde con fe y esperanza el momento del parto y, cooperando con el amor de Dios, ame ya desde ahora con afecto maternal al fruto que lleva en su seno. LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura. Lc 1, 39 – 45: Saltó la criatura en el vientre. Escuchen ahora, hermanos, las palabras del Santo Evangelio según san Lucas. “Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre y dijo a voz en grito: -«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» Palabra del Señor. Pueden también leerse: Lc 1, 26 – 28; Lc 2, 1 – 14. Según la oportunidad, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado. Salmo responsorial Sal. 32 (33), 12 y 18. 20 – 21. 22 (R.: 5b) R/ La misericordia del Señor llena la tierra. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, El pueblo que él se escogió como heredad. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, En los que esperan en su misericordia. R/. Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo; Con él se alegra nuestro corazón, En su santo nombre confiamos. R/. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración. PRECES Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la mujer o del lugar. Alabemos debidamente a Cristo, el Señor, fruto bendito del vientre de María, que por el misterio de su encarnación ha derramado en el mundo la gracia y la benevolencia, y digámosle: R/ Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia. Tu que te dignaste hacerte hombre naciendo de una mujer, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. R/ Tu que no desdeñaste el seno de una madre, sino que quisiste que fueran proclamados dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. R/ Tu que en la Virgen María, bendita entre todas las mujeres, dignificaste el sexo femenino. R/ Tu que en la cruz diste como madre a la Iglesia a la misma que habías elegido por madre tuya. R/. Tu que fecundas a la iglesia con nuevos hijos por el ministerio de las madres acrecentando la alegría y aumentando el gozo. R/. ORACIÓN DE BENDICIÓN El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las manos sobre la mujer, o haciendo la señal de la cruz en su frente, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición: Señor Dios, creador del género humano, Cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo, Quiso nacer de la Virgen María, Para redimir y salvar a los hombres, Librándolos de la deuda del antiguo pecado, Atiende los deseos de esta(s) hija(s) tuya(s), Que te suplica(n) por el hijo que espera(n), Y concédele(s) un parto feliz; Que su hijo se agregue A la comunidad de los fieles, Te sirva(n) en todo y alcance(n) finalmente la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén Después de la oración de bendición, el ministro invita a todos los presentes a invocar la protección de la Santísima Virgen María, lo que puede hacerse con la recitación o el canto de la antífona: Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; No desprecies las súplicas Que te dirigimos en nuestras necesidades; Antes bien, líbranos siempre de todo peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita. En lugar de esta súplica pueden decirse también otras plegarias, por ejemplo, la antífona Madre del Redentor, el Avemaría o la Salve. CONCLUSIÓN DEL RITO El ministro, si es sacerdote o diácono, vuelto hacia la mujer, concluye el rito, después de la invitación: Inclínense para recibir la bendición, u otra semejante, diciendo: Dios, fuente y origen de toda vida, Te proteja con su bondad. R/. Amén. Confirme tu fe, robustezca tu esperanza, Aumente cada vez más tu caridad. R/. Amén. En el momento del parto Atienda tus súplicas Y te ayude con su gracia. R/. Amén. Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo: A todos ustedes, que están presentes, Los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo. R/. Amén El ministro concluye diciendo: Se pueden ir en paz. R/ Demos gracias a Dios. Oración de "Evangelium Vitae" Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira, Madre, el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Amén