Libros ¿POR QUÉ SOMOS ROBESPIERRISTAS? ROBESPIERRE. UNA VIDA REVOLUCIONARIA Peter McPhee Trad. Ricardo García. Península, Barcelona, 2012. 462 págs. La Revolución Francesa es uno de los momentos inaugurales de la contemporaneidad. Su trascendencia es difícilmente cuestionable, a pesar de que su interpretación y su significado hayan ido a lo largo del tiempo variando y reajustándose. De las iniciales historias aún “románticas” de Chatelet, o comprometidas de Blanc, hasta el revisionismo de las últimas décadas y sus versiones liberales, pasando por la época de la hegemonía hermenéutica marxista, el “problema” de la Revolución Francesa –el de cualquier auténtica revolución, en suma– permanece. Y las consecuencias, tanto del acontecimiento como de sus interpretaciones, siguen sin cerrarse. Algo, sin embargo, es común a todas ellas: la asunción de la centralidad de la figura de Robespierre en el devenir histórico de la revolución, su ejemplaridad como aglutinante de una secuencia que transita, aparentemente, de la virtud al terror. No es extraño que Žižek, hace apenas unos años, titulase así su presentación del personaje: Virtud y terror, aunque, si bien es verdad que la defensa de la virtud como fundamento indispensable de la república es, desde el principio, una convicción del “incorruptible”, su relación con el terror es más problemática. Ya Montesquieu había establecido la idea de que la virtud era el principio rector del gobierno democrático, y Rousseau, el pensador que más influyó en Robespierre, hizo de ello prácticamente un axioma: “una República no puede subsistir sin virtud”. El revolucionario haría de ello una divisa: la democracia no puede sostenerse sin virtud, esto es, sin “espíritu cívico”. An ti-Maquiavelo convencido, la virtú del florentino nada tiene que ver con la vertu del de mócrata, ni el cinis mo de aquél con la condena del Antonio Muñoz Molina despotismo de este. Con RobespieRobespierre y sus amigos Saint-Just y Couthon rre, escribe Georges Labica, “se trata de pensar la revolución en el momen- acerca de las propuestas políticas y to mismo en que se produce, en el mo- sociales de un hombre de estado, ni mento en que, a veces a tientas, a veces sobre el acierto o valor de sus “prograde forma fulgurante, ella pretende con- mas”, aunque de todo ello también se trolar intelectualmente sus actos, inven- hable, sino de una biografía de “ese Protando toda una terminología con todas custo moderno”, como lo caracterizara sus piezas”. Es cierto que Robespierre su contemporáneo el capitán Watkin estaba de acuerdo con su amigo Saint- Tench , del “hombre más infeliz de la tieJust o con Marat en que “la libertad de rra”, como él mismo se consideró en un pueblo se funda con la espada”, y que algún momento, de uno de los hombres se extrañaba de los hipócritas escrúpu- más vilipendiado, calumniado, insultalos de quienes se ofendían por la violen- do, admirado, glorificado y, probablecia de los secularmente oprimidos: “¿es mente, malinterpretado de la historia. que queríais una revolución sin revolu- Una biografía, la del historiador austración?”, pero fundamentalmente fue un liano Peter McPhee, que, por fortuna, hombre de “palabras” (más de un millar huye de las estúpidas y abusivas interde discursos) a quien, en su última hora, pretaciones psicoanalíticas o psicologise le negó el derecho a defenderse: si le cistas, a lo Max Gallo, que lo condenan hubieran permitido hablar, se hubiera desde su infancia como a una especie de salvado, se aseguraba. Solo le cupo gri- perturbado, congénito o sobrevenido, y tar: “Pido la muerte”. En el de Arras se compone un libro sobrio, equilibrado, identifican filosofía y política, convic- bien documentado, cauto y lo suficiención inquebrantable y cierto pragmatis- temente distante y empático como para mo, idealismo, geometría y, evidente- mostrarnos a un Robespierre si no en su mente, humanidad, pues el libro del que justo relieve, algo quizá imposible, sí tan ahora nos ocupamos no es un tratado bien perfilado como para poder destacar El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 / 75 Libros su innegable relevancia y, del mismo modo, señalar sus inevitables debilidades. “Debemos lidiar con categorías psicológicas e inferencias”, explica McPhee. “Pero este tipo de reflexión debería recordarnos por encima de todo que Maximilien fue en una ocasión un niño pequeño y vulnerable y que, cuando los niños se vuelven adultos no se convierten en santos o diablos, sino en hombres y mujeres. Deberíamos ser precavidos a la hora de aplicar categorías psicoanalíticas de forma burda con la intención de explicar las acciones de los demás”. Y Mc Phee lo es. Han cambiado mucho algunas cosas; otras, desde luego, parece que van a peor, pero no deja de ser curioso que, por ejemplo, su busto permanezca hoy día encerrado, en su ciudad natal, en una especie de caja fuerte, como no deja de ser sintomático que si en las barriadas obreras parisinas pueden descubrirse homenajes, por muy discretos que sean, al revolucionario, en el centro de París nada recuerda a “uno de la media docena de profetas relevantes de la democracia”, como destacaba R. R. Palmer, el autor del estudio clásico sobre el Comité de Salvación Pública Twelve Who Ruled: The Year of the Terror in the French Revolution. Si el propio Palmer o Mathiez o Georges Lefebvre habían luchado durante años por recuperar su figura, aún en 2009 la BBC emitía una producción, Terror! Robespierre and the French Revolution, en la que algunos “historiadores” asociaban de forma explícita el nombre del demócrata republicano no ya con el Terror, sino que asemejaban a Francia con el Gulag y el Tercer Reich. Un disparate. Es verdad que quizás no fue un niño “feliz”, que perdió muy pronto a su madre –algo, por cierto, relativamente frecuente en aquella época– y que su padre abandonó a la familia, pero los lazos con sus hermanos fueron estrechos y duraderos. No estableció ninguna relación amorosa efectiva a lo largo de su vida, pero ello no significa que no pudiera ser afectuoso y sensible. Era poco agraciado pero atildado, y con su retórica conquistó la admiración de muchísimas mujeres. Era frugal, trabajador, enfermizo y se le consideró incorruptible. A la postre, tal vez, fue el “chivo expiatorio” de un proceso turbulento y contradictorio que le convirtió no en innecesario, sino en peligroso para los que, finalmente, dieron carpetazo a la revolución, como lúcidamente interpretó Souberbielle, su médico, años después de su asesinato, pues, como escribiera William Augustus Miles, un liberal inglés que conocía bien París, a un amigo: “los compatriotas de Robespierre están convencidos de su incorruptibilidad. Tal vez sea asesinado o lo condenen en juicio sumarísimo, pero jamás acabarán con él mediante un proceso ordinario”. Defendió la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte e, igualmente, expuso la evidencia de que había que decapitar al rey. Si Saint-Just exclama: “Tened por muy cierto que la Revolución empieza cuando acaba el tirano”, Maximilien razona: “cuando una nación se ha visto forzada a recurrir al derecho de la insurrección, vuelve, a los ojos del tirano, al estado de naturaleza. ¿Cómo podría invocar el pacto social? Lo ha aniquilado. La nación puede conservarlo, si lo considera adecuado, por lo que concierne a las relaciones de los ciudadanos entre sí; pero el efecto de la tiranía y de la insurrección es romper ese pacto absolutamente con relación al tirano; consiste en constituirlo recíprocamente en estado www.elviejotopo.com 76 / El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 de guerra. Los tribunales, los procesos judiciales, solo están hechos para los miembros de la ciudad”. Ciudadanos ya, por tanto. No súbditos. Si a Robespierre le horroriza la violencia y huye de ella, sin embargo contribuye –no el que más– al Terror. Fue Barère, ansioso por salvarse él mismo atacando al “incorruptible” y hurtarse a la sospecha de “terrorista”, el primero que usó la expresión “el sistema del Terror”. Tuvo éxito en su proclama contra el “monstruo”, el “déspota hipócrita”. En plena vorágine de acontecimientos incontrolables, acuciado por conspiraciones, por una guerra exterior y una lucha intestina entre “extremistas” y contrarrevolucionarios, Robespierre intentaba controlar el timón: “En tal situación, la máxima principal de vuestra política deberá ser la de guiar al pueblo con la razón, y a los enemigos del pueblo con el terror. Si la fuerza del gobierno popular es, en tiempo de paz, la virtud, la fuerza del gobierno popular en tiempo de revolución es, al mismo tiempo, la virtud y el terror. La virtud, sin la cual el terror es cosa funesta; el terror, sin el cual la virtud es impotente. El terror no es otra cosa que la justicia expeditiva, severa, inflexible...” E insistía: “Si la tiranía reinase un solo día, al siguiente no quedaría ni un patriota. ¿Hasta cuándo el furor de los déspotas será llamado ‘justicia’, y la justicia del pueblo ‘barbarie’ o ‘rebelión’? ¡Cuán sentimental se es con los opresores y cuán inexorable con los oprimidos! Nada más natural: el que no odia el crimen no puede amar la virtud”. Algo, al menos, estaba claro: “cuando un grupo de hombres puede matar de hambre impunemente a otro, la libertad solo es una quimera”, y el objetivo de la revolución era convertir esa quimera en realidad: “una sociedad que no es capaz Libros Ejecución de Robespierre de alimentar a sus ciudadanos, debe ser cambiada”. Robespierre, demócrata, republicano, jacobino, lo intentó: “La resistencia a la opresión es la consecuencia de los otros derechos del hombre y del ciudadano. Hay opresión contra el cuerpo social cuando uno solo de sus miembros es oprimido. Hay opresión contra cada miembro cuando el cuerpo social es oprimido. Cuando el gobierno oprime al pueblo, la insurrección del pueblo entero y de cada porción del pueblo es el más santo de los deberes. Cuando la garantía social falta a un ciudadano, él adquiere el derecho natural de defenderse por sí mismo. En uno u otro caso fijar normas legales al derecho a la resistencia a la opresión es el último refinamiento de la tiranía”. Georges Labica, en el libro que citábamos al comienzo, Robespierre. Una política de la filosofía (El Viejo Topo, 2005), trata de la prevalencia de lo político sobre lo económico en el de Arras, de su creación práctica, de la publicidad de una revolución que se esforzó “por funcionar a plena luz, sin secreto, como una inmensa toma de la palabra colectiva, de los debates públicos, o semipúblicos (clubes), en los diarios, carteles, panfletos o canciones populares”. Y resalta, muy en especial, que Robespierre “ofreció a las ideas la posibilidad de encontrar las realidades, de trabajarlas, y sobre todo de dejarse trabajar por ellas, a fin de transformarse en principios”. No en vano, años más tarde el joven Marx, en su crítica a la filosofía del derecho hegeliana, concluirá: “No hay derecho a medir la Idea, en relación a lo que existe, es preciso necesariamente medir lo que existe con relación a la Idea”. Para que las cosas no encajen de cualquier modo, es decir, como la historia y los poderosos deciden, sino como “deben”. Robespierre fue un abogado, un demócrata radical, distante del comunismo de Babeuf, quien, un par de años después de la caída del jacobino, llegó a escribir: “el robespie rrismo es la democracia”; un hombre de principios, y su “incorruptibilidad” le costó cara. Su muerte fue “ejemplar”. El 9 Termidor (27 de julio) de 1794 la Con- vención se convirtió, como escribe McPhee, “en una estampida de hombres culpables cuyo objetivo era matar a Robespierre y sus aliados”. Ese día fueron detenidos, entre otros, Hanriot, Dumas, Robespierre, Saint-Just, Couthon y Lebas. Al “incorruptible” se le trasladó a la prisión Luxemburgo, donde los guardias se negaron a encerrarle, y, a continuación, a la oficina del alcalde. Las fuerzas armadas, guiadas por Léonard Bourdon, entraron, pasadas las dos de la madrugada, en el Ayuntamiento, donde hallaron a Robespierre firmando un llamamiento a la sección de su distrito. No pudo terminar de firmarla y la hoja quedó salpicada de sangre. Se dijo que intentó suicidarse; más probable es que un gendarme le disparara a la cara, destrozándole la mandíbula. Faltaban, aún, diecisiete horas de agonía. Se le vendó la cabeza y arreciaron las burlas contra el caído. A las once de la mañana, junto a los demás presos, fue trasladado a la Conciergerie y condenado, como el resto, a muerte. Finalmente, a las seis de la tarde, tres carretas condujeron a los veintidós reos a las Tullerías, a la Place de la Révolution, donde había sido reinstalada la guillotina. A las siete y media comenzó el espectáculo. A Robespierre le ejecutaron el vigésimo primero, tras arrancarle el verdugo el vendaje y ver cómo lo que le restaba de mandíbula se le desencajaba. Fue enterrado, junto con los demás, en una fosa común del cementerio de Errancis. Terminaba, así, una “vida revolucionaria”. Comenzaba, así, una leyenda. Tenía 38 años, los que Peer McPhee sintetiza y explora en esta más que recomendable biografía del, así llamado, Incorruptible: Maximilien Robespierre. Su figura, su obra, hoy día, precisamente hoy día, tiene aún mucho que ofrecernos. Antonio García Vila El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 / 77 Libros UN LIBRO ÚTIL DICCIONARIO CRÍTICO DE EMPRESAS TRANSNACIONALES CLAVES PARA ENFRENTAR EL PODER DE LAS GRANDES CORPORACIONES J. Hernández, E. González y P. Ramiro (eds.) Icaria, Barcelona, 2012. 312 págs. Este libro, complementado con uno anterior de la misma colección, La armadura del capitalismo (de Alejandro Teitelbaum) nos ofrece una panorámica básica para entender lo que son las multinacionales y su papel en la EconomíaMundo Capitalista. Lo digo un poco provocativamente, porque esta noción básica de Immanuel Wallerstein está ausente del libro. Como lo estaba en el libro de Teitelbaum, con el que mantuve una pequeña polémica en torno a este sociólogo, que a mí me parece grande y a él pequeño, por decirlo así. Es una lástima, porque sigo pensando que es uno de los analistas más lúcidos del sistema capitalista y está ausente totalmente de este libro. Luchar por la democracia quiere decir hacerlo contra los poderes oligárquicos que hoy la limitan. El más importante de ellos, sin duda, el poder económico de las multinacionales que se impone al poder político. Quizás esto ya lo sabemos, pero es importante precisar cómo. Las multinacionales tejen redes específicas para hacerlo y este libro nos ayuda a entenderlas. Los mecanismos quedan bien descritos. Uno son las instituciones financieras internacionales con un po der real sobre las políticas económicas de los gobiernos. Son la gran Tríada: El Banco Mundial, El Fondo Monetario In ternacional y la Organización Mundial 78 / El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 del Comercio. Otra es la puerta giratoria que hay entre los ejecutivos y asesores de multinacionales y los gobiernos. Antiguos ejecutivos de multinacionales, por ejemplo, se convierten en Ministros de Economía (Luis de Guindos) o de Educación (José Ignacio Wert). Antiguos Presidentes del Gobierno pasan a ser asesores de multinacionales (Felipe González de Gas Natural y José Maria Aznar de Endesa) seguidos de multiples ex-ministros, tanto del PSOE (Solbes) como del PP (Za plana). Otro son los lobbies, grupos específicos de presión que trabajan para las multinacionales, cuya función es intervenir en las decisiones políticas que les pueden beneficiar o perjudicar. El poder económico de las multinacionales es inmenso y tienen además a su favor a los mass media (faltan en el libro refe rencias a esta cuestión), que condicionan una opinión pública a partir del discurso neoliberal. Pero es que hay otro problema añadido, que es que al ser los grandes ganadores de la crisis ni siquiera son capaces de pagar lo que les corres- ponde en una legislación más que favorable a sus intereses. Me refiero aquí a los paraísos fiscales. Parece que los gobiernos van a intervenir mínimamente en el tema, lo cual es lógico. Digo lógico porque es la propia supervivencia de su sistema la que está en juego, no evidentemente porque vayan a gobernar con una racionalidad de fines, poniendo la política al servicio del bien común. Esta ya es otra cuestión y mucho habremos de luchar y de una forma muy coordinada para cambiar los rumbos políticos de los gobiernos. Y en este combate no hay que olvidar a este monstruo con mil cabezas que son las multinacionales, cuyo interés, que no es otro que la lógica del máximo beneficio, está radicalmente en contra de los intereses de la inmensa mayoría de los ciudadanos. La lucha será dura pero inevitable. Ellas serán, sin duda, el enemigo principal para una transformación justa de la sociedad y los medios que utilizarán serán despiadados. Como siempre lo han sido y siempre lo serán. En todo caso éste es un libro útil para Libros entender al enemigo . Sigue un método muy didáctico con respecto a cada uno de los conceptos que trata: formula una definición, realiza un pequeño análisis histórico y una introducción a las problemáticas actuales que plantea. Quizás podrían hacerse unos pequeños retoques formales, como eliminar palabras mayúsculas que aparecen arbitraria- mente o una cierta dispersión terminológica inútil, como por ejemplo la de decir a veces multinacionales y otras transnacionales. Encuentro también que algunos términos introducidos no tienen tanta importancia como para ser tratados aquí (por ejemplo el ecofeminismo) y que otros deberían desarrollarse (por ejemplo: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Or ganización Mundial del Comercio merecerían por su enorme importancia un tratamiento específico). En todo caso nada importante. El trabajo es riguroso, sintético y nos da la información necesaria. Luis Roca Jusmet AFROAMERICANA E INTERNACIONALISTA UNA AUTOBIOGRAFÍA Assata Shakur Prefacio de Angela Davis Trad. de E. Odriozola y C. Valle, Capitán Swing, Madrid, 2013, 390 páginas. Assata Shakur, nacida en 1947, fue uno de los objetivos centrales de Edgar Hoover. Se trataba de difamar y criminalizar las organizaciones negras de liberación, a los Panteras Negras y al Ejército Negro de Liberación en particular, y a sus líderes. Shakur pasó cuatro años en la cárcel antes de ser condenada por el asesinato del policía estatal Werner Foerster y del compañero activista Zayd Shakur en 1977, con pruebas muy poco sólidas. Fue acusada del asesinato del policía a pesar de haber recibido un tiro en la clavícula que la inhabilitaba para disparar. Tampoco se encontró ningún rastro de pólvora o arsénico en sus ropas. El juicio contra ella, como ha explicado Lennox S Hinds, su abogado, autor del prólogo del libro, se celebró sin respetar ninguna garantía procesal. Los miembros del jurado, todos ellos, eran blancos, y los medios de comunicación habían diseñado y realizado una intensa campaña previa de criminalización. Sin ninguna evi- Assata con grilletes en pies y manos dencia contra ella, fue condenada. Dos años después de la condena escapó de la cárcel. Pidió asilo político y lo obtuvo finalmente cuatro años después. Anteriormente, enjuiciada por seis causas distintas, había sido golpeada y torturada durante su encarcelamiento en varias prisiones federales. En mayo de 1973, por ejemplo, mientras estaba en estado crítico y esposada a la cama, las autoridades locales y la policía federal trataron de interrogarla acerca del tiroteo en una autopista de Nueva Jeysey en el que murió el policía Sirva lo anterior de breve preámbulo. Lo esencial de esta reseña se puede decir en apenas dos líneas: la autobiografía de Shakur, nacida como JoAnne Deborah Byron Chesimard, lectora de Hesse, Castro, Marx, Guevara y Ho Chi Minh, es uno de los textos más imprescindibles que el firmante de esta nota ha leído en estos últimos años. No se lo pierdan. Ni es exageración ni es pasión ciega, ni siquiera devoción sentida, afirmar, como se apunta en la contraportada del volumen, que su libro debe ocupar, ocupa ya, un lugar destacado junto a la Autobio- El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 / 79 Libros grafía de Malcolm X y las obras de Maya Angelou Una autobiografía está compuesto por 21 capítulos, un epílogo, un glosario, una cronología, un magnífico prefacio de Angela Ivonne Davis (actualmente profesora de filosofía en la Universidad de California en Santa Cruz, liberada en la década del 70 gracias a la enorme ola mundial de protestas que provocó su encarcelamiento) y un prólogo no menos excelente de Lennox S. Hinds, y está escrita con fuerza y prosa excelente. El prefacio de Angela Davis se abre con estas palabras: “En los años sesenta, mientras Assata se encontraba a la espera de juicio acusada de complicidad en un asesinato, yo participé en un acto benéfico en la universidad de Rutgers, en New Brunswick, Nueva Jersey, con el fin de recaudar fondos para su defensa. En aquel momento, ella se encontraba en la cercana cárcel de hombres del condado de Middlesex”. Se cierra con estas otras: “Assata nos habla a todos y cada uno de nosotros, en particular a aquellos de nosotros que están recluidos en una red global creciente de prisiones y cárceles. En un momento en que el optimismo ha retrocedido en nuestro vocabulario político, Assata nos ofrece regalos de valor incalculable: esperanza e inspiración. Sus palabras nos recuerdan, como una vez comentó Walter Benjamin, que la esperanza se nos ha concedido sólo por el bien de aquellos que no la tienen”. Luis Martin-Cabrera –“La doble pedagogía del Imperio. Assata Shakur y Cuba en la lista de terroristas más buscados”– ha recordado las palabras que Shakur escribió en una carta abierta dirigida al Papa Juan Pablo II con motivo de su visita a Cuba en 1998 y a raíz de la petición de extradición del gobierno de Estados Unidos: “Me llamo Assata Shakur, nací y me crié en los Estados Unidos. Soy descendiente de africanos secuestrados y traídos a las Américas como esclavos. 80 / El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 Pasé mi primera infancia en el sur racista y segregado. Más tarde me mudé al norte del país y me di cuenta de que allí los negros eran igualmente víctimas del racismo y la opresión. Crecí y me transformé en una activista política, participé en las luchas estudiantiles, en el movimiento contra la guerra y, sobre todo, en el movimiento de liberación de los afroamericanos en Estados Unidos. Después me afilié al Partido de las Panteras Negras, una organización que fue perseguida por el programa COINTELPRO, un programa creado por el FBI para eliminar toda oposición a las políticas del gobierno estadounidense, destrozar el Movimiento de Liberación Negra en los Estados Unidos, desacreditar a los activistas políticos y eliminar a sus potenciales líderes… En este momento creo que es importante dejar algo muy claro”. Lo que Shakur quiso dejar muy claro: “He abogado y todavía abogo a favor de cambios revolucionarios en la estructura y los principios que gobiernan los Estados Unidos. Defiendo la autodeterminación de mi pueblo y de todos los pueblos oprimidos dentro de los Estados Unidos. Abogo por el final de la explotación capitalista, la abolición de las políticas racistas, la erradicación del sexismo y la eliminación de la represión política”. Añadió finalmente: “Si esto es un crimen, soy totalmente culpable”. Pero hay más. En 1979 Shakur escapó de la prisión de Clinton, en New Jersey, y recibió asilo político en 1984. La persecución siguió. En mayo de 2013 –¡2013!– el FBI y el fiscal general del estado de New Jersey han redoblado su agresión situando a Assata Shakur en la lista de los 10 terroristas más buscados. Ofrecían 1 millón de dólares hasta ese momento; ofrecen ahora 2 millones de dólares por su captura. Como en los viejos tiempos del Oeste salvaje: “¡Se busca!” ¿Qué sentido tiene entonces, cuarenta años después, colocar a Assata Shakur Assata en su exilio cubano en la lista de terroristas más buscadas?, ¿qué tipo de amenaza representa Shakur para la seguridad de los Estados Unidos?, se ha preguntado Luis Martín-Cabrera. Su razonable respuesta: “creo que en esta decisión hay una pedagogía doble del imperio, un mensaje hacia dentro y hacia fuera, una llamada de atención para paralizar los movimientos de resistencia y emancipación en Estados Unidos y en América Latina que pone en el punto de mira y en una situación de extrema vulnerabilidad a la activista afroamericana.” En 1984, como se apuntó, le fue concedido asilo político en una isla del Caribe. Allí sigue viviendo, allí escribió su autobiografía. ¿Conjeturan el nombre de la isla? Han acertado, el país donde también vivió Ernesto Guevara. Así describe Shakur su llegada a la isla: “A medida que el avión descendía sobre La Habana, el corazón se me iba a salir del pecho. Me dolía el estómago. La boca, seca como una alpargata. Me pareció que salió un millón de personas antes de que aquella Libros niña alta de ojos grandes bajara por la rampa. Y ahí estaba mi madre [Un hermoso poema a ella dedicado puede leerse en las páginas 269-271], con aspecto frágil pero decidido. Y mi tía detrás, con aire triunfante. Habíamos pasado tanto… Nuestra lucha había comenzado en un barco de esclavos incluso antes de que naciéramos”. A Shakur le vino a su cabeza “Venceremos”, su palabra favorita en castellano. “Diez millones de personas se habían enfrentado al monstruo, diez millones de personas a menos de ciento cincuenta kilómetros. Y aquí estábamos, mi pequeña familia, juntas de nuevo en su tierra, abrazándonos después de tanto tiempo. No cabía duda, un día nuestra gente sería libre. El mundo no pertenecía a los cowboys y a los bandidos” (p. 375). Cuba, lo escribe así, es un país de esperanza para ella. ¿Para quién no? Su abogado, Lennox S. Hinds, señala en su presentación: “Os animo ya a que entréis en el alma y el corazón de Assata Shakur, quien a pesar de todo lo que le ha sucedido, conserva su idealismo original y la confianza en que las personas de principios pueden conseguir juntas el cambo por el bien común de los pueblos del mundo” (p. 22). Las hago mías, como también hago mías –¿cómo si no?– sus hermosas palabras de agradecimiento. “Querida hermana, gracias por enviarnos tu voz tan vital y por compartir con nosotros tu pasión y tu compromiso. Mientras tanto, nosotros en esta sociedad tenemos que recordarnos una vez más como ponemos en peligro nuestros propios intereses y derechos cuando condonamos con nuestro silencio el uso por parte del gobierno de tácticas de vigilancia, ataques contra la legitimidad de los activistas políticos, y el uso del Derecho criminal para suprimir y castigar la disidencia política.” Salvador López Arnal NEUROCIENCIAS Y FILOSOFÍA, UN ENCUENTRO NECESARIO ASALTO A LO MENTAL NEUROCIENCIAS, CONSCIENCIA Y LIBERTAD F. Rodríguez , C. Diosdano y J. Arana (eds.) Biblioteca Nueva, Madrid, 2012. 240 págs. Plantear un debate interdisciplinario entre la filosofía y la ciencia contemporánea es necesario y posible. Falta hacerlo y libros como éste son buenos pasos en este sentido. Dicho esto y pasando al contendido del libro he de decir que éste me parece desigual. Hay buenos artículos, como el de Pedro Jesús Teruel, titulado “Unidad de la experiencia consciente y coherencia cuántica”, que elabora además en el ingenioso formato del diálogo. Otros menos brillantes y algunos prescindibles. En conjunto me parece que falta un hilo conductor porque aunque el tema está centrado en la relación entre el cuerpo-cerebro y la mente, y más centrado aún en los aspectos de la consciencia y la libertad, me parece que en su conjunto resulta algo confuso. El mismo título (“Asalto a lo mental”) no acaba de clarificar nada, sino más bien lo contrario. Tampoco hay una explicación preliminar de por qué identificamos la consciencia y la libertad con lo mental. Lo mental, la conciencia y la libertad son tres temas suficientemente importantes como para ser tratados de manera específica. De todas formas me parece que este tipo de libros necesitan una reseña que intente unificar más que diversificar. Por esta razón, más que comentar los artículos de manera independiente intentaré formular los problemas más interesantes que aparecen en el libro y las soluciones que se apunten. El primero es el de las concepciones dualistas y materialistas de la mente o conciencia. Digo mente o conciencia porque a veces se identifican y otras veces se entienden de manera diferente. Hay en primer lugar las teorías dualistas, que son muy variadas. Marcelino Rodriguez Donís, por ejemplo, intenta dar sentido al dualismo cartesiano (tan defenestrado por el prestigioso neurocientífico Antonio Damasio) y lo relaciona con otros dualismos anteriores. El problema es que el artículo tiene un sentido académico que no acabo de ver que aporte demasiado al diálogo actual. Podemos explicarnos porqué Descartes afirmaba justificadamente en su época algunas cosas, pero estas no son hoy actualizables. Más interesante es el artículo de Juan Arana, que reivindica un dualismo no sustancialista. Lo que deberíamos criticarle a Descartes es plantear el cuerpo y la mente como dos sustancias separadas, no como dos realidades separadas. El yo (mente-consciencia) no es una realidad física porque no es mecánica, dice, por lo cual no podemos considerarla como la parte de la física, ni siquiera a nivel cuántico. Rela- El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 / 81 Libros cionar la plasticidad neuronal, que es, ciertamente fundamental para entender al hombre, con teorías espiritualistas como las de Max Scheller o Victor Frankl, como hace Concepción Diosdado en un breve artículo, no me parece un buen camino porque es una mezcla confusa. El tema de la libertad en Roger Penrose es analizado por Kharim Gherab-Martín de manera muy concisa pero apuntado a una cuestión sugerente: que la mente, la consciencia y la libertad pueden abordarse con un materialismo que no sea computacional (mecánico, reducible a un algoritmo) y que la explicación cuántica que da Penrose, siendo materialista y determinista es suficientemente compleja como para integrar estos conceptos, cosa que no puede hacer el determinismo mecanicista. Martín López Corredera argumenta que los procesos mentales están determinados y tienen una explicación física, por lo que somos un producto de la interacción del azar y de la necesidad. Francisco Rodríguez Valls se empeña, a mi modo de ver inútilmente, en 82 / El Viejo Topo 308 / septiembre 2013 darle una justificación evolucionista a la conciencia, con lo cual caemos en un teleologismo, el de pensar que cada cambio responde a una función. El mejor desarrollo es el que plantea Pedro Jesús Teruel, que da una orientación kantiana al problema, pero desde las aportaciones de la mecánica cuántica. Se trata entonces de entender el mun do como una construcción humana, una configuración desde el sujeto, es decir la conciencia, entre los mundos posibles. El sujeto es la condición de la experiencia y por lo tanto no podemos hablar desde un materialismo como causa del sujeto, es decir de la conciencia. Hay aquí un enigma que es como el límite de lo que podemos analizar. Héctor Velázquez Fernández elabora una reflexión crítica sobre las contradicciones de John Searle, que plantea una especie de dualismo no dualista. Los cerebros causan mentes y lo mental es lo cerebral es una formulación contradictoria. En el intervalo entre los estados neuronales y la acción aparece lo que se ha lla- mado el libre albedrío, que es donde aparecen los procesos mentales conscientes (la intención, la decisión). Este intervalo es el misterio y lo es por nuestra ignorancia. Aunque niega el dualismo también lo hace con lo que llama materialismos reduccionistas (funcionalistas, conductistas, mecanicistas). La cuestión queda abierta. José Domingo Vilapalana Guerrero defiende el concepto naturalista de Daniel Dennett en su concepción del sujeto, la conciencia y la libertad. Para Dennett el sujeto es el cuerpo (con su cerebro) y el yo es una ficción construida desde el cerebro. Lo único que hay es un cuerpo con cerebro capaz de aprender a distanciarse de los estímulos (compara, razona, decide) a partir de esta ficción que ha construido como un yo y al que consideramos agente de nuestras acciones. Muchos son los temas y los problemas. El libro, como decía, tiene sus limitaciones, pero aún así es una aportación y como tal la hemos de valorar. Luis Roca Jusmet