Santo Tomás de Aquino Al terminar este año Hacia vos fuente de misericordia, oh Dios, acudo, yo, pecador. Dígnate lavarme, pues estoy mancillado. Oh, sol de justicia, ilumina a un ciego. Oh médico eterno, sana a este herido. Oh Rey de reyes, viste a un desnudo. Oh mediador entre Dios y los hombres, reconcilia a un culpable. Oh buen pastor, reconduce al errante. Concede, oh Dios, la misericordia al miserable, el perdón al pecador, la vida de la gracia, la justificación al impío, la unción al endurecido. Oh Clementísimo, llámame cuando yo huya, tráeme cuando me resista, levántame cuando caiga, mantenme en pie, condúceme cuando marche. No olvides al que te olvida, no abandones al que te deja, no me rechaces cuando peque. Porque, pecando, te he ofendido, a Vos, mi Dios, he herido a mi prójimo y me he dañado a mí mismo. He pecado, Dios mío, por fragilidad contra vos, Padre Todopoderoso; por ignorancia contra vos, Hijo Sapientísimo; por malicia contra vos, Clemente Espíritu Santo, con todo esto te he ofendido, Adorable Trinidad. ¡Ah! ¡Qué miserable soy! ¡Cuán numerosas y grandes, cuán diversas han sido mis faltas! A Vos os he abandonado, Señor, y a la vista de vuestra bondad lo lamento vivamente. Os he abandonado por un amor malvado, por un temor culpable, y he preferido perderte antes que dejar lo que amo o afrontar lo que temo. Oh, Dios mío, he actuado mal de palabra y de obra, pecando en secreto, abiertamente y con obstinación. Es por eso que os suplico; mira mi fragilidad, no mi iniquidad, con vuestra inmensa bondad; y repara con clemencia lo que he hecho, concediéndome dolor por mis faltas pasadas y una eficaz vigilancia en lo venidero. Amén.