Intermedio: pintura y asentamiento Pareciere que, su llegada a México, su aprendizaje de la cultura de este país, sus recuerdos de su vida en España, su desarrollo dentro de la escritura y la publicación, y su ánimo a desarrollarse definitivamente dentro de la pintura, al presentarse al mundo tal como lo que era, un artista; fuera, lo que formo dentro de Vicente Rojo, la decisión de dedicarse por completo al arte, en específico, en ese tiempo, la pintura y el arte gráfico. Fue durante varias décadas, después de su primera presentación (La Guerra y la Paz, de 1958), que crea varias series de pinturas, que lo van llevando a ser más conocido y apreciado por sus compañeros de trabajo, algunos también artistas; y también por el público en general, tanto nacional como, en veces, internacional. Dentro de estas producciones artísticas, existen cuatro en particular que representan de una manera excelsa, su evolución en estos años, y, cómo al mismo tiempo lo fue entendiendo la gente, conociendo la rama, y descifrando los interesados en su trabajo. La primera de estas, su serie desarrollada a partir de 1964 y proseguida durante siete años: Señales. Comenzó a realizarla durante un año sabático, tomado por el en Barcelona y donde empieza a plasmar de una manera clara lo que sería, una de sus características más conocidas: las figuras geométricas. Los triángulos, cuadrados, círculos, letras, fueron (y aún son), una de sus más conocidas marcas al producir arte; ganándole incluso menciones como la de Octavio Paz: “[Vicente Rojo] es riguroso como un geómetra y sensible como un poeta”. Esta súbita utilización de figuras, el mismo la explico después, diciendo que “se trataba de sugerir que un signo podía tener en sí mismo un interés propio” (2010). Que las figuras van más allá, que aun de simples tienen sentido, que hay más debajo del telón de la simpleza de lo que se puede ver. Así, continuo produciendo esta serie, por ejemplo, presentando en la galería Juan Martin, ubicada en la ciudad de México, su exposición “Señales en Nueva York”, esto desde 1966 hasta 1972; de esta manera, continuando su creación, exposición a algunos artistas más, y siendo citado o tomado como inspiración para otras obras, gráficas y literarias; terminó esta serie definitivamente, con la exposición “Señales en el país de Alicia”, creada en 1972, relacionándola con su siguiente producción. Después de esta, vendría la serie que seria, al parecer, la que lo haría ver de una manera un tanto controversial, pero que haría también que varios personajes más pusieran los ojos en él, llamada Negación. Producida desde 1971 hasta 1976, fueron cinco años, que empezó con otro año sabático en Francia y varios viajes a Europa. El nombre Negación, nos da a entender que el artista niega o trata de negar algo ¿pero qué?, se dio la idea, en ese tiempo, que trataba de negar su trabajo anterior, de formar algo nuevo, diferente o talvez simplemente alejado del mismo. El menciona que esta negación, iba centrada específicamente a “hacer cuadros que se negaran unos a otros [que] incluso, [lo] negaran (…) como autor” (2010). Mostrando que esto, talvez no se cumpliera, dado que, plasmo una figura que se reconocería dentro de muchos cuadros de la serie, que sería la forma T. Esta surgió sin intención, pues él quería, solo hacer visibles los dos puntos superiores y el punto medio de abajo, y sus conexiones; que dio clara y rápidamente una forma de letra T. Misma que causaría revuelo, significados e interpretaciones que hasta, el mismo Vicente Rojo, puede que no imaginaria: ““[…] no deja de ser curioso e interesante el que, para su última serie, escogiera este preciso tema, una forma tan “seca”, con tan poca sustancia aparente de la cual sacar jugo. Algo que debe recalcarse es que se trata de la letra T. […] el ligar sus trabajos al mundo cotidiano es, creo, premisa de sus actividades que busca aun desarrollar de una manera plena. Esto no solo está en la base de su interés por los objetos producidos en serie […] ¿Es concebible mayor familiaridad con las letras? […] Creo que esta afectiva atención por su entorno y esta falta de pretensiones fatuas hacen que, con una visión y por un camino absolutamente nuevos, propios y originales, Rojo sea, sorprendentemente, uno de los poquísimos artistas de México que participan de un espíritu verdadero y profundamente “pop”. Pero hay que temer y que tener cuidado con las clasificaciones. Aquí hablamos de un pop más de esencia y concepto que de imagen, un pop que no es de recetario ni de moda o escuela, como otros, sino algo más universal, menos ligado a contingencias o particularidades de un país o una subcultura que aquel que conocimos hace una década y que formo academia”. (Fernando González Cortázar, 1976, p. 2 - 5) Avanzando dentro del trabajo del artista, finalmente, las últimas dos series que encontraremos en esta época de su trabajo, serán realizadas y fundadas en las memorias de este. Decidió, al parecer, en estas últimas obras poner aquellos momentos de su vida inicial y desarrollada a ese punto, que bien podrían ser divididas en su vida en Europa y su vida aquí. La primera de esas series seria, de hecho, denominada Recuerdos, producida desde 1975 hasta 1979, y que trataría de plasmar su vida, principalmente, de niño. Una vida que, como ya se ha comentado, fue marcada por un ambiente de guerra y obscuridad; comentando el mismo Vicente Rojo una vez: “cuando recobro mi infancia no recobro un paisaje cuajado en florecitas, sino de espectros” (2005). Presento en 1977 y en 1979, exposiciones sobre la serie, tratando de retratar aquellas cosas que le recordaban a su niñez, como un ejemplo muy marcado, sus cuadernos, los cuales serían en esa época, en veces, su amigos más cercanos y a los que recordaría muy bien. La otra serie, que se daría en los siguientes años, seria sobre aquella parte de su vida y memorias que formo estando ya en esta tierra, denominada, de forma elocuente, México bajo la lluvia. Queriendo retratar en ella, sus recuerdos de este país y de su crecimiento en él, se basó en un recuerdo que le llevaría a crear toda la serie. Corriendo los años cincuenta, Vicente Rojo se encontraba en Cholula, específicamente en Tonantzintla, y desde ahí, vio dos cortinas de lluvia una claramente separada de la otra y su interacción tanto entre ellas, como con el terreno. Esto lo inspiro, y después de varios intentos, en los años que pasaron de este suceso hasta este momento, en 1981 por fin presento la serie, con la ayuda de Fernando Gamboa, en el Museo de Arte Moderno. Misma que por su contenido y fondo, le dio paso a aventurarse en ámbitos fuera de la pintura, en específico, la escultura.