Daniel Sánchez Delfín Hermenéutica Pedagógica 1703 Nietzsche: Apolo y Dionisio (la sin-razón) en la formación humana. Empezar a leer las propuesta que Nietzsche plantea es fue un tanto difícil pero a la vez intrigante. La palabra formación en un sentido inmediato, denota la forma y construcción de algo, es decir, de una figura. Pero en su caso más profundo y desde lo pedagógico y filosófico, la formación se refiere a la adquisición de una cultura, de valores, de habilidades sociales y adaptativas, de emociones, de sentido a la vida. Nietzsche habla acerca de un eterno retorno y una voluntad de poder, ambos conceptos está unidos en tanto que uno complementa al otro para poder ser. El eterno retorno es estar en constante movimiento, es crearse a sí y destruirse a sí para poder llegar a una transformación; es una lucha constante de rupturas ya sea emocionales, cognitivas o de paradigmas, el retornar para consigo es una oportunidad más para seguir transformándose. La voluntad de poder es en sí un impacto básico de nuestros impulsos, es la fuerza que produce un constante movimiento, Nietzsche los define como “… única fuente universal: la voluntad de vivir, verdadero sustento del devenir eterno del universo, la naturaleza y el hombre.” De igual forma, habla de un superhombre, aquel que tiene como finalidad la creación de hombres extraordinarios y que se desarrollen más hombres siempre más avanzados. En sí, el superhombre cumple con una serie de sacrificios, esfuerzos y sufrimientos decididos para su trascender, para dejar una huella en la historia; el superhombre ve al Otro, lo toma y lo encarna en acciones y valores. El superhombre es aquel que con la voluntad del poder trasciende a un cambio constante, a un movimiento infinito para consigo y para con su entorno, desde lo apolíneo y lo dionisíaco, pilares de una formación humana. Daniel Sánchez Delfín Hermenéutica Pedagógica 1703 Apolo y Dionisio, eran dos dioses de Grecia, siendo el primero el dios del sol, símbolo de la sabiduría, de la belleza y de la intelectualidad; y Dionisio, dios del goce y disfrute. Ambos fueron fuerzas fundamentales para la construcción del arte helénico, dando origen a la tragedia griega, pasando a ser así, símbolos de la sinrazón. La tragedia, era una forma de enseñanza dónde “(…) convivían el lenguaje simbólico del mito (sin-razón) y el discurso lógico, con ella el griego antiguo había logrado superar los horrores de la existencia mediante el ensueño del arte apolíneo y la embriaguez del arte dionisíaco, (…)” La tragedia griega configuraba el carácter terrorífico de la existencia y la posibilidad de trascender por medio de los valores de la sin-razón, Apolo y Dionisio, complementos de la humanización del hombre. Es aquí donde se unen los puntos entre la formación del hombre y los valores de la sin-razón, pues estos posibilitan la trascendencia en la vida. La unión de éstos, consiste en hacer una experiencia de los sufrimientos y las alegrías una escuela de formación donde se educaban para la vida en sí por medio de los valores no racionales y racionales del sujeto. “Es sumamente importante constatar la vida con todos sus momentos, pero no únicamente para sufrir o gozar sin sentido alguno, sino para aprender lo que cada momento representa.” Poder acercarme a éste filósofo por primera vez, me hace pensar en lo mucho que me falta por leer, experimentar y sentir. Considero que este primer contacto con Nietzsche, si bien no constituye una pauta en mi vida, si mueve mis principios e incluso me cuestiona, ya no de mi práctica como artista o como pedagogo, si no como persona, como ser. Rescatar los conceptos y los valores de la sin-razón y poder aplicarlos en la vida, en mi vida, sería un tanto apresurado pero sí sería poco ético (y me es imperativo) el poder atenderlos dentro de lo que hago, de lo que soy. El eterno retorno cuestionó mi ser, y mi práctica como artistas. ¿Qué hago yo con mi arte?, ¿Cómo trasciendo con ella?, ¿Para qué hago arte?