Colmillo de Giorgos Lanthimos Un matrimonio con tres hijos vive en una mansión en las afueras de una ciudad. Los chicos, que nunca han salido de casa, son educados según los métodos que sus padres juzgan más apropiados y sin recibir ninguna influencia del exterior. Creen que los aviones son juguetes o que el mar es un tipo de silla forrada de cuero. La única persona que puede entrar en la casa es Christine, guardia de seguridad en la fábrica del padre y que actúa como único contacto del exterior. Al ver este film, dos influencias quedan patentes. En primer lugar, la fábula de la caverna de Platón. En la misma, un grupo de personas es retenida durante toda su existencia en una cueva. Lo único que pueden ver son las sombras de los objetos que están en el exterior, pero para ellos las sombras representan la realidad que habita en el exterior desconocido. Tal vez, en base a este aspecto el film comienza con palabras cuyo significado es cambiado. El control de la realidad en la que vive la familia es manejada como una caverna que bajo el disfraz de la seguridad y el amor paternal oculta sus barrotes de dominio. Los hijos trabajan física y mentalmente de diferente manera el encierro. La hija mayor destaca por sus intentos profundos de ser libre y tiene las escenas que realmente hacen sentir al espectador el sufrimiento que se vive en el hogar y la tensión que acongoja al ser humano al sentir que es necesario el escape ante una mentira que cada vez aprieta más y más cegando toda luz posible. Por otra parte, se aprecia que el film es una obvia metáfora de los estados fascistas. La casa es un lugar de muros tanto visibles como invisibles y el encargado de dominarlos es un padre que toma todas las decisiones y es el único que cuenta con el privilegio de salir del hogar. No por nada, la regla impuesta a sus hijos para salir de la casa es que deben perder sus dientes caninos. Una regla imposible que resume los motivos oscuros y el amor retorcido de las figuras adultas. Una frase de Dostoievski en los hermanos Karamazov ilustra bien el pensamiento de los líderes fascistas: “El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega a no saber lo que hay de verdad en él ni en torno de él, o sea que pierde el respeto a sí mismo y a los demás. Al no respetar a nadie, deja de querer, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos.” En cuanto a las críticas para realizarle es el bajo nivel de producción que se siente por momentos (fue filmado con un único lente) y al silencio incómodo que habita todo el tiempo en las escenas haciendo sentir una claustrofobia que es acorde a la temática pero desalentadora a nivel de volver a revisitar el film. Colmillo es un buen film en cuanto a representar el concepto de que una utopía construida en base a una mentira está destinada a fallar. La película incluye escenas que marcan de forma impactante visualmente y psicológicamente al espectador, llevándolo a ser el mismo quien decide cuál es el final que debe acontecer a la búsqueda de la hija mayor por aquella verdad que en su interior sabe no puede ser negada ni siquiera por aquellos que nos engendraron.