Subido por Valeria Natividad Almirón

El certificado medico prenupcial en pers

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V Jornada de Becarios y Tesistas 2015- Departamento de Ciencias Sociales- UNQ
- Título: El certificado médico prenupcial en perspectiva comparada. Primera
mitad del Siglo XX
- Autora: Valeria Natividad Almirón
- Dirección electrónica: vnalmiron@gmail.com
- Formación de Grado: Estudiante de la Licenciatura y el Profesorado en Ciencias
Sociales
- Tema de Tesis: La implementación del certificado prenupcial en la Argentina (19361965)
- Directora: Dra. Carolina Biernat
- Programa en donde se inscribe la tesis: “Historia de las relaciones entre Estado,
Sociedad y Cultura en la Argentina” Dirigido por Dra. Silvia Ratto
- Centro de Estudios en Historia, Cultura y Memoria (CEHCMe) Dirigido por la Dra.
Judith Farberman
Introducción
Hacia finales del siglo XIX frente a los desafíos de la modernidad tardía, los
países latinoamericanos se encontraban envueltos en una intensa carrera por alcanzar el
progreso económico y social que imponía entre otras exigencias el desarrollo
productivo, urbanístico, educacional y cultural. Como método científico observaban,
entre otras, a las corrientes positivistas consolidadas en Europa, motivo por el cual
intentarían copiar sus recetas, entre ellas los nuevos adelantos de la medicina.
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Las sociedades eran variadas en su composición, algunas poseían en su mayoría
población originaria, otras en cambio, inmigración proveniente principalmente de
Europa lo cual les otorgaba matices sumamente complejos. Las autoridades estatales y
la elite intelectual, por su parte, estaban preocupadas respecto a lo que significaban
encuentros culturales tan variados: costumbres, ideas y sobre todo lazos afectivos que
comenzaban a entretejerse.
En este contexto no sólo las autoridades médicas instalarían la alerta sanitaria
debido al fantasma de la “prole débil”: la “mezcla” no sólo de “razas superiores con
inferiores”, sino de individuos afectados por enfermedades infecciosas, traería infantes
con mal formaciones, ineficaces e incapacitados para la realización individual y sobre
todo colectiva que necesitaban las naciones.
La eugenesia se propuso como solución a estos males. Como matriz ideológica
penetraría el territorio influenciando las “institucionales del progreso”: la escuela mixta,
la clínica moderna e incluso el matrimonio. En este último espacio tendrían un gran
protagonismo los médicos quienes se pondrían al servicio de la ciencia fundada por
Galton, asegurando uniones entre personas sanas, que conllevaría el nacimiento de una
prole “robusta y enérgica”.
Los procedimientos que planificaban los profesionales tenían que ver con la
prédica de la “ciencia del buen nacer” tanto en versión negativa: la cual fomentaba el
impedimento de los nacimientos de los menos aptos mediante métodos como el aborto,
la esterilización y la eutanasia, como positiva: también llamada de raigambre latina
porque fue sobre la cual más estuvieron influenciadas las corrientes de la región, se
relaciono con la búsqueda del perfeccionamiento de la especie incentivando la natalidad
a la vez que buscando mejorar los caracteres “más beneficiosos” y desechando los “más
perjudiciales” del individuo. Entre sus métodos estuvieron la educación y la propaganda
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de la salud, la higiene personal y la profilaxis social. Pero también de la puericultura:
ciencia de raigambre francesa que aboga por el cuidado de la mujer en gestación y del
niño desde el momento en que se encuentra en el útero hasta el transcurrir de la primera
infancia. Entre sus métodos promueve la lactancia y la crianza responsable. Por su parte
la biotipología nacida y difundida desde Italia surgió como una ciencia derivada de la
eugenesia, entre sus métodos estuvieron la búsqueda de tipologías dentro de la especie
humana, intentando hallar caracteres defectuosos para su corrección y el por último el
higienismo el cual aparece en escena como una corriente dentro de la medicina que
intenta frenar los brotes epidémicos que surgían en las grandes ciudades. Se acercaba
por aproximaciones al diagnóstico del paciente y se organizaba mediante campañas
sanitarias dirigidas fundamentalmente por agrupaciones de la sociedad civil y en menor
medida del Estado.
Era tan significativa la influencia de estas doctrinas que los médicos cubanos
llegaron a crear una “ciencia” llamada homicultura como derivado de la puericultura,
con matices de la eugenesia y el higienismo la cual buscaba el cuidado de la mujer
embarazada y del niño (García González, 1999). En Argentina a partir de la década del
treinta, exportarían las ideas de la biotipología para la aplicación en instituciones sobre
todo escolares, pero también médicas, intentando establecer las diferenciaciones entre
niños y niñas mediante fichas biotipológicas (Gómez Di Vincenzo, 2012), al igual que
la puericultura que se instalaría en la currícula escolar para las futuras niñas-madres
(Nari, 1995).
Además, los galenos diagramaban esquemas de pensamiento intentando
descifrar la viabilidad de la utilización eugenésica para su “ingeniería humana”. De
manera negativa: abortos asistidos, eutanasia y esterilización a los menos aptos, y
positiva: educación sexual, profilaxis antivenérea, propaganda higiénica y certificado
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previo al matrimonio. Sin embargo, en todos los países los debates no resultaron de
igual manera, ni se torno en la misma dirección, ya sea por la inclinación a modificar
caracteres, impedir que se propaguen o una mezcla de ambos dos. Un ejemplo claro, fue
el certificado médico prenupcial, los médicos clasificaban tres tipos, los cuales debían
corresponderse con la recepción que la población había hecho de la eugenesia.
La primera era el Régimen Intervencionista Activo: el Estado debía obligar a los
futuros contrayentes, sin objeción de ningún tipo, a realizarse el examen prenupcial
mediante el estudio de wassermann, el cual determinaba si los novios poseían
“enfermedades venéreas”. Estaba claro que quienes defendían esta postura sabían que su
país aún no había adoptado lo suficiente los hábitos de la educación sexual y la
“profilaxis venérea”, por ende, “los beneficios” de la eugenesia. La segunda postura
sostenía el Régimen Intervencionista Pasivo: el Estado debía exigir a los futuros
esposos la realización de una declaración jurada de no padecer “enfermedad venérea”.
De esta manera se confiaba en la palabra del contrayente masculino y femenino, porque
su honesta palabra mostraba que comprendía las premisas de la eugenesia, no siendo
necesario estudios médicos que avalaran sus dichos. La tercera y última postura, el
Régimen Voluntario sostenía que ya sea la declaración jurada o el examen médico
prematrimonial debía realizarse de manera voluntaria, como elección de los futuros
maridos. La población había adoptado los preceptos de la eugenesia, mediante la
educación sexual y la profilaxis, por lo cual comprendía que sólo si estaba en riesgo su
salud era provechosa la realización de la declaración o el examen.
En esta ponencia intentaremos hacer un primer acercamiento a las
especificidades de algunos países, mostrándolas a la vez que comparándolas entre sí.
Sostendremos como hipótesis que si bien fue de vital importancia que los galenos
colocaran en la agenda de las políticas sanitarias latinoamericanas la necesidad de leyes
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eugenésicas para el mejoramiento de la salud, con énfasis en el certificado médico
prenupcial, las características particulares de los países sobre todo en lo que respecta a
la recepción de la eugenesia que se mezclo con los procesos políticos, orientó a debates
disímiles, que obstruyeron la sanción de un certificado médico prenupcial
latinoamericano en tanto unificación de criterios en su organización.
El trabajo estará compuesto por tres apartados correspondientes a países dentro
de la región que presentaron particularidades sobresalientes: Brasil, México y Perú, ya
sea respecto al tratamiento de los debates del certificado médico prenupcial y el
matrimonio en calve eugénica, como al contexto en el cual se originaron dichas
discusiones. En el imaginario, la eugenesia y su relación directa con el racismo, hicieron
esperar que estos países se presentaran con las mismas características que sus
exponentes más extremos: Alemania nazi y la Italia fascista, sin embargo, podemos
observar que el uso a nivel regional de “la ciencia del buen nacer” y sus derivados tuvo
un sello personal, debido a que las sociedades latinoamericanas aún se encontraban en
procesos de conformación nacional y desapego de sus pasados coloniales, junto con la
de las potencias imperialistas en la región.
En el primer apartado se expondrá el caso Brasil; en medio del contexto de un
gobierno oligárquico terrateniente, desarrollaría una enorme corriente eugénica. Allí
haremos énfasis en el certificado previo a la boda y la influencia de una de las figuras
claves de la “ciencia del buen nacer”: Renato Kehl. El segundo apartado abordará
México, del porfiriato al escenario revolucionario de 1910 con el surgimiento del
médico-militante y su percepción de la eugenesia como herramienta para el cambio
social. En el tercer y último apartado tomaremos el caso de Perú, una sociedad salida de
la guerra que se convierte a la par de Cuba en cuna de los debates más fervorosos sobre
eugenesia: es sede de conferencias, jornadas y eventos a nivel nacional e internacional.
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1. Café con Leite para la Política y Examen Pre-nupcial para la Economía
Desde las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, Brasil se
encontraba inserto en un régimen político restrictivo del cual la oligarquía terrateniente
formaba parte alternándose en el poder. Sólo dos grupos poderosos constituían esa
alternancia: los terratenientes de São Paulo y los de Minas Gerais. Los primeros
dominaban la producción de café, mientras que los segundos la ganadería, es por ello,
que a este período se lo llamaría la política del “café com leite”.
Como afirmarían numerosos autores esta etapa en Brasil, al igual que en otros países
latinoamericanos, estuvo caracterizada por el lanzamiento hacia una economía
agroexportadora en la cual los países de la región vendían productos primarios y
compraban manufacturados, lo cual significaba depender de las economías extranjeras
para la inserción de sus productos en el exterior. En el caso de Brasil exportaban sobre
todo café, pero también productos agrícolas derivados de la ganadería (Halperín Donghi,
2008; Nercesian y Rostica, 2014).
En términos generales durante esta etapa el eje de discusión estuvo en cómo
insertarse en el mercado mundial presentándose como una sociedad moderna, no es
casualidad que el lema inscripto en su bandera fuese “orden y progreso”. La modernidad
intentaría ser copiada de aquellos países que se pensaban “de avanzada”, por su
desarrollo cultural, político, económico pero sobre todo científico (Nercesian y Rostica,
2014). No es un dato menor que la Fundación Rockefeller desde la institucionalización
de la salud publica en Brasil, con la creación del Departamento Nacional de Saúde
Pública en 1920, injiriese en las decisiones tomadas por la entidad ayudando
económicamente en las campañas y en las medidas preventivas. El imperialismo
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norteamericano desde un lugar benéfico, aportaba su ayuda porque se interesaba en que
“no se degeneraba la raza brasilera”. (Da Costa, Kobayashi y Faria 2009: 322-323)
Este sería el escenario en el cual comenzarían a surgir las preguntas por qué tipos de
hombres y mujeres debía estar compuesta la sociedad, cómo determinar quiénes estaban
capacitados para ser las manos que trabajaran y los vientres que gestaran a una
generación de niños “sanos y robustos”. Dejar al azar las uniones amorosas, sobre todo
cuando de ellas podrían surgir nuevas generaciones, causaba pavor en el grupo de
médicos que a principios de Siglo XX, comenzarían a conformar la incipiente corriente
eugenesita brasilera. Aseguraban que el Estado por no intervenir en las uniones
maritales, acrecentaba el riesgo de una prole con enfermedades físicas o mentales
consecuencia de los “males sociales” y las enfermedades contagiosas hereditarias.
Como afirmaba el galeno poblacionista José de Albuquerqu (1935) esta situación
causaría estragos tanto en la economía privada, porque la familia debía mantener al
enfermo que sería un gasto de por vida debido a su inutilidad y su salud deteriorada, y
para la economía pública porque el Estado debía hacerse cargo de una persona inútil en
un contexto nacional pensado para la apertura al mercado internacional (Albuquerqu,
1935: 26-27)
El médico brasilero más reconocido por seguir las premisas de la “ciencia del
buen nacer”, sería el licenciado en farmacia y medicina Renato Kehl, quien hacia el año
1918 fundaría la Sociedade Eugênica de São Paulo. Al durar sólo un año dicha
Sociedad, Kehl se mudaría a Rio de Janeiro y hacía el año 1922 se uniría a las filas de la
Liga Brasileira de Hygiene Mental (Da Costa, Kobayashi y Faria, 2009: 319-322)
Dentro de sus ideas principales difundidas tanto en Brasil como en el resto de la
región estaban “Sanear es eugeniezar”, lo que marcaría las primeras décadas del Siglo
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XX caracterizado por una eugenesia de tipo positiva, como afirma Souza (2006) “um
modelo de eugenia mais “suave” ao estilo da “Eugenia preventiva””. Entre las
herramientas principales figuraba el examen prenupcial y el control de los casamientos,
el cual comenzaba a ganarse un espacio fundamental en la escena médica. Sus
publicaciones más conocidas fueron: “Como escolher um bom marido” (1923) y “Como
escolher uma boa esposa” (1924).
“Quantas lagrimas se evitariam si a sociedade actual se convencesse da
importancia biologica do exame de sanidades pré-nupcial? De um menino, para
entrar na escola, se exige o atestado de vacina. Dos nubentes exigimos
certificadões, attestados de residencia, papelerio sem valor, e descuramos de
pedir aos mesmos o balanço na caixa de sua saúde para vêr si no patrimonio
levado para o lar, haverá saldo para ser deixado aos filhos” (Kehl, s/a: 65)
Las Tesis de médicos defendidas durante la década del diez y del veinte en la
Universidad de São Paulo y Bahia daban cuenta de la alarma por la degeneración. Los
eugenistas brasileros vinculaban la degeneración de la raza con la pobreza,
fundamentalmente debido a la desprotección que sufrían los sectores trabajadores pero
también las mujeres.
“De modo genérico, a observação é exacta: as cifras estatísticas de morbilidade
e mortalidade acussan flagrante parallelismo entre o bem estar economico e a
saude.” (Almeida Junior, 1927: 10)
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Estos individuos, afirmaba el doctor E. de José Albuquequer en sus conferencias
radiales durante el año 1935 invitado por la emisora El Club de Brasil, estaban
despojados del acceso a la salud, y en las mujeres particularmente (sobre todo si no
estaban casadas y traían hijos al mundo) quedaban a la intemperie con el riesgo de caer
en malos hábitos como el alcoholismo, la delincuencia o la prostitución (Albuquerqu,
1935).
Es por este motivo, que los eugenistas manifestaban la necesidad del casamiento
acompañado por la sanción del examen prenupcial. El análisis médico (prueba de
wassermann) que debía realizársele a los futuros cónyuges, aseguraba que ambos no
padecieran enfermedades infecciosas, esto permitiría que contrajeran matrimonio sin
ningún riesgo para los hijos por nacer.
“Certamente que um casamento eugenico, gerando uma prole sadia, robusta de
corpo e de espirito, além de consultar os interesses biologicos, os interesses da
especie, os interesses sociaes, consultará tambem os interesses pessoaes, vae ao
encontro dos interesses individuaes do homem que a gerou (….)” (Albuquerqu,
1935: 22)
Como ya hemos hecho mención, en las primeras décadas del Siglo XX existiría una
clara tendencia a una eugenesia de tipo positiva, por lo cual el certificado médico
prenupcial en Brasil más allá de diferencias en la forma, como en la mayoría de los
países latinoamericanos, los médicos brasileros consideraban que el certificado era más
efectivo que la declaración jurada, en la cual los contrayentes dejaban constancia de no
padecer “enfermedad venérea”. La realización de la certificación, gracias a la
comprobación realizada mediante el examen de wassermann tenía poco margen de error.
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Sin embargo, algunos galenos no coincidían si el certificado debía ser realizado a ambos
contrayentes, cuál era el especialista médico indicado para certificar, cuánto tiempo
debía pasar entre la obtención del mismo y la realización de la boda, etc. Sin embargo,
esto cambiaria a finales de la década del veinte y principios del treinta (Habib y Wegner;
2014 y Souza, 2006) el referente brasilero de la eugenesia Renato Kehl ya convertido en
director de la Industria química y farmacéutica Bayer hacia 1927, recibiría la invitación y
viajaría a conocer los experimentos que se estaban realizando en Europa.
El regreso a Brasil causaría el comienzo de tensiones entre los eugenistas locales y el
líder. Reflejo de ello sería no sólo el nuevo rumbo que tomaría la Liga Brasileira de
Hygiene Mental que asumiría postulados más radicales respecto de la utilización de la
eugenesia, sino además las posturas disímiles en el Primeiro Congresso Brasileiro de
Eugenia celebrado en el año 1929 (Da Costa, Kobayashi y Faria,, 2009: 323- 328). Los
galenos locales continuaban abogando por la sanción del certificado médico prenupcial
junto con la educación sexual y la propaganda de profilaxis, y Kehl, cautivado por las
experiencias de la eugenesia negativa que había observado en Alemania e Italia, dejaba
de inclinarse por las prácticas positivas, soltándoles la mano a sus colegas.
El galeno Almeida Junior del Instituto Anna Rosa de São Pablo en su libro “O exame
medico pre-nupcial” (1927) dentro de la sección “A seleccão artificial”, nombraba
métodos utilizados en otras partes del mundo, ya sea para impedir la concepción o
suprimir el “fruto indeseado” (infanticidio y aborto) o prácticas neo-maltusianitas
(esterilización, segregación y restricción del derecho a casarse). De estos métodos,
criticaba duramente a todos, pero sobre todo a la esterilización, practicado en muchos
estados de Norteamérica casi de manera compulsiva (Stern, 2006). Más aún por recibir el
apoyo de Kehl, siendo un método que se asentaba sobre el abuso y la injusticia de
intervenir en el cuerpo de la persona (Almeida Junior, 1927: 17-25)
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La tensión entre los grupos locales y Kehl no se saldaría, llegando al punto de que
sus colegas, como observamos en el apartado anterior, lo criticarían abiertamente.
Consideraban que su postura no sólo estaba errada por no contemplar la situación
específica del pueblo brasilero, sino además obstaculizaba el movimiento en favor de la
sanción del certificado, que tantos años les había costado colocar en agenda.
La discrepancia entre ambas partes continuaría durante la década del treinta, pero en
un contexto diferente y hasta podríamos pensar más proclive a la sanción del certificado
prenupcial: la revolución de Getúlio Vargas y el comienzo de la experiencia populista en
el país carioca (Nercesian y Rostica, 2014). Pasarían pocos años para que el sueño de los
eugenistas locales se hiciera realidad: en la Constitución de 1934 se sancionaría el
examen previo al matrimonio exigiendo la salud física y moral de los contrayentes
(Diario de Sesión de la Cámara de Diputados, 26 de Septiembre de 1935: 563) y con su
promulgación la eugenesia positiva sentaría su precedente.
2. Del higienismo conservador a la eugenesia revolucionaria
En México a finales del Siglo XIX, los cambios político-económicos irían de la
mano con los científicos, sobre todo en lo que respecta al nacimiento de la salud pública
(Carillo, 2002). Al igual que en otros países latinos, prevalecería la dominación política
de un sector reducido en el poder, en este caso presidido por el General Porfirio Díaz. El
líder lanzaría a la economía mexicana al mercado internacional mediante nuevas formas
de coerción y disciplinamiento empleadas a la población.
Durante el porfirianato el ideal nativo que se pensaba para la nación era el
mestizo: mezcla del indio con español. La historiografía actual relata episodios en los
cuales se buscaba esconder de las calles a los indígenas siendo muchas veces detenidos
por la fuerza de seguridad; los extranjeros no debían visibilizar a la “raza inferior”
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(Halperín Donghi, 2008). Años posteriores los líderes revolucionarios, en especial con la
asunción de Obregón durante la década del veinte, alzarían la bandera del mestizo como
actor revolucionario.
Las corrientes higienistas del porfirianato introducirían un paquete de técnicas en
materia de salud: vacunas, insumos y métodos de aislamiento y refugio para el individuo
enfermo o sano, respectivamente. Las consecuencias de una población enferma por una
epidemia o pandemia, en aquellos años las más comunes: la viruela, peste bubónica,
tuberculosis, fiebre amarilla, entre otras, causaría estragos en la economía (Carillo,
2002), sobre todo de las zonas rurales de las cual se extraía plata, azúcar y henequén
(Nercesian y Rostica, 2014).
Las potencias internacionales en la región, en este caso Estados Unidos, exigía al
país azteca aplicar todas las medidas preventivas y curativas para la población, si los
trabajadores estaban enfermos no servirían como mano de obra que les proveyeran de
materias primas. Pero esto no sólo sucedía en las zonas agrarias, en las instituciones
donde se aglomeraban contingentes de personas: cárceles, escuelas, iglesias, refugios de
huérfanos, cuarteles e incluso burdeles a los individuos se los vacunaba a la fuerza e
incluso eran secuestrados si se los hallaba enfermos. (Carillo, 2002).
Hacia finales del Siglo XIX la mayoría de las epidemias y endemias habían sido
erradicadas, sin embargo, la llegada del Siglo XX no sólo traería cambios sociales,
debido a la caída del Porfiriato y el comienzo del proceso revolucionario a partir de la
década del diez, sino una nueva preocupación en materia de salud pública: las
“enfermedades venéreas” (Carillo, 2002). Aunque a partir de 1904 se inaugurara la
Inspección de Sanidad que controlaba los burdeles (Estrada Urroz, 2007: 35) y además
las meretrices enfermas, que se pensaban principales propagadoras del “mal venéreo”,
fuesen encarceladas por las autoridades médicas muchas de ellas escapaban o lograban
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evadirse. Esto causaría la alerta sanitaria debido a las consecuencias que traería que “las
delincuentes” trasmitieran “el mal” a sus clientes y estos a la esposa decente, y después a
la futura prole.
La oleada de conflictividad que se alzaría luego de la década del diez no sólo
produciría un cambio político-social, sino médico-científico. No podemos establecer con
certezas durante los años de mayor conflictividad (1910-1920) los métodos de
prevención y curación, sin embargo, con seguridad podemos afirmar que entrada la
década del veinte, una vez que el proceso revolucionario se comenzaría a apaciguar,
penetrarían la corriente eugenistas en el país azteca.
Como bien afirma Saade Granados (2004) una vez introducida la eugenesia como
doctrina dentro del campo científico, el discurso de los médicos revolucionarios tuvo una
relación directa entre “raza” y “patria”, desde el cual se pensó en términos raciales que el
ideal mexicano era el mestizo, al igual que durante el gobierno de Porfirio Díaz, esto
demostraría una continuidad dentro del campo médico, pero ahora utilizado para afianzar
los lazos del proceso revolucionario.
Un claro síntoma de ello sería el debate en torno al certificado médico prenupcial
y su posterior sanción, que se instalaría con énfasis una vez entrada la década del veinte.
Como afirmaba el argentino Enrique Díaz Guijarro, doctor y abogado especialista en
derecho de familia:
“El código mejicano de 1928 estableció la obligatoriedad del certificado
prenupcial para ambos contrayentes, entre los requisitos previos a la celebración
de las nupcial. El art. 98, inc. 4°, impone la presentación de un “certificado
suscrito por un médico titulado que asegure, bajo protesta de decir verdad, que
los pretendientes, no padecen sífilis, tuberculosis, ni enfermedad alguna crónica e
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incurable que sea, además, contagiosa y hereditaria”. Se mantuvieron, así, los
principios del código sanitario de 1926, que tornó obligatorio el examen que era
facultativo en la anterior ley de relaciones familiares de 1917” (Díaz de Guijarro,
1944: 283)
Los médicos-militantes consideraban que la revolución social iba de la mano con
la revolución racial: el mestizo, la “raza” elegida, debía ser cuidada y procurar que se
reprodujera con su misma “especie”. Hacia 1931 se inauguraría la Sociedad Eugénica
Médica, con el fin de procurar la propaganda, gestión de proyectos y consultas para la
población. Entre sus lineamentos generales estaría el diagnóstico e investigación de las
“disgenias biológicas”: “enfermedades venéreas” y “taras sociales” hereditarias que
padecía la población sobre todo la sífilis que producía mal formaciones y ceguera en los
niños, la cual debía erradicarse en el “hombre nuevo” (Saade Granados, 2004).
El doctor Ramón Carrancá y Trujillo (1933) aseguraba que más allá de ciertas
divergencias posibles entre los colegas era imposible negar los beneficios del certificado
médico prenupcial para evitar que ciertos individuos enfermos se involucren con otros
sanos (Carrancá y Trujillo, 1933: 7). Y agregaba:
“Así como Pinard, el apóstol de la lactancia materna en Francia y a quien deben
la vida miles de niños, se imaginaba oír el grito de los bebés, sometidos a manos
mercenarias y azotados por la enfermedad, que parecía decir “¡Queremos la leche
de mamá!”, así también parece que esos miles de seres miserables, azotados por
las herencias morbosas, llenan de lacras y de taras, quisieran gritar con sus
escasas fuerzas: “¡Queremos padres sanos!” (Carrancá y Trujillo, 1933: 7)
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Las rupturas que se produjeron desde finales del Siglo XIX y principios del XX,
mostraron que a pesar de cambiar el escenario político-social e incluso médicocientífico, no era lo mismo el higienismo que la eugenesia, el tipo ideal de nativo que se
esperaba para la nación conservadora como revolucionara perduraba: el mestizo. En
ambos momentos históricos se estaba dejando atrás el pasado, colonial en el primer caso,
conservador en el segundo, sin embargo, la figura del nativo mestizo ya sea como
modernizador o como actor revolucionario con sus rasgos europeos perduraba, por sobre
la del indígena, habitante milenario de esas tierras sagradas.
3. La Cuna de la Eugenesia Latina
En la última etapa del Siglo XIX la sociedad peruana se encontraba devastada por
la salida de la guerra, casi un símbolo del largo período de dominio militar. No es
casualidad que en medio de dicha situación, la figura carismática de Nicolás Piérola
cautivara a los sectores populares, quienes lo ayudarían a hacerse en el poder. Muy
pronto el líder iniciaría un proceso de modernización a la vez que encausaría la economía
reactivando los sectores de la costa, junto con la ganadería y la minería. (Halperín
Donghi, 2008)
Pero como afirma Tulio Halperín Donghi (2008) se trataría de un “progreso
desigualmente distribuido” (Halperín Donghi, 2008: 348) lo que produciría rápidamente
descontento sobre todo de la población rural y los trabajadores que comenzarían a
organizarse. De manera precipitada, los mismos sectores que lo apoyaban, ahora se
pondrían en su contra, logrando Augusto Leguía hacia el año 1919 destituir de su cargo a
Piérola, y fundar la llamada Patria Nueva que perduraría hasta 1930 (Halperín Donghi,
2008)
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De “nueva” la patria prometida no tendría nada, por el contrario, sería una
continuidad de Piérola en el poder, afianzando los lazos con Estados Unidos, que ahora
no sólo influenciaba sobre la política económico-social, sino además en las novedades
científicas. En lo específico a la medicina la corriente eugenista negativa norteamericana,
con la aplicación en la mayoría de los estados de la esterilización de “los menos aptos”,
en especial de la población inmigrante, (Stern, 2006), llamaría la atención de los
especialistas peruanos quienes desde finales década del veinte y principios del treinta,
comenzaban a conformarse como una fuerte corriente que propagaría sus ideas por el
resto de Latinoamérica.
La preocupación principal que tenía la elite y los sectores intelectuales desde
finales del Siglo XIX, y ahora se sumaban los médicos eugénicos peruanos, era la
presencia del indio. Sus costumbres, creencias y sobre todo su forma de vida, mostraban
el pasado que se pretendía olvidar frente al presente que miraba a las potencias europeas
y a Norteamérica: el progreso. Por ello, no es casualidad que sostuvieran la creencia que
el hábito de ingesta de alcohol y mascado de coca “degeneraba la raza”. Como afirmaba
el doctor Abelardo Raymond:
“En el Perú, al tocar el problema racial, no puede pasar inadvertido el decadente
aspecto del indígena, que oculto en las serranías, platica con la coca y el alcohol.
Hasta ellos debe llegar la enseñanza de los peligros que encierra la toxicomanía y
las consecuencias de su difusión” (Raymond, 1939: 30)
Pero el indio no era el único que generaba molestias por ser causante de la
“degeneración de la raza”, la prostituta sería la otra incomodidad. Los galenos
consideraban que en los burdeles se expandían el “mal venéreo”, que luego los varones
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llevaban hasta el altar y al casarse con mujeres sanas, las enfermaban y estas a su vez a
la progenie, que arrastraba durante toda su vida con malformaciones. Sin embargo,
reconocían casos en los cuales eran las futuras esposas las que poseían una
enfermedad, muchas veces desconocida debido a que había sido heredada de sus
padres.
Según los especialistas, el error principal de los novios era contraer matrimonio
por amor o cariño, en vez de primero observar las condiciones eugénicas del otro
contrayente. Como explicaba el médico cirujano Hipólito Verástegui indignado ante el
sentimentalismo de la sociedad peruana:
“El cariño sigue el camino de la disgregación y sucumbe cuando el matrimonio
se realiza entre personas enfermas. Todo espíritu de sacrificio decae y fatalmente
se extingue, cuando la implacable realidad muestra un futuro sin esperanzas,
¿Cuál puede ser el destino de la descendencia, cuando enfermedades hereditarias
han envenenado su fuente? La emotividad y sentimentalismo, a la vez que el bajo
índice cultural son obstáculos que impiden el perfeccionamiento humano”
(Verástegui, 1945: 93)
Entre mediados de los años treinta y el transcurrir de los cuarenta sería el apogeo
de la eugenesia peruana: conferencias, congresos y reuniones a nivel nacional e
internacional se dieron sede en el país inca: el Día Antivenéreo sería símbolo de ello.
La celebración se realizo el 4 de Septiembre de 1938 en Lima, en la cual participaron
destacados médicos, intelectuales y autoridades estatales que abogaban por leyes para
el bien de la salud y la raza. El festejo había nacido en Argentina en 1936 impulsado
por la Liga Argentina de Profilaxis Social, luego se expandiría a la vez que se unía a
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los países latinos. Hacia 1938 Brasil, Uruguay, Bolivia, Chile, Venezuela, entre otros
realizaban los festejos y proclamaban la erradicación de los “males venéreos”
(Miranda, 2014: 292-293)
En lo que hacía al país inca, la reunión permitió discutir en materia de salud
pública la situación que vivía el pueblo peruano haciendo énfasis en la necesidad del
certificado médico prenupcial (Díaz de Quijarro, 1944: 289). No es casual que al año
siguiente se realizara La Primera Jornada Peruana de Eugenesia, que sentaría las
premisas del certificado prenupcial en base al certificado de salud previo al matrimonio
que había sido sancionado en 1931. Según los especialistas el mismo estaba
incompleto por varias razones, no sólo no especificaba los casos de “enfermedades
venéreas” porque se trataba de un examen general de salud, sino además, podía
suplantarse por una declaración jurada. Los galenos exigían una nueva sanción que
tornara la obligatoriedad del certificado médico prenupcial sin excepciones de ningún
tipo (Díaz de Quijarro, 1944: 285- 289)
Más allá de los esfuerzos por modificar la vieja ley, para promulgar una nueva
que estuviese más cercana al certificado médico que a la declaración jurada, al menos
hasta la primera mitad del Siglo XX no fue posible. Es por ello, que los médicos se
encargaron de lanzar campañas de educación y profilaxis, instalar consultorios
prenupciales gratuitos e intentar por todos los medios que la eugenesia llegara a la
población y fuera incorporada como costumbre.
A modo de conclusión
Las discusiones en los países que examinamos desde finales del Siglo XIX y
principios del XX, muestran sus particularidades pero también entretejen conexiones
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las cuales visualizan un clima de época, pensamiento que penetra las instituciones,
pero sobre todo, una concepción de la sociedad que se esperaba para el futuro: “niños
sanos y fuertes”. Una prole que no fuese una “carga familiar (privada) ni social
(pública)”, por ello la lucha ante las llamadas “taras hereditarias”. Es así que se
construyó en el imaginario regional a dos enemigo: la prostituta que “disparcía su
indecencia”; y el indio/indígena que debido a sus “malos hábitos” atrasaba el proceso
de modernización y progreso.
El higienismo, la puericultura, la homicultura cubana, y sobre todo la eugenesia,
no aparecen por azar, sino precisamente para legitimar los procesos políticos que los
médicos diagramaban en su “ingeniería humana”, con fines económicos y “raciales”,
inspirados en que determinadas características físicas y psíquicas serían de mayor
beneficio que otras. El examen médico prenupcial fue parte de esa legitimación.
Los galenos estaban convencidos que “estar saludable” era el requisito, porque
significaba que los futuros padres no padecieran “enfermedades venéreas”, principal
causa de abortos espontáneos en las embrazadas, recién nacidos con mal formaciones,
ceguera y parálisis, sin embargo, había otras enfermedades que causaban trastornos de
igual magnitud como la lepra, la turbeculosis e incluso las enfermedades mentales.
Entonces ¿Por qué tanto énfasis en que el certificado médico prenupcial se sancionara
y develara sólo las “enfermedades venéreas”?
En esta primera aproximación pareciera dejarse entrever que el “mal venéreo”
desnudaba la doble moralidad reinante, en la cual los varones recurrían a los burdeles
para “saciar el deseo” con “mujeres públicas” debido a que sus novias/esposas estaban
asignadas para el “rol de esposa-madre”. Cuando la “enfermedad venérea” se
manifestaba la hipocresía moral se develaba, entraba en tensión la costumbre con los
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nuevos hábitos saludables de la profilaxis y la educación, y con ello lo público frente a
lo privado.
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