ENTREVISTA Y SUGESTIONES INDIRECTAS: ENTRENAMIENTO COMUNICATIVO PARA JÓVENES PSICOTERAPEUTAS Begoña Rojí y Raúl Cabestrero 1 INDICE INDICE INTRODUCCIÓN: La comunicación y el cambio de actitudes en psicoterapia Primera Parte: La entrevista psicoterapéutica 1. Conceptos básicos 1.1.1. Una teoría clínica de la comunicación humana 1.1.2. La entrevista en psicoterapia 1.1.3. Escala de evaluación de intervención de los entrevistadores 2. Lo no verbal 2.1. Inventario de comunicación no verbal durante la entrevista terapéutica 2.2. Ejercicios: A) De papel y lápiz B) Ensayos conductuales 2.3. Soluciones 3. Lo verbal 3.1. Saber escuchar 3.1.1. Ejercicios: De papel y lápiz 3.1.2. Soluciones 3.2. Saber preguntar 3.2.1. Ejercicios: De papel y lápiz 3.2.3. Soluciones 3.3. El enfoque 3.3.1. Ejercicios: De papel y lápiz 3.3.2. Soluciones 4. Las técnicas verbales 4.1. Técnicas no directivas 4.1.1. Clarificación 4.1.2. Paráfrasis 4.1.3. Reflejo 4.1.4. Resumen 4.1.5. Autorrevelación 4.1.6. Inmediatez 4.1.7. Ejercicios A) De papel y lápiz B) Ensayos conductuales 4.1.8. Soluciones 4.2. Técnicas directivas 4.1.1. Sondeo 4.1.2. Afirmación de la capacidad 2 4.1.3. 4.1.4. 4.1.5. 4.1.6. 4.1.7. 4.1.8. Confrontación Interpretación Instrucciones Encuadre Información Ejercicios A) De papel y lápiz B) Ensayos conductuales 4.1.9. Soluciones 5. La interacción 5.1. Percepción interpersonal 5.1.1. Autoimagen 5.1.2. Expectativas 5.1.3. Valores 5.1.4. El sexo y la raza 5.2. Dimensiones de la interacción 5 .2.1. La dimensión afectiva 5.2.1.1. Calidez o aceptación incondicional 5.2.1.2. Empatía 5.2.1.3. Autenticidad 5.2.2. La dimensión jerárquica 5.3. Profundidad de la interacción terapéutica 5.4. Ejercicios A) De papel y lápiz B) Ensayos conductuales 5.5. Soluciones 6. El proceso 6.1. Control y evitación del control de una relación 6.1.1. Control del contenido de la comunicación verbal 6.1.2. Instrucciones 6.1.3. Modelado 6.1.4. Condicionamiento verbal 6.2. Concepto de estructura 6.2.1. Directividad/No directividad 6.2.2. Nivel de actividad 6.2.3. Especificidad/Ambigüedad 6.3. Desarrollo de la comunicación terapéutica 6.3.1. Autorrevelación y resistencia 6.3.2. Comunicación de emociones 6.3.3. Comunicación de emociones penosas 6.3.4. Comunicación de emociones gratas 6.4. Ejercicios A) De papel y lápiz B) Ensayos conductuales 6.5. Soluciones 3 7. Las etapas 7.1.Primera etapa o etapa inicial 7.2.Segunda etapa o fase intermedia 7.3.Tercera etapa o fase final 7.4.Ejercicios: Ensayos conductuales Segunda Parte: Sugestiones indirectas 8. ¿Qué son las sugestiones indirectas? 9. Patrones lingüísticos de las sugestiones indirectas. 9.1. Implicaciones-Presuposiciones 91.1. El prerrequisito implicado 9.2. Salpicadura 9.3. Lenguaje Metafórico: Cuentos, Parábolas, Chistes, Acertijos, Analogía Y Metáforas 9.3.1. Los cuentos y las parábolas 9.3.2. Los chistes 9.3.3. Acertijos 9.3.4. Analogías y metáforas 9.4. Reencuadre- Redefinición-Desencuadre 9.5. Truismos 9.6. Emplear el Sistema Representacional del Paciente 9.7. Acompasamiento-Amplificación y Refuerzo 9. 8. Anclajes. 9.9. Elección ilusoria 9.10. Non-sequitur 9.11. Sugestiones abiertas 9.12. Preguntas 9.13. Aposición de opuestos 9.14. Sugestiones negativas 9.15. Conectores lingüísticos 10. Ejercicios. 11. Soluciones. BIBLIOGRAFÍA 4 INTRODUCCIÓN: La comunicación y el cambio de actitudes en psicoterapia El estudio de la comunicación humana depende del desarrollo del conocimiento en áreas tan distintas como la lingüística, la semiótica, la psicología del lenguaje, la psicología cognitiva y la psicología social. Y esta circunstancia explica por sí misma el hecho de que la investigación en este campo se esté desarrollando bajo el signo de la asistematicidad y la falta de coordinación. Ahora bien, cuando el campo de estudio se circunscribe a la comunicación terapéutica, a esa situación general hay que añadir otros factores de dispersión. Porque los primeros estudios sobre la comunicación terapéutica comenzaron a aparecer en los años treinta del pasado siglo, cuando los trabajos de Lasswell (1935) y Fairbanks y Pronovost (1939) relacionaron las pautas paralingüísticas de las verbalizaciones del paciente con el valor pragmático de sus emisiones (Marín, 2000) Sin embargo, hasta una década más tarde no aparecieron los primeros sistemas de clasificación de las intervenciones verbales del terapeuta en función de su valor como estrategias al servicio de una intención (Porter, 1943; Snyder, 1945) Posteriormente, tales sistemas de clasificación comenzaron a proliferar, en buena medida gracias a las polémicas afirmaciones publicadas por Rogers en 1951 sobre el valor terapéutico de las terapias no directivas. Así, la mayor parte de los datos disponibles procedentes de investigaciones previas a la década de los 80 del pasado siglo, vieron la luz por razones que poco o nada tenían que ver con un interés real por el esclarecimiento del tema. Por el contrario, respondían a la necesidad experimentada por ciertos profesionales de encontrar argumentos en pro o en contra de la eficacia de modelos de intervención tan dispares como el psicodinámico, el conductual o la terapia centrada en el cliente. Por ejemplo, el impulso recibido por la cualificación comunicativa de los terapeutas a partir de las aportaciones de autores como Carkhuff y Pierce (1975), quienes estaban fuertemente influenciados por Rogers, generó serias discrepancias, parcialmente irresueltas aún hoy, con los terapeutas conductuales. Porque si los primeros concibieron los recursos comunicativos del terapeuta como destrezas o talentos no adquiribles mediante el simple entrenamiento, los segundos defendían y defienden que tales recursos no son sino habilidades fácilmente adquiribles cuando se observan las adecuadas pautas de aprendizaje. Posteriormente, diversos autores (Russell y Stiles, 1979; Elliot, 1984) propusieron abordar el proceso terapéutico en cuatro planos distintos. El primero recoge el contenido de la interacción; es decir, lo que en ella se dice. El segundo se refiere a la acción y, por tanto, a lo que se hace en el curso del tratamiento. El tercero tendría que ver con el estilo; esto es, con la forma en que se hace o dice algo durante el proceso. Y, por último, el cuarto, con la cualidad o grado de destreza con que se conduce el proceso. 5 La mayor parte de los datos empíricos de que disponemos hoy sobre la comunicación terapéutica se centran en los contenidos y en los modos de intervención verbal del terapeuta. Pero aunque han sido muchas las clasificaciones que se han propuesto para tipificar dichos modos, la investigación exhaustiva de su valor predictor respecto a la eficacia del proceso todavía está por realizar. Por otra parte, asimismo durante las dos últimas décadas del pasado siglo, la emergencia de innovadoras metodologías de investigación del proceso terapéutico enriqueció las metodologías de la comunicación terapéutica (Russell, 1987) y, de forma progresiva, emergieron también las siguientes premisas hoy asumidas de forma mayoritaria: 1) la competencia comunicativa del terapeuta es, como la de cualquier comunicante, una competencia pragmática en el sentido lingüístico del término (Recaneti, 1981; Reyes, 1990; Escandell, 1999) 2) Existen diferencias individuales en las capacidades para desarrollar esa competencia 3) Ciertos profesionales hiperdesarrollan su competencia comunicativa (abogados, periodistas, psicólogos, vendedores), sin que eso signifique que renuncien a su perfil estilístico como comunicantes (cálidos-fríos, directosambiguos, etc.) Sin embargo, los escasos trabajos comparativos existentes indican que estos profesionales se parecen entre sí más en que evitan hacer, que en lo que hacen (Rojí y San Juan, 2000) 4) Esa competencia es de naturaleza retórica y, por tanto, vincula la comunicación terapéutica con el cambio de actitudes, esto es, con la persuasión. Dicho de otra manera, vincula la comunicación terapéutica con los llamados factores comunes de la psicoterapia (Frank, 1982) En efecto, tal como propuso Glasser (1980) la comunicación terapéutica es un fenómeno retórico, puesto que su función última consiste en producir un cambio o inducción a la acción. Y como tal es analizable en función de los cuatro mecanismos descritos por la retórica clásica retomados por esta autora: ethos, logos, mecanismos de tensión/relajación y dispositivos estilísticos. El término ethos se refiere a aquellas características del hablante que actúan como vehículo de persuasión. La cualificación profesional percibida, la capacidad para generar confianza y el atractivo social del comunicante son elementos que convierten al terapeuta en un interlocutor cuyas aserciones tienden a ser fácilmente aceptadas por el apaciente, puesto que esos factores le definen como fuente de información digna de crédito. En cambio, la noción logos se refiere al peso que los contenidos del discurso adquieren como argumentos. En este caso se resalta el valor persuasivo que poseen los ejemplos, estadísticas, citas o analogías con las que el terapeuta arropa sus propuestas de cambio. Por su parte, los mecanismos de tensión/relajación hacen referencia a la dinámica que, a través de las palabras, se establece cuando el terapeuta primero recopila o incluso vivifica las características del problema del paciente, para ofrecerle luego una vía de solución. Por último, en la concepción clásica de la retórica los dispositivos estilísticos se asimilaban con las figuras del discurso, esto es, con tropos 6 como la metáfora, las imágenes y comparaciones, las inversiones o el paralelismo. Estos dispositivos tienen en común su valor como recursos para dirigir la atención del oyente sobre algún aspecto concreto del mensaje. La persuasión o cambio de actitudes en psicoterapia fue definido por Golfried (1980) como un heurístico clínico que guía implícitamente los esfuerzos del terapeuta. Este heurístico se situaría en un nivel intermedio entre la teoría y la técnica y está directamente relacionado en lo conceptual con los procesos de persuasión. Sin embargo, la relación terapéutica reúne una serie de características que la diferencian claramente de otras situaciones interactivas. Porque, en primer lugar, la psicoterapia implica una relación que se establece entre un profesional debidamente cualificado, por una parte, y alguien que solicita ayuda con objeto de resolver sus problemas personales, por otra. En segundo lugar, la ayuda terapéutica se desarrolla a lo largo de un tiempo y mediante encuentros periódicos; y, por último, la conversación es la modalidad comunicativa que sirve de soporte a la interacción. La concurrencia de estas circunstancias hace que la relación terapéutica sea una relación fuertemente asimétrica en la que, si bien la persuasión puede ser bidireccional, en principio, el terapeuta dispone de una capacidad notablemente superior para influir sobre el paciente, haciendo uso, entre otras, de sus habilidades retóricas. Pese al rechazo que suele provocar entre los profesionales de la psicoterapia la idea de que sus logros deben mucho a la persuasión -rechazo posiblemente relacionado con el temor a ser socialmente considerados como charlatanes de feria o como amenazantes para la libertad de sus clientes-, lo cierto es que el vínculo entre psicoterapia, comunicación y persuasión facilita el abordaje científico de lo que acontece durante un proceso terapéutico, pues el cambio de actitudes es un fenómeno bien conocido y tradicionalmente atendido por disciplinas como la psicología social. Porque, en efecto, la relación entre comunicación interpersonal, recursos persuasivos y cambio de actitudes constituye un entramado (Cohen, Morgan & Pollack, 1990; Daly &Wiemann, 1994) que, en cuanto objeto de estudio, recibe atención periódica por parte de los psicólogos sociales de orientación cognitiva. Más concretamente, en 19986, Petty y Cacioppo propusieron un modelo que da cuenta de los pormenores que ligan comunicación y persuasión -o, lo que es lo mismo, lenguaje con cambio de actitudesy, en los dieciocho años transcurridos hasta el momento de escribir estas líneas, esa propuesta ha dado sustanciales rendimientos heurísticos (Briñol, de la Corte y Becerra, 2001; Mercer, N. 2001; Bohner & Wänke, 2002) Se trata del E. L. M. -Elaboration Likelihood Model ó Modelo de Probabilidad de Elaboración-, un paraguas conceptual (Petty, Cacioppo y Kasner, 1998) basado en la presuposición de que las personas modifican sus actitudes como resultado de las comunicaciones a que se ven expuestas, ya que tales modificaciones constituyen una forma fundamental de adaptación al medio. Sin embargo, el verdadero atractivo de este paraguas conceptual consiste en que permite integrar los resultados empíricos obtenidos al estudiar la persuasión comunicativa en contextos sociales muy diversos (entre ellos la psicoterapia), ya que considera el cambio de actitudes a la luz de 7 variables intervinientes tales como la fuente, el mensaje, el receptor, el canal y el contexto. El E. L. M. distingue dos rutas o procesos distintos mediante los cuales puede producirse el cambio de actitudes: una central y otra periférica. Se dice que la persuasión sigue la ruta central cuando la información relativa a un determinado asunto es considerada de manera explícita, cuidadosa y razonada. Es decir, cuando se produce un cambio de actitudes por la ruta central el persuadido habría realizado una consideración muy detallada y atenta de la información de que disponía sobre el objeto de su actitud. Para que la información sea elaborada mediante este proceso dos son los requisitos básicos propuestos por Petty y Cacioppo: una alta motivación del persuadido respecto al objeto de su actitud y una alta habilidad del persuadido para procesar la información que le ofrece el persuasor. Y si la motivación estaría vinculada con variables del tipo relevancia personal, necesidad de control cognitivo, responsabilidad personal, etc.; la habilidad de procesamiento estaría ligada a variables del tipo grado de atención prestada, repetición del mensaje y comprensibilidad del mismo, conocimiento previo, etc. En cambio, se dice que la persuasión sigue una ruta periférica cuando la motivación y/o la habilidad del persuadido es/son baja/s; de forma que en este supuesto el cambio de actitudes se debería al procesamiento de indicios relacionados con el mensaje emitido por el persuasor, pero no con la argumentación de éste propiamente dicha. Asimismo, en este supuesto las variables implicadas serían del tipo atractivo y credibilidad de la fuente, número de argumentos empleados, cualidad de los sentimientos que despierta la argumentación, etc. En resumen, el E.L.M. propone que, cuando la probabilidad de elaboración de la información ofrecida por el persuasor es alta, el cambio de actitudes vendrá dado por la relevancia de los argumentos empleados y la persuasión tendrá lugar por la ruta central. En cambio, cuando la probabilidad de elaboración ofrecida por el persuasor es baja, el cambio de actitudes tendrá lugar a través de la ruta periférica y, en consecuencia, el procesamiento de indicios presentes en la interacción se vería primado respecto al escrutinio de argumentos. Tras su presentación a la comunidad científica, el interés que despertó el E.L.M. en los psicólogos clínicos no se hizo esperar. Y así, por ejemplo, Stoltenberg y McNeil (1987) destacaron que el verdadero mérito del E.M.L. en relación con la psicoterapia consiste en aportar una base conceptual capaz de clarificar los mecanismos subyacentes a las intervenciones terapéuticas sin necesidad de proponer otros nuevos. Ahora bien, ya entonces se hizo evidente que recurrir al E.M.L. para dar cuenta de la comunicación terapéutica subrayaba la importancia de que las investigaciones de proceso en psicoterapia tuvieran en cuenta las interrelaciones que se generan entre: las variables debidas al terapeuta –su credibilidad como profesional, su atractivo social, su congruencia cultural con la cultura del paciente,… las debidas a la individualidad del paciente –su nivel intelectual, su motivación para el cambio, su estilo cognitivo,…- 8 y las variables relacionadas con los mensajes del terapeuta –si son pro actitudinales o contraactitudinales respecto a las actitudes del paciente, si desencadena o no afectos y en caso afirmativo de que tipo,…- pues en base a estas interrelaciones se pueden llegar a explicar, tanto la profundidad y la amplitud del cambio, como las resistencias al mismo. Pero este reto no fue debidamente recogido por los investigadores y, por ello, existe un importante vacío de datos empíricos a la hora de afrontar una cuestión de suma importancia práctica. Pues, de acuerdo con la propuesta de Petty y Cacioppo, la persistencia del cambio tiende a ser más estable cuando las actitudes se han modificado procesando la información por la ruta central, ya que este tipo de actividad cognitiva favorece la integración de las nuevas actitudes con los esquemas cognoscitivos previos; mientras que, cuando la persuasión se produce por la ruta periférica, dicha integración no tiene lugar o es más endeble y, por esta razón, el cambio de actitudes suele tener repercusiones menos sólidas sobre la conducta del persuadido. Es decir, de acuerdo con Petty y Cacioppo, en principio, las intervenciones comunicativas más estructuradas y directas (véase epígrafe 4.2.) deberían tener una eficacia clínica superior a las menos estructuradas y más indirectas (véanse epígrafes 4.1., 8 y 9). Sin embargo, como bien saben los terapeutas experimentados, sea cual sea su marco teórico de referencia, esta hipótesis no se corresponde con las observaciones clínicas. Es más, cualquiera que sea dicho marco los intentos sistemáticos y directos del terapeuta por persuadir al paciente tienden a desencadenar más resistencias y abandonos que las estrategias indirectas o relativamente desestructuradas. ¿Por qué? Actualmente no existe una respuesta empíricamente fundada a esta pregunta, aunque todos los datos disponibles indican, por una parte, que los mecanismos implicados por el cambio actitudinal promovido en y desde la comunicación paciente-terapeuta no son sustancialmente distintos de los implicados en cualquier otra situación persuasiva y, por otra, que la complejidad del contexto interactivo está en la base de esta aparente paradoja. Así, ya desde los primeros años de andadura del E.M.L., diversos autores fueron señalando la relevancia en el cambio actitudinal terapéutico de variables intervinientes tales como los afectos implicados en la situación comunicativa (Petty, Cacioppo y Kasner,1988; Bargh, 1988) y la relación entre la reiteración de los mensajes, su grado de estructuración y sus peculiaridades estilísticas (Rojí 1989a, 1989b), mientras que, paralelamente, desde otras áreas de conocimiento afines se iban desvelando los vínculos existentes entre los aspectos más analógicos del lenguaje natural y las arquitecturas cognitiva (Lakoff y Jonhson, 1980) y comunicativa (Tuson, 2000) Con todo, hasta la fecha las investigaciones de proceso no han considerado la complejidad de la comunicación terapéutica con la extensión y profundidad que este objeto de estudio requiere. Por eso, de lo que en verdad disponemos hoy en esta materia es de un conocimiento de facto, de un saber hacer comunicativo e interactivo fundamentado en la experiencia, que profesionales tan cualificados como Bandler, R. y Grinder, J. 1975; Gunnison, H. 1990; Hammond, D.C. 1990; Cormier, W. H. y Cormier, L. S. 1994; Miller, W.R. y Rollnick, S. 1999; Memon A. y Bull, R. 2000; Chaika, E. 2000; 9 Wiger, D. E. y Huntley, D. K. 2002; Fernández Liria, A. y Rodríguez Vega, B. 2003 ó Greenspan, S.I. & Thorndike Greenspan, N., 2003, se han esforzado en transmitir a los jóvenes terapeutas. En consecuencia, conscientes a un tiempo de las carencias de verificación empírica que inevitablemente afectan a cualquier procedimiento diseñado para entrenar la comunicación terapéutica, y de la necesidad de adquirir formación de quienes dan sus primeros pasos hacia la práctica clínica, en esta ocasión, hemos optado por primar la claridad expositiva, los ejemplos y los ejercicios prácticos. Y bajo este criterio hemos elaborado las páginas que siguen. PRIMERA PARTE ENTREVISTA 10 1. CONCEPTOS BÁSICOS La relación terapéutica puede definirse como un tipo particular de interacción, cuyo acontecer se fragua y desarrolla en y a través de la comunicación que se establece entre un paciente y un terapeuta. La comunicación capaz de producir un efecto terapéutico no difiere básicamente de la que se establece en la vida cotidiana, porque la influencia mutua entre los comunicantes y la transmisión de información son fenómenos comunes a todo intercambio comunicativo. Por esta razón, la comunicación con efectos terapéuticos se caracteriza por la motivación que guía al entrevistador: influir sobre su interlocutor con objeto de ayudarle a resolver sus dificultades de índole psicológica, sin abusar en ningún momento del propio poder ni obtener más ventajas personales que las debidas a los honorarios. Ahora bien, de la misma manera que la motivación del entrevistador introduce un factor esencial en el intercambio comunicativo de la entrevista terapéutica los modelos teóricos que guían la interacción pautan de manera decisiva la estructura de esos mismos intercambios. Concretamente, se pueden distinguir tres formas prototípicas de comunicación terapéutica. La primera de ellas se origina en la práctica psiquiátrica clásica. Adoptada después por los entrevistadores de orientación conductual, este modelo comunicativo define la interacción a partir de la búsqueda de objetividad por parte del entrevistador. Así, éste se sienta frente al cliente y con frecuencia introduce entre ambos la presencia de algún objeto de registro, como un cuaderno de notas, una cinta magnetofónica o una simple mesa de despacho, que alude a su cualificación como experto. Por tanto, el esquema que dirige la comunicación es del tipo « Yo experto te pregunto a ti, paciente/Yo experto te propongo como solución, a ti paciente....». La segunda forma prototípica de interacción terapéutica es la propuesta por el psicoanálisis. En ella la interacción se desarrolla de tal manera que todo el contexto tiende a favorecer la libre asociación. Es por esto que el paciente se tumba en un diván y el terapeuta se sitúa a su espalda, ya que ambas circunstancias favorecen la emergencia de la fantasía. Igualmente, el analista tiende a emplear con profusión la primera persona del plural para referirse a las circunstancias relatadas por el paciente, pues este modo de enunciación refuerza la alianza terapéutica establecida entre ambos. En consecuencia, toda la interacción queda enmarcada por el sutil imperativo que se desprende de la regla fundamental: «Diga todo cuanto le venga a la mente». Por último, la tercera forma prototípica de comunicación terapéutica es la representada por las entrevistas de orientación fenomenológica y existencial. En ellas la comunicación se apoya ampliamente en recursos retóricos facilitadores de la empatía, ya que una de las metas fundamentales de la comunicación consiste en que el entrevistador llegue a ver el mundo con los ojos de su paciente. Esta actitud se traduce enunciativamente en el predominio de la tercera persona del singular con función de impersonal, como forma habitual de referirse a la experiencia del cliente («Es terrible», 11 «Eso es gozoso ¿no?»). Es decir, en esta clase de entrevista la distancia psicológica que se pretende establecer entre los comunicantes es la mínima. Sin embargo, al margen de todas las restricciones impuestas a la comunicación terapéutica por sus fines específicos y por los modelos teóricos, esta clase de comunicación, como cualquier otra forma de relación interprofesional, puede ser considerada, tanto un instrumento de la interacción, como una de sus consecuencias, ya que también lo más peculiar de una entrevista terapéutica se basa en el fenómeno que une ineludiblemente comunicación e interacción: dos personas pueden hablar entre sí sin que ninguna de ellas transmita una información relevante sobre la realidad que les circunda, pero no es posible que hablen sin que estén afirmando algo sobre la clase de relación que mantienen en esta situación. 1.1. Una teoría clínica de la comunicación humana Los fenómenos interactivos y comunicativos en el contexto clínico fueron estudiados con especial atención por un grupo de profesionales de la psicoterapia, encabezados por Jackson, Haley y Weakland, quienes en los años cincuenta se agruparon en torno al eminente antropólogo Gregory Bateson, para formar el grupo de Palo Alto. Las actividades de este grupo de investigadores estuvieron dirigidas al estudio sistemático de la comunicación humana, a partir de algunos principios elementales de la cibernética y la Teoría General de Sistemas. Basándose en un análisis exhaustivo de los esquizofrénicos y abordando la comunicación como forma más que como contenido, Watzlawick, Beavin y Jackson (1971, 49-71), llegaron a establecer los siguientes axiomas básicos de la comunicación: 1. No es posible no comunicarse. 2. Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional. 3. La naturaleza de la relación depende de las secuencias de puntuación de las comunicaciones establecidas por los comunicantes. 4. Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa, pero carece de una semántica adecuada para la definición inequívoca de las relaciones. 5. Todos los intercambios comunicativos son simétricos o complementarios, según estén basados en la igualdad o la diferencia. Los conceptos digital y analógico provienen de la Cibernética e inicialmente hacen referencia a dos tipos de computadoras. Las computadoras digitales reciben este nombre porque trabajan con dígitos, utilizando el principio de «todo o nada» con que funcionan sus transistores. Esto es, tanto las instrucciones como los datos son procesados bajo la forma de números, de manera que, la correspondencia entre la 12 información y su expresión digital es arbitraria. En contraposición, las computadoras analógicas manejan cantidades discretas, siempre positivas; es decir, los caracteres que procesan guardan cierta relación con la naturaleza de los datos. La diferencia entre estas dos formas de computación reside en la arbitrariedad subyacente a la codificación digital. De manera paralela, en el lenguaje natural la relación entre expresión y contenido, exceptuando algunos casos de onomatopeya, es arbitraria y por eso se denomina digital. En cambio, en las formas de comunicación no verbales, hay algo similar a la cosa que se trata de comunicar, por lo que recibe el nombre de analógica. En otras palabras, el prototipo de codificación digital lo constituyen las lenguas naturales, mientras que la codificación analógica abarca todo aquello que se considera comunicación no verbal: posturas, gestos, expresiones faciales, inflexiones de la voz, secuencia, ritmo, cadencia de las palabras y, en general, cualquier otra manifestación no verbal que sea emitida en un contexto interactivo. El grupo de Palo Alto, a través de sus estudios sobre la esquizofrenia, demostró que los aspectos de contenido de una comunicación, o sea, la información relativa al mundo, se transmiten de manera digital, mientras que los aspectos relacionales de la comunicación, es decir, la información que concierne al tipo de relación que mantienen dos interlocutores, son transmitidos predominantemente por cauces analógicos. Igualmente, estos autores evidenciaron que los niveles analógicos de una comunicación carecen de una estructura lógica capaz de explicitar relaciones del tipo «si.. luego», «o ... o», «no» y las distinciones temporales presente, pasado, futuro. De esta última apreciación se derivan dos consecuencias: a) Existe una gran dificultad para traducir un mensaje analógico a un código digital y viceversa, de manera que por tratarse de vías de comunicación cuyas estructuras internas se oponen, una traducción supone siempre una considerable pérdida de información. b) En el contexto interactivo, los niveles analógicos y digitales de un mensaje mantienen entre sí, necesariamente, una relación que se conoce con el nombre de puntuación. La puntuación de un nivel de la comunicación respecto al otro es congruente, cuando las informaciones que transmiten uno y otro no entran en conflicto, e incongruente, cuando la información transmitida en un nivel de la comunicación entra en conflicto con la transmitida por el otro. La puntuación incongruente se denomina descalificación. Un ejemplo de comunicación congruente consiste en la emisión de la palabra «si» moviendo ligeramente la cabeza de arriba hacia abajo, mientras que una comunicación incongruente o descalificación sería emitir el mensaje «estoy muy enfadado contigo» acompañándolo de una sonrisa franca. Cuando dos personas entran en contacto van definiendo progresivamente su relación, a través del tipo de conducta comunicativo que se establece entre ambos. De entre todos los mensajes posibles seleccionan aquellos tipos que ambos interlocutores están de acuerdo en que son esos y no otros los que deben emitirse. Así, cada mensaje intercambiado es, o un refuerzo del tipo de relación que se ha establecido, o una 13 propuesta para modificar esa relación. Por ejemplo, si dos vecinos se encuentran en el ascensor y uno de ellos realiza un comentario sobre el tiempo, éste está indicando que esta es la clase de cosas sobre la que pueden entablar una conversación. Si su interlocutor continúa con el tema estará aceptando el tipo de relación propuesta por el primero, pero si le pregunta por su nuevo empleo estará proponiendo un tipo de relación más personal. A su vez, esta propuesta puede ser aceptada por el primer comunicante, hecho que se manifestará si contesta a la pregunta, o rechazada, lo que se hará evidente en caso de que desvíe el tema de conversación hacia la climatología. El acuerdo sobre la relación al que llegan los comunicantes nunca se establece de manera definitiva, sino que se desarrolla paulatinamente, de acuerdo con las preguntas que realizan los interlocutores, con la forma en que reaccionan ante ellas y con las variaciones del medio ambiente, que influyen sobre su conducta. La comunicación que se establece entre dos personas incluye el contexto en que tiene lugar, los mensajes verbales, las pautas paralingüísticas y los movimientos del cuerpo. De esta forma, la relación que entablan dos personas se define tanto por la cualidad de la información que se transmite por los canales ya citados, como por la presencia o ausencia de información procedente de ellos. Nadie puede dejar de puntuar un mensaje, ya que las palabras son emitidas de una manera determinada y el silencio adquiere siempre una significación, de acuerdo con la postura que adopta el que calla y con el contexto en que tiene lugar. Si las puntuaciones que se establecen entre los niveles analógico y digital de un mensaje fueran siempre congruentes, las relaciones entre las personas serían claras y simples, hasta el punto de que las dificultades interpersonales surgen allí donde la comunicación se torna incongruente, a través de mensajes que se descalifican unos a otros. Como afirma Haley (1977, 188) «la gente tiende a juzgar la conducta de otros como falsa o sincera, seria o bromista, etc., observando si realmente confirman lo que dicen por medio de calificaciones congruentes. Y cuando una persona responde a otra dando su propia definición de la relación entre ambas, dicha respuesta comprende todos los niveles del mensaje». En resumen, volviendo al tema de la entrevista terapéutica, para profundizar en el manejo de este tipo de interacción es preciso conocer antes las características y funciones de los niveles analógicos y digitales de la comunicación, así como las relaciones que se establecen entre ello en la situación terapéutica. 1.2. La entrevista en psicoterapia La entrevista terapéutica es un procedimiento empleado en psicoterapia, cuyo objetivo consiste en observar y analizar la conducta de un paciente, para después integrar la información obtenida de cara al tratamiento de sus dificultades psicológicas. Este tipo de entrevista conlleva el establecimiento de un tipo especial de relación interpersonal caracterizada por el hecho de que el terapeuta está socialmente 14 reconocido como un experto en relaciones interpersonales, mientras que el paciente tiene expectativas de obtener en ese encuentro algún provecho para sus necesidades». Las características más destacadas de cualquier entrevista de naturaleza terapéutica se definen en los siguientes planos: comunicación, interacción, estructura y técnicas específicas de intervención. Todas ellas convergen en el objetivo general de provocar cambios más o menos estables en la conducta del entrevistado. Pero la consecución de los objetivos terapéuticos de la entrevista requiere, con frecuencia, la elaboración de un detallado historial clínico del paciente. Bajo estas circunstancias, la entrevista terapéutica se acerca al modelo médico tradicional y, en consecuencia, su función terapéutica tiende a solaparse con actividades de tipo diagnóstico. Dicho de otra manera, aunque la entrevista terapéutica es un género claramente diferenciable de otras variedades de entrevista psicológica, en determinados momentos de su desarrollo integra facetas que, como en el caso del diagnóstico, constituyen toda una especialidad de la práctica profesional del psicólogo clínico. Por otra parte, la entrevista terapéutica adopta objetivos específicos, de acuerdo con el contexto en que tiene lugar y con el tipo de población a que se aplica. En este sentido, se pueden diferenciar diversas clases de entrevista terapéutica, entre las que destacan por su frecuencia las llamadas entrevistas iniciales. En ellas, el entrevistador puede tener alguna o ninguna información previa acerca del cliente, pero siempre sus objetivos específicos son, por una parte, la identificación global de la clase de problemas que han motivado la consulta y, por otra, esclarecer si puede prestarle ayuda terapéutica o si debe remitir el caso a otro profesional o institución. Otra categoría de entrevistas terapéuticas está formada por aquellas en las que el objetivo específico consiste exclusivamente en la identificación pormenorizada de las dificultades del paciente. Este tipo de entrevistas suelen concluir, bien con un juicio diagnóstico, bien con una descripción pormenorizada de la conducta del paciente y del entorno ambiental en que tiene lugar. La mayoría de las veces las descripciones de esta clase constituyen la exploración clínica que precede al tratamiento; por eso, mediante ellas se pretende identificar los puntos fuertes y débiles del entrevistado, así como la configuración de las situaciones conflictivas más destacadas en su historia y su presente. Se denominan entrevistas de orientación aquellas entrevistas terapéuticas cuyo objetivo específico consiste en ayudar al paciente a tomar algún tipo de decisión. Es característico de estas situaciones el hecho de que el paciente experimente algún tipo de bloqueo en su capacidad de elección, lo que a su vez suele comprometer alguna dimensión importante de su futuro. Muy relacionadas con la orientación, las entrevistas de terminación se caracterizan porque durante ellas el terapeuta informa sobre las conclusiones a que ha llegado, en relación con la naturaleza de los problemas del paciente o, si ha habido tratamiento, respecto a sus previsiones del tipo de dificultades que éste encontrará en el futuro y el grado de éxito con que podrá abordarlas. 15 En cambio, las entrevistas en situación de crisis pretenden atajar, de manera eficiente y rápida las posibles consecuencias de un momento de desesperación, que puede acabar en suicidio, o la sintomatología más florida de una ruptura brusca del contacto con la realidad. En estos casos, el entrevistador se enfrenta, en pocos minutos, a circunstancias que generalmente se distribuyen a lo largo de varias sesiones, como, por ejemplo, aumento rápido de la ansiedad, inminencia de una toma de decisiones, etc. Durante la entrevista en situación de crisis es conveniente que el terapeuta apoye emocionalmente al paciente y que, al mismo tiempo, busque informaciones concretas que le faciliten el desarrollo de un plan de ayuda. Esta clase de objetivos suelen alcanzarse intensificando la propia serenidad, la atención y la aceptación del paciente. A su vez, los objetivos específicos de cada una de las categorías de entrevista terapéutica mencionadas cobran matices peculiares en función de factores tales como si el paciente es un niño o un adulto, si el régimen es ambulatorio o institucionalizado, si el paciente acude individualmente o como miembro de un grupo familiar, formando parte de un grupo con el que no tiene vínculos naturales, etc. Por último, otro factor que incide directamente en la configuración de la entrevista terapéutica, tanto a través de la determinación de sus objetivos específicos, como de las técnicas de intervención o el grado de estructuración, consiste en la influencia que ejercen los modelos teóricos a que se adscriben los distintos entrevistadores. En resumen, la entrevista terapéutica es un procedimiento cuyo objetivo general consiste en facilitar la resolución de las dificultades psicológicas mediante un cierto tipo de interacción personal: la establecida entre un profesional cualificado y una persona que necesita ayuda. Las peculiaridades que adopta este procedimiento difieren considerablemente en función de las situaciones en que se desarrolla, de las condiciones demográficas e institucionales que concurren y del marco teórico que sirve de guía al entrevistador. La incidencia de todos estos factores hace que algunas entrevistas terapéuticas se diferencien mucho de otras, pese a lo cual todas mantienen algunas características en común. Aprender a realizar una entrevista terapéutica es una tarea para la que no existen ni reglas fijas, ni consejos capaces de sustituir a la experiencia clínica propiamente dicha. Sin embargo, el psicólogo que haya llevado a cabo un buen entrenamiento y que cuente con un grado suficientemente elevado de habilidad en el manejo de las distintas técnicas de intervención verbal, podrá afrontar su primera entrevista terapéutica con tranquilidad y una alta probabilidad de éxito. El entrenamiento de nuevos entrevistadores posee diversas facetas, algunas de las cuales han sido objeto de estudios más o menos exhaustivos, cuyas conclusiones recomiendan que la formación de un entrevistador-terapeuta siga la siguiente secuencia: 1. Adquisición de las habilidades necesarias para el correcto manejo de las diversas estrategias y técnicas de intervención terapéutica. 16 2. Integración de dichas habilidades en un estilo personal flexible y espontáneo, que permita al entrevistador novato saber abordar con soltura la comunicación y la interacción, frente a una amplia gama de pacientes. 3. Actuación clínica supervisada por un profesional con más experiencia, capaz de proporcionar una retroalimentación exhaustiva de la ejecución del joven entrevistador. 4. Autosupervisión o autocontrol de las entrevistas. Esta tarea se puede ejecutar fácilmente mediante el análisis de las características de las intervenciones propias (tipo de intervención, pautas enunciativas predominantes, estabilidad/variación del enfoque, adecuación de la intervención al momento en que se produce, etc.) y de los efectos de tales intervenciones sobre la comunicación y la interacción con el paciente. En el desarrollo de esta forma de control es aconsejable la grabación, en cinta magnetofónica o vídeo, de las entrevistas realizadas. En este caso, es requisito indispensable que el paciente conceda explícitamente su permiso para efectuar la grabación. En caso de que el cliente manifestara reticencias se le puede recordar que el contenido de las entrevistas está sujeto al secreto profesional, pero en ningún caso se le presionará para que acepte la propuesta de registro mecánico, ya que esta clase de conductas por parte del entrevistador afectan negativamente al nivel de cooperación que desarrollará el paciente. De cara a la facilitación de las etapas 1ª y 2ª del proceso arriba descrito, en los capítulos que siguen se han incluido dos clases de tareas: ejercicios de papel y lápiz y ejercicios de ensayo conductual o role-playing. Los ejercicios de papel y lápiz están pensados para ser realizados individualmente, en cambio, los ensayos conductuales se caracterizan porque necesitan de una ejecución en grupo, bajo el control de un experto. Pese a que en este tipo de tareas no hay aciertos y errores, su inclusión en un programa de aprendizaje es obligado por dos razones. En primer lugar, el ensayo conductual de una entrevista terapéutica ofrece, a quien desarrolla el papel de entrevistador, la oportunidad de integrar en una ejecución activa las distintas técnicas y habilidades que ha aprendido aisladamente, y a quien desempeña el papel de cliente, la posibilidad de identificar aquellas conductas que deben ser evitadas por un terapeuta, en base a su efecto contraproducente cuando son considerados bajo la óptica del cliente. En segundo lugar, el resto de los participantes que desempeñan el papel de audiencia adquieren una mayor habilidad perceptiva y crítica de los fenómenos de la comunicación y la interacción terapéuticas, ya que su tarea, junto con la del experto que planifica la sesión, consiste en hacer una evaluación detallada de la ejecución de quienes hacen de entrevistador y entrevistado. Cuando la audiencia es numerosa suele resultar útil encargar a cada participante de la evaluación de un aspecto concreto del desarrollo de la entrevista, como por ejemplo, la expresión facial, los titubeos, la empatía, etc. La retroalimentación se incrementa notablemente, en amplitud y precisión, cuando las sesiones de ensayo conductual son grabadas en vídeo o cinta magnetofónica, para que dichas grabaciones sirvan de soporte a los comentarios del entrenador y de los 17 observadores. Igualmente, la escala de evaluación de la intervención de entrevistadores publicada por Cormier y Cormier en 1979 incluida a continuación, suele ser de gran utilidad, tanto para la facilitación de una observación detallada, como en la valoración de la ejecución propiamente dicha. 18 1.3. Escala de evaluación de las intervenciones del entrevistador 1. Hasta que punto el entrevistador se sentía cómodo y no ansioso en relación con el cliente y con los temas tratados: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 2. Hasta que punto el entrevistador evitaba persuadir al cliente para que aceptase sus valores y expectativas: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 3. Hasta que punto el terapeuta evitó que sus necesidades personales en la elección del tema y del control de la entrevista dominaran o interfirieran con la sesión: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 4. Hasta que punto el terapeuta evitó comunicar verbal o no verbalmente desaprobación o enjuiciamiento al cliente: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 5. Hasta que punto el entrevistador se preocupó del cliente y no de las habilidades que tenía que desarrollar: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 6. Hasta que punto el entrevistador transmitió una habilidad espontánea y no mecánica: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 7. Hasta que punto parecía que el cliente volvería a ver a este terapeuta: 1. NADA. 2. POCO. 3. ALGO. 4. BASTANTE. 5. MUCHO. 19 2. LO NO VERBAL La comunicación no verbal puede definirse como aquella clase de eventos comunicativos que transcienden la palabra hablada o escrita. La importancia de la clase de conductas que llamamos no verbales tiene dos dimensiones: una se relaciona con el tipo o cualidad de la información que transmiten y la otra, con la cantidad de información que pueden cursar. Esta última puede llegar a constituir el 65 por 100 del total de la información transmitida durante una conversación cotidiana. Por ello, el terapeuta tiene que estar especialmente sensibilizado respecto al tipo de conductas que, tanto en su paciente como en él mismo, configuran la comunicación no verbal. Tradicionalmente, las conductas comunicativas no verbales han sido clasificadas en tres categorías: kinésica, paralingüística y proxémica. Se consideran conductas kinésicas todo tipo de movimientos corporales, como son los gestos, las expresiones faciales, el contacto ocular y la postura. Igualmente, en esta categoría se suelen agrupar otros elementos de naturaleza más estable, como son el aspecto físico, la altura, el peso o el aspecto general del comunicante, ya que todos estos rasgos contribuyen a crear expectativas en un interlocutor sobre la clase de persona que es aquél. La paralingüística aglutina todas aquellas conductas relacionadas con los aspectos vocales no lingüísticos de un mensaje, como son la calidad de voz, las vocalizaciones, los silencios, la fluidez de la pronunciación o los errores del habla. Por último, se consideran conductas proxémicas todas las ligadas al uso del espacio personal y social, como, por ejemplo, la distancia interpersonal, la manera de sentarse o la forma de disponer una habitación. Durante la comunicación, la conducta no verbal puede relacionarse con la conducta verbal de seis maneras diferentes: Repetición: El mensaje verbal y no verbal transmiten idéntica información, como en el caso en que un ligero movimiento de cabeza de arriba hacia abajo acompaña a la palabra «sí». Contradicción: El mensaje no verbal se opone al verbal. En estos casos, la mayoría de los comunicantes tienden a tomar como válido el mensaje no verbal. Un ejemplo lo tenemos en la forma en que las personas suelen entender las palabras de bienvenida cuando las acompaña un gesto adusto. Sustitución: En este caso una conducta no verbal ocupa el lugar de un mensaje lingüístico. Así sucede, por ejemplo, cuando alguien sonríe para indicar conformidad. Complementación: Una conducta no verbal complementa una conducta verbal cuando la modifica, termina o elabora de algún modo. Es el caso de un comunicante que dice haber abandonado un determinado proyecto y, al mismo tiempo, se encoge de hombros. 20 Acentuación: Habitualmente los mensajes verbales se enfatizan mediante el uso de los registros no verbales. Generalmente las emociones que acompañan a las palabras suelen expresarse a través de la cara, mientras que el resto del cuerpo tiende a expresar la intensidad de dicha emoción. Regulación: La conducta no verbal contribuye de manera definitiva a la regulación del flujo de la conversación. Así, por ejemplo, el turno de intervención suele expresarse mediante un movimiento que compromete las cejas y la barbilla. Durante la entrevista terapéutica la conducta no verbal del paciente se constituye en una importante fuente de información acerca de sus sentimientos, emociones y preocupaciones, pues la conducta no verbal de un paciente forma parte de la expresión de sí mismo. Este aspecto cobra un interés especial cuando, como sucede con mucha frecuencia, el paciente no tiene conciencia de su conducta no verbal. Es más, puesto que la comunicación no verbal es más espontánea y mucho más difícil de controlar conscientemente que las palabras, aquélla puede facilitar al terapeuta la identificación de un conflicto, tanto como éstas pueden distorsionar su percepción. Al respecto, diversos autores se han mostrado de acuerdo en que un elevado número de incongruencias entre los mensajes verbales y no verbales, o sea, las descalificaciones frecuentes, constituyen un claro indicio de conflicto o falta de integración de la personalidad. Las posibles reacciones, explícitas o implícitas, del terapeuta ante la conducta no verbal del paciente pueden clasificarse en cinco categorías: 1. Averiguar la validez o congruencia entre la conducta verbal y no verbal del paciente. 2. Registrar y responder a las incongruencias o descalificaciones que se establezcan entre los niveles verbales y los no verbales. Este tipo de reacción puede ser elaborado de tres maneras distintas. La primera, a través de un registro encubierto que no se notifica al paciente; la segunda, a través de la descripción verbal de la discrepancia observada mediante una confrontación y, por último, preguntando directamente al paciente qué significa esa incongruencia. 3. Responder a, o anotar la conducta no verbal que acompaña a los silencios del paciente. También en este caso el terapeuta tiene tres opciones: registrar mentalmente la conducta no verbal de su paciente, describir el silencio del cliente a partir de la conducta no verbal que lo acompaña y preguntar al paciente sobre el significado del silencio en cuestión. 4. Distraer o interrumpir al cliente dirigiendo la atención y el tema de conversación hacia la conducta no verbal. Esta clase de intervención suele ser especialmente útil cuando el cliente tiende a perderse en una digresión o evita sistemáticamente ciertos temas. Pero este tipo de intervención terapéutica sólo da buenos resultados cuando se refiere al «aquí-ahora» de la conducta no verbal del paciente; en cambio, sus efectos suelen resultar contraproducentes cuando se interrumpe el flujo de la 21 interacción, para examinar una conducta no verbal que fue significativa en un momento ya pasado. 5. Tener en cuenta los cambios que se producen en la conducta no verbal del paciente a lo largo de una entrevista o serie de ellas. En el primero de los casos las modificaciones suelen indicar un cambio de actitud, en el segundo, cuando la tónica general se inclina hacia la relajación y la asertividad es un indicio de mejoría, bien de la relación terapéutica, bien de la problemática del paciente. En cualquier caso, la manera concreta en que el terapeuta responderá a la conducta no verbal del paciente está en función de factores tales como el tipo de cliente y su problemática específica, la calidad de la relación terapéutica que ha llegado a establecer con él, el tema que se debate o la forma en que anteriormente el terapeuta ha manejado la información procedente de los canales no verbales de comunicación. Sin embargo, en la relación terapéutica no sólo la conducta no verbal del paciente resulta de interés, sino que el entrevistador debe estar igualmente atento a los mensajes no verbales que él mismo envía a su paciente, porque de estos va a depender en buena medida el grado de colaboración que obtenga. Así, por ejemplo, diversas investigaciones han puesto de relieve la influencia de la conducta no verbal del terapeuta, sobre aspectos tales como el grado en que los clientes le perciben como alguien socialmente atractivo y profesionalmente experto, el grado y tipo de informaciones relevantes que proporcionan los pacientes y el resultado final del proceso terapéutico. Concretamente, las incongruencias y descalificaciones en los mensajes que el entrevistador dirige a su cliente suelen producir en éste confusión y rechazo, o pérdida de confianza en la efectividad del tratamiento. Las conductas no verbales del terapeuta que tienen mayor influjo sobre la buena marcha de la entrevista comprometen los ojos y la cara en general, la orientación del cuerpo, la postura, la distancia interpersonal y algunos registros de la voz. Entre las conductas no verbales del terapeuta que pueden producir un efecto más pernicioso en la interacción terapéutica destacan: contacto ocular infrecuente, posición del cuerpo en ángulo de 45º en relación con el cliente, mantener echado el cuerpo hacia atrás, cruzar las piernas en dirección opuesta al paciente y cruzar los brazos sobre el pecho. Sin embargo, aunque resulta indiscutible la gran incidencia de la comunicación no verbal en aspectos tan centrales para el desarrollo de la entrevista terapéutica, como son la manifestación de la propia intimidad, la regulación de la interacción y el manejo del control social, tampoco se puede olvidar que, con mucha frecuencia, el significado de las conductas no verbales ha sido generalizado y considerado de manera aislada. Este hecho constituye una fuente de errores de considerable importancia en la práctica clínica y, por esta razón, antes de interpretar una conducta no verbal, conviene tener en cuenta las siguientes restricciones: El significado de una determinada conducta no verbal varía de una persona a otra. 22 El significado de una determinada conducta no verbal varía de una cultura a otra, existiendo amplias diferencias en lo que concierne al contacto ocular, contacto físico y distancia interpersonal. 2.1. Inventario de comunicación no verbal durante la entrevista terapéutica Conductas Relación PacienteTerapeuta Significados Posibles Contacto ocular directo El cliente acaba de hablar al terapeuta. Este responde. El cliente mantiene la mirada. Deseo de comunicación o relación. Atención. Falta de contacto ocular continuo Cada vez que se propone el tema de su familia, el cliente aparta la mirada. Renuncia al tema de conversación, disconformidad, embarazo o preocupación. Mirada ceñuda. Aparta la mirada El paciente habla sobre su situación laboral. Se para y mira hacia abajo: resume lo dicho y mira a los ojos del terapeuta. Preocupación Perder o fijar la mirada en una persona o cosa. El terapeuta pide al cliente que reconsidere las consecuencias de una decisión. El cliente calla y mira un cuadro en la pared. Preocupación. Posible rigidez o tensión. Mover rápidamente los ojos. Parpadear. Fruncir las cejas. El cliente expresa el deseo de hablar de un tema, aunque todavía duda. Mueve los ojos rápidamente alrededor de la habitación. Excitación o ansiedad. Usa lentillas. Mirar de soslayo o arquear las cejas El cliente pide consejo. El terapeuta le explica su rol y el cliente mira de soslayo y arquea las cejas. Estar pensativo o perplejo. O evitar una persona o un tema. El terapeuta sugiere que explore las dificultades con los padres. El cliente calla y arquea las cejas. Evitar un tema o al interlocutor. 23 Humedecimiento de los ojos. El cliente acaba de contar la reciente muerte de su padre. Aparecen lágrimas en sus ojos. Tristeza. Frustración. Felicidad. El cliente cuenta un progreso importante en la comunicación con su pareja. Se le humedecen en los ojos. Mover los ojos. El terapeuta le pide que recuerde hechos significativos. El cliente calla y desvía la mirada, luego responde y mira de nuevo. Procesamiento o rememoración del material; o gran interés o satisfacción. Dilatación de pupilas. El cliente habla del repentino desinterés de su esposa y las pupilas se le dilatan. Alarma o gran interés. El cliente se inclina hacia el terapeuta; mientras éste habla sus pupilas se dilatan. Sonrisas. El terapeuta pide que le cuente sucesos agradables. El cliente sonríe y cuenta algunos. El cliente responde con una sonrisa al saludo del terapeuta. Apretar los labios frunciéndolos. Gran interés o satisfacción. Ideas positivas, sentimientos o actos relacionados con la conversación. Saludo. El cliente describe su Estrés. Determinación. esfuerzo por superar un Cólera. Hostilidad. problema. Calla y frunce los labios. El cliente se irrita ante el retraso del terapeuta. Se sienta con los labios apretados, mientras el terapeuta explica sus razones. Cólera o agresividad. 24 Bajar la comisura de la boca o morderse los labios La cliente describe su reciente violación. Bajan las comisuras de la boca y ocasionalmente se muerde los labios. El cliente cuenta la pérdida de apoyo de sus padres después del divorcio. Se muerde los labios. Abrir la boca sin hablar. El terapeuta señala un obstáculo en el proceso. El cliente abre la boca y luego dice que no era consciente de ello. La sesión ha sido larga. El terapeuta habla y la boca del paciente se mueve un poco. Ansiedad o tristeza. Tristeza. Sorpresa o supresión de un bostezo. Fatiga. Supresión de un bostezo. Fatiga. Contacto ocular con sonrisa. El cliente habla de forma fluida. A veces sonríe y mantiene el contacto ocular la mayor parte del tiempo. Felicidad o sentirse cómodo. Mirar de soslayo, frunciendo las cejas y apretando la boca. El cliente cuenta una situación tirante con su hijo, aprieta los labios y frunce el ceño. Cólera, preocupación o tristeza. Inmovilidad de los ojos, boca inanimada. El cliente dice que no tiene nada que contar. No hay expresión definida en su cara. Preocupación, ansiedad o miedo. Sacudir la cabeza de arriba abajo. El cliente está preocupado por su estatus o su salud. El terapeuta refleja sus sentimientos. El cliente mueve la cabeza y dice “Sí”. Confirmación asentimiento, escucha o atención. Escucha. Atención. El cliente sacude la cabeza mientras habla el terapeuta. Sacudir la cabeza de izquierda a derecha. El terapeuta dice que los continuos retrasos del paciente deben ser analizados. El cliente dice “No” y sacude la Desacuerdo o desaprobación. 25 cabeza. La cabeza cuelga hacia abajo con la mandíbula hacia el pecho El terapeuta habla del final del tratamiento. El cliente inclina la cabeza hacia le pecho y dice que no quiere dejar las sesiones. Tristeza. Preocupación Encogerse de hombros. El cliente cuenta que su esposa ha salido sin dar explicaciones. Se encoje de hombros mientras lo dice. Incertidumbre. Ambivalencia. Inclinarse hacia delante. El cliente estaba recostado en la silla. El terapeuta cuenta algo de sí mismo, el cliente se inclina hacia delante y hace una pregunta. Apremio. Atención. Apertura a la comunicación. Repanchingarse. Detenerse, rodear o apartarse de una persona. El cliente se siente mal por sus bajas calificaciones. Se repanchinga. Cuenta sus dificultades para hablar. El terapeuta indaga, el cliente se repanchinga y aleja los hombros. Tristeza o ambivalencia. Falta de receptividad para la relación interpersonal. Brazos cruzados sobre el pecho. El terapeuta inicia la conversación. El cliente no responde. Se echa hacia atrás en la silla y cruza los brazos sobre el pecho. Evitación de la relación interpersonal. Disgusto. Temblequeo y retorcimiento de manos. El cliente expresa su miedo al suicidio; le tiemblan las manos. Ansiedad o cólera. En voz baja el paciente expresa su resentimiento; sacude las manos al decirlo. Cólera. 26 Aferrarse a un objeto o cogerse las manos con fuerza. Durante la primera entrevista, el paciente dice sentirse incómodo; tiene cogidas las manos de manera tirante. Ansiedad o cólera. El cliente expresa hostilidad hacia su jefe; aprieta las manos con fuerza. Cólera. El terapeuta pregunta y el cliente gesticula sin responder. Acentuar o enfatizar un aspecto. Apertura a la relación. El terapeuta toca un tema nuevo. El cliente responde rápidamente, con los brazos relajados. Apertura a la interacción. Durante la primera sesión, el cliente responde brevemente. Los brazos están caídos a los lados. Tensión o cólera. El paciente, con los brazos caídos a los costados, expresa su irritación por haber sido enviado al psicólogo. Cólera. Piernas y pies en una postura relajada y cómoda. El cliente tiene las piernas y los pies relajados mientras habla libremente de sus problemas. Los mueve poco. Apertura a la relación. Relajación. Cruzar y descruzar las piernas repetidamente. El cliente cuenta sus problemas; cruza y descruza las piernas repetidamente. Ansiedad. Depresión. Taconeo. El cliente taconea durante un largo resumen del terapeuta; lo interrumpe para hacer una precisión. Ansiedad. Impaciencia. Querer hacer una precisión. Piernas y pies tensos y controlados. El cliente habla relajadamente de su trabajo. Cuando el terapeuta toca el tema de su matrimonio sus piernas se ponen rígidas. Tensión o ansiedad. Estar cerrado a una interacción amplia. Brazos extendidos. Brazos y manos gesticulan. Gestos escasos, los brazos rígidos. 27 El cuerpo completamente de frente o inclinado hacia delante. El cliente cuenta un problema y mira directamente al terapeuta mientras habla. Continúa igual cuando el terapeuta le responde. Apertura a la relación. Cambiar la orientación del cuerpo en ángulo, no mirando de frente o repanchingándose en el asiento. Dificultades para entrar en conversación. El terapeuta pregunta por las razones. El paciente gira el cuerpo. Cierto reparo en la relación. Mecerse o revolverse en el asiento. El cliente cuenta sus miedos relacionados con una situación conflictiva. Se mece al hablar. Dificultades. Preocupación. Ansiedad. Estar tieso. Sentarse derecho y rígido en el borde del asiento. El cliente dice que no sabe en qué consistirá la entrevista. Está sentado muy tieso y derecho. Tensión. Ansiedad. Preocupación. Hablar en un susurro inaudible. El cliente estaba en silencio. El terapeuta le pregunta y él responde en un susurro inaudible. Dificultad para hacer revelaciones. Cambios en el tono de voz. El paciente habla de su trabajo en un tono moderado. Al hablar de su jefe su tono de voz sube significativamente. Los temas de conversación tienen diferente significado emocional. Tartamudeos, dudas errores en la pronunciación. El cliente habla rápidamente de sus sentimientos sobre una relación. Tartamudea y comete errores de pronunciación. Tema impactante. Ansiedad o desagrado. Habla rápida, lenta o espamósdicamente. El cliente comienza la entrevista despacio, contando un mal fin de semana. Al hablar de los sentimientos sobre sí mismo habla más rápido. Tema impactante o asuntos con diferente valor emocional. 28 Silencio El cliente entra y el terapeuta le invita a hablar. El cliente calla. El terapeuta hace una pregunta. El cliente se para pensar la respuesta. Manos húmedas, respiración superficial, sudoración, dilatación de pupilas, rubor, cuello congestionado. El cliente habla de la interesante perspectiva de dos puestos de trabajo. Su respiración se hace más rápida y sus pupilas se dilatan. Reticencia a hablar o preocupación. Preocupación o deseo de seguir hablando después de una pausa. Excitación positiva (interés) o negativa (ansiedad o embarazo) El cliente cuenta sus dificultades sexuales. La respiraciones hace poco profunda y su cuello enrojece. Ansiedad. Embarazo. Alejarse. El terapeuta hace una confrontación. El cliente se mueve hacia atrás antes de responder verbalmente. Invasión del espacio interpersonal. Incrementote la excitación. Rechazo. Acercarse. A media sesión el cliente se aproxima al terapeuta. Búsqueda de una interacción más íntima. Sentarse detrás o cerca de un objeto (mesa o escritorio) Un cliente nuevo entra y se sienta en una silla alejada del terapeuta. Búsqueda de protección o de más espacio. Sentarse detrás o cerca del terapeuta sin ningún objeto en medio. Un cliente habitual se sienta cerca del terapeuta. Nivel de comodidad adecuado. 2.2. Ejercicios A) De papel y lápiz Describe brevemente el posible efecto o significado asociado a cada una de las siguientes conductas no verbales del cliente, teniendo siempre muy en cuenta la situación descrita. 1. Conducta: Contacto visual directo. Situación: El cliente le ha contado un problema al terapeuta y ha mantenido el contacto visual mientras lo hacía. 29 2. C: Mirar fijamente a una persona u objeto. S: El terapeuta le ha pedido al paciente que piense en posibles opciones. El cliente calla y mira fijamente al suelo. 3. C: Apretar los labios frunciéndolos. S: El paciente ha expresado preocupación o irritación por haber sido injustamente evaluado en clase. Frunce los labios mientras lo cuenta. 4. C: Mover la cabeza de izquierda a derecha. S: El terapeuta acaba de interpretar las razones por las que el paciente se siente fracasado. El paciente responde sacudiendo la cabeza de izquierda a derecha. 5. C: Repanchigarse en el asiento. Alejarse del terapeuta. S: El cliente acaba de contar sus continuos intentos de encontrar a un hijo que ha huido de casa. Estos han sido infructuosos. Mientras lo dice se repanchinga y aleja su cuerpo del terapeuta. 6. C: Temblequeo y movimiento nervioso de las manos. S: El cliente expresa miedo a perder su puesto de trabajo, sus manos tiemblan mientras lo dice. 7. C: Taconeo. S: Durante una extensa respuesta del terapeuta, el cliente taco- nea continuamente. Luego de forma abrupta toma parte en la conversación. 8. C: Susurrar, cuchichear. S: El cliente comienza a hablar de un tema delicado, su voz acaba por convertirse en un susurro. 9. C: Silencio. S: El terapeuta acaba de hacer un comentario. El cliente calla durante un rato; luego responde verbalmente. 10. C: Respiración más rápida, enrojecimiento del cuello. S: El cliente anuncia que próximamente va a tener un hijo. Su ritmo respiratorio aumenta y se le enrojece el cuello. B) Ensayos conductuales Ejecutar un ensayo conductual de una entrevista terapéutica en la que el cliente desarrolle cinco clases de conductas no verbales claramente diferenciables. A saber: 1. Congruencia entre mensajes verbales y no verbales. 2. Mensajes incongruentes con descalificaciones de diversa naturaleza. 3. Silencio. 4. Información abundante y enmarañada. 5. Variación fuerte entre la clase de conducta no verbal del principio y la del final de la entrevista. La duración de este ensayo no debe sobrepasar los veinte minutos, aunque el cliente debe dar al entrevistador la oportunidad de responder a cada uno de sus cambios en su conducta comunicativa. Ejecutar un ensayo conductual de una duración máxima de veinte minutos con objeto de que el terapeuta, apoyándose en la conducta no verbal del paciente realice los siguientes ejercicios: 30 1. Validación de la congruencia o incongruencia entre la conducta verbal y la no verbal. 2. Identificación de los mensajes incongruentes o descalificaciones. 3. Selección de una conducta no verbal significativa durante los silencios. 4. Interrupción de la conducta verbal del paciente para centrar la atención en la no verbal. 5. Identificación de los cambios en la clase de conducta no verbal exhibida por el paciente. 6. Identificar al menos seis conductas no verbales del cliente de cada una de estas tres clases: kinésica (movimiento del cuerpo), paralingüística (cualidades de la voz) y proxémica (manejo del espacio). 7. Describir los posibles significados de las conductas no verbales que han sido identificadas. 2.3. Soluciones 1. Deseo de comunicación. 2. Preocupación. 3. Agresividad. 4. Desacuerdo. 5. Desazón. 6. Ansiedad. 7. Impaciencia. 8. Reparo a la autorrevelación. 9. Reconsideración. 10. Ansiedad. 31 3. LO VERBAL Durante una entrevista, lo que el terapeuta hace o dice influye en la conducta comunicativa del paciente, es decir, existe una relación funcional entre la conducta de ambos. Así, la relación terapéutica puede considerarse como una cadena en la que cada eslabón está formado por un mensaje del terapeuta que es seguido por un mensaje del paciente. De esta manera, cada expresión elicita una respuesta del interlocutor, de forma que la influencia de una conducta verbal se extiende, tanto hacia la expresión precedente, que es reconsiderada bajo la nueva información, como hacia la que sigue. En estas circunstancias, cada conducta verbal ejerce alguna de estas tres clases de influencia: refuerzo, castigo o discriminación. La intervención del terapeuta tiene un efecto reforzante cuando mantiene o incrementa ciertas conductas comunicativas del paciente; en cambio, el efecto de una intervención es equivalente a un castigo si ciertas conductas comunicativas del cliente decrecen en su tasa o incluso desaparecen. El efecto discriminante de una intervención terapéutica sobre una conducta comunicativa se produce cuando su aparición permite predecir el tipo de respuesta que elicitará en el paciente. Aunque estas clases de influencias se estudian habitualmente partiendo de la conducta verbal del entrevistador y de cara a la influencia sobre la conducta del paciente, de hecho, la relación que se establece entre los eslabones de la cadena es biunívoca. Esto es, con excepción del primer y último enunciados de una entrevista, cada una de las intervenciones del terapeuta y del paciente constituyen un refuerzo, un castigo o un estímulo discriminativo, con incidencia sobre la conducta que le sigue. Por otra parte, la comunicación verbal que se desarrolla durante la entrevista terapéutica difiere notablemente de las pautas habituales en una conversación cotidiana, especialmente en lo que se refiere a la conducta verbal de terapeuta. Es más, el grado de experiencia profesional de un -entrevistador puede ser identificado atendiendo exclusivamente a su tendencia a responder a sus clientes, de manera similar a como lo hace con sus familiares y amigos, de forma que a mayor similitud existe una menor experiencia. Diversos estudios empíricos han demostrado el entrevistador novato a menudo pasa por alto los posibles efectos que tienen, sobre la interacción terapéutica, sus pautas habituales de comunicación verbal y, con no menos frecuencia, desconoce otras formas de comunicación distintas a las de la conversación espontánea. Por esta razón, un paso elemental en la formación de un entrevistador clínico consiste en identificar aquellas formas de comunicación verbal que resulten contraproducentes, durante una entrevista terapéutica. Nueve son los tipos de intervenciones verbales, que deben ser evitadas por un entrevistador. A saber: 1. Cháchara. Teniendo en cuenta que el cliente llega a la entrevista por un motivo concreto, deben evitarse los temas de conversación intranscendente, tales como el tiempo, la política o los deportes. 32 2. Manifestaciones que impliquen juicios, acusaciones, críticas o insultos. 3. Sermoneo. Conviene evitar al máximo las expresiones que conllevan consejos del tipo «Usted debería... », «Lo que usted tiene que hacer es... ». 4. Expresiones de compadreo y manifestaciones de simpatía del tipo «Estoy seguro de que ahora vamos a vernos en días fijos comenzarás a sentirte mejor» o «Me apena muchísimo eso que dices». 5. Presionar, amenazar o discutir. Deben evitarse las expresiones del tipo « ¿No te lo dije yo?», «Si no lo haces te arrepentirás» o «Usted está completamente equivocado porque... ». 6. Expresiones de intolerancia y rigidez del tipo «La única manera de solucionar su problema es... », «Si continúas así tus dificultades aumentarán». 7. Hiperanálisis, hiperinterpretación o intelectualización. No son aconsejables las expresiones del tipo «En mi opinión sus actuales dificultades provienen de que usted nunca se preocupó por su desarrollo personal». 8. Bombardear al paciente con varias preguntas seguidas: « ¿Qué siente en relación con ello? ¿-Le pone triste? ¿Cuando sucede, qué hace al respecto? ¿Podría hablarme un poco más de eso?». 9. Autorevelaciones extensas. Están especialmente contraindicadas las relativas a las dificultades del terapeuta: «Lo que usted me dice me hace pensar en mi propia situación. Yo también siento lo mismo cuando... ». Cada una de estas nueve formas de intervención verbal están contraindicadas durante la entrevista terapéutica porque tienden a inhibir al paciente, respecto a la comunicación de sus propias dificultades ante otra persona que, en definitiva, no es más que un extraño. 3.1. Saber escuchar Saber escuchar y atender es un prerrequisito de cualquier intervención terapéutica, puesto, que, si el entrevistador no sabe escuchar, los resultados más frecuentes son el abandono de la autoexploración, el descenso de la motivación y los fallos de atención por parte del cliente mientras que el terapeuta corre un alto riesgo de comprender erróneamente las dificultades de su interlocutor y de seleccionar una estrategia de intervención inadecuada. Junto con las técnicas no directivas especificadas en el Capítulo IV, son respuestas que denotan atención y escucha los ligeros movimientos de cabeza, los refuerzos del tipo uhm uhm, las exclamaciones ya, ya, comprendo, si, etc. 33 La utilidad de esta clase de indicios que revelan el interés del entrevistador hacia lo que cuenta el cliente puede categorizarse en tres puntos: 1. Actúan como un poderoso refuerzo que incide en el deseo del paciente de hablar de sí mismo y de sus problemas, hasta el punto de que la ausencia de esta clase de refuerzos puede provocar una actitud negativista en el paciente. 2. Favorecen la adecuada formulación de los problemas del paciente, potenciando la identificación del núcleo de los mismos. 3. Animan al paciente a asumir la responsabilidad de seleccionar el tema y el tono que desea imprimir a la entrevista. Cuando el terapeuta no sabe escuchar y seguir el hilo de lo que le dice el paciente, se ve obligado a pedir información sobre algo que ya le fue indicado, o al menos apuntado, o incluso a paliar sus diferencias comportándose como un experto, siendo esta actitud la menos adecuada para el establecimiento de una buena relación terapéutica. Entre los obstáculos que tiene que superar un entrevistador para mantener su atención y desarrollar su capacidad de escuchar al paciente destacan: a) Tendencia a juzgar y evaluar los mensajes del cliente. b) Tendencia a distraerse por factores como el ruido, las presiones del horario o el tema de la entrevista. c) Tentación de responder a las piezas de información ausente haciendo preguntas precipitadas. d) Tentación de proponerse a uno mismo como fuente de solución de problemas. e) Preocupación por lo bien o mal que uno mismo se desenvuelve como profesional. 3.1.1. Ejercicios De papel y Lápiz Elige la respuesta que creas más conveniente en cada caso, A.1. Paciente: (un estudiante) Mis notas han bajado de sobresaliente a un aprobado raspado en sólo dos meses y no sé que hacer para recuperarme. Terapeuta: a) Cuánto tiempo hace que estás en el colegio? 34 b) Parece que tus notas han bajado mucho y no sabes que hacer para cambiar esa situación. c) ¿Te ha sucedido antes de ahora algo así? A.2. P.: Mis notas han bajado mucho. Creo que no estudio tanto como solía. T.: a) ¿Cuántas horas estudias al día por término medio'? b) ¿Dónde estudias? c) ¿Puedes decirme en qué sentido han cambiado tus hábitos de estudio? A. 3. P.: Aunque paso muchas horas estudiando, no soy capaz de concentrarme. T.: a) (En voz baja y cálida) Problemas de concentración. b) (Tornando notas) Problemas de concentración. c) (Enfatizando al cliente) Problemas de concentración. A. 4. P.: (Mirando hacia abajo con las manos entre las rodillas). Tengo problemas de concentración porque me paso el tiempo pensando en los problemas que mis padres tienen en casa. T.: a) ¿Puedes hablarme un poco más sobre tu casa? b) Parece que te resulta difícil hablar de eso. c) ¿En qué ciudad viven tus padres'? A. 5. P.: Es difícil decirlo. Mis padres están pensando en separarse, Llevan así varios años. T.: a) Eso puede ser 10 que te hace difícil estudiar. b) ¿Por qué están pensando en separarse? c) ¿Puedes tú hacer algo al respecto? A. 6. P.: Cuando me siento a estudiar, aunque esté leyendo estoy pensando en lo que pasa en casa. T.: a) (Está sentado y quieto. dejando pensar al cliente. pero prestándole toda su atención) b) ¿.Que crees que está pasando en casa'? c) Deberías ser capaz de olvidarte de eso mientras estudias, 35 3.1.2. Soluciones: A1.: b A2.: c A3.: a A.4.: b A5.: a A6.: a 3.2. Saber Preguntar La tercera actividad fundamental a desarrollar por el entrevistador durante la etapa intermedia de la entrevista terapéutica, o durante la serie central de entrevistas de un tratamiento, consiste en saber preguntar. Saber preguntar quiere decir no preguntar nada al cliente sin que se pueda justificar porqué se ha demandado esa información concreta, en ese preciso momento. Pero además, saber preguntar implica que al formular una pregunta concreta se han tenido en cuenta las siguientes consideraciones: 1) Las preguntas dirigidas personalmente al sujeto, empleando el vocativo tú, usted o llamándolo por su nombre, tienden a generar respuestas más fiables que si la preguntase formula de forma abstracta (Ej.: María, ¿usted vio...? en lugar de ¿se veía...?) 2) Un efecto semejante tienen las formulaciones en afirmativo respecto a los enunciados negativos y las frases carentes de artículos definidos respecto a las que los incluyen. Este fenómeno debe ser especialmente tenido en cuenta, ya que se relaciona directamente con el efecto de halo o sesgo introducido por el entrevistador (Ej.: ,Encontró usted ... en lugar de ¿No consideró usted ... ?) 3) El enunciado de una pregunta debe de evitar sugerir la respuesta. Igualmente, se deben evitar todas aquellas formulaciones que puedan dar lugar a un condicionamiento semántica (Ej.: ¿Cómo son las relaciones con su esposa? en lugar de A usted le gusta maltratar a su esposa, ¿verdad?) 4) El enunciado de una pregunta no debe de contener alternativas cerradas de tipo disyuntivo, ni categorías que conlleven una implicación (Ej.: no es conveniente preguntar ¿El era... o era...? ni ¿Ella estaba...?) 5) Las preguntas deben anunciarse de tal manera que su respuesta no haya de ser obligatoriamente prolija. En caso de que la información que busca el entrevistador sea extensa o compleja es conveniente que formule varias preguntas escalonadamente, recurriendo a varias interrogaciones independientes entre sí. Es decir, nunca se debe bombardear al paciente con varias preguntas a la vez. 6) Antes de formular una pregunta es necesario evaluar las posibilidades de que el sujeto tenga los conocimientos necesarios para responderla. En caso de duda, antes 36 de formular la pregunta es conveniente cerciorarse de que no estamos enfrentando al paciente con algo que desconoce. 7) El enunciado de una pregunta no debe de ser ni tan específico que pueda dar lugar a una respuesta irrelevante ni tan general que promueva una respuesta estereotipado. 8) Conviene prestar especial atención al marco de referencia implicado por el enunciado de una pregunta, de forma que éste quede explicitado e integrado en su formulación y no haya de ser inferido por el cliente. 9) Antes de formular una pregunta conviene evaluar hasta que punto ésta provocará en el paciente una especial tensión, que le lleve a ponerse a la defensiva, o bien a una distensión tan notoria que le oriente hacia la divagación. 10) El orden de una serie de preguntas resulta más efectivo cuando sigue un criterio psicológico (motivación. expectativas…) que cuando el criterio estructurante es de naturaleza lógica (particular. general...). 11) Es aconsejable disponer de enunciados alternativos para cada cuestión y emplearlos siempre que el paciente dé muestras de no captar el sentido de la pregunta. En esta situación suele ser efectivo recurrir a ejemplos que ayuden al paciente a identificar el tipo de información buscada. 12) La estructura sintáctica y la selección léxica del enunciado de una pregunta deben realizarse buscando preferentemente la sencillez y la claridad, eligiendo por ejemplo voces activas en lugar de pasivas, y cuidando las ¡aplicaciones emocionales de los términos elegidos. Cada una de las recomendaciones arriba detalladas, no son, en modo alguno, específicas de la parte intermedia de la entrevista terapéutica. Sin embargo, pese a que conviene tenerlas en cuenta en cualquier momento de su desarrollo, es durante este período donde su manejo adquiere una importancia vital, de cara a la consecución de los objetivos terapéuticos. 3.2.1. Ejercicios De papel y Lápiz Las preguntas que aparecen a continuación son cerradas. Transfórmalas en preguntas abiertas, elaborando al menos dos alternativas de cada caso. B. 1. ¿Te ayudan tus padres? B. 2. ¿Tú siempre discutes? B. 3. ¿Quieres ayudar? 37 B. 4. ¿Seguramente usted quiere a su marido? B. 5. ¿Es verdad que te quieres ir de casa? B. 6. ¿Disfruta siendo la clase de persona que es? B. 7. ¿Usted nunca se ha casado'? B. 8. ¿Ha dejado de pelearse con su mujer? B. 9. ¿Usted no tiene en cuenta lo que piensan sus familiares? B.1O. ¿Quiere hacer algo por solucionar sus problemas? Elige la respuesta que creas más conveniente en cada caso. B.11. Paciente: (Una chica de 16 años): Me han dicho que tengo que entrevistarme con usted porque han encontrado una botella de coñac en mi taquilla. Terapeuta: a) Pareces realmente preocupada. b) ¿Puedes contarme más sobre lo que ha pasado? c) ¿Por qué tenías esa botella en la taquilla? B.12. P.: Un amigo mío me pidió que le guardara la botella en mi taquilla. Yo accedí a hacerlo, pero me hubiera gustado decirle que no. T.: a) ¿Querías realmente guardarle la botella? b) ¿Qué te hubiera gustado hacer cuando tu amigo te pidió que le guardaras la botella? c) ¿Has hecho algo así antes? B.13. P.: Yo no quería guardarla, pero si no 10 hubiera hecho, él hubiera pensado que soy muy gallina. T.: a) ¿Quién te pidió que guardaras la botella? b) ¿Estás muy preocupada por lo que tus amigos puedan pensar de ti? c) ¿Qué quieres decir con eso de «gallina»? B.14. P.: Mis amigos hubieran podido pensar que a mi me daba miedo que me pillasen. 38 T.: a) ¿Cómo te sientes ahora que te han pillado'? b) ¿Tú siempre haces lo que tus amigos quieren que hagas'? c) ¿.Qué crees que piensan tus amigos ahora'! B.15. P.: Me siento fatal. T.: a) Entonces... b) ¿Quieres ayudarme a entender que quieres decir con fatal'! c) ¿Estás enfadado contigo mismo? B.16. P.: Me siento incómodo porque todo el mundo, incluyendo mis padres, se van a enterar de lo que he hecho? T.: a) ¿Crees que tus padres se van a enfadar contigo? b) Eso no es tan malo. ¿No crees? c) ¿Cómo crees que reaccionarán tus padres? 3.2.2. Soluciones: B. 1. a) ¿Puedes decirme cómo han reaccionado tus padres ante tu problema? b) ¿Qué clase de apoyo te ofrecen tus padres? B. 2. a) ¿Puedes explicarme más claramente cómo es tu relación? b) ¿Cómo respondes a esas situaciones? B. 3. a) ¿Cómo ayudas? b) ¿Cuál crees que es tu papel? B. 4. a) ¿Cuáles son sus sentimientos hacia su marido? b) ¿Puede hablarme acerca de la relación con su marido? B. 5. a) ¿Qué sientes en relación con el hecho de marcharte de casa? b) ¿Podrías decirme cuál es tu posición sobre el hecho de marcharte de casa? B. 6. a) ¿Qué siente siendo ese tipo de persona? 39 b) ¿Cómo reacciona ante el hecho de ser esa clase de persona? B. 7. a) ¿Puede ayudarme a entender cuál es su actitud hacia el matrimonio? b) ¿Cómo se siente con su actual estado civil? B. 8. a) ¿Puede describirme cuál es la relación habitual entre usted y su mujer? b) En estos momentos,' ¿cómo se llevan usted y su mujer? B. 9. a) ¿Hasta qué punto tiene usted en cuenta la opinión de sus familiares? b) ¿Hasta qué punto es importante para usted la opinión de sus familiares? B.10. a) ¿Hasta qué punto está interesado en cambiar su conducta? b) ¿Hasta qué punto está decidido a esforzarse para cambiar su conducta? B.11.: a B.12.: b B.13.: c B.14.: a B.15.: b B.16.: c. 3.3. El enfoque El enfoque de una verbalización se identifica por el marcador o conjunto de marcadores lingüísticos que determinan el conjunto temático predominante en la misma. Los enfoques más significativos en la comunicación psicoterapéutica son: A) Enfoque en el paciente. Pertenecen a esta categoría todas aquellas intervenciones del entrevistador que comienzan o incluyen los términos tú o usted. B) Enfoque en el terapeuta. En este caso sus frases contienen el término yo. C) Enfoque en terceros. Conforman esta clase de conductas verbales los enunciados del tipo ello... y los que contienen el nombre propio de terceras, personas ajenas a la entrevista. D) Enfoque en las relaciones o el grupo. Los enunciados de esta categoría suelen contener el término nosotros. E) Enfoque en un tema. En este caso, el término fundamental del enunciado suele ser un sustantivo del tipo felicidad, familia síntomas, amigos, ansiedad, etc. F) Enfoque en el contexto socio-cultural. Pertenecen a esta categoría las intervenciones verbales en las que destacan términos ligados a los conceptos de ambiente, medio social, cultura nivel de vida, etc. 40 El enfoque de la conducta verbal que tiene lugar en una entrevista terapéutica también puede ser estudiado en función de las tres grandes áreas comportamentales: afectividad, comportamientos y cognición. En este caso el enfoque de una determinada intervención del entrevistador viene señalado por la naturaleza semántica del verbo principal del enunciado. Así, las intervenciones que se centran sobre los sentimientos del paciente se identifican por el empleo de verbos relacionados con los sentimientos como estar triste, enfadarse, etc. En cambio, las intervenciones que se centran sobre la conducta explícita del cliente contienen verbos del tipo hacer, actuar, comportarse, etc. Por último, la conducta verbal del entrevistador tiene un enfoque cognitivo cuando en sus enunciados se encuentran verbos del tipo pensar, creer, decirse a sí mismo, etc. Además, tanto las seis categorías arriba expuestas, como estas tres grandes áreas comportamentales, sobre las que puede recaer el enfoque se refieren al pasado, al presente o al futuro. Es decir, la tercera dimensión del enfoque de la conducta verbal del entrevistador viene expresada por el tiempo verbal que caracteriza a los enunciados. El hecho de analizar el enfoque de una entrevista, mediante las tres dimensiones que acabamos de especificar permite identificar cuál ha sido la tónica dominante durante la misma, al tiempo que permite su redirección en un momento dado y facilita la planificación de la siguiente entrevista. Por ejemplo, identificar que el tiempo verbal predominante, durante una o varias entrevistas, es el pasado o el futuro puede llevar al terapeuta al descubrimiento de la evitación del presente como asunto a tratar. Igualmente, el análisis del enfoque de la comunicación verbal puede ayudar a corregir ciertas deficiencias del desarrollo de la entrevista como la rigidez o la ausencia de dirección. En concreto, estos rasgos se manifiestan, respectivamente, por el inmovilismo y la continua oscilación del enfoque de los intercambios comunicativos. 3.3.1. Ejercicios: De Papel y Lápiz Identifica las tres dimensiones del punto de vista o enfoque de las intervenciones del terapeuta. 1. Parece como si una parte de usted confiara en sí mismo y la otra parte desconfiara de su capacidad. 2. ¿En qué piensa cuando se siente asustado? 3. Con frecuencia, abandonar una relación segura es algo que resulta muy duro para un ser humano. 4. En algunas ocasiones me he preguntado qué pasaría si me descontrolase. 5. Puede ser que lo que hagamos aquí resulte útil. 6. Parte de las dificultades que usted puede encontrar en la ruptura se deben a la sociedad, que pone mucho énfasis en la pareja, en el estar juntos. 7. Parte de lo que has contado parece relacionarse con tus planes para después del divorcio. 41 8. De tu silencio deduzco que te resulta difícil hablar de este asunto. Pero te escucho. 9. Cuando dices que tienes un conflicto, ¿a qué clase de sentimientos te refieres? 10. Dices que a veces piensas que deberías quedarte en casa. Quizá un tema que deberíamos explorar es qué significa para ti ser una buena madre. 3.3.2. Soluciones: 1. Paciente, emoción, presente. 2. Paciente, cognición, presente. 3. Otros (impersonal), conducta, presente. 4. Terapeuta, cognición, futuro. 5. Nosotros, conducta, futuro. 6. Cultura, conducta, presente. 7. Paciente, cognición, futuro. 8. Paciente, emoción, presente. 9. Paciente, emoción, presente. 10. Paciente-nosotros, cognición, presente. 42 4. LAS TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN VERBAL Las técnicas que permiten a un entrevistador intervenir verbalmente durante una entrevista terapéutica son muy diversas. Sin embargo, es característico de todas ellas el hecho de que cada una se diferencia de las demás por el objetivo que permite alcanzar, así como por el tipo de estructura enunciativa que requiere. Por otra parte, cada una de estas técnicas puede clasificarse de acuerdo con la categoría directividad/no directividad. Las técnicas no directivas empleadas más frecuentemente son: Clarificación, Paráfrasis, Reflejo, Resumen, e Inmediatez. Paralelamente, entre las técnicas directivas destacan las siguientes: Sondeo, Afirmación de la Capacidad, Confrontación, Interpretación, Instrucciones, Encuadre e Información. 4.1. Técnicas no directivas Las técnicas no directivas se caracterizan porque todas ellas denotan que el terapeuta escucha atentamente el discurso del paciente y que presta la debida atención al proceso de interacción que mantiene con él. Por esta razón, los enunciados de estas intervenciones se construyen en función del sistema de referencia del paciente, ya que esta es la única manera de poder lograr los objetivos generales perseguidos con su empleo; a saber, el establecimiento del rapport en un clima de confianza mutua, y la fluidez de la comunicación y la interacción terapéuticas. ,l. 4.1.1. CLARIFICACION La clarificación consiste en una pregunta que el entrevistador dirige al cliente, con intención de alcanzar alguno de estos dos objetivos: a) Promover la elaboración que ha de realizar el paciente sobre los contenidos de los que estaba hablando inmediatamente antes de la intervención del terapeuta. b) Comprobar que se han comprendido correctamente las palabras del cliente. La forma enunciativa propia de la clarificación consiste en una pregunta del tipo « ¿Quieres decir que...?» o « ¿Estás diciendo que...?» o «Lo que tratas de decirme es que...» o «Si te he comprendido bien, lo que has hecho es que...», etc. Puesto que la clarificación trata de hacer completamente explícito el mensaje del paciente, con objeto de confirmar hasta que punto ha sido adecuadamente comprendido, su empleo se aconseja siempre que no estemos seguros de haber captado el sentido del mensaje del paciente y siempre que deseemos evitar el riesgo de formular hipótesis basadas en presuposiciones o conclusiones erróneas. El uso 43 frecuente de esta técnica se aconseja, en general, durante las primeras entrevistas del proceso terapéutico y, en particular, siempre que sea necesario identificar un problema. EJEMPLO: Paciente: Estoy hecho un lío. Este año es todo tan distinto. Y luego lo de mi novia: Ya te dije que lo habíamos dejado ¿no? Lo estoy pasando muy mal. Además no pego ni golpe. No me he presentado a los parciales y junio está encima. Pero es porque no puedo estudiar. Terapeuta: ¿Quieres decir que te preocupa el hecho de que tus dificultades personales influyan negativamente en tu rendimiento? 4.1.2. PARAFRASIS Una paráfrasis consiste en un enunciado que repite, con palabras del terapeuta, el contenido cognitivo del mensaje del paciente. Puesto que con muchísima frecuencia los mensajes del cliente expresan, al mismo tiempo, ya sea directa o indirectamente, aspectos cognitivos y emocionales, para construir una paráfrasis el entrevistador debe deslindar estos aspectos previamente. Los contenidos cognitivos de un mensaje se identifican con facilidad porque hacen referencia a situaciones, sucesos, personas, objetos o ideas. Los objetivos promovidos por la paráfrasis son: a) Ayudar al paciente a centrar su atención en el contenido conceptual de su mensaje. b) Destacar los contenidos cognitivos del mensaje, cuando se considera prematura o inadecuada la atención directa sobre los sentimientos. El empleo de esta técnica es aconsejable siempre que el terapeuta desee evitar que el paciente se vea desbordado por la expresión de sus sentimientos. También es conveniente su uso cuando el paciente elude problemas específicos recurriendo a un amplio despliegue emocional. Este es el caso de los pacientes «llorones» que una y otra vez cuentan lo desgraciados que se sienten, autocompadeciéndose de continuo. Por último, la paráfrasis suele ser una técnica efectiva cuando el entrevistador desea ayudar al paciente a pensar con claridad sobre un problema concreto, ya que esta técnica favorece la ordenación y sistematización del pensamiento. 44 EJEMPLO: Paciente: Pienso que a estas alturas y habiendo partido de mí la iniciativa de dejarlo, yo no tendría que sentirme cohibido cuando me la encuentro. Pero la verdad es que me siento incómodo, como inseguro. A veces no me atrevo ni a mirarla. Terapeuta: En tu opinión, tus sentimientos no se adecuan a las circunstancias. 4.1.3. REFLEJO Se denomina reflejo a aquellas intervenciones en las que el terapeuta recoge la parte afectiva del mensaje del cliente, incluyendo el tono emocional empleado por éste durante la emisión. Como en el caso de la paráfrasis, para elaborar un reflejo, antes es necesario deslindar los contenidos cognitivos de los emocionales. En este caso, hay que tener en cuenta que el paciente suele transmitir sus sentimientos y elaborar el tono emocional de su mensaje mediante términos específicos, tales como alegría, desilusión, deseo, etc., así como por las características de la comunicación no verbal. Las funciones del reflejo son tres: a) Animar al paciente para que exprese sus sentimientos. Es decir, el reflejo refuerza la expresión emocional. b) Intensificar la experiencia del paciente respecto a sus propios sentimientos. c) Favorecer la toma de conciencia del cliente, en relación con la naturaleza de los sentimientos que le dominan o son más frecuentes en él. Cuando se emplea un reflejo, es muy importante elaborar el enunciado seleccionando términos que aludan a los sentimientos del paciente con la misma amplitud e igual profundidad que la expresada por él. En otras palabras, el empleo correcto de esta técnica requiere del entrevistador una especial atención sobre las connotaciones emocionales de los términos que selecciona. En este sentido suele resultar útil elaborar una escala semántica de términos con valor afectivo o emocional, en función de tres grandes categorías: odio, amor y miedo Términos con connotaciones emocionales de uso frecuente en la entrevista ALEGRIA: Relajado, contento, de buen humor, optimista, satisfecho, alegre, feliz, encantado, emocionado, excitado. TRISTEZA: Desanimado, decepcionado, desesperanzado, desilusionado, pesimista, consternado, deprimido, solitario, herido, infeliz, desgraciado, desesperado. 45 MIEDO: Preocupado, intranquilo, nervioso, tenso, a la defensiva, asustado, agarrotado, atemorizado, aterrorizado. INCERTIDUMBRE: Escéptico, dubitativo, confuso, vacilante, desorientado, preocupado, inseguro, perplejo, indeciso, aturdido, receloso, desconfiado. COLERA: Molesto, frustrado, enfadado, ofendido, enojado, irritado, peleado, furioso, ultrajado, resentido, rabioso, trastornado. En cualquier caso, la mayor dificultad que implica el uso del reflejo, consiste en saber identificar el momento oportuno para su empleo. El terapeuta debe anticipar este factor, en relación con lo que él prevea que puede ser el efecto que esta técnica producirá en el paciente en un momento dado. Dicho de otra manera, antes de devolver a un paciente su propio estado emocional es conveniente que el entrevistador se pregunte, si en ese momento concreto, el hecho de que el paciente profundice en sus sentimientos le resultará beneficioso, o bien agudizará su problema. EJEMPLO: Paciente: Entonces todo me parecía estupendo. Cambiar de ciudad, de casa, de amigos, de tipo de vida..., en parte me daba miedo, pero también me hacía ilusión. Terapeuta: Aquel cambio te asustaba y te atraía al mismo tiempo. 4.1.4. RESUMEN La técnica del resumen consiste en elaborar y transmitir al paciente dos o más paráfrasis y/o reflejos, en los que se condensen algunos de sus mensajes. Un resumen puede referirse tanto a lo cognitivo como a lo emocional, y sus contenidos pueden tener como objeto toda una entrevista, algunos momentos de ella o incluso una serie de entrevistas. Por otra parte, los contenidos recogidos por un resumen pueden sintetizar la información transmitida por el paciente a través de los canales verbales y no verbales. Un resumen aglutina los temas, las reiteraciones, o las consistencias de la comunicación del cliente y, además, actúa como un feedback que tiende a estructurar los mensajes imprecisos o ambiguos. Los objetivos que permite alcanzar esta técnica son: a) Enlazar diversos elementos dispersos a lo largo de las comunicaciones del paciente. b) Identificar un tema o estructura común a una serie de enunciados. 46 c) Interrumpir una divagación excesivamente larga. Es aconsejable emplear el resumen, siempre que sea necesario cerrar una etapa de la entrevista o el tratamiento y siempre que deseemos comprobar, que una larga exposición del paciente ha sido comprendida correctamente. En este último caso, el resumen cumple una función muy próxima a la de la clarificación. Sin embargo, el resumen también puede utilizarse, ocasionalmente, para introducir un tema que, hasta ese momento, sólo se había manifestado de forma latente o tangencial. EJEMPLO: Paciente: De verdad que lo he intentado varias veces. Me esfuerzo por concentrarme todo lo que puedo, pero nada, no me entero de lo que leo. Empiezo a removerme en la silla, me levanto, pongo la radio o me voy a charlar con alguien, y si me quedo delante de los folios es peor. Si me empeño en estudiar me pongo muy depre, es como un peso y pienso que no merece la pena que me esfuerce, porque tampoco ahora voy a aprobar. Entonces lo dejo y me tumbo en la cama completamente harto de mí mismo. Terapeuta: O sea, que la inquietud y la falta de confianza en ti mismo te impiden concentrarte. 4.1.5. AUTORREVELACION La consiste en un enunciado o grupo de enunciados, a través de los cuales el terapeuta comunica al paciente, de manera intencional, información sobre sí mismo. El contenido de una autorrevelación oscila de lo personal, pero no íntimo, a lo más privado, y de los aspectos más positivos a los más negativos. Los objetivos que pretende alcanzar una autorrevelación son: a) Facilitar el establecimiento de un clima de interacción relajado, abierto y propicio para la colaboración. b) Favorecer el hecho de que el paciente perciba al terapeuta como un ser humano, reduciendo de esta forma la distancia que conlleva el rol de experto. c) Incrementar el nivel de autorrevelación del paciente, empleando la técnica como un modelado. d) Influir sobre las posibilidades de cambio conductual del cliente. Pero la debe emplearse teniendo en cuenta las siguientes restricciones: 47 1. Una tasa moderada de autorrevelaciones producen más efecto que una tasa alta o baja. Este hecho se explica porque un terapeuta que emplea la autorrevelación con mucha frecuencia tiende a ser percibido por sus pacientes como indiscreto, débil o necesitado de tratamiento. Paralelamente aquellos terapeutas que nunca utilizan la autorrevelación, o que la emplean muy poco, suelen ser percibidos como personas frías, distantes y escasamente predispuestos a aceptar la intimidad de sus pacientes. 2. La autorrevelación del entrevistador potencia la autorrevelación del cliente, siempre que su extensión no resulte ni excesivamente larga ni excesivamente corta. 3. El grado de intimidad de las autorrevelaciones del entrevistador nunca debe de exceder, ni en contenido conceptual, ni en carga emocional a los contenidos o emociones expresados por el paciente. Por esta razón, esta técnica debe ser empleada siempre de acuerdo con las necesidades del paciente y nunca como medio de drenaje de la ansiedad del terapeuta. 4. La autorrevelación sólo debe hacerse cuando el terapeuta puede explicar, de forma precisa, la manera en que esa intervención concreta puede ayudar al paciente. Pese a todo, los efectos de la autorrevelación parecen variar con las características personales del terapeuta y con la situación interactiva específica de los participantes en la entrevista. Un factor independiente, en los efectos que desencadena esta técnica, parece consistir en la identificación de la medida con que debe emplearse en cada caso concreto. Es decir, para emplear correctamente la autorrevelación es preciso aprender a discriminar la cantidad y el tipo de información a revelar, así como el momento apropiado para hacerlo. EJEMPLO: Paciente: A veces me siento tan mal que creo que nunca voy a poder salir de este lío. Tengo miedo de equivocar mi camino, de cometer una de esas tonterías que luego no tienen arreglo. Terapeuta: Yo también he pasado por situaciones como esa. Durante un tiempo dudé no sólo de si quedarme a vivir aquí, sino que también me planteé en qué forma quería ejercer mi profesión y relacionarme con otras personas. 48 4.1.6. INMEDIATEZ Esta técnica consiste en la descripción de las observaciones y/o sentimientos concretos que experimenta el terapeuta en relación consigo mismo, en relación con el paciente y/o con los problemas significativos de la relación entre ambos, tal como se presentan en el momento de realizar la intervención. Por tanto, la inmediatez recoge el aquíahora de las ideas o sentimientos del terapeuta sobre la comunicación o la interacción en la situación de entrevista. Esta técnica puede emplearse cuando se pretende alcanzar alguno de los siguientes objetivos: a) Discutir con el paciente, de manera abierta, los sentimientos o problemas relativos a la interacción, que hasta ese momento habían permanecido implícitos. b) Proporcionar al paciente un feedback inmediato sobre un momento concreto de la entrevista. La inmediatez, al hacer explícito lo implícito, resulta especialmente útil para desenmascarar los juegos con los que el paciente suele eludir los conflictos. Esta técnica también resulta efectiva en la integración de los sentimientos que surgen en la relación terapéutica; dichos sentimientos resultan peligrosos para el normal desenvolvimiento de un tratamiento si, como sucede con el rechazo o el resentimiento, inhiben o amenazan con inhibir la fluidez de la comunicación y la confianza mutua. ROGERS aconsejaba limitar el uso de la inmediatez a aquellos casos críticos en que, de no explicitarse un contenido concreto, acabaría por envenenarse la interacción y por hacerse inefectivo el tratamiento. En general, las recomendaciones para el empleo de esta técnica son: 1. La inmediatez debe limitarse al aquí-ahora. Mezclar la referencia a lo inmediato con lo percibido o sentido en otro momento reduce el efecto de este tipo de intervención. 2. La inmediatez debe formularse como una constatación y en ningún caso debe convertirse en el origen de una discusión sobre lo que está sucediendo. 3. La enunciación de una expresión de inmediatez debe realizarse en presente de indicativo y explicitando el sujeto (yo, el terapeuta). De esta forma, el interlocutor remarca el hecho de que asume la responsabilidad de lo enunciado, lo que a su vez intensifica la receptividad del paciente ante el contenido enunciado. 4. Antes de formular una inmediatez es preciso evaluar hasta qué punto el paciente está capacitado para afrontar el contenido enunciado. En otras palabras, también en este caso es muy importante elegir el momento adecuado. 49 Ocasionalmente, la inmediatez puede llegar a ser la única forma de explorar los sentimientos o las dificultades más significativas de un caso. También es conveniente tener en cuenta que, aunque la inmediatez no debe emplearse con frecuencia, su evitación puede significar que el terapeuta soslaya los problemas que le resultan incómodos o que teme no ser capaz de manejar. En estas circunstancias la entrevista o el tratamiento pueden resultar excesivamente superficiales. EJEMPLO: Paciente: (Es la cuarta vez consecutiva que llega tarde y, como en las anteriores ocasiones, se ha instalado sin explicar la razón de su tardanza.) Terapeuta: Hoy, de nuevo, has llegado tarde. Me gustaría que habláramos sobre la razón de tus retrasos. 4.1.7. Ejercicios A) De papel y lápiz Identifica si la respuesta del terapeuta es una clarificación, una paráfrasis, un reflejo o un resumen. A. 1. P.: A veces tengo la impresión de que me van a expulsar. T.: a) Pareces muy preocupado por eso. b) ¿Quieres decir que tienes evidencias que te producen esa impresión? A. 2. P.: Creo que no podré venir a la próxima sesión. T.: a) ¿No piensas venir la próxima semana? b) ¿Quieres decir que en tu opinión no necesitas venir la próxima semana? A. 3. P.: No quiero que nadie más sepa esto. T.: a) Te preocupa que alguien más pueda llegar a saberlo. b) Preferirías guardártelo para ti. A. 4. P.: Creo que a los hombres, a todos los hombres, lo único que les importa es dominar. T.: a) ¿Estás diciéndome que has tenido algunas experiencias desagradables con los hombres? b) Desde tu punto de vista los hombres están hambrientos de poder. 50 A. 5. P.: No quiero que mi marido me pida esas cosas. Quiero tomar mis propias decisiones. T.: a) Sientes que no hay razones para que tu marido te lo pida. Te gustaría llegar a ser más independiente de sus demandas. b) En lo que respecta a tu marido, preferirías que te dejara tomar tus propias decisiones. A. 6. P.: Creo que usted no tiene suficiente experiencia profesional para poder ayudarme. T.: a) Dudas acerca de mi capacidad para ayudarte. b) Crees que mi falta de experiencia puede ser un obstáculo a la hora de ayudarte Para cada una de las situaciones siguientes elabora una respuesta de clarificación paráfrasis, reflejo y resumen. A. 7. P.: (Un estudiante de bachillerato de quince años): Mis notas han bajado mucho. No sé porqué, me siento muy desinteresado por todo. A. 8. P.: (Una niña de cuarto de EGB): No me da la gana hacer los deberes de casa. Las matemáticas no me importan. Las niñas no necesitan saber esas cosas. A. 9. P.: (Un hombre de mediana edad): Estoy muy desanimado a cuenta de esta incapacidad física. No puedo hacer nada como antes. No sólo ha afectado a mi trabajo, también en casa. Siento como si no tuviera nada que ofrecer a los demás, nada que merezca la pena. A.10. P.: (Una persona mayor): La empresa está a punto de jubilarme, incluso aunque yo no quiero. ¿Cómo me las voy a arreglar? Me sorprendo a mí mismo pensando en los buenos momentos del pasado, no quiero encarar el futuro de ninguna manera. A veces pensar en la jubilación me pone tan nervioso que no puedo comer o dormir. Mi familia me ha sugerido que trate este asunto. A.11. P.: (Un maestro novato): Mi clase es un jaleo. No sé manejarme con esos chicos tan problemáticos. El director me acucia para que ponga más orden y yo no estoy seguro de hasta qué punto el orden es importante. A.12. P.: (Un estudiante de EGB): Este profesor no me gusta. Siempre me reprende. Es estúpido; me pongo furioso cuando me riñe. A.13. P.: (Un hombre de cincuenta años): Odio levantarme para ir a trabajar. Estoy cansado de la misma vieja rutina. Es una farsa. Nada de lo que hago merece la pena, pero es el negocio de mi suegro y habría una escena familiar si lo dejo. Él ahora es demasiado mayor para llevar el negocio por sí mismo. 51 Para cada una de las siguientes situaciones, elige la opción que en tu opinión refleje mejor los sentimientos del paciente. A.14. P.: Después de la forma en que me han tratado en esos grandes almacenes, no voy a volver ahí ni aunque fuera la única tienda del mundo. T.: a) Irritación. b) Enfado. c) Humillación. A.15. P.: ¿Puedes creerlo? Hoy he encontrado un trabajo que realmente me gusta, pero que nunca pensé conseguir. T.: a) Es estupendo que hayas encontrado un trabajo. b) Debes de estar muy contento por eso. c) Parece como si estuvieras muy excitado por haber encontrado trabajo. A.16. P.: Al principio, cuando empecé a hablar contigo sobre mis problemas me costaba mucho abrir la puerta de tu despacho. T.: a) Al principio sentías aprensión a contarme tus cosas. b) ¿Te asustaba venir a verme? c) Parece como si te hubieras resignado al hecho de que necesitas venir. A.17. P.: (Un estudiante con malas notas): ¿Cómo puedo ponerme a la altura de mis hermanos mayores? T.: a) Debes sentirte frustrado. b) Me parece que te sientes inferior cuando te comparas con tus hermanos. c) Sus éxitos parecen desanimarte. A.18. P.: Mi madre siempre se está quejando de que está demasiado enferma para salir a la calle o hacer algo. Ha visitado a varios médicos pero le han dicho que está bien. No sé qué hacer para convencerla de que está bien. T.: a) Pareces enojado porque tu madre siempre usa la excusa de que está enferma. b) En otras palabras, tú te enfadas con ella porque no quiere salir de casa. c) ¿Has hablado con tu padre sobre cómo ayudarla? A.19. P.: Me ha gustado decirle hasta qué punto estaba enfadado con ella, pero no sé si la he perdido o no. Yo no quiero perderla. 52 T.: a) Tú le dijiste como te sentías, pero ahora piensas que puede dejarte. b) Pareces sorprendido de que fueras capaz de decírselo, pero ahora consideras si te dejará o no. c) Parece como si te sintieras bien por habérselo dicho, pero ahora tienes miedo de que el resultado sea perderla. Para cada una de las situaciones que siguen, selecciona la opción que a tu juicio exprese la mejor paráfrasis o el resumen más adecuado. A.20. P.: (Una madre que ha llamado porque tiene problemas con su hijo recién nacido. El terapeuta trata de iniciar y dar una dirección a la entrevista). T.: hoy? a) El otro día me dijo por teléfono que tiene algunos problemas. ¿Cómo se siente b) El otro día por teléfono usted mencionó algunos problemas de los que le gustaría tratar. c) El otro día por teléfono hablamos brevemente de los problemas que tiene con su hijo recién nacido y de los cambios que están teniendo lugar en la relación con su marido. A.21. P.: Sí, me siento desbordada por mi nueva responsabilidad y por la completa dependencia de mi niño. Tengo que hacer todo, lavar las ropas, preparar los biberones, cambiarle los pañales... T.: a) Su niño le lleva una gran parte de su tiempo y su energía. b) Hay un montón de cosas cuando se cuida de un niño recién nacido. c) Usted está teniendo problemas para organizar su tiempo. A.22. P.: No consigo encontrar tiempo para mí o mi marido. T.: a) ¿Qué le gustaría hacer si se quedara sola o con su marido? b) Parece que a usted no le queda tiempo después de cuidar de su bebé. c) Usted no tiene tiempo para usted misma o para su marido. A.23. P.: y mi marido no comprende cuanto tiempo lleva cuidar a un bebé. T.: a) ¿Su marido no aprecia su esfuerzo al cuidar al niño? b) ¿Él le pide un tiempo y una energía que usted ahora no tiene? c) El hecho de que su marido no comprenda su actual situación debe de ser muy frustrante. 53 A.24. P.: Cuando yo trabajaba, él solía hacer una parte de trabajo de la casa y de la comida. Ahora, desde que estoy en casa todo el día, él parece creer que me tengo que encargar del niño y de todo lo de la casa. T.: a) Parece que usted acostumbraba a compartir las labores de casa y ahora le toca cuidar del niño y también de la casa. b) Ahora que está en casa le toca cuidar del niño y hacer todas las faenas domésticas. c) Antes de que naciera el niño, usted acostumbraba a compartir el trabajo de la casa con su marido. A.25. P.: No sé por qué él ha dejado de hacer su parte. Tampoco me ayuda con el niño. Está preocupado con un nuevo proyecto de trabajo que le lleva mucho tiempo. T.: a) Aunque su marido está preocupado por el trabajo, a usted le gustaría que l la ayudara en la casa. b) Dice que su marido tiene un nuevo proyecto de trabajo que le lleva mucho tiempo. c) ¿Piensa usted que el trabajo de su marido está interfiriendo con su vida familiar? En cada uno de los casos siguientes elige la opción que en tu opinión representa la respuesta no directiva más adecuada. A.26. P.: Nos divorciamos hace un año y yo he pasado una época terrible. T.: a) (Prestando mucha atención al paciente.) Una época terrible. b) (Silencio, prestando gran atención a la paciente.) c) (Prestando mucha atención al paciente.) Hace un año que se divorció. A.27. P.: Apenas puedo afrontar todo lo que se me ha venido encima al divorciarme. T.: a) Se hace duro estar divorciada. ¿No? b) Parece como si usted no se acostumbrara a estar divorciada. c) ¿Puede darme un ejemplo de lo que quiere decir? A.28. P.: Por ejemplo, vivir en un apartamento en lugar de en la propia casa. T.: a) ¿Es cómodo su apartamento? b) ¡Uh hum! 54 c) ¿Qué otros ejemplos? A.29. P.: y se me hace duro estar tan sola. Es tan diferente de cuando estaba casada. Estoy acostumbrada a tener a otra persona en casa. T.: a) ¿Cómo se siente cuando está sola? b) Es agradable que haya otra persona en casa. c) Usted y su marido, ¿pasaban mucho tiempo juntos? A.30. P.: No me siento muy bien. La mayoría de mis amigos están casados. Me siento tan aislada y algunas veces incluso no deseada. T.: a) ¿Sus amigos se interesan más por usted, ahora que esta divorciada? b) Desde que usted se divorció se siente sola y aislada. c) Se siente aislada y no deseada. A.31. P.: Sí, me sentí violenta en una fiesta que dieron unos amigos comunes y no he sido invitada por otros. Además también hay otras situaciones. T.: a) ¿Podría decirme qué hizo que se sintiera violenta en la fiesta que ha mencionado? b) Parece como si se hubieran olvidado de usted a la hora de hacer las invitaciones de varias fiestas. c) ¿Su ex marido fue invitado a esas otras fiestas? A.32. P.: Me resulta difícil hablar con ellos. Es como si ahora no tuviéramos muchas cosas en común. Acabo sentándome en un rincón y marchándome. T.: a) ¿De qué cosas intenta hablar? b) ¿Eso también le ocurre en otras situaciones? c) Debe de ser una situación difícil para usted. A.33. P.: Sí, ahora he empezado a evitar a mis amigos de antes. Intento hacer nuevas amistades, pero me resulta difícil encontrar gente nueva. T.: a) ¿Eso quiere decir que está intentando buscarse otro ambiente? b) Está teniendo dificultades para encontrar nuevos amigos. c) Entonces, usted ve poco a sus viejos amigos, pero está teniendo dificultades para hacerse con otros nuevos. 55 A.34. P.: No hay muchos sitios donde la gente de mi edad pueda buscar nuevos amigos... al menos no la clase de amigos que yo busco. T.: a) Parece una situación difícil. b) ¿Qué clase de gente le gustaría encontrar? c) Usted parece apenada por esta situación. A.35. P.: He intentado grupos sencillos, yendo a sitios yo sola, siendo activa en mi parroquia, pero no he encontrado gente interesante. T.: a) Parece que no ha tenido mucho éxito. b) ¿Hay otro tipo de cosas que usted pueda hacer para encontrar gente interesante? c) ¿Cómo le va cuando encuentra gente nueva? Elabora una respuesta de autorrevelación para cada una de las siguientes situaciones. Asegúrate de que el contenido es algo verdaderamente personal y de que el enunciado incluye la primera persona del singular. Además trata de que tu respuesta sea similar en contenido y profundidad a los mensajes del cliente y las situaciones propuestas. A.36. El paciente se siente fracasado porque nada parece irle bien. A.37. El cliente presenta indicios de querer hablar de su conducta sexual, pero da la impresión de que no sabe cómo sacar el tema. A.38. Por primera vez, el paciente comienza a ser consciente de sus sentimientos agresivos y se pregunta si tales sentimientos son legítimos o no. A.39. Eres el líder de un grupo de resolución de problemas en un Instituto de Enseñanza Media. Sus miembros han pasado mucho tiempo hablando de las discusiones que tienen con sus padres, pero no expresan sus sentimientos. Tú decides hacer una autorrevelación que les ayude a manifestarlos. A.40. Tu cliente está a punto de ser expulsado del colegio por malas notas. El dice que no sabe de nadie que haya sido expulsado por ese motivo y luego haya llegado a ser alguien en la vida. Como tú has vivido esa situación decides contársela. Elabora una respuesta de inmediatez para cada una de las siguientes situaciones: A.41. El cliente está intentando que tú adivines sus sentimientos. Afirma albergar algunos pero no acaba de explicitar cuáles son. Tú eres consciente de haber entrado en el juego de querer adivinar sus sentimientos y decides comunicarle los tuyos. A.42. Estás trabajando con un paciente que pide sugerencias. Le has hecho alguna y él siempre responde sí, pero... Cuando esta situación se presenta de nuevo decides hacerle saber lo que estás viendo. 56 A.43. El cliente ha llegado tarde por tercera vez y tú crees que debes tratar ese asunto. A.44. Las lágrimas comienzan a empañar los ojos del cliente, mientras cuenta la pérdida de un amigo íntimo. A.45. El cliente deja de hablar cuando tú mencionas el tema de las calificaciones escolares. A.46. El cliente te ha hecho varias preguntas referentes a tu cualificación profesional. Elige la opción que consideres más apropiada para tratar con una intervención de inmediatez cada una de las situaciones siguientes: A.47. P.: ¡Menos mal! ¿Se acuerda de todos esos análisis de sangre que tuvieron que hacerle a mi hijo? Todos han dado negativo. Pobre muchacho, al fin nos hemos quedado tranquilos. T.: a) Estupendo. Me alegro por usted. b) Me alegra mucho oír eso, yo también me quedo tranquilo. c) Eso es una noticia agradable. Se debe sentir muy feliz por que las cosas hayan salido así. A.48. P.: Cuando me pongo a pensar de qué manera me tratan mis padres me siento tan furioso que no hago nada por acercarme a ellos. Una vez, incluso, les quité unas entradas que tenían para una función de teatro y no pudieron ir. T.: a) Parece que ahora estás sintiendo buena parte de esa rabia. b) Entonces, te enfadas tanto con ellos que incluso has hecho cosas de ese tipo. c) Pareces enfadado con ellos incluso ahora. A.49. P.: Ya le he contado unas cuantas cosas que me preocupan, pero todavía hay otras de las que me gustaría hablar. Cosas que me da miedo contarle a alguien. Me da miedo que piense que estoy loco. T.: a) Me has contado muchas cosas sobre ti mismo, pero no sabes como me tomaría yo esto. b) Una cosa que puedes hacer es contármelo y ver qué pasa. c) Hay cosas que te gustaría contarme, pero tienes miedo de que yo no sea capaz de aceptarte y comprenderte. A.50. P.: Estuve viviendo con esa amiga durante tres años. Lo pasábamos bien juntas y creo que mereció la pena. Luego, un fin de semana se cambió de piso y dijo que no quería saber nada de mí. Yo la quería mucho y no se cómo recuperarla. 57 T.: a) Tengo que admitir que no sé mucho sobre la relación íntima entre lesbianas. Pienso que le sería útil hablar con otro terapeuta. b) Me siento incómodo hablando contigo sobre tus relaciones. Te sugiero que busques un terapeuta de tu ambiente. c) Creo que yo tendría dificultades para ser objetivo contigo a causa de algunas de mis opiniones. Te sugiero que hables con otro terapeuta. A.51. P.: (Mirando hacia abajo y apretándose las manos): Este fin de semana ha sido el peor de mi vida... nunca me había sentido tan deprimido (empieza a llorar). Por primera vez en mi vida pensé en el suicidio y eso me alarmó. T.: a) Tengo la impresión de que ahora te encuentras tan deprimido como durante el fin de semana. b) ¿Puedes contarme que es lo que sientes sobre el suicidio? c) Verdaderamente ahora estás muy deprimido. ¿Aún sigues pensando que el suicidio es una forma de salir del paso? A.52. P.: (La primera entrevista con una terapeuta): Hay algunas cosas que han estado preocupándome durante algún tiempo... y también me han preocupado últimamente. Es algo que incluso ha afectado a mi trabajo, pero no sé si puedo hablar de ello con una mujer. T.: a) Parece que te sorprende que una mujer sea terapeuta y que te resulta difícil contarme tus cosas. b) Parece que te sientes incómodo hablando conmigo de tus preocupaciones porque soy una mujer. c) Tengo la impresión de que esperabas que yo fuera un hombre. Selecciona la opción que te parezca la autorrevelación más correcta, en cada una de las siguientes situaciones: A.53. P.: Con frecuencia tengo problemas para tomar decisiones sobre las cosas más simples. Creo que soy un imbécil cuando me encuentro con que no puedo apartar de mi mente cosas sin importancia. T.: a) ¿Sabes?, a veces a mí también me ocurre. Y eso hace que me sienta frustrado. b) ¿En qué clases de situaciones experimenta usted esa indecisión? c) Esa clase de cosas le suceden a mi marido y yo puedo comprobar cuán frustrado se siente. 58 A.54. P.: Me enfado mucho con mi marido cuando no es puntual. A veces he tenido que esperarle hasta una hora. Él siempre tiene alguna excusa. Me gustaría saber si otras personas también se enfadan por esa clase de cosas. T.: a) Yo no sé como se siente todo el mundo, pero a veces yo me enfado con mi marido cuando tengo que esperarle. . b) Yo también me enfado con mi marido por eso. Cuando me hace esperar más de la cuenta, me marcho sin él. c) Mi marido también suele hacerme esas cosas. ¿Cómo reacciona el suyo cuando usted le cuenta lo enfadada que está? A.55. P.: Mi mejor amigo acaba de decirme que tiene leucemia y yo no sé como comportarme con él. No sé si debo hablarle del asunto o esperar a que él saque el tema. Me gustaría poder demostrarle lo mucho que me preocupo por él. T.: a) Me hago idea de lo difícil que le resulta esa situación. Siempre, bajo cualquier circunstancia, es difícil decirle a alguien lo mucho que nos preocupa. b) Es una situación penosa. Cuando una prima mía se estaba muriendo de cáncer, tuve dificultades para expresarle mi preocupación. c) Es difícil hacerle saber a alguien que nos preocupa. ¿Qué ha pensado hacer para expresarle su preocupación? A.56. P.: La gente piensa que es divertido, pero yo no soy capaz de subirme a un avión. T.: a) Yo no tengo problemas con los aviones, pero cuando viajo en barco me pongo muy nervioso. b) A mí también me da miedo subir a un avión. Habitualmente viajo en tren o por carretera. c) Me hago idea de como se siente. Yo me pongo muy nervioso cuando vuelo en un aparato pequeño. Lo que siento es casi pánico. A.57. P.: Estoy muy contento de que mi hijo se haya decidido por una escuela profesional y no por la universidad. Yo estoy convencido de que la universidad no es lugar para él. T.: a) Yo he comprobado que cuando se deja a los chicos elegir por sí mismos, generalmente toman decisiones correctas. b) Mi hijo se encuentra en una situación parecida. Espero que él también sepa hacer la mejor elección. c) Me preocupa que mi hijo tenga que tomar una decisión como esa, aunque todavía le queda mucho. 59 A.58. P.: Mi mujer murió hace unos meses..., me siento tan perdido sin ella y lo mismo les pasa a los chicos. No consigo hacer que nuestras vidas vuelvan a funcionar de nuevo... Creo que no hay nadie más incapaz que yo. T.: a) Si yo estuviera en su situación probablemente también me sentiría solo y perdido. b) ¿Quiere decir que usted no está seguro de saber desenvolverse sin su esposa? c) Usted tiene que afrontar un momento difícil. B) Ensayos Conductuales Desarrollar una sesión de ensayo conductual, de veinte minutos de duración, en la que el terapeuta ejercite las intervenciones no directivas; concretamente, clarificación, paráfrasis, reflejo y resumen. Las intervenciones deben de ser elegidas en función del plan de entrevista que el terapeuta se haya trazado previamente. Este plan deberá ser comentado y discutido, junto con su adecuación y la calidad de la ejecución, al finalizar el ensayo. Desarrollar una sesión de ensayo conductual de diez minutos de duración, en la que el terapeuta ejercite las intervenciones de autorrevelación e inmediatez. En esta sesión se prestará una atención especial a la adecuación de las intervenciones, en función del material aportado por el paciente. 4.1.8. Soluciones A.1.: a) Reflejo A.4.: a) Clarificación b) Clarificación A.2.: a) Paráfrasis A.5.: a) Resumen b) Clarificación A.3.: a) Reflejo A.6.: b) Paráfrasis b) Paráfrasis a) Reflejo b) Paráfrasis b) Paráfrasis A. 7. C: ¿Quieres decir que no sabes con qué relacionar tu falta de motivación? P: Desconoces el origen de tu desinterés. R: No hay nada que te interese. r: Tus calificaciones han bajado y no sabes cual puede ser la causa de tu desinterés. 60 A. 8. C: ¿Crees que las matemáticas no les son de utilidad a las niñas? P: En tu opinión las matemáticas no les son de utilidad a las niñas. R: Ante los deberes de matemáticas te sientes completamente desinteresada. r: Tu negativa a hacer los deberes se basa en el hecho de que crees que las matemáticas no te van a resultar de ninguna utilidad. A. 9. C: ¿Quiere decir que las relaciones con su familia han cambiado desde que experimenta esos impedimentos físicos? P: En su opinión su incapacidad física afecta no sólo a su trabajo, sino también a su vida familiar. R: Su estado físico le desanima hasta el punto de hacerle sentir que no tiene nada importante que ofrecer a los demás. r: Su estado físico le desanima porque ha afectado a su vida laboral y familiar y eso le hace sentir que no tiene nada importante que ofrecer a los demás. A.10. C: ¿Teme no poder desenvolverse bien una vez que se haya jubilado? P: Pensar en la jubilación le afecta tanto que a veces no puede comer o dormir. R: Usted parece muy preocupado ante su inminente jubilación. r: La forma en que marcha su clase parece provocar las exigencias del director, pero usted dice no tener claro si debe imponer más orden entre sus alumnos. A.12. C: ¿Dices que el profesor siempre te reprende? P: Cuando ese profesor te riñe cambia tu conducta. R: Te enfadas mucho cuando ese profesor te riñe. r: Dices que ese profesor te disgusta y que cuando te riñe te enfadas muchísimo con él. A.13. C: ¿Dice usted que está cansado de hacer la misma clase de cosas? P: La rutina de su trabajo le hace pensar que lo que usted hace carece de valor. R: La rutina de su trabajo hace que usted se sienta insatisfecho. 61 r: La rutina de su trabajo le hace sentirse insatisfecho, pero teme dejar el negocio por las consecuencias que eso pudiera tener sobre su vida familiar. A.14.: b A.15.: c A.16.: a A.17.: b A.18.: a A.19.: c A.20.: c A.21.: a A.22.: b A.23.: a A.24.: c A.25.: a A.26.: a A.27.: c A.28.: c A.29.: a A.30.: b A.31.: a A.32.: c A.33.: c A.34.: a A.35.: a A.36.: A veces cuando las cosas me van mal yo también me siento fracasado. A.37.: Cuando yo tenía su edad me moría de ganas por poder hablar del sexo con alguien, pero nunca estaba seguro de si tratar un tema como ése sería adecuado a las circunstancias. Me pregunto si no le está sucediendo a usted algo parecido. A.38.: Hubo una época en que yo me preguntaba constantemente hasta qué punto tenía derecho a sentirme enfadado y agresivo, como a veces me siento. A.39. Cuando yo tenía vuestra edad, para mí el problema no era tanto el motivo por el que discutía con mis padres, como lo mucho que me trastornaban esas discusiones. A.40. No estoy completamente de acuerdo contigo. A mi me expulsaron del colegio porque era un pésimo estudiante, pero cuando descubrí que había cosas que me importaban y que para hacerlas tenía que estudiar, comencé a aprobar los cursos sin mayores dificultades. Ahora hace años que ejerzo como psicólogo y no sólo vivo de mi trabajo, sino que además me siento contento por tener esta profesión. A.41.: Creo que tus reticencias a hablar de ese tema provienen del hecho de que temes lo que yo pueda decir al respecto. Por si te sirve de algo, deseo que sepas que yo me siento a gusto conversando contigo sobre tus dificultades. A.42.: Hay una cosa que me llama mucho la atención. Tú me has pedido varias veces que te sugiera posibles soluciones a esa situación y cuando te presento alguna me contestas sistemáticamente «sí... pero». A todas las alternativas que hemos examinado les has encontrado pegas y me pregunto hasta qué punto deseas esforzarte para modificar esa situación. A.43.: Es la tercera vez consecutiva que llegas tarde, teniendo en cuenta que antes eras muy puntual, me parece que podría ser interesante que hoy comenzaremos la sesión tratando este tema. A.44.: La pérdida de tu amigo te afecta tanto que tus ojos se han llenado de lágrimas. 62 A.45.: Me pregunto si tienes algún interés en evitar que hablemos de tus calificaciones, porque he observado que cada vez que sale este tema te encierras en un mutismo casi completo. A.46.: Creo que ese interés tuyo por mi cualificación profesional no se debe tanto a tu curiosidad o a tu interés por mi persona, como a tu falta de confianza en la capacidad que yo pueda tener para ayudarte. ¿Me equivoco? A.47.: b A.48.: a A.49.: c A.50.: c A.51.: a A.52.: b A.53.: a A.54.: a A.55.: b A.56.: c A.57.: b A.58.: a 4.2. Técnicas directivas Se consideran técnicas directivas todas aquellas intervenciones verbales del entrevistador en las que el mensaje está organizado en función de su propio sistema de referencia y no de acuerdo con el sistema de referencia del cliente. El origen, tanto de los contenidos de esta clase de intervenciones como de la técnica concreta que se selecciona, descansa sobre las hipótesis que el entrevistador ha elaborado sobre cuáles son los problemas o dificultades del cliente y sobre sus percepciones y valoraciones de la conducta de éste. En términos generales, la utilización de esta clase de técnicas requiere una habilidad mayor que la exigida por las técnicas no directivas, ya que si el entrevistador no sabe elegir el momento adecuado para realizar una intervención directiva, la reacción del paciente puede ser la obstaculización o incluso el abandono del proceso terapéutico. En otras palabras, el empleo inadecuado de estas técnicas puede fomentar resistencias más intensas que las provocadas por una utilización deficiente de las técnicas no directivas. 4.2.1. SONDEO La técnica del sondeo consiste en una pregunta que se refiere directamente a los problemas del paciente. Esta pregunta suele contener la partícula qué, cómo, cuándo, dónde o quién, y además adopta la modalidad abierta; es decir, ofrece al paciente la posibilidad de responder de acuerdo con sus categorías y valores y no con los previamente fijados por el entrevistador. Los objetivos que llevan a un terapeuta a emplear el sondeo son: a) Comenzar la entrevista. 63 b) Animar al paciente a revelar o elaborar información. c) Demandar la expresión del los sentimientos u opiniones del paciente. d) Promover ejemplos concretos sobre la conducta, las ideas o los sentimientos del paciente, explicitando así las condiciones que inciden sobre el problema. El sondeo es la técnica privilegiada por el análisis funcional de la conducta, pero su empleo se recomienda siempre que el objetivo fundamental sea identificar en qué consiste el problema. Una restricción importante en el manejo del sondeo consiste en la evitación de la pregunta ¿Por qué? Este tipo de intervenciones suelen hacer que el paciente se ponga a la defensiva o que se sienta obligado a dar una explicación o justificación de su conducta. Por ello, es preferible tratar de obtener la misma información mediante una pregunta alternativa que incluya la partícula qué. EJEMPLO: Paciente: Hay algunos días que no me apetece ni ducharme. Hasta la música me molesta. Algunas cosas que pasan en casa me sacan de quicio y estallo. Empiezo a no aguantarlo. Terapeuta: ¿A qué clase de cosas te refieres? 4.2.2. AFIRMACION DE LA CAPACIDAD Esta técnica de intervención consiste en que el entrevistador pone de manifiesto, a través de un enunciado verbal, la capacidad habitual del paciente para realizar una actividad concreta. La afirmación de la capacidad está dirigida a alcanzar los objetivos siguientes: a) Animar al paciente a realizar algo en aquellos casos en que carece de confianza o iniciativa. b) Ampliar la conciencia del paciente respecto de sus capacidades o habilidades. c) Poner en primer plano una acción potencialmente beneficiosa para el paciente. En el empleo de esta técnica conviene tener en cuenta las siguientes restricciones: 1. Una intervención de afirmación de la capacidad sólo debe de realizarse después de que el paciente haya manifestado expresamente su deseo de y su decisión para pasar a la acción. 64 2. Esta técnica sólo debe emplearse cuando el terapeuta haya observado o evaluado hechos de los que pueda inferir, sin lugar a dudas, que el paciente tiene, en efecto, la capacidad que él le atribuye. Dicho de otra manera, esta técnica debe ser empleada con total sinceridad, sin incurrir nunca en una mentira piadosa o en un ofrecimiento de falsas esperanzas. 3. Esta clase de intervenciones está contraindicada cuando los pacientes tienen una imagen de sí mismos, tan negativa, que descuentan el feedback positivo. En estos casos, la afirmación de una capacidad contribuye a disminuir la autoestima del cliente, lo cual se suele poner de manifiesto a través de sus comentarios autodespectivos EJEMPLO: Paciente: Había pensado apuntarme a un cursillo de tenis. Tendría que hacerlo ya, porque el plazo acaba esta semana. Pero cuando me imagino en la pista... no sé... Terapeuta: Tú siempre has destacado en los deportes. Podrías aprender pronto. Con la fuerza y agilidad que tienes podrías hacerlo muy bien. 4.2.3. CONFRONTACION La confrontación es un tipo de intervención verbal mediante la que el terapeuta describe algunas discrepancias o distorsiones que aparecen en los mensajes y/o conductas del paciente. Los objetivos de esta técnica son: a) Identificar las descalificaciones que emite el paciente de manera habitual. b) Explorar otras formas en que el paciente puede percibir una situación o concepción de sí mismo. La confrontación ante las descalificaciones del paciente se realiza mediante la descripción de la contradicción o incongruencia en que haya incurrido. Por lo general, dichas incongruencias se pueden clasificar en alguna de estas cuatro categorías: Entre conducta verbal y conducta no verbal. Entre la conducta y su descripción verbal. Entre dos mensajes verbales. Entre dos mensajes no verbales. La confrontación de las descalificaciones suele adoptar la forma enunciativa Dices que... pero..., o bien Por una parte..., pero por otra... En cambio, la confrontación de un 65 mensaje o conducta distorsionados se lleva a cabo describiendo el proceso de distorsión o indicando una o varias alternativas para que el paciente reconsidere la situación. Dado que los efectos de una confrontación pueden ser muy poderosos y que con frecuencia el paciente tiende a vivir la confrontación como un castigo, a la hora de emplear esta técnica convienen tener presentes las siguientes restricciones: 1. Una confrontación debe describir y no juzgar o evaluar los mensajes o conductas del paciente. 2. Una confrontación nunca debe ser formulada como una inferencia vaga, sino que, al contrario, conviene que incluya una conducta concreta. 3. El momento para realizar una confrontación debe ser elegido cuidadosamente, teniendo en cuenta el nivel de atención, de ansiedad, de deseo de cambio y de habilidad para escuchar que posee el cliente. También es necesario tener en cuenta la confianza que demuestra tener en el terapeuta, ya que cuanto mayor sea ésta más receptivo será el paciente ante el contenido de la confrontación. Por este motivo la confrontación está contraindicada cuando no existe un buen rapport. 4. Una vez evaluados los factores detallados en el punto anterior, el momento adecuado para emitir una confrontación es aquel en el que el paciente demuestra tener la capacidad necesaria para actuar de forma efectiva, en relación con los contenidos confrontados. 5. Cuando la confrontación se refiere a hechos muy complejos o supone un gran esfuerzo para el paciente, debe enunciarse de forma escalonada para que el paciente no se vea sometido a fuertes demandas de cambio en poco tiempo. Algunas de las posibles reacciones de un paciente ante una confrontación son: Negación o rechazo de la incongruencia a que se le enfrenta. La negación suele manifestarse de distintas maneras: verbalmente, desacreditando al terapeuta, persuadiéndolo o intentando persuadirlo de que sus opiniones están equivocadas, restándole importancia al tema o buscando apoyo en la opinión de terceros. Confusión. Si la confusión del paciente es auténtica -si no lo es equivale a una negación- indica que la confrontación ha sido realizada de manera incorrecta. En este caso, el error más frecuente consiste en una especificación insuficiente y, por tanto, el terapeuta habrá de repetir la confrontación enunciándola de forma concisa y clara. Falsa aceptación. El paciente afirma verbalmente haber asumido el contenido de la confrontación con intención de evitar o soslayar el impacto emocional 66 que le ha causado la intervención. Este tipo de reacción revela que el cliente no estaba suficientemente preparado para afrontar la confrontación. Aceptación auténtica. Esta reacción se caracteriza porque el paciente responde a la confrontación con un verdadero deseo de examinar y modificar su conducta. Tras cada confrontación, especialmente si la respuesta del paciente no ha sido una aceptación auténtica, es recomendable emplear técnicas no directivas, como la paráfrasis o el reflejo, con objeto de potenciar la toma de conciencia del cliente respecto a su reacción. EJEMPLO: Paciente: Hemos quedado como amigos, pero me molesta que cuando viene al piso con sus amigas se comporte como si no hubiera pasado nada. Entonces, los otros sacan una botella de vino y se ponen a jugar a las cartas o a los dados y a mí no me hacen ni caso, como si su verdadera amiga fuera ella. Y yo allí, pudriéndome... Terapeuta: Por una parte dices que habéis quedado como amigos, pero por otra dices que te molesta que ella se comporte como tal. 4.2.4. INTERPRETACION La técnica de la interpretación consiste en una emisión verbal en la que el terapeuta ofrece al cliente una forma distinta de concebir el problema o una explicación de sus conductas y actitudes. La interpretación de un mismo fenómeno varía según el marco teórico con que trabaje el terapeuta, pese a ello, cualquier interpretación se diferencia de otras técnicas a emplear en la entrevista porque recoge los aspectos implícitos de los mensajes y conductas del paciente, es decir, aquello que no se manifiesta de una manera directa. Los objetivos de la interpretación son: a) Identificar y mostrar las relaciones que existen de manera implícita entre los mensajes y la conducta. b) Examinar la conducta del paciente desde un punto de vista distinto, u ofrecer una explicación alternativa. c) Ampliar la autocomprensión del paciente cuando ésta es pertinente con la superación de sus dificultades. A la hora de ofrecer una interpretación deben tenerse en cuenta las siguientes consideraciones: 1. El momento en que se ofrece una interpretación tiene una enorme incidencia sobre el efecto que tendrá en el paciente. Por eso, el 67 entrevistador nunca debe dar una interpretación antes de que el cliente haya adquirido un cierto grado de conciencia y comprensión sobre el tema a interpretar. Cuando existan indicios de que la interpretación puede causar ansiedad, resistencia o dolor, esta técnica está totalmente contraindicada. 2. Una interpretación resulta más útil cuando se ofrece durante la fase intermedia de la entrevista, porque así el paciente tiene oportunidad de reaccionar a la interpretación dentro del marco terapéutico. Además, el conocimiento de esa reacción resulta muy valioso para el terapeuta, quien con esa información verá facilitada su tarea de prever la continuación del tratamiento. 3. La interpretación siempre debe basarse en los mensajes emitidos por el paciente, y en su formulación se deben evitar cualquier clase de interferencias provenientes de los valores y actitudes del entrevistador. Además, los datos en que se apoya una interpretación han de ser suficientes y representativos. 4. El enunciado de una interpretación debe adoptar la forma de una tentativa o posibilidad del tipo Me pregunto si... Es posible que... Quizá... Pudiera ser que... 5. Después de una interpretación es aconsejable comprobar qué piensa y siente el paciente sobre la nueva perspectiva que se le ha ofrecido. Por este motivo, la clarificación es altamente recomendable en esa circunstancia. Las posibles reacciones de los clientes ante una interpretación pueden ser muy variadas, y oscilan desde la aceptación al más violento rechazo. De cara a manejar la reacción del entrevistado puede ser útil recordar que: El hecho de que un paciente proteste ante una interpretación no significa, necesariamente, que la interpretación sea errónea. En caso de que el cliente proteste por una interpretación es útil emplear un reflejo y reiterar la interpretación, siempre que el entrevistador esté seguro de su adecuación. Pero, como norma general, antes de repetir una interpretación que ha sido rechazada por el cliente, conviene considerar su formulación y la validez de los hechos sobre los que se apoya. En algunas ocasiones la aceptación de la interpretación puede no ser auténtica. En este caso, el paciente asiente tan sólo para no desagradar al terapeuta. La aceptación auténtica de una interpretación se reconoce por el hecho de que el paciente muestra que ha asumido, integrado o aprendido algo sobre lo interpretado, mediante algún cambio, indicio o elaboración. 68 EJEMPLO: Paciente: A veces pienso en volver con ella, porque dejarla sólo me ha traído complicaciones. Si lo hiciera todo volvería a ser como antes, pero no creo que ésa sea la solución. Terapeuta: Tal vez, al menos parte de tu confusión se deba a que te sientes culpable por haberla dejado. 4.2.5. INSTRUCCIONES Esta técnica consiste en uno o más enunciados a través de los cuales el terapeuta pretende instruir, dirigir o indicar al paciente sobre cómo debe de hacer algo. Es conveniente enunciar las instrucciones manteniendo la siguiente estructura: especificación del objetivo a alcanzar, exposición de los pasos que permitirán alcanzar esos objetivos, especificar lo que se debe hacer y lo que se debe evitar durante la ejecución. Los objetivos de las instrucciones son: a) Influir o ayudar al paciente para que se comporte de una manera determinada. b) Proporcionar al paciente la información necesaria para que le sea posible adquirir, mantener o eliminar una conducta concreta. Las instrucciones pueden estar dirigidas hacia algo que el paciente puede realizar durante la entrevista o fuera de ella. Además, el contenido de unas instrucciones puede referirse a las ideas, los sentimientos o las conductas observables. Es altamente recomendable comprobar que el paciente ha comprendido las instrucciones que se le han dado, inmediatamente después de haberlas enunciado. Este objetivo se puede lograr preguntando al cliente de manera directa o pidiéndole que las repita. Antes de enunciar unas instrucciones es aconsejable tener en cuenta que: 1. Los pacientes siguen mejor las instrucciones cuando se hayan asociadas a consecuencias positivas. Por esta razón, es importante que el terapeuta refuerce positivamente al cliente, mientras emite el enunciado correspondiente. Los refuerzos utilizados con más frecuencia, en esta situación, son un ligero movimiento de cabeza en sentido afirmativo, una sonrisa, etc. 2. Las instrucciones son más efectivas si se enuncian como una sugerencia y no como una orden. Así, se recomiendan fórmulas del tipo «Me gustaría que... », «Pienso que podría ser útil que usted... », etc. 69 3. Los pacientes comprenden mejor y siguen más de cerca las instrucciones si antes de enunciarlas el entrevistador solicita explícitamente su atención, con fórmulas del tipo «Ahora voy a decirle algo que me gustaría que hiciera. Por favor, preste mucha atención... » EJEMPLO: Terapeuta: Por favor, preste mucha atención a lo que voy a decir. Me gustaría que usted se relajara todo cuanto pueda. Esta tarea le será muy fácil si se esfuerza por hacer lo que yo le vaya indicando. Siéntese cómodamente.... 4.2.6. ENCUADRE La técnica del encuadre consiste en una intervención con la que el entrevistador trata de predisponer al paciente para que considere una situación o suceso desde una perspectiva determinada. Pese a esta definición tan general, en la práctica, los contenidos de esta clase de intervenciones se restringen a la noción de psicoterapia y a las etapas del proceso terapéutico. Un encuadre puede describir la base lógica en que se fundamenta el tratamiento o el valor potencial que éste tendrá para el paciente. Su tono ha de ser moderadamente optimista, aunque sin faltar a la objetividad, pues se trata de expresar una serie de creencias positivas respecto al cambio, a las posibilidades concretas que tiene el paciente de cambiar o la forma en que se puede lograr el cambio. Los objetivos del encuadre son: a) Motivar al paciente para que permanezca en la situación de entrevista o para que se someta a un tratamiento concreto b) Ayudar al paciente para que comprenda los objetivos generales y específicos del tratamiento. La motivación que siente un paciente ante la psicoterapia, su grado de compromiso y la evitación de los sentimientos negativos que a veces surgen ante la incertidumbre dependen con frecuencia de lo ajustadas y claras que sean sus expectativas. Por esta razón, la colaboración del paciente aumenta cuando se especifican las características y objetivos del tratamiento en forma detallada y deliberada siempre que sea preciso, pero, sobre todo, durante la fase inicial. Después de encuadrar la situación terapéutica es aconsejable que el terapeuta compruebe si el paciente ha comprendido su mensaje. Esta actividad suele realizarse pidiéndole que describa sus expectativas en función del contenido del encuadre. 70 EJEMPLO: Terapeuta: Nuestros esfuerzos se centrarán en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, intentaremos aclarar cuáles son los móviles por los que usted solicita un tratamiento, para después, establecer algunos objetivos concretos en la solución de sus dificultades. Cuando hayamos logrado estos objetivos nos plantearemos el problema de elegir el tratamiento más adecuado. 4.2.7. INFORMACION Dar información durante una entrevista consiste en transmitir al paciente datos referidos a hechos, experiencias, sucesos, alternativas o personas con objeto de: a) Identificar alternativas. b) Evaluar alternativas. c) Disipar mitos. La importancia de esta técnica como modalidad terapéutica se incrementa en ciertos tipos de poblaciones, como son los niños perturbados, los pacientes que han permanecido hospitalizados durante mucho tiempo, etc. De hecho, muchas de las deficiencias de estos pacientes en la resolución de sus problemas cotidianos provienen de su carencia de información. Al ofrecer información a un paciente es necesario tener en cuenta que: 1. La información en el contexto de entrevista debe ser considerada como un instrumento terapéutico, no como un fin en sí misma. Es decir, esta técnica sólo debe emplearse cuando la información se relaciona con los problemas del naciente o con los objetivos terapéuticos ya establecidos; en suma, cuando es relevante. 2. La información debe ofrecerse sólo en caso de que el paciente no posea todos los datos que el entrevistador considere precisos, o cuando haya demostrado que los datos que maneja son inexactos. 3. La información ha de ser enunciada de manera comprensible, para que el paciente la pueda asimilar y aplicar sin especiales esfuerzos. Por ello, se deben evitar tanto las redundancias como la sobrecarga informativa, ya que la primera aburrirá al cliente, mientras que la segunda tenderá a abrumarle. Si los datos a transmitir fueran muchos o muy complejos, la enunciación debe de organizarse en forma de secuencia graduada. 4. Esta técnica sólo se empleará en caso de que el entrevistado sea receptivo a los contenidos de la información, pues en caso contrario tenderá a ignorarlos. 71 5. La información debe ofrecerse de manera objetiva, sin ocultar nunca aquellos aspectos que puedan resultar desagradables o comprometedores. 6. Cuando el terapeuta prevea que la información que ha ofrecido al paciente le ha supuesto un impacto emocional, conviene que explore sus sentimientos o actitudes al respecto. 7. El entrevistador nunca debe ofrecer una información de la que no está completamente seguro. En caso de duda, es preferible que remita al paciente a una fuente que considere fidedigna, o que compruebe por sí mismo la veracidad de sus datos. 8. El entrevistador nunca debe dar más información que la estrictamente necesaria, pues la combinación de una información pertinente con otra que no lo es puede paralizar a un paciente que ya estaba preparado para la acción. EJEMPLO: Terapeuta: Si usted verdaderamente desea ampliar sus conocimientos a través de estudios universitarios, sin que ello signifique abandonar su puesto de trabajo, puede matricularse en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Al final de este mismo paseo se encuentra el Centro Asociado de nuestra región. Allí, en horas de oficina, pueden ofrecerle una información más detallada. 4.2.8. Ejercicios C. Ejercicios de papel y lápiz Identifica la clase de respuesta ofrecida por el terapeuta. C. 1. P.: A veces tengo la impresión de que me van a expulsar. T.: a) ¿En qué momentos sientes eso? b) Tienes capacidad suficiente para sacar buenas notas si decides estudiar. C. 2. P.: Creo que no podré venir a la próxima sesión porque tengo que ir de compras. T.: a) ¿Quieres decir que para ti es importante ir de compras la próxima semana, pero también ves la terapia como algo importante para ti? b) ¿En qué sentido crees que ir de compras te va a beneficiar más que la sesión de psicoterapia? C. 3. P.: Creo que a los hombres lo único que les interesa es dominar a los demás. 72 T.: a) Da la impresión de que hablas de todos los hombres en base a la experiencia que has tenido con unos pocos. Me pregunto si de tus experiencias has sacado la conclusión de que todos los hombres son como los que tú has conocido. b) ¿Qué ha sucedido para que pienses así? C. 4. P.: No quiero que mi marido decida por mí. Quiero ser yo quien tome mis propias decisiones. T.: a) Tienes capacidad suficiente para tomar tus propias decisiones, tanto si tu marido te presiona, como si no. b) Me pregunto si en caso de que tu marido no te presionase te gustaría tanto ser independiente. En cada uno de los casos que siguen elabora una respuesta de sondeo, habilidadcapacidad, confrontación e interpretación. C. 5. (Un estudiante de 15 años.) P.: Mis notas han bajado mucho. No sé porqué me siento muy desinteresado por todo. C. 6. (Una niña de cuarto de EGB.) P.: No me da la gana hacer los deberes en casa. Las matemáticas no me importan. Las niñas no necesitan saber esas cosas. C. 7. (Un hombre de mediana edad.) P.: Estoy muy desanimado por esta incapacidad física. No puedo hacer nada como antes. No sólo ha afectado a mi trabajo, también en casa. Siento que no tengo nada que ofrecer a los demás, nada que merezca la pena. C. 8. (Una persona mayor.) P.: La empresa está a punto de jubilarme, incluso aunque yo no quiero. ¿Cómo me las voy a arreglar? Me sorprendo a mí mismo pensando en los buenos tiempos, no quiero encarar el futuro. A veces pensar en la jubilación me pone tan nervioso que no puedo ni comer ni dormir. Mi familia ha sugerido que trate este asunto. C. 9. (Un maestro novato.) P.: Mi clase es un jaleo. No sé manejarme con esos chicos tan problemáticos. El director me acucia para que ponga más orden y yo no estoy seguro de hasta qué punto el orden es importante. C.10. (Un estudiante de EGC.) P.: Este profesor no me gusta. Siempre me reprende. Nunca cambiará, es estúpido. Me pongo furioso cuando me riñe. 73 C.11. (Un hombre de 50 años.) P.: Odio levantarme para ir a trabajar. Estoy cansado de la misma vieja rutina. Es una farsa. Nada de lo que hago merece la pena, pero es el negocio de mi suegro y si lo dejo habría una escena familiar. El es demasiado viejo para llevar el negocio. Para cada uno de los ejemplos que siguen, elige la opción que consideres la confrontación más adecuada. C.12. P.: (Afirma ser capaz de hacer amigos con facilidad entre gentes muy diversas) Tengo que cambiarme otra vez, es la tercera vez en lo que va de año. Siempre voy a dar con un compañero de habitación que es un bicho raro. T.: a) Antes has dicho que haces amigos con facilidad, pero parece que tienes dificultades para vivir con alguien durante mucho tiempo. b) Me extraña mucho que seas capaz de hacer amigos con facilidad y tengas tantos problemas para vivir con alguien. c) Antes dijiste que haces amigos con facilidad. Ahora que es la tercera vez que te tienes que cambiar en un año por problemas con tu compañero de habitación. C.13. P.: (Siempre llega tarde a las entrevistas.) Estoy muy interesado en estas entrevistas con usted, saco mucho provecho de ellas. T.: a) Dices que te interesan nuestras entrevistas, pero siempre llegas tarde. No parece que esto tenga mucho sentido. b) Me cuesta entender qué quieres decir con sacar provecho de nuestras entrevistas; siempre llegas tarde. c) Si nuestras entrevistas te son tan provechosas, me pregunto por qué siempre llegas tarde. C.14. P.: (Un chico de 14 años que ha tenido varias peleas con compañeros de clase.) Yo me llevo bien con esos tíos. Soy bastante acomodaticio. Pero si alguno se mete conmigo o me dice lo que tengo que hacer, es mejor que tengan cuidado. Nadie me fastidia a mí. T.: a) No me puedo imaginar que te lleves tan bien con ellos si tienen que estar con tanto cuidado. De hecho, tengo entendido que últimamente has tenido varias peleas. b) Dices que te llevas bien con ellos, pero, al mismo tiempo dices que es mejor que se anden con cuidado contigo. 74 c) Si la gente tiene que andar con tanto cuidado contigo pueden comenzar las peleas con facilidad. No puedo comprender porqué piensas que eres acomodaticio. C.15. P.: (Un hombre joven que ha pospuesto la fecha de su matrimonio dos veces.) Yo la quiero mucho..., creo qué es la mejor chica del mundo. Tenemos tantos planes para el futuro. Pero he tenido que retrasar la fecha de la boda. T.: a) Has retrasado la boda dos veces pero dices que la quieres. Quizá me equivoque, pero creo que no estás completamente seguro de querer casarte con ella. b) Es difícil comprender cómo has podido retrasar la fecha dos veces si la quieres tanto como dices. c) Parece como si tuvieras miedo a casarte. Me pregunto hasta qué punto la quieres. C.16. P.: (Una persona poco asertiva.) Puedo arreglármelas yo sola en situaciones de este tipo. T.: a) Tú te percibes a ti misma como una persona asertiva, pero yo no he visto esa asertividad. ¿Podrías ayudarme a comprender esta discrepancia? b) Si eres una persona asertiva, ¿puedes explicarme cómo es que te encuentras en esa situación? c) Puedo equivocarme, pero no me pareces una persona asertiva. C.17 P.: (Un empleado que está discutiendo con un jefe de personal.) Incluso aunque esta empresa sólo admita a la flor y nata de cada promoción, no entiendo porqué yo no tengo opción a un puesto. Durante diez años he trabajado bien. La gente dice que soy un líder. T.: a) Puedes estar orgulloso de tu rendimiento aquí, pero me pregunto si eso es suficiente para compensar tu falta de formación académica. b) Has trabajado bien en estos años. Pero me pregunto si es realista por tu parte tratar de optar a ese puesto. c) Has trabajado bien, pero me pregunto si tu aspiración es realista teniendo en cuenta el tipo de preparación que es necesaria en ese puesto. Identifica la clase de intervenciones terapéuticas que aparecen a continuación. C.18. Podemos trabajar sobre cuatro aspectos. Primero intentaremos aclarar porqué acude usted a la psicoterapia. Después intentaremos establecer algunos objetivos terapéuticos. Esto nos proporcionará algunas directrices y metas a alcanzar. Entonces 75 determinaremos las técnicas a emplear para lograr nuestros objetivos y, por último, evaluaremos los progresos realizados. C.19. Me gustaría que durante esta semana, cada noche, emplee esta cinta de relajación. Colóquese en una posición confortable y utilícela cuando sepa que no va a ser interrumpido. C.20. Para empezar puede que sea útil que hablemos de lo que es una psicoterapia y de qué es lo que le puede ofrecer a usted. Primero intentaremos aclarar lo que a usted le gustaría que le aportara la psicoterapia, apoyándonos en eso, intentaremos resolver sus problemas. C.21. Tu voz es demasiado estridente, todavía resulta un poco agresiva. Inténtalo de nuevo suavizando el tono de voz. C.22. El hecho de que estés confinado en una silla de ruedas no significa que no puedas aprender a realizar muchas de tus tareas habituales. Existen formas de enseñarte a moverte en tu silla y a hacer cosas sentado en lugar de estando de pie. C.23. Tener a alguien con quien hablar de manera habitual ayuda a desahogarse. La psicoterapia también te ayudará a aprender qué quieres hacer o a arreglártelas con situaciones que hasta ahora te resultan difíciles. C.24. Tu brazo no está relajado. Relájalo. Deja que la tensión abandone tu cuerpo. C.25. Quiero que te concentres en imaginar esa situación. Visualiza todos los detalles y sensaciones de lo que imaginas. C.26. Las academias de policía no están restringidas a los hombres. Si estás interesada en esa profesión y tienes buenas notas, puedes solicitar la admisión. El número de mujeres admitidas aumenta cada día. C.27. Recuéstate y piensa concretamente en eso. Intenta contarme cuándo te sientes así. C.28. Las violaciones no siempre se producen de noche, a veces tienen lugar en otros momentos. En este barrio hubo tres el semestre pasado a plena luz del día. C.29. Un currículum es un resumen de los estudios que has realizado, de las actividades o de cualquier trabajo voluntario o experiencia que hayas tenido. Es una forma de describir tus conocimientos y cualificación que puede ayudarte a encontrar un tipo concreto de trabajo. C.30. La psicoterapia no siempre ofrece respuestas concretas. Te ayuda a explorar algunos factores que pueden contribuir a tus dificultades. C.31. La psicoterapia puede ayudarte a que te percibas de forma distinta. C.32. Esta semana vas a hacer una lista con todas las situaciones en que te sientas así. La próxima semana me la traes. 76 C.33. Has realizado un gran esfuerzo durante los últimos meses. Has adquirido la capacidad de salir con mujeres. Te decidiste por estudiar ingeniería y has alcanzado un nivel de acuerdo con tus padres suficiente para poder convivir en paz con ellos. Quizá tengas problemas que aún no hemos tratado. En ese caso, ¿podríamos discutirlos ahora? Selecciona la respuesta de encuadre que te parezca más adecuada en los casos que siguen: C.34. P.: (Se le ha pedido que resuma sus problemas.) Bueno, hemos hablado de más cosas de las que esperaba. Hemos empezado hablando de mis sentimientos de soledad y depresión. Luego le he contado cómo me desagrada mi trabajo y los problemas que como padre tengo con mis hijos. Yo no tenía conciencia de que todas esas cosas me preocuparan hasta que hemos empezado a hablar de ellas. T.: a) Hemos identificado algunas clases de problemas. Parece que a usted le preocupa más su soledad que los problemas con sus hijos. ¿Desea que tratemos primero este asunto? b) Hemos detectado tres áreas de problemas que parecen preocuparle. ¿Cuánto interés tiene en cambiar esos aspectos de su vida? c) Hemos identificado al menos tres áreas problemáticas. ¿Tiene usted otros motivos de preocupación? Si es así, hablemos de eso ahora C.35. P.: (Las tres cuestiones problemáticas del ejemplo anterior han sido definidas en forma concreta.) T.: a) Ahora que tenemos sus problemas claramente definidos, necesitamos definir el orden en que vamos a tratarlos. Por lo que ha contado de su trabajo, considero que este tema debería ser el primero. ¿Está usted de acuerdo? b) Ahora que hemos definido claramente sus problemas tenemos que decidir con qué orden los vamos a tratar. Por lo que ha contado de sus sentimientos de soledad y depresión sugiero que empecemos por ahí, ya que pueden ser los asuntos más difíciles de abordar. ¿Está de acuerdo? c) Ahora que sus problemas están claramente definidos hemos de decidir por dónde empezamos. Por lo que usted ha dicho de su trabajo, puede ser útil que empecemos por ahí. ¿Cómo lo ve? C.36. P.: (El cliente ha propuesto comenzar a tratar el tema de sus relaciones con los hijos.) T.: a) Ya tenemos en qué consisten sus dificultades con sus hijos. Ahora necesitamos establecer una meta a alcanzar en esa área. ¿Qué le parece algo relacionado con sus discusiones con ellos? 77 b) Antes hemos elaborado una definición de sus dificultades. Ahora necesitamos transformar esa definición en una meta que usted desee alcanzar. ¿Podría sugerirme alguna? c) Antes hemos definido sus problemas de relación con sus hijos. Ahora necesitamos trazamos un objetivo. ¿Puede decirme algo más de la forma en que sus familiares se relacionan entre sí? C.37. P.: (Se han establecido una serie de objetivos que el paciente desea alcanzar en la relación con sus hijos. Uno de ellos consiste en permitir a uno de sus hijos que realice ciertas tareas de la manera que considere conveniente.) T.: a) ¿Por qué no intenta hacer algo diferente de lo que acostumbra la próxima vez que se presente una de esas situaciones? b) Una posible situación sería construir con su hijo alguna cosa, un avión de aeromodelismo, por ejemplo. c) ¿Cómo formularía usted esas situaciones para alcanzar la meta propuesta? C.38. P.: (Ha decidido ayudar a su hijo a levantar la mesa después de la cena. Permite que lo haga, pero le cuesta aceptar la forma en que el niño lo hace.) T.: a) Parece que usted permite que el niño la ayude aunque incluso eso le cuesta. ¿Qué podría hacer usted la próxima vez para ser más tolerante ante las alternativas que él propone para hacer las cosas de una manera diferente a como usted acostumbra? b) Parece como si a usted le costase mucho ser tolerante con la conducta de sus hijos. c) Parece que las cosas están razonablemente bien. ¿Qué problemas trataremos ahora? D) Ensayos conductuales Llevar a cabo una sesión de ensayo conductual, de veinte minutos de duración máxima, en la que el entrevistador ejercite las intervenciones directivas; concretamente, sondeo, habilidad capacidad, confrontación e interpretación. Las intervenciones deben ser elegidas de acuerdo con el plan trazado por el entrevistador antes de la sesión. La adecuación de dicho plan y la calidad de la ejecución serán discutidas al finalizar la misma. 78 Realizar una sesión de ensayo conductual de quince minutos de duración, en la que el entrevistador ejercite las intervenciones de encuadre verbal, instrucciones e información. La ejecución de esta sesión se verá favorecida si es enfocada como la primera o la última entrevista, o como una sesión en la que se emplean otras técnicas terapéuticas diferentes a la entrevista propiamente dicha. 4.2.9. Soluciones C.1. a) Sondeo. b) Habilidad-Capacidad. C.2. a) Confrontación. b) Sondeo. C.3. a) Inmediatez-Interpretación. b) Sondeo. C.4. a) Habilidad-Capacidad. b) Interpretación. C.5. S.: ¿Qué significa exactamente que tus notas hayan bajado mucho. H.: Capacidad intelectual no te falta. C.: Dices que te sientes muy desinteresado por todo, sin embargo, el bajonazo de tus calificaciones parece haberte preocupado lo suficiente como para que 'hayas venido a verme. I.: Tal vez tus notas hayan bajado porque tus estudios ya no te interesan como antes. C.6. S.: ¿Qué te hace pensar que las niñas no necesitan saber matemáticas? H.: Puede que las matemáticas no te importen, pero tienes inteligencia suficiente como para sacar buenas notas también en matemáticas. C.: Dices que no te da la gana hacer los deberes de casa pero, por lo que cuentas de las matemáticas, más parece que lo que sucede es que no ves en que te podría beneficiar hacer la tarea. I.: Probablemente, te esfuerzas en creer que las niñas no necesitan saber matemáticas para así tener más tiempo para jugar. C.7. S.: ¿En qué forma concreta afecta su incapacidad física a sus relaciones familiares? 79 H.: A usted aún le quedan muchos recursos físicos e intelectuales para poder seguir desarrollando un trabajo verdaderamente útil, tanto para usted mismo como para los demás. C.: Usted dice que no tiene nada valioso que ofrecer a los demás y, sin embargo, su rendimiento en el curso de programación hace sospechar que se va a convertir en un experto en ordenadores. I.: Quizá ese sentimiento suyo de no tener nada importante que ofrecer a los demás es tan sólo una manifestación de su desánimo y carezca de base objetiva. C.8. S.: ¿Desde cuándo se encuentra usted en esta situación de desasosiego? H.: Aunque usted se jubile podría realizar diversas tareas útiles y satisfactorias. Usted posee conocimientos sobrados para continuar haciendo cosas importantes en su especialidad. C.: Dice usted que su familia le ha sugerido que se ponga en tratamiento. ¿Significa eso que usted está aquí sólo por complacerles? I.: Quizá su rotunda negativa a encarar el futuro contribuye de forma decisiva en el mantenimiento de la ansiedad que experimenta. C.9. S.: ¿Qué significa para el director que usted ponga orden en la clase? H.: Usted es suficientemente asertivo para imponer el orden en una clase, siempre que usted quiera. C.: Dice que no sabe manejarse con chicos tan problemáticos, pero también que no hace caso al director porque no está seguro de hasta que punto mantener el orden en su clase es importante para usted. I.: Probablemente, si aclarara esa cuestión de hasta que punto es importante para usted que la clase esté en orden, le resultaría más sencillo manejarse con los chavales y con el director. C.10. S.: ¿Cuántas veces te ha reprendido hoy? H.: Si quisieras podrías llevarte con él tan bien o mejor que con el resto de tus profesores. C.: ¿Nunca se te ha ocurrido la posibilidad de que el problema también podría solucionarse si en lugar de pretender que él cambie contigo, te comportaras tú de manera diferente con él? I.: Puede que te enfades tanto con él porque sus regañinas hieren tu amor propio. C.11. S.: ¿Cuánto tiempo hace que usted se siente tan insatisfecho con su trabajo? 80 H.: Usted ha demostrado entereza suficiente en otras ocasiones como para enfrentarse con su familia si lo cree verdaderamente necesario. C.: ¿Se da cuenta de que es usted quien durante años ha creado esa farsa de la que ahora se queja, al haber ocultado a los demás la insatisfacción que le produce su trabajo? I.: Tal vez si no existieran esas trabas familiares de las que habla, experimentase dificultades parecidas para tomar una decisión respecto a ese puesto de trabajo, que le resulta a la vez tan cómodo y tan frustrante. C.12.: a C.13.: b C.14.: b C.18.: Encuadre C.19.: Instrucciones C.22.: Información C.23.: Encuadre C.26.: Información C.27.: Instrucciones C.30.: Encuadre C.3l.: Encuadre C.34.: b C.35.: c C.36.: b C.15.: a C.16.: a C.20.: Encuadre C.21.: C.24.: Instrucciones C.25.: C.28.: Información C.29.: C.32.: Instrucciones C.33.: C.37.: c C.38.: a C.17.: c Instrucciones Instrucciones Información Encuadre 81 5. LA INTERACCIÓN Cuando dos personas entran en relación el factor más influyente en el tipo de interacción que habrán de mantener es la manera en que cada uno de ellos percibe al otro. 5.1. Percepción interpersonal La percepción interpersonal tiene sus raíces en la formación de aquellos juicios u opiniones, relativos a las demás personas que, de forma implícita o explícita, inciden en la evaluación de los otros como animales sociales. Por ello, suele definirse como la manera en que las personas reaccionan y responden a los otros en el pensamiento, el sentimiento y la acción. Como proceso, la percepción interpersonal se organiza a través de la integración de criterios de diversa índole, si bien, en el contexto terapéutico, los más relevantes son la autoimagen del terapeuta y las expectativas y valores tanto de éste como de su paciente o pacientes. Además, considerando aisladamente al entrevistador, autoimagen, expectactivas y valores constituyen el punto del que surgirá el estilo interactivo que pondrá en juego como profesional de la psicoterapia. 5.1.1 Autoimagen Los sentimientos, ideas y expectativas que una persona desarrolla hacia sí misma, influyen de manera decisiva en su comportamiento, pues con mucha frecuencia, lo que uno espera de sí mismo se convierte en una profecía autocumplida. Los aspectos de la conducta del terapeuta que pueden influir más directamente sobre el transcurso de una entrevista o tratamiento se circunscriben a tres áreas: competencia, poder e intimidad. La actitud que mantiene el terapeuta hacia su competencia profesional resulta perjudicial para su trabajo si cursa con fuertes sentimientos de inadecuación, miedo al éxito o miedo al fracaso. La actitud respecto al poder es determinante cuando el terapeuta tiene conflictos relacionados con la impotencia, el control, la pasividad, la dependencia o la contradependencia. Por último, el área de la intimidad puede interferir en el ejercicio de la profesión de entrevistador, cuando la aceptación o el rechazo resultan extraordinariamente penosos. 82 Efectos de la autoimagen sobre la interacción terapéutica Área problemática: Grado de competencia personal o profesional Actitud hacia uno mismo Conductas terapéuticas que evitan el conflicto Abiertamente positiva (miedo al fracaso) 1. Descartar la retroalimentación negativa 2. Falsificar la retroalimentación 3. Evitar o suavizar el material terapéutico difícil Actitud hacia uno mismo negativa Abiertamente autocrítico (miedo al éxito) Conductas terapéuticas que mantienen una autoimagen 1. Evitar la interacción positiva 2. Rebajar la retroalimentación positiva 3. Autoproporcionarse abiertamente retroalimentación negativa 4. altas Proponerse metas y expectativas demasiado 5. Expresar pública o privadamente comentarios autodepreciativos Actitud hacia uno mismo Conductas del terapeuta que le reaseguran sexualmente Sentimientos de inadecuación sexual (insuficientemente masculino o femenino) 1. Sobreidentificación con o rechazo de pacientes muy masculinos o muy femeninos 2. Seducir a los clientes de sexo opuesto 3. Hiperreacción a malinterpretación de las reacciones positivas o negativas de los pacientes Actitud hacia uno mismo Debilidad o irresolución (miedo al control) Conductas del terapeuta que permiten evitar el control 1. Guardar un silencio persistente o evitar la participación 2. Mostrarse abiertamente directivo o divagar constantemente 3. Pedir permiso al paciente frecuentemente para hacer o decir algo 4. No expresar nunca las propias opiniones, tomando las del paciente como punto de referencia 5. Evitar riesgos de todo tipo 83 Actitud hacia uno mismo Hacer proselitismo del estilo de vida Conductas del terapeuta que tienden a persuadir al paciente 1. Hacer proselitismo ideológico 2. Provocar una lucha por el poder 3. Rechazar a clientes con un estilo de vida diferente del suyo 4. Sermonear a los pacientes Área problemática: Poder Actitud hacia uno mismo Omnipotencia (miedo a perder el control) Conductas que proporcionan o facilitan el control 1. Persuadir al cliente para que haga lo que él/ella quiere 2. Informar de manera sutil de lo buen terapeuta que es 3. Continuo control del contenido y dirección de la entrevista 4. Preocupación o irritación cuando el paciente se resiste o hace las cosas de mala gana Área problemática: Intimidad Actitud hacia uno mismo Conductas del terapeuta que promueven la aceptación Necesidad de afecto y aceptación 1. Promover sentimientos positivos en el paciente 2. Evitar enfrentarse con u ofender al paciente 3. Ignorar los indicios de rechazo por parte del cliente 4. Hacer favores a pacientes Actitud hacia uno mismo Conductas de distanciamiento y evitación emocional Necesidad de distancia (miedo a la proximidad y al afecto) 1. Ignorar los sentimientos positivos del paciente 2. Mostrarse abiertamente brusco o distante 3. Mantenerse en el rol profesional de “experto” 84 5.1.2. Expectativas Lo que alguien espera de una relación determinada y la actitud que desarrolla hacia esa relación está íntimamente ligado a lo que cada miembro de esa relación anticipa del otro durante los primeros momentos de su encuentro. En el contexto terapéutico, la actitud de los protagonistas hacia la entrevista o el tratamiento se establece previamente y depende, en gran medida, de las experiencias que ambos comparten con otros miembros del grupo social al que pertenecen. Por esta razón, conviene que el terapeuta identifique cuanto antes cuáles son aquellas expectativas del paciente hacia la situación de entrevista que dependen de su grupo social de referencia, porque la congruencia o incongruencia de tales expectativas con las suyas propias va a influir directamente sobre el pronóstico. La falta de congruencia entre las expectativas del paciente y las del terapeuta aumenta la tensión de la entrevista, de manera que, cuando se trata de una psicoterapia, ésta suele terminar prematuramente. Con frecuencia, los pacientes que abandonan el tratamiento antes del final suelen esperar del terapeuta consejos concretos para abordar sus dificultades, así como medicación para su sintomatología. Es decir, este tipo de pacientes, cuyas expectativas no coinciden con las del entrevistador, tienden a adoptar una actitud de elaboración pasiva. En cambio, los pacientes cuyas expectativas son congruentes con las de su interlocutor tienden a concebir la entrevista como una oportunidad para hablar abiertamente de sí mismos y de sus dificultades, al tiempo que consideran la interacción terapéutica corno un instrumento para la resolución de sus conflictos. Estos pacientes, además, aceptan una parte de la responsabilidad en el éxito del tratamiento. Con objeto de mitigar las posibles incongruencias entre las expectativas del paciente y las propias, el terapeuta debe sondear, al principio de la primera entrevista, de qué forma y a través de qué referencias ha llegado el paciente a su consulta, pues las referencias previas al encuentro terapéutico juegan siempre un papel favorable o desfavorable sobre la congruencia de las expectativas. Por ello, el entrevistador deberá indagar con sutileza la idea que el paciente se haya formado de asuntos tales como quién debe tomar la iniciativa en la comunicación, con cuanta frecuencia, hasta qué punto y en relación con que cuestiones el terapeuta debe ser activo o pasivo, si debe o no aconsejarle o explicarle el origen de sus dificultades, etc. A partir de la información que obtenga, el entrevistador evaluará hasta qué punto coinciden las expectativas del paciente con su propia forma de entender la psicoterapia. Después, en caso de desacuerdo, realizará las intervenciones que considere oportunas (Ej.: instrucciones, modelado, encuadre, etc.) En general, el mayor grado de desacuerdo en las expectativas de los participantes en una entrevista terapéutica se produce cuando el cliente pertenece a la clase social trabajadora, mientras que la mayor congruencia se produce con clientes de clase 85 media; o sea, con clientes que pertenecen a la misma clase social que su entrevistador. De hecho, existe evidencia empírica de que la mayoría de los terapeutas sienten una marcada predilección por pacientes jóvenes, atractivos, que se expresan verbalmente con facilidad y tienen éxito en la vida. Pero el pronóstico de un paciente no sólo depende de sus expectativas, sino también de las del terapeuta en relación con el éxito del tratamiento. En este sentido, existe asimismo evidencia empírica de que un pronóstico favorable influye sobre el éxito del tratamiento y sobre el incremento de la productividad verbal del paciente durante el mismo. Por otra parte, un pronóstico favorable también se relaciona con los sentimientos positivos del terapeuta hacia su cliente y con su tendencia a rebajar el grado de perturbación de éste. La trascendencia de estos datos aumenta cuando se tiene en cuenta que la actitud de un terapeuta hacia su cliente sólo se basa parcialmente en los datos clínicos, debiéndose en buena medida a la influencia de los estereotipos del entrevistador. Los estereotipos son juicios sobre la clase de persona que es y el tipo de conducta que caracterizará a un individuo, en una situación dada. Los estereotipos se elaboran en base a la edad, la ocupación, el sexo o la apariencia del individuo en cuestión. Esta clase de juicios son muy peligrosos en un terapeuta, porque se desencadenan a partir de las primeras impresiones que obtiene del cliente y, pese a ello, su contenido es vivido como producto de una percepción nítida. En consecuencia, antes de decidir si un paciente concreto es una persona cálida o fría, amigable u hostil, el terapeuta debe revisar cuidadosamente los datos que sustentan su conclusión. La existencia de los estereotipos y su influencia perturbadora sobre la entrevista terapéutica no implica que ciertas primeras impresiones no sean adecuadas, aunque como señala Sullivan (1984), con mucha frecuencia son erróneas. El mejor antídoto contra la influencia de los estereotipos en la práctica clínica es, según diversos estudios empíricos, la experiencia profesional, pues, con el paso del tiempo, el entrevistador va tomando conciencia de los valores y expectativas que aporta a la situación terapéutica y, de este modo, aprende a neutralizar su efecto contaminante. A esta tarea contribuyen, igualmente, su nivel de autoconocimiento y las supervisiones periódicas de los casos que atiende. Además, al entrevistador con escasa experiencia puede resultarle útil tener en cuenta que: cuando sus expectativas se inclinan hacia una posible ocultación de datos relevantes por parte del paciente, dicha ocultación tiende a producirse con más frecuencia que si sus expectativas son neutras o de un alto nivel de autorrevelación. En otras palabras, las expectativas del terapeuta, respecto a la posible ocultación de información relevante por parte del paciente, pueden acabar en una profecía autocumplida. tanto los estereotipos como las expectativas en la percepción interpersonal pueden ser fácilmente manipulados. 86 En resumen, el entrevistador debe desarrollar al máximo la capacidad de identificar si sus expectativas son congruentes o no con las de su paciente. En caso negativo, debe aprender a mitigar la influencia de este hecho sobre la entrevista o el tratamiento, objetivo que puede alcanzar por una doble vía. En primer lugar, dando al paciente la información necesaria para que su colaboración activa se incremente y, en segundo lugar, adoptando una actitud crítica ante sus propias impresiones y juicios respecto al cliente y su pronóstico. 5.1.3. Valores La congruencia de las expectativas del terapeuta y del paciente se desarrolla en función de los valores asumidos por cada uno de ellos. Es así como a través de los valores se establece una vinculación entre clase social y pronóstico de la psicoterapia. El sistema de valores de un individuo se desarrolla con los procesos de socialización que tienen lugar en la familia y en el grupo de los pares, durante su infancia y adolescencia. Es decir, los valores emanan de la cultura y microcultura en que se integra una persona. Entre los recursos con que cuenta un terapeuta a la hora de tratar a una persona cuyos valores son muy distintos de los suyos destacan: 1) Emplear el encuadre de forma temprana. Durante los primeros momentos de la entrevista el terapeuta explicará a su paciente, en un lenguaje asequible, de qué forma la comunicación verbal puede convertirse en un medio para comprender y resolver las dificultades interpersonales. El entrevistador insistirá en la influencia facilitadora de la comunicación hasta que el paciente adopte una actitud cooperativa. 2) Estar sensibilizado con el lenguaje y el estilo más apropiados para relacionarse con sus clientes. Sin embargo, el terapeuta se abstendrá de imitar las expresiones de su paciente. En otras palabras, el entrevistador deberá hablar de una manera que resulte asequible a su cliente, sin pretender en ningún momento hablar como él, ya que este hecho sería considerado como un gesto protector. 3) Mitigar los aspectos más ambiguos de la entrevista, hablando directamente, de forma específica, concreta y activa. También es conveniente que modifique los aspectos más sedentarios de la entrevista, favoreciendo el libre movimiento físico durante la comunicación. 4) Promocionar la comprensión y adaptación del entrevistado, mediante el desarrollo de preentrevistas o encuentros previos a la entrevista o el tratamiento propiamente dichos. La(s) preentrevistas(s) actúan de manera similar a un largo período de instrucciones, ya que permiten al paciente entrenarse en la ejecución de nuevas conductas, que luego desarrollará de 87 manera habitual durante la relación terapéutica. Se ha comprobado empíricamente que el empleo de esta técnica reduce la tensión de la interacción, eleva la regularidad de la asistencia durante el tratamiento, facilita la colaboración durante los ejercicios de modificación de conducta, agiliza la relación paciente-terapeuta y aumenta el grado de mejoría experimentada en el momento de terminar el tratamiento. 5) Emplear el modelado sobre conductas específicas susceptibles de facilitar la comunicación y la interacción terapéuticas Con todo, existen ocasiones en que no es posible reducir la distancia social entre los interlocutores; al menos, no hasta el punto necesario para que la ayuda terapéutica resulte eficaz. Esto sucede cuando sus culturas o microculturas de origen son muy diferentes. En estos casos es aconsejable que el tratamiento lo realicen paraprofesionales cuyo patrón de socialización y, por tanto sus valores, sean similares a los asumidos por el paciente. Dichos paraprofesionales deben estar especializados en tareas muy concretas, 5.1.4. Influencia del sexo y la raza en la percepción interpersonal Los valores y expectativas de dos personas que entran en relación dependen, además de la cultura y microcultura a que pertenecen, de otras variables demográficas como son el sexo y la raza. Las investigaciones sobre la influencia del sexo en la relación terapéutica se han centrado, fundamentalmente, en la comparación de entrevistas cuyos protagonistas coinciden o difieren en el sexo. Por ejemplo, se ha comprobado que las mujeres, cuando son entrevistadas por un hombre cálido, hablan menos que cuando son entrevistadas por un hombre frío. Esta pauta de interacción se invierte cuando los participantes son varones. Una posible explicación a este hecho consiste en que las mujeres tienden a percibir la calidez de un entrevistador varón como un indicio de seducción, lo cual produciría un efecto inhibidor sobre su conducta verbal. Este hecho es particularmente notorio cuando la mujer busca ayuda por haber sido objeto de agresión sexual. Sin embargo, en términos generales los resultados obtenidos afirman que la mujer entrevistada habla más acerca de sí misma que el hombre. Pero los resultados más significativos, en lo que se refiere a la influencia del sexo en la interacción terapéutica, tienen que ver con los aspectos no verbales de la comunicación. En términos generales, las mujeres parecen no sentirse cómodas cuando su interlocutor no está frente a ellas. Si bien la invisibilidad del interlocutor ejerce siempre un efecto inhibidor sobre la comunicación, esta clase de efecto es más pronunciado cuando el comunicante es una mujer. Este fenómeno parece deberse al hecho de que los pacientes de sexo femenino valoran más el feedback visual. A su vez, semejante criterio interactivo, que también se manifiesta en un mayor contacto ocular de las mujeres durante la comunicación, con independencia del sexo del interlocutor, 88 podría descansar sobre una mayor búsqueda de afecto y aprobación respecto de los hombres. Por otra parte, las mujeres son más sensibles a la comunicación no verbal, de manera que prestan más atención que los hombres a la expresión facial de las emociones, a los registros del tono de voz y a los movimientos del cuerpo. Por otra parte, la distancia interpersonal en la que las mujeres se sienten cómodas es significativamente más corta que la introducida por los hombres, tanto si su interlocutor es de su mismo sexo o del sexo contrario. En resumen, el sexo de los comunicantes introduce diferencias significativas en algunos registros verbales pero, sobre todo, en algunos registros no verbales de la comunicación. Y tales diferencias pueden llegar a traducirse en fuentes de tensión durante la interacción terapéutica. Por su parte, la raza, junto con la clase social, constituye un factor clave en la asimilación individual de valores, expectativas y actitudes, pues cada grupo étnico tiende a crear un ámbito cultural propio. Así, son numerosos los estudios que han puesto de manifiesto las diferencias interraciales en los patrones interactivos y en el estilo comunicativo predominantes. De acuerdo con estos datos, el entrevistador que conversa con un cliente de distinta raza, deberá estar especialmente atento a aquellas actitudes, prejuicios y estereotipos contaminantes de la percepción de su interlocutor como individuo aislado. Sobre todo, el terapeuta deberá evitar reproducir durante la entrevista, a nivel individual, el tipo de relación característica entre las etnias a que pertenecen él y su paciente. Por ejemplo, si el entrevistador es blanco y el entrevistado es negro, el primero deberá estar muy atento a toda conducta suya que tienda a definir la relación entre ambos como paternalista o de dominancia/sumisión, pues de no corregir el sesgo, la interacción quedará viciada y sus intervenciones apenas serán de utilidad. 5.2. Dimensiones de la interacción Una interacción puede ser estudiada agrupando sus atributos en torno a dos dimensiones o ejes: uno, el eje afectivo, abarca aspectos tales como la calidez, la empatía y la autenticidad; el otro, que llamaremos eje jerárquico, aglutina en torno a sí todo lo referido a la influencia del estatus, la competencia profesional, el control, el dominio o el poder. La especificidad de una interacción es función de la forma en que se combinan estas dos dimensiones, por lo que la relación que se establece entre estas variables determina el nivel de profundidad, que alcanzan o pueden alcanzar la interacción y el grado de reciprocidad y compatibilidad que vincula a los participantes. 89 5.2.1. La dimensión afectiva Los atributos de una relación terapéutica que configuran la dimensión afectiva de esa relación son calidez, empatía y autenticidad. En principio, estas características afectan a todo tipo de comunicantes, pero en el contexto terapéutico constituyen las pautas del comportamiento interactivo del entrevistador, que contribuyen más directamente al éxito del tratamiento. 5.2.1.1. Calidez o aceptación incondicional La calidez del estilo interactivo es tan difícil de definir como la calidez del estilo comunicativo, pues la dificultad consiste en delimitar la calidez frente a otros rasgos facilitadores de la interacción terapéutica. Con todo, la mayoría de los profesionales de la psicoterapia identifican la calidez interactiva con la aceptación incondicional del paciente y con la consiguiente actitud de permisividad hacia él. Por aceptación incondicional se entiende la constancia de los sentimientos del entrevistador hacia su cliente, en el sentido de aquél considera y refuerza a éste como persona, con independencia de las actitudes, sentimientos o acciones concretas que el cliente pueda manifestar en un momento dado. Así, la aceptación incondicional suele concretarse en cierta clase de sentimientos e ideas que el terapeuta experimenta hacia su cliente, como por ejemplo, Me siento bien cuando estoy con esta persona, Esta persona me gusta, Lo que esta persona me cuenta no me aburre ni me incomoda. En contrapartida, lo que la aceptación incondicional no implica es que un terapeuta deba sentir siempre y por igual afectos positivos hacia todos sus pacientes. Al contrario, en la situación terapéutica pueden presentarse situaciones que el entrevistador no desea, sin que ello cambie su consideración del cliente como persona. Además, el terapeuta, como cualquier ser humano, prefiere a unas personas respecto a otras y este aspecto es extensible a su relación con los pacientes, sin que ello perjudique su labor en lo más mínimo. Lo que si es importante para un entrevistador es la toma de conciencia y la pronta identificación de la clase de sentimientos que despierta en él su interlocutor. El terapeuta debe aprender lo que significan sus sentimientos hacia el paciente, pues con mucha frecuencia, los sentimientos negativos hacia un cliente se relacionan con los valores, dificultades o conflictos del propio terapeuta. En tanto en cuanto los sentimientos negativos del terapeuta pueden bloquear o viciar la interacción, éste deberá abordarlos en una supervisión o directamente con su cliente, de forma que, si no llegaran a desaparecer, deberá renunciar a continuar con el caso. La aceptación incondicional y la actitud de permisividad de un terapeuta se transmiten a través de la evitación de juicios de valor relativos al contenido de la comunicación del paciente, a través de una escucha atenta y de un trato personalizado. Pero sobre todo, la calidez en la interacción se manifiesta a través de la calidez de la comunicación; es decir, mediante el tono de voz, la postura, la distancia interpersonal o la emisión de refuerzos verbales del tipo Me agradó conversar con Usted, Me siento próximo a Usted, etc. 90 Mucho se ha discutido sobre la conveniencia de entrenar a los jóvenes entrevistadores en técnicas específicas para transmitir la calidez al paciente. De acuerdo con ciertos profesionales de la psicoterapia, la calidez debe surgir de forma espontánea, ya que sólo es efectiva cuando se trata de un rasgo característico de la personalidad del terapeuta. Para estos teóricos, la calidez aprendida sería una impostura que en ningún caso podría llegar a confundir a la intuición de un paciente. Sin embargo, la calidez en la comunicación y en la interacción puede ser considerada como una habilidad social, que los entrevistadores deben aprender a desarrollar, sin que ello presuponga fingimiento alguno. La razón de la conveniencia de este tipo de entrenamiento radica en el tipo de beneficios que un estilo cálido de interacción aporta respecto a un estilo frío: reducción de la ansiedad y la tensión del entrevistado (medida a través de la respuesta psicogalvánica y del descenso de los errores de pronunciación), aumento de la productividad verbal e incremento generalizado del grado de mejoría alcanzado. 5.2.1.2. Empatía La empatía suele definirse como la capacidad para afrontar la comprensión de las personas desde el marco de referencia de éstas, y no desde el marco de referencia propio. Es decir, la empatía consiste en la capacidad de un individuo para identificarse con otro en todo lo referente a la conducta y los sentimientos, de forma que la comprensión de las actitudes y comportamientos del otro se ve sustancialmente incrementada. Algunos autores han destacado la base cognitiva de esta habilidad, sin embargo, la clase peculiar de comprensión que conlleva la empatía compromete por igual ciertos aspectos preceptúales, valorativos y emocionales. Por tanto, durante la entrevista terapéutica, la empatía del entrevistador se manifiesta por igual en su forma de escuchar, de sentir, de percibir y de responder al cliente. Pese a que resulta muy difícil hablar de empatía en términos operativos Carkhuff y Pierce (1975) construyeron un Inventario de Discriminación de la Empatía, que distingue cinco niveles o grados de comunicación empática. Asimismo, estos autores defendieron que, en la situación terapéutica, el grado de empatía de una intervención clínica nunca debe ser inferior al nivel tres, siendo los niveles cuatro y cinco los grados de empatía más adecuados para las verbalizaciones del entrevistador. Los niveles propuestos por Carkhuff y Pierce son: Nivel 1: Consiste en una pregunta, un comentario tranquilizador, una negación o una advertencia. Nivel 2: Las intervenciones de este nivel recogen únicamente el contenido o parte cognitiva del mensaje del cliente (Paráfrasis). Los sentimientos se ignoran 91 Nivel 3: Consiste en elaborar un reflejo de los sentimientos y de la situación, a partir del contenido del mensaje del cliente. Se trata de un nivel de intervención que muestra la comprensión del tema que tiene el terapeuta, pero implica una intervención no directiva. (Ejemplo: Estás desanimado porque no encuentras trabajo.) Nivel 4: En estas intervenciones no sólo se reflejan los sentimientos del paciente sino también las limitaciones que implican. Estas últimas se enuncian de manera personalizada, significando con ello que el paciente posee o acepta la responsabilidad de su déficit. Este nivel manifiesta comprensión, pero es parcialmente directivo. (Ejemplo: Te sientes desanimado porque no consigues acercarte a tu padre. Te gustaría que él diera el primer paso.) Nivel 5: Las intervenciones de este nivel poseen todas las características del nivel anterior y, además, añaden al menos un paso conductual que se propone al paciente como medio para superar sus deficiencias y acercarse a la meta propuesta. Este nivel es claramente directivo. (Ejemplo: Te sientes desanimado porque no consigues acercarte a tu padre. Te gustaría que él diera el primer paso, pero puedes hacerlo tú si comienzas por expresarle tus sentimientos.) Algunas investigaciones demuestran que los pacientes identifican la empatía del terapeuta con un alto nivel de productividad y expresividad verbal, y la ausencia de empatía con el silencio, los tiempos de reacción lentos y las interrupciones innecesarias del discurso. La empatía del entrevistador también se considera asociada a su capacidad para atender y permanecer concentrado ante los mensajes del paciente. Sin embargo, los clientes sólo consideran que el entrevistado escucha de forma empática, si reciben indicios del tipo mm-hmm o intervenciones no directivas como paráfrasis, clarificaciones o resúmenes. Dicho de otra manera, la atención empática que se presta a un paciente debe de ser expresada a través de la comunicación, pues de lo contrario, el paciente tiende a considerar que no se le comprende suficientemente. Teniendo en cuenta que la atención que una persona presta a otra constituye un refuerzo muy efectivo para el establecimiento de una relación, el entrevistador deberá entrenarse en esta clase de actividad, sin caer nunca en la tentación de utilizar los indicios no verbales propios de la atención empática, como una pantalla encubridora de su aburrimiento. Por último, los beneficios que aporta a la entrevista la conducta empática del terapeuta son básicamente dos: incremento de la productividad verbal del paciente y descenso de las latencias previas a sus respuestas. Ambos factores son considerados por los especialistas como directamente vinculados al éxito del tratamiento. 92 5.2.1.3. Autenticidad La autenticidad del terapeuta consiste en ser él mismo durante la entrevista. Esto significa que un terapeuta auténtico se comporta de forma espontánea, no defensiva y abierta, sin necesidad de ser insincero o de representar un papel. Pero sobre todo, la autenticidad durante una entrevista obliga al entrevistador a ser congruente, esto es, a que sus palabras y conductas no verbales coincidan con sus sentimientos. Sin embargo, el grado de autenticidad necesario durante una entrevista terapéutica está constreñido por las restricciones propias de la situación, por lo que autenticidad y apertura significan en este contexto algo muy distinto que en la relación entre dos amigos. El terapeuta genuino, el entrevistador que no representa ningún papel, en primer lugar es consciente de sus sentimientos hacia el paciente y, además, los expresa adecuadamente a través de los registros verbales y no verbales de la comunicación. Porque ser genuino no significa verbalizar todo lo que se piensa o se siente en relación con el paciente, sino poseer la capacidad de expresar los sentimientos negativos hacia él, siempre que éstos sean persistentes o amenacen con interrumpir la comunicación empática o la aceptación incondicional. Por esta razón, la inmediatez es una técnica de intervención verbal especialmente adecuada para comunicar la autenticidad. Diversas investigaciones han vinculado la autenticidad del terapeuta, por una parte, con la flexibilización de la comunicación del paciente y, por otra, con el incremento de su mejoría psicológica. Además, la autenticidad del terapeuta incide positivamente en la autorrevelación del paciente y, sobre todo, en la profundidad de su autoexploración. En resumen, estudios de muy distinta procedencia coinciden en poner de manifiesto que la calidez, la empatía y la autenticidad del terapeuta, cuando concurren conjuntamente y de manera prolongada, durante una serie de entrevistas, contribuyen a la mejoría del paciente, gracias a su efecto reductor de la ansiedad. 5.2.2. La dimensión jerárquica En el contexto terapéutico, el eje jerárquico de la relación concierne al estatus del terapeuta y abarca dos tipos de atributos. Por una parte, los relativos a su experiencia o competencia profesional; por otra, todo lo referente a la distancia social y, por consiguiente, al dominio o poder que ésta engendra en una relación. Algunos investigaciones han revelado que la experiencia del terapeuta tiene un efecto facilitador, mientras que el producido por la distancia social tiende a ser inhibitorio. Pese a todo, aunque la competencia profesional del entrevistador es considerada por los clientes como un atributo que inspira confianza en su interlocutor, a veces, un entrevistador con mucha experiencia puede resultar excesivamente dominante y socialmente remoto. 93 El hecho de que experiencia profesional, poder, control y distancia social sean factores difíciles de desvincular ha provocado una gran dispersión de los resultados de investigación y control clínico. Por ejemplo, se ha comprobado que la edad, una variable vinculada con la distancia social, tiene efectos negativos cuando las diferencias entre terapeuta y cliente son considerables, y positivas cuando tienden a disiparse. Sin embargo, un entrevistador de más edad que el entrevistado puede ser percibido por éste como una persona más madura y, en cualquier caso, como un profesional que ha tenido oportunidad de alcanzar una alta cualificación profesional. En estas circunstancias la edad se convierte en un factor que favorece la atracción y la confianza del paciente. En definitiva, la influencia del eje jerárquico de una relación terapéutica tiene consecuencias reforzantes o aversivas, de acuerdo con la forma específica en que se combinan sus atributos en cada situación concreta. Pero antes de realizar una predicción conviene tener en cuenta que, la distancia social es una variable que incrementa su peso cuando el paciente procede de una clase social humilde. Por ello, es responsabilidad del terapeuta aprender a prever el efecto que los distintos atributos de su estatus ejercerán sobre un paciente concreto, para luego, modular su influencia minimizando las diferencias inhibidoras y potenciando las reforzantes. 5.3. Profundidad de la interacción terapéutica El grado de profundidad que alcanza una relación terapéutica constituye una de las facetas interactivas más difíciles de definir y operativizar de cara a la investigación, ya que tiende a confundirse, tanto con sus secuelas vivenciales, como con su influencia sobre el éxito del tratamiento. Tradicionalmente y por influjo del psicoanálisis y de la terapia centrada en el cliente, la profundidad de una relación terapéutica ha estado ligada a las nociones de rapport, transferencia y contratransferencia. Sin embargo, en los últimos tiempos se han desarrollado, aunque por el momento de manera insuficiente, algunas investigaciones basadas en el grado de reciprocidad y complementariedad que alcanza la relación paciente-terapeuta y en la influencia de las características personales de este último, en particular de su estilo perceptual. La noción de rapport se utiliza para designar el proceso de integración de una relación interpersonal durante los primeros momentos de un encuentro, así como la instalación y mantenimiento de un vínculo netamente positivo en los momentos posteriores. Por ello, el rapport tiene una influencia capital en la entrevista terapéutica, puesto que sin él el paciente se sentirá incómodo y difícilmente facilitará al terapeuta el tipo de información que necesita. Para facilitar el establecimiento del rapport, cada entrevistador debe desarrollar sus estrategias particulares, adaptando a su peculiar estilo de comunicación e interacción a las exigencias de la entrevista en cuanto proceso. Con todo, la relación terapéutica también puede ser entendida como un tipo de interacción en el que los participantes interactúan de manera recíproca. De hecho, 94 numerosas investigaciones, en las que la reciprocidad fue definida como la retroalimentación que un miembro de una relación recibe de otro u otros, han demostrado que el curso seguido por una relación terapéutica depende de la clase de covariación que se establece entre las actitudes de los interlocutores. Es decir, la reciprocidad constituye una de las claves de toda interacción terapéutica que avanza progresivamente hacia la cooperación, ya que su presencia es vivida como una confirmación y su ausencia como un indicio de rechazo. La reciprocidad tiene dos vertientes: complementariedad y similaridad. La complementariedad facilita a los interlocutores el manejo de la ansiedad generada por la situación de entrevista, sobre todo en la derivada de la dimensión jerárquica de la interacción terapéutica. Este aspecto se hace evidente, por ejemplo, en la forma en que ajustan sus roles un paciente sumiso y un terapeuta dominante o, a la inversa, un paciente dominante y un terapeuta sumiso. Por el contrario, la simetría o similaridad de rasgos y actitudes respecto al eje afectivo de la relación es el otro factor que favorece la progresión de una interacción terapéutica. Cuando un interlocutor se muestra cálido el otro tiende a comportarse de idéntica manera; lo mismo sucede cuando el afecto en cuestión es el rechazo o la hostilidad. Resumiendo, el grado de profundidad que llega a alcanzar una relación terapéutica depende de dos factores básicos: uno, el grado en que los interlocutores se complementan respecto a los atributos del eje jerárquico de la interacción, otro, el grado en que ambos participantes experimentan y comunican un mismo atributo del eje afectivo. 5.4. Ejercicios: A) De papel y lápiz Utilizando la Clasificación de los niveles de empatía propuesta por CARKUFF y PIERCE identifica el nivel al que pertenecen los siguientes ejemplos. 1. P.: Estoy muy quemado por la enseñanza. He pensado en la posibilidad de cambiar de trabajo, pero como usted sabe ahora es difícil encontrar empleo. T.: La enseñanza ya no es muy satisfactoria para ti. 2. P.: Siempre deseé ser medico. Pero ahora estoy desalentado, T.: ¡Oh! Estoy seguro de que eso es algo que usted puede lograr si verdaderamente lo desea. 3. P.: He tenido un semestre muy desigual y no sé cómo salir del atolladero. No estoy seguro de adónde iré cuando salga de aquí. 95 T.: Usted se siente perturbado por cómo le han ido las cosas en este semestre y también confuso a causa de ello. 4. P.: Mi profesor siempre me critica. T.: ¿Por qué supone usted que lo hace? 5. P.: Estoy aburrido de mi trabajo. Siempre es la misma historia. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? T.: Usted se siente insatisfecho con su trabajo a causa de la rutina. No puede encontrar en él nada que le interese. Desea un trabajo más atrayente. Un paso para obtenerlo podría ser hacer una lista de las necesidades que debe satisfacer un nuevo trabajo e identificar cómo esas necesidades pueden ser satisfechas por algunas tareas profesionales. 6. P.: No entiendo por qué he tenido este accidente. Mi vida siempre ha sido agradable y ahora esto. T.: Está resentido porque no puede explicarse cómo le ha podido suceder una cosa así, tan de repente. Usted necesita encontrar al menos una explicación que lo haga parecer más justo. 7. P.: Mis padres están a punto de divorciarse. Yo deseo que no lo hagan. T.: Estás preocupado porque tus padres están a punto de divorciarse. 8. P.: Los años pasan sin que seamos capaces de tener un hijo. T.: Está desanimada porque no acaba de quedar embarazada. Usted desea mucho tener un hijo. 9. P.: Estoy atrapada, no soy capaz de mudarme a una casa alquilada a menos que mi marido me deje. Pero también deseo que él continúe viviendo conmigo. Al menos parte del tiempo. T.: Mudarse a una casa de alquiler parece ser un obstáculo para que ustedes continúen su relación. 10. P.: Me resulta muy difícil adaptarme desde que me jubilé. Los días parecen tan vacíos. T.: Usted se siente inútil porque ahora tiene todo el tiempo en sus manos. No encuentra la forma de llenar sus días y desea hallar cosas significativas que hacer. Un paso adelante podría ser continuar con sus intereses laborales, incluso aunque oficialmente no sea un trabajador. 96 B) Ensayo Conductual Los siguientes ejercicios de ensayo conductual tienen como objetivo general la familiarización del entrevistado con la influencia facilitadora o inhibidora sobre el curso de la entrevista, de las actitudes y valores, así como de los sentimientos asociados. La paciente es una mujer joven que tiene problemas económicos. Ella sola mantiene a tres hijos pequeños con el dinero que obtiene trabajando como prostituta y traficando drogas. Dice estar muy preocupada por su situación económica, ya que no logra obtener fondos de la beneficencia, ni un trabajo cualificado que le permita sacar adelante a su familia. El cliente es un hombre de unos sesenta años de edad que está a punto de jubilarse. La mayor parte de su vida la ha pasado trabajando como vendedor de muebles. Tiene el Bachiller Superior, pero no ha asistido a una clase desde los dieciocho años. Ahora desea volver a estudiar y obtener un título universitario. El entrevistado es un varón acusado de violación y asalto sexual. Afirma no sentirse culpable en absoluto, porque la víctima era una mujer y «lo estaba pidiendo». La cliente es una mujer con un problema de depresión. Está excesivamente gorda y su condición física es deficiente. Ella se siente muy a disgusto con su imagen y fuma continuamente durante la entrevista. La paciente es una mujer de mediana edad que vive de la beneficencia. Dice haber sido violada y haber quedado embarazada a consecuencia de ese hecho. Está dudando entre tener el niño o abortar. El entrevistado es un niño de doce años que recientemente ha perdido una pierna en un accidente de automóvil. Antes de eso era un gran nadador y ahora quiere continuar practicando ese deporte. Desea pertenecer al equipo de competición de su colegio, pero antes de hablar con el entrenador ha querido conocer la opinión del psicólogo. Para alcanzar el mencionado objetivo es aconsejable que, tras la ejecución, se discutan las siguientes cuestiones: 1. Actitudes y creencias del entrevistador que se han manifestado durante la sesión. 2. Identificación de las actitudes y creencias del entrevistador que tenían una base objetiva en la información aportada por el cliente, y de las que obedecían a sus prejuicios o a la información que presupuso o infirió durante la entrevista. 3. Inventario de la conducta observable del paciente. 97 4. Valores y actitudes que se desprenden de esas conductas. 5.5. Soluciones: 1.: 2º 6.: 4º 2.: 1º 7.: 3º 3.: 3º 8.: 4º 4.: 1º 9.: 2 5.: 5º 10.:5º 98 6. EL PROCESO Las personas definimos nuestras relaciones desde los mensajes que transmitimos, si bien, tanto la presencia como la ausencia de mensajes constituyen definiciones interactivas que cada interlocutor propone al otro, respecto al tipo de cosas que pueden hacerse o decirse en esa relación. Estas propuestas, a su vez, son necesariamente aceptadas o rechazadas por el otro, quien expresa su aceptación o rechazo de la relación, bien con un mensaje, bien con el silencio. 6.1. Control y evitación del control en una relación El concepto de control en las relaciones personales no se refiere al poder férreo de una persona sobre otra, sino a las continuas negociaciones, y en ocasiones lucha, que se establecen entre dos individuos, con objeto de determinar la clase de conductas que tendrán lugar entre ellos, siendo tales categorías conductuales las que definen la relación. Como afirma Haley (1977, 189)... nadie puede no verse involucrado en la lucha que se establece por definir la relación que establece con otro ser. Porque cuando alguien transmite un mensaje, está realizando una maniobra para definir la relación, ya que al margen de su contenido informativo, en el plano de la relación, dicho mensaje significa éste es el tipo de relación en el que se dicen cosas como las de este mensaje. Si alguien desea abstenerse de definir su relación con otro hablando de banalidades, en realidad está diciendo que la relación entre ambos debe mantenerse neutral y anodina. En contrapartida, el receptor de un mensaje tiene tres tipos de opciones básicas. La primera, aceptar la propuesta de relación tal como es presentada por el emisor; la segunda, contradecir dicha propuesta presentando una alternativa más o menos similar y, por último, la tercera opción consiste en aceptar la definición de la relación propuesta por el emisor, a través de un mensaje que indica que permite la maniobra de control pese a que tiene capacidad para impedirla. Siempre que una persona propone una definición de una relación está tratando de controlarla y, por este motivo, la otra parte, que puede aceptar o rechazar la propuesta en cuestión, se hace depositaria del control. En otras palabras, es imposible que alguien conceda a otra persona toda la iniciativa en la definición de una relación, puesto que su inhibición indica que es el otro quien debe determinar la clase de conductas que regirán esa relación. En esto consiste la más importante de las paradojas de la relación de dos seres humanos, paradoja que se hace especialmente evidente cuando el desamparo es incluso más efectivo que el autoritarismo en el control de una relación. Porque quien se muestra desamparado no sólo permite que defina la relación quien se hace cargo de él, sino que, simultáneamente, está definiendo la relación entre ambos como una 99 relación tal que, en ella, alguien se ocupa de protegerle. Por ejemplo, cuando un paciente dice al terapeuta Estoy tan confuso que no puedo decidir. Dígame usted lo que debo hacer y yo lo haré, el paciente está ofreciendo al terapeuta el control de la relación, pero también le está indicando el tipo de conducta que debe adoptar. En resumen, cuando una persona evita ejercer el control de una relación en un nivel, en otro nivel está definiendo la relación como una clase de interacción que no controla. Esto es así porque en base a la articulación digital y analógica de la comunicación humana, cualquier mensaje se produce en dos niveles: a) Informo de...; b) Obedezca mi orden en el sentido de... Pero existe una forma de escapar a la paradoja de la relación con otro ser humano, evitando con ello la definición de esa relación. Este recurso consiste en definir la relación a través de un mensaje que se descalifica a sí mismo. Es decir, cuando un mensaje es incongruente, la definición de la relación propuesta por ese mensaje queda invalidada. Formalmente, cualquier mensaje puede descomponerse en los siguientes elementos (Haley, 1977): 1) Yo 2) digo algo 3) a usted 4) en esta situación. Mediante la descalificación de cualquiera de estos cuatro elementos o de los cuatro a la vez, el emisor del mensaje invalida su propia definición de la relación que ha propuesto, por medio de ese mismo mensaje. Quien desea descalificar su identidad como emisor puede lograrlo transmitiendo su mensaje amparado en un seudónimo, explicitando que no habla a título personal, sino en nombre de una institución o un grupo, indicando que tan sólo es un mensajero (de Dios o de otra persona), afirmando que su mensaje es emitido bajo el influjo de una fuerza que escapa a su control (como las drogas o el alcohol), manifestando que el tono de su mensaje proviene de procesos involuntarios (es el caso de la irritación hacia alguien camuflada como fatiga), etc. La descalificación del contenido de un mensaje puede realizarse a través de indicios de amnesia (No me acuerdo...), afirmando que el mensaje ha sido mal interpretado ya que, aunque las palabras fueran en un sentido, la intención al pronunciarlas era otra, emitiendo un mensaje y acto seguido otro que contradice al primero, restando importancia o seriedad a un enunciado afirmando que es una broma, transmitiendo la información en un idioma que el interlocutor no comprende, negando el valor comunicativo de un mensaje al afirmar que las palabras que lo componen no son elementos significantes sino objetos materiales, etc. 100 En cambio, el emisor puede negar que su mensaje está dirigido a su interlocutor haciendo patente que habla para sí mismo en un aparte, dirigiéndose al otro en función de su estatus o poder de representación y no como persona, afirmando que en realidad su interlocutor tiene otra identidad distinta de la que manifiesta (por ejemplo, que no se trata de un amigo sino de un policía), etc. Por último, para negar que la definición de un mensaje se refiera a la situación en que éste se emite basta con especificar el contexto como no actual en el tiempo o en el espacio (ejemplo: Tú antes me caías mal y puede que en adelante me caigas mal, llamando cárcel al consultorio psiquiátrico, etc.). En resumen, la evitación de la definición de una relación puede lograrse mediante la descalificación de la identidad del emisor, del contenido del mensaje, de la identidad del receptor o del espacio y el momento en que se produce la comunicación. La incongruencia de los mensajes que se descalifican a sí mismos puede tener lugar en el nivel digital, mediante dos enunciados consecutivos o mediante la dislocación de los planos digital y analógico de la comunicación. 6.1.1. Control del contenido de la comunicación verbal Ni los estudios experimentales, ni los seguimientos clínicos, han podido establecer cuál es el método más efectivo para controlar el contenido de la comunicación verbal durante una entrevista terapéutica. Sin embargo, existe un amplio acuerdo en que instrucciones, modelado y condicionamiento verbal constituyen recursos particularmente idóneos. 6.1.1.1. Instrucciones Las instrucciones son una técnica de intervención terapéutica de uso frecuente durante una entrevista inicial o durante una serie de entrevistas terapéuticas (véase epígrafe 4.1.5) Cuando se emplea al principio de la entrevista, esta técnica se convierte en un excelente medio de control de la comunicación verbal, ya que permite motivar al cliente para que hable de ciertos temas con el talante adecuado. Unas instrucciones efectivas ajustan las expectativas de los interlocutores, reduciendo al mínimo la desorientación y la incertidumbre del paciente. Más concretamente, las instrucciones inducen a la adopción por parte del cliente del rol complementario al rol de terapeuta. Este hecho tiene como consecuencia inmediata una mejora de la fluidez y profundidad de la comunicación que se establece entre ambos. 101 6.1.1.2. Modelado La técnica del modelado se halla próxima a las instrucciones y, con frecuencia, se convierte en uno de sus complementos. El modelado consiste en ofrecer al cliente una demostración del tipo de cosas que se espera que haga. En la entrevista terapéutica el modelado puede tener lugar a través de una cinta magnetofónica en la que se haya grabado una entrevista, ofreciendo al paciente el guión de una entrevista, favoreciendo la observación o realizando una demostración mediante un role-playing. Cuando se utiliza durante los primeros momentos de una entrevista, el modelado ofrece resultados positivos en el ajuste y la mejora de la comunicación terapéutica, ya que promueve en el paciente la clase de conductas exhibidas por el modelo. Especialmente cuando en la secuencia demostrativa se incluye el reforzamiento vicario, esta estrategia aumenta la autorrevelación del paciente, potencia la libertad con que este se expresa e inhibe sus resistencias a la hora de abordar temas conflictivos. Sin embargo, el modelado es un método de control del flujo de la entrevista terapéutica más disruptivo que las instrucciones. 6.1.1.3. Condicionamiento verbal El método más conocido, más investigado y más controvertido en el control del contenido verbal de una entrevista es, sin duda alguna, el condicionamiento verbal. Esta técnica consiste en la emisión voluntaria o involuntaria, por parte del terapeuta, de conductas que promueven en el paciente un cierto tipo de respuestas. Los estudios sobre los efectos del condicionamiento verbal durante la entrevista terapéutica se iniciaron con investigaciones en principio muy alejadas del ámbito clínico; trabajos que, progresivamente, fueron extendiéndose al campo de la práctica psicoterapéutica. Los resultados de estas investigaciones demostraron que entre las conductas verbales del paciente más susceptibles al condicionamiento se encuentran las manifestaciones de afecto, las autorreferencias positivas y negativas, las expresiones de hostilidad y el recuerdo de los acontecimientos de la infancia. Sin embargo, para la formación de un entrevistador tienen más importancia los resultados relativos a la clase de conductas que actúan como reforzadores. Dichos datos pueden agruparse en dos grandes categorías: a) Indicios lingüísticos y paralingüísticos mínimos, como pueden ser los términos sí, ya, bien o mm-hmm y conductas no verbales reguladoras de la interacción, como son la sonrisa o los ligeros movimientos de la cabeza que indican asentimiento. El tipo de interacción y de resultados que promueve el empleo de ésta clase de reforzadores es conocido en el campo de la psicoterapia como efecto Greespoon 102 b) Intervenciones verbales complejas y estructuradas de acuerdo con objetos específicos. A este grupo pertenecen las intervenciones terapéuticas no directivas, como son la clarificación, la paráfrasis, el reflejo, el resumen y la autorrevelación del terapeuta (véase Capítulo 4). El condicionamiento verbal se hace más efectivo cuando el curso de la entrevista se desarrolla en la ambigüedad, con abundantes silencios o notoria pasividad por parte del entrevistador, ya que, bajo éstas condiciones, el impacto de los reforzadores se hace más intenso. En consecuencia, el éxito en la selección de los reforzadores de uno y otro tipo está en función del contexto, así como de la conciencia del entrevistador respecto al hecho de que la conducta que emite es un reforzador, cuyos efectos se harán sentir, y no una actividad inocua, como en ocasiones han defendido algunos entrevistadores de orientación no directiva. En definitiva, el entrevistador ampliará su pericia profesional según vaya siendo capaz de controlar indirectamente el curso de una entrevista, mediante la selección de aquellos reforzadores que, siendo especialmente atractivos para el paciente, facilitan el logro de los objetivos terapéuticos. Por último, el entrevistador, sobre todo si es novato, debe estar alerta respecto a la influencia que ejercen en muchas de las respuestas del terapeuta, las sutiles manipulaciones de cierta clase de pacientes que, bien por el carácter de sus dificultades (fuerte necesidad de aprobación, sociopatía, etc.) o por su larga experiencia en entrevistas terapéuticas, han llegado a ser especialistas del condicionamiento verbal. 6.2. Concepto de estructura en la entrevista terapéutica La entrevista terapéutica es una situación interactiva en la que los participantes ajustan sus repertorios conductuales en función de la meta que, implícita o explícitamente, se han propuesto alcanzar. Por ello, la principal consecuencia de orden práctico que se deriva del objetivo o finalidad de una entrevista concreta es la estructura que adopta el proceso. Así, por ejemplo, una entrevista de orientación probablemente requerirá, por su misma naturaleza, más estructuración que las entrevistas o fragmentos de una entrevista dedicada a la identificación del problema. De igual manera, al margen de otros factores, una entrevista que se realiza en una situación de crisis suele requerir más estructuración que una entrevista que forma parte del período intermedio de un largo tratamiento. Por estructura de una entrevista se entiende el grado en que el entrevistador determina el contenido y el curso de la comunicación que establece con su interlocutor. Esto significa que la estructura de una entrevista particular puede variar a lo largo de su desarrollo temporal, según sus características se aproximen o se alejen 103 de un continuo, que se extiende desde un grado máximo de estructuración o directividad a un grado mínimo de estructuración o no directividad. La noción de estructura alcanza a aspectos muy variados de la entrevista, entre los que destacan las intervenciones del entrevistador, las respuestas ofrecidas por el cliente, la táctica general o estilo de la entrevista o la recogida y formalización de la información obtenida. Este hecho ha tenido como consecuencia que las nociones de directividad y de no directividad hayan adquirido matices muy distintos en las consideraciones teóricas y en las constataciones empíricas de los diversos autores que han tratado el tema. Por ello, a la hora de analizar la estructura de una entrevista, junto con su grado de directividad/no directividad, siempre es necesario tener en cuenta, las otras dos variables moduladoras de la estructura de la comunicación terapéutica; esto es, el grado de actividad del terapeuta y el hecho de que sus intervenciones sean más o menos ambiguas. 6.2.1. Directividad versus no directividad Cuando el objetivo prioritario de una entrevista consiste en recopilar la mayor cantidad de información específica, el proceso tiende a organizarse de manera altamente estructurada, es decir, adquiere un alto grado de directividad. Y ello, porque el entrevistador obtiene una mayor cantidad de datos fiables y válidos si mantiene un formato rígido, que se asemeja al de una encuesta, en lugar de permitir que el paciente se explaye libremente, o se calle, en relación con los temas que se consideran relevantes en esa situación. Por el contrario, cuando el objetivo fundamental de una entrevista terapéutica consiste en potenciar la comodidad y disponibilidad del paciente, el terapeuta se esfuerza por interferir lo menos posible en la secuencia comunicativa propuesta por su cliente. En estos casos la entrevista terapéutica es un proceso que, por su carencia relativa de estructuración, se acerca al extremo no directivo. El gran peligro de una entrevista terapéutica altamente directiva consiste en que, por un lado, puede convertirse en una situación que el paciente llega a vivenciar como un interrogatorio y, por otro, en que el entrevistador puede incurrir en sesgos a la hora de elegir los temas a tratar o de ofrecer alternativas. En el primero de los casos, el rapport tiende a disminuir de forma considerable; en el segundo, si la hipótesis que sustenta la actividad del terapeuta no ha sido suficientemente confirmada en entrevistas anteriores, el tratamiento entero puede resultar inefectivo por su falta inicial de relevancia. Contrariamente, el mayor peligro al que se enfrentan las entrevistas claramente no directivas estriba, por una parte, en que la comunicación puede derivar en una conversación trivial, sin más objeto que el desahogo de uno de sus participantes y, por otra, en que los encuentros terapéuticos se tornen inefectivos al diluirse la información pertinente y la responsabilidad ante el cambio. En estos casos, el terapeuta corre el riesgo de no poder llegar a establecer ninguna hipótesis sobre cuál es el problema que acucia al paciente y cómo podría elaborarlo con éxito. 104 Las entrevistas terapéuticas de corte directivo se caracterizan porque en ellas el entrevistador tiende a llevar buena parte de la conversación, realizando preguntas específicas sobre temas que con frecuencia son elegidos por él, al tiempo que ofrece frecuentes informaciones o explicaciones del problema planteado por el cliente. Es decir, el terapeuta directivo se comporta de manera claramente activa, dando oportunidad al paciente de expresar sus actitudes hacia asuntos concretos, pero indicándole aquellos aspectos de las mismas que a su juicio son más relevantes. Igualmente, intenta favorecer los cambios en la conducta del paciente proponiendo acciones concretas que éste debería realizar. Para lograr sus objetivos terapéuticos, el entrevistador directivo recurre tanto a técnicas que explicitan el contenido de las verbalizaciones del paciente, como a datos de observación o a la influencia que su prestigio personal pueda ejercer sobre su interlocutor. En cambio, las entrevistas realizadas por terapeutas que prefieren un estilo netamente no directivo se caracterizan por el hecho de que las verbalizaciones del paciente son más extensas y numerosas que las del terapeuta. Este último tiende a intervenir fundamentalmente cuando desea mostrar a su interlocutor que le acepta como persona y que comprende sus sentimientos, actitudes y conductas explícitas, al tiempo que refuerza las verbalizaciones del cliente que tocan estos temas. Aunque los resultados de investigación son bastante controvertidos, en general tienden a afirmar que las técnicas no directivas facilitan el insight y la autoexploración en mayor grado que las técnicas directivas. Sin embargo, los resultados más importantes son aquellos que demuestran que el grado de directividad/no directividad adoptado por un terapeuta afecta de manera diferente a diferentes pacientes. Así, los clientes que antes de la entrevista se mostraron reacios a la misma aumentan sus resistencias ante un terapeuta directivo, mientras que tienden a disminuirlas ante un terapeuta no directivo. Igualmente, los clientes con lugar de control externo responden mejor a un terapeuta directivo, mientras que para los clientes con lugar de control interno resulta más efectivo un terapeuta no directivo. En definitiva, la adecuación de las intervenciones terapéuticas directivas y no directivas depende en gran medida de la capacidad del entrevistador, para adecuarse a las características personales de sus pacientes. De hecho, algunas investigaciones han demostrado que, con independencia de sus preferencias teóricas, los entrevistadores tienden a ser directivos con clientes dependientes, mientras que tienden a ser no directivos con clientes dominantes. Con todo, existe cierta evidencia empírica respecto a que las pautas comunicativas más frecuentemente empleadas por los terapeutas directivos son: 1. Definir la situación de acuerdo con los métodos de diagnóstico y tratamiento. (Ej.: No sé qué puede pasarte, pero lo averiguaremos a través de las pruebas que realices y también por medio de las entrevistas.) 2. Indicar el tema a tratar pero permitiendo que el paciente lo desarrolle a su manera. (Ej.: Te importaría contarme más acerca de esas dificultades a la hora de dormir?) 105 3. Encauzar el tema elegido con objeto de obtener una confirmación, una negación o simplemente más información específica. (Ej.: ¿Con cuánta frecuencia te sucede? o ¿También te sucede cuando estás solo? 4. Identificar un problema, una fuente de dificultades, una actitud que sería beneficioso modificar, etc., apoyándose en instrumentos diagnósticos o en presupuestos teóricos. (Ej.:..Una de tus dificultades radica en que no has tenido oportunidad de comparar tu habilidad con la de otras personas.) 5. Interpretar los resultados de diversas pruebas psicológicas, sin afirmar o negar que existan dificultades concomitantes. (Ej.: Tu perfil, según el cuestionario 16PF de Cattel, ... ) 6. Expresar acuerdo o desacuerdo, o cualquier otra reacción personal, ante el discurso o la conducta del paciente. (Ej.: ¡Así se habla!) 7. Explicar, comentar o dar información sobre el tema que se está tratando. (Ej.: Bueno, una razón podría ser que tú te sientes demasiado inseguro para lograrlo.) 8. Proponer o instruir al paciente para que realice alguna actividad concreta, que él considera que resultará beneficiosa. (Ej.: La práctica continuada de la relajación puede ayudarle.) 9. Tratar de influir en la decisión o conducta que adoptará el cliente. (Ej.: Me gustaría que lo intentaras otra vez.) 10. Reforzar explícitamente o infundir confianza al paciente. (Ej.: No quiero que te desanimes. Sé que si perseveras lo conseguirás.) Asimismo, existe cierta evidencia empírica respecto a que las pautas comunicativas más características del estilo no directivo son: a. Definir la situación terapéutica en términos de responsabilidad del paciente para dirigir la entrevista, tornar decisiones, etc. (Ej.: A veces, contar los propios problemas nos ayuda a ver con claridad). b. Indicar, a través de una intervención verbal, que se ha comprendido la expresión de un sentimiento o actitud, manifestado en la anterior verbalización del paciente. (Ej.: Usted se siente muy afectado, claro.) c. Interpretar o responder a aquellos sentimientos o actitudes del paciente que hayan sido expresados de manera implícita o muy sutil. (Ej.: Supongo que hubiera preferido no venir.) Por otra parte, también se ha comprobado empíricamente que las siguientes pautas son igualmente frecuentes en entrevistas directivas y no directivas: 106 I. Preguntar de tal manera que el paciente tenga que elegir o desarrollar un tema. (Ej.: ¿En qué has estado pensando hoy?) II. Indicar que, en efecto, se ha comprendido el discurso del paciente (Ej.: Uhm, te vas de vacaciones). III. Indicar al paciente que la decisión la debe de tomar él. (Ej.: Eso depende de ti.) IV. Expresar acuerdo o desacuerdo con la decisión tomada por el cliente. (Ej.: Me parece una postura acertada.) A su vez, para determinar si el grado de estructuración de una entrevista es alto, bajo o medio, suelen resultar de gran valor heurístico los siguientes criterios: La entrevista es decididamente directiva cuando las intervenciones del terapeuta son suficientes, por sí mismas, para mostrar la pauta general que sigue el proceso. La entrevista es decididamente no directiva cuando, atendiendo exclusivamente a las verbalizaciones del paciente, podemos establecer las pautas que ha seguido el proceso. La entrevista es semidirectiva cuando, a partir de las verbalizaciones de uno solo de sus participantes, es imposible establecer una pauta o tónica general que caracterice el proceso. En otro orden de cosas, las frecuentes polémicas que han tenido como objeto la conveniencia de la directividad y la no directividad en cuanto recursos de la comunicación terapéutica generalmente han estado centradas en torno a un tipo concreto de intervención: la interpretación. Una interpretación (véase epígrafe 4.1.4) consiste en una intervención verbal del terapeuta en la que éste relaciona o explica algunas conductas del paciente. Cognitivamente una interpretación es una inferencia que realiza el entrevistador, a partir de las informaciones de diversa índole que le ha proporcionado su cliente; y como tal inferencia, consiste en el establecimiento de una relación entre dos elementos que hasta entonces permanecían cognitivamente desvinculados. Es así como una interpretación ofrece al paciente una manera diferente y nueva de considerar sus dificultades. De hecho, uno de los objetivos de la interpretación consiste en presentar al paciente aquellos aspectos o implicaciones de su experiencia que se negaba a reconocer, por causa de la ansiedad que le provocaban. El grado en que la inferencia del terapeuta difiere de la conciencia que tiene el paciente respecto al contenido de la interpretación se denomina profundidad de la interpretación. Una interpretación es tanto más profunda cuanto más alejada se halla de la forma habitual del paciente de considerar su contenido, o cuanto más improbable le parezca a éste la explicación que le ofrece su interlocutor. Consecuencia directa del nivel de profundidad de una interpretación es su grado de aceptabilidad para el paciente, de forma que las interpretaciones más profundas tienden a ser rechazadas porque resultan nociones distantes, poco plausibles para los pacientes que 107 las reciben, mientras que las interpretaciones menos profundas suelen ser aceptadas tras una breve consideración. El principal argumento en contra de la interpretación consiste en que, tras una intervención de esta clase, la productividad verbal del paciente tiende a reducirse, hecho que se considera indicio de resistencia. Y en efecto, esto es lo que se desprende de los resultados de diversas investigaciones sobre la utilidad de la interpretación durante la primera entrevista. Sin embargo, otros estudios demuestran que el contenido de las interpretaciones son las aportaciones del entrevistador que mejor recuerdan los clientes después de finalizada una entrevista. Por ello, parece aconsejable que el entrevistador evite las interpretaciones durante su primer encuentro con el paciente, pero conviene que recurra moderadamente a esta técnica siempre que la productividad del paciente no sea vital y, en cambio, resulte indispensable favorecer su autocomprensión. 6.2.2. Nivel de actividad En la entrevista terapéutica se entiende por nivel de actividad el grado de productividad lingüística de los participantes o, por decirlo de una manera menos específica, el nivel de participación en el proceso comunicativo. De acuerdo con los resultados de diversas investigaciones, la mayoría de los pacientes prefieren terapeutas activos, es decir, prefieren a aquellos entrevistadores que hablan con frecuencia. Este fenómeno ha sido considerado como indicio de que la participación del terapeuta es vivida por el cliente como un refuerzo. Por otra parte, también existe una cierta evidencia empírica que relaciona un nivel moderado o alto de actividad, con el hecho de que el terapeuta sea percibido por el cliente como una persona cálida y empática. Estos datos son contrarios a los criterios defendidos por el psicoanálisis y la terapia centrada en el cliente, dado que estas escuelas limitan a priori el nivel de actividad de sus entrevistadores. Uno de los fenómenos más estudiados en relación con el nivel de actividad del terapeuta se conoce con el nombre de sincronía. Se dice que se ha establecido una relación de sincronía entre paciente y terapeuta cuando la duración de las intervenciones de éste controla la duración de las intervenciones de aquél, de forma que ambos hablan durante un período de tiempo similar. Ahora bien, la sincronía es una variable reguladora de la comunicación terapéutica, más en análogos experimentales, que cuando se estudia la duración de las intervenciones en una situación de entrevista real. De hecho, durante una serie de entrevistas terapéuticas, la sincronía tiende a desaparecer para dar lugar a una relación inversa entre la duración de las intervenciones de los participantes. Es decir, durante una psicoterapia, cuanto más habla el terapeuta menos habla el paciente y viceversa, cuando éste es más explícito aquél tiende a guardar silencio. 108 Igualmente, en situación de entrevista el estatus de los interlocutores es una variable que afecta a la sincronía de las intervenciones. Así, el fenómeno de la sincronía se presenta cuando los participantes tienen un estatus similar, pero no cuando entre ellos existen diferencias considerables. En consecuencia, el entrevistador debe aprender a controlar su nivel de actividad y a emplearlo de acuerdo con las circunstancias concretas en que se desarrolla la entrevista. Durante un primer encuentro, el incremento de la productividad verbal del paciente se logrará mediante la activación de la productividad del entrevistador; en cambio, esta última debe tender a decrecer según se vaya afianzando la relación terapéutica. En cualquier caso, si el entrevistador desea animar a su paciente a expresarse ampliamente, antes es necesario que él adopte esa misma conducta. 6.2.3. Especificidad/ambigüedad Esta variable hace referencia al grado de concreción de los mensajes verbales, mediante los que el terapeuta controla el curso de una entrevista. Un comentario o una pregunta se consideran ambiguos cuando su nivel informativo es bajo, es decir, cuando se trata de intervenciones que apenas restringen las posibles alternativas, entre las que el paciente puede elegir su respuesta. Por el contrario, se considera que una intervención verbal es específica cuando su valor informativo es alto y, por tanto, impone una clara limitación a las posibles respuestas. Las investigaciones sobre la influencia de esta variable en el curso de una entrevista apuntan hacia una relación directa entre ambigüedad de la intervención del terapeuta y grado de productividad del paciente, de manera que, una pregunta general tiende a provocar una larga respuesta, mientras que, una pregunta específica tiende a elicitar respuestas breves y concisas. Por esta razón, existe un acuerdo generalizado respecto a la conveniencia de comenzar las entrevistas con preguntas ambiguas, como por ejemplo, ¿Qué te trae por aquí'?, y no con intervenciones específicas del tipo ¿Cuánto tiempo hace que tienes problemas? El empleo de esta última modalidad al iniciar una entrevista tiene como consecuencia una pérdida de información, que es evitable con el uso de comentarios ambiguos. Igualmente, se sabe que el grado de especificidad de una pregunta tiene efectos diversos sobre el contenido de la respuesta de los entrevistados. Además, las intervenciones ambiguas son particularmente efectivas en dos situaciones concretas. Una, cuando el paciente mantiene de forma espontánea un ritmo de participación fluido. En este caso, el grado de actividad del paciente se mantendrá con sólo unas pocas intervenciones ambiguas del terapeuta. Otra, cuando el entrevistador va a dar comienzo a la sesión o cuando desea empezar a tratar un tema hasta entonces inexplorado. En cambio, la ambigüedad de las intervenciones del entrevistador está completamente contraindicada cuando el nivel de productividad del paciente languidece, cuando el terapeuta necesita obtener un dato concreto y cuando el paciente permanece en 109 silencio ante preguntas abiertas y de tipo general. En éste último caso, la especificidad es necesaria para compensar la incertidumbre cognitiva y la ansiedad que, con frecuencia, caracterizan la situación en que se hallan los pacientes, especialmente los que no han recibido instrucciones concretas sobre la conducta que se espera desarrollen. En resumen, en la situación de entrevista el grado de ambigüedad o especificidad que debe emplear un terapeuta estará en función, tanto de sus objetivos inmediatos (tipo de interacción que desea establecer, clase de información que necesita...), como de su sensibilidad para captar cuándo la ambigüedad de sus intervenciones desencadena un nivel de ansiedad e incertidumbre perturbadoras para el cliente. 6.3. Desarrollo de la comunicación terapéutica La entrevista terapéutica se desarrolla con la transmisión de información, a través de los diversos canales verbales y no verbales. Por esta razón, el entrevistador debe esforzarse en aprender a escuchar y captar la información que su paciente le dirige de la manera más efectiva posible. Pero el esfuerzo por objetivar al máximo la situación de entrevista sólo puede tener éxito mediante la neutralización de los diversos sesgos, que pueden recaer sobre los procesos de percepción e inferencia de la información transmitida. En otras palabras, para aprender a escuchar con precisión, el entrevistador debe desarrollar la capacidad de percibir a su interlocutor lo más objetivamente posible. Esta habilidad interpersonal se adquiere atendiendo al máximo a las peculiaridades y matices de la comunicación, en especial atendiendo al modo en que los diversos niveles del discurso se puntúan entre sí. Concretamente, las variaciones de la expresividad y su relación con los cambios del contenido verbal, así como la identificación de las variaciones del estilo y de las perturbaciones de la pronunciación cuando el cliente pasa de un tema a otro, suelen proporcionar indicios significativos a la hora de identificar qué áreas de contenidos requieren una exploración posterior. Por ejemplo, si algunos temas de conversación cursan con una alta velocidad de emisión, mientras que otros son desarrollados por el cliente de manera más calmada, el terapeuta podría elaborar la hipótesis de que tal diferencia en el estilo de emisión se debe a la ansiedad de los contenidos emitidos a mayor velocidad. En cualquier caso, siempre resulta de gran utilidad que el terapeuta sea consciente del nivel de ansiedad evocado por el contenido de sus preguntas, ya que existe evidencia empírica de que la tendencia a producir una buena impresión en el entrevistador entra en conflicto con la demanda de sinceridad. Esto es, la tendencia de los entrevistados a producir una buena impresión en el entrevistador lleva a aquellos a elaborar soluciones de compromiso que implican la distorsión de la información contenida en sus respuestas. Asimismo, puede resultar muy útil para el entrevistador tener en cuenta que, los interlocutores con un nivel de ansiedad crónica intermedia tienden a distorsionar sus respuestas ante preguntas amenazantes más que los entrevistados con un grado de ansiedad bajo o alto. 110 La clase de información que interesa a un entrevistador concreto depende, en buena medida, de sus orientaciones teóricas. Pero al margen de este tipo de sesgo, que resulta no sólo inevitable sino también necesario, todo terapeuta debe aprender a captar y a considerar cualquier clase de información que le ofrezca su interlocutor. Desgraciadamente no existe una fórmula que permita, al entrevistador sin experiencia, orientarse inequívocamente respecto a la clase de información que es necesaria en un caso concreto o respecto a los canales por los que el paciente transmitirá esa información, ya que la variabilidad de los individuos y los grupos definen la comunicación y la interacción como procesos dependientes del contexto. A pesar de ello, existe un acuerdo generalizado sobre la importancia de dos fenómenos habituales en el desarrollo de la comunicación terapéutica: la autorrevelación y la resistencia. 6.3.1. Autorrevelación y resistencia Los entrevistadores clínicos comparten entre sí una clara preferencia por las informaciones autorreferidas de sus pacientes. De hecho, la autorrevelación constituye una de las fuentes de información primordiales con que cuenta un clínico de cara al diagnóstico, y un medio insustituible para muchos terapeutas en el desarrollo del tratamiento. No en vano, numerosas investigaciones avalan la opinión, muy extendida entre los entrevistadores, de que la capacidad para autorrevelarse del paciente y del terapeuta se relaciona directamente con el éxito de una terapia. Concretamente, estas investigaciones identifican dos categorías temáticas, como vinculadas al progreso de una psicoterapia: la exploración interna de la propia experiencia y su comunicación al interlocutor. Sin embargo, la autorrevelación del entrevistado es un fenómeno ligado a algunas características de la relación que mantiene con el entrevistador. Así: La autorrevelación del paciente se produce con más frecuencia si se siente personalmente acogido por el entrevistador y cuando éste último se ha demostrado capaz de hablar libremente de sí mismo. La autorrevelación del paciente se produce con más frecuencia cuando el terapeuta ha desarrollado un estilo abierto y personal de dirigirse al cliente. La autorrevelación del paciente es reforzada por el hecho de que su participación en la entrevista sea voluntaria y no forzosa. La autorrevelación es estimulada por la creencia del paciente en la naturaleza confidencial de la entrevista. La autorrevelación del terapeuta refuerza la autorrevelación del paciente. Sin embargo, este principio debe de ser manejado con precaución (véase epígrafe 4.1.5.); puesto que el objetivo de la entrevista se refiere al paciente y sus dificultades, el terapeuta nunca debe llegar a acaparar el centro de la comunicación. 111 Además, existe evidencia empírica respecto a la conveniencia de observar las siguientes restricciones: La autorrevelación excesiva del terapeuta puede ser considerada por el cliente como fuera de lugar; en este caso, el efecto que produce sobre su propia autorrevelación es de tipo inhibitorio. La autorrevelación del terapeuta resulta efectiva para evocar en el paciente informaciones de tipo similar, sólo si éste último considera a su interlocutor como un amigo y no como un extraño. Es decir, la calidad del rapport afecta a la información autorreferida. Las diferencias extremas en las edades de los interlocutores debilitan el efecto facilitador de la autorrevelación del terapeuta sobre la autorrevelación del cliente. Por eso, cuando el entrevistador es considerablemente más viejo o más joven que el entrevistado, la autorrevelación, como respuesta comunicativa, tiende a bloquearse. Si la autorrevelación es un fenómeno vinculado al buen desarrollo de una entrevista y al éxito del tratamiento, la resistencia es un fenómeno que dificulta la consecución de los objetivos clínicos. Por ello, saber detectarla es una habilidad indispensable en un buen entrevistador. En general, se admite que la resistencia es una manifestación de la ansiedad experimentada por el entrevistado, ante la posibilidad de revelar a otra persona ciertos aspectos de su intimidad. La resistencia tiende a manifestarse en la comunicación verbal mediante alguna de estas tres formas: - El entrevistado permanece bloqueado y guarda un silencio completo. - El entrevistado habla de manera fluida, pero sus temas de conversación se reducen a aspectos banales sin implicaciones psicológicas. - El entrevistado descalifica su discurso, o algunos aspectos del mismo, a través de la emisión de mensajes incongruentes. Este tipo de resistencia suele expresarse, verbalmente, con las rectificaciones y lapsus y, no verbalmente, en el empleo de la expresividad facial y los movimientos de los pies. De entre los canales no verbales la expresividad facial resulta el más ilustrativo. Por esta razón, con frecuencia suele convertirse en el medio encargado de puntuar incongruentemente una secuencia verbal, tras la que laten sentimientos o ideas conflictivas. De los tres tipos de resistencia reseñados, el último es el menos estable porque, si bien denota una ansiedad más intensa que en los casos anteriores, ésta se halla más localizada y, por tanto, la situación a que da lugar resulta más fácil de tratar que las respuestas de evitación generalizada. En cualquier caso, los indicios mencionados no siempre están vinculados a una resistencia, sino que su valor específico viene determinado por la situación en que se 112 presentan. Por ejemplo, muchos de los silencios que se producen durante una entrevista terapéutica pueden resultar más expresivos y útiles para la comunicación, que las palabras. 6.3.2. Comunicación de las emociones El concepto de estilo hace referencia al carácter expresivo que adquiere un mensaje en función de la forma en que es construido y emitido. A su vez, en la comunicación terapéutica, la configuración estilística nos remite a la descarga de ciertas emociones del hablante, con influencia efectiva sobre la comunicación y la interacción que éste mantiene con su interlocutor. Los marcadores de estilo más frecuentes son la selección léxica, el tipo de construcción gramatical, la velocidad y duración de las emisiones, los errores de pronunciación más o menos sistemáticos, la expresividad facial, la postura, la orientación del cuerpo, los gestos y la motilidad general del cuerpo. En definitiva, pueden ser marcadores de estilo todas aquellas conductas verbales o no verbales que califican emocionalmente la individualidad de un mensaje. La expresión de las emociones tiene una incidencia directa sobre la interacción que se establece entre dos interlocutores. Durante la entrevista, la expresión de las emociones constituye un fenómeno fácilmente identificable, pero que, sin embargo, resulta difícil de definir. En términos generales, la expresividad emocional suele vincularse a nociones tan imprecisas como colorido de las intervenciones, poder para atraer o mantener la atención del interlocutor o valor como reforzador generalizado. En cambio, resulta mucho más fácil identificar la comunicación de emociones concretas como la ansiedad, el disgusto o la ternura, ya que su función de descarga y sus efectos sobre la interacción se hacen ostensibles. Las emociones concretas y el tono emocional general de una intervención pueden transmitirse a través de cualquier canal comunicativo, si bien los más aptos, o simplemente los utilizados con más frecuencia, son los paralingüísticos y kinésicos. Los resultados de algunos estudios empíricos han vinculado positivamente la expresividad general del terapeuta, con el grado de significación o relevancia de las informaciones que ofrece el paciente. A su vez, algunas de estas investigaciones han abordado la identificación de las cualidades de la expresividad emocional del terapeuta que inciden directamente sobre la fluidez de la comunicación y el éxito del tratamiento. Así, por ejemplo, se ha comprobado que durante las horas más productivas de una psicoterapia las intervenciones del terapeuta tienden a poseer, de manera significativamente mayor o más frecuente, inflexiones cadenciosas, buena vocalización, escasos titubeos y repeticiones, que las intervenciones que se producen durante los momentos menos productivos. Dicho de otra manera, una voz que transmite seriedad, calidez y relajación está asociada a la buena marcha de la entrevista terapéutica. 113 Igualmente, existen evidencias empíricas que asocian el éxito de la psicoterapia con un lenguaje terapéutico fresco, rico en connotaciones y centrado en la exploración de la experiencia interna. En cambio, el estilo del paciente asociado empíricamente con el éxito del tratamiento es enérgico, abierto y directo. Además, un incremento intencional de la expresividad emocional del lenguaje del terapeuta suele ser suficiente para provocar el incremento de la expresividad emocional del paciente, cuando el discurso de este último se hace apagado. En suma, el estilo expresivo abierto y relajado de los participantes en una entrevista sirve como indicio para establecer un pronóstico favorable. En cuanto a la comunicación de emociones específicas, las investigaciones más relevantes pueden dividirse en dos grandes grupos; por una parte, los concernientes a la comunicación de emociones penosas, como la ansiedad y la depresión, y por otra, las que han estudiado la comunicación de emociones gratas, entre las que destacan la cercanía emocional, el aprecio, la aprobación y la calidez. 6.3.2.1. Comunicación de emociones penosas En el contexto terapéutico, los estudios sobre la comunicación de emociones desagradables se han centrado más sobre el paciente que sobre el entrevistador, de forma que los resultados se le ofrecen a este último como un medio para facilitar la discriminación de los estados emocionales de su interlocutor. La ansiedad es una de las emociones más relevantes en el estudio de la personalidad y la comunicación. Su manifestación puede abarcar canales tan distintos como el contenido lingüístico, el tono y la tasa de las emisiones o los gestos. Así: - El examen del contenido léxico en busca de indicios de ansiedad relaciona esta emoción con las referencias frecuentes a la muerte, a los defectos corporales, a la mutilación, a la inseguridad asociada a la separación de familiares, a la culpa, a la anticipación del castigo y a la vivencia de una ansiedad difusa y no específica. - El examen de las pautas paralingüísticas que denotan ansiedad vincula esta emoción con incremento de la actividad lingüística al tratar ciertos temas, incremento en la velocidad de las verbalizaciones, reducción del tiempo de reacción, habla entrecortado y errores de pronunciación. - El examen de la conducta kinésica como canal de la ansiedad, destaca el incremento súbito de la movilidad general del cuerpo, gestos faciales de desagrado y ciertas posturas rígidas, como los brazos caídos y apretados a lo largo del cuerpo, piernas cerradas y rígidas, y cuerpo muy estirado. En contraste con las manifestaciones de ansiedad, la depresión suele comunicarse por un descenso en la tasa del habla y un aumento en la tasa y duración de los silencios. Además, el bajo nivel de activación a que están asociadas las conductas que indican 114 depresión se evidencia en la sensación de pesada carga que transmiten el habla lenta, la monotonía del contenido y la uniformidad del tono del paciente. Igualmente, con frecuencia, la depresión tiende a expresarse a través de un tono de voz bajo y una pronunciación poco clara y prolongada, así como a través de ciertas posturas y gestos del tipo ojos bajos, cabeza y brazos caídos u hombros hundidos. En conclusión, para poder identificar la emoción dominante en el paciente durante un momento dado de la entrevista, el terapeuta debe atender a los diferentes canales de la comunicación, especialmente a los no verbales, infiriendo en base a la información que obtiene, si su hipótesis sobre el estado emocional del paciente es o no acertada. 6.3.2.2. Comunicación de emociones gratas En contraste con la comunicación de emociones penosas, el estudio de la comunicación de las emociones gratas durante la entrevista terapéutica ha tenido como protagonista principal al terapeuta y no al paciente. Una posible explicación de este curioso fenómeno podría ser que entrevistador, en cuanto terapeuta, tiende a hacer de soporte del paciente, y para ello recurre a la expresión de sentimientos agradables, especialmente la calidez personal. Al margen de este sesgo de las investigaciones, los canales por los que se transmiten las emociones gratas son similares a los habituales en la comunicación de las emociones penosas. La cara, las pautas paralingüísticas y el contenido verbal constituyen los registros más relevantes. El aprecio de un interlocutor hacia otro, su cercanía emocional, se manifiesta con frecuencia a través de las expresiones verbales directas, el contacto ocular, la cercanía física o psicológica y la dirección que adopta la inclinación del cuerpo. Pero el aprecio y la aprobación no sólo son emociones que un interlocutor transmite a otro, sino que también son emociones que una persona puede provocar en otra, mediante un hábil manejo de ciertos recursos comunicativos. Así, por ejemplo, cuando en un contexto comunicativo una persona desea obtener la aprobación de otra tiende a sonreír más que a permanecer seria, a mover afirmativamente la cabeza más que negativamente, y a hablar libremente más que a ser parco. Este estilo comunicativo se opone casi por completo al promovido por ciertas escuelas de psicoterapia, especialmente las de orientación psicoanalítica. Asimismo, las prescripciones de esta orientación se oponen a otros resultados de investigación que indican que, con independencia de la escuela teórica a que pertenezca un terapeuta, el paciente responde más libremente cuanto más libremente se expresa aquél. Paralelamente, por influjo de la terapia centrada en el cliente se suele considerar que la calidez contribuye a afianzar la relación terapéutica, y que siempre incide de manera positiva sobre el nivel de productividad del paciente, así como sobre su grado de 115 autorrevelación. Sin embargo, existe evidencia empírica respecto a que diferentes grupos de sujetos (ej: internados, pacientes externos con o sin diagnóstico previo), en diferentes contextos (ej: institucionales, consulta pública, consulta privada) responden de manera diferente ante la calidez de un mismo entrevistador. En otras palabras, al igual que otras muchas variables intervinientes en la entrevista terapéutica, los efectos de la calidez del entrevistador son de un tipo o de otro en función de las características del interlocutor y del contexto en que tiene lugar la relación. Por tanto, parece aconsejable que el terapeuta, antes de manifestarse cálido o frío de manera inequívoca, realice una evaluación, lo más exacta posible, de la clase de persona que es su cliente, así como de la situación en que se encuentran. 6.4. Ejercicios: A) De papel y lápiz Califica como adecuada o inadecuada cada una de las respuestas del terapeuta que se citan a continuación. En cada caso, discute con tu grupo de trabajo las razones en que te basas. 1. P.: No consigo encontrar el tiempo necesario para estudiar. T.: Deberías aprender a manejar tu tiempo de una forma más provechosa. 2. P. (Silencio.) T.: ¿Qué te parece esta nevada? 3. P.: Me gustaría no haberme comprometido con ella. T.: Ahora mismo pareces estar muy preocupado. 4. P.: La escuela es una lata. T.: En cualquier sitio que estés tienes la misma actitud. 5. P.: Estoy embarazada. T.: ¿Cómo piensas tomártelo? Quiero decir, ¿qué crees que puedes hacer? ¿Qué harás? 6. P.: He tenido problemas con mi compañera de habitación. T.: ¿Puedes decirme algo más sobre ese asunto? 7. P.: Es responsabilidad de mi mujer encontrar un método para controlar la natalidad. Eso no es asunto mío. T.: Según usted esa es la actitud que debe adoptar un hombre. 116 8. P.: El tema de los hombres me produce mucha ansiedad. T.: Probablemente esa ansiedad se debe a un conflicto edípico no resuelto. 9. P. (Silencio.) T.: Me parece que ahora te resulta difícil hablar de ese tema. 10. P.: Puede parecer una tontería, pero me aterra morir durante un viaje en avión. T. Yo también tuve ese problema durante varios años. Lo que me pasaba era... Elige la opción que te parezca más adecuada. 11. P.: Durante toda la vida he deseado ser médico. Ahora no puedo entrar en la facultad por su maldito “Numerus clausus” T.: a) Verdaderamente es una lástima. b) Puedes tratar de desafiar esa política. c) Estás muy afectado por haber sido excluido de algo que siempre has deseado hacer. 12. P.: Puedes apostar a que estoy harto de estar en este hospital. No soy yo quien está loco, sino toda mi familia. Ellos si que están para que los encierren. T.: a) Bueno, no es asunto mío juzgar eso. b) Usted piensa que no es equitativo que sea el único en estar aquí. c) Pero estar aquí puede ser bueno para usted. 13. P.: Estoy completamente deprimido. Nada de lo que hago está bien. T.: a) ¿No sabes de nada que al hacerlo te permita sentirte bien? b) No puedo creer que absolutamente todo te vaya tan mal. c) ¿Puedes citarme algunos ejemplos de cosas que haces mal? 14. P.: ¿Por qué los chavales no quieren jugar conmigo? Siempre estoy solo. No les caigo bien. T.: a) Bueno, puede ser que no te hayas acercado a ellos tanto como es necesario. b) Hablemos de eso, puede que te sientas mejor. 117 c) A ti te gusta mucho relacionarte con otros chicos. 15. P.: Odio estar aquí. Es la peor prisión que he visto en mi vida. Es una guarida de ratas, sitio asqueroso y fétido. Nadie merece estar aquí, sea lo que fuere lo que haya hecho. T.: a) Sientes que ni tú ni nadie debería tolerar las condiciones de esta cárcel. b) ¿Qué esperabas? Quiero decir. ¿Dónde has estado antes? ¿Hasta qué punto allí las condiciones eran distintas? c) ¡Uh Umm! ¿No sería maravilloso estar fuera de aquí? 16. P: He estado a punto de ser violada varias veces. De eso he sacado algunas conclusiones. Ahora me resulta muy difícil no sospechar de la mayoría de los hombres. T.: a) Comprendo perfectamente lo que quieres decir. Comparto tus sentimientos. Me resulta difícil estar cerca de un hombre. Concretamente la semana pasada... b) Fundamentalmente los hombres son seres ávidos de poder. c) Tus conclusiones acerca de la violación hacen que te resulte difícil confiar en los hombres. 17. P.: (En un susurro, mirando hacia el suelo): Bueno, creo que esta es nuestra última sesión. T.: a) Sí, es nuestra última sesión. Yo me siento satisfecho de como han ido las cosas. Me pregunto qué sientes tú. b) Si, es nuestra última sesión. ¿Cuáles son tus sentimientos de cara al futuro? c) Si, así es, y me estoy preguntando si tú sientes algo respecto al hecho de que esta sea nuestra última sesión. 18. P.: Me gustaría matar al viejo por la forma en que ha tratado a mi madre en los últimos años. T.: a) Pareces muy furioso con tu padre. b) Te perturba que tu padre haya tratado mal a tu madre durante años. c) Has ido acumulando mucha rabia contra tu padre durante los últimos años. 19. P.: Me siento solo pero he logrado situarme. 118 T.: situarte? a) ¿Puedes decirme algo más sobre cómo te sientes por haber logrado b) Uh hmm. c) ¿Cuánto tiempo hace que lo has logrado? 20. P.: Mi mujer y yo hemos decidido tener familia. Pensamos que puede ser bonito ser padres y ver cómo los chicos crecen y se desarrollan. Pero cuando pienso en la cantidad de cosas que van a cambiar para nosotros, no estoy seguro. T.: a) Parece que no estás muy seguro de si deseas tener hijos. Tener hijos tiene sus ventajas:'pero también implica cambios drásticos. b) Hablas de algunos aspectos positivos de tener familia, pero también prevés cambios en tu vida con los que no te sientes cómodo. Tus sentimientos sobre tener hijos parecen ambivalentes. c) ¿Has hablado con tu mujer sobre esas preocupaciones? 21. P.: (El cliente está teniendo dificultades para llevar a cabo una acción de cara a un objetivo concreto). T.: a) Parece que existen discrepancias entre tu deseo de ser más asertivo y tu logro de esa meta. ¿Puedes ayudarme a comprender esa discrepancia? b) ¿Te sientes incómodo siendo asertivo en las situaciones que acordamos? c) A veces es difícil tener éxito en una meta concreta. Sin embargo parece interesante que sigas intentándolo ¿estás de acuerdo? 22. P.: Nunca tuve problemas hasta ahora. Mis padres no saben que fumo. T.: a) ¿Qué piensas que dirán tus padres? b) ¿Tus padres fuman? c) ¿Cómo vas a contarles lo que ha pasado? 23. P.: Me siento tan solo. No hay nadie a quien le preocupe si estoy vivo o muerto. Todo el mundo tiene alguien que se preocupe por él, pero yo soy cuanto tengo en el mundo. T.: a) Yo también he estado deprimido a veces, pero nunca he llegado a sentir que no le importaba a nadie. Eso tiene que resultar doloroso. b) Cuando siento que nadie se preocupa por mí yo también me siento muy solo. Es un sentimiento muy duro. Creo que sé como se siente. 119 c) Cuando siento que nadie se preocupa por mí yo también me siento muy solo. ¿Qué hace usted cuando se siente tan deprimido? 24. P.: (Un padre que trata de la evaluación psicológica de su hijo): Mi hijo no necesita que le hagan un test. Lo que necesita son profesores competentes que le comprendan. No es tonto ni está loco. T.: a) Usted siente que yo pienso que su hijo es tonto o está loco. b) Está completamente convencido de que su hijo no necesita ningún test. c) Parece como si usted creyera que los profesores no comprenden a su hijo. 25. P.: Ahora que he vuelto a la universidad, mi marido está empezando a quejarse porque no tengo tiempo libre para estar con él y con los chicos. Ambos decidimos que sería bueno para mí volver a la universidad, pero ahora no estoy segura de que esto no acabe en una pelea. T.: a) No hace mucho yo estaba en la facultad y afrontando en casa esa clase de problemas. Era muy frustrante para nosotros hasta que llegamos a un acuerdo. b) Mi marido y yo tenemos el mismo problema. El está en la facultad y pasa mucho tiempo estudiando, y yo siento que los niños y yo no pasamos con él suficiente tiempo. c) Se ha encontrado con que al volver a la universidad, aparecen un montón de problemas imprevistos. ¿Qué ha intentado hacer para resolverlos? 26. P.: Ellos se van a enfadar y a sentirse dolidos por lo que he hecho. T.: a) ¿Saben que bebes? b) ¿Por qué piensas que se van a sentir dolidos? c) Uh... Huh. Sigamos. 27. P.: (Una viuda de edad avanzada): Me las arreglo bien. (Con la mirada perdida y sin inflexión en la voz.) Cuido de la casa y del perro, y salgo con algunos amigos. (Las manos caídas y el cuerpo muy quieto.) En general me las arreglo muy bien. T.: a) Me alegra oír que usted se apaña bien. Pero ahora mismo parece ansiosa. ¿Ha ocurrido, algo recientemente? b) Dice que se las arregla bien, pero su voz y sus gestos sugieren que las cosas no parecen irle tan bien. ¿Puede ser que todavía se siente triste o deprimida? 120 c) Es difícil creer que las cosas le van bien oyéndoselo decir en ese tono apagado y con la mirada perdida. Me pregunto si a usted le preocupa algo de lo que hablamos sobre la sesión de hoy. 28. P.: (Tiene problemas para definir una meta terapéutica asequible). T.: a) A veces es difícil definir un objetivo concreto. ¿.Podría indicarme algunos ejemplos de cómo le gustaría comportarse en esa situación'? b) Encuentra difícil identificar una meta concreta. Quizá necesitemos volver hacia atrás y empezar de nuevo. ¿Le parece bien? c) A veces es difícil identificar una meta concreta. Primero yo le propongo que consideremos la forma en que se relaciona con su esposa. 29. P.: Hemos seguido su consejo y hemos empleado parte de nuestro tiempo en hablar sobre nosotros. Al principio fue difícil, pero ahora es mucho más fácil. T.: a) Parece que están más a gusto. b) Sospecho que les costó volver a empezar a hablar de nuevo. c) Debe ser agradable comprobar que pueden volver a hablar de ustedes mismos. 30. P.: Si yo todavía viviera con ellos quizá pudiera convencerles para que continúen juntos. T.: a) ¿Has pensado en dejar la universidad para poder estar allí? b) Sientes que si estuvieras en casa serías capaz de cambiar las cosas. c) ¿.Por qué tu presencia cambiaría las cosas? 31. P.: Estoy muy frustrado. Mi madre se siente dolida si yo no hago lo que ella quiere. ¿.Es que o-se da cuenta de que tengo mi propia vida? T.: a) Debe de ser muy engorroso. Mi madre también me hace esas cosas. b) Mi madre también se porta así. No estoy seguro de ser capaz de olvidarlo. c) Debes sentirte furioso por eso. Recuerdo cómo me sentía yo cuando mi madre no me dejaba tomar mis propias decisiones. 32. P.: No sé si he progresado algo desde que empezamos. Llevo trabajando mucho tiempo para solucionar mis problemas, pero nada parece haber cambiado..., a pesar del tiempo y el dinero invertidos. 121 T.: a) Pese a que te sientas como dices has realizado algunos progresos. Yo veo algunos. Vamos a examinarlos. b) Pareces enfadado conmigo porque piensas que no has progresado. c) Pareces frustrado. Quizá estás considerando si debes continuar viéndome. 33. P.: (Mirando por la ventana, hablando sin inflexiones de voz): Mi marido ha ascendido en su trabajo. Nos cambiamos de casa el mes que viene. Eso me hace muy feliz. T.: a) Parece que usted se alegra de su ascenso, pero que no le agrada cambiarse de casa. b) Debe de estar muy contenta. ¿Dónde se van a vivir? c) ¿Le desagrada cambiarse de casa? 34. P.: Quiero entrar en la Facultad de Medicina, pero no tengo la media. No sé qué voy a hacer. T.: a) ¿Cómo es que quieres hacer Medicina, que exige estudiar mucho, si no estudias ahora? b) Aunque estudias muy poco dices que quieres hacer Medicina. Me resulta difícil de comprender. c) Dices que quieres entrar en la Facultad de Medicina, pero que no puedes hacerlo porque tu media no es suficientemente alta. ¿Te sientes verdaderamente capaz de entrar en esa Facultad con tus hábitos de estudio? 35. P.: (Una mujer que está hablando sobre su marido): Cuando está en casa no presta mucha atención a lo que allí ocurre. Siempre está pensando en su trabajo. Me gustaría verle más interesado por lo que pasa en casa. T.: a) Usted es consciente de que su marido ahora está muy metido en su trabajo, pero cuando está en casa le gustaría que él estuviera realmente allí. b) Parece que a usted le molesta que él se preocupe por su trabajo. c) Le gustaría que él se interesara más por usted cuando está en casa. 36. P.: (La entrevista ha llegado al inicio de la despedida). T.: a) Hemos logrado alcanzar los objetivos que usted se propuso; me pregunto si no ha llegado el momento de dejar nuestras entrevistas. 122 b) Durante los últimos meses hemos realizado progresos considerables en relación con las metas propuestas. En este momento me pregunto si hay algunos otros asuntos que a usted le gustaría explorar. c) Parece que hemos tenido éxito al alcanzar las metas que usted se propuso inicialmente. He estado pensando que quizá debiéramos terminar nuestro contacto después de esta entrevista. ¿Está de acuerdo? B) Ensayos conductuales Desarrollar una entrevista de treinta a cuarenta y cinco minutos de duración con el objetivo de que el terapeuta integre todas las habilidades y estrategias que ha adquirido. En este caso es importante que el terapeuta se esfuerce por desarrollar un estilo de comunicación e interacción acorde con sus preferencias personales, enfatizando el manejo adecuado de los siguientes recursos: a) la conducta verbal y la no verbal b) la calidad y el nivel de empatía c) el grado de implicación y espontaneidad del entrevistador d) la selección de las técnicas de intervención verbal. e) El grado de estructura adecuada 5.5. Soluciones: 1.: Inadecuada: sermonea. 2.: Inadecuada: introduce un tema trivial. 3.: Adecuada: refuerza al cliente para que siga hablando. 4.: Inadecuada: es una recriminación. 5.: Inadecuada: es un bombardeo de preguntas. 6.: Adecuada: permite ahondar en el tema sin sesgarlo. 7.: Adecuada: refleja los sentimientos del cliente ante un tema probablemente espinoso y, en cualquier caso, íntimo. 8.: Inadecuada: es una interpretación mal enunciada. 9.: Adecuada: la inmediatez está formulada correctamente en una situación idónea. 123 10.: Inadecuada: la autorrevelación tiende a ser prolija. 11.: c 12.: b 13.: c 14.: b 15.: a 16.: c 17.: c 18.: a 19.: b 20.: b 21.: a 22.: c 23.: c 25.: c 28.: a 29.: c 30.: b 31.: c 33.: a 24.: c 26.: b 27.: c 32.: c 34.: c 35.: a 36.: b 124 7. LAS ETAPAS Durante una entrevista terapéutica pueden distinguirse tres etapas o fases y cada una de ellas posee características específicas derivadas de la función que cumple en el proceso terapéutico. 7.1. Primera etapa o fase inicial El objetivo principal de la primera etapa o fase inicial de una entrevista es lograr que el paciente se sienta cómodo en presencia del terapeuta, así como dispuesto a hablar lo más libremente posible de inhibiciones de cualquier índole. El establecimiento de esta clase de relación de trabajo se conoce con el nombre de rapport y puede lograrse por los medios habituales en otras formas de interacción social. Entre ellas destacan las expresiones no verbales, como una sonrisa amable, un cálido apretón de manos o una suave invitación a tomar asiento. También contribuyen a establecer una atmósfera distendida las características físicas del lugar donde se desarrolla la entrevista. Estas deben ser tales que favorezcan al máximo la confianza, la sensación del paciente de estar adecuadamente atendido y de que cuanto él diga será tratado de forma confidencial. Distintos trabajos empíricos han puesto de manifiesto que los elementos que, con independencia del marco teórico del terapeuta, tienden a convertir la entrevista en una relación interpersonal adecuada para alcanzar objetivos psicoterapéuticos son: Los comentarios del terapeuta se mantienen en la misma línea de pensamiento que la desarrollada por el sujeto. El terapeuta es totalmente apto para comprender los sentimientos del paciente. El terapeuta intenta, de hecho, comprender los sentimientos del paciente. El tono de voz del terapeuta expresa su capacidad para compartir los sentimientos del paciente. El terapeuta considera al paciente como su colaborador en la resolución de un problema común. El terapeuta trata a su paciente como a un igual. Por el contrario, los rasgos considerados más disfuncionales en una interacción terapéutica son: El terapeuta se presenta de tal forma que es vivido por el paciente como un castigo. 125 El terapeuta provoca en su paciente el sentimiento de ser rechazado. fría. La relación interpersonal que se establece entre paciente y terapeuta es El terapeuta pone al paciente en su sitio, con cierta frecuencia. El terapeuta busca el favor del paciente. El terapeuta busca impresionar al paciente haciendo alarde de su capacidad o conocimientos. El terapeuta trata al paciente como si fuera un niño. En definitiva, en la medida en que el terapeuta se esfuerza por crear un clima cómodo y de colaboración, la relación que establece con su paciente tiende a basarse en los objetivos característicos de las técnicas no directivas. El hecho de que éstas predominen durante la primera etapa de una entrevista, o durante las primeras entrevistas de un ciclo terapéutico, no significa, sin embargo, que durante esta etapa, y en un momento dado no sean aconsejables intervenciones más activas. De hecho, por lo general la entrevista suele comenzar con un sondeo que suele adoptar la forma ¿En qué consiste su problema? o ¿Cómo puedo ayudarle? El clima de franca colaboración que es preciso lograr durante la primera etapa de la entrevista se ve favorecido por el empleo de otra técnica directiva que consiste en encuadrar, presentar o definir la situación de entrevista, mediante la especificación de los objetivos de la interacción terapéutica y de las fases y técnicas generales de que consta el tratamiento. Concretamente, la incidencia de esta táctica tiene una amplia repercusión en el desarrollo de la entrevista, pues el encuadre contribuye a disminuir notablemente la ansiedad del paciente, ya que se le proporcionan una serie de puntos de referencia respecto de los cuales puede estructurar, tanto sus percepciones, como sus expectativas. Este hecho suele traducirse en un considerable incremento de la motivación para permanecer en tratamiento. Además, el encuadre ofrece al terapeuta la oportunidad de establecer algunas hipótesis elementales en relación con la forma en que él, y sobre todo sus expresiones y actitudes menos controladas conscientemente afectan al paciente (inhibiéndole, tranquilizándole, etc.) La técnica de encuadrar la entrevista o el tratamiento también es importante porque ofrece al terapeuta la oportunidad de establecer una primera hipótesis sobre la clase de persona que es su paciente. La duración de la primera etapa de una entrevista suele oscilar entre diez minutos, cuando se trata de una primera y única entrevista, hasta alrededor de doce o quince horas, repartidas en varias sesiones, cuando el factor tiempo no está predeterminado y es preciso realizar un detallado historial clínico. El final de la primera etapa de una entrevista terapéutica o de la primera fase de una serie de entrevistas, tiene lugar, cuando el paciente ha transmitido suficiente información sobre sus dificultades, como para que su interlocutor haya podido establecer, una primera hipótesis muy general, sobre la clase de problema que motiva 126 la necesidad de tratamiento. Es aconsejable finalizar esta etapa con un resumen donde se sinteticen aquellos elementos que sean, a juicio del entrevistador, los más significativos entre los aportados por el cliente. Porque el resumen facilita una transición pausada a la siguiente etapa, pero sobre todo tiene como función dar al paciente la oportunidad de corregir las malas interpretaciones en que hubiera podido incurrir su interlocutor. Esta la clase de precaución se hace aconsejable no sólo al final de la primera fase de una entrevista, sino siempre que exista el peligro de viciar el desarrollo de una etapa posterior. 7.2. Segunda etapa o fase intermedia La transición entre la primera y la segunda etapa de una entrevista debe realizarse, de la manera menos brusca posible, Por esta razón, en el inicio de la fase intermedia conviene que el terapeuta seleccione las intervenciones verbales en función de las fluctuaciones que experimente el grado de distensión de la comunicación y la interacción que ha establecido con su cliente. La fase intermedia de una entrevista o de una serie de ellas, cuando la meta es un logro terapéutico, puede subdividirse en las siguientes etapas: Identificación del problema. Elaboración de hipótesis. Propuesta de solución. Ejecución del tratamiento. Aunque es durante este período del tratamiento, cuando más se hace notar la influencia del modelo teórico que ha adoptado el terapeuta, es frecuente que su objetivo general se aborde mediante una combinación de técnicas directivas y no directivas. Por ejemplo, cuando se trata de identificar un problema, el entrevistador primero suele revisar un tema concreto de manera no directiva, generalmente acogiéndose a un tema propuesto por el paciente, para después, profundizar en ese tema a través de preguntas del tipo qué, cuándo, cómo, dónde, etc. En otras palabras, durante los primeros momentos de la etapa intermedia de una entrevista, la tarea fundamental del terapeuta suele combinar, por una parte, el tipo de preguntas que le permiten tirar de la lengua a su paciente, y por otra, formular preguntas que le permitan alcanzar el quid de la cuestión. Para poder elaborar una o varias hipótesis sobre cuáles son las dificultades, problemas o conflictos de un cliente es necesario, en primer lugar, saber observar lo que sucede durante la entrevista, en segundo lugar, saber deslindar la información objetiva de aquellas informaciones que tienden a enmascararla y, por último, saber abordar las 127 fluctuaciones de la comunicación y la interacción tal como se van presentando a lo largo de la entrevista. En relación con la observación se recomienda, tanto la autoobservación, como la observación de los distintos niveles de la conducta del paciente durante la entrevista. Concretamente, en lo que atañe a su propia conducta, el terapeuta debe vigilar sus reacciones, esforzándose por no realizar interpretaciones inmediatas de la conducta que observa en su cliente. Este autocontrol está orientado a alcanzar dos objetivos. En primer lugar, se trata de desarrollar la actitud psicológica de objetividad que es necesario mantener a lo largo de la entrevista, puesto que tomar partido, a favor o en contra, de lo que alguien hace o dice, conlleva la adopción de ciertas conductas o actitudes que el paciente suele captar con facilidad, especialmente en caso de rechazo o desaprobación. En segundo lugar, el autocontrol permite al entrevistador mantener la libertad de espíritu que necesita para evaluar correctamente. Sin embargo, el hecho de que el entrevistador deba rechazar la interpretación de las primeras impresiones que obtiene del paciente, no significa que no deba anotarlas cuidadosamente, pues en su momento esta clase de información puede ser especialmente valiosa. En relación con la conducta del cliente, se recomienda observar atentamente dos niveles: 1. El lenguaje y los conceptos utilizados. Esta categoría conductual suele ofrecer abundante información sobre el medio social en que se desenvuelve el cliente, a quien en caso de que se autodefina recurriendo a conceptos como tímido, nervioso, arisco, etc. se le deberá pedir un ejemplo reciente de su conducta, que refleje esa característica, porque probablemente estas nociones tengan para él un sentido distinto al que le otorga el terapeuta. Por otra parte, las características de la sintaxis empleada por el paciente suelen manifestar su caudal cultural asimilado, mientras que la elocución y la pronunciación, así como las distorsiones de la pronunciación o el ritmo, suelen revelar su sentimientos y actitudes. Por ello, con frecuencia estos aspectos del discurso del entrevistado suelen estar en franca contradicción con el contenido semántica. 2. La comunicación no verbal y la expresividad general. El rostro debe de constituir un foco de atención para el terapeuta, no porque sus características revelen peculiaridades de la personalidad del cliente, sino porque vehiculiza la información relativa a los sentimientos y emociones, constituyendo uno de los mejores registros para evaluar las fluctuaciones de la interacción. También es conveniente que el entrevistador preste atención a las manos y a los desplazamientos corporales. Estos tienden a expresar la intensidad de las emociones y, junto con el rostro, constituyen un medio importante en la comunicación de la receptividad y la crispación. Para aprender a deslindar la información objetiva de otra clase de informaciones que pueden enmascararla es necesario tener siempre presente que, cualquier persona, 128 cuando tiene que hablar de sí mismo y de sus actuaciones anteriores, lo hace de tal forma que tiende a minimizar los aspectos desfavorables de tales conductas, para ofrecer la mejor imagen posible de sí mismo. Por tanto, para poder objetivar la información que ofrece un cliente es necesario, por una parte, identificar los efectos de su ansiedad sobre la interacción y la comunicación, de manera que, su inseguridad respecto a la opinión del entrevistador sobre lo que él cuenta, afecte lo menos posible a la evaluación de los hechos y, por otra, es necesario controlar la propia ansiedad, para que ésta no desemboque en interpretaciones precipitadas o en la autodefensa tras el rol de experto. La capacidad que ha de desarrollar el terapeuta, para adecuar sus técnicas a las fluctuaciones de la comunicación y la interacción que mantiene con su cliente, se halla íntimamente ligada a la identificación de las distorsiones introducidas por la ansiedad de los participantes en la relación terapéutica. Así, en la situación de entrevista, los cambios en la actitud del entrevistado deben entenderse como respuestas a los cambios de actitud del entrevistador. En otras palabras, cuando un terapeuta observa una clara modificación de la actitud inicial del cliente debe cuestionarse y objetivar al máximo la clave bajo la cual está funcionando la percepción interpersonal en esa situación concreta, esto es, debe discriminar entre la actitud directa del entrevistado hacia él, de aquellas conductas del cliente que se relacionan con la actitud que el cliente le atribuye. Cuando la actitud fundamental de los participantes en una entrevista terapéutica consiste en el autorrespeto y en el respeto hacia el otro, no es previsible que existan serias fluctuaciones, a excepción de aquellos casos en que las expectativas del cliente hacia el terapeuta se vean seriamente frustradas. Pero en cualquier caso, cuando la comunicación y la interacción fluctúan durante una entrevista, las variaciones pueden seguir dos direcciones, o bien se aprecia una mejoría o bien la evolución siguen curso deteriorante. El primero de los casos supone siempre que el paciente, ha experimentado un alivio de la sensación de que causaría una mala impresión, que delataría algo desastroso o algo por el estilo (Sullivan, 1984) Por el contrario, en otras ocasiones, la comunicación puede ir deteriorándose progresivamente, de manera que el paciente comienza a comportarse como si dudara de la valía del entrevistador. En este caso, el requisito fundamental para hacer posible la continuación de la relación consiste en que el terapeuta controle su ansiedad, esforzándose por identificar mediante una versión retrospectiva, cuáles han sido los factores que han provocado el deterioro. En esta circunstancia es aconsejable revisar tres categorías de datos: 1) Conjunto de hechos que definen la situación. Se trata de establecer si el proceso se ha desarrollado de forma insidiosa o si el cambio se ha instalado a partir de un momento determinado, como por ejemplo, en el caso en que un exceso de entusiasmo del terapeuta.'sobre un aspecto determinado, haya inducido la pasividad del cliente, o bien le haya ofendido al decir o hacer algo. 129 2) Factores que hayan podido contribuir al desaliento del paciente respecto a los resultados de la entrevista, va que en este caso el paciente comienza a preguntarse qué puede hacer para salir de esa situación, sin faltar a la cortesía. 3) Relación que establece entre la situación actual y la conducta del entrevistador hacia ese paciente, remontándose a los primeros momentos de la interacción. En estos casos se aconseja verificar, por ejemplo, hasta qué punto el paciente provocó desagrado al entrar en la consulta, si ha perdido el interés por los temas de la consulta o si le ha molestado alguno de sus comentarios. Son cambios significativos en la actitud del entrevistado los que se expresan en bruscas manifestaciones de aburrimiento, irritación, enojo o diversión. Para este autor, la aparición de esta clase de conductas indica que la entrevista comienza a deteriorarse, tanto en la comunicación, como en la interacción. Otros factores de deterioro pueden deberse al propio entrevistador. El más pernicioso de todos ellos consiste en la inseguridad del terapeuta, respecto a su propia valía. Esta actitud con frecuencia se revela, no mediante una petición de confianza directa, sino mediante la falta de atención, el menosprecio o una manera humillante de dirigirse al paciente. En estas circunstancias, la ansiedad inicial del entrevistado se agrava, ya que sus necesidades no sólo no son resueltas en la interacción que establece, sino que, al contrario, o adopta una actitud sumisa hacia el entrevistador para así poder tranquilizarle, o la comunicación se degrada hasta el punto de que la interacción se rompe. En ninguno de los dos casos se habrán alcanzado los objetivos de la entrevista y, por tanto, ésta habrá fracasado. Sin embargo, es posible trabajar en una situación comunicativa deteriorante siempre que ésta no conlleve la desintegración de la interacción. Esta posibilidad existe cuando, ante una situación de deterioro, el terapeuta está alerta respecto a su propia ansiedad, atendiendo de manera especial al más sutil y frecuente de sus disfraces: la irritación. Tanto si ésta es suave como si es violenta, el entrevistador deberá identificar su causa o los factores desencadenantes, para después preguntarse de qué manera su ansiedad se relaciona con sus expectativas de éxito y con las intervenciones concretas ya realizadas. Ahora bien, el entrevistador establece sus hipótesis en base a todas sus impresiones y a la información de que dispone, pero su labor al respecto no debe quedarse ahí, sino que debe esforzarse por verificarlas. En este punto es frecuente encontrar entrevistadores que trabajan con estilos muy diferentes. A uno lo llamaremos intuitivo, al otro explorativo. El terapeuta altamente intuitivo no formula explícitamente las hipótesis que va elaborando sobre el problema de su paciente, sino que establece o tiende a establecer, masivamente, inferencias inadvertidas que regulan sus intervenciones posteriores. Esta forma de abordar la entrevista resulta excesivamente rica en espontaneidad y, por ello, peligrosa, puesto que la conducción del proceso se independiza de los datos concretos sobre los que se establecen la toma de decisiones y la adopción de las actitudes, expectativas, etc., Es decir, un estilo marcadamente intuitivo convierte la interacción terapéutica en un proceso poco controlado y menos controlable aún con el transcurso del tiempo. Por el contrario, el 130 terapeuta de estilo explorativo se esfuerza, en primer lugar, por formular explícitamente las hipótesis que maneja en relación con su cliente, al tiempo que trata de identificar los pasos que le han llevado a relacionar ciertas apreciaciones con ciertas hipótesis. En segundo lugar, el terapeuta explorativo se esfuerza por probar las hipótesis que ha elaborado, mediante intervenciones explorativas que obedecen a un objetivo bien definido. Esta última clase de entrevistadores también se caracterizan porque periódicamente dirigen a su cliente preguntas críticas, esto es, preguntas cuya respuesta confirmará su hipótesis o indicará que ésta debe de ser rechazada y sustituida por una hipótesis alternativa. Dicho de otra manera, el terapeuta explorativo aplica en su trabajo el método hipotético deductivo, de manera que sus intervenciones ofrecen la mayor garantía posible de rigor científico y seriedad, pese a la complejidad y sutileza implicadas por la situación de entrevista terapéutica. 7.3. Tercera etapa o fase final La tercera etapa de una entrevista se conoce con el nombre de cierre de la entrevista o cierre del tratamiento. Tanto en un caso como en otro, su objetivo fundamental consiste en consolidar los logros alcanzados durante las etapas anteriores del proceso. Esta fase se inicia con una suave indicación del entrevistador respecto a que se acerca el final, indicación que debe ser seguida por un resumen de los contenidos tratados. Con el empleo de esta técnica se potencian dos objetivos. Por una parte se ofrece al cliente la oportunidad de aclarar aquellos malentendidos en que hubiera podido incurrir el entrevistador y. por otra, se le brinda la posibilidad de comunicar cualquier información que hubiera quedado retenida por diversos motivos. De hecho, es relativamente frecuente que el cliente, en este momento próximo a la despedida, ofrezca alguna información especialmente relevante. Este fenómeno suele darse en pacientes que no desean que acabe la entrevista y que, por ello, tratan de prolongarla sacando un tema de interés, o bien en pacientes que, sabiéndose en el final de la entrevista, dejan de temer las consecuencias que pudiera tener el hecho de revelar una información que ellos consideraban perturbadora. Por esta razón, el terapeuta no debe descuidar su atención y su interés ni siquiera en los últimos momentos de la entrevista. El siguiente tipo de intervención del entrevistador en la fase final del proceso se refiere a las prescripciones, que según los modelos teóricos adoptados pueden consistir en tareas a realizar por el paciente, en su casa, durante el tiempo que transcurra hasta el próximo encuentro, en recomendaciones acerca del manejo de futuros problemas, en reasegurar al paciente respecto a su capacidad para manejarse solo, en potenciar su motivación en los temas tratados sugiriendo como podría abordarse la sesión próxima o en especificar como se realizará el seguimiento. En cualquier caso, la función de esta intervención terapéutica consiste en atar los cabos que hayan podido quedar sueltos, insistiendo siempre en los aspectos potenciadores 131 de la comprensión del paciente respecto de sus dificultades, y en su esperanza y autoconfianza frente al futuro. Por último, esta etapa y con ella el tratamiento o la entrevista culminan con la despedida formal, que consiste en los rituales sociales habituales en una despedida. Es recomendable que ésta se desarrolle de forma breve y respetuosa, pero también cálida, de manera tal que haya un lugar para el reconocimiento del esfuerzo realizado y la manifestación de sentimientos de gratitud y afecto. Cuando se trata del final de una serie de entrevistas terapéuticas la transición entre el tratamiento y el postratamiento debe realizarse de la manera más suave y productiva posible. En este caso es frecuente que la etapa final abarque varias entrevistas, porque con muchísima frecuencia, la utilidad de un tratamiento, en cuanto a cimentación de los resultados alcanzados, depende de la flexibilidad de la comunicación y la interacción durante los últimos momentos del encuentro terapéutico. 7.4. Ejercicios Ensayos conductuales Los ejercicios de ensayo conductual que se proponen a continuación tienen como objetivo fundamental, familiarizar al entrevistador poco experimentado, con los momentos más característicos del desarrollo de las entrevistas terapéuticas, consideradas a lo largo de todo un tratamiento. La consecución de este objetivo se verá facilitada si tras cada ejercicio se discuten en el equipo de trabajo, tanto el nivel de adecuación alcanzado en cuanto al grado de directividad, como la tendencia a estructurar más o menos las entrevistas, en función de las preferencias personales y del modelo teórico al que se adscribe el entrevistador. Realizar un ensayo conductual de al menos veinte minutos de duración para cada una de las situaciones siguientes: -Primera entrevista con un paciente del que no se conoce ningún dato personal, excepto el nombre y la edad. La hora de consulta fue reservada por teléfono. -Primera entrevista con un paciente que ha sido remitido por algún profesional de la psicoterapia, la medicina o por alguna institución. El entrevistador ha tenido oportunidad de consultar antes de su encuentro con el paciente, un amplio informe sobre su problemática y situación actual. -Primera parte de una entrevista en la que se reanuda el tratamiento tras unas largas vacaciones. 132 -Momentos iniciales de una entrevista de la fase intermedia de un tratamiento. Para todos estos casos se recomienda prestar especial atención a los aspectos verbales y no verbales facilitadores del rapport. Realizar una sesión de ensayo conductual de al menos treinta minutos de duración, de una entrevista terapéutica, cuyo objetivo central sea alguna de las siguientes metas: -Identificación precisa del problema del paciente. -Elaboración de una o varias hipótesis respecto a la naturaleza de las dificultades del paciente. -Propuesta(s) de metas terapéuticas específicas y de los medios que serán empleados en orden a su consecución. -Ejecución del tratamiento acordado. Se recomienda al entrevistador que en todas estas situaciones se esfuerce por integrar las conductas relacionadas con la habilidad de saber escuchar y saber preguntar, en función de las hipótesis que elabore. Realizar una sesión de ensayo conductual, de al menos un cuarto de hora de duración, en la que se recoja alguna de las siguientes situaciones: -Final de una entrevista inicial cuando se prevé que paciente y terapeuta volverán a trabajar juntos. -Final de una entrevista inicial que no tendrá continuación. -Final de una entrevista de la fase intermedia del tratamiento. -Entrevista final de un tratamiento que contará con un período de seguimiento. -Entrevista final de un tratamiento que no tendrá seguimiento. Se recomienda al entrevistador que planifique, con anterioridad al ensayo conductual, cómo desea abordar la transición entre la fase intermedia y la final, así como la manera de encadenar la despedida formal o social con el final del proceso terapéutico propiamente dicho. 133