EL SUEÑO ADOLESCENTE Una noche lluviosa del noventa y siete, España, Market 10: Supermercado del barrio Trinidad, allí estaba Joe comprando frutas y verduras para el abastecimiento de su semana, fijándose muy bien en los descuentos y promociones para reducir sus costos. “Disculpe mi poca educación caballero, pero debo aconsejarle que consuma un poco más de zanahoria en lugar de esa cara arveja”, exclamó un anciano de piel rojiza como si se hubiera asoleado mucho tiempo. Joe lo pensó dos veces, analizó y aceptó el consejo del anciano sin mencionarle una sola palabra mientras se decía en su interior “que viejo tan metido pero servicial”; dudó sobre si quería hablarle o no y poco antes de hacerlo el viejo se dirigió nuevamente a él preguntándole si quería o no conocerlo. El anciano sacó un poco de pecho (del poco que tenía, puesto que era más grande su barriga) y con seguridad y orgullo dijo llamarse Ibraektahaegt Frunterech Law, afirmó también ser perteneciente a la familia Law y que laboraba allí desde comienzo de siglo. Joe paró su tanteo de verdura, miró al viejo y sonriendo le dijo “tienes tu papel muy claro, al parecer anciano”, el anciano respondió “¡sí!… ¿es obvio, no?...un duende de mi clase no debe andar por ahí sin hacer bien su trabajo” Joe recalcó que tenía una buena pinta, pero inadecuada para la fecha y esta vez resaltó que tenía un maquillaje muy bueno. “¿Cuál maquillaje?...al parecer amigo aún no entiendes muy bien la situación”, el anciano mencionó ser un duende que tenía casi dos siglos de edad, que se dedicaba a ayudar al primer infeliz que veía y que la suerte lo acompañaba esa noche pues él lo ayudaría desde allí en adelante. Joe se inquietó un poco al oír esto, pero no le dio más rodeos a las cosas y le pidió al anciano que le pasara por favor una pera. El anciano le respondió “claro” y en un abrir y cerrar de ojos la pera voló hasta la canasta de cosas que llevaba Joe. Joe incluso llegó a creer que la pera estaba embrujada o algo parecido. Anonadado por lo que vio, Joe pensó que se trataba del mismísimo diablo encarnado, sobre la superficie terrestre, no se movía y casi no respiraba, estaba como en “shok”. Rápidamente el duende se convirtió en otra pera para evitarle algún tipo de perjuicio o desmayo a Joe. Joe se volvió a mover después de estar casi perplejo y lo hizo con la intención de acabar con esta pera, pues el observó el momento en el que el anciano se convirtió en pera, entonces la tomó, la arrojó contra la pared con gran rudeza, pero para sorpresa suya, la pera no sufrió un daño alguno, así que la dejó en el lugar de las demás peras. Joe se sentía un poco extraño, pues asumió el suceso con el anciano como un producto de su imaginación. Después de sus compras en Market 10, salió en medio de la llovizna hacia casa, al momento de llegar a la avenida se disponía a cruzar la calle, pero antes de hacerlo una hermosa joven con sombrilla se le acercó y le dijo “espérame” y era tanta la belleza de ésta que sin mencionar una palabra hizo lo que ella le dijo, parecía como hechizado. Cuando la joven llegó a su lado, juntos cruzaron la calle. Ella le habló diciéndole “soy yo nuevamente, quien en la tienda se transformó en pera, pero antes de que te dé una chiripiorca, ¡escúchame!, no soy malo, o bueno, no para muchos”. Ésta vez el duende usó una gran capacidad de retórica y su apariencia física para hacerle saber a Joe que realmente no era malo y que él le dará mucha fortuna cuando el sol y la luna estén bien enfocados en un mismo día, y será gracias a que cuenta con una habilidad de predecir sucesos del futuro, y lo mejor aún era que no le pediría nada a cambio. Joe solo lo pensó una vez, pero fue tan fuerte el poder de convencimiento que usó el duende que aceptó enseguida. Al momento Joe propuso ir a celebrar comprando un billete de lotería, pero el duende no estaba de acuerdo porque la luna no era la adecuada para realizar su predicción con los números adecuados para ganar la lotería, así que se dirigieron a casa de Joe. A la noche siguiente Joe decide hablar con el duende con el fin de conocerlo un poco más a fondo, le pregunta cosas como su origen y su especie; el duende se reusaba a contestar las preguntas de Joe excepto una sobre su nombre, la cual el duende dijo que era muy tradicional que lo llamaran “Monkey” y que ese apodo lo había acompañado toda su vida y se lo habían otorgado sus amigos duendes. Para mostrarle algo de sus poderes a Joe, Monkey le decía qué personas votarían algo de dinero y en dónde, acertando en todas las oportunidades. Joe nunca notó algo después de su encuentro con el duende y era que desde aquel día dejó de tener ganas de laborar y se había dedicado simplemente a recoger dinero extraviado en las calles y era de forma un poco deshonesta, era ahora un sedentario más. Era la mitad de la tercera semana después del encuentro de Joe con el duende, la luna de esa noche era gigantesca, el sol había estado bastante fuerte pues estaban en verano, ésta era la única oportunidad en todo el semestre en la que se brindarían las condiciones apropiadas. Monkey llamó a Joe desde el balcón de su casa y le dijo que observara la luna, Joe la observó, se alegró por dentro y dijo “¿es hora?”, Monkey respondió “si”, es ésta la noche esperada, así que vamos a comprar un billete de lotería. Joe llevó a Monkey a un puesto de lotería donde laboraba en viejo Gersog, quien se sorprendió pues hacía dos años que no tenía la visita de su viejo amigo Joe en el negocio. Gersog le preguntó el motivo de su visita y Joe solo respondió “simplemente me siento con suerte bajo este baño de luz lunar, así que jugaré la lotería”, “muy bien amigo (nada amigo), dime tus números”. En ese momento Joe le pidió a Monkey que le dictara las cifras de los números adecuados de la lotería, Monkey dictó uno a unos los siguientes números: “63 28 12 88 y 97 05 16 07” y Joe le preguntó el por qué dos billetes diferentes y lo único que Monkey le respondió fue que era la única manera de abarcar en cien por ciento de posibilidades con los dos billetes. Gersog les entregó los billetes y les dijo “son $5.000”, sin embargo Monkey le aconsejó pagar con un billete de $20.000 y le dijo que guardara el cambio. Caminando a casa Joe le preguntó por qué le dio todo el dinero, y su respuesta fue “fue la última vez que verás a ese hombre”. En realidad eso ya no le importaba a Joe, lo único que le importaba ahora eran los resultados de la lotería y la ansiedad provocó en él un gran insomnio el cual hizo que no pudiera pegar los párpados en toda la noche. A primera hora del día siguiente acudieron a comprar el diario en el que salían los resultados de la lotería, lo compró, lo miró y allí estaban los tan esperados números de uno de los billetes de lotería. Su felicidad no le cabía en la totalidad de su cuerpo pero sabía bien que debía disimular para no levantar sospechas, así que sin tiempo para perder tomó una maleta y empacó una serie de útiles de higiene y algo de ropa, pues ya sabía qué hacer con ese dinero con el que desde la noche anterior había planeado tantas cosas. De inmediato con su pensamiento principal, que era el de viajar, salió rápidamente hacia el lugar donde reclamaba el premio. Llegó al lugar con Monkey, le recibió un consejo sabio sobre el manejo de su dinero y supo enseguida que era lo mejor. Tomó la mitad en efectivo y la otra mitad la consignó en una cuenta, puesto que $1.000’000.000 es mucho dinero como para tenerlo todo en efectivo. Hizo todo según lo planeado, primero viajar a un paraíso, Colombia, segundo casarse con una modelo muy hermosa y por último tener dos hijos con ella, solo que no eran tan buenos sus planes puesto que su esposa solo lo quería por interés y aun así vivía feliz sabiendo que no tendría que trabajar durante el resto de su vida y también parte de las de sus hijos, claro que todo esto lo logró con ayuda de Monkey y por ello Monkey siempre lo acompañó hasta el día en que era su tiempo de partir a su mundo nuevamente. Monkey se despidió de Joe con la gran satisfacción de haber hecho un trabajo bien realizado y dejándolo con gran fortuna y felicidad postiza, ayudándole así a cumplir uno de los más preferidos sueños actualmente, mantener la pereza, el poco esfuerzo y lograr ser por el resto de sus días el sedentario del siglo XXI. Lapzo Nicolás Santiago Ortiz Mojica Instituto Madre del Buen Consejo Floridablanca