LA DESERTIZACIÓN EN BRASIL La desertización no es un problema reciente. Mientras tanto, este tema solamente fue reconocido como de importancia por la comunidad internacional cuando, en el inicio de los años 70, más de 200.000 personas murieron de hambre como consecuencia de una gran sequía en la región localizada al sur del desierto del Sahara. En 1977 se realizó en Nairobi (Kenia), la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas para el Combate a la Desertización, donde se fijaron las líneas del Plan de Acción de Combate a la Desertización PACD, que tenía como objetivo desarrollar acciones en un ámbito mundial. Sin embargo, los avances obtenidos fueron extremamente modestos. En 1992, dentro del amplio fórum de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, y teniendo como punto de partida los debates mantenidos en la Conferencia Internacional sobre Cambios Climáticos y Desarrollo Sostenible en el Semiárido, realizada en el estado de Ceará en enero del mismo año, se fijaron las bases de negociación para la realización de una Convención Internacional sobre el tema, lo que fue propuesto a la Asamblea General de la ONU. Resultando la propuesta aprobada por la Asamblea General, a partir de enero de 1993 hasta el día 17 de junio de 1994, fecha en que finalizó, se negociaron los términos de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Combate a la Desertificación, que entró en vigor el 26 de diciembre de 1996, después de la ratificación de más de 50 países. Actualmente, son más de 100 los países signatarios de la Convención. Ese esfuerzo reconoce que la cuestión de la desertización es un serio problema mundial, estableciéndose compromisos en varios niveles para la mitigación de los efectos de este fenómeno. El propio documento resultante de la Conferencia de Río, el Programa 21, en su capítulo 12, establece una definición del término desertización, como "la degradación de la tierra en las regiones áridas, semiáridas y sub-húmedas secas, resultante de varios factores, entre ellos las variaciones climáticas y las actividades humanas". Por degradación de la tierra se comprende la degradación de los suelos, de los recursos hídricos, de la vegetación y la reducción de la calidad de vida de las poblaciones afectadas. En la mira de aplicación de la Convención de las Naciones Unidas para el Combate a la Desertización, las áreas susceptibles a la desertización son las de clima árido, semiárido y sub-húmedo seco. Esos modelos climáticos, en el ámbito de la cuestión de la desertifación, se determinan de acuerdo con el índice de aridez, metodología desarrollada por Thornthwaite (1941) y adoptada para el establecimiento de las áreas susceptivas y para la elaboración del Atlas Mundial de la Desertización, publicado por el PNUMA. Este índice se define como la razón entre la cantidad de agua proveniente de la lluvia y la evapotranspiración potencial, o sea la perdida máxima posible de agua a través de la evaporación y transpiración, determinando las siguientes categorías: Hiper-árido Árido Semiárido Sub-húmedo seco Sub-húmedo húmedo <0,03 0,03 - 0,20 0,21-0,51 0,51-0,65 >0,65 Las áreas susceptibles a la desertización corresponden a más del 30% de la superficie del planeta, en donde viven más de mil millones de personas. En Brasil, las áreas susceptibles son aquellas que corresponden a las regiones semiárida y sub-húmeda seca, localizadas en su gran mayoría en la Región Nordeste y en el norte del Estado de Minas Gerais, totalizando cerca de 950.000 km² . La región semiárida brasileña se caracteriza por una evapotranspiración elevada, debido a los períodos de sequía, suelos de poca profundidad, alta salinidad, baja fertilidad y reducida capacidad de retención de agua, lo que limita su potencial productivo. Además de lo dicho anteriormente, el proceso de desertización se ve intensificado por la pobreza, y viceversa. En esta región donde vive el 42% de la población del Nordeste (17.842.787 habitantes, de acuerdo con el censo de 1991) se constatan los indicadores sociales más alarmantes de Brasil. Datos del MMA indican que una área de 181.000 km² en la región semiárida está seriamente comprometida por el proceso de desertización, con la generación de impactos difusos, alcanzando diferentes niveles de degradación de los suelos, de la vegetación y de los recursos hídricos; y concentrada en pequeñas áreas, con intensa degradación de los recursos y produciendo profundos daños. Esas áreas más afectadas, denominadas núcleos desertizados, se identificaron inicialmente en cuatro localidades: Gilbués-PI, Iraçuba-CE, SeridóRN/PB y Cabrobó-PE, totalizando 15.000 km ² . La desertización provoca tres tipos de impactos, relacionados entre sí: ambiental, social y económico. Los impactos ambientales corresponden a la destrucción de la fauna y flora, reducción significativa de la disponibilidad de los recursos hídricos (asesoramiento de ríos y embalses) y pérdida física y química de los suelos. Esos impactos ambientales generan una pérdida considerable de la capacidad productiva, provocando cambios sociales (como las migraciones) que desestructuran las familias y acarrean serios impactos en las zonas urbanas, para donde se desplazan las personas en busca de mejores condiciones de vida. Las consecuencias económicas de esos impactos también resultan importantes. Según la metodología adoptada por la ONU, los perjuicios causados por la desertización corresponden a 250 US$ por hectárea en áreas irrigadas, 40 US$ por hectárea en áreas de agricultura de secano y 7,00 US$ por hectárea en áreas de pastizales. De acuerdo con el diagnóstico del MMA, las pérdidas económicas pueden llegar a 800 millones de US$ por año debido a la desertización y los costos de recuperación de las áreas más afectadas se estimaron en 2 mil millones de US$ durante un período de 20 años. Brasil, conforme prevé la Convención de las Naciones Unidas de Combate a la Desertización, está preparando un Plan Nacional de Combate a la Desertización, en el cual deberán indicarse los instrumentos legales, institucionales, económicos, financieros e informativos para hacer viables las políticas y programas para combatir el problema. Es importante resaltar que, en Brasil, las áreas susceptibles a la grave degradación de los suelos, de los recursos hídricos, de la vegetación y la reducción de la calidad de vida de las poblaciones afectadas, no se limitan a las regiones semiárida o semi-húmeda seca. En otras partes del país se han identificado procesos de degradación de las tierras, como en Rio Grande do Sul (especialmente en Alegrete), Paraná, São Paulo y Rondonia. Una situación preocupante de degradación es la de la región del cerrado brasileño (tipo sabana), pues el suelo es de naturaleza frágil, formado por arena cuarzonita. Aunque la vegetación compense la fragilidad del ecosistema, manteniendo una pequeña capa de suelo fértil, con las frecuentes quemas prescritas y con la acción del ganado, que consume todos los brotes, la tierra se debilita y la camada de tierra productiva cede lugar a la arena. Mientras tanto, esas arenas no se encuadran dentro del concepto de desertización de acuerdo con la metodología de las Naciones Unidas. http://www.mct.gov.br/clima/espan/comunic_old/desert.htm