Subido por Tony Rojas

Jaque maquetacion

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JAQUE
EL ENCUETRO DE LA FELICIDAD
R O M A R I O
P U M A
C R U Z
JAQUE, EL ENCUENTRIO DE LA FELICIDAD
© Romario Puma Cruz
Romariopuma32@gmail.com
Edición, Enero del 2020
Tiraje: 1000 ejemplares
Editorial Autómata
Editorial Autómata de Eduardo Félix Pucho Verdura Jirón Martín Oviedo 206
Pueblo Libre /Lima Perú editorialautomata@gmail.com Teléfono: 936402774
Editor: Eduardo Félix Pucho Verdura
Dibujos: Julio Atajo Cusihuaman
Diagramación 1ra edición: Melissa Chau (textoscastillo@gmail.com) 1ra edición junio de 2018
Diagramación 2da edición: Max Corahua P. 2da edición – enero 2020
ISBN: 9786124757921
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2018-06307
Se terminó de imprimir en enero de 2020 en Lima Perú.
En los talleres gráficos de Gráfica Luis
Avenida Argentina 144 Lima nivel B stand: E-42 Unicentro RUC: 10462167836
yukyespion@gmail.com
Prohibida la reproducción parcial o total del texto y las características gráficas
de este libro. Cualquier acto ilícito cometido contra los derechos de propiedad
intelectual que corresponden a esta publicación será denunciado de acuerdo con
el D.L. 822 (Ley sobre el Derecho de Autor) y las leyes internacionales que protegen
la propiedad intelectual.
A papá Jorge y mamá Virginia por confiar
en mí siempre.
A la abuela Dora y a mis hermanos
por tantas aventuras.
…a todos ustedes mis amigos les brindo
mi corazón en agradecimiento.
PRÓLOGO
Cuando hace unos meses conocí a Romario noté su tenacidad y
espíritu de lucha por lograr que su proyecto viera la luz. A lo largo
de las semanas pude apreciar su deseo por superar sus mejores
versiones y lograr plasmar sus mejores recuerdos en un libro que
recorriera parte a lo largo de su vida.
Pasaron los meses y nos volvimos a cruzar, ahora él traía su
proyecto bajo el brazo y me decía que debía leerlo.
Efectivamente, “Jaque” es una novela que inspira, que motiva,
que nos acerca a nuestras fronteras personales y nos hace ver el
encuentro personal del ser que quiere sentirse y verse feliz.
Pero no crean que es así de simple, no es que desde alguna
parte llega esta felicidad o mucho menos esta felicidad está
condicionada a factores externos, ¡no! Al contrario, podemos
encontrar muchas formas en las que nuestro personaje lucha por
encontrarse y hallar finalmente su felicidad.
“Jaque” nos lleva por diversos escenarios y nos ayuda a
comprender algunas motivaciones que pueden elevar nuestro
espíritu a lugares desconocidos.
La vida se presenta como un tablero de ajedrez, donde tú eres el
principal personaje que tendrá que decidir a través de sus acciones
conseguir una victoria o morder el polvo de la derrota.
JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Todo es una estrategia que la vida misma te espera a través de
tu tablero interior realices el siguiente movimiento, tu siguiente
jugada.
“Jaque” es una conmovedora historia de superación y
motivación a no dejarnos vencer por las adversidades de la vida.
Recomiendo su lectura y celebro que Romario haya logrado
una de sus personales metas y es la de plantear a través de su
literatura llegar a muchas personas que hoy pueden estar leyendo
este libro y encontrarse con una motivación y una reflexión potente
sobre de cómo nos vamos desplazando a lo largo del tiempo y de
cómo podemos ser capaces de alcanzar nuestros sueños y quizá
hasta nuestra propia felicidad.
Eduardo F. Pucho V.
Editorial Autómata
JAQUE
Me acosté a su lado después de regresar del viaje al Cusco
donde participamos en las olimpiadas escolares, cuándo él, aún
medio moribundo por el sueño, preguntó:
—¿Qué fue?
Sin responderle me hice de espaldas.
Al notar mi silencio estiró la manta para cubrirme del frío y
rápidamente se hizo de espaldas. En ese instante es que un calor
misterioso recorrió mi cuerpo, recordándome a todo lo que
tuvieron que pasar por mi culpa. Y con una profunda tristeza,
no dejaba de pensar en el objeto de plata que traía en la mano
cuando repentinamente lo puse sobre su hombro.
En el viaje de regreso los que la vieron brillar decían que era
mejor la de oro. Sin embargo, nadie imaginaria que al día
siguiente me tendrían servido un suculento plato de fideos, el
plato preferido por la abuela Dora, la herencia de mamá…
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
EL ÚLTIMO DÍA DE CLASES
La clausura escolar llegaba a su fin y todavía nadie quería
marcharse.
Horas antes, en el pequeño patio del colegio, aguardamos con
mucho interés la entrega de las libretas de notas. Unos cartoncillos
que contenían en su interior todos nuestros futuros. Más tarde
algunos miraban al cielo pidiendo que todo esté bien. En realidad
nadie quería llegar a ser alguien en la vida con algunos rojos de
más.
Dice Marco Antonio, quien era el brigadier general y nuestro
compañero del quinto año de la secundaria, la forma en que se
entregarían los incentivos:
“A los dos mejores durante los cinco años académicos les darán
las becas universitarias y a los más sobresalientes, durante el año
escolar, los diplomas de honor”.
Al iniciar con los incentivos se podían advertir sobre quiénes
tendrían el honor de recibirlas, apuntando directamente a los más
aplicados.
Por el gran esfuerzo que había hecho me hizo pensar que sería
al menos uno de los premiados. Desgraciadamente, al finalizar,
no había recibido ni siquiera una mención honrosa. Sin embargo,
recordando mi falta de responsabilidad en todo este tiempo quedé
convencido que se lo merecían.
Al recibir el cartoncillo no me quedó más que mirar al
cielo y agradecer que nadie haya repetido. Entonces, habíamos
terminado el quinto año de secundaria con total normalidad, cosa
que no sucedió dos años antes en el colegio estatal donde graves
problemas académicos casi hacen que repita el año escolar.
Al agasajarnos por el saliente año conmemoramos a los mejores
estudiantes por su incansable labor. Al mismo tiempo recordamos
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
a Dante, el compañero más carismático del colegio, quien era
apreciado por sus interminables locuras.
Él era alto y flaco, y lo ponían a resolver las ecuaciones al ras
del piso, o Rufos, a quien todo el salón admiró su gran humildad
y caballerosidad con las mujeres. Francamente nadie fue más
honesto que él desde que iniciaron las clases. Desde aquel día no
volvimos a verlo nunca más, y por tal razón, la celebración por el
saliente año nos dejaba con enormes tragedias sentimentales.
Por consiguiente, en ese abrazo entre compañeros los profesores
recordaban a nuestros padres las proezas que habíamos vivido.
Junto a esa celebración el profesor de literatura encontraba algunas
palabras de aliento, sobre todo con quienes no habíamos recibido
ningún incentivo, y nos consentía según nuestras cualidades.
Expresándolas tan bien que no se daba cuenta de que generaba
más sentimientos encontrados. Por su forma de pronunciar, una
voz nítida y potente, hizo que algunos compañeros dejaran caer
lágrimas en el salón; entonces, ya nadie quería separarse.
Al llegar mi turno, encontrándome con su mirada en ese abrazo
con mis compañeros, dijo:
—¡Escribe un libro de lo ganado hasta ahora!
—¿Un libro? ¡Pero de qué!
—De la pequeña experiencia en los juegos escolares.
—¡Solo fue un juego profesor!
—Entonces escribe sobre ese juego. ¡Debes intentarlo!
Me quedé mirándolo, recordando sus palabras hace dos años
atrás en el colegio estatal:
“Si juegas el deporte para la cabeza debes amar al menos los
números”.
Aquella vez fue nuestra primera conversación después de
contarle lo mal que me iba en algunos cursos, sobre todo en los
números.
Desde entonces, de su voz penetrante, todas las noches me
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
proponía en poder intentarlo. Pero cómo podía escribir esta
pequeña experiencia si hasta ahora vivo únicamente de fracasos.
Cuando era niño, en esos interminables viajes con mi madre,
me gustaba enamorarme con los colores de la luna y podía
recoger con mis manos las estrellas en el camino y ponerlas a
dormir conmigo. También dibujaba con el pincel de mis dedos
unos pequeños continentes. Cuando llegaba el sueño pedía que los
pequeños continentes tuvieran un solo camino a casa.
En toda mi vida siempre he esperado el momento de poder
terminar con el éxodo de sus viajes. Porque en cada viaje que papá
emprendía mi corazón lo extrañaba y lo esperaba con todo lo que
había recogido.
Desde entonces, cada noche, he querido brindarle un bonito
encuentro, sobre todo a su gran esfuerzo. Pero desde las olimpiadas
escolares en el 2001 no ha sucedido nada de lo planificado.
En consecuencia, todavía, se me viene a la memoria las veces
que nos dejaban de chiquillos a la intemperie de la vida. Donde
no solamente él salía por el pan, sino que también era mamá quien
cargaba en su espalda una queperiña roja y salía a enfrentarse al
mundo llevando un poco de mercadería. Con mucho esfuerzo
salían a vender la terramicina para el ganado a esas horas donde
el sol tranquilamente se levanta con fuerza. Vendiendo alguna que
otra pastilla para el mal de altura, o un par de lapiceros. Pero lo
más bonito de todo era que ellos podían darnos al final del día algo
para comer.
Por esos interminables viajes ahora deben congeniar con
diversas enfermedades. ¡Qué destino!
Es por esto por lo que, en los pueblos alejados de este bendito
país, nuestras vidas son como un arcoíris. Porque misteriosamente
a esta edad, después de haber vivido casi toda la plenitud de la
flor de la juventud, vamos observando que va cambiando todo.
Entonces suena repentinamente el celular con la llamada de mamá
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
y te das cuenta en ese instante que nos hace falta algo. Es como
si el médico recetara una pastillita para la felicidad. Y Ella se
encarga de inyectar un poquito de resentimiento a nuestras largas
conversaciones.
Después de unas cuantas carajeadas para no olvidarnos de los
valores de familia, ella, suelta algunas palabras al corazón y una
de esas palabras llega a romperme el alma.
—Hijo, confía siempre en el tablero que llevas dentro.
Esta es mi historia y comienza en el colegio estatal Coronel
Ladislao Espinar…
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
LA FASCINANTE NOTICIA
Volaba por las gradas al salir corriendo cuando alcancé a ver
al vecino masticando el desayuno. Quien, entre risas, y aún con la
cuchara en la mano, alzaba algún objeto.
Entonces me detuve y alcé la voz para saludarlo.
—¡Buenos días don Antonio!
—Buenos días —respondió, limpiándose el sobrante en su
boca con la manga de su casaca.
—¿Y cuándo practicamos?
—¿Practicar qué?
—¡Esto! Y se tocaba el costado de la cabeza con un dedo.
Alzando más la mirada noté a su alrededor un montón de piezas
sobre un mostrador. La persona a su frente parecía ser alguien muy
elegante, quien alzaba un objeto de color oscuro y tranquilamente
dejaba escapar unos silbidos. En cambio, don Antonio, puso la
mano en su mejilla y a los pocos segundos increpó a uno de sus
hijos.
—¡Déjame comer tranquilo!
—¿Déjame papá? ¡Qué mala costumbre de jugar y comer al
mismo tiempo!
Entonces, don Antonio, con una solapada se tragó la comida
y botó el platillo en un rincón de su tienda y no dejó que nada lo
desconcentre.
La escena y la invitación llamaron mi atención prestando
interés al juego. Pero a los pocos minutos, dije:
—¡Qué aburrido es esto!
Mi padre mencionaba en el desayuno: “El señor de enfrente,
el vecino, desde que llegó no ha parado de jugar ese juego. Así
no llegará lejos descuidando su negocio” —agregando mientras
se metía la cuchara a la boca—. “No sigan esos pasos si quieren
llegar lejos”.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al fijarme en la sombra de mis zapatos advertía lo tarde que se
hacía comenzando a correr por la avenida.
—¡Corre, corre, que vamos tarde! Voceaba alguien a mi
costado.
Al notar quién era, envalentonados, nos apresuramos pasando
al resto quienes con mochilas en mano corrían desesperadamente.
A unos cien metros de la entrada se escuchaba la misma voz de
siempre.
—¡Los últimos cinco entran...!
La bajada siempre era emocionante, pero casi llegando, el
auxiliar nos cerraba el portón principal.
—¡Ay, Dios! Tarde de nuevo —mencionó uno de los tardones.
—¡Y ahora esto! ¡Maldito! Mencionaba otro tardón.
Al paso de las primeras horas nadie había ingresado al colegio.
Durante esa espera, provocaba fugarnos a los videos juegos
o al río que cruzaba la ciudad para ir a lanzarnos desde lo alto
de la roca, o vernos forzados en regresar a casa y volvernos con
nuestros padres si es que era urgente ingresar.
La verdad yo le entraba a todo, solo que esta vez me tenía
pensando en un rincón la invitación del vecino. Recordando
que años atrás, de chiquillo, un par de veces lo había jugado. La
primera vez fue con mi hermano donde nunca logramos acabar
un solo juego; y la segunda, en una competencia de mayores, solo
que aquella vez salí corriendo en el primer juego porque un tal
jaque pastor me dejaba en llanto. Después de la última experiencia
nunca más quise jugarlo. Por lo tanto, después de solearnos un
buen tiempo nos dejaban ingresar.
Al llegar al salón de clases nos preparamos para excusarnos
por el cierre del portón, pero como el profesor de turno estaba
necesitado de alumnos nos dejaba ingresar sin ningún castigo de
por medio.
Ya en el salón, al fondo, recordaba con mayor curiosidad las
palabras de don Antonio llevándome a dudar si practicarlo.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¿Practicar esa disciplina?
Al escuchar Julián, quien era uno de mis compañeros de clase,
se acercó y comenzó a increpar.
—¿Practicar qué?
—Practicar algo distinto amigo —respondí.
—¡Serías tonto si estás pensando en algo que no sea el Fútbol!
—No lo entiendes…
—¿Qué dices? ¡Lo único que no se entiende aquí son las tareas!
Ya verás que iremos a patear esa tonta idea.
Durante los primeros meses del año nos habíamos preparado
para enfrentar el inicio de las olimpiadas escolares, a la que todos
conocíamos como los juegos escolares, y por el cual habíamos esperado
con bastante perseverancia la selección interna.
Los juegos escolares eran el evento deportivo más importante,
siendo el Fútbol, el Vóley, el Básquet y el Atletismo las disciplinas que
tenían la mayor aceptación por parte de los estudiantes.
“El solo hecho de mostrarles al rival sus habilidades ya les hace
ganadores”, mencionaba el coordinador al dirigirse a unos estudiantes,
quiénes solo tenían puesto un polo y una trusa y algunos estaban sin
zapatos.
Al detenerme a verlos eran los que representarían al colegio en la
disciplina de Atletismo, uno de los deportes más practicados no solo
en el colegio, sino en toda la provincia. Los mismos que en reiteradas
oportunidades dejaron en lo más alto el nombre del colegio. Al verlos
descalzos de alguna manera había razón al escuchar las historias de
nuestros padres.
“Ahora ustedes pueden llegar en una, dos, o a lo mucho unas cuadras
más a sus colegios siendo muy poco a comparación de nosotros. Para
llegar solo a mi centro de estudios tenía que cruzar montañas y ríos.
Con mi ccocawa en mano para no pasar hambre tenía que aguantar
hasta las piedras en el camino. Todo eso nos demandaba dos horas con
ojota y sin ojota era otra cosa. Ahora ustedes con diez o veinte minutos
están que waccatean y encima andan con zapatos nuevos”.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al igual que las historias de algunos corredores de la provincia
que hacían recorridos de ida y vuelta, de una comunidad al pueblo,
en cuatro a seis horas diarias y solamente para avisar de algún
fallecido, los convertían en unos héroes. El coordinador, por esa
misma razón, trataba de motivarlos a ser como ellos
Como resultado de estas historias los deseos de conocer el inicio
de los juegos escolares lo convertían en el evento más importante.
No había duda que la cantidad de estudiantes que salían a correr a
tempranas horas al campo, cuando la fría madrugada aún quema
la cara, era impedimento para ser parte del evento.
Entonces, después de recibir el regaño de mi compañero Julián,
se escuchó sonar la sirena que indicaba el primer recreo dejando
caer rápidamente el balón cuando el auxiliar abruptamente se
metió al salón.
—¡Buenos días señores alumnos!
—¡Buenos días señor auxiliar! Respondíamos fuerte y claro
como a él le gustaba, y al mismo tiempo poniéndonos de pie.
—Por favor, tomen asiento —y pasamos a sentarnos—.
Como sabrán tenemos actividades protocolares que cumplir y
necesitamos la participación de ustedes.
Él era el auxiliar de todo el colegio y su función era la
formación de estudiantes con valores. Sin embargo, saltaba
las reglas con severos castigos; incluso, su forma de aplicarlos
había llegado a oídos de las autoridades del pueblo y hasta de
nuestros padres, quienes increíblemente apoyaban su accionar
con nosotros; además, le pedían ser más estricto. Por esta razón
quizás el bronceado afuera del colegio y los canguros y las ranas,
o las planchas siempre eran medidas necesarias.
Después de explicar el desarrollo de las actividades, agregó—.
¡Ahora jóvenes les tengo una gran noticia!
—¿Gran noticia? Respondía Julián, y a los costados nos
mirábamos sorprendidos.
—Así es. Esta noticia los dejará contentos.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—No creo —volvía a responder Julián, quien en verdad era
un gran contestador pues nunca estaba contento con nada. Y a su
costado con una voz más fuerte su compinche agregaba—.
¡Siempre anuncia que tenemos que alistarnos para los desfiles!
¿Esa es una gran noticia?
Desfilar era una de las actividades que a muchos no les
agradaba. Siempre era importante el respeto a la patria, pero estar
parados bajo el sol y sin merienda de verdad desanimaba.
—Parece que no quieren escuchar, está bien, mejor me voy a
otro salón —respondía el auxiliar, quien sacó de su bolso una hoja
y rápidamente la pegó en la pared.
—Aquí tienen la noticia por si están interesados —y antes de
abandonar el salón, concluyó—. La fecha del inicio de los juegos
escolares está en esta hoja.
Al escuchar sus últimas palabras, el salón quedó congelado, en
silencio.
Entonces nos mirarnos de frente, y nuestros ojos parecían
salirse, por no decir, parecíamos estatuas. Fue entonces que
empujando las carpetas corrimos hasta la pared donde estaba el
anuncio.
Al leerlo, decía:
“INICIO DE LOS JUEGOS ESCOLARES”
Y a los pocos segundos el salón reventó en bulla.
—¡Bravo! ¡Bravo!
—¡Qué gran noticia!
—¡Los juegos escolares! ¡Por fin! ¡Por fin! Se escuchaba gritar
a la mayoría. Festejando con los cuadernos que volaban por todos
lados y las mochilas podían verse en el piso.
Todavía recuerdo ese momento. Se podía apreciar en cada
rostro una enorme alegría donde parecía darse un pequeño
encuentro de felicidad.
Recordaba lo que decía el director en una charla con los
estudiantes: “Si tenemos que sentirnos bien que sea por una
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
fascinante noticia. Cuando este llegue tiene que ser compartida
entre todos”. Ese día llegaba la fascinante noticia.
En consecuencia, yo debía estar festejando con ellos, pero
no comprendía por qué me la pasé mirando, ni el porqué estaba
atento a los más aplicados que ni siquiera habían movido un solo
dedo.
Al salir al patio principal lanzamos pelotazos al cielo a puro
puntapié y no importaba si chocábamos con los cientos de alumnos
ahí fuera, ya que jugar el fútbol a la deriva era siempre un gran
placer.
Al regresar a clases los chicos mencionaban el anuncio en la
pared pronunciándolas con una total claridad.
—¡Yo participaré en el Básquet!
—¡Yo en el Fútbol!
—¡Yo en el Atletismo! Al mismo rato, acercándome a
presumir por mi favorito, algo llamó mi atención reclamando
inmediatamente.
—¡Esto está mal escrito!
—¿Cuál? Contestó Julián.
—¡Ésta! Aquí dice “ajedres” y es “Ajedrez”, con zeta, y debe
estar escrita como todas, con mayúscula.
Al notar mi reacción, Julián y el resto del salón, comenzaron
a reírse.
—No te esfuerces que a nadie le importa esa disciplina
—decían entre todos.
Entonces cogí un corrector y con un plumón lo reescribí:
“Ajedrez”.
Al dar unos pasos atrás comenzaba a compararlos. Sin embargo,
los otros nombres estaban impresos a tinta y bien resaltados,
en cambio, alguien solo había utilizado un lapicero para esta
disciplina. Entonces cogí nuevamente el corrector y esta vez lo
reescribí más grande: “A-J-E-D-R-E-Z”.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
DOS CAJAS DE CARTÓN
A la salida. Al dirigirme a casa las punzadas de hambre siempre
picaban mi estómago. Como era costumbre andaba con las manos
en los bolsillos y con la cabeza agachada pateando las piedrecillas
para ver si encontraba una moneda y así comprarme algo. Al cabo
de unas patadas parecía tener suerte.
—¡Una moneda de veinte centavos! ¡Qué suerte!
Rápidamente me acerqué a uno de los carritos que ofrecían
helados y le pedí a la señora que abriera la tapa para ver los
sabores. Al abrirlo aún se podía sentir el frío, recordando en ese
instante la nota al pie del anuncio después de leer la fascinante
noticia:
“Señores alumnos necesitamos del compromiso de ustedes.
Lamentablemente en las últimas participaciones no se han
conseguido logros”.
Cuando no terminaba de pagar el helado un pequeñito jalaba
con una pita un carrito sobre la tierra que había amontonado.
Recordándome a las ventanas del vecino donde apreciaba muy
emocionado unos carritos de metal. Las veces que pasaba por
esa casa, la única de material noble en todo el vecindario, jalaba
el carrito que había fabricado con unos cuantos desechos y los
comparaba endemoniadamente.
—¿Por qué yo no podía tener uno así?
Una mañana caminaba cerca de la casa del vecino mirando los
carritos y hablando en voz baja: “Cuando sea grande voy a llevar a
mis padres en esos carritos a todos los lugares del mundo”. Cuando
de pronto, distraído, caí en un pozo de agua. Entonces aleteé con
mis manos con fuerza, pero cada vez caía más al fondo. Logrando
ver las prendas de una mujer, una pollera de varios colores y un
par de zapatos.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Y, cuando llegué al fondo, repentinamente vi una luz hacia
arriba y milagrosamente unas manos aparecieron. Después de
secarme las últimas lágrimas de mis ojos maldecía esa ventana.
—¡Qué tristezas tuvimos de infancia! Dije al darle mi helado
al pequeñito.
A la subida pegaba fuerte a otra piedrecilla, pero no terminaba
de recordar que, a un rincón del patio, después del tremendo
chapuzón, la abuela Dora a quien no le gustó nadita la noticia del
pozo, decía:
—Pudiste morir ahogado, ¡benecho por estar jalando esa
chatarra!
Ya en casa don Antonio seguía con el mismo juego.
Dejando mis objetos en el pequeño cuarto me volví con
cuidado. Al frente estaba la casa del vecino y pensaba que él podía
verme y preguntarme de nuevo.
—Bajaré con cuidado —dije.
Desde un pequeño ángulo podía verlo rascándose la cara,
cogiéndose su pelo y de vez en cuando miraba al joven que tenía
enfrente.
—¿Qué no se cansa de jugar? Pregunté a papá, quien tomaba
un poco de sol sobre un banco medio chistoso.
—Si pues, ¡está así todo el tiempo!
—¡Pero está desde la mañana!
—¡Eso!
Me senté en las gradas para ver que hacían cuando, de pronto,
ya estaba con ellos.
—Buenas tardes, don Antonio…
—Hola, chiquillo.
—¿Puedo hacerle una pregunta?
—Después jovencito. Me vas a desconcentrar.
Realmente quería saber qué sentía por el Ajedrez. Entonces, me
apoyé al mostrador y en un descuido toqué sin querer unas monedas.
—¡Deja ello que son las apuestas! Gritó la persona al frente.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Perdón señor —contesté.
—Está bien, solo hazte a un lado.
A hacerme a un lado volvía a tocar ya también las piezas que
estaban a lado de las monedas.
—¡Pero hazte a un lado chiquillo! ¿No entiendes? Gritó
apartándome con sus manos.
A un costado esperaba que terminen el juego, pero parecían
que nunca acabarían. Entonces, dije:
—¡Qué aburrido esta cojudeza!
Al día siguiente, el profesor de educación física reunía a
los postulantes para anunciar la fecha del desarrollo de las
preliminares, que era la esperada selección interna. Pero antes,
con su gran experiencia en el cargo, revelaba las necesidades
y condiciones que debíamos tener si queríamos estar entre los
primeros lugares. Advirtiendo que la etapa local y provincial eran
las más sencillas y como la etapa departamental, regional y la
nacional eran las más complicadas.
Por algún motivo parecía ser grandes desafíos hasta que
mencionó:
—No se ha logrado triunfos en las últimas participaciones del
colegio en la etapa departamental. Bueno... Lo importante es que
participen.
—¿Lo importante es que participen? Pregunté, poniéndome de
pie.
—Si puedes hacer algo bienvenido sea para el colegio.
—Señor, pero ¿qué hay del trabajo en equipo?
—Ahora dependen de ustedes mismos —concluyó.
Cuando estaba en la universidad repasando algunos temas
para una exposición me preguntaba si mis compañeros se habían
preparado mejor de lo que me estaba preparando. Al leer el
libro, “Trabajo en Equipo en la Administración Pública” de
don Demetrio, un autor al que conocí después de que ya había
sobrevivido varias veces a la muerte, explica que uno de los
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
grandes problemas en nuestro país es comprender el trabajo en
equipo.
“Las organizaciones son exitosas si están conformadas por un
plan de trabajo que integre a todos sin razón de su naturaleza”.
Sin embargo, me llamó la atención, líneas más abajo donde
agregaba con un comentario:
“Un día los grandes egos y los corruptos serán eliminados
de la lista sin importar cuán listos, astutos, trabajadores o bien
preparados que sean. Personas de esta naturaleza aniquilan el
trabajo en equipo”.
Entonces, ¿por qué de un trabajo grupal de cinco estudiantes
solo dos se rompían la cabeza en la biblioteca?
Cuando estábamos terminando nuestro té de Anís, en la
pequeña habitación al costado de un gran hospital él expresaba
sus deseos de haber sido un gran líder. Alguien que solamente
lo había dado todo. Aquella tarde, don Demetrio, me miraba
endemoniadamente cuando le conté lo que realmente anhelaba
para nuestra sociedad.
“Un líder trabaja, no deja solo a nadie, integra y está llamando
a todos, así estos no logren escucharlo”, decía expresando una
gran sonrisa. Entonces parecía comprender sus palabras en el
libro.
Las veces que vendíamos las cajitas de terramicina, las velas y
pilas en las ferias de unas comunidades, salíamos entre amigos a
competir quien vendía más rápido. Al final nos echábamos junto
a las vacas a contar nuestros centavos. Pero no dejábamos que
nadie termine con más mercadería, y si a alguno le sobraba algún
producto había que regresar a la feria y terminar de venderlas. Al
final, a pesar de no quedarnos con nada de lo vendido, sentíamos
que habíamos hecho un gran trabajo; por supuesto, no conocíamos
el término de “trabajo en equipo”, pero esas palabras ya corrían
por nuestras venas.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Sin embargo, ¿por qué el profesor nos pedía depender de uno
mismo?
Cuánta razón había de no alcanzar triunfos en eventos como
este.
Al salir del colegio comprendimos el gran desafío de conseguir
un logro para el colegio. Al ser la primera experiencia de la mayoría
nos dábamos cuenta que tendríamos que hacer algo más. Así qué
ironizamos con la rivalidad hacia otros colegios y ver las formas de
ganarles.
Al llegar a casa necesitaba contarle a papá sobre el inicio de los
juegos escolares, cuando él y otras personas estaban amontonados
observando algún suceso. Me acerqué a ver qué pasaba abriéndome
paso entre las personas cuándo choqué de repente contra unas cajas
de cartón.
—¡Perdón! ¡Perdón! Tocaba mi cabeza disculpándome ante la
abrupta entrada.
—¡Cuidado jovencito qué vas a tirar las piezas al piso! Dijo
alguien apartándome con sus pies.
Al ponerme de pie, don Antonio tenía la mirada clavada en el
tablero y las personas que lo rodeaban tenían la mirada clavada en
él. En ese momento sentí una gran admiración.
—Waooo ¡Todas estas personas únicamente para verlo jugar!
Parecía muy importante el juego cuando el rival al frente,
quién llevaba puesto un bonito ternillo, mencionó:
—¡Jaque mate! Recogiendo rápidamente los centavos que
estaban a un costado del tablero.
—¿Qué pasa papá? Pregunté.
—Shuuu no hagas bulla ¿No ves qué el vecino está perdiendo?
Don Antonio armó las piezas con una gran rapidez, y cambiando las
piezas de color oscuro por las de color blanco iniciaron de nuevo.
Pero esta vez los presentes se metían al juego.
—Avanza el Caballo de tu Rey —mencionó alguien a su
costado.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¡No! ¡Avanza el Peón del Rey dos casillas hacia adelante!
Mencionó otro.
—¡Déjenme por favor! ¿Acaso están jugando ustedes? Increpó
a todos intercambiando palabras fuertes
En ese momento sentí el punto de quiebre de este juego, pues
don Antonio no buscaba ganar ni perder dinero, sino un poco de
honor. Tan solamente pretendía ganar una sola partida, pero el
señor del ternillo jamás aflojó, y orgullosamente decía tener cuatro
victorias ganadas. Mostrando a los presentes su rostro victorioso y
levantando los centavos ganados. En cambio, el vecino empujó las
cajas de cartón dejando caer algunas piezas en el piso y abandonó
el lugar. Alguien que estaba a su costado levantó las piezas y las
puso sobre la mesa, pasando a sentarse frente al viejo. Entonces,
seguí a don Antonio a su tienda y al esconderse en su pequeño
cuarto se escuchó un grito:
—¡Qué mierda me andan llamando mientras estoy jugando!
Al rato, en la azotea, estaba echado panza arriba contemplando
el cielo azul, y al mismo tiempo, me prendía contra el señor del
ternillo. De un brinco al mirador veía lo que acontecía, y el muy
sinvergüenza se alzaba una nueva victoria sobre aquel novato
jugador.
—¿Si podría ganar cómo él? La alegría que podría darle a mi
padre —pensaba.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
LA GRAN APUESTA Y UNA BUENA LECCIÓN
Al acercarse la selección interna, el auxiliar, en una reunión
con los participantes dio a conocer algunos anuncios y la buena
cantidad de inscritos.
—¡Es fantástico! Decíamos.
Sin embargo, me llenó de tristeza escuchar que ciertas
disciplinas tuvieran pocos inscritos. Llamándome la atención la
disciplina del Ajedrez que no había tenido más de dos inscritos
hasta el momento. Al final de los anuncios ni siquiera alguien se
había acercado a preguntar. En ese momento me puse a pensar en
don Antonio.
—Si él pudiera participar, seguro que dejaría en alto el nombre
del colegio.
—¿Quién de aquí juega Ajedrez? Preguntó el auxiliar antes de
abandonar el lugar.
—Nadie profesor —contestaba Julián con un tono sarcástico,
pues él no jugaba ni dejaba jugar. Solo era un aficionado en el
salón.
—Debería haber siquiera uno —agregó.
—A nadie le gusta porque es aburrido —volvió a contestar
Julián.
Interrumpiendo Oscar en ese momento—. Es raro que lo
jueguen ya que no brinda dinero como los otros deportes. Pero el
Ajedrez es un hermoso juego con la mente y brinda virtudes que
ayudan a llevar una mejor vida. Yo conozco personas que tienen
su tiempo muy bien planificado y su deporte favorito es este.
—¿Qué tiene que ver el dinero? ¡Si es un deporte como
cualquiera!
—No lo entenderías Julián, ¡déjalo así!
—¿Es difícil? Pregunté al acercarme a su asiento.
—No es difícil. Solo deja que te guste nomás.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Bien. Ahora dime, ¿quiénes son esas personas?
—Son mis padres.
—¿Tus padres?
—Mis padres han vivido bien practicando este deporte. Desde
entonces tienen una magnifica vida.
—A ver voy a practicarlo —agregué, no sin antes advertirle—.
¡Pobre de ti qué sea aburrido!
Cuando caminaba por un centro comercial en la ciudad de
Lima, dos jóvenes estaban jugando Ajedrez con unas piezas
enormes que seguramente la administración había instalado para
sus clientes. El lugar estaba repleto y parecía que todos conocían
del juego. Sin embargo, algunos comenzaban a retirarse no sin
antes escuchar sus conversaciones—. ¡Vamos ya! Qué el banco
ya se abrió y paguemos cuanto antes la cuota.
Antes de retirarse, cuando el banco aún no se abría, ellos
participaban comentando sobre el juego. Al igual que yo, que
hasta con los ojos podía adivinar las siguientes jugadas, pero por
alguna razón también tenía que ir al banco.
Cuando me volví para seguir escribiendo este libro, esa
magnífica vida de la que hablaba mi compañero parecía ser
un sueño. Al revisar la boleta de pago los intereses se habían
incrementado. Del juego a la realidad: ¿Por qué no tenía una
magnifica vida?
Me puse a pensar si todo esto valía la pena.
Más tarde, me encontraba en la tienda de don Antonio decidido a
intentarlo, aunque algo falto de conocimiento en los procedimientos
me incitaba al juego el señor que tenía al frente, el zapatero. Un caserito
muy conocido en el pueblo. Por lo que había escuchado descuidaba
su puesto de negocio en el mercado para darle importancia a sus
vicios. Uno de esos vicios eran las cartas y el Fútbol. A consecuencia
de varias apuestas había perdido a su familia.
Esperando a que este se vaya podría aguantar el tiempo que
sea necesario. En ese tiempo lo hermoso era la rapidez con la
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
que iniciaban y como terminaban. Si bien parecían que habían
memorizado los movimientos lo hacían ver con una adrenalina
que me mantuvo cautivo por horas.
Entonces el zapatero se marchaba y yo quedaba al frente de
don Antonio.
—¿Podemos jugar? Pregunté.
—¡Qué vas a saber jovencito!
—Por favor, un juego nada más.
—Está bien. Solo porque has estado parado ahí todo este
tiempo.
“Solo sabrás si arrancas la bolsa de tu mente”, agregaba
Oscar, después de advertirle si esto no tendría resultados. Más
tarde me enteré que él era uno de los dos inscritos.
Sus consejos me habían motivado a intentarlo y ahora me
encontraba frente a don Antonio. Sin embargo, una vez iniciado
nuestro juego, cuando todavía no había realizado ni el segundo
movimiento, quedé convencido de mi poca experiencia. Además,
los dedos y los pies me temblaban llevándome a conocer una de
las principales reglas del juego.
—¡Pieza tocada, pieza movida jovencito!
—¿Qué es eso?
—Has tocado una pieza y estás jugando otra. Así no se juega,
porqué si tocas esa pieza tienes que jugar esa pieza. Yo no sé, pero
sí o sí juegas esa —respondía alzando un plato de comida.
Mi vecino no tenía problemas en llevarse a la boca una presa de
carne y conversar al mismo tiempo con sus clientes. Y caminaba
de un lado a otro y regresaba solamente al advertir que ya había
jugado. Después de realizar mi tercer movimiento, don Antonio
gritó:
—¡Jaque mate! ¡Jaque mate chibolo!
—¿Qué?
—Es un grandísimo jaque mate con un pastor —volvía a
mencionar.
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—¿Pastor? ¿Qué es eso?
—¡Es el famoso jaque pastor! ¿Cómo no vas a conocerlo?
—Si lo conozco, pero…
—¿Y? ¡Ahora, déjalo igual que antes! Gritaba al marcharse
para atender a un cliente.
Tenía que dejarlo igual que al inicio y no demoré mucho tiempo
en armarlo.
—¡Las piezas están mal ubicadas! ¿Qué nunca has jugado
Ajedrez? Reaccionó muy molesto.
—Solamente un par de veces señor —contesté agachando la
cabeza.
—¡Deberías practicar porque estás en nada!
Sabiendo que él conocía más del juego lo había desafiado.
¿Qué me llevó a intentarlo?
Con una pequeña sonrisa oculté mi profunda tristeza y salí
volando de su tienda lo más rápido posible.
—Qué tonto para jugarle —sollozaba en la azotea criticando
mi atrevimiento.
Al día siguiente, mi deseo de integrar el equipo de Fútbol
se hizo más fuerte. Así que, al juntarnos con mis compañeros,
comenzamos a darle al balón de puntapiés sin importarnos los
cientos de estudiantes en el patio principal. Y cuando el balón
rodaba en algún rincón teníamos que ir a recogerlo. En una de
esas recogidas corrí hasta el rincón de nuestro pabellón y se veía a
un grupito de estudiantes rodeando a dos compañeros.
—¿Qué hacen? Pregunté al acercarme.
—Practicamos para la selección interna —respondió uno de
ellos abriéndome un poco de espacio.
Al ver lo que hacían grande era mi sorpresa al ver a Usca,
un compañero humilde y puntual. Pero que jamás imaginé que le
gustaría el Ajedrez. Al fijarme en la cantidad de piezas comidas
parecían que estaban parejos.
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El estudiante al frente tenía puesto un cordón de varias trenzas
que significaba que era un policía escolar.
Entonces, me quedé pensando.
—¿Si esto fueran dos conflictos de estado?
—No creo que sean dos conflictos —respondía alguien—.
Míralos todos están disfrutando del juego.
Más tarde, al frente de casa, también había un conflicto, pero
de reglas. A cada lado del tablero la partida era de todos.
—¡Si lo haces, lo haces! Reclamaba alguien al rival del vecino.
—Así es, ¡pieza tocada, pieza movida! Agregaba otro.
La pieza tocada y pieza movida lo había aprendido en mi
primer juego con el vecino y era una regla general para que nadie
pueda cometer una locura.
—Todo debe estar muy bien planificado y nada debe ser por
casualidad. No puedes tambalear en el juego de la vida —decía
mi profesor de Métodos de la universidad donde estudiaba. Él
conocía bien el perfil de un ingeniero, y decía a cada rato:
—No conozco a un ingeniero que esté tan mal en su vida a
nadie
—agregando— Quién está mal tiene que asumir que no es
ingeniero y que se dedique a otra cosa.
En aquella clase, yo, estaba sentado adelante y recordaba a la
pieza tocada y pieza movida, preguntando:
—Profesor, ¿qué hay de la casualidad?
—La casualidad es producto de lo planificado, por tanto, no
existe.
Después de haberme instalado en esta ciudad me preguntaba
si aguantaría un año, o siquiera dos estando lejos de mi familia.
Al parecer había planificado todo. Han pasado cuatro años, pero
¿en qué momento pasó todo?
Lo único que sabía después de la lección de Métodos era que
tenía que pagar el alquiler por adelantado porque la dueña de la
casa había enfermado. Entonces, me puse a reflexionar si todo
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esto era a consecuencia de haber llevado una vida desordenada
e irresponsable, lo único que sé, es que repararlo, me ha costado
parte de mis mejores años. Tan pronto como despierto me pregunto
por qué tuve que tocar la puerta del fracaso si a un costado tenía
la puerta que daba al éxito. Cuando lo noté parecía ser tarde pues
había pasado a sentarme en su sala.
Por consiguiente, don Antonio llevaba una gran ventaja y se
daba el lujo de conversar con todos, en cambio, su rival cometía
una y otra vez el mismo error. Cambiando una ficha de mayor
valor por un simple Peón. Al cabo de un rato era imaginable
que la derrota fuera sonante. Al fin el vecino tenía dinero para el
almuerzo. Los 2.50 nuevos soles que había alzado eran del mismo
valor que un almuerzo en uno de los mejores restaurantes en el
pueblo.
—¡Él pagó pato! Se escuchó decir al zapatero.
Pero por algún motivo este no lloró ni siquiera se sonrojó como
yo lo había hecho; al contrario, concluyó con un simple saludo.
—Muchas gracias. Volveré para seguir jugando.
Al marcharse dejaban solo el lugar, y sobre las dos cajas el
tablero y las piezas muy bien ordenadas.
Al rato, cuando apoyaba en las ventas en el negocio de papá,
noté que unos pequeñines comenzaban a rodear las piezas.
—¡No vayan a tocarlas! Grité fuerte.
—¡Solo las vamos a ver! Respondieron.
—Entonces con cuidado, ¡sobre todo con el Rey!
De todas las piezas del Ajedrez me encanta mucho el Rey
porque es el centro de todo, el completo, el principal a quién todos
deben de cuidar y del que todos dependen. Si la suma de todas las
piezas se aleja del valor cero que representa el Rey sencillamente
todas las piezas no tienen valor. Yo le llamo corazón en la vida
real. Porque si uno pierde la fe o la humildad de nada sirve que
tengas tantas cosas construidas.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al llegar la noche un tablero siempre invitaba a posar sobre
su mostrador a cualquier jugador. Era algo raro no verlo contra un
retador, y era más raro verlo levantar las piezas en ambos lados.
—Está loco —dije, advirtiendo a mi padre desde la ventana del
pequeño cuarto.
—Es una forma de llamar al rival.
—¿Una forma de llamar al rival?
Desde hace años la Provincia vivía del desarrollo de la actividad
minera y traía a numerosas personas que llegaban al pueblo a
trabajar y que conocían de este deporte. Entre esas personas
comentaría desesperado mi padre que un hombre con la fachada
de minero se acercó a la tienda de don Antonio para comprar unos
cd de música. Al verlo practicar solo inmediatamente lo desafió.
Dicen que fue con un saludo de manos, y al poco tiempo, el
minero se hacía con el primer triunfo. Entonces comenzaron una
segunda partida y nuevamente se hacía con otro triunfo.
El juego había reunido a una gran cantidad de personas y entre
ellos varios jugadores, quienes, al ver la técnica del forastero,
solamente prestaron atención.
Entonces, mi hermano llegó corriendo a casa para ponerse un
abrigo y visiblemente emocionado gritó desde abajo.
—Cholooooo... ¡Llegó alguien que le está dando una paliza al
vecino!
Al escuchar el grito bajé corriendo para ver lo sucedido.
Al llegar su tienda estaba repleta de personas abriéndome
rápidamente paso entre sus piernas, y al sacar la cabeza ya era la
tercera partida que perdía. Al menos así lo advertían las monedas
amontonadas a un costado del minero. Don Antonio armó
rápidamente el tablero, y metiendo una mano al bolsillo de su
pantalón sacó varias monedas para vaciarlas sobre la mesa.
—¡Multipliquemos la apuesta! Dijo.
Quiénes presenciamos el acontecimiento teníamos la mirada
en él, quien únicamente se fijaba en el tablero. Los comentarios
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iban llegando sobre la forma en cómo se inició la masacre y era
visible la desesperación en su rostro, que, a diferencia del minero,
él podía leer un diario de noticias con una gran tranquilidad.
Minutos después ya era otra partida ganada.
—¡Qué tarde se nos hizo! Mencionó el minero.
—No es tarde aún, ¡juguemos una más! Respondió, asomándose
hacia la caja de las ventas del día.
—¡Aquí está mi apuesta! Poniendo sobre la mesa un billete de
20.00 nuevos soles.
—No hagas eso —decía el minero, agregando— Vendré
mañana. No es necesario apostar demasiado —y le dio la mano.
Pero de un artero palmazo don Antonio rechazó el saludo e insistió.
—¡Juguemos una más! ¡He dicho!
El minero no se hizo problemas y comenzaron una nueva
partida.
Al ver los movimientos errados los presentes empezaron a
recriminar su manera de jugar pidiéndole que termine el juego.
Pero él continuó, y solamente después de tantos errores, casi
acabando el juego, por no decir, producto de un gran miedo,
abandonó la partida y se metió cómo un grandísimo cobarde a su
pequeño cuarto.
Nos fijamos en el minero con tremenda rabia, al parecer
algunos querían ajusticiarlo, pero nadie hizo nada para defender
la casa. Entonces, el minero no se movió ni se intimidó ante la
mirada de todos. Más al contrario, terminando de armar las piezas
en el tablero, cogió sus cd de música y cantaba una canción.
—¡Señor! ¡No olvide sus apuestas! Advertía alguien.
—No he venido a apostar. Díganle caballeros que aquí lo dejo.
No era necesario llegar a esto…
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
EL COMIENZO
Al día siguiente despertaba sentado en el pequeño cuarto.
—No te duermas en la azotea otra vez —dijo mi hermano,
agregando—. Si nadie te encuentra vas a morir congelado.
—¡Dios! Estaba admirando al minero y me quedé dormido.
—Te hemos buscado por horas. ¡No vuelvas a asustar a la
familia de esta manera!
Al mirarme en el espejo, me pregunté:
¿Quién era él para enseñar el Ajedrez de esa forma?
Todavía no terminaba de poner los pies en los zapatos y me
proponía en tener su modelo de juego—. Yo quiero ser cómo él.
En adelante con un cuaderno tomaría nota de sus características.
Su forma de pararse y las veces que iba a sentarse junto a las
cajas de cartón y su forma de caminar que parecía alicate por lo
subidito de peso. Parecía que el trabajo en mina había hecho un
gran trabajo con él. Pero esa magia de administrar el juego lo
hacía ver diferente a los mineros que gustaban solo de mujeres y
el trago.
Así que, concluyendo mi borrador, al parecer, no me había
dado cuenta de que la fantasía en él era su paciencia. No amargaba
con nadie, y si bien aparecía alguien a pedir una limosna le daba
todo lo que ganaba. Esto lo deducía don Antonio al notar que me
rascaba la cabeza.
—No es la vestimenta lo que hace mejor a ese hombre, ni su
gran juego ni su trabajo.
—¿Qué es entonces?
—Es su forma de ser con el juego.
—¿Su forma de ser? Pero si te para ganando tus centavos.
—No importa si me gana o a qué juega, sino cómo juega.
—¿Se siente bien jugando con él?
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¡Lo disfruto! Al inicio es como tus apuntes y quieres tener el
mejor resultado, pero no es así.
Después de su ayuda ya tenía una pequeña conclusión en mi
cuaderno:
Dejarlo todo en la cancha, como en el Fútbol, donde tienes que
sudar la camiseta si quieres vencer. Solo que, en el Ajedrez, no se
gana pensando siempre, se gana también con ser un caballero.
En el transcurso de los días, motivado por las acciones del
minero y los consejos de don Antonio, esperaba mi turno a un
costado del tablero. Por alguna razón no tenía miedo de pedirles
un juego. Al poco tiempo de un promedio de 10 partidas una era
para mí. En total había jugado como 20 juegos en todo este tiempo.
Parecía hacerlo de una gran forma hasta que al revisar mis apuntes
me di cuenta de que no les había ganado un solo juego, ni siquiera
les había sacado un empate.
Pero no importaba. Yo todavía tenía 13 años de edad en aquel
entonces y podía sentir el final del mundo muy lejano. Después de
varios años. Yo no sé por qué siento vergüenza de pedirle un juego
a alguien.
Lo bueno en todo este tiempo, es que, a pesar de las derrotas,
había aprendido a la perfección el Enroque Largo y el Enroque
Corto, y conocía el premio que podías reclamar cuando un Peón
llegaba al último casillero. Con todo lo aprendido, una mañana lo
demostraría al vacilarme con mis compañeros. Aquel día habíamos
terminado una seguidilla de partidas y me alistaba para saltar por
el canchón del colegio para dirigirme donde el vecino, cuando un
compañero de mi sección dijo:
—¡Corre! Te llama el profesor de Razonamiento Verbal.
Al ingresar al salón se escuchó desde su escritorio—. No has
entregado tus trabajos. Creo que eres candidato a jalar el año escolar.
Mirando al resto de mis compañeros me di cuenta de que había
olvidado mis deberes académicos por completo.
No había presentado trabajos ni siquiera había asistido a la
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
mayoría de las lecciones de clase.
En los cursos siguientes algunos profesores pensaban que me
había retirado del colegio.
Después de pasar un mal rato miraba la ventana hablando en
voz baja.
—Estaba bien con el Fútbol ¡Maldita sea! Agregando—. ¡Por
culpa de todos me estoy jodiendo!
Al llegar a casa pasaba sin mirar la tienda del vecino y me
metía a casa lo más rápido posible. En el transcurso de los días
evitaba en toparme con el tablero. Después de un tiempo parecía
lograrlo. Hasta que una noticia de la radio llegaría a la pequeña
cocina donde mamá escuchaba muy feliz su huaynito y nos servía
al mismo tiempo el rebosante arroz con fideo, aquel segundito que
era herencia de la abuela Dora.
—Un platillo fácil de preparar —le decía a papá, quien no
sabía cocinar y estaba atento al inicio de las noticias locales.
—Shuuu no hagan bulla —respondía.
Guardamos silencio y dijo nuevamente—. Parece que quieren
tomar la minera.
A mi padre le gustaba estar al tanto de los sucesos en el pueblo.
Cuando a los pocos minutos mi hermano quien estaba a su costado,
mencionó:
—¿Escucharon? ¡Los juegos escolares van a comenzar!
Dirigiendo su mirada hacia mí.
—¿Cómo va tu preparación en el Fútbol? ¿Vas a participar?
Preguntó papá.
Después de unos minutos de silencio, respondí:
—No lo sé.
—Recuerdo esos años: la pelota de cuero y la cancha de tierra.
Yo si tuve una gran juventud —agregó.
Cuando papá recordaba en la mesa sus mejores momentos en
el Fútbol parecía sentirse orgulloso de que estemos en el mismo
camino, por no decir, hasta nos partía su enorme presa de carne.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al mirar su rostro esbelto, producto de esa noticia, cogí el
platillo y salí corriendo de vergüenza.
El miedo de las notas en rojo empezaba a ser un dolor de
cabeza. Nadie en casa imaginaba que estaba hasta las patas en lo
académico.
Desde hace años salía a divertirme a las extensas pampas
del pueblo. Perderme con el balón en la “pampa escuela”, una
cancha a la que llegaban numerosos deportistas a tempranas
horas. No tenía cerco y era de tierra y podías hasta dormir una
siesta. Un gran lugar donde había afinado mi pasión deportiva
hacia el Fútbol, sin embargo, ya no quería estar en ninguna de
las dos disciplinas.
Después de meditar sobre mi desempeño académico había
asegurado que tendría cambios. Así que, durante las semanas
siguientes, mis asistencias a clases se hacían notables. Así
comentaban algunos profesores—. Algo está pasando. Parece que
todavía es mediodía —alardeando algunas bromas por lo moreno
de mi piel.
Ya en el recreo. Me encontraba en la tienda escolar donde
trataba de alcanzar alguna golosina advirtiendo a un costado unos
tableros de Ajedrez. Parecía ser una competencia. Al acercarme
ya casi terminaban el juego y de repente se escuchó:
—¡Ahora quién le entra!
Recordando la fecha de la selección interna las disciplinas
deportivas ya debían tener a sus representantes.
—¿Nadie? Se volvía a escuchar la invitación del profesor,
quien estaba sentado frente a un estudiante. Al ojear la partida él
tenía una Dama de ventaja. Toda una partida bien ganada.
—¡Yo por favor…! Quiero intentarlo —respondía de un
momento a otro.
Los estudiantes presentes se hicieron a un costado y el
muchacho se levantó diciendo:
—¡Vamos, inténtalo!
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Bien, veamos qué pasa —agregó el profesor.
Tenía 26 años cuando un trabajador minero, en realidad un
Ingeniero, mencionó—. “Vamos, inténtalo”.
Nos conocimos al despacharle mercadería a su área de trabajo.
Después de un tiempo entramos en confianza y podíamos contarnos
las historias de mina y yo le contaba las de mi pueblo. Un día, mi
empresa con la que laboraba comenzó a tener problemas financieros.
Tenía trabajadores impagos y les debía a mis proveedores, por lo
tanto, no podía cumplir con el abastecimiento a todas las áreas que
requerían de suministros esenciales. Cuando se dio cuenta de mi
situación me invitó a viajar a la ciudad de Lima. Yo accedí porque
tenía que comprar ciertas mercaderías. Pero jamás imaginé que el
viaje cambiaría mi vida.
Recuerdo que pasábamos por una calle y me dijo —¡Mira esa
universidad! Agregando al instante—. Anda ve y pregunta si hay
forma de postular —Pero no he llegado a postular —le respondía.
—¡Vamos, inténtalo! Entonces fui a la universidad y me
matriculé. Al día siguiente era el examen de admisión, y más tarde
cuando dieron los resultados había ingresado. En adelante no
conocía lo que vendría. Pero no lo pensé dos veces y ya me había
alquilado un pequeño cuarto. No necesité tantas cosas. Una cama,
un par de mesas y unas mantas eran suficientes.
Después de un mes en la universidad recordaba aquella
invitación del vecino y la del profesor. Desde entonces pienso que
es tan importante decirle a alguien—. ¡Vamos, inténtalo!
Al terminar la partida después de un intenso juego el profesor
soltó una hermosa palabra.
—¡Felicitaciones por el empate!
Estaba lleno de incertidumbre puesto que no sabía cómo lo
había logrado, tan solo sentí en ese momento prenderse algo en
mis ojos.
—Nadie en toda la mañana le ha podido empatar al profesor y
él lo hizo —murmuraban los estudiantes.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¿De qué grado eres? Preguntó el profesor.
—Del tercer año.
—Te voy a anotar.
—¿Anotarme? ¿Qué son estos apuntes?
—Es la programación de mañana. Te acabo de inscribir para la
competencia interna.
—Pero no es mi deseo participar —respondí.
—¡Vamos! ¡Solo inténtenlo! Concluyó.
Al tocar la sirena pidió que volviéramos a clases. Al llegar a la
puerta no lo pensé dos veces, y cogí la mochila para abandonar el
colegio por la parte trasera.
Con el uniforme puesto, ya estando en la puerta de su tienda,
dije:
—¡Buenos días don Antonio!
—Buenos días, ¿y ese milagro? Preguntó.
—¡Juguemos una partida!
—¡Por supuesto! A estas horas no hay con quién distraerse.
—No diga eso señor Antonio. Solo juegue.
—¿Y ese uniforme? Volvía a preguntar al fijarse en la sombra
de la calle—. Parece aún temprano, ¿no te habrás tirado la pera?
—Ya no importa. Por favor, comencemos.
Entonces las partidas pasaban una tras otra y todas eran
derrotas. Por alguna razón aquel empate me tenía aguantando. Al
llegar el décimo juego, y visiblemente algo cansados, él celebró
con un grito—. ¡Al fin un empate! ¡Al fin chiquillo!
Me cogió de las manos y de un apretón agregó: ¡Felicitaciones!
Fueron estupendos juegos— Ahora deja en orden el tablero.
Comencé a ordenarlos sin equivocarme, y al rato salía volando
donde mis padres.
—¡Papá! ¡Mamá! ¡Por fin un empate!
Al escuchar mi madre los gritos, respondió:
—¿Qué dices? ¿Empate? No estés jodiendo y anda ve a limpiar
el pasadizo y cámbiate esa ropa.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Más tarde el pasadizo brillaba como nunca. Después de
las órdenes en casa me encontraba en la azotea, pecho arriba,
abrazando con fuerza a la escoba.
Al día siguiente esperaba en el salón donde se realizaría la
competencia interna y los concursantes iban llegando poco a
poco. Por lo que recuerdo al inicio tenía poca aceptación, pero de
la noche a la mañana, el deporte para la cabeza, como lo conocía
don Antonio tomaba fuerza.
“Esta disciplina debe enseñarnos a planificar”, recordaba al
minero explicando una de las principales virtudes. Yo no entendía
si había planificado algo, lo único que presentía era que las
diversas lecciones parecían tener efecto. Es cómo responder un
jaque con otro jaque.
La competencia interna iniciaba. A un rincón esperaba mi turno
cuando mis pies comenzaron a temblar terriblemente. Entonces
me toqué el muslo y lo aguanté fuerte y este dejó de temblar. Pero
al rato salía corriendo a los servicios higiénicos. Al regresar era
Frank quien se cogía los pies. Al verlo comenzamos a reírnos por
su visible nerviosismo.
Al final de la mesa, después de unas largas preliminares, el
colegio ya tenía sus representantes en la disciplina de Ajedrez.
Junto a Yohana, Tatiana, Frank, Usca y Oscar, quienes
demostraron un excelente nivel en esta etapa, tendríamos la gran
responsabilidad de dejar en alto el nombre del colegio.
—Ahora ustedes son responsables de dejarnos en la cumbre,
arriba, por todo lo alto —mencionaba la delegada, a quien nos
asignaron para acompañarnos durante todo el proceso.
En adelante teníamos que afrontar la etapa local de la mejor
manera y comenzar nuestra preparación. Acordamos horarios de
entrenamientos y formas de seguir practicando fuera del colegio.
Cada uno buscaba la forma de capacitarse y yo encontraba unos
folletos de Ajedrez en la tienda de mis padres.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Los folletos contenían unas instrucciones básicas y algunas
reglas que ya había aprendido. Comenzaba a pensar que un libro
era lo ideal. Pero, después de buscarlo, la gran mayoría de los
establecimientos en el pueblo no conocía sobre el libro. Cuando
parecía que no encontraría siquiera uno, en la plazoleta vecinal un
lugar donde venden chatarras y todo lo que no sirve podía verse
en una bolsita la imagen de un caballo. Al acercarme era un libro
de Ajedrez.
—¿Puedo ver el libro?
—¿Cuál?
—Esa. El qué está al fondo de todos esos libros.
Al pasármelo todavía el polvo en su empaque brillaba. Parecía
que lo tenían guardado tiempo.
—¿Su precio?
— Esa… Cuesta 20.00 nuevos soles
—¿20.00 nuevos soles? ¿Y por qué?
—¡Es el único que me queda!
—Está bien, pero hágame una rebaja.
Al contar las monedas que había traído no llegaban ni a los
5.00 nuevos soles. Pagar el libro representaría ahorrar 40
propinas, o sea 40 días sin consumir nada en el recreo.
Después de negociar el precio quedamos en 15.00 nuevos
soles.
—¡Por favor, no lo venda! Voy a conseguir el dinero faltante—dije.
—No te preocupes. No creo que nadie lo lleve.
—¿Qué dice?
—Tengo el libro varios años en esa bolsa.
—¿Y? ¡Mejor aún si lo compro! Voy a volver, pero hágame
más rebaja.
Desde niños fuimos ingeniosos para conseguir los que nos
proponíamos. El arte de las ventas corría por nuestras venas. Aun
mirando la tapa del libro planificaba la forma de conseguir el
dinero.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Por esos días unos caballeros llegaban al pueblo a promocionar
una colección de álbum y estampillas. El lugar para la distribución
era la tienda de mis padres. Recordando esto, una noche, antes de
que cerraran la tienda sustraje unos paquetones de figuritas.
—Yo solo quiero las claves. Perdóname Diosito —decía,
comenzando a desvalijar los sobrecitos.
La idea era sacar las claves y venderlas al mejor postor. Por
suerte la colección regalaba a los primeros llenadores grandes
premios y esto hacía que el interés sea mayor por la colección. Si
lograba tener éxito con el dinero podría pagar el precio del libro,
incluso hacer un pedido de un nuevo Libro.
Dos días después ya estaba sacando la bolsita que cubría el
libro. Al limpiarlo con un trapillo se podía leer en pequeñito: “Las
jugadas de Kaspárov”
Entonces bastaron dos días para terminar de venderlas, incluso,
había sobrado un poco de dinero.
Al reponer las demás figuras en sus sobrecitos y hacerlo parecer
un paquetón nuevo me dirigí para devolverlo a su sitio. Al reponerlo
noté en una de los andamios unas bolsas que contenían tableros de
Ajedrez. Contando todo el dinero que tenía me dirigí a papá.
—¿Cuánto cuesta?
—¿Qué dices? Respondió.
—La bolsa de Ajedrez, ¿cuánto cuesta?
Más tarde, después de pasar grandes cuestionamientos por la
compra, me encontraba sobre una manta que tomé prestada de
mamá para iniciar con mi entrenamiento.
—Aquí serán mis entrenamientos— dije, tendiendo la manta.
Al rato iniciaba a dar lectura al libro. Pero no pasó ni una hora
y no lograba entender las anotaciones.
—¿P4D, P3R; C3AR, C3AD? ¿Qué es esto? Me pregunté
rascándome la cabeza.
De inmediato pregunté a papá—. ¿Sabes qué es esto?
Lo miró, pero parecía más confundido—. Qué será esto pues…
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al preguntar a don Antonio sobre las anotaciones, solamente
movió la cabeza—. Ni idea chiquillo de cómo se lee.
Al día siguiente, les mostraba a mis compañeros para saber
si entendían; al rato, solo Oscar reflexionó un poco—. Son las
anotaciones de las partidas jugadas anteriormente —agregando al
abrir el libro—. También he tratado de resolverlas con un libro en
casa que papá me regaló, pero fue inútil. Nadie aquí sabe leerlo.
Extrañado cogí el libro y lo dejé en un rincón del pequeño
cuarto. Por consiguiente, el remedio sería las dos cajas de cartón.
Si bien no podía enfrentar con frecuencia a los que más conocían
del Ajedrez, es con el Zapatero que comenzaríamos a perdernos
en interminables juegos. Después de un tiempo las lecciones
quedaron como la del señor del tornillo:
“Dicen en la vida quién pierde el tablero gana la mesa. Las
personas que van para adelante no se fijan en qué perderán hoy,
porque conocen lo qué ganarán mañana”.
Habíamos jugado como 10 partidas y todavía no podía ganarle
un solo juego. Era la noche anterior al inicio de la etapa local y era
el último juego. Don Antonio todavía me miraba a los ojos cuando
sucedieron una serie de jugadas.
Ese día, antes de dirigirme al banco, después de presenciar el
juego en el centro comercial, recordaba que la primera vez que
había planificado una serie de jugadas en mi mente fue de chiquillo.
Sí el cliente no le compraba a mi amiguito, yo tenía que esperarle
a la otra cuadra. Si no quería entraba mi otro amiguito, pero de
todas formas tenía que suceder la compra. Al final no le quedaba
más que comprar a la fuerza. Si yo conocía las consecuencias de
no pagarle al banco, ¿por qué lo seguía haciendo? No entiendo
por qué sigo con esta partida si voy perdiendo.
Después de magníficos movimientos este era mi momento.
—¡Jaque Mate!
Don Antonio miró el tablero, y con una sonrisa respondió:
—Ahora anda ve y descansa que mañana es tu juego.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Gracias, vecino.
—¡Clasifica y represéntanos bien!
—¡Lo haré!
No había terminado de armar las piezas y estaba saltando por
toda su tienda.
—¿Te ganó? Preguntó su hijo Elías.
Me dejé ganar para su juego clasificatorio —respondió.
Escuchaba la conversación con su hijo, pero no importaba. Al
día siguiente llegaba a la competencia algo distinto.
—¿Qué te pasó? Preguntó Oscar.
—Chicos, siempre confíen en el tablero que llevan dentro —
respondí.
Al finalizar el torneo habíamos clasificado a la siguiente etapa.
Al llegar la ceremonia final el encargado de organizar la etapa
local solo dio unas palabras de agradecimiento.
—¡Vaya gesto de los organizadores para ser un torneo local!
Mencionó uno de los delegados.
—Por lo menos deberían darles unos incentivos escolares ¡Así
son estos! Sentenciaba muy fastidiada nuestra delegada.
En adelante recibimos el apoyo de la dirección: una pequeña
mesa y dos sillas y una computadora que tenía instalado el
programa de Ajedrez. El programa era un sistema inteligente de
juego y cuentan que nadie pudo ganarle ni siquiera el mejor del
mundo, un tal Kaspárov.
Después de unos días acordamos tener un correcto programa
de entrenamiento. Pero al poco tiempo nos dimos cuenta que
la mesa y la computadora no eran suficientes y peleábamos por
sentarnos en una silla. Entonces cada uno vio la forma de entrenar.
En consecuencia, los rincones del colegio se convertían en un
buen punto de prácticas. En cambio, yo estaba decidido a jugar
con todas las personas que llegaban a la tienda de don Antonio.
Solo había un detalle. A ellos les encantaba apostar.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
No podías enfrentarlos si no tenías las apuestas que ellos
ofrecían. Por lo tanto, tenía que conseguir el dinero.
Después de cuadrar con las pequeñas piedras en la azotea mi
plan tenía forma. Ahora tendría que sacrificar todos mis recreos.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
MI PRIMERA APUESTA
Al conocer que les gustaba apostar hasta la risa. Las propinas que
mis padres me daban para los dos recreos en el colegio comencé a
ahorrarlos.
Una propina a diario me alcanzaba para medio juego. Dos
monedas de 0.50 centavos alcanzaban para un juego. Solo que ellos
durante el día podían tener hasta veinte juegos. Unos días después
lograba ahorrar cuatro monedas de 0.50 centavos. Entonces ya tenía
para un par de juegos; ahora quedaba ponerme en la cola. Al llegar
mi turno, alguien dijo:
—¡Mira! ¡Ese escolar va a enfrentarle al viejo!
Me alistaba para iniciar la partida cuando mi cuerpo sintió un
rodillazo.
—¿Y el colegio?
Al ver quién era me quedé mirándolo.
—¡Vas a ver que le diga a papá sobre esto! Gritó mi hermano.
—No les digas, por favor —le supliqué.
Al rato, era el señor del ternillo quien demoraba en responder a
las jugadas.
—¡Le está metiendo su pare! ¡Parece bueno el chiquillo!
Murmuraban los presentes.
Sentía una calma al escuchar los comentarios, pero a pesar del
esfuerzo en dos partidas él me dejó sin ingresos.
—Juegas bien —dijo, saludándome con la mano.
—Muchas gracias señor.
Al levantarme del asiento atrás esperaba mi padre moviendo la
cabeza.
—Cómo qué juegas, ¿no? Ahora ve a ponerte al día.
La satisfacción de haberlo enfrentado fue grande. Podía haber
hecho algo más. Tan solo era tener el presupuesto para aguantar
todas las partidas.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
En esta etapa me había dado cuenta de que practicando más
podría mejorar mi nivel de juego. Entonces las propinas eran
importantes, pero a la vez insuficientes. Si quería enfrentarlos más
seguido tendría que tener al menos una cantidad de dinero.
Días después una nueva colección de figuritas era promocionada
en el pueblo. Para mi suerte también regalaba fabulosos premios a
los llenadores.
Con la misma estrategia al sustraer los paquetones encontraba
las figuras claves. Los coleccionistas eran en su mayoría escolares y
hacían hasta lo imposible por conseguirlas. En todas las colecciones
nadie medía su gasto con tal de llenar un álbum. Aprovechando esta
situación planifiqué la forma de ganar más dinero.
Al día siguiente, antes de salir para el colegio, conversaba con
uno de ellos.
—¿Qué número te falta?
—Me faltan seis y no encuentro ninguno —agregando—. ¡Por
favor, ayúdame!
—Te voy a ayudar, pero más tarde —respondía entre risas. Ya en
el colegio, gritaba a cuanto estudiante se cruzaba.
—¡Vendo claves para el álbum de colección!
Mi plan consistía en generar conflicto, en otras palabras,
especular el mercado.
Entonces los estudiantes comenzaron a amontonarse.
—A ver, ¿dónde las tienes?
Mostrándolas cuidadosamente—. ¡Aquí están!
—Pucha... No puede ser, ¡tiene las claves!
—Véndemelas, por favor —dijo agarrándome de la mano un
pequeñín que parecía del primer año.
Las colecciones de álbum eran increíbles y podían reunir a
personas de todas las edades en un solo lugar. Ver a un muchachito
de 7 años vendiéndole a una persona de 50 años era completamente
normal.
—A cuánto las vendes —se prendía en desesperación otro
estudiante.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Cada sobrecito tenía un costo de 0.20 centavos y contenían tres
figuritas en su interior. Así que, redondeando cada figurita no tenía
por qué ser mayor a 0.10 centavos.
Al notar la desesperación de ellos, dije:
—Las venderé por la tarde ya saben dónde. Pero cada una cuesta
a 0.50 centavos.
Al llegar a la tienda de mis padres alguien gritaba fuerte.
—¡Tengo claves en venta!
Y los coleccionistas se le acercaron asomándome también a ver
qué tenía.
—¡Maldito! ¡Me va a ganar con la venta! Dije.
Rápidamente le ofrecí todo mi dinero por sus claves.
—No te alcanza. Aquí hay cómo 10.00 soles —respondió.
Corrí donde papá para inventar que faltaba comprar víveres para
la cena y sin titubear por el hambre me dio un cheque de
10.00 nuevos soles. Con eso me sobraba para comprar sus claves
y comenzar a monopolizar la venta.
Ahora quedaba no hacer ruido, porque era compromiso de la
tienda con los distribuidores no alterar la venta. Era un acuerdo que
solo conocían las dos partes, pero no los coleccionistas, por lo tanto,
muy avivado les susurré al oído.
—Amigos, tengo las claves.
—¡Chuta! ¡Vamos, vamos, véndemelas! Gritaban.
—Cada estampilla a 0.20 centavos y las claves a 2.00 soles. Se
agarraban los pelos unos estudiantes.
—No seas malo, ¿2.00 soles cada una? Te ofrezco 1.00 sol y
dámela todas.
No podía perder la venta. Las había comprado las claves a ese
precio y las otras figuritas costaron horas en desvalijarlas.
—Mira. Te voy a separar un par de claves, pero necesito tu
ayuda...
Más rato, el lugar parecía una subasta.
—¿Quién da más por el Águila?
—Ten 2.00 soles y dámela.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
El chico al que convencí para especular la venta cogió mis
manos, y dijo:
—Toma 2.50 soles y dámela a mí.
Al final del día les había vendido a 3.00 soles en promedio cada
figurita. Logrando reunir casi 50.00 soles. En total fueron diecisiete
figuritas las vendidas, prácticamente el doble que la experiencia
anterior. Ahora, el dinero debía servir para alcanzar todas las
partidas posibles.
Transcurrido un tiempo jugueteamos una buena cantidad de
partidas. Si bien alguien llegaba sin apuesta era una gran oportunidad
para tener más juegos. Durante ese tiempo me hice amigo del señor
del ternillo y el minero, de quienes aprendía no solo de las partidas
sino también de sus consejos.
Una noche con don Antonio nos enfrascamos en varios juegos
llegando a perder la razón del tiempo.
—Mejoraste en tu juego ¡Felicitaciones!
—Gracias, señor.
—¡Por fin tenemos varios empates!
—Es tablas señor, los empates son para otros deportes.
—¿Tablas? ¿De dónde sacaste eso?
— Lo leí en algunos textos, pero es así como debe llamarse. Él
sonrió, advirtiendo rápidamente.
—¿Qué pasó aquí y la gente?
Al mirar la avenida se hallaba en silencio. Entonces nos fijamos
en la manecilla del reloj en la pared y eran la 1:00 de la mañana.
—Es madrugada… ¡Rayos!
—Creo que nos echamos más de diez juegos.
—¿Olvidamos la hora don Antonio?
—Así parece...
—¿Y las personas…?
—Debieron irse que no me di cuenta.
—¿Ahora qué hacemos?
—Anda a tu casa… rápido y no hagas tantas preguntas —
agregando—. Ayúdame con esto… Entramos los parlantes que
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
todavía sonaban y su puerta quedaba medio abierta.
Al rato, lancé un grito para levantar a todos en casa.
—¡La puertaaa!
Entonces se abrió la ventana y salió volando unas llaves y con
las llaves un grito.
— ¡Cállate! Qué vas a despertar a todos.
—¿Pancho?
—Sí. Soy yo.
—¡Panchitooo!
Panchito era uno de los primos más queridos de la familia y
podría ser incluso el hombre más alto entre todos. Él ha vivido casi
toda su vida en el campo, en las tierras de papá, los “Molloccahuas”,
una hermosa comunidad que para llegar a ella tienes que pasar por
un hermoso río; y encima, precariamente, un puente colgante te
lleva a las más hermosas montañas de la provincia, pero también
al cementerio donde descansan nuestros papagrandes.
Es él, en ocasiones, quien llega a cuidar los precarios cuartos de
casa y se le confían siempre las llaves por su gran honradez.
—¿Panchito, por qué no me avisaste?
—¡Te grité pues cojudazo! pero no escuchaste.
—¿Me gritaste…? ¿Cuándo…?
—Seguramente no escuchaste por el sonido de los truenos.
—Pero, ¿qué te costaba venir? Dar unos pasitos.
—Quería cruzar la avenida, pero se puso todito como un río.
—¡No me digas que ha caído la lluvia!...
—¡Sí pues! Ha caído una fuerte lluvia.
—Te juro que ni cuenta me di ¿Y mis papás...?
—Tus padres ya están adentro. ¿Ves? Ni eso te das cuenta.
—Jajaja.
Nos reímos con Panchito por su forma de hablar. A los pocos
segundos abrí la cortina de la ventana y don Antonio miraba la
soledad de la noche, cuando repentinamente miró hacia la casa. Al
verlo cerré la cortina. A los pocos segundos abrí la cortina y su
puerta ya estaba cerrada.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Perdimos la noción del tiempo… qué extraño —dije, tocándole
el hombro y agradeciéndole por el servicio.
—¡Eso no es nada sonsonazo! Respondió de inmediato—. Anda
duerme en el campo y verás que el silencio te come de miedo
—agregando—. ¡Qué harías tú si lo vez todo oscuro! Entonces
nos reírnos hasta quedarnos dormidos.
Más tarde, en la formación del colegio, dos estudiantes
comentaban lo sucedido:
—¿Notaste el apagón anoche…?
—Sí. Lo noté y fue horrible.
—¿Es cierto que volaron unos transformadores?
—Sí. Es verdad. En mi barrio hasta ahora no tenemos luz.
—Es verdad entonces que no habrá luz por algunos días.
—Fue horrible. Sobre todo, con los comuneros que han muerto.
—¡Qué pena por ellos!
—Seguramente estaban pasteando los ganados...
Recuerdo cuando mamá solía llevarme a la estancia, el lugar
donde vivía Pancho y algunos familiares, y corría por sus campos
hasta quedarme cansado. A lo único que le tenía miedo era al
tremendo silencio que se formaba al llegar la noche. La única casa
que podía verse era al fondo de la montaña y alumbraba solamente
con una velita. Cuando esta terminaba de encenderse todo se volvía
oscuro. Aunque no solo era el silencio, había siempre algo más en
el campo que lo volvía una gran pesadilla.
La conversación de los estudiantes me había dejado aterrado.
Yo nunca había visto morir a alguien en el campo; entonces,
rápidamente, me dirigí a clases porque presentía que algo iba a
pasar.
No terminaba de acomodarme cuando el profesor del curso de
Matemática, de quien no tenía noticias hasta entonces, dijo:
—¿Señor Puma? ¡Necesitamos conversar!
—Diga profesor —respondí, acercándome a su escritorio.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Ahora, qué hacemos contigo, ya no asistes a clases y tu
promedio se está desbarrancado. Si esto continúa dudo que apruebes
mi curso.
Me mostraba las asistencias y las notas.
—¿Qué ha pasado contigo? Preguntó.
—Creo que me descuidé por estar pendiente de las olimpiadas.
—¿Estás participando en el equipo de Fútbol?
—No profesor.
—¿No? Pero si te veía dándoles de pelotazos a todo el mundo.
—Eso era antes. Ahora estoy con el equipo de Ajedrez.
—¿Qué…?
—Representaré a la provincia con esa disciplina.
—Bueno… Si juegas ajedrez, ¿por qué estás tan mal en mi
curso? No me explico.
De pronto unas lágrimas cayeron sobre su escritorio. Me sequé
rápidamente con la manga de mi camisa y con un trozo de papel
comencé a borrar el aguacillo que se había formado en su agenda.
—Me gusta el Ajedrez y necesito de su apoyo.
Me miró de frente y cogió su agenda. Después de idas y vueltas,
respondió:
—Vamos a ver qué pasa en estos últimos meses. Así que prepárate
bien y no descuides tus estudios.
Después de recibir un par de consejos ahora tenía al doble de
trabajos para realizarlos en casa. Con el compromiso de entregarlos
en el transcurso, al parecer, terminaba todo. Parecía que no tendría
más problemas hasta que alguien entró al salón de clase y se puso a
repartir las libretas de notas. Podía intuir que tendría un par de notas
en rojos o a lo mucho tres, pero la cantidad rojos en la libreta me
pondría patas arriba. Cuando me fijé en los más aplicados del salón
sentía que este era su momento.
Desde que se iniciaron las clases mis padres fueron claros al
advertir que no soportarían malas calificaciones. Mi madre advirtió
que si llegaba con sorpresas me esperaría un sartenazo en la cabeza.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—No te preocupes de esos rojos —dijo Julián al verme
preocupado.
—¿Qué estás diciendo? ¡Me van a dar una paliza en casa!
—A ver préstame —después de verlo, agregó entre risas—.
¡Qué locura para tener tantos rojos!
No sé cómo lo hacía, pero lo veía tan feliz. Yo, en cambio, me
estaba muriendo de miedo.
—Tenemos el tercer y cuarto bimestre. Por lo que veo,
no estás tan mal.
—Pero…
—Mira pues sonso. Tienes 14 y 08 en Historia. Ahí tienes 11 en
promedio.
Al revisar mi libreta me di cuenta de que mis promedios no
estaban tan mal.
—De verdad te pareces a un billete de dólar. Subes y bajas. De
pronto en el primer grado “sección C”, después en el segundo grado
“sección A”, y ahora te encuentras en la “sección D” ¿Dónde estarás
en el cuarto año y quinto año? Explicaba entre risas.
En los primeros años de la secundaria me encontraba en
secciones prodigiosas. Pero estar en la “sección D”, a comparación
de la “sección A”, solo era un mito.
Después de recibir los consejos de Julián no tendría miedo en
mostrarle mi libreta a nadie, incluso a mis padres. Al llegar a casa
papá atendía la tienda con total tranquilidad.
—¿Ya almorzaste? Preguntó al verme.
—Voy para la cocina —respondí.
Aprovechando esa calma agregué—. Por favor, necesito que
firmes mi libreta.
—Déjala sobre la mesa que ahora la firmo —contestó.
Al regresar a casa planeaba ser lo más cuidadoso en conseguir
su firma. Una de las condiciones para seguir ingresando al colegio
era que teníamos que devolverlo al día siguiente con la firma de
cualquiera de nuestros padres. Cuando salía de la tienda él ya tenía
la libreta en sus manos. Movía su cuello y caminaba de aquí para
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
allá. En ese momento presentí que algo sucedería y me escondí en
el cuarto de la cocina. A los pocos segundos un grito se escuchó por
toda la casa
—¿Dónde está ese mocoso? Era papá—. ¡Esto no puede estar
pasando! Uno, dos, tres y cuatro… ¿doce rojos?
—¡Qué pasa! Intervenía mamá.
—¡Mira esto! ¡Mira lo qué hace tu hijo! ¡La vergüenza qué
pasaremos!
—¡Papá, por favor, déjame explicarte!
—¡Qué carajos es esto chiquillo inútil! ¡Qué vas a explicarme!
Comenzaba a jalarme de la camisa y darme de chicotazos.
—¿Para esto nos sacamos la mierda? Todos los días estás con
ese juego. ¿Para qué sirve?
Mi madre trató de calmarlo, pero sus ánimos cambiaron. De un
momento a otro lanzó una taza que pasó cerquita de mi cabeza y se
rompió en pedazos al llegar a la pared.
—¿Vez qué nos haces amargar? ¡Sal de aquí Romario que nos
haces mucho daño! —dijo mamá llorando por mi culpa.
Al sentir sus lágrimas comprendían las consecuencias de mi falta
de responsabilidad poniendo en jaque el honor de ellos.
—¡Comiendo o no comiendo para qué lleguen a ser algo en la
vida! ¿Y ahora esto? ¿Qué te hemos hecho? —volvía a reclamarme
mamá.
Aquella tarde lloré hasta caer enfermo. Me llevaron al centro
médico diagnosticándome presión alta. Después de unas horas de
reposo me pidieron que aprenda a ser responsable. Pero les conté mi
deseo de hacer algo en la vida y entendieron.
—Está bien hijo, no dejes de hacer lo que te gusta — respondían—
¡Pero pobre de ti qué repitas el año escolar! ¡Pobre de ti! —dejaban
en claro sobre mi rendimiento académico.
—Seré responsable en adelante —les respondí.
—Bien. Y deja ese juego qué no sirve para nada —concluían
refiriéndose al Ajedrez.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al día siguiente devolvía la libreta a la dirección. Más tarde, al
regresar a casa cogí en brazos la bolsa que contenía las fichas con el
tablero de Ajedrez y corrí hasta la pequeña montaña.
—Ni bien entre la noche lo lanzaré al abismo.
Entonces, casi llegando la noche, de un modo extraño, una
hermosa luz salió del valle, una de color rojizo y amarillento. Cuando
estaba a punto de lanzarlo esa luz desapareció y nubló mis ojos. Al
abrirlo de pronto me encontraba en el suelo y todo el campo era de
un color primaveral. El viento todavía no había pasado, entonces
me dejé llevar por su silbido y repentinamente comencé a sentir el
cambio de estación.
—No es correcto lo qué haré. No con lo que me gusta hacer
—dije— Intentaré hacer las cosas bien, una vez más. Si esta vez
no funciona, lo arrojo.
Al regresar a casa deseaba comprender qué significó este cambio.
Al cruzarme con mi hermano, le pregunté:
—¿Qué es la experiencia?
—Es qué y con quién hacer —agregando—. No hagas que
nuestros padres sufran. Ellos ya pasaron por todo esto.
Cuando siento que no tengo salida en estas cuatro paredes
acudo a la experiencia como fuente de ayuda. Lo increíble es que
puedo consultar a tantos libros de la vida sin pagar un solo precio.
El minero podía explicar todavía en una larga conversación—.
Un hombre viejo ya no puede equivocarse dos veces. Nosotros
ya hemos vivido el mismo tablero y cuantas veces las mismas
experiencias. La única diferencia es que ya iniciamos otras
partidas. Pero no puedes dejar a tu familia por no planificar tu
tiempo — refiriéndose a don Antonio, quien estaba por perder a su
familia a consecuencia del Ajedrez.
Después de unas semanas terminaba la etapa provincial.
En una pequeña reunión entre los clasificados narrábamos alguna
anécdota de lo que habían vivido. Cada historia emocionaba, en
cierto modo, podían contarlo con una total tranquilidad. Algunos
soñaban con ser ingenieros o médicos, prácticamente aferrados a
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
la ciencia. No había duda de que sabían lo que querían, pero yo ni
siquiera me había puesto a pensar en una profesión. Entonces la
delegada entro al salón.
—Señores estudiantes cómo sabrán ya no falta nada para el viaje.
El día de mañana se reunirán con los estudiantes que clasificaron
del colegio Sagrado Corazón de Jesús.
En la etapa local conocí a Cristian y Jhon, quienes tenían un
historial formidable y desde hace años participaron en campeonatos
escolares. Cristian tenía a su hermana Mayra y compartían las
categorías junto a Elky y Methsy, quienes aparte de practicar el
Ajedrez se colmaban en logros académicos. El solo hecho de poder
practicar con ellas me atraía de gran manera.
Al día siguiente ingresamos al colegio pasando por el patio
central donde cientos de estudiantes nos atendieron con sus miradas.
Alertándonos Tatiana—. No miren y pasen rápido.
Teníamos que avanzar deprisa. Nuestro uniforme de colegio
podría desencadenar una ola de silbidos ya que la rivalidad entre
colegios era muy fuerte por ser los más antiguos de la provincia.
Cuando se daban estas competencias deportivas, académicas y
culturales, podía pasar de todo.
Ya habíamos ingresado al salón y de inmediato nos llamó la
atención los tableros que estaban puestos sobre las mesas.
—¡Qué hermoso! ¡Piezas nuevas! Mencionó con alegría Oscar.
Pareciese que las compraron únicamente para esta ocasión
dejándonos encantados los ojos. Al iniciar con las partidas
podíamos terminar y comenzar entre todos. Con mucha suerte me
tocaba la muchacha con el pelo más largo y oscuro que había visto.
Era rizado, como sus risueños ojos que parecían una luz. Al iniciar
nuestro juego pasó un buen tiempo para que mueva la primera
ficha. En ese tiempo mis ojos aprovechaban para prenderse con su
cabellera. Cuando lo recogía hacia atrás tenía un semblante muy
hermoso.
No había visto la misma belleza después de la abuela Dora. A
pesar de sus años cargaba los p´uños, donde estaba el arroz con
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
los fideos, para llevarlos en una carretilla a la plaza. En esos
movimientos disfrutaba de su rostro muy cansado. Era como la flor
amarilla que crecía en el patio de la casa de adobe y las rompía
sin piedad para apreciarlas. Al mismo tiempo, la abuela decía—.
Cuida esas flores, los q´uello t´ikas.
— ¡Qué bonito! Respondía.
Años después me enteré que a mi madre le pusieron un nombre
relativo al T´ika, la misma flor que no solo crecía en la casa de la
abuela Dora, sino en toda la provincia. Cuando pregunté por qué la
llamaban Tika a mamá, respondieron que una vez la encontraron
echada bocarriba en el campo lleno de esas flores amarillas. Mi
madre por esos años tendría 10 años de edad.
—¡Qué miras! Dijo al darse cuenta.
—No, nada —respondí, preguntando—. ¿Siempre demoran así?
—Sí. A veces —respondía con una voz suave. Después de unos
movimientos volvió a mencionar.
—Jaque.
—Ay… Por fin —respondí.
De pronto me cambió un Alfil por una Torre. Al cerrar sus puños
no dejaba de mirar a su entrenador. Entonces me daba cuenta de
que había entregado al inicio una pieza importante. Una Torre valía
5 puntos, un Alfil 3.5 puntos y un Caballo 3 puntos. Después de un
balance tenía una desventaja de 4.5 puntos.
—Jaque —dijo nuevamente, pero esta vez en voz alta.
Las miradas del resto de estudiantes se voltearon a nuestra mesa.
—¡Dios…! Respondía.
—Ahora di pues qué voy lento.
En un intento por realizar una contrapartida únicamente dejé
caer mi rey.
—¡Gané profesor! Gritó y se levantó de su silla comenzando a
saltar por el salón.
—¡Chino! ¡Te ganó una mujer! Expresaba emocionado su
entrenador.
No dije nada. Nadie me hubiese creído que fue su belleza la que me
distrajo.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
OBSESIONADOS ANTES DEL VIAJE
A unos días del esperado viaje nos reuníamos para conocer las
etapas a seguir.
—En la etapa departamental clasifican dos o tres deportistas
por categoría y van a la etapa regional —explicaba Oscar, quien
conocía las bases.
—Les va a ir bien chicos —comentaba nuestra delegada.
Me preguntaba si era posible pasar de etapa si a cada nada
discutíamos por usarla. En un promedio de 2 horas que podíamos
usar la computadora teníamos que dividirlo entre cuatro. Cada
uno podía practicar en la computadora 30 minutos y a lo mucho
1 hora si era habilidoso manejando el ratón. Durante la semana
podías tener un promedio de seis juegos. Comparado a las partidas
que tenía en el vecino las prácticas en la computadora quedaban
cortas.
—¿Y nuestro nivel de competencia delegada, estamos
preparados? Pregunté.
—En el trascurso de la competencia podrá saber en qué nivel
estás.
—¿En el transcurso?
No había garantía de tener una aceptable participación en la
siguiente etapa, ni conocíamos en qué nivel nos encontrábamos.
De las trece provincias que llegarían a participar solo un grupo
representaría al todo el Departamento del Cusco. Uno nada más.
Entonces, Oscar se acercó y me dio una palmada en el hombro.
—Calma compañero que también tengo una gran incertidumbre.
—Creo que tendremos que hacer algo —respondí.
—¿Algo? Preguntaron.
—Sí. Organizaremos nuestro propio torneo de Ajedrez.
—¿Un torneo? Suena estupendo —respondió Usca, pero
rascándose la cabeza agregó—. ¿Y cómo los haremos…?
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Después de cranear entre todos a los pocos minutos ya teníamos
un pequeño afiche para el evento. No fue difícil conseguir los
materiales: unas cajas vacías, cartulinas, plumones y papeles
decorativos y nuestros tableros de ajedrez eran suficientes.
Al poco rato, después de sacarle unas copias al afiche,
comenzamos a pegarlas en la puerta de los colegios. Cuando nos
dirigimos a la tienda del vecino logramos invitar al zapatero, al
minero, al señor del ternillo. Entonces don Antonio comenzó a
darle lectura.
—Mini torneo de Ajedrez —no pasó tiempo y preguntó de
nuevo—. ¿Mini torneo de Ajedrez?
Le dio vuelta al afiche y agregó—. ¡Qué locura es esta! ¿Quién
lo organiza? ¿Dónde será? ¿Y los premios?
—Lo organizamos nosotros —dirigiéndome a mis compañeros
con una gran sonrisa.
—Pero, ¿qué hay de los premios? ¡Nadie querrá jugar!
—No habrá premios. Solo deseamos prepararnos para las
competencias en el Cusco.
Mirando a cualquier lado, respondió:
—Vamos a ver qué pasa... Bueno, trataré de estar presente.
Habíamos acordamos no asistir al colegio. Desde tempranas
horas las mujeres se encargarían de dejar ok el evento y nosotros
compraríamos algunas golosinas para los participantes. Entonces
nos echamos a reír por lo bonito que había quedado y solo era
cuestión de esperar a los participantes. Al cabo de una hora todavía
nadie se aparecía.
—¿Cuánto tenemos que esperar? Preguntó Frank, agregando—.
¡Me estoy aburriendo!
—Un rato más chicos —respondí.
—Mejor hubiésemos jugado en el colegio porque no llega
nadie —agregó Oscar.
Me fijé en la tienda de don Antonio y él solo miraba de reojo.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Por favor no se vayan compañeros. Iré a buscarlos.
A los pocos segundos me encontraba en la tienda del vecino.
—Don Antonio, ¡necesitamos que venga!
Dejando su tienda corrí donde el zapatero, quien se encontraba
remendando unas suelas.
—¡Señor zapatero ya comenzó nuestro torneo! ¡Venga por
favor!
—Ahora no. Otro día quizá jovencito —respondió, sin siquiera
darme la cara.
Lo miré fríamente y me fui en busca de los estudiantes del
colegio Sagrado Corazón de Jesús, encontrándome con su
delegado.
—Imposible que salgan de clases, tú sabes que mañana viajan
y tienen que alistar sus cosas.
—¡Pero señor…, necesitamos prepararnos!
—Nosotros vamos tiempo practicando, no será necesario —
concluyó.
Me preguntaba en qué nos equivocamos que a nadie le
importaba. Al llegar a unas radios locales invitaba a todo el
mundo. Cuando me preguntaban sobre el torneo sonaba como si
ellos vendrían a jugar con nosotros.
Al regresar al torneo repentinamente un gran número de
personas rodeaban el lugar. Me asomé para ver qué ocurría y de
repente don Antonio se enfrenta a Frank. A un costado, el minero
y el zapatero también se lucían frente a los chicos. Entonces me
agarré el corazón en señal de agradecimiento y me cubrí los ojos
cuando llegó el equipo de Sagrado Corazón de Jesús al torneo.
—¡Estoy aquí porque quiero jugar contigo! Dijo Methsy.
Esa tarde. Después de que el minero contara que había dejado
su trabajo por venir con nosotros y el zapatero dejaba sin zapato a
uno de sus clientes, llegaríamos a practicar hasta cansarnos.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
El rincón, donde solían jugar las personas adultas, se había
convertido en un verdadero bochinche; que, a diferencia de otras
ocasiones, cada partida terminaba con buenos deseos. El pequeño
esfuerzo reunió jóvenes y adultos en un mismo tablero. Había que
anotarlo o pintar aquel momento porque todos reían con una gran
libertad.
—Lo más importante no es competir ni apostar algo como es
acostumbrado en nosotros. Sinceramente quedó muy bonito el
evento—dijo don Antonio, quien se encontraba muy feliz y no
dejaba que ninguno de nosotros tenga una sola victoria.
Lo único que habíamos ganamos al final del evento fue un
poco confianza.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
LA GRAN APERTURA
Ahora teníamos que buscar nuestros sueños.
Al llegar a la ciudad del Cusco después de un viaje maravilloso
nos asignaron un colegio como hospedaje y nos brindaron unos
colchones.
—Chicos… Esta noche dormiremos en el piso —decíamos
entre risas.
Esa noche no solo descansaríamos al ras del piso, sino que
también los colchones eran muy angostos.
—Debería ser más formal tratándose de un evento olímpico
—expresaban su malestar las mujeres.
—Pero, ¿quién debe reclamar? Preguntaba uno de los
deportistas.
—No se quejen y duerman de una vez que mañana inicia las
olimpiadas —agregaba una de las delegadas.
Después de acomodarnos como podíamos, al final,
terminaríamos entrando de a tres en un solo colchón.
Al día siguiente amanecimos con dolores musculares. Algunos
habían pasado la noche en el piso y quienes se habían acomodado
en las mesas tenían la cabeza colgando para un lado. Todos hicieron
sacrificios para pasar una gran noche, como algunos delegados
que tuvieron que descansar sobre unas sillas. Parecía ser malo ese
momento, pero para nosotros era un mate de risa. El solo hecho
de pensar en la gran apertura hacia olvidarnos de esta terrible
experiencia.
Al llegar al coliseo nuestras emociones comenzaron a
desbordarse con el resto de las delegaciones, a quienes podíamos
identificarlos por sus prendas deportivas. Cuando nos miramos las
caras nos dimos cuenta que aún teníamos puestas las prendas con
las que habíamos llegado.
Entonces, me preguntaba por qué no podíamos vestirnos
bien si teníamos en el pueblo a una de las empresas mineras más
grandes del país.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—No miren sus prendas que es lo de menos —dijo nuestra
delegada—. Para el siguiente año haremos las gestiones necesarias
—agregó.
—¿Al año? ¿Por qué no gestionaron para esta ocasión?
Respondíamos.
Muy cerca al pueblo teníamos un yacimiento de cobre que le brindaba
grandes utilidades en impuestos al estado. Debería reflejarse esos impuestos
en cada estudiante, pero algo no estaba funcionado. Cuando había ganado la
concesión para prestarle servicios con mi pequeña empresa a la transnacional
Xstrata Copper, en ese entonces encargado del proyecto minero Tintaya, no
comprendía por qué de 10,000 jóvenes en la provincia solo era yo el que podía
tener una oportunidad de venderles.
Al iniciar la ceremonia las delegaciones de cada provincia
pasaban por el estrado oficial ordenadamente. Cuando llegó nuestro
turno una gran distancia nos separó del resto de las delegaciones.
Quizás sea nuestra indumentaria, pero los aplausos de los miles
de deportistas presentes en el coliseo nos transportaron a otro
mundo. Sobre todo, la voz en los parlantes que por primera vez
hizo sentirnos importantes.
Después de la inauguración llegaríamos al lugar de la
competencia de Ajedrez. Pero ni bien entramos podía ver a todo
el mundo practicar, como a los muchachos que presionaban a
cada nada un aparato en forma de despertador. Al mirar a mis
compañeros ni siquiera habíamos traído un tablero de Ajedrez.
Al llamar para la primera partida nos ubicaron uno cerca del
otro. Unos minutos después de nuevo nos mirábamos las caras
como diciendo con fe que todo va a estar bien, pero debajo de la
mesa nadie imaginaba que los pies nos temblaban.
Cuando comenzamos mi contrincante me miraba a los ojos
endemoniadamente.
—Cómo no ponerme unos lentes oscuros —decía, comenzando
a mirar al techo.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
En realidad, no sabía si fijarme en los ojos de alguien era una
gran estrategia; por lo que recuerdo, mirar a los ojos de una mujer
me hizo perder una partida. Así que casi le mando un grito a mi
contrincante.
Al finalizar la partida fue una gran sorpresa para el equipo el
no haber perdido en ninguno de los encuentros. Con dos tablas
y dos victorias podíamos soñar con hacer algo. Sin embargo, no
se daría lo mismo en el siguiente encuentro ya que a todos no
tocó enfrentarnos con el equipo representante de la provincia del
Cusco.
Mi siguiente encuentro sería ante el primer tablero de ellos, un
muchachito delgado y con ojos grandes, pero con una pinta de ser
un gran científico.
—¿Qué es eso? Pregunté al sentarme.
—Esta hoja es un apunte —respondió.
—¿Esa hoja es un apunte? ¿Y para qué sirve?
Ya iba a responderme cuando el juez se acercó y dio por iniciado
la partida.
A los pocos segundos no entendía qué anotaba en esa hoja.
Durante todo este tiempo no había visto a nadie hacer lo mismo.
Lo más que recuerdo eran esas hojas donde apuntaban las deudas
que tenían entre ellos.
Al pasar media hora podía ver que mis compañeros habían
perdido sus partidas y cómo las mujeres se perdían entre lágrimas.
No pasó mucho tiempo y también el primer tablero del Cusco me
dio jaque mate.
Ya en el almuerzo, en un restaurante cerca al lugar de la
competencia, ingresaba el chico del Cusco junto a su delegación.
Al sentarse en una de las mesas comenzó armar un tablero de
Ajedrez. Al mismo tiempo sacó la misma hoja y raramente comenzó
a mover las piezas.
—¿Está jugando de acuerdo con la hoja? Advertía a mis
compañeros.
—¡Creo que sí! Respondió Oscar.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¿Se puede hacer eso? Dirigía la pregunta a nuestra delegada,
y ella respondía—. Ay, chicos, yo no sé jugar Ajedrez ni menos sé
que se hace con esa hoja.
—No sabe nada —dije, levantándome de la mesa.
—¿Qué haces? Le pregunté al acercarme.
—Repasando nuestro juego.
—¿Repasando nuestro juego?
—Sí. Es un sistema de anotación.
—Suena interesante. Pero ¿para qué sirve?
—Para corregir errores. Con esta hoja puedes ver cuando te
equivocaste.
Cuando no terminaba de hablar comenzaba a sentir que
teníamos una gran desventaja. ¿Por qué ellos podían entrenar de
esa forma y nosotros pelearnos por una computadora?
—¿Me prestas un rato tu hoja?
Después de prestármelo la observe detenidamente. Sus apuntes
contenían las mismas anotaciones que en el libro. Aquel libro que
lo había dejado en el pequeño cuarto.
Durante los tres días de la competencia aprendimos nuevas reglas
y formas de iniciar una partida. Sin embargo, lamentablemente,
no pasaríamos a la siguiente etapa. Cuando regresamos al colegio
para alistar nuestras cosas el resto de los deportistas ya habían
empacado sus cosas en el carro.
—¿Qué pasó profesora? Pregunté.
—A la mayoría nos les fue bien —respondió.
Cuando la delegada comentó si queríamos ir a presenciar la
ceremonia de clausura o esperar al carro que nos traería de vuelta,
decidimos por el primero.
Al llegar al coliseo no había pasado mucho tiempo y comenzamos
a ilusionarnos. En medio de fuertes aplausos compartíamos la
felicidad de todos los ganadores.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
EL REGRESO
Al regresar a casa con las mochilas vacías y ni siquiera con
la promesa de haber realizado un buen campeonato, mi padre
preguntó:
—¿Qué fue?
—Perdimos —respondí agachando la cabeza.
—¿Perdimos? ¿Para qué viajas si pierden siempre?
—Pero aprendimos muchas cosas en el viaje…
—¿Aprendimos? Eso dicen siempre y nunca ganan nada
—advirtiendo al mismo instante—. ¡Pobre de ti que estés mal
en tus estudios!
No había recibimiento ni nada de lo pensado durante el viaje. Al
contrario, las cosas iban más en serio. Recordando lo planificado
era posible salvar el año escolar, pero requería de un esfuerzo
mayor en los siguientes meses. Entonces, entregaría hasta mi alma
para no repetir el año escolar. Al llegar el último día de clases cada
estudiante había asistido con sus padres para el recibimiento de
las libretas y la premiación a los mejores. Yo no necesité que mis
padres vinieran, ni siquiera les hice llegar la invitación que me
dieron para ellos.
Después de recibir la libreta gritaba en un rincón del colegio.
—¡Genial! ¡Solo tengo tres cursos jalados! ¡Tres nada más!
—gritaba.
En realidad, casi había repetido. Si llegaba a los cuatro cursos
jalados perdía el año escolar. Entonces llegaba a casa muy
tranquilo, cuando escuché a papá:
—¡Tu carnet de notas! ¿Lo traes verdad?
—No me han dado aún —respondí.
—¿Cómo? ¿Hasta ahora? ¿Acaso no fuiste a la clausura?
—Claro que fui papá y pasé el año escolar.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¿Así? ¿Y cómo sabes? A ver. Voy a ir al colegio ahora mismo
¡Pobre de ti que me estés mintiendo!
Cuando me encontraba en aquel rincón del colegio la libreta
la había destrozado enterrándolo en un montón de tierra. Pensaba
que solo así evitaría cualquier castigo. Pero papá salió volando al
colegio. Después de una hora volvió con una copia.
—¡Así que no te entregaron nada!
—¡Mira! ¡Qué es esto! ¡Un curso más y repetías!
Me escondí debajo de una mesa mientras él seguía gritando.
—¡Participando en esos campeonatos y perdiendo tu tiempo
con ese juego! ¿Dónde crees qué estamos nosotros? ¡Ahora vas a
ver mocoso!
En ese momento, únicamente quería escapar donde la abuela
Dora. Le rogaba a Dios que terminara todo esto, y me escondía
debajo de la mesa de la cocina. Sin embargo, la mesa no ayudó
mucho, más tarde tenía los ojos hinchados. Después del tremendo
castigo caminé hacia la azotea mientras ellos dormían. Deseaba
encontrarme a mí mismo y contemplaba el universo. Recuerdo
que, en los viajes a la puna, con mamá, solía ponerles nombres a
las estrellas y recogerlas para mi padre. Ahora también hacia lo
mismo.
—A ti te llamaré castigo y ti fracaso, a ti responsabilidad, a ti
dedicación y así…
Aquella noche había nombrado a las estrellas en el cielo con
palabras que la vida me enseñaba.
Al escribir esta parte de mi vida, la historia del padre que
llegaba a casa y dejaba los problemas del trabajo en las manzanas
que colgaban de un árbol se me hizo muy familiar. Lo increíble
de esta historia era que al salir de casa y regresar al trabajo ya no
recogía los mismos problemas que había dejado una noche antes.
Por alguna razón alguien había robado las manzanas.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al igual, al ponerle un nombre a cada estrella, estas se hacían
fugaces. Lo sorprendente era que varias palabras se perdían junto
a las estrellas.
Esa noche, horas antes de postular a la universidad, pensaba
si papá se sentiría orgulloso con esta decisión. Después de haber
ingresado a la universidad con una gran felicidad corrí la noticia
a casa. Pensaba que se sentirían felices, sin embargo, las primeras
reacciones sonaron a otra cosa.
—¿Quién te manda a postular a esta edad?
—Has dejado otras carreras, ¿acabarás está?
—¡Qué tonto para dejar un buen trabajo en mina para ponerse
a estudiar!
La palabra “orgullo” aquel día sonó a desgracia.
Al día siguiente, me puse los calzados deportivos y salía a
correr al campo. Al llegar al lugar me encontraba donde todo había
iniciado. Donde solía lanzar la pelota libremente sin que nadie me
diga nada. Entonces me senté en un pajonal, un arbusto de paja
y me acosté con el sol que todavía despejaba sus primeros rayos.
—¿Estás bien jovencito?
—¿Qué pasó? Respondí.
—Estás hablando solo.
—¿Hablando solo? ¿Y qué decía?
—Algo sobre terminar un juego...
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
UNA NUEVA OPORTUNIDAD
Sentado en el mismo pajonal disfrutaba viendo a las personas
que hacían deporte.
—Señor. Por favor, dígame que más escuchó —gritaba al
correr detrás de él.
—Mencionabas sobre llegar un momento… Algo así. Bastaba
con escuchar la palabra “momento”.
Entonces me volví para hacer mis ejercicios y recordaba
algunas palabras del minero.
“Quién no ha sufrido para tener su momento. Quién…”
Después de esa mañana comencé a trabajar más horas en casa.
Al poco tiempo salía a correr a las 5:00 de la mañana y regresaba
una hora después para abrir la tienda de mis padres.
—Si puedo cumplir mis deberes, estudiar y leer el libro de
Ajedrez, juntos a la vez, ¿no tendré problemas? Le pregunté a mi
hermano.
—¿Tres cosas a la vez? Solo ten cuidado de fregarla. Ya sabes
lo te espera —respondió.
En adelante buscaría toda la ayuda posible. Encontrando muy
maltratado el libro, el mismo que dejé en un rincón del pequeño
cuarto. Entonces lo limpié con un trapillo y le di un nuevo forro.
—¡Después bailaré sobre este libro, antes no! Dije.
Mi estrategia consistía en tener herramientas. Entonces
me dirigí a la biblioteca municipal. Al llegar, el bibliotecario
preguntaba:
—¿Sí?
—Estoy buscando libros de Ajedrez.
—Creo que sí tenemos… Un momento.
El bibliotecario, quien era una persona muy mayor, se dirigió
hasta los andamios.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Parece que no tenemos —dijo al volver.
—Por favor, busque bien…
Se volvió a la mesa y vio que existía un libro anotado en el
registro. Salió del mostrador y se dirigió a una extraña puerta que
tenía dos candados amarrados a unas aldabas. Entonces sacó de su
bolsillo unas llaves y pasó a abrirlas. Me asomé a ver a la puerta y
se podía leer una frase que decía: “Todo está aquí”. Al fijarme en
su interior los libros estaban amontonados.
—¡Aquí está el libro! ¿Pero quién lo puso tan abajo? Gritó
fuerte echándose a reír.
El material tenía páginas amarillas y sus hojas parecían salirse
de su empastado.
—No es posible tenerlos en este estado —dijo sacudiendo el
polvo.
—¿No se condena por tener libros guardados? Pregunté.
—No jovencito, únicamente son libros.
—Entonces, ¿puedo llevarlo por favor?
—Claro que sí. Pero ten cuidado que está muy maltratado y no
te olvides de devolverlo pronto.
—Lo voy a cuidar más que nada. Él bibliotecario comenzó a
reírse.
—Lo bueno es que sabes pedirlo y bien dice el dicho: “En la
forma en como pidas, será la forma en cómo te den”.
Al ver su contenido se leía en grande: “P4D, P3D”. Las mismas
anotaciones que contenían el libro en casa. Entonces pregunté:
—¿Sabe usted cómo se leen estas anotaciones?
—No lo sé. Pero quién lo donó decía que si alguien podría
entenderlo dominaría varios entornos de la vida —agregando—.
Es el arte de la estrategia jovencito.
—Imagino que usted debe jugar bien.
—No… No la he jugado hace mucho tiempo —respondía
tocándose la frente.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Entonces se lo traeré cuando me lo haya devorado ¡Adiós
señor bibliotecario!
Las vacaciones iniciaban y había jurado no enfrentar a nadie
hasta salvar los tres cursos jalados. Al pasar los días, se podía
ver en la tienda del vecino y las cajas de cartón abarrotadas por
nuevos jugadores. En uno de esos días mi hermano corrió hasta
la azotea.
—Anda ve para que juegues con alguien.
—¿Quién es?
—No sé. Pero tiene una forma distinta de jugar.
Rápidamente me acerqué por el mirador de la azotea y aquel
contrincante, un hombre muy misterioso, parecía discutir con
todos. Increíblemente papá también participaba de esa riña.
—Qué te dijo, ¿vendrá a jugar? Se escuchaba preguntar a don
Antonio.
—No quiere. Dice que tiene que hacer sus tareas.
—Don Jorge, ¿qué le ha hecho a su hijo que ya no viene?
No era fácil privarme de las vacaciones, y ni siquiera podía
bajar a enfrentarlos. Después de terminar de estudiar tenía que
ponerme a leer el libro y por las noches ayudar en la tienda. Una
de esas tardes, estaba parado en el mismo lugar donde todo había
comenzado y miraba a la tienda de don Antonio. Me preguntaba
si las lecciones del libro en verdad sirvieron.
Días después la familia se alistaba para el inicio de la temporada
escolar, la venta de útiles escolares. Al mismo tiempo me tenía
que alistar para inicio del colegio, pero antes tenía que devolver el
libro al bibliotecario.
—Vengo a devolver este libro que me prestaron en diciembre.
—¿Diciembre a marzo? Contestó soltando carcajadas alguien
que no era el bibliotecario.
—¿Y el otro señor, el antiguo bibliotecario? Pregunté.
—El falleció…
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¿Falleció? ¿Cuándo…?
—Creo que el 31 por la noche... Dicen que lo encontraron en
una de estas mesas.
El 31 por la noche fue el día que me prestó el libro. Durante
la mañana me quedé a recordarlo. Cuando miré para la pequeña
puerta la frase que estaba pintada de blanco ya la habían borrado.
Quedé muy agradecido por el libro, sobre todo por los consejos
que contenía. Gracias a esa cortesía del bibliotecario podía hacer
tres cosas a la vez. Como premio aprobé sin problemas los tres
cursos jalados.
Al salir de la biblioteca sentí un aire fresco distinto a mi primera
visita. Entonces corrí rápidamente hacia la azotea y lo recordé con
una oración.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
GRANDES CAMBIOS
Estaba ñato de felicidad cuando mi padre me encontró tirado
sobre la manta.
—¿Fuiste al colegio a ver en qué sección estás?
—Subí padre.
—¿Subiste? ¡Es una excelente noticia!
—Sí. Pasé de la sección “D” a la “F” —encogiéndome hacia
un rincón ante un posible castigo.
—¿Qué estás diciendo?
—¡Perdóname Papá! Respondí.
—Bueno, era de imaginarse. Tan solo salva el año escolar.
Durante los primeros meses mi puntualidad mejoró
considerablemente y mis notas se habían incrementado. A la
entrega de las libretas, al finalizar el bimestre escolar, no contaba
un solo rojo.
Por esos días, todavía practicaba en la azotea cuando mi
hermano se acercó.
—¡Qué manera de jugar! ¡Ya nadie sabe qué hacer!
Mencionaba que cada vez que él llegaba le abrían paso. Su sola
presencia generaba temor entre los ajedrecistas.
Cuando me acerqué a ver del mirador de la azotea era el
hombre misterioso.
—Lo he visto —respondí.
—No pues. No has visto la forma en cómo agarra las fichas
—agregó.
El hombre misterioso besaba las piezas como si hubiese ganado
un campeonato y al mismo instante las guardaba en su chaqueta.
De pronto se hacía del juego y recogió inmediatamente la
apuesta. Invitaba rápidamente a un siguiente retador, al poco rato,
parecía nadie desafiarle. Al notar que nadie le entraba mi padre
increíblemente pasó a sentarse.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¿En qué momento papá aprendió a jugar? Le pregunté a mi
hermano.
—Jajaja —se reía—. La verdad que no sé, pero es el más
pescado
de todos.
Al poco rato de iniciar la partida el hombre misterioso se hacía
fácilmente del juego. Pero, como mi padre era de las personas que
no le gustaba perder a lo fácil pedía retroceder las últimas jugadas.
Entonces comenzaron a discutir.
—No puedes retroceder —decía el hombre misterioso.
Mi padre no cedía e insistía más. Al notar que se encontraba en
problemas bajé lo más rápido posible.
—Caballeros, es mi turno.
Al darse cuenta, don Antonio mencionó:
—Ahí está el chibolo. Ahora juega con él.
Mi padre se levantó y pidieron que juegue conmigo.
—No puedo. Es suficiente por hoy —respondió el hombre
misterioso.
Las personas no dejaron que se vaya.
—¿Por qué te corres del chiquillo? ¡Juégale una!
Entonces él accedió a jugar una partida, no sin antes advertir.
—Jugar con un muchachito a estas alturas es una tremenda
falta de respeto.
El juego había comenzado. Entonces, él avanzó su Peón de la
Dama dos espacios adelante (P4D), yo avance mi Peón de rey un
espacio (P3R), enseguida movió el peón del alfil de la Dama dos
espacios (P4AD). Al fijarme en la apertura recordé las prácticas
en el libro. Las jugadas eran el famoso “Gambito de Dama”.
—¡Es lo mismo que el libro! —mencioné tocándome la frente
con los dedos—. Todo está aquí pues…
Solamente tenía que recordar lo que había aprendido
cuando mágicamente lograba sacarle un peón. Un Peón a favor
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
representaba una gran ventaja como cuando un jugador tiene
todas las de ganar sí iniciaba con las blancas. Entonces, el hombre
misterioso se paró y dejó caer su rey. Antes reclamó fastidiado:
—¡Qué falta de respeto! ¿Así son en esta provincia?
—¡Te ganó un chiquillo! Se escuchaba entre los aficionados.
Y todos comenzaban a aplaudir la victoria sobre aquel hombre.
Recuerdo ese momento, donde mi padre también aplaudía
con una gran fuerza. Aquella vez fue la primera vez que pude
sentir sus manos. Podía verlo muy contento. Como en la fiesta de
promoción en el quinto año de la secundaria. En aquella ocasión
sus ojos no dejaban de brillar. Aún mantengo una fotografía de
nuestro paso junto a la dama de honor, y puede verse su rostro
desprendiendo mucho orgullo. Sin embargo, no comprendo por
qué ya no puedo darle un poco de todo eso.
En el transcurso de los días con don Antonio jugueteamos por
horas. Pero, de la noche a la mañana, él ya no podía ganarme un
solo juego.
—¿Dónde aprendió nuevas cosas o quién está entrenándole al
chiquillo? Preguntó el minero.
—Eso. ¿De dónde llegaste qué ahora juegas bien? Preguntaban
el resto de aficionados.
A nadie le había comentado que mientras estudiaba en la azotea
entrenaba con el libro. Mi nueva forma de jugar era la combinación
de varias jugadas, la apertura inglesa, la defensa india, en fin…
Una tarde, observando desde la azotea como finalizaba
don Antonio una de sus partidas, apareció gritando el hombre
misterioso.
—¿Dónde está el muchacho? ¡Quiero jugar con él! ¡He venido
a jugar con él!
—Pero si te ha ganado —mencionaban.
—¿A mí? ¡Yo he sido un campeón nacional! ¡A mí nadie me
gana!
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¡Qué venga Marcoz! Gritaban con fuerza hacia la tienda.
¿Quién quiere jugar conmigo? Respondía desde lo alto.
—El señor del otro día. Está medio bruto, baja rápido —
gritaban.
En verdad parecía estar medio bruto y no dejaba de comentar
que se había enfrentado a grandes jugadores en torneos
internacionales, y que había logrado varios títulos en su carrera
como ajedrecista.
Cuando estaba en clases en la universidad un profesor explicaba
el tema de los ciclos de un producto en el curso de Operaciones.
Cuando lo escuchaba imaginaba llevarlo a la vida real. ¿Qué
quiero ser? Era una pregunta que podía referirse a la etapa de
nacimiento de una idea. Luego vendría la implementación de esa
idea. Una vez implementado llegaría la etapa de crecimiento, la
madurez, el renacimiento y por último el declive.
A todos nos pasa lo mismo en la vida, seguía imaginando en
clases. Todos entramos a una curva de crecimiento y cuando
estás en lo más alto es más difícil sostenerse, y si no buscas el
renacimiento te vienes abajo. Aquel hombre misterioso estaba
cayendo. A pesar de sus hermosos años parecía que su soberbia
lo estaba derrumbando.
Después de analizar en clases deduje que lo que hizo fue
mostrar con el juego la ley de la vida.
Después de mirarlo detenidamente, dije:
—Calma caballeros.
—¿Pero nos hace un berrinche? ¡Vamos, tú mismo eres!
Decían.
Al iniciar con las partidas él ganaba tranquilamente el primer
juego y la siguiente yo ganaba. Nos pasamos toda la tarde
pasándonos las monedas. Cuando llegó el final del último
juego nos paramos juntos.
—Es muy bueno usted. Dándome la mano, respondió:
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—De eso trata este deporte.
Más tarde, después de haber aprendido la gran lección, le puse
precio a cada partida.
El zapatero al percatarse, dijo:
—Juguemos a un montito mayor pues, pero dame una torre
—no lo pensé dos veces y acepté el desafío—. Vamos a ver qué
pasa —respondí.
Más rato, no podía quejarme y me dejaba sin ahorros.
En el transcurso de las semanas perdía todas las partidas.
Puesto que ya no entregaba un peón, o una torre, ahora entregaba
dos torres y a veces hasta la Dama. Esta era una de mis estrategias
para mejorar mi nivel de juego, sin embargo, me dejaba sin nada
para el recreo.
Lo bonito del Ajedrez es que puedes estar situado a cualquier
lado del tablero. Yo comencé mirando y me ponía en cola para
tener una oportunidad; ahora, de la noche a la mañana, es don
Antonio quien espera su turno.
Ya no era necesario desvalijar los paquetones de figuritas ya
que podía generar mis ingresos con los juegos ganados.
Meses después reflexionaba en la pequeña montaña lo rápido
que pasó todo este tiempo. Podía sentir de nuevo el cambio de
estación, pero esta vez teníamos que alistarnos para el viaje a la
ciudad del Cusco. Antes, todavía quedaba un día de clases.
—¿Cómo estás en tus notas? Preguntó Julián.
—Regular —respondí.
—A ver muéstralas.
Entonces le mostré y él reaccionaba de una forma distinta.
—¡Es fabuloso! Tus notas son altas. Creo que pelearás por el
diploma de honor.
—¿El diploma de honor? No creo…
Me encontraba en la parte superior de la Casa de la literatura,
un lugar donde se recuerdan a los mejores escritores del Perú. El
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
lugar es muy bello y está llena de magnificas historias. Los carteles
pegados en sus paredes eran el reconocimiento que se brindaba
a cada uno de ellos. Todo era fantástico, pero al recordar a Paco
Yunque, una de mis historias favoritas, me regresó a la clausura
escolar en el cuarto año de la secundaria.
Todavía recuerdo, aquel año podíamos obtener nuestro primer
logro, y nuestras notas presagiaban a ser uno de los mejores.
El día de la clausura no había asistido. —No tiene sentido —
pensaba en casa. Lo único que hacía era seguir preparándome
para el siguiente año.
Entonces, alguien entró a casa gritando y me escondí en el
pequeño cuarto. Cuando mamá me encontró me abrazó con una
tremenda felicidad y mi hermana menor comenzaba a burlarse.
—Cualquiera saca diploma en la F.
Esa tarde contó mi madre que habían asistido al colegio a
cobrar a un profesor una deuda pendiente. Cuando de repente
escucharon en la ceremonia el llamado al nombre de Romario.
Ellos pensaban que se referían a otro Romario, pero al escuchar
los apellidos corrió a ver que entregaban. Mamá contaba que
quizás era un premio que estaban regalando, pero al percatarse
bien era un cartón el que entregarían. Papá al darse cuenta de
que era un diploma de honor salió entre los presentes, y dijo—.
Yo soy, yo soy su padre.
Ese día mamá seguía contándome lo que sentía mi padre,
pero hasta ahora no me explicó por qué nunca vino a felicitarme.
Quizás no lo hizo porque el diploma de honor al primer lugar lo
obtuve en la última sección del cuarto año.
Después de hablar con Julián me dirigí a casa. Tenía que
avisarles sobre el viaje. Al encontrar a mi padre, dije:
—¿Papá? Más tarde es el viaje.
—¿Viaje? ¿Y tú libreta?
Ilusionándome con las palabras de Julián presumí que sería
genial dárselas.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—¡Aquí está!
Lo miró detenidamente y no dijo nada perdiéndose en su cuarto
con la libreta.
—¿Por qué no me ha dicho nada? Me pregunté.
Al sentir su indiferencia corrí hacia la azotea y tendí en el piso
la manta de mamá despojando de la arena el tablero de Ajedrez.
Me eché de costado comenzado a ponerlas en sus casilleros.
Cuando de pronto sentí que alguien me cubría con una manta.
Al despertar soñoliento era papá quien ordenaba las piezas en el
tablero.
Ya en el carro, al llegar la noche, mi padre subió y se acercó a
mi asiento.
—Tranquilo hijo. Lo importante es que te diviertas.
Cuando el carro avanzaba podía ver a papá perderse en la
avenida. En ese momento se me vinieron sentimientos encontrados,
y no dejaba de tocar la ventana. De pronto dejaba caer lágrimas
por no haberle dicho lo mucho que lo quiero.
Ya en el viaje la noche pasaba en silencio. Después de la
chacota de algunos deportistas un profundo sueño se apoderó de
todos. Al amanecer habíamos llegado al Cusco.
Después de presenciar la inauguración nos dirigimos al lugar
del evento. Rápidamente nos avisaron de que las partidas ya no
serían en equipo, ahora, cada uno dependía de sí mismo.
—¿Cómo es la vida no? Le preguntaba a Usca, quien fue el único
compañero que clasificó en varones a la etapa Departamental. El
año anterior dependíamos en equipo, por alguna razón modificaron
las bases. Después de dos días de mucha concentración escuchaba
las palabras de nuestro delegado—. Es emocionante que
hayas llegado hasta aquí. Si ganas esta partida pasarás a la final
de la competencia.
Cuando estaba por iniciar la partida repentinamente nos
pusieron un aparato en forma de reloj en la mesa.
—Tienes que presionar después de jugar —decía mi rival.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Lo había visto en los dibujos de los libros y en algunos videos.
Pero nunca había jugado ante un reloj. Así que cuando tocaba mi
turno lo olvidaba por completo.
—¡Por qué no juega! Pensaba al notar su demoraba.
Entonces, volví a preguntar.
—¿Cómo dijiste que funciona?
—Tienes que presionar ese botón después de jugar—respondía.
Empezaba a rascarme la cabeza pues seguía sin entender por
qué nos pusieron ese aparato.
Después de unas cuantas jugadas me fijaba en mi grupo para
sentir su aliento, sin embargo, ellos se mordían las uñas por lo
importante que significaba el juego. Al rato ya me había sacado
un peón en desventaja y la posición general de mi juego no era del
todo bueno.
—Maldito reloj —pensaba echándole la culpa.
Ya todo estaba perdido y condenaba aquel aparato, porque
las jugadas siguientes ya definían un ganador. Mi contrincante
miró a su grupo en señal de victoria y se paró para caminar
aprovechando su tiempo de sobra. Ya iba a dejar caer mi Rey
cuando misteriosamente algo pasó.
—Todo está aquí —dije, tocándome la frente. Después de uno
movimientos, grité fuerte:
—¡Jurado! ¡Jaque mate, jaque mate en esta mesa!
Me levanté ante la mirada de los presentes y llegué donde mi
grupo abrazándolos con fuerza. Y aquel muchacho que se había
confiado todavía miraba el tablero.
Al salir del coliseo, mi delegado dijo:
—¿Sabes no? Que los dos primero clasifican a la siguiente
etapa.
—¿Clasifican? Respondí.
—Sí. El año pasado representaban en grupos ahora van dos por
categoría—agregando—. En otras palabras, ya estás clasificado,
así pierdas la última partida.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Parecía estar premiado al enterarme de que ya estaba clasificado
para la etapa Regional. Quería comunicarme con mis padres para
avisarles de esta gran noticia, pero no había forma.
Al llegar el último juego sería ante el mejor tablero del Cusco
en nuestra categoría. Solo escuchar al Cusco me remontaba a
mitos en el año anterior donde decían que ellos participaban a
cada nada de eventos naciones e internacionales y se preparaban
en escenarios de alto nivel; en cambio, los únicos escenarios para
nosotros eran cajas de cartón y un inventado mini torneo.
—Tienes que ir por el Oro ¡Sí o sí! Le decía su delegado. El
chico no dejaba de mirarme. Entonces, le pregunté.
—¿Sabes qué gana el primero?
— El primero se lleva la medalla de oro.
Durante el torneo, el sistema de acumulación me había
permitido llegar a la etapa final con medio punto de más. Solo
bastaba quedarme con un empate para ganar la medalla de oro.
Después de darnos las manos en señal de un encuentro limpio
comenzaba nuestra partida. A los pocos minutos él demostraba que
estaba muy capacitado con el reloj y podía apuntar sin problemas
las jugadas en esa hoja.
Para nuestro encuentro nos dieron un tiempo de 30 minutos,
En ese tiempo teníamos que demostrar por qué merecíamos
representar a todo el Departamento. Entonces, transcurría con
normalidad el juego cuando cambió un Peón x Peón en forma
inclinada.
—¡Jurado! Llamé al instante para reclamar—. Él no puede
comer de esa forma.
El jurado miró las posiciones y respondió—. Es normal esa
jugada, ¿qué acaso no te enseñaron?
De inmediato me fije en mi delegado para que interviniera,
pero al ver su rostro se veía más perdido.
A pesar del desliz pude recuperarme. Después de un tiempo,
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
ambos teníamos un Rey, una Torre y un Peón, sin embargo, yo tenía
una mejor posición. Ya no quedaba tiempo cuando comenzamos a
realizar movimientos repetidos.
—¡Tres movimientos en las mismas posiciones es tablas!
Escuchaba decir a los aficionados.
Entonces miré al jurado y él no dijo nada.
Y seguíamos realizando los mismos movimientos y las
personas comenzaban a reclamar.
—Señor juez ¡Es una final! ¿No está viendo que ya hicieron las
mismas jugadas más de tres veces? ¡Ese juego ya es tablas!
—reclamaba alguien airadamente.
No conocía esta regla de juego. Entonces me daba cuenta de
que solo habíamos sido prácticos y nada teóricos en todo este
tiempo. Volviéndome a mi mesa realicé una jugada y rápidamente
él comió mi Peón. Unos minutos después el representante del
Cusco era el vencedor, celebrando con todo el que encontró a su
paso.
El señor que había reclamado se acercaba a la mesa
—¿Quién es tu entrenador que no te enseña las reglas básicas?
Me quedé mirándolo, y todavía se escuchaba los reclamos que
responsabilizaban al jurado por dar preferencia al representante
del Cusco.
—Señores —dijo, el jurado—. como sabrán, ambos ajedrecistas
representarán al Departamento del Cusco en la etapa regional.
Las fechas señaladas se les darán a conocer a sus direcciones —
agregando— Ahora pueden ir a la ceremonia final a recoger sus
medallas.
—¿Medallas? Pregunté rápidamente.
—Sí. ¿Acaso no sabes? Respondió Usca, con una gran sonrisa.
Cuando llegamos a la ceremonia de clausura algunos
estudiantes iban subiendo a unos podios. Cuando me di cuenta
eran los mejores en sus categorías y recibían al mismo tiempo
unas medallas.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Verlos subir a los podios era emocionante. Recibían sus premios
ante el aplauso de todas las personas presentes. Cuando me fije en
nuestros compañeros de la provincia no lograba encontrarlos.
—¿Qué pasó con las otras delegaciones? Pregunté.
—No creo que vengan pues nadie ha logrado clasificar —
respondía nuestro delegado.
Después de unas horas ya casi terminaba la ceremonia y
nuestra disciplina era la última en ser premiada. No importó
esperar por la emoción que teníamos en ese momento, pero lo que
sí llamó la atención fue ver vacío el coliseo a la hora de nuestra
premiación.
Cuando subía al podio el único que celebraba era Usca, mi
compañero de equipo.
Ya en el carro que nos llevaría de regreso los estudiantes
habían esperado a que lleguemos.
—¿En qué lugar quedaron? Preguntaban.
—¿Dicen qué clasificaron a la siguiente etapa? Iba a
responderles, pero mi delegado se adelantó.
—Gracias por los cumplidos, pero solo clasificó uno de
nosotros y en el segundo lugar.
Lo miré fijamente y no comprendía por qué mencionó esas
palabras. Al mismo tiempo algunos compañeros se acercaron.
—A ver muestra, ¿cómo es el objeto?
Al descolgarlo de mi cuello me daba cuenta de que la medalla
no estaba del todo redondo. Tenía en su interior las descripciones
J.E.N. que significaban “Juegos Escolares Nacionales”, y también
indicaba el año del evento y los anillos de los juegos olímpicos
Realmente pensé que al prestarles les daría alegría verlo.
Pero el objeto de plata, cómo lo nombraron mis compañeros de la
provincia, se dejaría sentir por fin el precio de haberlo ganado.
—¡Toma! Hubiese sido mejor que ganes la de oro —agregando
uno de los delegados—. Peor es nada señores…
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Desde que llegamos a participar a esta hermosa ciudad me
había concentrado no en ganar una medalla, sino, si realmente
todo el esfuerzo que había realizado sirvió en algo.
Todavía sigo pensando mientras escribo esta parte de mi vida,
si aquel objeto me había cambiado en algo. Si haber dejado a mi
familia, a mis amigos y todos los recuerdos servirán en algo. En
verdad no lo sé.
Mientras estoy parado en uno de esos buses que me llevan a la
universidad, o para algún lugar de la ciudad, me pregunto: ¿De
verdad crees en esto?
Entonces veo un muchachito ceder un asiento, y me fijo en su
rostro y me doy cuenta de que no es de este mundo. Qué felicidad
en su rostro al levantarse, pero qué felicidad de la señora al
sentarse. Es como si hicieran un clip y, al fin, se da el encuentro
de la felicidad. Ojalá no salga este libro por tus orejas de cabra,
porque más de un sueño hay en cada palabra.
Entonces sigo apreciando el objeto de plata por la ventana, una
ventana que me muestra el llanto en mi rostro.
¿Por qué para nadie era importante lo ganado? Me preguntaba.
Esa noche fue la más larga de todos mis viajes y jamás había
contemplado la luna con tanta rabia y tristeza. Cuando llegamos a
Espinar nuestro delegado tocaba los sueños.
— ¡Despierten jóvenes que ya llegamos!
Todavía no descargábamos nuestras cosas cuando escuchamos
a uno de los delegados dirigirse a una de sus deportistas.
—Dile a tu familia que tuviste una gran participación. Yo voy
a coordinar más tarde para que el colegio le haga llegar una carta
de felicitaciones.
—Está bien profesor— respondía la niña terminando en un
fuerte abrazo. Al mirar a mi delegado este se congelaba de frío y
solo nos decía.
—Avancen jóvenes, avancen.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Qué frío era el que sentía al dar cada paso; y ni una palabra
nos acompañó hasta llegar a casa. Entonces, ya iba a lanzar un
grito para despertar a todos en casa cuando me fije en la tienda
del vecino.
—Quisiera agradecerle por todo —dije, levantando con las
manos el objeto de plata.
Al lanzar un grito a casa mi hermano respondió:
—¿Quién es?
— ¡Soy yo, Marcoz!
Inmediatamente por la ventana dejó caer unas llaves.
Ya en el pequeño cuarto, me acosté silenciosamente a su lado,
cuándo él, aún medio moribundo por el sueño, preguntó:
— ¿Qué fue?
Sin responderle alguna palabra me hice de espaldas.
Al notar mi silencio estiró la manta para cubrirme del frío y
rápidamente se hizo de espaldas. En ese instante es que un calor
misterioso recorrió todo mi cuerpo, recordándome a todo lo que
tuvieron que pasar por mi culpa. Y con una profunda tristeza no
dejaba de pensar en el objeto de plata que traía en la mano cuando
súbitamente lo puse en su hombro.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Todavía no me había levantado de la cama y uno de mis
brazos chocaba con un pocillo, un plato común de nuestra zona.
Al fijarme el pocillo contenía un rebosante segundo de fideos, el
arroz con fideo, la herencia de la abuela Dora.
—¿Por qué dejaron un plato de comida a mi lado?
—preguntaba.
Al notar que estaba solo me puse los zapatos y me dirigí hacia
la cocina. Allí estaba mamá, quien me miró de manera extraña y
tenía una gran sonrisa.
—Es para ti el segundito —dijo.
Recuerdo a la abuela Dora cuando alistaba la comida para
venderlos en la plaza y pedía que me durmiera hasta que el
fogón de la concha se apague. Cuando todavía no terminaba de
limpiarme los ojos ella servía un rebosante plato de fideos.
—Esto es para ti —decía al marcharse.
Al igual que la abuela, mamá tenía ese don, diría ese toque y al
rato me yapó otro segundo de fideo. Al mismo instante ingresaba
la pequeña Fanny, pero me miraba extrañamente.
—¿Qué pasa? Pregunté al verla sonreír y ella seguía sonriendo.
Entonces sentí que no tenía el objeto en mi cuello y volví a
preguntar:
—¿Dónde está?
—¿Esa cosa plateada qué nos mostró el hermano? Respondió
Fanny.
—Sí. ¿Dónde está...?
Al no tener respuesta corrí hacia el cuarto pequeño a buscarlo,
pero no logré encontrarlo.
—Si estás buscándolo la medalla creo que el hermano lo tiene.
—¿Dónde está él?
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Arriba, en la azotea.
Me dirigí a la azotea y todavía conversaban.
—Aquí lo veía jugar —dijo mi hermano.
—¿Cuándo llegó? Preguntó papá.
—En la madrugada y trajo esto.
Mi padre preparaba una mezcla para el vaciado de unos de los
machones de la casa y todavía con una mano sujetaba la pala y
la otra mano la tenía embarrada. Entonces iba a dirigirles unos
buenos días cuando cogió el objeto y lo alzó bien arriba. Aquel
día sus puños no se abrieron para nada y comenzó a romper en
carcajadas.
En ese momento me di cuenta del valor de la medalla y me
alejé en silencio.
Al bajar las gradas, don Antonio, alistaba sobre el mostrador
el tablero de siempre; y los parlantes ya no tocaban el mismo
huaynito, sino, se escuchaba el noticiero.
Al notar la sombra de mi zapato salí volando para el colegio.
Al bajar la avenida podía ver a los tardones acercarse. A los pocos
segundos bajábamos a toda velocidad por la avenida, pero justos
en la puerta nos cerraban el portón principal en nuestras narices.
Entonces los tardones me rodearon.
— A ver haznos ver tú medalla.
—¿Medalla? Pregunté.
—¡La medalla pues! En la radio están hablando que has sido el
único que ganó en los juegos escolares.
Cuando de pronto se abrió el portón.
—¿Está aquí Romario?
—¡Yo! Respondí.
—Solo pasas tú, el resto se queda —agregó el portero.
—¿Por qué solo yo? Pregunté.
—No hagas preguntas y entra que el director te espera.
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Al ingresar a la dirección me esperaban algunos profesores.
—Estamos felices por su clasificación, ¿qué quieres que
hagamos por usted? Dijo el director.
Sin pensarlo dos veces, respondí—. Yo solo quiero que dejen
pasar a mis compañeros.
Al ingresar a salón de clase no había duda que adentro era otro
mundo que de inmediato nos hicieron parar en el espacio de los
tardones.
—En las radios dicen que fuiste el único clasificado, ¿es cierto?
—dijo el profesor a cargo.
—Eso dicen profesor.
—Bueno… Tomen asiento por esta vez, solo porque has
clasificado a la siguiente etapa.
No había recibimiento ni aplausos más que algunas preguntas
y ese pequeño gesto. Al llegar a mi carpeta miré hacia la ventana,
y de un momento a otro dejé caer unas lágrimas.
A la salida, al dirigirme a casa, cuando pateaba las piedrecillas
para ver si encontraba alguna moneda, escuché una voz:
—Felicidades campeón.
Miraba a los costados y seguía escuchándose—. Felicidades
campeón.
Entonces alguien gritó:
—Por aquí Romario, por aquí…
Al acercarme abrieron un espacio y dejaron que me siente. Yo
no sabía con quién jugaría hasta que papá tomó asiento. —Gracias
por hacernos sentir importantes — mencionó con una gran sonrisa
y levantó su mano en señal de un juego limpio y comenzamos…
Aquella tarde, después del viaje, había jugueteado con todo
el mundo notando sus rostros llenos de felicidad. ¿Por qué yo no
sentía esa felicidad?
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
15 AÑOS DESPUÉS
Desde aquella invitación, de mi profesor de literatura, no había
hecho más que intentar escribir. Realmente no fue fácil enganchar
dos hojas porque no tengo pinta de escritor, pero si estaba seguro
de algo de que podía creer en lo que estaba haciendo.
¿Qué pasó entonces? Pregunté a la vida una noche. Y una
noche la vida me concedió uno grandes amigos, escritores ellos,
en sus mundos, como quisieran escribir, pero todos querían
escribir algo fantástico.
Yo adoraba la política y el emprendimiento por la vives de
mi flor de la juventud, pero no me daba cuenta de que estaba
robándole al viejo su mente cansada. Unos sueños como el hombre
que se sentaba a mi costado en las lecciones de la universidad, un
hombre que se la pasaba durmiendo a cada nada, sí, un hombre
de casi 70 años, muy viejo él.
Un día muy molesto le pregunté: ¿Por qué vienes a clases si te
la pasas durmiendo?
Él me respondió:
—Yo no duermo, yo estoy soñando.
—Pero ve a descansar a casa, ¿por qué la necesidad de
estudiar a tu edad? Le pregunté de nuevo.
Entonces él me miró de frente, y sin titubear, respondió:
—Yo solo quiero ser ingeniero. No importa cómo, pero quiero
ser ingeniero.
En adelante, andaba por la vida conociendo el mundo y nuevos
amigos. Entonces conocí al magnífico Eduardo, quien construiría
el pequeño puente. El pequeño puente a la felicidad.
Cuando teníamos que darle las últimas pinceladas a una de las
tantas lecciones de escritura le conté que en la Provincia de Espinar
se realizaría un campeonato regional de Ajedrez. Cuando escuchó
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
esto, inmediatamente me dijo: —Ve al encuentro de la felicidad
y no vengas sin ella.
Después de un largo viaje ya estaba en Espinar. Quince años
después tendríamos la misión de capturar ese momento en los
niños. Yo esperaba ver a los niños, pero me quedé paralizado
al ver pasar a los Mateus y a Rivas, con este último con quien
representaríamos al Cusco en la etapa Regional, en Abancay.
Entonces el torneo iniciaba y también iniciaba mi partida
frente a uno de los Mateus. Durante el encuentro, nuestros ojos
no dejaron de mirarse. Era tanto tiempo que no reconocíamos
nuestros nombres. Después de un rato él me ganó con una jugada
magistral y con un saludo de manos sonreímos de repente.
Al salir a fuera, como arte de magia, me cruzaba con Methsy
y con Jhon, y empezamos a compartir historias. Llegando a sentir
con ellos lo que habíamos llegado a buscar.
Antes de iniciar el juego ante Rivas, le susurre al oído: —Vas
a estar en una novela y él me miró sorprendido. Entonces no pasó
mucho tiempo y él ganaba con otra jugada magistral.
¡Qué felicidad al perder!
Después de la partida con Rivas, cuando me retiraba, una de
las madres que estaba al pendiente de los juegos, mencionó:
—¿Cómo te fue?
—Él me ha ganado —respondía
—No te preocupes y confía en ti. Recuerda que todo está aquí
—tocándose la cabeza.
Efectivamente, todo estaba en la cabeza, pero yo me tocaba el
corazón.
¡Qué felicidad fue el viaje!
Más tarde abandonamos el torneo y dejamos tantos recuerdos.
Pero antes debía contarles a mis padres sobre la novela. Cuando
me dirigía al terminal donde me embarcaría a Lima, grité fuerte
desde un taxi:
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
—Estoy terminado de escribir nuestras historias. Mamá quien
estaba atenta, respondió rápidamente:
—¿Qué has dicho? ¿Nuestras historias? ¡Pobre de ti qué no me
estés estudiando! ¡Pobre de ti…!
FIN
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JAQUE - EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD
Contenido
JAQUE...................................................................................................................11
EL ÚLTIMO DÍA DE CLASES...........................................................................13
LA FASCINANTE NOTICIA..............................................................................17
DOS CAJAS DE CARTÓN..................................................................................23
LA GRAN APUESTA Y UNA BUENA LECCIÓN..........................................29
EL COMIENZO....................................................................................................37
MI PRIMERA APUESTA...................................................................................49
OBSESIONADOS ANTES DEL VIAJE.............................................................61
LA GRAN APERTURA.......................................................................................65
EL REGRESO.......................................................................................................69
UNA NUEVA OPORTUNIDAD........................................................................73
GRANDES CAMBIOS.........................................................................................77
EL ENCUENTRO DE LA FELICIDAD.............................................................91
15 AÑOS DESPUÉS.............................................................................................95
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JAQUE, EL ENCUENTRIO DE LA FELICIDAD
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Enero 2020
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