CHARLES BAUDELAIRE: información general. Charles Baudelaire es un poeta francés nacido en 1821, lo que lo ubica en un siglo convulsionado políticamente (tras la Revolución Francesa, de 1789) y de gran heterogeneidad en lo literario. Comienza el siglo XIX con un breve renacimiento clásico que dura hasta 1915, aproximadamente, al mismo tiempo que se da un pre-romanticismo sin excesiva conciencia de su originalidad literaria, con autores como Chateaubriand y Madame de Stäel. Distintos movimientos literarios se suceden a partir de ahí, como el romanticismo, parnasianismo y simbolismo, que veremos a continuación. Es una época de consolidación del poder de la burguesía, en su mayoría representada por una clase conservadora, no liberal. Las ciencias tienen grandes avances, y la vida toda sufre un proceso de politización, lo que incluye a la literatura. Por otra parte, comienza a verse a la obra literaria como mercancía, por ejemplo, en la publicación de “novelas por entregas”: aparecía un capítulo por vez, en periódicos o revistas, como forma de “atrapar” al lector y llevarlo a seguir comprando dicha publicación para continuar la lectura de la obra. De acuerdo a su ubicación temporal, podríamos clasificar a Baudelaire como poeta postromántico: se ha dicho de él que es el último de los poetas románticos y el primero de los modernos. ROMANTICISMO La palabra “romanticismo” puede entenderse en más de un sentido. Por un lado, se refiere a un estado de sensibilidad y jerarquización de los sentimientos. Por otro, alude a un fenómeno artístico concreto: es en este sentido que la utilizaremos aquí. Su nombre viene del francés medieval, donde “roman” es un relato de aventuras, o tal vez también del adjetivo inglés “romantic”, que calificaba a cierto tipo de cuadros campestres, con paisajes crepusculares o nocturnos, de carácter marcadamente melancólico. El primer autor que utiliza esta palabra con el sentido que le damos actualmente fue Juan Jacobo Rousseau, en “Ensoñaciones de un paseante solitario”. El Romanticismo es un vasto movimiento de la cultura europea que se inicia en los países nórdicos y progresa hacia el sur y el Mediterráneo, abarcando casi un siglo y medio, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta el siglo XIX, y su influencia perdura, en algunos aspectos, hasta nuestros días.. Se trata de un movimiento de carácter subjetivo señalado por la presencia del individualismo exaltado que gesta el predominio de lo lírico, movimiento que rechaza las prescripciones académicas o las normas tradicionales en el nombre de la más absoluta libertad en el arte. Se habla de un “estremecimiento metafísico” para referirse a la inquietud y angustia por los grandes misterios del ser que atormentan al individuo. Hay también un desequilibrio entre la vida y el sueño, ya que el romántico desprecia la realidad del mundo para refugiarse en mundos soñados. Al desechar la razón el romántico descubre lo irracional, lo que no está sujeto al dominio consiente, por eso se abandona al momento, a lo casual, a los estados de ensueño y éxtasis, esperando siempre que del caos surja milagrosamente la luz. De ahí el gusto por lo tenebroso, lo nocturno, lo grotesco, o fantasmal y hasta lo patológico y perverso. Si el hombre clásico pudo decir “la belleza es la verdad” el romántico dirá “la verdad es la belleza”. El Romanticismo francés se define alrededor de 1800, cuando ya Alemania, por ejemplo, había dado mucho de su mejor producción romántica, con Goethe y Schiller, creadores del Sturm Und Drang (“tormenta y pasión”), considerado un movimiento pre-romántico. Estos autores reaccionaron contra la imitación de lo clásico, contra un arte poco natural, cargado de reglas, y contra la búsqueda de lo racional, lo equilibrado, lo moderado. En Francia, ya Diderot y Rousseau habían postulado su exaltación de la sensibilidad, el retorno a la naturaleza, la importancia de la subjetividad en el arte, el gusto por la tradición y el folklore nacional. Dentro del Romanticismo francés se definen tres etapas: 1) la iniciación, dominada por las figuras de Chateaubriand y Madame de Stäel y por la formación de toda una sensibilidad colectiva que se denominó “el mal del siglo” (1800-1820). 2) la época de desarrollo fundamentalmente intelectual y teórico, donde se libra la “batalla romántica” (hasta 1830). 3) la época de realizaciones y de aceptación (hasta 1840), donde el movimiento parece desintegrarse como tal, surgiendo de su seno distintas corrientes: un romanticismo lírico y místico, que originará el simbolismo, un romanticismo orientado hacia la belleza formal y el pintoresquismo, que originará el parnasianismo, y un romanticismo de contenido social que culminará en la novela histórica y naturalista. Se ha dicho que todo el Romanticismo es una revolución artística, paralela a la revolución política de 1789. De alguna forma, la sensibilidad romántica se conecta con el llamado “mal del siglo”: la melancolía, el pesimismo. El Romanticismo presenta una serie de características íntimamente relacionadas unas con otras y que se condicionan entre ellas. INDIVIDUALISMO El hombre romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto a los demás, y afirma constantemente ese “yo” frente a lo que le rodea. En algunos casos llega a sentirse superior a todo lo otro: exalta su propia sensibilidad, sus emociones, su genio, pero también su desgracia o su infelicidad. Esto lo lleva al aislamiento y la soledad típicas de los románticos. Desengaño: el choque entre el yo romántico y la realidad que no da satisfacción a sus anhelos e ideales produce en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío vitales que lo llevan a un violento enfrentamiento con el mundo y a rebelarse contra todas las normas morales, sociales, políticas y religiosas. Egocentrismo: todo va a girar alrededor del yo, por lo tanto frecuentemente habla el romántico en primera persona, a menudo protestando por la incomprensión de su sociedad, por el desconocimiento de su genio individual, etc... Populismo: se revalorizan los elementos populares, como la música, el canto, las narraciones del pueblo. Se busca conocer lo que tiene de particular y específico el espíritu de cada nación. De ahí su obsesión por buscar las raíces de cada pueblo en su literatura y su cultura. Hay una exaltación de la libertad; sólo en libertad se alcanza la plenitud. Un poeta español del siglo XIX, Larra, afirma: “libertad en la literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época”. En el arte, la libertad está vinculada con lo formal, la negación a dejarse limitar por reglas prefijadas. En la vida cotidiana, tiene que ver con un estilo libre y desprejuiciado de vivir, conocido en general como “bohemio”. En lo nacional, a veces se relacionó con actitudes patrióticas, como en España o Italia. SUBJETIVISMO Frente a la razón se levanta la bandera del sentimiento, de ahí la importancia de emociones, sueños y fantasías. El hombre romántico profundiza minuciosamente en sí mismo o en sus personajes. Su actitud de búsqueda interior lo lleva a descuidar el mundo que lo rodea y refugiarse en lugares solitarios. El gusto por la soledad se convierte en uno de los temas románticos por excelencia. Esto justifica la preferencia por lugares solitarios, como castillos, cementerios, espacios apartados y recónditos. La soledad del hombre romántico nace también de su individualismo, de la afirmación de su yo; en este sentido la soledad produce también dolor y lo lleva a ansiar la integración, la comprensión de los otros, el amor. Irracionalismo: se niega que la razón pueda explicar por completo la realidad. Se abandona la idea de que existan verdades fijas e inmutables que puedan ser descubiertas. Este rechazo por la razón y lo racional explica la preferencia de los románticos por lo sobrenatural, lo mágico y lo misterioso. Tal vez ligado a esto se produce un retorno a la religiosidad. LA NATURALEZA Frente a la Naturaleza artificiosa del Neoclasicismo, el artista romántico representa la naturaleza en forma dramática, en movimiento, con preferencia por la ambientación nocturna. Opone al orden, a la mesura y la armonía neoclásicas, el desorden y la falta de proporción. La Naturaleza se identifica con los estados de ánimo del creador, es como una proyección de sus sentimientos y a la vez está por encima de todo, lo que deja traslucir cierta concepción panteísta del universo. EVASIÓN Para escapar de ese mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por escapar de la realidad inmediata que no le gusta. Esa evasión puede conducirlo a épocas pretéritas, como la Edad Media, o a lugares lejanos y exóticos, como Oriente o América. La fantasía funciona siempre como forma de evasión de la realidad para el hombre romántico. EL MAL DEL SIGLO El romántico es por naturaleza alguien inseguro e insatisfecho, lo que da lugar a una desazón vital. Se habló del “mal del siglo” para referirse a ese estado de ánimo propio de los románticos, compuesto por melancolía, tedio de vivir, insatisfacción, desconsuelo. A veces esto constituía una postura, con más de fingido que de auténtico, como una especie de moda. Tales son, en un breve acercamiento, las principales características del Romanticismo. Veamos ahora la relación de Baudelaire con el mismo. BAUDELAIRE Y EL ROMANTICISMO Si bien Baudelaire toma del Romanticismo muchos de sus temas más importantes, difiere de él porque en su obra estos temas adquieren una condensación y una intensidad que los transforma, en ocasiones, radicalmente. Los sentimientos más clásicos de los románticos fueron la soledad y la melancolía. En Baudelaire se transformarán en tedio, hastío, spleen, un sentimiento más radical, que incluye el asco de sí mismo y que implica una inmóvil e impotente desesperación. “Lo que siento es un descorazonamiento, una sensación de aislamiento insoportable, un miedo perpetuo a una desgracia vaga, una desconfianza completa de mis fuerzas, una ausencia total de deseo, una imposibilidad de descubrir distracción alguna, me pregunto sin cesar para qué esto, para qué aquello, ese es el verdadero espíritu del spleen, no me acuerdo de haber caído nunca tan bajo ni de haberme arrastrado tanto tiempo en el hastío” (Baudelaire, 1856). Si de acuerdo al gusto romántico predominaba una naturaleza espontánea y salvaje, en Baudelaire aparece distorsionada, contaminada, deformada y artificial. Es la naturaleza ciudadana, el producto de la técnica y la civilización; en otros casos surgirá la descomposición, la enfermedad y la muerte, como en “Una carroña”. En cuanto a la concepción del poeta, para Baudelaire no es ya un vidente seguro de sí, de misión divina, sino un testigo del dolor y la dignidad humana en medio de los llantos. Baudelaire se asoma a la literatura del siglo XIX cuando se produce el triunfo de la doctrina romántica pero también asiste a la desintegración del movimiento en función del Simbolismo, Parnasianismo y Naturalismo. “Las flores del mal” se publican en el período en el que surgen las obras poéticas más maduras del movimiento y aparece en él un romántico moribundo, la conciencia crítica más profunda del romanticismo. La melancolía se convierte en angustia, la irritación de la emocionalidad se vuelve un “estremecimiento nuevo”, como dijera Víctor Hugo. Su poesía se hace filosófica y plantea al hombre debatiéndose en la disyuntiva entre el bien y el mal. Dirá el poeta: “hay en todo hombre, a toda hora, dos postulaciones simultáneas, una hacia Dios, la otra hacia Satán. La invocación a Dios, o espiritualidad, es un deseo de subir de grado; la de Satán o animalidad es una alegría de descender”. Se considera a Baudelaire un romántico cuando renueva y usa la imagen poética y la metáfora, cuando cultiva lo exuberante y lo enfático, pero es anti-romántico cuando se resiste frente a todo lo emocional y sentimental, frente a todo lo bonito y fácilmente agradable. PARNASIANISMO Entre 1860 y 1870 hay una reacción al Romanticismo de corte sentimental, confesional, que tiene a Teófilo Gautier como su principal representante: el Parnasianismo, nombre que deriva del mítico monte Parnaso de los griegos, donde habitaban las Musas, deidades protectoras de las artes. Cultores de la doctrina de “el arte por el arte mismo”, los poetas parnasianos expresarán sus ideas en revistas de corta existencia. La doctrina del arte por el arte era expresada por Gautier cuando afirmaba que “el arte es inútil en el sentido de que no presta ninguna utilidad. El poeta, artista por excelencia, es libre, dueño de su fantasía, y su obra no cumple ninguna función social. El arte no es un medio, sino un fin en sí mismo.” Se trata de un movimiento poético típicamente francés, que procura la objetividad, la impersonalidad. No es intimista, reacciona contra el romanticismo confesional y postula la abolición del yo en la poesía. Se trata de una poesía minuciosa, laboriosamente trabajada, donde lo formal cobra gran importancia. Se busca la belleza como un fin en sí misma, sin compromisos sentimentales, intelectuales, políticos o religiosos. Quieren tratar al verso con prudencia y paciencia, como el escultor al mármol. Si el vínculo del Simbolismo con la Música es evidente, en el caso del Parnasianismo el vínculo se establece con las artes plásticas en general y con la escultura en particular. Algunos de los principales poetas parnasianos son Leconte de Lisle, Teodoro de Banville y Catulle Mendez, además de Gautier. Muchos de ellos fueron conocidos a través de una antología de poetas llamada “El Parnaso contemporáneo”, de 1866, que incluso tenía poemas de Baudelaire. Esta corriente está presente en “Las flores del mal” en su sentido del misterio, el poder de encantamiento de sus versos, su absorbente culto a la belleza, la cercanía con la plástica y la pintura y la tendencia a no expresar sentimientos en primera persona. SIMBOLISMO El simbolismo fue un movimiento literario que se desarrolló fundamentalmente en París, en las dos últimas décadas del siglo XIX, y congregó a importantes artistas de distintos países europeos. Para algunoss autores es sólo un post romanticismo, pero son bastante diferentes. El simbolismo incorpora elementos modernistas y decadentistas para construir su estética, y plantea una postura contraria a los nacionalismos literarios. Habrá de mostrar a los poetas de fin de siglo y de principios del siglo XX un universo sobrenatural, de misterio, desconocido para los profanos, que sólo lo pueden vislumbrar a través de los poetas “videntes”. El principal representante de esta corriente, el poeta Stephen Mallarmé, dirá en 1862: “toda cosa sagrada que quiere mantenerse se envuelve en el misterio”. El simbolista no busca expresar la realidad, sino trascenderla. El mundo real es símbolo de otra cosa que está más allá de lo sensible. Se aplica el idealismo filosófico a la literatura: cada cosa es un símbolo, manifestación de algo oculto. Los objetos están vinculados, a pesar de sus múltiples apariencias, por ecos, analogías, correspondencias. El poeta es quien debe relacionar esos dos mundos: el sensible y el trascendente. Como antecedente del Simbolismo, en el poema “Correspondencias” de Baudelaire se plantea la unidad de la creación, la corresponencia entre el mundo espiritual y el material por medio de símbolos que conforman una analogía universal. Los simbolistas tienen una gran preocupación por el lenguaje, y su influencia será decisiva en el siglo XX, aun entre aquellos que reaccionaron contra ellos. Formalmente, la suya es una poesía que explorará la sonoridad del verso, pues “la poesía es música ante todo”. Por ello la palabra habrá de tener un valor mágico, pues a través de ella se aprehende la realidad y se la devela. El Simbolismo significó una revolución en la versificación, que habría de culminar en el verso libre. Baudelaire se encuentra entre los precursores del Simbolismo, aquellos que de alguna manera posibilitaron su surgimiento, aunque sin integrarlo. Son similares su uso del símbolo poético, la sugestión musical de sus versos y su sentido del misterio, que plantea al poema como un enigma cuya llave debe encontrar el lector. Otras características simbolistas son la búsqueda de la melodía, la renovación del vocabulario, la liberación de las palabras de la lógica prosaica. El poeta debe hablar del efecto y no de la cosa en sí: “el verso no debe componerse de palabras, sino de intenciones, y todas las palabras se borrarán ante la sensación”. “Nombrar un objeto es suprimir las tres cuartas partes del placer del poema, que consiste en la felicidad de volverse tal poco a poco; sugerir, he ahí el sueño”. Se busca proceder por analogías, lo que está ligado a la búsqueda de correspondencias ya mencionada. El poeta recibe infinidad de palabras y de imágenes que le dictan espontáneamente su imaginación o el mundo exterior. Hay que combinarlas entre sí y hacerles surgir sus analogías. Algunos simbolistas fueron vistos como los “poetas malditos”, por su humor frío y cruel, su uso del terror como recurso literario y su gusto por lo fantástico, lo esotérico, lo metafísico. La poesía sería como un puente al conocimiento metafísico. Los principales poetas simbolistas fueron Mallarmé, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. “LAS FLORES DEL MAL” Baudelaire no pertenece en particular a una sola de las corrientes antes desarrolladas: él se anticipa a su tiempo, a la vez pertenece a él y lo supera, y resulta por esencia indefinible, imposible de encasillar en una corriente o movimiento determinado. Su poesía es la base para la poesía de todo el siglo XX, y por ello estudiaremos algunos aspectos de su obra más importante. Publicada en 1857, esta obra tuvo como antecedente la publicación en 1851 de once poemas del autor en un periódico, bajo el título “Los limbos”, que sería el primitivo nombre de “Las flores del mal”. Con este último título se publicaría en 1855 un conjunto de dieciocho poemas, en una revista. La obra está dedicada a Gautier, y de inmediato suscitó el escándalo por su temática, a tal punto que la justicia inculpó a Baudelaire de atentado a la moral pública y la edición fue requisada. En 1861 aparece la segunda edición, con 35 poemas nuevos y la estructura definitiva que a partir de ahí conservará. Baudelaire al principio concibió a la obra dividida en tres partes que sumaran cien poemas, en evidente relación con la “Divina comedia”, pero luego modificó esto, si bien insiste en que se trata de un todo orgánico, no la simple suma de sus partes. No son los suyos poemas para la mayoría de los lectores, ni alcanzaron gran difusión hasta el siglo XX. Su temática es en general ciudadana, es una poesía de corte filosófico, muchas veces hermética en sus contenidos. Este libro está estructurado de modo tal que cada composición vale por sí misma, pero además por su relación con el conjunto. Según Banville: “Desde el punto de vista del arte y de la sensación estética, perderían mucho al no ser leídos en el orden que el poeta, que sabe lo que hace, los ha colocado”. La obra está dividida en seis secciones: 1) SPLEEN E IDEAL: es la más extensa y expresa la condición humana de Baudelaire. El poeta, a través del amor y del tedio, llega a la conciencia en el mal. 2) CUADROS PARISINOS: el poeta contempla la ciudad y sus habitantes, deja de ser el hurgador de sí mismo para adoptar la condición de testigo de las calles de París, descubre en el exterior el reflejo del problema esencial de la condición humana: el mal. 3) EL VINO: es un intento de huída a los paraísos artificiales que no puede conducir sino al fracaso. 4) LAS FLORES DEL MAL son doce poemas, que se constituyen en los apóstoles del mal. 5) REBELIÓN: después de haber optado por el mal, el poeta ha optado por el jefe del mal: el Diablo. 6) LA MUERTE: Muerte de los protagonistas y comienzo del gran viaje más allá de la vida, hacia lo nuevo.